EL DEPORTE PROFESIONAL

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EL DEPORTE PROFESIONAL

Creo que una exposición que verse sobre el deporte profesional, sin mayor detalle, y ceñida a una limitación considerable, pero lógica, de tiempo exige hacer una selección previa de aquellos aspectos que a juicio del ponente merecen ser destacados, selección que ya por sí misma puede ser opinable cuando no criticable. Asumiendo este riesgo ineludible, voy a hacer mi propia selección, en base en primer lugar a la necesidad de intentar acotar el concepto de deporte profesional, para pasar a analizar algunos de los aspectos que en mi opinión son más contradictorios y terminar con un apunte de lo que creo son los retos de un futuro próximo. Recuerdo que a finales de los años 80, se empezó el proceso legislativo de la mejor Ley del Deporte que ha tenido España, valoración que hago tanto desde el punto de vista del propio proceso de elaboración y redacción de la Ley como de los resultados posteriores de su aplicación, que han condicionado de forma definitiva la estructura deportiva de nuestro Estado. Se encaró el problema de regular el deporte profesional y se constató la dificultad de definirlo. Se utilizaron fórmulas como “... el espectáculo deportivo, fenómeno de masas, cada vez mas profesionalizado y mercantilizado.” Y ya en el texto de la Ley se planteó la distinción de competición profesional, como criterio diferenciador de las demás. No hay por tanto deportes profesionales, ni clubes profesionales en nuestra ley. Hay competiciones profesionales, a las cuales se les vinculan unos determinados efectos organizativos, que son además de carácter obligatorio. La pregunta es si el término legal pudo incluir toda la realidad, y la respuesta es necesariamente negativa. Muchos deportes tenían competiciones que nadie dudaría en calificar como profesionales pero no tenían tal reconocimiento, situación que todavía hoy pervive.

No quiero que se interprete como una crítica a un texto que previamente he valorado de forma positiva. Es simplemente la evidencia de la dificultad de acotar el término deporte profesional. Si los parámetros legales no son suficientes, tenemos que buscar otros, y a mi no se me ocurren unos distintos de los que tengan que ver con la economía, y más concretamente con la cifra de negocio que puede exhibir una concreta competición deportiva. Porque la cifra de negocio va directamente vinculada a las exigencias y compromisos que los sujetos participantes contraen entre ellos y con terceros. Y evidentemente a la complejidad jurídica y de relaciones que tales compromisos comportan. Por tanto creo que la dimensión económica nos sitúa en el terreno propio del deporte profesional. Cuando un deporte o mejor dicho una manifestación deportiva ha conseguido atraer la atención mayoritaria del público, ( o en algunos casos no mayoritaria pero si muy sólida de un sector del público), -- y recordemos que todo lo que no ésta en los medios no existe -- ello comporta la capacidad de atraer también la atención de los medios de comunicación, y con ambos, llegan los recursos económicos que inevitablemente son reclamados por aquellos que protagonizan la manifestación. Tenemos ya el tejido de relaciones comerciales, profesionales y laborales que en su conjunto nos permiten añadir el calificativo de profesional. El siguiente problema a considerar es si realmente esta manifestación se desenvuelve en parámetros de profesionalidad, es decir, que el criterio de toma de decisiones tiene en cuenta el desarrollo presente pero sobre todo futuro de la manifestación deportiva. Creo que aquí encontramos las primeras dificultades serias. Las estructuras profesionales, es decir, aquellas que se caracterizan por el rigor en la gestión y la responsabilidad de sus rectores, no son fáciles de encontrar en el deporte profesional. En realidad, tendemos a mover una actividad económica con criterios de gestión poco económicos. Pero ello no es responsabilidad solamente de los gestores. El entorno legal, social y mediático, está presente en este escenario de manera decisiva. Hoy no podemos decir que una competición profesional tenga como objetivo el obtener beneficios. Es cierto incluso que sería criticable tal planteamiento en muchos sectores de la opinión pública, sectores que al mismo tiempo son capaces

de criticar con dureza una deficiente gestión económica de un club de fútbol por poner un ejemplo. La racionalidad económica está con frecuencia reñida con lo que el entorno espera de un club. Y sólo se admite como mal menor, en época de crisis manifiesta y general, como por ejemplo puede estar ocurriendo en la actualidad. Combinar la exigencia del aficionado / consumidor con la obtención de beneficios es un equilibrio que solo unos pocos han logrado hacer con éxito. Aquí debemos añadir otras cuestiones fundamentales, derivadas del modelo deportivo inherente a la cultura deportiva europea. Estamos ante una actividad tremendamente reglamentada para el empresario. El empresario tiene obligaciones extraordinarias para con los Estados respectivos, debe de moverse en un marco legal donde la competencia está restringida, y donde decisiones claramente empresariales no están en sus manos. Hay innumerables ejemplos de lo anterior. Solo para citar algunos recordemos: •







La contratación de jugadores es decir del elemento principal del juego, no es libre, sino sujeta a reglamentaciones en función de la nacionalidad de los mismos, y esta reglamentación dista mucho de ser homogénea, ni en un país, ni en el conjunto de Europa. La inversión económica realizada en un jugador puede perderse por decisiones no tomadas por el club / empresa: por ejemplo la lesión de un jugador mientras actúa obligatoriamente con la selección Nacional. Se ve como lógico que un equipo de la NBA exija un seguro para que su jugador pueda entrenar con la Selección (caso Pau Gasol) y nos escandalizaríamos si esto lo exigiera un club nacional, o bien si este rechazara la participación del jugador. Otro ejemplo: el elevado número de partidos oficiales que un jugador no puede disputar por los compromisos de su selección nacional (caso Rivaldo entre muchos otros) El mérito deportivo como única vía para acceder a la competición, olvidando otros aspectos cruciales como el saneamiento económico, el área geográfica donde hay que desarrollar el proyecto deportivo, el entorno económicosocial del mismo, etc. La incapacidad para decidir el calendario de juego, sujeto a innumerables condicionantes fuera de la decisión del club.

Y creo que aquí estamos ante la mayor diferenciación del deporte profesional europeo con relación al que podemos denominar deporte profesional en estado puro, y perdóneseme la expresión, que está representado por las Ligas americanas.

Estas son estructuras pensadas en términos de obtención de beneficios, y tanto el proceso de toma de decisiones como el marco legal se explican en función de dicho objetivo. En esta cultura, el deporte profesional es una actividad económica como cualquier otra, la competición es el producto donde el aficionado es exclusivamente un consumidor al que hay que darle el mejor producto posible, si no se quiere correr riegos de entrar en números rojos. Leyes de mercado, libre concurrencia, derecho de los contratos por encima del derecho público, son sus trazos más esenciales. Como producto a vender que es, las técnicas a utilizar son las del marketing deportivo. En consecuencia las decisiones deportivas, lo que aquí llamamos “lo que es justo deportivamente”, van reorientadas en función de su utilidad para el objetivo de la actividad. Principio éste que preside cualquier decisión, como puede ser el proceso de selección de jugadores, el calendario de la competición, el sistema de juego, etc. ¿ Cuál es el razonamiento deportivo que por ejemplo pueda justificar que la NBA haya adquirido esta temporada 14 jugadores europeos? Si observamos el precio de la venta de derechos televisivos de esta competición en algunos países de Europa, podemos encontrar una respuesta, o parte de la misma. En el contexto actual, debemos preguntarnos cuales son los problemas que tradicionalmente están afrontando las competiciones profesionales europeas para su desarrollo. Son varias, sin duda, pero principalmente las relacionadas con la dificultad de vincular el riesgo económico a la toma de decisiones. No hay duda que la cultura deportiva europea no ha permitido un libre desarrollo de la actividad profesional. Las estructuras deportivas en las que las Federaciones tienen un papel fundamental, difícilmente admiten que quien asuma el riesgo económico tome también las decisiones inherentes a dicho riesgo. Es decir, un marco reglamentista, y ajeno a los interesados. Y también, hay que decirlo, en el que la lógica empresarial no puede tener lugar. La estructura federativa tiene una lógica política. Me refiero que su naturaleza exige dicha lógica, porque cualquier federación debe de satisfacer las necesidades de sus miembros. En este marco, el deporte profesional tiene una importancia política no comparable a su importancia económica. Y las federaciones deben de tomar sus decisiones pensando en sus objetivos, como es lógico, por otra parte. La conclusión es que el marco es insuficiente para las organizaciones profesionales. Y el siguiente paso es intentar su modificación por los medios posibles. El G-14 en el fútbol fue una demostración de que la Federación debe de adecuarse a las nuevas exigencias. Por otra parte, la Euroleague de baloncesto es la demostración de la rigidez de las estructuras federativas, que no han asimilado la nueva realidad.

Cuando valoro en positivo la ley española de 1990, es porque tuvo la valentía de afrontar el problema. Las soluciones quizá no fueron totalmente óptimas. Creo que no era posible encontrar mejores soluciones, dentro de la cultura deportiva europea. Y al mismo tiempo tengo que manifestar mi decepción por la lentitud, que espero que no sea incapacidad, de la Unión Europea de afrontar la cuestión, sometida a las presiones de algunos gobiernos, y que está demostrando la incapacidad, o quizá la imposibilidad, de llevar a la actividad económica del sector del deporte, los mismos criterios de flexibilidad y de libre concurrencia que exige a los demás sectores de actividad económica. En este sentido, creo sinceramente que el tema Bosman fue un descuido. Descuido fruto de no valorar el riesgo de acogerse a una ley general. En estas condiciones el deporte profesional encara unos años complejos para su supervivencia, al menos en la forma en que lo hemos conocido hasta ahora. El marco económico deprimido, es especialmente preocupante en la medida a que afecta dos pilares fundamentales del deporte profesional: los medios audiovisuales y la publicidad. Por desgracia, y a diferencia de los modelos que he denominado “puros”, la estructura presupuestaria de la mayoría de competiciones profesionales europeas esta basado en aquellos conceptos, y la falta de estrategias distintas, como por ejemplo le impresionante mercadotecnia en “ticket sales” que desarrollan las Ligas americanas, les hace especialmente débiles en los tiempos futuros. Precisamente en términos de futuro, quisiera expresar cuales son en mi opinión los cinco elementos claves a los que hay que atender para resistir esta situación de manera que de la propia resistencia se empiece a crear el modelo del futuro. a) La autonomía de las organizaciones profesionales en el ámbito de la organización federativa internacional, reproduciendo el modelo ya implantado en mucho estados europeos. Autonomía que tiene su contrapeso en la solidaridad de los clubes profesionales con el resto de la organización deportiva de la que se nutre. b) Resistir la tentación fácil de construir competiciones cerradas, que tienden al ensimismamiento de unos pocos y que es contraria a la cultura deportiva europea, basada en la pirámide y en el mérito deportivo. En este sentido, la repetición mimética del modelo americano ignoraría la estructura horizontal del deporte en este país, que permite garantizar el futuro desarrollo por la potencia de las competiciones universitarias. c) Por el contrario, admitir la necesidad de dotar de mecanismos de estabilidad a los clubes más potentes para garantizar el nivel de

d) competición al mismo tiempo por la necesidad de dar estabilidad y un cierto horizonte temporal a los proyectos deportivos. La estabilidad debe darse, en mi opinión, sin olvidar criterios deportivos, pero valorando los económicos, los del mercado en término de territorio, las posibilidades de generación de ingresos para el colectivo, infraestructuras, etc. e) Centralizar la gestión de los derechos comerciales como sistema de garantizar un nivel de ingresos óptimo y de mantener la unidad del producto, al tiempo que se mejora la calidad del mismo. Razones todas ellas que se evidencian del análisis de los modelos más exitosos de competiciones de equipos profesionales. Otro riesgo es el peligro a la desintegración. Cuando todos los modelos con éxito, a nivel planetario, se basan en la centralización de los recursos económicos y de las estrategias de marketing, los tiempos actuales han tendido a la individualización, consecuencia de unos excesivos planteamientos a corto plazo y de la legislación anti-trust que ha hecho fortuna en Europa que no se caracteriza por entender la actividad económica específica del sector deportivo. f) Reorientar las estrategias de marketing en función de las perspectivas que plantea el nuevo escenario televisivo, marcado por la concentración de medios y una evidente desaceleración en el precio de los derechos audiovisuales. En este sentido, el patrocinio, la publicidad en general, las estrategias de venta de tickets, tiene que adaptarse al nuevo escenario.

Estos son en mi opinión los retos que tenemos. Los hechos se suceden con gran rapidez, como hemos visto en el último año, y nuestra obligación como gestores es anticiparnos e intentar hacer un análisis prospectivo de nuestras respectivas competiciones para intentar acertar en las soluciones adecuadas.

Barcelona, 19 de septiembre de 2002.

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