El culto al líder y los delirios de grandeza El partido único y la sumisión de las masas

5. Barbarie. Dos siglos de barbarie. 5.2. Los totalitarismos. 5.2.1. El culto al líder y los delirios de grandeza. 5.2.2. El partido único y la sumis
Author:  Emilio Soto Ruiz

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5. Barbarie. Dos siglos de barbarie. 5.2. Los totalitarismos.

5.2.1. El culto al líder y los delirios de grandeza. 5.2.2. El partido único y la sumisión de las masas. 1. Términos y conceptos. - Stalinismo / Fascismo / Nazismo / Franquismo / Maoísmo. - Presidium / Nomenklatura - Chetka / SS / Guardia Roja / Gestapo. - Deportación / Reeducación / Gulag. - Totalitarismo / Dictadura - Líder / Führer / Duce / Caudillo / Gran Timonel. - Purgas / Campos de concentración / Gulag / Campos de exterminio / Holocausto / Campos de reeducación. - Antisemitismo / anticomunismo. - Frentepopulismo / Frentes Populares. - Encuadramiento. - Corporativismo.

2. Acontecimientos, personajes, fechas, ... - PCUS / PCCH. - Partido Nazi (Camisas pardas) - Partido Fascista (Camisas negras). - Falange Española (Camisas azules). - Stalin / Hitler / Mussolini / Franco / Mao. - Noche de los cuchillos largos / Noche de los cristales rotos / Marcha sobre Roma / Revolución cultural / 18 de julio. - Planes quinquenales / Gran salto hacia delante / Batalla del trigo / Autarquía franquista. - III Reich / Anschluss. - Potencias del Eje. - República de Weimar / II República esp.

Salvador Dalí, El enigma de Htiler,1939.

1. La crisis de las democracias. Durante el período de entreguerras (1918-1939), en una coyuntura histórica especialmente compleja, cuando parecía que los sistemas políticos europeos llegaban a consolidar finalmente sus regímenes democráticos, afianzando el funcionamiento del parlamentarismo y extendiendo los derechos y libertades de la ciudadanía; cuando la mujer conseguía los derechos políticos que se le habían negado históricamente y el propio movimiento obrero parecía decidido a adoptar la vía del reformismo, optando por la socialdemocracia y el juego parlamentario; cuando, en fin, la democracia se extendía por países que, hasta ese momento, no habían sido capaces de desprenderse definitivamente del autoritarismo instalado en sus estados, como era el caso de la Europa central y oriental, con Austria o la propia Alemania como ejemplos señalados, pues bien, justo en ese contexto histórico, la democracia y los regímenes parlamentarios sufrieron su mayor crisis de legitimación, siendo cuestionados desde diversos frentes, incluidas esas clases medias y burguesas que se habían identificado políticamente con este sistema político y que, en cierto modo, había constituido el medio político e institucional para su preeminencia o predominio político. ¿Qué es lo que provocó esa crisis de las democracias europeas? ¿Qué condujo a esa falta de legitimidad, de fuerza, de solidez de los regímenes parlamentarios, cuestionados por un importante número de ciudadanos encuadrados en las nuevas fuerzas fascistas, capaces de imponerse a una mayoría silenciada y pasiva? En primer lugar, la I Guerra Mundial puso en evidencia alguna de las debilidades propias de los regímenes parlamentarios. Durante el conflicto, los sistemas parlamentarios se vieron obligados a prescindir de sus reglas de funcionamiento, viéndose relegado y subordinado el poder legislativo por el ejecutivo, es decir, perdiendo los parlamentos la iniciativa política, que pasaba a manos de los gobiernos, y los medios de control sobre éstos, que actuaron durante los años de la contienda sin rendir cuentas de sus medidas y decisiones. Esta dinámica condujo a un cierto dislocamiento del parlamentarismo y a que viniera a cuestionarse su mantenimiento, por ineficaz, ante situaciones de crisis, como la que se vendría a vivir en la postguerra. Por otra parte, el parlamentarismo estaba viviendo en esos años una coyuntura de cambio y transformación profunda, adaptándose a la nueva realidad política derivada de la universalización del voto, que obligaba a una importante reconversión de los partidos liberales, que seguían siendo sustancialmente igual que en el siglo XIX, organizaciones de élites, que tenían que convertirse en los nuevos partidos de masas de las democracias del siglo XX. De ahí que el sistema electoral, el funcionamiento de los partidos y del propio parlamentarismo no respondieran adecuadamente a las demandas y necesidades de las masas ciudadanas, que veían ajenas las instituciones políticas y a los partidos, con elecciones que habitualmente no respondían exactamente a la voluntad de los votantes, siendo habitualmente controlados y manipulados los resultados electorales. Por tanto, no es de extrañar que los regímenes parlamentarios y las incipientes democracias europeas se vieran cuestionados por la ciudadanía en general, en un momento en el que no habían dado el paso definitivo para su modernización institucional y su funcionamiento resultaba todavía poco efectivo y adecuado para la nueva sociedad de masas que iba surgiendo. Por otra parte, los estados europeos se veían también en la tesitura de admitir en sus parlamentos a los partidos socialistas, sobre todo a aquellas fuerzas que habían optado por la socialdemocracia, debiendo incluir en sus agendas políticas las demandas de los obreros, lo que implicaba una nueva acción legislativa de tipo social, encaminada a proteger a los trabajadores frente a los abusos del empresariado, terminando con la política liberal imperante en las relaciones laborales hasta entonces. Un reto que no resultaba fácil de desarrollar, dada la oposición de los propietarios agrarios e industriales, reacios a cualquier medida que implicase restricciones a su iniciativa empresarial. En segundo término, como un gran telón de fondo que cubre toda esta época, actuó la crisis económica. Las destrucciones de la guerra y el endeudamiento a que dio lugar la guerra supusieron lastres difíciles de combatir durante los años siguientes a la contienda, marcados por la necesidad de reconvertir una economía de guerra en una de paz. Ni siquiera las inversiones para la reconstrucción, en un momento en el que el crédito no resultaba ni accesible ni sostenible, supusieron un empuje suficiente al crecimiento económico, que sólo alcanzó cifras positivas en la coyuntura de 1924 a 1929, los llamados “felices años veinte”, marcados por una cierta recuperación económica. Las políticas de ajuste público, para tratar de reducir el montante de la deuda, los procesos inflacionistas que se vivieron, especialmente en Alemania, y las devaluaciones de la moneda, en un contexto en el que no fue posible la reactivación del comercio internacional, todavía basado en el patrón oro, y en el que los países europeos vieron relegado su predominio económico frente a nuevas potencias emergentes (especialmente Estados Unidos) no ayudaron a salir satisfactoriamente de la crisis. Si a esto le sumamos los efectos del “crack” bursátil de 1929, que afectó irremediablemente a Europa, debido a las inversiones norteamericanas en el continente y a la deuda acumulada desde la guerra, el panorama económico de estos años no resultaba alentador. Antes al contrario, los efectos sociales de esa situación económica acompañaron y provocaron el cuestionamiento del sistema político, que veían ineficaz para adoptar las medidas adecuadas que la crisis exigía. De hecho, las políticas liberales que hasta entonces venían aplicando los estados occidentales se veían entonces como inútiles para dar un giro a la situación, contrastando con las políticas estatalistas y centralizadoras que vendrían a adoptar los regímenes totalitarios, tanto la Unión Soviética, donde parecía más naturales y obvias estas políticas, como en los estados fascistas, en donde se aplicaría un férreo control estatal de la economía. De este modo, la crisis económica, el paro y la inflación crearon un importante contexto de descontento social, que vendrían a aprovechar y canalizar las fuerzas políticas anti-parlamentarias, desde las más radicales de izquierda, lideradas por los nuevos partidos comunistas, hasta las nuevas fuerzas fascistas.

La propia guerra, especialmente los tratados de paz, constituyeron otro factor desestabilizador de las democracias europeas. El fervor nacionalista que se excitó desde los propios gobiernos supuso el desarrollo de planteamientos patrióticos radicalizados, orientados hacia el odio a los enemigos nacionales, que ni siquiera la victoria en la guerra, mucho menos la derrota, iba a ser capaz de neutralizar. Lo cierto es que la realidad internacional fue incapaz de crear un nuevo orden que previniera futuros conflictos (fracaso de la Sociedad de Naciones) y de restablecer relaciones pacíficas entre los antiguos contendientes. Francia vio insatisfechas sus aspiraciones, a pesar de reincorporar Alsacia y Lorena a su dominio territorial, creyendo insuficientes las reparaciones que Alemania se vio obligada a pagar y que mal cumplía debido a sus penurias financieras. De hecho, Francia se creyó en el derecho de invadir la próspera e industrial cuenca del Rhur, perteneciente a Alemania, como garantía y sustitución de las reparaciones impagadas. En el lado de los vencidos aún fue mucho peor el clima político derivado de la derrota en la guerra. Alemania, considerada la única culpable y responsable de la guerra, vivió una auténtica humillación a su honor y dignidad nacional, aún mayor al considerarse la nación llamada a convertirse en la potencia hegemónica europea y mundial. Si a eso le unimos las imposiciones militares de los acuerdos de paz, obligada a desmilitarizarse, y a las reparaciones económicas de la guerra, que suponía hacer frente a unos pagos millonarios que su hacienda pública era incapaz de recaudar, que incapacitaban su recuperación y ahondaban la crisis económica, nos da una imagen clara del sentir colectivo de los alemanes en esos años. En el caso de Italia, aun estando en el lugar de los vencidos, la frustración fue similar, al no ver correspondidos sus sacrificios por ningún logro significativo en los tratados de paz, sin ver cumplidas sus aspiraciones coloniales en África. De este modo, flotaban en la atmósfera política de los estados europeos los sentimientos de frustración, de revancha, renovando los sentimientos irredentistas y los odios a los estados vecinos contra los que se habían enfrentado. Los propios excombatientes, que habían vivido directamente los horrores de la guerra, representaban ese conjunto de sentimientos negativos, al observar cómo sus sacrificios y sufrimientos no habían servido para nada, considerando mal pagados sus esfuerzos y sintiéndose humillados tras su compromiso con la nación. No es de extrañar que fueran estos reservistas los primeros en afiliarse en los grupos radicales que dieron nacimiento a los partidos fascistas. Además, la guerra había dado a los militares un protagonismo político y efectivo que, difícilmente, iban a ceder ante las fuerzas políticas. Muchos oficiales se consideron a sí mismos como los únicos guardianes de los valores patrióticos y de las esencias del estado, así como la única opción digna y posible para su correcto funcionamiento. En muchos casos los militares se vieron identificados con las nuevas propuestas defendidas por los partidos fascistas, atendiendo a sus planteamientos regeneradores de la política, anti-parlamentarios y autoritarios, haciéndose partícipes de la sustitución del poder civil por el militar. Por último, los efectos de la revolución rusa y la instauración del comunismo en ese país. El efecto imitatorio que provocó en ciertas fuerzas obreras dio lugar a una importante oleada revolucionaria por toda Europa, desde la revolución espartakista en Alemania, la liderada por Otto Bauer en Austria, la conflictividad obrera en Italia bajo los postulados de Antonio Gramsci, hasta el “Trienio revolucionario” en España. Esta reactivación de la conflictividad obrera, que había permanecido aletargada durante la guerra, supuso un intenso cuestionamiento de los regímenes parlamentarios europeos. El propio nacimiento de la III Internacional y la creación de los partidos comunistas, que suponía un nuevo impulso a las pretensiones revolucionarias del socialismo europeo, provocó un nuevo desafío a los estados parlamentarios, que se vieron superados a la hora de defender las instituciones ante la movilización de las masas urbanas y de los trabajadores del campo. Los propios propietarios agrícolas y los empresarios industriales observaron con temor este nuevo envite del socialismo revolucionario, que se había atrevido a ocupar las fábricas y las propiedades, ante unos estados que no eran capaces de defender, como antes, sus intereses. De ahí que esta burguesía agrícola y de negocios viera con buenos ojos el ascenso de los movimientos fascistas y respaldara sus actitudes y actividades anti-comunistas, aplaudiendo las muestras de violencia que practicaban contra comunistas, revolucionarios y otros grupos étnicos y sociales considerados amenazas del orden o de las esencias de la patria, convirtiéndose en cómplices y simpatizantes en unos casos, y miembros activos en otros, de estas fuerzas políticas. Queda claro y evidente que, esos años de entreguerras, en los que las democracias tenían ante sí el reto de establecer unos sistemas efectivos, eficaces y duraderos, capaces de aglutinar y representar al conjunto de los ciudadanos, incluyendo los intereses y demandas de los trabajadores, no fueron los más propicios para tal tarea. La propia realidad de la posguerra, las inercias políticas e institucionales vividas en la contienda, las consecuencias de la misma, así como las dificultades del propio sistema político para adaptarse a la nueva realidad de masas propia del siglo XX, todo ello bajo el telón de fondo de la crisis económica y sus efectos sociales y, por si fuera poco, el despertar del radicalismo revolucionario al calor del triunfo del comunismo en Rusia, hicieron difícil, casi imposible, asentar la democracia en Europa. De hecho, tanto por parte de una buena parte del obrerismo, que creía insuficiente la acción reformista de los estados parlamentarios, como por parte de los nuevos movimientos fascistas, completamente anti-parlamentarios y críticos y enemigos de los partidos liberales tradicionales, fue común el prescindir de las democracias y luchar por sus propias alternativas políticas. A su vez, elementos fundamentales para el sostenimiento y defensa de los regímenes parlamentarios, como eran el ejército y los intereses de las empresas industriales y de los propietarios agrícolas, o las propias clases medias, asustadas por el avance del radicalismo revolucionario, dejaron a las democracias desprovistas de sus aliados naturales, indefensas ante el avance de los partidos fascistas, que muchos creían la única salvación ante el terror comunista. De hecho, tanto en Italia como en Alemania, los partidos fascista y nazi, que participaron dentro del sistema democrático que denostaban y combatían, alcanzaron el poder de forma pacífica. Los fascistas siendo llamados a gobernar por el propio monarca, Víctor Manuel III, y los nazis tras su victoria electoral en la república de Weimar. El fascismo niega que el número, por el solo hecho de ser número, pueda dirigir las sociedades humanas; niega que este número pueda gobernar gracias a una consulta periódica. Afirma la desigualdad indeleble, fecunda, bienhechora de los hombres, que no es posible nivelar gracias a un hecho mecánico y externo como el sufragio universal. [...] La democracia es un régimen sin rey, pero que lo reemplaza por numerosos reyes, a veces más exclusivos, más tiránicos, más ruinosos que un rey tirano... El fascismo rechaza en la democracia la absurda mezcla convencional de la igualdad política, el hábito de irresponsabilidad colectiva, el mito de la felicidad y el progreso indefinido. Pero si la democracia puede comprenderse de manera diferente, si no significa agrupar al pueblo al margen del Estado, el fascismo ha podido ser definido por el que escribe estas líneas como una ‘democracia organizada, centralizada, autoritaria’. Ni agrupaciones (partidos políticos, asociaciones, sindicatos), ni individuos fuera del Estado. Por consecuencia, el fascismo es opuesto al socialismo, que empequeñece el movimiento histórico hasta el punto de reducirlo a la lucha de clases, y que ignora la unidad del Estado, que funde las clases en un único bloque económico y moral. Por las mismas razones, el fascismo es enemigo del sindicalismo. [...] La evolución económica y política universal, después de ‘1929’, ha reforzado todavía este punto de vista doctrinal. [...] Lo que se llama la crisis no puede ser resuelto más que por el Estado, dentro del Estado. Es el Estado el único que puede resolver las dramáticas contradicciones del capitalismo. El fascismo quiere un Estado fuerte, poderosamente organizado e incluso apoyado sobre una amplia base popular. El Estado fascista se atribuye también el dominio económico. Gracias a las instituciones corporativas, sociales, económicas, creadas por él, el influjo del Estado penetra hasta los más lejanos tentáculos, mientras que dentro del Estado circulan, encuadradas en sus organizaciones respectivas, todas las fuerzas políticas, económicas e intelectuales de la nación. Mussolini, Benito. La Doctrina del fascismo, 1930.

¿Qué venimos a hacer al Reichstag? Somos un partido antiparlamentario. Tenemos excelentes razones para rechazar la Constitución de Weimar y las instituciones republicanas que ella implica. Somos los adversarios de una democracia desnaturalizada, que pone en la misma bolsa al inteligente y al idiota, al trabajador y al perezoso vemos en el actual sistema de mayoría de votos y en la organizada irresponsabilidad la causa principal de nuestra creciente ruina. ¿Qué vamos a hacer por tanto en el Reichstag? Vamos al Reichstag para procuramos armas en el mismo arsenal de la democracia. Nos hacemos diputados para debilitar y eliminar el credo de Weimar con su propio apoyo. Si la democracia es tan estúpida que para este menester nos facilita dietas y pases de libre circulación, es asunto suyo. (…). También Mussolini fue al Parlamento. Y a pesar de ello, no tardó en marchar con sus camisas negras sobre Roma. Goebbels, artículo en el periódico “Der Angriff”, 30-4-1928. “¿Tú crees que el hambre es necesaria? ¿Quizá la has conocido ya? Veinte millones de alemanes tienen hambre como tú (...) Mañana, volverás a la oficina de colocación y te apuntarás. Aparte de esto, no tendrás nada más que hacer mañana (...) El número de parados ha aumentado en cuatro millones. ¿Crees tú que este número bajará si no cambian los métodos? (...). Tenemos todo lo necesario: la tierra que produce el pan, las manos que trabajan, las máquinas que podrían fabricar en abundancia todo lo que nos hace falta. ¿Por qué, entonces, estar hambrientos? (...) ¿Te parece todo esto normal? Entonces ve y vota por quienes han hecho una política que no ha cambiado en nada nuestra miseria, sino que por el contrario, la aumenta cada año. Pero si te queda tan sólo un rayo de esperanza, ¡entonces vota a los nacionalsocialistas¡ que piensan que todo esto se puede cambiar. ¿Qué dice Hitler de esta situación? ¡No dice nada¡ ¡Adolf Hitler haría algo¡ ¡No se quedaría quieto esperando que el extranjero tenga ganas de chuparnos todavía más dinero¡ Lo que haría Adolf Hitler está todo preparado y a punto. Hitler solo espera el día en que tú decidas por él, para poder ayudarte. Propaganda nazi en las elecciones de Prusia. Abril de 1932. 1. ¿Cuáles son las consideraciones que hacen del régimen democrático tanto Mussolini como Goebbels? ¿Cuáles son sus posiciones con respecto a las organizaciones e instituciones representativas?

2. ¿Qué alternativa da Mussolini al sistema parlamentario, al régimen democrático, en qué consiste? ¿Qué implicaciones y consecuencias tiene la concepción del estado que propone?

3. Desde el punto de vista económico, ¿qué es lo que proponía Mussolini? ¿A qué situación trataba de dar respuesta o solución?

4. ¿Cuál es la realidad económica y social que pinta Goebbels en su propaganda del nacionalsocialismo? ¿A qué situaciones concretas hace referencia?

5. Tanto el fascismo italiano como el nacionalsocialismo alemán participaron en el juego poítico de sus respectivos regímenes parlamentarios y tomaron pacíficamente el poder. ¿A qué se debió este ascenso? ¿Cómo consiguieron el apoyo social necesario? ¿Por qué las democracias de estos dos países no fueron capaces de resistir el triunfo del fascismo y del nazismo?

La guerra de 1914 no fue impuesta a las masas -Dios es testigo de ello-, sino todo lo contrario, deseada por todo el pueblo […] También para mí estas horas fueron como una liberación de penosas impresiones de mi juventud. No me da ninguna vergüenza decir hoy que, transportado por un entusiasmo tumultuoso, caí de rodillas y agradecí al cielo de todo corazón el haberme otorgado la dicha de poder vivir en una época como aquella […] [Para los alemanes, sin embargo] […] ¡fueron vanos todos los sacrificios y todas las privaciones!, ¡fue en vano haber sufrido hambre y sed durante meses interminables; inútiles las horas en que, oprimidos por la angustia de la muerte, cumplíamos, sin embargo, con nuestro deber! ¡Inútil el holocausto de dos millones de hombres que encontraron la muerte! ¿No van a abrirse las tumbas de estos centenares de miles de hombres, que un día salieron de las trincheras para no volver jamás? ¿No debieran abrirse y enviar, como fantasmas vengadores, a los hombres mudos, cubiertos de lodo y de sangre, hacia la patria que con tal irrisión les escamotea el supremo sacrificio que un hombre puede hacer por su pueblo en este mundo? […] ¿Fue este el objetivo del sacrificio que la madre alemana ofrendó a la patria, cuando con su corazón transido dejó partir a sus hijos más queridos, para no volver a verlos jamás? ¿Todo esto ocurrió para que un puñado de criminales pudiera apoderarse de nuestro país?” Adolf Hitler, “Mi lucha”,1924.

1. ¿Cuál es la actitud de Hitler ante la participación de Alemania en la guerra? ¿Cuál era el sentimiento de un buen número de alemanes por las consecuencias de la guerra y de los tratados de paz?

2. ¿Cómo afectaba la situación de la posguerra en el desarrollo del nacionalismo alemán? ¿De qué forma aprovechó Hitler el descontento de los alemanes provocado por la guerra? ¿Cuáles fueron las propuestas y acciones que llevaría a cabo Hitler para superar la frustración alemana y lograr sus expectativas imperialistas?

2. Los movimientos fascistas. No hay duda de que los movimientos fascistas supieron aprovechar la coyuntura de debilidad, de deslegitimización y de crisis que atravesaron los regímenes parlamentarios y democráticos de Europa. Ellos mismos se encargaron de canalizar el descontento y de orientar la acción de las masas hacia la destrucción de los regímenes representativos, cuestionando los fundamentos ideológicos y culturales que, desde el siglo XVIII, habían ido construyendo la base de los estados liberales. Los fundamentos ideológicos de estas nuevas fuerzas políticas se formaron a base de antinomias, es decir, de propuestas destinadas antes a combatir y contradecir lo existente que a construir nuevos principios. Defendían el anti-parlamentarismo, al considerar el sistema representativo y sus instituciones como medios ineficaces y deslegítimos para el gobierno y gestión de los asuntos públicos. Eran contrarios a los partidos políticos tradicionales, que creían decadentes y hasta degenerados, enemigos del pluripartidismo y del propio sistema de partidos, descreídos que eran de la democracia como forma de gobierno de las naciones. Eran anti-liberales, al considerar que el estado debía ser el que controlara la economía, por medio de la planificación, la centralización, la gestión empresarial y las corporaciones estatales creadas a tal efecto, siendo críticos con el capitalismo y los intereses egoístas que representaba el empresariado y los centros financieros. Feroces anti-comunistas tomaban como enemigo principal a las organizaciones obreras y sindicales, considerando al socialismo una de las principales aberraciones ideológicas, entendiendo que el estado y la patria eran los principales protectores del trabajo y los trabajadores, negando la idea de la lucha de clases e incluso la existencia misma de clases. Se mostraban, en cuanto nacionalistas extremos, xenófobos y enemigos de todo lo que consideraban extranjero y contrario a los fundamentos esenciales de su identidad, que entendían superior a las demás, contraponiendo las virtudes nacionales e incluso raciales a otros pueblos y razas que llegaban a considerar inferiores, lo que dio expresión al anti-semitismo, especialmente furibundo en el caso alemán. A pesar de la creencia en la desigualdad humana, atacaron el individualismo, entendiendo que era efecto del desviado comportamiento burgués, sobreponiendo por encima del individuo a las masas, que consideraban portadoras de todas las virtudes patrióticas. Una concepción de las masas ajena a todo fundamento democrático, sometidas al dictado de las normas éticas y morales del estado, que modelaba al pueblo de acuerdo a los principios inspiradores del movimiento, fuera este el fascismo, el nazismo o el propio franquismo, negando la existencia de derechos o libertades individuales y reconociendo como único sujeto de la nación a ese pueblo sumiso que no disponía de espacio político ninguno.

Como sustitución y superación de los regímenes parlamentarios y democráticos, como alternativa al liberalismo económico, las ideologías fascistas propugnaron un sistema estatalista, fuertemente centralizado, controlado por un único partido (el Fascista en el caso de Italia, el Nacionalsocialista o Nazi en el de Alemania o Falange en el caso de España). Este partido, prohibida cualquier otra organización política o sindical, se encargaba de encuadrar al conjunto social, por medio de distintas secciones y organismos, al objeto de controlar ideológica, política y socialmente a la población, en un todo monolítico que no admitía ningún tipo de planteamiento alternativo o crítico al dogma establecido por el estado. De hecho, la ideología que venía a representar constituía el único punto de vista permitido, a modo de verdad absoluta, a mitad de camino entre una revelación religiosa y un presupuesto científico incuestionable. Todos aquellos que vinieran a contradecir o poner en duda las directrices del estado o del partido se convertían automáticamente en traidores de la patria, cayendo sobre ellos el aparato represivo del estado, que vigilaba no sólo las disidencias ideológicas, sino incluso los códigos de conducta y comportamientos de sus ciudadanos. De ahí la importancia de sus cuerpos policiales y paramilitares, especializados en la vigilancia y represión, especialmente desarrollados en el caso alemán, con las SS o la Gestapo. Para el control completo y total de la población, los movimientos fascistas hicieron un constante y sistemático empleo de la violencia y del terror, al objeto de conseguir su sumisión y prevenir cualquier acción de resistencia individual o colectiva. Esta política de control de la población y de su adoctrinamiento, al objeto de crear una masa uniforme, sumisa y obediente, llevó a estos regímenes no sólo al desarrollo de mecanismos de propaganda y persuasión, sino al empleo recurrente del terror, extendiendo el miedo como medio efectivo para el control de las masas. Los campos de concentración y de exterminio fueron el complemento final para acabar con cualquier oposición al régimen, utilizado principalmente para llevar a cabo la que denominaron “Solución Final” y que materializó el holocausto contra los judíos. Elemento esencial de los movimientos fascistas fue la figura de sus respectivos líderes, elevados a la categoría de semidioses, constituyendo la máxima jerarquía del partido, de la sociedad y del estado. La concentración de poderes en sus manos y la limitación de toda oposición o sombra, a veces de forma obsesiva, dentro de sus filas, por medio de constantes purgas a todo individuo, facción u organismo que pudiera limitar su poder omnímodo y absoluto. Al fin y al cabo la máxima referencia del estado y del partido, de donde partían las principales directrices era, era el propio líder, jefe del partido y del estado, constituyendo regímenes verdaderamente personalistas. Dentro del conglomerado ideológico que vinieron a construir, resultó fundamental el culto al líder, llevando a cabo una intensa acción propagandística al objeto de identificar al estado y su actividad política con él. El Führer, el Duce o el Generalísimo se constituyeron así en figuras que encarnaban las mejores virtudes de la patria, dotándolas de un carisma excepcional, asumiendo un papel paternalista y protector de sus respectivos pueblos. Nacionalismo e imperialismo constituyeron también ingredientes fundamentales de los fascismos, que identificaron con sus aspiraciones políticas. La ampliación territorial, sobre todo como acción revanchista y de restitución de lo perdido tras la guerra, pero también desde el planteamiento de la necesidad de disponer de su propio “espacio vital”, especialmente en el caso del nazismo, que llevaba a ampliar las fronteras de Alemania hasta abarcar a la población que se considera racialmente alemana (el Anschluss), constituyó uno de los principales vectores de sus reivindicaciones nacionalistas. Su consideración de la superioridad nacional y racial, así como sus tendencias imperialistas y colonialistas, condujeron a estos movimientos a llevar a cabo una política beligerante y expansionista, lo que vendría a provocar el estallido de la II Guerra Mundial. Desde el punto de vista económico, a pesar del anticapitalismo ideológico que defendieron los partidos fascistas y su retórica socialista, mantuvieron como principio económico la propiedad privada y respaldaron los intereses de los grandes propietarios agrícolas e industriales que, al fin y al cabo, habían sido sus aliados naturales en su ascenso al poder y constituían la base de la economía de sus respectivos países. La tendencia al control estatal de la economía, por medio de la planificación y la gestión directa de la industria, especialmente la pesada orientada hacia la defensa y el rearme, una nueva economía de guerra, no alteró la estructura del poder económico, manteniendo las grandes empresas y los propietarios agrícolas su preeminencia económica, pagando a cambio su sumisión a los planes y estrategias decretadas por el estado y sirviendo a sus fines económicos. De ahí las acusaciones de colaboración y aprovechamiento que se han lanzado contra las grandes entidades financieras e industriales de los distintos regímenes fascistas, desde la banca March en España a los Krupp, Siemens, Boch o Thyssen de Alemania. El intervencionismo de los estados fascistas no sólo se limitó a la planificación, al control de las grandes empresas, convertidas en las principales clientes del estado, y a la gestión de las empresas públicas, sino que su afán intervencionista alcanzó amplias esferas de la economía, especialmente en el control de los precios y de la distribución y del abastecimiento, alterando completamente la estructura del mercado. A esto se añadía el control y gestión de la fuerza laboral, por medio de una política salarial de bajo coste y, por supuesto, de estricta obediencia del trabajador, por medio de las medidas represoras y la ilegalización de cualquier forma de organización y de protesta, al que se le exigía mayor productividad en aras de la patria. En el caso de la Italia fascista, el control estatal de la economía y su implicación en el ámbito laboral se hizo por medio del Corprativismo, un sistema que tendió al encuadramiento de los distintos sectores económicos bajo la administración del estado y la regulación y planificación de la producción, la distribución y del trabajo. Los regímenes fascistas coincidieron en las políticas autárquicas, es decir, en reducir al máximo los intercambios internacionales y sustituir al máximo las importaciones, al objeto de convertirse en economías autosuficientes. Italia llevó a cabo campañas de movilización masiva hacia este objetivo, por medio de la “La Batalla del trigo”o La batalla de la lira”. Asimismo, llevaron a cabo imporantes inversiones en obras públicas e infraestructuras, al objeto de promover el crecimiento económico y la reducción del desempleo. Siendo antiindividualista, el sistema de vida fascista pone de relieve la importancia del Estado y reconoce al individuo sólo en la medida en que sus intereses coinciden con los del Estado. Se opone al liberalismo clásico que surgió como reacción al absolutismo y agotó su función histórica cuando el Estado se convirtió en la expresión de la conciencia y la voluntad del pueblo. El liberalismo negó al Estado en nombre del individuo; el fascismo reafirma los derechos del Estado como la expresión de la verdadera esencia de lo individual. La concepción fascista del Estado lo abarca todo; fuera de él no pueden existir, y menos aún valer, valores humanos y espirituales. Entendido de esta manera, el fascismo es totalitarismo, y el Estado fascista, como síntesis y unidad que incluye todos los valores, interpreta, desarrolla y otorga poder adicional a la vida entera de un pueblo (...). El fascismo, en suma, no es sólo un legislador y fundador de instituciones, sino un educador y un promotor de la vida espiritual. No intenta meramente remodelar las formas de vida, sino también su contenido, su carácter y su fe. Para lograr ese propósito impone la disciplina y hace uso de su autoridad, impregnando la mente y rigiendo con imperio indiscutible (...). Benito Mussolini. La doctrina del fascismo, 1932.

Se habla mucho de la actividad violenta de los fascistas. Nos reservamos el derecho de controlarla… entre tanto y mientras lo consideremos necesario, seguiremos golpeando con menor o mayor intensidad los cráneos de nuestros enemigos, es decir hasta que la verdad haya penetrado en ellos… el programa de la política exterior del fascismo comprende una sola palabra: expansionismo. Benito Mussolini, fragmento de un discurso pronunciado en 1921.

1. ¿Cuál es la posición de Mussolini ante el liberalismo y el individualismo? ¿Cuál es el papel que otorga al estado?

2. ¿Hasta dónde defiende debe llegar la acción del estado en las sociedades fascistas? ¿A través de qué medios vendría a realizarse?

3. ¿Qué valor concede Mussolini a la violencia? ¿De qué forma fue utilizada por los fascismos en su ascenso y mantenimiento del poder? ¿Qué papel jugaron el miedo y el terror en los regímenes fascistas?

“Es perfectamente concebible que un Consejo Nacional de las Corporaciones sustituya en su totalidad a la actual Cámara de Diputados, que nunca fue de mi gusto. Es anacrónica hasta en su misma denominación; pero es una institución que ya existía cuando nosotros entramos, con su carácter ajeno a nuestra mentalidad y a nuestra pasión de fascistas. Esa Cámara presupone un mundo que nosotros hemos demolido; presupone la existencia de diferentes partidos políticos y, a menudo, una injuria al espíritu de trabajo. Desde el día en que suprimimos la pluralidad de partidos, la Cámara de diputados ha perdido su razón de ser. B. Mussolini. Discurso del 14 de noviembre de 1933.

P ¿Cuál es el significado del nombre Duce? R. Duce viene del latín dux que deriva de duco y significa «el que conduce». P ¿Quién es el Duce? R. El Duce, Benito Mussolini, es el creador del fascismo, el renovador de la sociedad civil, el jefe del pueblo italiano, el fundador del imperio. P ¿Por qué el Duce es el creador del Fascismo? R. Porque fundó el Fascio de Combate y porque se debe a él la Revolución Fascista y la doctrina del fascismo. P ¿Qué quiere el Duce para el pueblo italiano? R. Quiere mejorarlo moralmente y materialmente, garantizándole el máximo de trabajo y bienestar; y quiere que a través de la educación y la organización política, sindical, deportiva y moral del fascismo, seamos siempre conscientes de sus fines y su misión en el mundo. P ¿Cuál es la diferencia entre el Duce y los jefes de gobierno liberales y demócratas? R. En el régimen liberal y democrático, el jefe del gobierno es el exponente de los intereses de un partido y está sujeto al beneplácito del Parlamento, que puede ocasionar su caída; por el contrario, el Duce representa, como jefe del Gobierno, a la nación entera, que está a sus órdenes en la disciplina fascista y en la de la Patria. P ¿Cuáles son las atribuciones del Duce? R. El Duce es presidente del Gran Consejo del Fascismo, jefe del Gobierno, jefe del PNF, Primer Mariscal del Imperio, Comandante general de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional. P ¿Por qué el Duce es el fundador del Imperio? R. Porque conduce y vence, contra una coalición de 52 Estados, la más grande guerra colonial de la historia, guerra para aumentar el prestigio, la grandeza y la vida de la Patria fascista. A través de esta guerra y la conquista de Etiopía, Italia ha tenido su Imperio. El catecismo fascista, Il primo libro del fascista. Roma PNF. 1938. 1. Busca información acerca de la “Marcha sobre Roma” y del ascenso al poder de Mussolini.

2. ¿Puede considerarse el régimen establecido por Mussolini como una revolución? ¿Por qué? ¿En qué consistió el nuevo régimen que vino a establecer?

3. ¿Cómo podrías definir la figura del “Duce”? ¿Cuáles eran los poderes que concentraba y qué significaban? ¿En qué consistía el “culto al líder” de los regímenes fascistas?

1. Pedimos la unión de todos los alemanes para constituir una Gran Alemania fundada en el derecho de la independencia que tienen las naciones. 2. Pedimos para el pueblo alemán la igualdad de derechos en los tratados con las otras naciones y la abolición de los tratados de Versalles y de Saint-Germain. 3. Pedimos espacio y territorio para la alimentación de nuestro pueblo y para establecer nuestro exceso de población. 4. Nadie, salvo los miembros de la nación, podrá ser ciudadano del Estado. Nadie, salvo aquellos por cuyas venas circula sangre alemana, sea cual sea su credo religioso, podrá ser miembro de la nación. Por consiguiente, ningún judío será miembro de la nación. 8. Es preciso impedir toda la inmigración no alemana. Pedimos que se obligue a todo no ario llegado a Alemania a partir del 2 de agosto de 1914 a abandonar inmediatamente el territorio nacional. 11. Se abolirá todo ingreso no conseguido por medio del trabajo, así como la servidumbre impuesta por el interés. 13. Pedimos la nacionalización de todas las empresas que actualmente están en poder de los trusts. 14. Pedimos la participación en los beneficios de las grandes empresas. 15. Pedimos que se ponga en práctica un plan gradual de asistencia social a la vejez. 16. Pedimos la creación y el mantenimiento de una sana clase media […]. 17. Pedimos una reforma agraria que sirva a nuestros intereses nacionales, la sanción de una ley que ordene la confiscación sin compensaciones de la tierra con propósitos comunales, la abolición del interés en el préstamo sobre las tierras y la prohibición de especular. 20. […] Exigimos que el Estado eduque a su cargo a los niños dotados de talento superior y los hijos de padres pobres, sean cuales sean la clase y la ocupación de éstos. 21. El Estado procurará elevar el nivel de la salud de la nación protegiendo a las madres y los niños, prohibiendo el trabajo infantil, aumentando la eficacia corporal mediante la gimnasia obligatoria y los deportes […]. 22. Pedimos la abolición del ejército mercenario y la formación de un ejército nacional. 25. Para llevar a cabo todo lo precedente, pedimos la creación de una poderosa autoridad central del Estado: indiscutibles atribuciones del parlamento políticamente centralizado sobre toda la nación y sobre su organización […]. Programa del Partido NacionalsocialistaObrero Alemán (NSDAP). 1920. 1. ¿Cuál era el particular punto de vista de los nazis con respecto a la nación alemana y hacia qué propuestas iba encaminado?

2. ¿Cuáles eran los puntos que incluía con respecto a la intervención del estado en la economía y la sociedad? ¿En qué sentido implica esto una concepción del estado como “totalitario”?

3. El totalitarismo y los movimientos totalitarios: fascismos y comunismos. Aunque el término totalitarismo nació de y desde los movimientos fascistas, esgrimiéndolo como un principio y elemento constitutivo de los mismos, éste fue utilizado por la ciencia política para referirse igualmente a determinados casos de fascismo (principalmente al nazismo alemán) y del comunismo (muy señaladamente al de la Unión Soviética bajo la presidencia de Stalin). No obstante, para algunos investigadores, la calificación de régimen totalitario bien puede aplicarse a otros ejemplos fascistas y comunistas, incluyendo al caso de la Italia de Mussolini, a ciertos momentos de la dictadura franquista, a la China de Mao y a otros regímenes comunistas establecidos en el sudeste asiático. El concepto de totalitarismo venía a recoger una serie de elementos que se incluían tanto en regímenes fascistas como comunistas, caracterizados por el fuerte e intenso estatalismo, es decir, por el papel central que representaba el estado en todas las esferas de la economía, la política y la sociedad, incluyendo ámbitos de la esfera más o menos privada relativos a la educación, el ocio e incluso la moral y los comportamientos. Un estado que encarna los valores patrocinados por la ideología establecida, constituyendo el principal sujeto político al que se subordinaban los propios ciudadanos, que perdían su papel de sujetos y de objetivo final de la acción del estado, que se convertía en un fin en sí mismo, y no en un medio para conseguir el bienestar o la felicidad de la ciudadanía. El sistema político se sustancia en el autoritarismo, anulando toda representatividad, por medio de la abolición del parlamentarismo y la prohibición de partidos políticos y cualquier otra organización política, sindical o social que sirviera de agrupamiento alternativo al establecido y controlado por el estado. De igual modo, los ciudadanos perdían su condición de sujetos de derecho, restrigiendo hasta anular las libertades y derechos fundamentales de los que habían sido portadores hasta entonces. Erigidos en sistema de partido único, la cúspide del mismo se encargaba de controlar el poder, que venía a encarnar la figura del líder máximo, sobre la que se desarrollaba una intensa acción propagandística al objeto de convertirla en una figura cuasi-sagrada, objeto de culto y obediencia ciega. Especial importancia cobraba el cuerpo ideológico, considerado entre medias de una revelación y una interpretación científica, que implicaba todo un mundo de certezas y verdades, incapaz de admitir cualquier otra visión de la realidad, lo que llevaba a un pensamiento único que prohibía toda crítica o negación. De ahí que las faltas de los ciudadanos implicaran la reeducación de los mismos, entendiendo que la falta de obediencia se debía a una enajenación o un fallo del entendimiento o del juicio. También la obsesión por controlar cualquier pensamiento alternativo y la vigilancia y fuerte represión, que alcanzaba hasta el pensamiento de los ciudadanos, en prevención de cualquier disidencia, por mínima que fuera. La concepción social solía adoptar una forma orgánica, a modo de cuerpo social en el que los ciudadanos formaban un todo, anulando cualquier concepción clasista y cualquier planteamiento de lucha o conflicto de clases, generando una imagen corporativa de la sociedad. Al objeto de fusionar esa ciudadanía, homogeneizarla y someterla por medio de la ideoogización y sometimiento doctrinal, el propio estado se encargaba de encuadrar a las masas en todos los sectores sociales, desde la educación, el ocio, el ámbito femenino o el del trabajo, ejerciendo una intensa tutela por medio del control y del adoctrinamiento, ayudado por los medios de comunicación de masa y los mecanismos de persuasión. Los estados totalitarios utilizaban como principal mecanismo para la integración, el control y el mantenimiento del orden el terror y la violencia, generando un sistema generalizado de terror que inhibía socialmente a cualquier desapego o disidencia con respecto al régimen. La arbitrariedad del poder, no sujeto a ninguna instancia que regulase su acción, conducía a una total indefensión de la población, que se encontraba a merced de los actos despóticos de la burocracia del régimen y sus adictos, que actuaban como elementos afines, vigilantes y fuentes de información y de denuncias. Las purgas, las deportaciones, la reeducación o el exterminos constituían instrumentos habituales que complementaban, por medio del castigo y la exclusión, el control de una ciudadanía que perdía la esencia misma de esta palabra, convertidos en elementos aislados y solitarios de una masa al servicio de la megalomanía de un estado, un partido y un líder encargados de cumplir un pretendido destino salvífico y mesiánico. ¿En qué consiste el fenómeno totalitario? Este fenómeno, como todos los fenómenos sociales, se presta a múltiples definiciones, según el aspecto que el observador retenga. Creo que los cinco elementos principales son los siguientes: 1º El fenómeno totalitario consiste en un régimen que otorga a un partido el monopolio de la actividad política. 2º El partido que monopoliza la actividad pública está armado de una ideología que le confiere una autoridad absoluta y que, en consecuencia, se transforma en la verdad oficial del Estado. 3º Para difundir esta verdad oficial, el Estado se reserva para sí un doble monopolio, el monopolio de la fuerza y el de los medios de persuasión. El conjunto de los medios de comunicación, radio, televisión, prensa, está dirigido, dominado, por el Estado y los que lo representan. 4º La mayor parte de las actividades económicas y profesionales están sometidas al Estado (...). 5º Estando toda actividad dominada por el Estado y sometida a la ideología, cualquier fallo cometido en una actividad económica o profesional es simultáneamente un error ideológico (...). Se puede considerar como esencial, en la definición del totalitarismo, bien el monopolio de un partido, bien la estatalización de la vida económica o bien el terror ideológico. El fenómeno es perfecto cuando todos esos elementos se juntan y se cumplen plenamente Raymon Aron. Democracia y totalitarismo. 1965.

Las dictaduras de partido único sean de tipo fascista o de tipo comunista no son totalitarias. Ni Lenin ni Mussolini fueron dictadores totalitarios y ninguno supo siquiera lo que esto significaba realmente. La dictadura de Lenin fue una revolución de partido único, cuyo poder descansaba en la burocracia del partido. Mussolini fue principalmente un nacionalista y a diferencia de los nazis un verdadero adorador del Estado, con fuertes inclinaciones imperialistas. Si el ejército italiano hubiese sido mejor, él habría acabado probablemente como un dictador militar corriente, igual que en España, con la ayuda que le prestaba y las restricciones que le imponía la Iglesia católica, trató de serlo Franco, que salió de la jerarquía militar. (…) No existe dificultad cuando se desea comprobar las analogías entre la Unión Soviética y la Alemania Nazi; a partir de ellas es posible construir una categoría general (totalitarismo) y subrayar la presencia en los dos países del fenómeno así definido; pero transformar esta categoría en la clave de explicación de los procesos políticos que tuvieron lugar en los dos países es un salto temerario. ---Mientras que el aislamiento corresponde sólo al terreno político de la vida, la soledad corresponde a la vida humana en conjunto. Los Gobiernos totalitarios, como todas las tiranías, no podrían ciertamente existir sin destruir el terreno público de la vida, es decir, sin destruir, aislando a los hombres, sus capacidades políticas. Pero la dominación totalitaria como forma de gobierno resulta nueva en cuanto que no se contenta con este aislamiento y destruye también la vida privada. Se basa ella misma en la soledad, en la experiencia de no pertenecer en absoluto al mundo, que figura entre las experiencias más radicales y desesperadas del hombre. Hanna Arendt, “Los orígenes del totalitarismo”. 1. ¿Estás de acuerdo con la afirmación de Hanna Arendt de que el fascismo italiano no fue un movimiento totalitario? ¿Cumplía las condiciones que establece Raymon Aron? Justifica tus respuestas.

2. Y con respecto al franquismo, ¿podría considerarse al régimen de Franco un movimiento totalitario?

3. ¿Por qué se puede considerar a los regímenes comunistas, cuya ideología es completamente antagónica a las fascistas, como totalitarios?

4. ¿En qué consiste ese elemento principal del totalitarismo que es el aislamiento y la soledad en esas sociedades?

En el verano de 1927 Stalin no dejó de mostrarse condescendiente con una oposición cuyas capacidades, dada la crisis que atenazaba a la URSS, se habían incrementado de manera sensible. La actividad opositora experimentó un notable auge en el otoño de 1927, extendiéndose a un buen número de ciudades y a las propias fuerzas armadas. Las críticas no sólo afectaban a la política exterior oficial sino también, y de modo muy especial, a los términos en que se estaba desarrollando una NEP en declive y a sus nefastas consecuencias sobre las capas más pobres de la población. No faltaban tampoco sugerencias de introducción de fórmulas democráticas en el funcionamiento del Partido, de devolución a los soviets de las atribuciones que se les habían hurtado o de reconocimiento de los derechos de las naciones. La liberalidad exhibida por Stalin tocó a su fin, sin embargo, en el mismo otoño. Las actuaciones contra la oposición arreciaron, con acusaciones entre las que se contaban la de preparar un golpe de Estado y la de violentar la legalidad interna del Partido. El XV Congreso de éste, celebrado en diciembre, se saldó con un nuevo revés para la oposición: incapaz de imponerse en las conferencias locales organizadas al efecto, todos sus miembros presentes en el Comité Central perdieron tal condición, al tiempo que Trotski y Zinóviev eran expulsados del Partido. Mientras tanto Zinóviev como Kámenev se ocupaban, estérilmente, de denunciar el trotskismo, en la confianza acaso de recuperar el terreno perdido, Trotski era deportado al Asia Central. En los hechos, el último acto público importante de la oposición de izquierda se desarrolló en Moscú el 19 de diciembre de 1927. A partir de entonces, y en las palabras de M Reiman, “toda oposición fue directamente un delito político penado con las más duras sanciones”. TAIBO, Carlos. La Unión Soviética. El espacio ruso-soviético en el siglo XX. En el verano de 1927 Stalin no dejó de mostrarse condescendiente con una oposición cuyas capacidades, dada la crisis que atenazaba a la URSS, se habían incrementado de manera sensible. La actividad opositora experimentó un notable auge en el otoño de 1927, extendiéndose a un buen número de ciudades y a las propias fuerzas armadas. Las críticas no sólo afectaban a la política exterior oficial sino también, y de modo muy especial, a los términos en que se estaba desarrollando una NEP en declive y a sus nefastas consecuencias sobre las capas más pobres de la población. No faltaban tampoco sugerencias de introducción de fórmulas democráticas en el funcionamiento del Partido, de devolución a los soviets de las atribuciones que se les habían hurtado o de reconocimiento de los derechos de las naciones. La liberalidad exhibida por Stalin tocó a su fin, sin embargo, en el mismo otoño. Las actuaciones contra la oposición arreciaron, con acusaciones entre las que se contaban la de preparar un golpe de Estado y la de violentar la legalidad interna del Partido. El XV Congreso de éste, celebrado en diciembre, se saldó con un nuevo revés para la oposición: incapaz de imponerse en las conferencias locales organizadas al efecto, todos sus miembros presentes en el Comité Central perdieron tal condición, al tiempo que Trotski y Zinóviev eran expulsados del Partido. Mientras tanto Zinóviev como Kámenev se ocupaban, estérilmente, de denunciar el trotskismo, en la confianza acaso de recuperar el terreno perdido, Trotski era deportado al Asia Central. En los hechos, el último acto público importante de la oposición de izquierda se desarrolló en Moscú el 19 de diciembre de 1927. A partir de entonces, y en las palabras de M Reiman, “toda oposición fue directamente un delito político penado con las más duras sanciones”. TAIBO, Carlos. La Unión Soviética. El espacio ruso-soviético en el siglo XX. No obstante, se puede afirmar que desde 1928 hasta 1941 hubo tres planes quinquenales. El primero (1928-1932) se anunció como el Plan Quinquenal de cuatro años y perseguía la conversión de la economía agraria en otra de carácter industrial, el segundo (19331937) se propuso la aceleración tecnológica, y es en este período en el que surge el movimiento estajanovista, símbolo del sacrificio al que serán sometidos los trabajadores por el poder, y el tercero (1938-1941) fue interrumpido por la guerra mundial. La economía soviética era planificada así, pero no para conseguir un crecimiento equilibrado de los sectores, que Stalin consideraba como una desviación burguesa, sino para obtener cuanto antes una industria al servicio de la defensa nacional. La simple consideración de que romper los planes previstos se juzgase como un éxito, y no como un factor desestabilizador de la economía, prueba que la planificación soviética no tenía otros objetivos que los meramente políticos y militares, a lo que fue subordinado el esfuerzo y el bienestar de todo un pueblo. PAREDES ALONSO, Javier Historia contemporánea. Actas. Madrid 1990. El elemento fundamental del estalinismo no fue el terror político como tal, por mucho que desempeñase un papel muy importante. El núcleo auténtico del estalinismo fue el terror social, el ejercicio de la más cruel dominación, por la violencia, de las más amplias capas populares, su sometimiento a través de una explotación y opresión de intensidad y alcance hasta entonces desconocidos. La función social del terror y de la represión es también decisiva para explicar la evidente irracionalidad, y la ausencia de motivación y justificación, de muchos actos concretos del sistema punitivo estaliniano. En la vida social el terror no podía aparecer como obediente a un fin. Era, en el sentido más amplio de la palabra, una herramienta para la modificación violenta de las condiciones de vida y trabajo de millones de personas, un medio para el afianzamiento de las peores formas de avasallamiento social, hasta alcanzar al trabajo esclavo de millones de prisioneros. Aunque abandonase la esfera social y apareciese hacia fuera como terror político, un terror de estas características no podía perder naturalmente su carácter fundamental de instrumento social. De hecho, la represión política se limitaba a completar la represión social. REIMAN, Michal.1982. 1. ¿Qué ocurrió en la Unión Soviética para que, tras la muerte de Lenin, pasara a convertirse en un régimen totalitario?

2. ¿Cuáles fueron los cambios que se produjeron en la economía soviética? ¿Cómo los calificarías?

3. ¿Cuál fue la forma de implantar el terror el stalinismo?

3. Cronología. 1918 1925 1934 - 1918-1921: Comunismo de Guerra. - 1° de diciembre: el Pacto de Locarno, suscrito por - 30 de junio: «noche de los cuchillos largos». - 10 de noviembre: fin de la primera Guerra Mun- Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra e Italia, se - 2 de agosto: muere Hindenburg y Hitler se concomprometen a hallar una solución pacífica de sus vierte en Führer. dial. - Noviembre/enero de 1919: Revolución Esparta- diferencias. - 1 de octubre: Hitler ordena el aumento hasta 1926 quista. 300.000 hombres de los efectivos del Ejército - septiembre: Alemania ingresa en la Sociedad de 1935 1919 - 23 de marzo: Mussolini funda los “Fascio di Com- Naciones. - 3 de octubre: Italia invade Abisinia. La Sociedad 1927 battimento” (origen del Partido Fascista). de Naciones aprueba la aplicación de sanciones, - 28 de junio: Alemania firma el Tratado de Versa- - Stalin se hace con el poder, expulsión de Zinoviev, pero Mussolini no desiste de la agresión. lles que establece la entrega de Alsacia-Lorena a Kamenev y Trotski. 1936 Francia y la formación del pasillo de Danzig. Ale- 1928 - 7 de marzo: las tropas germanas ocupan Renamania se compromete a pagar cinco mil millones - Fin de la NEP. 1º Plan Quinquenal en la URSS. nia. de dólares en marcos oro. 1929 - 18 de julio: estalla la guerra civil española. Las po- 31 de julio: en Weimar, la Asamblea Nacional ale- - 24 de octubre: se produce la crisis -Crack- de Wall tencias occidentales manifiestan su intención de mana aprueba la constitución de la nueva repú- Street, con desastrosas repercusiones en la eco- atenerse a una política de «no intervención». blica. nomía mundial. - 25 de octubre: Mussolini y Hitler crean el Eje Ber- Agosto/septiembre 1920: “Bienio Rosso” en Italia, 1930 lín-Roma. con ocupaciones de fábricas, huelga y conflictivi- - septiembre: los nazis obtienen 6 millones y medio - 25 de noviembre: Hitler firma con el Japón el dad. de votos en !as elecciones, con lo que consiguen Pacto Antikomintern. - 14 de septiembre: Hitler entra en el Partido 107 escaños en el Reichstag. 1937 Obrero alemán (NSPD) (destinado a convertirse en 1931 - 7 de julio: Inicio de la guerra chino-japonesa. el Partido nazi). - 14 de abril: proclamación de la II República en Es- 1938 1920 paña. - 1938/1941: 3ª Plan Quinquenal URSS. - Enero: se crea la Sociedad de Naciones. -18 de septiembre: fuerzas japonesas atacan Man- - 4 de febrero: Hitler se convierte en el Jefe Su- 19 de marzo: El Senado de EE. UU. rechaza la churia. La Sociedad de Naciones protesta y el premo de las Fuerzas Armadas de Alemania participación en la Sociedad de Naciones. Japón se retira. -12 de marzo: los alemanes ocupan Austria. 1921 - 15 de Julio: Leyes raciales decretadas por Hitler. - Hitler es ya jefe absoluto del Partido nazi. 1932. - 9 de noviembre: “Noche de los Cristales Rotos” - 1921/1929: Nueva Política Económica (NEP). - 31 de julio: el Partido nazi consigue la mayoría en 1939 1922 el Reichstag. Hitler rechaza la coalición. - 15 de marzo: Invasión alemana de Checoslova- 28 de octubre: marcha sobre Roma de 25.000 fas- 1933. quia. cistas encabezados por Mussolini, quien asume el - 30 de enero: Hitler es nombrado canciller en un - Abril de 1939: Termina la Guerra Civil española control de Italia. gobierno de coalición. con la victoria del Bando Nacional (Franco). 1923 - 27 de febrero: Incendio del Reichstag. - 1 de septiembre: Alemania invade Polonia. - 11 de enero: Ocupación del Rhur por Francia para - 1933/1937: 2º Plan Quinquenal URSS. - 3 de septiembre: Francia e Inglatera declaran la exigir las reparaciones de guerra a Alemania. - 23 de marzo: el Reichstag aprueba la ley sobre guerra a Alemania. - Plan Dawes para ayudar al pago de reparaciones los plenos poderes, que confiere a Hitler el control por parte de Alemania. absoluto del país. - 8 de noviembre: fracasa el «putsch» de Hitler en - 14 de octubre: Alemania se retira de la Sociedad Munich. de Naciones. 1924. - Hasta 1941: terror stalinista: Purgas y campos de - 21 de enero: muerte de Lenin. trabajo (Gulag).

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