Pedro Mir en Cuba. de la amistad cubano-dominicana

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Archivo General de la Nación Vol. CCIV

Rolando Álvarez Estévez

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Santo Domingo 2013

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Cuidado de la edición: Eliades Acosta Matos Cotejo y corrección: Ibis Acosta y Janley Rivera Mejías Diagramación: Juan Francisco Domínguez Novas Diseño de portada: Harold M. Frías Maggiolo Ilustración de portada: Pedro Mir ante la escalinata y la estatua del Alma Mater de la Universidad de La Habana.

Primera edición, 2013

De esta edición © Archivo General de la Nación (vol. CCIV) Departamento de Investigación y Divulgación Área de Publicaciones Calle Modesto Díaz, No. 2, Zona Universitaria, Santo Domingo, República Dominicana Tel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110 www.agn.gov.do

ISBN: 978-9945-074-99-4 Impresión: Editora Búho, S. R. L.

Impreso en la República Dominicana / Printed in the Dominican Republic

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Agradecimientos

Fundación Nicolás Guillén, Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor, Biblioteca Casa de las Américas, Biblioteca Nacional José Martí, Emisora Radio Habana Cuba.

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Índice

Prólogo ....................................................................................... 11 Pedro Mir en Cuba. De la amistad cubano-dominicana ............................................. 17 Apéndices .................................................................................... 95 • Pedro Mir: Una escala en mi diario: donde aparece la gloria. 103 • Libros de la autoría de Pedro Mir que se encuentran en la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, Cuba ........ 115 • Listado del Fondo Pedro Mir en la Biblioteca de la Casa de las Américas ....................................................... 117 Índice onomástico ...................................................................... 119

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Prólogo

Todo lo que guarda relación con la vida de Pedro Mir es precioso. Así es este libro de Rolando Álvarez Estévez, quien me concede el honor de presentarlo, y que se inscribe en el centenario del nacimiento del Poeta Nacional dominicano para hacer aportes acerca de aspectos de su vida. Como indica su título, el libro se focaliza en la estadía del poeta en Cuba sobre la base de la rememoración del intenso trato personal que tuvieron el autor y el personaje objeto del texto. No es poco lo que está aludido. Pedro Mir vivió en calidad de exiliado político en la hermana Antilla entre 1947 e inicios de 1963, es decir, alrededor de quince años, aunque con un paréntesis mayor en Guatemala y otros países, en 1953. Como lo pone de relieve Rolando Álvarez, se integró a plenitud en aquel escenario por tener familiares en Guantánamo, la tierra de su padre, y haber formado un hogar estable. No pudo ser casual que entonces llegara a su madurez literaria, de lo que fueron producto sus dos realizaciones mayores, «Hay un país en el mundo» y «Contracanto a Walt Whitman». Este último se publicó por primera vez en Guatemala.

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Mir brilla entre los tantos dominicanos que corporizan la fraternidad secular con los cubanos, junto a otras figuras ilustres como Juan Isidro Jimenes-Grullón, Juan Bosch y Francisco Alberto Henríquez, quienes también desposaron cubanas de talante cultural y moral. Los exiliados dominicanos se integraron a la lucha de los cubanos por la democracia y el desarrollo social. Muestra de ello fueron Mauricio Báez, Manuel de Jesús Hernández Santana y Pablo Martínez, asesinados por gángsteres políticos al servicio del tirano Rafael Leonidas Trujillo, asociados con la policía política. Del otro lado, este libro contribuye a rescatar la atención que le brindaron a la causa dominicana prominentes revolucionarios e intelectuales cubanos. El intento expedicionario de Cayo Confites canalizó este compromiso, al congregar a cerca de mil cubanos y otros cientos de dominicanos y de nacionales de otros países. Tras el triunfo revolucionario de 1959, de nuevo centenares de cubanos estaban prestos a alistarse al combate por la democracia dominicana. Los que llegaron, encabezados por el monumento viviente que es Delio Gómez Ochoa, figuran en el panteón de la “Raza Inmortal” como héroes de la República Dominicana. A Pedro Mir le tocó la gloria de contarse en las filas de Cayo Confites y de haber continuado una activa participación en el exilio, acerca de lo que Rolando Álvarez trae importantes noticias, algunas de ellas hasta poco conocidas o sencillamente desconocidas. Él explica las circunstancias que obraron para que se hiciera amigo del poeta dominicano y que este fungiese como su mentor político y cultural durante años. Ya era un militante del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, por lo que esta relación adquirió una dimensión fundamental en su vida. No se limita Álvarez a evocar vivencias personales, sino que emprendió búsquedas documentales y hemerográficas. Entre los hallazgos, merece destacarse la carta de Mir al poeta cubano Nicolás Guillén, localizada en el archivo del segundo. Aunque escuché varias veces

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a Mir tratar sus relaciones con Guillén como parte de su ubicación en la realidad cubana, no hizo referencia a la carta en mi presencia. Lo que pienso, preliminarmente, basado en relatos que recuerdo, es que la relación con el cubano incidió en algunos de los términos con que compuso «Hay un país en el mundo». Si se compara la carta con el poema, se entrevé la empresa de informar de la existencia de un pueblo ignorado y de reivindicar su dignidad. En varios aspectos, esta carta está llamada a alumbrar facetas de la personalidad y la obra del poeta dominicano gestadas durante su etapa cubana. Rolando Álvarez, como es natural, emite sus consideraciones, pero cada uno, de los conocedores de los temas implicados, de seguro, elaborará nuevas conclusiones. Este libro plasma una relación afectiva, de empatía y admiración, de inspiración que perdura por toda la vida. Está llamado a ser una contribución de primer orden al conocimiento de nuestro poeta y a la biografía pendiente que algún día emprenda un historiador de la literatura. Para el Archivo General de la Nación constituye un privilegio el hecho de que Rolando Álvarez haya depositado su confianza en nosotros para llevar al público esta obra. Roberto Cassá

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o es del dominio de muchos en la mayor de Las Antillas y quizás en el pueblo de Quisqueya, que por las venas de Pedro Julio Mir Valentín, el Poeta Nacional de la República Dominicana, nacido el 3 de junio de 1913, en el entonces poblado de San Pedro de Macorís, corriera sangre de padre cubano y de madre puertorriqueña1 y, mucho menos, que cuando contaba 24 años de edad, Juan Bosch, esa destacada y prestigiosa personalidad de las letras latinoamericanas y la política dominicana, escribió sobre él: «He pensado: ¿Será este muchacho el esperado poeta social dominicano?» Visión temprana y certera que se corroboraría, tras el transcurrir de los años, con el prestigio y la autoridad de la poesía de Pedro Mir. Antes que Bosch hiciera esa valoración, cabe mencionar que en sus momentos iniciales este insigne hijo de San Pedro de Macorís escribía versos catalogados como pertenecientes a la tendencia 1

Pedro Celestino Mir Burgal, hijo de la guantanamera Micaela Burgal Ramírez y padre de Pedro Julio Mir Valentín, nació en Guantánamo, la provincia más oriental de Cuba, el 19 de mayo de 1882. Siendo un experimentado mecánico industrial, fue contratado por el empresario italiano Juan Bautista Vicini, para prestar sus servicios en la industria azucarera de República Dominicana. Con ese oficio laboró en los ingenios Angelina, Cristóbal Colón e Italia. Casado con la puertorriqueña Vicenta Valentín Mendoza y al enviudar, con América Mendoza, de igual nacionalidad, se hizo ingeniero industrial mediante estudios por correspondencia. Falleció en República Dominicana, a la edad de 82 años. De su primer matrimonio nació Pedro Mir y Lilia Marina. Del segundo nacieron Luis Emilio y otras siete hermanas. 17

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escapista, alejados de la realidad que vivía su país. El hecho casual de que un amigo entregara sus poemas a Bosch y que éste los devolviera reconociendo en Mir talento para la poesía, pero con la recomendación que debía volver sus ojos a la problemática de la patria, significaría para éste el giro estratégico y definitivo de su obra literaria hacia la poesía social. Fue así que los siguientes poemas de Mir, entregados a Bosch por la misma vía, tomarían otro camino, al ser publicados el 19 de diciembre de 1937, por el propio Bosch, quien entonces estaba a cargo de la página cultural del Listín Diario. Dichos poemas se titulaban «A la carta que no ha de venir, Catorce versos y Abulia». En «A la carta que no ha de venir», dice Bosch: «Mir identifica al país, con el guarapo de la caña, ese jugo que sube por el tallo de la noble gramínea e identifica a la caña, el fruto de la cual será el azúcar, con el sufrimiento de los que trabajan en producirla, sean hombres, sean bueyes y lo hace desde el primer verso, en el que dice»: Tráeme el sabor ardiente de la tierra que deviene en guarapo. ¡Sangre de espalda en tormento![...] […] Tráeme el trajín de la zafra[…] […] Tráeme el rumor del molino[…]2

En un artículo que Bosch remitió a Cuba, desde Santo Domingo y que se publicó en la revista Carteles, el 23 de abril de 1939, apuntó lo siguiente: Pedro Mir es la última palabra de la poesía dominicana. Si no se desvía con las presiones que reciba de afuera y del ambiente, 2

«Pedro Mir, el poeta social esperado». Artículo de Juan Bosch, de la página literaria del Listín Diario, en ocasión de publicar los primeros poemas de Mir, el 19 de diciembre de 1937. Letras, pensamiento, Santo Domingo, Miguel D. Mena Ediciones. Sitio: http://www.cielonaranja.com/mir-bosch.htm

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Mir apunta ser el heredero natural de la obra de Salomé Ureña de Henriquez y de Gastón F. Deligne, filtrada ya a través de Domingo Moreno Jiménes y puesta en manos del pueblo por el cantor de «La hija reintegrada». Lo más atrayente en Mir es su naturalidad, la espontaneidad con que logra dar su pensamiento sin arreglos visibles. Además, trabaja mucho.3

Indiscutiblemente, Bosch significó para Mir el motor de cambio de su poesía y por él llegó a ser un poeta social, cuya condición lo llevó a la justicia y a través de ésta, al socialismo.4 Mir llegaría a figurar, junto a otros poetas como Tomás Hernández, Manuel del Cabral y Héctor Incháustegui, en el grupo llamado Los Independientes del Cuarenta, considerados vanguardistas en esa década, por abordar temas de carácter social. Según sus propias declaraciones, Mir, siguió remitiendo sus versos al Listín Diario, hasta que lo mandaron a callar.5 Fue una producción literaria lograda por Mir, en medio de una férrea dictadura, en un país que había sido ocupado por los marines estadounidenses y en el que era cotidiana la represión, el exilio o los encarcelamientos. Desde entonces, e invariablemente, la poesía de Mir mantuvo una gran frescura y vitalidad, como demostró en su poema «Amén de mariposas», con el cual rindió homenaje a las hermanas Mirabal, «Juan Bosch. Poesía y poetas dominicanos». Revista Carteles, 23 de abril de 1939, p. 18 y 19, La Habana, Cuba. Información localizada en el tomo I, de la compilación Juan Bosch en Cuba, realizada por Luis F. Céspedes Espinosa, presidente de la Cátedra Juan Bosch, en el centenario de su natalicio. Edición conjunta de Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE) y la Cátedra Juan Bosch de la Universidad de La Habana, año 2008. 4 Minerva Isa. «Pedro Mir. El poeta social esperado». Informe especial. Centenario del natalicio de Pedro Mir. 2 de junio de 2013. Ver:http://www.hoy. com.do/el-pais/2013/6/2/483295/Pedro-Mir-El-poeta-social-esperado 5 Listín Diario, sábado 13 de marzo de 1976, Santo Domingo, República Dominicana, p. 16 A. 3

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vilmente asesinadas por orden del dictador Trujillo, en 1960, hasta dar a conocer su último poema el cual tituló: «El huracán Neruda», dedicado al poeta chileno, después del artero golpe de Estado fascista contra el presidente Salvador Allende, en 1973. Con dicho poema, publicado en 1975, Mir obtuvo, el Premio Anual de Poesía de República Dominicana. Los versos y ensayos publicados por Mir siempre respondieron a valores éticos y estéticos, a la belleza, realizando, al mismo tiempo, importantes aportes a la lírica y a la historia de su país. Su obra Las raíces dominicanas de la doctrina Monroe le mereció, en 1975, el Premio Nacional de Historia. En 1976 recibió el Premio Nacional de Poesía y en 1993, el Premio Nacional de Literatura. A él se dedicó, en 1999, la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, como reconocimiento a su valiosa obra poética y literaria. Mucho antes que llegaran esos momentos de gloria, se produjo su exilio político, motivado por la represión de la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina, sustentada y respaldada por las distintas administraciones del gobierno estadounidense, entre 1930 y 1961, año en que aquél resultó muerto en un atentado. Los poemas de Mir, en los que se daba a conocer la cruda realidad del obrero azucarero y del campesino dominicano, atrajeron la atención de los jerarcas de la dictadura pro-imperialista. No había otra salida para él que marchar al exilio, so pena de caer en las garras de los cuerpos represivos trujillistas. Era el año 1947.

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edro Mir, al seleccionar a Cuba como destino, pudo haber ofrecido varias explicaciones, debiéndose tener presente que él la había visitado, por primera vez, en el año 1944, para encontrarse con su hermano, Luis Emilio Mir Mendoza, quien estudiaba la carrera de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de La Habana, oportunidad que aprovechó para conocer a su familia que, por vía paterna, radicaba en Guantánamo, el territorio más oriental de la mayor de Las Antillas. Pudo haber influido en la decisión de Mir, al viajar a Cuba, la sangre que corría por sus venas, por vía de su padre, el guantanamero Pedro Celestino Mir Burgal, Pipe. Otro motivo a considerar, era la existencia en la isla de una gran cantidad de exiliados dominicanos, a lo cual se debía agregar la cercanía con República Dominicana. Dos años después, en 1949, Mir vería publicado su poema «Hay un país en el mundo» con el subtítulo «Poema gris en varias ocasiones», impreso en La Habana, en un folleto de tamaño mediano y de 16 páginas,6 que sería considerado con el tiempo, como su obra maestra

El folleto contentivo del poema terminó de editarse el 5 de mayo de 1949, al cuidado del autor, en los talleres de «La Campaña Cubana», en La Habana, siendo los impresores Morales e Ynerarity. En la página anterior al poema, y seleccionado por Pedro Mir, se puede leer lo siguiente: «¡Ah, desventurados! –exclamó indignado el sirio–. ¿Cómo imaginar semejante exceso de rabia furiosa? Me dan ganas de dar tres pasos y 6

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en el campo de la poética, habiéndose realizado numerosas ediciones en varios países debido a su impactante y crudo contenido social. Sobre dicho poema, comentó Mir: «No es un libro consagrado a la nostalgia, pero ella está siempre presente en esos poemas. También los hijos que había dejado y mi carrera […]»7 Por supuesto, más que la toga y el birrete que tantas veces utilizó como graduado de Doctor en Derecho por la Universidad de Santo Domingo, en 1941, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), para defender casos y causas de los oprimidos, lo que más le martilló durante su exilio fue la ausencia de sus dos hijos que quedaron en San Pedro de Macorís, Hugo Fernando y Luis Pedro, producto de la unión con la dominicana Estela Ramírez de Arellano, en 1939, así como la situación por la que atravesaba su patria. El poema «Hay un país en el mundo», primera publicación individualizada de un poema de Mir, resulta por momentos desgarrador. Las razones de ese título las explicó Mir con las siguientes palabras: «Nunca se habló de Santo Domingo en ninguna parte; los periódicos obviaban el tema, por una cosa misteriosa, o quizá no tan misteriosa, pero era un hecho real. Cuando yo escribí “Hay un país en el mundo”, ese título responde a ese problema porque se desconocía que hubiese un país (así nombrado)».8 En una parte del extenso, crudo y realista poema de Mir, se puede leer: Hay un país en el mundo donde un campesino breve, aplastar de tres patadas a todo ese hormiguero de ridículos asesinos. –No os toméis ese trabajo, –le respondieron–. Ellos mismos se encargan de su ruina». Voltaire. Micromegas, Cap VII. 7 Pedro Mir: ¡Mi poesía es hija del exilio! Entrevista realizada por el periodista Joaquín G. Santana. Revista Oclae 12 (4):12 /abril/ ´78, La Habana, Cuba. 8 Pedro Mir. «La habichuela divide a Cuba». Revista Nosotros los latinos, New York. Entrevista realizada por el periodista Roberto Quesada, julio 16 a agosto 15 de 1996, New York.

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seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte. ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido. Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije: sencillamente triste y oprimido.

Al referirse al poema mencionado, Juan Bosch, quien sufragó los gastos de su publicación además de entregar a Mir los ingresos por la venta del plaquette necesarios para su subsistencia, escribió que el autor [...] retornará a su punto de partida y en la primera estrofa dirá que ese país al que alude en el título, el suyo, el territorio donde ¡Hay que llegar al trapiche antes que el sol levante!, está colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol. El ingenio azucarero de sus años infantiles está ahí, en esa azúcar y ese alcohol, y con el ingenio está la explotación de los que siembran y cortan y acarrean la caña y convierten su jugo en azúcar, pero está también la explotación de ese país suyo, en el que habita un pueblo sencillamente triste y oprimido.9

Ángel Augier, uno de los intelectuales cubanos más sobresalientes del siglo xx, periodista acucioso y valioso poeta, quien junto a Nicolás Guillén llegó a ser amigo cercano de Mir, fue de los primeros en escribir sobre el poema, poco después de publicarse. El 12 de junio de 1949, Augier publicó en el magazine del periódico Noticias de Hoy, en La Habana, el artículo titulado «Un nuevo poeta en el mundo», en el cual precisa que

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«Pedro Mir, el poeta social esperado», artículo de J. Bosch, p. 14.

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[…] «Hay un país en el mundo» que viene a probar por otra parte, cómo se puede hacer poesía social, poesía revolucionaria, sin forzar lo doctrinal en detrimento de lo lírico. Toda su tierra está ahí, en esos versos de Pedro Mir, con sus dolores cotidianos y permanentes, con su tragedia profunda, pero sin perder en un solo momento el decoro artístico, el fervor lírico, que el verdadero poeta del pueblo –por poeta y por mantenerse fiel a su origen– tiene que tener la misma maestría y el mismo ímpetu creador para cantar a la rosa y al amor, o la sangre y la lucha por la colectividad de que forma parte.10

Para Augier, de sólida formación marxista, quien estudió y practicó la cultura como manifestación de la conciencia social, la tesis empleada por Mir en «Hay un país en el mundo» […] viene a ser la de que en medio de una naturaleza próvida y con grandes extensiones de tierra, el campesino, el dominicano, vive desposeído de suelo, desterrado, miserable, entre los tentáculos de la dictadura trujillista, del terrateniente nativo y del latifundista extranjero, que extraen todo el producto de la tierra y del que la trabaja, en condiciones inhumanas y antisociales.11

De acuerdo con lo escrito por Augier en su artículo, pudiera colegirse que entre él y Mir pudo haberse producido alguna conversación o encuentro antes de publicar el referido material. Nos inclinamos por esta hipótesis tomando en cuenta lo dicho por el primero, como si conociera de antes la obra del dominicano.

Ángel Augier. «Un nuevo poeta en el mundo». Artículo publicado en el periódico Hoy, La Habana, 12 de junio de 1949. Posteriormente fue reimpreso en el libro Ángel Augier, de la sangre en la letra, editado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), primera edición, octubre de 1977, pp. 499-502. 11 Ibídem. 10

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Si gustáramos de buscar genealogías –apunta Augier– podríamos decir que en Pedro Mir se conjugan el español Miguel Hernández y el cubano Nicolás Guillén: hay giros y resonancias que recuerdan al impar artista de «Vientos de pueblo» y al sonoro artífice de «El son entero». Pero, en definitiva, el dominicano muestra su propia personalidad.12

Otro escritor cubano, de gran valía, Roberto Fernández Retamar, hoy presidente de la Casa de las Américas, entonces un joven de 19 años de edad, al sentirse motivado por el contenido del poema, redactó un artículo que fue transmitido por la emisora CMZ, del Ministerio de Educación. En el mismo, Retamar elogió el poema de Mir, su forma de escribir y dar a conocer la realidad del pueblo dominicano y del exiliado de esa vecina patria.13 Cierto es que los sentimientos patrióticos y a la vez condenatorios de las humillaciones que sufrían las masas oprimidas dominicanas de campesinos y obreros, bajo la bota militar de Trujillo, así como el tema de la tierra, fueron aspectos centrales en el poema «Hay un país en el mundo». Ellos serían la simiente elevada y productiva de quien se convertiría en la figura máxima de la poesía dominicana y uno de sus exponentes más relevantes en América Latina y el Caribe. Ya convertido en un poeta de mayor altura y como sobresaliente figura de la lírica dominicana, sería declarado, con toda justicia, Poeta Nacional, en el año 1982. «Hay un país en el mundo» ha llegado a ser uno de los poemas fundacionales de la sociedad dominicana, donde se percibe con total claridad el consecuente criterio social de Mir acerca de su creación poética.

Á. Aguier, «Un nuevo poeta en el mundo», pp. 499-502. Testimonio ofrecido por el doctor Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa de las Américas, febrero de 2013, La Habana, Cuba.

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En declaraciones a la revista Bohemia, la más antigua de la región, fundada en La Habana en 1908, precisó: «Nunca he escrito ni leído poesía para mi deleite. Siempre he escrito por una necesidad, por un apremio, por una urgencia que me ha impuesto la vida, siempre lo he hecho cuando algo me ha estado estrangulando; como conocí desde muy temprano la injusticia, siempre ha estado en mi poesía».14

Orlando García Lorenzo. Historia y Poesía en Pedro Mir. En ocasión de cumplir 70 años, revista Bohemia 76.5, La Habana, Cuba, 1984, pp. 16-19.

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on apenas 1 km de largo y 150 metros de ancho, Cayo Confites está situado cerca de Cayo Romano, en el norte de la provincia de Camagüey y a 22 km al sur de Cayo Lobos, perteneciente a Inglaterra, la tierra extranjera más cercana a Cuba. Cayo Confites se encuentra en el borde del Canal Viejo de Bahamas que tiene 22 km de anchura y una profundidad máxima de 2,600 metros.15

Rodeado de aguas marítimas de absoluta claridad, «Cayo Confites es una isleta arenosa, baja, sobre la que observamos la roca, la escasa vegetación y carente de agua potable, tres cocoteros y varias altas casuarinas. Por su costa meridional se extiende una deliciosa playa de relucientes arenas, mientras que el manglar se enseñorea en otras partes».16 En fin, ese fue el territorio de la mayor de Las Antillas facilitado a los que organizaban una fuerte expedición para derribar a la dictadura de Trujillo, compuesta por cientos de dominicanos radicados en México, Venezuela, Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos y una buena cantidad procedente de varios países centroamericanos. Allí permanecerían unos 45 días.

Ángel Graña González. Vicepresidente de la Fundación Antonio Núñez Jiménez, de la Naturaleza y el Hombre, febrero de 2013, La Habana, Cuba. 16 Antonio Núñez Jiménez. Bojeo, Cuba, La Naturaleza y el Hombre, Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1984, p. 409. 15

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Tanto los víveres, como el agua, se debían traer de Nuevitas, en la costa norte de la provincia de Camagüey. De esto se ocupaba, en una embarcación, el revolucionario dominicano Ramón Emilio Mejías del Castillo (Pichirilo), hombre de mar, menudo, con el rostro curtido por los rayos del sol.17 Otros elementos negativos eran el sol fuerte y sofocante que castigaba a los expedicionarios, a lo que se sumaban constantes indisciplinas por una parte de los allí concentrados y los ataques de los mosquitos a todas horas del día. En alrededor de 1300 hombres –la mayoría cubanos y unos 300 dominicanos– se calcula la cifra de los involucrados, sin una previa selección o preparación militar, lo que mucho incidió de manera negativa en el orden y la disciplina que eran necesarios mantener. Mir, quien prácticamente acababa de llegar a Cuba, sería uno de los primeros en alistarse, habiéndose iniciado el reclutamiento el 15 de julio de 1947. Cumplía con su obsesión patriótica de combatir a la dictadura de Trujillo. Sobre este particular, Juan Bosch recordó que […] Pedro Mir, a quien definió como un hombre físicamente enjuto, pero de gran valor personal, se negó a abandonar los campos de entrenamiento, cuando se le ordenó que se retirara, porque él era artista y los artistas no nacen para matar. Mir permaneció en los campamentos, al alegar que Bosch también era artista y venía a su tierra a luchar por la libertad.18

Reflexiones de Fidel Castro. «Lo que conté sobre Pichirilo». Revista Bohemia, Año 105, domingo 12 de mayo de 2013, La Habana, Cuba. 18 Nelson Guillén. Porvenir del PLD y las revelaciones de Pedro Mir, ver: http://www. listin.com.do/puntos-vista/2011/3/26/182445/print 17

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Al transcurrir los días, los hombres fueron organizados en cuatro batallones: Luperón, Antonio Guiteras, Sandino y Máximo Gómez. Con vistas a la expedición que se organizaba, se constituyó el 10 de julio de 1947 el Comité Central Dominicano, el cual integraron, entre otros, Juan Rodríguez García –sería el máximo dirigente de las expediciones de Cayo Confites y Luperón, en 1947 y 1949, respectivamente– Rolando Masferrer, Cotubanamá Henríquez, Alexis Liz, Manuel Calderón, Virgilio Mainardi, Manolo Castro y el español Feliciano Maderne. Mir coincidiría allí con su amigo Tulio Arvelo, con Mauricio Báez y muchos más, perseguidos por el sátrapa Trujillo. Por entonces, Mir militaba en las filas del Partido Socialista Popular dominicano, organización política que públicamente se fundó en agosto de 1946. Entre sus miembros en el exterior, además de Mir, figuraban Pericles Franco, los hermanos Ducoudray, Francisco Henríquez, Ramón Grullón, Tulio Arvelo, y otros.19 A pesar de que desde un inicio la organización de la expedición fue apoyada por el gobierno del presidente de la República de Cuba, Ramón Grau San Martín, a las pocas semanas éste tomaría la decisión, presionado por el Jefe del Ejército, de desintegrar la expedición, lo que ocurriría el 26 de septiembre de 1947. Las presiones y amenazas de Rafael Leonidas Trujillo contra Cuba, entre las que se incluía una posible invasión y la abultada cantidad de dinero recibida por el corrupto Jefe del Ejército cubano, el general Genovevo Pérez Dámera –se habla de dos millones de dólares– de manos del ministro de Relaciones Exteriores del gobierno dominicano, Arturo Despradel, hizo que, de inmediato, se abortaran los planes de los expedicionarios y que fueran perseguidos y detenidos, en tierra y alta mar, por fuerzas de la Marina de Francis Pou García. Movimientos conspirativos y el papel del exilio en la lucha antitrujillista. Revista Clío, órgano de la Academia Dominicana de la Historia, año 78, enero-junio de 2009, No. 177, p. 30. Homenaje a los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, Edición Conmemorativa, 50 aniversario de las expediciones de junio de 1959, Santo Domingo, República Dominicana.

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Guerra cubana. Todo se perdería: aviones situados en aeropuertos de La Habana y de la Florida, barcos para la transportación de los expedicionarios, así como cuantioso armamento. Mir había sido destinado al batallón Máximo Gómez y después al buque Aurora, donde viajaba al batallón Sandino, en el que se hallaban Juan Rodríguez, Juan Bosch y Fidel Castro, el joven estudiante universitario de la Facultad de Derecho y Presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), quien iba en la proa con un fusil-ametralladora como arma antiaérea, ya con el grado de teniente y la designación de Segundo Jefe de la compañía de vanguardia. El Segundo Capitán del Aurora, era el dominicano Pichirilo.20 Fue, precisamente, el buque Aurora el que más pudo avanzar, aunque fue interceptado por fragatas y corbetas de la Marina de Guerra cubana, a la altura del Paso de los Vientos, frente a la costa de Maisí. Ante esa situación, el expedicionario Fidel Castro determinó no acatar la orden de rendición. Recientemente, al rememorar aquellos momentos, Fidel Castro expresó: «Mi gran reconocimiento a Pichirilo parte del hecho de que tomó el mando del buque para apoyarme y en coordinación conmigo, realizó grandes y audaces esfuerzos para engañar a la corbeta de la Marina de Cuba […] Mi objetivo era salvar el grueso de las armas que llevaba el Aurora».21 Todo parece indicar que entonces Fidel veía como una vía, o posibilidad, la guerra irregular a realizar en las montañas dominicanas. Fracasados los intentos de maniobras para escapar, Fidel prefirió lanzarse al agua antes que ser capturado y lo hizo en la bahía de Nipe, donde pululaban los tiburones. Nadando hacia la costa pudo salvar su vida, milagrosamente.

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Reflexiones de Fidel Castro. «Lo que conté sobre Pichirilo», p. 28. Ibídem.

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Según Luis Mir, su hermano, Pedro le comentó que al ver lo que había hecho Fidel, entonces un verdadero atleta, él pensó seguir su ejemplo pero reaccionó a tiempo al interiorizar que su débil fortaleza física le impediría hacer tal esfuerzo.22 En su libro Guantánamo en Pedro Mir, Ernesto Pérez Shelton expone que Mir le dijo que estando detenido junto a otros expedicionarios en el Campamento Militar de Columbia, hizo su aparición el general Pérez Dámera, preguntándoles, sarcásticamente, que por qué no habían continuado viaje a Santo Domingo. De inmediato, Mir le contestó: «Porque usted vendió la expedición a Trujillo por un millón de pesos». Esta actitud valiente de Mir le pudo ocasionar lógicas consecuencias negativas, como la deportación. Por suerte para Mir, al jefe militar pareció no importarle lo dicho, pues se sentía satisfecho con el dinero recibido de Trujillo, marchándose del lugar. Horas después, todos los detenidos fueron puestos en libertad.23 En ese proceso, cuyo contexto estuvo matizado de traiciones, no puede perderse de vista la actividad desarrollada por la Embajada de Estados Unidos en La Habana, remitiendo al Departamento de Estado informaciones de inteligencia relacionadas con los preparativos de la expedición, las que eran canalizadas al sátrapa dominicano. Así funcionaba el triángulo contrarrevolucionario La HabanaWashington-Santo Domingo. Sobre la experiencia de Cayo Confites, Mir escribió: Cayo Confites fue un fracaso y como tal no ha podido merecer sino el olvido. Es la gran condecoración de los fracasados. Pero tal vez un día, por la desesperación de los dominicanos, se incorpore en las páginas de sus grandes luchas históricas y Testimonio del ingeniero Luis Mir Mendoza, febrero de 2013, La Habana, Cuba. Ernesto Pérez Shelton. Guantánamo en Pedro Mir, Editorial El Mar y la Montaña, Guantánamo, 2009, pp. 37-38.

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entonces el recuerdo se vuelva hacia Cayo Confites y le dirija la palabra en términos de victoria. Porque en definitiva, la ilusión es de nacionalidad dominicana […]24

En este análisis estaba muy presente la objetividad y el realismo en Mir acerca del proyecto expedicionario que se frustró antes de echar a andar y a lo cual se refiere en sus artículos publicados en la revista ¡Ahora!, de República Dominicana, con los títulos «Confites: Un olvidado» y «Las razones secretas de Cayo Confites», de fechas 7 y 14 de agosto de 1972, respectivamente. Avisado de la detención de su hermano, Luis acudió al Campamento Militar de Columbia. Ya puesto en libertad lo trasladó hacia una dirección que había previsto en La Habana, donde residía un familiar de ambos. Después pasaría a Santiago de Cuba y por último, junto a su abuela Micaela Burgal, a la ciudad de Guantánamo. Como era de esperar, los cuerpos de inteligencia del dictador Trujillo pusieron en alerta a sus agentes en Cuba para conocer los nombres de todos los dominicanos que habían participado en la intentona. Con la información en su poder, Trujillo juzgó en contumacia, o en rebeldía, a los conjurados de Cayo Confites, concluyendo con el fallo de la sentencia criminal número 85, del 30 de enero de 1948, de la Segunda Cámara de lo Penal del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Judicial de Santo Domingo.25 La persecución o el monitoreo que puso en práctica Trujillo contra los dominicanos que participaron en la expedición de Cayo Confites fue constante, lo que practicaban también, de manera activa, agentes de la inteligencia del dictador disfrazados de diplomáticos. Por ello y de manera sistemática, su Embajador en La Habana transmitía a su gobierno informaciones sobre los exiliados dominicanos más activos. 24 25

Idem, p. 38. Nota: En lugar de Cayo Confites, Mir se refiere a Cayo Confite. Eliades Acosta Matos, La telaraña cubana de Trujillo, Tomo II, Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2012, p. 472.

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A pocos meses de la intentona de Cayo Confites, Mir figuraba en una lista confeccionada por la citada Embajada donde aparecían los nombres y apellidos de los que eran llamados por el trujillismo como los 12 irreductibles. En la relación figuraban, además, los nombres de Juancito Rodríguez García, Manuel de Jesús Hernández Santana (Pipí) y otros, hasta el número de doce. Pipí Hernández sería asesinado en las calles del Vedado, en La Habana, en el año 1955.26 Uno de los aspectos más importantes de los dominicanos participantes en la experiencia de Cayo Confites, fue el destino variado que tomaron: «algunos terminaron actuando contra sus propios pueblos y al servicio de las dictaduras que un día quisieron combatir, pero la mayoría se mantuvo firme, y continuó la lucha, que tendría otros hitos en el desembarco de Luperón, en 1949, y en el del 14 de junio de 1959, que tuvo lugar por Constanza, Maimón y Estero Hondo»,27 en el que de los 198 expedicionarios, sólo seis salvaron la vida.28 De manera puntual y sólo como ejemplos, se pueden mencionar a Fidel Castro, Juan Bosch, Juancito Rodríguez y Pedro Mir, con una trayectoria recta y sumamente destacada en los años posteriores a Cayo Confites. Otro fue Mauricio Báez de los Santos, quien había sido dirigente de los obreros del sector azucarero dominicano. Perseguido con saña por Trujillo en 1950, fue secuestrado en La Habana y su cuerpo no apareció jamás. Otros tomaron caminos diferentes, como fue el caso del cubano Rolando Masferrer, una de las principales figuras en Cayo Confites, traidor de la expedición, quien se convirtió en jefe de uno de los E. Acosta Matos, La telaraña..., p. 562. Ibídem, p. 472. 28 Emilio Cordero Michel: «Las expediciones de junio de 1959». Revista Clío, órgano de la Academia Dominicana de la Historia, año 78, enero-junio de 2009, No. 177, Homenaje a los héroes de junio de 1959, Edición Conmemorativa, 50 aniversario de las expediciones de junio de 1959, Santo Domingo, República Dominicana, p. 131. Nota: Los 6 sobrevivientes fueron los dominicanos Poncio Pou Saleta, Mayobanex Vargas, Francisco Medardo Germán, Gonzalo Almonte Pacheco y los cubanos Delio Gómez Ochoa y Pablito Mirabal. 26 27

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cuerpos paramilitares más temidos y odiados por la población cubana, dedicado a perseguir, torturar y asesinar, como instrumento del terrorismo de Estado que ejercía la dictadura de Batista, instaurada el 10 de marzo de 1952. Si de excepciones se trata, cabe recordar a Ramón Emilio Mejía del Castillo (Pichirilo), quien se uniría a los revolucionarios cubanos que bajo el mando de Fidel Castro prepararon en México la expedición del yate Granma, que desembarcaría en el sur de la provincia de Oriente, el 2 de diciembre de 1956 y en la cual fue designado Primer Oficial de la tripulación, debido a que era un experimentado marino. Otro dominicano participante en la expedición de Cayo Confites y que posteriormente alcanzó los grados de capitán combatiendo en las filas del Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, bajo el mando directo del Comandante Fidel Castro, fue Enrique Jiménez Moya,29 quien sería el Comandante en Jefe político y militar de las tres expediciones antitrujillistas que el 14 de junio de 1959 arribaron a tierra dominicana. Cayo Confites, aquella prueba no concretada, de cierto matiz internacionalista, fue tomada en cuenta, en los años posteriores, para la preparación del asalto a las fortalezas militares de Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, el 26 de julio de 1953. El máximo jefe de aquellas acciones, el entonces abogado Fidel Castro Ruz, al referirse a lo anterior expresó: «Lo que más aprendí de Cayo Confites es cómo no se debe organizar algo; cómo hay que escoger y seleccionar a la gente».30

Cayó combatiendo heroicamente en su amada tierra, el 19 de junio de 1959, en el frente de Constanza. 30 Cien Horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet. Tercera Edición, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, p. 156. 29

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esde finales de 1947 y en medio de un duro bregar, pero rodeado de la solidaridad de amigos y compañeros, a Mir se le ve trabajando en la emisora Cadena Oriental de Radio, radicada en Santiago de Cuba, en funciones de auxiliar en el Departamento de Contabilidad y después, allí mismo, como excelente periodista, redactor de inteligentes editoriales. Con su sólida preparación cultural y política, no le fue difícil abordar la problemática social que entonces afectaba a Cuba. Para ello resultó fundamental la forma en que se había adentrado en la realidad del país, su infinita sensibilidad humana y su compromiso con las causas más justas. En diciembre de 1949 y después de pasar unos meses con parte de su familia en Santiago de Cuba, Mir se radicó en La Habana, contrayendo matrimonio con la guantanamera Lidia Poutou Gaulhiac (Titín), unión que se mantuvo entre los años 1954 y 1958. En la primera etapa, la situación económica por la que atravesaba Mir no fue del todo buena. Para paliar las limitaciones, en cierto período de tiempo, trabajó como fotógrafo ambulante, a la vez que su hermano Luis lo ayudaba con parte de la mesada que recibía del padre, desde República Dominicana, para sufragar sus gastos como estudiante universitario.

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Con sus ahorros y la ayuda de su hermano y de amigos dominicanos, entre 1952 y 1953 visitó varios países de Europa, entre ellos, Austria, Checoslovaquia, Rumania e Inglaterra, ofreciendo recitales o participando en conferencias y congresos a los cuales estuvo invitado por su obra. Pasó posteriormente a Guatemala, donde publicó su poema «Contracanto a Walt Whitman (Canto a nosotros)», el cual había escrito en Cuba, antes de su partida. En el mismo, Mir desentraña «la condición del sistema capitalista, desnudándolo, desmitificándolo, al tiempo que pronuncia las verdades ocultas de nuestra historia, las raíces del subdesarrollo».31 Al comentar los antecedentes de la publicación del poema mencionado, dijo Mir: Yo salí de La Habana con un poema que había escrito, entonces lo iba a presentar en el Círculo Español de México. Pero los dominicanos residentes en Guatemala me enviaron un cable (donde decía) que mejor la presentación de mi obra la hiciera en Guatemala. Fui a Guatemala con la idea de desde allí irme a México, con la promesa de que sería editada esa obra. Y así fue, fui bien recibido y se editó el libro, pero no hubo manera de entrar a México […] Tuve que quedarme en Guatemala, nueve meses.32

El poema mencionado, uno de los grandes momentos de la poesía de Mir –el otro es «Hay un país en el mundo»– es un simbólico diálogo poético en que un antillano habla con un estadounidense, haciendo alusión a la historia de Estados Unidos, a las virtudes de ese pueblo, de cómo su gobierno, a lo largo del siglo xx, aplicaba una política Mercedes Santos Moray. «Mir en primera plana». Casa de las Américas 13.76 (1973): 139-144. 32 «La habichuela divide a Cuba». Revista Nosotros los latinos, Nueva York, julio 16 a agosto 15 de 1996. Entrevista de Roberto Quesada a Pedro Mir. Nota: Al preguntársele a Mir sobre algunas costumbres en Cuba se refiere al consumo de los frijoles negros y rojos, diciendo que en República Dominicana se conocen por habichuelas. 31

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injerencista en los pueblos de nuestra América. Por supuesto, para los cubanos es un gran privilegio que los dos más relevantes poemas de Mir, de tanta profundidad y repercusión internacional, fuesen escritos en nuestra tierra. Reflexionando sobre el referido título, la investigadora cubana Mercedes Santos Moray, escribió: Poesía mayor hay en los versículos del «Contracanto a Walt Whitman», donde crece, con la fuerza del ritmo y del aliento, la poderosa denuncia del individualismo, de la voracidad imperialista y es aquí donde alcanza la voz de Pedro Mir su momento culminante y con ella se eleva hasta un lugar no superado en la poesía dominicana de este siglo.33

Conocedor al máximo de la obra de Mir, Bosch expresó que por la calidad del poema «Contracanto a Walt Whitman», aquél hubiera sido merecedor del Premio Nobel, de haberlo escrito en Suecia.34 Lo antes expuesto, merece abrir un paréntesis obligado en la vida de Mir, entre los años 1955 y 1958. Así y desde el punto de vista de la poesía, Mir fue desde un principio aquella persona que con gran humildad y sin ánimos de publicidad, mostraba los versos que escribía a compañeros que consideraba de su aprecio, explicando la razón de su inspiración. La mayor parte de sus versos, de indiscutibles valores estéticos –como los apreció este autor– los conservó para sí y muy pocas gestiones realizó para que fueran publicados. Solo a insistencia de dos excelentes artistas de la emisora Cadena Oriental de Radio, Magaly Alou, cantante y Marcial Avellaneda, Mercedes Santos Moray. «Tres poetas en una isla». Casa de las Américas 15.90 (1975), La Habana, Cuba, pp. 138-141. 34 J. Bosch, «Pedro Mir, el poeta social esperado», p. 14. 33

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declamador, que integraban el equipo de realización del espacio radial Mañanas Porteñas, de frecuencia diaria, se dieron a conocer poemas de Mir que reflejaban su finísima sensibilidad literaria, digna de aquellos autores de los que aprendió con sus lecturas tempranas, como fueron Rubén Darío, Víctor Hugo, Julio Verne, Joyce, Proust, Baudelaire y Rimbaud. A través del citado programa, según testimonio del periodista Ibrahim Aput Eybaiter,35 se difundieron dos canciones de la autoría de Mir tituladas «Caracol y Marineras». De este hecho inédito, que reflejaba otras inquietudes artísticas del poeta dominicano, no quedan ni grabaciones ni texto alguno en el Registro de la Agencia Cubana de Derecho de Autor Musical (ACDAM), según resultado de la investigación realizada en los archivos de esa institución. Otra característica de Mir, poco mencionada por él, fue la de haber sido músico. De oídas, tocaba muy bien el piano, lo que desde muy joven le posibilitó integrar una orquesta en Santo Domingo, aunque por muy poco tiempo, según recuerda su hermano Luis Emilio. Preciso en los editoriales que confeccionaba y con una excelente redacción, mereció el reconocimiento de quienes conocían de su trabajo periodístico, el cual practicó con toda ética, experiencia que tuvo sus raíces en su patria, antes de su arribo a Cuba, como Secretario Permanente de la Sociedad Dominicana de Prensa. Recuerdos imborrables de su personalidad los guardamos muy frescos. Salvador Wood, actor, destacada figura de la cultura cubana, quien lo conoció en La Habana, considera que el distintivo de Mir fue su trato amable, invariable, proclive a brindar servicios a otras personas. De igual forma, para Julio Batista, Premio Nacional de Periodismo, Mir era amable, respetuoso y cariñoso con todos los que lo trataban. 35

Testimonio de Ibrahim Aput Eybaiter, quien fuera locutor en la Cadena Oriental de Radio. La Habana, febrero de 2013.

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Sin abandonar su trabajo diario como auxiliar de Contabilidad, Mir siempre encontraba tiempo para leer no pocos libretos o guiones de programas radiales, fundamentalmente dramatizados, antes de ser difundidos y que le eran entregados para recibir sus opiniones, por escritores, asesores y directores de distintos espacios. Así era el respeto que se le tenía como intelectual, pero también por su cualidad de persona desinteresada. Pedro Mir se caracterizó por ser un profundo pensador, de ideas políticas avanzadas, además de mostrar una gran avidez como lector de obras marxistas y de la literatura universal. A través de un testimonio de Gloria Ramos,36 persona de amistad muy cercana a Mir, se conoce que tanto él como su hija Lidia, estuvieron a punto de ser detenidos por agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), órgano represivo de la dictadura batistiana. Narra Gloria Ramos, a quien siendo niña Mir le llamaba chiquilla volcánica por ser demasiado intranquila, que agentes del SIM se personaron en el apartamento de aquél con una orden de registro. Las relaciones de amistad de la familia de Lidia con algunas personas cercanas al régimen, impidieron que el registro se efectuara, no estando presentes ni Mir, ni Lidia. Al marcharse los agentes, Gloria pudo sacar del apartamento la literatura marxista perteneciente a Mir, trasladándola para otra dirección. Cumpliendo con la citación dejada por los uniformados, Mir y su esposa se presentaron en las oficinas del SIM, en las que después de ser interrogados, se les permitió regresar a su casa. Mir era un hombre íntegro, de principios muy definidos, forjados desde su juventud cuando ejerció el magisterio, además de estar Testimonio de Gloria Ramos, contenido en el folleto–libro Guantánamo en Pedro Mir, de Ernesto Pérez Shelton. Editorial El Mar y la Montaña, año 2009, Guantánamo, Cuba, p. 27.

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preparado culturalmente para entablar conversaciones de los más variados temas que a veces, sin pensarlo, convertía en tertulias literarias, en las que participaban artistas dramáticos, locutores, periodistas, técnicos y personal administrativo. Con naturalidad, daba a conocer sus conocimientos ilimitados sobre la literatura universal, cuando respondía preguntas formuladas por los presentes. Su voz pausada, con excelente dicción y dominio de la lengua española, era prácticamente la única que se escuchaba. Todo lo hacía con dominio del arte de la conversación. Era, en términos actuales, un excelente comunicador en cuanto a cultura e ideas. Aquellas tertulias que se hacían sin fecha fija y muchas veces, por insistencia de los compañeros más cercanos a Mir, se organizaban en uno de los dos estudios de grabaciones. Mir era muy creativo al utilizar algún que otro tema, a la vez que cuidadoso, ya que no podía olvidar que entre los años 1957 y 1958, la emisora donde trabajábamos había pasado a ser propiedad del dictador Fulgencio Batista y que entre los asistentes, habían personas con diferentes ideas políticas. El tema de los vínculos históricos entre Cuba y la República Dominicana, fue recurrente. Los situaba en el contexto latinoamericano y caribeño, pero definiendo como centro, la lucha por alcanzar la definitiva independencia de ambos pueblos. Recomendaba a todos leer el Manifiesto de Montecristi, firmado por José Martí y Máximo Gómez; la importancia de tener presente su contenido y saber muy bien las razones por las cuales la Revolución cubana de 1895 no había culminado en el triunfo. Mir insistía mucho en la necesidad de llevar a los espacios dramatizados radiales la verdadera historia de los pueblos, evitando deformaciones de los hechos, intercalando expresiones que demostraban, junto a su inteligencia al hacerlo, su valor personal. No pocas veces acudía a una expresión, destinada a desarrollar conciencia patriótica en aquellos momentos difíciles: «Ingrato es quien no valora ni respeta los sacrificios

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y la sangre de los mejores hijos de su pueblo». Ésta era una de sus frases preferidas. El pensamiento político-revolucionario de Martí, así como otros grandes de la historia y la literatura latinoamericana y caribeña, eran abordados por Mir, por lo general, para culminar las tertulias. Con excelente entonación recitaba muchos versos de Martí, algunas veces con un comentario previo, otras no. El último verso que escuché declamar a Mir fue a mediados del mes de marzo de 1958. La tertulia en nada se parecía a las anteriores, en cuanto a los integrantes. Para la misma, habíamos sido convocados por el jefe de la célula clandestina revolucionaria, de la cual formábamos parte en la emisora Cadena Oriental de Radio. En aquella oportunidad y aplicando algunas medidas de seguridad, se habló de Cuba, de la lucha contra la dictadura y de otros temas de carácter social. Al final, Mir pidió la palabra y expresándose con gran sentimiento dijo: «Antes de despedirnos hoy, quiero declamar algunos de los “Versos Sencillos” de José Martí». Hizo un breve silencio. Nos miró a todos, a la vez que declamaba, con su voz inconfundible:

Mi verso es de un verde claro Y de un carmín encendido: Mi verso es un ciervo herido Que busca en el monte amparo. Mi verso al valiente agrada: Mi verso, breve y sincero, Es del vigor del acero Con que se funde la espada.

Su declamación fue tan vibrante, como para que nunca se olvidara. Todos salimos del local, en medio de un gran silencio.

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uchas veces, Mir me expresaba que soñaba con el triunfo de la Revolución cubana como con la libertad del pueblo dominicano. Por esto, cuando supo del derrocamiento de la dictadura batistiana, el 1 de enero de 1959, no dudó un instante en regresar a su segunda patria, a su Cuba, contrayendo nupcias, meses después, con la cubana Carmen Mesejo García, residente en La Habana, de cuya unión nacieron sus hijos Celeste, Geraldine y Carlos Pedro José. Sintiendo muy de cerca la alegría contagiosa de la población cubana y la trascendencia política e histórica que significaba el acontecimiento, Mir decidió ser parte activa del mismo. Vendría para Mir y muchos otros revolucionarios dominicanos, un período de intensa labor patriótica. Las distintas direcciones en que vivió Mir en La Habana, sirvieron como lugares de reunión para muchos de sus coterráneos que veían en el triunfo de la Revolución cubana un paso viable hacia el derrocamiento de la dictadura trujillista. Al apartamento, situado en la calle San Rafael 816, acudían con frecuencia Tulio H. Arvelo, con quien, antes de salir de República Dominicana había establecido un bufete de abogados; Juan Ducoudray y muchos otros. Allí se hablaba de diferentes temas, que iban desde la política a la cultura, pero también de los proyectos de liberación para la patria dominicana. Algunos de los que visitaban el apartamento de Mir integraron, 51

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posteriormente, las expediciones de los patriotas dominicanos que se dirigieron a Constanza, Maimón y Estero Hondo, en junio de 1959. Ernesto Pérez Shelton, en su libro Pedro Mir en Guantánamo, recoge el testimonio de una de sus entrevistadas, quien expone que para sufragar los gastos de dichas expediciones, se pusieron en práctica varias iniciativas, siendo una de ellas la venta de bonos acompañados con la declamación de versos de Mir, en distintos lugares de La Habana. Uno de ellos y referido al apoyo solidario a la causa dominicana, dice: Dominí, no estás tan solo, no estás solo, Dominí. Del Ecuador hasta el Polo, el mundo lucha por tí.37

La referencia a Dominí puede interpretarse como una alegoría política asociada a su país. Era un llamado de exaltación a la lucha patriótica y revolucionaria que se avecinaba. A diferencia de su participación en la fallida expedición de Cayo Confites, Mir no figuraría como expedicionario, quizás por una cuestión de salud, lo más probable, ni tomó parte directa en los planes que organizaba el Movimiento de Liberación Dominicana, desde Cuba. Sin embargo, su actitud fue de total apoyo a los preparativos que se realizaban. En la segunda quincena del mes de junio de 1959, se produjo uno de los momentos más insospechados y felices para Mir: el encuentro con el comandante Ernesto Che Guevara, cuando todavía se hallaba muy fresco el triunfo de la Revolución cubana.

Testimonio de Gloria Ramos..., p. 29. Nota: En relación con el verso citado por la testimoniante, cabe establecer la hipótesis de que el mismo, como parte del poema «Dominí», pudo haber sido escrito por Mir en Cuba, en el contexto de los preparativos de las expediciones que se organizaban por los revolucionarios dominicanos. El verso que cita Gloria Ramos, es uno de los 20 que integran el poema «Dominí».

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Cuanto aconteció aquel día, así como sus antecedentes y en lo que fue determinante el gesto fraternal de su compañero de labores de la Cadena Oriental de Radio, Wilfredo Rodríguez Cárdenas, lo reflejó el propio Mir en su artículo «Una escala en mi Diario: Donde aparece la gloria».38 En este texto, publicado en la revista Casa de las Américas, Mir hace gala de su bella prosa, al calor del impacto que le causó el haber tenido frente a sí al guerrillero argentino-cubano, al comandante victorioso de la Sierra Maestra. Sorprendente fue que el Che ya conocía de Mir y su obra, sin que éste lo supiera, pero no durante su estancia en Cuba, sino en Guatemala. Ambos habían estado en ese país centroamericano durante el gobierno democrático de Jacobo Arbenz, derrocado posteriormente por fuerzas organizadas y armadas por el imperialismo norteamericano. Y es que a la salida de Mir de dicho país, llegó el Che. Pero la casualidad mayor sucedió cuando este último fue a vivir a la misma casa donde había estado el dominicano y donde la propietaria le habló encomiásticamente de la obra de Mir, al parecer, o sobre todo, del poema «Contracanto a Walt Whitman», que el bardo de Quisqueya había publicado en el país del quetzal. Del encuentro sostenido con el héroe de la batalla de Santa Clara, Mir escribió en su artículo: «Mi breve contacto con el Che Guevara me dio esa lección. No fui yo quien pronunció las loas. Fue él quien me hizo ascender a las alturas. A su lado me sentí dignificado, reconocido, mecido por nubes de epopeya». En aquella oportunidad, el Che y él hablaron sobre las expediciones de junio de 1959, de Constanza, Maimón, y Estero Hondo, lo que recuerda Mir al escribir: «[…] la conversación derivó hacia los Pedro Mir. «Una escala en mi Diario: Donde aparece la gloria». Artículo publicado en la revista Casa de las Américas, sobre el Congreso Cultural de La Habana, año VIII No. 47, marzo-abril 1968, La Habana, Cuba, pp. 95-97.

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acontecimientos dominicanos. Poco se sabía, en aquellos momentos, del destino de los expedicionarios del 14 de junio. Pero yo vi, en uno de esos silencios que el Che diseminaba por todo su rostro, que mis vaticinios, por aquel entonces, no se materializarían».39 El tiempo no se podía detener para Mir, dado su carácter inquieto y el deseo de participar en los proyectos de la Revolución cubana. Pronto fue nombrado asesor literario en la Imprenta Nacional de Cuba, dirigida entonces por ese grande de las letras que fue Alejo Carpentier. Multiplicando sus esfuerzos a favor de la causa libertaria de su patria, la impronta de Mir quedó en otras instituciones como fueron el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), donde colaboró con el Departamento de América Latina en lo relacionado con la atención a los dominicanos radicados en Cuba. En la emisora Unión Radio, tuvo a su cargo secciones culturales, donde realizaba comentarios sobre las diferentes manifestaciones artísticas y literarias, tanto de Cuba, como de otros países. Durante los años 1961 y 1962, Mir integró el equipo de periodistas de la Agencia de Noticias Prensa Latina, radicada en La Habana y fundada el 16 de junio de 1959, por el periodista argentino Jorge Ricardo Massetti, quien en 1964, siendo jefe del Ejército Guerrillero del Pueblo, murió en las selvas de Salta, en su país. Según los testimonios recogidos, durante su estancia en el órgano de prensa mencionado, Mir se caracterizó por ser un compañero en toda la extensión de la palabra: solícito, de amplia cultura, muy discreto, de hablar en voz baja. Además de afable, congeniaba con todos los que lo rodeaban y en particular en la Redacción en que laboraba y en la que confeccionaba artículos y comentarios.

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P. Mir. «Una escala en mi Diario: Donde aparece la gloria», p. 49.

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Eran tiempos en que la Revolución cubana recibía la solidaridad de numerosos periodistas de América Latina y el Caribe. En Prensa Latina coincidieron, en la década de 1960, hombres y mujeres de esa profesión, la mayoría exiliados en Cuba, entusiastas y eficientes, procedentes de Uruguay, Argentina, Brasil, Puerto Rico y otros países. Avanzaron los meses y a finales de 1962 vendría para Mir otra salida de Cuba. En esta oportunidad hacia su patria, después de ocurrir la muerte del dictador Trujillo, el 30 de mayo de 1961, lo que propició el proceso eleccionario en que resultó ganador Juan Bosch, en diciembre de 1962 y la instauración del gobierno constitucional de ese gran estadista e intelectual. El regreso de Mir a su patria se producía después de un exilio de 16 años. Al producirse el derrocamiento del gobierno de Juan Bosch, por un golpe de Estado aupado por Estados Unidos, el 25 de septiembre de 1963, se vio a Mir en la vanguardia de la resistencia contra la Junta y el Triunvirato impuestos al pueblo y que llevó a la Revolución de Abril de 1965, movimiento constitucionalista integrado por lo mejor de las Fuerzas Armadas dominicanas y encabezado por los coroneles Francisco Alberto Caamaño Deñó y Tomás Fernández Domínguez. Dicha Revolución fue combatida por la invasión militar estadounidense de ese año. En medio de dicho proceso, Mir sufrió una grave crisis de salud, debido a una afección pulmonar, razón por la cual la dirección del Partido Comunista decidió sacarlo del país, a través de Haití, para recibir la atención médica necesaria en la extinta Unión Soviética. Allí fue ingresado en un sanatorio antituberculoso, donde permaneció por espacio de unos tres meses.40 Al cuidado médico se sumó la compañía de su esposa, Carmen Mesejo y poco después recibió la visita de su hermano Luis Emilio. Es de Testimonio del ingeniero Luis Mir Mendoza, febrero de 2013, La Habana, Cuba.

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significar que durante su hospitalización, Mir remitió a su hermano Luis Emilio numerosas cartas, en las que además de tratar asuntos personales y familiares, demostró la profundidad de su pensamiento político y sus valoraciones sobre aspectos de la historia, las artes y la literatura. Y como una constante, su amor por su patria y su pueblo. Sobre esto último se debe exponer que, nueve años después de su deceso y con el título de «Nunca me gustó la correspondencia», se publicaron en Cuba las mencionadas cartas, obteniendo el Premio Puerta de Monserrate 2009, de la editorial Extramuros del Instituto Cubano del Libro. Con el prólogo de Ernesto Pérez Shelton, la obra barrió con las cuatro categorías del premio: Diseño, Edición, Libro integral y Mención, en la categoría de texto.41 Después de haber sido dado de alta médica en el sanatorio donde se encontraba, Mir decidió, una vez más, regresar a Cuba, donde permaneció hasta el año 1968, cuando se asentaría definitivamente en la República Dominicana.

«Correspondencia de Pedro Mir. Arrasa con Premio Puerta de Monserrate 2009», Milán Paz, 13 de julio de 2009. Sitio: http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?id articulo=6201&idseccion=30.

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finales del mes de enero de 1978, vuelve Pedro Mir a Cuba. En esta oportunidad, integrando una delegación oficial del Gobierno de la República Dominicana, que tuvo como misión trasladar a dicha nación los restos del poeta Fabio F. Fiallo y Cabral, que descansaban en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba. La referida delegación fue presidida por el doctor Julio Genaro Campillo Pérez, secretario de Estado, Industria y Comercio, y además de Mir, lo acompañaban Pedro Troncoso y Antonio Fiallo, presidente de la Academia de Ciencias y de la Asociación de Juristas Dominicanos, respectivamente, así como el poeta Manuel del Cabral.42 Fabio F. Fiallo, gloria de las letras dominicanas, periodista, había arribado a Cuba en la década de 1930, después de haber tenido una vida política sumamente activa frente a la intervención en su patria de los marines estadounidenses y en otros hechos sucesivos. Su firme actitud conllevó persecuciones y cárcel. Nacido el 3 de febrero de 1866, falleció a la edad de 76 años en Santiago de Cuba, el 28 de agosto de 1942.

Periódico Juventud Rebelde, 31 de enero de 1978, La Habana, Cuba.

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La producción de poemas de Fiallo fue amplia, sobresaliendo los títulos «Canto a la bandera, Primavera sentimental, Canción de una vida y Canteras de prisión». Con bella valoración sobre Fiallo, se expresaría Rubén Darío, el afamado poeta nicaragüense, al decir: «A través de varios cortos poemas se transpira una historia sentimental, cierta, vivida, sufrida. Se entrevén odios, recelos, enemigos, horas solitarias de padecimiento. Asuntos de terribles políticos llevan a la prisión a ese amable y sensible rimador de exóticas querellas, y desde su celda ha de seguir cantando».43 Para atender a la delegación dominicana en Cuba y participar en todo lo concerniente a la repatriación de los restos de Fiallo, el Gobierno de la mayor de Las Antillas conformó una delegación presidida por el doctor Fernando Vecino Alegret, entonces ministro de Educación Superior y de la que formaron parte Nicolás Guillén, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; Julio Le Riverend, director de la Biblioteca Nacional José Martí; el doctor Eusebio Leal, director del Museo de La Habana y Onelio Jorge Cardoso, director de Literatura de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC).44 Antes de partir para Santiago de Cuba, a los efectos de concretar la tarea encomendada, la delegación dominicana fue recibida por el Comandante en Jefe Fidel Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, predominando en la misma un ambiente amistoso, donde se intercambiaron opiniones sobre la situación política y socio-económica de Cuba y República Dominicana, además de haberse resaltado los tradicionales lazos fraternales que unen a ambos pueblos.45 Momentos antes, en un gesto de respeto, dicha delegación se dirigió al Cementerio de Colón, donde colocó una ofrenda floral en la Periódico Juventud Rebelde, 31 de enero de 1978, La Habana, Cuba, p. 55. Ibídem. 45 Periódico Granma, enero 31 de 1978, La Habana, Cuba. 43 44

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tumba que guarda los restos del inolvidable dominicano Máximo Gómez Báez, quien fue general en jefe del Ejército Libertador de Cuba. Al recordar aquellos momentos, el doctor Fernando Vecino Alegret, quien durante 15 años atendió el Grupo Parlamentario de Amistad con la República Dominicana en la Asamblea Nacional del Poder Popular, expresó que fomentó una fraternal relación con Mir a partir de sus encuentros con la citada delegación dominicana y posteriormente, hasta su fallecimiento en el año 2000.46 El doctor Vecino, quien no olvida la ayuda posterior brindada por Mir para el desarrollo de los vínculos entre las universidades cubanas y dominicanas, caracterizó a ese prestigioso intelectual, como un hombre digno, correcto en todo momento, quien hablaba con mucha vehemencia, como le corresponde a un verdadero revolucionario. «Era una persona –agregó– que sentía una gran admiración por Cuba, al igual que se mostraba feliz por haberse podido insertar, durante muchos años, en la vida cubana».

Testimonio del doctor Fernando Vecino Alegret, La Habana, 15 de mayo de 2013.

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ue una constante en Mir mantener las más afectuosas relaciones con amigos e instituciones cubanas, lo cual hizo desde que regresó definitivamente a República Dominicana, en 1968. Estrechos fueron sus vínculos con la Casa de las Américas y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en especial con Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, fundador y presidente de esta última institución, en 1961. En 1974, año en que Mir pasa a ser miembro de número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, por sus valiosas investigaciones relacionadas con la historia nacional y la estética, la Casa de las Américas publicó el libro Poemas de una isla y de dos pueblos, selección de Roberto Fernández Retamar, poeta y presidente actual de dicha institución, que incluye poesías de Mir, de Jacques Roumain y de Jacques Viau, estos últimos de Haití. Del primero se publicó «Hay un país en el mundo: Poema gris en varias ocasiones».47 El mismo año de 1976, en que obtiene en su patria el Premio Nacional de Poesía, sería de un infinito regocijo para Mir. Vendría a Cuba invitado por la Casa de las Américas, para integrar el Jurado de Poesía del premio anual de esa institución cultural reconocida como una de las más prestigiosas de habla hispana. Se le presentaba, 47

Colección La Honda, Casa de las Américas, 1974, La Habana, Cuba, pp. 39-55. 65

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de esa manera, una magnífica oportunidad para reencontrarse con viejos amigos y de realizar un intenso programa conformado por entrevistas, conferencias, encuentros y recitales, como actividades colaterales. Era la primera vez que regresaba a Cuba, después de su salida en 1968. En la Sala «Martínez Villena», de la UNEAC, se realizó un recital y conversatorio titulado «Poesía y Diálogo», en el cual participaron Mir, Manlio Argueta, de El Salvador; Otto Raúl González, de Guatemala; Omar Lara, de Chile; Oscar Oliva, de México y Alejandro Romualdo, de Perú,48 todos miembros del Jurado de Poesía Casa de las Américas. De igual forma, la Televisión Universitaria, en coordinación con la Casa de las Américas, presentó un nuevo programa de la serie mensual «Palabra de esta América», dedicado al poeta dominicano. Interesante resulta lo publicado por el poeta guatemalteco Otto Raúl González, sobre su reencuentro con Mir, ocurrido en La Habana, algo más de 20 años después, acotando: «Casi no ha cambiado nada en su aspecto físico; sigue siendo el mismo hombre pulcro, delicado y elegante de siempre […] No hay sorpresa ni asombro al reencontrarnos». Al recordar que había conocido a Mir en Guatemala, en los años 1952-1953, Otto-Raúl escribió: «Ambos estamos en La Habana como Jurados del Premio Casa de las Américas, en la rama de la poesía. Nos saludamos como si nos hubiéramos visto ayer y emprendimos nuestro trabajo con el mismo entusiasmo y la misma alegría de los años anteriores».49

Periódico Juventud Rebelde, de fecha 19 de enero de 1976, La Habana, Cuba. Otto Raúl González. «Con Pedro Mir en Isla de Pinos». Revista Mexicana de Cultura. Recorte de dicha publicación que carece de fecha y que se encuentra en los archivos de la Casa de las Américas. Fue una conversación sostenida entre el poeta guatemalteco y Mir, el 30 de enero de 1976, en el Hotel Colony, en la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, donde sesionaban los Jurados del Premio mencionado.

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Las palabras de bienvenida a los integrantes de los Jurados del Premio Casa de las Américas y para la constitución del mismo, estuvieron a cargo de uno de los más prestigiosos intelectuales cubanos, el doctor José Antonio Portuondo, ensayista y director del Instituto de Literatura y Lingüística, quien significó la importancia del Premio como símbolo indudable de la ruptura del bloqueo cultural a que nos quería tener sometido el imperialismo yanqui. Los mencionados Jurados del Premio Casa de las Américas, conformados por 34 intelectuales procedentes de 17 naciones, evaluaron 608 obras inéditas llegadas de 26 países, correspondiendo 216 a la poesía y cuyo Jurado concedió el premio a la obra «Contraseña», de Jorge Alejandro Boccanera, de Argentina.50 En los días en que permaneció en La Habana, Mir concedió una entrevista a Radio Habana Cuba –nacida el 1 de mayo de 1961– la cual tuvo una duración de casi dos horas y fue transmitida en nueve idiomas a diferentes regiones del mundo. Dicha entrevista, que forma parte del Archivo Sonoro existente en Radio Habana Cuba, donde se hallan en cintas magnetofónicas y en placas de acetato, entrevistas a destacadas personalidades de la cultura, la ciencia y la prensa, tanto de Cuba, como de otros países, estuvo a cargo del experimentado periodista Pedro Martínez Pírez. En esa oportunidad, se abordaron distintos temas, estando en el centro de los mismos el ensayo de Mir «Las raíces dominicanas de la doctrina Monroe», con el cual obtuvo el Premio Nacional de Historia, en 1975. Con un lenguaje sencillo, Mir precisó: «Yo no soy un especialista de la historia de la doctrina Monroe; si en algo creo yo que mi obra hace alguna contribución, es simplemente en plantear un tema 50

Boletín de la Casa de las Américas, sobre el Premio Casa de las Américas 1976, La Habana, febrero 6 de 1976.

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apropiado para la discusión y para el aporte de nuevos elementos de comprensión de la realidad latinoamericana».51 Durante la estancia de Mir y en reconocimiento a su obra, la Casa de las Américas grabó el disco «Poesía», de la colección «Palabra de Nuestra América», con el «Contracanto (Canto a nosotros mismos)» al célebre poema de Walt Whitman «Canto a mí mismo», que se pondría a circular en 1980. En la nota del disco, producido por la disquera cubana EGREM por mandato del sello discográfico CASA y que utiliza cuanto atesora el Archivo de la Palabra de esa institución, se expone que el nombre de Pedro Mir se suma a otros que han aparecido en dicho sello como habían sido hasta entonces, José María Arguedas, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Eliseo Diego, Nicolás Guillén, José Lezama Lima, Dulce María Loynaz y Gabriel García Márquez.52 Años después, el 4 de septiembre de 1981 y con la presencia de 300 artistas e intelectuales, escritores, críticos e investigadores procedentes de América Latina y el Caribe, así como otros especialistas de casi todos los países de la región, así como de varias naciones europeas, se inauguró en el Palacio de las Convenciones de La Habana, el Primer Encuentro de Intelectuales de los Pueblos de Nuestra América, organizado por Casa de las Américas. El evento, que contó con la asistencia de Mir como invitado, tuvo como fundamento «[…] reflexionar acerca de la defensa de los derechos soberanos de los pueblos de Nuestra América».

Entrevista a Pedro Mir realizada por el periodista Pedro Martínez Pírez, de la emisora Radio Habana Cuba, en enero de 1976, La Habana, Cuba. 52 Información ofrecida por el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. El disco de Pedro Mir contiene su poesía «Contracanto a Walt Whitman (Canto a nosotros mismos)», así como una amplia nota sobre el autor. 51

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Si Cuba estuvo siempre en el corazón de Mir, también él y su obra no dejaron de estar presentes en eventos culturales de trascendencia para la región del Caribe, organizados en la mayor de Las Antillas. Así sucedió en 1991, con el Taller Internacional de Poesía «El Caribe y el Mundo», organizado por la Casa del Caribe, como parte del Festival del Caribe que se celebra anualmente en la ciudad de Santiago de Cuba, el cual estuvo dedicado a Mir como figura principal y al que no pudo asistir por razones de salud. A pesar de ello, la obra del poeta dominicano fue el centro de las intervenciones que se realizaron por los participantes en el taller, que se extendió entre el 30 de mayo y el 3 de junio, exactamente cuando Mir cumplía 78 años. A través de Manuel Ruíz Vila, quien en aquel entonces ocupaba la responsabilidad de subdirector de la Casa del Caribe, conocimos que como parte del homenaje que se brindó a Mir, se exhibió un video que contenía un diálogo sostenido con Alberto Bass, presidente del Colegio de Artistas Plásticos de República Dominicana, quien fue portador del mismo. En el citado video, Mir daba las gracias por la invitación cursada por el Comité Organizador del Festival del Caribe, explicaba las razones de su ausencia, a la vez que declamaba varios de sus poemas. Se recuerda por Ruíz Vila, que Mir mantuvo durante años una comunicación fluida con la Dirección de la Casa del Caribe. Dos años después, en 1993 y en homenaje al 80 aniversario de Mir, se realizó por Radio Arte, productora de programas dramatizados de la Radio Cubana, un docudrama seriado, de cuatro programas, con 25 minutos cada uno, los cuales recogen parte de su fecunda estadía en Cuba y de su obra literaria. Los coautores del docudrama, Ernesto Pérez Shelton y Eduardo Yasells Ferrer, incluyeron grabaciones de Mir leyendo varios de sus poemas, así como entrevistas a Ángel Augier, quien llegó a establecer fuertes vínculos intelectuales y amistosos con su colega

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dominicano y otros entrañables amigos de la Cadena Oriental de Radio, como fueron Wilfredo Rodríguez Cárdenas y Antonio Pera, actor y locutor, respectivamente. La musicalización del docudrama correspondió al cantautor Augusto Blanca, uno de los fundadores de la Nueva Trova Cubana junto a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros. Fue un gran privilegio cultural para los oyentes cubanos haber escuchado la voz de Mir mediante la declamación de poemas de su autoría, entre otros, el dedicado al Comandante del Ejército Rebelde, Camilo Cienfuegos –el Señor de la Vanguardia como lo calificara el Comandante en Jefe Fidel Castro en honor a su inteligencia y valor durante la guerra de liberación– quien tuvo que ver con las expediciones de junio de 1959.

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a relación que se forjó entre Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba y presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), entre los años 1961 y 1985, en que cesa por enfermedad, falleciendo el 16 de julio de 1989 y Pedro Mir, ha sido valorada como de hermanos, por el poeta Carlos Martí Brenes, quien ocupó altas responsabilidades en esa organización, hasta ser su presidente, desde el año 1998 hasta el 2007. Expone Martí que: Guillén y Mir tenían un pensamiento común, una conciencia común, ambos defendían con orgullo la condición de caribeños. Los dos eran grandes humanistas. Mir fue una presencia constante y notable en la UNEAC a partir de la fundación de esta institución en 1961, a través de Nicolás Guillén. Pedro Mir es y será un nombre fundamental en la literatura caribeña y en especial de República Dominicana.53

Desde que se conocieron, tanto Guillén como Mir, voces esencialmente altas del canto latinoamericano, no dejaron de tener entre sus prioridades y preocupaciones políticas, literarias e históricas, a los pueblos del Caribe. Así fue a lo largo de la vida de ambos. 53

Testimonio ofrecido al autor por Carlos Martí Brenes, quien fue presidente de la UNEAC entre los años 1998 y 2008. Abril de 2013, La Habana. 73

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En el «Contracanto a Walt Whitman», escrito en Cuba y publicado en Guatemala, en el año 1952, Mir reafirma su condición de caribeño, haciendo resaltar, en pocas palabras, su sentido de pertenencia, su madurez ideológica y política, al decir: Yo, un hijo del Caribe, precisamente antillano: producto primitivo de una ingenua criatura borinqueña y de un obrero cubano, nacido justamente y pobremente, en suelo quisqueyano.

No puede haber duda alguna de cómo, desde su arribo a Cuba en 1947, Mir se vinculó estrechamente con figuras provenientes de la cultura cubana, de filiación marxista. Dos ejemplos cimeros fueron el propio Nicolás Guillén y Ángel Augier. Nunca se separó de ellos ideológicamente, tanto en Cuba como después de su regreso a República Dominicana. Mir defendía la necesidad objetiva de lograr la unidad y la identidad de todos los pueblos del Caribe. Sobre esto último refirió de manera hiriente, pero con objetividad: «Visto desde la mentalidad del colonialista inglés, el Caribe sí es una identidad: las islas que constituyen fuentes de explotación».54 Por su parte, la obra poética de Guillén referida al Caribe es vasta. Fue uno de los primeros escritores cubanos en llevar a la literatura el tema de nuestra región. Ello se puede observar en libros como West Indies Ltd, calificado por dicho autor como «el monumento a la unidad antillana, Por el mar de Las Antillas, anda un barco de papel» o poemas como «El Caribe», contenido en el libro El Gran Zoo. 54

Manuel González Bello. «Un hombre del Caribe, precisamente antillano». Revista Bohemia, agosto 17 de 1979, La Habana.

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En lo que particularmente concierne a la amistad entre Guillén y Mir, se debe tomar como uno de los puntos de partida la visita que le hiciera el dominicano al cubano, en una noche del mes de septiembre de 1948, aunque no se debe obviar la hipótesis de que las estrechas relaciones de Juan Bosch y Nicolás Guillén, surgidas desde 1939 en La Habana, hayan propiciado unos u otros acercamientos de Mir con el poeta cubano y viceversa. El día 19 del mes mencionado, Mir le envía a Guillén una extensa carta referida a la conversación que ambos habían sostenido en casa de este último.55 Ya antes se habían encontrado, según Mir, cuando Guillén le expresó, en una céntrica calle de La Habana: «Le debo un poema a Santo Domingo, pero yo no veo la lucha de ese pueblo». Tal expresión de Guillén parece haber sido el centro de la conversación en el hogar del poeta camagüeyano, al decir Mir en su misiva: «Yo fui a convencerte de que el pueblo dominicano sí lucha», a la vez que formulaba consideraciones acerca de la difícil situación que atravesaba su patria y precisando que cuando cualquier dominicano se destacaba en la lucha democrática frente a la férrea dictadura trujillista, tenía como disyuntiva, inmolarse o escapar al exilio. Al exponer que todos esos hombres estaban sometidos a contingencias individuales, como parte de un pueblo que tenía, como otros, héroes y traidores, Mir reflexionaba sobre los dominicanos que salían al exilio, perseguidos por la dictadura. Razonaba cómo ellos debían enfrentar la lucha por la existencia, en un país extraño, asumiendo una u otra actitud, en la cual iba siempre la cuestión dominicana, con más o menos honradez. «Enjuiciar la actitud de cada quien no significa, en ninguna forma, enjuiciar la causa dominicana», le acota Mir a Guillén. Carta de Pedro Mir a Nicolás Guillén, fechada en La Habana, en septiembre 19 de 1948. Documento existente en el Archivo Personal de Nicolás Guillén que se encuentra en el Instituto de Literatura y Lingüística, José Antonio Portuondo Valdor. La Habana, Cuba.

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En la carta, reflejo de puntos de vista o de contradicciones superables en cuanto a criterios –como sucedió en la práctica– , Mir no omite la posibilidad de que si se cerraran todas las puertas en el orden de la lucha dominicana, se buscaría ayuda: «Ahora iremos donde Nicolás Guillén […] Quizás Nicolás se haga a nosotros. Y quizás, por nosotros, se haga a la fiebre popular dominicana. Así, tal vez, sintió la fiebre haitiana por Jacques Roumain». Aquí se refiere Mir a la amistad, basada en preocupaciones comunes, que se forjó entre Guillén y Roumain, alrededor de la realidad de Haití, en la década de 1940. La carta de Mir a Guillén, es portadora de una certera visión antimperialista, escrita por un patriota que no pierde tiempo en proclamar los sacrificios de su pueblo y la necesidad de aunar fuerzas de dentro y de fuera, para romper las cadenas a las que estaba atado por la dictadura trujillista y por la dominación económica, política y militar de Estados Unidos. Habla de la resistencia de su pueblo, por diferentes vías y medios, luchando en las peores condiciones. En la carta, Mir ofrece sus opiniones sobre los criterios de Guillén en cuanto a evitar el sentimentalismo en la lucha frente a la dictadura dominicana y que esa lucha fuera encabezada por un verdadero líder dominicano. Al referirse a esto último, y con gran optimismo, Mir le dice a Guillén: «Y aquí entre nosotros: quizás alcances a verle –se refiere al líder dominicano referido– la estrella roja, rebelde y antillana, que gira y arde en el fondo de sus pupilas». No cabe duda alguna que aquellos puntos de vista cruzados entre Guillén y Mir, con respecto a la realidad dominicana, no pueden estar separados de las condiciones políticas, sociales y económicas que prevalecían en aquellos momentos históricos en que se hace la carta de Mir, tanto en Cuba como en República Dominicana. Ni Cuba era libre y mucho menos soberana, en un contexto en que predominaba

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el latrocinio, la corrupción y el analfabetismo del pueblo, mientras la República Dominicana estaba bajo una feroz dictadura y amarrada de pies y manos a los grandes intereses de Wall Street. Cuanto Mir expone en su carta sobre la tragedia que asolaba a su pueblo, evidenciaba sus amplios conocimientos en relación con las causas que la generaban. De modo particular, en la carta de Mir se aprecia, además de una innegable cultura política y filosófica, una redacción vigorosa, a veces con giros molestos o airados al no encontrar en su país, en aquellos momentos, las condiciones para transformar la situación reinante. Cuanto redactó de manera consciente y respetuosa, nos permite valorar al hombre de fuerte personalidad y de empeños decididos. De una manera simplista, alguien pudiera identificar el contenido de la carta de Mir a Guillén, como un rompimiento de la relación basada en profundas convicciones. Sin embargo, fue lo contrario. Muchos ejemplos existen de aquella relación forjada en medio de las luchas de clases, de la discriminación racial y de intereses comunes como revolucionarios-poetas. Al testimonio ofrecido por el poeta Carlos Martí, al principio de este capítulo, se puede sumar aquella carta de Guillén a Juan Bosch, de fecha 29 de noviembre de 1976, en que le insiste dar «[…] muy cordiales saludos y recuerdos a los amigos de por allá, y de manera especial al grande y modesto y sencillo y puro Pedro Mir». ¡Cuánta grandeza de Guillén sobre Mir, en sólo dos líneas!56 Lo anterior viene a confirmar la sincera y leal amistad entre Guillén y Mir, forjada a lo largo de muchos años de identificación 56

Archivo Personal de Nicolás Guillén, que se encuentra en el Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor. Carta de Nicolás Guillén, dirigida a Juan Bosch quien se hallaba en Santo Domingo, República Dominicana. Tiene fecha 29 de noviembre de 1976.

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plena en ideales de carácter social y político; de ágil y fructífera comunicación e intercambios en cuestiones relacionadas con la poesía comprometida con las aspiraciones de las clases más humildes y la lucha contra el capitalismo, tanto en Cuba como en República Dominicana. De igual forma, entre ambos existió una comunión lógica de intelectuales comprometidos con una causa, y una forma creativa de interpretar y valorar la cultura de nuestra región. Un antecedente poco conocido sobre la postura de Guillén con respecto a la dictadura trujillista, es recogido en la biografía del poeta cubano confeccionada por el periodista y escritor Joaquín G. Santana, quien fue uno de sus principales colaboradores.57 En la visita que Guillén realizara a Haití, adonde llegó el 5 de septiembre de 1942 y fue recibido por su amigo, el prestigioso intelectual haitiano Jacques Roumain, el cubano fue visitado, en la pensión donde vivía y sin previo aviso, por el embajador dominicano en dicha nación, quien manifestó a Guillén el interés de que visitara la República Dominicana. Al notar que la invitación quedaba sin la respuesta esperada, el diplomático le expresó a Guillén que no temiera represalia alguna estando en República Dominicana, por haber atacado antes a Trujillo, que no se debía preocupar por ello, acotando que, «[…] el Presidente lo perdonó hace mucho tiempo». Después –precisa Joaquín G. Santana– con disimulada ingenuidad, Guillén le preguntó al representante de Trujillo: «¿Está seguro que nada desagradable debo temer en su patria? Segurísimo –le contestó el Embajador. ¿Y qué hago si Trujillo me condecora? –le insiste Nicolás– Porque no sé dónde iba yo a meter la cara después que su 57

Joaquín G. Santana. Nicolás Guillén, Juglar americano, un poeta por la revolución. Editora Política, La Habana, 1989, pp. 175-176.

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Presidente me pusiera en el pecho la Cruz de Juan Pablo Duarte, por ejemplo, y me diera un abrazo y me soltara como perro en lata a corretear por el mundo». El diplomático, que era un cínico según el poeta, soltó una carcajada. Y el cubano, puesto de pie, lo despidió inmediatamente. Era el año 1942 y ya Guillén tenía bien definida su actitud política frente a la dictadura de Trujillo.

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ecordar a Pedro Mir durante el tiempo que permaneció en Cuba y sobre todo en su actividad laboral y profesional en el sector radial, resulta de sumo agrado para quien estas letras escribe, por haber sido un cercano amigo y compañero de labor en la Cadena Oriental de Radio, después que ésta fue trasladada a La Habana, en agosto de 1953, o sea, un mes después del asalto a la segunda fortaleza militar de la dictadura de Fulgencio Batista, el Cuartel Moncada, que dirigiera Fidel Castro Ruz, su compañero en la expedición de Cayo Confites. Personalmente, mucho pudiera escribir sobre Mir, aquel hombre de ideas progresistas, colaborador activo del movimiento clandestino, que luchaba en Cuba contra la dictadura de Fulgencio Batista. ¡Cuántas veces nos insistió en que contáramos con él, en cualquier circunstancia! Fue un amigo entrañable, que en aquellos días difíciles se nos acercaba y en voz baja se interesaba por conocer alguna información sobre el avance de la lucha armada revolucionaria contra la dictadura, en los diferentes frentes guerrilleros existentes en las montañas, o de las acciones llevadas a cabo por los combatientes clandestinos en las ciudades y pueblos.

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De esos vínculos inolvidables entre un ser humano ya curtido por las luchas sociales y un joven que comenzaba a transitar por ellas, muy presente tengo la fecha del 20 de mayo de 1955 en que Mir integró la comitiva –presidida por el actor Wilfredo Rodríguez Cárdenas– que recibió en la emisora Cadena Oriental de Radio al doctor Fidel Castro, al salir del llamado Presidio Modelo, de Isla de Pinos –después de 22 meses de prisión– junto a otros participantes en las acciones revolucionarias del 26 de julio de 1953, gracias a la presión de amplios sectores de la población. Aquel día 20 de mayo –con gran entusiasmo– tuvo el gesto, junto a otros dos compañeros, José Mederos Mestre y el propio Wilfredo Rodríguez, de presentarme a su compañero de la malograda expedición antitrujillista de Cayo Confites, quien después llegaría a ser el Jefe de la Revolución cubana. Para mí y cuando recién había cumplido los 16 años de edad, sería el compromiso definitivo con la lucha que se avecinaba contra el tirano. Qué pudiera decir de otros dos momentos en que, gracias a su intervención, salvó mi vida en medio de acciones clandestinas contra la dictadura. Lo hizo conmigo, como lo pudo hacer con otros. Aplicó siempre la serenidad acompañada de una gran firmeza, pero con valentía a toda prueba. En la primera oportunidad, se enfrentó de palabras, en mi defensa, a la Policía batistiana, mientras sus agentes me golpeaban brutalmente. Trató y logró, junto a otros periodistas, artistas y locutores, que no me asesinaran aquella tarde del 13 de marzo de 1957, en que se habían producido los asaltos al Palacio Presidencial para ajusticiar al tirano –lo que no pudo lograrse– y a la emisora Radio Reloj, en que por parte del presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, José Antonio Echeverría, mediante una locución, se llamó al pueblo a la sublevación. La segunda ocasión fue el 9 de abril de 1958, el día de la Huelga General Revolucionaria para derrocar al régimen que oprimía al país. Ese día se intentó asaltar la emisora Cadena Oriental de Radio en la

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que trabajábamos, por un comando revolucionario, al cual integraba quien escribe estas letras, salvándonos de una muerte segura, al estar las cabinas de transmisiones y los estudios de grabaciones tomados por policías fuertemente armados. Con un movimiento rápido e interponiéndose, detuvo nuestro paso, avisándonos a tiempo del peligro inminente que se presentaba. Cada día que pasaba, Mir se fue identificando, más y más, con el proceso revolucionario cubano. Ello tendría mucho que ver con su segunda salida de Cuba, ocurrida en agosto del año 1958. Los editoriales que redactaba para el noticiero de la emisora, por lo general, de una forma u otra, daban a conocer la realidad social que se presentaba en la mayor de Las Antillas. Tanto se había adentrado en esa problemática que sus ideales progresistas de siempre se fueron radicalizando en la medida que la lucha del pueblo cubano se incrementaba contra la dictadura en el poder. Era de suponer que sus editoriales fueran seguidos de cerca por los censores del régimen batistiano y por tanto, su detención, por parte de la Policía, no debía excluirse. Su vida podía peligrar. Cuando viajó hacia el exterior, no me fue posible despedirme de Mir, por habérseme indicado pasar a la más completa clandestinidad. Él se dirigió entonces a Estados Unidos y a México. En el primer país se vincula estrechamente con los exiliados dominicanos, reiterando el llamado a la unidad necesaria. Al mismo tiempo que organizaba recitales para recaudar fondos destinados a la lucha contra la dictadura trujillista, denunciaba el apoyo que brindaba a ésta la administración norteamericana. En Nueva York, trabajó directamente con los exiliados revolucionarios cubanos en el ramal del Movimiento 26 de Julio. Posteriormente, en México, prestó sus servicios como traductor al español de los idiomas inglés y francés, en la Universidad Autónoma de ese país, manteniendo firmes contactos con los grupos de dominicanos antitrujillistas allí radicados.

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A Mir lo recordamos en la Cadena Oriental de Radio, siempre elegante, vestido con traje y corbata, inquieto, de hablar pausado con excelente dicción, de fumar incesante, concentrado en su trabajo, respetuoso y respetado. Una interesante caracterización de Pedro Mir la realizó el periodista cubano Manuel González Bello, la cual se dio a conocer el 17 de agosto de 1979, en la revista Bohemia. El periodista cubano escribió: «Este hombre mueve sus manos como si las palabras estuvieran en el aire y él quisiera atraparlas con sus dedos. A veces da la impresión de que su cuerpo resulta pequeño para albergar tanta pasión, tanta alegría, tanta vida».58 En varias oportunidades vimos a Mir acercarse a los ventanales del piso 12 del edificio habanero en el cual se hallaba nuestra emisora, mirando hacia el ancho mar, hacia el horizonte. A veces le preguntaba, otras no, ya que él trataba de aislarse de todos en aquellos momentos. Lo cierto es que no olvido aquella mañana fría del mes de enero de 1958 en que, abrazándome y con los ojos aguados, me dijo: «Estoy pensando en los míos». Lo miré fijamente, y con un gesto amable, y sin decir palabra alguna, me marché del lugar dejándolo solo. Pienso que lo agradeció. Habían pasado, entonces, once años de separación de cuanto había dejado en República Dominicana: su patria, sus dos hijos y una parte de su familia. No se debe olvidar que Pedro era el mayor de los diez hermanos, 2 varones y 8 hembras. Todos vivían en República Dominicana, excepto su hermano Luis, que residía en La Habana. En una tarde de finales del mes de marzo de 1958 y quizás presagiando los días que se aproximaban hasta desencadenarse en Cuba los hechos revolucionarios del 9 de abril de 1958 y en cuyo acontecimiento este autor participaría formando parte de una de las jefaturas que se organizaban, me llegó a decir: «¿Sabes una cosa? –Le contesté preguntándole– ¿De qué se trata? Es que quiero que 58

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sepas que te tengo como a mi hijo cubano. Sólo deseo que te cuides mucho de cualquier peligro». Lo miré sorprendido por lo que me había dicho. Él me extendió su mano derecha y sólo me expresó: «¿Estás de acuerdo?» Fue entonces cuando, lejos de estrechar su diestra, le di un fuerte y emocionado abrazo. Mir, esa persona a quien tanto admiré, era tan amistoso como solidario, lo cual constaté con muchos compañeros. En mi caso y en un momento determinado, cuando supo de la difícil situación económica por la cual estaba atravesando, no dudó un segundo en hablar con el Jefe de la Contabilidad en la Cadena Oriental de Radio, logrando para mí y a su lado, una contrata de auxiliar. Por si ello fuera poco y cada vez que le era posible, entregaba a Wilfredo Rodríguez o a mí, parte de su salario quincenal como aporte a las finanzas del Movimiento 26 de julio. Era un verdadero ejemplo de ser humano.

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a última vez que vi a Mir fue en la primavera de 1983, en Santo Domingo. Entonces, como miembro del Comité Organizador del IV Congreso de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC), debí cumplir el acuerdo de constituir, en la República Dominicana –y en otros países de la región– el Comité Gestor de ese evento, con vistas a su celebración en la ciudad de Bayamo, Cuba, en septiembre del año citado. En los días en que coincidimos en Santo Domingo, incluyendo en visita a su hogar, me percaté de cómo conservaba el dinamismo de cuando lo conocí, su amor por Cuba, su interés en saber de sus amistades cubanas y de sus viejos compañeros de trabajo, entre estos, Wilfredo Rodríguez Cárdenas, su gran amigo y jefe del movimiento clandestino en la Radio y la Televisión, quien depositó en él la mayor confianza en las acciones clandestinas que se organizaban o realizaban en las distintas emisoras radiales de la capital, o en los canales de televisión. En aquella estancia en Santo Domingo, caminé con Mir por las calles de la Zona Colonial, sintiéndole muy cerca cuando de analizar los problemas de la América Latina se trataba. Comprobé, a pesar de tantos años sin hablar con él, su invariable humanismo y el reflejo de esa cualidad en su obra poética, enmarcada en el antiimperialismo.

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Con su modestia, siendo Poeta Nacional de la patria de Juan Pablo Duarte, acudió a la reunión convocada el 29 de abril de 1983, en el Museo Nacional de Historia y Geografía, para constituir el Comité Gestor de la ADHILAC, ocupando un asiento como cualquier otro y aceptando formar parte de la citada organización de historiadores. Allí se encontraban también Emilio Rodríguez Demorizi, Juan Bosch, Roberto Cassá, Emilio Cordero Michel, José Chez Checo, Luciano Castillo, Pedro Santiago, Félix Calvo, Jaime Domínguez, Carmen Durán, Kelva Pérez, María F. González, José Collado, Leónides Sánchez y Rubén Silié.59 Nacido el 3 de junio de 1913 en San Pedro de Macorís, República Dominicana, cerca del ingenio azucarero Cristóbal Colón, donde su padre cubano trabajaba como mecánico industrial, Mir hubo de fallecer, para ser recordado siempre, el 11 de julio del año 2000. Pocos años antes de fallecer, escribía a su apreciada amiga cubana Gloria Ramos: «Por ahora no me siento con ánimos de viajar como no sea al país del que nunca se vuelve y al que la mayoría de las gentes con quienes compartí la vida se han marchado antes que yo. Y al referirse a esto último, o sea, a la muerte, añadió… creo que debe ser placentera, aunque tengo adoración por la vida».60 Si de algo no cabe duda alguna, es que Mir estuvo siempre acompañado de su gran optimismo, de su amor ilimitado por su patria y de un infinito respeto a su pueblo que tanto lo admiró. Hubo razones suficientes para que su nación estuviera de luto. Sus obras, por disímiles razones, perdurarán como patrimonio de Documentos sobre la ADHILAC y su fundación en Cuba. En archivo personal del autor. 60 Carta de Pedro Mir, dirigida a Gloria Ramos, fechada en Santo Domingo, República Dominicana, el 29 mayo de 1993, la cual se recoge en el libro Guantánamo en Pedro Mir, del autor Ernesto Pérez Shelton, publicado por la Editorial El Mar y la Montaña, Guantánamo, año 2009, pp. 30-31. 59

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toda Latinoamérica y el Caribe. Mir, el profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Santo Domingo dejaba, al morir, títulos de la envergadura de Apertura a la Estética (1974) y Fundamentos de Teoría y Crítica de Arte (1978), entre otros. Su poesía, como él la definió en Cuba, fue hija del exilio y tiene germen inspirador en la historia de su pueblo. En ella retoma el sentimiento de Betances, Hostos, Duarte y Martí. Su tránsito por la vida, en medio de no pocas dificultades y de largos años de exilio, nunca lo condujeron al desaliento. Fue un intelectual de infinitas convicciones patrióticas. Sus experiencias lo llevaron a tener una visión exacta de la problemática social y política de su patria, la cual se puede calificar como de sorprendentes dimensiones. Sin lugar a dudas, la poesía de Mir, como su narrativa, ensayos y artículos, adornados con su maravillosa prosa, encierran su actitud consecuente, tanto política como revolucionaria, de bella expresión lingüística, en la que las ideas se fortalecen con la palabra adecuada. Era, por sobre todas las cosas, un poeta luchador por la libertad de su patria, maestro de varias generaciones de estudiantes y literatos. Verdaderamente, Pedro Mir equivale, para República Dominicana, lo que Nicolás Guillén para Cuba; Pablo Neruda, para Chile; Rubén Darío para Nicaragua; Federico García Lorca, para España, o Alejandro Pushkin, para Rusia. Por encima de todo estaba la vocación caribeña de Mir, de lo que se sentía profundamente orgulloso. No pocas veces, al referirse a ello, reiteraba que era hijo de cubano, de madre puertorriqueña y nacido en República Dominicana, significando la integración, la sangre que coincidía en su cuerpo de tres procedencias caribeñas.

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Carta enviada por Pedro Mir a Nicolás Guillén, fechada en La Habana, el 19 de septiembre de 1948.

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Foto tomada en el piso 12, del Retiro Odontológico, donde se hallaba la emisora Cadena Oriental de Radio, donde aparece, entre otros, Pedro Mir y el autor. Mes de marzo de 1958.

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onocí al Che Guevara a mediados de 1959. Estaba rodeado de un aura de leyenda que en este país no había conocido nadie más que Máximo Gómez. Y no es poco decir donde, a través de las luchas históricas, se había destacado tanto brillante extranjero. En América Latina el trabajo de la libertad ha sido siempre una tarea común. Y Cuba ha sido siempre una especie de taller latinoamericano y hasta mundial en gran escala. Por eso no es extraño que el camino de América entronque con esta faena cubana y que sus grandes héroes encabecen la gran epopeya del mundo nuevo. Sin embargo, la Historia, la exigente, exige su tributo. Ese tributo ha sido pagado con creces. Y con gallardía. Aunque no sin lágrimas. Mi encuentro con el Che se debió a una circunstancia especial. Yo había escrito un libro afortunado en 1949, «Hay un país en el mundo», en el cual configuraba cierto vaticinio para mi propio país. No tenía nada que ver con Cuba pero, por ese inexplicable destino de las palabras que tan bien conocieron los dadaístas, o quién sabe por qué extraña sustancia de las ideas, algunos vocablos, la Sierra, la marcha de Oriente a Occidente, la lucha por la tierra, encajaban

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Artículo de Pedro Mir, referido a su entrevista con el comandante Ernesto Che Guevara y publicado en la revista Casa de Las Américas, año VIII, No. 47, marzoabril 1968, La Habana, Cuba, dedicada al Congreso Cultural de La Habana, pp. 95-97. 103

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verbalmente en la situación cubana con mucho mayor justeza que con la dominicana, en cuya Geografía como tampoco en su Historia, no se justificaba plenamente ese tratamiento. El libro había sido escrito en Cuba después de un hartazgo de experiencias cubanas profundamente impresionantes porque yo acababa de llegar al país. Pero mis versos eran versos nostálgicos y mi corazón sobrevolaba el Paso de los Vientos. Fue mi amigo Wilfredo Rodríguez Cárdenas quien me introdujo. Wilfredo había sido un luchador destacado en la dura clandestinidad de La Habana y sus responsabilidades lo vinculaban muy estrechamente con el Che. Aquello que en mis versos tenía un alcance limitado y concreto le había parecido a Wilfredo un anuncio remoto de lo que luego ocurrió en Cuba. Me era difícil aceptarlo, pero mi amigo hablaba de la unidad del proceso histórico latinoamericano y me juraba que las fronteras eran un convencionalismo y a veces un atropello. Claro, para mí lo más importante era el Che y así llegamos a su despacho, sin que mi visita hubiese sido solicitada y menos anunciada. Allí se sentía el fragor de la epopeya. En los rostros, en el aroma de los rifles, en el trabajo de colmena. El Che se anunció con el tronido de las botas de campaña que parecían de un gigante moderno. Yo tenía la imagen subjetiva del intelectual asmático y delicado. Especie de lirio del combate. De llovizna de la victoria. Pero quien apareció daba por el contrario o tal vez por contraste una idea de corpulencia y de fuerza, de sanidad y de seguridad y de serenidad, que invadía el contorno y lo disparaba hacia el blanco definido. Wilfredo abrió el libro en la página indicada y se lo extendió al Che explicándole que había querido presentarme a él por el soplo augural que él encontraba en mis versos. Mi situación era sumamente incómoda. Pensaba y repensaba yo las palabras con las que debía inclinarme ante sus hazañas. Temía, como ahora, tocar el tema sin la debida compostura verbal e histórica. El Che se acomodó en su asiento y pasó sus ojos por aquellas páginas, envuelto en el humo de su inmenso tabaco. Yo hubiera querido evadirme sin dar explicaciones. Pero en ese momento […]

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—Yo lo conozco a usted -me dijo. —¿A mí? -respondí yo, olvidando la elegancia de mi proyectado discurso. —Conocí su poesía y oí hablar mucho de usted en casa de una amiga común, doña Elenita de Horst, en Guatemala […]

En efecto. Durante el Gobierno de Arbenz yo conocí a esta dama generosa que me colmó de atenciones. Era la clásica hada buena de los cuentos. En su casa, una hermosa casa con un bello jardín donde el clima guatemalteco hacía fantasías eternamente primaverales, me reuní yo con intelectuales y recité mis versos. Su esposo que era extranjero, asistía a aquella semibohemia revolucionaria sin entusiasmos, pero sin reparos. Era gente de gran vestir, no sólo en sus maneras, sino hasta en su pensamiento. El Che llegó a Guatemala después de mi partida en 1953. Y allí encontró él también la mano tendida y generosa, porque la casualidad no mide la estatura […] Evocamos, pues, los comunes recuerdos y me anunció la visita próxima de Doña Elenita que vendría, un poco maternalmente, a ver a su antiguo huésped con el uniforme guerrillero. Luego, la conversación derivó hacia los acontecimientos dominicanos. Poco se sabía en aquellos momentos del destino de los expedicionarios del 14 de junio. Pero yo vi, en unos de esos silencios que el Che diseminaba por todo su rostro, que mis vaticinios, por aquel entonces, no se materializarían. Acabo de ver, en una nota de la revista Casa, que un antiguo revolucionario que se pasó a las filas de los enemigos, refiere que el encuentro entre el comandante Guevara y el ex-presidente Arbenz fue reticente, debido a que Arbenz no se acordaba de él. Claro que se trataba de una invención de menor alcurnia. Pero yo tengo un recuerdo que me vino a la imaginación al ver la mencionada nota. Doña Elenita me pidió por aquellos días una copia especial de mi «Contracanto a Walt Whitman», que se editaba entonces, a fin de presentárselo personalmente a la esposa de Arbenz. Era un gesto noble más de esta generosa dama. Yo preparé con mis propias

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manos esta copia que llegó a su destino. Doña Elenita me informó que mi trabajo había sido acogido con gran cariño y que el propio Presidente lo había ponderado. Es claro que cuando me invitaron a una recepción en Palacio yo me prometí un feliz intercambio de palabras con Arbenz. Pero ocurrió como en la anécdota del tirano paraguayo Luis Carlos López cuando visitó a Napoleón III con gran despliegue de caballos. Se trataba de una recepción popular en ocasión del aniversario de la Revolución y todo el pueblo asistía a ella. Yo estreché la mano del Presidente, que era entonces la figura más alta de nuestras luchas continentales, poniendo especial cuidado al pronunciar mi nombre. Pero el Presidente permaneció intocado y se volvió hacia el próximo huésped. Mi primer pensamiento se dirigió a las calidades del «Contracanto» aunque más tarde, más filosóficamente, comprendí que él nunca vió el libro ni oyó pronunciar el nombre de su autor. Todo había sido una amorosa leyenda de mi bienhechora. Y también una muestra más de sus preocupaciones maternales. ¡Quién sabe qué mensajes de reconocimiento por parte de Arbenz recibió el Che, que había abandonado su remota Argentina para darse entero a la lucha que libraba entonces Guatemala y que Arbenz nunca envió! Porque la generosidad tiene estos achaques y habrá ocasiones en que se considere que una palabra de estímulo puede mover montañas. El hecho fue que las montañas se movieron sin esas palabras. Pero no se puede descartar que desempeñaran su papel. Y claro, esto puede haber flotado en el encuentro a que se refiere el relato malintencionado que he mencionado. Pero la Historia no se puede reducir a dimensiones tan microscópicas. Aquella llama que Arbenz contribuyó a iluminar en las calles guatemaltecas, fue recogida por el Che Guevara y plantada en los más recónditos puntos del Hemisferio. Todo lo demás es pura filfa. Y si algunos espíritus mediocres tratan de reducir su grandeza a dimensiones callejeras, el intento es ridículo. Porque en él y precisamente para definir su grandeza, estamos representados,

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cuidados y engrandecidos, los hombres modestos y sencillos de toda Latinoamérica. Y sus mujeres generosas. Mi breve contacto con el Che Guevara me dio esa lección. No fui yo quien pronunció las loas. Fue él quien me hizo ascender a sus alturas. A su lado me sentí dignificado, reconocido, mecido por nubes de epopeya. Comprendí que él proyectaba a los demás su propia grandeza y los hacía participar de ella. Y cuando hace unas dolorosas semanas, conocí las circunstancias de su caída, uno de los hechos que más recónditamente repercutió en mi corazón, fue el de que a su lado, sucesivamente, habían caído varios hombres que se sacrificaron para rescatar su cuerpo. Es posible que estos hombres murieran antes que él si, como parece comprobado, el Che fue aniquilado posteriormente. De todos modos, lo que sí me parece hondamente significativo es que a su lado otros hombres grandes, expresaron la grandeza del Che ofrendando limpiamente sus vidas. Y no creo que haya un lenguaje que pueda reemplazar a éste cuando se trata de un héroe universal.

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Pedro Mir ante la escalinata y la estatua del Alma Mater de la Universidad de La Habana, año 1976.

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Constancia gráfica del momento en que Pedro Mir es entrevistado por la emisora Radio Habana Cuba. año 1976.

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En la instantánea se observa a Nicolás Guillén, en el extremo derecho, seguido de Juan Bosch y, al centro con traje oscuro, Pedro Mir. Guillén arribó a Santo Domingo invitado a los festejos por el 70 Aniversario de Bosch.

Foto en que aparecen Pedro Mir y su hermano Luis, durante la visita de este último a República Dominicana en el año 1988.

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Texto de la carta enviada por el autor a Pedro Mir, con fecha 16 de julio de 1988.

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Opiniones de Pedro Mir sobre algunos de sus antiguos compañeros en la Cadena Oriental de Radio, recogidas por el investigador Ernesto Pérez Shelton, durante su estancia en Santo Domingo, año 1999.

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Fotocopia de la cubierta del folleto «Hay un país en el mundo», considerado como una obra maestra en el campo de la poesía latinoamericana y en la que Mir reafirma la existencia de su patria dominicana y el derecho de su pueblo a la vida.

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Libros de la autoría de Pedro Mir que se encuentran en la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, Cuba

Hay un país en el mundo […] La Habana, 1949. Tres leyendas de colores: Ensayo de interpretación de las tres primeras revoluciones del Nuevo Mundo. Santo Domingo, 1969. Apertura a la Estética, Santo Domingo, 1974. El gran incendio: Los balbuceos americanos del capitalismo mundial. Santo Domingo, 1974, II edición. Poemas de una isla y de dos pueblos. La Habana / Casa de las Américas, 1974. Las raíces dominicanas de la doctrina de Monroe. Santo Domingo, 1974, I edición. La gran hazaña de Limber y después de otoño. Santo Domingo, 1977. Hay un país en el mundo: Poema gris en varias ocasiones. Santo Domingo, 1977. Cuando amaban las tierras comuneras. México, 1978, I edición. Poemas de buen amor y a veces de fantasía. Santo Domingo, 1978, II edición. Tres leyendas de colores: Ensayo de interpretación de las tres primeras revoluciones del Nuevo Mundo. Santo Domingo, 1978, II edición. Viaje a la muchedumbre. México, 1978, III edición. La noción de período en la historia dominicana. Santo Domingo, 1981.

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Rolando Álvarez Estévez

Hay un país en el mundo y otros poemas de Pedro Mir. Santo Domingo, 1982, I edición. El gran incendio: Los balbuceos americanos del capitalismo mundial. Santo Domingo, 1984, III edición. Las raíces dominicanas de la doctrina de Monroe. Santo Domingo, 1984, II edición. Hay un país en el mundo. Santo Domingo, 1987.

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Listado del Fondo Pedro Mir en la Biblioteca de la Casa de las Américas

Hay un país en el mundo [...] Pedro Mir. -- [2. ed.]. -- México, D. F. [s.n.], 1955, p. 39. Hay un país en el mundo y ó momentos de esperanza / Pedro Mir. -- Santo Domingo: [s. n.], 1962, p. 59 Contracanto a Walt Whitman; canto a nosotros mismos / Pedro Mir. -- 2 ed. -- Santo Domingo: Brigadas Dominicanas, 1963, p. 45. Una escala en mi diario: Donde aparece la gloria / Pedro Mir. Casa de las Américas. La Habana, Vol. 8, no. 47, (mar.-abr., 1968), pp. 95-97. Tres leyendas de colores: ensayo de interpretación de las tres primeras revoluciones del Nuevo Mundo / Pedro Mir; prólogo Rafael Altamira. -- Santo Domingo: Nacional, 1969, p. 298. Poemas de buen amor y a veces de fantasía / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Nuevo Mundo, 1970, p. 28. El gran incendio: Los balbuceos americanos del capitalismo mundial / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1970, p. 161. Viaje a la muchedumbre / Pedro Mir; selección y prólogo de Jaime Labastida. -- México, D. F. Siglo XXI, 1972, p. 127. Apertura a la Estética / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1974, p. 261. Viaje a la muchedumbre / Pedro Mir; selección y prólogo Jaime Labastida. -- 2. ed. -- México, D. F. Siglo XXI, 1975, p. 15.

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Rolando Álvarez Estévez

El huracán Neruda: Elegía de una canción desesperada / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Taller, 1975. Las dos patrias de Santo Domingo: Tesis acerca de la historia de la división política de la isla en dos naciones / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Cultural Dominicana, 1975, p. 67. Hay un país en el mundo / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Taller, 1977, p. 29. Cuando amaban las tierras comuneras / Pedro Mir. -- México, D. F. Siglo XXI, 1978, p. 332. Fundamentos de teoría y crítica de arte / Pedro Mir. -- Santo Domingo: UASD, 1979. 267 páginas 22 cm. Notas bibliográficas, pp. 251-258. ¡Buen viaje, Pancho Valentín!: Memorias de un marino / Pedro Mir; ilustraciones Guillo Pérez. -- Santo Domingo: [s.n.], 1981, p. 144. El derecho de los pueblos [...] Casa de las Américas. La Habana Vol. 22, no. 129, (nov.-dic., 1981), p. 22. Hay un país en el mundo y otros poemas / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Taller, 1982, p. 127. Homenaje a Pedro Mir / Pedro Mir. -- Santo Domingo: Biblioteca Nacional, 1983, p. 113. Hay un país en el mundo / Pedro Mir; ilustraciones de José Perdomo; introducción Marianne de Tolentino. -- Santo Domingo: Taller, 1987, p. 33. La Estética del soldadito / Pedro Mir. -- Santo Domingo: UASD, 1991, p. 400. Poesías (casi) completas / Pedro Mir. -- México, D.F : Siglo XXI, 1994, p. 214. There is a country on the world/ Pedro Mir. Callaloo, Virginia Vol. 23, no. 3 (summer, 2000), pp. 850-857. El Pacto / Pedro Mir. -- Santo Domingo: [s.n.], 2002, p. 16. Poesía [grabación sonora] / Pedro Mir; presentación Jaime Augusto Shelley. [México, D.F.] : UNAM, 1972. Poesía [grabación sonora] / Pedro Mir. La Habana: Casa de las Américas, 1980.

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Índice onomástico

A

C

Acosta Matos, Eliades 36-37 Allende, Salvador 20 Almonte Pacheco, Gonzalo 37 Alou, Magaly 43 Aput Eybaiter, Ibrahim 44 Arbenz, Jacobo 53, 105-106 Arguedas, José María 68 Argueta, Manlio 66 Arvelo, Tulio H. 33, 51 Augier, Ángel 25-27, 69, 74 Avellaneda, Marcial 43

B Báez, Mauricio 12, 33, 37 Bass, Alberto 69 Batista, Fulgencio 38, 46, 83 Batista, Julio 44 Baudelaire, Charles 44 Betances, Ramón Emeterio 93 Blanca, Augusto 70 Boccanegra, Jorge Alejandro 67 Bosch, Juan 12, 17-19, 25, 32, 34, 37, 43, 55, 75, 77, 92, 110 Burgal Ramírez, Micaela 17, 36

Caamaño Deñó, Francisco 55 Cabral, Manuel del 19, 59 Calderón, Manuel 33 Calvo, Félix 92 Campillo Pérez, Julio Genaro 59 Cardenal, Ernesto 68 Cardoso, Onelio Jorge 60 Carpentier, Alejo 54 Cassá, Roberto 13 92 Castillo, Luciano 92 Castro, Manolo 33 Castro Ruz, Fidel 32, 34, 37-38, 60, 70, 83-84 Céspedes Espinosa, Luis F. 19 Chez Checo, José 92 Cienfuegos, Camilo 70 Collado, José 92 Cordero Michel, Emilio 37, 92

D Dalton, Roque 68 Darío, Rubén 44, 60 Deligne, Gastón F. 19 Despradel, Arturo 33

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Diego, Eliseo 68 Domínguez, Jaime 92 Duarte, Juan Pablo 92-93 Ducoudray, Félix Servio 33 Ducoudray, Juan 33, 51 Durán, Carmen 92

E Echeverría, José Antonio 84

F Fernández Domínguez, Tomás 55 Fernández Retamar, Roberto 27, 65 Fiallo, Antonio 59 Fiallo y Cabral, Fabio F. 59-60 Franco, Pericles 33

G García Lorca, Federico 93 García Lorenzo, Orlando 28 García Márquez, Gabriel 68 Germán, Francisco Medardo 37 Gómez, Máximo 33-34, 46, 61, 103 Gómez Ochoa, Delio 12, 37 González, María F. 92 González, Otto-Raúl 66 González Bello, Manuel 74, 86 Graña González, Ángel 31 Grau San Martín, Ramón 33 Grullón, Ramón 33 Guevara, Ernesto Che 52-56, 103, 104-107 Guillén, Nelson 32

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Guillén, Nicolás 12-13, 25-27, 60, 65, 68, 73-79, 93, 96, 110 Guiteras, Antonio 33

H Henríquez, Francisco Alberto 12 Henríquez, Enrique Cotubanama 33 Henríquez Vásquez, Francisco 33 Hernández, Miguel 27 Hernández Franco, Tomás 19 Hernández Santana, Manuel de Jesús (Pipí) 12, 36-37 Horst, Elenita de 105-106 Hostos, Eugenio María de 93 Hugo, Víctor 44

I Incháustegui Cabral, Héctor 19 Isa, Minerva 19

J Jimenes Grullón, Juan Isidro 12 Jiménez Moya, Enrique 38 Joyce, James 44

L Labastida, Jaime 117 Lara, Omar 66 Leal, Eusebio 60 Lezama Lima, José 68

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Pedro Mir en Cuba

Liz, Alexis 33 López, Luis Carlos 106 Loynaz, Dulce María 68

N Neruda, Pablo 20, 93 Núñez Jiménez, Antonio 31

M Maderne, Feliciano 33 Mainardi Reyna, Virgilio 33 Martí, José 46-47, 60, 93 Martí Brenes, Carlos 73, 77 Martínez, Pablo 12 Martínez Pírez, Pedro 67-68 Masferrer, Rolando 33, 37 Massetti, Jorge Ricardo 54 Mederos Mestre, José 84 Mejías del Castillo, Ramón Emilio (Pichirilo) 32, 34, 38 Mena, Miguel D. 18 Mendoza, América 17 Mesejo García, Carmen 51, 55 Milanés, Pablo 70 Mir Burgal, Pedro Celestino (Pipe) 17, 23 Mir Mendoza, Lilia Marina 23 Mir Mendoza, Luis 35 Mir Mendoza, Luis Emilio 17, 23, 44, 55-56 Mir Mesejo, Carlos Pedro José 51 Mir Mesejo, Celeste 51 Mir Mesejo, Geraldine 51 Mir Ramírez, Hugo Fernando 24 Mir Ramírez, Luis Pedro 24 Mir Valentín, Lilia Marina 17 Mir Valentín, Pedro Julio 17 Mirabal (hermanas) 19 Mirabal, Pablito 37 Moreno Jiménes, Domingo 19

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O Oliva, Oscar 66

P Paz, Milán 56 Pera, Antonio 70 Perdomo, José 118 Pérez, Guillo 118 Pérez, Kelva 92 Pérez Dámera, Genovevo 33, 35 Pérez Shelton, Ernesto 35, 52, 56, 69, 92, 113 Portuondo, José Antonio 67, 75, 77 Pou García, Francis 33, 37 Pou Saleta, Poncio 37 Poutou Gaulhiac, Lidia (Titín) 41 Proust, Marcel 44 Pushkin, Alejandro 93

Q Quesada, Roberto 24, 42

R Ramírez de Arellano, Estela 24 Ramonet, Ignacio 38 Ramos, Gloria 45, 52, 92

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Rimbaud, Arthur 44 Riverend, Julio Le 60 Rodríguez, Silvio 70 Rodríguez Cárdenas, Wilfredo 53, 70, 84, 87, 91, 104 Rodríguez Demorizi, Emilio 92 Rodríguez García, Juan 33-34, 37 Romualdo, Alejandro 66 Roumain, Jacques 65, 76, 78 Ruíz Vila, Manuel 69

S Sánchez, Leónides 92 Sandino, Augusto César 33 Santana, Joaquín G. 24, 78 Santiago, Pedro 92 Santos Moray, Mercedes 42-43 Shelley, Jaime Augusto 118 Silié, Rubén 92

T Tolentino, Marianne de 118 Troncoso Sánchez, Pedro 59 Trujillo Molina, Rafael Leonidas 12, 20, 27, 31-33, 35-37, 55, 78-79

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U Ureña de Henriquez, Salomé 19

V Valentín Mendoza, Vicenta 17 Vargas, Mayobanex 37 Vecino Alegret, Fernando 60-61 Verne, Julio 44 Viau, Jacques 65 Vicini, Juan Bautista 17 Voltaire, François Marie Arouet, llamado 24

W Whitman, Walt 68 Wood, Salvador 44

Y Yasells Ferrer, Eduardo 69

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Vol. IX Vol. X Vol. XI

Vol. XII Vol. XIII Vol. XIV

Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944. Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944. Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945. Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945. Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947. San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1946. Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R. Lugo Lovatón, C. T., 1951. Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y notas por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951. Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846-1850. Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947. Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949. Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América. Escrita en holandés por Alexander O. Exquemelin, traducida de una famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A. Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor R. Lugo Lovatón, C. T., 1953. Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956. Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957. Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García Roume, Hedouville, Louverture, Rigaud y otros. 1795-1802. Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. XV

Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. Vol. XVI Escritos dispersos. (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XVII Escritos dispersos. (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XVIII Escritos dispersos. (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXIX Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXX Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXI Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. Fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.

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Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii. Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al castellano e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XL Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLI Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLII Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLIII La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLIV Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546). Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLV Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLVI Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLVII Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población. Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLVIII Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I. Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLIX Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II, Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. L Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LI Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LII Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

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Vol. LIII Vol. LIV Vol. LV Vol. LVI Vol. LVII Vol. LVIII

Vol. LIX

Vol. LX

Vol. LXI

Vol. LXII Vol. LXIII Vol. LXIV Vol. LXV

Vol. LXVI Vol. LXVII Vol. LXVIII Vol. LXIX Vol. LXX Vol. LXXI

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008. Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008. Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2008. El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2008. Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

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Vol. LXXII

De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXV Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVI Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXI Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIII Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido, Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIV Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez, Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXV Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXVI Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXVII Historia de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIX Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XC Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCI Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado, Santo Domingo, D. N., 2009.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. XCIII

Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVI Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVII Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVIII Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIX Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. C Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. CI Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. CII Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas. María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. CIII Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CIV Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CV Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CVI Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CVII Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios, 19832008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CVIII República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas. J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CIX Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CX Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXI Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.

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Vol. CXII

Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIII El exilio republicano español en la sociedad dominicana (Ponencias del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010). Reina C. Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta de la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIV Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXV Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVI Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVII Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen Durán. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVIII Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril. Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIX Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXX Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Paulino, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXI Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIV Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXV Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos). Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVI Años imborrables (2da ed.) Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino Ramos,

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edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (1944-1948). Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I, Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari DramaniIssifou, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVII La caña da para todo. Un estudio histórico-cuantitativo del desarrollo azucarero dominicano. (1500-1930). Arturo Martínez Moya, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVIII El Ecuador en la Historia. Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia, 1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXL Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLI Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIII Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIV Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLV Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVI Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVII Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVIII De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIX Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011.

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Vol. CL

Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida. Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CLI El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de 1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CLII Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CLIII El Ecuador en la Historia (2da ed.) Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLIV Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854). José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLV El Salvador: historia mínima. Varios autores, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLVI Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chantada, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLVII La telaraña cubana de Trujillo. Tomo I. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLVIII Cedulario de la isla de Santo Domingo, 1501-1509. Vol. II, Fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLIX Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLX Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXI La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXII El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944. Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXIII Historia de la caricatura dominicana. Tomo I. José Mercader, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXIV Valle Nuevo: El Parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano. Constancio Cassá, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXV Economía, agricultura y producción. José Ramón Abad. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVI Antología. Eugenio Deschamps. Edición de Roberto Cassá, Betty Almonte y Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVII Diccionario geográfico-histórico dominicano. Temístocles A. Ravelo. Revisión, anotación y ensayo introductorio Marcos A. Morales, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVIII Drama de Trujillo. Cronología comentada. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.

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Vol. CLXIX

La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 1. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXX Drama de Trujillo. Nueva Canosa. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012 Vol. CLXXI El Tratado de Ryswick y otros temas. Julio Andrés Montolío. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXII La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 2. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIII La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 5. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIV La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 6. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXV Cinco ensayos sobre el Caribe hispano en el siglo xix: República Dominicana, Cuba y Puerto Rico 1861-1898. Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVI Correspondencia consular inglesa sobre la Anexión de Santo Domingo a España. Roberto Marte, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVII ¿Por qué lucha el pueblo dominicano? Imperialismo y dictadura en América Latina. Dato Pagán Perdomo, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVIII Visión de Hostos sobre Duarte. Eugenio María de Hostos. Compilación y edición de Miguel Collado, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXIX Los campesinos del Cibao: Economía de mercado y transformación agraria en la República Dominicana, 1880-1960. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXX La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 3. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXI La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 4. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXII De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): el proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo). Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXIII La dictadura de Trujillo (1930-1961). Augusto Sención Villalona, San Salvador-Santo Domingo, 2012. Vol. CLXXXIV Anexión-Restauración. Parte 1. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXV Anexión-Restauración. Parte 2. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXVI Historia de Cuba. José Abreu Cardet y otros, Santo Domingo, D. N., 2013.

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Vol. CLXXXVII Libertad Igualdad: Protocolos notariales de José Troncoso y Antonio Abad Solano, 1822-1840. María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXVIII Biografías sumarias de los diputados de Santo Domingo en las Cortes españolas. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXIX Financial Reform, Monetary Policy and Banking Crisis in Dominican Republic. Ruddy Santana, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXC Legislación archivística dominicana (1847-2012). Departamento de Sistema Nacional de Archivos e Inspectoría, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCI La rivalidad internacional por la República Dominicana y el complejo proceso de su anexión a España (1858-1865). Luis Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCII Escritos históricos de Carlos Larrazábal Blanco. Tomo I. Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIII Guerra de liberación en el Caribe hispano (1863-1878). José Abreu Cardet y Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIV Historia del municipio de Cevicos. Miguel Ángel Díaz Herrera, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCV La noción de período en la historia dominicana. Volúmen I, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVI La noción de período en la historia dominicana. Volúmen II, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVII La noción de período en la historia dominicana. Volúmen III, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVIII Literatura y arqueología a través de La mosca soldado de Marcio Veloz Maggiolo. Teresa Zaldívar Zaldívar, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIX El Dr. Alcides García Lluberes y sus artículos publicados en 1965 en el periódico Patria. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CC El cacoísmo burgués contra Salnave (1867-1870). Roger Gaillard, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CCI «Sociología aldeada» y otros materiales de Manuel de Jesús Rodríguez Varona. Compilación de Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CCII Álbum de un héroe. (A la augusta memoria de José Martí). 3ra edición. Compilación de Federico Henríquez y Carvajal y edición de Diógenes Céspedes, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CCIII La Hacienda Fundación. Guaroa Ubiñas Renville, Santo Domingo, D. N., 2013.

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Colección Juvenil Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII

Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007. Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo Domingo, D. N., 2007. Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2009. Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps (siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010.

Colección Cuadernos Populares Vol. 1 La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. 2 Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. 3 Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó.Santo Domingo, D. N., 2010.

Colección Referencias Vol. 1 Archivo General de la Nación. Guía breve. Ana Féliz Lafontaine y Raymundo González. Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. 2 Guía de los fondos del Archivo General de la Nación. Departamentos de Descripción y Referencias. Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. 3 Directorio básico de archivos dominicanos. Departamento de Sistema Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2012.

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Pedro Mir en Cuba. De la amistad cubanodominicana de Rolando Álvarez Estévez se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editora Búho, S. R. L., en noviembre de 2013, Santo Domingo, R. D., con una tirada de 1,000 ejemplares.

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