EJERCICIOS CUARESMALES 2014 Las tentaciones pastorales

EJERCICIOS CUARESMALES 2014 Las tentaciones pastorales Introducción para quien dirigirá las pláticas de cuaresma Agradecemos tu disposición para diri
Author:  Jorge Sánchez Rey

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EJERCICIOS CUARESMALES 2014 Las tentaciones pastorales Introducción para quien dirigirá las pláticas de cuaresma

Agradecemos tu disposición para dirigir estas pláticas de cuaresma, se trata de una experiencia cristiana de encuentro y de unión con Dios partiendo de la lectura orante de su Palabra. El tema de esta semana son las actitudes de fariseísmo en las que podemos caer en nuestra vida de fe, especialmente en la misión de llevar el Evangelio a nuestros hermanos. El esquema de cada día está inspirado en la Lectio divina “capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente.”1 Queremos proponer algunas orientaciones para ayudarte a dirigir este momento importante de la comunidad. Se trata de un momento de escucha, reflexión y oración, no se trata de un estudio ni de un momento de “enseñanza” de parte de quien dirige. Quien dirige es llamado a un servicio humilde, sin caer en la tentación de ser el protagonista, sino conservando su corazón puro en este servicio. Los pasos que tomamos de la Lectio divina serán: disposición, lectura, meditación, compartir, oración y contemplación. El esquema general está estructurado 1. Disposición. 10 min. Este momento inicia desde que tú mismo tomas tu tiempo con anterioridad para prepararte interiormente y preparar los instrumentos necesarios. Para el desarrollo de estos ejercicios espirituales, necesitaremos un lugar apropiado, buena iluminación, un buen equipo de sonido, la Sagrada Escritura, papel y lápiz. Al anunciar las pláticas de cuaresma, pidamos a quienes vayan a participar, que lleven su Sagrada Escritura, libreta y lápiz o pluma. En cada sesión, dedicaremos 10 minutos a disponer nuestra persona a estar con Dios. Podemos seguir estas indicaciones: a. Al inicio de cada sesión, invocamos la ayuda del Espíritu Santo. Posteriormente rezamos el salmo propuesto, podemos rezarlo de manera responsorial o cantarlo. b. Después del salmo, es recomendable pedir a las personas que realicen estiramientos corporales ahí en su lugar para disponer nuestro cuerpo. c. Luego se invita a los participantes a tomar asiento, adoptando una postura cómoda, como la siguiente: espalda unida al respaldo de la banca o silla, las piernas dispuestas de manera natural, las palmas de las manos sobre los muslos. Luego los invitamos a cerrar un momento sus ojos y a respirar de manera natural. Sólo un momento de silencio para entregarnos al momento que estamos viviendo y tomar conciencia de que buscamos estar con Jesús, con quien sabemos que nos ama. Podemos invertir en este momento tres minutos.

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Mensaje al Pueblo de Dios de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispo, 9. 1

2. Lectura (lectio). 16 minutos. En cada sesión se proponen dos textos bíblicos: uno de las tentaciones de Jesús en el desierto y otro de alguna experiencia de Jesús con los fariseos. En cada sesión leeremos los textos dos veces: una para conocerlos y otra para buscar algún aspecto según se nos proponga en cada día, se trata de encontrar alguna tentación de fariseísmo. Es muy importante pedir a todos los participantes que escriban en su libreta alguna idea del texto sagrado o de la explicación que mueva su corazón, que la escriba en una o dos frases, ya que esto le ayudará a dialogar con Jesús en el momento de la oración. Después de leer los textos en dos ocasiones, se propone una explicación de esos textos. Se trata de ayudar a las personas a comprender un poco el texto bíblico desde nuestra fe. Debemos ser muy cuidadosos en este momento: no queremos una clase, queremos algunos puntos que favorezcan la comprensión. Por ello, esta explicación debes leerla con atención antes de cada sesión que vayas a dirigir, para que puedas hacer este servicio a la comunidad. Se proponen varios puntos explicativos, pero no es necesario que los expongas todos, sobre todo considerando el tiempo que tenemos para todo el ejercicio. Puedes elegir sólo tres puntos explicativos, los que consideres más necesarios para el grupo a que te dirijas: adultos, niños, adolescentes, jóvenes…, lo puedes hacer de viva voz o en una presentación con proyector o en rotafolios. También podrías pedir a otra persona que se ocupe de este momento para tu estar al pendiente del grupo y el tiempo, pero dicha persona tendría que preparar muy bien su participación. Si invertimos dos minutos por punto a compartir, tendríamos seis minutos en total, más 10 de lectura del texto sagrado. 3. Meditación (meditatio). 10 min. En la meditación se trata de ayudar a las personas a reflexionar sobre la Palabra de Dios aplicada a nuestros días. Se te propone una meditación en varios puntos para que puedas desarrollarla y ayudar a todos a iluminar la vida propia con la Palabra de Dios. Debemos tener cuidado de no hacerlo a manera de clase: yo soy el maestro que sabe y ustedes no, si caemos en esto no ayudaríamos a que las personas abran su corazón a Dios, por ello es muy importante conservar la actitud de humilde servidor de los hermanos. Puedes desarrollarla de viva voz o puedes proyectar los párrafos para leerlos entre todos o puedes preparar algunas copias con la meditación escrita para leerla individualmente o en parejas, ternas o pequeños grupos. Para ayudar a lograr el objetivo de la meditación, al inicio de este momento, pide a cada persona que escriba, en su libreta, una idea de la meditación en una o dos frases. Esta sería una segunda idea, sumada a la idea tomada del texto sagrado. Invirtamos en el momento de la meditación diez minutos. 4. Oración (oratio). 8 min. En la oración expresamos a Jesús lo que su Palabra movió en nuestro corazón. Se trata decirle a Jesús qué sentimos y qué pensamos respecto a lo que Él nos dijo. Tenemos que animar a los asistentes a platicar con Jesús, al menos a hacerle comentarios de lo que Él mueve en nuestra vida. En este momento nos ayudan las ideas que escribimos al leer el texto sagrado y su explicación y en

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la meditación. Al inicio del momento de la oración, invitamos a todos a leer esas ideas y a platicar con Jesús acerca de ellas. Dediquemos ocho minutos a la oración.

5. Contemplación (contemplatio). 3 min. Se trata de aprender a “estar” un momento en serenidad junto a Jesús. Se trata de dejarnos mirar por Jesús, quien nos mira con cariño y amor; sólo tres minutos en silencio, pero concentrados en Jesús. Quien batallara para entrar en silencio interior, podría repetir en su interior la jaculatoria: Señor Jesús, ten misericordia de mi. 6. Acción (actio). 3 min. Ahora se trata de pensar en una acción que pudiera realizar cada uno para expresar el anhelo de vivir cada vez más unido al amor de Cristo y de expresar este deseo en nuestra vida. Dediquemos sólo tres minutos a buscar esta acción. 7. Acción de gracias. 3 min. Daremos gracias a Dios de manera comunitaria rezando o cantando el salmo 90. El esquema que proponemos es para 60 minutos en total, pero cada grupo podrá agregar minutos, según las circunstancias, a algunos puntos de estas reflexiones para favorecer el provecho espiritual de los participantes. En todo caso, es de preferir dar minutos a la lectura directa del texto sagrado y a la oración, y no tanto a la explicación del texto o a la meditación, sobre todo si son compartidas a manera de exposición de parte una persona. Invoquemos la ayuda del Espíritu Santo para derrame su luz sobre todas las personas que servirán al pueblo de Dios en estas pláticas cuaresmales y nos conceda una cuaresma llena de reconciliación, amor y frutos de conversión.

Fraternalmente P. Juan Carlos Arcq Guzmán P. Juan Armando Pérez Talamantes

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PRIMER DÍA La primera tentación pastoral, no ir al desierto: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” Mt 4,1

I. Disposición V. Ven, Espíritu Santo. R. Llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. V. Envía, Señor, tu Espíritu. R. Y todo será creado y se renovará la faz de la tierra. Salmo responsorial Todos: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti. Tú que habitas al Amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti".

No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

El te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: Su brazo es escudo y armadura.

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Nada más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.

II. Lectio a) Primera lectura: Leamos atentamente los dos textos del Evangelio de Mateo que se nos sugieren a continuación y, al leerlos, procuremos descubrir en qué se asemeja uno del otro. Leer Mt 4, 1-11 y Mt 23, 1-7 b) Segunda lectura: Ahora, hagamos una segunda lectura pausada de estos mismos textos y les invitamos a que, al leerlos, procuremos descubrir ¿cuál es la tentación en la que han caído los fariseos y en que se asemeja a las tentaciones que tuvo Jesús en el desierto y de las que salió victorioso? Con esta clave de lectura, escuchemos atentamente. c) Explicación: ¿Qué dice el texto? 1.- El contexto de ambos textos: La misión. Para comprender mejor cada texto bíblico, hay que observar cuidadosamente lo que está antes y después del pasaje que leemos, es decir, el contexto en que Jesús dijo esas palabras, ya que existe el riesgo de aislar una texto bíblico de su contexto y así es más difícil comprenderlo. ¿Cuál es el contexto 4

de los pasajes que hemos leído? El primer pasaje que narra las tentaciones en el desierto se ubica inmediatamente después del bautismo de Jesús en el río Jordán (Cfr. Mt 3, 13-16) y después del desierto Jesús inicia su misión en Galilea. Así, la ida al desierto se encuentra antes de iniciar su misión y antes de llamar a sus primeros discípulos (Cfr. Mt 4, 12-22). ¿Qué nos dice este contexto del antes y el después de la ida de Jesús al desierto? Nos dice que precisamente el desierto es una continuación de la experiencia vivida en río Jordán donde experimentó la presencia del Espíritu Santo. De hecho, el pasaje que hemos leído inicia precisamente diciendo que “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto” (Mt 4, 1); pero además, el desierto es la preparación inmediata para la misión que está por comenzar. El segundo pasaje que hemos leído en el que Jesús advierte a sus discípulos no imitar el modo de proceder de los escribas y fariseos (Cfr. Mt 23,3), sucede en el contexto de su llegada a Jerusalén al final de su misión. Lo que Jesús denuncia en ellos, es precisamente lo mismo que a Él el diablo le propuso hacer en el desierto. Muchas veces nos hemos limitado a ver las tentaciones del desierto en clave de tentaciones personales o individuales, lo cual es cierto de algún modo porque es a Jesús, a su persona a quien el diablo quiere hacer caer; sin embargo, las tentaciones tienen que ver con la misión que Jesús está por iniciar. El Espíritu Santo es quien lo animó y fortaleció en el río Jordán, el que lo llevó al desierto y el que después del desierto lo impulsó a la misión: “Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu... iba enseñando”. En contraposición, el mal espíritu, como lo llama San Ignacio de Loyola, el diablo, intentará bloquear su misión. Así, las tentaciones del desierto, como reflexionaremos en esta semana, tienen una dimensión pastoral. Cuando hablamos de tentaciones pastorales, que será la temática central de estos ejercicios, nos estaremos refiriendo precisamente a las tentaciones que Jesús vence en el desierto, mismas que de no enfrentarlas en oración, ayuno y con ayuda de la Palabra de Dios, podrían debilitarlo y desvirtuar su misión. Son tentaciones pastorales porque su misión es una misión pastoral, ya que como Buen Pastor, irá en busca de las ovejas perdidas para reintegrarlas al rebaño. Cuando hablamos de tentaciones, nos referimos a algo distinto al pecado. Jesús fue tentado, pero no pecó. La tentación puede ser un sentimiento o un pensamiento que llega a nosotros haciéndonos creer que debemos hacer las cosas y decidir las cosas de una cierta manera, contraria a la voluntad de Dios, pero en este caso, las tentaciones no son muy evidentes, es decir, están disfrazadas de algo bueno, ya que esa es la estrategia del enemigo. El pecado se da cuando, sin un buen discernimiento, nos dejamos llevar por los impulsos o intenciones interiores equivocadas y hacemos las cosas a nuestra manera, no haciendo la voluntad de Dios. En el segundo pasaje que hemos leído, los escribas y fariseos creen en verdad estar sirviendo a Dios con su estilo y manera de hacer las cosas. Son personas dedicadas a las cosas de Dios, pero su modo de hacer las cosas y las intenciones de su corazón, aunque den un servicio, en el fondo lo hacen sin discernimiento y por tanto, caen en la tentación y en su misión y servicio, lejos de dar frutos, hacen daño: “Atan cargas muy pesadas sobre los hombros de la gente” (Mt 23, 4). 2.- En búsqueda de un nuevo modelo de servicio misionero. Podemos ubicar las tentaciones pastorales en un contexto más amplio: Jesús, el Hijo de Dios ha vivido un proceso formativo que el Padre le ha preparado desde su infancia y en el que lo ha puesto en el camino de los alejados y marginados: Nace en un portal y su cuna es un pesebre (Cfr. Lc 2,7); desde su infancia es marginado, ya que Herodes lo quiere matar y con su familia tuvo que huir a otro país lejos de casa (Cfr. Mt 2,13); durante el resto de su infancia y juventud vive en Nazaret (Cfr. Mt 2,22-23),

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comunidad alejada de la Ciudad Santa donde estaba el Templo. Es en este camino de Belén a Nazaret en que Jesús vive y trabaja ganando el pan con el sudor de su frente, donde aprende y conoce lo más profundo de la realidad humana al grado que la gente se preguntaba: “¿No es este el carpintero?” (Mc 6,3). En esos 30 años Jesús ha observado el dolor, el sufrimiento, el alejamiento y marginación de mucha gente tanto en el ámbito social como en el religioso y seguramente ha analizado las causas de esa situación que el pueblo vive. Sin embargo, no es únicamente la realidad la que le moverá a la misión, pues Jesús sabe que un auténtico misionero no es el que hace lo que le gusta o siente, por bueno que sea lo que quiera hacer. Un misionero sólo hace lo que le mandan hacer Aquel que lo envía. Jesús, que está en búsqueda de un modelo misionero, ha ido al Jordán y puesto en la fila con los alejados y marginados, es bautizado por Juan. Es entonces cuando el Padre le confirma que ha llegado la hora de iniciar la misión. Sin embargo, como Jesús no tiene privilegios sobre los demás, también está expuesto a la tentación y a seguir un modelo de misión equivocado. Es por eso que debe hacer un discernimiento, es decir, es preciso que en oración clarifique cómo dará este servicio. 3.- La primera tentación: Falta de discernimiento y huir del desierto. El llamado está confirmado, la misión esperada está por iniciar, pero antes, el Espíritu lo guía al desierto para ser tentado. ¿El Espíritu lo lleva al desierto para ser tentado por el diablo? ¡No es posible! (Quizá pensemos nosotros), pero así lo afirma el Evangelio: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4,1). Si en el proceso de formación que el Padre ha preparado para su Hijo amado no hay privilegios, por lo mismo, lo quiere encarnado en la realidad de los seres humanos, en nuestra realidad. Jesús debe experimentar lo mismo que nosotros: La tentación. Si el Espíritu es quien lo conduce a ser tentado, algo bueno es vivir esta experiencia. Ser tentado no es lo mismo que ponernos en ocasión de tentación, no es buscar un mismo las tentaciones. Lo que Jesús hace en el desierto es enfrentar la tentación, es dar la cara al mal espíritu en vez de huir. La palabra discernimiento expresa la actitud de quien busca confrontar sus sentimientos, sus pensamientos, sus deseos, su vida y misión. Confrontar nuestra vida con la enseñanza de Jesús y al mismo tiempo, confrontarla con la enseñanza del diablo. En el desierto Jesús lo que hará es discernir caminos, en confrontar sus deseos e ideas, sus métodos misioneros para purificarlos, por así decirlo, de toda posible desviación que, como hemos dicho antes, puede estar disfrazada de bondad. La primera tentación que Jesús vence por tanto, es la de irse directamente del río Jordán a la misión. Antes de comenzar su misión en los barrios alejados y marginados, dedicará 40 días a revisar su vida, sus emociones, sus sentimientos, sus motivaciones para luego, ahora sí, lanzarse si detenerse a la misión. Jesús a lo largo de su niñez, adolescencia y juventud ha visto la hipocresía de los que se dedican a enseñar el camino de Dios (escribas y fariseos) y como Él no tiene privilegios, también está expuesto a la tentación de caer en lo que ellos han caido. Si Jesús siente el deseo (ya desde los 12 años lo sentía) de dedicarse a las cosas de su Padre y de servir al prójimo, por tanto, sus pensamientos, sentimientos y deseos más profundos están en esa sintonía pastoral y el diablo, como hemos visto ya, lo tentará desde esa perspectiva pastoral. Jesús ha visto dos modelos de servicio religioso y pastoral: El de los fariseos y el de Juan Bautista. ¿Qué modelo va a seguir? Seguramente aunque difiere del modelo fariseo (por lo que ha visto) y aunque se identifica más con el modelo y estilo del bautista, no está convencido de seguir ninguno de los dos, ya que ambos tienen algo en común: No son modelos misioneros que le permitan un verdadero acercamiento a los alejados y marginados.

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Los fariseos en su mismo nombre llevan su estilo, pues “fariseo” significa separado. Se sienten fieles a Dios porque aunque viven en medio del pueblo, están orgullosos de no ser como todos, son diferentes hasta en su manera de vestir y orar. Siguen normas muy difíciles de cumplir para la mayoría. Los discípulos de Juan Bautista, a diferencia de los fariseos, son más auténticos y congruentes, pero viven una exigencia tan grande que están lejos de ofrecer una posibilidad de estilo de vida cercano y sencillo accesible a todo el pueblo. También están separados de la realidad de la gente alejada y marginada. Jesús se va al desierto para discernir (buscar) el camino que debe seguir para atender a tanta gente que ha visto alejada y marginada y que no es atendida, se va a buscar un camino más sencillo y accesible a todos. Como veremos más adelante en los siguiente temas de reflexión, el diablo intentará sacar a Jesús del desierto: “lo llevó a la Ciudad Santa, al Templo” (Mt 4,5) y “lo llevó a un monte alto” (Mt 4,8). En esas salidas, el diablo pretende sacarlo de la experiencia de desierto y facilitarle las cosas para que más rápido solucione las necesidades de la misión, pero por caminos equivocados. Jesús vence la tentación de tirarse de lo alto del Templo y de quedarse mirando todos los reinos de la tierra desde un monte alto, regresará al desierto a concluir su tiempo de discernimiento y luego, se irá a Galilea, a los sectores y barrios marginados. III.- Meditación. (Al inicio del momento de la meditación, recuerda invitar a todos a escribir una o dos frases o una o dos ideas que hayan movido su corazón, es importante que cada uno las escriba para seguir adelante) 1.- Ir al desierto para confrontar nuestra vida con la verdad del Evangelio y con la mentira a la que el diablo nos orienta al tentarnos. Nos dice el Papa Benedicto XVI, en su libro llamado Jesús de Nazaret, refiriéndose a las tentaciones de Jesús en el desierto, que “la lucha interior por la misión, una lucha contra sus desviaciones… se presenta con la apariencia de ser verdadero cumplimiento”2. El fariseo verdaderamente cree que está cumpliendo. Jesús al igual que los fariseos, se siente llamado a servir a Dios, el problema no está en el hecho de servir o no servir, sino en la manera de prestar ese servicio. El desierto para Jesús y la lucha contra las tentaciones, nos dice el Papa, “refleja su lucha interior por cumplir su misión” ya que “es propio de la tentación adoptar una apariencia moral: no nos invita directamente a hacer el mal, eso sería muy burdo. Finge mostrarnos lo mejor”3. Por esto, mantenerse en la verdad es el reto de los discípulos misioneros, ya que sin darnos cuenta, el fariseísmo, que es una manera de servir y de cumplir con la misión, en el fondo es una manera guiada más por el espíritu del mal que por el Espíritu de Dios. “Vuestro padre es el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Jn 8,44a), dice Jesús a los fariseos haciéndoles ver que se dejan llevar más por el espíritu del mal que por el Espíritu de Dios. Jesús mismo les explica en que sentido son hijos del diablo: “no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44b). ¿Podremos mantenernos en la verdad? ¿Seguimos en nuestra pastoral métodos fáciles y exitosos con los que brillará nuestra gloria y no la de Dios? El desierto por tanto, es no solo el discernimiento de lo que no debemos de hacer, sino la búsqueda de lo que sí debemos hacer. Es la 2

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búsqueda de los caminos personales y pastorales que, inspirados en la Escritura nos lleven a una misión y vida auténticamente evangélica, es decir, a una vida y a una misión como la de Jesús. En un momento de silencio pensemos en lo siguiente: ¿Acostumbramos ir al desierto? ¿Confrontamos nuestra vida y misión con la vida y misión de Jesús? ¿A caso no corremos nosotros el riesgo de volvernos fariseos? 2.- La exhortación Evangelli Gaudium, una ayuda para el discernimiento. En estos ejercicios, además de confrontar nuestra vida, nuestros sentimientos, pensamientos y decisiones con la Palabra de Dios como lo hizo Jesús en el desierto, vamos a ayudarnos de la Exhortación Pastoral Evangelli Gaudium, misma que ha escrito para todos nosotros el Papa Francisco. En esta exhortación el Santo Padre nos invita precisamente a un permanente discernimiento en miras a la misión. El Papa habla con mucha claridad inspirado en el Evangelio de Jesús y nos previene precisamente de algunas tentaciones en las que los agentes de pastoral podemos caer. Un agente de pastoral es un servidor de Dios que busca trabajar en la Iglesia en el proyecto evangelizador, es decir, en todo lo que se refiere a ir en busca de las ovejas perdidas y de cuidar a las que están en el redil. En esta Exhortación Pastoral, nos explica el Papa Francisco, “lo que quiero ofrecer va más bien en la línea de un discernimiento evangélico. Es la mirada del discípulo misionero, que se «alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo» (Nº 50). “Es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios. Esto implica no sólo reconocer e interpretar las mociones del buen espíritu y del malo, sino –y aquí radica lo decisivo– elegir las del buen espíritu y rechazar las del malo” (Nº 51). En este momento se puede mostrar el la Exhortación y si se ve conveniente, hacer brevemente la invitación a conseguirla y leerla, no en necesariamente en esta semana, sino como parte de un ejercicio prolongado de reflexión y discernimiento. 3.- Oración y ayuno, refuerzos para el desierto en la Cuaresma y en los Ejercicios Espirituales. Nos dice el documento de Aparecida que “Jesús, al comienzo de su vida pública, después de su bautismo, fue conducido por el Espíritu Santo al desierto para prepararse a su misión (cf. Mc 1, 12-13) y, con la oración y el ayuno, discernió la voluntad del Padre y venció las tentaciones de seguir otros caminos” (Nº 149). Como apoyo espiritual en esta experiencia de ir al desierto en los Ejercicios Espirituales en el tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a imitar a Jesús que no solo confronta su vida y misión con la Palabra de Dios y con oración, sino, además, con ayuno. Es importante que esta semana, y en la Cuaresma en general, ofrezcamos a Dios algún sacrificio como apoyo y refuerza contra la tentación. En nuestra sociedad hemos olvidado un poco o quizá bastante el espíritu de sacrificio. Pensemos en un momento de silencio: ¿He ofrecido al Señor algún sacrificio para este tiempo de Cuaresma? Si no lo he hecho, al menos esta semana ¿qué sacrificio podría hacer a modo de “ayuno”, es

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decir, de privación para fortalecer esta experiencia de desierto? Recordemos que para Jesús el desierto también fue un tiempo de sacrificio. En el desierto el diablo intentará distraernos, la soledad, la reflexión, la confrontación no son siempre agradables, venzamos como Jesús la tentación de salirnos, aunque sintamos el deseo y se nos presente la tentación. No nos dejemos distraer por el Monte alto, o por la Ciudad Santa, aprovechemos esta semana de ejercicios espirituales y aunque no sea muy agradable en principio la experiencia de confrontarnos, de orar y ayunar, luchemos por realizarla con todo el corazón y toda el alma, al final, esta experiencia dará muchos frutos. A todos nos gusta estar en el río Jordán y escuchar la voz de Dios que nos dice que nos ama, pero ir al desierto a enfrentar al diablo y clarificar lo que en nosotros está inclinado al mal, no es muy agradable, pero es muy necesario. 4.- La lectio divina, una metodología para ir al desierto. El Papa Francisco, en su Exhortación Pastoral Evangelli Gaudium, nos explica la importancia de practicar el método de la Lectio Divina o lectura espiritual como ayuda al discernimiento personal y pastoral. Recordemos que en el desierto, el diablo utiliza textos de la Palabra de Dios para tentar a Jesús, lo que significa que la misma Biblia debe ser leída en actitud de oración y discernimiento para evitar que sea interpretada equivocadamente. “La lectura espiritual de un texto debe partir de su sentido literal. De otra manera, uno fácilmente le hará decir a ese texto lo que le conviene, lo que le sirva para confirmar sus propias decisiones, lo que se adapta a sus propios esquemas mentales. Esto, en definitiva, será utilizar algo sagrado para el propio beneficio y trasladar esa confusión al Pueblo de Dios. Nunca hay que olvidar que a veces «el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14)” (EG Nº 52). (Al finalizar el momento de la meditación, recuerda a todos que deben tener escritas las ideas que hayan movido su corazón) IV. Compartir (Las personas comparten brevemente las frases o ideas que han movido su corazón, tomadas de la lectura del texto sagrado o la meditación) V. Oración En este momento dejamos a un lado la libreta y el lápiz, tomamos nuevamente una postura que nos favorezca para platicar con Jesús. Cerremos nuestros ojos y entremos en unos cuantos minutos de silencio (6 min). Ahora comparte con Jesús las frases que movieron tu corazón y dile porqué, comenta con él lo que piensas y sientes acerca de su Palabra y de la reflexión sobre ella. VI. Contemplación AL terminar el momento de la oración, dediquemos un momento a “estar” en los brazos de Jesús, sólo tres minutos en silencio ante Él, para dejarnos abrazar por su mirada.

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VII. Acción Dediquemos un momento a proponernos, de manera individual, una acción que exprese nuestro deseo de convertir nuestra vida hacia Jesús, disponiéndonos a vencer las tentaciones en nuestra vida. Serán sólo tres minutos en silencio. VIII. Acción de gracias Demos gracias a Dios por todos los dones recibidos. Salmo 91. Salmo responsorial Todos: Tus acciones, Señor, son mi alegría. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

eres excelso por los siglos. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor,

en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

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SEGUNDO DÍA. 2ª Tentación: “Jesús sintió hambre… di a estas piedras que se conviertan en panes” Mt 4,2-3 ¿La Palabra, al servicio de la realidad o de nuestra necesidad? I. Disposición V. Ven, Espíritu Santo. R. Llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. V. Envía, Señor, tu Espíritu. R. Y todo será creado y se renovará la faz de la tierra. Salmo responsorial Todos: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti. Tú que habitas al Amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti".

No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

El te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: Su brazo es escudo y armadura.

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Nada más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.

II.- Lectio. a) Primera lectura: Leámoslos atentamente los dos textos del Evangelio de Mateo que se nos sugieren a continuación y al leerlos, procuremos descubrir en qué se asemeja uno del otro. Leer Mt 4, 2-4 y Mt 16,1-12 b) Segunda lectura: Ahora, hagamos una segunda lectura pausada de estos mismos textos y les invitamos a que al leerlos, procuremos descubrir ¿cuál crees que es la tentación que tienen los discípulos y en que es parecida a la que tuvo Jesús en el desierto? Con esta clave de lectura, escuchemos atentamente. c) Explicación: ¿Qué dice realmente el texto? 1.- El contexto de ambos textos: La Palabra de Dios como alimento. Para comprender mejor cada texto bíblico, hay que observar cuidadosamente, como explicamos en el tema anterior, lo que está antes y después, es decir, el contexto en que Jesús dijo esas palabras. Hay un antes general o más lejano y un antes inmediato. El antes más lejano sería en este caso, lo que Jesús

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vivió antes de ir al desierto y lo que sucede antes del pasaje que habla de la levadura de los fariseos. En estos dos pasajes que hemos leído hay un antes común y un después común. Antes del desierto y de la primera tentación que en este día reflexionaremos, Jesús ha estado en el río Jordán, se ha bautizado y al bautizarse, se ha formado entre prostitutas y publicanos. Sí, se ha puesto en la fila, de hermano a hermano con los pobres, con los pecadores, con los alejados y marginados que asistían al Jordán a bautizarse. El antes más lejano serían los 30 años que Jesús vive en Nazaret. En esos 30 años de encarnarse en la realidad, Jesús ha visto que una gran mayoría del pueblo alejado y marginado, está así, no porque quiera, sino porque están “cansados y abatidos como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Jesús ha descubierto que los pecadores están en esa situación porque el pecado se volvió una enfermedad y ellos no pueden sanar por sí mismos y necesitan de un médico que les ayude (Cfr. Mt 9,12). Es por todo esto que, como vimos ayer en el tema introductorio, va al desierto, a buscar los caminos pastorales adecuados para dar respuesta a la realidad. Este antes próximo y lejano a la experiencia del desierto que es el acercamiento a la realidad de la gente alejada y marginada es el mismo contexto que el Evangelio de Mateo presenta antes del pasaje de la levadura de los fariseos. Leamos Mt 15, 29-30 y hagámonos una pregunta mientras leemos: ¿En qué se parecerá este contexto al que vivió Jesús antes del desierto durante 30 años? En este pasaje, podemos ver que Jesús ha atendido a mucha gente marginada y alejada, Él además, dice San Mateo, “llamó a sus discípulos y les dijo, siento compasión de la gente... no tienen que comer...” (v.32). Jesús mira la realidad de gente y eso mueve su corazón a la acción, luego, viene la multiplicación de los siete panes de los que sobraron siete canastas. Antes de subir a la barca a la que no llevaron esos panes que sobraron, los fariseos y saduceos tientan a Jesús pidiéndole una señal. La tentación del desierto relacionada con el pan tiene relación con la tentación que ellos pondrán a Jesús. Es así como surge la primer tentación personal y pastoral o misionera. 2.- La segunda tentación: Servirse a sí mismo de la Palabra. En el desierto, Jesús siente hambre, pero no ha ido al desierto para satisfacer su necesidad personal, sino para discernir el camino que el Padre le ordenaba seguir en miras a la misión de servicio a los alejados y marginados. La experiencia personal de encuentro en el río Jordán, el sentirse amado ha sido muy importante, pero Jesús en el Jordán no fue solo, se formó en medio de un gran número de alejados y marginados, de gente mal vista por la sociedad. A ellos se siente llamado y enviado y a ellos también los lleva al desierto. En sus 30 años de vida y antes de multiplicar los panes, Jesús ha visto muchas cosas: ha visto el sufrimiento del pueblo que tiene hambre de la Palabra de Dios, ha visto que está enfermo y que se siente desatendido religiosamente; ha visto que muchos seres humanos viven sin sentido, sin identidad, sin sentirse amados y ha visto que esa falta de identidad y de sentido orilla a muchos a refugiarse en el pecado. Jesús ha visto también que los que deberían enseñarle al pueblo el amor de Dios y mostrarle su rostro de Padre misericordioso, en realidad “no han oído nunca su voz, ni han visto su rostro” (Jn 5, 37b). Ha visto que los agentes de pastoral, los servidores de Dios, es decir, los fariseos, saduceos y los maestros de la Ley en vez de apacentar al pueblo se apacientan a sí mismos.

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Jesús se siente llamado a la misión orientada a los alejados y marginados, pero sabe que la tentación en que cayeron los maestros de la Ley y los fariseos es una tentación en la que cualquier misionero puede caer, es por ello que se va al desierto, para discernir los caminos a seguir y evitar caer en esta tentación pastoral de realizar una misión que responda a sus necesidades personales y no a las de los alejados y marginados a los que el Padre le envía. 3.- “Di a estas piedras que se conviertan en pan”. En el pasaje que hemos leído previo al capítulo 16 (Cfr. Mt 15,1-16,12), vemos con claridad la diferencia entre la manera de entender la misión para Jesús y para los fariseos, y el peligro que el fariseísmo representa para sus seguidores. En ese pasaje se nos dice que mucha gente se acerca a Jesús y que le llevaban “cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos” (Mt 15,30); luego, como hemos mencionado ya, llama a sus discípulos y les dice: “Siento compasión de la gente, hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen que comer” (Mt 15,32). En seguida multiplica los panes, comen todos y se saciaron. Luego despidió a la gente y subió a la barca con sus discípulos, pero se les olvidaron los panes que sobraron de la multiplicación y los discípulos preocupados dicen entre sí: “No hemos traído panes” (Mt 16,7). Jesús les llama la atención, ya que no son capaces de compadecerse del pueblo y de reconocer su hambre y sufrimiento y en cambio saben ver muy claro lo que a ellos les falta. Ellos pero de pan material y no pueden ver el hambre de los alejados y marginados, hambre de la Palabra de Dios. 4.- “Abran los ojos” para ver la realidad de los alejados y marginados. Los discípulos tendrán que , para ver la realidad desde la mirada de fe, para discernir los “signos de los tiempos”, es decir, para ver la realidad que nos confronta en la misión, realidad mediante la cual Dios hoy nos habla. Los discípulos son cuestionados fuertemente por Jesús ya que “tienen ojos y no ven” que los alejados y marginados por fin han sido atendidos y saciados de pan, pero tampoco pueden tener fe suficiente para ver la acción de Dios: “Hombres de poca fe... ¿aún no comprenden?” (Mt 16,8). Los discípulos solo pueden ver su propia necesidad: “no traemos panes”. Piensan en sí mismos y no en la realidad y necesidades de la gente. Esa ceguera es la misma ceguera de los fariseos que piden señales del cielo para creer, pero no pueden ver el más grande de los signos: ¡Los pobres son atendidos! Ellos, los fariseos y ahora los discípulos no logran ver ni entender los signos de los tiempos, que no son otra cosa, sino los acontecimientos que impactan a la humanidad, a los pobres, a los enfermos, a los marginados, signos que nos llaman a sentir compasión por ellos y a hacer algo al respecto. Los discípulos de Jesús, deben de cuidar que no falte en su discernimiento la realidad del pueblo y anteponerla a su propia necesidad: “Hombres de poca fe (les dijo Jesús), ¿porqué están hablando entre ustedes de que no tienen panes?”, (Mt 16,8). 5.- El hombre vive de toda palabra que sale de la boca de Dios En el desierto Jesús siente hambre y sabe que su Palabra es poderosa, de manera que podría solucionar su necesidad con el poder que el Padre le ha dado. Sin embargo, Jesús tiene claro que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). La Palabra de Dios es la

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vida, el alimento que el pueblo necesita, pues la Palabra tiene poder de transformar la vida de un ser humano. Cualquiera que descubra el poder que la Palabra de Dios tiene, puede valerse de ella para dar vida y alimento a los alejados y marginados, pero también corre el riesgo de caer en la tentación de manipularla para el propio servicio. La tentación está en cambiar el sentido que la Palabra tiene de apacentar y orientar al pueblo de Dios, para hacerla decir lo que nosotros queremos para nuestra conveniencia o para lucirnos y auto acreditarnos: “le pidieron que les mostrara un signo” (Mt 16, 1). Es por ello que constantemente debemos estar en revisión para evitar la tentación de querer hacer que las , es decir, para saciar nuestra hambre y necesidad personal aprovechándonos de la misión. 6.- Doctrina farisáica: Las piedras convertidas en pan El pasaje que hemos leído, dos veces Jesús dice a sus discípulos: “guárdense de la levadura de los fariseos y saduceos” (Mt 16, 6.11). A qué se refiere Jesús con “la levadura de los fariseos”. En otros pasajes de los evangelios se refiere a la hipocresía, pero en este pasaje, se refiere, como explica el mismo Mateo, a “su doctrina” (Mt 16, 12). Ésta es la tentación de convertir las piedras en panes. La Palabra de Dios tiene poder, sí, poder de crear de la nada cuanto existe, poder de liberar, de sanar y de mover el corazón; pero al mismo tiempo, esa Palabra puede ser manipulada para hacerla decir lo que a uno le conviene y no lo que ésta dice en sí misma. Los fariseos, explica el evangelista Mateo más adelante, “atan cargas muy pesadas y las echan en las espaldas de la gente, pero ellos, ni con el dedo quieren moverlas” (Mt 23,4). Los fariseos han hecho una interpretación de la Ley de Dios, que se ha vuelto una carga para la gente en vez de ayudarle a acercarse y alimentarse. Lo único que consiguen es alejar a la gente de las cosas de Dios. Jesús tendrá discusiones con los fariseos por este motivo. Ciertamente son muy religiosos, muy cumplidores, pero han acomodado en sus enseñanzas sólo lo que les conviene. Por ello Jesús les cuestiona: “¿Porqué incumplen el mandamiento de Dios por su tradición? Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre… pero ustedes dicen: El que diga a su padre o a su madre: , ese no tendrá que honrar a su padre o a su madre. Así han anulado la Palabra de Dios por su tradición” (Mt 15,3-7). Los fariseos saben que la gente teme a Dios y valora mucho el sentido de dar su ofrenda al templo, pero para los fariseos, lo importante no es que la gente de gloria a Dios, sino la ofrenda que entra al Templo y que ellos gozan en beneficio personal pues al igual que los escribas, “son amigos del dinero” (Lc 16,14). No les importa que el padre o madre del que da la ofrenda pase hambre. Se preocupan más por la ofrenda que por la necesidad de la gente. Manipulan la Palabra para satisfacer su propia necesidad y no para saciar el hambre de Dios del pueblo alejado y marginado.

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III.- Meditación 1.- Ir al desierto y meditar la Palabra a la luz del Magisterio de la Iglesia, nos ayudará a no caer en la tentación de convertir las piedras en pan. Precisamente inmediatamente después de este pasaje en que Jesús advierte a los discípulos que se cuiden de la doctrina de los fariseos, el Evangelio de Mateo nos narra que Jesús encomienda a Pedro el poder de enseñar e interpretar la Palabra de Dios: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos” (Mt 16, 18-19). La lectio divina, nos ofrecerá siempre algunas pistas de interpretación del texto y su explicación desde la enseñanza de la Iglesia ya que no podemos caer en la tentación de la “libre interpretación” en que han caído algunas denominaciones protestantes. Pero practicar la lectio divina no es suficiente. Para leer y reflexionar adecuadamente la Sagrada Escritura, hay que conocer la doctrina católica, lo que llamamos “Magisterio” o enseñanza de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica es una buena herramienta que nos ayudará a conocer mejor nuestra fe y a interpretar adecuadamente la Palabra de Dios. ¿Nos preocupamos por conocer bien nuestra fe católica? ¿Cuantas horas al día dedicamos a la T.V. y cuántas a la lectura y estudio de nuestra fe? ¿Nos permitimos hacer una libre interpretación de la Sagrada Escritura o lo hacemos en fidelidad a la fe como la trasmitieron Pedro y los apóstoles y como se ha conservado en la Iglesia durante estos 2000 años? 2.- Las creencias personales o grupales que aceptamos sin reflexión. Otra modo en el que esta primera tentación puede hoy “enquistarse” en nuestra vida personal o pastoral, es cuando, sin una adecuada formación bíblica y catequética, predicamos creencias que son originadas por un curandero, por un grupo fanático, por un familiar perfeccionista de estilo farisáico o bien, por nuestra imaginación. Muchas veces afirmamos cosas que Dios nunca dijo, o que nosotros interpretamos. Otras veces, esas “creencias”, son fruto del miedo o la superstición personal. ¿Qué tanta importancia le damos a las creencias supersticiosas? ¿Confrontamos nuestras creencias con la enseñanza de Jesús y de la Iglesia?

3.- El “fariseísmo”, poner el énfasis sólo en la parte que nos conviene. Otra tentación de quienes servimos a Dios al transmitir la fe en nuestra propia familia, en la Parroquia, el trabajo, la escuela o en diversos ambientes, es la de identificar la fe o la doctrina, sólo con una parte que a nosotros nos parece más importante de nuestra fe. Lo que enseñamos es correcto, pero ponemos la “doctrina” por encima de las personas, en vez de presentarla como una Palabra que da vida, que sana, que nos realiza en el amor. Por lo general, esta tentación de convertir las piedras en panes nace de actitudes cerradas que no miran al corazón de las personas, a sus sufrimientos y a las causas de su situación de pecado. No miramos su historia, su corazón, emitimos juicios severos sin importarnos si en el fondo estamos dañando más a la persona.

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Hay que leer con atención lo que al respecto el Papa Francisco nos explica: “Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante” (Nº 35). “Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado” (Nº 36). Antes de juzgar o condenar a alguien basados en nuestra supuesta “doctrina”, hay que revisar si al transmitir esa verdad de fe lo estamos haciendo como Jesús lo hacía, con sus palabras, con sus actitudes, con su amor y misericordia. Pero además, hay que anunciar a Jesucristo vivo y resucitado, hay que proclamar el kerigma, es decir, el anuncio testimonial que invita a encontrarse con Jesús. Sólo quien se ha encontrado con Cristo Resucitado tiene una verdadera conversión. 4.- Al servicio de la realidad de los alejados y marginados. Finalmente, una última consecuencia que sacamos de esta primera tentación, es la importancia que tiene el conocer la realidad de las personas a las que servimos. Antes de juzgar y condenar, hay que analizar las causas que han llevado a las personas a vivir de tal o cual manera. Hay que acercaros sin miedo y con la mirada misericordiosa de Jesús a su historia, para ver a esa persona como Jesús la ve. Recordemos que en una ocasión, una mujer prostituta se acercó a Jesús para llorar sus pecados, un fariseo que estaba viendo pensó, “si este hombre fuera profeta sabría qué clase de mujer lo está tocando”, Jesús en cambio descubrió en ella fe y sed de amor (Cfr. Lc ). Una misma realidad mirada desde los ojos de Jesús se ve diferente cuando la miramos con ojos de fariseo. Así será el trato que nosotros le damos. El Papa Francisco, en la ya mencionada Exhortación Pastoral nos dice que “en su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida” (43). “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las

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estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)” (49). 5.- ¿Qué te dice a ti hoy el Señor en su Palabra? Te invitamos a meditar en un momento de silencio en lo que hoy a ti te está diciendo Dios en estos pasajes del Evangelio que hemos explicado. Medita en tu corazón cómo es tu mirada, cómo enseñas la doctrina católica, reflexiona si tu fe está realmente centrada en la enseñanza del evangelio o más bien en creencias personales o supersticiosas. Si lo deseas, puedes dedicar unos minutos a leer nuevamente los dos pasajes que hemos sugerido al principio de esta lectura espiritual (Mt 4, 2-4 y Mt 16,1-12), pero respondiendo a la pregunta: ¿Qué me dice a mí hoy este texto? En este segundo momento de la Lectio Divina, sí es posible que saques tus propias consecuencias, pero recuerda, basado en la explicación antes dada. No te preguntes ¿qué le dice este pasaje a otras personas? y ¿qué les vas a enseñar? Sólo responde lo que a ti, como seguidor de Jesús, como discípulos suyo esta enseñanza te dice hoy para tu vida. (Al finalizar el momento de la meditación, recuerda a todos que deben tener escritas las ideas que hayan movido su corazón) IV. Compartir (Las personas comparten brevemente las frases o ideas que han movido su corazón, tomadas de la lectura del texto sagrado o la meditación) V. Oración En este momento dejamos a un lado la libreta y el lápiz, tomamos nuevamente una postura que nos favorezca para platicar con Jesús. Cerremos nuestros ojos y entremos en unos cuantos minutos de silencio (6 min). Ahora comparte con Jesús las frases que movieron tu corazón y dile porqué, comenta con él lo que piensas y sientes acerca de su Palabra y de la reflexión sobre ella. VI. Contemplación AL terminar el momento de la oración, dediquemos un momento a “estar” en los brazos de Jesús, sólo tres minutos en silencio ante Él, para dejarnos abrazar por su mirada. VII. Acción Dediquemos un momento a proponernos, de manera individual, una acción que exprese nuestro deseo de convertir nuestra vida hacia Jesús, disponiéndonos a vencer las tentaciones en nuestra vida. Serán sólo tres minutos en silencio. VIII. Acción de gracias Demos gracias a Dios por todos los dones recibidos.

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Salmo 91. Salmo responsorial Todos: Tus acciones, Señor, son mi alegría. eres excelso por los siglos. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor,

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TERCER DIA 3ª Tentación: “Si eres hijo de Dios” Mt 4,3 ¿Misioneros de sentimiento o de convencimiento? I. Disposición V. Ven, Espíritu Santo. R. Llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. V. Envía, Señor, tu Espíritu. R. Y todo será creado y se renovará la faz de la tierra. Salmo responsorial Todos: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti. Tú que habitas al Amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti".

No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

El te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: Su brazo es escudo y armadura.

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Nada más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.

II.- Lectio a) Primera lectura: Leámoslos atentamente los dos textos del Evangelio de Mateo que se nos sugieren a continuación y al leerlos, procuremos descubrir en qué se asemeja uno del otro. Leer Mt 4,1-6 y Mt 27, 39-44 b) Segunda lectura: Ahora, hagamos una segunda lectura pausada de estos mismos textos y les invitamos a que al leerlos, procuremos descubrir ¿cuál crees que es la tentación que tienen Jesús a la hora de su crucifixión al final de su vida? y ¿en qué se parece a la que tuvo en el desierto al inicio de su misión? Con esta clave de lectura, escuchemos atentamente. c) Explicación: ¿Qué dice el texto? 1.- El contexto de ambos textos: La identidad de Hijo. Recordemos que el contexto, es lo que sucede antes y después del pasaje que reflexionamos. Ubicar el o los pasajes que estamos meditando en su contexto, nos ayudará a comprenderlos mejor. Jesús, antes de ir al desierto, como hemos ya explicado el tema anterior, ha vivido en el río Jordán, en su bautismo, una experiencia donde ha escuchado la voz del Padre que ha declarado: “Este es mi Hijo amado” (Mt

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3,17). El Jordán, ha sido para Jesús lo que para muchos de nosotros ha sido nuestro con Dios. El Jordán ha sido una experiencia de la gracia, una experiencia del amor de Dios, una experiencia del Espíritu Santo. Jesús es el Hijo de Dios, lo es desde toda la eternidad, pero al encarnarse, ha renunciado a los privilegios de su condición divina (Cfr. Fil 2,6). Uno de los privilegios tiene que ver con la conciencia y claridad de su identidad. Jesús es en verdad Hijo de Dios, pero como se ha hecho hombre, necesita reforzar esta identidad y como todo ser humano, lo que nuestros padres nos dicen es acerca de nuestra propia persona influye mucho en la claridad de nuestra propia identidad. Jesús en el Jordán, antes de ir al desierto, tendrá una experiencia que le ayudará a fortalecer su identidad. El pasaje de las tentaciones en el desierto se ubica precisamente después del Jordán donde Jesús ha escuchado la voz del Padre que ha dicho: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3, 17) y como hemos leído, en dos ocasiones en el desierto (Cfr. v. 3 y 6) le cuestionará, a modo de tentación, su identidad: “Si en verdad eres hijo de Dios...”, como cuestionando: ¿En verdad eres Hijo de Dios? El pasaje bíblico no afirma que el diablo se apareciera en forma visible, como sí afirma de la presencia del Espíritu Santo (Cfr. Mt 3,16) que pudo ser visto en forma de paloma. Recordemos, como ya explicamos en el tema introductorio, que la tentación se da en el desierto como un pensamiento y sentimiento que Jesús experimenta en lo más profundo de se mente y corazón. Jesús no busca la tentación, ésta llega sola pues parte de la vivencia del desierto y de su discernimiento. En este sentido podemos observar que la tentación dominante en el desierto, por presentarse dos veces en lo que parecen dos tentaciones distintas, tiene que ver con su identidad de Hijo amado de Dios. Ya en el Jordán Jesús ha experimentado la voz sensible del Padre que afirma que Jesús es su Hijo amado y que se complace en Él; ahora, entra en el corazón y la mente de Jesús, a modo de tentación la intriga del diablo: ¿En verdad eres Hijo de Dios? La tentación por tanto, busca debilitar a Jesús en la conciencia de su identidad de Hijo amado de Dios. Inmediatamente después del desierto, Jesús llamará a sus primeros cuatro discípulos. Jesús sale del desierto tan fortalecido en la conciencia de su identidad, pues ha vencido la tentación de la duda, que su convicción vocacional atrae como un imán a sus primeros discípulos. En el segundo pasaje que hemos leído nos narra el momento en que Jesús está ya crucificado y que nos explica que los que pasaban, así como los sumos sacerdotes se burlaban de Él y lo desafiaban a manera de burla, como suele hacerlo el enemigo, precisamente en lo que se refiere a su identidad: “si eres Hijo de Dios baja de la cruz” (Mt 27, 40), “ha puesto su confianza en Dios, que lo salve ahora, si en verdad lo quiere; ya que ha dicho, ” (Mt 27, 43). Como vemos, nuevamente a modo de tentación, en el corazón y la mente de Jesús se presenta el mismo cuestionamiento: ¿En verdad eres el Hijo de Dios? El mismo evangelio de Mateo nos explica que después de estos cuestionamientos, Jesús hace oración en la cruz y pronuncia un salmo que dice: “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?” (Mt 27, 46). Todo el juicio previo a la crucifixión tiene que ver precisamente con su identidad de Hijo de Dios (Cfr. Mt 26, 63-66) y el autoafirmarlo delante del Sanedrín, será la causa de su condena a muerte ya que afirmar que es Hijo de Dios es afirmar su identidad divina, que en Jesús está perfectamente unida a su humanidad. Jesús es en verdad Hijo de Dios, verdadero Dios y al mismo tiempo verdadero hombre. Esta verdad hoy asumida por nosotros como dogma de fe, era escandalosa

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en los oídos de las autoridades religiosas quienes la ven como una blasfemia y por tanto causa de condena a muerte según sus antiguas tradiciones religiosas. 2.- La tercera tentación: Perder o debilitar la identidad. En el desierto, como hemos afirmado ya, descubrimos que la tentación que está de fondo se refiere a la identidad ya que en dos ocasiones el diablo le cuestiona a Jesús al tentarlo: , como queriendo meter la duda. La tentación que experimenta como pensamientos o sentimientos, se agudiza en los momentos en que físicamente está más cansado o desgastado. En el desierto Jesús ayunó cuarenta días; ahora, al momento de la crucifixión, ha sido previamente azotado, insultado, ultrajado. Podemos preguntarnos ¿qué está sintiendo Jesús?, ¿qué ideas atraviesan su mente? Los textos evangélicos son muy contundentes: “si en verdad eres Hijo de Dios”, “que lo salve si tanto lo quiere”, “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?”. La tentación experimentada en el desierto sobre su identidad, fue vencida por Jesús con la ayuda de la oración, de la recta interpretación de la Escritura y por supuesto, con la guía del Espíritu Santo que fue quien lo condujo al desierto. En ese primer momento, si el diablo lograba debilitar la conciencia de la identidad de Jesús, debilitaría también su fuerza misionera, ya que es precisamente esta claridad en su ser de Hijo y en el amor que el Padre le tiene, lo que le hará caminar incansablemente y luchar contra toda adversidad en la misión orientada a los más alejados y marginados: “Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo porque yo hago siempre lo que le agrada a Él” (Jn 8, 29). 3.- La identidad de los fariseos. Leer Jn 5, 37-44. Si Jesús va al desierto y en oración y ayuno quiere fortalecer su identidad, los fariseos en cambio buscan su identidad no en el ser hijos de Dios, sino en la opinión de la gente. En el capítulo 5 del Evangelio de Juan, se nos dice que Jesús, en diálogo con los fariseos les explica el origen de la verdadera y falsa identidad: “La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?”(Jn 5,41-44). La identidad de los fariseos no está en el saberse amados “no tenéis en vosotros el amor de Dios”, para ellos su identidad está en lo que los demás piensan de ellos y es la opinión de la sociedad y de la gente lo que les importa. Además creen que Dios los ama por cumplir la Ley y ser muy observadores de las normas. Esa lógica equivocada acerca de Dios los lleva a pensar que Dios no ama a los pecadores porque no cumplen la Ley. En el Jordán Jesús se formó para bautizarse, no pidió un lugar especial argumentando ser Hijo de Dios. Se formó entre prostitutas y publicanos y entre muchos pecadores. Aunque Él no tenía pecado, sabía muy bien y estaba convencido de que su Padre “hace salir el sol sobre buenos y malos”(Mt 5,45). A Jesús le interesa más lo que el Padre piense de Él y no lo que diga la sociedad y como sabe que el Padre le ama a Él y también ama a los pecadores, a Jesús no le preocupa dar una imagen de pecador al formarse con ellos. Le interesa más acercarse a ellos y abrirles una puerta en el cielo. Quien se sabe de verdad hijo amado de Dios no tiene miedo de formarse entre pecadores. En una ocasión, los mismos fariseos le dicen a Jesús: “Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa lo que diga la gente, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios” (Mc 12,14). En efecto, Jesús es veraz porque no actúa por lo que diga la

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gente y busca sólo la gloria que viene de Dios; los fariseos en cambio, buscan la gloria de los hombres y “les gusta ser saludados en las plazas y que la gente les llame maestros” (Cfr. Mt 23,7). Los fariseos buscan su identidad en la opinión de la gente y por ello cuidan mucho su imagen ante los demás. Eso les hace volverse hipócritas. Jesús en el desierto y en la cruz, pero también a lo largo de su misión, ha vencido la tentación de fortalecer su identidad en la opinión del enemigo, de la gente e incluso de las autoridades religiosas. Jesús tiene clara su identidad, porque a lo largo de su vida seguirá realizando un continuo discernimiento que lo llevará a hacer siempre lo que al Padre, a su Padre le agrada. Esta claridad en su identidad de Hijo, tiene además una consecuencia en relación a los demás. Jesús además de saberse Hijo amado, se sabe hermano de los demás, hermano de los pecadores, hermano de los alejados. Los fariseos en cambio, se sienten distintos, separados de los demás, se sienten puros y perfectos y eso los separa de los demás y por consiguiente, los separa en realidad de Dios. III.- Meditatio 1.- Lleva al desierto tu experiencia del Jordán. Jesús ha vivido en el Jordán un encuentro fuerte y emotivo con Dios su padre, ha experimentado su amor y la presencia alegre del Espíritu Santo. Este tipo de encuentro en el que nos sentimos amados por Dios y elegidos para una misión, fortalece nuestra identidad de cristianos que hemos recibido en el bautismo. Ir al desierto para nosotros supone esta experiencia previa de encuentro personal con Cristo. Reflexiona un momento en silencio: ¿Cuál ha sido la experiencia más fuerte que marcó nuestra vida de fe? ¿Hemos experimentado el amor de Dios que nos ama y nos acepta aunque seamos pecadores? Ser llamados hijos de Dios es el mayor de los títulos u honores que cualquiera pueda recibir. El Padre reconoce públicamente a su Hijo. Para Jesús, ser Hijo de Dios es lo que le da su identidad más profunda. La identidad es aquello que acredita lo que eres. Cuando vamos a hacer algún trámite importante se nos pide una que acredite que somos los que decimos. Normalmente esa identidad va acompañada de un signo visible: Credencial, camiseta, título, etc. En Jesús, el signo visible de ser , es; además de la voz del Padre y el Espíritu que baja en forma visible, su cercanía con los alejados y marginados. Nosotros al ser bautizados ya no sólo nos llamamos, sino que en verdad somos ya que como dice San Pablo: “Ustedes han recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm 8,15). Por tanto nuestra verdadera identidad es ser hijos de Dios antes que la nacionalidad, el título profesional, la clase social, el partido político o el equipo de futbol. Si todos los bautizados, cercanos y alejados, somos hijos de Dios, por tanto también somos hermanos y entonces el signo de nuestra identidad debería ser nuestra cercanía con los alejados y marginados. Reflexiona en silencio: ¿Cómo te identificas con los católicos alejados? ¿Te sientes hermano de ellos o como un fariseo te sientes distinto y superior religiosamente hablando? La experiencia del desierto que vivió Jesús es parecida a la que tú y yo vivimos cuando, después de haber vivido un encuentro con el Señor y experimentar su gracia, de pronto no sentimos nada, no

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vemos nada. El enemigo sabe que la fuerza de Jesús es el saberse amado por el Padre y si lo convence de que no es hijo amado, entonces lo podrá vencer. Hoy el enemigo de Dios también nos tienta a nosotros igual que a Jesús cuando nos quiere hacer perder la identidad. Si tu ya has escuchado en tu vida la voz del Padre, si has sentido su amor y elección, si tienes la convicción que el bautismo te da una auténtica identidad; entonces cuidado, porque la mayor tentación será creer que el Padre ya no está contigo, que tú no sirves, que no vales y que tu vida no tiene sentido. 2.- Pasar del sentimiento al convencimiento. El desierto es un tiempo en donde la fe no se siente bonito y donde el gozo del Espíritu vivido en el Jordán se convierte en cuestionamientos y búsqueda de respuestas a la luz de la Palabra de Dios. ¡Es un tiempo de discernir, no de sentir! Es un tiempo de solidarizarnos con los millones de seres humanos que “no han sentido”, o “no han hecho consciente”, la presencia del Espíritu Santo y el amor de Dios en sus vidas al encontrar a Cristo vivo por la gracia bautismal. El desierto es el momento de aprender que nuestro Padre Dios nunca deja de amarnos y que su amor no depende de que sintamos bonito. ¡El siempre nos ama y está con nosotros! Por tanto hay que pasar del sentirnos amados al sabernos amados, es decir, del sentimiento al convencimiento. Medita en silencio: Si en verdad eres hijo de Dios ¿Por qué ya no sientes lo de antes? ¿Por qué sientes soledad? ¿Por qué Dios no te libró de ese problema? ¿Porqué no libró a tu ser querido de la muerte? No te quedes en la pregunta, pero hay que buscar una respuesta a esa tentación de la duda que puede invadirte en los momentos de prueba. ¡Enfrenta esas preguntas! 3.- La mundanidad espiritual, una nueva forma de fariseísmo en los agentes de pastoral. En la Exhortación Pastoral Evangelli Gaudium, el Papa Francisco al igual que lo hizo Jesús, no teme denunciar y analizar, a modo de discernimiento, las tentaciones en que caemos o que simplemente enfrentamos los servidores de Dios, tanto sacerdotes, como consagrados y consagradas, así como los laicos que trabajan en las parroquias. Nos presenta, en el capítulo II un apartado que llama precisamente: “Las tentaciones de los agentes pastorales”. Retomemos y meditemos algunas frases de este capítulo, pero sería conveniente que cada uno lo retomara detenidamente (todo el capítulo o toda la Exhortación), como herramienta para la reflexión, la confrontación y el discernimiento. Nos explica el Papa Francisco, que “muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega” (Nº 79). Como vemos y como hemos ya mencionado antes, debilitar nuestra identidad influirá directamente en la entrega misionera. Aquí el Papa explica que ocultar o relativizar nuestra identidad nos lleva a debilitarla ya que el no identificar lo que somos (Hijos amados) con lo que hacemos (misión), las tareas apostólicas se volverán una pesada carga, pues las podemos llegar a ver sólo con ojos humanos. El que tiene clara su identidad, se alegra en la entrega misionera y allí precisamente, en el entrega apostólica encuentra la fuente de su alegría que da sentido a su vida. Luego, más adelante el Santo padre explica que: “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la 23

gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?» (Jn 5,44). Es un modo sutil de buscar «sus propios intereses y no los de Cristo Jesús» (Flp 2,21). Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista” (Nº 93). Es posible que algunos de nosotros pensemos que trabajar mucho por Dios es ya una garantía de estar haciendo lo correcto, pero existe el peligro de estar haciendo las cosas para ser reconocidos, para mantener una apariencia o imagen de “buen católico”. El fariseísmo o mundanidad espiritual, como le llama el Papa, es la tentación de buscar la identidad propia en la opinión de la gente y no en la voluntad de Dios. “En todos los casos” el fariseísmo o mundanidad espiritual, afirma el papa Francisco, “no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado y resucitado, se encierra en grupos elitistas, no sale realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes sedientas de Cristo. Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica” (Nº 98). Como hemos reflexionado ya, la consecuencia de una identidad debilitada acerca de nuestro ser hijos amados de Dios se convierte en una identidad debilitada de nuestro ser hermanos entre nosotros y con bautizados los alejados y marginados que en verdad son hijos de Dios como nosotros y por tanto, en verdad son nuestros hermanos. Reflexiona un momento en silencio: ¿Mi identidad cristiana es auténtica o más bien es farisáica por definirla por lo que piensan los demás? ¿Me siento en verdad hermano de los alejados y marginados? ¿La misión a las periferias, a los pecadores, a los que sufren me asusta o me emociona? IV. Compartir (Las personas comparten brevemente las frases o ideas que han movido su corazón, tomadas de la lectura del texto sagrado o la meditación) V. Oración En este momento dejamos a un lado la libreta y el lápiz, tomamos nuevamente una postura que nos favorezca para platicar con Jesús. Cerremos nuestros ojos y entremos en unos cuantos minutos de silencio (6 min). Ahora comparte con Jesús las frases que movieron tu corazón y dile porqué, comenta con él lo que piensas y sientes acerca de su Palabra y de la reflexión sobre ella. VI. Contemplación AL terminar el momento de la oración, dediquemos un momento a “estar” en los brazos de Jesús, sólo tres minutos en silencio ante Él, para dejarnos abrazar por su mirada. VII. Acción Dediquemos un momento a proponernos, de manera individual, una acción que exprese nuestro deseo de convertir nuestra vida hacia Jesús, disponiéndonos a vencer las tentaciones en nuestra vida. Serán sólo tres minutos en silencio. VIII. Acción de gracias Demos gracias a Dios por todos los dones recibidos. 24

Salmo 91. Salmo responsorial Todos: Tus acciones, Señor, son mi alegría. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

eres excelso por los siglos. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor,

en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad

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CUARTO DIA 4ª Tentación: “Lo llevó consigo a la Ciudad Santa, al alero del Templo…” Mt 4,5 ¿Sentados para mejor atención o enviados para la misión?

I. Disposición V. Ven, Espíritu Santo. R. Llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. V. Envía, Señor, tu Espíritu. R. Y todo será creado y se renovará la faz de la tierra. Salmo responsorial Todos: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti. Tú que habitas al Amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti".

No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

El te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: Su brazo es escudo y armadura.

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Nada más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.

II.- Lectio a) Primera lectura: Leámoslos atentamente los dos textos del Evangelio de Mateo que se nos sugieren a continuación y al leerlos, procuremos descubrir en qué se asemeja uno del otro. Leer Mt 4,5-6 y Mt 21,12-17 b) Segunda lectura: Ahora, hagamos una segunda lectura pausada de estos mismos textos y les invitamos a que al leerlos, procuren descubrir ¿cuál es la tentación que tienen Jesús en el desierto y en qué se parece a lo que vive en el Templo al final de su misión? Con esta clave de lectura, escuchemos atentamente. c) Explicación: ¿Qué dice el texto? 1.- El contexto de ambos textos: Actitud de Jesús ante el Templo. Recordemos que el contexto más general abarca toda la vida de Jesús y el contexto inmediato abarca los pasajes o acontecimientos que el mismo evangelista nos narra antes y después del pasaje que

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estamos leyendo. Comencemos por retomar el contexto general. Jesús a los 12 años se les pierde a sus padres y le encuentran en el Templo sentado entre los doctores de la Ley, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Cuando José y María le preguntan porqué obró así (quedarse en el Templo), Jesús les responde: “¿Porqué me buscaban? ¿No sabían que debía estar en la casa de mi Padre?> (Lc 2, 49). Y cuando expulsa a los vendedores del Templo les dice: “No hagan de la casa de mi Padre un mercado” (Jn 2,16). Para Jesús es Templo fue y sigue siendo un lugar de oración y culto, es la casa de su Padre. El contexto inmediato del primer texto que hemos leído, ubica este texto donde el diablo le lleva al alero del Templo dentro del pasaje de las tentaciones. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, allí en el desierto, el diablo lo saca del desierto a modo de tentación y lo lleva a la Ciudad Santa, a Jerusalén (Cfr. Mt 4, 5). Este dato es importante, esta tentación se da precisamente al sacarlo del desierto, de lugar de oración y llevarlo al Templo. Más adelante explicaremos con detalle el porqué mover a Jesús a este lugar. El segundo pasaje que hemos leído, de la expulsión de los vendedores del Templo sucede al final de la vida de Jesús cuando entra triunfal en la ciudad como Mesías (Cfr. Mt 21, 1-11). Al igual que la tentación anterior (Si eres en verdad Hijo de Dios...), parece que en el desierto, el diablo tienta a Jesús del mismo modo que lo tentará al final de su vida. En esta ocasión, Jesús entra a Jerusalén montado en un burrito, no desde el poder y la gloria humana, rechazando así la tentación de mostrarse poderoso ante la gente y pretender recibir honores de los poderosos. Ahora bien, en este momento sugerimos centrarnos no en esta tentación del poder, sino en la tentación que tiene que ver con la misión: Iniciar la misión en el Templo, haciendo su primer milagro ante los sacerdotes y fariseos, ante la gente importante y no orientado a los alejados y marginados de la región de Galilea. Pero tiene que tomar una decisión importante: Iniciar en el Templo donde ya está la gente reunida y atendida, o ir primero por los caminos a buscar y convocar a la gente marginada y desatendida. El sentirse llamado a iniciar su misión en Galilea no significa que Jesús hace a un lado el Templo y a la gente de Jerusalén y Judea; significa que en el Reino, los últimos deben de ser los primeros. Eso se aplica a la atención pastoral: Primero las ovejas perdidas. Por ello, Jesús ha llevado al desierto la realidad de los alejados y marginados, ha resistido la tentación de usar el poder de la Palabra para convertir las piedras en pan, es decir, ha resistido la tentación de servirse de la Palabra para sí mismo como lo hacen los fariseos. Ahora el diablo busca otra estrategia para tentarle y le lleva a la ciudad de Jerusalén, al alero del Templo, a la parte alta. ¿Por qué le lleva al Templo? Jesús está por comenzar su misión, fue bautizado por Juan en el Jordán y se formó con los alejados. Muchos de los que se bautizaron, incluyendo a las prostitutas y publicanos eran personas que aún en su pecado tenían sed de Dios. A ellos se siente enviado Jesús ya que eran personas muy poco atendidas religiosamente hablando. 2.- La cuarta tentación: Iniciar la misión en un lugar organizado, atendido y privilegiado. Judea, que era la provincia donde estaba el Templo de Jerusalén, gozaba de mejor fama que Galilea, provincia alejada del Templo y medio pagana. En Jerusalén había muchos servicios religiosos y los grandes maestros de la Ley, fariseos y líderes religiosos vivían allí. Además en esa región vivía la gente más influyente económica y políticamente. Galilea por el contrario, era lugar de paganos, pecadores y rebeldes, así como de campesinos y pescadores pobres. Es por eso que cuando Andrés le dice a Natanael que han encontrado al Mesías, que es Jesús de Nazaret (Nazaret estaba en la provincia de

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Galilea), éste le responde: “¿De Nazaret puede salir cosa buena?” (Jn 1,46). Si Jesús se siente llamado a realizar una misión con los más alejados y marginados, es necesario que inicie en el lugar donde ellos están. La tentación es muy clara, llevarle al Templo, al lugar donde ya hay muchos servicios y atención, en lugar de iniciar donde la gente está más alejada y marginada. 3.- Los fariseos, escribas y sacerdotes se adueñaron del Templo. Después de la entrada de Jesús a Jerusalén, luego de expulsar a los vendedores y reprochar a los responsables haberlo convertido en un comercio, Jesús echa en cara a los escribas y fariseos que “se han sentado en la cátedra de Moisés” (Mt 23, 2). Además, los acusa duramente Jesús advirtiéndoles previamente: “¡Ay de ustedes!”, que “cierran a los hombres el Reino de los Cielos” (Mt 23, 13). Ellos, los que deberían ser responsables de abrir las puertas del Templo a todos, ya que el Templo es la casa del Padre y por tanto de los hijos, se han adueñado del Templo en todo el sentido de la palabra: Moral, económica y físicamente: Ellos imponen sus propias enseñanzas como si fueran la Palabra de Dios (como vimos en la segunda tentación), por lo que Jesús les reprocha que “atan cargas pesadas y las echan sobre las espaldas de la gente” (Mt 23,4), eso significa adueñarse moralmente del Templo; económicamente han organizado todo, ya que lo que la Ley de Moisés pedía como ofrenda, allí mismo se vende para el propio beneficio, es un negocio redondo; físicamente, porque ellos controlan entradas y salidas, se sienten los dueños de las instalaciones por lo que reclaman a Jesús: “¿Con qué autoridad haces esto? (expulsar a los vendedores)” (Mt 23,23 b). Como vemos, estas actitudes hablan de un sentirse dueños, eso es lo que significa “sentarse” que Jesús les reprocha, ya que la “cátedra” es de Moisés, pero ellos usurparon el lugar que no les correspondía. Sentarse 4.- En el desierto Jesús toma una decisión: Volver a Galilea. Una vez concluidas las tentaciones, Jesús, nos explica el Evangelio de Mateo, “volvió a Galilea” (Mt 4,12) donde inicia su misión. Lucas aclara que Jesús después del desierto “volvió a galilea con la fuerza del Espíritu” (Lc 4, 14). Si el Espíritu descendió sobre Él en el Jordán y lo llevó al desierto, el afirmar que volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu significa no sólo que venció al maligno, sino, además, que es el mismo Espíritu quien lo conduce a Galilea, no al Templo de Jerusalén. Es el inicio de la misión, Jesús es enviado a los alejados y marginados y vence la tentación de quedarse en el Tempo; aunque hay que aclarar, o mejor dicho, mencionar nuevamente, que Jesús no rechaza el Templo y de hecho, en la Pascua antes de morir enseñará en el Templo, lo mismo que harán los apóstoles después de la resurrección. Por ello, iniciar fuera del Templo la misión no debe interpretarse como un rechazo al Templo definitivo, sino como la decisión de iniciar la misión en Galilea, fuera del Templo. Esto implica un problema, en el Templo ya hay una organización, instalaciones, horarios, servicios y ministros; en Galilea hay Sinagogas con su organización más sencilla, pero en la mayoría de los pueblos y aldeas no está nada programado ni organizado. La gente vive para su trabajo y hay poca cultura religiosa entre los alejados. ¿Cómo iniciar? ¿Qué modelo seguir? Los fariseos siguen modelos bien elaborados y se rigen de normas complicadas para ofrecer el servicio religioso. Jesús aún no tiene nada establecido, pero en el desierto seguramente está reflexionando sobre un método pastoral sencillo y accesible a los alejados y marginados. En el Templo, los servidores del culto esperan que la gente vaya y solicite los servicios; en Galilea, Jesús tendrá que caminar y caminar para llevar a todos el mensaje evangélico.

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5.- ¿En las manos de los seres alados (ángeles) o de los marginados? Hemos visto ya, como el diablo llevó a Jesús a un alero del Templo, el llevarlo a ese lugar, como hemos reflexionado ya, la tentación tiene que ver con el lugar de inicio de su misión. Jesús confiando en la providencia del Padre iniciará su programa misionero dirigido a los alejados y marginados en Galilea y no en la Ciudad Santa, mas como el diablo no le convenció por la elección de un lugar seguro y organizado, ahora intentará otro camino. Ha sido la confianza en la providencia y amor del Padre y su apego a la Escritura lo que ha mantenido a Jesús firme en su decisión, por tanto, ahora astutamente el diablo le tentará en relación a la providencia y amor del Padre tomando un texto de la Escritura: “Tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra alguna” (Mt 4,6). En la encarnación el Hijo de Dios renunció a los privilegios de su condición divina (Cfr. Ef 2,6-7) y decidió asumir nuestra condición humana con todas sus limitaciones. Ahora, el diablo le invita a tener privilegios que los hombres no tienen. Le invita a valerse de su condición divina que ciertamente no ha perdido. Pero, ¿es tan ingenuo el enemigo como para suponer que Jesús va aceptar dar marcha atrás a la encarnación? El enemigo que es astuto sabe muy bien que Jesús no dará marcha atrás en su solidaridad para con los que sufren y nada tienen, pero ahora la tentación va en miras a la misión: ¡Qué espectáculo! Si Jesús se tira del Templo y los ángeles le toman en sus brazos y no lo dejan caer, ese será un signo que nadie podrá negar y entonces muchos creerán en su mensaje. Jerusalén es un lugar donde Jesús se puede volver famoso si concede a la gente una señal. No fue en el desierto donde el diablo le invitó a tirarse de un barranco, es en la Ciudad Santa donde abundan los peregrinos, los sacerdotes, los maestros de la Ley. ¡Qué gran oportunidad! Cuántos esfuerzos se ahorrará Jesús si demuestra a la gente que su Padre es providente y que si lo protege como a nadie protege es la señal de que Él es el Mesías. La tentación es muy grande, si Jesús convence a los escribas y fariseos se le abrirán muchas puertas importantes, pero consciente del riesgo que esta tentación nos puede traer, Jesús dice a sus discípulos: “Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes” (Mc 12, 38-39). A quienes les gustan los primeros lugares en la sociedad y llamar la atención (Tirarse del alero del Templo) valiéndose de su condición de servidores de Dios (eso dicen y aparentan), también les gusta el dinero pues para estar en esas posiciones sociales hay que tener un sustento elevado para organizar banquetes costosos, tener ropas elegantes y . Pues bien, eso cuesta dinero. Una vez que Jesús advierte a sus discípulos sobre el riesgo de ocupar los lugares de honor como los escribas concluye refiriéndose a ellos: “devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Ésos tendrán una sentencia más rigurosa” (Mc 12,40). En el Evangelio de Marcos, inmediatamente después de que Jesús previene a sus discípulos de la tentación de querer ocupar lugares de honor, ser saludados y vestir llamativamente, se nos narra el pasaje en que Jesús ve a la viuda pobre dar todo lo que tenía para vivir. Jesús sabe que los escribas no se interesan por gente como ella que da todo lo que tiene para vivir. Los fariseos ponen su atención en quienes ya que no valoran a la gente por lo que hay en el corazón, sino por lo externo (Cfr. Mc 12, 41-44).

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III.- Meditatio 1.- De la instalación sigue la cerrazón. Jesús les hecha en cara a los fariseos su cerrazón y el que hayan negado a la gente el acceso a Dios: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ustedes ciertamente no entran; y a los que están entrando no los dejan entrar” (Mt 23,13). Y también les cuestiona todas las enseñanzas acomodadas para centralizar la fe en el Templo (Cfr Mt 23, 16-22). Jesús ciertamente está molesto por esa actitud y lo que le molesta más, lo ha dicho muy claro, es que “cierran las puertas” a los alejados. El Papa Francisco en la Exhortación Evangelli Gaudium nos invita a evitar esta tentación pastoral de cerrar las puertas, en todo el sentido de la Palabra: “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es «la puerta», el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles.[51] Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (Nº 47). Reflexionemos un momento en silencio: ¿Qué nos dice esta enseñanza de Jesús y del Papa Francisco a nosotros hoy en nuestra realidad pastoral? 2.- El gusto espiritual de ser pueblo. Esta tentación en el alero del Templo como hemos visto, también se refiere a buscar lugares de honor, buenas relaciones, foros para ser vistos y todo con miras a la misión. ¡Aprovechemos la oportunidad! (pensamos muchas veces) y renunciamos a Galilea, a la pobreza, a la encarnación y a la misión en los lugares alejados. Mucha gente desearía ver a los sacerdotes y a la gente de la Iglesia como ángeles, mirando al cielo, levitando; pero el pueblo alejado y marginado nos desearía ver comiendo en sus casas, en sus fiestas, en sus barrios compartiendo su vida. En el capítulo V de la Exhortación Evangelli Gauidium, el Papa Francisco nos invita a despertar en nosotros un gusto por una espiritualidad cercana a la gente sencilla, contrario al gusto por lo espiritual entendido como lejanía de los demás, lo cual sería una clara postura farisáica. Meditemos brevemente algunas frases de esta exhortación: “La Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos pueblo: «Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios» (1 Pe 2,10). Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo.

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Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos con una profunda atención amorosa: «Jesús lo miró con cariño» (Mc 10,21). Lo vemos accesible cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10,46-52), y cuando come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19). Lo vemos disponible cuando deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15). La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad” (Nº 268-269). Reflexionemos un momento en silencio: ¿Tengo ese gusto espiritual de ser pueblo y de involucrarme de hermano a hermano con los más alejados y marginados? O mas bien ¿me siento distinto, separado, de los buenos? 3.- ¿En quién tenemos puestos los ojos y a quién orientamos la misión? Jesús ha rechazado para ser visto y reconocido, y como Él no viste elegantemente ni le gusta la fama, puede sentarse en el piso como cualquier peregrino y mirar la realidad de los alejados y marginados, puede valorar su fe sin juzgarlos y descubrir que en ellos hay un tesoro mucho mayor que el que los de la ciudad pueden darle. La pobre viuda echó más que todos los que llamaban la atención dando lo que les sobraba para vivir (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia). En nuestras comunidades parroquiales y en los lugares alejados y desatendidos hay muchas personas como esta viuda, gente de fe que da todo lo que tiene y que nunca ha sido reconocida. Jesús sabe mirar lo que otros no pueden ver desde lo alto. Sabe descubrir la riqueza de la fe de muchos que no han sido reconocidos por nadie en esta vida. A ellos dirige su misión y desde el reconocimiento de su fe y amor a Dios comienza a construir el Reino que su Padre le ha encomendado edificar. En la ya citada Exhortación, el Santo Padre nos explica en quién debemos tener nosotros la mirada: “Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio»,[52] y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (Nº 48). IV. Compartir (Las personas comparten brevemente las frases o ideas que han movido su corazón, tomadas de la lectura del texto sagrado o la meditación) 31

V. Oración En este momento dejamos a un lado la libreta y el lápiz, tomamos nuevamente una postura que nos favorezca para platicar con Jesús. Cerremos nuestros ojos y entremos en unos cuantos minutos de silencio (6 min). Ahora comparte con Jesús las frases que movieron tu corazón y dile porqué, comenta con él lo que piensas y sientes acerca de su Palabra y de la reflexión sobre ella. VI. Contemplación AL terminar el momento de la oración, dediquemos un momento a “estar” en los brazos de Jesús, sólo tres minutos en silencio ante Él, para dejarnos abrazar por su mirada. VII. Acción Dediquemos un momento a proponernos, de manera individual, una acción que exprese nuestro deseo de convertir nuestra vida hacia Jesús, disponiéndonos a vencer las tentaciones en nuestra vida. Serán sólo tres minutos en silencio. VIII. Acción de gracias Demos gracias a Dios por todos los dones recibidos. Salmo 91. Salmo responsorial Todos: Tus acciones, Señor, son mi alegría. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

eres excelso por los siglos. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor,

en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad

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QUINTO DÍA 5ª. Tentación “De nuevo lo llevó consigo el diablo a un monte muy alto… Todo esto te daré” Mt 4,8-9 ¿Subir, ganar y marginar o bajar, orar y misionar?

I. Disposición V. Ven, Espíritu Santo. R. Llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. V. Envía, Señor, tu Espíritu. R. Y todo será creado y se renovará la faz de la tierra. Salmo responsorial Todos: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti. Tú que habitas al Amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti".

No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

El te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: Su brazo es escudo y armadura.

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Nada más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.

II.- Lectio. a) Primera lectura: Leámoslos atentamente los dos textos del Evangelio que se nos sugieren a continuación y al leerlos, procuremos descubrir en qué se asemeja uno al otro. Lee Mt 4,8-11 y Lc 18, 9-14 b) Segunda lectura: Ahora, hagamos una segunda lectura pausada de estos mismos textos y les invitamos a que, al leerlos, procuren descubrir ¿cuál es la tentación que tiene Jesús en el desierto y en qué se asemeja a la tentación que aparece en la parábola? Con esta clave de lectura, escuchemos atentamente. c) Explicación: ¿Qué dice el texto?

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1.- El contexto de ambos textos: Sencillez-limitación o poder-expansión. El primer texto que hemos leído del evangelio de Mateo, se ubica nuevamente dentro de las tentaciones del desierto. Al igual que en la anterior tentación, el diablo saca a Jesús del desierto, ahora ya no para llevarlo al Templo, sino más bien para llevarlo a un monte alto (v. 8). El diablo lo llevó a un monte alto y le mostró todos los reinos de la tierra. El pueblo esperaba la llegada de un Rey que desde el poder político impartiría justicia, al menos la mayoría de los creyentes tenía estas expectativas mesiánicas que aparecen vislumbradas en el Antiguo Testamento. El poder puede tomar muchas formas, pero para Jesús el método misionero iniciado en Belén es la encarnación, la cercanía a la gente, la pobreza y la humildad. El vivir en Nazaret le ayudó a conocer mejor a la gente; en el Jordán se formó de igual a igual con los pecadores; en el desierto ahora, el demonio le invita a subir, subir y subir como método misionero. El poder es la capacidad de tener control sobre los otros, es el poder dominar a otros. El diablo le ofrece, en este sentido, un camino más rápido y exitoso para extender el Reino que Jesús venía a traer. Es una tentación en miras a la misión ya que Jesús, el Mesías, ciertamente instaurará el Reino de Dios, eso no hay duda, pero no siguiendo los métodos políticos vigentes. El segundo texto bíblico que hemos leído del evangelio de Lucas, es una parábola en la que Jesús explica que la postura del fariseo, que se pone por encima de los demás, no es el camino para cumplir la voluntad de Dios. Por ello, el contexto previo de este pasaje es la parábola de la viuda que se enfrenta a un juez “que ni temía a Dios, ni respetaba a los hombres” (Lc 18, 2), a quien ella logra “vencer” y consigue de él lo que busca, no por el poder de palancas o dándole un soborno, sino por su insistencia pacífica y perseverante que Jesús pone de ejemplo para la oración creyente como camino para conseguir lo que con fe busquemos. El contexto posterior al pasaje nos presenta el momento en que la gente presenta a Jesús unos niños para que Jesús los bendijera, pero los discípulos lo impiden, a lo que Jesús reacciona diciendo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el reino de Dios” (Mt 18, 16) y para recibir el Reino, es decir, para conquistarlo hay que ser como ellos, sencillos y pequeños, no como los grandes que para conquistar sus puestos, han doblado la rodilla ante el diablo: “si te arrodillas y me adoras, te daré todos estos reinos” (Mt 4,9). 2.- La quinta tentación: Servir al pobre desde el poder. Los fariseos, así como el de la parábola, están convencidos y creen que “desde arriba”, o “desde los primeros lugares” no sólo agradan a Dios, sino además, consiguen cumplir mejor su misión. Para ellos, lo importante es el fin que quieren conseguir: Servir a Dios y al prójimo, el problema es que “los medios” no son los adecuados y más aún son contrarios. El fin, “no” justifica los medios. Y los medios para lograr un fin podemos entenderlos como caminos o métodos. En el desierto Jesús está discerniendo los caminos a seguir para lograr su misión. Él ha visto que los fariseos pretenden servir a Dios y a la comunidad de creyentes, pero el modo como hacen las cosas, aunque parezca muy religioso y piadoso, en el fondo es un modo falso de servir, ya que se basa en posturas “altivas”, es decir, posturas de grandeza, de sentirse por encima de los demás, aún y cuando esta postura la justifiquen como un puesto de servicio. Eso es exactamente lo que el diablo pretende en relación a Jesús, por ello lo lleva a un monte alto y le hace ver, desde allí arriba, todos los reinos y su gloria (v.8). Para Jesús el poder no es el camino, sino el caminar sin poder, sin riquezas y sin privilegios por los caminos de los alejados. Jesús advierte a sus discípulos sobre el peligro de buscar el poder: “Saben que los jefes de las naciones los dominan como señores absolutos, y los grandes los oprimen con su poder” (Mt 20,25).

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Para Jesús, no es desde arriba, desde el poder que oprime, sino desde el mismo camino de la gente marginada y oprimida donde el Reino de Dios se hará presente: Es un Reino accesible a todos. El poder se manifiesta cuando queremos controlar la vida de las personas, dominarlas y no dejarlas que sean protagonistas de su propio destino y decisiones. Nos cuenta el Evangelio que, “se le acercaron (a Jesús) algunos fariseos y le dijeron: , Él les contestó: ” (Lc 13,3132). ¿Por qué Herodes le quería detener en su camino? Cuando alguien siente que tiene poder quiere tener más, controlar más, dominar más y ve en los otros un obstáculo si no se somete a su poder. El Evangelio de Marcos nos explica que una vez que Jesús curó a un enfermo, “en cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver como eliminarlo” (Mc 3,6). Los fariseos se han aliado con el poder político para acabar con Jesús, por envidia quieren detenerle, pues ante la fama de Jesús comienzan a perder poder y autoridad ante el pueblo. La cercanía de Jesús con los alejados y su manera de hablar con sencillez le han dado una verdadera autoridad, un poder diferente al poder humano: Jesús está lleno del poder del Espíritu Santo. En otra ocasión, Herodes quería conocer a Jesús pues se preguntaba: “¿Quién es pues, éste de quien oigo tales cosas? Y buscaba verlo” (Lc 9,9). Si Jesús pensara como nosotros seguramente hubiera e iría a pedirle algún favorcito. Jesús ha vencido la tentación de tomar caminos fáciles, sigue firme en su convicción de caminar desde la pobreza y la desinstalación por los caminos de Galilea. Aunque Herodes intentará prohibirle realizar su misión (como hemos visto antes), Jesús sin embargo, seguirá firme y aún sabiendo que Herodes mandó matar a Juan Bautista, toma el riesgo de seguir la misión, pues para Él, la entrega por los alejados y marginados es una causa que vale la pena hasta dar la vida. No es mediante el poder como el Reino de Dios llega a los alejados y marginados. Jesús rechaza desde el monte alto servir desde el poder, en cambio, sube a otro monte, sí, al monte del las Bienaventuranzas y proclama que el Reino llega no por el poder y la riqueza, sino por el camino de la pobreza, del dolor, de la paz, de la justicia, de la limpieza de corazón, de la misericordia y del compromiso por su causa aún en medio de la persecución de los poderosos: ”Viendo la muchedumbre, subió al monte .., tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra…” (Mt 5, 1 ss). Jesús no aceptó desde el monte alto en el desierto conquistar todos los reinos, ahora sube un monte no para dominar, sino para que su mensaje sea escuchado por todos, pero especialmente por todos los que estaban alejados y marginados. Jesús no ha caído en la tentación del poder humano bajo el pretexto de ayudar a los pobres. Ha preferido ser uno de ellos, de los marginados y alejaos que pueden ya, desde ahora, considerarse bienaventurados. Ese es el centro de su mensaje y misión en Galilea. 3.- El orgullo puede estar vestido de piedad. El enemigo que le ha ofrecido poder a Jesús, le pone una condición: “si postrándote me adoras” (v.9). El diablo sabe que Jesús, quien ha vencido las anteriores tentaciones, no se postrará ante él abiertamente. Esta invitación no se trata de un “culto satánico” como hoy lo entendemos, se trata de ceder, de doblar las manos y en pequeños detalles seguir un camino más fácil para lograr el fin buscado. En el fondo, el enemigo lo que quiere, al mostrarle a Jesús todos los reinos, es ofrecerle consejo y metodología sobre cómo abarcarlo todo más rápido él solo. Si Jesús sede, tendrá que dejar sus criterios de sencillez, pobreza

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y pequeñez, que humanamente hablando, parecen ineficientes y poco prácticos. Lo más práctico sería valerse de lo que sea para expandir rápido la misión. La tentación de “arrodillarse ante el diablo” significa escuchar su consejo, para ceder a los principios evangélicos con los que fundamentará su misión y asumir principios más prácticos, rápidos y aparentemente eficientes. Pero la invitación a “adorarlo”, implica también una piedad falsa, desde lo alto, desde el poder, que, disfrazada de bondad, está al servicio de los propios intereses y no de los intereses del Reino de Dios y de los destinatarios de la misión: Los alejados y marginados. En otras palabras, parte de la metodología religiosa de inspiración diabólica para conseguir el “poder”, consiste en asumir un estilo de espiritualidad y piedad equivocada. ¿Es posible elaborar y practicar una piedad falsa? ¡Por supuesto! De hecho, la parábola de fariseo y el publicano nos aclaran estos dos modelos de piedad: una basada en el orgullo de los propios méritos que se jacta delante de Dios auto comparándose con el publicano pecador y la otra, precisamente la del publicano, que de rodillas en el último lugar, reconoce su limitación. Es esta espiritualidad basada en la humildad la que le abre al publicano las puertas del cielo como se las abrió a Jesús el día de su bautismo en el Jordán cuando, sin tener pecado, se formó entre pecadores para ser bautizado. Las tentaciones son algo muy sutil, la adoración al diablo se puede dar veladamente sin que nos demos cuenta. En una ocasión Jesús discute con los fariseos y les dice: “Vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Jn 8,44a). ¿Por qué les llama hijos del diablo? Jesús mismo les aclara que el diablo: “no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44b). Podríamos caer en la tentación de arrodillaros ante el diablo si nuestra vida aparenta ser muy piadosa, pero no hacemos lo que Jesús hizo y enseñó. Podríamos ser unos buenos fariseos si oramos para ser vistos y aparentar, o bien, si nos gusta ocupar los “primeros lugares” en la piedad y espiritualidad, despreciando a los que son menos “espirituales” que nosotros. 4.- La cercanía con los pecadores, signo de una espiritualidad auténtica. El método misionero que propone el diablo es un método de poder religioso, dando una apariencia religiosa y piadosa que todos vean respeten, pero que margina a la gente. Nos dice Jesús en la parábola, que el fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias” (Lc 18, 11-12). Su oración se pone por encima de los demás, está centrada en el amor a sí mismo y no en el amor a Dios y el prójimo. El publicano, nos dice Jesús en esa misma parábola, “manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: `¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!'“ (Mt 18,14). La oración inspirada por el diablo lleva a juzgar y acusar a los demás. La oración inspirada por el Espíritu Santo lleva a Jesús a interceder por los pecadores, a acercarse a ellos, a incluirlos en su equipo misionero, aunque la gente piense mal de Él. Jesús tiene, en la misión en Galilea, un método misionero que no se basa en apariencia. A algunos incluso les causa gran escándalo: “Y sucedió que estando él a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?»” (Mt 9, 10-12). Jesús ha ofrecido una nueva manera encontrar a las ovejas perdidas: Comiendo con ellos y celebrando el amor que Dios les

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tiene. ¡Qué escándalo!, dicen los fariseos, porque ignoran que Dios es el Padre que como el padre del hijo pródigo corre al encuentro de los pecadores, los abraza, los llena de besos y les organiza una fiesta. III.- Meditatio. 1.- El orgullo y ego farisáico, un monte muy alto. El Papa Francisco a identificado el antiguo fariseísmo con el concepto de mundanidad espiritual y con una de las tentaciones que hoy en día vivimos los agentes de pastoral en la Iglesia. Pero las posturas de orgullo y soberbia, fruto de un ego inflado, solo reflejan en el fondo lo que en general somos: Generales derrotados. Escuchemos como describe el Santo Padre esta tentación pastoral: “En este contexto, se alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando. ¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es «sudor de nuestra frente» (Nº 96). Nuestros sueños de grandeza, en el fondo, sólo reflejan nuestra baja autoestima espiritual, ya que en vez de gozar nuestra identidad bautismal de ser hijos amados de Dios, anhelamos subir en la escala humana, tener títulos y reconocimientos (esto es estar en la cima del monte y quedarnos allí viendo los reinos que nos gustaría conquistar), lo que nos lleva a buscar estrategias y planes expansionistas, metodologías “diabólicas” que aseguren triunfo y éxito, a cualquier precio. Reflexiona un momento en silencio: ¿En tu vida sabes renunciar a ofertas de trabajo que lograrías a costa de los otros o de atropellar tu conciencia? ¿Valoras la debilidad y limitación personal como experiencia de fe que te abre a la acción del Espíritu Santo o te lamentas por ser tan limitado? 2.- La metodolgía diabólica y sus principios. Al desierto Jesús ha ido a discernir caminos a seguir, pero además a analizado en oración los caminos que no va a seguir. Su estilo misionero romperá con los estándares o paradigmas establecidos de los que en su tiempo eran servidores de Dios, o creían serlo, pero que con su vida contradecían lo que enseñaban. En el fondo, como hemos analizado ya en la Lectio, los fariseos viven muy pendientes de lo que la gente piense y se amoldan a los criterios del mundo. El Papa Francisco nos explica algunos de los criterios de mundo moderno en que vivimos: “En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia” (Nº 62). Seguir un método con inspiración diabólica para conseguir el fin que deseamos no necesariamente implica arrodillarnos explicita y abiertamente ante él, como hemos explicado antes. Pero amoldarnos al mundo moderno, buscando sólo “lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial” como explica el Papa, equivale a querer alcanzar el fin, por bueno que éste sea, buscando nuestros propios caminos y no los de Dios. Los caminos de Dios no siempre se notan (buscar lo exterior), no siempre dan resultados

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inmediatos y visibles, lo que nos lleva a realizar cosas superficiales, que aparentan mucho y tienen poca raíz. Medita un momento en silencio: ¿Con qué criterios planeo y realizo yo mis actividades apostólicas en mi grupo o parroquia? ¿Se trabajar sin ver una recompensa inmediata o resultados vistosos? ¿Qué me inspira? ¿Qué crezca el Reino de Dios o que yo sobresalga? La metodología diabólica es una trampa, porque al final, aquello que no ofrecía resultados rápidos y exitosos, termina desanimándonos y derrotándonos, es en realidad una peligrosa trampa. El Santo Padre, al analizar la tentación pastoral que llama “asedia egoísta” lo explica así: “El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado. Esta acedia pastoral puede tener diversos orígenes. Algunos caen en ella por sostener proyectos irrealizables y no vivir con ganas lo que buenamente podrían hacer. Otros, por no aceptar la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo. Otros, por apegarse a algunos proyectos o a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. Otros, por perder el contacto real con el pueblo, en una despersonalización de la pastoral que lleva a prestar más atención a la organización que a las personas. Otros caen en la acedia por no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida. El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz” (Nº 82). Medita un momento en silencio: ¿He vivido esta tristeza y desánimo en algunos proyectos personales, laborales, familiares o apostólicos? ¿Me sentí desilusionado porque las cosas no salieron como yo quería? ¿Los hice desde la oración y el discernimiento buscando la voluntad de Dios o fueron simplemente caprichos personales? Este desafío de dejarnos engañar por proyectos “exitosos” y “vistosos” es para toda la Iglesia, y por consiguiente para vencer esa tentación hay que cambiar nuestra estrategia pastoral en todos los niveles de planeación y en todas las actividades que organizamos. Hay que soñar con un nuevo modelo de servicio pastoral más apegado al estilo de Jesús. Así lo expresa el Papa en su Exhortación Evangelli Gaudium: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” (Nº 27). “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una

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adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía” (Nº 33). 3.- La falsa piedad. Finalmente, revisemos, confrontando nuestra espiritualidad y oración personal con la del fariseo y el publicano de la parábola que leímos en este día. Hay que implorar con humildad, como el publicano, el amor y la misericordia de Dios como el pecador si acaso hemos perdido el fervor evangelizador y nos hemos vuelto como el fariseo, que en vez de salir a compartir su fe, sólo juzga a los pecadores. No nos desanimemos si en estos ejercicios nos han llovido innumerables pedradas. Si nos ha dolido descubrir nuestro fariseísmo cuando pensábamos que éramos muy buenos, bendito Dios, ese dolor es signo de que aún dejamos al Espíritu sacudirnos. Pero no nos desanimemos, escuchemos lo que nos dice el Papa Francisco: “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás” (Nº264). “Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre, vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser «hacia el seno del Padre» (Jn 1,18). Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8). Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama” (Nº 267). IV. Compartir (Las personas comparten brevemente las frases o ideas que han movido su corazón, tomadas de la lectura del texto sagrado o la meditación)

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V. Oración En este momento dejamos a un lado la libreta y el lápiz, tomamos nuevamente una postura que nos favorezca para platicar con Jesús. Cerremos nuestros ojos y entremos en unos cuantos minutos de silencio (6 min). Ahora comparte con Jesús las frases que movieron tu corazón y dile porqué, comenta con él lo que piensas y sientes acerca de su Palabra y de la reflexión sobre ella. VI. Contemplación AL terminar el momento de la oración, dediquemos un momento a “estar” en los brazos de Jesús, sólo tres minutos en silencio ante Él, para dejarnos abrazar por su mirada. VII. Acción Dediquemos un momento a proponernos, de manera individual, una acción que exprese nuestro deseo de convertir nuestra vida hacia Jesús, disponiéndonos a vencer las tentaciones en nuestra vida. Serán sólo tres minutos en silencio. VIII. Acción de gracias Demos gracias a Dios por todos los dones recibidos. Salmo 91. Salmo responsorial Todos: Tus acciones, Señor, son mi alegría. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.

eres excelso por los siglos. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.

Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;

Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor,

en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad

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