EL COLISEO A LO LARGO DEL TIEMPO

EL COLISEO A LO LARGO DEL TIEMPO JULIÁN MARZAL ABELLÁN HISTORIA Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO GRUPO: 3ºB SUMARIO: - Introducción……………………………………………………… p.

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EL COLISEO A LO LARGO DEL TIEMPO

JULIÁN MARZAL ABELLÁN HISTORIA Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO GRUPO: 3ºB

SUMARIO: - Introducción……………………………………………………… p. 1-3. - Usos y restauraciones a lo largo del tiempo……… p. 3-11. - Bibliografía………………………………………………………. p. 12

INTRODUCCIÓN Llevaremos a cabo un trabajo sobre la evolución física y sobretodo sobre el uso que se le ha dado a lo largo de la historia al Coliseo romano. En primer lugar presentaremos de forma breve la historia de su construcción y analizaremos sus partes para más tarde comprender el uso, la evolución o deterioro de estas. El Coliseo se trata de un anfiteatro construido en Roma en época imperial. Exactamente su construcción se realizó durante mandato de los emperadores Flavios. Todo comenzó con la subida al poder de Flavio Vespasiano en el 69 d.C y que fundó la dinastía imperial de los Flavios tras las guerras civiles que siguieron a la muerte Nerón. Su política se centro en representar los intereses de las clases medias itálicas en detrimento del patriciado latifundista. Su nueva orientación iba a abolir definitivamente la diferencia entre el lujo y las divisiones entre la corte y las grandes masas. Una consecuencia de esta política fue la construcción de grandes edificios públicos para el pueblo y uno de ellos seria en el gran Anfiteatro de Vespasiano, nombre original del Coliseo. Su ubicación fue precisamente sobre el pequeño lago que ocupaba el centro del gran palacio de su predecesor Nerón, y su presencia permitió la expansión urbanística hacia oriente, ya que se encontraba en el ángulo sudoriental de la población republicana, fuera del centro de la ciudad, pero con grandes facilidades de comunicación urbana y extraurbana. A Vespasiano le sucedió en el 79 d.C su hijo primogénito del mismo nombre, pero generalmente conocido como Tito. Su principado duro apenas tres años, aunque consiguió terminar muchas obras de su padre entre ellas el Anfiteatro, que inauguro con 100 días de espectáculos y fiestas en el verano del 80 d.C; si bien el anfiteatro no adquirió hasta más tarde su aspecto definitivo. Fue con Flavio Domiciano en el trono, que sucedió a su hermano en el 81, cuando el Coliseo adquirió su aspecto definitivo. Domiciano completo el anfiteatro en todas sus partes y construyo en sus inmediaciones los distintos edificios de equipamiento para dotarle de la eficacia que le correspondía. El origen de la denominación Coliseo para el anfiteatro Flavio es difícil de determinar, pero hay dos teorías que se han asentado por encima de las demás. Una de ellas es que se le atribuye el nombre por su grandiosidad “colosal”, o por la presencia en sus cercanías del Coloso de Nerón, su estatua de bronce que sobresalía al lado del anfiteatro.

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Ahora pasaremos analizar brevemente la estructura del Coliseo: La imponente mole del Coliseo se eleva sobre un estilóbato de dos gradas. La fachada exterior mide 48, 50 m por cuatro plantas de altura, en las que entre arcadas se superponen los órdenes. En la más baja el orden es dórico-toscano, el siguiente jónico y la tercera corintia, que se extiende también a las pilastras de la cuarta planta en la que solo se abren pequeñas ventanas en el muro corrido. Con una planta elíptica el eje mayor mide 188 m y el menor 156 m y con un perímetro exterior de 527m, daba aforo a más de 50 mil espectadores. Revestido en su mayoría de travertinos y de mármol para las gradas y las partes más nobles. Mientras que la estructura de arcos y muros se utilizó el tufo y el hormigón.

Para la rápida y cómoda distribución del público situado en las graderías que estaban diferenciadas en gradus, pisos reservados para las diferentes clases sociales, se encontraba bajo ella una compleja red de corredores, escaleras y vomitorios. La arena se encontraba socavada, dando lugar a las cámaras subterráneas destinadas bien a guardar los objetos, maquinas y tramoyas empleados en las fiestas, bien las jaulas de las fieras, bien las armas de los gladiadores. Parece evidente que el piso de la arena era de madera, descansando sobre los muros de las substrucciones, de las que por medio de máquinas, se hacían subir fieras, las tramoyas, etc., a pleno ruedo. Ello explica, además, que estas cámaras subterráneas carezcan de cubrición abovedada y 2

tengan sus crestas de muro al mismo nivel. Por último hablar del velarium, que se trataba de unos toldos de los que se saben que estaban compuestos por anchas franjas de tela, eran en extremo manejables, hasta el punto de que podían subirse o quitarse incluso parcialmente según cambiaran las condiciones del clima durante las competiciones, aunque el sistema de funcionamiento es todavía en parte identificable por la gran dimensión del edificio. Pero por las huellas encontradas relacionadas con este uso podríamos hacernos una idea de su funcionamiento. En la parte superior de la fachada se habrían identificado los huecos en los que se colocaban los 250 mástiles de madera que soportaban los cables. Al parecer las cuerdas se anclaban en el suelo, pues de otro modo los mástiles soportarían demasiado peso. A tal efecto había un anillo concéntrico de piedras o cipos situados a 18 metros de la fachada en la explanada exterior y las lonas serian colocadas o quitadas mediante un sistema de poleas y cuerdas. USOS Y RESTAURACIONES A LO LARGO DEL TIEMPO En el curso de su trayectoria secular, el Coliseo ha sufrido innumerables reformas y restauraciones, debidas en primer lugar a la necesidad de mantener en continua actividad su compleja máquina de espectáculos y después, una vez que cesó definitivamente a la actuación circense, por la voluntad de adaptarlo a las exigencias de cada momento de sus nuevos dueños. Y también hubo, muy pronto, quien intento restaurar las partes del edificio más dañadas por las injurias del tiempo, los terremotos y los hombres. Desde el día de su inauguración en el verano del 80 d.C, se sucedieron una gran cantidad de espectáculos y exhibiciones en su arena. Comenzando por los 100 días que duro la celebración de la inauguración. Era tal la pasión de los romanos por los espectáculos, que se celebraban por todo tipo de motivos, por lo que al final de la época imperial se llego anualmente a los 177 días de espectáculo. De normal el espectáculo gladiatorio o munera se anunciaba unos días antes de su comienzo a través del programa que el editor (organizador de los juegos) mandaba pintar en los muros de los edificios de las avenidas centrales. Los combates de gladiadores terminaban al ponerse el sol, y raramente se hicieron representaciones nocturnas con ayuda de iluminación. Normalmente los duelos se hacían solo entre dos gladiadores, pero a veces se hacía luchar a la vez a dos o más parejas. Otro tipo de espectáculo eran las venationes que no tenían nada que ver con los juegos de gladiadores, por lo que la ceremonia que se desarrollaba en la arena, quería 3

claramente simbolizar la caza y sobretodo el momento en el que la presa se escapa a la vista del cazador romano. Cuando en Roma la moda de las venationes llevo a representaciones periódicas, se obligo a todas las ciudades del Imperio enviar cada año a la capital cierto número de animales, entre los que se podían encontrar elefantes, leones, rinocerontes, panteras, cocodrilos, etc. El interés por estos espectáculos también vario según el emperador que sustentara el poder, por ejemplo a Trajano le gustaban mucho los juegos y ofreció algunos magníficos en el Coliseo, por su victoria contra los dacios hizo luchar allí a diez mil gladiadores y once mil fieras. Adriano por otro lado descendía a la arena del anfiteatro para matar personalmente a las fieras. Por lo contrario Marco Aurelio no demostró interés por ningún tipo de espectáculo, aunque participaba en ellos para no suscitar el descontento del pueblo. Sin embargo su sucesor Cómodo participaba en los combates, y conseguía que atestaran hasta lo inverosímil los graderíos del Coliseo. Pero con el primer emperador cristiano todo comenzó a cambiar, Constantino, público una ley en el 326 por la que prohibía en todas partes los espectáculos gladiatorios, aunque en el Anfiteatro Flavio siguieron dándose espectáculos y no hubiera sido prudente eliminarlos dado el interés que suscitaban. Y ya en el 397, Honorio prohibió a los senadores tener gladiadores a su servicio; pero bajo su reinado los juegos continuaron representándose en el Anfiteatro Flavio, como lo testimonia Prudencio. Todavía bajo su reinado, un monje llamado Telémaco salió de Oriente hacia Roma con la intención de parar los juegos gladiatorios en el Coliseo. Durante un combate entró en la arena tratando de hablar a los espectadores; pero fueron precisamente estos los que lo mataron bárbaramente; su sacrificio empujó al emperador a abolir para siempre ese tipo de espectáculos. Sobrevivieron las venationes que continuaron celebrándose en el Coliseo hasta el siglo VI. Fue en el 523, al asumir el consulado Anicio Máximo, se dieron en el Coliseo los últimos espectáculos de los que se tiene memoria. Aparte de de las luchas de gladiadores y las venatios, también fueron muy frecuentes las sylvae, que eran recreaciones de paisajes naturales, en los que simulaban un entorno salvaje y soltaban animales para que se movieran libremente por el escenario. Y además estaban las representaciones teatrales que contaban con una gran popularidad y en las que los temas mitológicos estaban muy presentes. Por lo que respecta a las recreaciones navales o naumaquia han sido objeto de debate para los historiadores, ya que, aunque llenar el edificio de agua no hubiera presentado problemas, no está claro cómo podían haber hecho que la arena fuese impermeable, ni si hubiera habido espacio suficiente para que los barcos de guerra se moviesen. Se ha sugerido que las fuentes hablaban de otro lugar, o que el Coliseo tenía en sus orígenes un ancho canal inundable que iba hasta su eje central, y que posteriormente habría sido sustituido por el hipogeo. Probablemente el Anfiteatro Flavio no estaba todavía acabado en todos sus órdenes, cuando ya empezó a sufrir daños eventuales, haciendo necesarias sucesivas obras de restauración. Aunque sobre estas restauraciones solo se tienen noticias indirectas y vagas. Como en el caso de la supuesta restauración bajo el imperio de Nerva (96-98), de la que no se puede descartar que se atribuyese el merito de los trabajos que realizo

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Domiciano, a consecuencia de la damnatio memoriae a que se condenó al último emperador de los Flavios. Se sabe con certeza por fuentes clásicas que la primera restauración del Coliseo tuvo lugar durante el principado de Antonio Pio (138-161). No se conoce el alcance, pero pudieron tener relación con el incendio que entonces destruyó hasta cuarenta insulae de la ciudad. Durante el breve reinado de Macrino, en el 217 un gran incendio lo dejó fuera de uso durante un tiempo, llevándose la restauración ya en época de Heliogábalo(218-222) y se continuó bajo el de Alejandro Severo(222-235), que destinó para este fin los ingresos de las prostitutas y de los rufianes. Pero todavía en el primer año del principado de Gordiano III (238) seguían los trabajos de restauración. Según la obra cronológica de Isidoro de Sevilla, en el 250, durante el principado de Decio, el Coliseo sufrió otro desastroso incendio, cuyos daños se repararon enseguida. Más adelante en el siglo V probablemente se realizaron restauraciones que pueden atribuirse a Valentiniano III, Teodosio II y a Venancio por unas inscripciones encontradas. Estas intervenciones fueron las últimas que se realizaron para mantener en activo la gran máquina anfiteatral y de las que quedan testimonios visibles en los subterráneos. Ya con Teodorico (hacia el 454- 526), se suspendieron las restauraciones entre otras cosas porque, suspendidos ya los espectáculos, decayó el uso público del anfiteatro. Interrumpidos finalmente los juegos gladiatorios y luego las venationes, entre otras causas por las crisis y abandonado por tanto el trabajo de restauración, el Coliseo sufrió durante el siglo VI un progresivo abandono, hasta el punto de que el pueblo romano pidió licencia a Teodorico para restaurar las murallas de la ciudad con las piedras de las gradas del anfiteatro “que se encontraban sueltas”, probablemente debido a un terremoto que tuvo lugar, según testimonio de Venancio, entre el 523 y 526. Mientras que ya en la primera mitad del siglo VI había surgido un cementerio cristiano ante la entrada imperial que mira al esquilino. Con Roma ya sumergida en la Edad Media la parte que más se resintió primero por falta de mantenimiento fue el techo de madera del pórtico superior, que desapareció muy pronto dejando libres las columnas que lo sostenían. Es probable que estas últimas, presumiblemente todavía en pie en la época del violento terremoto del 801, que causo daños gravísimos al patrimonio romano, se desplomaran sobre el subterráneo de la arena durante el seísmo del 847, como lo atestiguan los trozos de columna y los capiteles de aquel pórtico que se han encontrado en las excavaciones hechas en los últimos siglos. Con el paso de los años, el anfiteatro, que por la concentración de la población se encontraba en campo abierto, se recubrió de arbustos y plantas, convirtiéndose en refugio de toda clase de animales salvajes, sin excluir los lobos. Fue a finales del siglo XI cuando el Anfiteatro Flavio volvió a tener vida, aunque con funciones muy distintas a las del principio. Tras los acontecimientos del 1084, cuando en la lucha de las investiduras Roberto Guiscard logró liberar al papa Gregorio VII asediado por las tropas imperiales de Enrique IV y fue luego, junto al mismo papa, echado de la ciudad, muchos monumentos cayeron en manos de familias nobles romanas , siendo el Coliseo, junto con el Septizonio, ocupado por la familia Frangipane, 5

utilizándolo de fortaleza, debido a que al estar situado inmediatamente detrás del Laterano, el anfiteatro permitía la defensa estratégica tanto de las incursiones exteriores desde la Porta Asinara como de los eventuales ataques internos. En 1143, a la muerte de Inocencio II, Arnaldo Brescia abolió el poder temporal de los papas sobre la ciudad y reimplanto el Senado. Éste reivindico para sí la propiedad de los monumentos antiguos y en especial los fortificados: esto comprendía también al Coliseo. En 1154, el papa Adriano IV solicitó la ayuda de Federico I Barbarroja que bajo a Italia y abolió por la fuerza el Senado. Los Frangipane lograron así volver hacerse con el Coliseo. En 1216 Pietro Anibaldi levantó cerca de él una torre para poder atacar y conquistar el Coliseo (tal torre aparece en el plano de Bufalini de 1551 y en el posterior de Duperac). La rivalidad entre las dos familias por la posesión del Coliseo duro todavía muchos años distinta fortuna, ya que el Coliseo era lo bastante importante como para luchar por él.

Cuando en 1241, Federico II conquistó Roma, los Annibaldi lograron con su apoyo obligar a los Frangipane a cederles la mitad del Coliseo pero el papa Inocencio IV, a petición de los Fragipane, declararía nulo el contrato en 1244. Entre finales del siglo XIII y principios del XIV, los Annibaldi lograron de nuevo apoderarse del monumento, pero en 1312 Enrique VII les obligó a restituirlo a la Santa Sede. En 1332, con ocasión de la visita a Roma de Luis el Bávaro, el Senado organizo en su honor una cacería de toros en el Anfiteatro Flavio: se prepararon unos palcos apropiados y se publicaron bandos en Roma y en los alrededores. La afluencia de público fue enorme, restituyéndose por última vez el Coliseo a su función primera. 6

Durante el periodo de la estancia de los papas en Aviñon (1309-1377), exactamente en 1349 hubo un terremoto que cauda grandes daños al Coliseo, haciendo caer algunas arcadas del recinto exterior. Además su alrededores se convirtieron en un lugar de maleantes, ladrones y prostitutas, por lo que el Senado encargó “limpiar” la zona a la cofradía del San Salvador. Su trabajo fue tan bueno que 1381, el Senado acordó dar a la asociación, como signo de reconocimiento, un tercio del Coliseo, como hoy todavía atestigua la insignia con la imagen del Salvador. El 30 de septiembre de 1420 cuando llegó a Roma Martin V, los monumentos de la ciudad ya eran ruinas, por lo que emanó una serie de providencias para recuperarlos en el contexto de urbanística racional, sin embargo, al cofradía del San Salvador mantuvo la propiedad de parte del anfiteatro y pudo continuar sin trabas arrancado mármoles y vendiéndolos. Incluso bajo Eugenio IV (1431-1447) quien, sensible a la suerte del anfiteatro, decidió unirlo a la iglesia de Santa Maria la Nueva por medio de dos muros, sin embargo, en 1439, durante su pontificado, se emplearon los travertinos del edificio para restaurar la tribuna de San Juan. Bajo el pontificado de Nicolas V (1447-1455), se dieron grandes sacrificios de los monumentos antiguos y sobre todo para el Coliseo, enviando muchos de sus mármoles a los hornos (poner ejemplo de carretas). En 1461-1462 la expoliación asumió un ritmo particularmente intenso, los mármoles del anfiteatro se utilizaron para la construcción de la Scala Santa, de la plaza de la logia de la Bendición de San Pedro, así como para las restauraciones de las muralla entre s de la ciudad y para la construcción de la iglesia de San Marcos. Y así durante todo el siglo XVI: entre 1480 y 1550 “los travertinos caídos” sirvieron, además de para la construcción de los palacios de la Cancilleria y del Farnese, para el embellecimiento de muchos palacios romanos, entre ellos el del Senado y el de las Corporaciones de arte. Todavía en el siglo XVII, con la aprobación de Urbano VIII, se trasladaron los travertinos de los arcos caídos en 1664 para emplearlos en la construcción del palacio Berberini. Esto lo confirmó a finales del XIX el arqueólogo italiano Rodolfo Amadeo Lanciani que precisó que “La cosa del Anfiteatro continuo suministrando travertinos para obras públicas hasta principios del siglo décimo octavo”, y añadió “ los documentos recogidos en el capítulo de la historia de la demolición de Roma prueban que la destrucción, bloque a bloque , del Coliseo, hay que añadir la caída repentina de gran parte de los pórticos del sur, que produjo una montaña o filón de sillares, una verdadera cantera de materiales de construcción durante cuatro siglos”. A parte de ser utilizado como cantera, a partir del siglo XVI se le intento dar otros usos, como cuando en 1585 fue elegido papa Sixto V. en este momento el Coliseo estaba completamente aislado y fuera de la vida de la ciudad, y decidió transformar en el anfiteatro en un verdadero núcleo de un barrio obrero: por una parte, se crearían nuevos puestos de trabajo gracias a la instalación dentro de él de una hilandería y por otro se estimularía la urbanización de la zona. El plan se encomendó hacia finales de 1585 a Domenico Fontana, pero este proyecto se quedo en el aire porque el papa murió demasiado pronto (1590) como para que se realizara una operación tan compleja. Su sucesores se sintieron fascinados por el 7

proyecto su coste, creo una incertidumbre que supuso una falta total de conservación del monumento y su degradación progresiva. Por lo demás, los pasillos del anfiteatro volvieron a ser nueva morada de maleantes. El primer papa en volverse a ocupar del Coliseo fue Clemente X, que subió al solio en 1670. Y fue el padre Carlo Tommasi el que le convenció para llevar a cabo, la construcción en el centro de la arena de un pequeño templo en honor de los mártires. Pero esta intervención, no se llevo a término probablemente por falta de fondos y por la muerte de su promotor, el padre De Tommasi. Clemente X se limito a cerrar las entradas del anfiteatro con barreras de madera, a tapiar los arcos interiores del piso bajo y a levantar en la arena una cruz. En el 1700, el papa Clemente XI cerró los pórticos del anfiteatro para emplearlos como depósitos de estiércol para la fabricación de salitre, utilizado por una fábrica de pólvora que había en las cercanías. En 1703, después de otro terremoto, se cayeron tres arcos del segundo anillo frente al Celio, y el papa aprovechó enseguida esta “favorable” ocasión para emplearlos en la construcción del puerto de Ripertta. La situación del Coliseo comenzó a cambiar a partir del 1744, cuando el papa Benedicto XIV hizo que el gobernador de Roma, monseñor Simonetti, publicara un edicto prohibiendo la profanación del Anfiteatro Flavio. Y finalmente Benedicto XIV acabaría con las extracciones de travertinos, al consagrar la arena del Coliseo en 1749, a la memoria de la Pasión de Cristo y sus mártires. Ese mismo año el papa hizo colocar a lo largo de la circunferencia de la arena las estaciones del Vía Crucis y en el centro una cruz en sustitución de la del siglo XVII. Como Benedicto XIV no hizo consolidar las estructuras verticales, empezó a ser urgente la necesidad de hacer algo para impedir la ruina total del anfiteatro. Sin embargo no se hizo nada hasta que, ante la amenaza de ruina de la parte del recinto que da al Celio, Pío VII decidió cerrarla con un colosal contrafuerte: esta intervención tuvo el merito de romper la tradicional política de inmovilismo de la Iglesia para con los monumentos antiguos. Desde entonces, como veremos, los trabajos de

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consolidación se siguieron ininterrumpidamente, durante el siglo XIX, bajo los pontificados de León XII, Gregorio XVI Y Pío IX. A principios del siglo XIX el Coliseo estaba ya en ruinas y ciertamente se hubiera derrumbado si no se hubieran hecho restauraciones a lo largo del siglo, que lo fueron consolidando al meter por todas partes junturas gruesas de hierro y reconstruyendo algunas partes con ladrillo. El merito de estas restauraciones no puede sin más atribuirse solo a los papas de la época, los cuales en cierta medida solo se dedicaron a interpretar las nuevas ideas del siglo XIX. La dominación francesa en Roma que comenzó en 1809 y se extendió hasta 1815, repercutiría de forma muy favorable al Coliseo. Y es que el anfiteatro entro dentro de los planes de la reorganización urbanística que tenia llevado hacer a cabo el francés Camille de Tournon, por el cual el Coliseo se enmarcaría en uno de los dos parques arqueológicos que se querían realizar. Según este plan, el Coliseo terminaría restaurado y rodeado de una plaza con árboles, y entraría a formar parte del parque sur. Cuando tras la caída de Napoleón, Pio VII pudo de nuevo recuperar los Estados Pontificios, comprendió enseguida que había que continuar en parte con la actividad iniciada por de Tournon y entonces decidió poner en marcha un proyecto de conservación del monumento, que preveía la reparación de las rampas de acceso a la plantas superiores y la consolidación de los arcos exteriores que dan al Laterano. Para este fin nombró una comisión que redacto un informe en el que afirmaba la necesidad de poner un contrafuerte en el extremo derruido del circulo externo que mira al Celio, solución que respondía a una doble exigencia de solidez y economía. La operación se llevo a cabo levantando un gigantesco contrafuerte piramidal de ladrillo, mientras que con el mismo material se “solidificaban” algunos arcos antiguos. Esta restauración contribuyo de modo determinante a la salvación del círculo exterior del monumento.

Otras restauraciones llevadas a cabo durante el siglo XIX, fueron por ejemplo las de Leon XII en 1828, mandando construir otro contrafuerte en el extremo del derrumbe del círculo exterior que da a Meta Suddans. 9

Y en 1852 Pío IX decidió en 1852 restaurar la entrada imperial que da al Esquilino y varias arcadas del pórtico interior de ese mismo sector, prosiguiendo los trabajos hasta la cúspide de la cávea. Tras la gran intensidad de trabajos del siglo XIX y las restauraciones de 1901-1903, el Coliseo quedo nuevamente olvidado durante la primera mitad del nuevo siglo. En los años entre 1945 y 1965, el Anfiteatro, aun sin sufrir grandes derrumbamientos, estuvo sometido a una constante caída de materiales superficiales que llevo al cierre del monumento al público. En los años setenta comenzó una reapertura gradual, y en 1978 se llevo a cabo una restauración para consolidar las seis pilastras del anillo interior (completamente visibles a causa de la caída del anillo exterior) que quedan junto al contrafuerte de Pío VII. En 1980 el Coliseo fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad (junto a centro histórico de Roma). El 21 de septiembre de 1992 se inicio oficialmente una gran operación de restauración, que duraría hasta 1996, financiada en cuarenta mil millones de liras por un banco de la capital y dirigida sobre todo a la limpieza y consolidación de los travertinos. Hoy en día el Coliseo forma parte de las Nuevas Siete Maravillas de Mundo nombrado en 2007 y se trata de uno de los lugares más visitados del planeta; por más de tres millones de personas al año lo que hace su conservación y restauración más difícil todavía, ya que las tienen que adaptar a los visitantes aunque esto no siempre ha sido posible y ha tenido que ser cerrado al público por algún tiempo.

Una de las últimas empresas realizadas en beneficio del Coliseo, ha sido peatonalizar la vía de los Foros imperiales, la calle que separa los mercados de Trajano de los Foros de Cesar, Augusto y Trajano. Esta decisión ha sido tomada por el nuevo alcalde Ignacio Marino en agosto de este año (2013). Y es que cada hora pasaban 3.400 vehículos por delante del Anfiteatro provocando vibraciones y poluciones que ennegrecían el monumento y aunque no ha sido eliminado del todo si que ha sido restringido y solo pueden acceder taxis y autobuses públicos. Según la directora de la Superintendencia arqueológica de Roma, Rita Paris “es el principio de un proceso más largo. Vamos a 10

cerrar calle entera antes de enero para retomar la excavación. Tras decenios de abandono, empezamos a dar un nuevo aspecto al punto más representativo de la ciudad.” Además añade que “los restos de la antigua civilización son nuestra memoria y riqueza. Tenemos la responsabilidad no de poseerlos, sino de valorarlos. Y el tráfico es el peor enemigo de los monumentos porque provoca vibraciones y oscurece sus paredes”. En breve se montarán los andamios en el lado septentrional, justo el que se asoma a los Foros. Tras dos años de trámites, puede arrancar la primera fase de la restauración financiada con 25 millones de euros del bolsillo del dueño de Tod’s. El Tribunal administrativo de la región acaba de dar luz verde a las obras, rechazando los recursos de las empresas que perdieron el concurso. Así que en 900 días la ganadora Gherardi deberá limpiar, sanear y consolidar los primeros 10 arcos, de 50 metros de alto, y construir nuevas rejas que cierren la planta baja.

En conclusión, el Coliseo fue construido como una obra monumental y de engrandecimiento para Roma en el que se realizaron espectáculos enormes y magníficos, que pasado los años se cancelaron y Coliseo paso a ser a lo largo de los siglos una mera cantera hasta que en el siglo XIX comenzó a restablecerse como un símbolo de la Antigua Roma, llegando hasta nuestros días en los que ya no es considerado solamente un símbolo de Roma si no como una de las construcciones mas grandiosas y maravillas de la historia.

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BIBLIOGRAFÍA: -García y Bellido, Antonio, Arte romano. Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1979.

-Luciani, Roberto, El Coliseo. Madrid: Anaya, 1993. -Nicholas, Lynn H., El saqueo de Europa: el destino de los tesoros de Europa en el tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Destino, 1996

- Documental: http://www.youtube.com/watch?v=_eB_LkWHfEo -http://www.taringa.net/posts/info/4142673/Megapost-coliseo-romano.html -http://www.slideshare.net/GiiooMoota/coliseo-romano-15129628 -http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/04/actualidad/1375643292_235629.html

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