Educación y diversidad cultural

OREALC/2003/PI/H/8 Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe UNESCO Santiago Educación y diversidad cultural Artículo de la UNESC

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Educación y diversidad cultural
Educación y Diversidad Cultural. Educación y diversidad cultural. Conversación Andina y Escritura. 1 Conversación Andina y Escritura. © Conversa

SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LA UNESCO SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LA UNESCO SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL Adoptada por la 31ª re

1. El profesorado y la diversidad cultural
Estrategias para fomentar actitudes interculturales positivas en el aula Gloria Rojas Ruiz Profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación y Huma

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OREALC/2003/PI/H/8 Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe UNESCO Santiago

Educación y diversidad cultural Artículo de la UNESCO publicado en “La Educación en Chile, Hoy”

Ricardo Hevia Rivas OREALC/UNESCO Santiago Renato Hevia (editor) Ediciones Universidad Diego Portales

2003

Educación y Diversidad Cultural Ricardo Hevia Rivas OREALC/UNESCO Santiago

El reconocimiento de la Diversidad Cultural El crecimiento experimentado por las nuevas tecnologías de la información y comunicación nos está llevando cada día más a tomar conciencia del mundo plural y diverso en que vivimos. La globalización se nos presenta como una oportunidad de intercambio y enriquecimiento entre naciones y personas. Pero la globalización también introduce entre nosotros nuevas tensiones en la convivencia social. Advertimos el surgimiento de nuevas formas de intolerancia y agresión. Por un lado experimentamos la fascinante proximidad de múltiples culturas; pero por otro lado vemos cómo aumenta la xenofobia, el racismo y las discriminaciones basadas en diferencias de color, sexo o rasgos étnicos. La diversidad cultural, en lugar de ser considerada como patrimonio común de la humanidad y oportunidad de crecimiento1, se convierte también en amenaza y es utilizada como excusa para la intolerancia y la discriminación. En la base de este fenómeno se encuentra el no reconocimiento de la legitimidad de los otros como seres humanos plenos, con los mismos derechos que todos los demás. Son tres las posibles posiciones con que se puede enfrentar el encuentro con el otro: a) Una persona puede identificarse a tal grado con otra que no llegue a reconocer las diferencias entre las identidades de ambas. No queda espacio para la subjetividad o para la existencia individual. Las relaciones se vuelven de sumisión y/o dominación y se hacen muy difíciles las relaciones equitativas y libres. b) De manera opuesta, el “otro” puede ser percibido como absolutamente diferente, al punto de no hacerse merecedor de nuestro reconocimiento y aprecio, de no reconocerle valor a su vida e, incluso, de justificar su destrucción. c) Una tercera manera de relacionarse con el “otro” se fundamenta en el respeto, la tolerancia y la capacidad de convivir con el diferente. Aquí, a pesar de las diferencias, se reconoce la absoluta legitimidad del otro en la convivencia social porque se comparten los mismos derechos como persona humana. Es en el reconocimiento de las diferencias que las personas y los pueblos construyen sus identidades: sólo es posible reconocer al “yo” frente a un “tú” diferente. Ahora bien, en el proceso de reconocimiento de la diversidad acontecen dos situaciones: a) Por un lado, se establece una jerarquía de las diferencias que implica, en muchos casos, discriminación y dominación. Las jerarquías conducen a prácticas discriminatorias que se justifican por la ideología. Así se argumenta que una religión o una clase social o una etnia, es superior a otra. En esta situación, las 1

Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, artículos 1 y 3. Noviembre, 2001.

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relaciones entre culturas se vuelven hostiles y destructivas, y se puede llegar a un “fundamentalismo cultural” donde no se le reconozca legitimidad a las otras culturas. Chile no escapa a estas tensiones. En nuestro país junto con las desigualdades económicas -tal vez sean las más visibles y dolorosas- se dan desigualdades en el plano de la cultura. Por ejemplo, cuando se niega a las personas las oportunidades de acceso a los recursos básicos basándose en sus características culturales; cuando se les discrimina por su origen étnico, o por su lengua, o por otros aspectos de su cultura que lo hacen diferente. La UNESCO ha acuñado el término de "injusticia cultural"2 para referirse a esta realidad. Hay injusticia cultural allí donde hay dominación cultural. La dominación y la injusticia, y no las diferencias étnicas, son las que convierten a las culturas diferentes en antagonistas. b) Pero, por otro lado, frente a la diversidad puede darse también la aceptación, el respecto y un proceso de creatividad y mutuo enriquecimiento. Para ello, lo primero que debe darse es la capacidad de representar las diferencias para luego entrar en un proceso de aceptación del otro. Se trata de reconocer que el otro tiene el mismo derecho que cualquier ser humano a construir su identidad y su conciencia. La diversidad cultural es, por tanto, un hecho social, un dato de la realidad frente a la cual caben dos posturas. O la diversidad se convierte en fuente de tensiones, de prejuicios, de discriminación y exclusión social; o se constituye en fuente potencial de creatividad y de innovación y, por tanto, en una oportunidad de crecimiento y desarrollo humano. Ello dependerá de la orientación y de la fuerza con que las políticas públicas favorezcan o no el empoderamiento de las comunidades, o la participación de la gente en las decisiones sobre los problemas que los afectan. Son las políticas públicas las que convierten el hecho de la diversidad cultural en un fenómeno social cargado de valoración ética: la sociedad se construye sobre la base de políticas que tienden al “pluralismo cultural” o sobre la base de políticas que aumentan la “discriminación cultural”. Es lo que afirma la Declaración Universal de la UNESCO sobre la “Diversidad Cultural”: el pluralismo cultural es la respuesta política al hecho de la diversidad cultural3. Sin embargo, también puede haber políticas públicas que, en forma abierta o encubierta, refuerzan la construcción de una sociedad basada en la discriminación cultural. Enfoques educativos para atender a la Diversidad Cultural Ahora bien, entre todas las políticas públicas, el aporte de las políticas educacionales a la construcción de modelos de desarrollo fundados en consideraciones éticas ocupa un lugar preponderante. El Informe Delors ha constituido un aporte significativo a este debate. En él se afirma que “la educación tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir a una toma de conciencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos”4. Más adelante, el mismo Informe señala que “la educación debe asumir la difícil tarea de transformar la diversidad en un factor positivo de entendimiento mutuo entre los individuos y los grupos humanos”5. 2

UNESCO, Informe Mundial de Cultura 2000 - 2001, Ediciones UNESCO, España, 2001. Declaración Universal de la UNESCO sobre Diversidad Cultural, artículo 2. “De la Diversidad Cultural al Pluralismo Cultural”. 4 Jacques DELORS, La Educación Encierra un Tesoro. Ed. UNESCO. México. Pág. 99. 5 Ibid. 3

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El que el Informe Delors y la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural insistan en esta función de la educación se debe, entre otros factores, a que la diversidad cultural no ha sido siempre considerada en el terreno de las prácticas educativas como factor de desarrollo, sino como problema a resolver. Para hacer más gráfica esta afirmación, quiero tomar como ejemplo lo que sucede en el campo de las políticas sobre educación intercultural y cómo ellas han enfrentado, en distintas épocas y con distintos discursos y supuestos, el tema de la diversidad cultural. A este respecto podemos distinguir tres enfoques: a) El enfoque “asimilacionista”. Este enfoque considera que las diferencias de lengua y costumbres de los pueblos originarios han sido vistas como una traba para la incorporación efectiva de ellos a los procesos de modernización nacionales. De esta forma, la diversidad cultural se constituye en un problema educativo puesto que es ella la que les entorpece una buena integración a la sociedad. En este primer enfoque las diferencias culturales se jerarquizan y la cultura de los grupos indígenas se cataloga como deficiente. Se les considera como menos dotados en razón de su cultura. Desde esta perspectiva, hay quienes postulan que la población indígena debe ser ayudada a superar su “bajo nivel cultural”. Por eso el énfasis se pone en la enseñanza de la lengua española como un paso para su integración a la cultura dominante. En este enfoque subyace una concepción jerárquica, estática y cuantitativa de cultura que se basa en el prestigio social y/o en el poder, en función de su pretendido desarrollo, pujanza o estatus6. Las políticas educativas de atención a las poblaciones indígenas coinciden con la atención a la población que sufre mayor privación socioeconómica y bajos indicadores educativos. De esta situación se deriva que la educación intercultural haya estado asociada casi exclusivamente a políticas compensatorias, lo que en la práctica ha restringido el campo de atención a la diversidad cultural exclusivamente a la población indígena. Sin embargo, los conflictos de discriminación y segregación no se limitan a las relaciones que se dan hacia las culturas indígenas. Es posible observar todo tipo de discriminaciones al interior de la escuela y la sociedad, y dentro incluso de una misma etnia o comunidad relativamente homogénea, discriminación de género, de nacionalidad y de ideología, discriminación por condición económica y social, discriminación por aspecto físico o procedencia geográfica, entre otros. Al concebir la diversidad cultural como un problema, se limitan las posibilidades educativas y se cae un prejuicio cultural.

b) El enfoque multicultural El tránsito de un enfoque asimilacionista hacia uno de pluralismo cultural dio origen a la propuesta de una educación bilingüe bicultural, derivada de la necesidad de reivindicar una educación que incorporara cabalmente a las culturas indígenas.

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LLUCH y SALINAS “La Diversidad Cultural en la Práctica Educativa”. CIDE, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid.

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Este enfoque corresponde a una orientación educativa que caracteriza a la diversidad cultural como recurso. Se intenta potenciar la calificación del capital humano, recuperando sus diversidades e identidades7. La cultura es concebida en este enfoque como un todo cerrado y estático, lo que se traduce en la práctica en una superposición de contenidos. La idea es enseñar ambas culturas, la indígena y la occidental, centrando la educación multicultural en los educandos indígenas. Esta concepción pierde de vista el carácter relacional de la cultura de pertenencia de sus alumnos, se estereotipan las culturas con base a sus rasgos externos, y se centra en los programas de estudio, asumiendo un enfoque de currículo complementario y no una perspectiva transversal y globalizante.

c) El enfoque intercultural En este enfoque se desea preparar a los estudiantes a vivir en una sociedad donde la diversidad cultural se reconoce como legítima, y donde las diferencias culturales se consideran una riqueza común y no un factor de división. Se quiere contribuir a la construcción de una sociedad con igualdad de derechos y al establecimiento de relaciones interétnicas armoniosas. Se reconocen las diferencias culturales, sin que ello signifique la superioridad de unas culturas sobre otras. En este enfoque la cultura se entiende como un proceso dinámico; como la manera cambiante de percibir, comprender y habitar el mundo. Los miembros de una sociedad son actores, más que receptores pasivos de modelos culturales. Las personas son intérpretes activos de las culturas que heredan y que construyen todos los días, transformándolas con sus ideas, vivencias, representaciones y decisiones. Para garantizar una interacción armoniosa entre personas y grupos con identidades culturales diferentes, la Declaración Universal de UNESCO sobre Diversidad Cultural señala como aspiración el diseño de políticas que favorezcan la inclusión y la participación de todos los ciudadanos. De esta manera se ejerce el pluralismo cultural, que es inseparable del contexto democrático en que se desenvuelve la sociedad. En este enfoque la diversidad cultural es considerada como un derecho8 y lo intercultural considerado como constitutivo de lo cultural9. Educación y Diversidad Cultural: tres vectores para el análisis Ahora bien, es importante reflexionar sobre cómo las políticas educacionales enfrentan el tema de la diversidad cultural y, por tanto, de cómo ellas inciden o no en la generación de actitudes de “discriminación cultural” o de “pluralismo cultural”. Para hacer este análisis se requiere aclarar cuáles son las tensiones entre los que estas políticas se debaten al abordar el tema de la diversidad cultural. A lo menos se pueden distinguir tres tensiones que las políticas educativas deben enfrentar para definir si ellas se sitúan más cerca del polo de la “discriminación cultural” o del “pluralismo cultural”.

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MUÑOZ SEDANO, Antonio. “Enfoques y Modelos de Educación Multicultural e Intercultural”, artículo publicado en Hacia una Educación Intercultural: Enfoques y Modelos, Universidad Complutense de Madrid y Universidad de Manitoba, Canadá. “001. 8 MUÑOZ SEDANO, Ibidem. 9 Francesco CHIODI, Miguel BAHAMONDES. Una Escuela, Diferentes Culturas. CONADI, Ed. LOM, sin fecha.

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Estas tensiones se pueden resumir en tres vectores que traspasan el fenómeno de la diversidad cultural: la pertinencia, la convivencia y la pertenencia. a) La pertinencia se refiere a la tensión que debe resolver la escuela en torno al eje de la identidad cultural. No cabe duda que la globalización afecta a la escuela porque también ella se ve enfrentada a la cultura de masas que amenaza con hacer desaparecer las identidades locales. Los medios masivos de comunicación y el uso de las nuevas tecnologías imponen, se quiera o no, las formas de pensamiento y los valores de la cultura occidental, discriminando y avasallando la riqueza de identidades de las culturas autóctonas. Desde la perspectiva de la pertinencia cultural, la escuela se ve enfrentada al dilema de defender una identidad local propia que, por una parte, rechace la tendencia a la homogeneización cultural, y por otra, no caiga en el extremo de rechazar todo lo que la globalización trae consigo por la única razón de no venir de la propia cultura. Esta última alternativa conduce a una postura fundamentalista, en el sentido de creer que todo lo que proviene de afuera es malo y lo que proviene de las propias raíces es bueno. En el caso de la educación intercultural, el énfasis se ha puesto en Chile en el derecho de los pueblos indígenas a defender su identidad cultural y a aprender en su propia lengua, lo que antes en la escuela les estaba prohibido. Pero también la escuela intercultural y bilingüe se ha convertido en un espacio desde el cual se lucha por mantener la identidad indígena resistiendo a la occidentalización que de varias maneras se intenta inculcarle, alcanzado así un fuerte sesgo ideológico de reivindicación que contiene en sí mismo el riesgo de su propio enclaustramiento cultural. El desafío de la escuela intercultural y bilingüe es, entonces, cómo valorizar y reforzar las identidades locales abriéndose, al mismo tiempo, al diálogo intercultural con el mundo plural y diverso, ya no sólo al interior del país, sino también al nuevo mundo que surge como resultado de la mundialización. No se trata de formar para la homogeneización cultural, ni para el aislamiento o la yuxtaposición de culturas, sino de educar para la interculturalidad. b) El vector de la convivencia se refiere a la tensión que la escuela debe enfrentar en torno al eje de la convivencialidad. ¿Hasta qué punto las políticas educativas son proactivas para enseñar a los estudiantes a resolver pacíficamente los conflictos que surgen cuando enfrentan posiciones diferentes? ¿Hay preocupación por diseñar políticas educativas sobre convivencia escolar, políticas que combatan los prejuicios raciales y la violencia escolar? ¿Cómo enfrentar los problemas propios de la convivencia humana, la superación de estereotipos y prejuicios que conducen a la intolerancia y a la discriminación social, étnica y cultural? Tratándose de los pueblos originarios, muchos países latinoamericanos han empezado a reconocer en las constituciones su identidad multicultural. Este no es el caso de Chile puesto que aún en la Constitución Política no se le define como un Estado multicultural y plurilingüe y, por tanto, no se le reconoce a los indígenas su condición de “pueblos” con identidad cultural y derechos propios. Tampoco el Estado de Chile ha ratificado el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo mediante el cual se le reconoce a los indígenas su condición de “pueblos” con derechos culturales propios. Sin embargo, la Ley Indígena de 1993 reconoce las etnias con su especificidad cultural propia y obliga al Estado a respetar y proteger a las culturas y lenguas indígenas. Con todo, es necesario preguntarse cómo se ejercen estos derechos en la

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convivencia cotidiana de la escuela. ¿Se combate en ella el prejuicio racial, se estimula el respeto a su condición de indígenas, es incorporada la diversidad cultural como un elemento dinamizador de los aprendizajes? En Chile como en otros países se han hecho esfuerzos para suprimir de los textos escolares las ilustraciones que presentan en inferioridad de condiciones a la mujer y al indígena, pero todavía persisten en las prácticas pedagógicas y en la cultura de la escuela actitudes manifiestas y encubiertas de racismo y discriminación, particularmente respecto a los grupos indígenas. La educación intercultural se ha ocupado de las relaciones culturales entre los indígenas y la población no indígena, considerando sus diferencias culturales como un recurso para el fortalecimiento de la propia identidad y, al mismo tiempo, reconociendo a la otra cultura como valiosa y digna de aprecio. Desde esta perspectiva, la educación intercultural considera a la diversidad cultural como un fenómeno positivo, un factor de cohesión interna que le permite, al mismo tiempo, interactuar con personas de culturas diferentes. Esto significa que la educación intercultural ha asumido también el compromiso de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales, no sólo de las minorías y de los pueblos autóctonos, sino de toda la población10. Pero también la educación intercultural puede alimentar estereotipos y prejuicios contra el que es diferente, el que no es indígena, y ahondar así las brechas que separan las culturas autóctonas de las otras que conforman las naciones latinoamericanas, en lugar de establecer puentes de comunicación y de trabajo en común con ellos. El desafío de la educación intercultural es, pues, cómo crear espacios de convivencia abiertos a la colaboración entre las distintas comunidades, entre distintos establecimientos que representan a diferentes poblaciones, y al interior mismo de las escuelas entre alumnos y alumnas de distinta procedencia. Se trata de formar a los estudiantes en las competencias necesarias para habitar y trabajar en contextos multiculturales; enseñar a todos a aceptar y valorar las diferencias culturales; y desarrollar en todos actitudes de defensa del derecho a la alteridad. No hay otro modo para aprender a vivir juntos y en paz. A este respecto, y más allá del ámbito de la educación intercultural, ha sido muy significativo el aporte de la política de Convivencia Escolar llevada a cabo por el Ministerio de Educación en los últimos años. Esta política articula múltiples acciones tendiente a desarrollar en los estudiantes competencias para la convivencia democrática, la participación social y la solidaridad, mediante la creación de reglamentos de convivencia construidos con la participación de todos los estamentos de la comunidad educativa. c) El vector de la pertenencia se refiere a la tensión que debe enfrentar la escuela en torno al eje de la equidad. Esta preocupación surge porque en la escuela tienden a reproducirse las asimetrías de las relaciones de poder que conducen a las minorías culturales a condiciones de marginación y pobreza, y que fracturan la convivencia social. Frente al tratamiento de la diversidad cultural, esta tensión se da entre los polos de la inclusión y de la exclusión social por razones de etnia, raza, lengua o religión, y también por razones de género, de discapacidades individuales y de preferencias sexuales. Aunque entre 1990 y el 2000 la cobertura escolar en Chile se ha incrementado notablemente y se ha acortado la brecha entre el quintil I y el V en el acceso a 10

Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, 2001.

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la educación básica y media, todavía el año 2000 el 9,9% de la población entre 14 y 17 años no asistía a un establecimiento educacional, siendo esta población la de menores recursos. Y la población más pobre, cuando va a la escuela, lo hace en aquellas de menores recursos y, en muchos casos, con profesores mal preparados. Esto quiere decir que la inclusión o la exclusión del sistema educativo se juega por criterios sociales y también étnicos, porque los más pobres suelen pertenecer, como en toda América Latina, a las poblaciones indígenas y afrodecendientes. Son ellos quienes viven la mayor pobreza, la que aumenta a condiciones extremas cuando a esta situación se suma el que sean mujeres y/o discapacitados. Pero tratándose de la educación intercultural, hay que reconocer que ella también se ocupa de atender las asimetrías propiamente escolares11 que experimentan las minorías étnicas, tanto a su ingreso al sistema educativo como durante su permanencia en él. Es así como se llevan a cabo políticas de discriminación positivas hacia la población indígena para compensar las desigualdades sociales con que ella ingresa al sistema. Entre estas políticas cabe destacar el de las becas indígenas que se dan a través del Programa Orígenes que, entre 2002 y 2003, ha beneficiado a más de 52.000 personas. También se trata favorecer con políticas ad hoc las situaciones de analfabetismo, ausentismo, reprobación, deserción, y los bajos niveles de aprendizaje, originadas en la marginación y exclusión social de esta población. Pero la política de compensaciones puede traer aparejada una dosis de paternalismo que acostumbre a la población indígena a demandar una educación de carácter especial para ellos, que puede redundar, a la larga, en la mantención de su aislamiento cultural. Frente a esta disyuntiva, el desafío que la educación intercultural tiene por delante es convertirse en una educación para toda la población y no aferrarse a un modelo de atención sólo para los grupos especiales. Se trata de que sus objetivos sean para todos; de educar no sólo al que es discriminado, sino también al que discrimina. Sólo una educación intercultural para todos asentará las bases de una verdadera igualdad de oportunidades que aleje del sistema el fantasma de la exclusión.

En resumen, desde el punto de vista de cómo las políticas educativas y la escuela enfrentan el hecho de la diversidad cultural, requiere resolver tres problemas: •

Primero, cómo hacer que los aprendizajes sean culturalmente pertinentes y cómo educar en la interculturalidad, es decir, de una forma en que se acreciente la autovaloración y la propia identidad y, al mismo tiempo, se valoren las diferencias culturales y se las utilice como recurso pedagógico. El peligro de esta tensión es caer en la homogeneización cultural, por una parte, o en el enclaustramiento cultural por otra. El foco de este problema se concentra en el tratamiento que las políticas hacen sobre la identidad y el respeto a la diversidad cultural.



Segundo, cómo educar a personas de distinta procedencia, de diferentes etnias y con distintas capacidades en los valores de la convivencia pacífica y del trabajo solidario. El peligro de esta tensión es que la escuela reproduzca los estereotipos y prejuicios comúnmente aceptados en la sociedad, en lugar de prefigurar nuevos modos de convivencia social basados en el respeto a la

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Sylvia SCHMELKES. “Educación Intercultural”. Conferencia presentada en la inauguraicón del Diplomado en Derecho y Cultura Indígena, Talplan, México, 28 de septiembre, 2002.

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legitimidad del otro. El foco de este problema se concentra en la preocupación que las políticas tienen para formar a los estudiantes en las competencias requeridas para la buena convivencia. •

En tercer lugar, cómo la escuela puede propiciar una educación incluyente y atender a sus alumnos y alumnas disminuyendo al máximo la desigualdad de oportunidades con que ingresan y permanecen en ella, cualquiera sea su condición cultural o social. El peligro de esta tensión es que el sistema escolar y la escuela reproduzcan y/o profundicen la segmentación y la exclusión de los grupos marginados. El foco de este problema se concentra en las políticas sobre la equidad educacional.

Finalmente, si se agruparan, por una parte, los extremos positivos de estas tres tensiones y, por otro lado, sus extremos negativos, se conformarían dos paradigmas en torno al tratamiento que la escuela hace de la diversidad cultural. El “paradigma del pluralismo cultural” en torno a los extremos positivos de dichas tensiones (aceptación del otro, tolerancia e inclusión), y el “paradigma de la discriminación cultural” en torno a los extremos negativos de las mismas (homogeneización, intolerancia y exclusión). Hechas estas distinciones, sería conveniente entrar a analizar desde los vectores de la pertinencia, la convivencia y la pertenencia las políticas educativas en sus distintos niveles: a) las políticas curriculares, que comprenden los objetivos fundamentales y contenidos mínimos, tanto verticales como transversales; los programas de estudio de Enseñanza Básica y Enseñanza Media; la política de textos escolares que incluye desde los criterios de licitación hasta cuántos ejemplares y a quiénes se les distribuye; b) las políticas sobre docentes, que incluyen la formación inicial y continua; el estatuto docente y otras normativas que regulan y mejoran las condiciones laborales de los maestros; c) y las políticas sobre gestión escolar, que abarcan el financiamiento (criterios para las subvenciones), la gestión local del sistema (normas para la descentralización y desconcentración) y la gestión institucional de las escuelas (participación de los padres y de la comunidad). En todas estas políticas es posible analizar si, por ausencia o presencia, por interés explícito o implícito, ellas se adscriben a un enfoque más cargado al paradigma de la “discriminación cultural” o al del “pluralismo cultural”.

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