EL CONCEPTO DE FAMILIA no es un concepto abstracto, es una noción que se le

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QUÉ ES LA RÍTMICA? CONCEPTO GENERAL
ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 Nº 15 – FEBRERO DE 2009 “¿QUÉ ES LA RÍTMICA? CONCEPTO GENERAL” AUTORÍA CYNTHIA GARCIA LOPEZ TEMÁTICA EDUCACI

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REPRESENTACIONES SOCIALES Y PROCESOS DE CAMBIO EN LA FAMILIA

Representaciones sociales y procesos de cambio en la familia María de Lourdes Patricia Femat González

RESUMEN. Se presentan algunos de los elementos psicosociales que intervienen en los procesos de cambio derivados de la evolución de las fases del ciclo vital de la familia, así como de circunstancias externas e internas que influyen en su desarrollo y que propician la rigidización de las pautas de interacción familiar, propiciando a su vez la rigidización o ideologización del sistema de representaciones sociales que constituye la noción de familia, le da estructura y orienta sus prácticas.

EL CONCEPTO DE FAMILIA no es un concepto abstracto, es una noción que se le asigna a un grupo de alta significación para el ser humano y para la sociedad y que por estar construido socialmente guarda en él aquellos valores, premisas, normas, creencias y comportamientos que definen una determinada forma social. El individuo, a través del proceso de constitución de su subjetividad, aprehende y hace suya una específica noción de familia que incluye estructura, funciones y premisas de género. Cuando, mediante los procesos de objetivación y anclaje, se naturaliza en cada sujeto el concepto de familia, lo hace con toda la carga sociocultural que contiene. Tanto la construcción del pensamiento social relacionado con el concepto de familia, como su manifestación en la vida cotidiana, se encuentran sustentados en un sistema de representaciones sociales que permite a este grupo social evolucionar y adaptarse a las diferentes experiencias y nuevas informaciones que ocurren como resultado de su evolución, de los procesos internos de sus miembros y de informaciones que vienen del exterior. El sistema de representaciones sociales tiene que ver sobre todo con la manera como se conforma nuestra visión de la realidad y de cómo esta visión incide en nuestras conductas cotidianas a través de la interacción con el medio social y físico. Denise Jodelet lo define de la siguiente manera: Antes que nada concierne a la manera en que nosotros, sujetos sociales, aprehendemos los acontecimientos de la vida diaria, las características de nuestro

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ambiente, las informaciones que en él circulan, a las personas de nuestro entorno próximo o lejano. En pocas palabras, el conocimiento espontáneo, ingenuo que tanto interesa en la actualidad a las ciencias sociales, ese que habitualmente se denomina conocimiento de sentido común [1986:473].

Un sistema de representaciones sociales se presenta de diversas formas, ya sea como imágenes con un alto contenido de significación, o bien como sistema de referencia para interpretar la realidad y darle sentido, o como sistema de categorías que nos permiten clasificar, evaluar y orientar nuestras acciones. De cualquier manera, como se quieran entender, se trata siempre de “una manera de interpretar y de pensar nuestra realidad cotidiana, una forma de conocimiento social” (Jodelet, 1986:473). El ciclo vital de la familia Durante su desarrollo, el grupo familiar atraviesa por una serie de cambios derivados del transcurso de las etapas del ciclo vital, noción que se aplica al proceso del desarrollo de las relaciones familiares para comprender sus mecanismos internos y sus formas de organización. Estrada Inda (1999) menciona que inicia con la separación de la familia de origen para formar una nueva familia, después el matrimonio, la llegada de los hijos, su paso por la niñez, la adolescencia, noviazgo, matrimonio y separación a su vez de su grupo familiar, hasta alcanzar la etapa donde la pareja vuelve a vivir sola, la llegada de la vejez y la muerte. También afectan la organización y el desarrollo de la familia problemáticas internas como separación de los padres, muerte de algún miembro significativo para la familia, desempleo, cambios de domicilio, etcétera; o externas como migración forzada, procesos de urbanización, modas y nuevos modelos macroeconómicos y sociopolíticos. En estas situaciones el grupo familiar pone a prueba su capacidad de adaptación ante las nuevas circunstancias que se le presentan, ya sea percibiendo la necesidad de promover cambios en su interior o con relación a su contexto, o bien que se evidencie la necesidad de cambio en el conjunto de premisas que los ha sostenido como familia hasta ese momento cuando no permite dar respuesta a dichas condiciones o su adaptación a las circunstancias cambiantes, para lo cual hace uso de los recursos derivados del bagaje de experiencias, informaciones, niveles de conocimiento, significados, sistema de creencias, así como expectativas a futuro que en su conjunto constituyen el sistema de representaciones sociales que sustentan su organización.

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Obstáculos al cambio La dinámica de los procesos de cambio no deja de presentar un riesgo para la estabilidad del grupo familiar, ya que significa encontrarse con fases de desorganización necesarias para dar pie a una nueva fase de evolución. Cuando la nueva situación que se presenta se percibe como amenazante para la estabilidad de la familia se corre el riesgo de que se cierre sobre sí misma para impedir su paso. Si este bloqueo a las nuevas circunstancias se acentúa y permanece en el tiempo, tanto la estructura del grupo familiar como las funciones que cada miembro desempeña, así como los espacios de interacción, tienden a volverse rígidos propiciando graves dificultades en el proceso de cambio. Diversos autores en el campo de la terapia familiar han definido este tipo de estructura familiar desde diferentes ángulos. Para Salvador Minuchin, las familias que presentan de manera dominante formas de rigidez en sus interacciones expresan su incapacidad para dar respuesta a los diversos requerimientos de cambio que plantea la propia evolución del grupo familiar; son familias donde “las pautas transaccionales habituales se han preservado hasta un límite de rigidez, que bloquea toda posibilidad de alternativas” (1992:106). Otro autor que ha desarrollado un importante trabajo con familias que presentan esta problemática es Maurizio Andolfi, quien ha desarrollado una tipología al respecto (1995:25 y ss.). Este autor menciona que existen familias flexibles que logran atravesar las diversas etapas de su evolución buscando nuevas informaciones y adoptando una actitud creativa. También se encuentran aquellas familias que, aun cuando han podido superar las primeras etapas del ciclo vital, se quedan estacionadas en alguna otra más adelante; o bien han atravesado por una experiencia extremadamente fuerte que ha rigidizado su capacidad de respuesta y corren el riesgo de que su evolución se detenga. Estas familias tienden a designar a alguno de sus miembros como el portador de la crisis por la que esté pasando el grupo como una posibilidad de solución provisional. El comportamiento sintomático del miembro escogido contribuye a catalizar sobre él la tensión en un momento particularmente riesgoso para la estabilidad del grupo en su conjunto. Los grupos familiares que se caracterizan por presentar una acentuada y prolongada forma dominante de interacción rígida son tipificados por este autor como familias con pautas de interacción rígida, haciendo énfasis en que es la relación entre sus miembros y no éstos lo que se rigidiza. En estas familias sus miembros se encuentran imposibilitados para responder adecuadamente a las nuevas circunstancias que los procesos de desarrollo exigen. Presentan normas de pensamiento y comportamiento estereotipadas que utilizan reiteradamente ante cualquier tipo de problema familiar que se les presente. En esta situación se privilegia la función que cada miembro 329

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desempeña dentro del núcleo familiar anteponiéndose a las necesidades y características de cada uno. Se confunde el espacio personal con el de interacción. No hay una jerarquía clara entre sus miembros y las reglas de asociación se tornan tan estáticas que impiden la autonomía. Intercambian en sus interacciones mensajes provocadores que mantienen la codependencia y manifiestan una enorme incapacidad de modificar las funciones asignadas conforme pasa el tiempo. Estas formas rígidas de pensamiento y comportamiento tienen como función suplir las carencias afectivas que los mismos miembros del grupo familiar no están en condiciones de satisfacer. La adopción de soluciones que se vuelven previsibles e inmodificables trae como consecuencia, por una parte, que las interacciones entre sus miembros se despersonalicen y se confundan con la identidad y, por la otra, provoca su detención en una fase del ciclo vital. En una situación así el ambiente familiar se vuelve pobre en lenguaje y comunicación. El vacío personal se agranda y es llenado por la función asignada. Las interacciones se vuelven pobres, funcionales y estereotipadas, poniendo en peligro la evolución y creatividad de la familia. La designación del miembro de la familia como portador de la crisis tiende a hacerse atemporal, irreversible y constitutiva para la sobrevivencia del grupo. Ante esta circunstancia el sistema de representaciones sociales que estructura la realidad psicosocial de la familia pierde su capacidad dinámica moldeando un perfil de pautas de interacción rígida que le funciona a la familia para sobrevivir, pero a la vez la detiene en su desarrollo. Proceso de individuación–separación-pertenencia Una de las principales consecuencias derivadas de la imposibilidad de este tipo de familias para avanzar en su desarrollo, es que sus miembros no logran individuarse y, por tanto, diferenciarse de su grupo familiar hasta ganar suficiente autonomía, lo que ocasiona que el sistema familiar se detenga en el tiempo. Existen varias explicaciones teóricas acerca de la rigidización de las interacciones familiares que coinciden en que dichas dificultades tienen su origen en la forma como se desarrolla el proceso de individuación del grupo familiar desde las primeras etapas. Por medio de su evolución, el individuo se va enfrentando con diferentes experiencias tanto dentro de su núcleo familiar como en otros contextos a través de los cuales busca su autonomía y diferenciación del grupo familiar sin perder la identidad, desarrollando ciertas funciones que le permiten su estructuración y adaptación.

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El concepto de individuación sitúa al individuo en equilibrio entre una dosis suficiente de separación o distanciamiento emocional capaz de desarrollar su autonomía, pero sin perder el sentido de pertenencia a su núcleo familiar, que le da estructura a su identidad. Minuchin lo describe de manera dinámica como “un proceso de separaciónindividuación-pertenencia” (1992:81). Maurizio Andolfi describe este proceso mencionando que “el individuo conforme se desarrolla y evoluciona fisiológicamente, también desarrolla un sentido de autonomía y de identidad independiente respecto a su grupo de referencia, sin perder su sentido de pertenencia” (1995:29). Para Murray Bowen existen grados en el proceso de individuación-separación que denomina grado de apego emocional; menciona que “el grado de apego emocional a los padres no resuelto, lo determina el grado de apego de cada padre a su familia de origen, el modo en que los padres han interferido en el matrimonio de los hijos, el grado de ansiedad durante los momentos críticos de la vida y el modo en que los padres han afrontado esa ansiedad” (1998:74). Cuando las reglas de asociación que gobiernan al sistema familiar impiden la individuación y la autonomía de sus miembros, se tiende a obstaculizar la posibilidad de modificar las funciones con el paso del tiempo, lo cual trae como consecuencia que sus miembros vivan solamente en función de lo que el sistema familiar les impone. En este sentido Salvador Minuchin menciona que “sus miembros contraponen a los cambios una reificación de la estructura familiar” (1992:166), esto quiere decir que sus miembros no pueden establecer un campo psicológico y transaccional autónomo y por tanto tenderán a repetir las funciones asignadas por el sistema familiar. Para Andolfi la observación de las características de este proceso en los miembros de la familia es un elemento central en el entendimiento de la rigidización de las interacciones familiares y se puede determinar con mayor claridad a través del análisis de las circunstancias como se desarrollan las etapas del ciclo vital, así como de las características que presenta la estructura familiar en cuanto a jerarquías de autoridad, claridad en los límites, en las reglas de asociación y en la función asignada por el propio grupo familiar. Representaciones sociales y sistema de creencias ortodoxo Ante la pérdida del dinamismo de la estructura y las interacciones del grupo familiar con pautas de interacción rígida, se inmoviliza a su vez la red de representaciones sociales que lo organizan y le dan identidad. Parte importante del sistema de representaciones sociales lo conforma la ideología, que en este trabajo describimos como el conjunto de ideas y convicciones a las que 331

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tanto sujetos como grupos se adscriben, que Jean Pierre Deconchy denomina sistema de creencias ortodoxo y define como un “conjunto organizado de creencias a través del cual los sistemas construyen su imagen bajo el rigor de la regulación de la pertenencia, que refracta la noción de control social” (1984:14). Según este autor, el sistema de creencias ortodoxo es el adoptado por los sujetos y grupos sociales sin mediar la capacidad de razonar y reflexionar sobre él, que se encuentran implícitas en la constitución del sujeto y no permiten la entrada de nuevos acontecimientos, informaciones y experiencias. En el caso de las familias con pautas de interacción rígida, el sistema de creencias así como los contenidos y componentes del sistema de representaciones sociales relacionado con su noción de familia se inmovilizan, pierden su dinámica y echan mano de los componentes universales del modelo sociocultural aprendido acerca de lo que debe ser la familia, así como la función que sus miembros deben desempeñar y lo que se espera de ellos. El sistema de representaciones sociales que sostiene la noción de familia presenta características de gran complejidad ya que se encuentra estructurado por conjuntos de representaciones sociales contradictorias, opuestas, complementarias, que hunden sus raíces en concepciones muy antiguas y tradicionales y que además atienden a la formación de la identidad social. Por otra parte, en este sistema representacional se encuentran, íntimamente imbricadas, representaciones de género que refuerzan el papel social de la mujer y del hombre, como padres, esposos y personas casadas, por lo que el cumplimiento de las funciones contenidas en la representación social de familia no sólo satisface la expectativa de familia que se formó, sino que además y, sobre todo, permite que cada miembro se confirme como hombre o como mujer, por lo que su cumplimiento o no significa atentar contra la identidad sexual. Maternidad, paternidad, sexualidad, son otras nociones que forman el entramado de mecanismos simbólicos que reconstruyen cotidianamente las prácticas sociales relacionadas con la familia. Como la noción de familia ha sido construida desde el exterior, sus miembros se enfrentan, sobre todo en las fases de crisis del ciclo vital, a un debate entre la satisfacción de sus necesidades particulares, su desarrollo biológico y la inminente necesidad de aceptar las normas y condicionamientos sociales bajo los cuales se pueden llegar a cubrir tales necesidades, lo que crea un equilibrio tenso entre el cumplimiento de las normas, el soporte de las creencias para orientar al grupo y la satisfacción de la necesidades de sus miembros. Por otra parte, la satisfacción de las expectativas contenidas en la noción de familia por parte de sus miembros, les ofrece una estructura que los organiza y les brinda

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apoyo emocional. El no cumplimiento propicia desórdenes psicológicos en los sujetos, falta de estructura, comportamientos sintomáticos, depresión, sufrimiento. En las familias con pautas de interacción rígida ocurre una exacerbación del cumplimiento de la norma, una adhesión a un sistema de creencias ortodoxo que impide llevar a cabo un proceso de reflexión colectiva, con vistas a recuperar la dinámica del grupo intentando resignificar los contenidos de las nociones de familia. En vez de eso los reifican impidiendo con ello que la familia logre evolucionar. El sistema de representaciones sociales que debiera servir para orientar su desarrollo, permitiendo la comprensión y el dominio del entorno social en el que se desenvuelve la familia, queda atrapado en la función asignada. Resultados preliminares Siguiendo la propuesta teórico-metodológica de Maurizio Andolfi para analizar las dimensiones de rigidez en las pautas de interacción descritas anteriormente, se llevó a cabo un estudio con familias derechohabientes del Centro Integral de Salud Mental (CISAME), a través de la aplicación de entrevistas grupales orientadas, por una parte, a analizar las características que presenta el desarrollo del ciclo vital de la familia con la finalidad de observar el grado de flexibilidad que muestran en relación con los cambios que representa la entrada a cada una de las etapas y, en segundo lugar, realizar un análisis de la estructura familiar en términos de jerarquías, límites, pautas de comunicación y formas de organización. En un primer nivel de análisis se presentan algunos de los resultados más destacados y que se refieren a las premisas de género, así como los conceptos de unidad y comunicación y el paso de los hijos por la adolescencia, como aquellos elementos que pueden poner en crisis al grupo familiar.

Premisas de género De acuerdo a Mabel Burin (1998), al mismo tiempo que se lleva a cabo el proceso de constitución del sujeto se instaura el de género, de tal forma que el sujeto no sólo se subjetiviza sino que se hace sujeto masculino o sujeto femenino, con sus respectivos roles, funciones, cosmovisiones, perspectivas y formas de ver el mundo. El concepto de familia queda también instaurado de acuerdo con cada sexo. Al integrarse una nueva familia, la pareja tiene la expectativa de que la persona a la que se unen cumpla con los papeles que socialmente se le han asignado, se da por entendida la función que le corresponde a cada quien y bajo este sobreentendido se 333

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finca el matrimonio. En familias que manifestaron flexibilidad en sus interacciones, estas funciones se podían negociar de acuerdo con las diferentes circunstancias que iba enfrentando el grupo familiar. En el caso de las familias rígidas las interacciones se llevan a cabo mediante dichas funciones. Su expectativa de felicidad y seguridad conyugal y familiar está fincada en el cumplimiento de esos roles. Las expectativas del cumplimiento de las funciones señaladas para el hombre y para la mujer no sólo se dan por un hecho, sino que en el caso de que no se cumplan, se exigen como única forma de relación y llegan a ser una fuente de tensión y de dolor que recae sobre toda la familia, ya que en su cumplimiento se encuentra depositada la identidad sexual y la aceptación o el rechazo social. Premisas socioculturales que se vuelven ideología No importa el costo emocional que han de pagar todos los miembros, lo más importante es mantener unida a la familia. El ser humano necesita del grupo para su supervivencia. La familia constituye el grupo de mayor significación para sus miembros, al menos durante la primera etapa de su desarrollo. La unión familiar es uno de los valores fundamentales dentro del campo representacional del concepto de familia, a los que se acude en los casos de problemas familiares; sin embargo, cuando el concepto de unión familiar es manejado dentro de una familia con pautas de interacción rígida, adquiere las características de control y sumisión, significa la “prohibición de abandonar el campo” (Andolfi, 1995:21), ya que la necesidad vital de vivir en función recíproca hace que el espacio personal se reduzca hasta perder las fronteras con el espacio de interacción, y el mayor peligro en estos casos ya no es cómo diferenciarse, sino el que algún miembro constituya su propia autonomía antes de que otro esté en condiciones de establecer la suya. En el caso de este estudio, se encontró que todas las familias encuentran que la unidad es uno de los principales valores de la familia y su principal queja es que en su familia no existe, pero que tienen que luchar para que se dé, lo cual en los casos de las familias con pautas de interacción rígida ha desencadenado una batalla entre la individuación de sus miembros y su búsqueda de autonomía, traicionar uno de los valores fundamentales del grupo familiar o bien el sometimiento. Por tanto, los valores de unión se convierten en una condición, se manipula y muchas veces en nombre de esta premisa se anteponen las necesidades de individuación en función de esta regla de asociación que impide que los miembros salgan del espacio de influencia y control familiar. 334

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La comunicación es otro valor significativo que las familias entrevistadas definen como la posibilidad de intercambiar verbalmente experiencias cotidianas, emociones, preocupaciones y que la mayoría de la población analizada se queja de que no se da en su familia. Sin embargo, en las familias que demuestran mayor rigidez, la opinión se genera con respecto a la función que cumple cada quien, se limita el lenguaje y se empobrecen las interacciones. En este sentido, la dificultad de expresar opiniones propias o desacuerdos trae como consecuencia críticas, descalificaciones, autodescalificaciones y hasta diferentes formas de violencia. Ciclo vital Dentro de los procesos que cada familia ha pasado, correspondientes a diferentes etapas del ciclo vital, se observó que es la etapa de la adolescencia la que hace emerger mayormente los problemas subyacentes de familias, o bien agudiza los que se están expresando, o también provoca una crisis de cambio que moviliza a toda la familia, debido a que los adolescentes desean experimentar sus primeros pasos hacia la autonomía, y esto adquiere, sobre todo para las familias mayormente rígidas, un desafío al control que desean ejercer y a las reglas de asociación. En la descripción de estos primeros resultados se puede apreciar la doble función del sistema de representaciones sociales donde, por un lado, permite dar estructura, organización e identidad al grupo familiar, pero que en los casos de familias cuyas pautas de interacción se han rigidizado obstaculizando su desarrollo en el tiempo, lo que se ha ocasionado es una rigidización del sistema representacional, que pierde su dinamismo ideologizándose e ideologizando a la familia, volviéndose un gran obstáculo para el cambio. Bibliografía Andolfi, Maurizio (1989), Tiempo y mito en la terapia familiar, Paidós, México. —— (1994), La creación del sistema terapéutico, Paidós, España. —— (1995), Detrás de la Máscara, Amorrortu. Bagarozzi, Dennis A. (1996), Mitos personales, matrimoniales y familiares, Paidós, España. Bowen, Murray (1998), De la familia al individuo. La diferenciación del sí mismo en el sistema familiar, Paidós, España.

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