EDUCACIÓN PARA EL FUTURO Comentario a las presentaciones de Jacques Hallak y Claudio de Moura en el CADE (Lima, enero 2001)

EDUCACIÓN PARA EL FUTURO Comentario a las presentaciones de Jacques Hallak y Claudio de Moura en el CADE 2000-2001 (Lima, enero 2001) Manuel E. Bello

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EDUCACIÓN PARA EL FUTURO Comentario a las presentaciones de Jacques Hallak y Claudio de Moura en el CADE 2000-2001 (Lima, enero 2001) Manuel E. Bello 25 de enero de 2001. EDUCACIÓN Y FUTURO Mi primer comentario es acerca del enfoque de la relación entre educación y futuro que nos propone la convocatoria al CADE, cuando se habla de una apuesta por la educación para construir el Perú en el que queremos vivir. Esta visión prospectiva del rol de la educación, de cara al futuro, es expresión de un cambio conceptual que tiene una enorme importancia y una tremenda potencialidad. En el mundo académico ha sido una tradición comprender a la educación como un resultado del pasado, como un reflejo del subdesarrollo y de los sistemas sociales y culturales predominantes en el país. Más aún, muchas veces se ha acusado a la educación de cumplir un papel conservador y de servir como un eficiente mecanismo de mantenimiento del sistema social y cultural vigente, con todas sus injusticias y problemas. Por el contrario, la apuesta por la educación que propone el CADE implica creer que lo que hagamos desde las escuelas y colegios será determinante de las características buenas y malas del Perú que tendremos dentro de 20 años y a lo largo del nuevo siglo. Este enfoque se refuerza con las dos ponencias de hoy y con las conferencias de Guedez y de Tedesco de ayer miércoles. Un principio que subyace a todas las conferencias es que para construir el país que queremos necesitamos una educación de calidad para todos; como ha dicho Jacques Hallak, "el Perú requiere conservar el principio de igualdad de oportunidades, que es un requisito previo para el desarrollo total de su economía y sociedad." Es interesante explicitar que esta visión prospectiva no se limita a pedir que la educación peruana se adapte a los cambios del mercado laboral y a las exigencias de la globalización y del desarrollo de la ciencia y la tecnología. El CADE nos plantea un reto mucho mayor cuando nos propone una educación que nos permita contar con ciudadanos y ciudadanas capaces de hacer realidad un proyecto de país: un Perú desarrollado, a la vez cohesionado y diverso, con un perfil propio y con un rol proactivo en la comunidad internacional. Sin embargo, si estamos de acuerdo en que una mejor educación es un factor clave para construir un país mejor y aceptamos que existe una fuerte relación entre educación y futuro, entonces también debemos preguntarnos cuáles serían las consecuencias de mantener la educación tal como está hoy en día. En ese caso, ¿qué futuro nos esperaría como país?

Si aceptamos que observar la educación del presente es como mirar por una ventana al futuro, tenemos serios motivos para estar muy preocupados, porque lo que se observa en gran parte de nuestra educación es el predominio de la exclusión y la discriminación, el centralismo y el autoritarismo; la ausencia de mecanismos de evaluación, de control social y de rendimiento de cuentas; la aplicación de costosos programas dispersos y desarticulados entre si; la subsistencia del analfabetismo funcional y de la mediocridad académica; la ausencia de un proyecto común integrador y de una identificación con una visión compartida; la improvisación y la debilidad institucional; una falta de capacidad de crítica y de tolerancia ante la discrepancia y la diversidad; escasa creatividad y baja productividad; una proclividad a la transgresión de normas y principios, signos de violencia abierta y soterrada; un descuido de los espacios comunes y del medio ambiente; gran lentitud para incorporar los avances científicos y tecnológicos, indiferencia y desidia por parte de los grupos sociales dirigentes, etc. Es cierto que también se aprecia el esfuerzo de muchos por cambiar y contribuir a mejorar las cosas, experiencias valiosas y meritorios ensayos de renovación, pero que no alcanzan a modificar el tono gris del paisaje general. Cualquier semejanza con la realidad nacional, política y social, no es ni será una mera coincidencia. Reconocida la relación entre el presente de la educación y el futuro del país, resulta indispensable establecer un sistema confiable de observación y evaluación de la educación, que nos permita saber cómo se ve el futuro nacional a través de la ventana de las escuelas y colegios de todo el país. Un sistema que sirva para definir políticas sobre la base de evidencias y que oriente la toma de decisiones de mejoramiento y cambio en todos los niveles de la gestión educativa. En conclusión, parece bastante obvio que para cambiar el futuro del Perú y de los peruanos es necesario cambiar la educación. Si no lo hacemos ahora, podemos esperar en las próximas décadas la repetición sin fin de los fracasos, frustraciones y escándalos que hemos sufrido a lo largo de todo el siglo XX. La pregunta más difícil, por supuesto, es qué hacer y cómo. A continuación paso a proponer algunas metas urgentes y ciertas políticas a las que creo que habría asignar prioridad, a la luz de las recomendaciones de los expertos internacionales que nos acompañan. PROPUESTAS URGENTES Garantizar la educabilidad de todos los niños y niñas. Tedesco ha dicho que: "Por debajo de la línea de subsistencia, los cambios institucionales o pedagógicos no tienen impacto en los resultados escolares de los alumnos." Un requisito para que los cambios educativos den resultados es asegurar una sana estimulación afectiva, buena alimentación y condiciones sanitarias adecuadas, además del sustento ético y condiciones actitudinales indispensables para incorporarse a la escuela. En consecuencia, la primera política necesaria para el cambio educativo es la que reduzca la pobreza y elimine

la extrema pobreza, o al menos compense su impacto en el crecimiento y desarrollo de los niños y niñas de las familias más pobres. Asegurar el logro universal de algunos aprendizajes básicos o mínimos. Como ha dicho Jacques Hallak, "algunos requisitos comunes mínimos deberán cumplirse a través del sistema educativo, ya sea privado o público, adonde quiera que se dirijan y cualquiera sea el nivel de educación involucrado". Sin desmedro de la flexibilidad y del respeto a la diversidad cultural, tenemos que preocuparnos por definir, exigir, promover, apoyar, supervisar y verificar que todos los escolares (niñas y niños) del Perú adquieran las competencias mínimas requeridas para integrarse y desarrollarse como ciudadanos y como productores. Deberíamos ver como algo escandaloso que en el año 2001, todavía un porcentaje muy alto de los adolescentes que han terminado la primaria y muchos de los que terminan la secundaria no dominan la lectura y escritura como herramientas de comunicación; así mismo, muy pocos de los que terminan doce o trece años de escolaridad logran las habilidades para seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. Ojalá que los candidatos a la presidencia nos prometan que en el año 2006, es decir al final de su mandato, no menos del 80% de los niños y niñas de todo el Perú que en el 2001 están cumpliendo cinco años de edad, habrán aprendido a comunicarse leyendo y escribiendo satisfactoriamente; y también que ese año encargarán una evaluación censal a una institución independiente para demostrarlo. Para lograr esa meta se tendrá que orientar y focalizar recursos, promover la iniciativa local, apoyar el desarrollo de capacidades de gestión escolar, direccionar la capacitación de docentes, invertir en medios tecnológicos y en materiales apropiados, impulsar la educación intercultural y bilingüe, combatir la exclusión y discriminación de las niñas, y todo lo que haga falta. El logro de esta meta, elemental en su apariencia, bastaría para decir que el país en cinco años ha cambiado radicalmente. Es cierto que esta promesa no suena tan espectacular como la de poner computadoras e internet en todas las escuelas del Perú. Pero la verdad es que con nuevos edificios o computadoras la educación seguirá repitiendo y conservando los problemas de siempre, mientras no se cambie lo esencial: la gestión y el proceso educativo mismo. Enseñar y aprender a vivir juntos Jacques Hallak también nos recomienda incluir entre los aprendizajes básicos o requisitos mínimos un conjunto de "valores y actitudes comunes". La experiencia de los últimos meses debe haber convencido a todos los buenos peruanos de la necesidad de atender a este tipo de recomendación. Pero no es fácil aplicarla, porque educar en valores no es sólo darlos a conocer, sino sobretodo practicarlos en la convivencia cotidiana. En un contexto autoritario y arbitrario no es posible enseñar valores democráticos, participación y respeto. No se aprende a trabajar en equipo y a ser solidario en un ambiente que propicia el individualismo y la

competencia extrema. Sólo se adquiere un comportamiento ético y moral cuando se ejercita a diario el discernimiento entre lo que esta bien y lo que está mal, se explicitan y respetan los intereses de todos, se convive en el marco de acuerdos y de normas compartidas y se evalúan con transparencia los conflictos y las transgresiones. Todo lo cual supone un cambio cultural, es decir un cambio sustancial en la organización, el funcionamiento y la vida diaria de la escuela. En el Perú tenemos desde hace años experiencias de educación democrática en escuelas públicas y privadas, que pueden servir como base para una propuesta y para una política nacional. Poner al centro (educativo) en el centro (de las políticas educativas) Tanto los conferencistas de hoy como los de ayer (Tedesco y Guédez) han hablado de la necesidad de dotar de autonomía a los centros educativos junto con responsabilizarlos por sus resultados. En el Perú la mayoría de los centros educativos son instituciones débiles, inestables, sin poder y sin recursos, encargados sin embargo de llevar adelante una de las tareas sociales más complejas y trascendentes. La experiencia de todas las instituciones y empresas exitosas, entre ellas las educativas, demuestra que la fortaleza institucional, la existencia de un proyecto y de una visión compartida asociadas a la capacidad, atribuciones y recursos para llevarlo adelante, son factores determinantes del éxito. En el campo educativo son numerosos los ejemplos de calidad e innovación, que tienen detrás una buena organización, un equipo humano estructurado, metas, motivación y un fuerte compromiso con la comunidad y con los resultados de su trabajo. El Ministerio de Educación no debe seguir manejando los colegios como si fueran agencias bancarias o centros de acopio desperdigados por todo el país. El Ministerio debería asumir un rol normativo y de orientación, promoción, apoyo, supervisión y evaluación, transfiriendo el máximo de atribuciones a los centros educativos, para que puedan gestionarse por si mismos y también plantear y negociar sus demandas en función de sus propias decisiones, de las necesidades de sus alumnos y de su proyecto institucional. Existen experiencias nacionales e internacionales que demuestran las bondades de diversos modelos de gestión institucional y local autónoma para lograr escuelas y colegios públicos participativos y eficaces. Las escuelas y colegios tendrían que convertirse en centros de aprendizaje permanente para los propios profesores, en función de las metas y los compromisos previstos en el proyecto institucional. En tal sentido, las políticas y estrategias de capacitación para los docentes en servicio tienen que dar lugar a una oferta flexible y diversa de posibilidades formativas, de modo que cada centro educativo pueda elegir aquella opción que se ajuste mejor a sus necesidades y a sus propios objetivos. El mismo tratamiento debería darse a la inversión en equipamiento y recursos tecnológicos, libros y materiales didácticos, que no deben

seguirse distribuyendo desde la sede central en Lima y sin ninguna consideración por los criterios y prioridades definidos por los profesionales y la comunidad en cada centro educativo. Promover un acuerdo nacional por una educación de calidad El Ministerio de Educación ha convocado a una consulta nacional sobre educación, que expresa un valioso y saludable empeño por promover la participación de la sociedad en la definición de las políticas educativas. Sin embargo, considero que la verdadera consulta nacional se va a realizar cuando cada centro educativo de todo el país convoque a su comunidad para establecer juntos su proyecto educativo institucional y establezca un pacto con ella, con metas y plazos que integren los objetivos nacionales con las expectativas locales. Lo que el Perú necesita en lo inmediato y con urgencia es un acuerdo nacional, con algunas metas mínimas y políticas básicas que el Ministerio de Educación del gobierno provisional puede proponer a partir de una revisión de planteamientos que ya existen y de un rápido sondeo entre los partidos políticos en campaña y algunas instituciones nacionales y regionales involucradas en el tema. Existen algunas propuestas fundamentales que lograrían un rápido consenso y que todos los candidatos a la Presidencia se comprometerían a respetar y desarrollar en los próximos quince años.

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