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Jornadas "Producción cultural, nuevos saberes e imaginarios en la sociedad argentina contemporánea, a la luz de la Globalización” - 23, 24 y 25 de noviembre de 2010 - Instituto de Investigaciones Gino Germani
Mesa: La recomposición del campo cultural tras el retorno de la democracia: investigaciones recientes sobre producción y circulación de artes visuales en Argentina
La producción de bienes artísticos en arquitectura urbana del AMBA entre 1990 y 2010 Autora: Pilar Ramos Mejía (IIGG, FSOC, UBA)
ARQUITECTOS Y HÁBITUS
Mi propuesta se basa en un estudio sobre el campo de los arquitectos que erigen sus edificaciones entre 1990 y 2010 en el espacio “privado” que constituye una parte visible de la CABA. Este trabajo constituye una de mis primeras aproximaciones a mi tema de investigación. En este sentido, no pretende ser una elaboración exhaustiva de la temática, sino mas bien, plantear determinados elementos problemáticos en cuanto al abordaje de la temática. En línea con los trabajos culturales, mi marco teórico se constituye en base a los conceptos de Bourdieu, porque considero que resultan los mas apropiados para este tipo de análisis. A partir de su propuesta, puedo pensar a mi objeto de estudio en relación con el medio donde se constituye. Por el concepto de hábitus, puedo afirmar que los arquitectos, sus prácticas y discursos, son constituidos a partir de un sistema de disposiciones duraderas y transferibles, que son estructuradas como estructuras, predispuestas a funcionar como estructurantes. Esto significa que tienen estructuras mentales que han sido incorporadas de forma mas o menos inconsciente, y que funcionan como medios por los que se aprehende el mundo y el lugar de uno y los demás en él. A partir de entablar una relación con el mundo y con los demás, se percibirán, apreciarán y producirán determinadas prácticas. Resulta interesante dar cuenta de que desde la perspectiva de muchos arquitectos que escriben sobre arquitectura, se reconoce la filiación entre el hacer de la arquitectura (como teoría y práctica) y la estructura que la contiene. Como dirá Van Lier (1959), esta disciplina que unifica los aspectos artístico y funcional, mas que ninguna otra de las “Artes del Espacio” depende de las fluctuaciones económicas y sociales. Asimismo, un autor local nos advertirá sobre la íntima vinculación entre la situación urbana de hecho y la producción teórica en arquitectura (en instituciones y espacios
de formación y profesionalización): “se pueden analizar ciertos efectos o transformaciones urbanas, en una primera instancia, y luego, cómo responde a tales transformaciones el ´saber de la Arquitectura´” (Fernandez, 1996: 151) Ahora bien, particularmente para el contexto que analizo, es interesante recuperar otras perspectivas de arquitectos, como Catalina Waisman, que consideran que en el caso latinoamericano del siglo XX, “no deben buscarse relaciones directas entre transformaciones técnico-económico-sociales y concepciones arquitectónicas: habrá arquitectura moderna sin una modernización estructural de la sociedad, y arquitectura posmoderna sin sociedad postindustrial (en todo caso, con una sociedad de consumo y de comunicación). Asimismo, es por eso que podrán encontrarse rasgos aislados, pocas veces estructurales, de los modelos originales, aunque muy raramente se tratará de una ciega repetición de modelos” (Waisman, 1985). Esta autora, nos alerta sobre una realidad particular, que tiene que ver con un contexto que trasciende las fronteras locales: la Globalización. En línea con la propuesta teórica que sostengo, creo que frente a esto que aparece como una suerte de “desapego” entre la arquitectura y el espacio que la gesta, no se trata de dejar de buscar relaciones entre dichas transformaciones y concepciones arquitectónicas, sino que debemos pensar en espacios de influencias que trascienden lo local. Lo que tenemos que ver es un hábitus que ya no es constituido meramente con elementos “nacionales”. De esta manera, se puede pensar cómo en un contexto de Globalización, la arquitectura va a trascender las fronteras nacionales para incorporar formas, estilos y estéticas que quizás puedan no parecer locales. Dejo momentáneamente este punto abierto, para pasar a la segunda de las cuestiones que me interesan, ya que luego ambas líneas van a converger.
EL CAMPO DE LOS ARQUITECTOS
Otra de las cuestiones en las que estoy pensando, es que la arquitectura no es solo una disciplina que depende de un contexto determinado, sino que ayuda a construirlo1. De nuevo en línea con la 1
En este línea, podemos pensar como ejemplo el estudio de Ballent (2009), quien enfoca su trabajo en la relación entre arquitectura y política, tratando el caso del
peronismo en la Argentina. La arquitectura aparece como una técnica que se solidariza con la política en la construcción de imágenes, transformando el espacio del habitar. Esta autora define de diferente manera la idea de técnica, refiriendo a estéticas y valores artísticos, e instrumentos de intervención. Las coexistencia de diversas estéticas en la ciudad no es azarosa, sino que es consecuencia de la forma en que se amplió el aparato estatal en el período y de la pugna entre distintos sectores por imponer distintas formas de
propuesta de Van Lier (1959), consideramos que las construcciones arquitectónicas se imponen en el espacio, determinando una estética y una forma de percibir y habitar la ciudad: la arquitectura se aprehende a través del acto de la habitación. Las edificaciones construyen espacios que contienen, que se imponen. El edificio, por sus solas dimensiones, construye la ciudad, dominando y encerrando a quien la circula. “Transforma cuanto lo rodea, ya hasta el cielo mismo, en una vasta morada en torno mío” (Van Lier, 1959: 277) Resulta interesante echar mano al viejo postulado que sostiene que en tanto el territorio es atributo específico del Estado Nación capitalista moderno, será éste quien deberá regular las definiciones que se hacen del mismo. Concretamente en el caso de la arquitectura, se presentan como normativas específicas que indican dónde y qué se puede construir (dimensiones, materiales, etc.), limitando la libre intervención de los individuales. Ahora bien, como se dijo anteriormente, en el contexto a que se refiere este trabajo, estamos hablando de un tipo de Estado particular inmerso en el contexto de Globalización, lo que implica una reconfiguración de la noción clásica de Estado Moderno, y una reconfiguración de sus relaciones con los particulares y específicamente, con los arquitectos que construyen el espacio urbano. Hay determinados agentes que en tanto son legitimados por el medio, tienen el “poder” de construir en el medio urbano. Es en este punto en donde me sirvo de otro de los conceptos centrales de Bourdieu: el campo. Como ya dije, por el hábitus incorporado de manera permanente, los arquitectos ocupan un lugar social determinado, agencian determinado capital (“saber hacer”) que les permite formar parte de un campo cuyas reglas conocen y cuyos intereses comparten. El concepto de campo me permite analizar las tendencias de los arquitectos como fuerzas en pugna, que desatan luchas simbólicas por la definición legítima de las fronteras de este espacio estructurado. Es decir que puedo pensar en los diferentes formatos que en un mismo contexto (en este caso, la CABA entre 1990 y 2010) asumen productos gestados dentro de una misma disciplina, como es la arquitectura. Las luchas determinan la acumulación de capital considerado valioso para legitimarse dentro del campo. Tienen que ver con el interés de, en primer lugar, ser parte del campo; y, en segundo lugar, de ocupar un lugar de mayor prestigio (según los valores que se detentan dentro del mismo campo)2. representación del Estado y la política: la arquitectura será su instrumento y representación.
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Como antecedente metodológico, tomo el trabajo de Boschetti (1990), quien a partir de un análisis del
campo literario francés, logra dar cuenta de los procesos de legitimación que hacen de Sartre un agente prestigioso en su sociedad.
En este sentido, y siguiendo la línea de ese autor, retomo el trabajo de Cirvini (2004). Su análisis histórico-cultural en el interior del campo de los arquitectos permite empezar a pensar en el trabajo de “agregación” y de imposición simbólica que es necesario para producir dicho grupo. A partir de conceptos de Bourdieu, estudia los procesos de autonomización del campo en la Argentina, desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX. Analizando debates y prácticas, muestra cómo, a diferencia del proceso que se dio en Europa, esta disciplina surge localmente como un apéndice dentro de la carrera de Ingeniería, lo que le imprime un carácter marcadamente científico-técnico. Con la formación autónoma de la disciplina, se definirán modos de hacer y de ser propios, relacionados con la creatividad y el talento. El aspecto artístico de la arquitectura será el elemento identificador del naciente grupo. Los trabajos de Ballent (2009) y Cirvini superan los antecedentes estudios sobre la arquitectura, basados o bien en aspectos tipológicos y estilísticos de la producción arquitectónica de los arquitectos, o bien en las políticas públicas o los aspectos económicos del “habitar” en la ciudad. Refiero a este punto, ya que quiero hacer explícito que la pretensión de mi estudio, como el de ellas, tiene un primer supuesto de importancia: si bien hablo de la peculiar relación entre tipologías y estilos arquitectónicos que aparecen en la Ciudad, no por ello me refiero al espacio público específicamente. Los arquitectos erigen sus edificaciones en el espacio de “lo privado” que constituye una parte visible de la Ciudad. En este sentido, mi intensión no es llevar a cabo un trabajo sobre Sociología Urbana, sino un estudio del campo de los arquitectos, enmarcado dentro de la Sociología de la Cultura.
LA CIUDAD DE LA GLOBALIZACIÓN
Para pensar el caso de la CABA específicamente, me interesa retomar a Gorelik (2004), que plantea tres tendencias culturales que tienen que ver con la construcción de la Ciudad de Buenos Aires en tanto espacio urbano porteño y en tanto identidad del ser local. Curiosamente, hará notar este autor, y en línea con los dichos de Waisman de mas arriba, Buenos Aires no busca como modelos a otras ciudades, sino a continentes enteros. La primera tendencia cultural históricamente establecida en la Buenos Aires moderna fue la europeización, representación del porteño moderno. Sin embargo, Gorelik propone discutir el carácter incuestionablemente europeo de esta ciudad. Para él, este ciclo de representaciones se ha terminado en los años ´70, pasando a ocupar el lugar de mito, ilusión o
nostalgia, frente al avance de los otros dos modelos a tener en cuenta: la norteamericanización y latinoamericanización. Luego, propondrá que dichas representaciones se han mezclado a nivel planetario en una nueva configuración global, por lo que podemos hablar de una cuarta tendencia, que tiene que ver con la situación actual, en tanto muestra la yuxtaposición de elementos que han dejado en el escenario cultural y urbano los anteriores modelos, Buenos Aires en la globalización. Según Gorelik, en los ´90 se ve una “mímica” en el discurso de representantes de diferentes tendencias, a una renovación urbana europea, a la vez que dan lugar a fracturas sociales y urbanas. El análisis de este aspecto cultural de fines del siglo XX nos obliga a pensar en una reestructuración general del capitalismo a nivel mundial, junto al desarrollo informacional identificado con la idea de Globalización. Esto implica una reconfiguración de la relación entre el Estado, las empresas y la ciudad.
La Globalización puede ser concebida como una radicalización de la modernización, o una Segunda Modernidad. Beck propone ir más allá de procesos meramente económicos para definir este término que “consiste en que ya no podemos concebir la sociedad como un contenedor organizado estatalmente” (citado en Sidicaro, 2003: 226) Estas propuestas, que analizan la Globalización como un proceso de pérdida de soberanía de los Estados Nacionales bajo el impacto de una nueva integración económica intensificada sobre la economía, hablan de una dependencia recíproca entre empresas, o grupos con poder económico, y las naciones. Esto supone una flexibilización de las fronteras del Estado Nación, pero no sólo a nivel geográfico, liberalizando las fronteras del mercado, sino además al ceder espacios típicamente públicos a manos privadas. La crisis no es sólo de los Estados Nación, unidades políticas fundamentales, soberanos, territoriales e independientes, sino también de los principios racionalistas y humanistas modernos. Arrigui y Silver (1999) reflexionan acerca de este nuevo poder de las empresas, la relación con las viejas naciones hegemónicas, entre las naciones mismas, entre oriente y occidente y entre los grupos subordinados en un contexto de luchas de poder y desigualdades. Analizan si esta situación es contingente, causada por una desigual relación de poder, ergo, evitable; o bien, propia del capitalismo, ergo, obligada, inevitable. Como sea, lo que queda en claro es que un nuevo poder se impone a nivel mundial, a nivel supranacional. En este contexto, Ianni habla de la necesidad epistemológica de introducir lo global como un concepto nuevo, con nuevas ideas que lo expliquen y no solo como adaptación de las antiguas, considerándola como mera extensión de la sociedad nacional. Se pregunta por la relación entre esta nueva idea del “todo” con las “partes”, lo global con lo nacional, la reconfiguración de las ideas de espacio, tiempo, realidades,
imaginarios, redes de articulación y alianzas estratégicas de empresas, instituciones, entes políticos; y la desigualdad que conlleva definir a todas las partes como porción de un “todo”. A partir de ello afirma que “La globalización puede así ser definida como la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son modelados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa […] Hay nociones que sufren una especie de obsolencia, en ciertos casos parcial; en otros, total. El Estado-nación, por ejemplo, entra en decadencia, como realidad y concepto. No se trata de decir que dejará de existir, sino que está realmente en decadencia: pasa por una fase crítica, busca reformularse. Las fuerzas sociales, económicas, políticas, culturales, religiosas, geopolíticas y otras, que operan en escala mundial, desafían al Estado-nación, con su soberanía, como el lugar de la hegemonía” (Ianni, 1997: 163) El debate mundial da a la ciudad un papel protagónico en los cambios de fines del siglo XX, ya que la velocidad de los tiempos hace que de un momento a otro florezcan o mueran barrios, centros urbanos o regiones (Fernandez, 1996 y Liernur, 2001).
Entre los trabajos que analizan la situación de la arquitectura en el contexto de la Globalización, podemos nombrar a Liernur, Arrese y Fernandez. Liernur (2001) y Arrese (2005) refieren a la pérdida de la comprensión estructural de la ciudad. Localmente, una homogenización creciente y negativa del espacio urbano se da en detrimento de los valores suburbanos, barriales, que pierden identidad y vitalidad. Paralelamente, frente a la retracción del Estado adquieren relevancia obligada las comunidades, comunas o municipios. Desaparecen el suburbio jardín y las viviendas de interés social por la disminución de la oferta habitacional a capas medias y medias bajas de la población. Con esto, se da una recuperación de ciertas áreas o fragmentos elitistas. Las principales transformaciones a nivel urbano tienen que ver con inversiones extranjeras y la Globalización de la economía. Como contrapartida, se dan procesos de dualización y polarización social según la elección de los territorios de inversión (Ciccolella y Mignaqui, 2009: 44). Por esto, se habla de gentrificación o ghettificación para los sectores de mayores ingresos (Fernandez, 1996 y Liernur, 2001). El criterio de control estatal en base a modelos de Planificación Pública desaparece casi totalmente. El Planeamiento Estratégico será el instrumento principal de adecuación o control de los procesos originados en la mundialización. Por un lado, el Planeamiento se dará como un procedimiento de vías
multisectoriales, que pretende encausar las dinámicas transformativas del mercado y procurar efectos de convergencia y acumulación, y que en los ´90 aparecerá solo de manera preliminar. (Fernandez, 1996). Por otra parte, las Planificaciones Urbanas tradicionales son reemplazados con Proyectos, que adquieren cada vez mas relevancia (Ciccolella y Mignaqui, 2009, Arrese, 2005 y Fernandez, 1996). Estos Proyectos, que pretenden acompañar las transformaciones urbanas con una “buena arquitectura” (Fernandez, 1996), se instrumentarán “bajo distintas formas de cooperación entre actores públicos y privados, como por ejemplo las corporaciones o empresas de desarrollo urbano […] La negociación y los procedimientos contractuales, mas próximos al mundo empresarial, reemplazaron en buena medida a los procedimientos jurídicos implementados por el Estado” (Ciccolella y Mignaqui, 2009: 44) El exponencial incremento en la matrícula en la carrera de Arquitectura y las medidas legales de desregulación de los honorarios profesionales que los liberan de las normas arancelarias hace que en muchos casos la docencia sea el espacio elegido para desarrollar los saberes profesionales (Arrese, 2005 y Liernur, 2001). Esto resignifica a la Academia, ya no como productora y reproductora de saberes, sino como contenedora de la disciplina misma. Como espacio de legitimación, experimentación y consagración, da al Proyecto un lugar central en los programas de enseñanza (Liernur, 2001). El retraimiento del estado como principal demandante y soporte del equipamiento social y la vivienda asistida, junto con el debilitamiento y congelamiento de las oficinas técnicas estatales llevó a que el trabajo profesional de arquitectura urbana se concentre en grandes estudios, que debieron asociarse entre ellos o con firmas del exterior para los proyectos de mayor envergadura. Estas agencias respondían mas a las necesidades del mercado y sus estrategias de comercialización que a los requerimientos sociales, que tendieron a desaparecer de la agenda social. Este proceso se traduce en la peculiar situación de la construcción urbana de los ´90, donde “la toma de decisiones y la gestión del proyecto se trasformaron en un proceso plural de creciente complejidad, a veces de alcance trasnacional, facilitado por las nuevas tecnologías informática. Las mayores obras del período tuvieron muchos inversores y autores, quizás demasiados, y dudosos responsables finales. La concentración del trabajo, sumada a la superproducción de arquitectos y a la desregulación de sus honorarios, ocasionó desempleo en la matrícula y creciente exilio de profesionales en busca de mejores horizontes” (Arrese, 2005: 6)
TENDENCIAS EN EL CAMPO DE LOS ARQUITECTOS
En este marco, se dan diversas tendencias en el campo de los arquitectos que construyen en la CABA. Me interesa retomar la propuesta de Gorelik (2004), que en este contexto, refiere a los estudios culturales sobre imaginarios urbanos que dicen que la imaginación urbana ”nada en la impotencia”. Retomando el trabajo de Arantes, dice que en la actualidad latinoamericana se da un nuevo tipo de complementación entre quienes diseñan (imaginan) el paisaje urbano (arquitectos, urbanistas, planificadores) y los capitales privados, empresarios que encuentran en las ciudades un nuevo campo de acumulación. Afirma que en este contexto el presupuesto clave de la urbanística acerca de que son los técnicos quienes saben qué necesita la ciudad y la sociedad urbana, quedan impugnados. El caos vital de la sociedad urbana legitima el caos vital del mercado como único mecanismo de transformación de la ciudad. En este sentido, Liernur (2001), define la situación de la arquitectura Argentina de los ´80 y ´90 como “El Imperio de la Frivolidad”, al que da dos acepciones. Por un lado, como derroche banal, goce hedonista indiferente a las miserias propias o circundantes. Por otro lado, tomando el concepto de Derrida, como separación entre significante y significado. No hay grandes emprendimientos para la sociedad y la cultura porque no hay sentidos estables, valores universales. En la Arquitectura el signo pierde significado, sentido. La técnica es entendida como parte de la redefinición de la autonomía de la disciplina, como mero servicio neutro o profesión. La cultura del consumismo y las velocidades del imperio informacional dan lugar a las estéticas del videoclip o zapping, donde prima la intercambiabilidad y el flujo de significantes sin significado real, aunque con significado ficcional. En palabras de Arrese (2005), se cuestiona la idea de sentido en sí misma, acompañada por una pérdida de contenidos, decretando la muerte simultánea de la modernidad y las ideologías. Esto significa que en la Arquitectura Argentina de los ´90 se cuestionan las tendencias modernistas, amparado en notorias carencias de las arquitecturas precedentes respecto de su inserción contextual, la aparición del patrimonio construido y su didáctica ´universalidad´ sin matices (Arrese: 2005). En este contexto, “la modernización y especialmente en su estado de desarrollo al culminar el siglo XX tiene un único signo y ha derivado en un universo totalizador dominante y sin fisuras. O bien se es parte de ese universo o bien habrán de buscarse alternativas en espacios de radical exterioridad” (Liernur, 2001: 387). Estas dos posturas constituyen lo que Liernur llamará “dialéctica de lo mismo y lo
diferente”, condición necesaria de la Modernización. Waisman las llamará “arquitecturas del silencio” y “arquitecturas de la palabra”. Básicamente, se trata de un doble proceso, ya que por un lado surge una suerte de optimismo en los beneficios que acarrearía la expansión del capitalismo global; pero por otro lado, se da un pesimismo crítico pero también realista, que propone la defensa de lo propio, lo autóctono (Fernandez, 1996) Es evidente que este intento de esbozar tipologías responde a una necesidad teórica-analítica, que en la práctica las líneas no son puras, y las realidades tienden a interponerse. Sin embargo, me animo a recuperar las propuestas de estos autores a fin de dar cuenta de las tendencias en pugna en el campo que estudio.
“Lo mismo” o “Las Arquitecturas del Silencio” Quienes pretenden ser parte de dicho universo “modernista”, operando con una stock universal de significantes y materiales. En este marco, algunos se posicionan bajo la hegemonía de la concepción profesionalista, dejando de lado la crítica, duda y reflexión. A partir de los significantes disponibles en el stock internacional, se limitan a incorporar rasgos o piezas de vigencia efímera. Se ve la ruptura con la historia y la ausencia de instituciones que promuevan la crítica y del Estado como promotor de la experimentación y apertura. Otros, los mas “tradicionalistas”, continuadores de la “regularidad” rivadaviana, apelan al recurso del orden geométrico o geometrismo abstracto para controlar el flujo de significantes. Recuperan la noción de partido, recurso proyectual destinado a garantizar la unidad de la obra, a partir de la creación de ideogramas elementales que contengan la complejidad e incertidumbres de las condiciones, necesidades y deseos. Influidos por Rossi, se cuentan el estudio MSGSS (Manteola, Sanchez Gomez, Santos y Solsona) y Tony Díaz, uno de los pocos arquitectos que plantea la necesidad de teorizar los fundamentos de su trabajo. Otro representante es Mario Roberto Álvarez. También, las neovanguardias tecnológicas, con construcciones High Tech (Hampton y Rivoira, Aisenson, Grimberg y Aja Espil, por ejemplo)
“Lo diferente” o “Las Arquitecturas de la Palabra” Quienes buscan alternativas en espacios de radical exterioridad, enmarcarcándose en la vocación transformadora a nivel mundial, postulado “antisistémico” que ve las únicas posibilidades de cambio
fuera de las sociedades posindustriales. La voz oficial, que construye las visiones modernistas como relato fuerte y dominante, debe ser reemplazada por la voz de “los otros”, las historias “débiles”. Waisman dirá que el Posmodernismo, que surge en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, implica el fin del monopolio cultural de los grandes países de occidente. Esto implica el nacimiento de una mirada hacia adentro y desde adentro, dejando de lado la sujeción y tanteando caminos propios. Al perderse la visión crítica, y con ello, la construcción hacia el futuro, el pasado aparece como mera disponibilidad de significantes. Adquiere valor la forma, los aspectos morfológicos de la arquitectura: hay mas preocupación por los envolventes, y la arquitectura urbana (materiales, formas y signos) se desenvuelve a disposición del comprador (Arrese, 2005) Se hace eje en las problemáticas de escala e hibridez programática. El bricolage o zapping es el recurso para dar autonomía a las partes de la edificación. Su técnica compositiva propia es el pastiche: la reproducción de una misma versión en diferentes tamaños, reduciendo su forma a sus rasgos mas elementales. El arquitecto traduce, no crea. Juan Carlos López es uno de sus representantes, que inauguró un modelo de respuesta arquitectónica que se prolongará en todo el período (Alto Palermo). En esta línea nace la corriente “Nac&Pop”, recuperación de las místicas perdidas, construcciones de adobe, arquitecturas ferroviarias de origen británico (Por ejemplo, Bustillo). También el conservacionismo, ligado a procesos de gentrificación y reciclaje (Joselevich, Sorondo, Hampton, Rivoira)
Una tercera tendencia Además de las dos tendencias ya descritas, Liernur (2001) habla de un tercer grupo que si bien no tiene asentamiento local, estrictamente, sí construye en la CABA. Son quienes buscan edificios de “marcas” de reconocimiento universal, emitiendo señales comprensibles mundialmente, mas allá de los procesos de “mundialización” de la economía. Se trata de arquitectos argentinos que migraron al exterior (por represión local política y cultural, o causas económicas), pero que siguen construyendo en el país. Los que se han legitimado como grandes nombres de la arquitectura internacional, llevando a cabo prácticas profesionales desde el inicio de su vida en el exterior, son Cesar Pelli, Rafael Viñoli (también participó de la Escuelita), Carlos Ott y Mario Corea. Además, está el grupo de intelectuales de la arquitectura que en los sesenta fueron llamados “exiliados al cuadrado” por Tafuri por la separación de sus culturas de origen y los significantes de los significados (Liernur: 2001). Se encargaron de la reelaboración teórica que procuraba restituir nuevas bases para la disciplina (Agrest, Gandelsonas, Machado, Silvetti y Ambaz). También se dan casos de fusión de firmas locales con
oficinas de mayor prestigio, especialmente norteamericanas. Implican incorporar al país redes económicas y culturales internacionalizadas, pero a la vez, dan cuenta de las cualidades, así como las laceraciones de la cultura local: algunas intervenciones locales aparecen como expresiones de desplazamientos globales, mientras que otras tienen que ver con individuos que atenúan, en lo sustantivo, las particularidades de su procedencia al ingresar en firmas internacionales.
EL ESTABLISHMENT DE LOS ARQUITECTOS DE LA CABA
Finalmente, como cierre de mi trabajo, retomando el concepto de hábitus y de campo, quiero hacer referencia a lo que Liernur (2001) determina es algo así como un grupo de grandes estudios de gran porte que constituyen el pequeño “establishment” de la Arquitectura Argentina de este tiempo. En términos de Bourdieu, estos representantes de una de las tendencias del campo con mas poder y legitimación económica, política y social, establecerán relaciones de oposición con el resto de los integrantes del mismo, ya sea de mayor o de menor prestigio nacional o internacional, que marcarán su prestigio y legitimarán prácticas y discursos determinados. A partir de esta conceptualización, y agregando el recorte que define mi universo, se nombran: MSGSS; Antonini, Schon; Baudizone, Lestard, Varas; Fazio, Urgell, Penedo, Urgell; Lier, Toncogony; Dujovne, Hirsch; Berdichevsky, Cherny; Aisenson; Aslan y Escurra; Sanchez Elía Sepra; Mario Roberto Álvarez. Según Liernur, lo que define la legitimidad de estos arquitectos, es que suelen tener como comitentes a grandes grupos económicos, tienen llegada directa a las autoridades nacionales o municipales, producen los edificios de mayor volumen y relevancia simbólica y son los referentes obligados al momento de decidir los cargos dirigentes en las organizaciones profesionales. Se vinculan con la primera de las tendencias descritas: postulados modernistas de claridad estructural, simplicidad volumétrica y progreso tecnológico. Esto me hace pensar que en el contexto de la Globalización, la legitimidad de un grupo de arquitectos tiene que ver con portar determinada capacidad de inserción en el mundo no solo local, sino con vínculos internacionales. Esto implicaría que la práctica de la profesión a fines del siglo XX y principios del siglo XXI en la Ciudad de Buenos Aires, ya no se restringe solo a la posesión de saberes concebidos históricamente como propios de la disciplina, sino que se define por un complejo conjunto de actividades, que implican el desarrollo de nuevas habilidades que tienen que ver con la capacidad de
gerenciamiento, lo que implica apropiarse de un capital que no es meramente un saber “de” los arquitectos, tradicionalmente entendidos. Frente a la reconfiguración del Estado, y el “cerramiento” de la profesión arquitectura en empresas, las estrechas y constantes interacciones con agentes internacionales, se redefine la figura del arquitecto, apuntando a reforzar su imagen como “hombre de negocios”. Será de esta manera que podrá imponerse en el campo, con determinada estética y determinadas formas de ser y hacer que se considerarán como legítimas.
BIBLIOGRAFÍA
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