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Perspectiva sociolingüística: el lenguaje como acción social María de los Ángeles Martín
Buenos días, quiero empezar por dar las gracias a la Cátedra por la invitación, es un honor estar aquí entre ustedes. En vista de que se me ha pedido conversar sobre la lengua desde la perspectiva sociolingüística, voy a presentar mis reflexiones en torno del uso que se le da a la lengua y cómo éste se desvincula de lo que dicta la norma, entonces, lo que aquí presento es mi posición en relación con el eterno conflicto entre el uso y la norma. La lengua, en cuanto instrumento de comunicación, surge de la necesidad del hombre de interactuar… detrás de las palabras está siempre el hombre; por tanto, a través del lenguaje se puede intentar comprender lo social, que es el alma creadora y moldeadora de los usos lingüísticos. Debido a diferentes factores, tanto internos, propiamente lingüísticos, como externos, de carácter social, la lengua varía; se modifican los valores de algunos de los elementos del sistema que ella conforma y, en consecuencia, se modifica el todo; pero también porque el mundo varía, pues de él se adquiere el código lingüístico; primero en la familia, luego en la escuela y después con la lectura y el contacto social. Una lengua presenta variedades según las regiones, los ambientes, la índole de sus hablantes o las situaciones en que se emplea. Las variedades del idioma presentan los siguientes tipos: 1. variedades geográficas o regionales, por razones de su evolución histórica; 2. variedades sociales o socioculturales, debidas a las diferencias de posición económica, social o de instrucción de las personas; 3. variedades derivadas de los empleos que se hacen del idioma o de las situaciones en que se usa. Estas variedades afectan todos los niveles de la lengua, pero se notan especialmente en la pronunciación y en el vocabulario. Las variaciones de la *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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lengua se dan en un continuo complejísimo, en el que actúan entre sí los estratos de edad, el sistema con las tensiones de su propia estructura y las tendencias regionales y de grupo social, y los individuos mismos: variantes diastráticas (nivel sociocultural) y diatópicas (extensión geográfica), y los idiolectos que aspiran a hacerse oír en ese inmenso y pluralísimo rumor que es una lengua en un momento dado (Lázaro Carreter, 2000). En el caso de la edad, cada generación tiene sus preferencias, sus gustos idiomáticos; los saludos, las despedidas, los tratamientos, ciertos adjetivos suelen diferenciar claramente los grupos de edad. Sin embargo, tal y como lo sentenció Sapir (1921) “Dos individuos de la misma generación, que viven en un mismo lugar, que hablan un mismo dialecto y que pertenecen al mismo ambiente social, nunca coinciden por completo en sus hábitos lingüísticos. Por tanto, quien asuma la responsabilidad de juzgar el habla del prójimo deberá estar al tanto del movimiento lingüístico y cultural de su tiempo”. Esta perspectiva de la lengua en uso va más allá de definir el lenguaje como sistema lingüístico, lo definimos como competencia del lenguaje, para la comunicación y la significación; conocimiento tácito de la lengua de un hablante-oyente que posee un grupo limitado de reglas para producir un número infinito de oraciones en esa lengua; de modo tal que se accede al hablante - oyente real con sus perfiles y configuraciones sociales, culturales, ideológicas y afectivas. Para Hymes, (1976; 1974; 1972) no se aprende sencillamente una lengua, sino que se aprende a vivir en sociedad lingüísticamente; por eso, al aprender una lengua, se aprenden sus usos. Existen unas normas de la situación de habla que todos sabemos; de un momento a otro, podemos pasar sin inconveniente a usar normas distintas e, incluso, contrarias. Este es precisamente el campo de estudio de la sociolingüística, disciplina que se encarga del estudio del lenguaje tal como es utilizado, así *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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como de la sociedad en cuanto ente que se comunica; es el campo que estudia la relación entre el lenguaje y la sociedad; entre los usos del lenguaje y las estructuras sociales en las cuales viven y se desenvuelven los usuarios de la lengua. Con la sociolingüística estamos ante un campo de estudio que asume que la sociedad está constituida por muchos patrones y conductas relacionadas, algunas de las cuales son lingüísticas (Halliday, 1982; Hymes, 1974; Labov, 1983; Spolsky, 1998). El interés de la sociolingüística parte de la idea de que axiomáticamente los tejidos sociales dirigen y al mismo tiempo son guiados por el sistema lingüístico y sus formas de uso, en el descubrimiento de las competencias específicas del grupo, es decir, de las normas sociales de comportamiento, que en tanto estrategias de planificación y normas de expectación determinan la estructuración del sistema sintáctico, semántico y léxico. Por tanto, la sociolingüística parte de la matriz social, puesto que le interesan los seres humanos que se comunican y producen lenguaje dentro de un grupo. Desde esta perspectiva, apropiarse del sistema de la lengua implica llegar a conocer las normas de uso para lograr, a través de ellas, una óptima comunicación con los demás. Después viene el problema de la elegancia, pero antes es más importante usar el lenguaje con precisión tanto en las palabras como en las formas de combinarlas, con la finalidad de ser entendido por los otros; todo uso que impida la comprensión del mensaje que se emite porque va en contra de la norma de la comunidad a la que pertenece el emisor, es un uso reprobable que se debe corregir (Tejera, 1993). Sin embargo, el criterio de corrección es más complejo de lo que se puede suponer a simple vista. Una tendencia es apoyarse en el Diccionario y la Gramática de la Real Academia Española. Quienes se dedican a esta práctica, tradicionalmente, conocidos como puristas, cuando no *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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encuentran la palabra en el diccionario, decretan enseguida: “Esa palabra no existe”. La dificultad surge cuando se edita una nueva edición del Diccionario o de la Gramática y se acoge la expresión antes cuestionada, la cual comienza a “existir”. Históricamente, hemos llegado a comprender que no es la inclusión en el diccionario lo que le da existencia a una palabra, sino su existencia lo que le gana un lugar en el diccionario (Tejera, 1993). Existe una forma útil de purismo y hay una forma negativa, esterilizante. Cuando un purista asume que una palabra no existe, desconoce una parte importante del lenguaje y le niega a ésta todo interés humano. Ante los puristas rígidos y fanáticos, existe una tendencia de lingüistas que opinan que se debe dejar la lengua en paz y que no se puede defender ninguna actitud normativa. Al respecto Rosenblat (1981) refirió: “El imperativo categórico no parece ser hoy la pureza de la lengua, sino la unidad. Una unidad que tiene que ser obra de creación permanente de toda la cultura de todos los países hispánicos, de la lengua científica, de la lengua poética y de la lengua hablada por los mejores hablantes” (p.145). En total acuerdo con Rosenblat, no privilegiaremos ninguno de los dos extremos; no se trata de reglamentar cada uso, sino de pensar que el lenguaje es un instrumento social, y es la comunidad lingüística, por pequeña que sea, la autorizada para considerar social o culturalmente aceptables ciertos usos e inaceptables otros, pues todo el que habla una lengua posee un conocimiento práctico de ella: la conoce de oírla y de usarla como vehículo de comunicación. Desde el campo de estudio de la sociolingüística, se entiende por comunidad lingüística a la comunidad de redes comunicativas, cualesquiera que ellas sean y cualquiera sea la variedad de lengua utilizada (Cardona, 1991); debe ser definida en términos del conocimiento compartido y de la competencia de sus miembros para la producción e interpretación del habla *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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socialmente apropiada; normalmente, en ellas existen dos movimientos: uno que tiende a la innovación y otro que tiende a la conservación; las innovaciones pueden venir tanto de los sectores más elevados en la escala socioeconómica como también del sector popular. Existen palabras y giros que se introducen desde la clase culta y que se generalizan entre los otros sectores. No hay divorcio absoluto entre habla popular o familiar y habla culta, y el criterio normativo no es siempre claro y elemental. El habla popular penetra a veces en la lengua culta y viceversa; el sector popular crea palabras y giros que se expanden en los demás grupos sociales (Tejera, 1993). Nuestro país no escapa a toda esta realidad, vivimos una época de precipitados cambios en campos diversos de la actividad social y cultural; como resultado de ello, la sociedad en general realiza giros que siente necesarios e imprescindibles cuando una palabra o un nuevo giro adquiere una fuerza expresiva que resulta novedosa y que de alguna manera aporta algo a la lengua. Nuestra lengua, el español de Venezuela, está en constante variación, con la finalidad de afinar su capacidad expresiva para el encuentro y, sobre todo, para el diálogo con la nueva y distinta presencia de hechos y situaciones. Le ha tocado, por ejemplo, el influjo anglicista; pues, ciertamente, ciencia, tecnología, nuevos bienes de consumo, modas, costumbres y otras formas de relación social lo han hecho indispensable (Quiroga y Barrera, 1992). Para los sociolingüistas contemporáneos, estas mutaciones del lenguaje que acontecen en nuestro país se deben a presiones conjuntas del sistema y de la comunidad hablante, que han dado a lo largo de grandes trechos temporales; y su triunfo es correlativo de ciertos cambios en la estructura social de la comunidad; interviene la edad, la profesión, la distribución del trabajo, el grado de instrucción, los ingresos y el lugar de residencia. Ciertos cambios se producen entre nosotros en brevísimo tiempo y *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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muchas veces de manera espectacular, en lo más fácilmente que es el léxico, uno de los rasgos que más rápidamente se vincula con la identidad de una comunidad o región (Colmenares del Valle, 1989; 1996). Estos cambios en el léxico se producen debido a la acción de diversos procedimientos que les permiten a las lenguas renovar y regular su sistema cuantas veces lo exigen las necesidades expresivas; se trata, por tanto de recursos indispensables para asegurar el progreso y la estabilidad de cada lengua: la derivación; la composición normal o híbrida; el préstamo lingüístico; la restitución de palabras ya olvidadas o desaparecidas; y la polisemia. Estos cambios puede aceptarlos o no la comunidad lingüística, quien es a fin de cuentas la que decide sobre la solución más conveniente y oportuna. Por otra parte, actualmente, evidenciamos episodios muy singulares, como la súbita invasión de términos políticos, producto de los hechos que vivimos. Quizás la mayor responsabilidad en este caso la tengan los potentes medios de difusión, los cuales funcionan como agentes mediadores. Ellos facilitan que las innovaciones, sobre todo en el vocabulario, triunfen en un muy corto lapso, producto del entorno social, del entorno político, pues hablar es un evento histórico, que ocurre en un tiempo y en un espacio específico. En un mundo como el nuestro de gran dinamismo, con cambios violentos en todos los órdenes, y con un afán constante y febril de innovación, la lengua tiene que evolucionar con los tiempos (Tejera, 1983). Si el mundo se ha vuelto cada vez más pequeño gracias a la tecnología, sería absurdo aislarnos de la realidad mundial. El nuevo criterio no será el que tienda al aislamiento, sino por el contrario el que vaya hacia el universalismo. Para cerrar, presentamos una cita de Rosenblat (1969), quien magistralmente sintetiza en un solo párrafo nuestro sentir como hablantes venezolanos: *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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“En Venezuela se habla una variedad dignísima del castellano. A cada paso sorprende, en el habla familiar, la extraordinaria riqueza de giros, de comparaciones ingeniosas, de expresiones pintorescas y metafóricas, la imaginería verbal, la profusión de matices. Y la prensa y la literatura presentan en general un castellano que puede parangonarse en dignidad y belleza con el de cualquier país de América. Un castellano que ha dado una nota muy alta y original en el cuento, en la novela y en la poesía (p.23)”. La invitación es, entonces, a tratar de evitar tantos rodeos, tantas justificaciones, tanto ir y venir en torno de lo que se dice o no se dice, (Pardo, 1994); si una expresión es del habla popular o familiar, tiene su legitimidad en sí misma. La manera de hablar del pueblo venezolano debe inspirar siempre el mayor respeto.
*Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Cardona, G. (1991) Diccionario de Lingüística. Barcelona. 1era edición española: Ariel Colmenares del Valle, E. (1989). La codificación del venezolanismo. En: Páez Urdaneta, I; Fernández, F.; y Barrera Linares, L. comp. Estudios Lingüísticos y Filológicos en homenaje a María Teresa Rojas. Departamento de Lengua y Literatura Universidad Simón Bolívar Colmenares del Valle, E. (1996) ¿Qué es un venezolanismo? En: Letras. UPELIPC. Nº 53 Halliday, M. (1982) El lenguaje como semiótica social. México: FCE Hymes, Dell (1976). La sociolingüística y la etnografía del habla. En: Antropología social y lenguaje (Obra colectiva). Buenos Aires: Paidós. Hymes, D. (1974) Hacia la etnografía de la comunicación. En: Antología de estudios de etnolingüística. México: UNAM Hymes, Dell (1972). Acerca de la competencia comunicativa. En: Revista Forma y función N° 9. Departamento de lingüística, Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá. Junio de 1996. Labov, W. (1983) Modelos sociolingüísticos. Madrid: Cátedra Lázaro Carreter, F. (2000) Estudios de lingüística. Barcelona: Crítica Pardo, I. (1994) ¡Esa palabra no se dice! Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana *Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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Quiroga, L. y Barrera, L. (1992) Los estudios lingüísticos en Venezuela y otros temas. Caracas: Fondo Editorial Ipasme Rosenblat, Á. (1969) Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela. 3era. ed. Caracas-Madrid: Edime: 4 vols. Rosenblat, Á. (1981) La Educación en Venezuela-voz de alerta. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana, C.A. Sapir, E. (1921) El lenguaje, México-Buenos Aires: FCE Spolsky, B. (1998) Sociolinguistics. Oxford, G.B: Oxford University Press. Tejera, M. (1993). Un minuto con nuestro idioma. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana
*Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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Resumen curricular María Martín Hernández Profesora en Educación Especial, Mención Deficiencias Auditivas y Problemas del Lenguaje, egresada de la UPEL-Instituto Pedagógico de Caracas. Actualmente finaliza la Maestría en Educación Abierta y a Distancia en la Universidad Nacional Abierta, en el área de incumbencia de Diseño y Medios. Desde el año 2002, se desempeña como Especialista en Contenido en la Carrera de Educación, Mención Preescolar de la Universidad Nacional Abierta, desde esa fecha participa como Asesora permanente de Lectura en el Programa a Distancia de Lectura y Escritura para los Niños de la UNA. En el año 2006, obtuvo el Premio Anual en Innovación de la Universidad Nacional Abierta en el Área de Educación a Distancia por el trabajo en coaturía con Estéfano y Guía: La lengua escrita y el entorno social: una experiencia innovadora en el ámbito de la Universidad Nacional Abierta. Es coautora del libro: Lenguaje, comunicación y significado en educación matemática, (2006).
*Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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RESUMEN La lengua, en cuanto instrumento de comunicación, surge de la necesidad del hombre de interactuar; por lo tanto, a través del lenguaje, se puede intentar comprender lo social, que es el alma creadora y moldeadora de los usos lingüísticos. Este es precisamente el campo de estudio de la sociolingüística, disciplina que se encarga del estudio del lenguaje tal como es utilizado, así como de la sociedad como organismo que se comunica. Con la sociolingüística estamos ante un campo de estudio que asume que la sociedad está constituida por muchos patrones y conductas relacionadas; tal y como sucede en nuestro país, donde se realizan giros necesarios e imprescindibles cuando una palabra adquiere una fuerza expresiva que resulta novedosa y que de alguna manera aporta algo a la lengua. Desde esta perspectiva, el lenguaje es un instrumento social, y la comunidad lingüística, por pequeña que sea, es la autorizada para considerar social o culturalmente aceptables ciertos usos e inaceptables otros, pues todo el que habla una lengua posee un conocimiento práctico de ella: la conoce de oírla y de usarla como vehículo de comunicación. En vista de ello, la invitación es a tratar de evitar rodeos, justificaciones, tanto ir y venir en torno a lo que se dice o no se dice, si una expresión es del habla popular o familiar, tiene su legitimidad en sí misma. Descriptores: lengua, sociedad, sociolingüística.
*Este trabajo está inspirado en la obras de Ángel Rosenblat, (1969; 1981) y María Josefina Tejera, (1993).
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