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SANTIAGO ALBERIONE comunicador del Evangelio

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Benito D. Spoletini

SANTIAGO ALBERIONE comunicador del Evangelio

El P. Santiago Alberione en una foto de 1925.

FAMILIA PAULINA

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PRESENTACIÓN

Nihil obstat Roma, 4 aprile 2003 Sac. Pietro Campus, sup. gen. © 2003 - Casa Generalizia della Società San Paolo Via della Fanella, 39 - 00148 Roma Pro manuscripto

Cuando pienso en el P. Alberione, en sus múltiples fundaciones y en la prodigiosa expansión de su obra, afloran a mi memoria las palabras de Emile Bauman en su Vida de san Pablo: “Ningún hombre es necesario, pero hay algunos que son únicos”. El P. Alberione pertenece a esa especie única. Basta una simple mirada a sus muchos y extraordinarios carismas, para convencerse de ello: cinco congregaciones, cuatro institutos seculares, un movimiento apostólico laical y unas cuantas instituciones más. Sin contar las innumerables iniciativas en todos los campos. Sería suficiente eso para catalogarlo como uno de los más fecundos fundadores de los últimos siglos. Sus fundaciones, nacidas bajo la protección del apóstol Pablo, están implantadas en más de sesenta naciones y, en ellas, encontramos a paulinos-sacerdotes, paulinos-discipulos (hermanos), hermanas, laicos consagrados o no, que forman la Familia Paulina. Como Pablo, se pone en camino para visitar sus comunidades esparcidas por el mundo y transmitirles el espíritu que debe animarlas en su arriesgada misión. Lo devora el mismo tormento del Apóstol: llevar nuevamente a Cristo en el corazón de las masas que han desertado de los templos y, al mismo tiempo, hacer oír la palabra salvadora a quienes nunca tuvieron la oportunidad de recibirla. Por eso, entre tantos medios, escoge los de comunicación social, pues éstos le permiten llegar pronto y al mayor número de personas alcanzando a la gente en su propio lugar: el hogar, el trabajo, el tiempo libre... Si ya no van a la Iglesia, hay que ir adonde están. 5

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Su precaria salud y la escasez de recursos no le impidieron dedicarse a una actividad pastoral casi frenética, sin por eso dejar de estar continuamente sumergido en Dios como los más grandes contemplativos. En su testamento carismático escribe: “Todos (los paulinos) deben considerar como padre, maestro, modelo y fundador a san Pablo. De él nació la Familia paulina y de él ha tomado el espíritu” (AD n. 2). Su veneración por el Apóstol adquiere tonos heroicos cuando deja sentado este deseo: “Quiero comunicar que después de mi muerte no se debe hablar de mí. Los miembros de la Familia paulina tienen que referirse a san Pablo únicamente; creo que esto es fundamental”. Por eso los que conocieron al P. Alberione están persuadidos de que su vida, su testimonio y su mensaje siguen siendo válidos también para los cristianos de hoy, especialmente cuando el papa Juan Pablo II propone a la Iglesia lanzarse a una “nueva evangelización”. Hay convergencias que no pueden ser casuales entre la acción pastoral de Juan Pablo II y las intuiciones proféticas del P. Alberione, que a comienzos de siglo siente fuertemente la necesidad para la Iglesia de su tiempo de un “nuevo impulso misionero”. En estas páginas, tras un rápido perfil del hombre y de su obra, presentaré algunos aspectos más significativos y característicos de su misión, estrictamente vinculada a la evangelización realizada con los “medios más rápidos y eficaces”. El Autor

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UNA VIDA PARA EL EVANGELIO

Un destino singular El que con el tiempo, llegaría a ser una “figura gigantesca” de la Iglesia contemporánea, Santiago Alberione, nació en un modesto poblado del norte de Italia, San Lorenzo de Fossano, el 4 de abril de 1884, en el seno de una familia campesina, profundamente cristiana, que vivía del duro trabajo del campo. Era el quinto de los siete hijos de Miguel y Teresa Allocco, y fue bautizado el día después en la iglesia de San Lorenzo Mártir, de esa misma localidad. Era hijo de una tierra y de una raza de santos como Don Bosco, José Cafasso, Leonardo Murialdo, Don Orione y de muchos hombres ilustres. Su vocación se manifestó tempranamente. El mismo lo narra. Al comenzar la escuela primaria, a la maestra que había preguntado a sus alumnos qué harían cuando grandes, él había respondido con decisión: “¡Me haré sacerdote!”. Que no se trataba de una fantasía infantil lo confirmarían los hechos posteriores. Al comienzo de 1900 lo encontramos en el seminario de Alba Pompeya, una pequeña ciudad de provincia. Será precisamente en su iglesia catedral, donde el 31 de diciembre del mismo año, iba a sentir el impulso del Espíritu “a hacer algo para los hombres del nuevo siglo”, intuyendo así la orientación que marcaría toda su existencia. En 1907 era ordenado sacerdote y destinado inmediatamente al ministerio parroquial que, a pesar de los pocos meses que lo ejerció, lo iba a marcar para siempre. 7

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En 1908 se doctoró en teología y fue llamado por el obispo a la dirección espiritual de los seminaristas. Así tenía la posibilidad de alternar con los jóvenes, de estimular su entusiasmo y formarse a los futuros colaboradores para la obra que iba acariciando desde la noche de principio de siglo. Fue un tiempo de severa y amplia preparación científica que lo puso en contacto con el pensamiento y la actividad de su época. Estudió sociología, pedagogía, incursionó también en el campo de la política, al mismo tiempo que seguía profundizando en las ciencias teológicas y pastorales. En 1913 lo nombran director del periódico diocesano, y entonces comprende que su misión va a estar en el campo de la prensa. El 20 de agosto de 1914, junto con los primeros jóvenes, da comienzo a su primera fundación que, más tarde, asumirá el nombre de Sociedad de San Pablo para el apostolado de la buena prensa. En 1915 agrega a este primer grupo la rama femenina de las Hijas de San Pablo, con la misma finalidad; y en 1917 da comienzo al grupo de cooperadores, personas de toda condición social que viven en el mundo los mismos ideales apostólicos y espirituales de las dos ramas paulinas. En 1924 da comienzo a la futura congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro, para afianzar la obra paulina con la oración, el servicio sacerdotal y litúrgico. En 1938, realizando una intuición que le había nacido durante su breve tiempo de ministerio parroquial de 1908, da vida a las Hermanas de Jesús Buen Pastor (Pastorcitas), para la animación de las comunidades parroquiales colaborando con los párrocos. En 1957 pudo concretar su preocupación por las vocaciones, al fundar las Hermanas del Instituto Reina de los Apóstoles (Apostolinas), que se dedican precisamente al fomento de las vocaciones.

Alba, 8 de diciembre de 1902. El joven Alberione (izquierda) y Ernesto Ferrua, después de tomar los hábitos. Han transcurrido casi dos años de la noche carismática.

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En la vida del P. Alberione hubo siempre una preocupación: llegar a todos, llegar pronto, y esto es posible solamente con los medios más rápidos y eficaces. No era el frenesí de la acción lo que lo impulsaba, sino el ansia pastoral, el deseo de hacer escuchar

el evangelio a todos, en un lenguaje adecuado que todos pudieran entender, dentro del cambiante contexto socio-cultural del mundo moderno. En toda su acción, tuvo como mira el que la Iglesia superara el “complejo de defensa” en que había vivido por siglos, para pasar a contactar a las masas descristianizadas. A los paulinos, que en 1931 apenas habían acabado de. poner pie en Brasil, les recomendaba: “Sean vuestras ediciones las más pastorales, las que san Pablo haría si viviera ahora. Vuestra manera espiritual y material de hacerlas ha de ser la más pastoral. Vuestro poder de difusión debe ser también el pastoral”. No se trataba de una improvisación. Se había preparado para ello largamente con el estudio y la práctica: la clase de pastoral lo había cautivado intensamente y la práctica de la catequesis — en las escuelas y en la parroquia— lo había puesto en contacto con la realidad de la gente, rica de prácticas sacramentales, pero pobre en “instrucción religiosa”. A las necesidades de los adultos —y como una extensión y profundización del catecismo parroquial— responde con tres periódicos modestos, pero de gran tiraje: El Domingo (1921), La Buena Palabra (1922), La Semilla (1925). Tampoco se olvida de los niños y de los adolescentes y para ellos, en 1924, funda El Pequeño diario y El Aspirante. Más adelante, en 1927, funda El Domingo Ilustrado para ayudar a las familias a aprovechar bien su tiempo libre. En la misma línea, pero con intenciones estrictamente formativas, inicia en 1931 Familia Cristiana, la revista paulina de mayor éxito en todo el mundo. Desde un principio se reveló como una fórmula acertada, pues contiene páginas específicas para cada categoría de personas, y ha sabido iniciar una abundante correspondencia con los lectores, sobre los más variados temas, respondidos por especialistas del ramo.

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Durante los años 1958-59, da comienzo a los tres primeros institutos seculares: Jesús Sacerdote, Anunciación de María, San Gabriel, agregados a la Sociedad de San Pablo y destinados a hacer presente el espíritu paulino en todos los ambientes y clases sociales, mediante la animación cristiana de las realidades temporales. En 1971 se añadirá el instituto Santa Familia para los casados. En 1962 tomó parte en el Concilio Ecuménico Vaticano II, un acontecimiento que tanto había propiciado desde sus años jóvenes, y recibe la alegría de ver “canonizado” el carisma que había ya puesto al servicio de la Iglesia: “La evangelización con los medios de comunicación social”. Efectivamente, el decreto Inter mirifica, dedicado a los medios de comunicación, afirmaba, en el n. 13, que el uso de estos medios pertenece al ministerio ordinario de la predicación de la Iglesia. Fue ésta la mayor satisfacción de su vida, que lo compensaba de tantas fatigas, padecimientos, incomprensiones y obstáculos... Bien sabía él, con el apóstol Pablo, que para los que aman a Dios, todo, aún el mal, sirve al bien; y que la hora de Dios llega, aunque la estaba esperando desde 1921. Una vez obtenida la aprobación diocesana para su obra, en 1927, el P. Alberione empieza a pensar en las futuras fundaciones en todo el mundo. Actualmente sus Instituciones estan presentes en mas de cinquenta naciones de los cinco continentes. Llegar a todos y rápidamente

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Alba. Santuario mariano de la Moretta. Aquí el P. Alberione recibió del Obispo el encargo de ocuparse de la Buena Prensa.

Su preocupación por la participación litúrgica en la parroquia le hace dar vida en 1932 al Boletín Parroquial Litúrgico, al paso que el sector mañano iba a ser cubierto por la revista divulgativa Madre de Dios, siempre en el mismo año. En 1933 realiza un viejo sueño: dar a los catequistas un instrumento que los ayudase en su trabajo y funda la revista Doctrina y Hechos. En ella el P. Alberione anticipa el “método integral”, es decir un tipo de catequesis que debe interesar a todo el hombre: pensamiento, compromiso y vivencia. Siempre en el mismo año, constituye la Unión para la lectura cotidiana del Evangelio, como una concreta extensión de la obra bíblica comenzada por él en 1924. En 1937 da comienzo a la revista para el clero: Pastor Bonus, en latín... 12

Con estas iniciativas iban brotando otras muchas en el campo del libro, primero, y después en el del cine, la radio, los discos. No se trataba sólo de producir una revista, un libro que tal vez quedase en el depósito y no llegara a su destinatario; sería como la homilía que el párroco prepara pero no pronuncia: no sirve para nada. He aquí, entonces, cómo inventa mil formas de “propaganda” para difundir el mensaje y hacerlo llegar hasta las regiones más distantes, hasta los pueblecitos más apartados. ¿Por qué? Porque si el hombre ya no viene a la iglesia, hay que llegar a él, con el evangelio de la salvación, dondequiera que esté, con el lenguaje que le sea comprensible hoy. El empleo de los nuevos instrumentos responde a esta ansia apostólica nunca apagada. Con frecuencia, se dejaba llevar por los sueños: hacer llegar la Biblia a todos en sus textos completos, en ediciones para las familias o ilustrada para los niños y analfabetos... Si no es suficiente con el libro, acudir al cine, a las filminas, al disco... Otras veces piensa en las iglesias-teatro, en las salas de cine transformadas en iglesias... El mapamundi está siempre sobre su escritorio; lo mira, lo contempla, calcula habitantes y distancias y sueña con centenares de miles de sacerdotes, religiosas y laicos enamorados de Cristo y de los hombres, para reacercar las masas descristianizadas o todavía paganas. Una misión riesgosa No quedaría completa esta reseña si no mencionáramos los “riesgos calculados” de la misión evangelizadora como la vivió y enseñó a sus discípulos el P. Alberione. 13

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El tipo mas pleno de hombre: el santo La santidad es la virtud a alta tensión; es el impulso y la poesia del bien... El bien realizado de mala gana, con cuentagotas, como constreñido... no es santidad. El santo no es un hombre acabado, no es una conciencia a medias, alguien incapaz de asumir su rol en la vida. Para san Pablo, la santidad es la piena madurez del hombre; es el hombre pienamente realizado. El santo no se encoge sobre sí mismo; se desarrolla; no se detiene en su crecimiento. Su lema es progresar. La santidad es vida, movimiento, nobleza, efervescencia de la buena, no de la que va hacia abajo, sino de la que asciende (CISP 1135).

Albano (Roma). - El P. Alberione y la Maestra Tecla Merlo durante los trabajos de ampliación del hospital Regina Apostolorum. La Maestra Tecla, discípula del Fundador desde 1915 y primera Superiora General de las Hijas de san Pablo, ha sido su preciosísima colaboradora en la formación de todas las Instituciones de la Familia Paulina.

En la situación de anarquía que se produjo en Italia en los años ‘20, un militante de izquierda blandió amenazadora una pistola contra los jóvenes paulinos que, a raíz de una huelga, se habían ofrecido a publicar el diario católico Il Momento. “Esta bala, dijo ese señor, era para Alberione si se hubiera encontrado solo aquí esta noche”. No olvidemos que la mayor parte de su obra se desarrolló bajo la dictadura fascista (1922-1945). En el sector de los medios de comunicación prácticamente no había espacio para moverse, pues el estado había monopolizado todo, implantando una censura severa y total. En ese clima adverso, el P. Alberione actúa en base a una expresión que no deja de ser para-

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dójica: “Cuando llueve, pasar entre gota y gota sin mojarse”. Y lo logró, aunque no le faltaron ataques, vejaciones y obstáculos de todo tipo. El P. Alberione murió el 26 de noviembre de 1971 en Roma, a la edad de 87 años. Sus últimas palabras inteligibles fueron éstas: “Muero... ¡Paraíso!... ¡Ruego por todos!”. Mientras estaba en agonía, lo visitó Pablo VI acompanado de algunos pocos íntimos. Fue el homenaje del supremo pastor a uno de los más preclaros hijos de la Iglesia contemporánea. Conciencia viva de “su” misión En una página escrita por los años ‘60, en plena lucidez, ante sus discípulos, convocados desde todo el mundo al Primer Encuentro Paulino Internacional, se expresaba así: “La mano del Señor está sobre mí desde el 1900 hasta 1960. Se ha cumplido la voluntad del Señor, a pesar de la miseria del instrumento indigno e inepto. Desde el tabernáculo vino la luz, la gracia, las llamadas, la fuerza, las vocaciones: nos pusimos en camino... Siento el peso, ante Dios y ante los hombres, de la misión que me confió el Señor, quien, si hubiera encontrado una persona más indigna e incapaz, la hubiera preferido. Sin embargo, ésta es para mí y para todos la garantía de que fue el Señor el que quiso obrar; así como el artista toma cualquier pincel, bien barato, en sus manos, y se pone a la obra, casi sin conocerla, aunque se trate de un bellísimo Jesús, Divino Maestro. “Estamos cimentados sobre la Iglesia y el Vicario de Cristo, y esta convicción nos inspira seguridad, alegría y valor. “En todo caso, el P. Alberione es el instrumento elegido por Dios para esta misión, así que ha obrado por Dios y según la inspiración y el querer de Dios; y es 16

Roma, 10 de febrero de 1964 - El P. Alberione y Madre Escolástica Rivata, la primera entre las hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro, el "motor escondido" de la Familia Paulina.

el instrumento elegido porque todo fue aprobado por la mayor Autoridad que existe sobre la tierra, y porque fue seguido hasta ahora por muchas personas generosas. “Nuestra vida comenzó en Jesucristo y, como Jesucristo, en el pesebre: Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Puedo atestiguar que todo fue hecho sólo y siempre con la luz que viene de la eucaristía y en la obediencia; las aprobaciones de la Iglesia nos aseguran que las instituciones (paulinas) son buenas y pueden llevar a la santidad y que van de acuerdo a las necesidades de los tiempos” (UPS I, p. 374). Verdaderamente él ha sido, como Pablo, un instrumento elegido para anunciar el evangelio de Dios a los hombres del siglo XX. 17

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UN NUEVO IMPULSO MISIONERO

La “noche santa” del Espíritu Hay un momento en la vida del P. Alberione, que las comunidades paulinas considerarán en todo tiempo y lugar como sagrado. Es la noche entre el 31 de diciembre de 1900 y el 1 de enero de 1901. El mismo Fundador escribe que ella fue “decisiva para su misión específica y el espíritu particular en el que habría de nacer y vivir la Familia paulina” (AD n. 13). Durante la larga vigilia de oración de aquella noche santa, Santiago Alberione, joven seminarista, “se sintió obligado a servir a la Iglesia, a los hombres del nuevo siglo y a trabajar con otros” (AD n. 20). No se puede leer esa página, escrita más de cincuenta años después, y por tanto, a la luz de innumerables realizaciones, sin sentirse invadidos de estupor, de admiración y de alegre gratitud por las maravillas de Dios. La suya fue una oración que nacía de la vida. En ella confluían las preocupaciones religiosas de León XIII, consignadas en la encíclica Tametsi futura del 1 de noviembre de 1900, que presentaba a Cristo Redentor como camino, verdad y vida de la humanidad; confluían también las urgencias sociales de José Toniolo, las necesidades de la Iglesia, la prensa mala, las masas descristianizadas, los nuevos instrumentos para hacer el bien... Una luz viva le llegaba de la eucaristía y su corazón juvenil se dilataba en deseos sin límites: que el nuevo siglo naciera en Cristo; que nuevos apóstoles resanaran a toda la sociedad: la escuela, la familia, las

1928/29 - El P. Santiago Alberione (derecha) con su fiel discípulo: el Beato Timoteo Giaccardo.

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leyes, la literatura, la prensa, las costumbres; que la Iglesia experimentara un nuevo impulso misionero; que los nuevos medios de apostolado fueran usados rectamente... (cfr. AD n. 19).

más unidad, más continuidad, más estabilidad, más sobrenaturalidad al apostolado. Formar una organización, pero religiosa: donde las fuerzas están unidas, donde la entrega es total, la doctrina será más pura” (AD nn. 23-24).

En espera de la “señal” La hora de Dios Como hombre de oración y de acción, el P. Alberione vivió en espera de la “señal” de Dios y de su hora. Sabía que las obras de Dios nacen de la nada, pero exigen instrumentos aptos para las exigencias del Espíritu y preparados para responder a las necesidades de los hombres de su tiempo. Esta espera se caracteriza por una actitud que le viene del ejemplo de san Pablo: hace de la historia oración; reflexiona sobre ella a la luz de la Biblia y de las vicisitudes del pasado, escruta los signos del presente y estudia la respuesta adecuada a las nuevas necesidades de la Iglesia y de la humanidad. Nos autoriza a pensar esto su conducta (y más tarde su testimonio) que hace una lectura asidua de la historia, precisamente en aquellos años de larga preparación, y de ella aprende a leer los “signos de los tiempos”.

El P. Alberione manifiesta: “Primero pensaba en una organización católica de escritores, técnicos, libreros, propagandistas católicos; y darles orientación, trabajo, espíritu de apostolado... Hacia 1910 dio un paso definitivo. Vio con mayor luz: escritores, técnicos, propagandistas, pero religiosos y religiosas. Por una parte, llevar almas a la más alta perfección —la de quienes practican también los consejos evangélicos— y al mérito de la vida apostólica. Por otra parte, dar

Un episodio aparentemente insignificante hizo que sonara la hora de Dios: su nombramiento como Director responsable del periódico diocesano la Gazzetta d’Alba, en setiembre de 1913. “Para él, la dirección del semanario era el primer paso de un viaje que iba a llevarlo muy lejos; era la llave que le iba a permitir abrir una puerta a la que estaba llamando en vano desde hacía años”. Pero aún esperaba otra prueba: la de las vocaciones. Temía cometer una “grave imprudencia” al convocar a unas personas para una misión y luego dejarlas solas en el camino. En cuanto tuvo la certeza de que el Señor se las iba a mandar (“Las vocaciones vienen sólo de mí, no de ti: ésta es la señal externa de que estoy con la Familia paulina”) dejó a un lado todas las dudas (AD nn. 112-113). Cuando, en el verano de 1914, consiguió las primeras máquinas y acogió a los primeros jóvenes que ya había preparado, terminaba la prehistoria y empezaba, muy humildemente, la “historia” de la Familia paulina. La elección del 20 de agosto como fecha fundacional responde a motivos emblemáticos, a los que el P. Alberione era muy sensible: era la fiesta de san Bernardo, doctor de la Iglesia (¿acaso no pensaba fundar un instituto docente?); y era el día de la muerte del papa Pío X, de quien había tomado el espíritu pastoral, como característica irrenunciable de su obra naciente (CISP, p. 146).

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De la organización a la vida religiosa

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BAJO EL SIGNO DE LA NOVEDAD

Una intuición nueva y... comprometedora

Alba, 1933. - Sala de redacción "San Pablo". La foto, realizada con ocasión de la compra de un notable número de máquinas de escribir Royal, es una significativa expresión del carisma del Apostolado de las Ediciones.

El P. Alberione tiene conciencia clara de la novedad del carisma recibido, pero también tiene una conciencia lúcida de su pequeñez. Así escribe, ya lo hemos recordado: “Siento el peso, ante Dios y ante los hombres, de la misión que me ha sido confiada por el Señor; él, si hubiera encontrado una persona más indigna e incapaz, la habría preferido. Sin embargo, esto es para mí y para todos una garantía de que el Señor ha querido y ha obrado el mismo” (AD n. 350). Se considera instrumento en las manos de Dios, pero quiere ser un instrumento apto, activo, cuidadoso como quien ha recibido talentos y busca cualquier ocasión para negociarlos. He aquí el secreto del largo y paciente entrenamiento pastoral al que se sometió. Gradualmente fue tomando cuerpo, en forma cada vez más nítida, la “intuición” de su adolescencia: si los hombres no van ya a la iglesia, hay que hallar el camino para llegar a ellos en la casa, en la fábrica, en las escuelas, en los lugares de diversión... ¡en todas partes! Este “camino” aparece claro desde la primera formulación. En su Diario, el P. Timoteo Giaccardo, el 19 de octubre de 1917, luego de haber evocado el pensamiento del Fundador con respecto a los tres institutos (paulinos, hijas de san Pablo y cooperadores) enuncia la finalidad con estas palabras, “La buena prensa, el periodismo, los periódicos de todo el mundo, nuestros...”. Es decir, el P. Alberione inculca a sus alumnos el medio de la prensa para realizar su futuro apostolado.

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aprobó el decreto Inter mirífica, sobre los medios de comunicación social, el P. Alberione expresó su alegría y su agradecimiento, de manera entusiasta: “Nuestro específico apostolado ha sido aprobado, ensalzado y establecido como un deber que compete a la Iglesia universal en sus diversos niveles: Santa Sede, obispos, sacerdotes y religiosos, laicos y todos los fieles... La actividad paulina ha sido declarada apostolado como la predicación oral... Bendito sea el Espíritu Santo que ha iluminado y guiado al Concilio hacia estas conclusiones... “ (CISP pp. 323-324). Pablo VI y la “novedad” del P. Alberione

Roma, 1955 - El P. Alberione, acompañado por las Hijas de San Pablo, bendice algunas maquinarias de la San Pablo Film, nacida para difundir la palabra de Dios en imágenes.

En la petición entregada al obispo de Alba, monseñor Francisco Re, el 23 de noviembre de 1921, y que contenía una breve historia de la sociedad y un primer proyecto de Constituciones, la encontramos enunciada con mayor precisión: “Guiar a los hombres a la salvación eterna sirviéndose de manera especial de la buena prensa”. El proyecto como lo presenta el P. Alberione no parece presentar dificultades insalvables y, sin embargo, no fue fácil hacerlo comprender y aceptar a las altas jerarquías eclesiásticas. El itinerario para su aprobación será largo y difícil. Cuando el 3 de diciembre de 1963, al mediar los 50 años de la fundación paulina, el Concilio Vaticano II 24

La novedad y originalidad del P. Alberione en este campo se comprende mejor cuando se considera el modo —único y exclusivo— de asumir la prensa primero, y luego los demás medios de comunicación para su obra. Esa novedad bien la entendió el gran papa Pablo VI. En una memorable audiencia, ante millares de paulinos y paulinas de todo el mundo, al distinguirlo con la condecoración “Pro Ecclesia et Pontifice”, así se expresó: “Helo aquí (al P. Alberione)... humilde, silencioso, incansable, siempre vigilante, siempre recogido en sus pensamientos, que van de la oración a la obra... siempre atento a escrutar los “signos de los tiempos”, es decir, las más geniales formas de llegar a los hombres... ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para dar vigor y amplitud a su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y de la posibilidad de su misión en el mundo”. Es el mejor retrato del apóstol y de su obra, bajo el signo de la “novedad”.

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LA PALABRA DE DIOS, CENTRO DE LA MISIÓN

Pasión por la palabra de Dios La obra bíblica del P. Alberione merece un capítulo aparte, pues pocos como él han dado vida a tales y tantas actividades para que la palabra de Dios llegase a todos los hogares y a un número siempre mayor de personas. Se vio impulsado a ello por las enseñanzas de los papas de su época, pero también por la obra secreta del Espíritu Santo que lo gratificó con un profundo amor a la Santa Biblia. Decisivos fueron también para él el ejemplo y los escritos del apóstol Pablo, incansable comunicador de la palabra salvadora. Del Apóstol tenía siempre delante las fuertes expresiones sobre este aspecto primordial de la misión: “¡Ay de mí si no predicara el evangelio!” (1 Cor. 9, 16); y la exhortación dirigida al discípulo Timoteo: “Haz obra de anunciador del evangelio” (2 Tim. 4, 5). Durante una visita que el P. Alberione realizó a Santiago de Chile, en abril de 1952, se dejó escapar esta confidencia: “Desde mis años de seminario comprendí la necesidad de la comunión frecuente y de la Sagrada Escritura... San Pío X lo decía: A los católicos nos falta la base; y para ponerla quiso la comunión frecuente, la difusión y el estudio de la Sagrada Escritura” (ARS, p. 11). Esta pasión por la lectura y la difusión de la palabra de Dios la transmitió a sus hijos e hijas desde los días mismos de la fundación. Quiso que la lectura cotidiana de la Biblia fuese una de sus características. No había local de las casas paulinas donde no estuviera entronizada en lugar de honor la Biblia o el

Roma, 9 de enero de 1962. - El P. Alberione, en el aeropuerto de Ciampino, recibe la urna con las cenizas del misionero paulino, padre Michelino Gagna, muerto en Lumbubashi (Elizabethville - Congo), durante la guerra de secesión del Katanga, mientras llevaba a salvo las ostias consagradas de la capilla de las Hijas de San Pablo.

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evangelio: en la capilla, junto al sagrario; en el recibidor, en los salones de trabajo, de estudio, de clase y en los dormitorios. Se le rendía culto, como en la Iglesia antigua, y el P. Alberione llevaba sobre el pecho fragmentos del evangelio de san Juan, como otros llevan medallas o el crucifijo. Hoy todo esto nos parece natural; mas no hay que olvidar que hasta hace pocos años la Biblia era para mucha gente un libro sellado y hasta vedado. Apostolado bíblico El apostolado bíblico lo comenzó el P. Alberione muy tempranamente; pero toma forma masiva en los años veinte. Aunque era apasionado de las grandes tiradas, no se limita a ellas. Quiere que la gente entienda la palabra de Dios y la aproveche para su vida cristiana. Nacen, para eso, folletos y libros explicativos. Para asegurar frutos duraderos en este sector impulsa las Fiestas del evangelio (1924) y funda la Sociedad Bíblica. Años más tarde inicia la Asociación para la lectura cotidiana del evangelio (1933). En 1927 ve la luz la Biblia de las Familias: no es toda la Biblia, pues se piensa en la lectura comunitaria hecha en el hogar, en donde hay adultos y niños. Contiene buenas introducciones, notas sencillas y es ilustrada. En ese mismo año, organiza el III Congreso Nacional del Evangelio que registra la participación de personalidades eclesiásticas, de numerosos biblistas, sacerdotes y gente de toda Italia.

de la Biblia entre 1929-1933; una empresa que, hoy por hoy, juzgamos simplemente temeraria por las circunstancias. La crisis económica mundial de 1929 repercute dolo-rosamente también en Italia. Los medios a disposición de los paulinos son pocos y modestos, y la obra programada exige enormes capitales y notable experiencia. Ambas cosas parecen estar fuera de su alcance... Cualquiera se habría amedrentado ante tan grandes obstáculos. El P. Alberione no. Hombre de fe profunda, enamorado de la palabra de salvación, osado cuando se trata de las obras de Dios, no se desanima. Contagia a sus paulinos con su misma fe y su mismo entusiasmo. No por nada, años más tarde, hará escribir en los talleres tipográficos de su congregación las palabras del apóstol Pablo: “Que la palabra de Dios se propague y sea comprendida” (2 Tes. 3, 1). Nada sintetiza mejor su profunda ansia de comunicador del evangelio que esas palabras. Ahora la Biblia completa es una realidad. Sale en cinco idiomas, en varios volúmenes de diferentes tamaños; y con un precio accesible. Esta edición reúne algunas características que vale la pena destacar, pues, además de ser anticipadoras, siguen siendo válidas también hoy. Así están puntualizadas en la presentación: “Una Biblia pastoral... quiere ser la palabra de Dios dada a todo el pueblo... Es el verdadero tipo de Biblia para la inmensa mayoría de los hombres y, de manera especial, de los cristianos...”. La Biblia en todos los hogares

Todas las actividades anteriores constituían un ensayo para probar fuerzas antes de lanzarse a la edición

Santiago Alberione no era un hombre que descansase satisfecho sobre los laureles y las empresas ya realizadas. Alcanzada una meta, proponía a sus discípulos y discípulas, cada vez más numerosos, otra

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La Biblia “Pastoral”

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meta más alta y más lejana. Es decir, en este caso concreto: impresa la Biblia había que hacerla llegar a la gente para que diera frutos de salvación. Así es como, en los años siguientes, se multiplican las iniciativas de difusión, al mismo tiempo que se editan libros y folletos explicativos del texto sagrado. Gracias sobre todo a las Hijas de San Pablo, se multiplican los equipos de difusión que ofrecen la Biblia a domicilio, casa por casa, aldea por aldea. A veces la gente sorprendida cree hallarse ante religiosas... protestantes y las rechaza o las recibe con hostilidad. Las Jornadas del evangelio y las Exposiciones bíblico-catequísticas han llegado prácticamente a todas las diócesis italianas y a muchas diócesis de las naciones donde los paulinos han fundado sus comunidades. En 1950, con el nuevo empuje dado a la Biblia por el papa Pío XII —”que ninguna familia carezca ya de los Libros Sagrados y todos se acostumbren a meditarlos todos los días”— se da comienzo a las Misiones del evangelio. Gracias a ellas, se va haciendo realidad el anhelo del P. Alberione, que es el anhelo del Papa y de la Iglesia: “La Biblia en todos los hogares”. La Biblia al centro de la mision

Albano, 15 de agosto de 1961. - El P. Alberione con la Madre Celina Orsini, primera Superiora General de las Hermas Pastorcitas, nacidas para la animación de las comunidades cristianas.

En 1960, el papa Juan XXIII, gran admirador de la obra paulina, acoge la petición del P. Alberione y eleva la Sociedad Bíblica de 1924 al grado de Pía Unión Primaria. Era la coronación de un sueño —tener la Sociedad Bíblica Internacional— y el reconocimiento del inmenso trabajo realizado en este campo por las congregaciones paulinas. Reconocimiento que fue muy apreciado por venir de la suprema autoridad de la Iglesia.

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El P. Alberione lo recibe con alegría, pero también como un mayor y más apremiante compromiso. En esta ocasión escribe: “Nuestros talleres gráficos realizan el mejor trabajo del mundo cuando multiplican las Sagradas Escrituras o porciones de ellas” (CISP 508). Y como previendo posibles objeciones, afirma que nuestra Sociedad Bíblica “no pretende reemplazar a ninguna de las instituciones existentes”, pues ella ha nacido “con el fin de intensificar la penetración del Libro Sagrado en medio del pueblo” (CISP 507). Y todo esto “explícitamente a las órdenes de la autoridad eclesiástica” (Ibíd.). El entusiasmo por la Sagrada Escritura se traducirá todavía en una nueva, arriesgada y costosa iniciativa: ¡llevar la Biblia a la pantalla! Estamos en la época de la imagen; hay todavía mucha gente que no sabe leer o que, de hecho, no lee pero que frecuenta el cine: ¡le daremos en imágenes lo que no pueden entender en libros! Nacen así los cortos y largometrajes bíblicos (como ya en los años cincuenta se habían ofrecido a la gente treinta y seis cortos catequísticos): Los Patriarcas, Los Jueces, Saúl y David... Después del Vaticano II propone a toda la Congregación: “La Biblia para cada miembro de la familia... Ségun nuestro apostolado, debemos abaratar los precios de la Biblia (Evangelio, Nuevo Testamento) a lo justo; se difundirà más ampliamente entre el pueblo” (CISP 671). A él, como nuevo Pablo, estaba reservada la misión de hacer llegar la palabra de Dios al mayor número de personas con los medios más rápidos y eficaces. De ello el P. Alberione tiene plena conciencia cuando escribe: “¡Dar la Biblia! es el centro del apostolado paulino”. Todas las actividades y todos los medios puestos en movimiento por este incansable apóstol, apuntan a ese único objetivo. “La Biblia, escribe, es el texto que debemos dar: o lo presentamos en películas o en libro, o de viva voz 32

Roma, 25 de marzo de 1966. - El P. Alberione, acompañado por las hermanas y las aspirantes de las Pías Discípulas, a la salida de la cripta de la iglesia de Jesús Maestro, nacida para honrar a Jesucristo, Camino y Verdad y Vida, que es la fuente y la meta de la espiritualidad paulina.

en la radio, o en discos y diapositivas, o de cualquier otra forma; utilicemos todos los medios que el Señor ha puesto a nuestro alcance” (Pr. A 284). Y todo esto, porque sólo la palabra de Dios salva. 33

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FAMILIA PAULINA: SAN PABLO VIVIENTE HOY

Unidad de espíritu, independencia de gobierno En su testamento espiritual el P. Alberione arroja un poco de luz sobre el camino recorrido para realizar la obra que el Señor le había inspirado en aquella larga oración de la “noche santa” entre los dos siglos. Pensó, ante todo, en una organización católica, pero hacia el 1910, “iluminado por una luz especial”, pensó ya en una comunidad religiosa. Ella le garantizaría una mayor continuidad, una gran estabilidad, mayor unidad y más espíritu de apostolado (cfr. AD nn. 21-22). Pero cuando pasó ya a la fase concreta, vio con mayor claridad que esta comunidad religiosa debería articularse en diversas ramas que juntamente formarían una familia religiosa que con el tiempo se llamaría Familia paulina. El carisma de esa Familia: “ser san Pablo hoy” Para el P. Alberione, ser familia no es un simple dato histórico. Es una misión actualísima con proyecciones al futuro. Él afirma repetidamente que “es Dios quien la ha querido” (CISP p. 194). Ha habido en esto “una intervención casi física y espiritual” (de san Pablo), que él mismo no sabe explicar. Por eso, “todos (los paulinos) deben considerar como padre, maestro, modelo y fundador sólo a san Pablo apóstol; pues, gracias a él, nació la Familia paulina; él fue quien la alimentó y la hizo crecer; de él ha tomado el espíritu” 34

(AD 2). Esta unidad de origen conlleva la unidad de espíritu que, según el P. Alberione, “es la parte sustancial” que se concreta en ceñirse a una misma espiritualidad: Vivir integralmente el evangelio; vivir en el divino Maestro, en cuanto camino, verdad y vida; vivirlo como lo comprendió su discípulo san Pablo; pues este espíritu constituye el alma de la Familia paulina” (UPS III pp. 187-198). De aquí deriva el carisma fundacional que caracteriza los institutos paulinos: ser presencia viva de san Pablo hoy en la Iglesia y en el mundo, para dar a Jesucristo, camino, verdad y vida. Así lo expresa: “La Familia paulina debe ser san Pablo viviente hoy, según la mente del Maestro divino, obrando bajo la mirada y con la gracia de María Reina de los Apostóles” (CISP p. 147). Pero, ¿por qué san Pablo? Lo que convenció al P. Alberione fue su contacto directo con los escritos y la vida de san Pablo. Descubría en ellos el universalismo de la redención, el amor apasionado a Cristo y al evangelio, el ansia pastoral de hacerse todo para todos, la plenitud de los valores en Cristo... Descubría en Pablo “el verdadero Apóstol” capaz de orientar todo tipo de apostolado y a cualquier apóstol (AD n. 64). Para su familia religiosa, llamada a difundir el evangelio “con los medios más rápidos y fecundos del bien”, Pablo aparecía como el misionero universal y el más grande comunicador del evangelio. Diversidad de “ministerios’ y unidad misionera Las diversas ramas paulinas, de hecho, con su espíritu común y sus diferentes servicios y ministerios, aspiran a realizar y manifestar en el mundo las diversas facetas de san Pablo: misionero y comunicador universal del evangelio; orante; fundador y animador de las primeras comunidades cristianas; promotor de 35

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vocaciones; orientador de las nuevas familias; suscitador de hombres y mujeres insertos en las realidades temporales para animarlas en Cristo... Las diversas ramas paulinas han nacido en el ánimo del P. Alberione para hacer realidad este proyecto. Ellas son : Cinco comunidades religiosas: La Sociedad de San Pablo, Las Hijas de San Pablo, Pías Discípulas del Divino Maestro, Hermanas de Jesús Buen Pastor (Pastorcitas) Hermanas de la Reina de los Apóstoles (Apostolinas) Cuatro Institutos Seculares: Instituto Jesús Sacerdote, Instituto San Gabriel, Instituto Nuestra Señora de la Anunciación (Anunciatinas), Instituto Santa Familia. Un movimiento laical: Cooperadores paulinos. Todo para “hacer conocer a Jesucristo”

Castelgandolfo, 15 de diciembre de 1970. - El P. Alberione con Madre Teresa Rossi, primera Superiora General de las Hermanas Apostolinas, cuyo carisma específico es la promoción de todas las vocaciones en la Iglesia.

Al proponer a su “familia” el altísimo ideal de “ser san Pablo hoy”, el P. Alberione plantea a sus hijos un desafío ineludible si quieren ser fieles a su herencia carismática y a los imperativos de la nueva evangelización. “A san Pablo, escribe, fue consagrada la Familia paulina... Ella abarca todo el mundo en todos los campos de apostolado: cultura, misión, espiritualidad, acción, ediciones. Las ediciones para todas las categorías de personas; juzgar todos los problemas y los acontecimientos con la luz del evangelio. Sus aspiraciones son las mismas del corazón de Jesús en la misa; en el único apostolado: ‘Hacer conocer a Jesucristo, iluminar y apoyar toda misión y toda obra de bien; llevar en el corazón a todos los pueblos; hacer sentir la presencia de la Iglesia en todos los problemas. Al mismo tiempo, tener un gran espíritu de adaptación y de comprensión ante todas las necesidades públicas y privadas; todo el culto, el derecho, la unión de la justicia y de la caridad” (AD 65).

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RASGOS DE UN HOMBRE DE DIOS

Los “pequeños” signos El P. Alberione fue hombre que vivió siempre en el silencio, casi oculto. Defendió, tras una obstinada cortina de discreción, su soledad y su vida privada. No hubo en su existencia hechos vistosos que llamasen la atención del mundo. Pero nunca fue un aislado. La soledad le permitía sintonizar mejor con los hombres, con los acontecimientos y elaborar esas respuestas prodigiosas que han caracterizado su misión. La soledad le permitió estar atento a las inspiraciones de lo alto y, sobre todo, descubrir la voz del Espíritu en los signos “pequeños”. Su vida está llena de esta percepción. Me refiero a algunos de esos signos. El hecho carismático de la “noche santa” (1901), que cambió el curso de su existencia, lo reveló apenas cincuenta y tres años después y escribió aquella intuición en las modestas envolturas de una revista... Descubre el camino propio por el cual se realizará su misión al ver cómo los obreros imprimían mal y de mala gana el periódico diocesano la Gazzetta d’Alba. Piensa entonces que la palabra de Dios impresa debe presentarse bien y con garbo, pues, ¡es sagrada! El 8 de diciembre de 1917 los cinco primeros paulinos, todos muy jóvenes, emiten su profesión privada. Es un hecho modesto, pero el P. Alberione le otorga una solemnidad desusada y habla, en un pequeño y pobre cuarto, al grupito como si fuesen los “apósto-

Castelgandolfo. - El P. Alberione con un grupo de hermanas Apostolinas y algunas de sus aspirantes. El padre acompañó con particular predilección los inicios de la última nacida de las Congregaciones paulinas.

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Roma, 1958. Para el Padre Alberione, la alegría de sus hijas e hijos era un signo de la presencia de Dios en la comunidad.

les de los tiempos nuevos”, herederos de los antiguos religiosos, destinados a conquistar al mundo con la buena prensa y otros medios. En 1921, con una mezcla de ingenuidad y presunción, protagoniza una aventura desesperada: mantener en vida el diario católico Il Momento, afectado por una trágica huelga. Lo hace con un puñado de jóvenes llenos de buena voluntad, pero inexpertos. Los paulinos recordarán el hecho con nostalgia y estímulo para sus futuras batallas periodísticas... Y no pararíamos de contar, pues la atención a los pequeños signos en él no es algo ocasional, sino una constante que se traduce en una fórmula muy paulina: “Comenzar siempre desde Belén. Comenzar desde Nazaret”; es decir, con medios pobres, pequeños,

sin bombo; sin esperar las grandes ocasiones, sin esperar a tener la gente muy preparada. Lo importante es la atención a los signos con los cuales Dios habla.

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Profundamente humano Estimaba y amaba a sus discípulos paulinos y paulinas, como los verdaderos tesoros de la Providencia. El Señor se los había enviado muy numerosos para compartir con él la aventura del reino de Dios. Los amó así como eran: jóvenes y ancianos, preparados o menos. Los enviaba a las misiones más lejanas y arriesgadas, sin abandonarlos nunca. Los

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seguía como un padre amoroso. Sólo exigía una garantía: la fidelidad al espíritu y a la misión recibidos. Los defectos, por notables que fuesen, no le importaban mucho. Apreciaba siempre la buena voluntad. Seguía a la gente, la estimulaba, se interesaba por cada uno, incluso cuando la Familia paulina había crecido mucho. Escribía, además de la correspondencia de oficio, tarjetas y estampas para saludar a cada uno en el día de su santo. Se interesaba por la salud de sus religiosos, dando oportunas instrucciones, incluso acerca de la comida, del descanso y los horarios, corrigiendo y alertando. Uno de sus biógrafos, el P. Lamera, transcribe algunos testimonios interesantes. Escribía a un cohermano: “Sé que tú también sufres; tienes tus penas que no me das a conocer, pero yo las conozco y oro por ti: que las utilices para tu santidad...”. Y en otra ocasión, advierte: “Si para la buena salud de las personas es necesaria la calefacción, que se prenda. Si alguien necesita remedios y cuidados particulares, que se provean en caridad...”. Durante la guerra, recomienda a sus sacerdotes una bienhechora que vive en una casa paulina: “A la madrina que se le provea de la leña para el fuego de manera que no pase frío...”. Nunca se apagó en él el amor y la comprensión hacia los obreros y el mundo del trabajo del cual él venía. Por eso quería que los paulinos se sintieran solidarios con los trabajadores, trabajando duro como ellos. En una ocasión, recogí de sus labios esta confidencia: “Hay parte de verdad en la filosofía comunista... Es imposible no advertirlo al llegar a la periferia de una ciudad, luego de haber atravesado las espléndidas calles del centro... Muchas leyes sociales se han promulgado porque el comunismo ha sacudido”. Y añadia: “No se puede hablar de Dios a la gente que tiene el estómago vacío”.

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Dedicación y entrega total Vivió entregado a su trabajo y a su misión, sin concederse descanso o distracciones de ninguna clase. Ese hábito de vida lo sintetiza esta frase: “Las cosas no se crean sin fatiga; si uno tiene que dar clases, preparar la predicación o un libro, debe trabajar, debe pensar. Cuesta sacrificio, es cierto, pero si permanecemos firmes en nuestra misión y en nuestro servicio recibiremos las ayudas de Dios y, pensando y reflexionando, lograremos realizar muchas cosas” (MI, 1960). El secreto de sus obras está allí. Hombre de frágil salud y de pocos recursos, pudo hacer tanto y tan bien porque se daba entero a su trabajo. Era muy avaro del tiempo y creía profundamente en su misión. Esto se traducía en la fidelidad cotidiana a un horario estricto que regulaba su jornada desde la levantada a hora tempranísima, hasta el descanso a hora también muy temprana y fija. Sin una necesidad particular no alteraba esta costumbre ni siquiera durante las visitas a sus comunidades en tierras lejanas. Hombre de profunda reflexión Ya hemos recordado cómo Pablo VI resumió bien este aspecto del P. Alberione. Lo vio “humilde, silencioso, incansable, siempre vigilante, siempre recogido en sus pensamientos, que van de la oración a la acción..., siempre atento a escrutar los signos de los tiempos...”. Su misma figura era una muestra plástica de su hábito de constante reflexión. Era edificante encontrarlo: la cabeza ligeramente inclinada, los brazos cruzados, la mirada concentrada y aparentemente abstraído del mundo. La fúente de su acción, a veces frenética, era esa: meditaba larga y profundamente lo que iba a decir, 43

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lo que iba a realizar. Eso constituía el alma, el resorte de su obrar y también el secreto de su esencialidad. Iba derecho al fin, sin detenerse en lo marginal y secundario, con seguridad. Cuando pasaba a la acción daba muestras de una gran seguridad y esto contagiaba también a sus discípulos; ellos asumían con entusiasmo los proyectos y empresas que él les presentaba. Poeta del apostolado y realizador Fue un grandísimo poeta del apostolado, un hombre cuya férvida imaginación estaba siempre en movimiento, a la búsqueda de respuestas adecuadas a los problemas, y concretándolas en múltiples actividades misioneras... Un hombre que supo explotar como pocos su gran capacidad creativa. El 25 de enero de 1919 así exhortaba al grupillo de jóvenes que estaban con él: “Estáis a los pies de una gran montaña, subid, mirad: vuestro horizonte es todo el mundo”. Años después, para animar a sus discípulos, repetirá frecuentemente: “Los confines de nuestra misión son los confines del mundo”. “Nuestra parroquia es el mundo entero”. Pero, y es un rasgo de la grandeza del P. Alberione, los ideales, los ensueños debían traducirse en realidad cotidiana, en el puesto en el cual Dios nos ha destinado a trabajar. Por eso, incitaba a los suyos a “pensar en grande”, pero también a obrar en lo pequeño cotidiano. Lo fastidiaban la indecisión y las demoras inútiles. En 1931 a raíz del ofrecimiento de algunos semanarios diocesanos que no llegaba a concretarse, escribía, con una pizca de resentimiento: “El hablar y proyectar sólo es una debilidad nuestra. Es necesario y es voluntad de Dios, concretar... ¡Guardémonos de las cosas a nivel de proyecto!”.

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Hombre de oración A nada dio tanta importancia como a la oración, en todas sus formas: vida interior, devoción a la Virgen, dominio de sí, devoción a la eucaristía, penitencia y un amor sin límites a la palabra de Dios. Vivió en diálogo ininterrumpido con Dios y en una constante purificación de sí mismo, para ser un instrumento cada vez más apto en sus manos. Desde muy joven comprendió lo que dice Jesús en san Juan: “Sin mí no podéis hacer nada”. Y repetía para sí, frecuentemente: “Por mí nada puedo, con Dios todo lo puedo: a Dios el honor, para mí el paraíso”. Nunca dedicó menos de cuatro horas diarias a la oración y, en los últimos años, llegó a cinco y hasta seis horas de coloquio con Dios. De él podemos decir lo que se ha dicho de santa Bernardita: “Dejó de orar y de vivir al mismo tiempo”. El P. Alberione solía repetir: “Muchas fundaciones y obras paulinas han nacido de la oración”. Y, despidiendo a un paulino que había sido enviado por él a comenzar una obra delicada y de cierta envergadura, le decía: “Confío mucho más en tus visitas al Santísimo Sacramento que en tus cualidades” Una vida marcada por el sufrimiento La cruz estuvo muy presente no sólo en su predicación sino que, en forma de sufrimiento, lo acompañó durante toda su vida. Sufrió en el cuerpo a causa de su frágil salud; sufrió en su espíritu por los escrúpulos, las dudas, las múltiples pruebas con las cuales el Señor lo visitó, incluso con las calumnias y las ingratitudes. Pero él supo ocultar todo con gran pudor. En los últimos años, los sufrimientos físicos fueron creciendo por una forma de artritis, rebelde a toda cu45

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ración. Muchas noches debía dormir de pie, apoyado en la pared de su cuarto. Pero casi nadie se enteró de esto antes de su muerte. Como Pablo, su modelo también en esto, podía decir: “Llevo en mi cuerpo los signos de los sufrimientos de Cristo”. Cuando en sus instrucciones tocaba el tema de la cruz impactaba a sus oyentes, pues sus reflexiones nacían de una experiencia viva y ocultada con gran discreción. Tenía de la cruz una concepción que ha sido recuperada por la teología más actual. Valga una sola cita: “Jesús nos redimió con su cruz; ahora nos toca a nosotros redimir al mundo con nuestra cruz”. Hombre de los últimos fines El tema de las verdades eternas (los Novísimos) fue preferencial en su ascesis y en su predicación. Estaba convencido de que las verdades últimas, debidamente presentadas y bien asimiladas, son una fuente de solidez, de estabilidad, de vigor e impulso a la vida espiritual y a la acción apostólica. Su constante referencia al “cielo”, al “paraíso” y al premio eterno constituía el “golpe de ala” con el cual animaba a sus hijos e hijas en las fatigas apostólicas de una misión —la paulina— fuerte y comprometida, y casi siempre avara de satisfacciones. El anhelo del cielo, de ir a estar con Dios, el premio, fueron las últimas palabras que pronunció sobre esta tierra: ¡Jesús... Muero... Paraíso! La meditación de las verdades eternas dio a su vida esa estabilidad y equilibrio que más apreciaban quienes vivieron cerca de él. Había llegado a ver todo a la luz de la eternidad y esto impedía que se alterara, incluso ante los acontecimientos más trágicos.

Ariccia, 15 septiembre de 1962. - El P. Alberione con un grupo de laicos, al término de un curso de Ejercicios Espirituales. Él ha considerado siempre de primera importancia la participacion de los laicos al carisma paulino. De las diez instituciones de la Familia Paulina cuatro son de laicos.

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LA FIDELIDAD A LA IGLESIA, GARANTÍA DE LA MISIÓN

Un “carisma” en los carismas... El P. Alberione tuvo una particularísima sensibilidad a las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Muchas de ellas las conocía por experiencia directa; otras por sus viajes y lecturas; otras las captaba en las preocupaciones pastorales de los papas de su tiempo, desde León XIII hasta Pablo VI. El mismo era consciente de esto y volvía sobre el tema una y otra vez. Ya en el lejano 1924, escribía: “Nosotros tenemos que ser fieles intérpretes de la palabra y de las orientaciones del Papa. No pretendemos ser otra cosa: y Dios nos dará la gracia para hacer esto... Nos bastará comprender bien y entregar bien la orientación del Papa, y estaremos cerca de él en las cuestiones disputadas y en las crisis del pensamiento y de la práctica...” (UCBS 6, [1924], 1). En 1965, volviendo sobre el argumento, insiste en que la Familia paulina nació para secundar el pensamiento del Papa, “cuando éste hablaba... porque habían muchos que dejaban que hablase y luego enseñaban a su manera... sin tomar en cuenta aquel que tenía la obligación, el deber y el poder de orientar a los católicos por el camino verdadero del apostolado...” (Pr VO 413). No sería difícil, cotejando sus escritos y examinando sus realizaciones, descubrir dentro de sus carismas fundacionales, uno especial: el carisma de captar las necesidades de la Iglesia de su tiempo, como las presentaban los Papas, y darles respuestas creativas y adecuadas. Sus institutos y muchísimas inicia48

tivas nacen de este don: como el poner los medios modernos al servicio del evangelio, la promoción biblica y litúrgica, la ayuda a los párrocos en sus actividades, la promoción vocacional, la presencia del laicado en general y de los laicos consagrados en la animación de las realidades temporales, etc. La frase de san Pablo, que solía repetir: “En Cristo y en la Iglesia” (Ef. 5, 32), no era una simple expresión para él. Tenía a mucha honra haber hecho suya la regla de oro de san Ignacio de Loyola a sus discípulos de la Compañía de Jesús: “Sentir con la Iglesia”, subrayando de esa manera que el auténtico apóstol vive y actúa en la Iglesia, en comunión con los pastores y, en primer lugar, con el Papa. Para él, el “sentir con la Iglesia”, se traducía en una sincera adhesión al Papa, cualesquiera fuese su nombre y las orientaciones que estuviese imprimiendo a la Iglesia. El voto de fidelidad al Papa “respecto del apostolado” nace de ese imperativo (cfr. AD 48-58). Siete papas diferentes para su misión Aunque ya hemos nombrado a León XIII y san Pío X, bajo los cuales el joven Alberione se formó, preparándose para la misión, no estará de más recordarlos en esta sintética panorámica. León XIII (1878-1903), con su amplísimo magisterio, marca la formación intelectual de Alberione. Con sus numerosísimas encíclicas toca todos los puntos del saber: renovación de los estudios filosóficos, teológicos y bíblicos; su apertura a la historia, a la civilización moderna, a los nuevos medios de apostolado. El P. Alberione se inspira en él para elaborar el núcleo de su espiritualidad: Cristo, camino, verdad y vida de la humanidad. De san Pío X (1903-1914), asume la pastoralidad, la vuelta a las fuentes —Liturgia y Biblia—, la comunión 49

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frecuente, el catecismo, la devoción a la Virgen, la sólida formación del clero, la defensa de la Iglesia. De Benedicto XV (1914-1922), guardará siempre un grato recuerdo: su obra nació y dio los primeros pasos, en plena guerra, bajo su pontificado. Lo recibió en audiencia privada, dos semanas antes de su muerte. El Papa lo había bendecido “a él y a toda su casa y a los cooperadores”, con profunda alegría. De él recoge el entusiasmo por la “buena prensa”, a la cual ayudaba incluso económicamente; el amor a la santa Biblia y el deseo de hacerla entrar en todas las familias. Sobre todo hará suyo el afán por la paz y el saber sufrir por la Iglesia. En Pío XI (1922-1939), se reconoce más: tal vez por su firmeza en el gobierno de la Iglesia en tiempo de los grandes “totalitarismos”, por su amor a la ciencia, por ser el “Papa de la prensa”, el Papa que dio la primera aprobación a su obra, por su encíclica sobre el cine — Vigilanti cura, 1936— en la cual vio un signo para dar comienzo a la San Pablo Film (1938). Pero tomó también de él, la preocupación por las misiones y la determinación de enviar a los suyos a tierras lejanas (1931). De Pío XII (1939-1958), a quien se debe la aprobación definitiva de la Sociedad de San Pablo, el P. Alberione admiró (y aprovechó) sobre todo el extraordinario magisterio que definió como “obra monumental... una verdadera ‘summa’ del siglo XX” (CISP 1246). Lo cita con frecuencia e inculca a sus discípulos la lectura de sus escritos. Aprecia e imita la obra caritativa desarrollada sobre todo durante y después de la guerra (1939-1945). Con él se abre a los nuevos medios de apostolado, en particular a la radio y a la televisión. Siente fuertemente el tormento del Papa por recuperar a los intelectuales, que son los guías de la opinión pública. De él, finalmente, toma la decisión para iniciar los “Institutos seculares” (1958-1960). De Juan XXIII (1958-1963), admira la bondad, la humildad, la pastoralidad y, sobre todo, el coraje de

19 de marzo de 1966. - El P. Alberione se entretiene con los jóvenes de una comunidad paulina de Roma, animándolos a santificar también los momentos de recreo.

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emprender el Concilio Vaticano II, y de dar un nuevo rumbo al ecumenismo: un tormento apostólico de toda la vida del P. Alberione (concretado, en cierta manera, en el Instituto “Ut unum sint”). A Pablo VI (1963-1978), lo unió una larga y cordial amistad. Lo sigue en su coraje por pilotear a la Iglesia en los tiempos tumultuosos del Concilio y de su aplicación posterior y admira su paciencia dialogante. En ese gran papa siente realizado el “nuevo impulso misionero” de la Iglesia que él intuyera en la “noche santa” de 1901. Todo en Cristo y en la Iglesia El P. Alberione amó a la Iglesia, con la libertad de los hijos, que, en definitiva, es la única manera de amar. Amó a la Iglesia; ¿y qué lo empujó a servirla con tanta fidelidad y tantas obras, más allá de toda prueba, sino un amor sin límites? La amó hasta concretar ese amor en el “voto de fidelidad al Papa respecto del apostolado”, voto que quiso refrendado en las Constituciones para que todos sus hijos se sintieran obligados por él. La amó con las obras más que con las palabras, considerando un honor sin igual poder servir a la Iglesia y no servirse de ella. Amó a la Iglesia con una fidelidad sin límites y sin reservas, pero a la manera de un cristiano adulto, con los ojos abiertos y con plena conciencia. La larga familiaridad con la historia civil y eclesiástica, le permitía no asustarse por sus miserias, no atemorizarse por sus retrasos, seguro que la hora de Dios llega siempre para las obras que él quiere. Amó a la Iglesia y quiso que sus hijos la siguieran en la verdad segura, en la fidelidad al Papa, a los legítimos pastores, sin enredarse en polémicas estériles y sin ir a la caza de novedades. 52

La amó por encima de todo, sin rehusar el constante, y a veces robusto, diálogo con los organismos eclesiásticos, consciente de la novedad y de la urgencia del carisma que el Espíritu le había confiado a él en la Iglesia y para la Iglesia de nuestro tiempo: comunicar el evangelio de la salvación con los medios modernos más rápidos y eficaces. Era un estilo de vida que había heredado del apóstol Pablo: “Hacer la verdad en el amor” (Ef. 4, 15). El amor y la fidelidad al Papa son, para él, el signo más seguro de la autenticidad de la misión recibida del Espíritu. Con ocasión de la celebración de sus bodas de oro sacerdotales así se expresaba en una meditación a los suyos: “La autoridad de la jerarquía me puso en un camino y en un apostolado distintos de los que hasta entonces se habían seguido en la Iglesia. Un día el señor obispo de Alba me llamó y me dijo: ‘Desde ahora a tu ministerio ordinario en la Iglesia voy a añadir otro de mucha importancia’. Y me indicó el camino: la prensa de la diócesis. En ese camino él me guió y me sostuvo, con sabiduría y fortaleza durante veinte años. Ahí se inició todo el camino. Dos documentos pontificios (uno de Pío XII y otro de la Congregación de Religiosos), confirman ahora que todo se desarrolló en la luz, con la guía y con la aprobación de la Iglesia, y más en concreto del ‘Pastor de la Iglesia que nos guía’. Este es el camino real: en Cristo y en la Iglesia. Siempre como hemos nacido y como vivimos” (CISP, p. 179). Profeta como era, el P. Alberione sentía que ese amor y esa fidelidad serían compensados con creces.

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ME LANZO HACIA ADELANTE PARA ALCANZAR A CRISTO

En su larga existencia, el P. Alberione fue, todo sumado, un gran solitario, esquivo y dedicado alma y cuerpo a su obra. En una cosa todos están de acuerdo que, en su presencia, se sentía que era un hombre de Dios. Con justicia se le pueden aplicar las palabras de la Sagrada Escritura: “Vivió como si viera lo invisible” (Heb. 11, 27). Para el gran público, a pesar de tantas fundaciones y obras, fue un casi desconocido. Después de su muerte, las cosas han cambiado y podríamos decir, con una frase manida, que su figura se agiganta cuanto más se aleja en el tiempo. Juan XXIII, lo conoció siendo patriarca de Venecia, al verlo tan diminuto y tímido, quedó decepcionado. Pero recapacitó pronto, confiando a sus íntimos: “Yo me había imaginado al P. Alberione muy distinto; ahora me explico toda su obra: ¡He visto a la humildad en persona!”. El aprecio de Pablo VI iba unido a una larga amistad, y ya hemos dicho de ello. El papa Juan Pablo II, en su visita a la ciudad de Turín, no dudó en nombrarlo con la legión de santos del Piamonte: Don Bosco, Don Cafasso, el Cottolengo, Don Orione, el canónigo Leonardo Murialdo, etc. El 22 de marzo de 1986, a los Capitulares paulinos, les decía: “Seguid caminando por la senda indicada por el P. Alberione... Sed santamente inteligentes, esmeradamente críticos, apostólicamente equilibrados y eficaces”. Y en más de una ocasión exhortó a los paulinos a introducir la causa de beatificación de ese siervo de Dios. Un hecho muy singular el del cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la Cul-

Albano, 22 de agosto de 1963. - El P. Alberione con Pablo VI en visita al hospital Regina Apostolorum de las Hijas de San Pablo. El papa Montini nunca ocultó su admiración hacia el P. Alberione y su obra.

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tura. En un artículo sobre la comunicación ya lo había saludado como uno de los grandes profetas de nuestro tiempo; pero ahora hizo resonar su nombre, por primera vez, en la misma basílica de san Pedro. A los periodistas católicos, reunidos allí para la fiesta de su patrono, san Francisco de Sales, les decía: “Escuchad ahora lo que escribía un gran apóstol de la comunicación social, el P. Santiago Alberione, fundador de la Sociedad de San Pablo y de la Familia paulina...”. El mundialmente famoso dom Helder Cámara, al visitar la librería San Pablo de Recife, decía: “¡Cómo comprendemos que fue el Señor que inspiró al P. Santiago Alberione, a este hombre de Dios! ¡Cómo fue providencial su obra!”. Y saluda la nueva librería como “la catedral de nuestros tiempos”. El cardenal Miguel Pellegrino, arzobispo de Turín y uno de los protagonistas del Concilio y del posconcilio, decía: “Es un don y un gozo, acercarse a hombres de este temple. Porque es motivo de agradecerle al Señor un regalo tan grande hecho a su Iglesia y al mundo...”. Y podríamos seguir con los testimonios de muchos personajes laicos y eclesiásticos. Tal vez nadie ha expresado mejor el secreto de su vida y de su “santidad” que el P. Renato Perino su tercer successor: “Este audaz misionero de los tiempos nuevos, más que un hombre de acción fue un formidable generador de acción. Fue un contemplativo esquivo, solitario, silencioso, cuya larguísima jornada comprendía siempre, dondequiera que se encontrara, cinco o seis horas de oración. Un contemplativo que tiene el valor de exigir a sus discípulos —cuya existencia frecuentemente se encuentra lejos del ritmo de la vida religiosa del pasado—, además de la meditación diaria sobre la palabra de Dios y la celebración eucarística, una hora entera de oración que compense los riesgos a los que están sometidos; que regenere su car-

ga espiritual y agudice la sensibilidad y la responsabilidad de los mediadores de la salvación a través del evangelio”.

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Su vida: la prueba más grande de su santidad Desde hace algún tiempo se habla también de gracias y prodigios atribuidos a la intercesión del siervo de Dios Santiago Alberione. Pero, el prodigio más auténtico de este sacerdote de nuestro tiempo, ha sido su vida. Hombre pobre, de salud precaria, escaso de medios, con limitaciones que no trataba de disimular y con una cultura que no hacía trasparentar, fue no obstante, siempre, un hombre disponible a Dios, atento a los signos del Espíritu, enamorado de Cristo más allá de cualquier límite. Fue en verdad un instrumento elegido por Dios para dar a la Iglesia y al mundo un nuevo ministerio: la evangelización con los medios de comunicación social en el espíritu de Pablo. Y, como el Apóstol, fue sensible a las necesidades de los hombres, por cuya salvación sintió el mismo amor apasionado y apremiante, hasta el tormento de la cruz. Hombre de esperanza, vivió intensamente el presente pero lo vivió con vocación de futuro, cierto de haber sido llamado a ser “un pequeño obrero” del Reino. Allí descansaba su confianza y así lo dejó consignado: “A un cristiano no le es permitido desalentarse, ni mucho menos rendirse ante un mundo que quisiera arrastrar a toda la humanidad hacia una vida sin Dios. Dios es infinitamente más poderoso que el hombre... Sólo los que se reconocen hijos de Dios se liberan de cualquier esclavitud” (CISP 868). Nada lo desanimaba, incluso el fracaso era fuente de renovada acción: “No nos desanimemos, sino conservemos siempre un sano optimismo. La historia es maestra de la vida, y nuestras experiencias pa-

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sadas nos sirven de escuela para el futuro. Cuando se pierde una batalla, mientras estemos vivos, siempre hay tiempo para ganar otra. Todo sirve para el bien, cuando se tiene buena voluntad. Por lo que nos salga bien daremos gloria a Dios; por lo que nos salga mal nos humillaremos y oraremos para recomenzar mejor” (CISP 1088). No era una postura momentánea o circunstancial, sino un estilo permanente de vida, calcado sobre el modelo e inspirador san Pablo que vivió lanzado hacia adelante. He aquí sus mismas palabras: “¡Lanzarse hacia adelante! Tengamos presente lo que falta por hacer, pues no hay tiempo para complacerse del pasado, para contar lo que hemos hecho y los resultados obtenidos... ¡No hay tiempo! Sólo hay tiempo para recordar lo que nos falta por hacer, si queremos ser sabios y apóstoles, modelados al estilo de san Pablo” (Pr A 130). *** El 27 de abril de 2003, el papa Juan Pablo II ha proclamado beato al P. Santiago Alberione, después de reconoce el milagro en la curación de María Librada González Rodríguez, mejicana, perteneciente al Instituto de la Anunciación de María, agregado a la Sociedad de San Pablo. La celebración de la memoria litúrgica del Beato Santiago Alberione ha sido establecida al 26 de noviembre, aniversario de su vuelta a la Casa del Padre.

(A la izquierda): Alba, 13 de junio de 1930. Procesión del Corpus Domini. El P. Alberione sostiene la custodia con el Santísimo, mientras el aspirante más joven de la comunidad lleva el Santo Evangelio.

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Oraciones del P. Alberione

Durante toda su vida, el P. Alberione cuidó personalmente el libro de la Oración de la Familia Paulina. Quería que fuese un instrumento de unidad de sus diferentes institutos, para mantener el mismo espíritu y apuntar juntos a la misma misión. Reproducimos algunas de sus oraciones dedicadas a los pilares de la espiritualidad paulina: Jesús, Maestro, camino, verdad y vida; María, madre, maestra y reina de los apóstoles y san Pablo, padre e inspirador de la obra. Invocaciones a Jesús Maestro Jesús, Maestro, santifica mi mente y aumenta mi fe. Jesús, Maestro de la Iglesia, atrae a todos a tu escuela. Jesús Maestro, líbrame del error, de los pensamientos vanos y de las tinieblas eternas. Jesús, camino entre el Padre y nosotros, te lo ofrezco todo y todo lo espero de ti. Jesús, camino de santidad, hazme fiel discípulo tuyo. Jesús camino, hazme perfecto como el Padre que está en los cielos. Jesús vida, vive en mi para que yo viva en ti. Jesús vida, no permitas que me separe de ti. Jesús vida, concédeme vivir eternamente el gozo de tu amor. 60

Jesús verdad, que yo sea luz del mundo. Jesús camino, que yo sea ejemplo y modelo para los hombres. Jesús vida, que mi presencia lleve a todas partes gracia, alegría y paz. Oración ecuménica a María Dios te salve María, madre, maestra y reina nuestra. Escucha con bondad la súplica que te presentamos según el deseo de Jesús: Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Vuelve tus ojos misericordiosos hacia todos los hombres. Muchos andan extraviados en las tinieblas, sin padre, sin pastor y sin maestro. En ti, María, encontrarán ellos la senda para llegar a Cristo, pues el Padre te ha constituido «apóstol» para dar al mundo a Jesús, camino, verdad y vida. Por ti, todos los católicos actúen con todas las energías por todas las vocaciones, para todos los apostolados. Por ti, todos los creyentes por todos los no creyentes; todos los comprometidos por todos los indiferentes; todos los católicos por todos los no católicos. Por ti, todos los llamados sean fieles a su vocación, todos los apóstoles sean santos, todos los hombres les escuchen. Al pie de la cruz tu corazón se dilató para acogernos a todos como hijos. Danos un corazón apostólico, modelado según el de Jesús, según el tuyo y el de san Pablo, para que un día podamos estar todos juntos contigo en la casa del Padre. Bendice a tus hijos, María, madre, maestra y reina.

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A san Pablo apóstol Apóstol san Pablo, que con tu doctrina y tu amor has evangelizado al mundo entero, mira con bondad a tus hijos y discípulos. Todo lo esperamos de tu intercesión ante el divino Maestro y ante María, Reina de los apóstoles. Maestro de los gentiles, ayúdanos a vivir de fe, a salvarnos por la esperanza y a que reine en nosotros el amor. Concédenos, elegido de Dios, una dócil correspondencia a la gracia, para que no sea estéril en nosotros. Danos conocerte, amarte e imitarte cada vez mejor, para ser miembros vivos de la Iglesia, cuerpo místico de Jesucristo. Suscita muchos y santos apóstoles que aviven el cálido soplo del verdadero amor, extendiéndolo por todo el mundo, de modo que todos los hombres conozcan y den gloria a Dios Padre y a Jesús Maestro, camino, verdad y vida. Tú sabes, Jesús, que desconfiamos de nuestras propias fuerzas. Concédenos, por tu misericordia, ser protegidos de toda adversidad por la poderosa intercesión de san Pablo, nuestro padre y maestro.

En su nombre, y por sus méritos infinitos, te pido aceptación cristiana en el sufrimiento, y sumisión perfecta a tu voluntad, a fin de que cuantos dispones y permites, sea para mayor gloria tuya y santificación mía. Para pasar bien el día Querida y tierna madre mía, María: ampárame, cuida de mi mente, de mi corazón y mis sentidos, para que no cometa pecado alguno. Santifica mis pensamientos, afectos, palabras y obras, para que te agrade a ti y a Jesús, mi Dios, y alcance así la salvación. Jesús y María, dadme vuestra santa bendición. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Aceptación de la voluntad de Dios Señor, ignoro lo que hoy pueda sucederme. Pero sé que nada me acontecerá que tú no hayas previsto y dispuesto para que redunde en bien mío. Esto sólo me basta. Alabo tus santos designios, eternos e inescrutables, y a ellos me someto de corazón por amor tuyo. Te ofrezco todo mi ser y asocio mi oblación a la de Cristo salvador. 62

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INDICE

Presentación

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Una vida para el Evangelio

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Un nuevo impulso misionero

18

Bajo el signo de la novedad

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La palabra de Dios, centro de la misión

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Familia Paulina: San Pablo viviente hoy

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Rasgos de un hombre de Dios

38

La fidelidad a la Iglesia, garantía de la misión

48

Me lanzo hacia adelante para alcanzar a Cristo

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Oraciones del P. Alberione

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