Mestizaje e identidad en Ceremonias del alba

Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes) Mestizaje e identidad en Ceremonias del alba MICAELA MORALES LÓP

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Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes)

Mestizaje e identidad en Ceremonias del alba

MICAELA MORALES LÓPEZ OLIMPIA GUEVARA HDEZ. OLGA LIDIA AYOMETZI SASTRÉ* El pasado contiene todas nuestras imágenes, todas nuestras aspiraciones, todas nuestras soluciones; el presente nos desnuda y pone de cara al pasado. Carlos Fuentes Tiempo mexicano (15)

A través de los diferentes textos de Carlos Fuentes, sean novelas, cuentos, teatro o ensayo, el autor nos enfrenta a la búsqueda y defensa de la identidad, nacional y personal, lo cual nos lleva ineludiblemente a lo que fuimos, a los orígenes de la nación mexicana, a nuestro “conflictivo” pasado histórico, producto de la conquista de Tenochtitlán. Y como señala Fuentes en su drama Ceremonias del alba, “la tragedia es la voz de la necesidad humana, la advertencia de las insuficiencias, tanto personales como históricas” (10). Dicha insuficiencia, especialmente la histórica, crea en la obra de Fuentes una recurrencia casi obsesiva, pues desde Los días enmascarados (1954) pasando por varias de sus novelas y ensayos, hasta su última obra de teatro: Ceremonias del alba (1991), existe un afán por reescribir la historia para mostrar los olvidos y los silencios de la historia oficial. Un asunto frecuente en la dramaturgia mexicana ha sido el tema de la Conquista, el trauma del enfrentamiento cultural de España imperial y el México prehispánico, que fundamenta el mestizaje y la creación de la identidad Latinoamericana. Conciliar la visión indígena, la española, el mestizaje, lo que hoy somos, ha sido un problema nacional pues nos ha llevado a negar, a oponer, a juzgar elementos históricos fundamentales y la conquista es uno de ellos. La Conquista de Tenochtitlán es el tema central de Ceremonias del alba. La obra

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Cuerpo Académico: Literatura Hispanoamericana Contemporánea. CA-36, Universidad Autónoma de Tlaxcala.

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tiene su antecedente en el drama Todos los gatos son pardos (1970), se trata de una reelaboración, a decir de Fuentes: “su contenido ha sido modificado tanto formal como materialmente: nuevas estructuras, nuevos personajes y situaciones; un nuevo ritmo” (Ceremonias 8). Los dos dramas abren y cierran el ciclo de Fuentes como dramaturgo, por ello importa analizar la confección de Ceremonias del alba, no sólo para identificar los cambios en el tratamiento, también para determinar los recursos teatrales que emplea el dramaturgo en la reinterpretación de la Conquista, la historiografía a la que recurre y, sobre todo, cómo concilia la cosmovisión indígena y la visión occidental en el encuentro de ambas realidades que darán origen al mestizaje y a la identidad de los mexicanos.

Una épica del mestizaje La estrecha relación que guarda el arte dramático con los procesos sociales lo convierte en un censor, en el pulso de la sociedad. El teatro antes que otros géneros literarios es contestatario de la realidad, su función y vínculos con el espectador hacen que su inmediatez cobre sentido en el Ethos de la sociedad. Al respecto la función del escritor de dramas históricos reviste importancia, porque es en el tratamiento del tema que se distingue diametralmente del historiador, el dramaturgo no busca, en principio, encontrar la verdad de los acontecimientos, ni los interpreta a luz de alguna propuesta teórica; al contrario, se gobierna por su imaginación, tal como lo señala Rodolfo Usigli: […] si se lleva un tema histórico al terreno del arte dramático, el primer elemento que debe regir es la imaginación, no la historia. La historia no puede llenar otra función que la de un simple acento de color, de ambiente o de una época. En otras palabras, sólo la imaginación permite tratar teatralmente un tema histórico". (Corona de luz 70)

La forma que un dramaturgo elige para su obra no es fortuita: está íntimamente ligada con lo que pretende en su escritura, en su estética. En el teatro, tal vez como en ningún otro género, la afirmación de que “el fondo es forma” vale al cien por ciento. La reescritura o la nueva versión de Todos los gatos son pardos de Carlos Fuentes lleva como título Ceremonias del alba y, en ella, el autor realizó

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modificaciones en los dos niveles. ¿Qué motiva a un escritor a transformar una obra, a reelaborarla, a darle, inclusive, otro título, a quitar o a incluir otros elementos? No siempre lo sabremos, Carlos Fuentes, afortunadamente, nos aproxima a una contestación: el primer discurso dramático fue, según él, “una respuesta, apasionada, inmediata, pero reflexiva, a los acontecimientos de 1968”, (Ceremonias del alba 7); pero las múltiples representaciones y lecturas de la obra “han ido alejando a la pieza (Los gatos) de sus motivaciones iniciales, buscando legítimamente, el teatro más que la política” (Ceremonias del alba 8). Acaso por esta razón, Ceremonias mantenga “el espíritu original” de su molde primigenio: representarnos la lucha por la palabra, que es decir la lucha por el poder, por el poder “ciudadano y personal, por el poder histórico de cada mexicano vivo y vivo ahora” (Ceremonias del alba 9). El tinte político no se lo ha quitado, no se lo podría quitar, pues todo teatro histórico es político también. Si bien la premisa del poder, de la voluntad del ser humano está presente en ambos dramas, no hay que olvidar los contextos, el origen de cada obra. Todos los gatos son pardos (1970), nace como una respuesta al genocidio ocurrido el 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco, la obra constituye una crítica abierta al gobierno de Díaz Ordaz. Fuentes se vale de los acontecimientos catastróficos y sangrientos de la Conquista para significar que la opresión impuesta por Moctezuma Xocoyotzin fue sustituida por la dominación española y en el presente la historia se repite con la dictadura de los gobiernos priistas. El final del drama es contundente y encuentra su razón de ser, el dramaturgo provoca una ruptura temporal y espacial, los personajes adquieren una nueva fisonomía, así Moctezuma encarna al presidente Díaz Ordaz, los augures se han transformado en policías, Cuitlahuac en general del ejército mexicano, Cortés se presenta como un general norteamericano, quien viene a conquistar por segunda vez. El joven sacrificado en honor de Huitzilopochtli, caracteriza ahora a un estudiante universitario y nuevamente es asesinado. La figura de Marina se trastoca en la imagen de María, la escena de Marina junto al estudiante caído se equipara al hijo crucificado. El simbolismo que recorre el

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drama se cierra con la imagen de Quetzalcóatl al fondo del escenario, como señal de que el mito sigue vivo. Por

otra

parte,

Ceremonias

del

alba

tiene

como

trasfondo

la

Conmemoración del Quinto Centenario del encuentro de las dos culturas. Veinte años después, Fuentes, a través del drama, argumenta a favor del mestizaje y del mestizo, como el grupo dominante que debe y puede escribir la historia del México independiente. En este sentido, parece aceptar como verdadera la historia oficial y coincidir en que, “Por su origen dual, los mestizos encarnaban todas las virtudes de México: por su raíz indígena eran orgullosos herederos de la milenaria tradición cultural indígena prehispánica, mientras que su raíz española los hacía partícipes de la cultura occidental y por ende de la modernidad en la que México debía participar” (Navarrete). Sí, en efecto, para refirmar su fe en el mestizaje, el escritor ha cambiado varios elementos, como la lista de personajes: Bernal Díaz del Castillo, Juan de Escalante, Heredia, Capitanes y Tamemes se incorporan; el ritmo también ha sido modificado –desaparecen las divisiones formales en escenas que estaban marcadas por números romanos– y el dramaturgo delega al director la decisión de hacer intermedios; las situaciones también son otras, sobre todo al final, donde ya no aparece la “escena orgiástica” como la llamó Brower (60) donde el pasado, correspondiente al sacrificio del joven cholulteca se fundía con la matanza del 2 de octubre, sacrificio también de jóvenes, y con todo lo que cada uno de los momentos implicaba: un poder llevado al absolutismo y secundado por personajes e instituciones serviles. Pero la estructura genérica del drama no ha cambiado: Ceremonias del alba es una obra didáctica que mantiene la misma propuesta hegeliana de una tesis, una antítesis y una síntesis: Moctezuma y el mundo prehispánico corresponden a la tesis; Cortés y el imperio colonizador español, a la antítesis; y Marina-narradora, personifica la síntesis, la fusión de dos culturas al considerarse, simbólicamente, la progenitora del primer ser nacido de la unión del extranjero-conquistador, “superior”, con la nativa-conquistada, “inferior”.

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En otras palabras, el mestizaje es el resultado de la destrucción de la tesis por la

antítesis, el origen de un mundo habitado por un ser “hijo de las dos

sangres enemigas […] blanco y moreno” (Fuentes Ceremonias del alba 176); es decir, el mexicano, y, a partir de esta síntesis, Fuentes concibe la necesidad que tiene éste ser de recobrar lo que le quitaron: su tierra y sus sueños de lo cual deriva su personalidad vengativa, asesina, pues tendrá que matar para que no lo maten a él los “hombres blancos” de los cuales hay demasiados en el mundo. El drama de tesis le permite al escritor promover la suya, apelar al lectorespectador y tratar de convencerlo de que no hay más camino que el del mestizaje y ni mejor raza que la del mestizo, aunque haya quedado huérfano. Fuentes habla también del sentimiento de orfandad del mexicano porque el padre blanco nunca reconocerá al “hijito prieto”; y habla también de su soledad, cuyo único bálsamo es la fiesta. El monólogo de Marina en esta escena, uno de los más bellos y sinceros del teatro mexicano, es el eslabón que une también a Fuentes con el pensamiento de Octavio Paz y su concepción laberíntica de la soledad del mexicano en la que la máscara, la muerte, el sueño, la rebelión y el amor encuentran su razón de ser en el suelo de México (97). La sentencia de la protagonista: “Te será muy fácil morir, un poco menos fácil, soñar; difícil, rebelarte; dificilísimo, amar” (Ceremonias 177) vincula el pasado con el presente, a semejanza de la estrategia paziana que Brower describe así: “[…] toma un personaje o un suceso en el pasado, lo relaciona con el presente y describe aspectos de la psicología cultural y nacional a base de la relación simbólica y metafórica de las dos realidades temporal-espaciales” ( 64). En este sentido el personaje que acumula toda la fuerza histórica y simbólica es Marina, porque proyecta el devenir de los mexicanos de un pasado a un presente, donde la marca del mestizaje además de ser huella imborrable en la piel es signo de identidad como lo expresa Fuentes en su último drama.

Marina símbolo de identidad Ceremonias del alba en su discurso narrativo desarrolla la historia de la conquista de Tenochtitlan, al tiempo que muestra la historia de la mujer que fuera pieza

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clave para la caída del imperio azteca. Marina símbolo de unión entre las dos culturas, entre la “fatalidad” y el “azar”, entre Moctezuma y Cortés, entre el indígena y el español; personaje femenino, definitorio de la mujer mexicana. Carlos Fuentes con la protagonista del drama nos enfrenta al problema de identidad, al cómo la hemos configurado y cómo nos ha ido configurando al paso del tiempo. En importante señalar que Doña Marina, figura de enlace entre dos culturas, personaje tan importante por la carga semántica que le hemos atribuido, contradictoriamente, es muy poco referida por los cronistas, no hay suficientes registros históricos de ella, quienes más datos suelen aportar son Cortés y Bernal Díaz del Castillo. Sin embargo, ninguno de los dos proporciona certezas de su lugar de procedencia, de su nombre, las únicas certidumbres son su condición de esclava y el ser la “lengua” de Cortés. A pesar de lo anterior, se percibe una transformación radical, pues de ser una mujer indígena, Marina se convierte en la mujer histórica y más adelante en un personaje mítico, con dimensiones insospechadas.1 Éstas últimas figuras son las que interesan desarrollar a Fuentes en el drama, vislumbrar la parte emotiva y con ella la cosmovisión de un pueblo. Ceremonias del alba da inicio con un monólogo en el que Marina alude a las principales nominaciones que le hemos asignado, las cuales revelan una crisis de identidad pues no sabe quién fue, quién es, qué ha representado, cómo la hemos denominado. El personaje se pregunta: “Malintzin, Marina, Malinche. ¿Cómo te llamas, mujer que soy yo, madre que soy yo, ramera que soy yo?”(Ceremonias 20). Tres formas de denominarla, Marina mujer, Marina madre, Marina puta, que devienen en los tres papeles que le hemos asignado, y continúa el monólogo: Tres fueron tus nombres. Mujer: el que te dieron tus padres, el que te dio tu amante y el que te dio tu pueblo… Malintzin, dijeron tus padres […] Marina, dijo tu hombre, recordando el océano por donde vino hasta 1

La personalidad de Marina ha sido motivo temático de varias obras literarias, en ellas se le ha dibujado como amante, madre, traductora, esposa, esclava, princesa, ente otras, y nominado de diferentes formas, como ejemplo: Marina, Malintzin, Malinalli y Malinche, este último, apodo con el que se conociera a Hernán Cortés. Cf. Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, p. 129.

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nuestras tierras… Malinche, dijo tu pueblo: traidora, lengua y guía del hombre blanco…Diosa, amante o madre, yo viví esta historia y puedo contarla. (20)

Marina transita del presente al pasado para reescribir la historia, vuelve a nombrarla y al designarla la revalora, se autorreconoce, reconstruye la memoria, nuestra memoria cultural, significando con ello la necesidad de volver a nuestras raíces para forjar una auténtica identidad, que surja no de la ruptura sino de la conciliación de lo americano y lo europeo. Ella está consciente de su destino, de la fatalidad, “Nací bajo un signo de la mala suerte…Todos han querido deshacerse de mí. Mis padres primero, ahora los caciques. Es que nací bajo el signo de la mala fortuna, la revuelta, la riña y la impaciencia. Mi nombre es Malintzin, que significa todo esto. Mis padres eran príncipes. Pero no me querían” (Ceremonias 79) Es a través de Marina, la narradora, que se nos cuenta lo acaecido a partir de 1519 en México Tenochtitlán: la llegada de los españoles, el desconcierto de los indígenas, guiados por la fatalidad, por los presagios, la huida de Quetzalcóatl después de sucumbir a las tentaciones humanas, el mito de su regreso, los dioses que dejan de hablar y hacen dudar a Moctezuma, en quien se deja sentir la angustia, el peso del poder, “el tiempo de la destrucción”, los de Cempoala y Tlaxcala que se unen a las huestes españolas, la llegada de Cortés a Tenochtitlán. Los dos poderes de frente, dos visiones del mundo enfrentándose a su destino, mostrando su verdadero rostro, Moctezuma cediendo la ciudad y con ella la caída de la cultura mexica. Cortés, víctima también, vencido, desterrado, despojado. ¿Para quién ganó México Tenochtitlán? ¿Qué quedó al final?, no sólo fue la historia de dos hombres sino también la de dos naciones, la historia de dos sueños frustrados, la historia de dos derrotas, la de los indígenas y los españoles, la de los vencidos y vencedores, la historia de Marina, la síntesis de una nueva realidad. Marina es la interprete, la que sabía de las montañas y los valles, las ilusiones y desilusiones de los hombres, sus fuerzas, sus temores y debilidades, conoció todo de esta tierra, fue la llave para entrar en ella y, como tal, es la

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protagonista que nos hace repensar la historia. Y viene la sentencia, porque no vale la pena la conquista, los tres siglos de coloniaje si no surge otra cosa: “Nombre y memoria… No sé si esta tierra mía va a ser compartida o va a ser destruida. Pero sí sé que la destrucción nada significa si de ella no nace otra cosa…” (Ceremonias 119). La propuesta es luchar por tener un rostro, un nombre, una tierra, una voz. A los mestizos corresponderán los nuevos proyectos históricos, terminar con el colonialismo, pues con la conquista tanto indígenas como españoles fueron desplazados, truncados sus proyectos personales, ambos fueron víctimas y quedaron supeditados a la iglesia y al imperio español. Marina lo sabe y lo exclama al parir: Sal, hijo de las dos sangres enemigas, […] sal, mi hijo, a recobrar tu tierra maldita, fundada sobre el crimen permanente y los sueños fugitivos […] ve si puedes recuperar tu tierra y tus sueños, hijo mío, blanco y moreno […] Tú padre nunca te reconocerá, hijito prieto; nunca verá en ti a su hijo, sino a su esclavo, tú tendrás que hacerte reconocer en la orfandad. (Ceremonias 176-177)

La protagonista como puente histórico, cultural y biológico, entre el universo indígena y el español reconoce la importancia de los acontecimientos, a partir de este momento se convierte en un símbolo del mestizaje, en un mito, que va más allá de la caída de un imperio. A la destrucción sigue la creación, Marina es la madre del mestizo que originará el nacimiento de la nueva nación, la síntesis, la suma de “sujetos”, “discursos” y “representaciones”. Hay que volver a comenzar, configurar una identidad colectiva y terminar con la dominación europea, contestar las preguntas que no hemos podido responder: ¿Quiénes fuimos? ¿Quiénes somos? ¿Cómo denominábamos las cosas? ¿Cómo las denominamos ahora? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué haremos? Recordemos, nos dice Fuentes, “la Malinche nos recuerda que no hay historia comprensible si no se toman en cuenta las excepciones personales de la tragedia, ni tragedia personalizable, si no toma en cuenta las exigencias de la historia” (Ceremonias 10) Fuentes, en el drama, también rompe con el mito de la traición, esta Marina no traiciona, la convierte en un símbolo con una nueva identidad. Ante Cortés la escuchamos pedir una oportunidad, defender la tierra, defender la historia, no ISBN: 978-607-9348-18-2

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matar, no destruir, reconocer al otro, entenderlo, también la escuchamos amar y ser correspondida. Por qué no pensarlo, por qué acusarla de entregarse al extranjero, por qué no ver a Cortés rendido a los pies de Marina, y le escuchamos a él decir “Y yo amo esta tierra, la empiezo a amar por lo que tú dijiste: su historia ya es mi historia… Ésta es mi España… Mi Nueva España...Mi presencia y mi presente…” (Ceremonias 161), no hay que olvidar que en la crónicas el Malinche es él, no ella. Y para finalizar, la historia contenida en un gran monólogo de Marina, épico, el juego con los tiempos, pasado y presente, la repetición de la historia:

¡No creas más en los dioses, imbécil! ¡Obliga a los dioses a creer en ti! ¡Desenmascara a los dioses, imbécil, y detrás de cada máscara encontrarás el rostro de un opresor! ¡No le pidas más el cielo a los dioses; exige la tierra a los opresores! Ciegos: miren los rostros prohibidos. Soñadores: tomen sus pesadillas por realidad. Amantes: odien lo que deben amar. Rebeldes: destruyan lo que deberán construir. Ladrones: ¡Roben lo que les fue robado! Y de las ruinas, que nazca un mundo nuevo. (Ceremonias 181)

A través del drama encontramos una propuesta a los conflictos culturales, qué es la nación mexicana, qué ha sido la nación sino el conjunto de indios, mestizos, blancos, marcados por el destino, funesto uno, decadente otro, ir al origen para construir un nuevo relato legitimador, que no duela, que evidencie nuestra existencia, que justifique la historia, que muestre a los que participaron en ella para que de ahí surja un nuevo proyecto de nación, un nuevo México. Carlos Fuentes vuelve los ojos a la conquista porque es el momento en que nos incorporamos a la cultura occidental. Son importantes los acontecimientos y los personajes que marcaron dicha inclusión y la Malinche es uno de ellos, es en este momento en que iniciamos con una identidad, ahora relegada, escindida, pues nos hemos incorporado a la posmodernidad sin haber resuelto nuestra herencia cultural. A cinco siglos de convivencia de los europeos y los americanos poco a poco se ha gestado la identidad de un pueblo. Después de la independencia del imperio español los mexicanos buscaron su propio rostro, la nueva fisonomía se encontró en los mestizos, en los desarraigados, en los hijos abandonados por el ISBN: 978-607-9348-18-2

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padre. La búsqueda siempre ha tenido un sello ideológico y político así se observa en la historiografía a la que recurre Carlos Fuentes para cimentar su drama.

Entre la historia y el mito En el teatro histórico, como señala Usigli, el dramaturgo fija su atención en los propósitos que le impone la acción dramática, por ello selecciona aquellos elementos que inciden en mostrar el ambiente de la época y sobre todo en presentar el conflicto humano que dará vida al drama. La verdad histórica, tema de los historiadores, queda supeditada a la verdad escénica, pues la historia representada sólo

mostrará un ángulo de las iridiscentes aristas de los

acontecimientos reales. En el caso de Ceremonias del alba Fuentes ofrece una visión determinista y fatalista, encarnada en las figuras de Hernán Cortés, Moctezuma y Marina. Para tal fin emplea la historiografía de los frailes franciscanos, Motolinía y Sahagún, sobre el regreso de Quetzalcóatl e imprime a los presagios

que

antecedieron a la llegada de los españoles un plan providencialista, para justificar la actuación derrotista del último tlatoani azteca:

MOCTEZUMA Pues sabe que soy menos que mis antepasados. Yo sí temo que el tiempo profetizado el tiempo del regreso de Quetzalcóatl, el tiempo del hambre y la destrucción, sea mi tiempo. ¿Seré yo un loco? ¿Seré yo el único rebelde contra Moctezuma? En este caso, yo merecería la muerte a mano de mí mismo. (39)

Un soberano previamente vencido por el dios, no es falta de valor o incapacidad militar, sino la fatalidad, el destino, como lo describe Fuentes en la introducción de la obra Todos los gatos: “El poder y la palabra. Moctezuma o el poder de la fatalidad; Cortés o el poder de la voluntad. Entre las dos orillas del poder, un puente: la lengua, Marina, que con las palabras convierte la historia de ambos poderes en destino” (6). En la nota del autor de Ceremonias del alba (9), Fuentes vuelve a citar la tesis que diera vida a ambos dramas: el «destino», un poder sobrenatural ineludible y necesariamente fatal. El destino visto como un conjunto

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de sucesos incognoscible e inevitable, cuyas consecuencias afectan el devenir; es decir,

las acciones presentes derivan de las pasadas y las futuras de las

presentes. Los hechos de la conquista son expuestos en un maridaje de textos que proceden de las crónicas y de mitos, con esta materia prima Fuentes, selecciona un conjunto de eventos para reinventar la historia y así dramatizar el traumático encuentro de dos culturas. Muchos de los acontecimientos claves para la caída de Tenochtitlán son presentados de manera tangencial, como las diversas alianzas que emprendiera Cortés, en especial con los tlaxcaltecas. La manufactura de la obra cumple su cometido a proponer una realidad utópica y apocalíptica; es decir, una concepción de la historia parcial, que pudo ser. El mito de Quetzalcóatl sirve también para justificar el triunfo de Cortés, quien es comparado con el legendario dios: “El Gran Tlatoani Moctezuma espera, señor, que tú y tus teúles, habiendo conocido estas tierras, regresen pronto al lugar de donde vinieron” (Ceremonias 70). La tesis y la antítesis quedan planteadas, en cuya resolución Marina inclina la balanza a favor del hombre europeo. La cosmovisión prehispánica adquiere especial significación, los mitos que alimentaban la cotidianidad expresan un tiempo circular que se repite. El tiempo de Moctezuma había llegado a su fin, se esperaba el retorno de Quetzalcóatl para iniciar una nueva realidad. De las diferentes versiones del mito de Quetzalcóatl el dramaturgo escoge el retorno del dios y en un tono oracular imprime a la profecía un peso providencialista marcado por la visión de los franciscanos Sahagún y Motolinía. La versión de la inmolación del dios prehispánico presente en los Anales de Cuauhtitlán pierde sentido para fundamentar el destino trágico. Las fuentes historiográficas de Ceremonias del alba se fundamentan en las crónicas de los vencidos; además, en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz de Castillo, aunada a la del Laberinto de la soledad, de Octavio Paz, la cual sirve para cimentar la imagen de la Malinche y crear el estado de orfandad que supone el nacimiento del mestizaje. La memoria subyace en el drama, la memoria colectiva que sustenta los presagios, así como la memoria individual del soldado que vivió los hechos

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trágicos de la conquista. La presencia de Bernal Díaz obedece a una revaloración del personaje por parte de Fuentes y deja claro que no fue solo un hombre el que logró la proeza de conquistar el nuevo mundo. En este sentido el dramaturgo apunta hacia la desmitificación de los héroes nacionales, pues son los hombres los que construyen el devenir. La memoria muestra los orígenes del pueblo, no su evolución, por ello el autor pasa de la memoria oral a la tradición escrituraria representada por la historia. Si bien Ceremonias del alba es una reelaboración de Todos los gatos son pardos, pues ambos dramas tratan el tema de la Conquista, con la inserción del personaje Bernal Díaz del Castillo en Ceremonias se cambia parte del contenido, el ritmo y la estructura y, por lo tanto, se ofrece un nuevo sentido. En especial el final focaliza el nacimiento de una nueva realidad nacida de la catástrofe, aspecto que se liga estrechamente con los relatos míticos prehispánicos y la visión cíclica de los universos anteriores, “El espejo del fondo cae hecho pedazos”(197); Quetzalcóatl representado en el espejo señala el fin de un tiempo y el comienzo de una nueva era. Con la presencia de Bernal Díaz del Castillo la figura imponente de Hernán Cortés pasa de héroe de epopeya a su justa

dimensión humana y sirve de

instrumento para valorar sus aciertos y errores. Así, Díaz del Castillo acepta que la conquista se inició sin la aprobación de Diego Velázquez y, por ende, de Carlos V; lo que sitúa al conquistador como un sujeto ambicioso, astuto y cruel. Además, para ganarse el aprecio y el reconocimiento de la iglesia Cortés enarbola su lucha bajo la bandera de la religión: “La Santa Cruz nos dio la victoria gracias a la protección de Dios Nuestro Señor. En su nombre y con su nombre fundamos esta Villa Rica de la Vera Cruz” (Ceremonias 62). En el texto Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Díaz del Castillo establece que no fue sólo un hombre si no varios los actores de la odisea: […] y doy muchas gracias y loores a Nuestro Señor Jesucristo y a Nuestra Señora la Virgen María, su bendita madre, que me ha guardado que no sea sacrificado como en aquellos tiempos se sacrificaron todos los más de mis compañeros que nombrados tengo para que ahora se descubran y se vean muy claramente nuestros heroicos hechos y

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quiénes fueron los valerosos capitanes y fuertes soldados que ganamos esta parte del Nuevo Mundo y no se refiera la honra de todos a un solo capitán. (573)

El reconocimiento de los actores en el proceso de la conquista es de vital importancia, ya que pone de relieve al sujeto en cuestión. Bernal Díaz del Castillo se erige

no solo como memoria

viva;

sino como la voz de los verdaderos

conquistadores, que se maravillaron con el Nuevo Mundo, pero también sufrieron y murieron en su conquista. Fuentes al introducir a Díaz del Castillo ofrece un justo reconocimiento a los Otros, de los que apenas se habla en las crónicas, mediatizando así la figura de Cortés. También se observa una revaloración de la crónica, pues con algunas anécdotas extraídas del texto bernaldiano, Fuentes construye un diálogo intertextual; así el pasaje de la pérdida del zapato de Cortés se recrea en el drama: “Vaya manera gloriosa de librar mi primera batalla en México: cojeando por la pérdida de un zapato en el lodo. ¡Joder!” (58). En otros momentos la crónica se convierte en documento referencial para otros textos de Fuentes; así en “La épica vacilante de Bernal Díaz del Castillo” se lee "Cortés pierde una sandalia en Champotón y desembarca en el lodo descalzo de un pie para librar su primera gran batalla en México" (80). Ceremonias del alba es depositaria

de una variedad de historias nacidas de la obra de Díaz del

Castillo, entre ellas, la de Marina, por ello el drama constituye una revaloración de ambos personajes. El final de Ceremonias del alba constituye una profunda reflexión evocada por los recuerdos de Cortés, Marina y Bernal Díaz del Castrillo, pues los vencedores terminaron siendo vencidos. El gran almirante no es reconocido por la corona y tiene que enfrentar el juicio de residencia, Bernal Díaz cambia la espada por la palabra escrita para conseguir un premio a sus méritos; mientras que a Marina se le reconocerá como la madre del mestizaje, la mujer que lanzó a su prole a la orfandad, en busca de su nueva identidad. En la propuesta de Fuentes Marina dio la esperanza de vivir en un mundo quizá menos opresor, porque le otorgó la voluntad y poder de trasformar lo que solo los dioses podían cambiar. Ceremonias del alba se inscribe en un nuevo orden, Fuentes acude a la cosmovisión indígena, en especial a la renovación cíclica, a las ceremonias del ISBN: 978-607-9348-18-2

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fuego nuevo. Para el dramaturgo la sociedad mexicana está mejor preparada para enfrentar las secuelas del trauma de la conquista, por ello reinterpreta la historia a través de la memoria, que es donde se cimenta la identidad y no en la Historia, sobre todo la oficial, porque ésta se ha constituido en un arma para subyugar al pueblo. En el encuentro de las dos culturas subyace la destrucción y el nacimiento del ser mexicano. El mestizaje es visto de manera positiva y responde al momento actual, a la hermandad de dos naciones. Muy al estilo brechtiano, el autor de Aura escribe y reescribe, nos proyecta al presente-futuro mediante la dramatización de un pasado-presente o un presente que es la vuelta cíclica, la dialéctica, de un pasado.

Bibliografía Brower, Gary. “Fuentes de Fuentes: Paz y las raíces de Todos los gatos son pardos”. Latin American Theatre Review. Center of Latin American Studies: University of Kansas, 1971, 5/1, pp. 59-68. Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. 13 ed. México: Porrúa, 1985. Fuentes, Carlos. Todos los galos son pardos. México: Siglo XXI, 1970. ______. Ceremonias del alba. 4 reimp. México: Siglo XXI, 2009. ______. Tiempo mexicano. 8 ed. México: Joaquín Mortiz, 1980. ______. Valiente mundo nuevo. Épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana. Madrid: Mondadori, 1990. León-Portilla, Miguel. Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. 11ed. México: UNAM, 1987. Navarrete, Federico. “El mestizaje y el nuevo sistema de relaciones interétnicas”. . 31 de enero de 2013. Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. Perilli, Carmen. “Mestizaje y Arielismo en la escritura de Carlos Fuentes”, en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, ISBN: 978-607-9348-18-2

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Mito y fantasía: Una vuelta al origen. (Aproximaciones a la obra de Carlos Fuentes)

2003. URL: http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/mestizaj.html . 17 de enero de 2013. Sáenz, Miguel. “Introducción. Bertolt Brecht: Vida y literatura” en Brecht, Bertolt. Teatro Completo. Navarra, España: Cátedra, 2006. pp. 11-36. Usigli, Rodolfo. Corona de Luz. México: Fondo de Cultura Económica, 1965. Zúñiga, Rosa María. La Malinche. Esa ausente siempre presente, México: CONACULTA-INAH/PYV, 2003.

ISBN: 978-607-9348-18-2

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