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A. FEUILLET, P.S.S.
EL EPISODIO DE LAS TENTACIONES EN SAN MARCOS (1,12.13) L'épisode de la Tentation d'après l'Evangile selon Saint Marc (1,12-13), Estudios Bíblicos, 19 (1960) 49-73.
RELACIÓN ENTRE EL BAUTISMO Y LAS TENTACIONES La primera pregunta que surge sobre el relato de las tentaciones en san Marcos, es si tiene este episodio alguna relación con el del Bautismo, que le precede inmediatamente. Bultmann cree que se trata de dos pasajes independientes, atribuyendo al que nos ocupa un carácter mítico, de modo que el evangelista no habría hecho sino proyectar en Jesús el antiguo mito de un héroe divino luchando contra un monstruo. Esta interpretación no ha sido propuesta por primera vez por Bultmann y, además, sus ideas nos parecen, en este punto, un tanto imprecisas. Los que, con Bultmann, ven en este pasaje un origen exclusivamente pagano, caen en el vicio de considerar la pericopa aislada de su contexto; como si no fuera un elemento más de un conjunto estructurado y armónico. Las tentaciones se refieren íntimamente al conjunto del ministerio público de Jesús, del que constituyen el preámbulo necesario. L. Cerfaux sugiere, lo que parece verosímil, que el conjunto de las perícopas que se refieren al Bautista -predicación del precursor, bautismo de Jesús, elogio del Bautista por Jesús, controversia entre los discípulos del Bautista y los de Jesús, muerte del Bautista- han debido formar en la tradición primitiva un conjunto unitario fundado en una transmisión única: un discípulo del precursor pasado a la escuela de Jesús. El hecho de que elementos de esta descripción se hayan filtrado en otras colecciones, explicaría las diferencias de estilo entre el Bautismo y las tentaciones¡ Sea o no esta explicación la acertada, lo cierto es que el retiro de Cristo en el desierto es la continuación normal del Bautismo. Así aparecerá, lo esperamos, cuando expliquemos su sentido y señalemos sus raíces veterotestamentarias. Las tentaciones, tal como las presenta el segundo evangelio, contienen los elementos siguientes: Jesús es impulsado al desierto por el Espíritu, y allí permanece cuarenta días y es tentado por Satán; vive en compañía de animales salvajes y los ángeles le sirven. Es evidente para nosotros que estos datos tienen su prefiguración natural en el Antiguo Testamento, particularmente en la estancia del pueblo hebreo en el desierto después de pasar el mar Rojo.
EL RETIRO DE CUARENTA DÍAS Y LA TENTACIÓN DIABÓLICA "A continuación, el Espíritu le impulsa -a Jesús- al desierto". Esto es una excepción, ya que de ordinario san Marcos sue le utilizar la palabra desierto como adjetivo, "lugar desierto", en vez de sustantivo (Mc 1,35.45; 6,31.32.35). Con la particularidad de que las dos excepciones a esta norma -Mc 1,3-4 y 1,12- provienen, y por lo tanto parecen explicarse, por dependencia literaria, de Isaías (40,3) la primera y del Deuteronomio la segunda, que es la que ahora consideramos. "Acuérdate -dice el Deuteronomio- del
A. FEUILLET, P.S.S. camino por el qué te ha hecho marchar Yahvé, tu Dios, durante cuarenta años en el desierto, a fin de humillarte y ponerte a prueba y conocer el fondo de tu corazón..: " (Dt 8,2). Esta dependencia está suficientemente indicada por la presencia, en los dos textos, de tres elementos comunes: el desierto, la cifra cuarenta y la tentación.
El desierto Hay fundamentos para pensar que Marcos, como también Mateo y Lucas, sintetizan en su relato los datos del Deuteronomio (8,2) y de Isaías (63,13-14). De modo que al hecho de que Jesús es conducido al desierto corresponde la afirmación, frecuente en el Antiguo Testamento, de que Yahvé ha conducido a su pueblo por el desierto, lugar que tiene, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, un sentido teológico más que geográfico. En el AT, el desierto tiene fundamentalmente dos significados, en apariencia,. opuestos y, en el fondo, estrechamente unidos: es una tierra desolada y árida (Dt 1,19; 32,10; Ez 6,14...), considerada frecuentemente como guarida de demonios y fieras (Is 13,21; 14,23; 30,6; 34, 11.16; 35,7; Sof 2,14; Tob 8,13; Mt 12,13; Lc 8,29; 11,24; Heb 11,38...) donde el hombre, privado de toda seguridad humana, es puesto a prueba en lucha con las fuerzas del mal. Pero el desierto es también, con ocasión de lo dicho, el lugar donde, lejos del bullicio y las seducciones mundanas, se experimenta la proximidad de Dios y la dependencia del hombre. Ambas ideas tienen como fondo histórico la experiencia de los cuarenta años de desierto después del paso del mar Rojo, donde fueron tentados fuertemente, y muchos sucumbieron a la tentación. Pero fueron también años de una especial protección divina, y de favores inauditos. En cuanto al relato de Marcos, los exegetas no están de acuerdo en el significado que tiene aquí el desierto: morada de Satán o lugar de retiro y oración. En realidad, no son incompatibles ambas concepciones del desierto, como hemos visto. Solamente hay que notar que el lugar de las grandes revelaciones de Dios ha dejado de ser el desierto y ahora es la persona misma de Cristo.
Los 40 días "Y estuvo -Jesús- cuarenta días en el desierto tentado por Satán". En los pasajes del Deuteronomio antes citados (Dt 8,2.4; 29,4), los cuarenta años del desierto son expresamente mencionados. Creemos que no hay que buscar otro origen a los cuarenta días de Jesús (por ejemplo, en los cuarenta días de Moisés en el Sinaí o en los cua renta días de marcha de Elías al monte Horeb), pues más que en la duración hemos de fijarnos en el parecido de las situaciones. Escalonando las tentaciones a lo largo de los cuarenta días, Marcos parece contradecir a Mateo y Lucas, que dicen que Jesús fue tentado al final de la prueba. Sin embargo, no creemos necesario suponer, con santo Tomás, que las tentaciones narradas por Marcos han precedido a las de Mateo y Lucas.
A. FEUILLET, P.S.S. Las tentaciones Supuesto el origen veterotestamentario del relato de Marcos, surge la dificultad de que, mientras los hebreos fueron tentados por Dios, Jesús es tentado por Satanás. Pero esta diferencia no debilita el paralelismo señalado ya que, según parece, se debe a que los autores sagrados antiguos atribuyen a Dios lo que es propio del diablo para evitar que el pueblo hiciera de éste un dios del mal (comparar, por ejemplo, 2 Sam 24,1 con 1 Par 21,1-2). En este punto debemos considerar el sentido que la tentación del demonio tiene en el pasaje estudiado. En la Biblia, la tentación tiene un doble sentido: es prueba purificadora y, al mismo tiempo, invitación al mal. De modo que un mismo hecho puede ser las dos cosas al mismo tiempo, según el punto de vista, Dios o el demonio. Hay que añadir, sin embargo, que no siempre ambos aspectos están igualmente subrayados. En los pasajes del Deuteronomio aducidos como inspiradores de Marcos, prevalece el carácter de prueba. Esta, viniendo de Dios, tiene por finalidad el triunfo sobre el pecado. En cambio en el Padrenuestro, por ejemplo, tiene por objeto hacer pecar al hombre. La tentación propuesta a Jesús tiene este doble carácter, como se puede ver por los lugares paralelos de Mateo y Lucas. El demonio intenta verdaderamente hacer caer a Jesús. Esta situación no es rara en el Antiguo Testamento. Como aparece en el capítulo tercero del Génesis, Israel ha visto muy pronto en el pecado más que una rebelión del hombre contra su Señor, la intervención de una potencia misteriosa que se opone a Dios. Sólo la lucha en favor del monoteísmo hizo que este aspecto de la realidad quedara un tanto soslayado. A partir del exilio, conseguida una sólida posición monoteísta, y por influencia quizás de otras religiones, los espíritus se inclinan hacia una concepción dualista del mundo. Dualismo sin duda muy atenuarlo, pero que deja un papel importante al demonio (Zac 3,1; Joh 1 y 2). En la existencia de Jesús, este papel es capital, como lo muestra la aparición de este personaje, desde el comienzo mismo de su vida pública. Esto es fácil de comprender, si se piensa que Jesús viene a destruir el pecado y establecer el Reino de Dios. Si el Bautismo de Jesús hace presentir una nueva creación, ¿no es normal que el demonio venga a intentar de nuevo entorpecer la obra divina? El lugar que súbitamente ocupa el tentador es un signo de la importancia primordial de la misión de Jesús. Notemos, finalmente, sobre este punto, que el tentador es completamente desconocido del helenismo, faltando hasta la palabra que le designa. Las influencias hostiles que se ejercen sobre los hombres son debidas a la fortuna o al destino.
EL SERVICIO DE LOS ÁNGELES Y LA COMPAÑÍA DE LAS FIERAS Creemos que estos dos datos del relato de Marcos, la presencia de las fieras y el servicio de los ángeles, se aclaran mutuamente. La palabra que emplea Marcos para decir que los ángeles servían a Jesús es diakonein, que quiere decir "servir a la mesa"; frecuentemente, sin embargo, se usa también por los evangelistas para significar servicio en general. En los Sinópticos predomina el sentido de servicio material, el primero señalado.
A. FEUILLET, P.S.S. Vayamos ahora al Deuteronomio, donde encontramos ya un preludio del retiro de Jesús al desierto impulsado por el Espíritu. En el desierto, los judíos se encontraron con animales salvajes, "serpientes de fuego y escorpiones" (Dt 8,15), y Dios les alimentó milagrosamente con el maná (Dt 8,3; 29,5), llamado también pan de ángeles (Ps 78, 2324; Sab 16,2021). Vemos que la misma referencia bíblica explica unos datos y otros. Como en el Salmo 91 (vv. 12-13) se promete al justo la protección angélica contra el león y el dragón, algunos han pensado que aquí el servicio de los ángeles tenía el sentido de protección contra las fieras. Nosotros creemos que no trata de defender a Jesús, como insinúa suficientemente Mateo aludiendo a los ángeles al final, a continuación del ayuno. Esto está conforme con el sentido normal del verbo diakonein en los sinópticos. En Marcos, sugieren la misma significación las alusiones veterotestamentarias que sirven de base a su relato. Sin embargo, esta interpretación comunitaria del texto evangélico, según la cual Jesús aparece como llevando en sí el nuevo pueblo de Dios, réplica del pueblo que pasó el desierto, está lejos de agotar su sentido. Aquí, como en el relato del Bautismo, los dos puntos de vista, personal o mesiánico y comunitario, están íntimamente ligados. Partiendo de esta idea podemos encontrar la perspectiva mesiánica del nuevo Adán y la restauración de la paz paradisíaca propuesta por muchos comentadores. Según la tradición bíblica y judía -que sin duda ha influido mucho en el cristianismo primitivo, como lo muestra el capítulo 11 de la carta a los Hebreos- todos los grandes personajes del Antiguo Testamento e incluso todos los justos y el pueblo de Dios, tomado en su conjunto, han conocido la tentación. Sin embargo, nuestro caso es anormal, ya que se trata del mismo Mesías quien afronta a Satanás; un Mesías trascendente, el Hijo, a quien rindió homenaje la voz celestial. Ha ido al desierto por impulso del Espíritu que se cernió sobre él en el Bautismo, lo mismo que el Mesías señalado por Isaías en el capítulo 11 o el Siervo de Dios (Is 42), que no obra sino bajo la acción del Espíritu. El ser maligno que ataca a Jesús es, por tanto, su adversario nato al mismo tiempo que adversario de Dios. El servicio de los ángeles a este personaje evoca numerosos pasajes del NT donde éstos están al servicio del Mesías (Mc 8,38; 12,27; Mt 25,31; Jn 1,52...) y son llamados ángeles del Hijo del hombre (Mt 16,27; 24,31) del mismo modo que son llamados ángeles de Dios (Mt 28,2; Lc 18,8; 15,10; Jn 1,52...). En estas condiciones se concibe fácilmente que el relato de las tentaciones, junto con el relato del Bautismo, constituya una especie de prefacio al segundo evangelio: Jesús, el Mesías e Hijo de Dios, es la buena nueva salvadora que con un poder irresistible destruirá el Reino de Satán y establecerá el Reino de Dios. A esta luz, parece que la compañía de las fieras debe interpretarse como el cumplimiento de las promesas que acompañarán la llegada del Mesías: Lo cual coincidirá con una paz paradisíaca en que "el lobo y el cordero pacerán juntos; la serpiente se alimentará de polvo; el león, como el buey, comerá hierba, y la serpiente se alimentará de tierra" (Is 65,25). Los ángeles no le son necesarios para defenderse de las fieras (cfr Os 2,20) ya que un pacto con ellas acompañará a la restauración de la alianza. Toda traza de injusticia desaparecerá de la tierra (ls 9,1-6).
A. FEUILLET, P.S.S. CONCLUSIÓN Finalmente, nos queda por tratar la cuestión de prioridad. ¿Ha resumido Marcos las narraciones, casi iguales entre sí, de Mateo y Lucas.? O, por el contrario, ¿han ampliado éstos, con datos de otras fuentes, el relato, anterior, de Marcos? La opinión más admitida sostiene que las narraciones más largas del primero y tercer evangelio resultan de una fusión de Marcos con los datos suministrados por la fuente Q. Esta opinión, sin embargo, está lejos de imponerse sin más. En particular, el carácter primitivo de Marcos no es completamente evidente. El Bautismo y las tentaciones están intrínsecamente unidos, como están unidos en la historia del pueblo hebreo el paso del mar Rojo y la estancia en el desierto o, como en el Génesis, el relato de la tentación sigue al de la creación. Ahora bien, este nexo que parece esencial está puesto más de relieve por Mateo y Lucas que por Marcos. Por otro lado, conservando el mismo sentido fundamental, es muy esquemático y falto de claridad; no puede ser comprendido perfectamente, si no es teniendo en cuenta los otros relatos. En cuanto a la pretendida originalidad de Marcos -eficazmente criticada por Spitta-, señalemos que no es única. Mateo y Lucas tienen también rasgos de originalidad ausentes del segundo evangelio: la victoria sobre el demonio es un elemento esencial que uno espera ver señalado en Marcos y sin embargo, no lo está; Marcos habla del servicio de los ángeles, pero no siendo este servicio una defensa contra las fieras tenidas por inofensivas, no adquiere su verdadero sentido, si no es en Mt donde aparece como respuesta de Dios a Cristo hambriento, que ha rehusado hacer un milagro para alimentarse. Nuestra opinión es que Marcos, conociendo un relato mucho más desarrollado de las tentaciones -del género del que nos han conservado los sinópticos- lo ha reducido voluntariamente, sin duda porque estimaba que la discusión entre Jesús y Satanás utilizando textos escriturísticos, como también las dos últimas tentaciones con sus circunstancias extrañas, podían desorientar a sus lectores de origen pagano y debilitar su proclamación ulterior de la trascendencia de Cristo. Se puede pensar también que el medio cristiano cuyas tradiciones trata de reflejar, tenia costumbre de pasar rápidamente por este pasaje, contentándose con resumirlo.
NOTA COMPLEMENTARIA Incluimos a continuación dos breves notas sobre el tema, extractadas del artículo del mismo Feulliet: Le récit lucanien de la tentation, Bíblica, 40 (1959) 613-631.
El orden primitivo de las tentaciones Mateo y Lucas, de acuerdo en el contenido de las tres tentaciones, las presentan en un orden diferente. Mateo pone en segundo lugar la tentación sobre el pináculo del Templo y Lucas en tercero. A este punto se han dado diferentes soluciones, pero creemos que la indicación más segura para encontrar el orden primitivo debe buscarse en el Deuteronomio, de donde están tomadas las respuestas de Jesús. Los lugares del Deuteronomio son: Dt 8,3; 6,13; 6,16, con la diferencia de que Mateo utiliza la cita
A. FEUILLET, P.S.S. última para la segunda tentación, citando por lo tanto, el Deuteronomio en este orden: Dt 8,3; 6,16; 6,13. Ahora bien, estos tres textos del Deuteronomio son, a su vez, alusiones a hechos históricos narrados en el Éxodo. Estos hechos son: la alimentación milagrosa de los judíos en el desierto con el maná (que provoca la alusión en el Deuteronomio:. ":..para que veáis que no sólo de pan vive el hombre..." 8,3); antes de hacer Moisés el milagro de sacar agua de la roca, el pueblo se ha quejado a Moisés de Dios, y Moisés les reprende diciendo: "¿Por qué tentáis a Dios?" (Ex 17,1-7); los judíos hacen un becerro de oro y le adoran (Ex 32). Invirtiendo el orden del Deuteronomio entre la segunda y tercera tentación, Mateo vuelve al orden del Éxodo: al orden de las tentaciones de Israel en el desierto. El paralelismo entre las tentaciones de Jesús y las de Israel debe remontarnos a la forma primitiva del relato: es, pues, Matee, y no Lucas, quien ha conservado este orden primitivo.
Sentido de las tentaciones en Lucas Determinando la razón de ser del orden impuesto por Lucas, hallaremos el sentido de este episodio en el tercer evangelio. A diferencia de Mateo y Marcos, que sitúan el nuevo éxodo al comienzo del ministerio público de Jesús, Lucas parece referirlo a la Pasión. Tiene la intención de presentarnos a Cristo victorioso del demonio, como un modelo para los bautizados en las luchas que deben sostener contra el tentador. De ahí la tendencia de Lucas a atenuar el carácter mesiánico de las tentaciones de Cristo y a relacionarlas con las tentaciones que asaltan a todo hombre. Cristo es tentado en calidad de segundo Adán; el diablo no le abandonará hasta haber agotado todas las formas de tentación. La expresión evoca con toda naturalidad una clasificación tripartita de los pecados, que recuerda la triple concupiscencia de que habla la primera carta de san Juan (1 Jn 2,16). A su vez este texto de Juan se relaciona con el relato del primer pecado en el Génesis: "La mujer vio que el (fruto del) árbol era bueno para comer, agradable de ver y deseable para el entendimiento" (Gen 3,6). Sin referirse directamente a la tentación del paraíso, Lucas la recuerda simplemente inspirándose en una teología de la tentación y del pecado, que tiene sus raíces en este relato. La lucha de Cristo con el diablo nos anuncia las que han de sostener los cristianos, de las que deben triunfar siguiendo el ejemplo del prototipo de la humanidad nueva. Tradujo y extractó: MANUEL LOPEZ-VILLASEÑOR