Testamento o Pacto? El Antiguo y Nuevo Testamento:

La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto? 36 Anotaciones ¿Testamento o Pacto? El Antiguo y Nuevo Testamento: Lección 4 Reconozco

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La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto?

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Anotaciones

¿Testamento o Pacto? El Antiguo y Nuevo Testamento:

Lección 4

Reconozco la diferencia entre el Antiguo y Nuevo Testamento que compone nuestras Biblias y este estudio no es una confusión de esa distinción. Es obvio que Dios hizo un pacto con Israel que fue resumido en los diez mandamientos: “Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra. Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos” (Dt. 5:1-3; nótese v.6-27). Basado en esa distinción debe ser admitido que el antiguo pacto no es aplicable para nosotros, porque el antiguo fue removido (cfr. Heb. 7:12; 8:6-13). Ahora somos partes del nuevo pacto revelado y mandado al hombre por el propio Hijo de Dios. Eso quiere decir que nadie puede apelar al antiguo pacto por autoridad para las prácticas religiosas en estos “últimos días”. Naturalmente entendemos el uso de la palabra “testamento” para distinguir las partes de nuestra Biblia — hay un antiguo y hay un nuevo testamento y ese es un uso legítimo de la palabra que transmite a nuestras mentes la diferencia. No obstante, de nuestra traducción en Español, la palabra “testamento” es entendida por algunos que significa “la última voluntad y testamento”, la cual, acorde al diccionario Webster, es también una definición aceptada de la palabra española. Pero, si la palabra “testamento” es una traducción exacta de la palabra griega “diatheke“” y la palabra hebrea “berith” y está designada para transmitir la idea de “una última voluntad y testamento puesta en vigencia por la muerte de un testador”, entonces inmediatamente algunas preguntas vienen a la mente. Por ejemplo, si “testamento” lleva la idea de una “última voluntad y testamento”, ¿cómo puede el antiguo pacto que Dios hizo con Israel ser llamado un “testamento”? En vista de que una “última voluntad y testamento” necesita la muerte del testador, ¿murió Dios para establecer el Antiguo Testamento? Por otro lado, si Moisés es considerado que es el “testador” del Antiguo Testamento, ¿murió Moisés para poner en vigencia el Antiguo Testamento? Si no murió un testador para poner en vigor el Antiguo Testamento, entonces ¿no es más exacto entender que la palabra da a entender una distinción legítima entre las partes de nuestra Biblia pero no “una última voluntad y testamento”? ¿Qué Es Un Pacto? El origen de la palabra hebrea “berith” (Español, “pacto”) es algo difícil de determinar. Es creído por algunos que es de una palabra que significa “comer” porque ese acto particular era usado para ratificar un pacto entre dos partes. Otros creen que es de una palabra que significa “escoger” la cual indica qué estipulaciones y condiciones de ese pacto sean ratificadas. Aún otros afirman que es de una palabra hebrea que significa “cortar” porque eso se refería al acto de sacrificar un animal para dar a entender la observancia del pacto. Y otros creen que vino de una palabra que significaba “purificar ceremonialmente”, (Estudio de Palabras del Antiguo Testamento, por Smith, Págs. 99-100). A eso pueden ser añadidas las observaciones de George Ricker Berry de que pudiera haber venido de una palabra Asiria, “biritu” que significa “atar”. Esto estaría en armonía con el significado general de la palabra hebrea (ISBE, Vol. 2, Pág. 727). La palabra hebrea “berith” y la palabra griega “diathaka” son traducidas casi exclusivamente al Español por la palabra “pacto”, pero los lexicógrafos reconocen que mientras “pacto” es probablemente la mejor palabra a usar en la traducción hebrea y griega al Español, tienen alguna limitación en traducir la palabra exactamente. Eso es verdad porque nuestra palabra “pacto” viene de una palabra francesa

La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto? y también de una palabra latina que significa, básicamente, “estar de acuerdo, ser de una mente, venir juntos”. En consecuencia, la primera definición enlistada por Webster es “un acuerdo obligatorio y solemne, por el cual dos o más personas, partidos, etc., hacen o se guardan de hacer alguna cosa especificada; un contrato, convenio”. La segunda definición enlistada es: “... en teología, las promesas de Dios al hombre, usualmente llevando condiciones a ser cumplidas por el hombre, como está registrado en la Biblia”, (Diccionario No Abreviado de Webster, Segunda Edición, Pág. 420). ¿Por qué “pacto” es inadecuado? Tiene un grado de insuficiencia porque la primera, la definición primaria enlistada sugiere la idea de un mutuo acuerdo entre partes iguales. Esta no es correcta en “berith” o “diathaka”, como son usadas en los pactos que Dios hace con los hombres. Berry hace las siguientes declaraciones acerca de la palabra hebrea “berith”: “En el Antiguo Testamento la palabra tiene un uso común, cuando ambas partes son hombres, y un uso claramente religioso, entre Dios y los hombres. No puede haber duda que el uso religioso ha venido del común, en armonía con la costumbre general en tales casos, y no a la inversa. También hay dos sombras de significado, un poco diferentes, de la palabra hebrea: una en la que es propiamente un pacto, eso es, un acuerdo mutuo solemne, la otra en la que es más un mandamiento, eso es, en lugar de una obligación voluntariamente asumida, es una obligación impuesta por un superior a un inferior. No obstante, este último significado, claramente ha sido derivado del otro. Es fácil ver que en un acuerdo, incluyendo como las partes contractantes aquellas de posición sin igual, puede fácilmente incluir aquellos acuerdos que tienen a participar de la naturaleza de un mandamiento; pero el proceso podría no fácilmente ser invertido”, (ISBE, Vol. 2, Pág. 727). Girdlestone dice esto: “Los traductores se han encontrado con muchas dificultades para dar una traducción uniforme de la palabra berith incluso en el A.T. Se ha recurrido a expresiones que se corresponden con las palabras ‘alianza’, ‘compromiso’, ‘pacto’, ‘disposición’ y ‘tratado’, pero ninguna de ellas es perfectamente satisfactoria, y ello por la siguiente razón: que en tanto que representan la naturaleza de un pacto entre hombre y hombre, ninguno de estos términos es adecuado para el propósito de exponer la naturaleza de los tratos en gracia de Dios con el hombre. Los traductores de la LXX evidentemente estuvieron conscientes de esta dificultad, y en lugar de utilizar sunthaka, que sería el término natural de expresar ‘pacto’, se sirvieron de diathaka, que significa una disposición legal y, luego, un testamento” (Sinónimos del Antiguo Testamento, Pág. 221). Sin embargo, por escoger la palabra griega “diathaka” por encima de “sunthaka” los eruditos pueden haber evitado el concepto de un acuerdo solamente entre mutuas partes y han creado otra, en vista de que “diathaka”, la cual significa básicamente “voluntad” o “disposición”, puede ser expandida para incluir “una última voluntad y testamento”. Eso dice que las traducciones de un lenguaje a otro usualmente siempre envuelven alguna dificultad pero debe ser dada atención a los significados básicos de las palabras en los contextos de pensamiento. Hay tres cosas que creo son incontrovertibles e inherentes en la palabra hebrea “berith” y la palabra griega “diathaka” a medida que se aplican a los pactos de Dios con el hombre: (1) la idea básica es siempre “voluntad” o “disposición”, eso es, la voluntad de uno haciendo el pacto acorde a su propio placer; (2) hay alguna forma de una expresión de esa determinación de la voluntad la cual puede envolver estipulaciones o condiciones — estas pueden ser acordadas o no, dependiendo sí o no el pacto es condicional o incondicional; y (3) hay algún acto de ratificación por medio del cual el pacto es puesto en vigor o establecido. El Pacto de Dios Con Noé: Dios dijo a Noé, “Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo” (Gén. 6:18). Cuando las aguas del diluvio habían bajado, Dios habló a Noé de nuevo acerca del pacto: “Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: He aquí que yo establezco mi

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pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra. Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminará ya mas toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra” (Gén. 9:8-17). ¿Fue esta una última voluntad y testamento que Dios hizo con Noé? Obviamente que no. ¿Fue un acuerdo mutuo entre partes iguales? Nuevamente la respuesta debe ser “no”. Entonces, ¿qué fue esto? Fue un pacto – fue una expresión de la disposición de la mente de Dios. En este caso, no hubo mandamientos para ser obedecidos y no hubo en lo absoluto obligación de parte del hombre. Más bien, el pacto tomó la forma de una promesa eterna de Dios – una promesa que decía que El nunca destruiría de nuevo el mundo con agua y la señal de esa promesa (pacto) que le hizo al hombre es el arco iris. Cuando el hombre ve el arco iris, recuerda el pacto. Cómo este pacto particular fue ratificado no está revelado. El acto mismo de colocar el arco en los cielos puede haber validado el pacto. El Pacto de Dios Con Abraham: En Gén. 15, Dios renovó una promesa que previamente había hecho con Abraham en el capítulo 12. La promesa envolvía hacer una gran nación de la simiente de Abraham, dando a esa descendencia una tierra, y la promesa singular de la “simiente” se refería a la venida de Cristo (cfr. Gál. 3:16). Dios se refirió a sus acciones como un pacto: “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates” (Gén. 15:18). Cuando Pablo correctamente determinó la inmutabilidad de los pactos, aún los pactos de los hombres, tenía algo en mente para probar por medio de la comparación: “Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo inválida, ni le añade” (Gál. 3:15). De eso él argumenta que Dios había hecho un pacto con Abraham que no podía ser alterado: “Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos años después, no lo abroga, para invalidar la promesa” (Gál. 3:17). Su punto es que Dios hizo un pacto con Abraham acerca de “la simiente”, que era Cristo. Y la ley de Moisés, otro pacto, no abrogó (anuló) la promesa, el primer pacto. Esta narración nos da mayor comprensión en cuanto a los “pactos” de Dios. Cuando Dios hizo este pacto con Abraham, ¿estaba estableciendo una “última voluntad y testamento puesta en vigor por la muerte de un testador?” ¿Fue este un acuerdo mutuo entre Dios y Abraham? ¿Cómo fue confirmado este pacto? En el contexto, Abraham había preguntado cómo podía saber él que eso que Dios le había prometido ocurriría. Dios le dijo que matara una becerra, una cabra, un carnero (de tres años), una tórtola y un palomino (Gén. 15:9). Abraham los dividió en dos partes iguales y cuando tuvo que ahuyentar las aves de rapiña que trataban de comerse los animales, cayó dormido. Dios le dio la seguridad de que Sus promesas serían guardadas cuando hizo que una antorcha de fuego pasara por entre los animales divididos. Esto parece ser la garantía a Abraham de que el pacto sería cumplido. Dios no murió aquí para establecer una “última voluntad y testamento”, ni fue esta la reunión de las mentes de partes iguales. Fue una expresión de la voluntad

La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto? de Dios. Fue un “pacto” hecho por Dios en forma de una promesa a Abraham. Los descendientes de Abraham y, finalmente, todo el mundo sería beneficiado de esta disposición de la mente de Dios. El Pacto de Dios Con Israel: “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (Heb. 8:13). El escritor justo ha citado de Jer. 31:31-33, en cuyo lugar Dios había predicho: “... estableceré con la cada de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto” (Heb. 8:8). El hace un argumento lógico de que cuando Dios predijo que haría un NUEVO pacto eso necesariamente significaba que aquel bajo el que estaban se volvería VIEJO. Pero, por el momento, concentrémonos en el Antiguo Pacto. ¿Cuándo hizo Dios este pacto? Fue cuando los tomó de la mano y los sacó de la tierra de Egipto. Específicamente, fue dado en el Monte Sinaí: “Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra. Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos” (Dt. 5:1-3). A medida que uno lee en Deut. 5:4 y Sigs., se entera de que los diez mandamientos sirvieron como la base de ese pacto que Dios hizo con Israel. Al principio en Hebreos 8, el escritor afirmó que Jesús era el mediador de un mejor pacto, que fue establecido sobre mejores promesas (v.6b). Luego dice, “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se habría procurado lugar para el segundo” (v.7). ¿Qué hubo de incorrecto con el primero? ¿Falló Dios en alguna forma de manera que este fuera imperfecto? La falla con el primero no estaba en su designio o ejecuciones, porque llevó a cabo exactamente lo que Dios se propuso. Este había sido añadido a la promesa que Dios le hizo a Abraham – “... a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa ...” (Gál. 3:19). Su incapacidad, por la sangre animal, para remover los pecados era la falla inherente con el primer pacto. Ninguna provisión fue hecha en éste para la completa remoción del pecado y sus pecados eran recordados de nuevo cada año. Una vez mas es imperativo que uno considere si este antiguo pacto puede ser llamado un “testamento” o no, si “testamento” es entendido en el sentido de una “última voluntad y testamento establecido a la muerte del testador”. Si es una “última voluntad y testamento” que necesita de la muerte de un testador para ponerlo en vigor, entonces ¿quién murió para poner el antiguo testamento en vigencia? ¿Murió Dios? ¡No! Entonces ¿quién murió para hacerlo efectivo? ¿Murió Moisés, el mediador? No, Moisés tampoco murió. Además, si éste es un “testamento” en el sentido de ser una ULTIMA VOLUNTAD Y TESTAMENTO, entonces, ¿cómo pudo Dios hablar de un NUEVO testamento. Porque si éste fuera una “última voluntad y testamento”, entonces ningún lugar pudiera ser buscado para otro. Y eso surge la pregunta acerca de cómo éste pacto fue ratificado. A diferencia de los otros pactos que han sido examinados, la evidencia aquí es muy clara. “De donde ni aún el primer pacto fue instituido sin sangre (énfasis mío, JR). Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto (eso es: “diathaka”, la misma palabra como en todos los otros lugares) que Dios os ha mandado. Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio” (Heb. 9:18-21). Cuando dice que el primer pacto no fue instituido sin sangre, esa es una forma negativa de decir que sería declarado positivamente en la siguiente forma: el primer pacto fue instituido con el derramamiento de sangre. Este pacto fue ratificado por la muerte de los sacrificios designados y la sangre de estos animales es referida como la “sangre del pacto”. Los animales murieron

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para instituir este pacto. El que hace el pacto no muere para poner en vigor el pacto — eso es siempre consistente con la palabra “pacto” y su ratificación. Más bien, si éste debe ser instituido con sangre, entonces la muerte de los animales designados debe ser derramada, antes de que el pacto sea puesto en vigor. Aunque no podamos saber exactamente cómo fueron ratificados los pactos que Dios hizo con Noé o con Abraham, sabemos cómo el antiguo pacto Mosaico fue instituido. El escritor hebreo hace un argumento consistente que también nos capacita para ver cómo el nuevo pacto fue ratificado y que el sacrificio designado era requerido que muriera para que el nuevo pacto entrara en vigor. El “Pacto Eterno” Con Las Naciones Isaías había dado oráculos particulares de condenación y destrucción contra tales naciones impías y ciudades como Babilonia (Cap. 13-14,21), Filistea (14:28-32), Moab (15-16), Damasco (17), Etiopía y Egipto (18-20), Jerusalén (22) y Tiro (23). Luego, en los capítulos 24-27, bajo la figura de dos ciudades hace un contraste entre los habitantes mundanos y el pueblo espiritual de Dios. La primera ciudad es llamada “ciudad desolada” (24:12) y “ciudad exaltada” (26:5) — la segunda ciudad es llamada “fuerte ciudad” en donde está la salvación y a la cual entrará la gente justa (26:1-3). En la “ciudad exaltada”, Dios incluye a todos los habitantes de la tierra, porque está contaminad y se les opone “porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno” (24:5). Traspasar las leyes, falsear el derecho, quebrantar el pacto sempiterno no son tres cosas diferentes sino la misma cosa declarada diferentemente. Su denuncia de esta ciudad mundana necesariamente significa que habían leyes y estatutos que eran aplicables a ellos y que había un pacto que Dios hizo con todos los ciudadanos de esta ciudad. Eso no quiere decir que la ciudad del mundo había estado de acuerdo en someterse a las leyes de Dios. ¿Qué es este “pacto sempiterno”? ¿Cuándo lo hizo Dios? ¿Qué leyes o estatutos están bajo consideración que los gentiles habían violado? Para contestar estas preguntas, considere de nuevo el pacto que Dios hizo con Israel en el Sinaí. Este pacto fue la promulgación de los mandamientos que expresaban la misma naturaleza de Dios. En estos mandamientos la disposición de Dios estaba expresada y del pueblo era esperado que guardara Sus leyes y estatutos. La singularidad de este pacto era, primero que todo, la imposición del día de reposo como un recordación de su liberación de la esclavitud egipcia y como una señal del pacto (Dt. 5:15; Ex. 31:16-17). Segundo, era singular en que relataba leyes particulares de devoción y de conducta social sólo para la nación de Israel. Dios no hizo este pacto con las naciones sino sólo con Israel (Dt. 5:1-5). Este no fue un pacto en el sentido de un acuerdo entre mutuas partes. Por comparación, el “pacto sempiterno” el cual los habitantes mundanos habían quebrantado necesariamente significa que algunas leyes fueron impuestas sobre ellos y también que ellos eran responsables de aquellas leyes. Dios ciertamente sería injusto en acusar a los hombres de pecado cuando no hubiera ley de la cual estuvieran enterados. ¿Cómo pudieron los hombres transgredir la ley y ser responsables a la ley cuando no había ley? En Amós 1:3–2:3, Dios prometió castigar por los crímenes cometidos por seis naciones y ciudades paganas. Tal promesa debe significar que estos pueblos tenían leyes que ellos habían violado, de otra manera El no podría justamente tenerlos por responsables de sus acciones. Pablo detalla la condición de los gentiles en Rom. 1:18-32, y explica cómo se volvieron tan degradados en su conducta. Estaban sin excusa, porque fue su decisión dejar a Dios y cambiar Su verdad. También fue su decisión violar las formas naturales e ir contrario a la forma que ellos crearon. Son condenados como pecadores y son responsables por su pecado. La única esperanza que tienen es a través de Jesucristo y el evangelio. Pero Pablo no podía acusar a los gentiles de pecado si no había ley para violar.

La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto? Este pacto es considerado muy probablemente que está vigente desde el mismo inicio del tiempo cuando Dios estableció las leyes relativas a la conducta correcta del hombre en este mundo. Basado en el hecho de que las leyes relativas a la conducta moral son extensiones de la misma naturaleza de Dios, y que la naturaleza del hombre siempre ha sido la misma, uno sería forzado a concluir que Dios esperaba la misma conducta general de los gentiles que esperaba de los judíos. Este es el “pacto sempiterno” que Dios hizo con el mundo. El “pacto sempiterno” bajo el que ha estado la tierra, aunque no necesariamente de acuerdo con guardar, nuevamente verifica el significado de “berith” y “diathaka”, no como un convenio, u acuerdo, sino como la disposición de la mente de Dios. El único pacto en existencia hoy día es el nuevo pacto. Sea que los hombres estén de acuerdo o no bajo éste no disminuye su responsabilidad por la correcta conducta moral ni quiere decir que ellos sean algo menos pecadores por su falta de voluntad en someterse al nuevo pacto de Dios. Sabemos la clase de conducta moral que Dios espera, a causa de lo que ha revelado en el nuevo pacto. Los hombres están bajo la regla moral de Dios, no porque voluntariamente se hayan sometido al nuevo pacto, sino porque Dios es su creador (buen material sobre este punto es encontrado en un artículo escrito por Paul Earnhart, Christianity Magazine, Vol. 6, N°8, Pág. 27). Dios no ha colocado un grupo de reglas regulando el comportamiento moral de los Cristianos y otro para el mundo. “Haré Un Nuevo Pacto ...” Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, obtuvo un mejor ministerio “cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Heb. 8:6). Las “mejores promesas” es una declaración general de las diferencias entre el antiguo pacto y el nuevo lo cual el escritor expresa con términos más específicos en los v.10-12. Procediendo desde el v.7, argumenta luego que si el primer pacto hubiera sido sin defecto no se hubiera procurado lugar para el segundo. En vista de que obviamente hay una deficiencia en el primero, se buscó lugar para el segundo. En efecto, Jeremías, profetizó acerca del NUEVO pacto lo cual significó que el existente en ese tiempo necesariamente se volvería viejo — habría servido a su propósito. En la profecía de Jeremías, hay una diferencia drástica a ser descubierta entre el antiguo y el nuevo. Estos contrastes son dados a entender de una manera vívida en la cita y aplicación de Jeremías 31:31-33 por parte del escritor hebreo. El primer punto específico de diferencia en los pactos, indicando la superioridad del nuevo pacto, el cual había sido descrito generalmente como “mejores promesas” es visto en donde las leyes fueron escritas — “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (v.10). Aunque Dios ciertamente requirió que Israel estudiara y enseñara Sus leyes, el escrito original fue ese que fue grabado en piedras. A diferencia de ese antiguo pacto, los mandamientos de Dios son escritos en los corazones bajo el nuevo; eso es, ellos son guardados en el ser interior e Israel sería gobernada constantemente por eso, por una influencia siempre presente y permanente, (cfr. Col. 3:16). Dependiendo de cómo uno observe esto, la última parte del v.10, puede o no ser considerado como una extensión del pensamiento de arriba. Expresa una diferencia en la forma en que Dios consideraba la propiedad del pueblo y cómo las personas estaban en relación con El. Por ejemplo, aunque los gentiles que creyeron en Dios y le obedecieron también estaban agradando a Dios, el pueblo escogido de Dios eran los israelitas. No obstante, bajo el nuevo pacto toda esa distinción carnal, nacional, desaparecería. El evangelio es para todos los hombres (Mat. 28:18-20) y Pedro llegó al entendimiento de eso a través de mucha persuasión — “... En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch. 10:34-35). Todos aquellos en cuyos corazones están escritas las leyes de Dios, aquellos que son gobernados en sus corazones por Sus estatutos, son Su pueblo especial y esa propiedad no está basada en la descendencia física y en un reclamo de un ancestro anterior.

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El segundo contraste principal indicando la superioridad del nuevo pacto sobre el antiguo es encontrado en el v.11 — “Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos”. El contraste se centra alrededor de dos palabras – “enseñar” y “conocer”. Bajo el antiguo pacto, los hijos debían nacer dentro de la nación de Israel. Debían ser circuncidados y hechos parte de esa nación sin el conocimiento de Dios o acuerdo en guardar Sus estatutos. A medida que crecieron en esa relación, fueron enseñados a conocer a Dios. Bajo el nuevo pacto todo el que entre en la Israel espiritual primero le debe ser enseñado a conocer a Dios (Jn. 6:44-45) y luego, estando de acuerdo en obedecerle basado en esa fe, se convierte en parte del pueblo de Su pacto. Por tanto, no hay nadie, bajo este nuevo pacto, que no conozca a Dios, porque un prerequisito esencial es que primero debe ser enseñado acerca de Dios antes de que pueda venir a El. El punto final de contraste es visto en el v.12 – “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. ¿Las provisiones para el perdón de los pecados existieron bajo el antiguo pacto? Si. (Nótese Lev. 16:1-34). No obstante, la misma implicación del parafraseo es que bajo el antiguo pacto, hubo una recordación constante de sus pecados. “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros, y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:1-4). Jesucristo, nuestro sacrificio por los pecados bajo el nuevo pacto, se ofreció a sí mismo UNA VEZ por todos – nunca habrá otro sacrificio ofrecido para hacer la expiación de nuestros pecados, porque Su sacrificio es absolutamente eficaz (Heb. 9:26,28). Bajo el nuevo pacto Dios dice, “... y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Heb. 8:12). “Porque Donde Hay Testamento, Es Necesario Que Intervenga Muerte del Testador” (Heb. 9:16) Me parece extraño que en Heb. 8:6-13, la palabra “pacto” sea usada para traducir la palabra griega “diathaka”, pero en el capítulo 9:15-17 los traductores cambian a la palabra “testamento” para traducir la misma palabra griega. Quizás los traductores buscaron ser congruentes con lo que les parecía ser un dilema en Heb. 9:16-17, donde dos pensamientos son introducidos los cuales pudieran inclinarse hacia el concepto de la “última voluntad y testamento”. Primero, el escritor presenta el hecho de que la muerte pone en vigencia algo. Segundo, enlaza con el pensamiento de una herencia. Ambas ideas pueden argumentar por una traducción de “testamento”. Aunque ciertamente no soy un erudito en griego, otros eruditos han visto la inconsistencia en muchas de las versiones Españolas y han explicado el aparente problema por medio de una exégesis mucho más compatible con el significado de las palabras en el pensamiento contextual. Antes de mirar los versículos 15-17, algunas observaciones del contexto están en orden. En el cap. 9:1, la referencia es hecha atrás a la cita en el cap. 8:8-12, en el que Dios había predicho un nuevo pacto. ¿Cuál es el contraste consistente en el cap. 8:8-13? ¿Es un contraste entre un pacto y un testamento? ¿Quizás es un contraste entre la antigua “última voluntad y testamento” y la nueva “última voluntad y testamento”? Ninguno de estos pensamientos es adecuado, porque Dios no estaba pronosticando la llegada de una nueva “última voluntad y testamento” como opuesta a una “última voluntad y testamento”. También es obvio que un contraste entre el antiguo “pacto” y un nuevo “testamento” no se ajusta al pensamiento cualquiera que sea, porque los contrastes y las comparaciones contienen cosas que son de naturaleza similar. Por consiguiente, es visto inmediatamente que la inyección de “testamento” en el contexto presenta una anomalía.

La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto? A medida que el escritor continua el contraste en los pactos en el Cap. 9:2 y Sigs., introduce el ministerio del tabernáculo para transmitir la superioridad de Jesucristo y Su sacrificio sobre el orden Mosaico. Nuestro Sumo Sacerdote no ministró en un tabernáculo terrenal y tampoco sacrificó la sangre de animales que nunca pudieron quitar los pecados. El entró en el tabernáculo celestial con Su propia sangre para hacer la expiación de los pecados de la humanidad de una vez por todas. Los v.13-14 forman un argumento para la superioridad de la sangre de Jesús sobre la de los animales y la incongruencia de estos discípulos aún contemplando un apartarse de Cristo para retornar a algo tan inferior. Si, la sangre de los animales llevó a cabo lo que Dios se propuso pero nótese lo que la sangre de Cristo procuró para nosotros. En el v.15 es una conclusión de la afirmación en el v.14, que la sangre de Cristo limpiará nuestras conciencias de pecado. Pero, por el momento, eso que es introducido en ese versículo no debería ser perseguido para establecer otro punto importante en el contexto. La atención es dirigida ahora al v.18 y Sigs. En el v.18 el escritor regresa a la idea de la institución del primero (pacto, no testamento) por medio de la sangre y se dedica a cómo ese pacto fue instituido. Cuando el antiguo pacto fue instituido con la sangre de los animales con el rociamiento del libro del pacto y el pueblo, Moisés dijo, “Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado” (v.20). Pero, la palabra aún es “diathaka” y el pensamiento consistente es aún un contraste entre los pactos. Mire atrás a la ocasión cuando el antiguo pacto fue puesto en vigor en Ex. 24:7-8. No es posible imaginar que Moisés estaba dando a entender al pueblo hebreo un concepto español de “última voluntad y testamento”. Era la disposición de la mente de Dios lo que estaba siendo prescrito en el pueblo. En conjunción con lo anterior y siguiendo el pensamiento contextual, también es imperativo entender que en el plan de Dios, Cristo obró más que una función. Por ejemplo, Cristo no es solamente el “Sumo Sacerdote” que ofreció un sacrificio para expiación, sino que él también es el sacrificio. Además, el sacrificio no sólo hizo la expiación sino que también ratificó el pacto. ¿Y quién es el “mediador” del pacto? Es Jesús. El hecho de que El obró más de una función no necesita ser confuso para el lector. Habiendo observado el contexto de Heb. 9:15-17, de los pensamientos anteriores y también de los siguientes, y observado las multi-funciones de Cristo en el nuevo pacto, y ahora será hecho un intento por entender cómo estos versículos son compatibles con todo el contexto. En el v.15, Cristo es introducido como el “mediador” lo cual se ajusta firmemente con “pacto” pero no con “testamento”. Decir que Cristo es el mediador del nuevo testamento deforma la figura. El punto aquí es que por medio de la muerte de Cristo aquellos bajo el primer pacto podían recibir la promesa de la vida eterna. Es importante entender que aquellos que estaban bajo el antiguo pacto no fueron dejados en pecado — el sacrificio de Cristo también expió sus pecados. El versículo 16 se lee, “Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador”. No obstante, la palabra que es traducida “testamento” aún es “diathaka”. El texto literalmente se lee, “Porque donde hay pacto, muerte hay necesidad de ser reportada de lo pactado”. O también puede ser traducido de esta manera, “Porque donde hay pacto, ahí también de necesidad debe ser ofrecida la muerte del designado”. La palabra traducida “testador” aquí viene de la palabra “diathemenou” que es el participio del segundo aorista de la voz media del verbo “diatithami” que significa “designar”. En este caso, Jesús no es sólo el mediador sino que también es el sacrificio designado necesario para ratificar el pacto. Por tanto, podría ser argumentado por el escritor en la singularidad de este pacto que Jesús, el mediador del pacto, tuvo que morir para ratificar el pacto, porque él era el sacrificio designado. En Luc. 22:29, Jesús dijo, “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí”. La palabra “asignar” en este contexto es la misma que es encontrada en Heb. 9:16-17, que es traducida como “testador”. El v.17 se lee, “Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es

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La Voluntad de Dios – ¿El Antiguo Pacto o el Nuevo Pacto?

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Anotaciones

válido entre tanto que el testador vive”. No obstante, ni el contexto ni las palabras griegas han cambiado, y firmemente, “diathaka” debería ser traducida “pacto” y no “testamento”. Literalmente, este versículo se lee, “porque un pacto sobre (víctimas) muertas es firme, ya que nunca tiene valor cuando vive la (víctima) pactada”. Nuevamente, sea notado que Cristo no era sólo el mediador sino también la víctima pactada y, acorde al argumento del escritor, mientras la víctima pactada vivía el pacto no estaba ratificado. ¿Recuerda el argumento hecho en el v.18? El primer pacto fue instituido con sangre de animales. Mientras aquellos animales (víctimas) pactados vivían el pacto no estaba ratificado. Cuando aquellos animales fueron muertos, ese pacto fue puesto en vigencia. Entonces, en una comparación consistente, está siendo hecho el argumento de que el nuevo pacto fue ratificado por el sacrificio designado, Jesucristo. Al observar el contexto en esta forma, uno ve todo el trozo de pensamiento como un contraste y comparación consistente del antiguo y nuevo pacto. Albert Barnes y James Macknight hacen algunos buenos comentarios sobre este contexto.

Bibliografía 1. El Tema de la Biblia, Págs. 11-17; por: Ferrell Jenkins. 2. ¿Cuándo Es Obligatorio Un Ejemplo?, Págs. 109-119; por: Thomas B. Warren. 3. The Gospel Anchor, Vol. 2, Págs. 69, 104, 132, 185, 211; por: Bill Moseley. 4. ¿Testament or Covenant? – The Preceptor Co., por: Jim R. Everett. 5. Notas Sobre 2 Corintios, por: Bill H. Reeves.

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