-El 11 de septiembre. Orígenes y consolidación de la Diada, Pere Anguera

Número 51 (2003) LOS DÍAS DE ESPAÑA, Pere Anguera, ed. Introducción -El 11 de septiembre. Orígenes y consolidación de la Diada, Pere Anguera -Los día

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Número 51 (2003) LOS DÍAS DE ESPAÑA, Pere Anguera, ed. Introducción

-El 11 de septiembre. Orígenes y consolidación de la Diada, Pere Anguera -Los días de la República. El 11 de febrero, Pere Gabriel -Conmemorar la muerte., recordar la historia. La Fiesta de los Mártires de la Tradición, Pedro Rújula -El Primero de Mayo y su transformación en San José Artesano, Mº Dolores de la Calle Velasco -Los días de la «Nueva España»: entre la «revolución nacional» y el peso de tradición, Ángela Cenarro -El debate parlamentario sobre el 12 de octubre, Fiesta Nacional de España, Jaume Vernet Miscelánea -Reorganización y actividad de la CNT del interior en la primera década de la dictadura de Franco, Ángel Herrerín López -Entre política «sociolaboral» y«Realpolitik»: la política del régimen franquista en materia de emigración, 1946-1956, María José Fernández Vicente -La crisis de la historia social y el surgimiento de una historia postsocial, Miguel Ángel Cabrera

Ensayos bibliográficos -El pasado que no cesa. Historia, novela y agnición, Justo Serna -La Historia de la Iglesia y del catolicismo español en el siglo XX. Apunte historiográfico, Feliciano Montero

Introducción Pere Anguera

La historia no es afortunadamente una ciencia estancada: cambian los métodos de análisis y los temas que centran los intereses de los investigadores. Dos libros han marcado uno de los hitos de la renovación en los últimos años: The invention 01tradition, coordinado por Eric J. Hobsbawm y Terence Ranger, aparecido en su versión original en 1983 y en traducción catalana en 1988, y los siete tomos coordinados por Pierre Nora de Les lieux de mémoire, publicados entre 1984 y 1993. Ambos han impulsado la preocupación por profundizar en el conocimiento de los orígenes, la cronología y las formas de divulgación, así como las ideologías implícitas o explícitas de los impulsores de las fiestas nacionales, los himnos, los escudos o las banderas, la creación de los referentes míticos en los discursos políticos o culturales aptos para crear solidaridad social, o la evolución de múltiples festejos populares, desde los religiosos como la Semana Santa a los de carnaval con su progresivo control corrector por parte de las autoridades, que se ha traducido en la aparición de múltiples estudios centrados en aspectos hasta entonces bastante descuidados, abriendo perspectivas novedosas para el análisis de la formación de los elementos identitarios colectivos. Al plantear el índice del presente número de Ayer, centrado en los días con significado ideológico, es evidente que las posibilidades eran múltiples y que los días de España susceptibles de ser analizados superaban con creces la disponibilidad de las páginas del monográfico. Fue preciso proceder a una selección, aunque ésta resulte siempre

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discutible y sujeta al riesgo de las más diversas críticas y objeciones. Cualquier criterio adoptado suponía orillar diversas posibilidades alternativas, tanto más abundantes si se pretendía reflejar la riqueza de identidades (territoriales, ideológicas, sociales, etc.), unas complementarias (uno puede sentirse obrero y español), otras contrapuestas (carlista frente a republicana), manifestadas a lo largo de los dos últimos siglos, en especial en el siglo xx, cuando en España se consolidaron este tipo de G:onmemoraciones. Es evidente que no podían recogerse las de todas las ideologías, sin olvidar la relevancia que en algunos momentos alcanzaron determinadas efemérides locales, como el 5 de marzo en Zaragoza, la Cincomarzada, aniversario de la primera victoria liberal contra los carlistas en la ciudad, que a mediados del siglo XIX se convirtió en cita obligada para gran parte de los progresistas. Era preciso buscar un equilibrio entre las desaparecidas, pero con amplio arraigo en un tiempo, y aquellas actualmente en vigor. Para que la muestra fuera significativa tenía que recoger con voluntad plural las fiestas de mayor repercusión en amplios sectores de la sociedad y reflejar asimismo diferentes sensibilidades. El sumario pretende reflejar tres tipos de conmemoraciones: las generales españolas, las de una comunidad autónoma y las que afectan a sectores concretos de la sociedad, sea por su compromiso ideológico o por su estatus social. En primer lugar se analizan aquí aquellos días que comparten, aunque sea sólo en teoría, el conjunto o la mayoría de los españoles. La ausencia de una auténtica fiesta nacional española, indiscutida y con arraigo, generaba el primer problema. España (a diferencia de Francia que cuenta con un 14 de julio o los Estados Unidos de América con su 4 de julio) no dispone de ninguna fecha que sirva de referente colectivo al margen de las proclamadas por las cambiantes disposiciones legales, ninguna de las cuales ha conseguido abrirse un espacio significado de adhesión en el sentir popular. Resulta ilustrativo de esta situación que el lujoso volumen Símbolos de España 1 contemple la historia del escudo, la bandera y el himno, todos ellos polémicos en algún momento histórico, mientras prescinde de manera absoluta de la fiesta nacional, una exclusión difícil de justificar, puesto que si la fiesta nacional no es exactamente un símbolo, tampoco lo es estrictamente el himno. Y si la fiesta ha sido cambiante, también 1

Símbolos de España, Madrid, Centro de Estudios Políticos

les, 2000.

y Constituciona-

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se han modificado el escudo, la bandera y el himno. Las dificultades para consensuar una fiesta nacional ya fueron señaladas por Carlos Serrano en su innovador libro El nacimiento de Carmen 2, Y en parte reemprendidas por José Álvarez Junco en Mater Dolorosa 3 . Los avatares de las pretendidas fiestas nacionales relegadas al olvido son difíciles de resumir en un artículo por su heterogénea complejidad. Fechas tan emblemáticas en el tópico patriótico como el2 de mayo, aparentemente indiscutible por representar el alzamiento de todo un pueblo contra el invasor, pronto se vieron envueltas en agrias polémicas partidistas, que forzaron a su desactivación 4, viendo por motivos similares frenadas sus posibilidades de relanzamiento durante la Segunda República. Para reflejar esta inestabilidad se han escogido dos momentos históricos, el franquismo y la transición democrática. El franquismo, uno de los regímenes de más larga permanencia en el poder, fue el primero que se aprovechó de los modernos sistemas de propaganda y coacción para promover la implantación forzosa de un calendario conmemorativo propio, tan fútil, pese a los esfuerzos realizados, que desapareció sin dejar rastro a la muerte del dictador. Por su parte, la transición puso en evidencia con sus vacilaciones y las subsiguientes discusiones en las cámaras legislativas la dificultad para establecer una fiesta nacional al gusto de los diversos sectores ideológicos en ellas representadas. Ángela Cenarro ha elaborado la síntesis de la evolución de las más destacadas festividades oficiales promovidas por la última dictadura, poniendo de relieve su dependencia de la tradición, el empleo de métodos fascistas, el marcado personalismo y la supeditación eclesiástica, con el 12 de octubre como efemérides más emblemática. A. Cenarro destaca el escaso entusiasmo del régimen para implantar unas celebraciones auténticamente populares y, en consecuencia, el progresivo y general distanciamiento ante las mismas fuera de los círculos oficiales. J aume Vernet, desde la visión de un constitucionalista, analiza las dudas en torno a la selección y oficialización de la fecha que de manera suprapartidista pudiera representar el espíritu 2 SERRANO, c.: El nacimiento de Carmen, Símbolos, mitos y nación, Madrid, Taurus, 1999, pp. 16-17 Y313-329. 3 ÁLVAREZ JUNCO, ].: Mater Dolorosa, Madrid, Taurus, 2001, pp. 555-557, p. e. 4 GUEREÑA, ]. L.: «Les fetes du 2 de mai ou la fundation d'une nation», en Bulletin d'Histoire Contemporaine d'Espagne, núm. 30-31 (1999-2000 [2002]), pp. 31-47, con bibliografía.

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democrático en la nueva monarquía constitucional. En su trabajo, de interés para politólogos, estudiosos del derecho e historiadores, quedan patentes los escollos y dificultades de los legisladores para consensuar, durante los años de la transición, un acuerdo que facilitara una fiesta nacional española hasta pactar en 1987, no sin vacilaciones, la resurrección del 12 de octubre, pese a los lastres derivados de su uso en etapas anteriores, cuando era celebrado como el Día de la Raza 5. Quizá por estos precedentes la fiesta no ha conseguido cuajar en el sentir popular y se ha visto limitada a una celebración institucional con el complemento de la fiesta laboral. En segundo lugar, como contraste era preciso mostrar un ejemplo de fiesta nacional de una comunidad autónoma. Por motivos de espacio resultaba imposible recoger siquiera la de todas las consideradas históricas. La elección del 11 de septiembre, la Diada catalana, se justifica por ser la más conocida en el conjunto de España y la más antigua. El Aberri Eguna vasco inició su celebración en 1932, casi medio siglo después de la catalana, y la mayoría de las demás son de reciente creación y responden en general a arbitrarias elecciones políticas. Por otra parte, la Diada catalana tiene la ventaja frente a otras de ser asumida por todo el arco ideológico, parlamentario o no, con las únicas excepciones, menos que testimoniales, vinculadas a la extrema derecha españolista. Cuenta con un sentido consenso popular, obtuvo una rápida difusión desde sus inicios en la última década del siglo XIX y se ha mantenido prácticamente indiscutida durante más de un siglo. Conviene no olvidar que su aceptación, reflejada en la masiva manifestación de 1977 en Barcelona 6, ejerció un papel no despreciable en la necesidad de impulsar desde el Estado una fiesta equiparable para toda España. En mi artículo me he limitado a trazar la historia de sus primeros años para señalar por quiénes, cuándo y por qué fue impulsada. Si el catalanismo político buscó un día de la patria, fue entre otras causas por la necesidad de marcar sus diferencias frente al 5 Un resumen reciente de las celebraciones anteriores en BARRACHINA, M. A.: «12 de octubre: Fiesta de la Raza, Día de la Hispanidad, Día del Pilar, Fiesta Nacional», en Bulletin, op. cit., pp. 119-134. El simple título evidencia ya la carga ideológica sumada en la fiesta. 6 Una detallada exposición en BALLESTER, D.; RISQUES, M., y SOBREQUÉS, ].: El trioml de la memoria. La manifestació de I'Onze de Setembre de 1977, Barcelona, Base, 2002.

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Estado y evidenciar su personalidad. También la de la personalidad de Cataluña contrapuesta, aunque no necesariamente opuesta, a la de España. Motivaciones parecidas (dejar constancia de su personalidad y presencia en la sociedad) impulsaron a los partidos o ideologías excluidos del sistema de la Restauración a establecer un calendario propio de conmemoraciones, que favoreciera la fraternidad lúdica de sus simpatizantes y cohesionara a la militancia, garantizara fidelidades emotivas y evidenciara su fuerza y arraigo frente a los partidos turnantes. Conservadores y liberales no tuvieron entre 1875 y 1923 ninguna necesidad de construir un imaginario propio, puesto que éste se solaparía con el del Estado y sus instituciones que alternativamente controlaban; sí lo precisaron republicanos y carlistas. Pere Gabriel y Pedro Rújula reconstruyen el calendario alegórico de los dos principales sectores políticos marginados por el sistema, y los únicos que contaban con una militancia activa y fiel en toda España. Republicanos y carlistas disponían de una historia larga y agitada, rica en episodios susceptibles de ser convertidos en referentes emblemáticos, lo que facilitaba su viabilidad para contribuir a consolidar los vínculos de identidad. Pedro Rújula ha fijado su atención en la más representativa de las conmemoraciones del carlismo, la Fiesta de los Mártires de la Tradición, el 10 de marzo, establecida por Carlos VII en 1895 con el propósito de que actuara de catalizador de sensibilidades en el entorno del partido para lograr la «solidaridad de afectos y entusiasmos». Pere Gabriel, por su parte, se ha centrado en la celebración de los aniversarios de la proclamación de la Primera República en febrero de 1873, recuerdo de una efímera victoria y acicate de propuestas de presente y futuro. Por último, Dolores de la Calle analiza la evolución, más conocida, del 1 de mayo. Después de trazar una síntesis de sus orígenes en España analiza los intentos de apropiación por parte del franquismo con el apoyo de la Iglesia, que buscaba desactivar el recuerdo de su contenido reivindicativo.

El 11 de septiembre. Orígenes y consolidación de la Diada 1 Pere Anguera universitat Rovira i Virgili

La celebración de un día que sirviera para incrementar la cohesión en torno del sentimiento nacional catalán se inició a finales del siglo XIX. Al no disponer de un Estado propio que lo impulsara a través de las diversas instituciones oficiales, todo el esfuerzo recayó en los sectores catalanistas, mientras a menudo el gobierno utilizaba todos sus recursos para impedir su éxito. Las dudas gubernamentales sobre el día apropiado para establecer un día nacional español y el escaso interés en divulgarlo más allá de las celebraciones oficiales pudieron favorecer indirectamente el desarrollo de la Diada 2. Su gestación no estuvo exenta de dudas sobre la fecha idónea. El primer precedente puede situarse en la iniciativa de la Associació Catalanista d'Excursions Científiques de celebrar en 1879 la festividad de San Jorge con una velada literaria 3. El secretario de la entidad recordaba 1 Este artículo se inscribe en el proyecto subvencionado por la GGICYf, BHA 2001-1187. 2 Para las dudas sobre el día nacional español, SERRANO, c.: El nacimiento de Carmen, Madrid, Taurus, 1999. El estudio de BoYD, C. P.: Historia patria. Política, historia e identidad nacional en España: 1875-1975, Barcelona, Pomares-Corredor, 1997, no contiene ninguna referencia sobre la voluntad de transmitir a través de las escuelas el establecimiento de un día con valores identitarios nacionales españoles. 3 TORRAS, C. A.: «Memoria» del secretario en Acta de la sessió pública inaugural del any 1880, Barcelona, 1880, p. 21. Para el papel de la Associació Catalanista d'Excursions Científiques en la formulación teórica del primer catalanismo véase mi «Introducció» a ANGUERA, P.: Escrits polítics del segle XIX. Catalanisme cultural, Vic, Eumo, 1998, pp. 32-44.

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en 1882 que aquel día festejaban unidos «los sants noms de Fe y Patria» 4 y en 1885 lo definía como la

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