Dr. Enrique Orchansky

Dr. Enrique Orchansky Déficit atencional con hiperactividad (José) Pasen, los estaba esperando. Quiero mostrarles mi aula. Acá es donde vengo todos lo

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Dr. Enrique Orchansky Déficit atencional con hiperactividad (José) Pasen, los estaba esperando. Quiero mostrarles mi aula. Acá es donde vengo todos los días para aprender. Es un aula chiquita porque el colegio es chico, pero cuando estamos todos parece más grande, no sé porqué. Somos cuarenta y dos contándome a mí, claro. La maestra es buenísima, habla todo el tiempo pero no nos grita. A veces parece muy cansada. Cada día quiere explicar algo nuevo, pero nunca puede terminar porque nosotros hacemos mucho ruido y la interrumpimos. Cuando llego al aula no me saluda, solamente me mira y mueve la cabeza de un lado para otro.; se nota que se preocupa mucho por mí. Esta semana me dijo otra vez que quiere hablar con mis papás y que ya no sabe qué hacer. Pero como es ‘maestra’ yo creo que sí va a saber qué hacer. Para mí, se preocupa demasiado. Yo la quiero mucho. Es alta, de pelo oscuro y tiene unas ojeras enormes. No sé si tiene hijos; hace mucho le pregunté y me dijo que vuelva a mi banco y que me calle la boca. Acá está mi lugar, en la última fila. Desde mi banco no veo bien el pizarrón, por eso tengo que pararme tantas veces a copiar lo que escribe la maestra. Cuando no entiendo lo qué está explicando me levanto, para preguntarle a un compañero. Al final voy y vengo por el aula todo el tiempo. Me gusta tirarle el pelo a Luli, esa colorada de la primera fila, que siempre se burla de mí. Es que me hace muecas cuando nadie la ve y dice que soy burro. Yo no soy burro, solamente soy un poco lento para escribir toda la tarea. Alguien tendría que explicarle eso a Luli, así no se burla. Me gusta caminar por el aula, así estoy en muchos lugares y no en uno solo. La maestra dice que tengo que quedarme quieto en mi banco, prestando atención. Yo trato de prestar atención pero después me olvido y no presto más. Como dice siempre mi tío: tengo hormigas en el culo. (No crean que eso es cierto, es una forma de decir nomás…). Quiero que miren mi cuaderno. Lo dejé en la mochila… y ahora no lo encuentro, esperen. ¡Acá está! Esta hoja se arrugó un poco porque, cuando suena el timbre, guardo todo apurado. Esto no lo miren, está mal hecho. Esto sí ¿les gusta este dibujo? No se entiende bien, pero yo les explico: es una plaza con juegos; estos son unos chicos; en esta parte dibujé a mi familia. El sol me salió perfecto, redondito. Esto es el pasto y unas flores. Este puntito acá abajo soy yo. Lo agregué al final porque quería hacerlo rápido y no tuve tiempo. Mi letra es un poco rara, como retorcida. Es que quiero escribir rápido y no me sale bien. Me molestan los renglones. Algunos días me sale más grande; debe ser cuando tomo mejor la pastilla que me dan para aprender. En los recreos corro por el patio grande. Me gusta saltar y empujar a los chicos. Es que si no los molesto no me miran. Ellos juegan a cosas que no entiendo. Hablan entre ellos y cuando me acerco dejan de hablar y se ríen. Eso no es justo; yo también tengo nueve años y aunque no sea inteligente como Javi o como Nacho, quiero que me traten bien. Algunas veces cuando estoy muy cansado o tengo sueño les pego. Se enojan conmigo, pero por lo menos se acercan. ~~~

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Ahora quiero que vean mi casa y que conozcan a mi familia. Vengan, yo les muestro. - Hola má. - Hola Jo, ¿porqué llegaste tan temprano hoy? ¿Te mandaron otra nota del cole? Esa es mi mamá, la que está hablando por teléfono mientras plancha. Cada vez que llego del cole me mira a los ojos, como queriendo adivinar algo. Ella me dice Jó, con acento en la ó, aunque mi nombre es José, con cuatro letras y acento en la é. Pero Jó es más fácil de decir. Según mi papá es más corto y se gana tiempo. No sé tiempo para qué, pero mi papá dice eso. - ¿Comiste? - Sí má… comí. Mi mamá se ocupa de todo. De la comida, de mi maestra particular, de la psicopedagoga, de llevarme al médico. Siempre tiene tiempo de hacer muchas cosas a la vez. Ahora está planchando y viendo una novela. Y hablando por teléfono, como ya les conté. Le gusta mucho ver tele. Papá le puso un televisor en la cocina, así nos queda libre el del comedor. Antes ella me ayudaba con la tarea del cole, pero era peor. Se ponía muy nerviosa; nunca podía explicarme lo que tenía que hacer y me gritaba. Después terminaba peleando con papá por mi culpa. Por eso ahora voy a particular, la señorita Gloria. Ella nunca se enoja. Habla en voz bajita porque dice que así la escucho mejor. Ella me explica todo bien y corrige la letra. Borro y escribo, borro y escribo de nuevo, hasta que me sale parejo. La seño Gloria no tiene hijos (ya le pregunté); solamente un gato. Pasen por acá. En esta sala mi mamá se junta con sus amigas todos los jueves. Toman té con facturas y hablan al mismo tiempo, a los gritos. Arman un barullo tan grande que aturde; entonces yo empiezo a correr alrededor de los sillones, para que paren de hablar. Otras veces me saco las zapatillas y patino por el pasillo, que tiene piso lisito y no se enganchan las medias. Mamá me pide que la termine, que ya basta. Como no le hago caso ella se enoja mucho y me obliga a ir a mi cuarto, como castigo. No entiendo por qué me castiga, si ésta también es mi casa. Las amigas se ponen serias, y hacen las que no pasa nada mirando para otro lado. Yo ya sé lo que piensan, que soy maleducado y caprichoso. Si me dejaran explicarles yo podría decir lo que me pasa; pero no, no quieren. Cuando estoy en mi cuarto vuelven a hablar todas juntas, a los gritos. ~~~ - Hola hinchapelotas. Esta es mi hermana Julia. Tiene doce años, es muy peleadora y agrandada. Le gusta decirme hinchapelotas, pero cariñosamente. Es la única hermana que tengo, porque mis papás dicen que no querían otro hijo tan inquieto como yo. Además la casa es chica y no tenemos tantas habitaciones. Con Julia compartimos el cuarto hasta el año pasado, cuando mi papá cobró plata de no sé dónde y pudieron hacer otra habitación. Antes nos peleábamos todos los días porque a ella no le gustaba que dejara todo tirado. En cambio ahora se pone furiosa si le toco sus cosas, o me meto cuando está con sus amigos. Dice que soy chico, que no entiendo nada y que termino rompiendo todo. Para mí… son celos. Tiene novio, pero no quiere que mi papá se entere; se llama Alvaro. Cuando quiero hacerla enojar paso al lado de ella y le digo: Alvariito…Alvariito… y me corre por toda la casa para pegarme.

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A mi papá no lo van a conocer hoy. Los martes llega tarde, después de las diez de la noche. Trabaja en dos lugares distintos porque dice que tiene que juntar mucha plata para pagar lo que yo gasto. Si me llega a preguntar a mí, le voy a decir que no quiero que gaste; pero él es muy callado, no le gusta hablar de estas cosas. Ni de otras cosas. Algunos días llega más temprano a casa, pero apenas entra se tira en el sillón del comedor y pone el partido. Siempre encuentra un partido para ver; la final de esto, la final de aquello. Le encanta el fútbol; pero el que se mira, no el que se juega. A mí me gustaría patear penales con él pero siempre está muy cansado, pobre. Quiere leer el diario y se queda dormido. Hace dos años, cuando fuimos de vacaciones, pasamos una tarde entera pescando mojarritas en el río. Ese día mi papá tenía otra cara, no sé… más joven. Estuve pensando que si no voy más al consultorio de la psicopedagoga ni tomo las pastillas -que deben ser caras- podríamos ahorrar y papá no estaría así. Y entonces tendría ganas de hablar conmigo. ~~~ Los domingos vamos a casa de los abuelos, los padres de mi mamá. Los de mi papá se murieron hace mucho; yo no los conocí. Siempre comemos asado que hace mi abuelo. Cuando mi papá se va a dormir la siesta mi mamá mira un programa de televisión en donde sortean premios. Ella llama por teléfono todos los domingos porque dice que se va a ganar un auto o una casa. Hasta ahora no ganó nada. Julia invita siempre a una amiga diferente, para hablar y reírse y hacer esas cosas que hacen las chicas tontas. A veces las espío por una ventana pero me descubren y gritan. Mi abuelo me pide que no las moleste, que me quede quieto. Mi abuelo es muy bueno pero no le gusta hablar. Igual que mi papá. Ustedes deben creer que los domingos yo me aburro… pero no; ese es el mejor momento de la semana. Mi abuela termina de lavar los platos y me busca; de la mano nos vamos a la sala. Ella elige un libro de la biblioteca y nos sentamos en el sillón grande; se pone los lentes de leer y yo apoyo la cabeza en sus rodillas. Muy despacio va buscando un cuento y siempre tose un poquito, para tener la voz más clara. Cuando empieza a leer siento como si me acariciara el cuerpo. Yo me quedo muy quieto, escuchando las historias. A veces le toco la mano, que es muy blandita, y ella me mira sobre los lentes y sonríe. O a veces llora. La dificultad en mantener la atención en determinada actividad por un período prolongado y la hiperactividad son dos signos que - juntos o separados- se presentan en un número importante de personas, adultos y niños. Es posible afirmar que en sociedades actuales más del 50% de las personas atraviesan un período de su vida manifestando atención dispersa, hiperactividad o ambas. Sin embargo la persistencia de tales signos puede ocasionar trastornos en la integración social y dificultades en el cumplimiento de metas individuales, expresadas como fracaso escolar o laboral. Los factores asociados a estas conductas son múltiples. Los más fácilmente identificables son la falta de esquemas básicos de organización familiar (ritmos de sueño, alimentación, trabajo y ocio) y el planteo erróneo de las expectativas en el campo laboral o escolar en relación a la capacidad personal. Esta situación general ha conducido a muchos

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profesionales relacionados con la infancia al sobre-diagnóstico del denominado Síndrome de Déficit Atencional con o sin Hiperactividad (SDA-HA). SDA-HA es un trastorno de la conducta caracterizado por tres elementos: falta de atención, impulsividad e hiperactividad motora constante y desordenada. Este último síntoma puede o no estar presente. Es frecuente constatar en estos niños un rasgo agregado que es la baja autoestima. Esta combinación de síntomas frecuentemente conduce a dificultades en el aprendizaje escolar y a problemas de adaptación social. Al no existir pruebas específicas de laboratorio o estudios que permitan asegurar que un niño tiene SDA-HA, el diagnóstico sólo surge de reunir datos clínicos aportados por los padres, los docentes y los médicos (pediatras y neurólogos). Así muchos niños desatentos, dispersos o inquietos que no tienen SDA-HA son mal incluidos en este síndrome e incluso reciben medicamentos sin necesitarlo. Esto explica los resultados desfavorables ante tratamientos específicos para SDA-HA en niños que no lo padecen, frustrando las expectativas familiares y escolares. Es imperativo analizar en la práctica pediátrica todos los elementos disponibles a fin de minimizar la posibilidad de establecer un diagnóstico erróneo. Aquellos pacientes inquietos (o desatentos, o impulsivos) sin certeza de sufrir SDA-HA serán abordados de manera multidisciplinaria a fin de modificar aspectos individuales o sociales que ayuden a su bienestar. Aquellos en los que el diagnóstico sea certero recibirán tratamiento psicológico y farmacológico, según el caso. La literatura especializada sobre SDA-HA admite que sigue siendo un misterio el mecanismo exacto que origina este trastorno, pues no se trata de una simple lesión en el cerebro o en el sistema neurotransmisor ni tampoco de un gen que haya podido ser identificado como responsable. Entre las causas ambientales se mencionan el clima familiar y/o escolar desfavorable, el nivel de plomo en el ambiente y una alimentación demasiado rica en aditivos o colorantes. Para la medicina tradicional las drogas estimulantes han resultado ser la terapia más común para el déficit atencional. Estas inhiben la impulsividad y la hiperactividad, con mejor rendimiento en pruebas que miden la atención. El fármaco más conocido es metilfenidato, cuyo nombre comercial con mayor difusión en nuestro medio es Ritalina. Sus ventas superan los 350 mil dólares americanos en el orbe y en Norteamérica más de un millón de niños reciben diariamente la droga. En Argentina, durante 2005, los ingresos de los laboratorios por venta de metilfenidato alcanzaron los 150 millones de pesos, estimándose que existen entre 50 mil y 150 mil niños medicados (Vasen, 2008). Sin embargo, a pesar de las numerosas investigaciones y estadísticas que se empeñan en demostrar los beneficios de los psicoestimulantes, la controversia crece cada día en torno a los efectos colaterales inmediatos y ulteriores, tanto en niños como en adolescentes. Entre los primeros efectos los más citados son: insomnio, nerviosismo, anorexia, cefalea, dolor de estómago y alucinaciones. Con respecto a efectos a largo plazo, estudios indican un pronóstico poco alentador a medida que entraban en la adolescencia, al persistir los síntomas a pesar de la medicación. Aunque la hiperactividad disminuye, una cuarta parte de los pacientes continuaba con distracción, inmadurez emocional, incapacidad de mantener metas y con baja autoestima. El enfoque terapéutico actual incluye un abordaje psicológico del núcleo familiar completo, a fin de identificar factores que conduzcan a dispersión, impulsividad y fallo

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escolar. Nadie puede quedar al margen en el tratamiento ya que todos son o han sido parte de la génesis del problema. El proceso de aprendizaje debe contemplar adecuaciones curriculares acordes a cada institución, al tiempo que se refuerzan los lazos de comunicación interpersonal. La autoestima resurgirá inevitablemente cuando el niño perciba más elogios que desprecios. Esta estrategia ideal será posible si contamos con padres que no dispersen su atención, con un sistema escolar que contenga los impulsos de sus alumnos “molestos” y de un conjunto social que recupere valores humanos para medir lo que es el éxito o el fracaso.

Lectura recomendada -Lejarraga H. (editor) y col. Desarrollo del niño en contexto. Paidós, Tramas Sociales, Buenos Aires, 2008. -Massaro M. Trastornos por déficit de atención con hiperactividad. Módulo Nº4, PRONAP. Sociedad Argentina de Pediatría, 1999. -Shlemenson S.(compiladora) y col. Niños que no aprenden. Paidós Educador, 4ª reimpresión, Buenos Aires, 2007. -Thomas Armstrong. Síndrome de Déficit atencional con y sin hiperactividad. Estrategias en el aula. Paidós 1ª edición, 3ª reimpresión, Buenos Aires, 2008. -Vasen J. Las Certezas perdidas. Padres y maestros ante los desafíos del presente. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008. -González L. La educación en escena. Miradas e intervenciones posibles desde los medios, la clínica y la escuela. Ediciones del Boulevard, Córdoba, 2005.

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