Prodigiosas palabras jóvenes

Prodigiosas palabras jóvenes Prodigiosas palabras jóvenes Leganés a José Hierro EL LIBRO Irás naciendo poco a poco, día a día. Como todas las cosas

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Prodigiosas palabras jóvenes

Prodigiosas palabras jóvenes Leganés a José Hierro

EL LIBRO Irás naciendo poco a poco, día a día. Como todas las cosas que hablan hondo, será tu palabra sencilla. A veces no sabrán qué dices. No te pidan luz. Mejor en la sombra amor se comunica. Así, incansablemente, hila que te hila. José Hierro

Edita: AYUNTAMIENTO DE LEGANÉS LEGACOM COMUNICACION S.A. Dirección Editorial: Manuel Hidalgo González Coordinación Técnica: Concejalía de Educación Equipo técnico de Apoyo a la Escuela Este libro ha sido posible gracias a la Colaboración de: • Los Institutos de Educación Secundaria de Leganés: Arquitecto Peridis, Butarque, E. Tierno Galván, Gabriel Gª Márquez, Isaac Albéniz, José de Churriguera, Julio Verne, Juan de Mairena, Luis Vives, María Zambrano, Octavio Paz, Pablo Neruda, Salvador Dalí, Siglo XXI • Centro de Poesía “José Hierro” • Francisca Aguirre • Blanca Andreu • Joaquín Benito de Lucas • Francisco Brines • Pureza Canelo • Fina De Calderón • Ángel García López • Félix Grande • Elsa López • José Mª Pérez- Peridis • Antonio Porpetta • Manolo Romero Diseño y maquetación: José María Rivero Pilar Imprime: Gráficas Urgel, S.L. Depósito legal: M–24874–2008 Portada: Peridis

Queda prohibida, salvo excepción prevista por la ley, la reproducción (elecrtónica, química, mecánica, óptica de grabación o de fotocopia), distribución, comunicación pública y transformación de cualquier parte de esta publicación –incluido el diseño de cubierta– sin la previa autorización escrita de los titulares de la propiedad intelectual y de la editorial.

Indice Presentación de Rafael Gómez Montoya

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Presentación de Fina Calderón

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I.E.S. Octavio Paz

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Francisca Aguirre

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I.E.S Salvador Dalí

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Blanca Andreu

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I.E.S. Siglo XXI

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Joaquín Benito

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I.E.S José de Churriguera

26

Francisco Brines

28

I.E.S. María Zambrano

30

Manolo Romero

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José Hierro

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I.E.S. Julio Verne

36

Fina de Calderón

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I.E.S Arquitecto Peridis

40

Pureza Canelo

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I.E.S Enrique Tierno Galván

44

Félix Grande

47

I.E.S Juan de Mairena

48

Ángel García Lòpez

50

I.E.S Luis Vives

52

Elsa López

54

I.E.S Isaac Albéniz

56

Antonio Porpetta

59

I.E.S Gabriel García Márquez

60

I.E.S Pablo Neruda

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José María Pérez (Peridis)

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I.E.S Butarque

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Prólogo Estimados lectores y lectoras: Es un placer para mí presentar la tercera publicación que, desde el Ayuntamiento de Leganés, se dedica a algunos de los grandes poetas contemporáneos. Con la colaboración de reconocidos autores de la literatura de nuestro país y la participación fundamental de los estudiantes de Secundaria y Bachillerato, Blas de Otero y Ángel González cuentan ya con dos singulares homenajes en forma de libro. En esta ocasión, Prodigiosas palabras jóvenes hace un recorrido de ida y vuelta por la poesía de José Hierro. Los alumnos y alumnas de los institutos públicos de nuestra ciudad se han acercado hasta los versos de este poeta madrileño, los han hecho suyos y los han reinterpretado a través de diferentes manifestaciones artísticas. Así, literatura, dibujo y fotografía se dan la mano en un libro que no sólo homenajea la figura poética de José Hierro sino que demuestra cómo sus palabras son altamente inspiradoras y capaces de sugerir nuevas formas de expresión entre los más jóvenes. La poesía de José Hierro, tan comprometida como íntima, huye siempre del artificio por lo que conecta a la perfección con el lenguaje que manejan nuestros estudiantes. Su poema El libro, es un claro ejemplo de esta sencillez en las formas: Irás naciendo poco/ a poco, día a día./ Como todas las cosas/ que hablan hondo, será/ tu palabra sencilla./ A veces no sabrán/ qué dices. No te pidan/ luz. Mejor en la sombra/ amor se comunica./ Así, incansablemente,/ hila que te hila. Esta publicación nos acerca, con ese mismo espíritu de naturalidad, a una de las voces más personales de la lírica española de la segunda mitad del siglo XX. Perteneciente a una generación que sufrió las heridas de la guerra civil, su creación poética es, entre otras cosas, una respuesta al acoso de la libertad. Los estudiantes que se han paseado por su obra han comprendido la esencia de muchos de sus versos y han sido capaces también de trasmitirnos a nosotros, los lectores, su particular visión del mundo poético de este autor que nos hacen sentir tan cercano. Como alcalde de Leganés me siento orgulloso de la participación de los jóvenes en iniciativas como ésta que contribuyen, sin ninguna duda, a la difusión del arte y la literatura así como al reconocimiento de las grandes figuras poéticas de nuestro tiempo. Reciban un afectuoso saludo y disfruten de la obra.

Rafael Gómez Montoya Alcalde de Leganés

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José Hierro José Hierro, Pepe Hierro… ¡Mi inolvidable poeta! ¡Mi gran amigo! Creo estarlo viendo en sus últimos años con su balón de oxígeno como una mochila colgada a la espalda. Parecía el estudioso colegial que abandonó la clase cuando todavía tenía tanto que decirnos. Hacía tiempo que yo le tenía ganas a este poeta de mi especial querencia, tan dilecto que, al encontrarme en una sala donde él estuviera, no podía apartar la vista de su cabeza de bonzo, de su cráneo a los Aristóteles, ese Aristóteles a quien su profesor de gimnasia apodó Platón, más aún por la anchura de sus hombros que por la de su frente. Yo también sabía que esa frente de José Hierro, juvenil aunque arada por los pensares, albergaba no pocas vicisitudes que, bajo su fuerte coraza, latía un corazón cálido y herido tocado de zozobra. ¿Qué más sabía o intuía de este madrileño-cántabro? Sospechaba que su forma mercurial, que le hacía ser testigo, le hurtaba y le transformaba en virtud de los demás. “Yo soy mercurio, -me parecía oírle decir- pero a fuerza de trasvasarme en las mil formas de mi prójimo, a la hora de encontrar su reciprocidad, a mí solo me queda lo que yo le he dado”. ¡Qué personalidad tan tremenda es necesaria para no perderse sino hurtarse; para hacer donación de sí mismo sin abandonarse, sin tomarse camaleónico para preservarse! Dar con un poeta tan rotundo, tan pleno de humanidad y de generosidad sin límite, tan total, es reconfortante. Inspira confianza, porque no defrauda. Es íntegro, es sólido. Se manifiesta estoico ante la resolutiva piedra, dura y sorda –a la que tanto se remite como símbolo de imperturbable presencia-, la “piedra” y el “viento” que él llama su reino, impasibles presencias a las cuales no deja, sin embargo, de dirigirse:

“El viento no escucha. No escuchan las piedras, pero hay que hablar, comunicar, con las piedras, con el viento”.

El poeta se pregunta incesantemente si su mensaje sirve para algo, si trasciende los localismos y la vida. Porque sabe que nada se estrena, que la primera vez sólo existe en quien así la experimenta. Estrenar es subjetivo. Nada es nuevo. Para entender bien el deseo del poeta de cambiar el desorden, la injusticia o la incongruencia, pienso que hay que trasladarse a su infancia y adolescencia, transcurridas en Santander, a la vista de un mar inconmensurable, de creación siempre plena de colores vitales, conmovedores a la vez que inconmovibles. El mar es una clave ineludible en la obra de Hierro. Es testigo y cómplice de las circunstancias críticas y simultáneas capaces de dejar huella en cualquier persona; se trata del duro combate de un niño que crece sin entender qué ocurre y, luego, con la Guerra Civil entorno, acabando de marcarle. José Hierro debió pasarse mucho tiempo cuestionándose ante el mar, cuya función socrática de cara a sus incertidumbres es

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fácil de adivinar. No sólo debió avasallarle con nuevas preguntas para responder a su curiosidad, sino que le dejó la impronta de estar interrogándose siempre. A José Hierro le denominan “poeta-testigo” mientras él afirma que es “testimonio”. ¿No es así? Seguro que si se lo pudiera preguntar ahora, me contestaría con estas palabras que ya dijo en otra ocasión: “En mi caso comprendo que no he sabido abstraer. No he actuado como testigo sino, a lo más, por mi afán de verdad no apoyada en fuertes alas creadoras, como “testimonio”, como suceso vivo para más sagaces testigos”. Ese “apoyarse en fuertes alas creadoras”, es lo que se entendió como estética, siendo la ética la experiencia personal que, por ser tan clara, fluye con palabras diarias, como él mismo asegura: “Prefiero la palabra cotidiana, cargada de sentimiento, reducida a los puros huesos, sobria y de ternura simulada”. Y es normal que así sea, porque él, que está aplicando siempre la sabiduría de “primum vivere, deinde philosophare”, sabe que los ornamentos, a veces, son recursos, pero no imprescindibles. Para otros poetas la melodía puede nacer de unos acordes sin los cuales no hubiera conseguido siguiera surgir sola, pura, la melodía. José Hierro es puente levadizo siempre tendido para permitir el acceso y salvar el obstáculo del foso. Él ha estado levantando acta con su testimonio para compartir y prevenir. Azogue en presencia del tiempo reditivo, se declara impotente para renovar nada ante la aliteración: ha testimoniado de la guerra, y sigue habiendo guerra. Ha testimoniado del hambre, y sigue habiendo hambre. Ha testimoniado de la desesperación, la injusticia, la incertidumbre,… y la rueda sigue girando y nadie pone remedio. Declara nostálgico:

“Tu destino era incendiar el leño reseco. Pero no hay leño sin hacha, hacha sin hachero. Voz de fuego, entiéndelo. voz de fuego”.

El estilo de Pepe Hierro es coherente con su metem-psicosis y distingue su voz entre las demás. Afirma: “… y quién fui que yo no sé. Y quién fue el que ha vivido instantes que yo recuerdo ahora”. Uno de los mayores requerimientos de esta poesía la protagoniza el tiempo, el tiempo en sí mismo, con su iteración inexorable: tiempo pasado, inadvertido pero irrecuperable, desaprovechado, poco sentido o excesivamente respirado, tiempo ajeno confundido con el propio, no nombrado, insuficiente, exhaustivo… Otras veces, le embarga un pesimismo vital que le lleva a considerar a la muerte como victoriosa. Así lo expresa en el soneto-epílogo de “Cuadernos de Nueva York” titulado “Vida”, en el que los conceptos “vida”- “muerte” están simbolizados por las palabras “todo”-“nada”. Oigámoslo:

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“Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada”.

Es pertinaz su afán por ratificarse en la medida de intentar cambiar las causas y ser meramente portavoz de los efectos, su empeño en querer justificar el tiempo vivido, como si no lo hubiera vivido él, como si lo hubiera vivido únicamente a través de los demás o de las cosas que le inspiran y fuerzan a escribir; como si sólo hubiese sido espectador y se arrepintiera de su papel de testimonio, porque tal papel le ha hurtado importantes momentos de su propia vida. ¡Cuántos tiempos en el tiempo de José Hierro!: el tiempo pendiente, el tiempo huido, el tiempo subjetivo, el tiempo fusionado, el tiempo precipitado, anhelante, cuando revive, como en una instantánea, lo que ha sido su vida. Exclama:

“Hierro contra hierro, (olvida, Dios mío, recuerda: su nombre, su edad, profesión nombre del padre y la madre…)… murallas, candados. Hierro contra hierro, iba recordando”.

¡José Hierro, Pepe Hierro! Protagonizó más de uno de mis “Miércoles de la Poesía” en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Me lo concedió con toda sencillez, lejos de él cualquier aire de superioridad. Intercambiamos datos y fechas. Le pregunté mil cosas (¡no sé cómo me aguantó!). Entre otras, hablamos sobre su estancia en las cárceles. Aún transcurridos algunos años, el recuerdo de su encarcelamiento (como si de un sueño se tratara), permanecerá latente en él. No olvidemos su emotiva y entrañable “Canción de cuna para dormir a un preso”. Decía Hierro: “De la Poesía no se vive (…) Nunca he vivido de la literatura, sino que he vivido para la poesía”. Y es que es poeta por excelencia y la poesía, su medio de expresión. De ella, afirmaba: “Es el instrumento con el que digo lo que no se puede decir, es una herramienta extraordinaria para captar lo inefable”. ¡Tantos y tantos recuerdos que se fueron impresionando en mi retina como un preciado material para aquel “Miércoles de la Poesía” que se celebraría con gran éxito el 11 de enero de 1.989! Rápidamente, se fue incrementando mi amistad con él, y desde entonces, múltiples encuentros con el poeta. Citaré, por ejemplo, aquel día en que fuimos los dos a Getafe con motivo de la inauguración del Teatro García Lorca. El Ayuntamiento nos envió su coche. Recuerdo no haberme reído tanto en tan pocos kilómetros. Ese día recibí un cariñoso insulto. Al llegar, me dice Pepe: – “Mira, como tenemos tiempo suficiente, enfrente hay un bar. Vamos a esperar ahí”. – “¿Con malas intenciones, Pepe? – le pregunté. Se echó a reír. Entramos, saluda al camarero y le encarga: – Dos “chinchones”, por favor y ¿tú Fina? – Para mí, agua. Respuesta inmediata de Pepe: – “¡Asquerosa!”.

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Su conferencia, colosal, como todas las suyas. Alabó la mía con su generosidad habitual hasta quedar “inflada como un pavo real” porque me premió con un: – “Muy bien, muy bien, doña Pepa”. He podido comprobar varias veces la sensibilidad del poeta y le he visto hasta llorar, al regresar de Méjico, por la muerte de Octavio Paz. Viajero incansable por España y el extranjero, nunca reparaba en acudir tanto al sitio de más prestigio como al más humilde con ocasión de dar alguna conferencia, para lecturas poéticas o para formar parte de jurado de premios literarios. ¿Cuál fue mi sorpresa al verle llegar un día en San Sebastián de los Reyes para asistir a una conferencia mía cuando ya no se encontraba bien del todo? ¡Qué acto tan grande de amistad! Naturalmente, no le faltó mi homenaje en mi Cigarral del Ángel en Toledo, que reúne anualmente a gran número de poetas. Fechas inolvidables. Pepe, pintando en los manteles de papel colocados debajo de los platos originales dibujos, aprovechaba todo lo que tenía a su alcance para su pintura: las hojas, las hierbas, el café o el mismo vino… Porque Pepe, ya lo sabemos, era también genial como pintor, muchas veces caricaturizándose a sí mismo. Uno de sus motivos constantes eran también las barcas. Yo poseo en mi casa verdaderas joyas artísticas, dibujos, dedicatorias ilustradas, de las que me enorgullezco, y que irán a formar parte de una Fundación Fina de Calderón que, en un futuro, si Dios quiere, está prevista. ¡Vida intensa la suya que se vería recompensada con multitud de premios que ustedes tendrán en la memoria: el Nacional de Poesía, el Nacional de la Crítica, el de la Fundación Juan March, el Príncipe de Asturias, el Nacional de las Letras Españolas y el Reina Sofía de Poesía Española e Hispanoamericana. Merecidísima la concesión en 1.998 del Premio Cervantes en Alcalá de Henares que le consagrará como poeta entre los poetas. Para tal evento, tuve la suerte de estar en la misma fila que su familia. Discurso espléndido de Pepe. Vi al Rey feliz por otorgarlo a un poeta tan relevante. A la salida de la sala, aparecieron Rey y Pepe, ambos cogidos de la mano de la nietecita formando un trío enternecedor. ¿Su familia? Todos entrañables. Su mujer, Lines, sus hijos y nietos, cariñosos y sensibles. Su hija Margarita, ¡inolvidable Margarita! Su nieta Tacha, digna sucesora de aquella que con tanto virtuosismo y profesionalidad dirige el Centro de Poesía Pepe Hierro en Getafe. No puedo olvidar aquella tarde en el que el poeta acudió al Teatro Alcázar para ver bailar a la más pequeña de sus nietecitas, Hortensia, y tuvo el amable gesto, al estar el aforo lleno, de cederle un asiento al lado suyo a mi nieto Antonio. ¡Pepe Hierro! ¡José Hierro! En el anhelo está la anáfora permanente, está la insistencia, el reclamo. Reiteradamente todo, como los ciclos mar-vida que nadie puede inventarse. Eterno retorno que parece hacerle un pícaro guiño al albedrío humano:

“Torres del pan matinal que cocieron los siglos. Torres que fue madurando el ocaso. Salían del sueño… O entraba él al sueño… O acaso no había soñado…” Fina de Calderón

Ángel García López • Antonio Porpetta • Elsa López • Joaquín Benito • Manolo Romero • Paca Aguirre • Félix Grande • José Mª Pérez (Peridis) • Pureza Canelo • Francisco Brines • Blanca Andreu • Fina De Calderón • Lukasz Arkadiusz • Soraya Villarreal • Sergio Doblas • Silvia Cerro • Elena Seco • Juan A. Negrillo • Patricia Marín • Carolina Carrasco • Irene Montero • Inés Beltrán • Blessin Laura Nduka • David Campos • Neli Nevado • Alicia Fernández • Daniel Peregrina • Marta Jiménez • Laura Juárez • María Crespo • Alicia García • Karen Santos • Sergio Santiago • Yolanda Ortiz • Santiago Lomas • Jaime de la Casa • Paula Vázquez • Alberto Cabañas • Alicia Blázquez • Esther Pérez • Irene Fernández • Damaris Silvana Leneschmit • Daniel Gallego • Jose Manuel Ramírez • Ángel García López • Antonio Porpetta • Elsa López • Joaquín Benito • Manolo Romero • Paca Aguirre • Félix Grande • José Mª Pérez (Peridis) • Pureza Canelo • Francisco Brines • Blanca Andreu • Fina De Calderón • Lukasz Arkadiusz • Soraya Villarreal • Sergio Doblas • Silvia Cerro • Elena Seco • Juan A. Negrillo • Patricia Marín • Carolina Carrasco

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Pensamiento de amor Dejé un instante de pensarte. Había

sucedido algo en ti cuando volviste. José Hierro Soraya Villarreal 4ºB IES Octavio Paz

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Oración en Columbia University Bendito sea Dios, porque inventó el silencio, y el chirrido de la chicharra, José Hierro

Lukasz Arkadiusz 4ºA IES Octavio Paz

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El 6 de octubre de 1942 mi padre fue ejecutado en la Prisión de Porlier Decía Pepe Hierro: “Paca, ¿te acuerdas de aquel verso de Neruda “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos?” Querido Pepe, qué mal entonces tuvimos tú y yo. Yo, servidora, como a menudo me sueles corregir, tuvo un entonces de lo peorcito. Qué le vamos a hacer, hermano, “nadie elige su amor”, ha dicho don Antonio. Nadie elige tampoco su infancia. Casi nadie elige el dolor, y menos todavía en el tiempo de las sorpresas, en el tiempo de los milagros súbitos, en aquel tiempo en que la mañana se estiraba como un acordeón y algunos días,  cuando queríamos recordar, ya no quedaba tarde y nos teníamos que ir a la cama después de una mañana larguísima, tan larga que nos había durado hasta la noche. Qué año, Pepe, aquel de tu Quinta del 42. Cómo dudábamos del porvenir entonces, tú empezando a hacer versos, yo empezando a hacer vida. Qué mal año aquel año cuarenta y dos. Pero ya ves, hermano, todo pasa y, como decía Machado, todo queda: han quedado tus versos y mi infancia: tu Quinta del 42 jugando al corro con mis doce años, “agáchate y vuélvete a agachar”, seguro, Pepe, que si hubieses andado cerca, te habríamos acercado a aquella niña: “Baronesa, ¿qué hace usted agachada en ese rincón?”, seguro, Pepe, segurísimo, lástima que no lo supieses en aquel interminable mil novecientos cuarenta y dos.

Francisca Aguirre, De Espejito, espejito. Universidad Popular José Hierro. San Sebastián de los Reyes, 1995

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Reportaje Desde esta cárcel podría verse el mar, seguirse el giro José Hierro

Sergio Doblas 2º B IES Salvador Dalí

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Viento de otoño Hoy da el otoño suelta a sus manadas. ¿No sientes a lo lejos sus pisadas? José Hierro

Silvia Cerro 2º A IES Salvador Dalí

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León de sal Cuando te vistes de seda gris y finges ser un lago que balancea veleros como una vieja dama que agita suavemente sus collares me conmueves, océano, viejo gigante de ojos de niño te pareces al león de mi alma cuando la domestico para que en vez de incendio encuentre gloria te pareces al león de mi alma cuando quiere ser ciervo océano.

Blanca Andreu

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Las nubes Inútilmente interrogas. Tus ojos miran al cielo. José Hierro

Juan A. Negrillo 1º Bto CCSS. IES Siglo XXI

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Caballero de otoño, dama de invierno, señorita de primavera y dueña y señora de verano.

Al tiempo de caer sobre duro cemento la primera capa de los grandes, el caballero, enfundado en su color marrón, llega a las puertas del número olvidado de la calle sin nombre y llama tres veces, repitiendo la contraseña que sólo una vez ha escuchado: Septiembre, Octubre y Noviembre. Quién si no la criada, cansada, abre la puerta y suspirando, deja tras de si el último rayo de calor y tranquilidad. –Pase– dice, y sin más dilación, un huracán malhumorado cruza el umbral dejando la puerta abierta para que la soledad, bendita soledad, abandone el hogar. Se sienta a tomar café y al pronunciar inconscientemente la palabra “nubes”, los ojos de la casa se llenan de eternidad. Su pelo, escasas hojas secas que caen cuando camina, se mueve con el vuelo de su chaqueta al andar. Pasado algún tiempo, la criada, enfundada en un chal y saboreando uno de los frutos robados al caballero marrón, escucha de nuevo el sonido del timbre, algo agrietado por el frío y algo tímido por las lágrimas que resbalan por los cristales que lo rodean. Se oye pronunciar la contraseña, esta vez diferente: Diciembre, Enero y Febrero. Con gran resignación y a pasos temblorosos, se acerca a la puerta y abre, pues la contraseña es correcta. Escoba en mano, se dirige al salón donde esperan ser barridas todas las hojas muertas que tres meses antes comenzaban a perder la vida en ese mismo lugar. Una vez limpia la tarima, la criada vuelve al recibidor donde aguarda una mujer de cierta edad que llora con amargura y tiñe sus ropajes de gris, igual que el cielo Lloverá a intervalos, según la dama de piel albina dicte. Capas y más capas cubrirán a la criada que, paciente, se prepara algo de comer caliente. Tras meses sin ver la luz de la luna a causa de los augurios de frío reflejados en nubes color plomo, el timbre tortura los oídos de la criada una vez más, con la excepción de que ahora ella está inmersa en un estado de nerviosismo producido por la inminente llegada de la viva señorita de ojos celeste, pelo rojo encendido cual amapola y vestido verde como la hierba del jardín de detrás que un día existió. Goteras y demás vestigios de agua, hielo y frío son reparados en un parpadeo y entonces la tercera contraseña suena detrás del portón: Marzo, Abril y Mayo. Un torrente nacido hace poco ha llegado montaña abajo, junto al río que vuelva a despertar tras su letargo.

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Se instala en la casa con su mirar traicionero y su sonrisa encendida de juventud. Criada, pañuelo en mano, maldice por lo bajo los rayos de sol mentirosos que esa pelirroja trae consigo. Intentará salir al jardín y oler las flores que han nacido, pero le resulta imposible, la alergia se lo impide. Cada mañana tiene un despertar a voz de trinos proveniente de una bandada de pájaros que han migrado hacia cielos más cálidos. –Si yo pudiera volar como vosotros… se me rompieron hace tiempo las alas de papel… – dice la criada. Al fin, el último de sus inquilinos trimestrales se ha ido, y con él, los dueños de la casa: el señor, banquero, adinerado, con su habitual traje marrón y su habitual aburrimiento, podrido por dentro. La dama, depresiva, apagada, se sienta sola, es gris y fría, sin vida, pero bella, congelada en el tiempo. Y la hija, ser detestablemente alegre y mentirosa como la que más, siempre vestida de verde. Rumbo a la playa se despiden diciendo: cuida la casa, ay de ti si pasa algo y ni una visita en nuestra ausencia, criada. Lo que ellos no saben es que desde el inicio del calor verdadero hasta su final, la Dueña y Señora de la casa no es otra que la susodicha criada.

Elena Seco Barrero 1º Bto CCSS. IES Siglo XXI

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Del mar cantábrico

A José Hierro

Tiene del mar Cantábrico la brisa, de La Montaña, la melancolía, el movimiento con que el viento envía sus ráfagas de luz a la Cornisa. Deja vivir en paz, vive deprisa, conoce del dolor y la alegría y testimonia en cada melodía lo que ve, lo que toca, lo que pisa. Anda como si huyera sin destino, pero sus pasos saben el camino y va derecho siempre a cualquier parte. Conoce los placeres de la vida, su sufrimiento, su punzante herida que restaña, indulgente, con el Arte.

Joaquín Benito de Lucas Del libro El haz de la memoria, Córdoba, Ed. Caja Sur, Colección “Los Cuadernos de Sandua, 2008”.

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Carolina Carrasco 2º B IES José de Churriguera

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A José Hierro Ahora sí, ahora te entiendo sin palabras, un simple verso mudado en una brisa dorada, que me envuelve y tira de mí hacia un mundo de piedra perlada. Me siento por tu sabiduría arrastrada; envidio a aquel café que, paciente y escoltado por pluma y hoja, acompañaba. Navego entre olas de negra tinta, ondulantes crestas endemoniadas, que siempre brillarán en tu ausencia arco iris de lágrimas reflejadas. Un día aquella luz de vida incendiada por el tosco humo fue apresada, y aunque la corporeidad se evaporase siempre tu memoria será recordada.

Patricia Marín Morales 1º A Bto IES José de Churriguera

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Mi libro Insistencias en Luzbel está dedicado a José Hierro. Escojo un poema de la primera parte, “Entendimiento de una experiencia”, para que testimonie mi presencia en este homenaje colectivo que, en su casa, le hacen al gran poeta y queridísimo amigo. ENTENDIMIENTO DE UNA EXPERIENCIA Así le dieron nombre al Regresado: unos, el Muerto; y aquellos que aguardaban todavía la revelación oscura del secreto, el Callado. Con la raíz del ojo seca mira el Muerto la muerte de la luz, el lento crecimiento del inocente: el tiempo. Quiere mirar la oscuridad, y así en las noches del invierno atisba, detrás de las tinieblas, el mundo que ha de estar, pues yace en todo olvido lo olvidado. Allí recobra el ser, pues borra el cuerpo.

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Quiere acechar las voces de los hombres: su materia, no las palabras. Él sabe que la voz sólo es hueco. Hiende una densidad, y fatiga un olor, recobra el paladar con la desgana: viene del mundo un esplendor modesto. Y obligada, y servil, despierta la memoria, y con ella la vida de aquel llamado Lázaro. Simulacro, o espectro: ya no un hombre. Y el engaño, de nuevo. Un modesto esplendor, pues el futuro carece de esperanza o de inquietud; es tan sólo el presente que persiste. Ahora vuelve a ignorar, pero no hay ignorancia, pues vale igual saber que no saber. Hay una realidad: el mudo sueño de los breves sentidos. Él calla, pues conoce que su injusto regreso está también vacío de significación. Vive desde la carne, mas no dicha. se sabe, con tristeza, invulnerable.

Francisco Brines de Insistencias en Luzbel

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De Alegría Llegué por el dolor a la alegría. Supe por el dolor que el alma existe. José Hierro

Inés Beltrán 2ºA Bto IES Mª Zambrano

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Homenaje a José Hierro (1922-2002) Como la mar eclipsante y perpetua que te pierdes y te quejas entre el vacío del todo, entre la multitud de la ausencia. El susurro de las olas aún tus palabras dejan, son la flecha que pasado y presente atraviesa, son la fragancia incandescente que en los versos está tu existencia. Como la batalla tintada y sedienta del ritmo y la protesta son poder y libertad que el duro papel encienda. Tú, poeta, que con violines paseas lo que en la mar se queda, pervives en el tiempo siendo luz, música y letras.

Irene Montero 1º F Bto IES Mª Zambrano

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Tu sitio Tu ejemplo nos conduce. Ya tiene nueva casa tu memoria.Alzando su estatura está de centinela el ciprés monacal que tú sembraste. El tiempo pasa y tú persistes siemprevivo como el pulso del silencio en la música. Aquí la voz, las huellas, la generosidad de tu alegría. Adornan las paredes los paisajes creados por tus ojos, son ventanas abiertas al mar, a la campiña, a la serenidad, desde tu brío. El pasillo es la calle mayor de la ciudad de los poetas; en medio, un manantial sabroso de café, que sabe a lo que sabemos de ti.

Prodigiosas palabras jóvenes

Hay también un lugar, una plaza de encuentro, en que se pide la paz y la palabra, un hueco que lo llena el misterioso son de los callados. En el fondo está el templo, que es el fanal de la sabiduría, donde esperan los libros la mano que les abra y los ojos que miren a su espíritu.    Canta el verso en las aulas y en su música el alma de las gentes que acuden día a día a sembrar sus poemas en el barbecho del papel en blanco.   Cuando llegan los niños a preguntar qué es la poesía, regresan a sus casas con un recién nacido verso temblando en un renglón de su alma.

Manolo Romero Mancha (Fundación Centro de Poesía José Hierro. Getafe)

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José Hierro Autorretrato

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Cae el sol Perdóname. No volverá a ocurrir. Ahora quisiera José Hierro Alicia Fernández García 3º C, IES Julio Verne

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“Yo, José Hierro, un hombre como hay muchos, tendido esta tarde en mi cama, volví a soñar.” José Hierro

Soñé otra vez con las rosas en el mar, con el cielo azul junto a mi mamá, que por una enfermedad me tuvo que abandonar. Blessin Laura Nduka 1º ESO IES Julio Verne

La madre ya llega, la luna me envuelve con una inspiración maravillosa de la que solo sentirla un sentimiento me llena. David Campos 2º ESO IES Julio Verne

Y soñé con gente caminando y caminos lejanos de los que nunca he oído hablar y solo he soñado. Neli Nevado 3º ESO IES Julio Verne

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Prodigiosas palabras jóvenes

De Barcas Yo cuanto sé de ti Pepe, son tantas cosas… Sé de la barca en vela que despliega su vela con su blanco albear, la que soñó de niña en ser como La Niña carabela del mar. Esa barca esqueleto que el mar quiso en secreto de su orilla exiliar. Y es, porque ya no flota, como guitarra rota a fuerza de cantar… Esas barcas varadas son ahora premiadas por tu rico pincel. Y estrenan nueva vida por tu pulso latidas en un nuevo bajel. Oro de las arenas, alquitrán de las penas vientos que presentí. Pepe son tantas cosas, tantas cosas hermosas, las que yo sé de ti. Yo cuanto sé de ti Pepe son tantas cosas… Fina de Calderón

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Cuaderno de Nueva York José Hierro

Marta Jiménez Ramos 1º Bto IES Arquitecto Peridis

Prodigiosas palabras jóvenes

Homenaje a José Hierro Garras de nubes estrangulan el azul, y lo hacen gemir … Alguien o algo se interpone, obstruye, impide a otro o a alguien brillar y demostrar su valía. Como las nubes ahogan y extorsionan al cielo, impiden mostrarse, impiden ser libre. ¡Fúndame y despójame de mi carne, de mi vestido mortal!... Déjame ser libre, déjame fluir, como el viento al que nada ni nadie impide su camino. déjame no ser humano ya que nunca tendrá total libertad. Sólo cuando muera será libre.

Daniel Peregrina García 4º A IES Arquitecto Peridis

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Prodigiosas palabras jóvenes

Restar en creación 1 Cuanto sé de mí también nos ha dicho Hierro. Quiero acompañarle en ese lance de claridad. Alguna vez he sentido que el individuo en el poema no es lo esencial en la trama sino la palabra en oración de materia que si no hace cadena como génesis de ola, empieza a restar sin miramientos. La palabra del impulso espiritual, el manantial vivir lo trae ¿quién? acaso un eco de revelación hasta hacerse abajo flor del cielo. Entrevista la flor, hay que tocarla. Cómo no, si la ha traído el hombre. Tocarla sin mano es el canto. Y el atrevimiento del hacedor en música, materia, cosmovisión, pero imperfecta la flor. El nacimiento de su experiencia humana, hablar con ella, encabalgar y sangrarla hasta donde se salve el pétalo. Entonces puede venir el poema a tumba propia, sin miedo de la tierra íntima y sus nombres.

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2 Lo anterior ha sonado a débil prosa. Era mi intención deslindar barro del agua, hoja del árbol… ¿Veis? Llega lo sonoro y nada dicen las palabras. Es cuando hay que apartarse de lo banal y No escribir reconocerlo a tiempo no dar más vueltas al mantel bordado de vocablos, tics, órdenes de la cultura hasta el hastío con ritmos suplicantes de nubes con suplicantes ritmos de nubes ¿veis? que se caen de sustancia flojedad reordenando la línea hasta lo imposible. Al hacedor tampoco debe consolarle su oficio y que se note. Creedme al nombrar las nubes con cierto desdén suavemente ha empezado a llover 27 de agosto donde la tibieza matiza el precioso cuerpo de los membrillos. Llueve del suroeste, con niebla incorporada y Mozart viéndome dispuesta a restar en el poema. Conmigo no es posible creación que linde con su nombre. En poesía abrazar de lleno no se puede, afortunadamente. Entre la lluvia como quiera y una mano que hará lo posible por no ahogarse, la recogerá imperfecta.

Pureza Canelo De No escribir, 1999

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María Crespo Martín 4º C IES E. Tierno Galván

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Diálogos con José Hierro “Dicho me han por una carta que es tu cómica persona sobre los manteles, mora y entre las sábanas, Marta” “La Noche trae entre los pliegues de su toga Un polvillo de música, como el del alba de la mariposa” ¿Cómo vive usted la vida? “Amo la vida. Acato la vida Quiero creer que nada sucede en vano. Y persigo una razón que os explique (fumando, bailando, Mambo), razón que de el descanso” ¿Amó usted tanto a alguien como para quedar herido? “Alguien – sé quien – que yo no conocía, alguien que calza sueños de oro, y viste almas dolientes… donde muere la alegría” ¿Cómo da usted las buenas noches? “Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana. Noche. Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín, saldré después a decir misa…”

¿Tiene usted malos sueños? “Maravillosos de la sombra. Sones otorgadores de secretos dones (silencio) Impronunciables criaturas que no (silencio)” ¿Canta usted? “No cantaré ya nunca más. El canto se me ha secado en la garganta. se ha dormido en mi corazón como una rosa. ¿Cómo escribe usted poesía? “Así, incansablemente, hila que te hila” ¿Otro whisky? “La pelirroja -caderas anchas, ojos verdesofrece ginebra a un amigo hombros y pechos le palpitan en el reír …” ¿Recuerda usted su muerte? “Vino el ángel de las sombras. Yo en pie, resistiéndole. Esperando que, al cantar los gallos huyese. Se pasó la noche entera llamándome, hiriéndome, diciendo que yo era el rey del trigo y la nieve el rey de las horas negras y el de las celestes. Alucinado, queriendo Vencerle, venciéndome.”

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“Cuando se fueron todos, yo Me quedé a solas con mi alma. Plaza cuadrada, con su fuente Sin una lágrima de agua” ¿Qué espera del mañana? “Andar sintiendo el alma muerta, Dios mío, ya sin esperanza,…” Después de miles de millones de años, mucho después de que los dinosaurios se extinguieran, llegaba a este lugar. Lo acompañaban otros como él, Erguidos como él (como él, probablemente, algo encorvados). Nadie comprendió entonces sus palabras. Por eso andan, ahora, las palabras, pasando por los vientos, ávidas de que alguno las recoja siglos después de pronunciadas. Y aquí están aguardando que alguno las escuche, Aquí donde confluyen Broadway y la Séptima Avenida. Fue aquí donde él me vio, donde narró la crónica de este instante en que estoy e vocándolo. Aquí, entre anuncios luminosos, en la ciudad de Nueva York.

Laura Juárez Hernán 4ºC IES E.Tierno Galván

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José Hierro obtiene la jubilación ¿Cuál es la edad de un hombre a la memoria larga destinado? La edad que hay en tu nombre, amigo y maestro amado, al futuro mantiene congregado.   Nada hay en este asunto que pueda asir o disgregar la muerte: lo que hay aquí está junto: es honor, y se advierte que se une al verbo para hacerlo fuerte.   Honor y verbo mago bandera son de juventud, y ciencia en donde trago a trago la universal conciencia bebe su más emocionante herencia.   Quien aquí se jubila es la ley que nos gasta y erosiona, nos hiela y nos deshila; pero no tu persona, ante quien esa ley se desmorona.  

Amaste tanto, amigo, la dignidad,  los seres, la alegría, que aprendimos contigo que habita la energía hasta en la flor de la melancolía.   Gracias por tu lección en donde con asombro hemos notado a Darío, a Juan Ramón, a Lope y a Machado junto al largo dolor de tu costado.   Gracias por tu dolor lleno de discreción y luz y guía, gracias por el honor que alumbra tu poesía en donde todo el corazón te ardía.   Tu llama de honda luna, que en su iluminación nos acompasa, sea nuestra gran fortuna mientras el tiempo pasa entre las azucenas de tu casa.

Félix Grande De La canción de la Tierra. Ediciones Orbis, 1998.

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Como la rosa: nunca Como la rosa: nunca te empañe un pensamiento. José Hierro

Karen Santos Romero IES Juan de Mairena

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Las nubes Inútilmente interrogas. Tus ojos miran al cielo. José Hierro

Alicia García Cordero IES Juan de Mairena

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Cuanto sé de él

(José Hierro)

Ninguna ya como esta voz. Se suman, cifra total, la libertad y el viento que a la luz se condujo. Piedra alta sin morder de los siglos, reino extenso donde erige su cúspide, detiene la tanta claridad, canto del cielo. Jamás palabra por la lengua dicha como este verso sin vejez ni tiempo en que, joven sin bozo, el ritmo acude nacido sin ayer, niño de nuevo, emoción hecha música, a ofrecerse tañida sólo por su voz y el eco.

Ángel García López

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Cae el sol. Perdóname. No volverá a ocurrir. Ahora quisiera José Hierro

Yolanda Ortiz Holgado 2º Bto Tecnológico IES Luis Vives

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Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. José Hierro

SER POETA TRAS DE TI

Quisiera nacer como nace la luna cuando el sol se disuelve, fría cual témpano de nieve y oscura como los mares. Así quisiera yo disolverme; como extraña luz que convierte las palabras en recuerdos. Quisiera yo ser del monte más alto el guijarro más leve, para ver cómo el sol besa a la mar cada tarde violeta, y ver cómo el aire enreda en las ramas su silbo doliente; un pequeño guijarro que viera de lejos los mundos más bellos, guijarro que viera su nombre más allá de la muerte. Quisiera bailar como bailan las hojas de un almendro en noviembre, sinuosas figuras sin cuerpo, ni nombre; sin rostro ni forma, como etéreas figuras de un mañana que viene. Quisiera yo ser la palabra y el eco de unas voces ausentes, y decirle a la NADA que enjugue su llanto en el hondo aljibe; ser un ángel oscuro que orea poemas de la aurora naciente; ser la brisa que encalla en la playa la idea de un día que nace y se hace canción bajo el arco celeste. Quisiera yo ser estas cosas. Y unir a tu voz esta voz que aún vibra caliente, y darte la mano y dejarme llevar a tus versos más puros. Ser como tú, a tu lado, esta noche, quisiera de veras que fuera posible.

Sergio Santiago Romero 1º Bto. CCSS. IES Luis Vives

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Soneto en Nayagua

Me había llamado Manolo Romero: “Este año te toca a ti escribir un soneto para la fiesta de la vendimia”. Me lo dijo como él lo dice todo: sin lugar a dudas. Era lo obligado, lo necesario, la condición para ir a Nayagua una vez más y para estar allí al lado de José Hierro y hacer que vendimiaba y hacer que comía y hacer que hacía sonetos. Aquel año yo había sido la elegida para escribirlo y leerlo. Era mi primer soneto. Nunca antes había escrito uno y nunca volvería a escribir otro. Era para él y no había otra solución. Me senté aplicada y seria como una adolescente delante del papel. Copié un soneto para irlo mirando y no perder los versos, la cuenta, la forma, el ritmo y la música ¡Dios, la música! ¡No tenía la música! Y él siempre decía que quien no sabía hacer un soneto no sabía lo que era la música, el sentido y el ritmo de un poema. Lo intenté. Juro que lo intenté. Y lo hice por él, para él y para no defraudarlo a él. Escribí muchos sonetos y los fui rompiendo al tiempo que los escribía. Hasta que conseguí hacer uno que pareciera un soneto de verdad, que no se notara demasiado la falta de sangre o de costumbre. Que él no lo notara. Sólo pedía a los dioses que él no lo notara. Que estuviera tan atareado con la paella y la vendimia, el lagar y los amigos, que no lo notara. La fiesta se celebraba a finales de septiembre. Nos reuníamos en Nayagua, la casa de los Hierro cerca de Titulcia, en una pequeña loma desde la que se podían ver mares de montañas pintadas de añil. José Hierro nos convocaba allí para la vendimia cada año. Era una vendimia rara, distinta a cualquier vendimia, y raros eran los vendimiadores que acudían a la cita desde diferentes rincones del mundo. Llegaban de todas partes: del norte, del centro, del sur, de otros países y otros mares. Músicos, pintores, magos, carpinteros, doctores de la iglesia, poetas y malandrines acudían a Nayagua para pasar el día alrededor de José Hierro y su familia. Todos ellos participaban, año tras año, de ese viejo ritual, de esa maravillosa justificación de la amistad y la concordia. Era el gran invento de José Hierro para reunirnos, abrazarnos y andar refunfuñando entre calderos preparando la comida con la que agasajarnos: su famosa y particular paella. El día señalado llegaban los vendimiadores desde primeras horas de la mañana. Primero había que recoger las uvas, luego pisarlas, y luego, una vez pisadas en la prensa, se llevaba el zumo a las barricas y las cubas de fermentación que esperaban en la bodega de Nayagua. José Hierro, sin camisa, el pecho enrojecido por el sol y el esfuerzo, daba vueltas a la prensa situada en el patio de atrás de la casa. Ayudado por unos pocos dejaba escurrir el mosto de las uvas en el pequeño lagar dispuesto para recogerlo. El resto de amigos y de invitados se desperdigaba por la casa y sus alrededores. Unos descansaban, otros formaban grupos y hablaban, otros acudían a la cocina a organizar la comida y los platos de jamón, chorizo y quesos de todos los orígenes que iban pasando de mano en mano. Unos se sentaban en el banco de la luna, otros en el banco del sol para contemplar desde allí las montañas y las luces que invadían el cielo; otros se iban de paseo a buscar las trincheras del frente de Titulcia, lagartijas de colores y toda clase de plantas

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medicinales. Los más pequeños jugaban en el salón cerca de la cocina. El resto de los invitados se iba colocando en las sillas y bancos dispuestos alrededor de las mesas que llenaban el patio para disfrutar del sol y de la ceremonia de pisar las uvas. Al mediodía comenzaba la otra ceremonia: la de hacer la paella. La obra maestra de José Hierro. La que sólo él hacía y nadie podía hacerla mejor que él. Desnudo, el torso al aire, sudoroso, enfadado con el mundo y con el arroz, aparecía envuelto en las llamaradas del fuego donde éste se cocinaba. Era el momento más difícil. Comenzaba la tormenta. Como Zeus lanzando rayos sobre la tierra o Vulcano entretenido en su fragua soltando chispas sobre el yunque, así José Hierro delante de la enorme paellera lanzando gritos a diestro y siniestro mientras iba introduciendo los condimentos, la carne, el arroz, el caldo y alguna que otra hierba o mejunje de su propia cosecha. Las mujeres de la casa huían a la cocina para no oírlo y prepararle los ingredientes que pedía a voces y que ellas le enviaban en brazos de los más pequeños. Lines, acompañada por dos o tres amigas, preparaba los aperitivos mientras los invitados ponían la mesa. José Hierro hablaba solo, gesticulaba, se enfadaba con el azafrán y los tropezones de carne y no paraba de refunfuñar hasta que no veía asomar los granos por encima del caldo. Cuando llegaba la hora, nos obligaba a sentarnos en nuestros sitios y, ayudado por dos o tres, conducía la gran paella hasta el centro del patio. Aplausos. Luego todos comíamos, obedientes y glotones. Y todos bebíamos el vino de la cosecha anterior, y todos hablábamos de cosas felices y distintas, y todos decíamos disparates que nos hacían reír y reír y reír… Y, al acabar de comer, sentados en las mesas dispuestas y ordenadas por Marga y Marián con múltiples platos de colores y vasos de distintas cristalerías que daban un vértigo de luces sobre los manteles y las servilletas de papel, llegaba el gran momento. El momento en que se hacía la lectura del soneto que cada año había que escribir y leer en semejante ocasión y que cada año le tocaba a un poeta diferente hacerlo y leerlo. Se hacía delante del fuego donde pocas horas antes había crecido el arroz y se había producido su mágica multiplicación. Luego, al acabar de leerlo, su autor lo quemaba en el fuego. Ese era el protocolo. Solemne y lleno de mensajes para todos. La lectura del soneto precedía al baile y a más risas y a Marián danzando bailes griegos y el vino corriendo por las mesas y por los corazones. Y Marga sirviendo las cervezas heladas en jarras transparentes y Tacha y Paula corriendo detrás de los perros y las arañas. Y Lines de acá para allá. Y José Hierro sentado en el banco de la luna hablándome del mar. Lo leí. Lo quemé, y creo recordar que él no se enteró de lo que había leído. Tampoco le importaba. A él lo que realmente le importaba era tenernos allí, vivos y felices, delante del fuego alrededor del que todos se agrupaban a beber y a reír hasta que llegaba el amanecer. Y, al amanecer, después de bailar y sudar y comer y reírnos del mundo, volvíamos a casa con el alma rebosante de compasión y de alegría. En Nayagua se habían dado cita los sueños, la esperanza en la palabra y la comunión con la poesía. Allí nos habíamos sentido distintos y mejores. Unidos por unos lazos tan fuertes que aún hoy, veinte años después, me permiten sentirme atada a todos y cada uno de los que formábamos parte de aquella gran familia presidida por José Hierro y la grandeza de su alma.

Elsa López Madrid, 21 de marzo de 2008

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Vino el ángel de las sombras Vino el angel de las sombras; Me tentó tres veces. José Hierro

Jaime de la Casa 1ºA Bto IES Isaac Albéniz

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Palabras Palabras de hierro. Palabras contundentes que caen y graban palabras sobre el pecho de la gente. Un puño cerrado nunca ha de ser ni será mejor que la boca entreabierta de un autor forjado en la vida. Aunque ausente, no calla. La luz del día sincera, innegable, merecida, minuto a minuto, mañana a mañana, amanece sobre tus páginas palpitantes, frescas, poderosas que hacen que el corazón del mundo se salte un latido para clavarse agudas en él, verso a verso, por ti y por siempre, gritando en la eternidad: “Poeta”.

Santiago Lomas Martínez 1º B Bto IES Isaac Albéniz

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José Hierro lee un poema inédito a un grupo de amigos …Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.



José Hierro: “Lope, la Noche, Marta”

No le gustaba hablar de su poesía, eran otros sus temas: los sonetos de Lope o Juan Ramón, la pintura de Saura, la música de Bach, la inimitable prosa de Miró… Pero quiso el destino que esa noche -una noche que siempre se mantendrá despierta en mi memoriaunos pocos amigos, por raro privilegio, viviéramos de cerca, el claro nacimiento de un prodigio. Junio. La oscura cúpula del cielo rendida ante el fulgor de las estrellas. La vieja primavera va entregando al naciente verano sus campanas. La ciudad queda lejos con sus brillos, sus ruidos, su locura… Una casa, un jardín, un emparrado que ampara la amistad y la alegría. Se charla de lo humano y lo divino, y la cena transcurre cordial y distendida: abundante y honrado el vino de Nayagua, ardiente el aguardiente. Buen humor. José Hierro, en silencio, pensando en otros mundos. Y de pronto, una tímida pregunta, como un adolescente que tratara de abrirse camino con sus versos:

Prodigiosas palabras jóvenes

- ¿No os importa que os lea un poema que anoche terminé?... A lo mejor os gusta... Y en sus manos de piedra unas cuantas cuartillas manuscritas, y sus ojos, dos ríos despeñados, buscando la respuesta humildemente… Se hace el silencio. Todos intuyen que un milagro está cerca, que algo irrepetible, algo mágico tiene que acontecer. Y la voz del poeta, esa rara amalgama de esquirlas y de pétalos, comienza su lectura: He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido (afuera deja sus constelaciones). “Buenas noches, Noche”… … y una niebla de asombro va cubriendo despacio nuestras frentes, mientras Lope nos cuenta su tragedia, y Marta barre el suelo manchado de jazmines y de estrellas, y la noche contempla -deslumbrada con tanta claridadabre tus ojos verdes, Marta, ese amor, esas vidas, esa triste ternura, plasmados para siempre en un hondo poema inolvidable que quiero oír el mar… Quedó lejos el mundo, el tiempo, detenido. Dormitaban los campos: ni la más leve brisa, ni un susurro de árboles, ni un cántico lejano, ni un rebullir de pájaros. Muy dentro de nosotros, para siempre, aquel caudal inmenso de poesía, aquel caudal inmenso de emoción. Antonio Porpetta De La mirada intramuros

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Serenidad Serenidad, tú para el muerto, que yo estoy vivo y pido lucha.

José Hierro Lectura de madrugada

Paula Vázquez Colomo 1º Bto IES G. Gª Márquez

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Quieres fotografías antiguas, escenas desarraigadas, arrancadas de las calles, fe las terrazas más altas Con la fuerza de tu verso. Piensas en figuras aún dormidas que arrojan las cataratas en esos breves instantes donde se caen las palabras con la fuerza de tu verso. Hablas sobre olores pegajosos, sonrisas que mientras pasas por una sórdida esquina reflejas en tu mirada con la fuerza de tu verso. Invoco desde mi boca tus desmanes, tus excesos, tus penas desmanteladas con la fuerza de tu verso.

Alberto Cabañas 1º Bto A IES Pablo Neruda

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Prodigiosas palabras jóvenes

Peridis Recordando a pepe hierro

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Las nubes Inútilmente interrogas. Tus ojos miran al cielo. José Hierro

Daniel Gallego Jose Manuel Ramírez 2ºD ESO. IES Butarque

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Canción de cuna para dormir a un preso Duerme. Ya tienes en tus manos el azul de la noche inmensa. José Hierro

Alicia Blázquez 4ºA Esther Pérez 4ºC Irene Fernández 4ºC Damaris Silvana Leneschmit 2ºA Bto IES Butarque

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Prodigiosas palabras jóvenes

Indice de Autores (Alfabético) Aguirre, Francisca

17

Jiménez, Marta

40

Andreu, Blanca

21

Juárez, Laura

45

Arkadiusz, Lucas

15

López, Elsa

54

Beltrán, Inés

30

Lomas, Santiago

57

Benito, Joaquín

25

Marín , Patricia

27

Blázquez, Alicia

65

Montero, Irene

31

Brines, Francisco

28

Nduka, Blessin Laura

37

Cabañas, Alberto

61

Negrillo, Juan A.

22

Campos, David

37

Nevado, Neli

37

Canelo, Pureza

42

Ortiz, Yolanda

52

Carrasco, Carolina

26

Peregrina, Daniel

41

Cerro, Silvia

19

Pérez, Ester

65

Crespo, María

44

Pérez, Jose Mª (Peridis)

63

Porpetta, Antonio

58

De Calderón, Fina

9, 39

De la casa, Jaime

56

Ramírez, Jose Manuel

64

Doblas, Sergio

18

Romero, Manolo

32

Fernández, Alicia

36

Santiago, Sergio

53

Fernández, Irene

65

Santos, Karen

48

Gallego, Daniel

64

Seco, Elena

23

García, Alicia

49

Silvana, Damaris

65

García López, Ángel

50

Vázquez, Paula

60

Grande, Félix

47

Villarreal, Soraya

14

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