VIOLENCIA ESTRUCTURAL:

VIOLENCIA ESTRUCTURAL: migrantes guatemaltecos en las fincas cafetaleras del Soconusco, Chiapas Rosario Ayala Carrillo1 Naima Cárcamo Toalá * Austreb

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VIOLENCIA ESTRUCTURAL: migrantes guatemaltecos en las fincas cafetaleras del Soconusco, Chiapas

Rosario Ayala Carrillo1 Naima Cárcamo Toalá * Austreberta Nazar Beutelspacher ** Blanca Suárez San Román *** Emma Zapata Martelo **** Resumen: Cuando se habla de violencia generalmente se piensa en la violencia directa, en donde es localizable la causa y las consecuencias son evidentes (golpes, tortura, secuestro), sin embargo referirse a la violencia estructural no es visibilizar al agresor(a) con facilidad, pero sus efectos son graves o incluso fatales para una gran parte de la sociedad: pobreza, hambre, desempleo, no acceso a recursos, ni a servicios sociales. El propósito de este trabajo es mostrar algunas evidencias derivadas de la violencia estructural a partir de la experiencia de las y los jornaleros migrantes en la región del Soconusco, Chiapas, sus condiciones de vida y los problemas educativos que niños y niñas enfrentan.

M.C., en Estudios del Desarrollo Rural. Investigadora Asociada del Colegio de Postgraduados. Temas de interés: género, migración, niñez, educación, violencia, mujeres rurales. Contacto: [email protected]. * M. C., en Estudios de Desarrollo Rural. Investigadora Asociada del Colegio de Postgraduados. Temas de interés: género, migración, niñez, mujeres rurales. Contacto: [email protected]. ** Investigadora Titular del Colegio de la Frontera Sur. Doctora en estudios del desarrollo rural; temas de interés: desarrollo, género y salud. Contacto: [email protected]. *** Coordinadora de proyectos e investigadora del Grupo Interdisciplinario sobre Mujer, Trabajo y Pobreza (GIMTRAP, A.C.). Temas de interés: género, remesas, migración y microempresas en el ámbito rural. Contacto: [email protected]. *** Licenciatura, maestría y doctorado en Sociología por la Universidad de Texas en Austin. Profesora Investigadora Titular en el Colegio de Postgraduados en la orientación de Desarrollo Rural. Ha realizado varios trabajos sobre migración, niñez, con énfasis en la perspectiva de género. Contacto: [email protected]. 1

Autoras por orden alfabético.

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Introducción

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uando una persona ocasiona un daño físico a otra produciéndole la muerte, se denomina homicidio; cuando el agresor conoce de antemano que el daño será mortal se llama asesinato. Cuando la sociedad sitúa a los pobres en una posición en la que inevitablemente se encontraran con la muerte prematura, porque las priva de la satisfacción de las necesidades básicas, situándolos en condiciones en las que no es posible vivir, es un asesinato con tanta rotundidad como lo es el acto individual, ya que la sociedad sabe que esas víctimas perecerán y aun así permite que esas condiciones se mantengan. Tal como lo describió Engels hace más de 150 años,2 la violencia estructural que se sigue viviendo, produce miles de muertes que pueden ser evitadas, pero debido a las condiciones estructurales de pobreza no lo son, y al no tener un responsable directo e identificado, pareciera que nadie es culpable. En este ensayo se retoma el término de violencia estructural, porque hace referencia a la violencia que no es ejercida de manera personal, pero que tiene graves efectos en la población: suprime una adecuada estimulación educativa, social, cultural, económica y limita el desarrollo de potencialidades para cubrir las necesidades humanas, manteniendo a las personas en condiciones de vida realmente deplorables. La situación de los(as) jornaleros(as) en México ha sido invisibilizada, en este trabajo se busca mostrar la violencia estructural que viven estas personas. La migración de jornaleros agrícolas tiene como origen el deterioro de las condiciones de vida de éstos, en las comunidades y pueblos de origen, así como la marginación, exclusión y discriminación en que viven. Las familias jornaleras agrícolas representan a muchos de los pobres entre los pobres. En ese contexto, se expone una parte de la realidad que viven los migrantes guatemaltecos que se emplean en el cultivo del café en la región Soconusco del estado de Chiapas, México. La violencia estructural La violencia estructural fue establecida conceptualmente por Galtung en 1985. El autor considera que este tipo de violencia forma parte de las estructuras y su característica fundamental es la desigualdad. En ella no hay específicamente un actor que ejecute la agresión directa como en la violencia física y psico-emocional. Se trata de una violencia institucionalizada y legalizada por las estructuras sociales de poder, relacionada con las injusticias estructurales sociales, económicas, educativas, de desigualdad de oportunidades y de desarrollo humano, de marginación y pobreza, por lo que afecta a más personas que la violencia directa (Galtung, 1985:31-96). Es estructural porque al reproducir las estructuras sociales injustas y sus efectos, reproduce también la desigualdad del orden social existente la (Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos Red tdt3 2008). Jiménez y Muñoz (2004) consideran que esta violencia es la suma total de todos los choques incrustados 2

A propósito de la violencia estructural, Engels señaló: es un “asesinato disfrazado e intencionado contra el que no puede defenderse por sí mismo, porque no ve al asesino, porque la muerte de la víctima parece natural en tanto que el delito es más por omisión que por comisión, pero asesinato al fin y al cabo” (Engels, 1844, traducido y presentado por La Parra y Tortosa, 2003). 3 Se referirá de aquí en adelante como Red tdt.

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en las estructuras nacionales y mundiales, cimentados y solidificados, de tal forma que los resultados injustos y desiguales son casi inalterables. Para Galtung la violencia tiene una triple dimensión: directa, estructural y cultural. La directa al ser visible permite con mayor facilidad afrontarla. La violencia cultural incide en la justificación de situaciones violentas de carácter directo o estructural. La estructural es indirecta, por ejemplo, las acciones que provocan el hambre en el mundo, no están diseñadas y realizadas directamente con ese fin, sino que son derivaciones indirectas de la política económica capitalista y del inequitativo reparto de la riqueza. Los tres tipos de violencia están relacionados en el sentido de que la violencia directa puede servir de indicador del grado de violencia estructural y cultural de la sociedad (Penalva y La Parra, 2008). Arzate y Vizcarra (2007) consideran que la violencia directa es como la punta del iceberg, la cultural es la que sostiene y permite la estructural, la más dolorosa y también la más difícil de erradicar es la estructural. Se consideran casos de violencia estructural aquellos en los que el sistema causa hambre, analfabetismo, miseria, enfermedad o incluso muerte, a la población. Son también ejemplos, los sistemas cuyos estados o países no satisfacen las necesidades básicas de su población. Está representada por las numerosas situaciones de injusticia que se observan: mientras unos(as) comen y beben en abundancia, otros(as) revuelven en la basura, no tienen que comer y piden limosna (Jiménez y Muñoz, 2004). Galtung (1985) señala que la pobreza y la exclusión son un tipo de violencia estructural porque es una forma de sufrimiento, de privación de las necesidades básicas y que potencializa otros tipos de violencia. Además de que interfiere en otros aspectos sociales y de desarrollo tales como la educación de los(as) niños(as). En resumen La Parra y Tortosa (2003) consideran que el concepto de violencia estructural: 1. Se refiere al daño potencialmente evitable en el que a pesar de no existir un actor identificado que provoca la violencia, ésta es explicada a partir de estructuras sociales que producen distribuciones inequitativas del poder y recursos. 2. El daño al que se hace referencia se produce en las personas y más concretamente en la satisfacción de sus necesidades humanas básicas. 3. El componente estructural implica que esta forma de violencia está impregnada en las estructuras sociales. Dichas estructuras no son observables directamente, sino que se pueden llegar a explicar y comprender únicamente a partir de la realidad social. Por lo tanto, el término violencia estructural es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, educación, salud, identidad o libertad) como resultado de los procesos de estratificación social, tal como sucede con las y los jornaleros que se ocupan en el cultivo del café en el Soconusco, Chiapas, el cual sólo puede ser explicado conociendo la realidad de pobreza y analfabetismo en que viven. La violencia estructural en México Actualmente la sociedad mexicana está caracterizada por una fuerte violencia estructural-simbólica-cultural, relacionada con la pobreza, desigualdad, analfabetis-

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mo, ignorancia y la injusticia social en general. Estas situaciones representan tanta o más violencia que la violencia directa (Ábrego, 2009:2). La violencia estructural en México es ejercida por las instituciones y el sistema social. La desigualdad no es exclusivamente económica, sino que se refleja en el goce y disfrute de todos los derechos humanos. Tal como lo señala la Red tdt (2008): a los más pobres se les niegan, además de sus derechos sociales, sus derechos civiles básicos, no tienen protección contra la violencia policial y varias formas de violencia privada; se les niega el acceso igualitario a las instituciones del Estado. Por su parte, el Estado maltrata a quienes debe cuidar, persigue a quienes corresponde proteger, ignora a quienes debe mayor atención, y sirve a quienes debe controlar, es decir, se aplica la ley de forma discriminatoria, particularmente contra los pobres (Gargarella, 2005). Esta violencia se ha ido ampliando mediante cambios legislativos que la profundizan y le dan sustento legal tal es el caso de la propuesta de reforma a las normas que rigen las estaciones migratorias que tratan a los migrantes centroamericanos como delincuentes (Red tdt, 2008). En el caso particular de Chiapas, apenas el 18 de diciembre de 2011, en el marco del “Día del Migrante”, el Ejecutivo estatal presentó una iniciativa de “Ley de Interculturalidad, Atención a Migrantes y Movilidad Humana”, que pretende, entre otros aspectos, la no identificación o reconocimiento de ningún ser humano como “ilegal” por su condición migratoria (Gobierno del estado de Chiapas, 2011). Asimismo, en el mes de febrero de 2012 se dio a conocer, por parte de la organización Médicos sin Fronteras, que las instituciones públicas de salud brindarán atención médica a las y los transmigrantes en su paso por los estados de Chiapas y Oaxaca (diario Milenio, 2 de febrero de 2012). No obstante que estos son logros importantes, y aun reconociendo que estas iniciativas de Ley y de atención médica tuvieran una aplicación exitosa, contribuirían en muy poco para atajar las desigualdades y menos todavía para proteger a las y los ciudadanos de la violencia estructural. Tal como señalan Arzate y Vizcarra (2007), éste debe construir una política social de bienestar basada en los principios de solidaridad social, derechos ciudadanos, y en el respeto de los derechos humanos, ya que de no ser así, sólo se reproducen las desigualdades, segmentan las estructuras sociales y culturales y se dejan intactas las estructuras ideológicas. Violencia estructural: el caso de los jornaleros guatemaltecos Ilustraremos la compleja idea de violencia estructural a partir de la situación de vida de las y los jornaleros migrantes que trabajan en las fincas cafetaleras de la región del Soconusco, así como las consecuencias de esta violencia en la pobreza que lleva a la violencia estructural en la educación. La experiencia de emigrar, según Checa y Arjona (2000: 33 citado en Sandoval Forero, 2009:26) “suele definirse como el desplazamiento de personas que conlleve una dis-

tancia significativa y con carácter permanente, a lo que se agregaría la característica de un cambio de hábitat distinto al de su cotidianidad, siendo dramático en todas sus dimensiones y matices para el que la haya vivido alguna vez en su vida en situación indocumentada; conlleva, además de las dificultades materiales de miseria, altas dosis de soledad, nostalgia, desilusión, incertidumbre y depresión. En este deplorable panorama se inserta la negación total a derechos políticos básicos de los ciudadanos, lo que podemos definir como el no reconocimiento al derecho legítimo de existir, es la pérdida total de la condición de ciudadano y de su correspondiente participación en la vida pública”.

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En el caso de la población migrante jornalera procedente de Guatemala, la mayoría no reside de manera permanente en México, y su vida transcurre en ciclos entre las condiciones de pobreza y de privación en sus comunidades de origen, y el trabajo agrícola, intenso y en condiciones deplorables en las fincas cafetaleras. La violencia estructural es vivida en ambos lados de la frontera, lo que complejiza su situación y hace más difícil modificar sus posibilidades de vida. La pobreza En el mundo, más de 1000 millones de niños y niñas sufren una grave carencia de por lo menos uno de los bienes y servicios necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse (UNICEF, en línea). La pobreza suele ir acompañada de desempleo, malnutrición, analfabetismo, bajo nivel social (sobre todo de las mujeres), un acceso limitado a servicios sociales y sanitarios, incluidos los servicios de salud reproductiva. Todos estos factores contribuyen a elevar los niveles de fecundidad, morbilidad y mortalidad, así como reducir la productividad económica (Naciones Unidas, 1994:18). Naciones Unidas en el Informe sobre Desarrollo Humano (PNUD, 1995) considera que la pobreza no sólo es de ingreso, sino que incluye la negación de opciones y oportunidades para vivir una vida tolerable, larga, sana y creativa, y disfrutar de un nivel decente de vida, libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás. La pobreza y las inequidades sociales, en cuanto a la negación de opciones y oportunidades para vivir una vida tolerable (como es el caso de la educación), interfiere con el buen desarrollo de las personas, pues es un obstáculo para su crecimiento personal y social (Ábrego, 2009). Como menciona Tortosa (1994), si la gente pasa hambre cuando el hambre es objetivamente evitable, se comete violencia, sin importar que haya o no una relación clara sujeto-acción-objeto. Si la pobreza es evitable, resulta ser más injusta la persistencia de situaciones como las que se observan en las fincas cafetaleras en Chiapas. Si en México ha aumentado el número de pobres, qué se puede esperar de las condiciones de vida en las que se encuentran las y los jornaleros migrantes guatemaltecos, si el mismo sistema y estructuras mexicanas no se ocupan de la pobreza en que viven los connacionales, mucho menos de los migrantes temporales guatemaltecos que llegan a México a trabajar. Al igual que como se ha detallado para otros jornaleros agrícolas migrantes, como los indígenas mexicanos que van desde las montañas del sur de México (Oaxaca y Guerrero) a trabajar a los campos agrícolas del norte del país -Sinaloa, Sonora, Baja California o Michoacán-, los jornaleros guatemaltecos, llegan igualmente en busca de mejores condiciones de vida, para obtener un poco de dinero que les permita satisfacer algunas de sus necesidades básicas. Ambos viven en condiciones de miseria, pobreza, discriminación y desigualdad, sin embargo, en el caso de los migrantes guatemaltecos llega a significarse de manera más desfavorable. Pero ¿cómo viven esas familias? En las fincas cafetaleras las condiciones de marginación, rezago educativo, desnutrición, trabajo infantil, y la violencia hacia sus derechos humanos es indiscutible. La pobreza en la que viven, evidencia la violencia estructural a la que están sometidos. 1. Los jornaleros migrantes guatemaltecos tienen la connotación de inmigrantes e indocumentados, por lo que son excluidos, discriminados y tratados como delincuentes.

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2. Llegan al trabajo del cultivo de café en las fincas, contratados en el mejor de los casos por un empleador, lo que les podría significar evitar largos recorridos, o bien, caminan extensos trayectos (la comunidad más cercana, en el departamento de San Marcos, se ubica a cuatro horas), días enteros, para enfrentarse a condiciones duras de trabajo, siendo ésta su única opción para obtener un ingreso, aunque sea mínimo. 3. Las “galleras” en donde se albergan, no cuentan con las mínimas condiciones de salubridad. En algunos casos tienen luz, piso de cemento, techo y una estructura de metal con tablas como cama. En el peor, es sólo un tejado, en donde ellos y ellas tienen que improvisar, con pedazos de plástico, espacios en donde dormir, con piso de tierra en el que tienden el plástico o cartón, ponen una cobija y allí duermen después de una larga jornada de trabajo. 4. Los espacios habitacionales son reducidos por lo que viven en hacinamiento. Familias enteras permanecen juntas en una sola gallera, o en ocasiones se comparte con otras, por lo que existe el peligro constante tanto para las mujeres, adolescentes y niños(as) de abuso sexual. 5. Las condiciones de trabajo son duras, tanto para hombres como para mujeres y niños(as). Además de pasar gran parte del día cortando las cerezas del café, tienen que cargar los bultos pesados desde el pante4 de corte hacia la finca. En muchas ocasiones las distancias van más allá de un kilometro, por ello las y los jornaleros cargan los costales con ayuda de un mecapal5.

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6. La alimentación que reciben no cuenta con las mínimas condiciones nutricionales, necesaria para mantener un cuerpo sano, después del desgaste físico al que se ven sometidos, por lo que se incrementa la desnutrición y enfermedades que pueden llevar a la muerte prematura. 7. Las fincas proporcionan la “comida”. Generalmente son dos tiempos, uno a las cuatro de la mañana y otro a las dos de la tarde. La porción de comida se sirve por trabajador. Entendiendo por trabajador(a) a quién se encuentra inscrito(a) en la hoja de raya, en donde se registra el tipo de trabajo que realiza y el pago que corresponde y por tanto es reconocido como trabajador(a), no así para los demás miembros de la familia. Por lo tanto, 4

Un “pante” es una proporción de la superficie total sembrada de café, la cual no tiene una medida estándar (hectáreas o solares), es utilizado como una forma de organización para facilitar el manejo y administración de las labores culturales que se realizan en el proceso productivo de café. 5 El “mecapal” es una palabra náhuatl cuyo nombre original es “mecapalli”, que significa el mecate. Es una fibra de maguey, elaborada por los pueblos indígenas, en forma de trenza y que sirvió en los tiempos prehispánicos como un ceñidor colocado en la cabeza para cargar todo tipo de productos, ligeros y pesados.

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si de una familia de cinco integrantes sólo el papá es trabajador, recibe únicamente una porción de comida, la cual deberá compartir con los demás miembros de la familia. Es importante considerar que en el trabajo participan todos los miembros de la familia de igual manera, hasta los niños más pequeños (5 años aproximadamente), pero al no ser reconocidos como trabajadores, no se les proporciona comida y menos aún pago alguno. 8. La poca comida que se les provee consta de: una jarra de café (de pésima calidad), 15 a 25 tortillas y dos cucharones de frijoles. En algunas fincas, a lo largo de la semana, se cambia el menú, algunos días ofrecen arroz, huevo, pasta, caldo de pollo y verduras, sin embargo, en otras la dieta diaria es solamente de frijoles hervidos. 9. La mayoría de las fincas cafetaleras tienen espacios que comparten las y los trabajadores tales como las “galleras”, lavaderos, baños, y fogones. Todos se encuentran en malas condiciones, tanto en infraestructura como en higiene y salubridad. Por ejemplo, los baños están sucios, huelen mal y las paredes llenas de hongos y para algunos casos la infraestructura está deteriorada en general. 10. Además de todas estas deplorables condiciones de vida a las que se enfrentan, el pago que reciben por su trabajo es mínimo. El precio varía de finca en finca, oscila de 80 a 97 pesos6 por caja (constituida por 8/8, con un peso aproximado de 80 kg en cereza). Es importante destacar que para que una familia haga una caja se necesita el trabajo de todo un día incluyendo la mano de obra de la esposa, e hijos(as). En promedio una persona adulta realiza 6/8 de una caja, que representa aproximadamente 60 kg. 11. Además del reducido pago que reciben por su trabajo, los jornaleros(as) se deben enfrentar a los robos de los administradores a la hora de que el café pasa por las cajas de medida que van desde 1/8, 4/8, 6/8 y 8/8. Al vaciar el producto en las cajas se sacude el costal con fuerza, lo que hace que mucho del café se tire al suelo y no sea tomado en cuenta. A lo anterior se suma que muchos trabajadores (as) son analfabetas, y los administradores aprovechan para hacer cuentas a favor de la finca y pagarles menos, sin que ellos logren darse cuenta y hagan algún reclamo. 12. Después de trabajar arduamente durante meses, comiendo poco y trabajando mucho, la paga que reciben no es una solución para mejorar las condiciones de vida en Guatemala. El poco dinero que obtienen es utilizado en la compra de suministros para el campo y para adquirir alimentos que no producen. Así cada año regresan nuevamente a las fincas sin lograr soluciones reales a su condición de pobreza. 13. Todas estas condiciones de vida perjudican de diferente manera a los miembros de las familias, siendo los menores de edad, niños, niñas y adoles6

Pago que está referido al año 2011 en pesos mexicanos.

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centes los que tienen mayores consecuencias. Hacen trabajo de jornaleros(as) pero no se les reconoce como tales ya que se dice que ayudan a los padres. La pobreza en la que viven se reproduce, pues al no salir del círculo de ésta cuando sean adultos, estarán en las mismas condiciones que sus padres. La pobreza es una forma de violencia estructural, de ahí las dificultades para luchar contra ella. Cualquier intento de erradicarla producirá fuertes resistencias principalmente de las estructuras sociales y políticas que se oponen a los cambios. Todos conocemos las causas y consecuencias de la pobreza, se sabe de antemano qué pasará con esas familias y el destino que tendrán esos(as) niños(as), ya el psicoanalista Santiago Ramírez escribía: “infancia es destino” y ello podría anunciar el futuro que se puede lograr. Entonces, ¿por qué venir a trabajar a las fincas cafetaleras de México bajo esas condiciones? ¿Por qué hacerlo durante décadas, generación tras generación? La violencia estructural en los lugares de origen de los migrantes guatemaltecos

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Varias razones estructurales subyacen al proceso migratorio de las y los jornaleros a las zonas cafetaleras del Soconusco: existe un movimiento migratorio histórico entre los dos países al que se añade un suceso que dinamizó la relación en los últimos años: la guerra civil que duró aproximadamente 30 años, y provocó la militarización del país y las masacres de civiles guatemaltecos(as) y por ende un alto nivel de violencia de la cual las(os) jornaleras(os) entrevistados(as) quieren huir. Otra razón es la falta de oportunidades y de acceso al trabajo asalariado y a los servicios básicos aunada a la experiencia migratoria generacional hacia el Soconusco, Chiapas. Los padres enseñan a los(as) hijos(as) a ganarse la vida de esta manera, casi como única opción, ya que no existen posibilidades de educarse y acceder a espacios dentro del mercado de trabajo formal en su país. Están conscientes de que el número de viajes a la región será más de uno al año porque el pago que reciben cada temporada, en época de cosecha, servirá para sobrevivir un par de meses o menos. Estos recursos implican el trabajo de todos(as) los(as) integrantes de la familia incluyendo a los(as) menores de edad. La violencia estructural en que viven los jornaleros(as) guatemaltecos, es un círculo que se repite con las distintas generaciones y pareciera no tener fin. Violencia estructural en la educación de los y las migrantes Las escuelas son parte de un “aparato ideológico del Estado”, cuya función fundamental es la construcción de condiciones ideológicas para el mantenimiento y reproducción de las relaciones de producción capitalista, es decir, la creación de una fuerza de trabajo que pasivamente obedece a las demandas del capital y de sus instituciones (Giroux, 2004:23). La violencia estructural en la educación de las niñas y niños jornaleros migrantes está relacionada con las desigualdades sociales, la pobreza, el trabajo infantil y el propio sistema educativo. A quienes más afecta es a quienes necesitan más de la educación: los menores de edad que provienen de los sectores más desfavorecidos, que no pueden permanecer en las escuelas básicas porque trabajan y son pobres. Jiménez y Muñoz (2004) consideran que la violencia estructural incluye cualquier práctica o procedimiento institucionalizado que produce un efecto adverso

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en los individuos. Este tipo de violencia, incluye cualquier práctica o procedimiento que imposibilite el aprendizaje de los(as) alumnos(as), y puede estar relacionada con la estandarización, la práctica pedagógica excluyente, el empleo del castigo, el trabajo infantil, entre otros. En México la educación de los(as) niños(as) jornaleros(as) es pésima, solamente se atiende al 10% de ellos (UNICEF, en línea). La violencia estructural en la educación de estos(as) niños(as) se manifiesta de diversas maneras: 1. El trabajo infantil es uno de los principales factores que limitan la educación. En el caso de los jornaleros(as) migrantes son trabajadores(as), en donde no media un documento contractual, pero es un hecho que los menores de edad trabajan como parte de una estrategia de sobrevivencia familiar. Tienen que trabajar, sólo así pueden “aumentar”, los reducidos ingresos de la familia. Esta violencia es ejercida tanto por el mismo sistema social como por la necesidad de los padres, quienes reproducen las mismas condiciones de vida que ellos tuvieron en la infancia: la prioridad es el trabajo y no su educación. 2. El trabajo que realizan los menores de edad no se limita al trabajo agrícola, incluye el cuidado de los hermanos(as) más pequeños(as), lavado de ropa, o acudir en la madrugada a recoger los alimentos. 3. Existe violencia estructural cuando a la educación e infraestructura designada para los pobres, especialmente para los migrantes, no se asigna el presupuesto suficiente para que funcionen correctamente y sea funcional. La educación de los pobres cuesta menos, basta observar sus escuelas y la formación de sus profesores. 4. La violencia está presente cuando se trata de homogenizar la enseñanza de los niños(as) pobres, indígenas y/o jornaleros(as), pretendiendo que todos(as) aprendan lo mismo y de la misma manera. No se reconocen y aprovechan los conocimientos que los y las menores de edad tienen, como producto de su cultura y lengua. Pretenden que aprendan en español, cuando su lengua materna es otra, “Mam” o “Quiche” principalmente. Imponen modelos homogeneizadores en un país diverso. Consecuentemente, lo enseñado en la escuela no les proporciona herramientas que les ayuden a comprender y moverse mejor en el mundo para vivir dignamente. 5. Los contenidos educativos que se abordan en Guatemala no están correlacionados con los que se enseñan en México. A lo anterior se adiciona que no se proporciona comprobantes de estudios que sean válidos en su país de origen. 6. Los niños y las niñas no se pueden inscribir en la escuela legalmente porque son indocumentados o los papás no llevan consigo los documentos que acrediten el grado de estudio, identidad y nacionalidad.

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7. De igual manera se comete violencia estructural cuando, el profesorado no asiste a las escuelas, sea porque se encuentran alejadas de las ciudades, o por el bajo presupuesto asignado. El profesorado que se encuentra capacitado no quiere ir a lugares demasiado alejados y menos aún si la paga es mínima o definitivamente después de meses de trabajo no reciben el salario comprometido, como sucede en las fincas cafetaleras en Chiapas. 8. Las mismas gestiones del magisterio, tales como pagarles poco y a destiempo, o tener que llenar cientos de formatos, son parte de violencia estructural, del burocratismo que controla y no apoya, provocando un ausentismo exagerado y falta de interés. Lo que hace inoperante el Programa para Niños Migrantes (PRONIM) en esos espacios. 9. El profesorado contratado dentro del PRONIM para las fincas cafetaleras, no cuenta con capacitación necesaria para atender a este tipo de población, el perfil profesional no se encuentra ligado a la docencia en muchos casos. Para ser profesor(a) de una finca la escolaridad varía desde personas que sólo han estudiado la preparatoria hasta algunas que tienen licenciaturas en diversas áreas ajenas a la educativa.

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10. La violencia estructural está presente cuando no se atienden las condiciones sociales y educativas que suceden o se sabe que sucederán. Por ejemplo, los niños no asisten a clase porque los profesores no lo hacen o llegan en forma irregular, de igual manera el profesorado no asiste porque no tiene alumnos o porque la paga llega meses después o pagan poco (cuatro mil pesos mensuales). Se sabe que en ambos casos (sea por inasistencia del alumnado o por la del profesorado), las consecuencias son principalmente para los menores de edad, que al no tener educación se contribuirá a reproducir el círculo de miseria en el que vivieron sus padres y que ahora ellos y ellas padecen. Ellos(as) terminaran siendo jornaleros agrícolas en las mismas condiciones que sus padres. Se conocen las consecuencias obvias, pero también se afirma que violencia estructural es cuando alguien puede hacer algo y no hace nada para que lo que se ha explicado y documentado que puede ocurrir, no ocurra. La violencia estructural en que viven los jornaleros(as) guatemaltecos, es un círculo que se repite con las distintas generaciones y pareciera no tener fin. De igual forma las enormes brechas de desigualdades que existen en México parecen nunca cerrarse, por el contrario se hacen más grandes y profundas. Para luchar contra los estragos de la violencia estructural, se necesita una mejor educación no sólo orientada en el ingreso, sino en la permanencia y término de un mayor grado escolar. Sobre todo enfocándose en acciones afirmativas acordes al tipo de población y sus necesidades reales. Con el objetivo de mejorar la calidad, competitividad y eficiencia tanto de los contenidos educativos como de las gestiones. Todo esto como parte de una política pública preocupada por lograr una mayor igualdad de oportunidades educativas para las niñas y los niños. Para disminuir la violencia estructural es necesario primero que las personas tengan al menos satisfechas sus necesidades básicas, desarrollar sus capacidades e impulsar su desarrollo. Pues tal como menciona Martínez (1997) con violencia no puede haber desarrollo, pero sin desarrollo no se puede detener la violencia.

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El objetivo de este ensayo fue mostrar algunas evidencias de violencia estructural por medio de la experiencia que se visualiza con los(as) jornaleros(as) migrantes. A pesar del esfuerzo por describir las condiciones de vida y los problemas educativos a los que se enfrentan, la realidad supera cualquier descripción, ni siquiera las mismas fotografías pueden mostrar el verdadero rostro de las condiciones de vida de estas personas. Referencias ABREGO Franco María Guadalupe (2009). Propuesta de educación y cultura de paz para la ciudad de Puebla (México). Tesis doctoral. Editorial de la universidad de Granada, España. ARZATE Salgado Jorge, VIZCARRA Bordi Ivonne (2007). De la migración masculina trasnacional: violencia estructural y género en comunidades campesinas del Estado de México. Migración y Desarrollo, segundo semestre, número 009. Red Internacional de Migración y Desarrollo, Zacatecas Latinoamericanistas., pp. 95-112. CONEVAL (en línea) (2010). Medición de la pobreza. http://www.coneval.gob.mx/cmsconeval/rw/pages/medicion/index.es.do. GALTUNG, Johan (1985). Sobre la paz, Madrid, Fontamara. GARGARELLA, Roberto (2005). El derecho a la protesta, el primer derecho. AD HOC. Buenos Aires. GIROUX. Henry (2004). Teoría y Resistencia en educación. Siglo XXI Editores. Traducción de Ada Teresita Méndez. Sexta edición. http://es.scribd.com/doc/6855137/Henry-A-Giroux-Teoria-y-resistencia-en-educacion. GOBIERNO del estado de Chiapas. Presenta JSG iniciativa de Ley para la protección de los migrantes. Sala de Prensa. Boletín: 7693. 18 de Diciembre del 2011. CHIAPAS.MX JIMÉNEZ Bautista, Francisco y MUÑOZ Muñoz, Francisco Adolfo (2004). Violencia estructural., en: Mario López Martínez (dir.), et al. Enciclopedia de Paz y Conflictos: L-Z. Edición especial. Tomo II. Granada: Editorial Universidad de Granada. 1227 p. Colección Eirene. LA PARRA Daniel y TORTOSA José María (2003). Violencia estructural: una ilustración del concepto. Documentación Social 131. Dedicado a: Violencia y Sociedad. Caritas Españolas., pp 57-72. MARTÍNEZ Román, Ma. Asunción (1997). Pobreza y exclusión social como formas de violencia estructural. La lucha contra la pobreza y la exclusión social es la lucha por la paz. MILENIO, diario. Darán atención médica en Oaxaca y Chiapas, por el INSP a migrantes. Estados. 2 de febrero de 2012. Disponible en: http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/be7341d7057366fefd84c4f28f2c541b/node. Naciones Unidas (ONU) (1994). Programa de acción de la conferencia Internacional Sobre la Población y el Desarrollo, El Cairo. PNUD (1995). Informe sobre Desarrollo Humano 1995. México, Harla S.A. PENALVA, Clemente y LA PARRA Daniel (2008). Comunicación de masas y violencia estructural. Convergencia Revista de Ciencias Sociales, núm. 46. UAEMEX. Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos. (Red tdt) (2008). Todos los derechos para todas y todos. Campaña: la protesta es un derecho, la represión un delito. México. SANDOVAL Forero, Eduardo Andrés (2009). Ciudadanía universal, derechos políticos y paz en la migración, en línea: http://www.eumed.net/libros/2009b/531/Ciudadania%20universal%20derechos%20politicos%20y%20paz%20en%20la%20migracion.htm. TORTOSA José María (1994). Violencia y pobreza: una relación estrecha., en: Papeles No. 50., pp. 31-38. UNICEF, en línea, http://www.unicef.org/mexico/spanish/proteccion_6929.htm.

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