14/3/2016 Nº 185
INTERNACIONAL
EL BREXIT: UN DESAFÍO PARA TODO EL CONTINENTE Stephen Booth, codirector de Open Europe Traducción: Estefanía Pipino
Una historia breve Todas las naciones tienen su propia versión de la historia y lo mismo sucede con la visión que cada Estado miembro de la UE tiene de su lugar en Europa y de su pertenencia a ella. A riesgo de incurrir en una generalización indiscriminada, el Reino Unido, a diferencia de muchos de sus socios continentales, nunca ha considerado el “proyecto europeo” como un sustituto del Estado nación. Factores como su geografía, su larga tradición de democracia parlamentaria, la diferente forma en que se vivió la Segunda Guerra Mundial y su perspectiva global han contribuido a mantener la ambivalencia británica hacia la integración europea. Por otra parte, el Reino Unido ha estado al frente de muchos de los grandes logros de la UE. Fue el principal impulsor del desarrollo del mercado único y de las ampliaciones, que han traído prosperidad, libertad y democracia a gran parte de Europa. El quid del debate actual sobre la relación del Reino Unido con la UE se remonta al Tratado de Maastricht. Dicho acuerdo fijaba el camino a la unión económica y monetaria, y también concedía al Reino Unido la exclusión voluntaria. Se produjeron discusiones a nivel nacional sobre si el Reino Unido podría o debería eventualmente unirse, aunque este debate ya ha sido zanjado y ningún político mayoritario apoyaría ahora la unión a la moneda única. Mientras tanto, la UE continuaba su desarrollo con nuevos tratados y ampliaciones. Durante todo este tiempo, la premisa de la “unión cada vez más estrecha” no sufrió ningún desafío –unirse al euro constituye una obligación para todos los nuevos Estados miembros, sólo Dinamarca y el Reino Unido tienen cláusulas formales de exclusión– y los resultados incómodos en los referendos simplemente se pasaban por alto. La diferencia entre la zona euro y el resto de la UE quedó patente como resultado de la crisis de la moneda única y las medidas tomadas para rescatarla. Nadie puede predecir el destino final del euro, pero la actual dirección –si bien renqueante– hacia una mayor integración económica y política plantea una pregunta fundamental y existencial para el resto de la UE: ¿cuáles deberían ser los ci-
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“Poco más del 35% de los productos que el Reino Unido exporta a la UE pertenecen a sectores con grandes aranceles y quedarían en posición vulnerable. El Reino Unido no puede irse alegremente de la UE. Necesitaría un nuevo acuerdo comercial”
mientos y el cemento que una a los Estados miembros? Los dos candidatos evidentes son la moneda única y el mercado único. Independientemente del referéndum de este año en el Reino Unido, el resultado final de la batalla entre estas visiones contrapuestas sobre el futuro de la UE será el que podría determinar la permanencia o no a largo plazo del Reino Unido en la UE. Es por esto que los objetivos estratégicos más importantes de las negociaciones de David Cameron con la UE eran sus exigencias para ser excluido de esta “unión cada vez más estrecha” y obtener salvaguardas para aquellos Estados que no formasen parte de la Eurozona. El lenguaje propuesto por la “unión cada vez más estrecha” para el nuevo acuerdo entre el Reino Unido y la UE ha resultado ser una aclaración bastante útil de la posición del Reino Unido en la UE y, en su interpretación más fuerte, podría ser un paso en la dirección a una UE más flexible con multitud de monedas y sistemas. El hecho de que la UE tendrá que compaginar dos categorías de Estados, donde en uno se estaría sujeto a las condiciones de la “unión cada vez más estrecha” y en otro no, podría forzar el cambio. Por ejemplo, el acuerdo sugiere que el Reino Unido podría estar sujeto a condiciones específicas dentro de las normas financieras de la UE que reflejasen que ha abandonado la unión bancaria de la UE y rechazado una mayor integración en esta zona. El hecho de que la UE se haya mostrado poco dispuesta, llegados a este punto, a mantener un debate más fundamental sobre la necesidad de acometer reformas estructurales más amplias, se debe en gran medida a los desacuerdos existentes entre los miembros de la Eurozona sobre el grado (exacto) de integración al que debería apuntar la moneda única y, por tanto, sobre cómo se diferenciarían los derechos y responsabilidades de los Estados miembros no pertenecientes a
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la Eurozona, como el Reino Unido. Dado que estas cuestiones permanecen en gran parte sin resolver, poder saber en qué proporción las negociaciones del Reino Unido serán un punto de inflexión es algo necesariamente incierto. Aquellos que se inclinan hacia votar “abandonar” temen que, tras el referéndum, las concesiones prometidas al Reino Unido se dejen de lado y que continúe el proceso de integración progresiva en la UE. Otros argumentan que el acuerdo establecería claramente la exclusiva relación semiseparada del Reino Unido con la UE y reflejaría que, para el Reino Unido, el culmen de la integración europea ya habría pasado, una posición que establecería el punto de salida de cualquier negociación de futuros tratados europeos para una mayor integración de la Eurozona, que podrían comenzar entre 2017 y 2020.
No está claro el impacto económico a largo plazo del Brexit en el Reino Unido Sin embargo, ahora que las negociaciones han acabado, la elección que se le presentará al electorado británico en la papeleta de votación del referéndum de junio sobre la UE resulta bastante cruda: “abandonar” o “permanecer”. Las afirmaciones sobre el impacto del Brexit tienden a exagerarse a ambos lados del debate. Algunos han dicho que se podrían perder 3 millones de puestos de trabajo en el Reino Unido y que el país caería en un espléndido aislamiento si dejase la UE. Otros parecen sugerir que de un solo golpe el Reino Unido sería libre, que daría pasos agigantados en el escenario mundial y que aumentaría radicalmente el comercio en dicho proceso. Es poco probable que las implicaciones de esto, independientemente del resultado de la votación, sean tan blancas o negras. Resulta complicado dar una cifra exacta del efecto que tendría el abandono del Reino Unido, sobre todo porque nadie sabe exactamente cómo sería la vida fuera de la UE. También se deben realizar asunciones sobre la naturaleza de la UE con o sin el Reino Unido, como el grado de liberalización comercial o proteccionismo
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“La relación con la UE sólo es una parte de la historia post-Brexit. Para prosperar en el exterior, el Reino Unido tendría que estar preparado para emprender pasos activos hacia una liberalización y desregulación comercial”
que se daría en el mercado único en el futuro. Tomando como base los modelos de impacto comercial del Brexit y el análisis de las normativas europeas más significativas, la valoración económica de Open Europe es que, para 2030 y fuera de la UE, el Reino Unido podría sufrir una pérdida permanente de un 2,2% de su PIB en el peor de los escenarios –según el cual el Reino Unido no conseguiría cerrar ningún acuerdo comercial con el resto de la UE y no tendría una agenda de libre comercio–. Por otra parte, en el mejor de los escenarios, podría experimentar un incremento del 1,6% de su PIB para 2030 –según el cual el Reino Unido se abriría al comercio con la UE y el resto del mundo, siguiendo una ambiciosa desregulación1–. El intervalo más probable varía entre -0,8% y +0,6%. Así pues, por sí mismo, el resultado del Brexit no está preestablecido. A corto plazo sin duda habría un periodo de incertidumbre, cuyo efecto económico resulta muy complicado predecir ya que podría tener implicaciones negativas para la entrada de inversiones. Pero el hecho de que el Reino Unido sufra o prospere a largo plazo dependerá de la diplomacia con la UE y de su apertura a la globalización. La UE sigue siendo el mercado de exportaciones más importante del Reino Unido, aunque el porcentaje de exportaciones al resto del mundo ha ido en aumento en la última década. Las sucesivas rondas de liberalización comercial han reducido el coste de abandonar la unión aduanera de la UE, sobre todo para los exportadores
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Open Europe, ‘What if…? The consequences, challenges and opportunities facing Britain outside the EU’, marzo de 2015: http://openeurope.org.uk/intelligence/britain-and-the-eu/what-if-there-were-a-brexit/
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“Fuera de la UE, el Reino Unido podría adoptar políticas inmigratorias diferentes. Sin embargo, limitar la oferta de mano de obra podría hacer que su economía fuera menos competitiva, ya que aumentarían salarios y precios”
de productos industriales. Sin embargo, a pesar de que la media arancelaria de la UE es baja, esto enmascara varios “picos arancelarios” en sectores importantes. Por ejemplo, un poco más del 35% de los productos que el Reino Unido exporta a la UE pertenecen a sectores donde la UE impone grandes aranceles como el automovilístico, químico, textil, alimentario, de bebidas y tabacalero. Por tanto, estos sectores estarían en una posición vulnerable en un escenario Brexit que no incluyese un acuerdo comercial preferencial del Reino Unido con la UE. Entre tanto, la bajada de los aranceles mundiales ha desplazado el foco de la liberalización comercial a las barreras no arancelarias, que incluyen complejas negociaciones sobre reconocimiento mutuo de normativas, acceso al mercado para los servicios y el entorno de inversión. Para el Reino Unido, que es líder mundial en el comercio de servicios, esto es extremadamente importante. Es por esto que el Reino Unido no puede irse alegremente de la UE. Necesitaría un nuevo acuerdo comercial.
¿Qué acuerdo reemplazaría a la pertenencia europea? En vista de todo esto, mucho dependería de la relación que se desarrollase entre el Reino Unido y el resto de la UE. Sería de interés para ambos llegar a un acuerdo, pero las condiciones serían importantes y, en ocasiones, la lógica fría y calculadora no prevalece en las negociaciones, sobre todo a corto plazo. Es probable que el resto de Estados miembros de la UE se sientan ofendidos por el abandono del Reino Unido. Es más, algunos países de la UE podrían sentirse inclinados si no a “castigar” al Reino Unido, al menos sí a mandar un mensaje a aquellos que pudieran sentir deseos de seguir el ejemplo de Londres y dejar la UE.
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Es probable que este sentimiento se diluyese con el tiempo, pero plantea una pregunta más importante: ¿qué tipo de relación querría tener el Reino Unido con la UE y qué estaría dispuesta a dar la UE? Igual que la pertenencia a la UE, todos los modelos existentes acarrean contrapartidas difíciles. El pleno acceso al mercado europeo significa aceptar mayores “obligaciones”, ya sean normativas, relativas a alguna forma de contribución al presupuesto europeo o a la libre circulación de personas2. El artículo 50 de los Tratados de la UE contempla una negociación de dos años en caso de retirada, pero la historia de las negociaciones comerciales sugiere que el proceso para alcanzar un nuevo acuerdo podría durar entre cuatro y diez años. Muchos de los defensores del abandono han ignorado hasta ahora el argumento de las alternativas a la pertenencia a la UE aduciendo que el Reino Unido negociaría su propia “opción británica” adaptada a sus propias circunstancias. Probablemente tengan razón –el Reino Unido estaría en una posición única y probablemente esto requiera un acuerdo único– y parece inconcebible que el gobierno no esté preparando planes de contingencia en el caso de que se produzca el Brexit. Sin embargo, las contrapartidas fundamentales no se pueden evitar. Estas contrapartidas son en la misma medida políticas y económicas y no son totalmente blancas o negras. ¿Un acuerdo de salida daría prioridad al acceso al mercado por encima de la reducción de la inmigración o viceversa? ¿Trataría el Reino Unido de quedarse dentro del Mercado Único (al estilo de Noruega) para asegurarse la continuidad del acceso al mercado europeo (evitando algo de las perturbaciones del comienzo), aceptando que esto conllevaría seguir con la adhesión a muchas de las normativas consideradas una molestia y sin tener voz ni voto sobre cómo se fijan dichas normativas? ¿O daría prioridad a una mayor independencia (¿y qué haría con ella?) a través de un acuerdo bilateral como el suizo, con el coste de un acceso reducido al mercado europeo para algunas industrias británicas cruciales? 2
Véase, por ejemplo, Open Europe Blog, ‘What would a ‘Norway-style’ relationship with the EU entail?’, 28 de octubre de 2015: http://openeurope.org.uk/today/blog/what-would-a-norway-style-relationship-with-the-euentail/
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“Un resultado de abandono de la UE en el referéndum a pesar de que en Escocia hubiera ganado la permanencia, provocaría nuevas demandas difíciles de resistir que exigirían otra votación sobre la independencia de Escocia”
Las negociaciones acerca de los aranceles y el acceso al mercado de los productos probablemente sería algo relativamente simple. Pero garantizar el acceso al mercado europeo de los exportadores de servicios del Reino Unido probablemente sea algo considerablemente más complejo, sobre todo en lo referido a los servicios financieros. Es muy probable que esto se convirtiera en un escollo para ambos lados en unas negociaciones post-Brexit. Mientras que, en principio, dejar la UE no excluye a las empresas financieras británicas del acceso al mercado, parece haber poca zona intermedia entre ser tratado por la UE como un Estado tercero, con las restricciones e incertidumbre sobre el acceso al mercado transfronterizo que esto conlleva, o seguir siendo de alguna forma un miembro del Mercado Único Europeo, lo que significa aceptar las reglas de la UE sin tener voto sobre ellas. Del mismo modo, es probable que la libre circulación de personas sea una cuestión altamente compleja en una negociación post-Brexit entre el Reino Unido y la UE. Está claro que muchos de aquellos que voten por la salida exigirán que se limite la libre circulación de personas entre el Reino Unido y la UE. Sin embargo, como han experimentado Noruega y Suiza, cualquier cosa parecida al acceso al Mercado Único al que está acostumbrado el Reino Unido va de la mano de la libre circulación de personas. De hecho, en términos per cápita, ambos países aceptan más inmigrantes de la UE que el Reino Unido, a pesar de estar fuera de la UE, si bien ambos pertenecen al espacio Schengen y el Reino Unido no3.
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Open Europe, ‘Britain’s EU immigration debate: Norway and Switzerland are not the answer’, noviembre de 2014: http://openeurope.org.uk/intelligence/immigration-and-justice/norway-and-switzerland/
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La perspectiva post-Brexit del Reino Unido será importante: ¿abierta o cerrada? Bajo todas estas contrapartidas subyace un debate más amplio sobre qué tipo de país debería buscar ser el Reino Unido. No es ninguna coincidencia que existan varios grupos rivales compitiendo por hablar a favor del abandono en la campaña del referéndum sobre la UE. Hay formas distintas de euroescepticismo en el Reino Unido. Una, como en el resto del continente, está dirigida por la desconfianza soberanista y el temor a los efectos de la globalización, principalmente expresados como una oposición a la inmigración. Otra vertiente del euroescepticismo británico considera el Brexit como una oportunidad para “unirse al mundo” más allá de Europa. La suya es una visión de un Reino Unido hiperglobalizado y con redes en todo el mundo, y sus defensores parecen ser mucho menos hostiles a los grandes niveles de inmigración. No está claro qué visión ganaría a largo plazo si el Reino Unido se fuera. La relación con la UE sólo es una parte de la historia post-Brexit. En ninguno de los escenarios que hemos examinado se podría compensar el coste de dejar el Mercado Único y la Unión Aduanera Europea simplemente alcanzando un nuevo acuerdo comercial con la UE. Esto se debe al coste generalmente ignorado de establecer una frontera aduanera al comercio entre el Reino Unido y la UE, algo que probablemente se daría en cualquier acuerdo post-Brexit de la UE, incluyendo uno que implicase un acuerdo de libre comercio. Para prosperar en el exterior, el Reino Unido tendrá que estar preparado para usar su nueva libertad para emprender pasos activos hacia una liberalización y desregulación comercial. Garantizar el acceso a los acuerdos comerciales de los que ya disfruta el Reino Unido gracias a su pertenencia a la UE4 y abrir más la economía británica al comercio con el resto del mundo –incluyendo a EE.UU., la India, China e Indonesia–
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Esto no sería automático, ya que requeriría entablar negociaciones con terceros.
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es básico para que se pueda dar un crecimiento económico post-Brexit. Sin embargo, esto también significaría exponer a las empresas británicas y a sus trabajadores a la nueva competencia proveniente de los países de bajo costo y, por tanto, sería delicado en términos políticos. A pesar de que el Reino Unido ha estado tradicionalmente más abierto al libre comercio que el conjunto de la UE, una reciente encuesta de YouGov encontró que el 39% de los votantes pensaba que la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI o TTIP por sus siglas en inglés) entre la UE y EE.UU. sería algo negativo para el Reino Unido, mientras que sólo el 13% pensaba que sería algo bueno para el Reino Unido5. Es probable que los acuerdos comerciales que expusieran al Reino Unido a la competencia de bajos costes de las economías en desarrollo sean todavía más feroces. La tensión existente entre soberanía y globalización nunca se observa tan claramente como con la cuestión de la inmigración. Es evidente que la libre circulación de trabajadores no excluye las políticas de inmigración y control fronterizo, pero el tipo de políticas de inmigración escogido podría afectar profundamente a las oportunidades de crecimiento y competitividad del Reino Unido. Fuera de la UE, el Reino Unido podría adoptar políticas inmigratorias diferentes para alterar la composición de las habilidades importadas, las nacionalidades y aplicar el control fronterizo, como un nuevo régimen de visas o normas sobre las transferencias intraempresariales. Sin embargo, si estas políticas restringieran excesivamente la oferta de mano de obra del Reino Unido, esto podría tener un impacto negativo. Por ejemplo, limitar la oferta de mano de obra podría hacer que el Reino Unido fuera menos competitivo, ya que aumentarían salarios y precios. Si esto sucediera al mismo tiempo que el Reino Unido se abriese al libre comercio y a la nueva competencia de bajo coste de los mercados emergentes de la India y China, a algunas empresas británicas les resultaría aún más difícil poder competir.
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Sondeo YouGov para 38 Degrees, 25-26 de agosto de 2014: https://d25d2506sfb94s.cloudfront.net/cumulus_uploads/document/umt71i8wcn/38degrees_results_140826_TTIP_W(new%20tabs).pdf
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“Marginar y confinar el euroescepticismo y la democracia nacional a los extremos políticos, sólo enfrentará aún más a las élites europeas contra los movimientos insurgentes y podría tener consecuencias políticas explosivas”
Existen también otras consideraciones. Se otorga mucho peso a la capacidad que podría tener el abandono británico a la hora de precipitar la ruptura del Reino Unido, ya que Escocia probablemente votaría a favor de la independencia para poder permanecer en la UE. Es muy posible que este riesgo se esté exagerando. Es indudable que si el resultado del referéndum fuera que el Reino Unido debe abandonar la UE a pesar de que en Escocia hubiera ganado la permanencia, esto provocaría nuevas demandas casi imposibles de resistir que exigirían otra votación sobre la independencia de Escocia. Sin embargo, el resultado de esta votación sería incierto. Una cosa hubiera sido dejar el Reino Unido y unirse a la UE cuando ambos Estados eran miembros. Otra cosa totalmente diferente es dejar la Unión Esterlina y unirse a la UE sin el resto del Reino Unido —ya que éstas serían probablemente las condiciones exigidas por la UE y el resto del Reino Unido—, sobre todo ahora con el precio del petróleo casi en el nivel más bajo de su historia. Otra cuestión que necesita ser considerada cuidadosamente es el impacto que el Brexit podría tener en la República de Irlanda y en Irlanda del Norte, que podría ciertamente ser muy delicado. Debido a sus estrechos vínculos comerciales con el Reino Unido, Irlanda se vería afectada de forma desproporcionada por el Brexit. En el peor de los casos, Irlanda podría experimentar una pérdida permanente de un 3,1% de su PIB en 2030. Incluso en el mejor de los casos, la pérdida aún sería del 1,1% del PIB. El problema más importante que habría que abordar serían los acuerdos para establecer una nueva frontera entre la República e Irlanda del Norte6.
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Para ver una discusión más amplia, véase Open Europe, ‘How would Brexit impact Ireland?’, abril de 2015: http://openeurope.org.uk/today/blog/how-would-brexit-impact-ireland/
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¿Qué significaría el Brexit para el resto de Europa? Mientras que las implicaciones a corto plazo del Brexit le importan más al Reino Unido, a largo plazo podría tener consecuencias profundas e impredecibles para el resto de la UE. El Reino Unido aporta unos 14.000 millones de euros anuales al presupuesto europeo y, si abandonara la UE, el Mercado Único encogería un 15%. El resultado del golpe que el Brexit asestaría al prestigio global y a la autoconfianza de la UE es más difícil de calcular, pero podría ser mucho más significativo. El Reino Unido es una de las principales potencias militares de la UE, representa el 24% de todo el gasto europeo en defensa, con una valiosa red diplomática a nivel mundial. Sin el Reino Unido, la UE no será tomada tan en serio, en términos económicos y militares, por Washington, Moscú y Pekín. La UE también perdería a su principal defensor de políticas abiertas y de mercado. En un momento en el que la UE podría estar en su posición más vulnerable, la pérdida del Reino Unido alteraría profundamente el equilibrio de poder entre los Estados miembros de la UE. El liderazgo alemán de la UE sería indiscutible, lo que expondría todavía más la relativa debilidad de Francia. Esto sería una enorme pérdida para la organización, uno de cuyos pilares fundacionales fue evitar la hegemonía alemana. El pragmatismo británico (o torpeza, según se mire) a menudo se posiciona en algún punto entre la visión francesa y la alemana de la UE, y eliminar este contrapeso podría dar lugar a un conflicto más manifiesto entre el enfoque francés y el alemán. Habría efectos más prácticos que podrían determinar la dirección a tomar por la UE. La ausencia del Reino Unido de las votaciones con mayorías cualificadas de la UE otorgaría una mayor influencia a los Estados proteccionistas, ya que podrían formar más fácilmente una minoría de bloqueo, mientras que los aliados naturales del libre comercio del Reino Unido, como Alemania, los Países Bajos, Suecia y otros ya no la lograrían. Se debería recordar que no es sólo el público británico el que desea una UE más receptiva con la democracia nacional. Pero el Brexit dejaría dicha disensión en gran
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“Aunque para la UE el voto a favor de la permanencia sería un alivio, sería ingenuo pensar que la ‘cuestión británica’ estaría resulta. Sea cual sea el voto de la permanencia, lo que no será es un apoyo entusiasta a la UE”
parte a las fuerzas extremistas y populistas de los Estados miembros de la UE, cuyo euroescepticismo está invariablemente basado en ideologías políticas de extrema derecha o de extrema izquierda. En el Reino Unido el euroescepticismo es la corriente dominante: el Partido Conservador Británico es un partido de gobierno tradicional y de larga historia, mientras que el Frente Nacional de Francia o el Partido de la Libertad de los Países Bajos son xenófobos y el Syriza griego es trotskista. Si el euroescepticismo y la democracia nacional se marginan y confinan a los extremos políticos, esto sólo enfrentará aún más a las élites europeas contra los movimientos insurgentes, lo que podría tener consecuencias políticas explosivas.
La UE seguirá enfrentándose al desafío de poder conciliar intereses diferentes si el Reino Unido se queda Comprensiblemente, el centro de la campaña del referéndum del Reino Unido son las implicaciones del Brexit. Aunque resulte tentador para la UE considerar que el voto a favor de la permanencia sería un alivio, sería ingenuo pensar que la “cuestión británica” estaría resulta. Sea cual sea el voto de la permanencia, lo que no será es un apoyo entusiasta a la UE. Los datos de la amplia Encuesta de Actitudes Sociales Británica muestran que el Reino Unido es un país “euroescéptico”. El 65% quiere que el Reino Unido deje la UE (22%) o que se reduzcan los poderes de la UE (43%). Sólo una vez desde 1992 se ha registrado un nivel mayor de euroescepticismo7.
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NatCen Social Research, ‘How deeply does Britain’s Euroscepticism run?’, Encuesta de Actitudes Sociales británica nº 33, febrero de 2016: http://www.bsa.natcen.ac.uk/media/39024/euroscepticism.pdf
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Sin embargo, a pesar de esta profunda preocupación por la pertenencia a la UE, cuando a los británicos se les requiere una elección directa, el doble de ellos dijeron que el Reino Unido debería “continuar” siendo un miembro de la UE (60%), en comparación con los que dijeron que el país debería “retirarse” (30%). ¿Por qué? Parece que se debe a una versión de las viejas palabras: “¡Es la economía, estúpido!”. Sólo el 24% cree que la economía británica se beneficiaría si el Reino Unido dejara la UE, mientras que un 40% piensa que empeoraría. Éste será el principal campo de batalla de la campaña, donde “permanecer” recalcará los riesgos de irse y “abandonar” tratará de tranquilizar a los votantes diciéndoles que puede haber un futuro mejor afuera. Pero si al final el resultado es “permanecer”, el euroescepticismo británico no habrá desaparecido. La segunda razón más importante para evitar la complacencia es que, básicamente, al final, esto no es para nada una “cuestión británica”. La UE se enfrenta a crisis existenciales en varios frentes y el desafío común es saber si, en un mundo cada vez más globalizado, las naciones europeas podrán forjar un nuevo método de cooperación que reconozca que nuestra interdependencia económica y geopolítica puede compaginarse con diferentes visiones democráticas nacionales de lo que es ser un “buen europeo”. Tras el referéndum británico y las elecciones en Francia y Alemania de 2017, la UE soportará cada vez más presión para responder a las cuestiones fundamentales a las que se enfrenta, muy probablemente a través de cambios en los tratados de la UE. Podríamos estar a las puertas de un periodo de grandes cambios en la UE. Es por esto que el referéndum británico es tan difícil para mucha gente. Al final, se trata de una elección entre un futuro incierto y uno menos incierto.
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