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El cultivo de la grana cochinilla en Cholula, siglos XVI y XVII Rogelio Jiménez Marce
El cultivo de la grana cochinilla en Cholula, siglos XVI y XVII Rogelio Jiménez Marce Universidad Iberoamericana-Puebla
Introducción El objetivo de este trabajo es mostrar la importancia que el cultivo de la grana cochinilla adquirió en la región de Cholula durante los siglos XVI y XVII. Después de la conquista, Cholula fue uno de los sitios elegidos por los españoles para cultivarla, debido a que en Europa se había generado un gran auge por el tinte producido con este insecto. Así, por ejemplo, para 1550 el mercado de la grana cochinilla, en Cholula, había alcanzado proporciones impresionantes, a tal grado que se mencionaba que se obtenían ganancias por 200 000 pesos anuales. Pese a la situación de bonanza que se vivía, los abusos de los comerciantes españoles contra los indígenas, quienes eran los principales cultivadores, provocó que éstos decidieran acabar con sus nopaleras a mediados del siglo XVII y sustituir el cultivo del nopal por el del maguey. El trabajo se divide en dos apartados: en el primero se hace un recuento histórico de la región, mientras que en el segundo se destaca la importancia de la grana cochinilla como producto de exportación de la Corona.
Cholula en la época prehispánica La ciudad de Cholula de Rivadavia ha sido considerada como una de las urbes más antiguas del continente americano y con una ocupación ininterrumpida desde, por lo menos, hace 2 000 años.1 Los primeros asentamientos datan del segundo milenio antes de Cristo. Al parecer, los pobladores primigenios provenían de dos grupos que se establecieron en los márgenes de las lagunas que existían en la región. En el protoclásico (600 a 100 A. C.), Cholula surgiría como uno de los grandes centros urbanos, pero sería en el Horizonte Clásico cuando comenzaría a ganar preponderancia y se convertiría en una de las ciudades más importantes de Mesoamérica gracias a que controlaba el comercio interior del valle de PueblaTlaxcala, así como las rutas comerciales que conectaban el altiplano central con la 1
Bonfil, Cholula, 1973, p. 9; Lomelí, Breve, 2001, p. 23; Gámez, “Especialización” en Segundo, 1992, p. 305; Olivera, “Barrios” en Estudios, 1971, p. 91.
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costa del golfo, Oaxaca, el sur y sureste mesoamericano, situación que, a decir de Bonfil, explicaría su densa ocupación humana y su importancia estratégica. Así, la ciudad se convirtió en un centro macroregional, pero por razones desconocidas en el 600 D. C. sufriría una drástica reducción de su población, al grado que la ciudad quedó semiabandonada, pero sería ocupada de nueva cuenta, en el siglo IX, por los olmecas-xicalancas2 que incursionaban en lo que ahora es la región central del país. En el siglo XII llegaron a Cholula diversos grupos de toltecas chichimecas que en un principio vivieron bajo el dominio olmeca, quienes les impusieron fuertes tributos pero lograron conservar su autonomía y organización social, misma que estaba formada por cuatro cabeceras que eran gobernadas por un jefe y principal. Los cuatro jefes de las cabeceras formaban un concejo de gobierno cuya dirección estaba en manos de un sacerdote, pero a partir de 1172 los tolteca comenzaron a ganar supremacía e integraron una nueva confederación político-religiosa que tomaría el control de la ciudad. Bajo el dominio tolteca, la ciudad viviría un segundo período de apogeo pues no sólo recuperó su condición de ciudad más poblada del valle, sino también el control político, militar y comercial de la región. Su posición privilegiada se fortalecería cuando se le proclamó “ciudad santa” debido al culto que se hacía en honor de Quetzalcoátl, lo cual acrecentó su importancia más allá de los límites del valle poblano-tlaxcalteca. Así, Cholula se convirtió en un centro religioso que tenía una gran importancia comercial. Para el siglo XVI, Cholula vivía una etapa de esplendor y se había convertido, gracias a sus buenas condiciones naturales, en un importante centro agrícola. Tanto Hernán Cortés como Bernal Díaz del Castillo enfatizaban en sus crónicas que la ciudad se ubicaba en un “buen llano” en el que se sembraban productos como el maíz, las legumbres, el ají y los magueyes. Cortés calculaba que en la ciudad había unas 20 000 casas, sin mencionar a las que estaban en los “arrabales”. Si se lograba sostener a una población tan grande, se debía a que la tierra no sólo era muy fértil sino que se regaba una buena parte de ella, motivo por el que llegó a exclamar que “ni un palmo de tierra hay que no esté labrada”. Durante las acciones militares 2
Wolf, Pueblos, 1985, p. 94. Wolf sugiere que los olmecas-xicalancas eran grupos chochopopolocas o de habla mixteca. Jiménez Moreno y otros autores los denominan “olmecas históricos” para diferenciarlos de los “olmecas arqueológicos”.
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de la conquista española, Cholula padeció una gran matanza el 18 de octubre de 1519, derivada de una supuesta traición que iban a realizar en contra de los españoles y que había sido tramada por los mexicas, situación que los obligó a jurar lealtad a Hernán Cortés.3 Después de la conquista, Cortés ordenó que Cholula fuera entregada en encomienda, figura jurídica por la que se concedía al encomendero el derecho a recibir tributos y servicios personales de los indígenas a cambio de ciertas obligaciones, a Andrés de Tapia, uno de los soldados que participaron en la mayor parte de las acciones militares de la conquista, pero en 1524 las autoridades reales decidieron que se convirtiera en un corregimiento y se le otorgó la categoría de república de indios. Sin embargo, en 1529 la Primera Audiencia de México decidido dividirla en encomienda entre Diego Fernández de Proaño y Diego Pacheco, quienes la perdieron en 1531 cuando volvió a declararse corregimiento, motivo por el que pasó a manos de la Corona, es decir, Cholula sólo tuvo encomienda unos cuantos años.4 La fundación de la ciudad de Puebla en 1531 representó un duro golpe para Cholula pues se le desagregó la parte oriental de su territorio, además de que, al igual
que
otras
poblaciones
indígenas
como
Tochimilco,
Huejotzingo,
Teotimehuacan, Tepeaca, Nopalucan, Tenango y Tecamachalco, pasaría a depender, administrativa y jurídicamente, de la novel ciudad, debido a que se buscaba consolidar una importante zona agrícola y ganadera que abasteciera de productos a la capital del virreinato. Las autoridades reales también determinaron que Cholula, junto con Tlaxcala, Huejotzingo, Calpa y Tepeaca, aportaran una cierta cantidad de hombres para la construcción de los edificios de Puebla y para el servicio de las ventas situadas entre Veracruz y la ciudad de México.
El cultivo de la grana En la Relación de Cholula de Gabriel de Rojas, escrita en 1592, se indicaba que la grana cochinilla constituía uno de los principales productos que sustentaban la economía de Cholula, afirmación que no resulta exagerada pues este artículo llegó 3
Barjau, Conquista, 2009, pp. 84-90. Lomelí, Breve, 2001, p. 33; González Hermosillo, Gobierno, 1992, p. 7; Nolasco, “Cuauhtlancingo” en Marquina, Proyecto, 1970, p. 263. 4
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a ser el segundo renglón en importancia entre las exportaciones novohispanas. El cultivo del insecto hemíptero conocido como nocheztli (sangre de tuna) o grana cochinilla (Dactylopius coccus) ya era practicado por los indígenas prehispánicos, quienes adaptaron una especie de nopal (Nopalea cochenillifera o Opuntia ficusindica) que se criaba en huertas permanentes a las que se conocía como nopaleras. De este insecto se obtenía un tinte para teñir los textiles de algodón y el tochomilte (pelo de conejo). Existía otro insecto silvestre del mismo género (Dactylopius indicus) que producía el tinte, pero era de menor calidad por lo que no se le ponía la misma atención. Los principales productores de grana fueron los mixtecos. A través de diversos documentos indígenas se tiene conocimiento de que diversos pueblos incluían la grana entre los tributos que debían entregar a los mexicas. Así, Coixtlahuaca, Nochiztlán y Cuicatlán pagaban, en conjunto, 40 cargas de grana que valían 800 mantas; Cuilapan y su provincia 20 cargas con un valor de 400 mantas; Tlaxiaco, Achuitla y Zapotlán 5 cargas que equivalían a 100 mantas. Otros que también tributaban grana eran los zapotecos y chontales de Ocelotepec, los cuicatecos y chinantecos de Atlatlauca y Malinaltepec. Otros sitios en los que también se cultivaba la grana eran Huejotzingo, Tlaxcala y Cholula. 5 Aunque los cronistas españoles indicaban que la grana cochinilla no tenía gran importancia en la época prehispánica, Francisco Javier Clavijero indica que esa afirmación era falsa pues lo que los hispanos hicieron fue intensificar los cultivos existentes y extenderlo a nuevas regiones. Los recientes estudios muestran que la opinión de Clavijero era correcta, pues se acrecentó el cultivo de este artículo cuando se advirtió su potencialidad económica. De hecho, se ha mencionado que la grana revolucionó la industria de los colorantes y desplazó de los mercados europeos la púrpura de Tiro. La grana alcanzó tal primacía que no sólo se utilizaba para teñir el traje talar del Papa, sino también los mantos de la realeza. Este producto llegó a exportarse hasta China y Turquía, motivo por el que no debe extrañar que se convirtiera en uno de los ramos más lucrativos de la economía novohispana, al grado que los comerciantes españoles la acaparaban,
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Romero, “Agricultura” en Rojas, Agricultura, 1990, p. 172; Rojas, “Agricultura” en Rojas, Agricultura, 1990, pp. 19, 45, 115; Dahlgren, Grana, 1990, pp. 11, 13-14.
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situación por la que Motolinia expresaba que la grana “es cosa tenida en mucho precio porque es muy subido colorado”. Sin embargo, no toda la grana era de la misma condición. Así, fray Bernardino de Sahagún consideraba que había tres tipos de grana: la tlacuáhuac tlapalli o grana fina, la tlapalnextli o grana cenicienta que se mezclaba con greda o harina y la tlapalnextli o falsa que dañaba a las buenas cochinillas y secaba las hojas de la tuna. Una clasificación parecida se presentó en un memorial de 1620, escrito por el Secretario del Consejo de Indias, en el que se hablaba de sus diferentes clases de acuerdo a sus cotizaciones y bondades como materia colorante.6 Se consideraba de primera calidad el que provenía de la Mixteca y Oaxaca, debido a que proporcionaba más color; el de segunda calidad se encontraba el de las provincias de Tlaxcala, Cholula y el Marquesado del Valle, la cual se denominaba comúnmente “Tlaxcala”, que era fina pero de menor calidad porque se mataba al insecto con ceniza; y el de tercera era el que se producía en Chiapas y Campeche, llamada en general “Yucatán”, misma que requería de un mayor número de libras para colorear y que no servía para teñir la seda. Ahora bien, la producción de este colorante en la región de Cholula fue estimulada por el hecho de que la Corona, en la segunda mitad del siglo XVI, decidió establecer un monopolio del pigmento, situación derivada de su auge en Europa, motivo por el que se determinó que sólo se permitiría su cultivo en diversos poblados de Puebla (Cholula, Calpan, Tepeaca, Huejotzingo y Tecamachalco) y Oaxaca (Tuxtepec, Cuilapan y la Mixteca Alta), es decir, en zonas que tenían clima seco de tierra fría, aunque también se desarrolló en ciertas regiones de Michoacán, Chiapas y Campeche. En el caso particular de Puebla, para 1550 el mercado de la grana cochinilla había alcanzado proporciones impresionantes, a tal grado que se mencionaba que se obtenían ganancias por 200 000 pesos anuales. El mercado poblano era proveído por Tlaxcala, Cholula, Tepeaca, Tecamachalco y otros pueblos. Sin embargo, en 1554 los comerciantes poblanos denunciaron que había carestía de grana cochinilla además de que los indígenas, mestizos y españoles
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Dahlgren, Grana, 1990, pp. 9, 15; Benavente, Historia, 1990, p.140; Sahagún, Historia, 2002, tomo III, p. 1130.
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cometían actos fraudulentos, pero de lo que se cuidaron de decir es que ellos incurrían en acaparamiento del producto.7 La acusación de los comerciantes no era exagerada, pues el cultivo de la grana propició prosperidad pero también un desenfrenado afán de lucro. Así, por ejemplo, en 1561 los gobernadores indígenas de Tlaxcala realizaban ventas semanarias de 15 a 16 arrobas (175 kilogramos) por un valor de 900 pesos. En el caso particular de Cholula, el cultivo de la grana cochinilla se intensificó desde mediados del siglo XVI, aunque Norma Castillo considera que el auge del cultivo se daría hasta la década de 1580. Sin embargo, interesa destacar que la extensión del cultivo con fines comerciales, tanto locales como ultramarinos, redundaría en un cambio del paisaje, pues las nopaleras se diseminarían y convivirían con cultivos como el maíz y el trigo. Es importante mencionar que estas plantas tienen características agronómicas distintas y por lo mismo, se requiere saber si las dos se complementaron o compitieron por el uso de las tierras. En la Relación de Gabriel de Rojas se mencionaba que la producción de grana cochinilla alcanzaba entre 23 y 46 toneladas, en años prósperos, lo que nos puede dar una idea de que había extensiones importantes de nopaleras, pues Dahlgren menciona que para obtener una libra (460 gramos) se requerían 70 mil insectos. No se debe considerar que De Rojas exageraba la información, pues en Nexapa, un pueblo dependiente de Santa María Ecatepec, se mencionaba que en años abundantes se recolectaban 2 500 arrobas (29 toneladas) y cuando la cosecha era mala, un poco más de la mitad. Es difícil determinar la cantidad de tierra que se dedicaba al cultivo de la grana, pues ni Rojas ni informantes posteriores arrojan luz sobre este punto así que proponer cualquier estimación resultaría aventurado.8 Aunque no contamos con datos referentes a la manera en la que se realizaba el cultivo de la grana cochinilla en Cholula, es probable que los indígenas de esta región hayan utilizado las mismas técnicas que empleaban los pueblos de la Mixteca. De acuerdo con los Informes redactado en 1766 por 7
Dahlgren, Grana, 1990, pp. 16-17; Rojas, “Agricultura” en Rojas, Agricultura, 1990, p. 116; Bonfil, Cholula, 1973, p. 30; Romero, “Agricultura” en Rojas, Agricultura, 1990, p. 167. 8 Dahlgren, Grana, 1990, p. 13; Vasco, “Informe” en Dahlgren, Grana, 1990, p. 57.
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Joaquín Vasco y Vicente Magán, el primero era cura párroco de Santa María Ecatepec y el segundo de Santa María Lachixio, cuando los naturales querían sembrar nopales, lo primero que hacían era realizar surcos, es decir, hacer agujeros en línea recta de un cuarto de profundidad, un tercio de ancho y una vara de distancia entre cada uno; después procedían a introducir tres hojas de nopal en cada agujero, mismas que habían sido cortadas con una antelación de 20 días para ponerlas a secar y evitar que se pudrieran, pero a éstas no se les echaba tierra encima pues buscaban que enraizaran por sí mismas, además de que se les revisaba para buscar que no trajeran grana silvestre. La siembra de los nopales se realizaba en dos ocasiones: la primera entre mayo y junio y la segunda entre noviembre y diciembre. A los tres años, los nopales estaban en condiciones de criar la grana pues contaban con hojas suficientes, motivo por el que se procedía a abonar la planta y a quitarle todas las yerbas que crecían a su alrededor con una coa aunque se procuraba evitar dañar al nopal, pues cualquier “herida” podía causar su pérdida. La limpieza se realizaba en otras dos ocasiones antes de que se pusiera la semilla madre. Había tres momentos en los que se colocaba la semilla de la cochinilla: en los lugares más cálidos podía ser entre agosto y septiembre o entre septiembre y octubre, mientras que en los sitios más fríos, entre noviembre y diciembre. Después de realizar esta acción, se limpiaban las hojas todos los días para espulgar y matar todos los animales que la dañaban, asimismo se procuraba retirar todas las tunas para evitar que éstas absorbieran los líquidos de los que se alimentaban los insectos.9 Los nidos en los que se criaría la grana cochinilla variaba de acuerdo a los materiales con los que se contaba y a la habilidad de los cosecheros. En la Mixteca oaxaqueña se hablaba de dos tipos de nido: uno se construía con pastle, una hierba que se cría en los encinos altos, y se le daba forma de un nido de pájaro en el que se colocaban diez o doce granos de semilla madre, se amarraba con más pastle y se llevaba a las nopaleras. El segundo se fabricaba con unos magueyes silvestres que también crecían en los encinos, los cuales se cortaba y ponían a secar al sol para que se encogieran y pudieran doblarse a la mitad. Se 9
Vasco, “Informe” en Dahlgren, Grana, 1990, pp. 46, 49-50, 65.
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amarraban dos de las hojas de los magueyes para formar unas alforjas o tenates en las que se ponían doce semillas madre y se colgaban en las hojas del nopal, a fin de que los hijos pudieran cubrir las hojas. Los cosecheros buscaban que en cada hoja sólo se criaran 50 insectos para que su tamaño fuera el adecuado y para que hubiera lugar para los que nacerían en la segunda cosecha. A los cuatro meses se recogían, pero se dejaban hijos y se trasplantaban las madres. Los hijos se recolectaban a los tres meses, los cuales se quitaban en su totalidad para evitar que el nopal se cayera a causa del peso. Vasco indicaba que en los pueblos de clima frío se lograban tres cosechas y en los templados, sólo dos. Tanto en uno como en otro caso, la primera recolección se realizaba entre febrero y abril. Es de destacar que la cosecha era la única etapa del proceso en el que tenían participación las mujeres. Para prevenir los daños que podían causar a la grana el frío, las heladas, la evaporación, el granizo y las aguas torrenciales, los cosecheros procuraban construir petates o esteras para resguardar las nopaleras. Vicente Magán indicaba que había dos formas de retirar la grana cochinilla de las hojas: los de la Sierra lo realizaban con un palo delgado del ancho de un dedo y filoso que dejaba íntegros a los insectos; en tanto que los del Valle empleaban el xilhuastle que tenía la forma de un peine pero tenía el inconveniente de que los reventaba.10 Aunque los dos informes databan de 1776, no se puede pasar por alto que las técnicas empleadas por los indígenas se habían modificado poco y que éstas debieron ser utilizadas en las otras regiones en donde se cosechaba la grana. A diferencia de los testimonios anteriores, De Rojas indicaba que la grana se cosechaba en Cholula entre mayo y agosto. Otro dato relevante es que decía que los nopales eran podados con dos intenciones: los pudiera iluminar el sol y se facilitara la recolección de la grana, aunque es evidente que también se hacía con la intención de que hubiera una mayor cantidad del jugo con el que se alimentaba el insecto. La afirmación de De Rojas se puede corroborar en una serie de grabados referentes al cultivo de la grana cochinilla, mismos en los que se puede
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Vasco, “Informe” en Dahlgren, Grana, 1990, pp. 51-52, 55-56; Magán, “Informe” en Dahlgren, Grana, 1990, pp. 75-77.
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observar que cada uno de los nopales contaba entre diez y quince hojas además de que tampoco se les dejaba crecer, el tamaño máximo que alcanzaba era de vara y media (1.25 metros) a dos varas (1.672 metros) pues de otra forma no se les podría tener el cuidado que se requería, sobre todo para evitar que las distintas clases de gusanos, Vasco mencionaba seis, mataran a las granas cochinillas. Como se puede observar, la imposición del cultivo de la grana no sólo significó un cambio en el uso del suelo, pues es probable que muchas de las tierras dedicadas al policultivo cedieran su lugar al monocultivo, sino también en las técnicas de cultivo. De Rojas reconocía que los indígenas no eran los principales beneficiarios de este cultivo, sino los españoles que compraban la grana por libra o por arroba, de tal manera que Cholula aportaba una buena parte de las 12 mil arrobas que se embarcaban a España. Aunque Bonfil afirma que la producción de la grana cochinilla alcanzó una fase crítica en 1593 como consecuencia de la falta de interés de los indígenas que la trabajaban y de los españoles que la comerciaban, lo cierto es que la situación era distinta.11 Norma Castillo menciona que en ese año los tratantes españoles lograron comerciar más de 2 000 arrobas (23 toneladas) de grana, la cual se pagaba a 40 pesos en el caso de los indígenas y 50 para los españoles. Aunque Castillo plantea que la diferencia de los precios era consecuencia del monopolio que los hispanos ejercían sobre este ramo, lo cierto es que una revisión de los contratos de compraventa de grana muestran que no había un precio fijo sino que éste era establecido de acuerdo a las negociaciones. Así, por ejemplo, a Francisco de Vala se le pagaron 33 pesos por arroba, a Alonso Ramis 41 pesos, a Francisco Ximénez 39 pesos 4 tomines y a Alonso Vigil 38 pesos.12 Debido a que en 1576 se desplazaron a los comerciantes indígenas del trato de la grana, no debe extrañar que en Puebla se establecieran 80 tratantes españoles que buscaban por todos los medios, muchos de ellos de tipo fraudulento, obtener la grana de los cosecheros indígenas residentes en Cholula, Calpan, Huejotzingo, Atlixco y Tlaxcala. Aunque las autoridades virreinales trataron de impedir que se cometieran 11
Rojas, “Relación” en Acuña, Relaciones, 1985, pp. 137-139, 143; Bonfil, Cholula, 1973, pp. 30, 61-62. 12 AGNP, caja 1, legajo 1, ff. 411, 414, 416, 441v-442.
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abusos en contra de los indígenas, una denuncia presentada en 1584 por un indígena llamado Lázaro Gallegos evidenciaba que las prácticas dolosas eran ejercidas hasta por el mismo corregidor, pues Lázaro indicaba que éste le quería comprar su grana a seis tomines cuando el precio era de nueve, motivo por el que se negó a vender pero su acción ocasionaría que el alguacil y el justicia mayor buscaran impedirle que la comercializara. Lo peor de todo es que el mismo corregidor contravenía una orden del virrey que ordenaba que se evitara cometer abusos en contra de los indígenas.13 Para evitar que se cometieran más abusos, en 1586 el virrey Marqués de Villa Manrique ordenó que los comerciantes que rescataran la grana de los tianguis de Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula, debían declarar el número de arrobas y libras que compraban ante el juez y el escribano de la ciudad o pueblo en el que hicieran la transacción, asimismo debían especificar si la adquirían para su propio provecho o para el de otras personas. Es de destacar que la supuesta crisis descrita por Bonfil fue producto de que el juez de la grana, establecido en Puebla, obstaculizaba su registro, situación que ocasionó que desde 1590 un grupo de tratantes, entre los que se encontraban Jorge Vacas, Francisco López, Francisco de Valencia, Marcos de Cepeda, Juan de Meza, Diego de Asca, Agustín de Sierra, Francisco de Espinosa, Alonso Gómez, Sebastián de Galvéz, Simón López, Sebastián de Arizmendi, Diego de la Cueva, Garci González, Diego García de León, Juan Yañez de León, Diego de Sorcia y Francisco Muniz, pidieran al virrey que se estableciera un juez de grana en Cholula, pues decían que con ello se evitarían los “agravios, costas y perdidas” que existían cuando se trasladaba a Puebla. Las peticiones de los comerciantes de la grana tendrían fruto y la Corona dispuso que se estableciera un juez de grana en Cholula en 1620, situación que sólo benefició a los españoles pues los indígenas tuvieron que pagar más por los derechos de venta, además de que se les presionó para que vendieran más barato. Los abusos que se cometían contra los indígenas, tanto por los funcionarios como por los comerciantes, provocaría que éstos decidieran en 1663
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Castillo, “Economía” en Patiño, Historia, 1999, pp. 37, 39.
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destruir las nopaleras cuyos terrenos serían ocupados por plantíos de maguey para la elaboración de pulque. 14
A manera de conclusión La importancia religiosa y comercial que Cholula ostentaba en la época prehispánica sería trastocada a consecuencia de la conquista española y de ser un señorío independiente, se convertiría primero en una encomienda y después en un corregimiento dependiente de la recién fundada ciudad de Puebla, misma a la que le tenía que prestar servicio tanto para la construcción de los edificios públicos y privados como para el cultivo de sus sembradíos. Como se mostró en el trabajo, la grana cochinilla se convertiría en uno de los principales productos de la región, situación que se explicaba por el hecho de que el cultivo de este insecto constituía, para la Corona española, uno de los rubros más lucrativos de la economía novohispana. La demanda de este producto generó que la metrópoli determinara establecer un estanco, motivo por el que ciertas zonas sólo se dedicarían a su cultivo y Cholula fue una de las elegidas por las autoridades españolas. Aunque el mercado cholulteca logró generar notables ganancias, resulta significativo que los indígenas hubieran destruido sus nopaleras por causa de las injusticias que sufrían de los comerciantes españoles. Desgraciadamente carecemos de registros que indiquen cuál fue la reacción de los españoles ante este hecho y de qué manera afectó la economía regional, aspectos que sin duda requieren ser explicados para determinar el alcance de un acto de estas dimensiones.
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AGNP, caja 1, legajo 2, ff. 649-650; Castillo, “Economía” en Patiño, Historia, 1999, pp. 39-42; Nolasco, “Cuauhtlancingo” en Marquina, Proyecto, 1970, p. 264.
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Archivos Archivo General de Notarías de Puebla
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ISBN: 978-607-7698-79-1
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