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EL AGOTAMIENTO DE LA ESCUELA EN CASA Y CÓMO EVITARLO 3ª PARTE Por Ellyn Davis Usado con permiso Más medidas para combatir el agotamiento En nuestro número pasado hablamos de los efectos de los “vampiros de energías” que literalmente “chupan” la energía y el entusiasmo de nuestras vidas. También examinamos cómo la amistad espiritual y los tutores pueden ayudarnos a evitar el agotamiento. En este número, continuamos con más medidas para combatir el agotamiento, comenzando por señalar las áreas de pecado e incredulidad en nuestras vidas. El pecado y la incredulidad como causas del agotamiento. Ninguna discusión de frustración y estrés estaría completa sin examinar si existe algún pecado o incredulidad en nuestras vidas que pueda estar contribuyendo a sentirnos agobiadas y sin apoyo. Quiero ser precavida aquí, porque personalmente pienso que como cristianos tenemos una visión equivocada de lo que es el pecado. Tendemos a pensar en el pecado en términos de comportamiento y acciones, cuando realmente es una actitud del corazón, misma que no necesariamente se expresa externamente. Probablemente conocen a muchos no creyentes que son más amables, más amorosos y con vidas más limpias que muchos de los cristianos alrededor de ustedes, pero que están totalmente “perdidos” cuando hablamos de la vida eterna. También probablemente conozcan a muchos cristianos que han aprendido tan bien a “aparentar” que todos se asombran cuando finalmente se descubren las vidas secretas que estos supuestamente “perfectos” cristianos llevaban. Así que, el comportarse como un cristiano no es necesariamente un indicador de la orientación cristiana del corazón. Para aumentar la confusión, algunas denominaciones enseñan que el beber vino o bailar o tocar instrumentos en la iglesia, o que una mujer tenga el cabello corto, son pecados. Para otros no lo son. Así que lo que los cristianos consideran “pecado” algunas veces puede deberse a una diferencia cultural o doctrinal y no necesariamente por una actitud del corazón. Y luego están esas situaciones que son difíciles de evaluar. Por ejemplo, tengo una amiga que, después de muchos años de tratar de arreglar su matrimonio, finalmente dejó a su esposo, porque él le era infiel y abusaba de ella y de sus niños. Un grupo de sus amigos cristianos implicaron que ella había pecado al dar por terminado el matrimonio porque “Dios odia el divorcio” mientras que otro grupo le dijo que ella habría pecado si permaneciera en el matrimonio, porque el quedarse sería como avalar el comportamiento de su esposo. Y aún otro grupo (mayormente masculino) le dijo que la única razón por la que su esposo era infiel y abusivo, era porque ella no era lo suficientemente sumisa. Mientras que otros le dijeron que él necesitaba ser responsable por sus propias decisiones, sin importar cuán sumisa o rebelde ella pudiera haber sido. Así que, sin importar la opción que ella eligiera, había cristianos diciéndole que ella estaba “en pecado” ¿Quién tenía la razón? Para agravar más aún la ya confusa situación acerca de lo que es pecado y lo que no lo es, debemos afrontar el hecho de que muchos de nosotros fuimos criados en familias que usaban la vergüenza como medio para hacernos “buenos” niños. Así que nuestras conciencias ya fueron entrenadas a pensar en nosotros como “malos” y a condenarnos por la más pequeña cosa que hagamos y que pueda ser considerada “pecado”. Por esto, tendemos a adoptar una inmerecida culpa la cual se suma a nuestra confusión emocional y agotamiento físico.
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Muchas de la mamás de escuelas en casa con quienes hablé, parecen haber sido programadas para pensar que “no son lo suficiente”. Ellas se sienten culpables de no ser lo suficientemente buenas madres, lo suficientemente buenas esposas, lo suficientemente buenas amas de casa,..... lo suficientemente buenas cualquier cosa. Están constantemente tratando de vivir bajo un estándar de lo que es “suficientemente” y sienten terriblemente el no puedan llegar a serlo. Por lo anterior, mi punto es que necesitamos permanecer en el lugar en donde nuestra relación con nosotras mismas, con Dios y con los demás, sea la correcta actitud de nuestro corazón y donde nuestra conciencia no nos condene. Si nuestra conciencia nos condena en nuestra relación con Dios, todas nuestras otras relaciones sufren y ninguna cantidad de tiempo que invirtamos, organización del hogar, auto ayuda, amistad espiritual, tutores o consejeros ayudarán. Estas medidas pueden parecer un remedio temporal, pero nunca llegarán a la raíz del problema el cual es la ruptura en nuestra relación con Dios. Veamos las tres áreas más comunes de la “conciencia condenatoria” que causan que una mujer esté estresada. Primero, es el área de la disciplina y la instrucción de los niños. Hay mucha presión sobre las madres de la escuela en casa para criar “buenos” niños como prueba de que la decisión de la escuela en casa fue sabia. Pero por otro lado, cuando no “criamos y amonestamos” a nuestros hijos de la manera que Dios lo requiere, no solo estamos criando niños que hacen miserable nuestras vidas, sino que lo más importante es que estamos expresando una incredulidad en que las normas de Dios funcionan. Después es el área de la relación esposo-esposa. Si tu actitud hacia tu esposo está mal, será imposible lograr una sensación de paz y orden en tu casa, sin importar lo mucho que trates. Finalmente, es el área del pecado personal. Quizá tu hogar sea una ruina porque sientes que es injusto que tú tengas que trabajar tanto; o que te sientas defraudada en tu potencial profesional, al ser una madre y ama de casa. O quizá estás atrapada en un pecado secreto como el comer compulsivamente, o tener fantasías sexuales, o cualquier otra cosa. Sin importar cuál sea tu pecado personal, éste empaña tu relación con Dios y con los demás, así como con las cosas terrenales, tales como el tiempo y el dinero. Las malas noticias sobre el pecado son que es como una enfermedad que debilita cada parte de nuestras vidas. Las buenas noticias son que Dios nos ama más de lo que podamos imaginarnos y él comprende nuestras debilidades. Él nos perdona por su gracia y nos sana, si confesamos nuestros pecados y nos apartamos de ellos. Alcanzando la zona cero con Dios. Algunas veces el agotamiento es el resultado de una vida en crisis. Cuando estás en medio de una crisis, cuando has llegado al final de la cuerda, cuando pareces no encontrar los recursos internos para seguir un día más, con frecuencia alcanzarás el lugar de la “zona cero” con Dios. Es aquí cuando descubres quién realmente es él, y lo que en realidad crees tú. La zona cero es un término usado para designar el área inmediata de explosión de una bomba nuclear, y algunas veces la vida envía “bombas” que te dejan sintiéndote como si estuvieras en un invierno nuclear. Los inviernos nucleares de la vida son tiempos cuando debes aceptar quién realmente es Dios. Así que de una manera estos tiempos son desafíos extremos, pero de otra manera son “regalos” de Dios, porque
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ellos te dan una perspectiva real de lo que es valioso y lo que no lo es, ellos te muestran quienes son en realidad tus amigos, y te obligan a aceptar a Dios bajo sus propios términos. Esta es la historia de una de mis experiencias en la “zona cero”. En enero de 1994, debido a un terrible accidente, una pieza de metal fracturó mi cráneo y destruyó mi ojo derecho. Justo antes que el accidente ocurriera, mi esposo había renunciado como pastor y nos habían aumentado la renta del lugar que alquilábamos. Esto significaba que teníamos sesenta días para encontrar otro lugar donde vivir y otra fuente de ingresos. En esa época teníamos un incipiente negocio (The Elijah Company) que obviamente no era capaz de sostenernos financieramente. Mientras estaba recobrándome de la cirugía que me extrajo mi ojo, llegaron cristianos bien intencionados a aconsejarme. Casi todos sus consejos fueron variaciones sobre cinco temas; o (1) resulté herida porque debió haber un pecado en mi vida, o (2) de alguna manera “me salí de mi cobertura de autoridad” y por eso me sucedió, o (3) yo nunca hubiera sido herida, si mi esposo no hubiera decidido dejar el pastoreo, o (4) Dios estaba enseñándome una poderosa lección a través de esto, o (5) yo debo ser una persona muy especial para Dios, para que él haya permitido que me sucediera esto. Todos estos conflictivos consejos me confundieron emocionalmente aún más y comencé a sentir que vomitaría si escuchaba Romanos 8:28 una vez más. Después de mi alta del hospital, tenía que ser muy cuidadosa al incorporarme, y se suponía que no debía levantar o hacer ningún trabajo físico por seis semanas. El único aspecto reconfortante de esas seis semanas fue una cinta que me envió mi hermana con el coro, “I’m going to walk right out of this valley, lift my hands and praise the Lord!” (“¡Voy a salir de este valle, a levantar mis manos y a alabar al Señor!”) No sé el nombre de este himno, pero lo tocaba una y otra vez. Pero sucedió algo increíble. Algunas personas que había pensado que eran buenos amigos, se esfumaron, pero gente que casi no conocía, comenzaron a empacar las cosas de la casa por mi. Nos trajeron comida y ofrecieron cuidar a los niños. Un grupo de la iglesia de otra parte del pueblo llegó el día que debíamos mudarnos, rentaron un camión de mudanzas, lo cargaron, lo condujeron a nuestro nuevo domicilio, lo descargaron, y limpiaron la casa vieja. Luego se presentaron con una “ofrenda de amor” con dinero suficiente para ayudarnos a comenzar en la nueva dirección hacia donde sentimos que Dios nos estaba guiando. Los desafíos continuaron. El haber perdido un ojo significó el perder la percepción de profundidad y balance, así que tuve que re-aprender cómo hacer muchas, muchas cosas que nunca antes me había percatado que dependían de mi coordinación mano-ojo, balanceo, y percepción de profundidad. Este fue un largo y terrible proceso, pero tuve que seguir, porque la vida no se detiene solo porque fui herida. Tengo niños que necesitan cuidados, dos de los cuales necesitan cuidado especial porque han atravesado por enfermedades que requieren tratamientos de por vida. Tengo una casa que necesita manejo y un negocio que necesita que escriba catálogos, hablar en convenciones y hacer exhibiciones en ferias del libro. Hubo veces durante esos primeros años después del accidente cuando estuve colgando emocional y espiritualmente, de un delgado hilo. Pero ¿saben que? A pesar de lo difícil que fueron estos tiempos, algo de la “zona cero” acerca de Dios estaba siendo formado en mí. Francis Shaeffer siempre describió nuestra relación con Dios como una serie de “reverencias”. Bueno, tuve que inclinarme ante la bondad de Dios. Esto significó que tuve que reconocer que él es Dios y yo no. Es difícil de explicar, pero me dí cuenta de que Dios es Dios, así que él siempre tiene razón, sin importar lo que suceda y sin importar lo que yo pueda pensar acerca de lo que él hace. Y él me ama, no importa lo que parezca. Puede que no tenga sentido, pero fue muy liberador
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saber que mi vida estaba fuera de mi control y en las manos de un Dios “cuyo trabajo es perfecto y todos sus caminos justos.” Muchos meses después de la cirugía, fui a una de mis citas mensuales con el doctor y sucedió que estando sentada en la sala de espera junto a un hombre que también había perdido su ojo, le pregunté qué le había ayudado a pasar por ello y me contó su historia. Él había sido un trabajador que al estar reparando líneas telefónicas, el poste donde él estaba trepado, se desprendió de la base y cayó sobre él. Todo el lado derecho de su cuerpo fue aplastado y tuvo que pasar por múltiples cirugías para recobrar el uso limitado de sus miembros y la reconstrucción de su cara. Esto fue lo que me dijo, - “Durante los primeros meses a un año, todo lo que puedes pensar es acerca de lo que te sucedió y de lo malo que te encuentras. Entonces, después de un año, solo pensarás en ello pocas veces al día. Después de otro año, solo pensarás acerca de ello un par de veces por semana, luego un par de veces al mes, y entonces proseguirás con tu vida y ya casi nunca piensas en ello.” Ya han pasado más de diez años, y el hombre tenía razón. Hay un “regalo” final que quiero mencionar. Uno de mis mayores lamentos privados en la pérdida de mi ojo, fue el descubrir que ya no podría montar un caballo, porque me marearía y perdería mi balance. Luché con ese sentimiento porque era una de las cosas que más amaba hacer y me había sido quitada. Entonces, en el otoño de 1999 fui a un servicio de los “Cowboys for Christ” (Vaqueros para Cristo) durante el All-American Quarter Horse Congress (Congreso del todo-americano caballo cuarto de milla). Uno de los hombres que habló en el servicio (Steve Heckman) había sido un famoso entrenador de caballos que estuvo involucrado en un horrible accidente de tráfico que le aplastó el lado derecho de su cuerpo, mató a su esposa, e hirió a su hijo menor. Él había pasado por múltiples cirugías y una larga rehabilitación. Ese día en la iglesia, él compartió cómo el accidente había transformado totalmente su vida y lo había traído a Cristo. Él había aprendido a caminar de nuevo, pero uno de sus retos mayores fue el montar de nuevo, porque había perdido su ojo derecho y ya no tenía el balance y la percepción de profundidad que necesitaba para permanecer en la silla. Con la ayuda de amigos, él aprendió a montar de nuevo y regresó a la arena de exhibición, ganando en el evento más grande del Caballo de Cuarto de milla del mundo. Así que, ¿adivinen qué?; comencé a montar de nuevo. Tenía miedo y luché, pero lo hice. Me compré una yegua de exhibición y comencé a tomar lecciones de doma clásica y a aparecer en exhibiciones de adiestramiento. Así que, ¿cuál es el punto en todo esto? Bueno, uno de los puntos es que tu experiencia en la “zona cero” puede representar el momento crucial en la vida de alguien más. Otro punto es que las experiencias en la “zona cero” eventualmente entrarán en la fase de: “Esto también pasará” y la vida continuará. El tercer punto es que siempre habrá alguien más cuyas experiencias en la “zona cero” harán que las tuyas se vean como un juego de niños. El cuarto punto es que, después de una experiencia en la “zona cero”, los problemas cotidianos ya no parecen tan difíciles de sobrellevar. Y el punto final es que estas experiencias pueden ser “regalos” disfrazados, regalos que te traerán cara a cara con quién es realmente Dios. Así que, el agotamiento, el agobio, y todos los retos emocionales, espirituales y físicos que los acompañan, pueden terminar algún día formando parte de tu testimonio. Para terminar, sé que este artículo ya se alargó demasiado y lo he convertido en un testimonio, pero antes de terminar, quiero compartirles acerca del funeral de mi padre. Él falleció inesperadamente y nuestra pena fue intensa, pero el funeral fue una celebración familiar de su vida y fe en Dios. Mi hijo
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James cantó uno de los himnos favoritos de mi papá. Mi esposo y yo hablamos y compartimos memorias de su vida, y su nieta leyó un poema que ella había escrito. Durante los preparativos para el funeral de mi padre, comencé a pensar acerca de mi abuela Carolina Blackshear Bridges. Cuando ella falleció hace cerca de 30 años, yo manejé hasta Blakely, Georgia para asistir a su funeral. Mientras miraba a mi alrededor a sus hijos, nietos y bisnietos, así como a todos los amigos que se habían congregado en la Primera Iglesia Bautista de Blakely para presentar sus respetos a la mujer que todos llamábamos “Miss Carrie”, pensé en Éxodo 20:5 que dice que Dios “...visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación...” De repente me detuve ante la realidad de que lo contrario de esa Escritura también es verdad. Dios bendice a los hijos de los justos hasta la tercera y cuarta generación. Supe que Miss Carrie había sido una cristiana. Su padre murió cuando ella era una niña, pero su abuelo materno era un cristiano quien decía haber recibido un llamado de Dios para hacerse misionero para la entonces salvaje y escasamente poblada de apartados asentamientos, Georgia. Su nombre era James C. Bass, y viajaba hasta lejanos aserraderos y, parado sobre los restos de un tronco, predicaba el evangelio a los rudos leñadores. Este abuelo hizo un poderoso impacto en la vida de Miss Carrie. Así que en el funeral de mi abuela hace más de medio siglo después de que James C. Bass muriera, me di cuenta de que casi todos los hijos, nietos y bisnietos de Miss Carrie eran cristianos. Mientras me encontraba sentada durante ese funeral, me sentí embargada por la gratitud de mi buena herencia. Entonces, en el funeral de mi padre (hijo de Miss Carrie), nuevamente vi a los hijos, nietos y bisnietos; tres generaciones que habían sido afectadas todas ellas por la creencia en Dios de mi padre. Mi padre no solo era un cristiano, era un caballero sureño, quien impartió un legado de lealtad, integridad, principios, productividad y confianza a sus hijos, nietos y bisnietos, así como también a todos aquellos a su alrededor. Él nos dio a todos la firme creencia de que la vida de cada persona puede contar para algo. Hablé en el funeral de mi padre, y lo que compartí fue que Dios es fiel en bendecir a los justos. Una persona justa puede impactar cuatro generaciones, y esas cuatro generaciones puede cada una impactar a cuatro generaciones después de ellas, para que el impacto de la rectitud sea interminable mientras se abre camino al futuro. De hecho, la Biblia nos dice que “Dios hace misericordia a millares, a los que aman y guardan sus mandamientos.” (Éxodo 20:6) ¿Qué les parece? Podemos traer misericordia y constante amor a mil generaciones simplemente por el hecho de amar a Dios y guardar sus mandamientos. Así que, creo que lo que deseo decirle a cada uno de los que leen este artículo es que tu vida puede afectar para siempre. Quizá no tengas generaciones de justos antes de ti, pero puedes comenzar donde estás ahora afectando a tus hijos, nietos y bisnietos – al menos a tres generaciones después de ti. Y cada uno de ellos pueden a su vez afectar al menos tres generaciones después de ellos. Y quién sabe, si Dios pensó una vez en perdonar a Sodoma por solo diez hombres justos que hubiera allí, quizá tu presencia en tu propia ciudad tenga más impacto de lo que tu puedas haberte imaginado. Rectificación Ya se que este artículo tiende a sonar como si yo ya lo hubiera logrado todo. Nada podría estar más lejos de la verdad. Es solo por la gracia de Dios que soy ahora una mujer verdaderamente sana, y he hecho malas decisiones y he fracasado en más de lo que debía. Así que me siento muy hipócrita al escribir este artículo.
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Lo que me hace audaz para escribirlo es que me encantaba escuchar a John Wimber, fundador de los Vineyard Fellowhips (Viñedos de compañerismo). La vida de Wimber impactó a miles, pero cada vez que él hablaba, libremente aceptaba que no había nada de valor en él. Con frecuencia decía, “Solo soy un hombre gordo tratando de llegar al cielo.” Bueno, pues me parezco mucho a eso. Solo soy una desgastada y temeraria mamá tratando de llegar al cielo.” Cuando las pruebas y los retos les lleguen de todos lados, considérenlo como una forma de regalo amigos. Saben que bajo presión tu vida de fe es forzada a expandirse y mostrar sus verdaderos colores. Así que no traten de salir de nada prematuramente. Dejen que haga su trabajo, para que los convierta en seres maduros y bien desarrollados, sin deficiencias de alguna clase. Si tú no sabes lo que estás haciendo, ora al Padre. A él le gusta ayudar. Obtendrás su ayuda y no será renuente a ello cuando se lo pidas. Pídele con audacia, con fe, sin duda alguna (Santiago 1:1-5)
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