ECONOMÍA POPULAR ANA MERCEDES SARRIA ICAZA LIA TIRIBIA

ECONOMÍA POPULAR ANA MERCEDES SARRIA ICAZA LIA TIRIBIA 1. Concepto La economía popular es el conjunto de actividades económicas y prácticas sociales

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ECONOMÍA POPULAR ANA MERCEDES SARRIA ICAZA LIA TIRIBIA

1. Concepto

La economía popular es el conjunto de actividades económicas y prácticas sociales desarrolladas por los sectores populares con miras a garantizar, a través de la utilización de su propia fuerza de trabajo y de los recursos disponibles, la satisfacción de las necesidades básicas, tanto materiales como inmateriales. En esa perspectiva, el concepto remite a dos cuestiones fundamentales: a) Refiere a una dimensión de la economía que trasciende a la obtención de ganancias materiales y está estrechamente vinculada a la reproducción ampliada de la vida. De hecho, estableciendo relaciones sociales arraigadas en los valores de camaradería, reciprocidad y cooperación, los actores de la economía popular desarrollan estrategias de trabajo y supervivencia que buscan no sólo la obtención de ganancias monetarias y excedentes que puedan ser intercambiados en el mercado, sino también la creación de las condiciones que favorezcan algunos elementos que son fundamentales en el proceso de formación humana, como la socialización del conocimiento y de la cultura, salud, vivienda, etc. Así, más allá de las iniciativas económicas cuyo objetivo inmediato es la creación de ingresos, las actividades de la economía popular se encuentran en las acciones espontáneas de solidaridad entre familiares, amigos y vecinos y también en las acciones colectivas organizadas en el ámbito de la comunidad, que tienen como meta una mejor calidad de vida. Mencionamos, como ejemplo, los grupos de auxilio para la construcción de casas populares, para la limpieza de acequias o la ayuda de los amigos para el arreglo del tejado del vecino; la rotación de turno para cuidar a los 173

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niños mientras los padres están trabajando, la organización de guarderías comunitarias o la promoción, por medio de la asociación vecinal, de cursos de formación profesional. En esta economía, las mujeres, como “líderes de la cotidianeidad” (Cariola, 1992), se destacan por su capacidad de crear y activar redes de solidaridad que favorezcan la reproducción de la unidad doméstica y la protección del lugar donde vive la familia. Con el apoyo de redes primarias y comunitarias de convivencia, las iniciativas y emprendimientos de la economía popular pueden ser individuales, familiares o asociativas. Éstas últimas pueden ser denominadas grupos de producción comunitaria, producción asociada, asociación, cooperativa, etc. Desde esa perspectiva, los “clubes de trueque”, mercados populares, mercados solidarios y otras formas asociativas también constituyen actividades de la economía popular. b) Refiere a un conjunto de prácticas que se desarrollan entre los sectores populares, manifestándose y adquiriendo diferentes configuraciones y significados a lo largo de la historia de la humanidad. Como es la forma a través de la cual, históricamente, los sectores populares intentan asegurar, a su modo, la reproducción ampliada de la vida, tenemos que considerar al menos dos diferentes dimensiones de esta economía. La primera tiene que ver con la forma en que ella, cotidianamente, se presenta, es decir, con la forma como los sectores populares, en su cotidiano, producen y reproducen su existencia. La segunda se refiere al sentido que la economía popular asume en cada espacio y tiempo histórico, tanto en las sociedades de cazadores-colectores, como en las sociedades capitalistas, socialistas, etc. En cada una de ellas, se manifiesta de acuerdo con los horizontes políticos y a las prácticas cotidianas de trabajo de sus actores (aquellos que están en la “base de la producción”) y también de sus agentes (aquellos que, desde el lado de afuera de los emprendimientos, apoyan, estimulan, financian y/o asesoran a los trabajadores) (Tiriba, 2001). De acuerdo con el Diccionario Aurelio, economía popular es el “conjunto de intereses económicos del pueblo, bajo la protección jurídica del Estado”. Al contrario de cuando en una determinada sociedad prevalecen los intereses de los trabajadores, 174

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como lo sugiere la definición del diccionario (y, en consecuencia, las personas cuentan con una legislación que intenta garantizar la hegemonía del trabajo sobre el capital), el concepto se va construyendo en referencia a la complejidad de las relaciones sociales marcadas por la insistencia, por parte del capital, de generalizar (es decir, globalizar) el neoliberalismo como proyecto político e ideológico.

2. Desarrollo histórico

A partir de las dos últimas décadas del siglo XX, el término economía popular ha sido utilizado, de manera general, para referirse a las actividades desarrolladas por los que fueron excluidos o nunca consiguieron ingresar al mundo del trabajo asalariado, así como por aquellos trabajadores que, debido a los bajos salarios, buscan en el trabajo por cuenta propia (individual o asociativo) el complemento de su ingreso. Aunque antecedan el modo de producción capitalista y se encuentren presentes en otras formaciones sociales, las actividades de la economía popular se han vuelto más nítidas para los economistas y científicos sociales, cuando, con el nuevo modelo de acumulación de capital (no basado en el trabajo asalariado), asistimos al fenómeno de la proliferación de estrategias individuales y colectivas de sobrevivencia. Con el desempleo y el aumento de la pobreza, observamos en los grandes centros urbanos una gran cantidad de niños, jóvenes y adultos que se encuentran frente al desafío de inventar cualquier actividad para sobrevivir: hacer malabarismo en los semáforos, transformarse en hombre-estatua, recoger latas de cerveza y gaseosas, vender ropa interior o comidas elaboradas en sus propias casas, etc. Además de las cooperativas y grupos de producción comunitaria, observamos el gran número de pequeñas unidades económicas tales como puestos de venta de perros calientes, bares y pequeños mercados populares organizados familiarmente o en grupos de dos o tres socios. Ya que no consiguen una ocupación en el mercado de trabajo formal y, como tienen que enfrentarse al desempleo estructural y a los demás procesos de exclusión social, los actores de la economía popular organizan sus iniciativas, individual o asociativamente, contando nada más que con su propia fuerza de trabajo. 175

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Argumentando que los conceptos de formalidad o informalidad son insuficientes para el análisis de la complejidad de las relaciones económicas, a partir del inicio de la década del 80, del siglo pasado, algunos economistas y sociólogos comenzaron a desarrollar algunos marcos que podrían contribuir a la interpretación de las iniciativas económicas de los sectores populares. En ese sentido, consideran que más que clasificar a las actividades como “economía formal” y “economía informal”, es importante analizar el sentido y la racionalidad interna de los emprendimientos económicos generados por los propios trabajadores. El análisis de dichas iniciativas populares, no desde la perspectiva de la “economía informal”, sino de la economía popular, hizo posible una resignificación de esas prácticas, permitiendo que la economía popular “se transformase en un poderoso medio para resistir a la exclusión política, cultural y social del mundo popular y su precaria economía” (Nyssens, 1998). Esa perspectiva fue útil, a su vez, para pautar el trabajo de diversos agentes y organizaciones (ONGs, iglesias, universidades) que pasaron a promover alternativas económicas, reconociendo la existencia de un conocimiento popular en materia económica y vinculando la economía a la cultura. Así, el concepto de economía popular empezó a ser utilizado también como un proyecto, articulado con otros movimientos sociales.

3. Actualidad e importancia del concepto. Principales controversias

a) En tanto forma de producir y distribuir bienes y servicios que tienen como meta la satisfacción de valores de uso, la valorización del trabajo y la valorización del hombre, el concepto de economía popular nos remite al significado etimológico de la palabra “economía”, que se origina del griego oikos (casa) y nemo (yo distribuyo, yo administro). De la misma manera que oikonomia se refiere al “cuidado de la casa” (entendida como hogar del ser), la economía popular es la forma por la cual, históricamente, los hombres y mujeres, que no viven de la explotación de la fuerza de trabajo ajeno, vienen intentando garantizar su permanencia en el mundo, tanto en la unidad doméstica como en el espacio más amplio que incluye al barrio, la ciudad, el país y el universo (incluido el planeta Tierra, 176

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como nuestra casa común). Sin embargo, en tanto producto de las condiciones históricas, el concepto de economía popular necesita ser redimensionado a la luz de un contexto más grande, donde este sector de la economía, en su realidad empírica, es producido al mismo tiempo que se produce. Ello porque, con específicas variaciones en los espacios y tiempos históricos, las estrategias de trabajo y de sobrevivencia promovidas por los sectores populares adquieren diferentes formaciones económicas, plasmándose (de forma hegemónica o subalterna) en un determinado modo de producción y/o modelo de desarrollo económico. La economía popular, aunque inmersa y, en última instancia, sometida a los imperativos de la “ley del más fuerte”, presenta características que se contraponen a la racionalidad económica capitalista. Ello es así porque los trabajadores de la economía popular no intercambian su fuerza de trabajo por un salario; su trabajo no consiste en trabajo pago + trabajo excedente no pago. Como los trabajadores tienen la posesión individual y/o asociativa de los medios de producción, en vez del empleo de la fuerza de trabajo ajeno, el principio es la utilización de la propia fuerza de trabajo para garantizar no sólo la subsistencia inmediata sino también para producir un excedente que pueda ser intercambiado, en el mercado de la pequeña producción mercantil, por otros valores de uso. El trabajo, en tanto que no se caracteriza por la inversión de capital sino por la inversión en la fuerza de trabajo, representa el principal factor de producción en tanto génesis y, a la par, resultado del conjunto de los demás factores del proceso de producción de bienes y servicios (Razeto, 1991). Aunque se emplee alguna fuerza de trabajo asalariado, el objetivo es la reproducción ampliada de las unidades domésticas (Coraggio, 1999). b) Esta perspectiva permite entender los límites de las lecturas que perciben a las iniciativas de los sectores populares sólo en el sentido de experiencias de la “economía informal” o “sumergida” o incluso “ilegal”. Aunque con muchas características similares (máquinas y equipamientos de segunda mano, unidad productiva ubicada en el hogar de uno de los integrantes de la iniciativa, pequeña escala de producción, mercado predominantemente consumidor, relaciones de trabajo no 177

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institucionalizadas, etc.), se puede distinguir la economía popular de la economía informal. Para que puedan hacer frente a los procesos de exclusión social, las personas se insertan en diversas actividades que, aunque llevadas a cabo por los sectores populares, no pertenecen al ámbito de la economía popular, sino de la economía informal. Por ejemplo, la gran cantidad de trabajadores ambulantes que contribuyen a la afluencia de mercaderías fabricadas en Paraguay y en otros lugares del mundo globalizado, liberando a los empresarios no sólo de los impuestos fiscales sino también del pago del salario y otros derechos del trabajador. En verdad, en el contexto de la flexibilización de las relaciones entre capital y trabajo, en el cual vemos surgir nuevas formas de explotación y precarización del trabajo, es necesario cuestionar qué significa volverse un “cuentapropista”. La diferencia entre economía informal y economía popular puede encontrarse en el propio cuestionamiento del concepto de informalidad. Contradictoriamente, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) define como parte del sector informal a “todas las unidades económicas de propiedad de los trabajadores por cuenta propia y de empleadores con hasta 5 empleados”. De eso, podemos inferir que, a pesar de que se considere que una de las características que delimitan al sector informal es “la casi inexistencia de separación entre capital y trabajo en tanto factores de producción” (IBGE, 1996, p.XII), al contrario de lo que ocurre en la economía popular, forman parte de la economía informal las actividades de producción y distribución de bienes y servicios promovidas por los empresarios, es decir, por los que buscan el enriquecimiento propio, mediado por la explotación de la fuerza de trabajo de aquellos que no son propietarios de los medios de producción. Es importante remarcar, en este punto, que con la actual reestructuración productiva que repercutió en la crisis del taylorismo-fordismo, la tendencia de la empresa capitalista es la disminución creciente de los puestos de trabajo; en este sentido, el número reducido de empleados no es una característica solamente de la economía informal, sino también del sector de la economía comúnmente denominado “formal”. Independientemente de la cantidad de trabajadores 178

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o de la capacidad productiva de la unidad económica, lo que diferencia la economía popular de otros sectores de la economía es, entre otros, la negación del empleo de la fuerza de trabajo como una mercancía –la única que, como señaló Marx (1980a), es capaz de producir más valores que el valor invertido por el capitalista. Si la economía informal tiene como una de sus características la “falta de un vínculo de empleo”, ello no quiere decir, necesariamente, que el trabajador no tenga un “patrón”. En la economía popular, la “falta de un vínculo de empleo” no es consecuencia de la ganancia y/o de la negligencia del empleador, sino de una racionalidad interna que supone la negación de la relación empleador-empleado. Recurriendo al propio IBGE, “el sustrato de la informalidad se refiere al modo de funcionamiento de la unidad económica y no a su status legal o a las relaciones que entablan con las autoridades públicas”. Así, podemos decir que los criterios de “legalidad” o “ilegalidad” tampoco nos sirven como parámetro para enmarcar a los emprendimientos de los sectores populares en economía formal o informal, los cuales, en última instancia, nos indican un mayor o menor control por parte del Estado sobre las actividades económicas. En Culturas híbridas, García Canclini (1990) nos ayuda a problematizar el análisis de las fronteras entre economía popular y economía informal, evidenciando que, con la globalización de los bienes materiales y de los bienes simbólicos, “los migrantes cruzan la ciudad en muchas direcciones e instalan, precisamente en los cruces, sus puestos de venta de dulces regionales y radios de contrabando, hierbas medicinales y videocaseteras” (García Canclini, 1990). Sin embargo, aunque el trabajador venda, en el mismo puesto, paraguas de una empresa de capitales ubicada en Taiwan y, al mismo tiempo, muñecas de telas (producidas en el fondo del patio, con ayuda de la familia), es decir, aunque las actividades económicas sean híbridas (o pertenezcan, simultáneamente, a dos sectores de la economía), la economía popular no se confunde con la economía informal (y tampoco con una “economía invisible” o “economía sumergida”). Es decir, si “el sabor del pan no revela quién plantó el 179

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trigo” (Marx, 1980a), el desafío es descubrir en qué relaciones sociales de producción se da la actividad económica, si “bajo el látigo del esclavista o bajo la mirada ansiosa del capitalista” (ídem) –aunque el capitalista esté “invisible” o del otro lado del planeta–. Para Coraggio (1997), la lógica de la “reproducción ampliada de la vida” es el principal elemento que diferencia la economía popular de otros sectores económicos. De acuerdo con este autor, es necesario que los economistas busquen en la realidad concreta los datos empíricos que se refieran a los actores e interlocutores centrales de la política económica. Asimismo, él afirma que como no es posible una visión que abarque la totalidad del sistema económico, si lo reducimos a apenas dos subsistemas (formal e informal), se hace necesario incorporar la economía popular como un subsistema más. De hecho, dada la complejidad de la nueva trama social, la economía estaría dividida en tres subsistemas: economía empresarial-capitalista, economía pública (empresarial estatal y burocrática estatal, no orientada al lucro) y economía popular (Coraggio, 1991). Para este autor, al contrario de otros sectores, cuyas lógicas se basan en la acumulación y la legitimación del poder, el sector de la economía popular incluye a todas las unidades domésticas que “no viven de la explotación del trabajo ajeno, ni pueden vivir de la riqueza acumulada (incluidos los fondos de inversión, etc.), pero cuyos miembros deben continuar trabajando para realizar expectativas medias de calidad de vida [...] aunque todos o algunos de sus miembros trabajen en otros dos subsistemas” (Coraggio, 1991). c) Resulta polémico entre los autores definir cuáles son las actividades económicas que, de hecho, pertenecen a la economía popular. Se cuestiona si el pequeño tráfico de drogas o aun la limosna, por ejemplo, pertenecen a ese sector de la economía. Lisboa nos señala que, a pesar de la hegemonía de las formas fordistas-industriales y de los consecuentes procesos de mercantilización de la fuerza laboral, las unidades domésticas y la pequeña producción mercantil mantuvieron un papel significativo en la reproducción de los sectores populares. Además, considera que por economía popular se comprende las “actividades (formales o informales) realizadas generalmente 180

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en el ámbito doméstico y comunitariamente insertadas (es decir, tiene gran relevancia para ellas los vínculos culturales y las relaciones de parentesco, de vecindad y afectiva), no motivadas por la idea de maximización del lucro [...], a través de las cuales las personas satisfacen sus necesidades cotidianas de forma auto-sustentable (sin depender de las redes de filantropía)” (1998). Razeto (1993a) dice que la economía popular está presente en las unidades económicas manejadas individualmente, familiarmente o en grupos, donde sus actores cuentan con ningún, o casi ningún, capital: “Su única riqueza es la fuerza de trabajo y, sobretodo, las ganas de vivir”. Empero, este último autor amplía el espectro de la economía popular y la percibe como un fenómeno generalizado que se extiende en los países latinoamericanos, compuesto básicamente de cinco tipos de actividades y emprendimientos: (a) soluciones asistenciales, como pedir limosna en las calles, sistemas organizados de beneficencia pública o privada orientados a sectores de extrema pobreza, etc.; (b) actividades ilegales y con pequeños delitos, como prostitución, pequeños hurtos, pequeños puntos de venta de drogas y otras actividades consideradas ilícitas o al margen de las normas culturales socialmente aceptadas; (c) iniciativas individuales no establecidas e informales como comercio ambulante, servicios de pintura y limpieza, cuidadores de autos, colectores y vendedores de chatarra, etc. –a menudo vinculados al mercado formal–; (d) microempresas y pequeñas oficinas y negocios de carácter familiar, individual, o de dos o tres socios, como oficinas de modistas, bares, kioscos, etc. y (e) organizaciones económicas populares (OEPs): pequeños grupos que buscan, asociativa y solidariamente, la manera de encarar sus problemas económicos, sociales y culturales más inmediatos (generalmente surgidos a partir de parroquias, comunidades, sindicatos, partidos y otras organizaciones populares) (Razeto, 1993b). d) El término economía popular puede venir acompañado de algunos adjetivos que, en última instancia, indican las diferentes maneras por las cuales los economistas, cientistas sociales y otros estudiosos interpretan y proyectan la realidad. Así, es común que algunos autores hablen de “economía popular de solidaridad” o “economía popular solidaria”, refi181

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riéndose a experiencias que, en tanto parte de la economía popular, se caracterizan por la referencia explícita a formas colectivas de funcionamiento y a la solidaridad como proyecto político. En ese sentido, Razeto cree que el potencial de la economía popular consistiría en que, poco a poco, esta estrategia defensiva de supervivencia podría transformarse en una opción social, económica y política. Así, advierte que no toda “economía de solidaridad” es economía popular, una vez que se puede encontrar elementos de solidaridad en otros sectores sociales. Igualmente, no toda la economía popular es economía de solidaridad, ya que en la primera no está siempre presente el “factor C” (letra que, en muchos idiomas, es la inicial de palabras como cooperación, comunidad, colectividad, colaboración, etc.). Indica que las “organizaciones económicas populares” (OEPs) (el quinto tipo de las actividades mencionadas) son aquellas que, en tanto parte del sector de la “economía popular de solidaridad”, representan el polo más avanzado de la economía popular. Teniendo como referencia a los movimientos de resistencia a las políticas neoliberales de desapropiación de las tierras agrícolas colectivizadas durante la Revolución Sandinista, el nicaragüense Orlando Nuñez afirma que la economía popular está integrada por el conjunto de pobres y desempleados, trabajadores individuales, cooperativizados, asociados o agrupados en otras redes, y también por los obreros del campo y de la ciudad que se identifican bajo un proyecto común, de desarrollo nacional, alternativo al capitalista. En este sentido, denomina “economía popular, asociativa y autogestionaria” a las actividades económicas que se insertan en el ámbito de la producción mercantil y cuyos trabajadores se orientan por una estrategia asociativa y autogestionaria, para enfrentar a la lógica excluyente del capitalismo y, al mismo tiempo, cimentar las bases de un proyecto de emancipación de los sectores populares. Considera que “el proyecto asociativo y autogestionario de la actual economía popular no excluye cualquier experiencia socialista en marcha o por venir” (Nuñez, 1995).

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4. El significado de la economía popular en el interior de la sociedad capitalista

Ésta ha sido una discusión polémica entre los que, hoy, entrevén la posibilidad de “otra economía”, alternativa al capital. Marx nos ayuda a reflexionar acerca de esta cuestión cuando plantea que en la sociedad capitalista es considerado trabajo productivo aquel que le permite al capital generar plusvalía para el empleador. En lo que se refiere al trabajo de los artesanos y campesinos en el seno del capitalismo, él resalta que, aunque sean productores de mercancías, “estos trabajadores no pertenecen a la categoría de trabajador productivo tampoco de improductivo” (Marx, 1980b). En este sentido, se puede inferir que en la economía popular, al producirse a sí mismo como trabajador y produciendo un excedente de trabajo que le pertenece, en vez de ser productivo para el capital, el trabajador es productivo en relación consigo mismo. Por lo tanto, aunque insertadas y subsumidas al modo de producción capitalista, en la economía popular, las fuerzas productivas del trabajo social no cumplen el papel de fuerzas productivas del capital, sino del propio trabajo. En este enfoque, Tiriba (2001) considera que, en el contexto del nuevo modelo de acumulación de capital, la economía popular representaría el emplazamiento donde subsisten antiguas relaciones sociales de producción y que, por lo tanto, podrían ser el embrión de una nueva cultura del trabajo. Al mismo tiempo que representan las huellas de formaciones pre-capitalistas, las actividades de la economía popular marcan la posibilidad de relaciones sociales y económicas que, en un determinado momento histórico, puedan contraponerse al modo de producción capitalista. Empero, advierte que en el ámbito de las actuales transformaciones del mundo de trabajo, es necesario analizar a la economía popular más allá de la racionalidad interna de las iniciativas económicas, emprendidas por los propios trabajadores. Así, la proliferación de las actividades de la economía no se muestra necesariamente como algo alternativo, sino en tanto una excrecencia del capitalismo mismo; como algo que, estimulado por los agentes que representan a los intereses del capital, viene siendo útil para “aliviar el dolor de los pobres”, disminuyendo, de esa manera, los conflictos sociales. Además de ello, contribuye a la implementación del proyecto neoliberal, basado en la reestructura183

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ción productiva y en la flexibilización de las relaciones entre capital y trabajo. Otros autores realizan aportes para que podamos inferir sobre las potencialidades y los límites de la economía popular en el seno de la sociedad capitalista. Para Coraggio (1995), debido a que tales potencialidades se encuentran dispersas y atomizadas, uno de los desafíos es que los sectores populares logren dar organicidad a sus actividades a través de la materialización de un proyecto común que pueda fortalecerse y confrontarse con los otros sectores de la economía global. Para Lisboa (2001), a medida en que la economía popular se dirige hacia modelos de desarrollo con un enfoque centrado en las clases populares y toma en cuenta los movimientos sociales, posibilita una nueva perspectiva para pensar los procesos de transformación, “donde el progreso deja de proceder del Estado planificador, de las elites, de las vanguardias.” Así, arguye que la economía popular, “originada tanto de los jamás integrados como de los desempleados por las transformaciones contemporáneas, de a poco se va construyendo en un espacio económico propio, compuesto por todos los que establecen formas colectivas de producción material de su vida”. Orlando Nuñez cree que la revolución socialista tendrá que seguir el mismo camino que la revolución burguesa. En este sentido, la “economía popular, asociativa y autogestionaria” es una lucha defensiva, pero también ofensiva, lo que hace necesario la incubación de nuevas formas de producción que puedan “madurar su superioridad en el seno de la vieja sociedad, hasta que la toma del poder político sea un resultado que permita completar su tarea”. Él señala que la asociatividad es la única manera por la cual los productores-trabajadores-populares, sin convertirse en capitalistas, podrán emprender “una estrategia de mercado e intentar competir con el capitalismo y su economía de escala” (Nuñez, 1995). Por más controvertidos que sean los análisis acerca de los límites y la capacidad de contribución de este sector al proceso de transformación social, formándose como la “otra economía”, el hecho es que, con o sin adjetivos, la economía popular se ha fortalecido no sólo como espacio de inserción en el mundo de trabajo, sino también como movimiento social, involucrando sindicatos, organizaciones comunitarias y asociaciones diversas, contando con el apoyo cada vez más amplio de organizaciones no-gubernamentales, gobiernos 184

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municipales y estaduales, y construyendo redes a nivel regional, nacional y global.

Bibliografía

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