EL CASTILLO DE LORCA. Manuel Muñoz Clares

EL CASTILLO DE LORCA Manuel Muñoz Clares 1 INDICE El Castillo de Lorca Introducción I. Primeras noticias. La ciudad musulmana y su alcazaba

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EL CASTILLO DE LORCA Manuel Muñoz Clares

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INDICE

El Castillo de Lorca

Introducción

I. Primeras noticias. La ciudad musulmana y su alcazaba

II. Lorca, enclave estratégico castellano

II.1 Las torres Alfonsina y del Espolón

II.2 La cuestión del poblamiento

II.2.1 La parroquia de San Clemente y la iglesia de la Virgen del Alcázar

II.2.2 Los nuevos pobladores

II.2.3 Localización de la judería

III. El castillo durante los siglos XVI-XVIII

III.1 Descripciones del castillo en el siglo XVIII

IV. Reactivación de la vida militar del castillo en el siglo XIX

V. El siglo XX: propiedad, declaración monumental y últimas actuaciones Relación de ilustraciones Vista de la torre Alfonsina y la muralla Porche de San Jorge Vista de la torre Alfonsina desde el interior del castillo Vista del castillo desde Murviedro Bóvedas de la torre Alfonsina Ventana de la torre Alfonsina y Porche de San Antonio Bóveda de la torre del Espolón Ruinas de la ermita de San Clemente Plano del castillo de Lucas de los Corrales Plano del castillo de Martínez de Lara: ciudad Plano del castillo de Martínez de Lara: torre Alfonsina Plano del castillo de J.J. Ordovás Plantas y alzados de las torres del castillo de J.J. Ordovás Plano del castillo de L:M. Balanzat Plano del castillo de J. Aparici Plano del castillo de T. Pizarro

Galería de imágenes 2

EL CASTILLO DE LORCA1 Introducción à Si esta torre desapareciera, el aspecto de la población cambiaría, nos parecería que no era nuestra Lorca; desde todas partes se divisa su elevadísima y fuerte traza; antes de columbrarse nuestras arboledas y pardo caserío, al pisar los límites de este valle, surge a nuestra vista dorada por el sol, mojada por la lluvia u oscurecida por las sombras; ella hiere la imaginación de los niños con su aspecto y sus leyendas; ella nos despide cuando marchamos, nos recibe antes que nuestros familiares y amigos cuando volvemos, nos acompaña en toda ocasión recortándose solemne y fuerte en el espacio; y ella da el último, mudo y enigmático saludo al que abandona la vida.2 Estas palabras de Espín Rael (18751959), el que fuera cronista oficial y archivero honorario de Lorca, condensan, en cierto modo,

Vista de la torre Alfonsina y la muralla.Ã

el sentir de las últimas generaciones de lorquinos hacia su castillo, intuyéndose en el fondo la influencia de un romanticismo tardío transmitido por las obras de los escritores decimonónicos de la localidad. Leyendas como La balsa de la reina mora, La conquista de Lorca, La novia de Serón, La batalla de los Alporchones, La noche de San Clemente, o La venganza de Fajardo; poesías épicas del estilo de La toma de Overa o La hazaña de los 1

El presente trabajo es el resultado de la unión de los informes históricos hechos para Arqueotec, empresa encargada de llevar a cabo las dos primeras campañas de excavación en el castillo de Lorca con motivo de las obras emprendidas por Lorca. Taller del Tiempo. Fue publicado en CLAVIS 3. Ed. Ayuntamiento de Lorca. Lorca 2003; pp. 9-80. No se contemplan en él las actuaciones arquitectónicas llevadas a cabo por Lorca. Taller del Tiempo y las destinadas al Parador. 2 ESPÍN RAEL, J. "La torre Alfonsina y sus maestros alarifes". Almanaque de San José de Calasanz. Lorca 1925; pp. 67-79.

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cuarenta; y obras de teatro cuyos títulos repetidos hacen mención a la conquista de la ciudad y a los encuentros victoriosos de los lorquinos contra los musulmanes3, acabaron por recrear una fantástica historia medieval de Lorca difícil de desarraigar de una población cuya cultura mayoritaria estaba basada, hasta hace no tanto, en la transmisión oral. El telón de fondo de esta historia fabulosa fue casi siempre la inexpugnable fortaleza; y sus principales actores, extraídos de los sucesos más legendarios y heroicos, fueron mostrados como compendio de virtudes cívicas y como modelos a imitar en una sociedad finisecular que decae política, militar y socialmente. Perdido ya en la segunda mitad del siglo XIX cualquier atisbo de la efectividad militar que en el pasado pudo tener la fortaleza lorquina, la mirada de la gente de Lorca, crecida al amparo de un castillo desmesurado, enigmático por su propia ruina y que ya sólo podía ser considerado como vestigio monumental del pasado glorioso de un pueblo, se fue perdiendo en la recreación literaria hasta desenfocar totalmente la visión más real: un conjunto de edificaciones abandonadas a su suerte e inmersas en un proceso de deterioro casi imparable; alentado por la ignorancia destructiva de unos y la rapiña reutilizadora de otros. Esa visión fabulada del pasado medieval de la ciudad, se afirmó aún más si cabe por estar en parte asentada sobre la densa historia del padre Morote, aparecida en 17414, que introdujo no pocas distorsiones en el desarrollo posterior de la historiografía local. Es en ese sentido como se pueden entender y disculpar, en buena medida, los errores cometidos por Cánovas Cobeño al publicar en 1890 su Historia de Lorca5, en la que tienen cabida una parte de los apócrifos episodios lorquinos que mejor calaron en el saber histórico popular. La imagen de Lorca conquistada por un ejército al asalto, a cuyo frente estaba el infante Alfonso, contando con la estratagema de lanzar por un costado del monte cabras con antorchas en los cuernos y aprovechando la nube protectora mandada por la Virgen para ocultar el avance de las tropas cristianas, no es más que una muestra de la deformación que con el paso del tiempo sufrieron unos hechos que en su desenvolvimiento fueron mucho más sencillos. A la tarea de escribir una historia lo más veraz posible, teniendo como única base la documentación conservada, se han ido incorporando las últimas generaciones de historiadores locales y regionales. La asimilación de esos nuevos parámetros históricos por el común de la población es aún una tarea apenas iniciada. I. Primeras noticias. La ciudad musulmana y su alcazaba à Ya comienza a estar bastante claro el desarrollo histórico de la ciudad de Lorca desde que se tienen noticias ciertas de ella a partir de ser citada en el texto del pacto de Tudmir, sobre todo con los últimos trabajos de traducción e interpretación de fuentes árabes y con la amplia y clarificadora bibliografía publicada sobre el período medieval cristiano. A pesar de la existencia de un buen número de trabajos en este sentido, todavía no se ha abordado de modo diacrónico y monográfico el estudio de la alcazaba musulmana y posterior fortaleza cristiana que granjeó a Lorca la fama de enclave militar inexpugnable y de vital importancia estratégica, cuyas construcciones aún hoy definen uno de los perfiles monumentales más sobresalientes de la ciudad. A este respecto sólo contamos con un texto de corte romántico Castillo de Lorca. Ensayo descriptivo e Histórico6-, de casi nula información documental y 3

MOLINA MARTÍNEZ, J.L. La leyenda tardorromántica en la Región de Murcia (1871-1905). Imp. Cayetano Méndez. Lorca 1994. 4 MOROTE PÉREZ-CHUECOS, P. Antigüedad y Blasones de la Ciudad de Lorca. Imp. López Mesnier. Murcia 1741. 5 CÁNOVAS COBEÑO, F. Historia de Lorca. Imp. El Noticiero. Lorca 1890. 6 SAAVEDRA PÉREZ DE MECA, E. Castillo de Lorca. Ensayo descriptivo e Histórico. Imp. Imp. El Noticiero de Lorca. Lorca 1890.

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con muchas apreciaciones subjetivas de tono sensiblero y patriótico, publicado por Eulogio Saavedra en 1890, y con una Memoria Histórica sobre el Castillo de Lorca, realizada por Mula Gómez e Ibáñez Vilches7, algo más rigurosa en lo histórico y con aportaciones bibliográficas y documentales de cierto interés, aunque muy parca en investigación de archivo. Pero si es muy significativa esta carencia historiográfica, no lo es menos la causa que creo la ha motivado: la inexistencia de un programa de actuaciones arqueológicas que aportara noticias sobre el propio enclave del castillo, y la sorprendente escasez de documentos escritos que nos hablen directamente de él, carencia que se advierte tanto en el Archivo Municipal de Lorca como en los archivos nacionales. Aun así, con las aportaciones bibliográficas surgidas en los últimos años relativas a las etapas musulmana y cristiana bajomedieval de la ciudad, las noticias de archivo recogidas y la recopilación de un abundante material gráfico, voy a intentar trazar unas líneas generales que, de algún modo, sirvan de apoyo en la clarificación de la historia constructiva de todo el conjunto arquitectónico militar lorquino. Por muy manido que parezca, es un hecho contrastado por las prospecciones arqueológicas de superficie y resaltado continuamente por los historiadores, que la planicie que actualmente ocupa el castillo lorquino, sobre la Sierra del Caño, constituye uno de los depósitos arqueológicos más ricos de toda la región de Murcia desde el punto de vista de su ocupación por distintas culturas.8 Con toda seguridad, en el subsuelo del castillo permanecen ocultos los restos materiales que confirman asentamientos desde el Eneolítico hasta época musulmana, pudiendo aportar su excavación con metodología arqueológica los datos precisos para delimitar, por ejemplo, la verdadera importancia de la Eliocroca romana o de la Lorca visigoda, acerca de las cuales casi nada dicen las fuentes escritas. Es muy arriesgado aventurar el primer momento en que el cerro de la Sierra del Caño contó con alguna defensa murada, que muy poco tendría que ver con una construcción militar de envergadura tradicionalmente asociada con ese término. De lo que no parece quedar duda ya es de que hacia el siglo IX d.C., y a tenor de las informaciones que suministran geógrafos y escritores árabes, la ciudad era una de las más florecientes de toda esta zona levantina y debió de contar con una infraestructura militar suficientemente desarrollada. Veamos qué dice al respecto el arabista Emilio Molina:9 Lorca, según el testimonio de las fuentes árabes, y sin que haya discrepancia o duda en la información transmitida, se cuenta como una de las ciudades (madinas) de reconocida importancia de la cora o provincia de Tudmir, compartiendo este elevado rango con otras del territorio como Orihuela, Mula, Cartagena y Murcia, de fundación más reciente. Del mismo modo, la misma daba su nombre a un dilatado territorio circundante, el distrito (iqlim) de Lorca, entre los 13 o 15 en los que estaba dividida la provincia, actuando como ciudad rectora de toda la unidad territorial o comarca en la que quedaban incluidas tanto las tierras yermas como las cultivables, así como residencia de gobernadores y jefes militares. 7

MULA GÓMEZ, A.J.-IBÁÑEZ VILCHES, J.A. Memoria Histórica sobre el Castillo de Lorca. Trabajo inédito hecho para la Cámara de Comercio de Lorca en 1986, para servir como documentación para un concurso de ideas convocado para la rehabilitación y promoción turística del castillo de Lorca. 8 Para una valoración de conjunto desde el punto de vista arqueológico del cerro de la Sierra del Caño ver RAMALLO ASENSIO, S. Itinerarios arqueológicos de la Región de Murcia. Ed. Universidad de Murcia. Murcia 1993; pp. 147-155 9 MOLINA LÓPEZ, E. "La Lorca islámica. Algunos apuntes de historia política, geográfico-administrativa y socio-económica". En Lorca Pasado y Presente. Aportaciones a la historia de la Región de Murcia. Ed. Aytº de Lorca y CAM. Lorca 1990; tomo I, pp. 163-176.

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Pero hay algo más; una lectura reposada de las fuentes árabes podría aportar pruebas más que concluyentes para afirmar incluso que Lorca pudo haber sido durante algún tiempo la capital de la cora de Tudmir, capitalidad compartida con Orihuela, antes de que lo fuera Murcia tras su fundación a mediados del siglo IX. Y esto es así no sólo porque lo afirmen las fuentes árabes expresamente, como al-cUdrí, entre otros: "Lorca es la ciudad capital (qacida) de la cora de Tudmir y residencia oficial de los gobernadores y jefes militares", privilegio que mantuvo hasta el final de la guerra civil entre mudaríes y yemeníes, sino por el grado de urbanización, las múltiples funciones urbanas y la relativa importancia demográfica que la caracterizaban y diferenciaban, en mucho, de otros núcleos. Lorca, insisto, fue durante muchas décadas muy superior a las otras capitales, como Orihuela y Murcia, incluso un siglo después de que esta última fuera fundada. Según el propio testimonio de las fuentes árabes, era de los escasos núcleos de población que contaban con un perfil urbanístico completo: hisn = castillo, residencia del gobernador; macaquil = sistema de fortificación y alcazaba cercana y protegida por sólidas murallas, rodeada y cercada además por un amplio recinto habitable (la madina), cercado y murado también; con puertas de acceso al recinto, en cuyo interior se nos cuenta, por el testimonio valioso de las fuentes árabes, que había varias mezquitas, alcaicerías, baños, alhóndigas y zocos; incluso de estos últimos sabemos de la existencia de dos: el suq-al-citr = mercado de las especias, y el suq alrohadira = mercado de los tejidos, constituyendo así una importante fuente de ingresos en la economía local. Es más, sabemos también de la existencia de arrabales murados junto a la madina. En suma, estaba dotada de todos y cada uno de los elementos urbanísticos y servicios públicos y administrativos para ostentar la categoría de madina. Es por ello que los geógrafos árabes, tanto orientales como occidentales, que la visitaron y de quienes tenemos noticias desde los siglos IX al XIII,... la describen así con muy leves variantes: "No vi nada más hermoso y espléndido que esta ciudad, importante y fortificada sobre la falda de la montaña, con mercados, mezquitas, baños, zocos, etc..., plena de riquezas naturales, abundancia de frutos, que en ninguna encontramos tan buenas y variadas por sus huertas y sus ríos. Es sin duda una de las tierras andalusíes más generosas. Y por lo que respecta a la inexpugnabilidad de su fortaleza, baste decir que ello es tan notorio y conocido que se ha hecho proverbial. Sin embargo, ese esplendor con el que es descrita la ciudad musulmana apenas dejó restos materiales, y si los hubo fueron literalmente barridos por las sucesivas remodelaciones o renovaciones de edificios públicos y privados y los importantes y continuados cambios urbanísticos que iba a experimentar Lorca entre finales del siglo XV y las últimas décadas del XVIII. Los escasísimos restos que se pueden datar como pertenecientes al mundo musulmán los están aportando las intervenciones arqueológicas realizadas tanto en el subsuelo del convento de la Virgen de las Huertas, donde parece que pudo existir un palacio de época califal, como en el casco histórico de la ciudad, habiéndose documentado en él, de momento, la zona del cementerio en la parroquia de Santiago, el barrio de los alfareros en San Pedro, un grupo de casas del arrabal en la Plaza del Caño y restos de la muralla de la madina a lo largo de la calle Cava. Con respecto a esa muralla, así como a la que rodearía el arrabal, Martínez Rodríguez ha señalado que pudo construirse ya tardíamente, entre los siglos XI-XII, como

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respuesta a la inestabilidad política que siguió a la caída del califato con el establecimiento de los reinos de taifas.10 Porche de San Jorge. Ã

Sobre otros vestigios de etapa musulmana sólo se puede especular, apuntándose la idea de que pertenezcan a ese período histórico algunos trozos de muros encofrados en el castillo, los indicios de la planta de una torre que aún son visibles en el lado del mediodía de la torre Alfonsina, alguno de los aljibes del castillo y en la ciudad quizás el porche de San Jorge, situado algo más arriba de la calle Zapatería, en la actual parroquia de San Juan, que se mantuvo en pie hasta los años 40 del pasado siglo.11 II. Lorca, enclave estratégico castellano

à Tanto del examen de las edificaciones conservadas, como de los documentos que informan acerca del estado del castillo y las murallas de la ciudad desde que Lorca pasa a ser protectorado de Castilla (1244), se desprende una idea clara: la especial situación fronteriza de Lorca, como avanzada de Castilla frente a Granada durante aproximadamente 250 años, fue fundamental para que los monarcas castellanos se esforzaran en buscar las fórmulas más propicias encaminadas a repoblar la ciudad y construir y mantener unas defensas militares acordes con la importancia del enclave. En este sentido basta con recordar el texto de uno de los primeros privilegios, y de los más significativos, concedido a Lorca por Alfonso X el 28 de marzo de 1257 dando a los vecinos casas y heredamientos en la villa y en el alcázar: ... por sabor que he de poblar los alcaçares et la villa de Lorca de christianos que yo gane de moros... et porque ayan mas et valan mas do et otorgo a todos los christianos vezinos et moradores en los alcaçares et en la villa de Lorca [...] casas mayores hy pobladas con sus cuerpos [...] todas cosas pora siempre 10

Las excavaciones en el convento de las Huertas y en el casco de la ciudad se han llevado a cabo en los últimos años tanto por los arqueólogos municipales, Andrés Martínez y Juana Ponce, como por los aquellos contratados por la Consejería de Cultura y Educación de la C.A.R.M. El resultado de estas excavaciones de urgencia queda recogido en memorias de las que queda constancia en el Museo Arqueológico Municipal de Lorca. En cuanto a la excavación de un trozo de muralla correspondiente a la calle Cava, ver MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A. "Aproximación a la muralla medieval de la ciudad de Lorca." En Miscelánea Medieval Murciana. Ed. Universidad de Murcia, Vol. XVI 1990-91; pp. 211-233. 11 Sobre el origen de alguno de los restos señalados ver MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A. "Aportaciones a la secuencia histórica de la ciudad de Lorca". En Lorca Pasado y Presente. Aportaciones a la historia de la Región de Murcia. Ed. Aytº de Lorca y CAM. Lorca 1990; tomo I, pp. 71-86.

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jamas.12 E igualmente significativo, aunque se trata de un rasgo generalizado en este tipo de documentos, es uno de los párrafos del Fuero de Lorca, otorgado en 1271 por el mismo rey para regir la actividad del Concejo: Otrossi mandamos que la obra de los muros se pague siempre de las nuestras rendas.13 Pero además, entre ambas fechas se sitúa una amplia serie de privilegios, fundamentales para entender en su conjunto los primeros años de vida del incipiente concejo castellano, que tendían a ampliar el alfoz lorquino, a animar su comercio con el establecimiento de feria franca, incitaban a la población a adentrarse en el Reino de Granada, prometiendo exenciones de derechos reales y concediendo a la ciudad aquellas tierras y castillos que arrebatase a los musulmanes, y preveían incluso la ocupación de la ciudad y las tierras de su entorno, de una forma digamos que más civilizada, autorizando las compras que los cristianos hicieran a los musulmanes de sus casas y tierras.14 II.1 Las torres Alfonsina y del Espolón à Hasta la fecha no se conocen documentos que de una forma precisa y extensa hablen sobre las nuevas construcciones o remodelaciones que se hicieron en la alcazaba musulmana tras pasar a poder de Castilla, desconociéndose también cómo era exactamente esa alcazaba. Sin embargo, sí ha pervivido la tradición de que la torre Alfonsina, la principal del castillo, la del "homenaje", fue mandada levantar por el propio Alfonso X de quien tomó el nombre. El obispo Pablo de Santa María, en su Relación cronológica de los señores que ovo en España desde que Noé salió del arca fasta don Johan el segundo escrita en la primera mitad del siglo XV, recoge esa atribución que quedó engastada en los siguientes versos:15 Aquel don Alfonso que por guerra estraña El regno de Murcia le fue sometido; Et despues que todo fue de él poseído, Facer mando en Lorca la torre Alfonsy, Et Siete Partidas de ley otrosi Por donde su regno fuese bien regido No es poca la controversia creada en torno al inicio y finalización de las obras de las torres Alfosina y del Espolón. Apuntados recientemente los paralelismos de las características constructivas de la torre Alfonsina con otras torres del siglo XIII de fuera de la península16, la teoría más aceptada y difundida es, sin embargo, la que expuso Espín Rael en un artículo publicado en 192517 en el que concluía que si bien la torre se comenzó a levantar a comienzos de la segunda mitad del siglo XIII y estaba ya concluida a finales de esa centuria, fue en las primeras décadas del XV cuando se le dio su forma definitiva, la que hoy mantiene, adecuando el grosor de sus muros a la generalización del uso de la artillería en las guerras y sus consiguientes efectos devastadores. Los razonamientos de Espín se asentaban en tres puntos: a) en la presencia, junto a otros, del cantero Domingo Aparicio, al que se llama "maestro de la torre", en el tercer repartimiento de Lorca acabado en 1272, momento en que 12

Archivo Municipal de Lorca (en adelante A.M.L.). Pergaminos nº 3. A.M.L. Pergaminos nº 6. 14 Ver para esa relación documental TORRES FONTES, J. Repartimiento de Lorca. Ed. Academia Alfonso X el Sabio y Ayuntamiento de Lorca. Murcia 1977; Apéndice I. 15 TORRES FONTES, J. - MUÑOZ BARBERÁN, M. Murcia reino de frontera. Castillos y torreones de la región. Ed. Pedro Olivares. Alicante 1988; p. 47. 16 La noticia de estos paralelismos con torres sirias realizadas por canteros centroeuropeos en época de las cruzadas me fue comunicada verbalmente por Andrés Martínez Rodríguez, arqueólogo municipal, a quien agradezco desde estas líneas la sugerencia. 17 ESPÍN RAEL, J. "La torre Alfonsina… 13

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parece bastante probable que la torre se esté levantando; b) en la denominación de "Alfonsina", "Esperón" y "de Guillén Pérez de Pina" que Zurita da en sus Anales a las tres torres de la fortaleza que se entregaron a Jaime II a finales del año 1300, suponiendo con ello que se encontraban acabadas o muy adelantadas de obra, mereciendo el calificativo de tales torres; y c) a la información contenida en una real provisión de Juan II, dada en Guadalajara el 4 de noviembre de 1412, por la que se le asigna salario de dos mil maravedíes a Pedro Yuste de Monzón vecino de la dicha villa por el cargo que tiene de las labores de la dicha villa en hacer y labrar el castillo y la torre alfonsí y por el afán y trabajo que en ello tomaba. El mismo documento menciona a Pero Gil de Briviesca, "maestro de las dichas labores", a quien el rey niega el salario que se pedía para él ya que vos el dicho concejo debéis satisfacer de salario razonable pues él trabaja en provecho común de esa dicha villa y de los vecinos de ella.18 Parece ser que este "maestro" se ocupaba de las defensas muradas de lo que propiamente era el núcleo urbano, competencia propia del Concejo a la que debían hacer frente los regidores con sus propios y rentas, quedando el rey exento de la obligación de

Vista de la torre Alfonsina desde el interior del castillo. Ã

participar económicamente en su construcción, a no ser que se acometiera un gasto de carácter extraordinario en todo el conjunto fortificado o que el Concejo solicitara una concesión real de rentas para sufragar obras necesarias para las que no disponía de dinero suficiente por cualquier motivo. Contiene finalmente ese mismo documento una información que resulta importante y que copio a continuación: Otrosí que en lo que me enviasteis decir que en la comarca de esa dicha villa hay mengua de maestros de las dichas labores y que no hay sino uno que labraba en las labores de Caravaca y Aledo y que no lo podéis ahí detener diciendo que no le dan ahí tanto en esa dicha villa como le daban en Aledo y Caravaca e pedís por 18

A.M.L. Libro II copiador de privilegios, fol. 238. Cuando se habla en este documento de Pero Gil de Briviesca, no queda claro por la grafía que se trate de un "maestro" de las obras, pero ante la duda se ha respetado la transcripción hecha por Espín Rael.

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merced que le mande dar tanto de jornal como le dan en las dichas labores de Caravaca y de Aledo, sabed que yo enviaré a mandar al concejo de la dicha ciudad de Murcia que vos den maestros los que necesarios e menester hubiereis para las dichas labores que yo mando hacer en esta dicha villa. Hilado el razonamiento con el apoyo de esos datos, la teoría de Espín sobre el "recrecimiento" parece tener cierto sentido por los casi 150 años que separan a Domingo Aparicio de Pero Yuste de Monzón, siempre que no se estime posible el que los trabajos para su construcción ocuparan tan enorme lapso de tiempo. Pero Yuste es el último maestro de la torre documentado y al que el rey destina un complemento salarial en razón de sus trabajos en el castillo y en la torre Alfonsina, lo que podría indicar una cierta obligación real de contribuir a los gastos generados en lo que era denominado el "alcázar" del castillo, esto es, la torre Alfonsina con el patio de armas murado en su entorno y, por extensión, la torre del Espolón, ésta ya sin ningún tipo de cerco amurallado. Espín pretendía hacer un artículo de divulgación con cierto rigor histórico y por ello sólo incluyó aquellos documentos que le parecieron más significativos. Pero para tener una visión más amplia de la marcha de las obras de fortificación del castillo, la ciudad y el término, y teniendo en cuenta lo ya citado, repasemos la siguiente relación cronológica de noticias sacadas de documentos y de nuevas aportaciones bibliográficas: 1295-agosto-5. Fernando IV concede el sietmo de las cabalgadas a Lorca para el reparo y mantenimiento de castillo, murallas y torres. ... et este sietmo les do para las mis lavores de los muros e de las torres de la villa de Lorca por quanto tiempo yo tovier por bien que lo ayan... Et ellos que sean tenudos de meter los moravedis que montaren el sietmo que les yo do en las lavores del castiello et de las torres de y de la villa con recabdo.19 ””””” 1303. Cercada la ciudad de Lorca por Jaime II desde 1296, capituló finalmente ante el rey de Aragón, por la falta de ayuda de Castilla, a finales de 1300. Con respecto a su situación fronteriza relacionada con las expectativas de los aragoneses, escribe Jiménez Alcázar lo siguiente: La estructuración defensiva de la frontera aragonesa con Granada en la zona murciana repetía el sistema castellano, fundamentándose en dos puntos principales: el eje Cehegín-Caravaca al Norte, y Lorca dominando el gran valle de acceso al Levante. El mantenimiento de este esquema defensivo era inevitable y fue llevado a cabo de forma inmediata, habida cuenta que se prolongaba la guerra con Castilla y que se quiso invertir en infraestructuras defensivas y guarnición de Lorca, compuesta en 1303 por cien hombres. En ese mismo año, y coincidiendo con la presencia constante en la villa de Pedro de Monteagudo, Procurador General del Reino, lo que demuestra la importancia estratégica de la plaza, se alude a la necesidad de realizar dos grandes obras en el recinto de la fortaleza, en concreto dos aljibes en las torres Alfonsina y Espolón.20 ””””” 19

A.M.L. Libro II copiador de privilegios, fol. 25. JIMÉNEZ ALCÁZAR, J.F. "La frontera occidental del reino de Murcia en el contexto de la intervención aragonesa: defensa y repoblación (1270-1340)." En actas del congreso internacional Jaime II 700 años después. Anales de la Universidad de Alicante, nº 11. Alicante 1996-97; p. 237. 20

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1304-noviembre-21. En el testimonio de la entrega del alcázar de Lorca a D. Juan de Osorez, en nombre del rey de Castilla, por Guillén de Pertusa, en nombre del de Aragón, se citan tres torres: ... la torre Alfonsina, la torre dicha del Sperón, la torre de [...] Guillén Pereç de Pertusa con todas las llaves... Todos los autores coinciden en pensar que se trata de la de Guillén Pérez de Pina, y que el ponerle "Pertusa" no fue sino una equivocación del amanuense.21 ””””” 1305-marzo-20. Fernando IV concede a Lorca todas las rentas reales para las labores de torres, adarves y muros. "... por facer bien et merced al conçejo de Lorca et porque el alcaçar et la villa sea mejor guardado pora mio serviçio, do et otorgo et conffirmoles que ayan pora las lavores de las torres et de los adarves del alcaçar et de la villa todas quantas rentas yo y en Lorca por qualquier manera que yo las oviesse de aver, assi commo las ovieron fasta aquí et usaron dellas."22 ””””” 1336. El arzobispo de Tarragona concede indulgencia para que durante cinco años se pueda pedir limosna en su jurisdicción con destino a la reparación de las defensas de Lorca, haciendo mención expresa de torres, barbacanas y adarves.23 ””””” 1352-septiembre-22. El obispo de Cartagena concede permiso para poder pedir durante un año limosnas por todas las iglesias de la diócesis, excepto en la catedral de Murcia, para reparar con ellas las torres y atalayas del campo de Lorca por el peligro de los ataques de los moros y en atención a la gran pobreza en que estaban el concejo y vecinos del lugar de Lorca.24 ””””” 1464-julio? Muy virtuoso señor comendador. El Concejo, … Hacemos vos señor saber que el rey nuestro señor los días pasados nos hubo librado para la labor del castillo y adarves de esta ciudad setenta y cinco mil maravedís. Y con los libramientos fue el recaudador Juan de Córdoba por nos requerido aceptase y aceptando nos diese y pagase los dichos maravedís pues que por el señor rey eran librados y en las alcavalas de esta ciudad eran situados. Y a él placíale luego aceptar, empero era grande el cohecho que de los dichos maravedís nos pedía en manera que no era bien ni honesto así pasase. Porque nos fuimos por entonces movidos aquellos maravedís embargar, allá enviamos el testimonio de cómo aquél fue requerido. De mucha gracia vos pedimos se mande dar sobrecarta porque esos maravedís hayamos para estas labores que son bien necesarias, especialmente las del castillo, …25

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CODOM, II, 167. A.M.L. Libro I copiador de privilegios, fol. 25. 23 A.M.L. Pergaminos nº 36. 24 A.M.L. Pergaminos nº 37. 25 A.M.L. Cartulario 1463-64. 22

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Un par de cosas llaman de inmediato la atención. La primera es la preocupación constante por la construcción y mantenimiento de las defensas del castillo y la ciudad, y la cita expresa que se hace de las torres del alcázar hasta incluso los primeros años del siglo XIV. Esa cita sólo vuelve a aparecer puntualmente en 1412, desapareciendo en el resto de la documentación en la que se alude sólo a los muros, adarves y torres que protegen el caserío y que cercan el castillo, así como a las torres menores y atalayas del campo lorquino y Sierra de Almenara, que constituían un vasto sistema de aviso a la fortaleza principal en caso de incursiones terrestres o marítimas, a la vez que de defensa de las pocas alquerías que quedaban en el alfoz lorquino. La propia denominación de la sierra (almenara = fuego que se enciende en las torres o atalayas para dar aviso de un peligro) declara la función que tenían las torres situadas sobre ella. La segunda la aporta el artículo de Jiménez Alcázar que da cuenta del mandato del procurador general del reino de Aragón, dado en 1303, para que se construyeran dos aljibes "en las torres Alfonsina y Espolón". El dato es sorprendente tanto por el tipo de obra como por lo tardío de la fecha, ya que lo que se supone y es aceptado comúnmente es que en estos años ambas torres estarían levantadas enteramente o a punto de concluirse. Y es sobre todo verdaderamente extraño con respecto a la torre del Espolón, ya que ésta desde el mismo momento de su construcción ha dispuesto de un aljibe en sus cimientos que ocupa todo el perímetro del edificio. La falta de otros datos para contrastar esta noticia de los aljibes -que posiblemente se puedan encontrar en documentos del Archivo de la Corona de Aragón- obliga a tomar el asunto con las precauciones necesarias, pero no por ello se ha de descartar un breve comentario de aquellos supuestos que la mencionada noticia sugiere de modo más directo. El primero es que la importante inversión que se iba a acometer no llegara a realizarse nunca, ya que a poco de más de un año de ser mandada, y en cumplimiento de la sentencia de Torrellas, la ciudad y el castillo de Lorca volvieron a manos de la Corona de Castilla. En segundo lugar, se puede aceptar otro supuesto que admitiera la posibilidad de que las torres ya estuvieran construidas, tal y como las conocemos hoy, y que el mandato de esas importantes obras, como las califica el autor del trabajo, estuviera relacionado con la dotación de aljibes para los sectores de la extensa planicie del castillo que correspondía controlar a cada una de las torres, o sea, partiendo de la línea defensiva constituida por el espaldón central que divide el perímetro murado en dos, un aljibe correspondería al lado Este y otro al Oeste, ya que sería absurdo pensar que se mandara hacer un aljibe que ya estaba hecho (el de la torre del Espolón), o que lo que se mandara fuera excavar los cimientos de las torres para construir los depósitos, con el consiguiente peligro de derrumbe y el inconveniente de que las conducciones de captación de agua tuvieran que ser situadas al aire, ya que resultaría imposible embutirlas en el muro. En caso de haberse realizado esas dos obras en ambos sectores de las torres, podrían identificarse con las aún existentes: el gran aljibe de una sola nave situado hacia el Oeste, cerca de la batería de cañones, y el compuesto por ocho naves comunicadas, situado en el sector de la torre Alfonsina y pegado al muro Norte. Aunque pudiera tener cierta lógica, esta suposición parece bastante improbable. Una tercera suposición es que las obras de ambas torres estuvieran apenas iniciadas, siendo lógico que se mandara entonces la construcción de los aljibes. Ésto no termina de encajar muy bien con la presencia en Lorca de Domingo Aparicio, "maestro de la torre", citado en el repartimiento de 1272, al que el rey da tierras en Lorca para asentarlo en la ciudad. No solían hacerse este tipo de concesiones reales a los que sólo eran mantenedores de un edificio, por lo que se ha de admitir que él fue el que planificó y comenzó a construir al

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menos la torre Alfonsina, aunque no se puede precisar si se trataba de la misma torre que hoy está levantada, y en caso de ser ésta, también es imposible aseverar la rapidez con que se ejecutaban las obras de cantería y mampostería y el estado en que se encontraban a comienzos del siglo XIV. Finalmente, otra posibilidad sería la de admitir que ninguna de las dos torres mencionadas tenían aún la forma que hoy vemos, que se construyeron esos dos aljibes anejos a ellas y que de ellos no ha quedado resto alguno. Aun dentro de lo posible, esta suposición es la que menos consistencia presenta, ya que dos grandes aljibes construidos no serían despreciados o no se arruinarían sin dejar rastro. De todo este cúmulo de casos posibles y teniendo como base los documentos conocidos, lo más lógico es extraer las siguientes conclusiones: a) la inminente sentencia de Torrellas suspendería cualquier deseo aragonés de invertir fuertes sumas en el castillo lorquino, no realizándose finalmente los aljibes proyectados; y b) las torres principales de él se encontraban en fase de construcción a comienzos del siglo XIV, prolongándose la obra durante toda esa centuria para concluir a comienzos del XV, ya que en esa larga secuencia de años hay referencias a los maestros constructores y a las rentas reales destinadas a tal fin. En este sentido encajarían perfectamente tanto el salario asignado por el rey a Pero Yuste de Monzón en 1412 como el privilegio de Fernando IV de 1305, recién reingresada la ciudad en la jurisdicción castellana, concediendo a Lorca las rentas reales con destino a las lavores de las torres et de los adarves del alcaçar et de la villa. La alusión a las torres del alcázar parece apuntar a las dos principales del castillo antes que a las que se levantan a trechos en el perímetro amurallado que posiblemente no existiera en esa época con la extensión con la que hoy lo conocemos. La sospecha de que las torres pudieran estar construyéndose en el siglo XIV no es novedosa. Ya fue insinuada por González Simancas en su conocido Catálogo...26, aunque es cierto que con una notable ambigüedad. En la mencionada obra, y bajo el epígrafe "Castillo y recinto de la plaza", hace mención su autor a la fortaleza de Lorca como una de las más perfectas de "tipo feudal" que ha visto, ya que su compartimentación permite una defensa eficaz de las diferentes partes en que está dividido. En cuanto a la muralla, tanto por la forma cilíndrica y cuadrada de las torres como por el tipo de construcción (argamasa con refuerzos de mampostería desigual) le recuerdan en algo al castillo de la Concepción de Cartagena. Cita dos puertas: la tradicional de entrada, que dice es de construcción moderna, y la del Pescado, que habiendo sido tapiada y terraplenada, sólo conserva la bóveda de ladrillo que es de forma de cañón seguido. Identifica dos recintos principales en donde se encuentran las torres Alfonsina y del Espolón, señalando que le parecen del XVIII todas las construcciones que rodean a esta última torre (refiriéndose a la batería de cañones de la explanada). Con respecto a la Alfonsina, cita el famoso texto del obispo de Cartagena Pablo de Santa María (El fijo de este en discordia elegido …) para señalar el inicio de su construcción. Destaca la severidad de todo el conjunto de la torre del homenaje y al hablar de las cabezas humanas que decoran las esquinas hace un paralelismo con las torres persas. Describe el interior a grandes rasgos indicando la presencia de bóvedas esquifadas y separadas por arcos transversales apuntados que apoyan en ménsulas prismáticas decoradas con boceles horizontales de perfil angrelado; la iluminación a través de ventanas aspilleradas para los dos cuerpos inferiores y "tres" ventanas de arco apuntado -no considera la de la escalera- en el tercer piso con restos de haber 26

GONZÁLEZ SIMANCAS, M. Catálogo Monumental de la Provincia de Murcia. Edición Facsímil de la redacción original de 1905-7. Ed. Colegio Oficial de Arquitectos, Murcia 1997.

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tenido tracerías de arcos gemelos y parteluces. Concluye atribuyendo la obra a finales del siglo XIII y lanzando la idea de que quizás participarían en ella maestros y manobres mudéjares que serían los ejecutores de las bóvedas de ladrillo y las ménsulas de estilo cordobés. Con respecto a la torre del Espolón, le parece del mismo tiempo que la Alfonsina, tanto por su forma como por el tipo de construcción y la existencia de las mismas cabezas decorando las esquinas. Describe el interior destacando el gusto orientalizante de su escasa decoración y compara las marcas de cantería halladas en esta torre y en la Alfonsina, encontrando correspondencia en cuatro de ellas. Como cierre del texto plantea unas conclusiones -parecen más interrogantes- que se pueden resumir así: 1) simultaneidad de las obras de ambas torres lorquinas y quizás la presencia en ellas de los canteros que trabajan en el castillo de la Concepción de Cartagena, invocando nuevamente la coincidencia de marcas de cantería; 2) a favor de esa simultaneidad aporta similitudes constructivas y el paralelismo de los arcos de sendas entradas en cuya traza encuentra el mismo defecto de hacer verticales las juntas de la clave; 3) su impresión última, con respecto a los elementos decorativos de las torres, es la de hallarse ante un estilo francamente ojival que podría retrasar algo la cronología de las obras situándola ya en el siglo XIV.

Vista del castillo desde Murviedro. Ã

Aunque tanto la torre Alfonsina como la del Espolón no presentan ningún cambio brusco en su fábrica, haciendo suponer este hecho que fueron construidas de modo ininterrumpido y en un período de tiempo no excesivamente largo, algunos detalles pueden indicar algo distinto. Parece no haber duda en que el diseño general de ambas torres corresponde a la segunda mitad del siglo XIII, en que éste se siguió fielmente mientras duró la construcción y en que sólo es posible pensar que sufriera alteraciones de carácter decorativo. Así lo hace pensar la tercera planta de la torre Alfonsina, que se abre al exterior no a través de saeteras, como en los cuerpos inferiores, sino mediante cuatro amplios ventanales. La monumentalidad de ambos edificios -sobre todo la torre Alfonsina- no tiene comparación con

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ningún otro de nuestra región, sugiriendo que en su construcción debieron de emplearse grandes cantidades de dinero que procedían, únicamente, de la Corona castellana, ya que todo indica que el Concejo sólo estaba obligado a construir las murallas, puertas y torres que guarnecieran a la ciudad. Y aún en esto el rey debió aportar rentas para favorecer la defensa del importante enclave fronterizo en momentos de necesidad y urgencia, sobre todo en aquellos en que las paces o treguas con los nazaríes no garantizaban el rompimiento de hostilidades de forma unilateral. Las aportaciones extraordinarias que el Concejo solicitaba para la construcción del perímetro amurallado de la ciudad y la puesta a punto del sistema de atalayas, son especialmente evidentes en la primera mitad del siglo XIV -cuando incluso la Iglesia participa permitiendo que se recogieran limosnas con destino a esas obras- y en el último tercio del XV. El primer período señalado coincide con dos hechos relevantes: el predominio murciano de la familia Manuel (don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X, y su hijo Fernando Manuel ocuparán sucesivamente el adelantamiento mayor del reino, mientras que la alcaidía del castillo de Lorca estará en manos de dos personajes de igual nombre, Sancho Manuel, hermanastro e hijo ilegítimo, respectivamente, de don Juan Manuel) y la activación de las hostilidades de la frontera con dos encuentros de armas consecutivos e importantes en los que participan los lorquinos -la batalla del río Salado (Cádiz), en 1340, y la de Velillas, en 1341-. El segundo período citado está en relación directa con la posibilidad de que la Corona de Castilla lanzara una ofensiva generalizada sobre el sector oriental del debilitado Reino de Granada, posibilidad que se ve confirmada casi inmediatamente con las campañas de 1488.27 La propia magnitud de la torre Alfonsina y su elevado coste, añadido a la construcción de otra torre en el espolón y de las necesarias defensas de los perímetros del castillo y la ciudad, obligan a pensar en unas obras cuya ejecución se dilataría en el tiempo durante un período superior al que siempre se ha estimado. Esa dilación pudo verse favorecida incluso por etapas de inestabilidad política, de despoblamiento del término y de la propia ciudad debido a la inseguridad de la zona y al azote de enfermedades epidémicas, así como de crisis de subsistencia provocadas por causas climatológicas adversas. La extraordinaria igualdad de la piedra utilizada en ambas torres, tanto en las cadenas de las esquinas como en los sillares de los paramentos, no es obstáculo alguno para aceptar una extensión en el tiempo de las obras, puesto que Lorca dispone en sus cercanías de varias canteras que comenzaron a explotarse en esta época y que continuaban activas aún en los siglos XVII y XVIII (tales como las de Murviedro, del Río, del Estrecho de Puentes, etc). A este respecto se pueden citar como ejemplo dos obras locales, perfectamente documentadas, que presentan esa igualdad constructiva de sillares a pesar del tiempo que tardaron en ser terminadas totalmente: el Ayuntamiento, cuyas dos arcadas laterales están separadas por unos 60 años en cuanto a su construcción; y la Colegiata de San Patricio, cuyas dos portadas principales están separadas por 100 años, siendo la que da a la Plaza Mayor de finales de la década de 1590 y la mayor y más monumental de 1710. El tipo de bóvedas de ladrillo empleadas en la torre Alfonsina varían entre la primera planta y las dos restantes. Si bien todas las bóvedas son esquifadas, o de paños, la totalidad de las que hay en la planta baja se plantean cruzando diagonalmente dos bóvedas de cañón sobre cada uno de los tramos a cubrir, resultando de ello una planificación individual para cada 27

Sobre la Lorca fronteriza existe una abundante cantidad de trabajos e incluso las actas de un congreso internacional que en distintas mesas abordó los aspectos más sobresalientes de este fenómeno. Pero el trabajo más completo que existe al respecto es la tesis doctoral del profesor de la Universidad de Murcia Juan Francisco Jiménez Alcázar publicada en dos volúmenes: Lorca: Ciudad y término (ss. XIII-XVI). Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia 1994; y Un Concejo de Castilla en la frontera de Granada: Lorca 1460-1521. Ed. Universidad de Granada y Ayuntamiento de Lorca. Granada 1997. A ambos textos es obligado remitirse para conocer cualquier parcela de la historia de la ciudad en la etapa bajomedieval.

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tramo cubierto. Los paños resultantes son romboidales, resueltos a modo de pechinas en la parte más baja de cada esquina, y dibujan unos ejes perpendiculares a los lados del espacio que se cubre, ya sea cuadrado o rectangular. En las dos plantas superiores este tipo de bóveda queda relegada a los espacios más pequeños que generan los lados menores del pilar central, haciendo un planteamiento general para los otros espacios cuyas bóvedas esquifadas resultan más características siendo el resultado del cruce perpendicular de dos bóvedas de cañón sobre unos apoyos continuos. Los paños así creados son triangulares y de aristas entrantes, pero al sustentarse sobre arcos apuntados y sobre el muro, y para darles mayor estabilidad, los ángulos inferiores también se prolongan hacia abajo hasta encontrarse en las respectivas ménsulas de apoyo de los arcos que separan cada tramo de bóveda.

Los tres tipos de bóveda esquifada existentes en la torre Alfonsina: la de menor tamaño que cubre los espacios menores que genera el machón central en los lados Este y Oeste; la utilizada en el piso inferior de paños romboidales; y la utilizada en los restante pisos. Ã

Algunos detalles constructivos avalan la idea de un plan de obra trazado en la segunda mitad del siglo XIII que sería seguido minuciosamente hasta la finalización de la torre, pero admitiendo pequeñas variaciones estéticas que para nada afectaban a la estructura general. Lo que mejor indica que la obra iba a ser dilatada en el tiempo es el modo en que presumiblemente la torre Alfonsina sustituyó a la estructura principal del alcázar musulmán, de la que no se puede precisar si era realmente una torre. De ésta quedan restos de un muro esquinado en el lado del mediodía y otro vestigio más, de iguales características, que asoma en el interior de la planta baja de la torre Alfonsina, siendo este último utilizado para acotar un espacio interior en una esquina de esa planta que lo más probable es que contuviera en su subsuelo un aljibe. Ese modo de pisar una obra nueva a otra anterior no se puede deber más que a una razón: la torre Alfonsina se comenzó a construir sin derribar la estructura que ya existía, debido a que ésta seguiría siendo el referente de seguridad de la ciudadela del castillo mientras que no estuvieran suficientemente levantados los muros de la primera planta de la nueva torre, e incluso que fueran habitables los espacios interiores de su cuerpo bajo. Conforme se fuera cerrando el perímetro de esa nueva torre, se irían derribando los trozos de muro de la estructura existente que quedaban en su interior y que no se iban a utilizar. El empleo de los dos tipos de bóveda esquifada antes mencionados responden, pues, a la manera en que se iba a construir la torre. El tipo de bóveda de la planta baja no necesita para su sustentación más apoyos que los de los muros y arcos que cubre, permitiendo por tanto

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construir crujías independientes que por yuxtaposición formaron todo el corredor de la planta baja en torno al pilar central. En la plantas superiores esta clase de bóveda sólo se mantuvo para cubrir los espacios menores situados en los lados Este y Oeste del pilar central, que son realmente los únicos independientes. Los lados mayores de ese pilar -Norte y Sur- se concibieron como un espacio corrido y se construyeron con el segundo tipo de bóveda que utiliza también como apoyo las crujías colindantes. La regularización del espacio llevó aparejada además una decoración uniforme de las ménsulas de los arcos. Mientras en la planta primera el número de rollos labrados en las ménsulas parece variar a capricho del cantero, en las plantas segunda y tercera estos detalles decorativos se vuelven extraordinariamente constantes, labrándose siempre cuatro boceles. Ese muro esquinado del exterior, situado al mediodía, al que antes se ha hecho referencia, quizás forme parte del último tramo derribado de la primitiva estructura y no fue plenamente arrasado porque debió de servir como sostén de la tierra que iba a colmatar el pequeño espacio que quedó entre la pared de la torre y la muralla, constituyendo uno de los adarves de la plaza de armas. La reciente excavación arqueológica en esta pequeña zona, donde se hizo una zanja para pasar unos cables del sistema de iluminación del castillo, aportó unos materiales cerámicos datables en los siglos XIII y XIV28, lo que confirma que fue en esa última centuria cuando se colmataría definitivamente ese espacio para ser utilizado como adarve. La torre, en esa última fecha, ya habría alcanzado una altura y habitabilidad suficientes como para prescindir de la antigua construcción. Conviene ahora recordar que en 1305 Fernando IV daba rentas para las torres y murallas del alcázar y la villa y que es en los veinte años finales de la primera mitad del XIV cuando se advierte un interés muy acusado por completar el sistema de atalayas del campo y cuando la alcaidía del castillo lorquino está en manos de la familia Manuel, descendientes directos del rey Sabio. El que se estuvieran invirtiendo dineros en otros aspectos de la defensa puede indicar que el principal recinto defensivo, el núcleo del alcázar cristiano, o estaba concluido o suficientemente avanzado como para poder despreocuparse un tanto de él. Con lo expuesto hasta ahora, se pueden asentar otro par de ideas. El alzado de la torre Alfonsina apenas presenta talud, produciéndose un desplome de los muros hacia el eje central apenas perceptible a simple vista. Si la torre hubiera sido rehecha o forrada en su exterior a comienzos del siglo XV, cuando ya estaba generalizado el uso de la artillería, el forro hubiera dejado alguna huella constructiva visible y sus muros habrían adquirido una inclinación hacia dentro más notoria. La sola contemplación de la escalera, embutida en un muro que guarda la misma proporción en los cuatro lados de la torre, invita a pensar en un planteamiento unitario, originado en el siglo XIII, antes que en reformas generales practicadas en el XV que son muy difíciles de justificar. Si admitiésemos la teoría del recrecimiento del siglo XV, ¿por qué no se le dio más base al muro para permitir un mayor talud?; o bien, ¿en qué parte de la torre originaria se situaría el acceso a los cuerpos superiores y cómo es que no hay huella alguna de él? Como éstas se pueden plantear muchas preguntas que no resuelve la teoría del recrecimiento. Sin embargo sí cuadra bien que fuera a comienzos del XV cuando se emprendieron lo trabajos definitivos para acabar la obra, labrándose entonces el tercer cuerpo con las cuatro ventanas de arcos apuntados que iluminan extraordinariamente la planta superior, dándole un aspecto menos lóbrego con respecto a las otras. Si observamos con detenimiento la cara del mediodía de la torre, se puede apreciar sin dificultad un rejunteado de sillares correspondiente al tercer piso que es bastante diferente del que presenta el resto de la obra. Algo parecido ocurre en las otras caras pero con menor intensidad. 28

De nuevo he de agradecer a Andrés Martínez Rodríguez la comunicación verbal que me hizo de estos datos.

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Otro detalle más puede resultar significativo. Las cuatro ventanas de la torre Alfonsina están enmarcadas por un alfiz que en su interior contiene un gran arco apuntado en cuyo intradós se dobla con otro algo más retranqueado. Bajo este último se encuentra otro arco apuntado más, ya muy rebajado, que daba paso a un doble arco de estilo gótico, no se sabe si con algo de tracería, sustentado en un parteluz. Esta última decoración desapareció hace ya muchísimos años. Los boceles que recorren los dos arcos apuntados de mayor dimensión se

Una de las ventanas del segundo cuerpo de la torre Alfonsina y detalle de la Puerta de San Antonio. Ã

resuelven a cada lado del arco en sendos fustes lisos de columnillas decorativas, cuyo capitel es una moldura cuadrada que se extiende perpendicularmente al alfiz quebrándose en su perfil para adaptarse a los sucesivos retranqueos de los arcos. Ese modo de solucionar decorativamente el vano es idéntico en su estructura al utilizado en la puerta del Porche de San Antonio, aunque varían lógicamente los motivos decorativos añadidos en ésta (pequeños capiteles y motivos geométricos adornando la cara externa de los arcos). Este porche se suele datar en el siglo XIV. Y las preguntas son obvias: ¿cabe pensar que fueron dos manos diferentes las que labraron la puerta del Porche de San Antonio y las ventanas de la torre Alfonsina?; y si la estructura es idéntica, ¿cabría admitir que entre una y otra median cien años? Todo parece indicar que los canteros que trabajaron en esas ventanas también lo hicieron en la que era entonces una de las principales puertas de acceso a la ciudad. Con respecto a la torre del Espolón, su propia tipología y las marcas de cantero coincidentes con las encontradas en los cuerpos superiores de la torre Alfonsina ya hicieron pensar a González Simancas en una cronología más avanzada, así como en la construcción simultánea de ambos edificios. Las más reducidas dimensiones de la del Espolón permitieron el empleo de técnicas constructivas diferentes a las que se usaron en la Alfonsina. Se planteó en Tipo de bóveda de crucería utilizado en la torre del Espolón. Ã

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esta torre un aljibe ocupando todo el perímetro de la base, y la cubierta del espacio cuadrado de sus dos cuerpos superpuestos se realizó con sendas bóvedas de crucería simple, con los nervios labrados en piedra y sus plementos con ladrillos colocados de canto. A las características de la decoración de sus capiteles ya se hizo referencia antes al citar el texto de González Simancas. Esta torre parece que no tuvo ningún precedente anterior, ya que lo que posiblemente hubiera en esta zona sería un complejo fortificado con muros que protegían una de las entradas al recinto del castillo, la denominada "puerta falsa". La idea general que animó la construcción de estas dos torres parece no ofrecer dudas. En primer lugar, la torre Alfonsina, la principal del castillo, también llamada del homenaje, tiene algo de esa "arquitectura de apariencias" de la que habla Cooper al tratar sobre los castillos señoriales. Su sola presencia intimida y es además, por su solidez, un eficaz seguro de vida para personajes relevantes de la política y la milicia de entonces que podrían refugiarse en ella en momentos de verdadero peligro. Sobre esta torre, como símbolo, basaron su poder algunos alcaides famosos del castillo (tales como Alonso Fajardo, el Bravo o el Malo) y también los adelantados del reino murciano (quizás los más interesantes a este respecto sean don Juan Manuel y Pedro Fajardo). Pero esta torre con su plaza de armas daba también protección a toda la zona del Alcalá, esto es, la parte más oriental de la fortaleza, lugar poblado desde la misma reconquista donde Morote sitúa el primitivo convento de la Merced, Veas Arteseros29 el barrio judío -una hipótesis que se ha visto confirmada por las recientes excavaciones arqueológicas, aunque con alguna variación que se comentará en su epígrafe correspondiente-, y donde es seguro que estaban la parroquia de San Clemente, después convertida en ermita aunque conservando tal título, y las casas de los pobladores cristianos del alcázar. Éstos recibieron en los repartimientos mercedes de tierra en la huerta de Lorca por el solo hecho de habitar sitio tan escarpado y estar expuestos a los peligros de una guerra al ser objeto principal de un posible asalto. Estaban así mismo exentos de pagar pechos al Concejo y sólo tenían como contrapartida participar en las velas y rondas que ordenara el alcaide del castillo. En esta zona, hacia el Norte, se situaba, y aún existe cegada, la principal puerta de acceso al recinto amurallado, y para guardarla mejor se construyó sobre un montículo rocoso frontero la que siempre se ha conocido como torre de Guillén Pérez de Pina. Sus restos son hoy prácticamente inapreciables. En este sector se localizan la casi totalidad de los aljibes con que cuenta el castillo lorquino, incluyendo el mayor de todos formado por ocho naves unidas. Esta zona habitada tenía su límite en el complejo defensivo del espaldón que cortaba la planicie del castillo en dos, partiendo desde la ciudadela en dirección Norte. La defensa del sector occidental del castillo quedaba encomendada a la torre del Espolón, que controlaba directamente la ya nombrada "puerta falsa", que comunicaba el espolón con la balsa de los pilones, todo el terreno que se extendía ante ella y una tercera puerta del castillo en el lado de mediodía, de la que más adelante se hablará, que también tenía situado en su frente un torreón de pequeñas dimensiones, igualmente colocado sobre un promontorio rocoso, para dar cobertura defensiva a la entrada. Con respecto a todo el perímetro fortificado, de época musulmana no parecen quedar más que restos en las zonas Norte y Oeste, y el gran lienzo de muralla conocido como el espaldón en la zona central del castillo. Mientras no se realicen estudios pormenorizados, la datación de este perímetro de muralla es bastante incierta, aunque se puede aventurar que existen tramos pertenecientes a los siglos XIII y XIV, que hay una actuación importante en torno a la torre Alfonsina a comienzos del XV y que posiblemente todos los muros fueron 29

VEAS ARTESEROS, F. de A. Los judíos en Lorca en la Baja Edad Media. Academia Alfonso X el Sabio. Murcia 1992.

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puestos a punto antes de iniciarse las campañas granadinas de 1488.30 Cada fase constructiva o de reparación era inmediatamente anterior o posterior a una actuación similar en el circuito de murallas urbanas. Pero serían las reformas de comienzos del XIX, preparando el castillo para su utilización como base en la guerra contra los franceses, las que dejaron un profunda huella en las cercanías de la torre del Espolón, en la propia plaza de armas de la torre Alfonsina y en el espacio que se extiende ante ella en dirección Este. Con la misma inseguridad cronológica, en lo referente al período bajomedieval, se deben abordar las dataciones de los diferentes aljibes con que cuenta el castillo. Pero en este caso sí se puede asegurar algo: por la función que tienen de recoger agua fundamentalmente para el consumo humano, ninguno de ellos debió de ser construido después de las primeras décadas del siglo XVI, años en que ya parece que no vivía nadie dentro de los muros de la fortaleza, o por lo menos no una cantidad de gente significativa como para acometer una obra de estas características. Un factor a tener en cuenta para no poder fechar con precisión los restos que aún quedan es que las técnicas de construcción de este tipo de edificaciones apenas variaron en cientos de años. Sin embargo, hay aljibes cuya filiación constructiva parece claramente musulmana (como por ejemplo el que está situado junto al muro del espaldón, reutilizado posteriormente como cuartel). Aplicando el sentido común, se puede lanzar la siguiente teoría: en los momentos de mayor ocupación humana del castillo, siglos XIV-XV, debieron de ser construidos los dos grandes aljibes que aún presentan un buen estado de conservación: el de las ocho naves unidas y el situado junto a la batería de cañones. Estas dos grandes obras vendrían a poner fin a los posibles problemas de abastecimiento que pudieran surgir manteniendo una innecesaria red de pequeños aljibes distribuidos por todo el campo del castillo, especialmente en la zona del barrio del Alcalá. El resto de los aljibes se podrían datar, por tanto, con anterioridad y su acondicionamiento como almacenes, viviendas, etc, no hace más que confirmar el abandono de su función primigenia. Cada torre tendría además su propio aljibe, y sólo es posible pensar que arruinado el que al parecer existía en el interior de la Alfonsina, en las sucesivas remodelaciones que sufrió el castillo a lo largo del tiempo, y en especial la zona de la plaza de armas, se construyó el que hoy existe en ese emplazamiento. Éste no sólo recogería el agua caída en el terreno de su alrededor, sino que también recibiría la proveniente de la azotea de la misma torre, para lo cual se dispusieron dos gárgolas en el lado Este y debió de inclinarse un tanto el piso con el fin de facilitar la evacuación del agua de lluvia. Esas gárgolas, que debieron de ser repuestas a comienzos del siglo XIX, así como arreglado el propio aljibe, no aparecen sin embargo en el minucioso dibujo que hizo de la torre Martínez de Lara en 1781, año en que, como se desprende del libro del padre Morote, ya existía un aljibe en el exterior de la torre. O no se trataba del existente en la actualidad, o en ese año de 1781 quizás se pensó en colmatarlo y prescindir de él. II.2 La cuestión del poblamiento à Que hubo poblamiento en el castillo desde el mismo momento en que la ciudad pasa a manos de Castilla, es un hecho contrastado documentalmente. En 1257 Alfonso X concedía casas y heredamientos a los cristianos que poblaran los alcázares y la villa, concesión que se formalizó en los repartimientos posteriores, y su número, que se puede aventurar con una cierta exactitud como veremos, se mantuvo más o menos constante hasta mediados del siglo XV. Así parece acreditarlo la existencia hasta esa fecha de la parroquia de San Clemente en el propio alcázar siendo, según la tradición recogida por Morote, la primera iglesia lorquina.

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A este respecto ver las obras en el castillo señaladas por JIMÉNEZ ALCÁZAR en Lorca: ciudad …; p. 59.

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II.2.1 La parroquia de San Clemente y la iglesia de la Virgen del Alcázar à Lo que se sabe de este templo parroquial, partiendo desde su fundación en años inmediatos a 1244, es suficiente como para trazar a grandes rasgos su evolución. El padre Morote, después de aclarar que la advocación del templo se debe a que fue en el día del santo en el que se ganó la fortaleza al asalto31 (una creencia que ya está deshecha por la investigación histórica que sitúa la capitulación hacia el mes de junio de ese año32), relata que en su cercanía se encontraba el antiguo convento de la Merced. Como recuerdo de él, también nos dice el franciscano que en la techumbre del templo se pintó una Virgen de las Mercedes con su tradicional iconografía. En 1464 se documenta la construcción de un nuevo edificio con las aportaciones de la iglesia y de los propios parroquianos. La carta que escribe el Concejo al delegado del obispo el 19 de mayo de ese año, por ser esclarecedora, se inserta a continuación: Mucho honrado señor vicario, nuestro pariente y buen amigo. El Concejo, alcaide, justicia, regidores, etc, nos vos enviamos encomendar con voluntad de hacer las cosas a vuestro honor cumplideras. Honrado señor, el alcaide y los parroquianos de San Clemente de esta ciudad se nos quejan diciendo que contra la voluntad de ellos os place dar la mayordomía de la dicha iglesia en otros que no son parroquianos de la dicha parroquia y contra lo que fue acostumbrado, y así mismo que mandáis llevar a esta ciudad ante vos los maravedís que por los mayordomos de la dicha iglesia pasados se debían y estaban debidos a ciertos términos y

Ruinas de San Clemente. Todavía se conserva el arranque de uno de los arcos del siglo XV en que se sustentaba la única nave del templo.Ã

plazos y so censura eclesiástica, y que esto redundaba en daño de la dicha iglesia y así mismo en perjuicio de ellos, según que más largo nos informaron, sobre todo lo cual acordamos vos escribir y rogar vos plega no sean estos así perjudicados ni menos contra la voluntad de ellos así por vos señor procedido, pues que ellos son concordes y de buena voluntad fabricar aquella iglesia y levantar aquella obra y así lo tienen principiado y llevan adelante. Y cuanto en llevar así mismo el dinero y tanto fuera de aquí recibirían agravio. Por que vos mucho rogamos vos plega alzar vuestro mandamiento según es hecho y consentir vos plega que se haga todo como los parroquianos de dicha iglesia acordaren. Y pues que entre ellos hay buenos hombres y caudalosos y la obra se avanza según podréis ser informado será 31

MOROTE, op. cit., p. 281. TORRES FONTES, J. "La Lorca cristiana del siglo XIII". En Lorca. Pasado y Presente. Aportaciones a la historia de la Región de Murcia. Ed. Aytº de Lorca y CAM. Lorca 1990; tomo I, pp. 191-202.

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cosa que vos mucho agradeceremos ofreciendo nos hacer por vos en semejantes cosas y mayores vuestros ruegos. Sea Dios con vos y acreciente vuestra vida y estado como deseáis. De la noble ciudad de Lorca …33 Los restos de pilares prismáticos que aún quedan entre las ruinas de la ermita se pueden situar cronológicamente en esa fecha, ya que responden a un gótico avanzado. A pesar de esa nueva obra, unos pocos años más tarde la feligresía de San Clemente fue agregada a la iglesia de San Jorge, aunque se acordó que la ermita siguiera conservando el título de parroquia por la preeminencia de ser el más antiguo establecimiento religioso de la ciudad. En 1536 el templo se encontraba desasistido y abandonado, por lo que se trasladó provisionalmente la fiesta de San Clemente a la ciudad; y en 1548 se confirmó definitivamente la agregación de la parroquia a la colegiata de San Patricio, erigida sobre la vieja iglesia de San Jorge.34 En esta última fecha es presumible que no hubiera ya ningún vecino en el barrio del Alcalá. No obstante, la situación de abandono se remedió con la asignación de una ración del granero decimal dedicada a afrontar los gastos que generara tanto el mantenimiento y ornato del templo como la celebración del día del santo, una concesión hecha por el obispo para mantener la tradicional procesión general a la que asistían todos los poderes establecidos en la ciudad (regidores, canónigos, clero, justicias, corregidor a partir de 1645, gremios, etc). Tuvo en adelante dos curas que eran a su vez el maestro de ceremonias y el maestro de capilla de la colegiata de San Patricio. El edificio fue ampliado en 1761, según se dice por "lo reducido e indecente de la ermita", añadiéndosele entonces la primera crujía de la entrada y remozando toda su fábrica.35 El concordato de 1851 entre el Estado y la Santa Sede suprimió la colegiata lorquina y desaparecieron los dos sacerdotes a cargo de la ermita, así como las rentas necesarias para mantenerla, momento en que la figura del santo fue bajada a la colegial para celebrar allí su festividad y el pequeño templo del castillo fue completamente abandonado a su suerte. El recuerdo que le dedica Eulogio Saavedra es bastante elocuente: Aún viven muchos en Lorca que recordamos haber visto en su integridad la iglesia erigida a San Clemente en el Castillo y las concurridísimas y entusiastas romerías que se verificaban anualmente a dicho santuario. Antes se celebraban allí solemnes cultos al Santo, patrón de Lorca, especialmente el 23 de Noviembre, a los que concurrían ambos cabildos, clero, nobleza y pueblo para conmemorar la toma de Lorca por las armas cristianas, que la tradición supone en dicho día. Fue verdaderamente lamentable que se abandonase esta capilla, en tiempos desgraciados para la iglesia; bajáronse la imagen del Santo, campana y ornamentos a la colegial de San Patricio, a la que estaba incorporada desde su fundación la parroquialidad de San Clemente. Con la clausura del santuario comenzó su ruina, hasta quedar reducido como hoy lo vemos a un montón de escombros, entre los que yacen deshechos pinturas y restos antiguos, dignos de mejor destino; como consecuencia forzosa siguió la del Castillo, tan profanado y ultrajado de pocos años a esta parte. En el día surge, según hemos llegado a entender, con la resurrección de las romerías, la idea de restaurar o reedificar la iglesia de San Clemente, proyecto que aplaudimos calurosamente y sin reservas, por lo que contribuye a levantar el espíritu de los pueblos el fomentar y sostener sus costumbres patrióticas y sus gloriosas tradiciones. Además, no creemos haya nada más eficaz para la conservación de los monumentos que colocarlos bajo la égida del sentimiento religioso popular. Díganlo si no en Lorca la columna miliaria del emperador Augusto y la puerta y torreón históricos que hoy llamamos Porche de San Antonio.36 33

A.M.L. Cartulario 1463-64. SEGADO BRAVO, P. "El maestro de arquitectura José de Vallés y su participación en las obras de la Colegias de San Patricio de Lorca". En ANALES de la Universidad de Murcia-Filosofía y Letras, Vol. XXXVI, nums. 3-4. Murcia 1979; pp. 475-490; ver nota 37. Con respecto a la fiesta del santo ver MUÑOZ CLARES, M. "San Clemente". Tu Ayuntamiento, año I, nº 7, noviembre de 1993. 35 A.M.L. Actas capitulares de San Patricio. Acuerdos de 24 y 27 de noviembre de 1761. 36 SAAVEDRA, op. cit., p.14. 34

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Una de las últimas personas en ver la ermita antes de que se iniciara su ruina fue un testigo de excepción, José Musso Valiente, quien en su diario, en noviembre de 1830, da cuenta de la fiesta del santo y de la ermita. Con respecto a la primera dice que todavía en estos años se celebraba fiesta subiendo al castillo el Ayuntamiento, el cabildo de la colegiata, clero y gremios, diciéndose misa con solemnidad y predicándose con el mayor empeño. En lo tocante a la ermita esta es su descripción:37 La ermita del santo es de bastante capacidad: divídese en dos trozos; el anterior con dos arcos apuntados sostenidos sobre machones empotrados en las paredes y adornados cada uno con una columnilla; tiene el techo de madera artesonado y en forma de tejado. Las vigas están pintarrajeadas y en la arista de en medio se ven dos santos, uno enseguida de otro y acompañado de otras figuras, todo ello obra muy inmediata a la conquista. El segundo en cañón o bóveda rebajada es más moderno. La imagen de San Clemente, toda ella de muy poco mérito, está en un nicho, alrededor del cual, por la parte de afuera, hay un retablillo de madera sencillo, obra del siglo XV a lo que se infiere de los pocos adornillos que tiene, de gusto plateresco. A cada lado tiene dos cuadritos que representan tres de ellos pasajes de la vida de San Clemente y el cuarto la toma de Lorca. Sobre ellos, en cada extremo, dos pequeñitos, uno figura una llave, otro una espada. Sobre la clave del nicho otro que representa a la virgen y encima, formando la punta superior del triángulo, otro pequeñito con un castillo. Esta ermita tiene honores de parroquia y son curas de ella el maestro de ceremonias y el de la capilla de la Colegiata. Como noticia curiosa se puede leer en el libro de Escobar esto:38 Había en el castillo otra campana, en la espadaña de la parroquia de San Clemente, que tiene escrito en ella; IESVS MARIA I IOSEP ANNO Đ 1678, la cual por acuerdo del cabildo, de 9 de enero de 1845, se bajó a la torre de San Patricio para que sustituyera a «la tercerica» en los toques de coro. Con respecto a la iglesia de la Virgen del Alcázar, la única noticia que se tiene de ella es la que proporciona Morote y curiosamente, a pesar de lo popularizado que está este libro, casi nadie ha reparado en ella. En la página 279 de la conocida obra, al hablar el franciscano de la Virgen y su iglesia, dice así: ... cuya antiquísima imagen tenían y veneraban en una pequeña iglesia, la que para memoria de tan singular beneficio hizo renovar nuestro príncipe conquistador. Su puerta y paredes se mantenían, con bastante integridad y hermosura de su portada, por los años de 1696 en frente de la puerta de la iglesia de San Clemente, a la parte del Levante. De este edificio religioso, que viene a sumarse al dedicado a San Clemente y al convento de la Merced, no hay el menor rastro de su alzado. Sin embargo, sí existe un recio cimiento de piedra, de forma cuadrada, frente a la iglesia de San Clemente por la parte Este, que responde perfectamente a lo que Morote nos describe. Por la precisión de fechas y datos, es bien probable que Morote viera en su juventud ese edificio, y que en el momento de escribir su historia (hacia 1739) no fuera ya más que un recuerdo. II.2.2 Los nuevos pobladores à Es tradicional -y lo avalan los documentos- situar un poblamiento de cristianos en el alcázar, en la zona denominada Alcalá, contigua a la puerta principal, y más recientemente 37

MOLINA MARTÍNEZ, J.L. "San Clemente, su patrón". Vecinos, nº 124, 20 de noviembre de 1998. ESCOBAR BARBERÁN, F. Esculturas de Bussi, Salzillo y don Roque López en Lorca. Imp. Vda. De Carrasco. Lorca 1919; p. 186.

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también se ha identificado la zona trasera de la ermita de San Clemente como barrio de la judería.39 Un documento dado a conocer por Jiménez Alcázar40 es especialmente informativo con respecto a los últimos años en que los pobladores cristianos permanecieron en el castillo y el por qué de su presencia allí. La carta de los Reyes Católicos al corregidor de Lorca, o a su teniente, contiene toda la información necesaria: Don Fernando e Doña Isabel, por la graçia de Dios rey e reina de Castilla, etc. a vos, el nuestro corregidor de la çibdad de Lorca o a vuestro alcalde en el dicho ofiçio: salud e graçia. Sepades que Sancho de Sandoval, alcaide de los alcaçares y fortalesa de esa dicha çibdad de Lorca, nos hiso relaçion por su petiçion, disiendo que dentro de la dicha fortalesa e alcaçares solian bivir y morar veinte e tres honbres con sus mugeres y casas pobladas, los quales eran tenidos y obligados de velar y rondar y guardar los dichos alcaçares. Y que por ello tenien çiertos eredamientos cada uno de los dichos veinte e tres honbres en la dicha çibdad y su termino, e son escusados de todos los pechos e contribuciones y derramas que pagan los otros vesinos pecheros de la dicha çibdad. E que por aquellos susodichos eran remisos e nigligentes en la guarda de los dichos alcaçares, y porque lo tovo por bien Alonso Fajardo al tiempo que tovo la dicha fortalesa e alcaçares, les derribo las casas que estavan dentro de ellos, e les fiso que se saliesen a bevir e a morar fuera de los dichos alcaçares. Y al tiempo que Don Juan Chacon, nuestro adelantado mayor de Murçia, nuestro contador mayor e del nuestro Consejo, le fue dada y entregada la dicha fortalesa y alcaçares, fiso iguala y convinençia con los dichos veinte e tres honbres, que porque ellos avian de dar las velas e rondas de la dicha fortalesa e estar dentro de ella, que porque él toviese cargo de poner las dichas velas y rondas, y ellos no fuesen obligados a sobir a velar ni a rondar la dicha fortalesa, que oviesen de dar e pagar çinco mill maravedies cada un año, para que llevase el alcaide de la dicha fortaleza, e toviese cargo de las dichas velas y rondas, y ellos no fuesen obligados a velar ni a rondar. Los quales an pagado de çiertos años pasados e que agora, de tres años a esta parte, poco mas o menos, an dexado e defendido de los pagar, de manera que ni pagan los dichos maravedies ni dan las dichas velas e rondas, e gosan de las dichas eredades e esençiones y libertades. En lo qual todo dis que si asi pasase que ellos riçibiran mucho agravio e daño, y nos suplicaron e pidieron por merçed çerca de ello con remedio de justiçia les proveyésemos, mandando que los susodichos pagasen los dichos çinco mill maravedies que asi se obligaron para las dichas velas o dexasen las dichas eredades que asi tienen por causa de ellos, o como la nuestra merçed fuese, y nos toviesemos por bien. Porque nos mandamos que luego veais lo susodicho e la dicha iguala que asi dis que fue fecha. E llamadas e oydas las partes a quien atañen sobre todo ello, fagais e administreis al dicho Sancho de Sandoval conplimiento de justiçia por manera que la 39

Las últimas excavaciones arqueológicas realizadas como paso previo a la construcción de un parador de turismo en el castillo, han sacado a la luz la judería de Lorca de la que se conservan importantes restos tanto de casas como de la propia sinagoga. Sobre el resultado de esta excavación habrá que esperar a las pertinentes publicaciones de la arqueóloga Ana Pujante, directora de esta actuación. 40 JIMÉNEZ ALCÁZAR, Lorca: ciudad … , p. 302.

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[roto] aya e alcançe y por defeto de ella no tenga rason de se quexar. E los unos ni los otros no fagades ni fagan ende al... Dada en la çibdad de Sevilla, a siete dias del mes de abril, año del nasçimiento del Nuestro Salvador Jesucristo de mill e quatroçientos e noventa e un años. Conviene recordar los puntos clave del documento añadiéndole lo que sabemos por otros medios: - hubo una población estable dentro del recinto de la fortaleza que estaba formada al menos por 23 familias - los hombres de éstas tenían la obligación de hacer las velas y rondas que ordenase el alcaide y de actuar como guardas del castillo, o bien compensar económicamente al propietario de la alcaidía o a su teniente para que pagara a las personas que hiciesen tal trabajo - por ese cargo habían recibido heredamientos de tierra en la ciudad y la exención de contribuir al Concejo con cualquier carga económica o de oficio concejil que les fuera asignado en suerte - fueron desalojados del castillo en tiempos del alcaide Alonso Fajardo (1444?-1458), al negarse a prestar los servicios militares que les eran propios, y sus casas fueron arrasadas - al parecer todos recuperarían sus antiguos hogares al caer en desgracia Fajardo, y debieron de ser ellos los que contribuían para levantar una nueva parroquia de San Clemente en 1464 y se quejaban al Concejo del agravio que recibían del vicario episcopal, lo que motivó la carta que ya vimos - aunque el número de habitantes que regresaron al barrio del Alcalá parece que fue el mismo que los que había antes de ser expulsados, es posible pensar que no sería realmente así, o que disminuyó sensiblemente, ya que unos pocos años más tarde se anuló la parroquialidad de San Clemente agregando de modo provisional su feligresía a San Jorge - Pedro Fajardo, adelantado de Murcia y alcaide del castillo de Lorca, no debió de exigir a estos habitantes de la fortaleza la prestación de contrapartida alguna, ni en dinero ni en trabajo, una situación que volvió a la normalidad al tomar posesión de la alcaidía Juan Chacón en 1482 por muerte de su suegro - hecha la iguala que se cita en el documento con esas 23 familias, es curioso constatar cómo después de pasadas las campañas granadinas de 1488 se deja de pagar la cantidad estipulada, lo que da a entender que el peligro real de una incursión musulmana se había disipado casi del todo y que las obligaciones de índole militar podían relajarse, como de hecho así pasó, al haberse trasladado la frontera efectiva con Granada casi un centenar de kilómetros hacia el Sur. Aunque desconocemos en qué sentido se resolvería la cuestión, no es difícil adivinar que el especial favorecimiento de los Reyes Católicos para con la persona de Juan Chacón

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tuvo que pesar en la decisión de la justicia, aunque ésta tenía ante sí un planteamiento legal muy claro que no dejaba resquicios para poder argumentar: o se cumplía con las funciones militares encomendadas o se pagaba lo acordado. Consecuencia directa de todo esto fue el declive poblacional del alcázar, así como la pérdida de función militar efectiva de la fortaleza y su progresiva ruina. De todo ello se comenzarán a tener síntomas claros en los años siguientes, sobre todo en lo referente a la población cuya persistencia en ese lugar no le reportaría más que incomodidades incluso para lo más cotidiano. En esos años se asiste a una dinámica urbana de la ciudad que tendía ya claramente hacia el llano, abriéndose por entonces los primeros espacios públicos amplios, o por lo menos de dimensiones no conocidas hasta esas fechas. El proceso de despoblamiento de las parroquias altas es una constante en toda la edad moderna y parece que tuvo su punto más crítico a mediados del siglo XVII. Cabe preguntarse ahora desde cuándo se encontraban dentro del castillo esos pobladores y quiénes y cuántos eran. El texto del tercer repartimiento, acabado en 1272, da cumplida cuenta de esta cuestión. Su editor, el profesor Torres Fontes41, realizó de él un buen análisis que en una de sus partes dice así: Sin duda, tanto por disposición real como por consejo de quienes gobernaban el concejo de Lorca, es factor esencial y principal objetivo en la concesión de estos heredamientos la seguridad de la villa de Lorca. A ella se subordinan durante todo el período medieval cualquier otra actividad humana o material, puesto que la principal característica de Lorca sería su condición de plaza de armas, que por su situación fronteriza la convertían en base militar avanzada frente al reino de Granada. Ineludible tarea que marca, define y proporciona carácter, forma de hacer y de ser a su población durante tres siglos. No es coincidencia que la primera concesión que se efectúa una vez terminada la revisión sea a veintitrés pobladores que habían trasladado su residencia a El Espolón, quienes reciben sesenta tahúllas de gracia, distribuidas por igual en las tres calidades de tierra a repartir: huerta, morgón y fondón. El mismo objeto parecen tener las concesiones hechas a dos grupos de pobladores de Puentes; once de ellos, que se trasladan y "pueblan en el barrio de Alcalá", reciben seis, quince y ocho tahúllas de los respectivos tipos de tierras y a ellos se suman otros catorce vecinos que moraban ya en este barrio extramuros, a los cuales se les acrecienta sus beneficios anteriores con la merced a cada uno de cuatro tahúllas de huerta, que no habían alcanzado en la anterior partición. En cambio, otro grupo de nueve pobladores de Puentes, que moraban dentro de la villa reciben también nuevas asignaciones en las tres clases de tierra, aunque, naturalmente, en menor proporción que los que marchaban a asentarse al barrio de Alcalá cuando se ordena el reparto. La situación de la morada de cada poblador sigue imperando a la hora de las concesiones. Estas asignaciones son también datos informativos que nos permiten acercarnos algo más a la comprensión de cuanto entonces se hacía y el propósito que a todos guiaba y que presidía la repoblación lorquina. Por una parte la situación de Puentes era insegura e impedía un establecimiento permanente de pobladores y menos aún el asentamiento en sus tierras. De aquí el que los veinte pobladores pasaran a morar a Lorca, unos al arrabal de Alcalá y otros al interior de la villa. 41

TORRES FONTES, Repartimiento …, pp. XXXVI-XXXVII

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Y en igual forma es posible también deducir que el vecindario total del barrio de Alcalá era entonces el de unos veinticinco vecinos, dos de los cuales eran mujeres, cabezas de familia, y que su seguridad personal era más precaria que la de los que moraban en el interior del recinto urbano (30). Otra concesión, también de conjunto y de la misma índole, es la que afecta a un número indeterminado que vivía en el alcázar. La asignación de doscientas cincuenta y nueve tahúllas de huerta y trescientas de fondón nos hacen pensar que, a tenor de las entregadas a otros pobladores, su número no superaría en mucho a la veintena. Número que parece reducido, aunque su misión sea exclusivamente militar y no el de la doble condición de los restantes, mitad militar, mitad productor. No obstante, se procuró incrementarla a todos, pues en donaciones posteriores hay dos que parecen tener un mismo fin. A un don Talavera, herrero de profesión "que sube al alcaçar a morar" se le otorgan seis tahúllas de huerta en Tamarchete, quince de morgón y ocho de fondón. Y a este herrero que se traslada a vivir a la fortaleza, le sigue Ferrer, carpintero, que habitaba hasta entonces en el arrabal. "porque suba al alcaçar a morar" se le entregan cinco, quince y ocho tahúllas en igual orden de calidad de tierras que al anterior. (30) Conviene recordar que cuando el 28 de marzo de 1257 otorgaba Alfonso X a Lorca los castillos de Puentes y Felí, la concesión la hacía «por sabor que he de poblar los alcaçares et la villa de Lorca de christianos... do et otorgo a todos los christianos vezinos et moradores de los alcaçares et en la villa de Lorca». Conforme se especifica en el documento la tierra se cultivaba entonces por moros, sujetos a las condiciones estipuladas en el pacto de 1244, las «posturas que han comigo», aparte de otras que siendo del almacén o cillero real, el monarca concedía para que se repartieran entre ellos. Cuando se lleva a efecto los repartimientos de 1268-1270 y 1272, las condiciones de seguridad para los cristianos habían variado, pues si aún quedaban mudéjares para el trabajo de la tierra y el dominio castellano no tenía limitaciones, también es perceptible que había aumentado la inseguridad en todo el territorio, tanto como para que los «pobladores de Puentes tuvieran que establecer su domicilio en Lorca o en su arrabal de Alcalá, quedando su fortaleza como aislado reducto para un momentáneo y no muy amplio refugio en caso de inesperada emergencia.

Bastaría con acudir al texto del repartimiento para conocer exactamente los nombres de los primeros pobladores. Es ahora el momento de destacar unas cuantas cosas: a) el número global de vecinos que pudo existir dentro del perímetro amurallado del castillo se puede fijar en torno a unas cincuenta familias, quizás alguna más; b) la gran mayoría de ellas tenía una clara función militar; y c) se buscaron otras personas cuyos oficios facilitaran la vida de aquel nuevo barrio. Aplicando un coeficiente 4 para hallar el número total de habitantes coeficiente realmente bajo para el momento- nos encontraríamos con una población de algo más de doscientos habitantes, a los que habría que añadir un número variable e impreciso compuesto por los soldados que ocasionalmente sirvieran en ambas torres y la presencia diurna de comerciantes con toda clase de géneros para abastecer a los habitantes del castillo. II.2.3 Localización de la judería à Las hipótesis lanzadas por Veas Arteseros con respecto a la judería en su documentado trabajo Los judíos de Lorca en la Baja Edad Media, se han confirmado casi plenamente por las recientes excavaciones arqueológicas realizadas en el castillo. Sólo habría que corregir la ubicación propuesta para la judería. Del lugar señalado en la parte más oriental del castillo, se ha pasado a un emplazamiento privilegiado por encontrarse dentro del triángulo formado por las torres Alfonsina y de Guillén Pérez de Pina y la principal entrada al campo del castillo, localización ésta que no había sido sugerida por nadie con anterioridad y que ha causado cierta sorpresa. El modelo de judería castellana extrapolado por Veas a Lorca ha venido a confirmarse por la arqueología y ya sólo habrá que esperar a que la investigación de archivo 27

quizás pueda poner al descubierto con nueva documentación las funciones militares que los judíos lorquinos debieron de asumir con respecto al complejo militar en el que habitaban. Esa vecindad y esa función militar están apuntaladas de momento, además de por los restos arqueológicos, por unos pocos datos documentales: la condición de habitantes del castillo que declaran tener algunos judíos y lo acaecido en 1450, cuando Alonso Fajardo, a la sazón alcaide del castillo y recién nombrado por el rey regidor de Murcia y capitán de su alcázar, dejara la tenencia del castillo lorquino en manos del judío José Rufo. Este último hecho encuentra su explicación consecuente si recordamos que el legendario alcaide, según nos informa el documento ya visto de 1491, había expulsado a los pobladores del Alcalá ya que éstos no cumplían con la misión de velar, rondar y guardar el recinto fortificado. Si bien las recientes excavaciones que se llevan a cabo en el castillo han exhumado la sinagoga y parte del caserío habitado por los judíos, todavía está por delimitar la extensión real que tuvo la judería y la localización de la "torre y puerta de la judería" que citan los documentos de censos del Concejo de Lorca de finales del XV y comienzos del XVI.42 La judería de Lorca desaparecería como tal tras el decreto de marzo de 1492, momento en que sus pobladores, según lo que expone el profesor Contreras, se bajaron a vivir a la ciudad.43 Los habitantes cristianos del barrio del Alcalá quedaron así cada vez más aislados y como vestigio anacrónico de otra época. III. El castillo durante los siglos XVI-XVIII Ã El concepto "arquitectura de apariencias", del que antes ya se habló, aplicado a la fortaleza lorquina a partir de la Paz de Granada de 1492, se queda realmente corto para caracterizar el declive en el que entró el complejo fortificado a partir de esa fecha tan significativa. Varios factores influyeron en su progresivo y rápido abandono. Si su faceta civil, de barrio habitado, se deshizo en unos pocos años dadas las incomodidades que se derivaban para sus habitantes al verse encaramados en lo alto del cerro y aislados de una población que se extendía velozmente hacia el llano, en el plano militar la inoperancia de la fortaleza era cada vez más evidente. Se había alejado definitivamente el peligro de un ataque terrestre y ni siquiera se vio posible que ocurriera con la sublevación de los moriscos de las Alpujarras. Aún así los regidores tomaron medidas que quedan reflejadas en el siguiente acuerdo concejil de 28 de junio de 1569: El señor alcalde mayor dijo que los muros de esta ciudad están mal parados, los de la fortaleza, porque los de la ciudad no tienen remedios que están partidos todos, y los del castillo se pueden reparar fácilmente; y los días pasados acordó esta ciudad se fuesen a ver y se vieron y pareció que con brevedad se podrán reparar y pues los moros están tan cerca por todas partes que están a siete leguas así por la parte de Vélez como la de Huércal y nos amenazan que se han de venir a esta ciudad por muchas partes y aunque con ayuda de Dios no vendrán más es bien que estén fortalecidos, parecióle que se fortalezcan para que ocurriendo necesidad las mujeres y niños se guarden y defiendan en el dicho castillo aunque los rebatos sean fuertes; y platicado y conferido con los caballeros de esta ciudad acordaron se aderecen los muros del castillo y que los caballeros regidores todos asistan cada día uno por su orden y antigüedad a la obra porque se haga con brevedad pues tanto importa y que las parroquias den la gente que convenga.... El acuerdo concluye ordenando empadronar a la población útil para el trabajo y mandando prevenir a los oficiales que habían de participar en los trabajos. El 12 de julio vuelve a haber una nueva 42

Una relación de estos censos se encuentran en A.M.L. Cuentas de propios de 1490; Cuentas de Propios de 1495; Cuentas de Propios de 1505; Sala II, caja 1, Censos de casas y torres de 1508; y Libro de Mercedes del Concejo siglo XVI. En las dos relaciones últimas ya no se nombra la Puerta de la Judería. 43 CONTRERAS, J. Sotos contra Riquelmes. Ed. Anaya-Muchnik. Madrid 1992; p. 56.

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decisión en este sentido, mandando que se comience la obra con asistencia diaria de los regidores y con la presencia de sesenta peones por turnos, sacando 20 de cada una de las parroquias de Santiago y San Mateo y otros 20 más del resto de parroquias. El acuerdo citado es suficientemente significativo para ejemplarizar el estado de abandono en que habían caído las defensas muradas de la ciudad, advirtiéndose sin embargo que el castillo, a pesar del descuido, podía ofrecer aún cierta seguridad con la pequeña inversión hecha en reparar mínimamente sus muros. La marcha de la guerra alejaría pronto el peligro de Lorca y la opción de refugiar a la población en la fortaleza nunca se produjo. Los documentos que hablan sobre el castillo de Lorca en estos años son tan explícitos que apenas precisan de apostillas o comentarios. Así pues, con una pequeña introducción que los vaya hilando, vamos a conocer su contenido. Si ya estaba claro que a comienzos del siglo XVI el poblamiento en el propio castillo era prácticamente nulo, un acuerdo de finales de esta centuria viene, por una parte, a confirmarnos el escaso interés que los regidores demostraban por esa zona de la ciudad -a la que denominan de un modo, como veremos, ciertamente sorprendente- y, por otra, a aclararnos al mismo tiempo algunos aspectos sobre la jurisdicción del extenso campo del castillo. El 26 de marzo de 1596 se lee lo siguiente en las actas capitulares: En este ayuntamiento y ciudad se ha entendido por relación del capitán Juan Fernández Menchirón, regidor, que el que hace oficio de alcaide en la fortaleza de esta ciudad hace algunos excesos contra la preeminencia de esta ciudad y señorío que tiene en lo tocante a Lorca la vieja saliendo de los límites de lo que es fortaleza que es solamente las torres del alfonsí y espolón y como esta ciudad que tiene el uso y ejercicio en la dicha Lorca la vieja continuándose en la fiesta que hace en cada un año el día de San Clemente a su iglesia que fue la primera que tuvo y está en la dicha Lorca el dicho teniente de alcaide a escondidas y en perjuicio de la jurisdicción real quiere extenderlo a más de lo que puede. Acordóse que cerca de esto se haga diligencia e información para que se remedie y cometióse al dicho capitán Juan Fernández Menchirón para que con el letrado de la ciudad lo comunique y se notifique a Juan Pérez de Medina, procurador, que presente las pericias y testigos que convengan para que en todo lo susodicho haya remedio y para ello se le dio poder y comisión en forma. La tenencia de la alcaidía del castillo estaba en manos de los adelantados del Reino de Murcia, luego marqueses de los Vélez, quienes recibían desde 1477 la renta correspondiente y de ella pagaban a un teniente de alcaide para que con unos cuantos soldados cuidara del complejo militar y pusiera las rondas y velas que fueran convenientes en momentos de peligro en la costa, ya que el temor a una invasión terrestre estaba totalmente disipado. De hecho, tras la sublevación de las Alpujarras, la fortaleza lorquina quedaría como receptora última de los avisos que llegaban sobre todo de la costa de Mazarrón y del territorio de su propia marina, dos lugares a los que debía acudir con gente de armas cuando así lo exigiera la situación. Eso es lo que dicen sendos informes dados por el marqués a petición real para conocer el estado de las defensas y los hombres de armas disponibles en el territorio que correspondía al adelantado murciano. Fechados en noviembre de 1619 y en igual mes de 1620, lo más interesante de ellos va extractado a continuación:44 En acabando el término y marina de la villa del Almazarrón, entra la ciudad de Lorca a la parte del poniente donde hay calas y abrigos, y en particular el puerto de Cala Blanca que es capaz para algunos bajeles, hasta dar en una torre que esta ciudad tiene que llaman de Cope que la sustentaba a su costa; y por estar mal edificada y 44

Archivo General de Simancas. Guerra Antigua, legajo 861. Una brevísima reseña de este documento se encuentra en JIMÉNEZ ALCÁZAR, Lorca: ciudad …, p. 53.

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fundada muy baja, y en sitio muy peligroso por un padrastro que tiene, se la han llevado dos veces y así ahora está desmantelada y sola; y de esta parte del levante del cabezo de Cope a la vuelta del dicho cabezo a la parte de poniente hay una cala y puerto muy grande que llaman Calabardina, que es pesquera de atunes, donde en el puesto que llaman Canara que es muy alto que sujeta toda la cala donde está destinado y mandado se haga una torre que está y hay para ella depositados en Cartagena 38.000 reales procedidos de aquella almadraba y sobre la necesidad que hay de edificar esta torre pues está allí el dinero tengo escrito muchas veces suplicando a Vuestra Majestad lo mandase ordenar para que luego se ponga mano en el edificio de la dicha torre para la cual será menester gente de escota. De allí prosiguiendo la costa adelante vía del poniente están las calas de Escabrón y el Fraile y la Aguilica y el Hornillo hasta dar en la torre de los Terreros que por nuevo pleito que ahora se ha vencido cae en el reino de Granada respecto que antes de llegar a la dicha torre en dos cerros que llaman Mahoma y Santiago parte Vera con Lorca y por caer aquella torre en el reino de Granada he suplicado muchas veces a Vuestra Majestad se encargue al general del dicho reino para que con la vacante de esta tengan huelgo las demás y la que ahora se ha de edificar en Calabardina que tan forzosa es. La ciudad de Lorca es un lugar de tres mil vecinos. Tiene una torre que llaman del Alfonsí en un cerro muy alto que está sobre la ciudad. Es muy antigua y tiene allí algunos falconetes y no sirve sino de poner velas en el tiempo que andan moros y desde allí reciben los avisos del Almazarrón por la parte de la sierra de Aguaderas. En esta torre soy alcaide y lo han sido mis antecesores por merced de Vuestra Majestad y tengo allí teniente. No tiene muralla sino una muy antigua en lo alto donde era entonces el lugar pero ahora todo está en el llano y así no esta cercada ni tiene armas, sobre que tengo escrito a Vuestra Majestad suplicándole por el remedio. En este lugar hay una compañía de la milicia de doscientos hombres que está efectiva y armada aunque disminuida por no guardarle la justicia sus preeminencias. Acude de esta ciudad el socorro al Almazarrón cuando lo piden y han menester. Está la dicha ciudad a seis leguas y de Cartagena doce para lo cual se le piden la primera vez 300 hombres sin la milicia porque siempre dan menos con gente que no es pagada y así es menester pedirle algo más y si la necesidad aprieta la demás gente del lugar que acude al peligro con muy buen ánimo y es de servicio y trabajo. Está la ciudad repartida por parroquias y cada año nombra capitán un regidor en cada parroquia pero no está la gente reconocida como en Cartagena sino en la forma que la de Murcia. Esta ciudad está muy falta de armas y municiones y ha muchos años que tiene suplicado se las den y lo he consultado con Vuestra Majestad porque es muy importante que esté armada y con municiones por ser el principal socorro para la villa del Almazarrón y además de esto salen muy de ordinario a la defensa de su marina que por haber en ella tantas calas y abrigos y ser despoblada saltan muchas

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veces en tierra a hacer carnaje y llevarse los pastores y labradores del campo que está cinco o seis leguas el lugar de la marina. Al fin de esta marina la dicha ciudad parte términos con la de Vera que es donde empieza el reino de Granada, de suerte que la costa del de Murcia que es mi cargo son las ciudades de Murcia, Lorca y Cartagena y la villa del Almazarrón en cuyos términos bate la mar por lo cual son los lugares marítimos que prosiguiendo toda la dicha costa debe de tener más de treinta leguas. [...] Respecto de no haber más torres hasta la del Almazarrón se dejó la marina habiendo ido a Lorca donde visité la fortaleza de aquella ciudad que sólo sirve para poner velas y atalayas que corresponden a la sierra de Aguaderas que es por donde se dan los rebatos del Almazarrón para que desde aquella ciudad les acudan con socorro como lo acostumbran hacer. Conferí con la ciudad por medio de sus comisarios y justicia sobre las cosas y apercibimientos de guerra y en efecto se hallan muy desarmados y sobre que se les den armas y facultad para pagarlas de arbitrios y hacer sala en que tenerlas tienen escrito a Vuestra Majestad y lo que yo puedo informar es ser cierta la falta conocido y evidente el peligro porque Lorca tiene mucha costa y marina y para acudir a ella y a los socorros del Almazarrón a que está obligada es fuerza que esté bien armada para poder acudir a todo y así conviene mucho que Vuestra Majestad mande ver lo que piden y conceder con sus buenos deseos animándoles con darles facultad, pues son ellos solos los que lo han de pagar y acuden con mucha puntualidad a sus obligaciones y a las que tienen al servicio de Vuestra majestad. Las rentas que el marqués de los Vélez cobraba de la ciudad por la tenencia de la alcaidía del castillo, unidas a la casi total inutilidad de la fortaleza para proteger a la población y al descuido que manifestaban los tenientes de alcaide, fueron fuente de alguna controversia entre los regidores y el representante del de los Vélez. La primera conocida se suscitó bien pronto, ya que en la reunión del Concejo del 4 de abril de 1623 los regidores abordaron el asunto de la alcaidía en los siguientes términos: Su merced del alcalde mayor dijo que en esta ciudad hay un castillo muy fuerte para su guardia y custodia por su frontera de moros donde de continuo hay muchos rebatos en las costas y marinas del cual ha entendido es alcaide propietario el excelentísimo señor marqués de los Vélez, adelantado de este reino, el cual tiene por su teniente a don Luis Ponce de León, vecino y regidor de esta ciudad, y le da de salario veinte mil maravedís y que cobre los derechos de castillería y otros derechos sobre las hilas de agua de la veintena y así mismo en esta ciudad hay algunos vecinos que se llaman soldados del castillo los cuales pretenden exenciones por serlo cuando se les encargan la cobranza de las bulas y otros oficios concejiles y siendo de tanta importancia que el dicho castillo esté con la buena guardia y custodia que conviene y viva y asista en él el teniente de alcaide como lo han hecho otros muchos el dicho don Luis no lo hace así y el dicho castillo está sin alcaide y sin soldados; por tanto mandaba y mandó se notifique a esta ciudad pida al dicho señor marqués que es de los Vélez, alcaide propietario y adelantado de este reino, y al señor don Felipe de Panes, su teniente de adelantado, manden que el dicho don Luis Ponce de León asista y viva en el dicho castillo como tal teniente de alcaide y que si el suso dicho no lo quisiere hacer su excelencia nombre a otra persona que lo haga y así mismo que los soldados del dicho castillo hagan guarda en él y se alisten y ponga memoria de ellos en los libros de este ayuntamiento para que sean conocidos y en caso necesario se dé

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cuenta de todo al rey nuestro señor en su consejo real de guerra para que sobre todo se provea remedio conveniente. El 12 de abril de ese mismo año escribía el propio Luis Ponce de León al Concejo para hacerle saber que sus regidores no tenían jurisdicción alguna sobre la fortaleza; que él cumplía como tal teniente de alcaide lo que le era requerido por el marqués y adelantado y que no trataran de cambiar las costumbres con respecto a la tenencia de la alcaidía del castillo, porque eso correspondía al Consejo de Guerra de S.M.; y que sólo se le podía exigir vivir en el castillo en caso de invasión, cosa que parecía bastante improbable al estar toda la tierra de Lorca poblada de cristianos y ser los puertos y calas de la costa lorquina incapaces de recibir una gran armada que permitiera el desembarco masivo de gente. Luis Ponce de León concluye diciendo que el acuerdo que ha tomado el Concejo invade las competencias del marqués de los Vélez y las del propio rey, al ordenar cosas que están muy alejadas de sus atribuciones.45 Esta respuesta tan contundente dejó zanjado ese aspecto del litigio durante todo el siglo XVII, aunque el Concejo no cejaría en incordiar tanto al alcaide como a los soldados intentando, en repetidas ocasiones, asignarles oficios de Concejo o cobrar de ellos ciertos impuestos de los que no parecían estar exentos. El hecho dio lugar a un farragoso papeleo que se repetía con igual contenido cada vez que se intentaba un cobro de ese tipo.46 Sin embargo, con motivo de la Guerra de Sucesión, el papel militar del teniente de alcaide del castillo y sus soldados fue nuevamente puesto en duda. En esos años se fortificaría por última vez toda la ciudad, fundando las obras en el temor a una invasión de las tropas del archiduque Carlos de Austria. En ese clima pre-bélico es en el que los regidores pudieron devolver el cierto revés que habían sufrido en 1623, contestando con cierto desdén a las peticiones del alcaide del castillo con el que no contaron para el plan defensivo que se había trazado. La inutilidad de tal cargo y la injusticia del cobro de las rentas por ejercerlo fueron nuevamente puestas de manifiesto. Los acuerdos contenidos en las actas capitulares son los siguientes: 1705-diciembre-22. En este ayuntamiento se vio un memorial de don José García de Alcaraz, teniente de alcaide de la fortaleza de esta ciudad, en que dice se halla indefensa dicha fortaleza por lo antiguo y falta de guarnición y agua y estar los aljibes sucios y maltratados; pide a esta ciudad se sirva dar providencia para que estén corrientes y juntamente se reparen las murallas con festones terraplenados que sirvan de trincheras en su defensa y lo demás que refiere. Por la ciudad visto el dicho memorial, dijo que está pronta a todo cuanto sea del real servicio y utilidad pública y que la diligencia de limpiar los aljibes para que se mantengan las aguas la podía haber ejecutado y ejecutar al presente dicho teniente de dicha fortaleza, pues no puede dudar que los soldados que tiene dicho castillo de dotación para su guarnición éstos están exonerados de todas cargas concejiles aunque son vecinos y éstos en ningún tiempo del año como tampoco el dicho teniente de alcaide no asisten ni han asistido en dicho castillo, pues si (lo) hubieran hecho, o alguno de ellos, no se hubieran experimentado las ruinas de su fábrica y cercas; deseando esta ciudad dar la mejor disposición para su guarda acordó que se le dé recado a dicho teniente alcaide para que mande que dichos soldados de dicho castillo den principio a la limpia de dichos aljibes a que la ciudad dará disposición para que se perfeccione, como también al reparo de los portillos de las murallas, sin embargo de no constarle ser de su obligación semejantes diligencias y reparos, sí privativa del señor castellano que lo es en propiedad el excmo. señor duque de Montalto y de dicho don José García 45 46

A.M.L. Sala II, caja 57. A.M.L. Sala I, caja 44. Expediente de nombramiento de soldados del castillo 1626-1735.

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en su nombre por lo mucho que interesa el real servicio en estas diligencias y la ciudad lo desea; dicho recado sea y se entienda así mismo para que se reconozcan dichas murallas y reparos que al presente necesitan con personas peritas y de toda experiencia e inteligencia sin perder hora de tiempo de que se dé cuenta a esta ciudad para dar la más pronta providencia y porque la dotación y número de soldados de que se compone dicho castillo conviene se sepa para presentarlos si conviniere en estas regencias, exhiba el pie de lista al presente escribano. 1706-septiembre-13. En esta junta se confirió sobre el modo de fortificar esta ciudad por las partes que hasta ahora no lo está y siendo el dar toda la circunvalación que mira desde el nuevo fortín de la puente Moraleja hasta el salitre que llaman de Quesada y de allí incorporarlas con la cerca que sale del castillo con lo cual quedaría toda la ciudad cerrada en el modo posible y que permite la urgencia. Para ello y caminar con acierto se deliberó se fuese a dicho sitio por todos los caballeros de esta junta llevando consigo a D. Pedro Montemayor, caballero del orden de Santiago, persona que ha servido mucho a Su Majestad y que por sus experiencias podrá a lo referido dar dictamen y a D. Patricio Morán, capitán comandante del brigadier Sr. D. Daniel Maoní, y a don Mauricio Goyerán, capitán teniente de caballos, para que conferido entre todos el mejor modo de defensa, circunvalación y fortines que se han de ocupar se trate con la junta y ponga en ejecución la defensa que mejor pareciere de esta ciudad y se haga el mayor servicio de Su Majestad y resguardo de sus vecinos … 1707-enero-9. La ciudad dijo que respecto de hallarse en el castillo de esta ciudad los prisioneros que se enviaron por el excmo. sr. Obispo de Cartagena y éstos haber hecho fuga mucha parte de ellos y siendo de la obligación del alcaide de dicho castillo la guarda y custodia por haberse entregado de ellos y no ser de la obligación de esta ciudad sí sólo poner las guardas en caso que se necesite y esto lo ha ejecutado, y según la proposición hecha por el señor corregidor el día primero del presente en que se dan causales que han motivado a dicha fuga y deseando esta ciudad su mayor guardia y custodia por lo que de su parte toca y por lo que mira únicamente al real servicio respecto de hallarse en la villa de Almazarrón don José García de Alcaraz alcaide de dicho castillo y a quien toca su custodia y guardia, acordó se le escriba a dicho don José García para que luego al instante se venga a esta ciudad para asistir a la obligación de su empleo que si esto lo ejecutare como esta ciudad lo espera toma a su cuidado el dar las providencias para la seguridad de dichos prisioneros como lo ha dado y da en poner puertas de toda fortaleza en las salas de mayor seguridad que no tienen ventanas sí sólo la luz de las saeteras y en el interim que no viene dicho alcaide se pongan diez vecinos de la mayor satisfacción y seguridad que pareciere a los caballeros capitanes de parroquias de la dotación; y así mismo cuatro soldados de los de la dotación de dicho castillo los cuales asistan por sus personas sin poderlo encargar a otro si no fuese en caso que tuviese enfermedad … 1707-febrero-12. El señor corregidor dijo que los días pasados hizo proposición en este ayuntamiento se necesitaban de dos puertas fuertes para el castillo y mejor guardia de los prisioneros que hay en él y que la ciudad le encargó las mandase hacer y con efecto se han hecho y el carpintero pide cien reales en que se han tasado; y el cerrajero ciento diez de las cerraduras; y el herrero cincuenta de goznes y clavazón. Y son pobres hombres que necesitan de su trabajo para su alimento y la ciudad no les

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ha librado en sus propios para dar satisfacción en cuya atención pide a la ciudad los mande librar en lo más pronto de dichos sus propios por ser cosa tan justa … La insistencia de los regidores en cuanto a la alcaidía del castillo, razonable en vista del abandono que refleja la ausencia incluso de puertas, dio finalmente sus frutos. Desde 1722 el nombramiento de alcaide ya lo hacía la ciudad, recayendo ese año en el regidor y alférez mayor de Lorca Pedro Nicolás Fernández Menchirón, y desde diciembre de 1738, por real orden, este oficio, que tenía un carácter meramente testimonial, se desligó definitivamente de los duques de Montalto -sucesores de los Vélez- pasando a desempeñarlo vitaliciamente el regidor Andrés Fernández de Cáceres.47 En lo sucesivo, y hasta la supresión del cargo, a la muerte de un alcaide el Concejo proponía una terna entre la que el rey designaba a la persona que ejerciera tal función. Los pasos necesarios para la desaparición definitiva de la alcaidía lorquina comenzaron en mayo de 1792, cuando quedó vacante el oficio por muerte de su último poseedor proponiendo el Concejo, consecuentemente, una serie de nombres al capitán general de la zona para que los enviara al rey y que éste resolviera.48 Sin embargo, en esta ocasión, y antes de tomar decisión alguna, Carlos IV quiso saber todo lo concerniente a la alcaidía y a la fortaleza, para lo cual remitió carta a Victorio de Navia, conde del Campo de Alange -el ya mencionado capitán general-, para que a su vez, a través de un ingeniero militar de Cartagena, se informase sobre todo lo referente al particular. Al recibir la orden el Concejo por conducto de la capitanía general, dispuso todo lo necesario para atender convenientemente al ingeniero y a su vez designó a dos regidores para que hiciesen un informe con lo que se les pedía relativo a estado, pertrechos y emolumentos del castillo de Lorca. El trabajo elaborado por estos dos regidores, incluido en las actas capitulares, es el que sigue: En cumplimiento del decreto de V. S. para que informemos sobre los particulares que contiene la Real Resolución dirigida por el excmo. sr. Capitán general de este reino y el de Valencia, que va por cabeza de este expediente sobre los particulares que Su Majestad quiere saber antes de resolver las propuestas de la alcaidía de esta ciudad, que por menor inserta dicha real resolución, debemos decir lo siguiente. En esta ciudad nunca ha habido castillo, y sólo existen las paredes forales de una pequeña torre llamada del Espolón, de construcción árabe, que ocuparon los moros, cuyo centro está enteramente arruinado y tapiada la puerta para que no sirva de asilo a malhechores. A distancia de ciento cincuenta varas hay otra nombrada Alfonsina por haberla mandado construir el señor rey don Alfonso el Sabio cuando se conquistó esta ciudad en el año de mil doscientos cuarenta y dos, de igual construcción y gusto que la antecedente. Su planta un cuadrilongo de poco más de veintiséis varas por un frente, de veintitrés por otro y su altura total de veintiocho varas, dos pies y seis pulgadas, y con algún quebranto en su superficie por no haberse hecho en ella reparo alguno desde que se edificó. Está situada a la cumbre de una mediana montaña en cuya falda está colocada la ciudad; y las murallas que las rodeaban y fortalecían se hallan absolutamente destruidas. El terreno que ocupa la expresada torre Alfonsina es realengo, de muy corta extensión, inútil por su situación y por consiguiente de ningún valor; y de su edificación y composición nadie ha cuidado ni cuida. Los pertrechos existentes en la referida torre son tres tiros de inmemorial fábrica de diecinueve pulgadas de largo, tres de calibre, una y media de grueso y cinco de diámetro total en la recámara, inútiles para todo servicio. No se encuentra documento alguno que 47

MOROTE, op. cit. pp. 195-196. Con respecto a la alcaidía del castillo desde 1792 hasta 1797, ver A.M.L. Actas capitulares de 7 y 30 de junio de 1792 y de de 8 de agosto de 1797. Además el expediente relativo a la supresión de la alcaidía en 1797 que se encuentra en Legajo Monográfico de Milicias nº 4.

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acredite el origen y objeto de los emolumentos de un censo que cobraba el alcaide de la insinuada torre del Espolón que eran tres reales sobre cada una de las veintitrés hilas de agua de la tanda de la veintena del Espolón, y sólo hay una verosímil conjetura de que habiendo quedado veintitrés pobladores en esta ciudad cuando se conquistó, que se domiciliaron en la inmediación de la referida torre bajo la custodia y protección de su alcaide, a los que consta por los libros de repartimientos se les donó cierta porción de tierras con el agua explicada, se les impondría el citado censo a favor del alcaide que los protegía y custodiaba dentro del territorio de su gobierno, cuyo censo ya muchos años hace que no cobran los alcaides, sin duda porque no lo habrán estimado justo, respecto a que se arruinó la torre del Espolón, cesó su alcaidía, no existen vecinos de ella y por consiguiente expiró el motivo por que se impuso el censo. Tampoco se halla documento que preste derecho a los alcaides para exigir una res de cada manada de toda especie de ganado de las que transitan por el término de esta ciudad o se traen a deshacer en ella, pues sobre esto sólo se encuentra que en el año de mil cuatrocientos ochenta y siete, por sentencia que pronunciaron en esta ciudad Alonso de Castro, alcalde entregador de cuentas y cañadas, y Jorge de Vergara, alcalde mayor de ella, su acompañado, dijo el dicho alcalde entregador que por cuanto se habían presentado ciertas provisiones del rey y de la reina para que hubiese información de los lugares donde se recojan portazgos, pontajes, peajes, borra y asadura y castillería y otras imposiciones injustas, las que mandase quitar; y que por información de testigos presentados por esta ciudad había hallado que los alcaides de su fortaleza llevaban asadura, que es dicha castillería, una res, y que el Concejo de esta ciudad llevaba de borra una res y una cabrita de cada cabaña que entra a herbajar en los términos de esta ciudad; lo cual llevaban de largo tiempo y estaban en posesión de la coger y llevar; por lo que declaro que el dicho alcaide y Concejo puedan llevar de allí en adelante la dicha imposición. Según esta sentencia los alcaides debían sólo cobrar una res de cada manada de ganado que entrase a herbajar en el término de esta ciudad, como ésta lo ha ejecutado regulando treinta y cinco reales por cada res y los alcaides lo han extendido a todos los ganados que pasan de tránsito por el territorio. El motivo de esta imposición era porque los pastores y ganados libraban su seguridad en la protección y auxilio de los alcaides de los castillos y sus soldados, como sucedía en tiempo de los señores Reyes Católicos, y en justa recompensa pagaban estos derechos; pero habiendo cesado la causa de la contribución de rigurosa justicia debe cesar ésta, porque si en la civil sociedad no puede ninguno exigir de esta utilidad sin que por su parte la recompense, ningún derecho tienen los alcaides para percibir de los ganaderos estos emolumentos sin recompensarles con beneficio alguno. También los alcaides han gozado del fuero militar y lo mismo cuatro o cinco soldados que han nombrado que por esta razón, sin ocupación, destino, ni uniforme, han estado exentos de toda carga concejil en perjuicio de los demás vecinos. Regularmente han sido éstos personas dependientes de los mismos alcaides y frecuentemente aquellas más idóneas para llevar cualquier carga real o personal, dando motivo el goce de este fuero a varias competencias con la jurisdicción ordinaria. En las vacantes de la alcaidía han percibido los señores corregidores estos emolumentos, lo que al parecer se ha fundado en que siendo éste un empleo que por orden de Su Majestad recaía en un regidor, muerto el alcaide hacía de tal el caballero corregidor como cabeza del Ayuntamiento cuya práctica se ha observado siempre. A consecuencia de la real orden que se comunicó al comandante general interino don José de Rojas con la fecha de trece de julio de ochenta y nueve, dispuso esta ciudad que de cada manada de ganado de quinientas cabezas de lanar o cabrío que transitasen o herbajasen en el término de esta ciudad

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percibiesen los alcaides veintidós reales y excediendo de este número aún cuando pasasen de mil cobrasen treinta reales, y siendo de cerda las quinientas cabezas tomasen treinta reales, y subiendo de estas cuarenta reales, cuyo arreglo se remitió a la superioridad y hasta de presente no ha tenido aprobación. De la construcción, estado, magnitud y situación de la referida torre Alfonsina y de los pertrechos que en esta se encuentran, se evidencia claramente que no es cosa digna de atención ni que se debe mantener con objeto alguno militar, mayormente en las actuales circunstancias de lo numeroso de este pueblo y su situación que con ningún motivo pudiera prestarle auxilio la dicha torre en cualquiera invasión, y por consiguiente ninguna utilidad puede traer su conservación, antes bien debe suprimirse la alcaidía de ella como se ha hecho con otras muchas de igual naturaleza que se hallan en la península, quitándose de este modo la injusta exacción de los derechos que llevan los alcaides que sólo sirve de beneficio y utilidad a éstos y de grave perjuicio de la causa pública, mayormente habiendo ya cesado los motivos que dieron fomento a su imposición y no ser ésta ya otra cosa que una gabela perpetuada en conocido detrimento de los ganaderos y marchantes transeúntes. Que es cuanto podemos informar a V. S. sobre el particular y en su consecuencia podrá resolver V. S. lo que fuere de su agrado. Lorca 28 de junio de 1792 … El Concejo aprobó el informe precedente, en el que aflora una clara intención partidista que comienza incluso con la sorprendente negación de la existencia del castillo, y acordó … que se suplique a Su Majestad que si fuere de su real agrado se digne conservar el nombramiento de alcaide de la significada torre sin el goce del fuero militar ni emolumentos algunos, únicamente con el fin de conservar esta regalía a la ciudad y para que el alcaide cuide de la conservación de la expresada torre y demás antiguos vestigios que quedan de este monumento, señalando para ello algunos caudales para la reedificación y reparos a lo menos de la expresada torre de los fondos de propios, para que el transcurso del tiempo no borre esta memoria, cuyo nombramiento podrá hacerse anualmente por esta ciudad en uno de sus concejales, o que quede al cuidado de la real justicia para evitar que, desmembrada alguna parte de la significada fortaleza o de la montaña en que está colocada, pueda causar perjuicio a la población y sus habitantes … La alcaidía del castillo fue suprimida por real orden de 24 de julio de 1797, destinando la torre a almacén de pólvora y de los efectos del regimiento provincial de Lorca, para cuyo cumplimiento se entregó la llave de la puerta al teniente coronel y comandante del mencionado regimiento Gonzalo Guevara. La real orden explicitaba también las siguientes cosas: con cargo a los fondos de ese regimiento se atendería al reparo que necesitase la torre; se suprimían los derechos que los alcaides llevaban sobre algunas hilas de agua; el terreno circundante a la torre quedaba sujeto a la real jurisdicción, encargándose a los empleados de la justicia velar para la conservación de la tranquilidad pública; se dejaban para los propios de la ciudad las restantes tierras del castillo que estaban puestas en cultivo; y se mandaba, por último, que cesasen en sus empleos los soldados del castillo. De este modo parecía concluir la vida activa de la fortaleza lorquina, dedicando sus instalaciones a almacén, y también expiró cualquier relación de la ciudad con los aspectos militares de su castillo que no era ya más que un recuerdo de glorias pasadas. III.1 Descripciones del castillo en el siglo XVIII Ã La ruina y abandono del complejo militar situado en lo alto de la sierra del Caño, corrió paralela a la reutilización e incluso desaparición de los fortines, torres, puertas y

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murallas que rodeaban buena parte de la ciudad. Se puede decir que en la segunda mitad del siglo XVIII se liquidó definitivamente cualquier atisbo que indicara la condición de plaza fuerte que Lorca ostentó mientras fue frontera con el reino de Granada -salvo el imborrable perfil del castillo sobre la sierra- y también la cierta apariencia militar que recuperaría con motivo de la Guerra de Sucesión. Morote, que escribía en 1739, ya da cuenta de la desaparición de la Puerta de Nogalte y de lo malparadas que se encontraban las que en esa misma línea defensiva había hasta llegar a San Pedro.49 En un momento de su relato Morote dice así: No puedo dejar de notar la grande omisión, que en mi tiempo he conocido, en los que por obligación de sus empleos en el gobierno de esta ciudad debían cuidar de la conservación de antiguos monumentos, que al paso que son lustre glorioso de los pueblos llaman las atenciones de sus hijos estimulándoles a grandes acciones. La última puerta en desaparecer fue la de la Palma, que se derribó con motivo de la apertura de la calle Lope Gisbert en 1879. Lorca no fue una excepción en este proceso de transformación urbana que puede observarse en multitud de ciudades españolas y que en Lorca comprende, de modo general, dos fases: una primera situada a mediados del siglo XVIII, en la que se atiende sobre todo a la reforma de los espacios interiores de la ciudad, creando amplias plazas, nuevos edificios significativos de carácter público, privado y religioso, y a la correspondiente ordenación de espacios con trazados ortogonales; y una segunda fase, situada las últimas décadas del XIX, en la que sobre lo hecho anteriormente se planea el trazado de amplios viales y el crecimiento del caserío ocupando, sobre todo, los nuevos espacios creados por la desamortización religiosa y otros abiertos por el derribo de viejas edificaciones. Contemporáneamente a esa primera fase de transformación urbana, el castillo de Lorca va a ser descrito por cuatro veces conteniendo esos testimonios una valiosa información de testigos oculares y además, como veremos, representaciones gráficas de excepcional importancia para conocer el estado de la fortaleza en ese período. Las dos primeras descripciones corresponden a sendos historiadores locales que escriben con muy pocos años de diferencia. En 1734 el presbítero Ginés Antonio Gálvez Borgoñoz, en su Mussato Polihistor…50 se ocupa brevemente del castillo interesándonos, sobre todo, lo que aporta en cuanto a las puertas de entrada al recinto amurallado, los aljibes y el sistema de captación de aguas para el aljibe de la torre del Espolón. Para entender mejor la situación de las puertas es conveniente advertir que la "segunda cerca" a la que se refiere el texto es la que partiendo del lado del mediodía iría hasta lo que conocemos hoy como murallón y desde ahí, englobando a las parroquias altas, vendría a cerrarse en el Porche de San Antonio. El principal acceso al castillo lo sitúa en el lado Norte, nombrándolo como Puerta del Pescado, y con respecto a las otras entradas dice así:51 3.- La segunda puerta estaba en otro entradero que tenía al Poniente. Era, y es, comunicación para la sierra que llaman del Caño, por venir de ella el agua encañada (que se bebía y bebe en esta ciudad) a dar en un collado que separa la montaña e islote de la fundación de toda la sierra. Y en lo hondo de él está la Balsica que llaman de la reina mora. Y a la parte de adentro de la puerta, y para su defensa, estaba y está la torre que llaman del esperón, la que fabricó el arte fuerte y pulida para suplir lo que en las otras dos puertas puso naturaleza. Y aunque dicha torre vulgarmente la llaman del espolón, por lo que al parecer la vista registra y hacer la muralla como punta, reflexionándose en considerar son tres la puntas que hace, 49

MOROTE, op. cit. pp. 176-179. GÁLVEZ BORGOÑOZ, G.A. Mussato Polihistor. Manuscrito original fechado en 1734, existente en la Biblioteca Nacional, que fue editado por primera vez en 1991. Ed. Ayuntamiento de Lorca y CAM, Lorca 1991. 51 GÁLVEZ BORGOÑOZ, op. cit., pp. 38-39. 50

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defensa una de otras por tener sus garitas, queda desvanecida esta denominación, pues, caso fuera, se debía llamar de los espolones por ser tres; y espolón, que supone uno, y es corruptela del vocablo el llamarse así. ... 4.- La tercera puerta miraba al levante, en otro entradero, y estaba contigua al risco que hay a la parte de dentro, a mano derecha de su entrada, el que naturaleza puso como torre para su defensa. Y distante de esta puerta unas ochenta varas, a poca diferencia, está en lo más alto del risco del Castillo la Torre Alfonsina, fabricada por dicho señor rey D. Alonso después de la toma. La salida de esta puerta se reconoce ser a la segunda cerca, pero las de las dos anteriores fuera. Otra salida hubo también a dicha segunda cerca a espaldas de la iglesia de Señora Sta. María, que es por donde de presente sube la procesión general día del Señor S. Clemente, por haberse perdido la subida antigua de la Puerta del Pescado, la que siempre se había mantenido en memoria de haber sido rendida la plaza en esta puerta, donde fue la entrega de llaves a dicho señor, a la sazón Infante. Pero esta salida fue inventada por el arte, rompiendo la cortadura del peñasco, y dándole entrada lo que antes estaba cerrado. Este texto tiene su importancia porque afirma unas cuantas cosas en las que quizás no se ha reparado convenientemente y que además vamos a ver inmediatamente descritas de parecido modo en el conocido libro de Morote. A la puerta bajo la torre del Espolón, cuya existencia a veces ha sido puesta en tela de juicio, añade otra situada en el lienzo de muralla que por el Sur corre entre las torres del Espolón y Alfonsina, bajo un montículo rocoso que le serviría de defensa y pegada al arranque de la segunda cerca. El inicio de este arranque se conserva hoy y junto a él es posible ver un quiebro hacia dentro de la muralla, con un torreón justo enfrente y en el interior, a mano derecha según se entraría, el montículo rocoso con los correspondientes restos de torre. De esta puerta no queda hoy el más mínimo vestigio ya que desapareció definitivamente en las importantes reformas de comienzos del siglo XIX de las que se hablará más adelante. Si resulta interesante la existencia de esta puerta que prácticamente estaba olvidada en los trabajos más recientes dedicados al castillo lorquino, no lo es menos el dato referido a la construcción de la actual puerta de entrada, situada a mediodía y a la que se llega a través de una rampa en zigzag. Vino a sustituir a la arruinada Puerta del Pescado y, aunque no se da una fecha precisa, parece que el autor del Mussato… pudo alcanzar a ver en su juventud cómo se construía o bien pudo serle comunicada la modernidad de esa obra por gente de más edad que recordaba lo novedoso de ese acceso. Datar esta puerta en la segunda mitad del siglo XVII no parece por tanto muy aventurado, y más teniendo en cuenta que Morote, que nació en 1680 y que escribía su libro hacia 1739, ni siquiera hace mención de ella quizás por su modernidad. La segunda descripción a que se hacía referencia antes corresponde al libro del tantas veces nombrado fray Pedro Morote Pérez-Chuecos, autor de la primera historia extensa de Lorca, inscrita en la tradición historiográfica española ligada a una corriente claramente eclesiástica, que veía la luz en 1741 con el título Antigüedad y Blasones de la Ciudad de Lorca … La información que ahora nos proporciona el franciscano es mucho más extensa y rica en datos y por su claridad apenas precisa ser matizada. Con lo que ya hemos visto, teniendo en cuenta las mismas advertencias hechas para el Mussato… y excusando algunos excesos propios de los historiadores del momento (como las atribuciones de grandes obras a cartagineses y romanos, creer que la torre del Espolón es de época musulmana, o pensar que en esa misma época el castillo tenía una configuración arquitectónica muy parecida a la actual), pasemos a ver los párrafos seleccionados relativos a los circuitos de murallas de la

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ciudad, la disposición general de las defensas del castillo, los aljibes y particularidades sobre sus torres: La ciudad, que fuera de los grandes barrios que hoy tiene, tenía la misma situación que hasta hoy conserva, era guarnecida de dos fuertes murallas, una interior y exterior otra. La interior principiaba en la punta de dicha sierra, en el mismo sitio a la parte de Levante, al pie de la fortaleza de la Velica que predomina por aquella parte la ciudad, inaccesible por todas partes si no es por dentro de la ciudad. Esta muralla corre hoy por la calle de los pozos hasta el porche de San Ginés y continúa por la Zapatería, convento de religiosas de Madre de Dios, y por una de las naves de la insigne colegial, torre del reloj, pósito y fortaleza a él vecina; y siguiendo su dilatado curso pasa por el cementerio de la iglesia de San Pedro, hasta el torreón de la puerta Cervera; y de aquí, cruzando un profundo barranco, subía hasta engarzarse en la más elevada muralla, que gira la eminente cima que forma la ciudadela, o castillo grande... Esta muralla fue obra de Cartagineses... Dicha muralla tenía en seis grandes torreones seis puertas y cada una estaba enfrente de otra torre muy cercana que sirviendo de baluarte a la muralla defendía al mismo tiempo la antepuerta... Las puertas son estas. Puerta Nueva, bajo la Velica; porche de San Ginés, donde hoy permanece; porche del convento de Madre de Dios, que quizás se pueda identificar con la puerta llamada de Gil de Ricla; Puerta de los Santos, situada entre lo que actualmente es el juzgado y la portada de la colegiata; la de los Albaricos, o Torre de Leyva o Cervera; y la última estaba en el lugar llamado las Puertas, salida de la ciudad hacia la sierra del Caño... por el mismo sitio que cruza el agua de la fuente, en medio del Espolón y torre Alfonsina.52 Morote habla a continuación de la segunda muralla, la exterior, a la que hace comenzar en la Puerta de San Ginés uniéndose en este punto con la de los Cartagineses, terminando en el cementerio de San Pedro, junto a la puerta Cervera. Coloca en ella las puertas conocidas y de fácil ubicación: San Ginés (distinta del porche conservado de San Antonio), Arquillo, Puerta de la Palma, Arquillo de la Magdalena y Puerta de Nogalte. Tomando la dirección de la calle Alta, matadero viejo y ermita de San Roque, enlazaba con la muralla interior. Por la parte de esta planicie que domina toda la ciudad y barrio de San Cristóbal se miraba un fuerte torreón que de peña tajada formó la naturaleza, que con sola la muralla que le guarnecía y le guarnece le hace inaccesible. En la parte opuesta, que es la punta de esta planicie, que forma como una proa de nave, estaba y hoy se mira con admiración del arte, una antiquísima torre de singular fortaleza, de piedra toda labrada, la que sobrepuja a las murallas que giran la planicie; su anchura es de dieciséis varas en cuadro. Tiene sobre el primer cuarto de su entrada, que es de nueve varas de luz, una sala de la misma capacidad, aunque de poca luz por lo estrecho de sus lumbreras y anchura de sus paredes. Debajo del primer piso tiene un aljibe muy profundo, de la misma capacidad de la torre, y en tiempo de moros no usaron de él para tener agua y lo hicieron cruel mazmorra... Sus hermosas bóvedas están con tanto arte ejecutadas que en ellas se admira el enlace primoroso de la hermosura y fortaleza... En el costado de la muralla que por Oriente y Mediodía hasta Poniente predomina a toda la ciudad, hay dos escollos de peña, que se levantan de lo interior de la muralla como unas cuatro varas... a éstos guarnecidos de murallas les dio el arte la hermosura y forma de baluartes y la naturaleza la fortaleza. Los dos distan con 52

MOROTE, op. cit., pp. 177-178.

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igualdad de las dos puntas referidas, siendo mucho mayor la que entre ellos se halla; y para su mayor hermosura y fortaleza en el medio, contiguo a la muralla, hizo nuestro príncipe don Alonso fabricar, después de la conquista, la torre que llamamos Alfonsina... La ciudadela o planicie elevada de los castillos tenía tres puertas para su gobierno, y de éstas sola una era la principal y la que hoy se conserva en un grueso torreón que está unido a la muralla por la parte del Norte, y mira al río, muy vecino a la iglesia que hoy se mantiene de San Clemente, papa y mártir, nuestro patrono. Su antepuerta, que es la foral, guarda el mismo orden que las que dije de las murallas, teniendo enfrente de ella un baluarte vecino que la defendía, y la puerta que está a lo interior de la plaza tenía inmediato otro escollo de peña y en él formada una torre, no alta, que embarazaba la entrada a la ciudadela; y ésta se llamó siempre la Puerta del Pescado... De las otras dos, la una estaba cercana al sitio que hoy la torre Alfonsina, casi contigua al engarce de la muralla de los Cartagineses con la de la misma ciudadela; la otra, inmediata a la torre del Espolón, y se llamaba la puerta falsa... Por esta puerta se salía para tomar las aguas de la vecina fuente y balsica de la reina mora, e introducir los socorros de leña, etc.53 Dentro de todo este recinto había, y hoy se conservan, nueve grandes aljibes en donde se recogían todas las aguas pluviales de todo este terreno; los ocho están juntos y contiguos a la muralla del Norte, y en todos ellos comunicables las aguas por lo interior de unos a otros. Su fábrica es de lo mejor que hoy se ve; pues estando sobre la cortadura de un peñasco, y en tanta eminencia, no se halla vaso de cristal que mejor conserve las aguas... Otro mayor aljibe está al lado de la torre Alfonsina, y en ésta un estanque capaz en que se recibían las aguas que se recogían en la plaza de armas. Para el servicio ordinario tenía la guarnición de estos castillos, cercano a la torre del Espolón, en lo bajo del cerro, una balsa pequeña que llaman la balsica de la reina mora, la que siempre estaba llena de agua de la fuente...54 La fábrica de esta majestuosa torre es de lo mejor que en fortalezas tiene esta península... Su altitud es de treinta y seis varas; su longitud veintisiete y media; su latitud veintitrés; y su profundidad es el cerro... El grueso de sus paredes es de cuatro varas y media; su escalera compuesta de ciento catorce escalones, cada uno de una pieza y todos de sillería, está colocada casi en medio de la pared que mira a la ciudad... La altura de esta fortaleza está repartida en tres partes, las que cubren bóvedas de fuerte ladrillo, todas a prueba de bomba, la que se hace más famosa por el macho de siete varas de largo y tres y media de ancho, todo de sillería en el exterior y en el corazón de argamasa fuerte, subiendo desde el suelo y centro hasta la última superficie de esta fortaleza. De éste salen unos fuertes y vistosos arcos de piedra, dos de cada una de sus esquinas a los cuatro ángulos de las tres estancias, sobre los que se forman las dichas bóvedas con particular hermosura. Los cuartos soleros y los de en medio tienen menos luz, aunque es la suficiente, por participarla por las ventanillas elevadas, estrechas por la pared foral y rasgadas por la interior. Las salas de la tercera estancia son más claras, por percibir las luces de cuatro grandes y vistosas ventanas, cuyos hermosos arcos mantienen unas pulidas y bien bruñidas columnas de finísimo mármol. Tiene dentro un aljibe muy limpio que de la superficie recibe las aguas pluviales por oculto cauce.55 53

MOROTE, op. cit., pp. 179-181. MOROTE, op. cit., p. 180 55 MOROTE, op. cit. p. 195. 54

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Muchas de las cosas que apunta Morote -al margen de los errores conocidos o apreciaciones a todas luces equivocadas- nos pueden parecer hoy improbables o fuera de toda lógica. Sin embargo, no cabe duda de que él es un testigo privilegiado del estado del castillo en ese momento y que por algunas de las observaciones que hace demuestra conocer de primera mano lo que está describiendo, ya que no existe ningún texto anterior que incida en los aspectos que trata. De hecho, su descripción de la fortaleza, así como otras muchas informaciones sobre diferentes asuntos, serán utilizadas fielmente por historiadores locales posteriores. Siendo estas dos descripciones del castillo de mucho interés, sin duda las más impactantes desde el punto de vista informativo y gráfico se producirán en 1781, 1792 y 1799. La primera de ellas está contenida en un expediente que se conserva con dos amplios planos en el Archivo Histórico Nacional.56 Uno de ellos, de peor factura y bastante impreciso, hecho por el arquitecto Lucas de los Corrales, recoge en detalle todo el cerro del castillo con una explicación más o menos pormenorizada con aspectos generales de las edificaciones -torres y aljibes-, caminos, puntos de acceso, etc; el otro, realizado por el también arquitecto Jerónimo Martínez de Lara, director entonces de las reales obras en la ciudad, contiene una leyenda mucho mejor e incorpora además plano de la ciudad, planta y perfil generales del castillo y una planta y alzado de la torre Alfonsina con el recinto de la ciudadela, especificando las reformas necesarias para recuperar la funcionalidad de este recinto. Iban a consistir éstas en lo siguiente: reposición de todo el coronamiento almenado de los muros de la ciudadela, rehaciendo casi enteramente el muro Sur de este recinto; pegado a este último muro se construiría una galería alargada -¿comedor?- con cocina; reparación de los adarves; y hacer un parapeto en la terraza de la torre Alfonsina con tres cañoneras por cada lado. Se inició el expediente en 1780 por una real orden para que se hiciesen reparos en la fortaleza de cuenta del caudal de los propios de la ciudad. En ninguna parte del encabezamiento del expediente consta que las obras en la fortaleza estaban encaminadas a convertir la torre Alfonsina y su plaza de armas en prisión, motivo que se averigua ya muy avanzado el trámite. La razón para construir esta prisión hay que buscarla en el contexto de la política exterior española del momento. Las hostilidades entre España y Gran Bretaña debido a las posesiones coloniales, tuvieron como derivación frecuentes incursiones de los ingleses por la costa del Mediterráneo que afectaron también al litoral murciano. Tras el apresamiento de barcos y tripulaciones en los caladeros naturales de Águilas, el deficiente castillo de aquel enclave costero fue utilizado como prisión, produciéndose numerosas fugas. Para evitar la facilidad con que los prisioneros volvían a la mar y eran recogidos por embarcaciones inglesas, se designó al castillo de Lorca como prisión con el fin de evitar facilidades a los huidos. Varios expedientes del Archivo Municipal57 dan cuenta de la utilización de la torre Alfonsina como prisión de marinos ingleses hasta 1805 y también de las huidas que éstos protagonizaron en Lorca dada la ruina de la torre y sobre todo de su plaza de armas. La más sonada de ellas tuvo lugar precisamente en ese año de 1805 en el que en torno a una veintena de presos se fugaron quedando finalmente sólo dos que habían vuelto voluntariamente a la prisión. Además del estado calamitoso del edificio, se advierte a través de los informes una falta de coordinación entre los militares de la zona y su capitanía general establecida en Valencia, así como una evidente carencia de recursos y hombres para que el corregidor y la justicia lorquina hicieran frente a los gastos de mantenimiento y custodia de los prisioneros. 56 57

A.H.N. Consejos. Signatura 2926-7. Planos 32 y 33. A.M.L. Legajos Monográficos de Milicias, números 3 y 4.

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Hasta tal punto eso era así, que esta última fuga mencionada parece más una huida orquestada para no tener que hacer frente a las obligaciones impuestas por Real Orden. Lo concerniente a que las obras se pagasen con los caudales de propios de la ciudad es una cuestión que se introduce cuando se insertan los nombramientos reales de los alcaides del castillo, recaídos en regidores lorquinos, en los que se expresa que las instalaciones del castillo serían cuidadas con dinero del Concejo, manteniéndose a cambio por parte del rey el fuero militar a aquellas personas destinadas a cuidar del complejo militar, así como el derecho de cobrar unos impuestos sobre ganado y herbaje que hacía años que ya no se reclamaban por anacrónicos. La pieza documental del Histórico Nacional comienza con una carta a Manuel Ventura de Figueroa, Marqués de Croix, capitán de los reales ejércitos, fechada en San Lorenzo el 26 de Noviembre de 1780, para que se "... informe y asegure si se han costeado o no por la ciudad de Lorca los reparos precisos de su castillo y si en la actualidad faltan algunos que sean necesarios la obligue a hacerlos con el caudal de sus propios". Se comunicó la R.O. al corregidor de Lorca para que se informase del estado del castillo el 26 de enero de 1781, pidiéndosele que averiguara qué obligación tenía la ciudad de acudir a su reparo y si el castillo disponía de rentas destinadas a su permanencia. El corregidor era entonces Gaspar de Aranda Villegas. Seguidamente hay un certificado del acuerdo de los regidores lorquinos de 6 de febrero de 1781, cuya transcripción es la siguiente: Castillo. En este Ayuntamiento se ha visto una Real Orden de Su Majestad y señores de su Real Consejo de Castilla, comunicada al señor corregidor por don Pedro Escolano de Arrieta, su secretario, con fecha en Madrid a veintiséis de enero pasado de este año, para su cumplimiento y el de esta ciudad en lo que le correspondiere y que sin retardación se informe a dicho supremo tribunal del estado en que se halla el castillo antiguo inmediato a ella y qué obligación tiene ésta de contribuir a su reparo, cuál es éste y si dicho castillo antiguo tiene algunas rentas destinadas a su permanencia. De que enterada esta ciudad acordó su obedecimiento y cumplimiento y para evacuar lo que por Su Majestad se previene y manda nombraba y nombró por comisarios a los señores don José García Sarmiento y Rubira y don Francisco Ruiz Mateos, regidores, a fin de que informen a la mayor brevedad lo que les pareciere y por bien tuvieren adaptándose a los antecedentes que hubiere así en el Archivo de esta ciudad como en la contaduría. Y hecho se dé cuenta. El 22 de marzo de este mismo año se comunicaba por los comisarios haber satisfecho las peticiones del rey... en cuyo informe se menciona el plano diseño del castillo y fortaleza de esta dicha ciudad, su explicación, circunstancias y documentos justificativos... Este plano y explicación que se citan son los que hizo Martínez de Lara. El expediente continúa con el siguiente auto: "Auto. En la ciudad de Lorca a seis días del mes de marzo de mil setecientos ochenta y un años el señor D. Gaspar de Aranda... dijo que mediante hallarse su merced con mapa y diseño del castillo de esta ciudad formado por D. Lucas de los Corrales Maestro de Arquitectura de notoria habilidad y conducta con el fin de cumplir su merced con lo que se le ordena por Su Majestad y señores del Supremo Consejo de Castilla por medio de su secretario de cámara D. Pedro Escolano de Arrieta con fecha de 26 de enero de este año; Y que para completar dicho informe sin retardación

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el presente escribano certifique a continuación de éste si esta ciudad tiene alguna obligación a contribuir a los reparos precisos que ocurran de su castillo..." Se pide también que se informe sobre las rentas de que dispone el castillo y que el arquitecto que lo ha reconocido certifique los reparos que son necesarios. A continuación se inserta la notificación a Lucas de los Corrales y sendas certificaciones de los libros capitulares del Ayuntamiento de Lorca, de fechas 1739-febrero-7 y 1764-agosto-21, correspondientes a los nombramientos de alcaide del castillo recaídos respectivamente en los regidores Andrés Fernández de Cáceres y Alfonso José Fernández Ossorio. En la primera de ellas se puede leer que el rey "... fue servido concederle gracia y merced por los días de su vida de la alcaidía del castillo de esta ciudad con diferentes calidades y entre ellas fue una que dicho castillo se mantuviese en la debida forma y se reparase de cuenta de los propios de ella". Un párrafo igual aparece en el segundo título de la

Plano adjunto al informe de Lucas de los Corrales. Ã

alcaidía. También certifica el escribano del Concejo de Lorca que habiendo visto el contador de propios el reglamento del Real y Supremo Consejo de Castilla "... que contiene los cargos que sobre sí tienen los propios y rentas de ella, el que reconocido, no contiene cantidad destinada para contribuir a reparos que ocurran en el castillo y fortaleza de esta dicha ciudad". El informe del arquitecto Corrales fue éste: "D. Lucas de los Corrales y Ruiz, profesor de arquitectura establecido en los reinos de Murcia, Granada y otras partes, estante al presente en esta ciudad de Lorca con el motivo de hallarme nombrado en primer lugar por el Real y Supremo Consejo para la dirección de la puente que se solicita levantar sobre el río de ella, etc... encuentro muchos soparmos que amenazan total ruina, con el peligro de que desgalgándose cualesquiera porción de las que se manifiestan colgadas no sólo se percibirá el daño 43

o la ruina en sus murallas, sino es que corre un gran peligro a las iglesias parroquiales de Señora Santa María y San Pedro, como a sus muchos vecinos que comprende, por hallarse tan inmediatas sus fábricas a la falda del castillo que es indispensable dejar de hacer mucho daño si llega a rodar cualesquiera porción de las referidas a ellas y para su remedio he medido mil ciento siete varas cúbicas que se necesitan construir de piedra yeso que es material más propicio para la mayor prontitud en su fuga y que el apoyo es únicamente el que se necesita y no otro material cuyos soparmos se hallan en este descubierto desde la subida principal al dicho castillo con quince varas más sobre su derecha a la subida hasta la torre que llaman del Espolón; pues aunque se encuentra otro cóncavo a la parte que llaman San Indalecio, de superior concavidad a los referidos, este puede suplirse por ahora por no amenazar el daño tan próximo que los anteriores; cuyo gasto calculado por menos ascendería a la cantidad de veintitrés mil quinientos setenta reales de vellón a causa de que los portes serán costosos para la conducción de los materiales por su mucha elevación y no poder transitar carruajes sino es bestiales. Así mismo he reconocido los trozos de muralla que se hallan arruinados sin tocar a lo interior de las torres, ni más oficinas que comprende dicho castillo por si se tienen por precisas sus composturas y por su medida resultan un mil quinientas veinticinco varas cúbicas que estas no son tan precisas como las antecedentes, a menos que no se haya de poner dicho castillo en uso cuyos daños no puedo dejar de decir son provenidos de la continuación de los salitreros por sus frecuentes rascaduras con los rastros y escobas sin atender al peligro en que se ponen ellos y a los vecinos... 12 de marzo de 1781". Van a continuación cartas del corregidor Gaspar de Aranda de 15 de marzo de 1781 remitiendo el informe y plano de Lucas de los Corrales al capitán general de Valencia y a Pedro Escolano de Arrieta, secretario del Real Consejo. Inmediatamente aparecen las copias de los reales títulos de la alcaidía del castillo de 25 de diciembre de 1738 y de 8 de julio de 1764. Hay en ellas dos párrafos significativos que se extractan a continuación: "... y conviniendo que éste se mantenga en la debida forma ordenó que desde luego y en adelante se repare y mantenga de cuenta de los propios de dicha ciudad de Lorca y que todos los pertrechos de guerra que subsistieren en él se haga un inventario y se los entreguen formal y distintamente..." Se recuerda también la obligación que tenía el alcaide de responder de ellos. Con respecto al sueldo del alcaide se dice que se compondrá "... de los gajes pertenecientes a este empleo y el goce del fuero militar para vos y cuatro soldados que deberéis destinar en lugar de los trece que antes asistían para el cuidado de la defensa del castillo..." Continúa el expediente con una certificación del acta capitular en que toma posesión de la alcaidía Fernández Ossorio de agosto de 1764. En ella aparece el inventario de lo que hay en el castillo que es lo siguiente: "-Primeramente siete piezas de artillería pequeñas; Una campana que pesará un quintal con un rótulo que dice Siendo Alcaide Dn Diego Piñero Ponce de León. Año de 1656." No hay nada más. Las siguientes actuaciones del expediente insisten en que los sobrantes de propios de Lorca se destinen al reparo del castillo, pero queda claro que eso no iba a ser posible porque el dinero estaba destinado a las obras de conducción del agua de la Zarzadilla, ordenadas también por el rey con anterioridad y que en estos años están cercanas a concluirse. El 24 de abril de 1781 tomó posesión de la alcaidía del castillo el regidor Pedro Pérez de Meca en iguales circunstancias que los anteriores. A esta altura de los trámites es cuando queda claro el objeto del expediente, que no es otro que reparar la plaza de armas del castillo

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y la torre Alfonsina para destinar ese espacio a prisión. El 1 de julio de 1781 se remitió nuevo informe al rey por Pedro Alcántara Pérez de Meca, alcaide del castillo. En él se dice que Martínez de Lara ha tomado cartas en el asunto por parte del Consejo de Castilla y que había tachado de inútiles las obras propuestas por Corrales, ya que no tenían nada que ver con la prisión que se pretendía hacer en el castillo. Los fiscales del Consejo vieron finalmente todo el expediente el 1 de mayo de 1783. Seguía aún vigente la no disposición de fondos de propios para hacer frente al gasto de 78.000 reales en que Martínez de Lara evaluó la obra. El informe elaborado por Martínez de Lara, que está cosido al plano, es como sigue: "Muy señores míos: en virtud del oficio que vuestras mercedes me han pasado, con fecha de 4 del presente mes, acompañado con la copia de una Real Orden de S. M. y Señores de su Consejo, comunicada por el secretario de cámara D. Pedro Escolano de Arrieta, su fecha a 26 de enero próximo pasado, a fin de que se informe a dicho Real y supremo Consejo de S. M. el estado en que se halla el castillo antiguo inmediato a esta ciudad; he pasado al reconocimiento de los muros, baluartes, revellines y demás obras agregadas a dicho castillo, como también a los de la ciudadela, torre Alfonsina y la del Espolón, que se encuentran incluidas en el recinto interior de los muros de dicho castillo, y para que con mayor inteligencia se venga en conocimiento de la disposición en que están cimentados, respecto al de la ciudad, con las demás circunstancias que son dignas de atención, respecto a lo grande de sus obras, he formado el plano que acompaña a esta relación y comprende toda la ciudad y barrio de San Cristóbal con la vista y elevación que presenta mirada por el medio día, con un plano particular de la ciudadela y elevación del alcázar y torre para que con más claridad pueda mejor explicarme a fin de dar el más puntual cumplimiento a la citada Real Orden. Como el asunto de que vamos a tratar es de la permanencia de una ciudad y puesto fortificado y estos han sido todos tiempos la atención de los príncipes y soberanos , por concurrir en ellos tantas y tan distintas razones de estado y que para el mejor acierto les ha sido preciso a dichos señores príncipes crear y mantener academias y cuerpos facultativos compuestos de todas clases de oficiales de sus ejércitos y no encontrándome yo con más que una leve tintura de esta excelente facultad, confieso ser grande el asunto y así sólo expondré lo que mi corta inteligencia alcance. Desde la fundación de esta ciudad (cuya época no se puede señalar por tan antigua) parece fue la intención de sus primeros pobladores el fortificarse en un puesto que la naturaleza les había presentado en tan buena situación y tan a propósito para ello. Pues la montaña en que están labrados los primeros muros se eleva más de 170 varas sobre el nivel de la campaña, desunida casi enteramente por todas partes de sus vecinas montañas, con una planicie rodeada de precipicios, ásperas faldas y escarpados inaccesibles, en cuyo espacio se puede colocar una población de más de mil vecinos y desde cuya eminencia se registran todo alrededor las huertas, campos, montes y llanuras, alcanzando por partes a descubrirse ocho y diez leguas de terreno. La proporción de las aguas de su río, lo excelente de sus tierras, contribuyeron a mantenerse e ir creciendo con los tiempos las fortificaciones, casas y gentes, agrupándose a todo esto la corta distancia que media entre ellas y las marinas. Creció la población, vinieron los fenicios y después de conquistada la fortificaron más. Quitaron a éstos los cartaginensis el imperio y añadieron muchas más murallas

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para su seguridad. Vencieron a éstos los romanos y continuaron amplificándola y fortificándola. Deshicieron el dominio de éstos las naciones septentrionales godas y prosiguieron en aumentarla. Sobrevino a esta nación la irrupción general de los sarracenos, en tiempo del rey D. Rodrigo, tomáronla como una de tantas haciéndose firmes en ella, hasta que fue conquistada por el príncipe D. Alfonso Décimo el día 23 de noviembre de 1242. Este príncipe conquistador, conociendo las ventajas de su situación la fortificó de nuevo agregándole la fortaleza de la ciudadela, torre y alcázar que puso de su nombre, como que conocía lo gloriosa que había de ser, una plaza que había de servir de barrera y antemural para contener la furia de los moros granadinos, como en efecto los contuvo por espacio de tres siglos, siendo segura llave del murciano reino, hasta la general conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos, D. Fernando y Dña. Isabel.

Primera planta de la ciudad de Lorca que se conoce hecha por Martínez de Lara en su informe sobre el castillo. Ã

Esta serie de revoluciones son las que presentan las historias y se ajustan en lo posible a la antigüedad de estos muros; pues sus petrificadas argamasas (aunque en algunas partes arruinadas) dan testimonio ser hijas de aquellos remotos tiempos; pero aun la seguridad que podía esperarse de la conquista del último reino de Granada, no bastó para que los señores reyes sucesores dejasen de tener cuidado de mantener las fortificaciones de esta ciudad, por lo expuestas que están las monarquías 46

a padecer tantos y tan distintos accidentes de los arriba mencionados; no he menester para acreditar esta verdad más que volver los ojos a los revoluciones y guerras del principio de este siglo, pasar la vista por los comentarios del marqués de San Felipe y otros historiadores y ver lo amenazada que estuvo esta fidelísima ciudad, con la de Murcia, el año de 6 por las tropas inglesas y austríacas y demás de la alianza; apelando los lorquinos a componer los muros que había arruinados (aunque provisionalmente) para mantener la fidelidad a su rey y señor D. Felipe, padre de nuestro augusto soberano; retiraronse las tropas alemanas, pero según las cartas del excmo. Señor marqués de Canales, capitán general de artillería, en el año de 7. Se conoce que dicho señor rey D. Felipe no perdió de vista que se tuviese pronta, montada y bien dispuesta la artillería. Dejóse arruinar la mayor parte de los muros, que fue el cuidado de tantos siglos. Llegaron estos últimos años y continuaron arruinándolos los bobos buscadores de tesoros, el juego de los muchachos y, finalmente, los recogedores de tierras de salitres. Llegando a la imprudencia de socavarlos por el pie, siendo de tan corto monto lo que pueden arrastrar del pie de dichos muros. Esta es una abreviada pintura del estado antiguo y presente de dichas fortificaciones. Las que si a lo menos no se cuidan y reparan las que al presente existen, llegará a suceder con ellas lo que con las de antigua Numancia, que no queda memoria ni aún adónde estuvieron fundadas, y mucho menos el poderse hacer firmes siquiera para resistir un golpe de mano en los acaecimientos que pueden presentar los siglos futuros.

Detalle del plano adjunto al informe de Martínez de Lara. Ã

Tampoco es el caso en los presentes tiempos pensar en establecer en este puesto una fortificación excelentemente marcial. Lo primero porque sería muy gravoso al Estado el mantener los edificios accesorios a ella, la guarnición de tropas que requeriría, los pertrechos, municiones y demás efectos que son precisos a unas plazas de esta circunstancias. Lo segundo que los muros que se pueden aprovechar no son aptos para unirlos a las obras que se debían establecer respecto de la diferencia que hay de la fortificación antigua a la moderna, después del descubrimiento de la pólvora, pues han de resistir al impulso del cañón y de la bomba. Lo tercero que no siendo esta ciudad rayana a ningún príncipe vecino, serían ociosas las sumas de dinero que se necesitarían para todo lo que arriba queda dicho.

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Por lo que soy de sentir que sólo se vuelvan a cerrar los muros que coronan los escarpados de la montaña ajustando y flanqueando las nuevas obras a las viejas, de forma que desde cualquier punto sea visto y defendido el otro dentro del alcance del fusil, para que mutuamente se defiendan unos a otros en caso de alguna escalada, la que no puede practicarse sin grandísimo peligro de los sitiadores, y mucho menos se puede recelar el que los cañoneen y batan en brecha. Lo primero por lo áspero de la montaña pues sus declivios llegan (dentro de las 600 varas de que se acostumbra batir en brecha) al ángulo de 45 grados; y lo segundo que no hay dentro de 300 varas de distancia montaña alguna que le domine cuyos tiros son ya despreciables por la distancia, y mucho menos el que puedan hacer impresión alguna en el bombardeo. Cuyo cerramiento y compostura de muros pueden irse ejecutando poco a poco, conviniendo mucho dejar en ellos las cuatro puertas que tenían en lo antiguo poniéndolas firmes de madera forradas en hierro para que así se custodien las obras de dicho castillo; pidiendo así mismo la conveniente orden para que se acote el terreno exterior a él, a fin de que se abstengan los barredores de salitres de continuar arruinándolo , por no merecer la atención la tierra que pueden sacar del pie de dicho castillo. La extensión que ocupan los muros alrededor de dicho castillo para formarle es próximamente de 1675 varas de línea y de éstas hay próximamente un tercio arruinadas que son 558 varas de línea, las que se proponen ejecutar, y como son tan distintos los gruesos y alturas he tomado por grueso medio tres varas, y siete por altura media, que componen 11676 varas cúbicas de mampostería de cal que multiplicadas por 20 reales cada una importan 233.520 reales que es lo que costaría la composición y cerramiento de dichos muros; y agregándose a esta cantidad 16.000 reales, la mitad de ellos para las cuatro puertas forradas en hierro y la otra mitad para la limpia y composición de los aljibes (pues aunque muy cerca del castillo pasa la cañería antigua de agua potable esta puede ser cortada) componen la cantidad de 249.520 reales que es lo que costará el dejar concluida toda la obra para los fines que arriba queda expresado en dicho castillo. Pero lo que en el día necesita repararse por las mismas razones y aún muchas más razones que las antecedentes, es la ciudadela y torre Alfonsina, pues es la obra mejor que se encuentra entre todas ellas. Dicha torre es de excelente construcción, compuesta de gruesos muros de piedra sillería en sus ángulos y los centros de mampostería. Los muros son dobles y por ellos camina una escalera de 114 escalones, todos de piedra, hasta finalizar en el terrado, elevado sobre la superficie inferior 34 varas, formado por ocho bóvedas vaídas, de sillería y rosca de ladrillo, de 2 varas de gruesa; capaz de resistir al impulso de la bomba, siendo de iguales gruesos los otros dos juegos de bóvedas inferiores que dejan dividida la torre en tres distancias capaz de contener cien hombres cómodamente con sus camas; y a dicha torre sólo le falta el poner cuatro ventanas de madera, componer y enlosar los pavimentos y levantar sobre la corona del cordón del terrado los merlones y cañoneras que van señalados en la elevación del plano, con lo que quedará enteramente completa. En la ciudadela que está delante de dicha torre y unida a ella sólo falta cerrar la cortina que se encuentra arruinada, acabar la coronación que va señalada con el color amarillo en dicha elevación del plano y hacer los postes para establecer la garita que sirva de cocina; enlosar el cuerpo de guardia antiguo y poner las dos puertas de madera forradas en hierro que le faltan a este y a la entrada de dicha

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ciudadela, con lo que quedará en el mejor estado para poder servir de prisión, o demás circunstancias que se han propuesto, muchos más siglos de los que han pasado después que se hicieron; cuyos reparos (que no pongo el cálculo de ellos por no ser prolijo) ascienden a 78.000 reales con lo que me parece habrá bastante para toda esta composición. Como ha sido de costumbre en tener cañones de artillería y por falta de los que se llevaron, o consumieron, lo suplen los seis morteretes de media vara de largos que hay de hierro, se hace preciso se haga presente a la Majestad de la correspondiente orden para que se pongan encima de la torre en las cañoneras que van proyectadas 12 cañones de calibre de a 12, con los que se podrán hacer las salvas acostumbradas en los días de los reinantes soberanos y demás funciones que se tiene de uso; teniéndolos igualmente de reserva para los efectos que Su Majestad digne mandar, pues es necesario tener siempre presente la corta distancia que hay de 5 leguas desde esta ciudad a sus marinas y puerto de San Juan de las Águilas. Las demás razones que encuentre la ciudad dignas de ponerse a los pies de Su Majestad sobre un asunto tan serio como este, las podrá hacer presentes, pues yo como dije al principio no alcanzo más en esta materia y quisiera estar más lleno en esta ciencia para poder contribuir mucho mejor al servicio de Su Majestad como uno de sus más humildes y obedientes vasallos. Nuestro Señor guarde a vuestras mercedes muchos años. Lorca, febrero 20 de 1781. Besa las manos de vuestras mercedes su más afecto y seguro servidor. Jerónimo Martínez de Lara. Señores comisarios D. José García y D. Francisco Ruiz." Las obras propuestas por Martínez de Lara en 1781 no llegaron a ejecutarse nunca, salvo quizás algunos reparos indispensables, y a pesar de ello la torre Alfonsina y su plaza de armas, como ya se ha dicho, fueron prisión militar durante bastantes años aunque con nula efectividad. Al margen de precisiones constructivas, ambos planos aportan una información sobre el castillo de primera magnitud que se puede agrupar del siguiente modo: Accesos. Confirman que eran cuatro: principal, o Puerta del Pescado, en el lado Norte; el del Espolón, o "puerta falsa" que es el nombre que tradicionalmente se le atribuye, aunque Corrales la nombra "Cervera" creo que equivocadamente; la puerta al mediodía entre las torres Alfonsina y Espolón, a la que Corrales llama "del Gato"; y la actual puerta del castillo, la que como ya se dijo es posible que se construyera a finales del siglo XVII. Torres. Ambos planos señalan los parteluces de la torre Alfonsina y delimitan su plaza de armas, añadiendo además el de Corrales un pequeño baluarte como antepuerta. El plano de éste también refleja la ruina de la torre del Espolón, a la que falta una de las esquinas del coronamiento de la cara Sur. Un detalle también a tener en cuenta es la ausencia de almenas en ambos edificios.

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Aljibes. Martínez de Lara sólo señala los dos que están en buenas condiciones (el de las ocho naves unidas y el que está enfrente de la batería de cañones), a los que Corrales añade uno frente a la ermita de San Clemente y otro cercano a la plaza de armas, diciendo de todos que se encontraban arruinados, esto es, fuera de servicio. Siendo evidentes hoy los restos de otros aljibes en el sector oriental del castillo, hay que pensar que quizás sólo se señalaron los que presentaban alguna posibilidad de utilización. Línea defensiva del Espaldón. Los dos planos coinciden en que partía desde la base de la torre Alfonsina, concluyendo en el muro Norte, y que se quebraba su trazado hacia la mitad aproximadamente, lugar en el que estuvo situada una antigua puerta acodada. Recinto amurallado. Los dos arquitectos señalan en sus respectivos planos la ruina de algunas partes de muro y torres, e incluso el de Martínez de Lara contiene una mención expresa a los restos del fortín de la Velica, junto a San Juan, y a la muy derruida muralla que desde aquí se dirigía hacia el castillo por el lado Norte. La malísima perspectiva y dibujo del plano de Corrales nos priva hoy de tener una idea más aproximada a la realidad de todo este recinto. Murallón y fortín del exterior del castillo, frente a la torre Alfonsina. Dibujado de modo muy incorrecto en el plano de Corrales, Martínez de Lara da una idea más exacta de cómo fue realmente esta línea amurallada respondiendo a la función que tenía: proteger la puerta de salida hacia los Pilones desde la ciudad y servir de primera cobertura a uno de los accesos del castillo (la ya mencionada Puerta del Gato). Caminos de circulación. Sólo los contiene el plano de Corrales, pero adolecen de esa misma perspectiva defectuosa. A pesar de ello, y teniendo en cuenta ese defecto, marcan bastante bien las rutas de acceso, los principales recorridos por todo el campo del castillo -que difieren muy poco de los actuales- y señalan un amplio espacio frente a la ermita de San Clemente para acoger las tradicionales romerías del 23 de Noviembre, día del patrón de Lorca. Restos del antiguo convento de la Merced. En ambos planos están señalados como curiosidad a tener en cuenta por su valor para la historia religiosa de la localidad, ya que en ese momento, y por lo que nos dibuja de ellos Corrales, no eran más que unos cuantos muros sin interés aparente. Ermita de San Clemente y otros restos. Con respecto a la ermita, sólo la dibuja con algún detalle Corrales con los elementos y estructura conocidos (portada sencilla, tejado a dos aguas, pequeña espadaña y casa aneja del santero). Y también es éste el único que menciona otros restos, como el de una bóveda sin identificar en la punta oriental del castillo. Corrales incluye en su plano una serie de grandes piedras en la ladera de la Sierra del Caño, cuya aparición no tiene mucho sentido en relación a lo que se pedía que se informara. Sin embargo, bien el corregidor o los propios regidores debieron sugerirle que las reflejara para poner de manifiesto ante el rey el peligro que estos "peñones rodadizos", como se les llama, presentaban para el caserío de los barrios altos de la ciudad, sobre todo para San Pedro y Santa María. De ese peligro tenemos ejemplos muy recientes, reflejados en la prensa local del año 1999, pero ya entonces se daba la voz de alarma con respecto a este problema. En el

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acta capitular de 27 de marzo de 1787 se encuentra una petición del corregidor al Concejo en los siguientes términos: Muralla del Castillo. El señor corregidor hizo presente habérsele dado noticia que en la muralla del castillo de esta ciudad se hallan muchos peñascos amenazando ruina y que éstos podrán hacer mucho daño a las parroquias altas si llegase el caso de rodarse, lo que ponía en noticia de la ciudad a fin de que providenciase lo conveniente. De lo que inteligenciada acordó informe del estado en que se halla dicha muralla don Pedro Alcántara Pérez de Meca, regidor y alcaide de dicho castillo. No se ha conservado el informe mencionado, pero no debió de hacerse gran cosa al respecto, subsistiendo el problema desde entonces. De nuevo en 1792 se mandó hacer, por orden del Real Consejo, un nuevo reconocimiento del castillo para tener una idea cierta de la importancia o utilidad del complejo militar antes de proceder a decidir si suprimir o no la alcaidía del castillo, supresión que se hizo finalmente efectiva en 1797. De su existencia se tenía una ligera noticia por las actas capitulares de Lorca. El plano levantado en esta ocasión es más una curiosidad que un documento fidedigno, ya que tanto la planta general como el alzado de la torre Alfonsina presentan unas variaciones extrañas que es imposible que respondan a la realidad. En cuanto a la planta general, sólo aparecen representadas las dos torres, dos perímetros amurallados frente a la Alfonsina -que constituirían la plaza de armas pero que presentan la particularidad de estar extraordinariamente separados de la muralla-, el gran aljibe de las ocho naves y el circuito de murallas de todo el cerro que se ajusta sólo muy ligeramente a su verdadera dimensión. En cuanto a la torre Alfonsina, el alzado que se dibuja de la cara Este contiene dos ventanas con arcos apuntados en los pisos segundo y tercero, que vuelven a repetirse en el perfil hecho de los tres pisos, y sólo aparecen tres saeteras en la planta baja que además presentan el mismo ancho que las ventanas de las plantas superiores. Un cúmulo de despropósitos que sólo se puede achacar a que el ingeniero Ricaud, autor del plano y el informe, realizó muy a la ligera su trabajo de inspección del castillo tomando unos leves apuntes que no le sirvieron para recordar con exactitud los detalles. Tanto es así que se puede dudar de lo que dibujó en la planta inferior y segunda de la torre Alfonsina, datos que de confirmarse serían de gran ayuda para devolver a este edificio su aspecto primigenio. En la inferior sitúa un aljibe en la esquina Sureste, además de otra pared más con una puerta en el lado Norte; la planta segunda aparece completamente tabicada, siguiendo los espacios abovedados, y con hasta siete puertas de comunicación para los ocho espacios diferenciados. El informe, firmado en Valencia el 3 de agosto de 1792, es sin embargo bastante ajustado a la realidad del castillo en aquel momento. Comienza el documento con una valoración del ingeniero que dice que el edificio no merece la consideración de castillo ya que se trata solamente de una torre antigua. En la parte que más interesa dice así: "Está fundada en la parte más eminente de un cerro de mediana altura que en su cúspide forma una mesa o llano pequeño N.N.N. escarpado por todas partes y fortificado con torreones y murallas al estilo de aquellos tiempos, en cuya mesa o llano se colocaron los primeros pobladores españoles por disposición del rey conquistador; aquellos, después de pacificada la tierra y arrojados los moros, bajaron a la falda del cerro entendiéndose hacia el llano y quedó desde luego esta real fuerza del todo inútil a su objeto primitivo. Al frente de la puerta de la torre D se ve una plazuela formada por la muralla arruinada FFF que sin duda servía de plaza de armas y hay un torreón H que sería el cuerpo de guardia o avanzada.

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Dicha torre se mantiene entera en cuanto a su casco, sin embargo de estar expuesta a la injuria de los tiempos, sin que se le haya hecho reparo alguno, desde luego por innecesario, pues no tiene ni ha tenido, desde la pacificación y conquista, destino alguno, nadie la habita y sólo en el día su piso inferior sirve de repuesto de pólvora al Regimiento Provincial de la Ciudad de Lorca, con cuyo motivo hay dos llaves, la una de la torre, que para en poder del corregidor de la ciudad, como alcaide interino, y la otra del piso inferior de dicha torre, donde está la expresada pólvora, la tiene el coronel del Regimiento Provincial. En este mismo piso inferior hay un aljibe que está en seco por obstruidos sus conductos (R); el resto de este piso S parece servía de almacenes de víveres. El piso segundo consta de varias piezas, cuyas divisiones están medio arruinadas, y se infiere sería la habitación del alcaide y demás individuos principales de la guarnición. El piso tercero es una sola pieza que sería el cuartel de la tropa. Encima de este tercer piso termina la torre con una azotea o explanada T sin parapeto ni resguardo alguno y se sube a los diversos pisos y a la azotea por medio de una escalera V practicada en el espesor del muro. Efectos o pertrechos que contiene Se reducen únicamente a tres piezas o pedreros pequeños de hierro que antiguamente llamaban tiros, cuya figura y tamaños se demuestran en el plano con la letra X. Las tres dichas piezas, con cortísima diferencia iguales, tienen de largo cada una diecinueve pulgadas, su calibre tres idem, el grueso del metal en la boca una con un refuerzo según se ve en la boca; éstas por inútiles a todo servicio habrán quedado abandonadas; con todo suben tal cual día de función a hacer salva con ellos, no sin grave riesgo del que los maneja por hallarse desfogonados y enteramente averiados. A quién pertenece el terreno que ocupa Esta torre, así mismo todo el (terreno) comprendido dentro de la cerca P.P.P. que antiguamente constituía la ciudad de Lorca, es realengo y en toda la falda del cerro o lo más de ella los salitreros sacan tierras para extraer el salitre de que surten a la Real Fábrica establecida en la ciudad. Si merece mantenerse con algún objeto militar La constitución actual no indica poderse aplicar esta torre a ningún objeto militar, como se infiere de su pequeñez y demás circunstancias respectivamente a la fortificación moderna y con consideración a que la ciudad de Lorca tiene un vecindario de cuarenta mil almas tendido en la falda del cerro y llano que está al pie, se infiere que en caso de invasión de enemigos es del todo insuficiente la expresada torre aun bien pertrechada para defender una ciudad grande y populosa. No así sucedería cuando su fundación... " Valora esta torre como otras muchas de España,

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testimonio de tiempos pasados pero ahora innecesarias, y dice "... que no es de provecho alguno al Real Servicio ni al bien público." "En la cerca de la antigua ciudad existe una torre O medio arruinada y nombrada el Espolón que en tiempo de moros era la principal fortaleza, desde la conquista quedó del todo abandonada y por providencia se mandó amurallar la entrada por evitar maldades."58 Termina el informe hablando de lo trasnochado que resulta el empleo de alcaide del castillo y de la existencia de cuatro soldados a sus órdenes, y cuestiona finalmente la necesidad y legitimidad de estos nombramientos. Esta información de Ricaud desembocaría en el abandono definitivo del castillo por parte de la Corona.

J.J. Ordovás. Planta y alzados del castillo de Lorca.Ã

Y de 1799 data el último testimonio gráfico de interés con respecto al castillo. Se trata de las láminas que Juan José Ordovás dedica a la fortaleza lorquina en su Atlas Político y 58

I.H.C.M. Colección General de Documentos 4-4-6-6.

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Militar que se encuentra en el Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid. A pesar de la espectacularidad de los dibujos, éstos también acusan una gran falta de precisión y contienen a veces detalles que no responden en absoluto a la realidad, tales como el trazado general de las murallas, las ventanas de la torre del Espolón o el perfil de su aljibe, así como en general las representaciones de las bóvedas de ambas torres; pero en conjunto dan una buena idea de la apariencia que tenía todo el complejo militar a finales del XVIII. Los detalles más interesantes son los referidos a la compartimentación con tabiques de la planta baja de la torre Alfonsina y el alzado de la ermita de San Clemente con su techumbre y casa del santero aún en pie. Las láminas comprenden una planta general del castillo y sendas vistas por las caras Sur y Este, así como una amplia serie de dibujos de las torres Alfonsina y del Espolón con plantas, alzados y secciones verticales.

J.J. Ordovás. Plantas, alzados y cortes de las torres del castillo de Lorca. Ã

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IV. Reactivación de la vida militar del castillo en el siglo XIX Ã En los primeros meses de 1802 hubo lluvias torrenciales en Lorca que al parecer afectaron bastante a toda la ciudad, pidiendo el Concejo en consecuencia que los maestros veedores de albañilería nombrados para ese año realizaran un informe detallado de los daños producidos. El informe también se realizó sobre el castillo, a petición de la Real Justicia a quien estaba encomendada su custodia desde 1797, y en verdad que lo que de él se dice es bastante esclarecedor del modo en que se produjo la devastación de muchas de sus edificaciones. La mención que se hace a la "Puerta Cervera" es equivocada, y deben de referirse los albañiles al acceso principal del castillo que se ha venido denominando hasta ahora como Puerta del Pescado. Con esa aclaración pasemos a ver el informe.59 Juan de Lara y Jerónimo de Moya, maestros veedores titulares de albañilería de esta ciudad de Lorca. Certificamos el haber pasado de orden de la Real Justicia a la cerca del castillo a reconocer las obras ruinosas que se hallan dentro de dicha cerca y fuera de ella. Primera, en pasando la casa que llaman de Guijarro el Santero se halla en el mismo camino un pedazo de horma de veinte varas de largo y de cuatro de alto, poco más o menos, en tierra pues es la que sostiene el camino de la subida a la ermita. Idem, en la entrada de la cerca mirando a la ciudad se hallan varios pedazos de muralla derribados y como también ser preciso rebajar las almenas porque están dispuestas a caer y hacer daño pues se hallan todas en paraje de caer. Idem, en pasando de la ermita en la entrada de la puerta Cervera han demolido los salitreros una porción de varas de muralla y por el otro lado de la puerta se hallan treinta y dos varas de muralla que dichos salitreros han demolido hasta dejarla por partes más baja que la tierra que hay sembrada y por lo que hace la puerta Cervera se halla toda ruinosa. Idem, en pasando para los aljibes, antes de llegar, ha(n) comenzado a darle por el pie los salitreros con el fin de hacer lo mismo que con la anterior. Idem, en pasando los aljibes se hallan varios pedazos de muralla que están amenazando ruina que causa mucho miedo el arrimarse a demolerlos, porque dichos salitreros los tienen todos descalzados. Idem, la muralla que baja de la puerta del castillo para la parte de los aljibes, los salitreros la llevan ya derrotada porque le van sacando toda la tierra y en pasando esta muralla se hallan diferentes baluartes y fortines que para demolerlos se necesita mucho cuidado pues se hallan bastante ruinosos. Idem, en llegando a la torre del Espolón según está todo su pie está puesta a dar en tierra pues está toda descalzada pues todas las partes que la circundan se hallan en término de asolarse pues todo lo tienen minado.

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A.M.L. Sala III, caja 18.

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Idem, en volviendo por el lado que mira a San Lázaro hay algunos fortines que éstos van a dar sobre el conducto del caño que viene a la ciudad. Y últimamente, todo lo demolido y ruinoso que se halla en lo referido es causa de los salitreros, pues en días que por lluvia u otros motivos no andan en la ciudad es su paradero la cerca del castillo. Que es cuanto podemos decir en estos particulares referidos. Las inclemencias del tiempo y el descuido estaban afectando al castillo desde antiguo, pero la aceleración de su ruina se había producido en estos años finales del siglo XVIII por la acción rapiñadora y destructiva de los pequeños salitreros locales, que veían en las piedras y tierras de los viejos muros de la fortaleza un modo rápido de obtener la preciada sal. La producción de estos salitres lorquinos es conocida ya desde el siglo XVI, pero su número se multiplicó enormemente y aumentaron su capacidad productiva con la aparición en el siglo XVIII de un establecimiento real dedicado a refinar este mineral para destinarlo a la fabricación de pólvora. En el último cuarto del siglo XVIII se construyeron unas grandes instalaciones apropiadas para este establecimiento, en lo que es actualmente la calle Musso Valiente, que permanecieron en pie hasta mediados del XIX. A esta factoría vendían su producto los salitreros locales, que por lo molesto de su actividad -grandes terreras y humos procedentes de las calderas- se establecieron principalmente a las afueras del núcleo urbano, en el barrio de San José entonces poco poblado. Todo parece apuntar a que la acción de estos "industriosos" lorquinos acabó por minar irremediablemente algunas estructuras defensivas importantes, como grandes trechos de muralla en el lado Norte y el complejo defensivo del Espaldón. Además, para entender la desaparición o el soterramiento de lo que quedara de casas y otras pequeñas construcciones en la parte más llana del campo del castillo, es importante que se repare en lo que dice el punto tercero del informe de los albañiles: treinta y dos varas de muralla que dichos salitreros han demolido hasta dejarla por partes más baja que la tierra que hay sembrada. Este "sembrado" no puede referirse más que a un aprovechamiento agrícola de parte del terreno del castillo a donde iría a parar el agua de lluvia no recogida por los aljibes, o que fuera fácilmente regable con el agua que contuvieran éstos. Recordemos que todo el campo del castillo era un propio municipal desde 1797 y que su aprovechamiento se pudo hacer desde entonces con sólo pagar el canon correspondiente al Concejo. De este tipo de actividad volveremos a encontrar la confirmación en un documento que se transcribirá más adelante. Ya se apuntaba antes que la vida militar del castillo había decaído totalmente, y los pormenores de este informe no hacen sino confirmar de modo pleno el hecho. Sin embargo, todo ese enorme complejo militar ya abandonado volvió a cobrar vida con motivo de la Guerra de Independencia. Antes de que transcurriera un año desde los acontecimientos madrileños del 2 de mayo de 1808 que dieron origen al conflicto, Lorca se preparaba para hacer frente a una posible invasión de la ciudad por las tropas francesas que batallaban en el Sur de España y que tenían esta zona como paso natural hacia el Levante.60 Los ojos de los lorquinos se dirigieron nuevamente hacia su castillo como un elemento esencial en la defensa de sus propias vidas, ya que de producirse el asalto a la ciudad sería imposible defender desde esa posición otro tipo de intereses materiales y económicos. La Junta de Defensa de Lorca encargó entonces un plan de protección militar de la ciudad del que nos han llegado tanto el borrador como el informe final, conteniendo entre ambos la necesaria información para saber 60

Un buen panorama de los sucesos acontecidos en Lorca durante la guerra lo ofrece MULA GÓMEZ en su artículo "Aproximación a la Guerra de la Independencia en Lorca y su distrito." Anales de Historia Contemporánea nº 1. Universidad de Murcia, Murcia 1982; pp. 47-70.

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las importantísimas modificaciones y nuevas construcciones que se planificaron entonces en el castillo y que acabarían por darle la forma que aún hoy conserva en buena medida. Conozcamos el texto íntegro de ese plan en sus dos versiones ya mencionadas.61 D. José María Rocafull y Vera, D. Agustin Fajardo, D. Juan Terrer y D. Salvador Gonzalvez, dirigen a la Junta de Defensa de la ciudad de Lorca el siguiente plan de fortificación de la ciudad Siendo la posición de esta ciudad (como a vuestras señorías consta) parte en superficie plana, sin murallas ni otra defensa alguna, y la restante a la falda del monte de su castillo formando grupos, hemos examinado prolijamente todas las alturas en el barrio de San Cristóbal, Calvario, Albaricos, Murviedro y castillo que la domina con el objeto de averiguar el mejor estado de defensa en que se puede poner. Juzgamos que lo mas conveniente es formar una línea de circunvalación que principie en el monte de la Velica y dando la vuelta por la parte exterior del pueblo se entre por la ramblilla de San Lázaro y suba por el barranco inmediato a la ermita a unirse con los vestigios que quedan del fortín que baja desde la parte alta de la muralla comprendida entre el castillo y la torre del Espolón. Esta línea de circunvalación se puede formar tapiando las entradas que fuese posible de dicha parte exterior del pueblo y en la que no sea asequible por su situación haciendo fosos y formando parapetos con los escombros que de ellos se saquen, los que servirán para atrincherarse las fuerzas que se destinen a defender dichas entradas. En esta disposición atajando todas las bocacalles que se juzgue conveniente, imposibilitando cuanto sea dable el paso de las calles con empalizadas, carruajes, muebles de las casas próximas y colocando en las principales avenidas los cañones violentos que se puedan adquirir se puede hacer dentro de la primera defensa. Si llegara el caso de que siendo crecido el numero de enemigos que atacasen, consiguiesen entrar en la población, y no se pudiese resistir en ella, se puede hacer la segunda defensa en la línea que forman los atrios de las tres parroquias altas con la explanada del expresado fortín haciendo reductos en los sitios descubiertos que hay entre dichos puntos para resguardar la gente destinada a la defensa de ellos y facilitar la reunión con seguridad de la que se necesitase juntar en cualquier punto, caso de hacer los enemigos algún esfuerzo para pasarla. Para fortificar más esta segunda línea, además de colocar en ella los violentos (cañones) que hubiesen servido en la primera es esencialísimo construir tres baterías cada una de tres o cuatro piezas de artillería gruesa, una en la explanada que forma dicho fortín, otra en el primer recodo que hace el camino que sube a San Clemente y otra sobre el ángulo de las murallas que mira al levante, desde cuyos tres puntos que son los que más dominan la población no sólo se podría defender ésta sino que también resguardaría las gentes destinadas a otras líneas. Para el caso de tener que abandonar esta segunda posición y pasarse al 61

Todos estos documentos relacionados con la guerra de Guerra de Independencia hasta la instancia de 1814 se encuentran en A.M.L. Sala II, Caja 161, y en la colección de documentos de Lorca del Fondo Cultural Espín de la CAM.

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recinto de la fortificación del castillo, en donde se debe hacer la tercera y última defensa, se deben construir caminos para poder subir a él con facilidad las piezas de artillería gruesa, desde cada una de las expresadas baterías, con los correspondientes reductos para el paso seguro de la gente destinada a ellas. Este último punto de defensa además de ser superior a los dos primeros por su mayor elevación tiene la ventaja de que siendo su figura elipsiodra, como la superficie exterior de la cubierta de un navío, cuyo extremo de Norte a Sur es como de unas 400 varas y como de Levante a Poniente 1200, proporcionando asilo al vecindario en el caso de invasión irresistible en el pueblo, pues no sólo salvan en él sus vidas sino que también muchos de sus intereses, por lo tanto se deben poner todas las miras posibles en fortificar cuanto sea dable, para ello es indispensable hacer de nuevo todos los lienzos de muralla interiores y exteriores, que se hallan del todo destruidos, como también hay cuadriláteros, torreones y fortines y componer los que se hallan deteriorados, limpiar los aljibes que hay en dicho recinto, mondar sus boqueras, impedir que se labre en sus vertientes y tener una persona destinada para cuidar dichas boqueras en los días de lluvia, todo con el objeto de tener el mayor acopio posible de agua, lo que es siempre indispensable y mucho más si invaden los enemigos en tiempo de verano. Los referidos cañones de grueso calibre se deben colocar principalmente en esta última posición en el expresado punto de Levante de dicha fortificación, y en el de la misma que mira al Norte a el lado del castillo que da vista al río, por ser éstos los dos puntos menos escarpados y por consiguiente donde es necesario oponer mayor resistencia al enemigo, en los que convendría también hacer fosos en la parte inferior de la muralla para su mayor seguridad y los cañones que quedasen, fortificados estos dos puntos, se debieran colocar en los que en el acto del ataque se tuviese por más conveniente. Los dos puntos de los barrios de San José y San Cristóbal, que según lo expresado deben quedarse fuera de la línea de circunvalación, pueden sin embargo fortificarse cada uno de por sí, como se ha dicho en la primera línea de defensa, para hacer en ella la primera resistencia, caso de hacerse la invasión por cualquiera de sus puntos, pero teniendo precisión de abandonarlos se debe reunir al pueblo sus vecinos. Si el ataque de los enemigos diese tiempo a que del campo de esta ciudad y pueblos inmediatos acudiese excesivo número de gente, de modo que sobrase después de guarnecidos los puntos de las expresadas posiciones de defensa, en este caso se podrían fortificar con partidas avanzadas las alturas del Calvario y Murviedro, formando reductos desde esos puntos a la fortificación para la mayor seguridad y fácil reunión en caso necesario. Sin embargo de no poderse fijar los fondos necesarios para las referidas obras por poder ser éstas de más o menos consideración con respecto a las necesidades que pueden ocurrir, se puede conceptuar siempre necesario medio millón de reales, que es cuanto podemos informar a vuestras señorías en cumplimiento de nuestra comisión. Lorca 18 de febrero de 1809 Borrador del plan de defensa de 1809 que contiene más datos y da una detallada descripción del castillo

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Siendo la posición del pueblo de esta ciudad de Lorca (como a V. SS. consta) parte en superficie plana con muchas entradas y salidas y sin murallas que puedan defenderla, y lo restante de ella en gran número a la falda del monte de su castillo en forma de grupo; por lo cual consideramos que entre todos los puntos conocidos no hay otro como el de dicho castillo, por ser el que más domina y como domina su fortaleza defenderá más al pueblo, y por su gran planicie pueden refugiarse en él infinidad de familias donde igualmente tengan custodiados sus intereses. Cuya descripción de este castillo es en la forma siguiente: La anchura de esta planicie de medio día a Norte mide como unas 300 varas; del Oriente que es su punta principal hasta el Occidente como unas 1.500; y toda ella presenta como figura elíptica con amurallados rectos, oblicuos y torreones cuadriláteros todo a estilo de fortificación de tiempos antiguos. En el costado que mira a medio día , y casi en el medio de la longitud de dicha planicie, se halla un suntuoso y fortísimo torreón cuadrilátero al cual es a quien titulan el castillo, con gruesos de 4 1/2 varas capaces de resistir aún el mayor golpe de bomba de artillería, sin embargo de llevar por dentro de dichos gruesos una escalera muy capaz para conducirse al piso superior de la primera sala, a la segunda y tercera que es el terrado de dicho castillo, cuya altura mide como unas 36 varas por un lado, 26 y por el otro 22. Igualmente tiene este castillo un aljibe que sólo recibe las aguas lluvias de su terrado, que aunque reducido equivale a otros mayores según casos de invasión. Delante de la puerta de este castillo hay un fuerte amurallado que forma una plazuela donde en ella es capaz de poderse montar parada de unas dos compañías, hallándose también cerca de la puerta una pieza suficiente donde poder colocarse un cuerpo de guardia y estar el centinela bajo de cubierto, que quizá lo uno y lo otro habría tenido dicho uso. Así mismo al frente de esta plazuela se manifiestan vestigios como de haber habido dos más, aunque no de la fortificación de la primera, y señales como de un aljibe y de muchas habitaciones. Por el lado derecho del dicho castillo, y unido a él, sale una muralla cortando la longitud de la planicie como en dos mitades, con una abertura de puerta hacia la proximidad del castillo, que sin duda serviría para ir a él y de comunicación de una media planicie a la otra; todo acreditando los muchos y necesarios defensivos importantes de aquellos tiempos. En la media planicie cerca de su subida y entrada principal del (medio) día y punta oriental, esta la iglesia de San Clemente, con habitación de sacristán. A la espalda de esta iglesia hay un pequeño monte aislado, atacadas sus desigualdades con obra de mampostería, y como de haber servido de batería. Sobre mano derecha, en las murallas del recinto de la planicie, se manifiesta la puerta por donde los lorquinos entraron y ganaron a los moros esta fortaleza. Más dentro hay 8 aljibes para aguas lluvias, que mide el uno 10 pies de anchura, 20 de largo y 4 de profundo desde el labio de sus boqueras para abajo; pero de todos ocho resulta uno solo, por razón de la común comunicación que dentro de sí tienen por medio de arcos grandes con un poste de obra que en medio de cada medianería tienen; y todos ellos están embovedados con rosca de piedra mampostería, y lumbreras competentes. En la segunda media planicie y hacia la espalda del torreón del castillo, hay otro aljibe también para aguas lluvias, cuya medida es de ancho 12 pies, su

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profundidad de 5 y su largura de 30, igualmente embovedado y con dos lumbreras sobre él. En la punta occidental, que el extremo de dicha media planicie, está la torre del Espolón, semejante a la del castillo pero de menor alto y ancho, con escalera dentro de sus gruesos que sube al piso superior de su primera sala, y al terrado que es el de la segunda, cuyas bóvedas y arcos excelentemente trabados del gótico sencillo, como adecuado a obras de estos destinos; y debajo del piso de la primera salo se manifiesta un subterráneo, sin escalera de bajada a él, con cuatro lumbreras en los ángulos del piso de dicha sala, que al parecer serviría para prisión. A la espalda del castillo, cerca del aljibe referido, en las murallas del recinto mirando al mediodía, se ven vestigios de una puerta que por otros que siguen hacia debajo de la falda del monte indica puerta de subida a dicha planicie, del modo que sirvieron y sirven las otras dos de la parte oriental de la otra media planicie. Las reedificaciones de las expresadas obras de dicha fortaleza, según el estado que presentan, son de mucha consideración porque exceptuando el castillo y su plazuela, la torre del Espolón y aljibes, que con cortos reparos pueden quedar perfectos, todos los demás edificios y amurallados de la circunferencia y algunos puntos de la planicie necesitan las partes firmes arreglarlas a distinta fortificación como para la defensa de estos tiempos, que se hace con pólvora, balas, metralla y bombas de artillería, y las restantes que son de cuatro partes tres hacerlas nuevas desde sus cimientos, si es que se hallan por tantas minas y excavaciones, causa de la destrucción de esta fortaleza, al parecer (hechas) por los salitreros u otras personas equivalentes. Además de estas reparaciones se siguen otras obras, como son algunas baterías para la artillería, terraplenes y caminos escarpados para conducirse las tropas y demás a los puntos que más convenga para dar ataque a los enemigos; almacenes y campamentos para las familias que en caso de necesidad lleguen a refugiarse; y oficinas conducentes para el mayor resguardo de varios intereses. El número de baterías podrá ser etc, etc. Gozalvez A mediados de este mismo año el comisionado de la Junta Gubernativa del Reino de Murcia, Antonio Sáenz de Vizmanos, volvía a dar instrucciones para la fortificación y defensa de la ciudad que coinciden en parte con el plan ya visto. Mula Gómez, en el artículo antes mencionado62, anota al respecto lo siguiente: "El armamento convencional fue renovado. Se acordó fabricar 600 lanzas y 6.000 chuzos y picas, que sustituirían a las armas de fuego, y los ciudadanos alistados estarían sometidos a un entrenamiento periódico. Se talaron los árboles de las alamedas y de los lugares cercanos a la ciudad, para surtir de leña y «fagina» a los lorquinos, quitando a los enemigos los medios para «hacerse fuertes, surtirse y construir baterías». Sáenz de Vizmanos, distribuyó a la población para su defensa: los alistados en las parroquias altas, defenderían sus atrios, el castillo, el Calvario y la Velilla. Los de San Cristóbal, su barrio y los caminos de Murcia, Cartagena y Caravaca, y los de San Patricio, Santiago, San José y San Mateo, cubrirían el frente desde la Merced al convento del Carmen." Este mismo autor aporta también la siguiente reflexión: "En estos planes de defensa se observa cómo quedan atrás los combates en campo abierto y los enfrentamientos directos y cómo se concentran los esfuerzos. No son sólo las ciudadelas, las murallas y baluartes los únicos responsables de la defensa, sino el conjunto de la ciudad, crispada en un reflejo defensivo. Pero la realidad distó de ajustarse a los planes de fortificación, que quedaron reducidos a meros proyectos. Cuando los franceses entraron en la ciudad, sus habitantes 62

MULA GÓMEZ, A.J. "Aproximación a la Guerra de la Independencia ...

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huyeron despavoridos al campo, siguiendo el ejemplo de las autoridades y la comarca fue saqueada sin oponer la más mínima resistencia." No hay muchos comentarios que hacer a los documentos citados anteriormente que de modo general e inequívoco señalan buena parte de las estructuras que ya existían en el castillo, así como todas las obras que terminaron por darle el aspecto que en la actualidad presenta. Como recordatorio hay que resaltar lo siguiente: se actuó en todo el recinto amurallado, y especialmente en la zona de la plaza de armas frente a la torre Alfonsina, almenando el perímetro, añadiendo al baluarte existente unos muros en forma de puntas de estrella y recomponiendo, con destino a cuartel, todas las viejas edificaciones que se encontraban ante él; en la zona occidental de esta torre también se añadió una línea de muralla que iba a enlazar con la principal del mediodía, en cuyo tramo comprendido entre ambas torres se acometió un plan de reforma a fondo; en el sector del Espaldón se construyeron dos cuerpos de edificios, uno de ellos aprovechando un antiguo aljibe; se tapió el acceso de la Puerta del Pescado; se almenó todo el perímetro murado de la parte más oriental del castillo; se utilizaron con fines militares la ermita de San Clemente y la casa aneja; los pequeños aljibes repartidos por todo el campo fueron ahora reutilizados para alojamiento de tropas; y finalmente la actuación más importante se dio tanto en los muros que rodean la torre del Espolón como en el espacio frente a ella, donde se construyó de nueva planta una batería de cañones con las dependencias necesarias para su servicio. Todas estas obras se adivinan fácilmente por el tipo de materiales empleados que difieren bastante de los de otras épocas. Pero, sin duda, la medida exacta de lo que estaba pasando con el castillo de Lorca nos la aportan los documentos y planimetría localizados en el Servicio Geográfico del Ejército y en el Instituto de Historia y Cultura Militar y la información contenida en algunos expedientes del Archivo Municipal de Lorca. De todos estos documentos se desprende que desde los inicios de 1811 en que comienza su adaptación, el castillo fue una de las bases de retaguardia del Ejército del Centro, llamado después Tercero, en donde los soldados que participaban en las operaciones militares de Andalucía y La Mancha encontraban descanso, alojamiento y manutención, abastecimiento de municiones y hospitales para los heridos, que se establecieron en la ciudad ocupándose para ello el hospital de San Juan de Dios y habilitando otros edificios para tal fin. El contingente de hombres que pudo haber en determinados momentos se calculaba en torno a 1.200, pero es bien posible que el número se elevara bastante más en algunas ocasiones. Los tremendos gastos que ocasionaba el sostenimiento de este crecido número de soldados fueron casi en su totalidad sufragados por Lorca y poblaciones circunvecinas, produciendo a corto plazo un agotamiento de la economía local del que se quejaron repetidamente los regidores lorquinos en informes enviados al intendente general de Murcia, e incluso al propio rey cuando se hacían repartimientos extraordinarios de guerra que ya apenas podían pagarse por la población. A todo ello habría que sumar las nefastas consecuencias de la epidemia de fiebre amarilla sufrida por la ciudad en 1811 y las repetidas invasiones de los franceses con la consiguiente rapiña y saqueo. Este es, en pocas palabras, el cuadro en el que se enmarcan las obras de reforma del castillo que, en consecuencia, chocaron con enormes dificultades económicas. Como muestra de esos crecidos gastos, puede ser ilustrativa la cuenta librada por el Ayuntamiento de Lorca de lo consumido por los militares entre el 9 de febrero y el 31 de julio de 1813. Los datos generales son estos:

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Pan Cebada Paja Menestras Carne salada Leña Forraje Cebada (en metálico) Raciones de etapa (en metálico) Aceite Varios suministros al general Freyre Dinero y otros artículos Carne y vino Curación de caballos Herrajes de caballería Alpargatas Suministros al Hospital Militar 1087 estancias en el Hospital de San Juan de Dios Suministros al Hospital Militar ambulante del 2º Ejército Carbón para guardias Sueldos de los dependientes encargados de suministros Gastos menores TOTAL GASTOS

109.931 raciones 6.900 raciones 28.011 raciones 169.825 raciones 18.556 raciones 9.672 arrobas 11.587 arrobas 3.925 raciones 1.691 raciones 65.466 onzas

76.250 rls 12.350 rls 11.386 rls 81.774 rls (Sin cuantificar) 7.111 rls 11.076 rls 27.920 rls 2.982 rls 14.006 rls 498 rls 1.871 rls 64 rls 23 rls 2.121 rls 549 rls 24.951 rls 8.696 rls 144 rls 10 rls 13.598 rls 1.762 rls 310.847 rls

El déficit una vez computados los ingresos ascendía en estos poco más de cinco meses a 37.164 rls que se cargarían sobre los proveedores o sobre el caudal del propio Ayuntamiento. La financiación de esta enorme suma se hacía con aportaciones de pueblos cercanos (Totana, Alhama, Aledo y Fuente Álamo, en total 35.137 rls), con rentas reales (aguardiente, aportaciones de la Real Empresa, etc., en total 11.318 rls), por contribuciones ordinarias y extraordinarias, dinero de propios, empréstitos personales, etc. (en total 159.97 rls), aportaciones de la dezmería (35.492 rls) y otros dineros que eran "tomados" en virtud del estado de guerra en que vivía el país (rentas del molino de los Olmos, receptor de Bulas, aportaciones ocasionales de pueblos de Granada y Almería, etc.). Las cuentas enviadas periódicamente al intendente de los ejércitos en Valencia rara vez fueron saldadas. Retrocediendo unos años, a mediados de 1810 todavía no estaba claro el papel que se le iba a asignar a la fortaleza de Lorca. Esa duda la refleja perfectamente el siguiente documento: "DESCRIPCIÓN DE LAS INMEDIACIONES DE LORCA. 1810. Atendiendo a la Instrucción que se ha dado para este reconocimiento y trayendo a la memoria las obligaciones de un oficial encargado de una comisión de

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esta especie, la dividiremos en dos partes: primera, una descripción topográfica de Lorca y sus inmediaciones, y segunda, ceñirse a responder los capítulos que expresa la enunciada Instrucción. Lorca está situada al pie de una sierra cuyo nombre es el mismo de la ciudad; empieza en ésta y termina en el Puerto de Lumbreras. La parte más elevada de esta sierra se llama Peñarrubia, desde cuyo punto hasta el castillo disminuyen las alturas siendo ésta la más baja. El castillo está enteramente arruinado; sus cisternas en buen estado, bastante agua pero mal cuidadas. Al pie del castillo sale una vereda que baja al río. Éste tiene su nacimiento en las sierras de Topares distantes seis leguas de la ciudad..." Continúa con una descripción pormenorizada de los caminos, veredas, sierras, montes y todo tipo de accidentes naturales y elementos antrópicos considerados de interés para la defensa de la plaza del castillo. Cuando vuelve a referirse a éste dice así: "Del castillo no puede aprovecharse nada. Es obra dominada por la Cabeza del Coro (?) y altura de Murviedro. Nada descubre y sus tiros serían muy fijantes en cualquiera dirección. Las cisternas en buen estado y a la inmediación se hallan algunas casas particulares muy capaces y que en caso necesario podían servir para almacenes y otros fines. Ninguna obra pondría en estado de defensa a la ciudad, haciendo la guerra como en la actual época. Cualquiera que se hiciese aumentaría la dificultad de cubrir un gran perímetro, se harían gastos inútiles y nada harían sino comprometer a la ciudad en caso de invasión. ... Cuartel General de Elche y Julio 27 de 1810. Manuel Muñoz."63 Sin embargo a finales de este año, y sin duda tras evaluar la Junta de Defensa la estratégica situación del castillo lorquino, tanto por su elevación y dimensiones como por su situación en el paso natural entre Levante y Andalucía, lo que se pedía a los ingenieros militares no era ya que informaran sobre las posibilidades que ofrecía el enclave, sino más bien un plan para llevar a cabo la reconstrucción de la vieja fortaleza y adecuarla para poder mantener un elevado contingente militar y resistir un posible ataque de artillería desde los puntos en que era dominada. A ese fin está encaminada la descripción que seguidamente se transcribe: "DESCRIPCIÓN TOPOGRÁFICA DEL CASTILLO DE LORCA. 1810. En el cuadrante de NE y SO de la ciudad está una loma cuya cúspide aunque con desiguales niveles ocupó en la antigüedad el castillo de que sólo han quedado señales de sus líneas de fortificación, tal cual edificio y trozo de parapeto. Tiene esta loma unas 800 varas de longitud, 190 en el mayor ancho, y viene a parar casi en punta en sus extremos. Desde la entrada principal que está en el frente de la población se eleva el terreno de la izquierda por una porción de piedras en parte escarpadas que vienen a formar dos muy distintos niveles. Ocupa esta elevación como la mitad del ancho del castillo en una longitud de 400 varas, en cuyo extremo ya 63

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escarpado está la torre y el último reducido recinto de los tres de que constaba en la antigüedad. Es el único que se conserva en mediano estado, aunque le faltan banquetas y puertas. La parte más al O del castillo está dominada al tiro de fusil por las lomas que descienden de la sierra de Peñarrubia, de manera que su punta está muy cerca de dichas dominaciones. Tiene el recinto del castillo casi dos mil varas; está enteramente aislado; corre por su pie por N y NO el río; y por O un barranco que le separa de las descendencias de Peñarrubia; y por todo lo demás unas laderas generalmente ásperas que terminan en barranco y en la ciudad, la que comprende una pequeña elevación dominada del castillo donde está un barrio de la población. Hay actualmente cinco subidas; la mejor al frente de la ciudad; es de herradura no muy cómoda, piso piedra en el extremo formada con retornos; dos hay hacia el N cayendo la primera casi al frente del extremo del arrabal, corresponde a una puerta antigua del castillo pero en el día sólo es para un hombre a pie y bastante pendiente, fácil de inutilizar del todo. Casi al extremo está la vereda de a pie, penosa para desfilar una caballería, que cortando la sierra de Peñarrubia sigue por entre montañas y va a salir a Lumbreras, por la cual se puede bajar a Torrecilla cerca del camino de Lumbreras a Lorca y salir también al camino que por el río viene de Vélez. Aunque estas noticias corresponden a la geografía del país, me ha parecido conveniente dar esta ligera idea de dicha avenida. Las dos subidas que corresponden casi al S del castillo no son veredas formales, sino suavidad de la caída al barranco aumentada por los dueños de las higueras Chumbas que hay en todo este frente, las que forman un bosque espeso y corren hasta la ciudad. La mayor parte del recinto antiguo del castillo esta escarpado, el resto sobre pendientes ásperas con sólo las insinuadas subidas. El piso interior es fuerte en los niveles más altos y una capa bastante gruesa de tierra y ripio en los más bajos. Esta loma está dominada de la montaña de Peñarrubia y al tiro de fusil de los cabezos de sus descendencias, pero separada por un barranco profundo y la dominación esencial es en la parte del castillo más distante de la ciudad. Estado actual del castillo Todos sus parapetos y muchos edificios están casi en estado de ruina, como las 3/4 partes sin parapetos. Lo restante tiene trozos de muros antiguos a desiguales alturas de manera que todos necesitan arreglarse dándole al que menos los declivios superiores y formando las banquetas. Hay porciones que necesitan repararse, otras elevarse aun de las mismas que subsisten de muro y aun las hay que deben echarse abajo para reedificar después los parapetos en razón de estar desplomados hacia la parte exterior. Medios que deben proporcionarse en la ocasión para realizar con reserva y prontitud las reparaciones anteriores

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Se necesitan 20 cuadrillas de 80 a 100 hombres con un sobrestante y dos canteros o albañiles a lo menos cada una, siendo canteros los de las cuadrillas que se destinen al escarpado y de albañiles las que se empleen en el parapeto. Son precisos 300 picos de dos puntas, 700 de pala y punta, 400 azadas o legones, 30 palas, 50 barrenas con sus juegos de agujas y atacadores, 60 cuñas de todos tamaños con sus hojas, 60 barras de distintas magnitudes, 80 martillos, 20 perpales y dos fraguas corrientes para la composición de esta herramienta que toda debe tener mangos. Serán necesarias 60 parihuelas y de 5 a 6 mil espuertas terreras. Toda cuanta madera pueda recogerse para blindajes, barracas, puentes, puertas, ventanas, estacadas y andamiados, en el concepto de que por el pronto se necesitarán dos puentes levadizos, 4 rastrillos, muchos andamiados y más de 20 puertas y los herrajes para todas estas piezas, para lo cual se destinarán dos o tres fraguas con los forjadores y limadores que se pueda. Cuanto más cal, yeso, arena y atocha pueda acopiarse y subirse, tanto más podrán irse consolidando las obras aun cuando se aproxime el enemigo. También es necesaria una brigada de 60 o 70 carpinteros con tres maestros y todas las herramientas de su oficio. 24 cernedores de madera para separar la piedra y ripio de la tierra También son necesarios 250 o 300 mil reales para pagar los jornales y los efectos dichos que no pueden obtenerse por otros medios. Operación Prevenido todo lo dicho en los parajes que den menos sospecha o que mejor oculten la verdadera idea y teniendo tomadas todas las medidas necesarias para juntar mil caballerías a lo menos, distribuidas de 6 en 6 con uno o dos mozos cada uno de estos trozos, la tarde antes de empezar el trabajo paseará el recinto el ingeniero que haya de dirigir la obra y los oficiales que deban ayudarle, dejando hecha la traza de los puntos más esenciales por donde haya de principiarse, ya con piedras u otras señales que nadie comprenda el objeto; recorrerá los sitios por donde debe empezar el escarpado, los parajes en que conviene depositar cada clase de materiales y dónde se han de poner los talleres y fraguas. Conocimientos precisos para colocar en el trabajo al día siguiente las cuadrillas dando a los canteros o albañiles de cada una la orden de lo que debe hacer la suya. Las caballerías se distribuirán de 6 en 6 recuas con un capataz, encargando a cada uno de estos lo que ha de hacer subir y el sitio donde lo ha de poner. Para aprovechar en las obras el agua que tienen los aljibes, convendrá que sea una de las cosas porque se dé principio limpiar tres o cuatro de los ocho juntos, tapando la comunicación con el lateral y pasando a los otros el agua, con cuyo sistema podrá al instante subirse agua buena y echarla en los aljibes limpios, poniéndoles vitriolo, cal viva u otro preparativo para que no se corrompa.

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Para evitar los desperdicios y confusión que origina la mucha gente en el primer día de trabajo hasta que va sabiendo lo que debe ejecutar, convendría empezar el primer día con la tercera parte de las cuadrillas, aumentar a la tarde otra tercera y que trabaje de noche el último tercio, pero con los mismos canteros o albañiles que trabajaron el día. En estos apuntes preventivos nada se toca de los víveres y municiones necesarias para la guarnición, utensilios y dotaciones de cuatro o cinco piezas de artillería que se necesitan, esto es, dos obuses para tirar a los barrancos que forman las lomas que dominan y dos piezas de a 8 o 12; ni tampoco va comprendido lo necesario a hospital, pues estos ramos dependen del número de guarnición y del tiempo porque se le dote, que yo conceptúo no debe bajar aquella de 1.800 a 2.000 hombres, y este de tres a cuatro meses. Murcia 18 de diciembre de 1810". De la misma mano hay a continuación dos hojas más que siguen hablando del castillo de Lorca. "Como 30 varas tiene la gran torre llamada el castillo que se eleva en lo más alto de él; es de sillería y muros muy robustos capaces de recibir bóvedas a prueba (de bomba?), y aunque en la construcción no indican serlo, se podrá por medio de capas de tierra engrosar su cubierta y ponerla en estado de resistir a las bombas, tanto más siendo muy difícil la puntería para que hagan daño a las bóvedas. No tiene parapeto y sí tres bóvedas muy capaces, una sobre otra, que en caso conveniente podrían duplicarse por medio de entarimados. Faltan algunas puertas y ventanas. Es un cuadrado de 26 varas de lado exterior. Al poniente del castillo y en su extremo hay otra torre cuadrada de muy buena construcción y 17 varas de lado exterior con dos estancias y subterráneo. Pueden también doblarse las bóvedas, pero la cubierta o más bien la parte superior del muro está empezado a derruir, no por endeblez del edificio. Necesita este reparo y los parapetos de que carece que son muy precisos por estar en la parte más baja y dominada. Hay una ermita con casa a las 36 varas de la entrada principal, buena para almacén de boca o guerra. También hay algunos subterráneos medio arruinados que podrían habilitarse para almacenes. Nueve son los aljibes que conocen como tales, los 8 juntos y el otro al pie del escarpado de la torre principal. Este está sin agua y necesita limpiarlo y componerlo, Y aquellos tienen comunicación entre sí y como una vara de agua enlodada y mala en mi conocimiento por la tierra y basura que le cae, pues todos tienen una parte de su bóveda arruinada. Son demasiado delgadas; convendría reforzarlas y cargarlas de tierra. Los ocho aljibes en estado de llenos son suficientes a dar agua para cuatro meses a dos mil hombres con la excesiva ración de 8 libras diarias, cuando cuatro son

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bastantes en casos aún no muy apurados. Y el otro, bajo el mismo concepto, puede dar agua para mes y medio. No hay ninguna otra clase de edificio y sería necesario construir barracones para la tropa. Reparos indispensables para que pueda ponerse guarnición al castillo Es de absoluta necesidad formar parapetos y banquetas en todos los parajes del recinto, que no los hay; habilitar los pocos que existen; destruir los muros viejos que amenazan ruina y poner en su lugar otros de tierra conteniendo ésta con paredes en seco. Cortar las subidas ciñéndose a conservar la del día; o habilitar en su lugar la que mira al arrabal, dejando expedita la que va a la sierra para los fines que convenga. Limpiar, recorrer y habilitar los aljibes, reforzando sus bóvedas y echándoles tierra encima. Recorrer todo el recinto para rectificar el escarpado y cortar las subidas por S. Talar las chumberas que facilitan al enemigo aproximarse al muro. Formar espaldones en la parte dominada. Explanar y rellenar o igualar los terrenos interiores desfilándolos de la dominación. Construir barracones para la guarnición. Habilitar algunos de los subterráneos medio arruinados."64 El avance de las obras, cuya inmediatez refleja el documento precedente, fue seguido de modo minucioso a través de planos e informes. En cuanto a los primeros, los tres localizados en el Servicio Geográfico del Ejército65 son bastante ilustrativos porque muestran el estado que tenía el castillo antes de las obras (marzo de 1811) y el que finalmente iba a presentar una vez acabados los trabajos al año siguiente. El más interesante de ellos es el de Pedro Colmenares, cuyo informe también ha sido localizado.66 "Descripción del castillo de Lorca Está situado el castillo al Norte de la población en una altura al Levante contigua a las de Murviedro, Despenador, Peñarrubia, los Jarales y otras que forman la cordillera que sigue hacia el Oeste por el Puerto de Lumbreras y Venta del Río a los Vélez etc. Tiene la mayor extensión de Oriente a Occidente siendo ésta de 800 varas y su ancho en donde más 150 varas. 64

I.H.C.M. Colección General de Documentos, 5-4-5-24. S.G.E. Signaturas 154, 155 y 156. 66 S.G.E. Sign. 64.53; I.H.C.M. Colección General de Documentos, 5-4-6-22. 65

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El terreno del interior es bastante desigual y en la mayor parte de roca bastante dura, aunque hay algunos parajes donde no es tanto y en los bajos hay alguna tierra. En la parte del recinto que mira al medio día y en lo más alto hay una torre llamada Alfonsina de 22 y 1/2 varas de ancha, 25 y 1/2 de larga y 30 varas de alta y uno de sus frentes sirve de muralla exterior de muy buena construcción. Tiene tres pisos. El bajo sirve de almacén de víveres y los altos de alojamiento para la tropa, siendo malsanos por la poca ventilación, pues el uno sólo recibe sus luces por siete aspilleras de dos pulgadas de ancho y dos varas de largo debiendo servir éstas para dos pisos pues por ser demasiado altas las bóvedas se han doblado todos; sólo el alto tiene tres ventanas las que tienen el mismo uso que las aspilleras. La entrada la tiene mirando al Levante, concluyendo este frente una muralla en muy buen estado que forma un recinto unido a la torre en el ángulo de la derecha de la entrada, y por el frente que mira a medio día. En este recinto se ha construido un aljibe capaz de contener 2150 (pies?) cúbicos. Delante de este recinto y en la misma dirección del Oriente hay otro patio o recinto de no tanta solidez, sus murallas como el anterior; estos recintos están separados del principal por un pequeño foso en la parte de Levante y por lo escarpado de las rocas que están situados.

Plano del castillo de Lorca de L.M. Balanzat de 1 de marzo de 1811 cuando estaban a punto de comenzar las obras de acondicionamiento de la fortaleza. Ã

A la espalda de la torre Alfonsina sigue la muralla casi en la dirección de Este Oeste al extremo del terreno en que está la torre hay una especie de caballero de trinchera en donde está colocado un mortero de siete pulgadas y desde este caballero

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se había principiado otro recinto que debería unirse con el ángulo saliente del primer recinto al Levante de la torre. Hay otra torre llamada del Espolón de 15 varas de extensión en todos sus frentes; tiene un subterráneo muy bueno que parece haber servido de aljibe, un piso al nivel del terreno sobre que está fundada y otro alto; sus paredes son de dos varas de espesor; está cuarteada y no se hace uso alguno de ella sino para guardia de prevención y arresto de todas clases. Otra de las obras que merece la atención en esta fortaleza es un aljibe situado en la muralla que mira al Norte y como al medio de ella; éste tiene ocho bóvedas que comunican unas con otras y componen el ancho de ellas veintiocho varas de largo y el de las bóvedas el ancho de diez varas un pie y puede contener 22.113 pies cúbicos de agua. Además de éste tiene otro al pie de la roca sobre que está la torre y caballero; éste puede contener 11.340 pies cúbicos. Tiene otros varios edificios como son una ermita en que estaba el santo patrón, cuatro almacenes de pólvora, dos de efectos de artillería, una panadería con dos hornos y varias habitaciones mal construidas. Las murallas en la parte que pueden sufrir el fuego de cañón están de regular servicio; hay algunas antiguas de gruesos proporcionados y otras nuevas de cal y de yeso y en lo demás son los parapetos y aún algo más de piedra barro, cosa que los hace de poca consistencia. Hay en el recinto las baterías siguientes En la popa, o punto que mira al Levante, hay una con una pieza en un ángulo obtuso que forman la unión de los costados del castillo; esta pieza puede batir los caminos de Caravaca, Bullas y Totana con la sierra de la Salud que queda en medio de ellos y el arrabal de San Cristóbal que está a la falda; igualmente puede batir toda la parte de la huerta comprendida entre el camino de Totana y el de las Águilas. En la parte del medio día, en un flanco que mira a las alturas de Murviedro, otra con otras tres piezas, dos con dirección a dichas alturas y otra a la parte del pueblo. En medio del espacio que hay entre las dos torres está construido un pequeño frente con cuatro cañoneras que tienen por objeto el batir las sierras de Murviedro que es el punto que domina al castillo. Este pequeño frente tiene sus flomeos a derecha e izquierda y en el primero se deberán poner dos cañoneras que también batan las alturas de Murviedro y en una que llamaremos cara del semibaluarte habrá otra cañonera para que en el caso de retirar, como es preciso en el momento que los enemigos pongan artillería en las alturas, la pieza que está en la punta del espaldón, batir la avenida de los Jarales; esta cara se une con la muralla principal cortando el recinto por esta parte, pues sólo habrá una puerta capaz de por ella retirar el cañón del espaldón y la guarnición de esta parte.

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En el lado izquierdo de dicho frente hay una especie de torreón que proporciona flanco a este frente; y otro para la continuación de esta obra que se debe unir a las rocas sobre que dijimos estaba el caballero que sirve de flanco izquierdo a este último frente y de este modo queda cortado el recinto y se ha dado mayor elevación a los fuegos que deben contrarrestar a los que pongan en las alturas. Toda la artillería de esta fortaleza consiste en doce cañones de varios calibres, la mayor parte de hierro, un mortero de siete pulgadas y dos obuses idem. La dotación de tropa, según las últimas órdenes, debe ser de mil a mil y doscientos hombres. Las faldas de la altura sobre que está fundada esta fortaleza son en la mayor parte inaccesibles por ser de roca cortada sobre la que están fundadas la mayor parte de las murallas y da a éstas mayor elevación; y en lo más bajo son laderas que tienen bastante desnivel y terreno muy quebrado por lo que dificulta bastante el acceso; como sucede casi en la mayor parte del collado que mira al N. y las tres cuartas partes de a O. es de esta naturaleza, y como la mitad en el que mira al S. Y sola esta pequeña parte es la que tiene sus laderas de fácil acceso, aunque no tanto que en el caso de abrir brecha se pueda con facilidad subir por ella artillería.

Plano del castillo de Lorca de José Aparici poco antes de concluir las obras de defensa acometidas con motivo de la Guerra de Independencia. Ã

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Esta parte del Oeste del recinto que mira a la población es la única en que puede abrirse la brecha por estar poco más que a tiro de fusil un altura contigua a la del castillo que se nombra Murviedro; esta altura es la mayor parte de piedra y en la inmediación del camino carretero que viene por la falda del castillo hay unas canteras hasta las que hay camino abierto y de allí a la cima del monte puede, aunque con dificultad, subir la artillería. Hay otra altura contigua y al medio día de la del castillo de muy difícil acceso aun para la infantería y el único camino por donde pueden conducir la artillería está a descubierto de los fuegos de cañón y fusil del castillo por venir una grande parte de él por la falda. Esta altura de que hablamos está bastante dominada de los fuegos de la fortaleza, no así la de Murviedro que domina todo el recinto; y detrás de ésta otras varias alturas de mayor elevación y de la misma naturaleza que la anterior. Esta sierra son las únicas que dominan con el tiro de cañón al castillo; por todo lo demás tiene una gran dominación y no puede temerse ataque de artillería; también es el único punto por donde puede acercarse la infantería sin ser vista hasta el tiro de fusil pues para todas las demás avenidas se descubren a largas distancias. Castillo de Lorca 27 de Mayo de 1812. Pedro Colmenares. Es copia del original que existe en el archivo de la Mayoría General de Ingenieros. Cuartel General de Murcia. 31 de Mayo de 1812. Vicente Ferraz." En el castillo se estuvo trabajando intensamente hasta por lo menos finales de 1811, como así lo demuestra la siguiente carta de su gobernador militar al tesorero de la Real Empresa reclamándole el dinero de las subastas de aguas, fechada el 3 de diciembre de 1811, y en la que se da cuenta además de las penalidades que padecía la guarnición militar. Habiendo pasado las tropas de esta guarnición en el día de ayer y anteayer sin un pedazo de pan para alimentarse; recibiendo clamores de los hospitales por no tener con qué socorrer a sus enfermos; y los mismos operarios de las obras de esta fortaleza sin dárseles la triste ración a cuenta de las sumas que se le están adeudando; después de habérseme participado estas calamidades por el ministro interino de Real Hacienda de este castillo de mi mando y decirme el subdelegado en lo político de esta ciudad D. Francisco Javier Mellado encontrarse sin medios ni fondos algunos, ni haber otros en el día más que los marevedís que reditúan las aguas del Alporchón en la subasta que se hace diaria, y sabiendo que usted es el tesorero interino de los expresados productos, no habiendo en esta ciudad y su jurisdicción otra autoridad más que la mía, como gobernador político y militar que soy de ella y su fortaleza, desde hoy le prevengo a usted que luego que se concluya dicha subasta entregue todo cuanto metálico produzca en presencia del teniente coronel mayor de esta plaza, D. Isidro Palacios, y en su defecto mi ayudante D. Juan Felipe Masegosa, al delegado que el indicado D. Francisco Javier Mellado nombre para su percibo, bien entendido que de no obrar como le prevengo desde el día de hoy tomaré contra usted todas cuantas providencias me parezcan asequibles a cubrir las órdenes con que me hallo autorizado; y a más deberá usted contestarme en quedar conforme con esta mi orden.

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Evidentemente el tesorero contestó el mismo día diciendo que iba a cumplir lo ordenado, pero pidiendo al gobernador que lo ... sostenga contra cualquiera tropelía que quiera hacer conmigo alguna de las autoridades que me mandan lo contrario... Por lo visto, el medio millón de reales que se preveía emplear en las obras costaba mucho trabajo sacarlo a las autoridades locales y nacionales, y tampoco había fondos para pagar los gastos que generaba el funcionamiento cotidiano de una guarnición militar acantonada en el castillo. La efectividad de este contingente militar, por su situación en lo alto de la Sierra del Caño, no libró a la ciudad de ser tomada, pacíficamente, por los franceses. Es más, los regidores que permanecieron en sus puestos ante la proximidad del enemigo optaron por elegir el mal menor: acoger con el mejor talante posible a las tropas, proporcionándoles aquello que pedían, y evitar el saqueo y el pillaje por toda la ciudad. Aunque no pudieron impedir que acciones aisladas de ese cariz se produjeran, las entradas y salidas de los franceses en Lorca, que jamás tuvieron intención de tomar al asalto el castillo, no fueron aquí tan traumáticas como en otras poblaciones, aunque como es lógico quedó memoria en las crónicas particulares de los robos y ultrajes cometidos por los franceses. Los políticos que gestionaron estas "invasiones mansas" serían después duramente juzgados por una supuesta colaboración con el enemigo. Prueba de que en el castillo no hubo una actividad militar relevante lo constituye la siguiente instancia de 1814 dirigida por el Ayuntamiento al capitán general de esta zona: Excmo. Señor. La invasión de los enemigos en Andalucía en el año de 1810 dio motivo a que la superioridad dispusiese la fortificación y colocación de artillería en el castillo de esta ciudad para impedir de este modo las correrías frecuentes de los franceses y dar a nuestras tropas un punto de apoyo para la defensa de este reino. Verificada que fue dicha fortificación, se depositó en él cantidad considerable de pólvora, granadas de mano y demás pertrechos necesarios al intento, todo lo cual produjo los efectos que se deseaban. Pasó aquella época desgraciada y nuestras tropas arrojaron del territorio español a los franceses; y si bien era conducente e indispensable en aquel tiempo los depósitos de pólvora y municiones para la defensa, en la actualidad se persuade este ayuntamiento puede acarrear a este pueblo una desgracia la permanencia en él de más de 400 quintales de pólvora y crecida cantidad de granadas de mano, que según ha llegado a entender existen todavía en los almacenes de este castillo. La localidad de él es sobre la misma ciudad, por manera que (si) llegase a desprenderse cualquiera exhalación de las tempestades que ordinariamente se experimentan por el otoño ocasionarían muchos estragos en la población y quizás muchas desgracias a los vecinos. Hecho cargo de estas consideraciones el Ayuntamiento, ha acordado en sesión de 2 del corriente representar a V. E. A fin de que mediante no ser necesario el depósito en dicho castillo de la crecida cantidad de pólvora que en él existe se sirva dar las órdenes que tenga a bien a este caballero gobernador para que se traslade a los almacenes de la plaza de Cartagena, en donde se conservará mucho mejor, se evitará toda desgracia y se hará un beneficio a la Real Hacienda; en cuyo caso el Ayuntamiento ofrece a V. E. Proporcionar la conducción a los expresados almacenes con toda la prontitud que pueda. El Ayuntamiento espera de... Lorca 4 de julio de 1814. Esta instancia pone de manifiesto lo ya dicho de que el castillo de Lorca se fortificó más que para defender a la propia población, para constituirse en un punto de apoyo de las tropas que peleaban contra los franceses -refugio, hospital y aprovisionamiento de municiones-, función que quizás no llegó a cumplir del todo ya que los escenarios de las operaciones militares importantes no estuvieron nunca en las cercanías de Lorca.

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En los años siguientes el castillo, a pesar de seguir conservándose en él una pequeña guarnición militar, recuperó un cierto tono civil al reactivarse las tradicionales romerías a la ermita del patrón. Con ese motivo el 10 de agosto de 1818 se inicia un expediente sobre ciertas disputas surgidas entre el santero de San Clemente, Ginés de Campos, y el gobernador militar del castillo de Lorca, Vicente Tejero, por la que el Concejo ordenó a Claudio Martínez, diputado del común, que informara acerca de la situación para enviar respuesta a lo que solicitaba al respecto el capitán general de Valencia. El cuerpo del informe ofrece alguna información sobre las obras llevadas a cabo en 1811 y algunos aspectos de menor relevancia:67 ... el referido santero no tiene por tal señalados otros emolumentos que las limosnas que pueda recoger del vecindario con su tablilla, ni otras cargas que el tener aseada la ermita; ésta apenas se abre en el año fuera del día del santo en que asisten ambos cabildos a la función de misa y sermón que se celebra. Siendo cargo de la fábrica de la insigne colegial los costos de ella y demás suministros adherentes, sin que le esté consignada otra renta, ni casa para vivir. Es verdad que antiguamente moraba el santero en una casita contigua a dicha ermita, pero después que se compuso y fortificó la muralla del citado castillo con motivo de la guerra última con los franceses, fue destinada la misma casita, reedificada, para pabellón del gobernador de la fortaleza y por lo mismo subsiste ocupándola cuando le ocurre subir a ella el actual D. Vicente Tejero; además que en el día se custodian en la propia algunos efectos de la Real Hacienda, motivo bastante para que no pueda ni deba franquearse a aquél para habitarla, mucho menos cuando tiene mujer e hijas ya crecidas que pudieran distraer a los soldados del cuidado de dicha fortaleza; ni tampoco es tan necesaria la referida habitación al mencionado santero pues este vive en una casa suya propia en la parroquia de Santa María, situada a la falda del castillo. Por lo que hace ala distribución de los puestos entre los que suben al castillo el día de la festividad del santo a vender confitura, frutas y demás comestibles, no sé que el Ilustre Ayuntamiento tenga dado este encargo al santero, ni parece regular que habiendo allí un gobernador en quien recae toda la responsabilidad de la fortaleza sea otro que éste el absoluto distribuidor para que se conserve el buen orden, sin que resulte de los informes que he tomado que dicho gobernador se haya interesado ni cobrado a los vendedores derechos algunos, ni cabe esta bajeza en un oficial que ha servido más de cuarenta años con la mejor conducta.... La situación, finalmente, se resolvería a favor del gobernador militar del castillo, ya que el Concejo escribió al obispo para que, como competente en este asunto, nombrara un nuevo santero. En esta documentación que estamos viendo, perteneciente a comienzos del siglo XIX, asoma un asunto que se verá confirmado posteriormente, pero que ya estaba en vigor en estos años. El estado de guerra declarado con la invasión de los franceses debió de anular en favor del Estado la propiedad que el Concejo tenía reconocida desde 1797 de todo el campo del castillo, salvo la torre Alfonsina y su plaza de armas. Aquél dispondrá, como hemos visto, de todo el complejo militar de la Sierra del Caño incluyéndolo en un plan de defensa de mayor envergadura que abarcó la totalidad del territorio nacional interrelacionando diferentes zonas. Transcurridos esos años de peligro real, ni el Estado devolvió los terrenos al Concejo ni éste los reclamó como suyos. En esa situación creo que influirían sobre todo dos factores: las grandes obras realizadas, para cuya amortización y cuidado se dispuso la presencia constante de un pequeño contingente militar, y la propia inestabilidad política de buena parte del siglo XIX español, que hacía presagiar la posibilidad de una eventual utilización del castillo con fines militares. De hecho en 1823, con motivo de la finalización de la etapa histórica conocida

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A.M.L. Leg. Monográfico de Eclesiásticos, 4 A.

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como "el trienio liberal", el castillo lorquino viviría el último episodio bélico del que tenemos noticias. Con estas palabras relata lo sucedido Mula Gómez:68 En 1823, inmersos en un período de agitación que en Lorca había tenido uno de sus momentos álgidos en Abril de 1822, el castillo se encontraba ocupado por fuerzas del Regimiento 1º de Ligeros de Cataluña, siendo su gobernador don José María de Menchaga … Durante su mandato una división del ejército enviada por el Congreso de Viena para restablecer el régimen absolutista y a Fernando VIII ("Los Cien Mil Hijos de San Luis"), al mando del mariscal Molitor, entró en Lorca. La mayor parte de los nacionales se refugiaron en el castillo para resistir y defenderse de las tropas francesas que al llegar a la ciudad se acamparon en los olivares de Tercia. Durante la noche los franceses entraron en la ciudad tomando posiciones en las iglesias altas. A continuación ofrecieron la rendición a los nacionales de la fortaleza, que se negaron. Comenzó así un combate que duró hasta bien entrado el día siguiente, en que se rindieron los del castillo tras haberse quedado sin municiones. Entre las condiciones que impusieron los vencidos para su rendición estaba el que los paisanos alineados en la causa realista no entrasen en la fortaleza, y así lo ordenó el mariscal francés. Sin embargo los paisanos hicieron caso omiso a esta orden e intentaron el asalto al castillo, por lo que los liberales sitiados hicieron disparos y volvieron a resistir. Posteriormente los franceses hicieron retirarse a los paisanos y entraron en el castillo. El Archivo Municipal de Lorca suministra aún, a través de dos expedientes, algunos datos de interés para fijar con precisión las fechas relativas al abandono de las funciones militares del castillo.69 El primero de ellos, relativo al traslado de la artillería del castillo a Cartagena, contiene documentos entre agosto de 1827 y febrero de 1828. En él se relata cómo un oficial de artillería, acompañado de tres soldados, se había presentado al Ayuntamiento solicitando la ayuda pertinente para proceder al traslado "... de todos los efectos que de este arma existen en el castillo a los almacenes de Cartagena..." El expediente contiene un farragoso correo cruzado entre la Capitanía General de Valencia, la plaza de Cartagena, el Ayuntamiento de Lorca, el corregidor lorquino y la Intendencia de Rentas de Murcia para ver quién se hacía cargo de los gastos del traslado ante la necesidad de esos cañones en Cartagena; se habla en esas cartas de una relación de piezas adjunta, relación que de haberse conservado hubiera sido de gran utilidad para conocer en detalle el número y calibre de los cañones que defendieron la plaza de Lorca durante la Guerra de Independencia. Lo único que sí queda claro es que había voluntad de desmantelar toda la artillería del castillo, dejándolo prácticamente inservible desde el punto de vista de su aprovechamiento militar. El segundo expediente parece una consecuencia directa del anterior, ya que entre noviembre de 1828 y febrero de 1829 se trató con el Regimiento Provincial de Lorca la cesión del edificio de las huérfanas a su favor para que se establecieran en él. Este edificio era el antiguo claustro de los jesuitas, abandonado por la mencionada orden cuando fue expulsada de España, y había estado destinado a diferentes fines benéficos desde entonces. Tras salvar algunas diferencias sobre el amojonamiento del solar con la fábrica de la iglesia de San Mateo, que lindaba con el edificio, el regimiento se estableció allí hasta su supresión que debió de producirse a finales de la década de 1840. Este expediente concluye con una carta de la intendencia militar de Valencia y la correspondiente contestación del Ayuntamiento de 68 69

MULA GÓMEZ, A.J.-IBÁÑEZ VILCHES, J.A. Memoria Histórica sobre el Castillo…, p. 21. A.M.L. Monográfico de Varios de la Primera Mitad del Siglo XIX.

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Lorca, ambas de 1856, en las que se trata de la reinstauración de la milicia en la ciudad que sin embargo no se llevaría a cabo hasta muchos años después. A pesar de todo, el castillo siguió conservando alguna función militar-quizás como almacén de efectos militares- hasta bien entrado el siglo, como lo pone de manifiesto el acuerdo de los canónigos de San Patricio de 9 de enero de 1845. En esa fecha, debiendo refundirse un par de campanas en San Patricio, se acuerda contratar la fundición con una maestro que estaba en la ciudad. Y para sustituir a la tercerica, la cual sirve principalmente para los toques de coro para el gobierno de los sacristanes al toque de Ave María en todas las parroquias de la ciudad, se acordó que se haga bajar la campana de la ermita de San Clemente para sustituir a aquella … acudiendo al comandante de armas para que facilite la entrada en el castillo.

Planos dibujados por el capitán Teodoro Pizarro en 1849. Ã

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Es difícil precisar con exactitud el momento en que los militares abandonarían definitivamente el castillo, pero seguro que lo habían hecho ya a mediados del siglo XIX. Por motivos que no se han podido averiguar, en 1849 se vuelve a hacer un reconocimiento de todo el complejo militar, levantando el primer plano fidedigno que se conoce, para lo cual estuvo en Lorca el capitán de Estado Mayor Teodoro Pizarro.70 El plano refleja por primera vez un perímetro de muralla ajustado a la realidad, la exacta situación de los edificios antiguos (torres, ermita y aljibes) y la de los que se construyeron a partir de 1810 (batería de cañones, reforma del baluarte junto a la plaza de armas y las principales construcciones destinadas a cuarteles y oficinas cercanas a este último baluarte). Además, es muy interesante la leyenda que lo acompaña pues vuelve a informarnos sobre la utilidad que tuvieron ciertos edificios y estructuras durante la Guerra de Independencia y años posteriores. De un expediente militar sobre el castillo de Lorca71, que debió de generarse en la Comandancia de Ingenieros de Cartagena, se puede obtener una información somera sobre las piezas de artillería con las que contó la fortaleza y otra bastante completa sobre qué ocurrió con la propiedad del castillo durante la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX. En lo tocante al primer aspecto, en octubre de 1818, por el ingeniero militar Francisco Javier Pardo, se hacía un proyecto para cubrir con tejado, y no con el terrado que estaba en ruinas, un almacén que contenía los siguientes efectos de artillería: 30 cureñas, 2 cabrias, varias ruedas de cureñas, 60 baquetas, 20 barriles de empaque, 180 duelas, maderas, cuñas, arcones para munición y un obús de bronce. El mismo documento informa de que el parapeto del castillo estaba guarnecido con las siguientes piezas de artillería: 2 obuses de 7, un mortero de 7, 5 cañones de 12 y 12 piezas de los calibres 16 y 18, que suman en total 20 piezas de artillería. Además se dice que en la torre Alfonsina, que se utilizaba como polvorín, había guardados 13 quintales de pólvora. Casi la totalidad de los durmientes de madera de estas piezas de artillería han sido localizados en las recientes excavaciones arqueológicas que se han realizado en el castillo. De 1852 datan los primeros documentos que ya, de forma continuada, se van a ocupar de la propiedad del castillo. El primero de ellos, de ese año citado, se hizo para averiguar cómo se habían invertido 50.000 rls en las instalaciones con motivo de la primera guerra carlista de 1836. Buscados los antecedentes obrantes en la Comandancia de ingenieros de Cartagena, nada se pudo contestar, sugiriéndose incluso la posibilidad de que no se llevara a cabo obra alguna ya que no existía memoria del ingeniero militar que trabajó en esa puesta a punto de la fortaleza. Seis años más tarde, la preocupación del Gobierno Militar de Murcia era otra. Ante todo se quería saber si el castillo pertenecía al Ramo de Guerra y si había sido entregado debidamente a la Comandancia de Lorca para procurara conservarlo y hacer anualmente los arrendamientos de los nopales que se habían practicado otros años, empleando la renta en los reparos del cuartel del batallón provincial con sede en Lorca. También se ordenaba que se procediera al amojonamiento de la propiedad. Relacionada con ambos asuntos está la petición, en 1861, del vecino de Lorca Alfonso González solicitando que se le mantuviera el uso y aprovechamiento de cierto terreno con palas comprendido en la zona del castillo de Lorca, a espaldas de la iglesia parroquial de San Pedro, que se le concedió a su familia por escritura de 2 de junio de 1791 a cambio de pagar un canon. En la comandancia de Cartagena no encontraron antecedentes sobre el particular y se advertía además que el Castillo de Lorca "no está incluido entre las fortificaciones que están a su cargo en esta provincia" siendo "uno de tantos castillos o 70

Este plano se conserva en el Servicio Geográfico del Ejército y en la leyenda principal se le identifica como Castillo de Águilas. 71 En colección particular de Murcia, de él se tiene fotocopia completa en A.M.L.

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fuertes antiguos que existen en varios puntos y cuya conservación hace tiempo tiene abandonada por todos estilos el ramo de guerra." A pesar del abandono, los arrendamientos debieron de hacerse regularmente porque en 1877 el comandante de Lorca pedía autorización al gobernador militar para, una vez cumplidos los cinco años, volver a sacar a subasta las "hierbas, tierras, paleras y demás que comprende la zona del derruido castillo de esta ciudad". Pedidos los pertinentes informes a Cartagena para resolver el asunto, la Comandancia de Ingenieros volvió a informar que en su archivo no existía constancia alguna de la propiedad del castillo de Lorca y las tierras circundantes. Pero no hay duda de que los militares administraban sin oposición alguna todo lo referido a la vieja fortaleza, ya que al mismo tiempo el comandante de Lorca también pidió instrucciones al gobernador para actuar en el caso del lorquino Basilio Ruiz Morcillo. Éste había arrendado en 1872, por el canon anual de 165 pts, una zona del castillo en donde había edificado un palomar y había hecho inversiones de importancia para poder utilizar las instalaciones. Unos desconocidos invadieron el recinto, derribando la puerta de entrada y causando graves daños en las obras realizadas. Pedía por tanto el arrendatario una reducción del canon a 80 pts anuales, lo que encontraba el expresado comandante razonable. En Cartagena tampoco hallaron antecedentes de este asunto, volviendo a decir que el castillo estaba fuera de su competencia al no ser "un punto fortificado en el sistema defensivo del país". Abundaban aún más diciendo que no habían intervenido y por tanto no tenían noticia del arrendamiento al que se refería el comandante de Lorca. Recabada información al Comisario de Guerra, manifestó éste la misma carencia de antecedentes, diciendo algo sorprendente: que el castillo de Lorca "no está a cargo del Comandante Militar de Lorca" y que debería haber sido entregado al cuerpo administrativo del Ejército, ya que si no fuese necesario al servicio de Guerra debería procederse a su arrendamiento con arreglo a los artículos 119, 120, 121 y 123 del vigente Reglamento de Ingenieros. Esto suponía que por la Comandancia de Cartagena deberían de fijarse las condiciones oportunas para proceder a unos arrendamientos que al parecer se llevaban a cabo de modo irregular. No hay constancia de si estos defectos de forma se subsanaron finalmente. Durante aproximadamente 20 años el Ayuntamiento de Lorca llevó a cabo una serie de acciones encaminada a hacerse con la propiedad del castillo, acciones que como veremos no dieron el fruto deseado. Todo comenzó cuando a finales de 1891 llegaba a la Comandancia de Ingenieros de Cartagena, procedente de la Capitanía General de Valencia, una comunicación para que se informase acerca de la petición que el Ayuntamiento de Lorca, con fecha 4 de diciembre de 1891, había hecho al ministro para que le fueran cedidos al municipio los restos del castillo de Lorca, si es que fueran inútiles para el Ramo de Guerra. Desde Cartagena se contestó en parecidos términos a los que llevamos ya vistos: que hacía muchos años, por lo menos desde 1819, que el castillo no aparecía entre los edificios militares a su cargo; que era enteramente inútil para la defensa; que su demolición para venderlo por los materiales que se pudiesen obtener no sería rentable; y que su verdadero valor residía, únicamente, en la parte artística y monumental. La petición municipal, en tono heroico, contiene frases como estas: "Pero si el Castillo de Lorca para el elemento militar no es más que una ruina histórica... no sucede lo mismo con relación al pueblo a quien sirvió de amparo y protección durante tantos siglos. ... Por eso nuestra población que presencia con amargura la completa destrucción de su Castillo, cada día más inminente atendido su estado de abandono, ansía por el contrario y se complace en la idea de restaurar el templo y el culto que allí siempre se ha dado al Santo Patrono de la Ciudad con sus romerías y fiestas populares, y conservar aquellas ruinas en lo posible, no como elemento de defensa, pues ya no puede serlo, sino como monumento religioso e histórico de gran estima y atención para esta localidad." Ese interés municipal por la fortaleza coincide sospechosamente con la aparición de la memoria histórica que sobre el castillo publicó un año

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antes Eulogio Saavedra, y con otro extenso informe realizado por Juan Pedro Beltrán del que no se ha localizado copia alguna. Ambos escritos fueron enviados en los primeros meses de 1890 al general Azcárraga, preparando el camino para la reivindicación municipal sobre los restos monumentales. Sin embargo la petición no fue atendida con la generosidad que se esperaba, y en 1892, por parte del intendente de Guerra, se pidieron de nuevo datos a Cartagena acerca de la propiedad del castillo. La contestación siguió siendo igual: no existían títulos ni otros antecedentes que demostrasen pertenecer al Ramo de Guerra el antiguo castillo de Lorca. Sin embargo sí se hacía hincapié ahora en que Guerra venía ejerciendo dominio sobre el monumento y sus terrenos inmediatos, y que por la comandancia militar lorquina se arrendaban el monte y los terrenos afectos al castillo desde hacía muchos años, constituyendo por tanto una posesión del Estado en ese momento. La contestación al Ayuntamiento de Lorca se hizo efectiva a través de la R.O. de 22 de noviembre de 1892, en la que se disponía que, con arreglo al art. 24 de la entonces vigente ley de presupuestos, se intentara la enajenación del castillo mediante subasta pública, lo que se comunicó a la Comandancia de Ingenieros de Cartagena para que se procediera en consecuencia. A partir de febrero de 1893 se instruyó expediente para la enajenación por subasta, redactándose un pliego de condiciones y procediendo al deslinde del monte y los terrenos afectos a él. Se dio comisión al comandante Manuel Campos y al maestro de obras José García para que procedieran a deslindar las propiedades del Estado. En agosto de 1893 se concluía el trabajo, redactando el comandante el informe pertinente al que se adjuntaba un plano con deslinde preciso, la tasación, el pliego de condiciones y el acta de la comisión que lo hizo todo en la que no había ningún civil. Medidos los terrenos arrojaban una extensión de 29 hectáreas, 91 áreas y 13 metros cuadrados alcanzando una tasación final de 46.600 pts. La distribución de la calidad de los terrenos fue la siguiente: 1º terreno de nopales (7 hectáreas, 97 áreas y 87 metros cuadrados) se tasó en 11.968,05 pts; 2º terrenos dedicados al cultivo de cebada (16 hectáreas, 63 áreas y 20 metros cuadrados) se apreciaron en 4.158 pts; 3º terrenos sin cultivo (5 hectáreas, 30 áreas y 6'75 metros cuadrados) que podrían explotarse como canteras por ser inmejorable la piedra caliza que existe en ellos y que "podría dar origen a una lucrativa explotación sin más que mejorar algo las pequeñas vías de comunicación hoy existentes", tasados en 473,95 pts; "Respecto a las construcciones que se conservan en el interior del castillo, se ha prescindido por completo para su justiprecio de su valor histórico por no considerarse la comisión con competencia legal para ello; quizá fuera conveniente que la Academia de la Historia emitiese dictamen sobre el particular, pues sobre todo la torre Alfonsina, en bastante buen estado de conservación, constituye un monumento en que la ciudad lorquina se mira con orgullo... sólo se ha tenido en cuenta el valor de los materiales que la constituyen, habiéndose procedido de la misma manera con todas las demás edificaciones entre las que figuran dos algibes, la torre del Espolón, la antigua capilla y gran número de bóvedas. Dichas edificaciones son indudablemente utilizables cualquiera que sea el destino que se dé al castillo". Su precio de tasación alcanzó las 23.000 pts. "En cuanto a las murallas y parapetos se ha tenido en cuenta el precio del material descontando el capital necesario para su derribo aunque no cree la comisión que se proceda a su demolición por las ventajas que al propietario ha de reportar tener cercada una extensión grande de terreno." Se tasaron las murallas en 7.000 pts. Se dejaron fuera 13 hectáreas, 32 áreas y 95'50 metros cuadrados de tierra de huerta, que lindaban con el castillo por el Norte y cuyo valor podría ascender a 50.000 pts, porque no se sabía a ciencia cierta si la propiedad era o no del Estado y no era competencia de la comisión investigar los pormenores.

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Algunos párrafos del pliego de condiciones ofrecen cierto interés. En los primeros artículos se dice que "Los terrenos comprendidos en el interior del castillo están en su mayor parte dedicados al cultivo de cebada" y que los exteriores al recinto se dedican también a ese cultivo, a nopales y que tienen bastantes sitios rocosos. Por los artículos 6º, 7º, 8º y 9º se establece el castillo como un solo lote, con 46.600 pts de precio, no admitiéndose precio inferior, y se articula el pago en cuatro plazos. En los artículos 10º al 12º se contempla la firma de la escritura de adjudicación, el establecimiento de una hipoteca a favor del Estado hasta que no se satisfaga el pago y la prohibición de que el rematante destruya o dañe cualquiera de las edificaciones del castillo mientras que exista la tal hipoteca. Entre octubre de 1893 y julio de 1894 la Comisaría de Guerra, encargada de instruir el expediente de subasta, solicitó a la Comandancia de Ingenieros de Cartagena diversos antecedentes: plano del castillo; documentos sobre la pertenencia de los terrenos al Ramo de Guerra, que seguían sin encontrarse; nuevos antecedentes sobre la petición presentada en 1861 por Alfonso González; demarcaciones anteriores a la efectuada por la comisión para poder determinar si existen derechos por parte de algunos particulares que pudieran estar usufructuando indebidamente algunos terrenos próximos al castillo; y finalmente si había posibilidad de que las huertas cercanas al castillo por la parte del río pudieran ser del Ramo de Guerra, a lo que se da una contestación negativa. Todo indica que a pesar de los preparativos la subasta no se llevó a cabo o no hubo postor al precio mínimo en que se puso el lote. En mayo de 1906 se dieron nuevas noticias desde la Comandancia Militar de Lorca sobre el deterioro que habían sufrido las instalaciones del castillo. Al subir el coronel a la fortaleza para "... reconocer estas hermosas huellas de nuestra inmortal y gloriosa tradición", había notado cómo, según los aprecios y valoraciones de 1893, "... han desaparecido gran cantidad de materiales, desaparición que indudablemente tiene por causa el que las puertas que siempre han existido para cerrar la parte murada de dicho castillo no existen en la actualidad, por lo que dichas importantes obras están siendo objeto de un constante saqueo." Debido al valor histórico y material que para el Estado tenía el castillo, se decide poner puertas y rehacer dos partes de muro que estaban caídas. Pero al ir a ejecutar esta operación se dio cuenta de que el recinto estaba siendo utilizado por el personal del Resguardo de Consumos. Los informes desfavorables a tal ocupación dieron resultado de inmediato, desalojando la empresa arrendataria de consumos las instalaciones ocupadas irregularmente. Estas actuaciones fueron aprobadas por el rey y se ordenó nuevamente (R.O. 21 de junio de 1906) el deslinde de las propiedades del Ramo de Guerra. Hubo presupuesto para este nuevo amojonamiento y personal destinado a él, aunque parece que no se llevó a cabo o se dio por bueno el ya existente. La iniciativa municipal, que parecía paralizada tras la negativa de 1892, volvió a activarse cuando el 4 septiembre de 1908 el Ayuntamiento decide pedir al Ministro de Guerra que se le permitiera utilizar los algibes existentes en el antiguo y destruido castillo de esta ciudad "... como depósito de las aguas potables que abastecen a esta ciudad... Las razones en que se funda esta súplica consisten principalmente en la ventajosa situación de los expresados algibes, la carencia de fondos de este Ayuntamiento para construirlos nuevos y la necesidad de abastecer la parte alta de esta ciudad que empieza en las inmediaciones del repetido castillo." El informe emitido en ese mismo mes por la Comandancia de Ingenieros de Cartagena fue nuevamente negativo, ya que se entendía que la utilización por el Ayuntamiento de los algibes supondría un grave inconveniente a la hora de vender la propiedad que es lo que en última instancia querían los militares. La cada vez más evidente ruina del castillo dio lugar a una curiosa situación en la que los poderes públicos rehuyeron sus responsabilidades con ánimo, sin duda, de extremar la situación para que se pudiera llegar a un acuerdo. En septiembre de 1910 el comandante de Lorca

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informaba de los graves desprendimientos que se estaban produciendo en la muralla, amenazando casuchas y barracas situadas en la parte Sur y Sureste de la falda del castillo. Se comunicó a la Comandancia de Ingenieros de Cartagena el hecho para que informase y se cursó comunicación al alcalde de Lorca para que desalojara las casas que corrieran peligro. En octubre de ese año el capitán Félix Angosto daba cuenta de la situación diciendo que el castillo se encontraba en "... general estado de ruina. Ha desaparecido todo lo que podía ser utilizable, como puertas, ventanas, vigas, no quedando ni una pieza de madera, salvo una mala puerta del rastrillo de entrada. También ha desaparecido el ladrillo que fácilmente ha podido ser desprendido de la obra." Con respecto a las dos torres dice que presentan numerosos agujeros "... hechos en busca de sospechados tesoros." Con respecto a los muros observa que amenazan ruina bien por desmoronamiento de las partes altas o bien por desplome. Otras construcciones se encuentran igualmente socavadas y con riesgo de caer. Con relación al peligro real, informaba el capitán que las casas más amenazadas estaban dentro del recinto de la propiedad del Estado y que el riesgo, aun existiendo, se veía minimizado por cuanto las pendientes con chumberas, restos de casas y desplomes antiguos podrían detener los posibles desprendimientos. A la vista del precedente informe, la Comandancia de Ingenieros de Cartagena realizaría otro en el que eximía de cualquier responsabilidad al Ramo de Guerra por los posibles desprendimientos, haciendo responsables de cualquier desgracia que pudiera ocurrir por un lado al Ayuntamiento, que había permitido el crecimiento de la ciudad cerca de un peligro evidente, y por otro a los usurpadores de derechos del Estado, que habían edificado sus viviendas en lugares donde no debían. El desalojo de las casas hechas ilegalmente es una de las medidas propuestas; y la otra es que el Ayuntamiento hiciera a su costa las obras de defensa necesarias para impedir los rodamientos de las piedras y trozos de muro que se pudieran desprender. En el informe se da cuenta también de que los expedientes iniciados para la enajenación del castillo nunca habían llegado a resolverse, y se apuntan por primera vez como causa de la ruina de los muros la lógica acción de los agentes atmosféricos y la obstrucción de los desagües que saneaban los terraplenes sostenidos por los muros. De todo ello se dio cuenta al Ayuntamiento en comunicación de 5 de diciembre de 1910. Por su parte el Ayuntamiento, el 23 de diciembre de 1910, contestaba la comunicación de los militares en los siguientes términos: 1º Que el Ayuntamiento no tiene inconveniente en desalojar a los habitantes de la zona del castillo; 2º Que el Ayuntamiento no puede aceptar que le competa la prevención de los daños que pudieran ocasionar los desprendimientos del castillo, toda vez que es propiedad del Ramo de Guerra quien debe cuidar de no perjudicar a los colindantes e indemnizarlos por los daños causados; 3º Que el Ayuntamiento no tendría inconveniente en gastar lo necesario para destruir o reparar los muros del castillo siempre y cuando se le cediese la propiedad.; y 4º Que de no aceptarse esta solución, que el Ramo de Guerra haga los derribos o reparaciones necesarias. De nuevo tardó un año en llegar la respuesta de los militares, quienes a finales de 1911 ordenaban una nueva valoración del castillo para proceder a su enajenación en pública subasta. Al Ayuntamiento se le contestaba que se iba a proceder al desalojo de las viviendas de la zona peligrosa y que era perjudicial para los intereses de Guerra la cesión gratuita del castillo. El informe de la nueva valoración se hace en diciembre de 1911, por el capitán Manuel Masiá, y en él se dice que es "... muy difícil emitir un juicio acertado, y por lo mismo aceptable, por tratarse de un inmueble que se encuentra en un caso muy especial." Hay frases como las siguientes: "... la utilidad que reporta al Estado puede considerarse nula... no creo que por ella sea codiciado por nadie. ... gran montón de ruinas las cuales tendrían algún valor si hubiera buen camino de acceso..."; "... el valor de la finca era en aquella fecha de 46.600 pesetas. De mi visita he deducido que de 1893 hasta ahora han cambiado mucho las cosas, hasta el punto de que la mayor 80

parte de los terrenos que entonces se dedicaban al cultivo de cereales hoy se aprovechan para nada... Otra de la cosas que ha cambiado por completo son las construcciones del interior del castillo, pues sin excepción alguna todas están ruinosas o caídas". Al pillaje y saqueo no han escapado ni siquiera las dos torres. En la del Espolón advierte del desmantelamiento de las bóvedas del segundo cuerpo, y en la Alfonsina describe daños menores en los sillares y ladrillos de los arranques de los arcos que ponen en peligro su estabilidad. Aconseja el reparo de la torre Alfonsina. Valora finalmente todo el castillo en 19.500 pts (6.000 pts los nopales, 1.500 pts las tierras sin cultivo y 12.000 pts el aprovechamiento de los materiales), y considerando que no habría postor aconseja que el Estado no perdería nada con subastarla de nuevo con un valor tipo de 10.000 pts. La cantidad debió de parecer muy menguada y el 28 de febrero de 1912 el capitán Masiá vuelve a valorar el castillo subiéndolo a 22.500 pts. A pesar de las ventajas ofrecidas, la venta tampoco se produjo en esta ocasión. En 1911 y 1912 el Ayuntamiento tomaba la iniciativa de nuevo y remitía sendas instancias al Ministerio para que el castillo se le cediera a la municipalidad a cambio de hacer todas las reparaciones que precisaba el acuartelamiento de Lorca. En julio de 1912 se tuvieron en cuenta estas instancias pero tampoco se resolvió nada en firme por considerarse una desventaja para el Estado. V. El siglo XX: propiedad, declaración monumental y últimas actuaciones à Con respecto a la propiedad, y según el expediente de averiguación72, en 1915 el castillo lo poseía aún al Ministerio de Guerra y fue cedido al de Hacienda el 30 de octubre de ese mismo año. El 20 de marzo de 1940 la comisión gestora del Ayuntamiento lorquino acordó solicitar de nuevo la cesión gratuita a su favor tanto del castillo como de los terrenos colindantes, al objeto de llevar a cabo en el mismo no solamente las obras convenientes a la conservación de tan interesantísima fortaleza medieval, sino a la realización también de un plan racional de urbanización de los alrededores del Castillo que contribuyan al saneamiento y embellecimiento de la parte alta de la ciudad. Y la Corporación Municipal así lo acuerda por unanimidad" Esta petición nunca llegaría a tramitarse, quizás por el conocimiento de antemano de la negativa ministerial a hacer tal cesión. En ese estado de cosas, en 1952, por acuerdo de pleno de 21 de noviembre, se inscribió en el registro de la propiedad una parcela (la marcada con el nº 66) a favor del Ayuntamiento con una superficie de 50.088 mts cuadrados, parcela que coincidía exactamente con la extensión que ocupa el castillo. Finalmente a comienzos de 1992, reconociendo que por usucapión el castillo correspondía ya al Ayuntamiento, el Estado le reconoció la propiedad a su favor. La singular arquitectura y configuración del castillo lorquino valieron para que fuese declarado monumento histórico-artístico, perteneciente al Tesoro Artístico Nacional, por decreto del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de 3 de junio de 1931, publicado en la Gaceta del día siguiente. Además, un decreto de 22 de abril de 1949 establecía la protección de todos los castillos de España, que quedaban bajo la tutela del Estado. Y últimamente, cuando por el decreto 612 de 5 de marzo de 1964 Lorca es declarada Conjunto Histórico-Artístico, el primer sector delimitado en ese conjunto comprendía todo el cerro del castillo. En virtud de esa declaración primera y de las leyes protectoras posteriores, se acometieron a lo largo de los años pequeñas reparaciones para la conservación del monumento, pero de todas ellas la más efectiva, aunque quizás algo discutible, fue la llevada a cabo a comienzos de la década de los 70, proyectada por el arquitecto San Martín y supervisada por Bellas Artes. Se trataba entonces de reparar la maltrecha torre del Espolón 72

A.M.L. Caja 5838.

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que estaba a punto de venirse a abajo, ya que se encontraba completamente desmochada, el techo del segundo piso estaba prácticamente abierto y algunos de los muros exteriores presentaban un preocupante resquebrajamiento vertical. Para facilitar el acceso de los materiales necesarios en la reconstrucción, se optó por practicar una entrada a través de un paño de muralla cercano en donde se encontraba un torreón casi derruido. Hecho este acceso, se completó con las carreteras que rodean todo el castillo haciendo posible que vehículos motorizados accedieran hasta la explanada frente a la propia torre del Espolón. La reconstrucción de la torre, cuya actuación salvó al edificio de la ruina total, lamentablemente no tuvo en cuenta algunos aspectos tales como la recuperación del sistema de captación de agua y la restitución de su perfil primigenio que no incluía ningún tipo de almenas en el coronamiento. Además, se forzó una falsa entrada escalonada y de la excavación que se practicó en la zona del espolón ningún dato ha trascendido. Más agresivas han sido aún algunas intervenciones llevadas a cabo en la década de los 80, todavía más difíciles de entender pues ya se encontraba aprobada y en vigor la actual ley de Patrimonio Histórico. Para facilitar el acceso hasta el mismo campo del castillo se volvieron a eliminar algunos lienzos de muralla arruinados y se practicó una puerta mayor en un muro del sector del mediodía. También, y para hacer más cómodo el acceso a la torre Alfonsina, se construyó una rampa con una torta de piedra y cemento que parte desde el aljibe frente a la batería de cañones y llega hasta la misma puerta de la plaza de armas. En el interior de la torre Alfonsina se picaron los enlucidos originales con objeto de sanear los muros y se pusieron unos suelos de terrazo en las tres plantas sin proceder, previamente, a recoger información sobre solados originales, o en el caso de la planta baja sin dejar testigos claros de cualquier acceso que hubiera al subsuelo, bien a un aljibe o a otra cámara que parece existir en la esquina Este. Por último, quizás la actuación más injustificable de todas fue la colocación de grandes antenas de televisión y radio sobre los restos de la torre conocida como de Guillén Pérez de Pina, a cuyo costado se construyeron las necesarias instalaciones para atender ese conjunto de receptores y emisores, instalaciones cuya retirada ya es inminente. Como complemento de esas obras, esa zona se encuentra hoy cableada, se tuvo que agrandar y modificar el trazado de un camino para poder llegar a ese punto y también, para facilitar el agua necesaria a esta y otras actuaciones se introdujo una tubería en una zona cercana a la torre Alfonsina y se llevó hasta la caseta de las antenas y hasta el aljibe existente en la propia plaza de armas, que previamente forrado con ladrillo y cemento sirvió como balsa contenedora. Esa conducción y pequeña reforma del aljibe, que eran provisionales, no fueron retiradas una vez concluidas las obras. Todo este panorama de pequeñas y grandes intervenciones, desafortunadas a todas luces, concluyó con el sistema de iluminación general del castillo y particular de la torre Alfonsina. Consecuencias directas de él son numerosas zanjas abiertas, sin prácticamente control arqueológico, para soterrar los cables, así como una instalación al aire de cajas, cables y puntos de luz en la primera y segunda planta de la torre Alfonsina. Todo ello es de esperar que se corrija en breve.

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GALERÍA DE IMÁGENES Ã

Interior de la primera planta de la torre Alfonsina. José Rodrigo.

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Postales del castillo de Lorca a finales de la década de 1970.

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Torre del Espolón a finales del siglo XIX. José Rodrigo

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Vista panorámica del castillo a principios de la década de 1970.

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Interior de la torre del Espolón a finales del siglo XIX. José Rodrigo

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Vista del castillo desde el barrio de San Cristóbal hacia 1950.

Interior del segundo cuerpo de la torre del Espolón antes de ser restuarado.

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