EL DERECHO DE LAS MUJERES AL SUFRAGIO

EL DERECHO DE LAS MUJERES AL SUFRAGIO Enriqueta Tuñón Pablos1 L AS MUJERES Y EL MOVIMIENTO SUFRAGISTA EN LOS CUARENTA Durante la segunda mitad de la

12 downloads 185 Views 183KB Size

Recommend Stories


Carta por el Derecho de las Mujeres a la Ciudad
issn: 1988-7221 año 2012 número 5 Carta por el Derecho de las Mujeres a la Ciudad Tenemos derecho a exigir igualdad cuando la desigualdad nos inferio

EL ACCESO DE LAS MUJERES AL EMPLEO. Rafael Sastre Ibarreche
EL ACCESO DE LAS MUJERES AL EMPLEO Rafael Sastre Ibarreche ([email protected]) Una propuesta de desarrollo     Algunas consideraciones generale

EL MADRID DE LAS MUJERES
EL MADRID DE LAS MUJERES UNA PRESENCIA INVISIBLE [1561–1833] www.madrid.org I 39 39 El Madrid de las Mujeres. Una presencia invisible I DIR

EL PLACER DE LAS MUJERES
EL PLACER DE LAS MUJERES Si obtener y dar placer es algo tan importante y básico, entonces ¿cuál es la razón de que todavía no se hable abiertamente d

Story Transcript

EL DERECHO DE LAS MUJERES AL SUFRAGIO Enriqueta Tuñón Pablos1

L AS MUJERES Y EL MOVIMIENTO SUFRAGISTA EN LOS CUARENTA Durante la segunda mitad de la década de los treinta, los movimientos de las mujeres por alcanzar el derecho al voto se llevaron a cabo a través del Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), pero al final del gobierno de Lázaro Cárdenas las feministas mexicanas se quedaron sin el derecho a votar y sin un grupo que luchara por sus intereses específicos, porque el FUPDM —el más fuerte de la época— se integró al partido oficial, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), y con esto se institucionalizó su acción. Integradas al partido, las mujeres del Frente perdieron autonomía y sus demandas quedaron postergadas porque fueron alistadas como miembros de los sectores campesino, obrero, militar y popular, y no como mujeres. A pesar del descalabro, las mujeres organizadas, ahora en el partido oficial, disciplinadamente se sumaron a la designación de Manuel Ávila Camacho como presidente, aceptando el papel que éste les asignaba dentro del hogar, aunque sin abandonar su petición de derechos políticos para todas las mujeres. Fue así como, a partir de los años cuarenta, el movimiento de lucha por obtener derechos políticos, en lugar de consolidar su fuerza con las bases y de reforzar la movilización social, se apoyó en las autoridades, principalmente en la figura del presidente de la República, a la espera de que éstas hicieran suya la demanda del voto. Además, modificaron su discurso incluyendo en sus argumentos en pro de la obtención del voto su papel de

1 Investigadora

de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). 125

126

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

esposas y madres, afirmando que el tener derechos políticos les ayudaría para preparar a sus hijos para ser mejores ciudadanos. En un telegrama enviado al presidente y firmado por diversos grupos de mujeres, como Amalia Castillo Ledón, representando a la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM),2 Esther Chapa3 por el Partido Comunista, Estela Jiménez Esponda por el PRM, Esperanza Zambrano por el Ateneo Mexicano de Mujeres y muchas más, se ve claramente este cambio de actitud: Respetuosamente, en nombre y representación de las mujeres de México, distintos sectores intelectuales y sociales, rogámosle concedernos breve audiencia para informarle sobre asuntos que atañen su mejoramiento colectivo y la aplicación de sus capacidades en papel de fuerzas vivas nuestro país. Acudimos, solicitando ser recibidas para obtener orientación y consejo, a efecto determinar según su acuerdo, medidas a seguir para realizar propósitos e ideales redundarán en beneficio del numeroso sector femenino de México, parte integrante de nuestra nacionalidad (APACL, 1945).

Las mujeres que en esta época impusieron su presencia fueron las de la clase media y la burguesía, que luchaban por modificar los espacios públicos, pero sin la intención de modificar el sistema patriarcal. Esta actitud fue reflejo de la sociedad conservadora de esos años, cuyo discurso se basaba en los valores más tradicionales; se exaltó, más que nunca, el nacionalismo y se 2 Organismo

internacional dependiente de la Unión Panamericana y con sede en Washington, dedicado a mejorar la situación de las mujeres latinoamericanas mediante cambios a nivel legislativo. 3 Esther Chapa nació en Tampico, donde estudió la primaria. En la Ciudad de México estudió la carrera de Medicina, obtuvo el título en 1928 y se dedicó a análisis clínicos de laboratorio y microbiología. También impartió clases en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Escuela de Enfermería. En 1930 ingresó a la Secretaría de Educación Pública como médica escolar de cinco colegios, en donde revisaba la salud de los alumnos y les daba pláticas de higiene. Durante 12 años fue jefa del Departamento de Prevención Social en la Penitenciaría del Distrito Federal. Por iniciativa suya, durante la presidencia de Miguel Alemán se empezó a construir la Cárcel de Mujeres. A principios de la década de los treinta se incorporó a la lucha por los derechos políticos, integrándose a los grupos de mujeres que no aceptaron el voto municipal porque lucharon siempre por el derecho al voto a nivel federal (Entrevista a Virginia…, 1995).

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

127

promovieron las familias numerosas como base de la sociedad. Un ejemplo que ilustra esta situación es la creación en 1943, por la Secretaría de Educación Pública, de la Carta a las madres mexicanas, que proponía un “retorno al hogar tradicional con sus principios y costumbres en el que el padre protege de los peligros externos y la madre preside la vida íntima y con amor resuelve los problemas de la familia” (Rocha, 2001: 124). Los únicos grupos que en esta época mantuvieron cierta beligerancia fueron el Bloque de Mujeres Revolucionarias, encabezado por Estela Jiménez Esponda, que trató inútilmente de continuar con el programa del ya desaparecido FUPDM, y el Comité Coordinador Femenino para la Defensa de la Patria, que dirigía María Efraína Rocha y que desarrollaba labores relacionadas con la paz y la guerra. Las mujeres de estos años recurrieron más a las conferencias internacionales que a las movilizaciones que por la demanda de sus derechos políticos podían llevarse a cabo; probablemente las manifestaciones públicas no eran en esos momentos lo suficientemente poderosas como para cambiar la legislación vigente sobre los derechos ciudadanos de las mujeres, en cambio a nivel internacional había muchas presiones en este sentido.

A MALIA C ASTILLO LEDÓN Fue en ese contexto en el que Amalia Castillo Ledón comenzó a perfilarse como líder del movimiento femenino, no sólo en nuestro país sino también en el exterior. En México, además de presidir el Ateneo Mexicano de Mujeres —que se dedicaba exclusivamente a realizar reuniones de tipo cultural—, trabajó durante esa época en dos proyectos importantes: el primero consistía en crear un Departamento Autónomo de la Mujer (APACL, 1941), y el otro en organizar el Servicio Civil Femenino de Defensa (APACL, 1942). En el primer proyecto proponía la creación de una dependencia exclusiva de mujeres, no para segregarlas ni colocarlas en un plano de inferioridad, sino para que se ocupara de los asuntos relacionados con ellas como, por ejemplo, mejorar su capacitación para convertirlas en elementos útiles para la sociedad. Por otro lado, aceptando que no tenían derecho al voto, este departamento se ocuparía provisionalmente de representarlas ante las cá-

128

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

maras y proponer proyectos de ley relativos a ellas, a los niños y a la familia. Este Departamento nunca se llegó a crear, pero el segundo proyecto, el relacionado con el Servicio Civil Femenino de Defensa, sí. Eran tiempos de la Segunda Guerra Mundial y México temía la posibilidad de un ataque, de modo que preparó a muchas mujeres impartiéndoles clases de enfermería, manejo de ambulancias, evacuación de niños, cocina para multitudes, primeros auxilios, etcétera. La presencia internacional de Castillo Ledón comenzó en 1936, cuando asistió como delegada de México a una reunión de la Unión Panamericana efectuada en San Antonio, Texas, en la que, de acuerdo con el informe que presentó a la Secretaría de Relaciones Exteriores, se desempeñó con gran éxito (APACL, 1936). Después, en 1939, llegó a la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) como representante del gobierno mexicano; en 1944 fue nombrada vicepresidenta y después, entre 1949 y 1953, fungió como presidenta. En esta época fue palpable la presión que ejerció la CIM para que los gobiernos latinoamericanos decretaran el voto a las mujeres. Es importante resaltar aquí cuál era la posición de Amalia en relación con las luchas de las mujeres, porque ella representa un ejemplo claro del movimiento feminista de esa época: […] las latinoamericanas, temerosas quizás de caer en los excesos —inexplicables en ellas— de las “sufraggettes” encabezadas por Mrs. Pankurt4 tuvieron una actuación decidida y eficaz, pero de gran discreción […] En cuanto a sus posibilidades para regir los destinos públicos, es fácil deducir que, quien sabe gobernar un hogar, puede gobernar un grupo de familias, que es lo que constituye la sociedad. […] Somos una raza fuerte y valiente al mismo tiempo, compañeras del hombre, al que hemos unido nuestro esfuerzo en la tarea común, grandiosa, de abrir la tierra y renovar el aire […] (APACL, 1949)

Para ella era muy importante no “escandalizar”. Había que luchar con discreción y elegancia, valores que le eran fundamentales; además, reforza-

4

Se refiere a Emmeline Pankhurst. Para profundizar en este personaje véase a Midge Mackenzie, 1975.

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

129

ba los valores tradicionales de las mujeres y la importancia que tenía el no enfrentarse con los varones. Al respecto decía: El feminismo actual […] es por esencia, si se vale la frase, un feminismo femenino. No hace consistir la emancipación de la mujer en la conquista de las carreras abiertas al hombre (ideal hoy, por lo demás plenamente alcanzado); al contrario, y más amplia y generosamente, estima que la reivindicación femenil fundamentalmente estriba en elevar la condición general de la mujer y, muy particularmente, la función de la esposa y de la madre, ya que el hogar y la maternidad constituyen para la mujer la misión más alta y hacen de ella inspiradora de almas, forjadora y creadora de nuevas generaciones. Agotada está, y definitivamente pasada de moda, la vieja controversia relativa a la superioridad del hombre respecto de la mujer, o a la irremediable inferioridad de ésta frente a frente de aquel. La ciencia falló ya, en tan largo y enojoso debate. La ciencia no ha demostrado que la mujer es superior o inferior por lo que mira al hombre, sino, simplemente, diversa del hombre (APACL, 1947a).

Pareciera que ella quería distanciarse del feminismo y hacer una política “femenina”, postura característica del feminismo latinoamericano de la época; alejarse de las sufragistas “rabiosas” al estilo norteamericano y europeo y plantear un feminismo a tono con las cualidades de las mujeres de Latinoamérica; es decir, que fueran trabajadoras, serviciales, abnegadas, apoyadoras, desinteresadas, sensibles, diligentes y con una ética y una moral inquebrantables. La impresión que daba a los que estaban a su alrededor era la siguiente: […] es bella física e intelectualmente, de porte femenino, alta de cuerpo, rubia, moza aún. En su andar majestuoso revela la fuerza y tranquilidad de su espíritu. Su cuello es delicado, su cabeza es perfecta. Sus manos, dos pétalos de rosa. Su palabra, un torrente de pensamientos […] Va por el continente diciendo su palabra fácil, elocuente y vibrante, llena de amor y armonía: Quiero que el voto de la mujer sea una realidad en América no para desplazar a los hombres sino para colaborar más íntimamente, para servir mejor a la causa de la humanidad (APACL, 1950).

130

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

Amalia era una mujer guapa y femenina, una mujer que no asustaba a los hombres, al contrario, les encantaba; ella le sacaba partido a sus emblemas femeninos para conseguir lo que quería. Su hija Beatriz nos cuenta al respecto: Mi mamá era una mujer ¡tan bella! […] mi mamá decía: el hombre más fuerte no es el que tiene fuerza física sino el que tiene todos los atributos de hombría, y la mujer más fuerte tiene que tener todos los atributos de la femineidad. Mi mamá se disparaba en aquel grupo de mujeres feministas porque ella andaba muy guapa, muy arreglada. Cuando ella estuvo en las Naciones Unidas, que fui la primera vez con ella, tenía un alterón de papeles que revisar en una noche y, entre ellos, tenía metidos modelos de vestidos y propaganda de perfumes. Era de una femineidad ¡lindísima! Una vez le preguntó un periodista: Señora, usted qué opina: En el hogar ¿quién debe mandar, el hombre o la mujer? Y mi mamá dijo: El que pueda… (Tuñón, 1995a).5

EL PRIMER PASO CON MIGUEL A LEMÁN A mediados de 1945 el candidato para el siguiente periodo presidencial era Miguel Alemán. Durante su campaña, la actitud de las mujeres en el modo de pedir el derecho al voto fue el mismo que con Ávila Camacho, y el candidato ofreció modificar el artículo 115 para que las mujeres pudieran votar y ser votadas a nivel municipal. Este ofrecimiento se concretó el 27 de julio de ese año, cuando las mujeres le organizaron un mitin que se celebró en la Arena México. El local estaba lleno —según la prensa había alrededor de cinco mil mujeres—, hubo bandas de música y cantantes que actuaron en honor al candidato; él y su esposa fueron recibidos con grandes ovaciones, aclamaciones, dianas y una lluvia de flores y serpentinas. Convocaron al acto la Alianza Nacional Femenina y las comisiones femeniles del partido oficial y de las centrales 5 Para

saber más sobre ella, véase Tuñón (2010).

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

131

obreras y campesinas. En ese mitin el candidato comenzaba y terminaba su discurso con la idea de progreso, por lo tanto la incorporación de las mujeres a la vida pública correspondía a una etapa importante en la evolución de los pueblos. Es decir, si se pretendía construir un país moderno era preciso ser coherente con ello e igualar a hombres y mujeres, pues el modelo de modernidad así lo exigía. El candidato destacaba, además, la participación de las mujeres en los momentos de crisis como un mérito, aunque insistía en que las mujeres “tienen características propiamente femeninas” que no se perderían al otorgarles derechos cívicos sino que, por el contrario, enaltecerían los ámbitos políticos. A este respecto les pedía, como una especie de garantía para asegurar la reproducción de la familia, que no dejaran de ser en el hogar “la madre incomparable, la esposa abnegada y hacendosa, la hermana leal y la hija recatada” (El Nacional, 28 de julio de 1945). Por último, quedaba claro que otorgar el voto municipal a las mujeres no ponía en riesgo su papel en el hogar, porque se entendía que administrar un municipio era como organizar una casa más grande. Sobre los discursos de las oradoras del evento es interesante subrayar que todas ellas recurrieron a la idea de los valores superiores de las mujeres mexicanas y de su espíritu de sacrificio y abnegación, y que utilizaron esta ideología como una herramienta para hacer sentir a la sociedad que estaba en deuda con ellas por no haberles otorgado el derecho al voto, en lugar de ser críticas y reconocer que el logro era alcanzar los derechos ciudadanos sin necesidad de ninguna justificación, ya que eran parte de una democracia occidental moderna, como el propio sistema político mexicano lo pregonaba. La misma Esther Chapa, del partido comunista, decía: La mujer está preparada para todo porque dentro de la economía del hogar es la que distribuye el salario del marido y lleva la política de unidad de la familia y del respeto de todos los integrantes de ella. Y no otra cosa viene siendo la cosa pública dentro de los ayuntamientos donde se tiene que vigilar los dineros del pueblo (APECH, 1946).

Había un ambiente de efervescencia, de declaraciones de igualdad a nivel internacional y la Comisión Interamericana de Mujeres presionaba en ese sentido. El candidato para el nuevo periodo presidencial aceptaba

132

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

otorgar el derecho al voto a nivel de municipio pero, a pesar de todo esto, nuestros diputados eran producto del ambiente conservador de esos años y declaraban: […] Los representantes del pueblo opinan que no ha llegado todavía el momento oportuno para concederle el voto a la mujer mexicana y que primeramente hay que preocuparse de liberar en el campo económico a nuestras mujeres a fin de que con esa preparación puedan desarrollar eficazmente actividades en el orden político (Excélsior, 28 de agosto de 1945).

La única razón contundente que había para negarles los derechos cívicos a las mujeres era de tipo electoral, es decir, la duda sobre su comportamiento en las elecciones: los políticos no podían prever, controlar y manipular con eficacia el accionar político femenil dado que se trataba de más de la mitad de la población, que carecía de preparación política y de la educación cívica necesarias. Ya en el poder, Miguel Alemán cumplió su promesa y mandó la iniciativa para modificar dicho artículo. Con los legisladores la discusión se alargó, porque los panistas generaron una serie de problemas.6 Aquiles Elorduy, del Partido Acción Nacional (PAN), fue el primero que tomó la palabra y dijo que […] el hogar mexicano […] es el hogar selecto, perfecto, en donde la ternura llena la casa y los corazones de los habitantes gracias a la mujer mexicana que ha sido y sigue siendo todavía un modelo de abnegación, de moralidad, de mansedumbre, de resignación […] Ciertas costumbres venidas de fuera están alejando a las madres mexicanas un tanto cuanto de sus hijos, de su casa y de su esposo. Las señoras muy modernas juegan más que los hombres y no sólo a la brisca o al 6A

pesar de que los panistas afirmaban que estaban a favor del sufragio femenino —cosa que, de acuerdo con la idea tradicional de creer que las mujeres son en esencia conservadoras, les convenía— la realidad es que, tanto en los debates de 1946 como en los de 1953, fueron los diputados panistas los que se manifestaron en contra o crearon conflicto al respecto. Sin embargo, hay que aclarar que esto se debió a motivos políticos, porque los panistas no querían que fuera un priísta el que se llevara el mérito de conceder a las mujeres el derecho al voto.

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

133

tute, sino al poker, despilfarran, aun a espaldas de los señores maridos, buenas fortunas en el frontón […] Fuman que da miedo […] los jefes mexicanos de familia tenemos en el hogar un sitio en donde no tenemos defectos. Para la mujer mexicana, su marido, si es feo, es guapo; si es ignorante, es un sabio […] porque quiere enaltecer, a los ojos de ella misma y de su familia, al jefe de la casa. Si vamos perdiendo los hombres —y aquí está la parte egoísta— las pocas fuentes de superioridad, por lo menos aparente que tenemos en el hogar, vamos a empezar a hacer cosas que no son dignas de nosotros. Ya no hay méritos mayores en el jefe de familia, como no sea que gane dinero para sostener la casa y, en muchas ocasiones, lo ganan ellas a la par que los maridos. De manera que, si en la política, que es casi lo único que nos queda, porque en la enseñanza también son hábiles y superiores; si vamos perdiendo la única cosa casi aparatosa, que es la política, las cuestiones externas de la casa para que nos admiren un poco; si vamos a ser iguales hasta en la calle, en las asambleas, en las Cámaras, en la Corte Suprema, en los tribunales, en los anfiteatros, etcétera, etcétera, pues, entonces, que nos dejen a nosotros, que nos permitan bordar, coser, moler y demás […] (Diario de los Debates…, 1946).

El discurso causó “murmullos, siseos y desorden en las galerías”, que estaban repletas de mujeres, ya que fue realmente provocador. Aun cuando en el discurso oficial y en los medios políticos se planteó la necesidad de modernizar el país, aterró la idea de la mujer moderna, autónoma y con preocupaciones e intereses propios. La consigna era que el país se modernizara, pero que las mujeres siguieran viviendo con sus papeles tradicionales de madre, esposa y ama de casa y que, además, contemplaran y admiraran al jefe del hogar. Las intervenciones que siguieron fueron a favor de la iniciativa, y en casi todas ellas los diputados oradores hicieron mención a algún aspecto nombrado por Elorduy, siempre para criticarlo. En general, en los discursos se observa nítidamente que el derecho a sufragio municipal se veía como una primera prueba del comportamiento electoral de las mujeres. El mismo Alemán aclaraba que se trataba de un puesto más administrativo que político; es decir, no era una función con carácter ideológico, sino más bien concreta y local, por lo tanto entrañaba menos riesgo que otorgar los derechos políticos plenos. Reiteradamente los dirigentes y las autoridades apelaban a los

134

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

altos valores morales de las mujeres, que las alejaban, supuestamente, de la corrupción característica de la política mexicana. Miguel Alemán se presentó, así, con una imagen de modernidad, democrática, porque con esta medida se fortalecía el sistema federal y se le daba un lugar a las mujeres en la vida política del país. Por otro lado, México entraba al grupo de las naciones avanzadas y democráticas en el que las mujeres ya eran ciudadanas, sin embargo, se mostró tímido al no otorgar el voto a nivel federal, aunque seguramente lo hizo para probar cuál sería su comportamiento. A lo largo del sexenio alemanista nos encontramos fundamentalmente con dos posiciones entre los grupos feministas en relación con el sufragio. Por un lado, las mujeres que le estaban agradecidas al presidente por haber reformado el artículo 115 y que, por lo general, eran mujeres cercanas a la esfera del poder; y por otro, las antiguas dirigentes del FUPDM, que con una posición más crítica le seguían solicitando la reforma al 34 constitucional para obtener el derecho al voto federal. Algunas mujeres publicaron artículos en los que mostraban su inconformidad (Robles de Mendoza, 1939), pero la más persistente fue Esther Chapa, quien declaró que cada año durante 22 años, al empezar las sesiones del Congreso enviaba una carta firmada por muchas mujeres, solicitando el derecho al voto a nivel federal (Galarce, 1959). Tenemos una fechada el 14 de julio de 1944 que dice lo siguiente: El Comité Coordinador Femenino para la defensa de la Patria7 se dirige a esa H. Comisión Permanente una vez más con toda anticipación a la apertura de las sesiones ordinarias de ese H. Congreso a fin de solicitar se incluya en la Orden del Día del próximo periodo la declaratoria de ley de la Modificación del Artículo 34 Constitucional en los términos en que fue aprobada por la H. Cámara de Diputados, por la H. Cámara de Senadores y por las legislaturas locales de los Estados de Aguascalientes, Campeche, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Chihuahua, Querétaro, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas y Michoacán. Tomando en cuenta que Chiapas y Puebla han concedido el voto a la mujer desde los años 1925 y 1936 por todo lo cual consideramos que se han cumplido con los requisitos 7 En

donde ella se desempeñaba como secretaria de prensa y propaganda.

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

135

que marca el Artículo 135 de la Constitución de la República, para modificar o adicionar la Carta Magna y que solamente falta que el Congreso de la Unión cumpla con dicho artículo 135 haciendo la Declaratoria que tantas veces nos hemos referido para que la mujer mexicana como ciudadana que es, goce de todos sus derechos políticos (APACL, 1944).

Así y todo, el primer paso estaba dado y las mujeres comenzaron a participar activamente en la vida política de los municipios. Nos encontramos con dos que ocuparon el cargo de delegadas del Departamento del Distrito Federal:8 Aurora Fernández en Milpa Alta, y Guadalupe Ramírez en Xochimilco. Hubo en estos meses otros nombramientos importantes: María Lavalle Urbina como magistrada del Tribunal Superior, Dolores Heduán como ministra del Tribunal Fiscal de la Federación, y Elvira Vargas como jefa de redacción del periódico El Nacional, órgano de difusión del gobierno mexicano. Además, las mujeres en esta época se movilizaron y se hicieron presentes en prácticamente todos los ámbitos de la vida nacional; fundaron grupos de distinto tipo: de corte político, religioso, cultural, de revolucionarias, de profesionistas, como abogadas y médicas, de empresarias, de comerciantes y de amas de casa; había también mujeres integradas a los partidos políticos, a centrales y a sindicatos.

L AS MUJERES ORGANIZADAS EN LOS CINCUENTA Para 1950 la situación de las mujeres mexicanas, según un informe presentado por Castillo Ledón en la VII Asamblea de la Comisión Interamericana de Mujeres, era la siguiente: ya la Constitución de 1917 había otorgado derechos civiles iguales a ambos géneros, las mujeres tenían derecho a conservar su nacionalidad mediante el matrimonio y transmitirla a sus hijos; igual capacidad de patria potestad y tutelaje; podían optar a todos los cargos públicos y había, en ese momento, varias en el Poder Judicial y en secretarías de Estado. Con respecto al ámbito laboral, la Constitución había establecido el principio de “igual salario por igual trabajo”; en esos 8 Hoy

Gobierno del Distrito Federal.

136

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

años las mujeres se incorporaban al desarrollo industrial de México y también estaban presentes en las profesiones (sobre todo medicina y leyes), en el comercio, en la burocracia, en la banca y en el trabajo agrícola; en el servicio exterior destacaron a partir de 1934, cuando México designó a una mujer como ministro ante otro gobierno; en ese entonces había una con el cargo de ministra plenipotenciaria y 18 vicecónsules; México había nombrado delegadas en varias conferencias interamericanas y mundiales; en puestos públicos importantes estaban: María Lavalle Urbina, magistrada del Tribunal Superior de Justicia de la Nación; Guadalupe Ramírez, delegada en Xochimilco; Gudelia Gómez, jefa de la Oficina Investigadora del Trabajo de la Mujer; Esperanza Colín Carrillo, jefa de la Sección Femenil de la Confederación Nacional Campesina, y Guadalupe Ceniceros de Zavaleta, directora de la Escuela Normal para Maestros de la Ciudad de México. En cuanto a derechos políticos, las mexicanas sólo disfrutaban del sufragio municipal; en ese momento había cinco alcaldesas; finalmente, en su informe mencionaba a las que participaban en los Centros Femeniles de Trabajo, constituidos con el propósito de hacerlas más eficientes en las labores domésticas (APACL, 1951b). El censo de ese año presenta unas cifras que resultan ilustrativas, 50.1 por ciento de la población eran mujeres; era notoriamente más alto el número de varones que estudiaban; era más alto el porcentaje de mujeres que, siendo menores de doce años, trabajaban; había más mujeres que eran jefas de familia y analfabetas; la mayor parte del flujo migratorio hacia el exterior era masculino; la tasa global de fecundidad, es decir, el número promedio de hijos que tendría una mujer durante su vida fértil, se acercaba a siete; las mujeres menores de veinte años tenían 11 por ciento del total de hijos vivos y en 1940 había al año 2.7 divorcios por cada cien matrimonios (Valdés y Gomariz, 1953). Durante los primeros años de la década de los cincuenta los grupos femeniles comenzaron a hacer intentos por aglutinarse en un solo organismo, porque era la única manera de obtener más fuerza. Uno de los primeros en intentarlo fue la Alianza Nacional Femenina — que había organizado la reunión con Alemán en la Arena México —, pero no tuvo eco (APACL , 1947b). Con este mismo fin, a mediados de 1950 se constituyó el Consejo de Mujeres de México y un año después, en 1951, la Confederación de Mu-

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

137

jeres de México. Ninguno cuajó, y es que era necesario que se conjuntaran dos factores, por un lado, una figura carismática con una personalidad fuerte que pudiera reunir a todos los grupos dispersos y divididos, y por el otro, el apoyo decidido del poder. Esto ocurrió en abril de 1952, cuando Amalia Castillo Ledón funda la Alianza de Mujeres de México (AMM) con el apoyo no sólo del presidente saliente, Miguel Alemán, sino también del candidato para el siguiente periodo presidencial: Adolfo Ruiz Cortines. La idea de crear este organismo surgió en 1951, pero como ella vivía en Washington, fue María Lavalle Urbina9 quien organizó todo. En una carta de diciembre de ese año, le decía Castillo Ledón: […] hablemos de nuestra Federación ¿Qué has hecho a este respecto? ¿Hablaste con el secretario del Presidente y con el señor Ruiz Cortines? Querría también saber además de lo que hayas hablado con estas personas, si te has puesto en contacto con las jefes de algunas otras organizaciones femeninas y si has tenido ya un arreglo definitivo con las secretarías de Acción Femenil de la CTM y la Campesina. Querría también saber si María Luisa Ocampo y tú han terminado aquel documento indispensable para empezar nuestra labor en firme. Yo pienso llegar a México en los primeros días de enero pero quisiera, por supuesto, conocer tus actividades antes de llegar allá y antes también que te marches a Campeche pues recuerdo que tú me dijiste que pasarías allá la Noche Buena10 y el Año Nuevo. Te ruego, por tanto, que no dejes de contestarme sobre todos estos puntos y algunos más de los que yo no tenga noticia (APACL, 1951a).

9 María

Lavalle Urbina es un personaje poco estudiado. Nació en Campeche y allí estudió en la Escuela Normal, impartió clases en el Instituto Campechano, fue directora de una primaria y entre 1944 y 1947 dirigió la campaña de alfabetización de su estado. Más tarde estudió la carrera de Derecho y fue la primera mujer en recibir el título en Campeche y en ser magistrada del Tribunal Superior de Justicia a partir de 1947. Estuvo siempre detrás de Amalia Castillo Ledón y fue sucediéndola en los cargos que ocupaba: en la Comisión Interamericana de Mujeres y en la presidencia de la Alianza de Mujeres de México. La relación entre ambas parece que no fue fácil: en el archivo de Amalia Castillo Ledón hay cartas dirigidas a ella, siempre para solicitarle trabajos o para que organizara alguna actividad y en las que le recrimina, con mucha amabilidad, que no le respondiera (Castillo Ledón, 1952). 10 Así está escrito en la carta.

138

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

La AMM se fundó el 17 de abril de 1952. La noticia apareció en la primera plana de los periódicos más importantes de esa época y, según al acta constitutiva, era una asociación civil formada por diversos grupos ya existentes que actuaría a nivel nacional. Su presidenta era Amalia Castillo Ledón y su vicepresidenta María Lavalle Urbina. El objetivo central de esta asociación era la elevación social, cultural, política y económica de las mujeres de México y sus familias. En el programa, que se dio a conocer en junio de 1952 y que fue redactado por la Comisión Técnica de la Alianza —integrada por Paula Alegría, Esperanza Balmaceda de Josefé y Francisca Acosta—, se establecía un programa de trabajo muy ambicioso y que abarcaba muchos aspectos; por ejemplo, sólo en el aspecto jurídico, que es el que nos interesa en este trabajo, incluía la investigación y el estudio de problemas tales como derechos políticos y civiles, ciencias penales, legislación del trabajo y seguro social, códigos de protección a las madres, a los menores y a la familia, y un estudio comparativo de los ordenamientos jurídicos vigentes en las diversas entidades federativas. Los problemas específicos a resolver en el área jurídica serían: derecho al voto, matrimonio y divorcio, protección a las madres solteras y a los hijos nacidos fuera del matrimonio, capacidad para determinados actos civiles tales como ser gestora de negocios, comparecer en juicio, actuar como apoderada, etcétera. Entre las actividades prácticas estarían la creación de servicios jurídicos en beneficio de las mujeres y la elaboración de proyectos de nuevas normas legales o de reformas a las codificaciones existentes, con el objeto de mejorar la situación jurídica de las mujeres mexicanas (Programa de la Alianza…, 1952). Era un programa amplísimo que parecía imposible de alcanzar, pero que era necesario para poder aglutinar a todos los grupos existentes en aquellos momentos. Resulta interesante el hecho de que al revisar las fuentes no se encontrara ni documento ni referencia alguna relacionada con la cuestión del financiamiento; seguramente no era una preocupación para la asociación porque, al contar con el apoyo incondicional del gobierno, es claro que era él quien se ocuparía de ese aspecto. Para entonces, el “movimiento de masas” —por llamarlo de alguna manera—, había desaparecido por completo y el problema se había “personalizado”. Amalia Castillo Ledón era en esos momentos una mujer —la

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

139

mujer—, con un papel prominente a nivel nacional e internacional. Como ya se mencionó, ella reivindicaba la idea de que elevar la condición social de las mujeres redundaría en hacerlas mejores madres, esposas y amas de casa pero al parecer no reflexionó sobre el hecho de que si unas cuantas mujeres accedían ya a niveles superiores, esto no significaba que como grupo hubieran alcanzado una posición mejor en la sociedad. Se observa que su feminismo no es un feminismo con conciencia de género sino más bien, y en consonancia con esa época, un feminismo llamado liberal. Hay que recordar que éste planteó cambios a nivel de la legislación y del marco jurídico para que las mujeres alcanzaran la igualdad social, política, económica y de educación.

H ACIA LA RECTA FINAL CON A DOLFO RUIZ CORTINES En 1952, cuando Ruiz Cortines es elegido candidato a la presidencia por el partido oficial —el Partido Revolucionario Institucional (PRI)—, el tema del sufragio femenino resurge con fuerza; las condiciones estaban dadas para que las mujeres accedieran a este derecho y en ese momento aparecen en escena dos grupos protagónicos. Uno fue el grupo que lo solicita por medio de la licenciada Margarita García Flores,11 que en ese momento era la directora de Acción Femenil del PRI. Según la versión de la propia Margarita García Flores, cuando Ruiz Cortines fue nombrado candidato a la presidencia, ellas de inmediato se dieron a la tarea de organizarse para apoyarlo y solicitarle, entre otras cosas, la igualdad de derechos políticos para las mujeres. Y relata cómo se le ocurrió organizar una asamblea de mujeres priístas para hacerle la petición formal a Ruiz Cortines: 11

Margarita García Flores, oriunda de Monterrey y donde estudió la carrera de Derecho. Un mes antes de cumplir 15 años vino con su padre a la Ciudad de México a escuchar una conferencia impartida por Baltasar Ibarra, padre de Rosario Ibarra de Piedra; le gustó tanto que ese día ingresó al Sector Juvenil del partido. Dos años después fue nombrada dirigente del Sector Femenil del PRI en Nuevo León y después dirigente nacional de ese sector. El resto de su vida lo dedicó a la política dentro del PRI. Fue de las primeras mujeres diputadas, ocupó el cargo de regidora del ayuntamiento de Monterrey, de delegada política en Cuajimalpa y muchos otros más (Tuñón, 1993).

140

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

[…] Recuerdo cómo fue que conseguimos que se organizara la asamblea. Eran los primeros días del mes de marzo cuando lo vimos. Antes de entrar le dije a Lolita Heduán: “Oye tú, y ahora ¿qué le decimos?” Y me dice: “Pues si eres tan mujer fájate las enaguas y dile lo que me acabas de decir”. Al entrar nos dijo el candidato: “A ver, aquí estoy compañeritas, me da mucho gusto poder saludarlas, ¿tenían algo que comunicarme, algo que hablar conmigo?” Y le dije: “Mire usted, ¿usted cree justo, don Adolfo, que las mujeres no tengamos derecho al sufragio universal nada más porque nacimos con un sexo que no elegimos?” Y que va cambiando la cara, se puso muy serio y me dijo: “Me están hablando ustedes de un asunto muy serio, necesitamos volver a reunirnos porque esta entrevista no era para discutir un asunto tan importante”. Entonces ya me envalentoné yo y le digo: “Bueno, ¿le parecería a usted que nos volviéramos a reunir pero que viéramos la fecha desde ahora?” Dijo que sí, que trajera la agenda su secretario. Él tenía tiempo un mes después, o sea, el seis de abril en la mañana, porque luego tenía una comida y en la tarde otra reunión con la IP.12 Yo le dije: “Bueno, ¿y le podríamos decir a las compañeras de los estados que viniera una representación para que lo escucharan a usted y que usted las escuchara a ellas?” ¡Y dijo que sí! Pues ¡a darle! La organización no fue difícil, fue pesada, pero teníamos tanto entusiasmo y tantas ganas de que nos dieran el voto que trabajamos, y todo salió bien (Tuñón, 1993).

Da la impresión de que el partido les organizó la asamblea ya que, entre otras cosas, les consiguió las sillas, los autobuses para trasladarse y hasta la gasolina. En realidad, de acuerdo con las fuentes consultadas, se puede suponer que al gobierno le interesaba otorgar el derecho a voto a las mujeres y, como necesitaba que ellas lo solicitaran, les “armó” la reunión. La directora de Acción Femenil del PRI en el Distrito Federal en esa época, Martha Andrade del Rosal, recuerda de ese mitin que en el momento en que Ruiz Cortines les ofreció el derecho al voto: “[…] le aplaudimos a rabiar y le gritamos: repítalo don Adolfo, repítalo, le gritábamos miles de voces. Y él lo repitió caballerosamente” (Tuñón, 1994).

12 Se

refiere a la Iniciativa Privada.

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

141

Por otro lado estaba el grupo de Amalia Castillo Ledón, que en esos momentos era la presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres y a principios de 1952 vino a México para “[…] trabajar en la unificación de las mujeres del país, que me ha encomendado tanto el presidente Alemán como el señor Ruiz Cortines” (APACL, 1952). Entre enero y marzo de ese año, Amalia Castillo Ledón sostuvo una entrevista con Ruiz Cortines: […] las palabras que intercambiaron textualmente fueron las siguientes: “Me es muy penoso, como presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, haber obtenido la aquiescencia de diversas repúblicas del continente para conceder la igualdad entre hombres y mujeres, mientras que en mi propio país no hay ni siquiera un intento para otorgársela.” A lo que el señor candidato respondió: “Si me lo pidieran miles de mujeres lo haría, pero hasta ahora me lo han solicitado grupos de entre cinco y veinte mujeres cuando más, esto no puede considerarse como que la mujer mexicana desee tener los derechos civiles y políticos. Si hubiera un grupo importante de miles de mujeres que me lo pidieran, habría que tomarlo en cuenta”. Con este propósito nuestra delegada Castillo Ledón emprendió un viaje por toda la república en compañía de la señorita Esther Talamantes, la licenciada Aurora Fernández y otras más, así como un grupo importante de hombres dirigidos por el señor Enrique León, recogiendo las firmas de más de quinientas mil mujeres para la petición formal de igualdad de derechos […] (Quincuagésimo aniversario de la Comisión Interamericana de Mujeres, s/f).

No se ha encontrado la carta con las firmas solicitadas por Ruiz Cortines pero, el día que tomó protesta como presidente de la República, prometió enviar la iniciativa para modificar el artículo 34 de la Constitución.

LOS ÚLTIMOS PASOS Aquel 6 de abril de 1952, en la asamblea con las priístas en el parque 18 de Marzo, Adolfo Ruiz Cortines había marcado su posición respecto a las mujeres (PRI, 1952). Consideró que tenían derecho a participar en política no por igualdad o un sentido de justicia, sino porque desde su hogar ayudarían a

142

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

los hombres, resolverían con abnegación, trabajo, fuerza espiritual y moral, problemáticas tales como la educación y la asistencia social. Era manifiesto que “las inquietudes de las mujeres” eran “las inquietudes de los otros”; así, participarían en campañas de alfabetización, contra la carestía de la vida, por el incremento de la producción y la resolución de problemas como el de habitación, alimentación, vestido, medicinas, esparcimiento y rehabilitación física, es decir, todo lo que solucionaban cotidianamente las madres, las esposas y las amas de casa mexicanas. Obviamente, aquellas mujeres que no cumplían con los papeles tradicionales quedarían fuera de las actividades políticas que el partido oficial les había reservado, pues las mujeres eran vistas como una totalidad, sin distinguirlas de acuerdo con sus intereses y necesidades. Las mujeres sólo eran importantes en tanto que alentaban a sus compañeros en el vivir diario y por su papel materno. Su relevancia radicaba, entonces, en ser madres y esposas abnegadas y morales, cualidades que eran para Ruiz Cortines las “femeninas” por excelencia. Para él era invisible la participación de las mujeres en las luchas obreras y campesinas, jamás se refería, por ejemplo, a la participación femenina durante el periodo cardenista. El ámbito político era de los varones, ellas sólo ayudarían, él estaba dispuesto a otorgarles el derecho a voto para reforzar las labores más tradicionales, porque se trataba de que las mujeres participaran en la vida nacional, pero a través de una “política femenina” encauzada por el partido oficial. El primero de diciembre de 1952, Adolfo Ruiz Cortines tomó protesta como presidente de México. La prensa relató con lujo de detalle el acto, en el que pronunció un discurso donde delineó la política a seguir durante su mandato y en el que ofreció a las mujeres la oportunidad de ejercer el derecho al voto. Efectivamente, unos días después envió la iniciativa al Congreso. El trámite siguió su curso y a pesar de algunas trabas puestas fundamentalmente por los legisladores panistas para entorpecer el proceso —porque, igual que en 1945, no querían que el PRI se llevara el mérito de convertir a las mujeres mexicanas en ciudadanas— (Diario de los Debates…, 1952), la iniciativa presidencial fue aceptada y en octubre de 1953 se publicaba en el Diario Oficial, con lo cual las mujeres mexicanas obtenían finalmente el derecho a votar y ser votadas en cargos de elección popular.

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

143

Al concederles el derecho al voto, atendía a la inconformidad de las mujeres sin afectar al sistema, pues ellas seguirían bajo el control político e ideológico del partido oficial; además las dejaría circunscritas a actividades pertenecientes al ámbito doméstico, ellas solucionarían los problemas habitacionales, alimenticios, recreativos y de salud, pues continuaba considerándolas como primeras responsables de la familia. Otorgarles el sufragio le permitía ganar popularidad no sólo entre las mujeres, sino entre el pueblo en general, ya que había prometido solucionar los asuntos no resueltos en regímenes anteriores y éste era uno de ellos. Por otro lado, esto distraería de alguna manera la atención del pueblo sobre el encarecimiento del costo de la vida que se estaba registrando en esos momentos, y mantendría la estabilidad del país, resquebrajada después del violento sometimiento de los partidarios de Miguel Henríquez Guzmán (Servín, 1992). Con esta medida daba la sensación de que se iniciaba una nueva era para México lo cual contribuiría a consolidar la imagen progresista que quería para su régimen. Obtendría así, una victoria política. A su vez, era importante entrar al concierto de las naciones modernas en las que las mujeres ya tenían derechos políticos. Obviamente, la presión internacional había influido para que el nuevo presidente se decidiera a dar el derecho al voto a las mujeres. Pero lo fundamental fue que, al otorgar los derechos políticos a las mujeres, atrajo a un mayor número de votantes y, de esta manera, el gobierno creó una plataforma de apoyo para la consolidación del sistema y la legitimación de su poder. Las mujeres, agradecidas, podían convertirse en incondicionales del régimen, lo cual era importante porque en las elecciones de 1952 la oposición había alcanzado un porcentaje alto en las votaciones, por lo que el PRI necesitaba fortalecerse. Es claro que el grupo en el poder contaba con la inexperiencia política de las mujeres para poder manipularlas fácilmente; las consideraba ignorantes y poco inteligentes con relación al mundo de la política. Este aspecto es importante porque, efectivamente, el PRI aumentó el número de sus afiliados. Para 1954, de los 3.5 millones de militantes, 35 por ciento eran mujeres, o sea un poco más de la tercera parte de los priístas eran mujeres (Pellicer de Brody y Reyna, 1978: 111). En este sentido es importante men-

144

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

cionar que en las elecciones de 1929 a 1952 los votos masculinos fueron de 75.36 por ciento (González Casanova: 1983). En las elecciones de 1952 el candidato oficial obtuvo 74.32 por ciento de la votación, y en 1958, Adolfo López Mateos obtuvo 90.56 por ciento del total de los votos. Lo anterior hace pensar que seguramente para Ruiz Cortines pesó este aspecto cuando decidió otorgar a las mujeres el derecho a voto, y las cifras lo comprueban: al sistema político mexicano le redituó conceder el voto a las mujeres para consolidarse plenamente. Las mujeres entraron legalmente a formar parte de la vida pública con una conducta pasiva frente a la política de México. Obtuvieron el voto dentro de un contexto en donde no había libertades democráticas, con lo cual se canceló toda posibilidad de ejercicio democrático dentro del juego político; un contexto en el que no había voces disidentes que cuestionaran la función de las mujeres como esencialmente familiar y privada. Paradójicamente, las mujeres mexicanas alcanzaron la plenitud de sus derechos y garantías ciudadanas cuando el discurso sobre sus funciones —tanto el de las propias sufragistas como el de la prensa, los voceros oficiales del PRI, los candidatos, el presidente y los sectores sociales con presencia en la vida política— era más tradicional. El logro no respondió a una presión de las bases sino a una decisión del gobierno que se llevó a cabo cuando a éste le interesó, aunque sería injusto afirmar que no hubo ningún movimiento en ese sentido y que las movilizaciones previas a los años cincuenta no constituyeron un antecedente importante para que las mexicanas alcanzaran este derecho.

BIBLIOGRAFÍA Agrupación Nacional Femenil Revolucionaria (ANFER) (comp.) (1984), Participación política de la mujer en México. Siglo XX, ICAP-PRI, México. APACL (Archivo Particular Amalia Castillo Ledón) (1936), “Informe que rinde el secretario de Relaciones Exteriores a la señora Amalia Castillo Ledón, representante de la Secretaría a su cargo en la sesión solemne de la Panamerican Round Table, efectuada en la ciudad de San Anto-

EL DER ECHO DE L A S MUJER ES A L SUFR AGIO

145

nio Texas, el 14 de abril de 1936, para celebrar el Día Panamericano”, mimeo. (1941), “Memorando relativo a la creación del Departamento Autónomo de la Mujer”, manuscrito. (1942), “Servicio Civil Femenino de Defensa”, manuscrito. (1945), “Telegrama a Manuel Ávila Camacho”, mimeo. (1947a), “Carta a Luis Farías de Kempel”, mimeo, sin clasificar. (1947b), “Proyecto de organización del Departamento de la Mujer”, mimeo. (1949), “La constitución de los derechos de la mujer su proyección mexicana”, manuscrito. , (1950), “Peregrinación de las mujeres del mundo en pos de sus derechos”, en La gaceta de Xinantecatl, Nicaragua. (1951a), “Carta a María Lavalle Urbina”, mimeo. (1951b), “Informe de la delegada de México a la VII Asamblea de la Comisión Interamericana de Mujeres en Santiago de Chile”, mimeo. (1952a), “Carta a Luis Quintanilla”, mimeo. (1952b), “Carta a María Lavalle Urbina”, mimeo. APECH (Archivo Personal Esther Chapa) (1944), Carta, mimeo, sin clasificar. (1946), La mujer en la política en el próximo sexenio, folleto. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos (1946). (1952). (1953). El Nacional, México, 28 de julio de 1945. Excélsior, México, 28 de agosto de 1945. Galarce, Marcela, “Medalla de oro a la doctora Esther Chapa”, en Mujeres, México, 16 de febrero de 1959. González Casanova, Pablo (1983), La democracia en México, Era, México, Mackenzie, Midge (1975), Shoulder to Shoulder, Alfred A. Knopf, Nueva York. Pellicer de Brody, Olga, y José Luis Reyna (1978), El afianzamiento de la estabilidad política, El Colegio de México, México. PRI, Presencia de la mujer en la vida cívica de México, México, PRI, 1952. “Programa de la Alianza de Mujeres de México”, 1952, mimeo.

146

ENR IQUETA TUÑÓN PA BLOS

“Quincuagésimo aniversario de la Comisión Interamericana de Mujeres”, s/f, mimeo. Robles de Mendoza, Margarita, “Las desencantadas”, en El Universal, México, 7 de diciembre de 1939. Rocha, Martha Eva (2001), “Las mexicanas en el siglo XX”, en Mujeres mexicanas del siglo XX, la otra revolución, Edicol, México. Servín, Elisa (1992), “La matanza en la Alameda”, en La Jornada Semanal, núm. 162, México. Tuñón Pablos, Enriqueta (1993), Entrevista realizada a Margarita García Flores en su domicilio de la Ciudad de México, los días 13 y 20 de julio. (1994), Entrevista realizada a Martha Andrade del Rosal en su oficina de la Ciudad de México, el 28 de febrero. (1995a), Entrevista realizada a Beatriz Castillo Ledón en su domicilio de la Ciudad de México el 20 de julio. (1995b), Entrevista realizada a Virginia Chapa en su domicilio de la Ciudad de México, el 25 de enero y el 3 de marzo. (2010), “Amalia Castillo Ledón: Una feminista en un mundo de hombres, 1929-1953”, en Rocha, Martha Eva et al., De espacios domésticos y mundos públicos. El siglo de las mujeres en México, INAH, México (Claves para la Historia del siglo XX mexicano). Valdés Echenique, Teresa, y Enrique Gomariz Moraga (1953), Mujeres latinoamericanas en cifras, Instituto de la Mujer/Flacso, Madrid/Santiago.

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.