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Meninas y meninos
E.I. A IRE L IBRE
La joya de Velázquez cautiva a estos niños y niñas nada más verla. Está presente en todo y a toda hora. Lo mismo construyen meninas con cajas, que las pintan con témperas, improvisan poemas o hacen teatro. Pero el cuadro es, sobre todo, el hilo de una conversación, abierta e inacabable, que permite hablar de la guerra, la sexualidad, la muerte, el poder o la esclavitud, temas que atraen o asustan, temas por descubrir.
Arte / Proyecto educativo / Expresión artística / Expresión artística, plástica y visual / Expresión y comunicación infantil / Interacción en el aula / Intereses y necesidades del niño y del alumnado MARI CARMEN DÍEZ NAVARRO Maestra, psicopedagoga y coordinadora pedagógica de la Escuela Infantil Aire Libre, de Alicante.
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e cuesta ponerme a escribir (describir, transcribir) la realidad que estoy viviendo en estos momentos, en los que en la Escuela Infantil Aire Libre, de Alicante, realizamos un nuevo proyecto colectivo de arte
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sobre Las Meninas. Supongo que por exceso de información, de emociones y de asombro. Me cuesta poner orden a lo que está siendo una especie de cascada de acontecimientos que se derraman a partir y
experiencias sobre nosotros, y que se nos van acumulando en los ojos, en las palabras y en el aire entero de la escuela. Todos estamos bajo este especial efecto, como invadidos por el color y el misterio del cuadro que nos ocupa, y en el que estamos ocupados e inmersos. Esta vez no hemos tenido el miedo de otras veces: a no saber, a no poder, a no alcanzar. Esta vez, sencillamente, nos hemos puesto a ello. Y los días se nos han echado encima, por escasos. Y las alegrías se nos han ido imponiendo, por precisas. Hemos contado con el discreto e incondicional apoyo de Rosa, la madre de Marc, que, como siempre, nos ha traído materiales y nos ha ofrecido las explicaciones pertinentes. También con las aportaciones de muchos otros padres: diapositivas, vídeos, láminas, recreaciones caseras del cuadro…, además de la ilusión de compartir con los hijos el etéreo y a la vez tan concreto mundo de las cosas bellas. Y hemos tenido la seguridad y el ánimo muy bien dispuestos gracias a las experiencias anteriores con los proyectos de pintura, escultura y estampación, en los que los niños nos enseñaron que el arte está sólo a unos pasos de sus manos y de su curiosidad brillante y correntona. Bueno, intentaré ir contándolo.
Presentamos el proyecto festivamente Como otras veces en que el proyecto a emprender es colectivo, a éste también queremos darle un empezar “grandioso”. Así que nos reunimos en la sala multiusos, donde celebramos las fiestas y hacemos el teatro de los viernes, y a golpe de tambores, presentamos la lámina del cuadro en el que vamos a profundizar y del que vamos a aprender y a disfrutar: Las Meninas, de Velázquez. Contamos brevemente algo del pintor del rey, mostramos varias obras suyas, y presentamos a los personajes que aparecen en el lienzo, explicando algunas historias sobre ellos. A continuación hacemos una especie de juego componiendo y desbaratando unos cuantos cuadros de Velázquez convertidos en rompecabezas, escuchamos una música “de palacio”, y, por último, recibimos a la infanta Margarita “en persona”, que no es otra que Marta, la maestra de la clase de los
Ossets con una falda de alicantina, un cancán y una peluca de lujo. De ahí nos vamos a las clases y empezamos a trabajar: unos hablan sobre el cuadro, otros se disfrazan de príncipes o de infantas, algunos pintan... Pero todo el mundo en acción, todo el mundo implicándose en un tema que ha resultado estar, sencillamente, lleno de vida. A priori las maestras nos hemos planteado unos presupuestos básicos a trabajar. O dicho de otro modo, unas cuantas cosas que vemos interesante que aprendan y lleven a cabo los niños durante el proyecto: trabajos para realizar en cada clase, o para hacer todo el colectivo, ideas mil que llegarán o no a convertirse en realidad dependiendo de tantas cosas... Porque es bueno y necesario prever. Es bueno y necesario planear. Pero, sobre todo, es bueno y necesario saber que no siempre se harán realidad nuestros deseos, que no siempre habrá tiempo para nuestras propuestas, que no siempre lo ideal tendrá el protagonismo que nuestros sueños le otorgan. El caso es que en cada clase se crea un ambiente, y todos los ambientes son un poco parecidos y un poco distintos. En todos hay cuentos, teatros, poemas, averiguaciones, músicas, dibujos, carteles, láminas, libros... y Meninas de toda clase y color: desde la maqueta diminuta del cuadro que trae Néstor, confeccionada por su mamá y por él con plastilina, hasta la reproducción tamaño caja de frigorífico de la familia de Quique, con sus agujeros para meter las cabezas y pañuelitos para que las fotos queden más auténticas; desde las diapositivas con explicación del papá de Jordi hasta las Meninas-puzzle de la madre de Rodrigo; desde las caricaturas hechas por Andrea en su libreta hasta el cuadro realizado por su mamá en un trozo de caja de cartón para que lo ilustremos. Y el colegio se nos llena de interesantes meninas. Las hay hechas con embudos, con cuencos, con contenedores de cafetera exprés. Con papeles, con naranjas, con acetatos. Con melenas de fideos curvos, con faldas de puntillas blancas, con vestidos de oros, de platas, de flores y de tul. Meninas grandes y pequeñas. De cerámica, de bronce, o de pasta de sal. Meninas de tela, de lana y de chocolate. Meninas al gusto de cada familia, de cada grupo, de cada niño, de cada maestra, de cada desatada creatividad...
infantil Y quien dice Meninas, dice Infantas, Nicolasitos, Diegos Velázquez, Mari Bárbolas y demás personajes, casi tan conocidos y queridos ya por los niños como Los tres cerditos o la Caperucita Roja.
Caramba con las infantas En mi clase los niños van y vienen de los fondos a las formas y viceversa, de lo más fluidamente. Lo mismo están construyendo una menina con cajas, que improvisan poemas a los nuevos personajes conocidos. Lo mismo están pintando un bodegón del natural, que copiando a Rocío y a Rebeca, a quienes les ha tocado el privilegio de posar como modelos de todo el grupo. A ratos miran con caras soñadoras los libros sobre Velázquez y Las Meninas, o escuchan música barroca, o cantan la canción-himno que les he enseñado de cuando era pequeña, y que completamos entre todos para lograr unas rimas que combinen el nombre de cada niña con el de alguna planta:
La infanta doña Andrea se lavaba el pelo con ajedrea. La infanta doña Olivia se lavaba el pelo con manzanilla. La infanta doña Rocío se lavaba el pelo con un té frío. La infanta doña Rebequita se lavaba el pelo con una espiguita. La infanta doña Vero se lavaba el pelo con romero. La infanta doña Lucía se lavaba el pelo con una sandía. La infanta doña Mari Carmen se lavaba el pelo con un tomate. ¡Caramba con las infantas que se lavan el pelo con las plantas! Les cuento a los niños que esta canción en realidad no habla de lavarse el pelo, sino de lavarse... otra cosa, pero, que como a mí me reñían por cantarla, le he cambiado un poco la letra para evitarles problemas. Cosa que es la más absoluta verdad, y que a ellos les trae muchas risas y a mí muchos recuerdos. Un día Marc y Olivia aportan sendas paletas de las que usan los pintores y tres tubos de óleo que, según dicen, “huele muy bien”. Eso da pie para hablar de los colores que usaba Velázquez en sus pinturas y de su manera de pintar “a brochaditas” tan característica, tan difícil y
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Las Meninas en la guerra -Por culpa de una guerra que había antes robaban los cuadros bonitos o los quemaban. -La guerra es muy mala, porque se mata gente. (Emilio) -Y la de Irak la peor. (Pablo) -La guerra es muy mala, porque no hay medicinas para los que están malos. (Alex) -Mi padre vio ayer una cosa de guerra: unas velas encendidas y un árbol de recuerdo a los que mataron en la guerra. (Olivia) -Mi yaya vive en un sitio donde antes había guerra, y se metían por una columna, que era como una puerta, y ahí no les daban las bombas. (Pablo) -Las guerras son tontas porque matan a la gente aunque tengan cero años. (Juan) -Yo veo por la “tele” que hay unas olas gigantes que cuando se tiran a la tierra matan. Son del mar y del aire juntos. (Isaac) -“Maremoto”, sí. Es como cuando tiras una piedra y se hacen curvitas en el agua. (Guille) -Se llama tsunami. (Juan) -Es una ola gigante. Como si cayera un meteorito en el mar. (Alex) -Es por un terremoto de agua. (Isaac) -Mi padre me contó que uno tiró un cohete para arriba y el petardo le cayó en la cabeza a una chica. (Guille) -A mi madre casi se le quemó la comida y el trapo que tenía al lado se encendió. (Vero) -La guerra es muy mala y también pueden robar comida. (Guillermo) -La guerra es muy mala, matan a mucha gente. (Pablo) -Cuando hay guerra vienen unos buenos que quieren matar a los malos. Y se vuelven malos también. (Quique) -Las guerras son malas, tiran bombas y muere la gente. (Christian) -Un presidente les dijo a los soldados que fueran a matar. (José Mari) -El Busch. (Emilio) -No pueden vivir los que se han muerto con la guerra, ésos se quedan muertos para siempre. (Marc) -Hasta los que acaban de nacer mueren en la guerra,… ¡y se han perdido toda la vida! (Lucía) -Si muere un amigo en la guerra y le da pena a otro… uno muerto y otro triste. (Rebeca) -Si algún avión de guerra le dispara misiles a un niño, o a una niña, qué pena. (Pau) -Yo vi el maremoto que arrastró a un niño pequeño. Pero se salvó. (Andrea) -En las noticias mi padre me contó que muchos hijos y padres se murieron en la guerra. (Vero) -Vi a unos niños jugando con pistolas de verdad en Afganistán. Ojalá no hubiera pistolas, y ojalá no las pudieran tocar los niños. (Mari Carmen) -Los muertos no pueden volver a vivir ya. (Pablo) -Pero ¿estamos hablando de la guerra o de la muerte? (Mari Carmen) -De la muerte, porque no queremos morirnos. (Pablo)
de tan geniales resultados. Los viajes al Museo del Prado de Isaac, Emilio y Marc también traen bastante cola. Vienen muy impresionados y cargados de tarjetas, fotos, puzzles, entradas, etc. A cuenta del puzzle que trae Emilio, en el que sale La maja desnuda, hablamos de sexualidad, y a cuenta de una menina de Botero y un cuadro del Greco, que aparecen también, sale el tema de los autorretratos. Hablamos entonces de que cada cual se pinta bastante parecido a como es y eso hace que unos y otros comenten lo que observan en las 28 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº367 }
producciones plásticas de los demás, y que haya sorpresas, alegrías y algún que otro enfado: -A mí siempre me gusta lo que pinta Olivia por los colores mezclados que pone. -Ah, gracias. -Pues Guillermo se hace pequeño y es alto. -Ya lo has oído... eres alto. -Y Pablo se hace con falda y lleva pantalones. -¡Porque aún no me salen los pantalones!
-Vero se hace con su cara igual de flaca que la tiene. -Isaac con su cara grande como es él. -Alex lo dibuja todo siempre grande. -Es que me gusta así. -Andrea se pinta guapa y se pone pestañas largas y pendientes porque es presumida. -Sí, a mí me encanta presumir… El día que hacemos “en teatro” las escenas basadas en lo que hemos ido leyendo sobre Las Meninas, lo pasamos muy bien. Las escenas cuentan parte de verdad y parte de invento incluyendo lo que hemos leído y también lo que hemos imaginado en voz alta entre unos y otros, y salen muy graciosas. En la primera escena aparece el bufón Nicolasito Pertusato escondido en la falda del aya, desde donde tiene que hacer reír a la infanta Margarita cuando el aya le preguntara las vocales. La representamos Rebeca, Pau y yo (nadie quiere hacer de aya y me toca a mí suplir la falta). El caso es que la infanta Margarita, que según el guión previsto tiene que dejarse “distraer” por el bufón, responde perfectamente, y entre encantadoras sonrisas, a las preguntas del aya. Por su parte el bufón “distrae” tan discretamente que nadie lo oye, y encima el aya no puede ni enfadarse con la infanta por sus despistes, ni buscar la causa de los mismos, ya que de hecho los despistes no se están dando. Al principio los espectadores intentan hacer de apuntadores para evitar los fallos de los actores, pero después encuentran que es mucho más divertido el lío que se está armando y se dedican a reírse a mandíbula batiente. En la segunda escena se ven dos Meninas, Andrea y Olivia, sacando a pasear a la infanta Lucía. La llevan fuertemente cogida de la mano para que no le pase nada. Pero quiere la fortuna que corran por ese bosque cuatro lucidos ciervos a todo galope (Pablo, Miguel, José María y Alex) y que las Meninas, mirándolos, se distraigan y suelten de la mano a la infanta, que aprovecha para escaparse, e irse a ver a Velázquez a su taller. Allí la encuentran sus cuidadoras y le llaman la atención. Esta escena sale muy bien, aunque es vertiginosa. Empieza y acaba en cosa de nada. En la tercera escena sale Velázquez (Juan) con su esclavo Juan Pareja (Marc). Velázquez le va encargando tareas: “¡Prepárame color verde oscuro, limpia bien
experiencias el pincel…!”. El esclavo, mortero en mano, machaca unas tizas tatareando una canción. Una noche Velázquez pasea por una calle en la que huele a pintura y al asomarse a mirar en la casa de donde sale el olor, ve a su esclavo pintando un cuadro precioso. Entra, habla con él y decide dejarlo libre, contratando en su lugar a dos aprendices (Guillermo y Luis), que se ponen afanosamente a machacar tizas en los dos morteros de que disponemos en clase. En esta escena pasa algo chocante, y es que Velázquez no le manda nada al esclavo y, en cambio, el esclavo le dicta a Velázquez todo lo que tiene que hacer (aunque sin demasiado éxito, porque Juan no hace más que sonreír y hacer como que pinta). O sea, que invierten los papeles, para regocijo del público. Entre eso y los atronadores golpes de mortero de los aprendices, la escena es de las más aplaudidas. La cuarta escena consiste en que Salomón, el perro que sale en el cuadro, que es Isaac, se mete en el armario de la infanta Margarita (Rocío) y se queda dormido. Cuando sale, se le cae encima una capa y un sombrero de la niña. Ella, que en ese momento está algo aburrida, al ver pasar el perro disfrazado, se ríe y se va detrás de él haciendo cabriolas. Se añade al juego el bufón Nicolasito (Quique), y tanto lío arman que el rey Felipe IV (Christian) tiene que salir a reñirlos. En esta escena resulta divertido tanto ver a Isaac gateando y ladrando con la capa negra y el gorro rosa de los disfraces, como el espectáculo de volteretas, saltos y demás bufonadas que hacen los tres artistas en la segunda parte. Los talleres, por supuesto, están plagados de Meninas. En una de las sesiones hay un taller de copia del natural de un bodegón de frutas y verduras con témperas. Otro taller es de “hacer bufonadas”. Otro de bailar música barroca con un pañuelo en la mano. Otro de pintar con tizas machacadas en el mortero y mezcladas con agua y cola blanca. Otro de dibujar a Nicolasito Pertusato haciendo malabarismos. Otro de disfrazarse. Y así… En las casas también hay “talleres de meninas”, que vienen luego a engrosar nuestra exposición. Así ocurre con la maqueta que trae Marc, moldeada y pintada por su madre y por él; con las hojas de Internet que traen muchos niños; con los libros de las bibliotecas públicas y familiares; con las meninas de Olivia,
Emilio, Paula y Luz, todas ellas de cerámica y muy bonitas, que nos sirven para hacer una escalera de tamaños, para contarlas, para comparar sus colores vivos o apagados, sus pesos, sus finuras o rugosidades. Dos de ellas no tienen cara y dos sí, lo que da un “empate”. ¡Todo es tan aprovechable! En las sesiones de juego simbólico libre se ven príncipes y princesas, bufones, perros, reyes, pintores y escenas que tienen que ver con el tema. En las de psicomotricidad, las telas se vuelven alfombras, capas o faldas largas... María, la profesora de Inglés, nos felicita por lo bonita que está la escuela y el buen trabajo realizado. Los familiares de los niños vienen a visitar nuestra exposición y a hacerle fotos. También varios grupos de alumnos del Ciclo Formativo de Educación Infantil, y de maestros de otras escuelas. La asamblea que celebramos el Día de la Paz nos lleva a hablar de la guerra y otros desastres: tsunami, robos, incendios, accidentes, hundimientos de casas…, pero esta vez empieza a partir de Alberti y otros poetas que ¡salvaron el cuadro de las Meninas durante la guerra, llevándoselas para que no las quemaran, o les cayera alguna bomba! Y hasta en los Carnavales están presentes las Meninas, en forma de “niños-Velázquez”, “niñas–infantas” y bien aderezadas “maestricas-meninas” con las faldas a toda puntilla y los pelos a todo tirabuzón. ¡Las Meninas nos tienen invadidos! Pasados los días de Carnaval aún vamos al Museo de la Asegurada a ver una escultura de una menina preciosa y un cuadro del Equipo Crónica. Nos guía Rosa, haciéndonos pasar “unas pruebas un poco difíciles”: buscar un cuadro en el que haya unas tijeras, acordarnos del nombre de los artistas del Equipo Crónica, encontrar una mujer con un pez en la frente, descubrir un hombre sin cabeza… Menos mal que entre unos y otros “las pasamos” y nos llevamos un lápiz y una goma para cada uno.
Una Menina con cajas Nos llegan una serie de láminas muy sugerentes de la exposición “Otras Meninas”. Las voy enseñando a los niños, y hay comentarios de admiración, risas, rechazos… Hacemos recreaciones de va-
infantil rias de ellas, y me piden que les fotocopie las preferidas, que son nueve. Una de ellas es una escultura de Olga León hecha con cajas de diversos tamaños, colores y formas. Al ver la lámina Diego exclama: “¡Pero si esas cajas las tenemos aquí!”, y eso me hace improvisar una requisa de cajas de las estanterías, para que intenten construir una menina como la de Olga León. Les preocupa sobre todo la cabeza. Tenemos unas cuantas cajas redondas, pero ¿cómo se va a aguantar la cabeza sin caerse? Empieza Rocío a construir en medio de un silencio lleno de interés. Actúa con la decisión que la caracteriza y monta enseguida su menina. Para poner la cabeza encuentra una original respuesta: la sujeta con el cordón del asa de una caja de champán. Fotografío autora y obra, y le pido luego que deshaga su bonita creación para que otros niños puedan hacer sus versiones de meninas con cajas. Uno a uno van saliendo a construir mientras los demás opinan y sugieren, a partir de las dificultades que aparecen y necesitan solventar. Hay quienes la hacen utilizando todas las cajas y quienes usan sólo unas cuantas. Guille hace una menina flaquísima (como él), Isaac la hace compacta y ancha (también a su imagen y semejanza). Algunos tardan mucho, otros casi nada. La cabeza da problemas, los brazos también… y “las tetas”. Hay quienes optan por no poner lo que se cae con facilidad, y quienes se empeñan en dominar la situación y colocar todo lo que tienen previamente proyectado en mente. Cuando queda aún la mitad de los niños, noto que están cansados y les propongo ir dibujando una escultura de cajas: o la que han hecho ellos, o la de otros compañeros, o alguna que les gustaría hacer. Mientras, siguen saliendo a construir el resto de los niños. Cuando acaban su obra, yo pido a los demás que la contemplen, y les hago una foto “para el recuerdo”. El primero que acaba el dibujo es Luis. Le pone de título ESKULTURA DECAJAS, y un número: el 13. Dice que son las cajas que "ha gastado" para la escultura. Las contamos –para comprobar– y valoramos su buena idea. Les pido entonces que cuenten las cajas que han utilizado, siguiendo la idea de Luis, y escucho algunos comentarios curiosos: —El 28 tiene ocho, ¿pero qué más tiene?
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—El 62 es un número bonito, lo vi en la tarta de cumpleaños de mi abuelo. —Yo no sé poner el nueve. —Es como la letra de Pablo, pero al revés. —Si empiezas a contar por el cero, “el 10 ya no es el 10”, porque el nueve “hace de 10”. —A mi madre no le gusta el dinero pequeño, dice que no vale nada, pero mi abuela dice que el dinero siempre vale, aunque sea pequeño. —A mí me gusta contarlo todo. Al poner el título del trabajo Marc escribe: ESCULTURA CON CAGAS. Le pido que lo lea y, al darse cuenta de su error, lo arregla apresuradamente, como en secreto. Sin embargo, yo aprovecho para comentar este hecho en voz alta, sonriéndole para que no se sienta criticado, porque me parece interesante que todos oigan que hay equivocaciones “buenas y lógicas”. Así que si uno escribe algo que no dice lo que pretendía, no pasa “absolutamente nada”, se rectifica y adelante. Al final exponemos en “La sala grande” una de las tantas Meninas de cajas, realizada por Marc y Rocío al alimón, con cartel explicativo, y la idea-proyecto del grupo que Rocío verbaliza así: “Bueno, si nos la rompen porque alguien tropieza con la mesa, hacemos otra menina diferente. ¡Se pueden hacer tantas!...”. A lo que Isaac añade: “O que la haga el que la rompe”.
ver la lámina de las Meninas, se estrena en estos menesteres identificatorios diciendo con júbilo: “¡Velázquez tiene dos Z!”. El comentario reflejaba una primera conexión “personal” con el pintor, ya que Miguel es el “padrino” de la Z por tenerla en sus dos apellidos: Pérez Pérez. (El padrino de una letra en mi clase la presenta, la hace ver, la nombra, la lee, la comenta, la enseña a los demás, la trae en un librillo que confecciona en casa con sus padres...). Después es Diego el que se siente llamado a celebrar la coincidencia de su nombre con el del autor del cuadro de las Meninas. José Mari también se alegra al saberse tocayo del aposentador José Nieto; Olivia repite una y otra vez que
Nicolasito Pertusato se llama como su hermano y que Mari Bárbola, la bufona, tiene el mismo nombre que una amiga de su madre que se llama Bárbola (Bárbara). La identificación de Christian es algo más elaborada: “Velázquez lleva una cruz, y yo me llamo Christian, que quiere decir cristiano, que son los que llevan la cruz...”. Juan, Alex, Miguel y Guille se dan cuenta enseguida de la presencia del perro en el lienzo, y se ponen a hablar de sus perros y demás animales como expertos en el tema, y amantes de los animales. Y así se van desgranando unos comentarios que hablan de las Meninas, sí, pero “pasadas por el filtro personalizador” de cada cual, o por el filtro de
Velázquez tiene dos zetas A mí, como de costumbre, lo que “más me llega” y me emociona es volver a asomarme al piso de abajo afectivo de mis alumnos. Ver cómo piensan, relacionan y comparten sentimientos y vivencias cuando hay un ambiente abierto que lo propicia, cuando se tiene la sensación clara y segura de que hay un grupo que escucha lo que uno tiene que decir. Desde el principio se ven sus escarceos de acercamiento al tema que se les propone, al más puro estilo del momento evolutivo. Se sitúan en la escena a investigar mirándose a sí mismos, localizando diferencias y parecidos con sus gustos y sus experiencias, buscando identificaciones que los ayuden a entender aquello que se les está ofreciendo y presentando. En esta ocasión es Miguel el que, al 30 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº367 }
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experiencias unas identificaciones más amplias, que afectan a los intereses y las sensibilidades de todo el grupo. -La infanta tenía cinco años como nosotros. -El cuadro se llamaba también “la familia”, como yo, que tengo una familia. -A mí el aya no me gusta, tiene la cara muy oscura. -A mí la que no me gusta nada es Mari Bárbola, es gorda y rara. -Pero era muy buena, que lo dijeron en las noticias. -La infanta Margarita era la mejor, y quería divertirse, como hacemos aquí. -A mí me gustaría ser la infanta. -A mí Velázquez para pintar tan bien. En una de las conversaciones en torno al cuadro los chicos se sitúan muy en lo masculino, y las chicas muy en lo femenino. Así, se nombran los pelos largos de los “chicos antiguos”, pero también de “los modernos”; las ropas tan diferentes de “ellos” y “ellas”, y lo distintas que eran de las ropas de ahora; lo bonitas que se veían las faldas de las chicas, y cómo les servían para bailar “las músicas de palacio”... Esto nos lleva a buscar una música barroca (de Pachelbel) y a improvisar un baile, que llamamos “La danza de las Meninas” y que tiene abundantes reverencias, vueltas y ceremonias. También lleva a seguir hablando de “lo que llevan” los chicos y las chicas en el cuerpo, y de lo que tapa o adorna el cuerpo. Surgen muchos nombres caseros de los órganos sexuales y muchas bromas. Yo aporto los nombres “verdaderos”, pero comento que en cada familia se dicen de una manera, así que cada cual puede llamarlos como quiera. Viendo otros cuadros de Velázquez, aparece La Venus en el espejo, y Rebeca dice: “Uf, qué asco”. Hablamos sobre esto, y entre unos y otros, llegamos a la conclusión de que a ella lo que le da es un poco de “vergüenza” ese cuadro tan bonito. A los chicos les gusta, pero algunos se tapan los ojos reflejando con el gesto un sentimiento seguramente parecido al de Rebeca. Una mezcla de vergüenza y de intuición de algo deseable. Uno de los niños se pregunta: -¿Y si mi papá ve a mi mamá así en la cama? -Pues le da un beso, dice otro. -Sí, eso es así, apostilla Rocío, los padres les dan besos a las madres en las camas, y luego ya, tienen los hijos, acor-
infantil daros que en mi casa somos tres. También a raíz del cuadro hablamos bastante del tiempo, de lo de antes y lo de ahora, de los años transcurridos, y, en fin, de la muerte: -Velázquez está muerto (Andrea) -¿Y las Meninas? (Christian) -También (Mari Carmen.) -No puede ser, alguna quedará viva (Lucía) -Serían de la época de cuando nosotros éramos bebés (Andrea) - No, son de mucho antes (Mari Carmen) -¿Del tiempo de los dinosaurios? (Christian) -No, unos siglos después (Mari Carmen) -Qué pena, y tan guapas y se han muerto (Andrea) -Y Velázquez con lo bien que pintaba... (Lucía) Les impresiona saber que a los reyes Felipe IV y Mariana de A se les murieron todos los hijos cuando aún eran pequeños... Y que el taller de Velázquez estaba puesto en la habitación que había sido del infante Baltasar Carlos. -Claro, para no tener pena al ver su cama. -Yo no sé por qué se les morían los hijos, si eran reyes... -Ojalá no se pudieran morir los niños de pequeños, sólo los abuelitos viejos. -Eso, así no nos podíamos morir nosotros. Sale también el tema del poder. El rey y la reina eran los que mandaban (por eso el aposentador les abría las puertas y todos les decían: “Sus altezas”, se comenta), pero también mandaba Velázquez sobre su esclavo: Juan Pareja. A los niños eso del “esclavo” les suena a los egipcios, así que de pronto se ponen todos indignados contra Velázquez “por pegarle latigazos” a Juan Pareja, que encima se llamaba como Juan (que está con la boca abierta al ver el inesperado revuelo de apoyo hacia él, a cuenta de Velázquez). Me toca leer algo sobre el asunto de esa esclavitud, que no era como la que ellos conocen. Al ver que Velázquez dejó libre a Juan Pareja y éste se hizo pintor, todo el mundo respira más tranquilo, y Lucía propone que hagamos un teatro con esto del esclavo, cosa que por supuesto hacemos. Los bufones les producen por un lado gracia, y por otro extrañeza. Lo que se
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lee de ellos “los pone bien”, el hecho del placer que procuraban también, y la trasgresión del orden y la norma que ellos sugerían los atrae, pero eso de ser tan bajitos... ya no les gusta tanto. Buscamos en el diccionario “bufón” y “menina”, y anotamos lo que pone en un papel. Debajo del bufón, pone bufonada, y, al leer la definición, alguien dice: “Eso es lo que hace Pau en el patio”. Y desde ese día, al hecho de hacer tonterías, cabriolas o gracias se le llama en la clase “bufonadas”. A lo largo de las tres semanas que dedicamos al proyecto surgen muchos sentimientos: admiración, envidia, celos, rabia, pena, alegría... Es como si fuéramos siguiendo el hilo de una conversación, siempre abierta e inacabable. Es como si lo que se habla representara el discurso grupal, como si hubiera una voz “múltiple” que contiene los ecos de las voces de todos. Una voz que nombra los temas que hace falta descubrir, los que asustan, los que atraen... Uno de los últimos días del proyecto, Rebeca trae un recorte de prensa en el que se dice que en el cuadro de Velázquez se ha visto “con una radiografía” que debajo de Velázquez, había otra figura... ¡Qué sorpresa! Tenemos que indagar, y al final es la madre de Marc la que nos informa, vía correo electrónico, de que Velázquez, cuando se equivocaba, lo arreglaba pintando encima, y que la figura que se veía en la radiografía era otro Velázquez que no le salió muy bien al pintor. También nos explica que a esto se le llama en pintura “arrepentimiento”. ¡Vaya noticia magnífica! Por un lado descubrir que Velázquez también se equivocaba (como nos pasa a nosotros, y tanto nos costaba asimilar). Y por otro, que también él buscaba apaño a sus errores o “arrepentimientos”, igual que yo les pido que hagan ellos cuando algo de lo que hacen no les gusta. “Busca un arreglo”, les digo. Va a ser verdad la frase que dice que “el que tiene boca, se equivoca”... Aún hay otro sobresalto. Por esos días voy a dar un curso en Villarrobledos y allí una maestra me informa de que el cuadro de las Meninas ha sido apuñalado, aunque no sabe ni dónde, ni por qué, ni nada más. ¡Ale!, ¡otra vez a mirar en los libros, en Internet, otra vez a preguntar a todo el que vemos! En esta ocasión ni nuestra asesora Rosa nos saca de la ignorancia... Así que escribimos una carta 32 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº367 }
al Museo del Prado, en la que hacemos constar nuestras preguntas. Está tomada al dictado y dice así: Hola: Queremos saber si es verdad o no que alguien le clavó un puñal al cuadro de Las Meninas. Y si es verdad ¿quién se lo clavó?, y ¿por qué se lo clavaron? ¿Por envidia de lo bien que pintaba Velázquez? ¿O por la justicia? ¿O por la maldad? ¿O por la guerra? ¿O por las bombas? Además, que... ¿dónde se lo clavaron? ¿en el espejo, en la infanta, en las meninas, en el aposentador, en Diego Velázquez, en la puerta, en los reyes, en Nicolasito Pertusato, en el guardador de las damas, en Salomón, en el aya-monja? Si queréis contestarnos, somos los niños más mayores de nuestro colegio: “los elefantes”. Nuestra calle se llama Azahar, y el número es el 22, que es el que somos nosotros: 21 y Mari Carmen 1, que en total son 22. Adiós. Un saludo Mari Carmen Díez y los alumnos de la clase de “Elefants” Guille opina que “seguramente le clavaría el puñal un chico que quería pintar como Velázquez y no sabía y tenía rabia”. Pero seguimos adelante con la indagación. Primero para saber si es verdad o no, y luego para comprobar por qué motivo alguien ha hecho semejante barbaridad (aún estamos esperando la respuesta). Esto trae a colación el respeto que hay que tener a lo que otros dibujan, o construyen, “la pena que da si te dicen que lo que tú haces es feo”, y la alegría “cuando tu amigo te dice que le gusta lo que has pintado”. Curiosamente apenas nombran a las Meninas, tengo que sacarlas yo a colación de vez en cuando. Les gustan más la infanta Margarita y la reina. ¿Cuestión de estatus? En este punto sobre los aconteceres del piso de abajo y las Meninas, quiero contar una coincidencia muy chocante que pone en relación al magnífico mundo del arte con el cotidiano mundo de la moda. En ese momento está muy de actualidad una tonada-bailecito que empieza con este cantar: “Antes muerta que sencilla”. Los niños la cantan, la televisión y la radio la repiten incansablemente...y yo no puedo hacerme la sorda por mucho tiempo más. Así que, a pesar de que no me es nada sugerente, me veo
instada a ponerla en clase a demanda de las niñas, que traen cinco grabaciones a ver si así me hacen “entrar en razón”. La pongo, eso sí, previa crítica: “¿Y cómo es que os gusta esta canción si es mentira? ¿Quién de aquí prefiere estar muerto que vivo? ¿Lo veis? En todo caso, si dijera: ‘Antes viva que sencilla...’”. Incluso busco en el diccionario la palabra “sencilla”. Dice: “sin adornos”, cosa que hace exclamar a Olivia (¿quizás para callarme?). -Pues las Meninas no eran sencillas. -Y además estaban muertas, apoya Lucía. Me argumentan que, aunque sea mentira lo que dice, la niña cantante es muy guapa y baila muy bien. Total, que la vamos poniendo, alternando con “la Danza de las Meninas”, de Pachelbel. Todas las veces yo me burlo un rato, pero la pongo y la bailan. Un día oigo a Pau que dice: “Antes muerta que Menina”, frase que inaugura una serie disparatada y divertidísima: -Antes Menina que infanta. -Antes Velázquez que Menino. -Antes Nicolasito que guardadamas. -Antes Mari Bárbola que aya. No sé interpretar muy bien este jaleo, pero me parece tan chocante poner en tono de cambio, y de risa una canción, juntarla con las Meninas, y bailarla con toda la pasión de que uno dispone, que ya con eso me doy por satisfecha.
Me pongo a pensar Me pongo a pensar en lo mucho que han aprendido los niños y me da una vagancia tremenda intentar bautizar con nombres de objetivos, contenidos, procedimientos o actitudes el brillo de estos días (por eso no lo haré…). Me pongo a pensar en los mil y un detalles que he visto, he tocado y he sentido en el proyecto y me parece que lo que pasa es que el currículo de la etapa se nos va quedando chico ante la abundancia de vida, de aprendizaje y de afectos que se acumulan en la escuela al trabajar de una manera abierta y receptiva. Me pongo a pensar en lo mucho que hemos hablado, mirado, pintado y disfrutado juntos, y de lo que me dan ganas es de invitar a todo el mundo a percibir el mismo aroma que yo siento en este instante, y que huele a óleos frescos y a niños ardientes…