EL CALVARIO DE UN NIÑO

EL CALVARIO DE UN NIÑO Como todos los años, en el mes de Mayo de 1935, cientos de familias bolivianas llegaban hasta los ingenios azucareros de Jujuy

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EL CALVARIO DE UN NIÑO Como todos los años, en el mes de Mayo de 1935, cientos de familias bolivianas llegaban hasta los ingenios azucareros de Jujuy para la zafra de caña de azúcar, con la esperanza de hacerse de un pequeño capital para luego retornar a su lugar de origen.. Pero los hubo también aquellos que preferían quedarse definitivamente en el país e iniciar una nueva vida. Este es el caso de Teodosio y Aurelia, que finalmente el destino quiso que sus vidas se entrecruzaran en San Salvador de Jujuy para formar pareja. Con el pequeño capital que ambos disponían, fruto de su trabajo en el ingenio, deciden dedicarse al comercio entre Jujuy y La Quiaca. De alguna manera acceden a un pequeño terreno en Villa Belgrano y allí arman una vivienda muy precaria con madera, chapa y lona. Los únicos bienes que poseían eran un par sillas, una mesa, su ropa de cama, los utensilios de cocina y su ropa personal. Eran jóvenes, y a pesar de su condición de extrema pobreza, abrigaban la esperanza de salir a flote a fuerza de sacrificio. En Septiembre de 1936, nace su primogénito Vito en ese ambiente por demás humilde que les obliga a redoblar el esfuerzo para brindarle un mejor futuro a su pequeño vástago. Teodosio viajaba asiduamente a Villazon (Bolivia) trayendo productos bolivianos que Aurelia vendía entre la comunidad boliviana. El fruto de este esfuerzo apenas si les alcanzaba para alimentarse decorosamente, pero no tenían capacidad de ahorro ni para cumplir con sus otras necesidades como ser, vestimenta, buena vivienda, recreación etc. Sin embargo, a pesar de estas limitaciones en su forma de vida, nace María en idénticas condiciones que Vito. Ya con cuatro miembros en la familia y los pocos ingresos que tenían, obliga a la joven pareja emigrar a La Quiaca que brindaba mejores oportunidades de trabajo en el rubro comercio. Ambos trabajaban hasta el cansancio, con el fuerte compromiso de mejorar su situación económica. No se daban tregua en el trabajo pensando en sus dos retoños, y el premio llega, sus ingresos mejoran, su forma de vida también, pero paralelamente Teodosio comienza a beber todos los fines de semana. En su estado alcohólico surgía desde sus entrañas el carácter irascible de su naturaleza, cualquier acto de Aurelia que no se ajustaba a su capricho, era motivo de insultos con calificativos degradantes y hasta golpes delante del propio Vito, quien con sus 6 años y en un desesperado intento de querer defender a su madre, también se hacia acreedor a una golpiza. Desde entonces ya nada seria igual, su mal humor y las reacciones coléricas era una constante cada vez que llegaba ebrio a su hogar.

En una ocasión, fruto de sus arranques de ira le arrojó por la cara el desayuno caliente y en otra oportunidad la arrastró

de los cabellos por

toda la pieza en

presencia de sus dos hijos pequeños, quienes solo atinaban a llorar amargamente ante la furia y saña de su padre.. Y así fueron transcurriendo los meses en un clima tenso y violento. En la mente de Aurelia comienza a germinar la idea de separación, y la gota que le hizo decidir fue cuando Teodosio, en un acto de celos infundados, le corta los cabellos en forma desprolija y le rompe el tabique nasal de una trompada, estigma que le quedó para siempre.. A principios del año 43, Aurelia, en un acto de valentía, le propone directamente la separación, ella se quedaría con los dos niños con la condición de que la ayudara en la manutención de los mismos. Vito festejaba ésta extrema decisión de su madre. Así comenzaba una era de paz y tranquilidad para él, su madre y su pequeña hermanita María, ya no más lágrimas, ya no mas peleas. ni golpes ni insultos. A Aurelia le costaba mucho atender las necesidades de sus dos cachorros, trabajaba de sol a sol para que por lo menos no les faltara una buena alimentación, ya que Teodosio jamás aportó con un solo peso, Cuando nada hacia suponer que podía cambiar el rumbo de sus vidas, a fines de 1943, aparece en la vida de Aurelia un pretendiente que la colma de atenciones y la hace sentir una verdadera mujer con todos su derechos y con el firme compromiso de casarse con ella y hacerse cargo de los dos pequeños. Vito, con sus escasos 7 años, no daba crédito a lo que estaba sucediendo; en su mente infantil solo abrigaba odio hacia la pareja de su madre, le hacia la vida imposible, se puso caprichoso, malcriado, intolerable, sin darse cuenta que esta actitud lo estaba arrojando a los brazos de su padre. Teodosio, aprovecha esta situación y le exige la tenencia de Vito, de esa manera los dos hermanitos son condenados a vivir separados, María se quedaría con su madre y Vito se iría con su progenitor. Caro le costó el capricho y no había forma de revertir la situación. Finalmente llegó el triste día de la separación, la escena que se suscita en el momento que Vito abandona lo que hasta ese momento había sido su hogar ,era conmovedora,

desgarrador,

con

el

rostro

bañado

en

lágrimas

gritaba

desesperadamente aferrándose fuertemente a su hermanita y su madre, pidiéndole perdón en un vano intento por doblegar el corazón de sus padres. El cuadro que se presentaba en esos momentos arrancaba lágrimas de los propios vecinos que eran testigos circunstanciales del momento, mientras Teodosio permanecía indiferente al sufrimiento de su hijo. Desde ese aciago día, jamás volvió a vivir con su madre, sus caricias, su ternura, su amor maternal pertenecían al pasado, sufría desesperadamente como adivinando

que su futuro estaría sembrado de espinas, triste destino para un niño de su edad, su semblante era la viva imagen de la desgracia y el desconsuelo. La primera noche al amparo de su padre, con el rostro todavía húmedo por las lágrimas, la tristeza invadía su corazón; era la primera vez que dormía fuera del regazo de su madre, pero su imaginación volaba hasta ella, quedando finalmente adormecido en su lecho. La primera semana, ya en su nuevo hogar, si es que así se puede llamar a una familia de dos, Teodosio le enseñaba a lavar, planchar, remendar su ropa y también su incipiente arte culinario, porque si bien Vito almorzaba en la escuela, los días Sábado y Domingo había que cocinar. La actitud de Teodosio hacia su hijo, no era la de un padre, mas parecía la de un sargento hacia sus subordinados .había que cumplir rigurosamente con las tareas que se le encomendaban, aparte de hacer sus deberes y estudiar. Pero su condición de chico travieso, propio de la edad, lo inducía a cometer pequeñas faltas que su padre no se lo perdonaba y se hacía acreedor a una llamada de atención a los gritos con palabras humillantes que lastimaban tanto como una golpiza. Ya no estaba su madre para defenderlo, y se encontraba a merced de la ira de su padre. Su mente infantil no podía concebir porqué no tenia la misma suerte que sus amiguitos del barrio, vivir en familia, rodeado de sus seres queridos. Vito no era un excelente alumno en la escuela, estaba entre los regulares, pero su padre quería que estuviera entre los mejores, en consecuencia la revisión de su cuaderno era una rutina semanal, que terminaba con recriminaciones violentas y calificativos humillantes que denigraban el autoestima del pequeño. Teodosio no era un hombre culto, pero su condición de comerciante le obligaba a manejar bien los números, en consecuencia aprovechaba este conocimiento para presionar a Vito al dominio de las tablas aritméticas en agotadoras jornadas durante meses enteros acompañado de gritos, recriminaciones, penitencias y castigos hasta que tuvo un dominio total como ninguno de sus compañeritos y a partir de ese entonces siempre se destacaba en esa materia. La actividad de Teodosio le obligaba a realizar viajes a Oruro (Bolivia) llevando mercadería para la venta. Este viaje representaba para él, ausentarse por lo menos 40 a 50 días. Vito no cabía de alegría por este acontecimiento y entre sus adentros decía” ojala nunca regrese”. Antes de su viaje, Teodosio se aseguraba que el pequeño tenga sus cuatro comidas diarias durante su ausencia, a veces en una pensión, a veces en una casa de familia.. Al verse solo y a su libre albedrío, dio rienda suelta a su felicidad, aprovecharía al máximo su libertad para divertirse sin que nadie lo castigara., pero a medida que se acercaba la noche, su alegría iba transformándose en angustia y desesperación ante

la idea

de tener que ir a dormir completamente solo, los chicos mayores que él

generalmente se quedaban hasta la media noche y a esa hora obligatoriamente se retiraban a sus hogares, pues las luces de la calle se apagaban a las l2 en punto. Vito se encontraba solo en la penumbra de la noche, el frío empezaba a dejarse sentir, su vista estaba clavada en dirección de su puerta sin atreverse a entrar, temblaba de miedo, no de frío, el silencio de la noche parecía tétrico para un niño de su edad, de repente, en un acto de valentía, entró velozmente a su pieza

y sin

desvestirse se arroja a su cama cubriéndose totalmente con la frazada, pretendiendo esconderse de los fantasmas imaginarios creados en su cabecita. El miedo no lo dejaba dormir, añoraba las caricias de su madre y la sonrisa de su hermanita, y así con sus pensamientos puestos en ellas finalmente quedó adormecido hasta que lo sorprendió el crepúsculo matutino dando fin a su calvario nocturno.. Esta rutina era de todas las noches, jamás pudo perder el miedo, pero en el día, aparte de asistir a la escuela y hacer sus deberes, jugaba hasta el cansancio, sin que nadie controlara su conducta. Pasado los 40 días, Teodosio estaba de vuelta de su viaje y nuevamente empezaba el martirio para Vito, revisaba su cuaderno, le hacía repasar las tablas y como siempre encontraba errores en sus deberes, terminaba con una buena paliza que el niño soportaba estoicamente... Vito siempre usaba alpargatas, que era lo más económico para la gente humilde, pero en esta ocasión, su padre le compra zapatillas con la intención que dure el doble de las alpargatas, y de ese modo se diferenciaba del resto de sus amiguitos. . Teodosio nuevamente viaja a Bolivia, y eso significaba otra vez la libertad para el pequeño. Después de hacer sus tareas, lo que más le apasionaba era jugar al futbol con pelota de trapo, tal es así que en dos semanas de juego, las zapatillas estaban literalmente destrozadas y conociendo el carácter de su padre,

no dudaba del

inminente castigo que le esperaba, para él era un mal que no tenía remedio. En la misma casa donde él vivia, había otros inquilinos, entre ellos , una señora muy humilde con sus tres hijos, uno de ellos se llamaba Lucho y era 2 años mayor que Vito, él estaba obligado a trabajar para ayudar a su madre, vendía helados, empanadas, lustraba zapatos y dos veces a la semana iba a la estación del FF.CC. a esperar el tren de Buenos Aires para hacer algunas changas. Condolido por la situación de Vito, le propone estas actividades para recaudar el importe que costaba las zapatillas, reto que acepta en el acto, ya que no había otra alternativa. De todas estas actividades. La mas sacrificada era ir a changuear a la estación.. El tren de Buenos Aires no tenía horario de llegada, pero generalmente lo hacía entre las 3 y 6 de la mañana. En verano era soportable la espera, pero en las gélidas

noches de invierno y con una precaria vestimenta, temblaba de frío junto a su amigo , los dientes le castañeteaban y todo su cuerpo le temblaba, las bajas temperaturas bajo cero le congelaba hasta los huesos, pero él soportaba estoicamente doblado en tres, pensando en las monedas que podría ganar para sus zapatillas. Los changadores, todos jóvenes y adultos, combatían el frío tomando bebida blanca, pero los dos niños se acurrucaban el uno contra el otro como para protegerse de las inclemencias del tiempo. En ocasiones el tren llegaba a las 6 de la mañana, entonces los dos niños llegaban a sus casas a las 7 horas, ya no había tiempo para dormir, había que prepararse para ir a la escuela, dicho sea de paso jamás faltó a una sola clase. Entre vender empanadas, helados ,lustrar zapatos y changuear, Vito había reunido lo suficiente como

para

adquirir su

par de zapatillas, y también para

satisfacer sus pequeños antojos, porque si bien es cierto que su padre jamás se descuidó de su alimentación, nunca le dio un solo centavo para comprarse un chupetín, una galleta, un helado o ir al cine. Ya habían pasado los dos meses del viaje de su padre y era inminente su retorno. El arribo de los trenes de Oruro a Villazón , generalmente era al medio día, en caso de no aparecer hasta la tarde, era señal que no había llegado. Esa noche proyectaban en el cine una película del Gordo y el Flaco que tan de moda estaba en esa época. En lo mejor de la película, se escucha la voz atronadora de su padre mencionando su nombre a

los gritos, Vito, virtualmente quedó paralizado por

segundos y luego saltó como una saeta de su asiento y emprendió la carrera hacia su casa que mas o menos distaba a unas 10 cuadras, el pobre bañado en lágrimas y acurrucado en un rincón esperaba el inminente castigo. Cuando Teodosio entró a la pieza, parecía echar chispas por los ojos y en un acto de salvajismo lo arrastró hasta el patio de su casa y comenzó el cruel y despiadado castigo, pero esta vez nó con el cinturón, sino con la soga de sacar agua del pozo. El llanto del niño y los gritos del padre interrumpieron el silencio de la noche

y el sueño de los vecinos, quienes

recriminaban a Teodosio por tanto salvajismo y amenazándole con denunciarlo a la policia. A raiz de ésta golpiza, Vito quedó con las huellas en la espalda. Y así fueron pasando los años, Vito estaba resignado a esa vida degradante, nada ni nadie podía hacer algo para cambiar el rumbo de su destino. En una ocasión, cuando Vito ya tenia más o menos l2 años, a su padre se le ocurre comprarle una bicicleta, el pobre no podía dar crédito a lo que estaba viendo, una bicicleta nadie lo tenía, era la envidia de sus amiguitos del barrio. Pero poco le duró su felicidad, al cabo de un mes lo vendió porque dijo necesitar dinero. Por primera vez Vito daba rienda

suelta a su llanto sin que le castigaran, le habían quitado el juguete más hermoso que jamás haya tenido en la vida. En el año 1949, Vito termina la escuela, y en La Quiaca no había Colegio secundario, su padre decide que su hijo debe seguir estudiando. La alternativa que se le presentaba era

llevarlo a San Salvador de Jujuy o a Oruro, donde él tenía

familiares..Opta por esta segunda alternativa. El año 1950 comienza una nueva vida para Vito, en Oruro ya tenia una familia, primos, tíos, abuelos, quienes se convirtieron en protectores de él. Así termina una etapa triste de la vida de un niño que tuvo que soportar humillaciones degradantes de parte de su progenitor que hoy en su vejez recuerda con mucho dolor.

Mario Hugo Pelaez

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