EL ATAQUE DE LOS CUARENTA Y CIENTOS MIL...CIEN ROBOTS

“El ataque de los cuarenta y cientos mil... cien robots” “EL ATAQUE DE LOS CUARENTA Y CIENTOS MIL...CIEN ROBOTS” TEXTO AMALIO RODRÍGUEZ ILUSTRACIONES
Author:  Pedro López Luna

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“El ataque de los cuarenta y cientos mil... cien robots”

“EL ATAQUE DE LOS CUARENTA Y CIENTOS MIL...CIEN ROBOTS” TEXTO AMALIO RODRÍGUEZ ILUSTRACIONES JUANFER BRIONES

Cuento basado en los juegos habituales de Joan Rodrígez Ros, sus hermanos y sus amigos.

Relatos a medida.

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“El ataque de los cuarenta y cientos mil... cien robots”

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o último que podían imaginar Joan y Miquel aquella mañana, mientras sus papás les llevaban al colegio Litterator, era que acabarían el día convertidos en superhéroes y salvarían el planeta.

“Papá, ¿cuando acabe el cole puedo jugar con el iPad?” Preguntó Joan. “Si te portas bien sí.” Contestó su papá, mientras Miquel con gesto triste preguntaba: “¿Y yo?” “Claro, pero te tienes que portar bien, como Joan, sino nada.” respondió su mamá mientras les bajaba del coche para llevar a cada uno a su fila de clase, como siempre corriendo, porque, como siempre, volvían a llegar a clase un poco tarde. Joan y Miquel subieron las escaleras que les llevaban a cada uno a su clase. Joan, junto a sus amigos Tom, Martin y Mario iban hablando de lo que habían hecho el fin de semana. Mientras los papás de Joan y Miquel se fueron a llevar a Mercé, la hermana pequeña, a la guardería. La mañana transcurría con normalidad, Daniel, el profe de Joan, hacía un dictado, María, la profe de Miquel, les explicaba cómo hacer una ficha. Todo normal si no hubiese sido por aquel extraño sonido que se escuchaba a lo lejos. Era como un zumbido, mezclado con algo que parecían gritos, sonaba lejos, muy lejos, de pronto, Dani notó como el contenido de la botella de agua que había sobre su mesa empezaba a vibrar, cada poco tiempo, con un ritmo extraño “POOM, POOOOM, POOOOOOM, POOOOOOOOOM” como si un gigante a lo lejos pisase y a cada pisada el agua se moviese levemente. “Tom, quítate de la ventana y sientate” Dijo Dani, mientras Joan, Martín y Mario se acercaban a la ventana con la boca abierta. “Sentaos” Repitió Dani, sin levantar la cabeza del libro de los deberes que estaba rellenando... “Sentaos, por favor, no lo digo más” Repitió Dani levantando un poco la voz. “Pero es que...” Balbuceo Mario sin dejar de mirar por la ventana... “Se acerca un robot gigante” Dijo Tom sorprendido. “Vale ya con los robots, qué imaginación Dios mío... ¿Un robot? Yo os voy a dar robot” Atajó Dani... “Bueno, uno no...” Corrigió Joan y añadió gritando mientras señalaba la ventana “¡CUARENTA Y CIENTOS MIL... CIEN ROBOTS!”

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“El ataque de los cuarenta y cientos mil... cien robots” Dani se levantó de su silla y se acercó a la ventana, a lo lejos como manchas verticales de metal, cientos de robots gigantescos se acercaban al colegio Litterator mientras escupían fuego por la boca y arrasaban todo a su paso. Dani se quedó con la boca abierta, tan abierta que Joan le empujó la barbilla hacia arriba para cerrarsela mientras le preguntaba: “¿Y ahora qué hacemos?” Dani miró a sus alumnos y dijo fingiendo tranquilidad: “¿Correr?”

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or la puerta apareció la melena bicolor, rosa y castaña, de María, la profe de Miquel, que les dijo que saliesen todos y fueran hacia el hall principal, pero Miquel, que iba tras ella, se escurrió y se colocó junto a Joan, Tom, Mario y Martín, los cuatro se escondieron en la clase mientras el resto salían. Los robots cada vez estaban más y más cerca. “¿Quién ha sido?” Preguntó Mario. Martín miró a Mario y dijo, vergonzoso: “He sido yo, se me ha escapado a mí el pedo” Todos rieron sonoramente y Mario aclaró “Que quién ha sido el que ha enviado los robots a atacarnos” Miquel miró a Joan y éste, de pie, mirando por la ventana, dijo “¿Quién va a ser? El Doctor Ivanovich, chicos” El malvado Doctor Ivanovich atacaba ahora con robots, su maldad no conocía límites. Hasta entonces no había pasado de cosas menores; secuestro de cromos, robo de balones, empujones y alguna que otra torta, pero aquello iba más allá de todo lo normal, ¡había enviado un ejercito de robots contra el Colegio Litterator! Y no un ejercito cualquiera, un ejercito compuesto por cuarenta y cientos mil... cien robots. Miquel miró al resto de niños y dijo con gesto serio: “Chavales, tenemos que transformarnos” “No, no podemos hacerlo” Dijo Tom “Nuestros padres descubrirán que tenemos poderes” Añadió Martín. “Yo, prefiero que lo descubran a que me pise la pezuña de uno de esos robots” Zanjó Joan. “Pues no se hable más” Dijo Mario mientras sacaba del bolsillo una piedra aparentemente normal, al igual que el resto de niños. Todos acercaron sus manos, cada uno con una piedra, al centro del circulo que habían formado con sus cuerpos y gritaron. ¡PODER DE LOS ELEMENTOS A MI!

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“El ataque de los cuarenta y cientos mil... cien robots” Algo parecido a una explosión de luz, agua, viento, fuego, hielo llenó la habitación transformando a los niños en cinco superheroes, vestidos con brillantes uniformes cada uno del elemento que le daba su poder, justo en el momento en que la zarpa de un robot se colaba por la ventana de la clase. Joan convertido en el señor del fuego lanzó un rayo destructor de fuego que dio de lleno en el robot, tumbándole sobre el patio del colegio. Miquel salió volando con una estela de hielo tras él mientras lanzaba bloques de hielo de sus manos que impactaban contra el pecho metálico de los robots, Tom, como un haz de luz volador, daba vueltas alrededor de un par de robots que, al calentarse, empezaban a tomar un tono rojizo y poco a poco se iban derritiendo. Mario, en el centro del patio, convertía sus dedos en chorros de agua a presión que golpeaban el cuerpo de los robots que, poco a poco, se iban oxidando. Algo de suponer teniendo en cuenta que el Doctor Ivanovich, por ahorrarse unos euros, había construido los robots de material no inoxidable... ¡Tacaño! Martin, con su poder del viento lanzó tornados contra los robots que salieron disparados hacia lo lejos y al caer se destrozaban en mil pedazos. Casi habían acabado con todos los robots, solo quedaban dos “Dejadme a mí” Dijo Miquel mientras construía con sus manos una muralla circular de hielo que se levantaba desde el asfalto, muralla que encerró a los robots en su interior. Joan, volando, se situó sobre ellos y lanzo un rayo de fuego destructor que acabó con ellos y convirtió la muralla de hielo en un charco que mojó todo el patio.

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Los cinco superheroes, en el centro del patio, mojados de arriba a abajo, miraron su obra mientras sonreían unos a otros “La hemos liado” dijo Joan y todos rieron tanto y tan fuerte que no se dieron cuenta de que por su espalda se acercaba un último y gigantesco robot, el más grande de todos, en la cabeza del robot y sentado a los mandos se podía ver la figura del malvado Doctor Ivanovich que reía mientras con uno de los pies metálicos del robot pisaba a los cinco niños. Ellos aguantaban el pie de metal para que no los aplastase, pero era casi imposible, todos sudaban, intentaron lanzar rayos de fuego, viento, hielo, agua o luz, pero no había forma... era el fin.

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Pero, de pronto, un rayo rosa surco el cielo, atravesando el cuerpo metálico del gigantesco robot, que se tambaleó y cayó al suelo, liberando a los cinco superheroes, que aprovecharon el momento para acabar definitivamente con el gigantesco robot. ¿Quién era? Se preguntaban todos... ¿Quién les había salvado? Mientras estaban en esas cabilaciones, la cabina en el interior de la cabeza del robot se abrió y el Doctor Ivanovich salió lentamente del interior, todos se pusieron en guardia, pero el Doctor no tenía ganas de luchar, ya no, habían ganado, habían vencido. Joan se acercó a él y le preguntó. “¿Qué quieres de nosotros? ¿Por qué haces esto?” El Doctor Ivanovich les miró y con algo de miedo les dijo “Yo, solo, solo, solo quiero que juguéis conmigo, quiero ser vuestro amigo” Todos se miraron entre sí y Miquel se acercó al Doctor Ivanovich, le colocó un brazo sobre el hombro y le dijo “Tienes una forma muy rara de pedir las cosas pero por mí vale” y mirando al resto de superheroes preguntó “¿Y por vosotros?” Todos asintieron, dejaron que el Doctor Ivanovich fuera un amigo más del grupo, sin poderes, sin engaños y por supuesto sin robots.

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odos los alumnos y maestros estaban a salvo, se llamó a los papás para que se llevasen a casa a los pequeños y poder limpiar todo el desastre del patio. El papá y la mamá de Joan y Miquel, que seguían alucinando con lo que les habían contado que habían hecho sus hijos, llegaron, abrazaron a Joan y Miquel y les sentaron a los dos en sus sillitas. Dentro del coche, Mercé, con el chupete en la boca, les miró sonriendo. Joan, miró a Miquel y le preguntó a Mercè “¿Cómo te has portado en la guardería, Mercè?” “Fenomenal” aseguró ella mientras sonreía y sacaba una piedra aparentemente normal del bolsillo, se la enseñaba a sus hermanos y, llevándose un dedo a la boca, susurró, mirando de reojo a sus papás, “Shiiiiiiiii”

¡Era ella! Pensaron Joan y Miquel, el rayo rosa que les había salvado la vida a los

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“El ataque de los cuarenta y cientos mil... cien robots” cinco superheroes era ella... Ni que decir tiene que esa tarde Joan y Miquel jugaron con el iPad porque se habían portado muy bien, además, claro está, de haber salvado al planeta una vez más, como volvieron a hacer unas semanas más tarde cuando el malvado Capitán Babuchas intentó dominar el mundo a golpe de zapatilla. Pero esa es otra historia que contaremos otro día... si os portáis bien.

FIN

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