El Espíritu Santo, Señor y dador de vida

1 El Espíritu Santo, Señor y dador de vida Dr. Carlos Francisco Vera Soto MSpS 2 Los domingos rezamos en el Credo: “Creo en el Espíritu Santo, Señor

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1 El Espíritu Santo, Señor y dador de vida

Dr. Carlos Francisco Vera Soto MSpS

2 Los domingos rezamos en el Credo: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”. En la brevedad de esta afirmación, reconocemos que el Espíritu Santo es una Persona divina, distinta al Padre y al Hijo; que procede ellas dos y que es tan santa, tan poderosa, tan infinitamente buena que le debemos nuestra adoración y debemos darle gloria. Es esta Tercera Persona de la Santísima Trinidad que ha inspirado a hombres y mujeres de todos los tiempos para hablar en el nombre de Dios.

3 Reconocer con el alma y el corazón esta verdad eterna, nos remota al día de nuestro bautismo. Ahí, el sacerdote que nos bautizó, utilizó varios signos que nos hablan de una feliz realidad. A través de la unción pre bautismal o exorcismo, fuimos ungidos en el pecho como signo real y verdadero de que el Espíritu Santo tomaba posesión de nuestra persona; liberados del pecado original, fuimos hechos templos vivos del Espíritu. Estamos destinados, por vocación, para que en nuestro interior no habite otro Espíritu que el de Cristo. Por el derramamiento de agua en nuestra cabeza, descendió en plenitud el Espíritu Santo, empapando nuestra persona. Ese día, se abrió el cielo y sobre nosotros descendió el Espíritu Santo, para apartarnos para Cristo y del cielo, misteriosamente, se oyó “Este es mi hijo amado”. El Espíritu Santo nos selló con el sello de Cristo. Desde entonces nos volvimos “cristianos.” A nadie más pertenecemos que a Jesús, por eso, estamos sellados, marcados, en el cielo y en la tierra seremos ya, para siempre, de Cristo, gracias al Espíritu Santo.

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Y luego, en la unción con el santo crisma, el sacerdote derramó en nuestra cabeza, ese óleo santo, perfumado, para consagrarnos como el Espíritu Santo consagró a Jesús, en Profetas (hablaremos de parte de Dios anunciando la Buena nueva y denunciando el mal); Sacerdotes (Ofreceremos sacrificios de alabanza y de entrega de nuestra vida en favor de los demás con un sentido de consagrados) y Reyes (Reinando al estilo de Cristo en el servicio a los demás, el amor, las buenas obras y la misericordia). Eso que aconteció en nuestro bautismo, a través de la unción, es un trasunto de lo que hizo el Espíritu Santo con Jesús, que los consagró en su bautismo descendiendo sobre Él, como el Óleo Santo y Único, para: “evangelizar a los pobres, a predicar a los cautivos la liberación y a los ciegos la recuperación de la vista, a liberar a los oprimidos y a promulgar un año de gracia del Señor.” (Lc, 4, 18-19).

5 Se puede decir que el sacramento del bautismo es el “sacramento del Espíritu Santo”. A través de la fe en Cristo Resucitado que recibimos aquel día, representada en la vela que el sacerdote entrega a padres y padrinos con el encargo de custodiarla, ellos no están solos, no es sólo una tarea exclusiva del esfuerzo que deben hacer para que la fe crezca, ilumine y oriente al bautizado. Eso sería muy difícil. Padres y padrinos cuentan con la inapreciable ayuda de Aquel que es Señor y dador de vida. Es por eso que la tarea que tienen delante es una tarea destinada al éxito, pues está avalada por Dios mismo.

6 Sin embargo, nos damos cuenta que conservar la fe de nuestros hijos e hijas, de nuestros jóvenes y aún la nuestra, no es tan fácil, dado que hay una cantidad de obstáculos casi incontable. Es más, tal parece que la sociedad que nos rodea está hecha para que perdamos la fe. Pretextos no nos faltan. El otro día estaba leyendo un artículo de un escritor mexicano, muy popular, que contaba su experiencia y decía que sus papás habían sido “muy católicos” de misa, rosario, etc., pero que él había perdido la fe, asústese usted, ¡leyendo la Biblia! Y así lo afirmaba sin empacho.1 Yo pensé, bueno, lo que pasa es que cuando queremos un pretexto, cualquier cosa, hasta la estupidez de decir que la Palabra de Dios puede ser un obstáculo para que yo crea; nos hacemos la ilusión de que todo podría ser útil para justificar nuestras tonteras o nuestra irresponsabilidad a la hora de creer.

7 Ese tal autor, es el “monero”, Rius, de nombre Eduardo del Río García, quien siempre hace gala de su increencia y de atacar a la Iglesia, dicho sea de paso, de la que ha vivido con sus sucios, inexactos y torcidos textos. 1

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Entonces, nos damos cuenta, que, en todo nuestra desarrollo como personas, en nuestro plan integral de crecimiento en vistas a una realización que nos lleve a ser mejores personas, muchas veces dejamos a un lado el aspecto espiritual; nuestra relación con Dios; nuestra pertenencia a Cristo; el fomentar nuestra filiación divina; el sentirnos, en verdad, moradas del Espíritu Santo. Le echamos muchas ganas a nuestros estudios, preparándonos académicamente, sacando títulos, haciendo cursos, actualizándonos, yendo a Congresos, leyendo, y todo eso está bien, o muy bien; mantenernos al día en nuestra profesión, informados y actualizados. Si se trata de nuestro cuerpo, cada día somos más conscientes de que no podemos ni debemos comer con grasas saturadas, azúcares, excesos de sal, carbohidratos o alcohol; si nos gusta fumar, no ignoramos todo el veneno que significa para nuestro organismo. ¡Cuántas campañas para dejar de fumar! Estamos conscientes de que hemos llegado a ser un pueblo muy “pesado”, de gordos y gordas que nos cuesta trabajo movernos y eso ya se volvió un problema de salud pública. Los gobiernos hacen esfuerzo por reglamentar dieta y ejercicio; y está muy bien. Pero: ¿y nuestra vida espiritual? ¿Nuestra relación con Dios? Tal parece que ahí no hay campañas para superar nuestro subdesarrollo. ¿Por qué dejamos tan al último nuestro compromiso como bautizados? Claro, hablo a nivel general, habrá personas que no, pero si abrimos las páginas de un periódico para enterarnos de lo que nuestro mundo vive, parece que nos estamos acercando a un terrible realidad: Un mundo sin Dios.

8 Ya lo advertía el papa emérito, Benedicto XVI, cuando advirtió que existe: "una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un "paraíso sin él". "Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un infierno, donde prevalecen el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza". Y añadió: "En cambio, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, le adoran en verdad y escuchan su voz, se construye concretamente la civilización del amor, donde cada uno es respetado en su dignidad y crece la comunión, con los frutos que esto conlleva", dijo. Insistió en que "hay cristianos que se dejan seducir por el modo de pensar laicista, o son atraídos por corrientes religiosas que les alejan de la fe en Jesucristo".

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"Otros, sin dejarse seducir por ellas, sencillamente han dejado que se enfriara su fe, con las inevitables consecuencias negativas en el plano moral".2

9 ¿Qué va a quedar en nuestro mundo si sacamos a Dios de nuestras vidas? Pues ya lo advierte el papa y muy claramente: si no hay Dios, queda nuestro egoísmo que todo lo quiere a medida; si no hay Dios que nos una y convoque para amar, entonces nuestras familias serán cada vez más disfuncionales y “alternativas”, llenas de rarezas y de conflictos; si no hay Dios del Amor, entonces nos comenzaremos a ver, uno con otros, con odios, resentimientos, deseos de venganza. ¿No está pasando eso en la sociedad mexicana? ¿Cómo puede alguien pensar que puede ser feliz envenenado a una sociedad a través de la droga, solo por tener dinero? ¿Cómo puede una persona creer que matando, corrompiendo, robando y aniquilando se puede vivir en paz y alegría? ¿Qué pensar de quienes, en nuestro pueblo, son capaces de matar por dinero? ¿Somos acaso un pueblo de asesinos sin escrúpulos? ¿Qué pensar de esas aterradoras escenas donde, por “negocios” se mata y exhiben cadáveres degollados con letreros intimidatorios? ¿Qué negocio hay que justifique la muerte violenta de los hermanos? ¿Qué ley rige a esas personas?, ¿qué los conduce? Ciertamente, han expulsado a Dios de su vida y de su historia. La vida sin Dios, es un infierno. ¿Y nosotros? ¿Y yo? ¿Qué lugar tiene Dios en mi propia vida?

10 Este problema, claro está, no sólo es de nuestro país; la humanidad entera parece dirigirse hacia un abismo en el que no hay retorno. Occidente, tan acomodado y tan pagado de sí mismo por los logros de su “progreso” se comienza a dar cuenta del derrotero que hemos emprendido. Por ejemplo, en España, los obispos están ya muy alarmados: El cardenal Cañizares3 reflexionó sobre cristianismo y secularización como una de las cuestiones claves, —dijo—, para el futuro de la humanidad. Afirmó que la secularización asume cada vez más fuerza en un laicismo en el que Dios no cuenta, mientras que la fe se desplaza al ámbito de lo privado. En muchos casos se está llegando a la "negación de Dios y vivir

. 3 Antonio Cañizares Llovera, nació en Valencia el 15 de octubre de 1945. Prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desde el 2008. 2

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como si Dios no existiera", llevando a una ruptura de la armonía entre fe y razón. Afirmó también que "un mundo sin Dios no tiene futuro".4

11 Vivir como si Dios no existiera. Él, parece no tener lugar en nuestra sociedad plagada de abortos, que no dejan de ser asesinatos de los más indefensos e inocentes. ¿Quién cuida esa vida que Dios nos confió?; Dios parece que ya nada tiene que ver en la constitución de la familia y queremos darle ese título a la unión de dos personas del mismo sexo; como si a Dios le diera igual su Palabra que dice: “Hombre y mujer los creó y los bendijo y les dijo: crezcan, multiplíquense, llenen la tierra sométanla” (Gn 1, 26). ¿Con que argumentos podemos cambiar la voluntad de Dios? ¿Qué ya somos muy modernos y muy comprensivos? ¿Que para nosotros, que somos más buenos que Dios, no hay esos tabús? Podemos tener muchos argumentos más. Y de verdad que no se trata de descalificar a ninguna persona, al contrario. Toda persona es un misterio y al ser hecha a imagen y semejanza de Dios merece nuestro respeto, nuestro aprecio, nuestro amor. Pero estar de acuerdo con tergiversar al plan de Dios, es hacernos cómplices de uniones que, podemos decirlo con toda verdad, Dios no quiere, pues una relación entre dos personas del mismo sexo trunca de raíz la verdadera esencia de toda unión conyugal; la perfección de la pareja en la complementariedad y la fecundidad que asegura la perpetración de la especie. Es como una especie de callejón sin salida ¿Tendrá Dios una palabra al respecto?

12 Sabemos que la humanidad ha avanzado a pasos agigantados en el campo de las comunicaciones y de la tecnología; hoy podemos saber lo que está sucediendo en cada parte del mundo. La comunicación por internet, satélite, teléfono, etc., es cada día más perfecta y sofisticada. Y sin embargo, casi podemos decir que nunca hubo tantas guerras como ahora las hay, y que una guerra es la total falta de entendimiento, en donde se quiere dirimir una diferencia, con la muerte del enemigo. Avanzamos en la comunicación para no entendernos. ¡Qué paradoja! ¿Qué falta a nuestros diálogos? ¡Pues falta Dios! Cuando el último criterio de todos nuestros negocios es el beneficio propio, ya se personal, familiar, comunitario, nacional, eso no puede acarrear sino incomprensiones y divisiones. ¿Quién es primero en nuestra escala de valores? Yo, mi pareja, mi familia, mi colonia, mi colegio, mi ciudad, mi país, mi equipo, mi religión,… los demás, ¡que se mueran! Tenemos que tener una ayuda para abrir ese cerco de nosotros mismos que nos puede llegar a asfixiar. . 4

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13 Tenemos que volver a los orígenes de nuestra vida cristiana, tenemos que saber que somos de Dios y que Él nos ha garantizado el don de su Espíritu que es gran regalo de Cristo para su Iglesia, como fruto de su pasión, muerte y resurrección. En otras palabras, podríamos decir que Cristo, que tuvo una experiencia limitada en la tierra a 33 años, quiso morir para asegurarnos la “asesoría” perenne del Espíritu Santo. Cuando el día de las Ascensión les dijo a sus discípulos: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20), Jesús pensaba en el don de su Espíritu. Es el gran acompañante del pueblo sacerdotal, es el que nos guía a la perfección del amor y a la plenitud de la Verdad.

14 Muchas veces, leyendo el Evangelio, nos extrañamos de que los contemporáneos de Jesús no hayan respondido con claridad y que muchos no “hicieron caso” de sus palabras y ejemplo. Yo pienso: ¡Qué oportunidad tan única la que tuvieron aquellos y aquellas que vieron a Jesús, que escucharon de su boca palabras de amor y de perdón, que increíble ha de haber sido poder mirar su rostro y contemplar su figura! Y me pregunto: sí yo hubiera visto a Jesús, como lo vieron tantas personas que lo rodearon, ¿cómo me hubiera comportado? ¿Cómo Pedro?, ¿cómo Tomás?, ¿cómo Juan?, ¿cómo Judas?, ¿cómo Herodes?, ¿cómo los fariseos?, ¿cómo Pilatos?, ¿cómo María?, ¿cómo la Magdalena?, o cómo la muchedumbre indiferente o voluble que un día ama y admira y otro día pide su crucifixión. ¿Cómo hubiera sido yo?

15 Los “hubieras”, claro está, no existen, pero todas estas preguntas las podemos pasar al tiempo presente: ¿cómo soy yo ahora con Dios? ¿En qué lugar de todos estos me ubico? Por eso, la conciencia de que el Espíritu Santo es “un don para mí”, no algo abstracto sino algo personal, íntimo y humano, entonces podremos adquirir verdadera densidad en nuestra respuesta de fe en Jesús. Por eso, tendríamos qué preocuparnos de conocer quién es Él.

16 Conchita Cabrera de Armida, la gran mística mexicana, inspiradora de las Obras de la Cruz y madre de la Familia de la Cruz, tiene muchos textos que nos pueden ayudar a profundizar sobre esto que venimos reflexionando. Ella pone en boca de Jesús, que es el único Maestro, estas palabras llenas de amor y de fuego

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Existe un tesoro escondido, una riqueza que no ha sido explotada ni se aprecia en su verdadero valor, siendo que es lo más grande, del cielo y de la tierra, el Espíritu Santo.

17 No, ni el mundo de las almas lo conoce debidamente. Él es la luz de las inteligencias y el fuego de los corazones; y si hay tibieza, y si hay frío, y debilidad, y tantos males que aquejan al mundo espiritual, y hasta a mi Iglesia, es porque no se acude al Espíritu Santo. Su misión en el cielo, su vida, su Ser, es el amor; y en la tierra, llevar a las almas a ese Centro del amor que es Dios. Con Él, se tiene cuanto se puede apetecer; y si hay tristeza, es porque no se acude al Divino Consolador, que es el gozo completo del espíritu; si hay flaquezas, es porque no se acude a la Fortaleza invencible: si hay errores, es porque se desprecia al que es la Luz; si se extingue la fe, es por la falta del Espíritu Santo. No se le da el culto que se le debiera dar, en cada corazón, en la Iglesia entera, al Espíritu Santo; y la mayor parte por lo que se llora en la Iglesia y en el campo de las almas, es porque no se le da toda la primacía que Yo le di, a ese Santo Espíritu.

18 Se le ama con tibieza, se le invoca sin fervor, y en muchos corazones aun de los míos, ni siquiera se le recuerda, y esto lastima muy hondamente a mi Corazón. Es tiempo ya, de que el Espíritu Santo reine —decía el Señor como conmovido—, y no allá lejos, como una cosa altísima, aunque lo es, y no hay cosa más grande que Él, porque es Dios, conjunto y consubstancial con el Padre y el Verbo, sino acá cerca, en cada alma y corazón, en todas las arterias de mi Iglesia. El día que circule por cada Pastor, por cada sacerdote, como sangre, así de íntimo, el Espíritu Santo, se renovarán las virtudes teologales, que languidecen por la falta del Espíritu Santo. Entonces cambiará el mundo, pues todos los males que en él se lamentan hoy, tienen por causa, el alejamiento del Espíritu Santo, su remedio único. El impulso celestial para levantar a mi Iglesia de cierta postración en que yace, está en que se active el culto del Espíritu Santo; en que se le dé su lugar, es decir, el primer lugar en las inteligencias y en las voluntades. Nadie será pobre con esta riqueza celestial, y el Padre y el Verbo que soy Yo, deseamos la renovación palpitante, vivificante de su reinado en la Iglesia.

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Él es el alma de esa Iglesia tan amada, cierto; pero no se dan cuenta muchos, de ese favor celestial, no le dan toda la importancia que se debe, lo hacen rutina, y languideciendo su devoción en los corazones, es muy tibia, es secundaria, y esto trae males sin cuento, tanto a la Iglesia como a las almas en general. (C.C. 35, 67-70)

19 Este hermoso texto no tiene desperdicio. Se puede decir que es una guía práctica de orientación para “Amar y hacer amar al Espíritu Santo”; y que está dirigida para ti, esposa y madre de familia, que te multiplicas en tareas dentro y fuera de casa, para ti, maestro y esposo y padre de familia, que haces un esfuerzo por ser mejor cada día, para ti, religiosa que intentas hacer de tu vida una ofrenda continua en favor de otros; para mí, sacerdote que quiero ser como Jesús, el Hombre del Espíritu y dejarme guiar por Él. Veamos qué cosas nos está sugiriendo:

20 Comentemos varios aspectos: El Espíritu Santo es la Luz que ilumina nuestra inteligencia; esto quiere decir que, cuando nuestro criterio para iluminar todos nuestros problemas es la Luz que nos viene de Dios, del Espíritu Santo, entonces estaremos dando una solución verdaderamente humana y divina a todo lo que nos ocurre. Pero pensemos por un momento, cuando dejamos de lado esa luz que viene de Dios y ponemos como último criterio, algo que no es Él, ¿qué sucede? Pues ocurre lo que vemos que pasa en nuestras sociedades. Casi siempre encontramos que, sobre todo a nivel de países, el último criterio que se aduce es el económico; ¿va a dejar dinero?, sirve. ¿Es negocio?, sirve. ¿Produce?, sirve. ¿Le va a costar al Estado?, no sirve. ¿Vamos a invertir sin ganar?, no sirve. ¿Vamos a dejar de percibir ingresos? Hay que eliminarlo.

21 Con estos criterios se llegan a “soluciones” tan aberrantes como inhumanas. Pensemos cómo un país puede organizar guerras y matanzas para vender sus armas y sacar producto de eso. O como la sociedad puede envenenar a sus jóvenes y no tan jóvenes con drogas, alcohol, tabaco, pornografía, simplemente por qué es un gran negocio. Si la luz del Espíritu Santos iluminara nuestros problemas, pensaríamos que para Dios es primero el hombre (y la mujer); que todas las personas tienen dignidad y que por eso merecen ser apoyadas y amadas; que la economía sólo es una rama auxiliar que jamás debería desplazar a la mirada que Dios tiene sobre el ser humano. ¿Cuál es la luz del Espíritu Santo sobre estos problemas? Tan claro y radical como la luz del medio día: “Nadie tiene más amor

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que quien da la vida por sus amigos” (Jn, 15, 13). O el mandamiento postrero de Jesús: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen como yo los he amado” (Jn, 13, 34). Esa debiera ser la luz que iluminara nuestras relaciones y nuestras luchas y búsquedas. Otra cosa habría en el mundo si dejásemos que el Espíritu Santo nos diera su luz para iluminar nuestra problemática. ¿Se imaginan un gobierno que dijera a su pueblo que la primera y última ley para gobernar sería la ley de amor por los más pobres y necesitados? ¿Te imaginas que tú, en tu familia, te pudieras decía a ti mismo que antes que tú están los demás? ¿No cambiaría el mundo?

22 Porque, ¿qué fuego hay más fuerte que el amor? Por eso la esencia del Espíritu Santo es el Amor. La mejor definición de Dios, nos la da, conceptualmente, el evangelista Juan: “Dios es amor” (1 Jn, 4, 8). Si nosotros nos dejáramos guiar en todo por el Amor, o sea, por Dios, o sea, por el Espíritu Santo, nuestra vida sería plenamente feliz, perfectamente humana y bañada por lo divino; sería tan extraordinaria como ha sido la vida de santa Teresa, de san Francisco, de san Juan Bosco, de Teresa de Lisieux, de Conchita Cabrera, del papa Juan Pablo II, del padre Félix Rougier, de la madre Teresa de Calcuta, en una palabra, los santos que han tenido como norma, “dejarse llevar por el Amor”. Ellos, en medio de todos los defectos que tenían, en medio de todas las situaciones difíciles que vivieron, conscientemente optaron por el Amor. Se centraron en Dios. ¿Cómo puedes hacer tú para que tu vida tenga cada vez un poco más de AMOR? ¿Qué necesitas quitar? ¿Qué deberías poner?

23 Conchita habla en su texto que el Espíritu Santo nos ayuda a superar toda tristeza, toda flaqueza y todo error. Tendríamos que analizar qué cosas nos ponen tristes. ¿Por qué me entristezco? A veces, porque no soy tomado en cuenta, por no ser lo suficientemente atractiv@ para los demás, o porque no me quieren como yo creo que me merezco; o porque no me alcanza el dinero para cumplir mis sueños de vivir más cómodo, viajar, tener más descanso, mejores ropas o aparatos más sofisticados; coche nuevo. Pero, ¿me entristece el pecado del mundo? ¿Me entristece el hambre que pasan millones de seres humanos? ¿Me da tristeza que haya guerras, muerte, violencia, ambición? El Espíritu Santo es el Consolador supremo. Así lo invocamos en la Secuencia: “Ven, Consuelo en el llanto”. Cuando Él está conmigo, la tristeza ya no seré yo y mis miserias, sino el dolor del mundo y sentir esa tristeza, se puede convertir en un motor de amor. Cuando doña Concha Cabrera conoció a fondo el pecado de los sacerdotes, entonces, llena de tristeza y de dolor, se dedicó a orar, sacrificarse, fundar obras de reparación; amar y hacer amar. Eso es dejar que el Espíritu nos consuele.

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24 Otras veces, nuestra flaqueza, que puede ser mucha, nos agobia y nos da no sólo tristeza, sino que hasta nos puede paralizar al sentir lo poco que podemos hacer. Nos podemos llegar a sentir débiles. ¿Qué puede hacer un simple ciudadano como yo que no tiene poder para influir ni siquiera en sus hijos? ¿Qué pudo hacer yo para cambiar el orden internacional? Me siento a veces tan pequeño que todo me supera y eso me hace sentir que nada puedo: estoy lleno de flaqueza. ¡Qué bonito pretexto! El Espíritu Santo nos regala la fuerza que viene de Dios. Fortaleza para permanecer de pie ante los problemas. Muchas veces los problemas nos parecen tan grandes, que ni siquiera podemos pensar que nosotros tenemos que ver con ellos. Dejarse llevar por la fuerza de Dios, es dejar que Él obre en ti. Por ejemplo, te hago dos propuestas muy concretas:

25 1. Yo sé que el mundo está invadido de violencia, en muchos casos de muerte e incomprensión. Pues bien, ante ese espíritu del mal, yo, voluntariamente decido, en mi familia, en mi trabajo, que jamás voy a enfadarme con nadie, aunque yo tenga razón; opto por la PAZ. ¿Me va a costar? Claro. Pero en la medida que yo me haga consciente que yo puedo construir la paz en donde estoy, me daré cuenta lo fuerte que puedo llegar a ser. ¿Cómo no? Si Dios estará de mi lado. 2. Vivimos en un país increíblemente rico. Pero a la vez con un desequilibrio muy notorio, que hiere al más duro. Qué vergonzosos contrastes de familias riquísimas, que ostentan y despilfarran contra 40 millones de hermanos nuestro que suben pobreza y de casi 20 que tienen hambre.

26 El presidente de México ha iniciado una campaña contra el hambre en nuestro país. Cuando yo escuché la noticia, me alegró y me avergonzó. Pensé: “qué bueno, era muy necesaria”. Y luego pensé: “¿Dónde ha estado la Iglesia, dónde han estado los católicos, dónde he estado yo?” ¿Tenía que venir Enrique Peña Nieto para que me “cayera el veinte”? Pues bueno, Dios se vale de todo. Pero ahora, en medio de mi debilidad y de mi falta de atención yo me propongo, y te propongo a ti. ¿No podría adoptar a una familia pobre para compartirle algo de lo que a mí, a veces, me sobra? ¿No podría hacerme solidario, aunque sea con un mexicano o una mexicana, hay tantos, para que no sienta el gusano del hambre que no es sino el fruto de la injusticia de nuestra sociedad? ¿Verdad que sí puedo? ¿Verdad que el Espíritu Santo puede apoyar concretamente esta acción caritativa? No te enredes pensando que es asistencialismo o que si le hace mal, o que se volverá dependiente, o quién sabe qué tontería más: el hambre es terrible y tú nunca la has sentido. Ayuda y verás el resultado. Dios quiere fortalecer tu flaqueza.

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27 Conchita también habla en su texto de la falta de fe y el error. Comenzamos diciendo que, ese laicismo que ha querido arrojar a Dios de nuestras vidas no es sino falta de fe. ¿Qué error más grande puede haber en nuestras vidas que pensar que podemos ser felices sin Dios? Esa es la mentira más grande, más grosera y evidente y sin embargo la que parece ir teniendo cada vez más adeptos en nuestra sociedad. ¡Que tremendo es ver como en las nuevas generaciones de nuestras familias, tradicionalmente católicas, muchos jóvenes dejan de ir a Misa, de confesarse, de tener valores netamente cristianos, de pensar que Dios es un “estorbo”, para su realización personal! Y así, otras cosas más que nos pasan. Pero, ¿qué puedo hacer yo? Pues Jesús se lo dice a Conchita: hay que darle al Espíritu Santo, culto en cada corazón. Hacerlo mi amigo íntimo, llamarlo, consagrarme a Él, encomendarme a su luz y guía. Darle la primacía en mi vida.

28 Una vez, en una plática que tuve con un psiquiatra me decía: “padre, lo más sagrado que tiene la persona, son sus creencias; cuándo estas son atacadas, la persona es capaz hasta de matar”, No me pareció exagerada su afirmación, pues como estudioso que soy de la historia, me consta que la Guerra cristera no fue otra cosa que a defensa de lo más íntimo y sagrado que tenía el pueblo mexicano, su fe, su religión y que se vio groseramente atacada por el gobierno de Plutarco E. Calles. Y, yo me pregunto: ¿hoy reaccionaríamos igual? ¿Para el mexicano promedio sigue siendo la fe en Cristo Rey y el amor a Nuestra Señora de Guadalupe un eje sobre el cual gira su vida? ¿Ustedes que piensan?

29 Jesús le dice a Conchita que cada corazón debería ser un altar en donde se adore a Dios, en espíritu y en verdad. Esto sería un modo concreto de cumplir el primer mandamiento. Amar en la intimidad de nuestro corazón al Espíritu Santo es compenetrarnos de su misión que es enseñarnos a amar pues Él es el Amor. Quien tiene trato íntimo con Él, aprende lo que Él es. ¿Cómo se hace esto? Pues dedicando algún momento de mis 24 horas diarias a hablar con Él, a amarlo, a contarle y decirle. En otras palabras, a disponerme para Él en lo que llamamos oración. ¿Cuánto tiempo de mi día le doy a Él? ¿Mis hijos, mi pareja, mis amigos me ven orar? Santa Teresa de Lisieux cuenta que ella, de niña muy pequeña veía a su padre, arrodillado, con las manos juntas, orando y comentaba: “Desde muy pequeña aprendí como oran los santos”. ¿No es esencial el testimonio? ¿Cómo vamos a infundir en nuestros hijos el amor a la oración? Puedo decir, con ironía, que nos ven fumando, bebiendo, cantando, viendo la tele; nos ven enojados o

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alegres, irritados, regañones, pero, ¿me ven orando? Qué cosa más concreta que proponerse adorar y amar aquél quien es Señor y dador de Vida.

30 Todas las Obras de la Cruz, y la familia de la Cruz tiene un objetivo, digamos, general: hacer que en todo reine el Amor. Se expresa con los siguientes conceptos: “Extender el reinado del Espíritu Santo”, “que cada persona viva el Amor”, “que viva y reine el Espíritu Santo y que todo el mundo le sea consagrado”. ¿Qué podría hacer yo para que esto fuera un poco más real?

31 En el texto que leímos arriba, Jesús le dice a Conchita que todos los males que hoy se lamentan en el mundo tienen por causa el alejamiento del Espíritu Santo. Por eso, es muy fácil componer, primero, nuestro pequeño mundo personal, familiar. ¡No nos alejemos de Él! Me admira como somos capaces de dejar pasar muchas oportunidades y nos vamos haciendo “light” en la vivencia de nuestra fe. Siendo católicos, a veces pasamos por encima de las leyes de la Iglesia con mucha tranquilidad y no medimos las consecuencias que significa desplazar de nuestras vidas lo que Dios quiere para nosotros, manifestado, claro está en esa institución que tan fácilmente criticamos, que se llama la Iglesia, y que es la esposa inmaculada y santa de Jesucristo y que tiene como “alma” al Espíritu Santo. En ocasiones nos quedamos con una mirada muy pobretona y comodina si hacer una lectura trascendente. ¡Cuántas veces he oído yo la frase: “Yo creo en Dios, pero no en la Iglesia”!, u otra parecida: “Yo creo en Dios pero no en los sacerdotes”. Esto revela ignorancia y falta de fe. Dios escogió unas mediaciones concretas: su Iglesia, es la depositaria de los tesoros de la fe y se hace, como madre y maestra, la responsable de llevar a cabo en el mundo la obra de Jesús. Por ser guiada por el Espíritu Santo, en ese sentido, lleva a la humanidad a crecer en el bien, en la verdad y en el amor. Por tener elemento humano, claro que hay equivocaciones, errores y pecados, pero su esencia no cambia. Como ya dijimos arriba, Jesús aseguró para ella la permanencia de su presencia a través de la acción del Espíritu Santo.

32 Jesús le dice a Conchita que “nadie será pobre con la riqueza celestial del Espíritu Santo”. ¿Cómo no aprovechar éste inmerecido don que de hecho ya tenemos desde nuestro bautismo? Hoy, más que nunca, el Señor nos invita a todos a reavivar nuestro amor y nuestro culto al Espíritu Santo. ¿Qué puedo hacer yo para que en mi vida Reine el Amor?

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