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Asclepio Asclepio, en la mitología griega, dios de la medicina. Esculapio para los romanos. Era hijo del dios Apolo y de Corónide, una hermosa muchacha de Tesalia. Disgustado porque Corónide le era infiel, Apolo la mató y entregó a su pequeño hijo al centauro Quirón para que lo criara. Asclepio aprendió todo lo que Quirón sabía sobre el arte de la medicina y pronto se convirtió en un gran físico. Como cometió el imperdonable pecado de dar vida a los muertos, el dios Zeus lo castigó con un rayo. Durante cientos de años después de su muerte, los enfermos visitaron los numerosos templos construidos en su honor. Su santuario más famoso estuvo en la ciudad medicinal de Epidauro en el sur de Grecia o Peloponeso. Allí ofrecían sacrificios y elevaban plegarias a Asclepio quien, según creían, se les aparecía en sueños y les prescribía remedios para su enfermedad. En el arte se le representaba con un bastón sobre el que se enroscan unas serpientes.
Quinto Sertorio Quinto Sertorio (c. 121-72 a.C.), general y político romano, destacó durante las guerras civiles previas al final de la República, en concreto en las luchas que tuvieron lugar en Hispania. Nació en Nursia, en territorio sabino. En el 102 a.C. actuó en Aquae Sextiae (ahora Aix-en-Provence, en Francia), bajo el mando del general y político romano Cayo Mario, en la guerra contra los teutones. Sertorio pasó a Hispania como tribuno militar en el 98 a.C., y en el 91 a.C. se convirtió en cuestor de la Galia Cisalpina. Cuando estalló la lucha en el 88 a.C. entre los optimates (partido aristocrático) bajo el mando de Lucio Cornelio Sila y el partido democrático (populares) dirigido por Mario, Sertorio se unió a este último. En el 75 a.C., el signo de la guerra cambió, el procónsul de la Hispania Ulterior, Quinto Cecilio Metelo Pío, venció y mató al lugarteniente de Sertorio, Hirtuleyo, en Segovia. Un año después, Sertorio perdió el control de Celtiberia y se refugió en el valle del Ebro. Fue asesinado en una conspiración de oficiales romanos dirigidos por Marco Perpenna, en Osca. Esto marcó la caída total de las fuerzas de Mario en Hispania. Pompeyo venció a Perpenna y con ello sometía Hispania al poder romano.
DIOSA FORTUNA FORTUNA: La diosa Fortuna o fors, en Grecia Tyche, era la de la suerte, el azar, la que rige las vidas de los hombres. Representada como mujer, de pie o sentada y que lleva consigo varios objetos, como un timón, una rama de olivo o un caduceo. El culto a esta divinidad fue introducido por Servio Tulio y se le erigió un templo en el Campigdoglio aunque en Roma tuvo varios más, como el Templo de la FORTVNA VIRILIS. Cada emperador tenía su propia diosa Fortuna. Era la personificación de la suerte favorable o adversa apareciendo subida sobre un globo que gira, tambien con una rueda a su lado, aludiendo a las vueltas o cambios que la fortuna regala a los humanos.
VENUS, diosa del amor y del deseo La Venus romana tuvo su origen en la Afrodita de los griegos. En la mitología griega, Afrodita era la diosa del amor y de la belleza. Se creía que era hija de Zeus y Dione, pero en otras leyendas se la describe brotando de la espuma del mar. Los orígenes etruscos de Venus fueron Feronia y Flora como diosas de la naturaleza. La Venus romana absorbió las funciones de las tres, con atributos de madre de toda fecundidad y fuente de toda belleza. Se le consagró el mes de abril, en ensalzó su condición de doncella y la de su maternidad ( se le denomino según el caso, Venus Mater, Venus Genitrix, Venus Felix, y Venus Vicrix). Para el pueblo romano Venus era una diosa cercana, era la diosa de la gracia, de la belleza y del amor. El templo de Venus en Lucus Augusti, se emplazaba tal como Viturvio lo describe en sus libros de arquitectura.
VESPASIANO Miembro de una modesta familia, Vespasiano inició el cursus honorum alcanzando todos los cargos públicos. Participó en las guerras de Germania y Britania de los años 42 al 47, siendo elevado al cargo de cónsul en el 51 como recompensa a sus triunfos. La guerra civil del año 68-69 -tras la muerte de Nerva- le sorprendió en Oriente donde las legiones le aclamaron emperador en el año 69, siendo reconocido por las demás legiones y por el Senado. La situación del Imperio cuando Vespasiano se hizo con el poder era bastante crítica, especialmente en Oriente donde continuaba la revuelta judaica. Vespasiano envió a su hijo Tito a Judea para sofocar la rebelión, cayendo la ciudad de Jerusalén en sus manos tras seis meses de sitio. El triunfo de Tito fue celebrado de manera multitudinaria en las calles de Roma, siendo ajusticiado uno de los cabecillas de la rebelión al pie del Capitolio. Con el Senado las relaciones fueron estables, especialmente tras exiliar a los miembros del partido republicano y a los filósofos estoicos y cínicos que les
apoyaban. Para evitar problemas sucesorios, Vespasiano asoció al trono a sus hijos Tito y Domiciano que continuaron con su labor tras el fallecimiento del anciano emperador en el verano del año 79.