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El mito de Troya en las Rimas de Lope María José Gómez Sánchez-Romate
La poesía siempre ha sentido una atracción especial por la mitología: hermanadas en una estética de ficcionalización de la realidad y embellecimiento formal, se buscan y se requieren para expresarse mutuamente. Se vinculan en ese espacio en que la imaginación retoma la irracionalidad, la espontaneidad, el impulso; a la vez que recrean un tiempo sin tiempo, una humanidad eterna que intenta expresarse en ficciones, en retazos de sueños. Su unión es la de la forma y la materia, el círculo perfecto que se completa al encontrar su línea directoría: si la fábula retrotrae al hombre a su pasado, lo sitúa en una continuidad de tiempos y le entrega un significado pleno y constante; a su vez, la máscara de la palabra literaturizada mezcla y se apropia de toda significación para rehacerla y elevarla a nuevas formas de presentación que se conviertan en ese pasado al que se recurrirá, eternamente, como recreación. Su engarce es la fusión de una palabra naciente con una sombra perenne. Se rejuvenece el mito al tiempo que la poesía se inserta en la tradición. Su beso es el beso de las épocas. Cada autor -como individualidad-, al emplear un mito en su obra tiene, no sólo una manera propia de plasmación, sino también una motivación personal que le mueve a su utilización. Lope, en sus Rimas, aún conserva el respeto de los primeros contactos, la ausencia de juego que irá desarrollando en posteriores obras debido a la confianza que da el conocimiento. En esta obra subyace un deseo consciente de imitación de los clásicos, un alarde de erudición por parte de un hombre de no muy amplios estudios... pero hay más, no se detiene en la mera cita erudita, sino que se refleja en el espejo mítico. Al convertir el mito en signo literario, lo asume e instrumentaliza en una imbricación de sentidos. Según Romojaro Montero1, tres son los momentos o actitudes que pueden encontrarse en Lope: - Rimas (1602). Cancionero de amor profano. Pervive el acatamiento a los códigos renacentistas y al espíritu petrarquista. 1 R. ROMOJARO MONTERO, «El mito como erudición en las Rimas de Lope de Vega», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, LXII (1986), 37-75.
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Rimas sacras (1614). Petrarquismo mediatizado por el sentido contrarreformista de moralización: los mitos pierden sus contornos. Rimas del licenciado Tomé de Burguillos (1634). Decantada la crisis religiosa hacia una convivencia pacífica con sus propias pasiones, se muestra irónicamente conformista consigo mismo y su destino: rompe con cánones y tópicos mediante el uso hiperbólico de los mismos. En el tratamiento mítico funde dos registros2, marginal-burlesco uno y el del sistema poético el otro. La desmitificación proviene de un humor basado en la supensión del respeto por medio de la hipérbole grotesca y la agudeza conceptista.
Con respecto a las formas de aparición del mito, se analizan y desarrollan varios campos: • Cosmología mítico-poética. • Mito a través de perífrasis o locuciones sinonímicas explicativas. • Alusiones - Apolo y Dafne. Dos ideas básicas: la de la gloria y el triunfo y la de vencer poéticamente la voluntad de la amada desdeñosa. - Helio-simbólicas: Icaro, Faetón y Prometeo como ejemplo de la ambición desmedida, del fracaso, de la fugacidad de todo intento, de la osadía; Ave Fénix, el Águila de Júpiter, para ejemplificar el poder terrenal. • Personaje mítico como interlocutor, lo que actualiza la presencia de la figura mítica: Amor. • Mitologización de abstracciones a través de un signo nominal concreto. • Ruptura contextual: actualizaciones, función burlesca... innovaciones narrativas que enlazan con una tradición continuativa de literatura alegórica desde épocas clásicas. Impera en el tratamiento el tópico y la erudición. La elección de figuras míticas, su selección y recurrencia, apuntan a un mundo simbólico propio. La preferencia de uno u otro motivo nos señala, además del sentido o gusto literario, los puntos destacables para el autor o los apoyos en los que quiere basar su mundo poético. Dentro del núcleo de esta demostración de saberes, de este envolvimiento protector de la palabra, acumula junto a la mitología una mezcla de personajes de la antigüedad: • Figuras bíblicas: «Adán el primer hombre, David santo, Sansón el fuerte y Salomón el Sabio»3. • Monumentos de la Antigüedad: «y excedió sus Pirámides el Nilo»4.
2 R. ROMOJARO MONTERO, «Lope de Vega y el mito clásico (humor, amor y poesía en los sonetos de Tomé de Burguillos)», Ana/ecta Malacitana, 8-2 (1985), 267-292. 3 LOPE DE VEGA, Obras poéticas (Barcelona: Planeta, 1983), 121. 4 íbídem, 83.
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• Escritores clásicos: «después que otro Virgilio Eneidas cante»5. «y los versos de Hornero inacesibles»6. • Figuras históricas: «Y a ti, César dichoso, que en Farsalia»7. «al grave Scipión, y ardiendo en saña»8. lo que crea un grupo cerrado de mitos y personajes recurrentes conocido por él y por sus lectores, ya que la mayoría de las veces se atiene a una característica básica y tipificada, conocida por todo lector de cultura media. Además de los numerosos poemas con alusiones, referencias o unión de varios motivos, existen otros exclusivamente dedicados a un tema y enfocados de varias maneras: • Identificativos: «A Baco pide Midas que se vuelva (...) Así yo, triste, acabaré la vida»9. • Narrativo-descriptivos: «Píramo triste, que de Tisbe mira»10. • Comparativo-ejemplificadores: «bebióse todo el mar, y aun era poco»". Podemos, por tanto, afirmar que el empleo de la mitología en Lope es amplio en número y en formas, y viene dado tanto por una necesidad de demostración de erudición personal, como por una búsqueda de caminos nuevos en la expresividad, que a veces es poder de evocación del nombre mítico, a veces cuento de una fábula o enigma propuesto al lector, y a veces es también expresión de sentimientos.
TROYA
El ciclo troyano -de una amplitud tal que habitualmente se divide en antehomérico, homérico y posthomérico- fue uno de los más famosos y artísticamente representado del siglo XVII, en parte por el carácter heroico de la gesta y en parte por la admiración hacia los poemas de Hornero. La literatura y las artes plásticas dieron a un material heredado naturaleza de innovación. El relato de la guerra de Troya tal como lo conocemos proviene casi todo de Hornero, que en la Riada nos narra lo sucedido tras la llegada de los griegos a Troya, cuando Apolo les envía la peste. La historia de Ingenia es de Agamenón de Esquilo y el juicio de Paris de Las troyanas de Eurípides, añadiéndole detalles de Apolodoro, como la leyenda de Enone. 5 6 7 8 9 10 11
Ibídem, Ibídem, Ibídem, Ibídem, Ibídem, Ibídem, Ibídem,
101. 67. 68. 87. 36. 34. 70.
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La caída de Troya procede de Virgilio, de su libro 2° de la Eneida, tomándole más detalles de dos tragedias de Sófocles: la historia de Filoctetes y la muerte de Ayax. Lo acontecido tras la caída de la ciudad puede recogerse de Eurípides. Después comienzan los «nostoi» o regreso de los héroes al hogar: Ulises; y el desperdigamiento de los troyanos vivos y huidos: Eneas. La historia troyana, con todas sus ramificaciones y múltiples posibilidades artísticas, llega a nuestra literatura medieval a través de unos cauces concretos de transmisión: •
Clásicas. Dos obras del s. I d.C. llegadas en versiones latinas de los siglos IV y VI: - Dictis el cretense Ephemeris de bello troiano. - Dares el frigio De excidio Troiae. • Romances. Fundamentalmente dos obras: - Benoit de Saint Moure Román de Trole (1160). - Guidus de Columnis Historia destructionis Troiae (1287). contando también con el material proporcionado por las Heroidas de Ovidio y las Fábulas de Higino. No cuenta, por tanto, la Edad Media con traducciones o versiones originales de las obras clásicas sino con compendios que siguen una de las tres interpretaciones medievalistas de la mitología, el evemerismo, la alegoría y el astralismo. Aún así, muchas obras del período se interesan por este tema y sus personajes -aunque todavía como mera acumulación de citas-: Libro de Alexandre, Ia Crónica General, Omero romancado de Mena... Los siglos de oro redescubren totalmente la mitología y sus usos literarios, y los cuadros y los libros se plagan de referencias, «vulgarizándose» además la cultura mitológica gracias a la publicación de manuales mitográficos que eran libros que «figuraron, en los siglos XVI y XVII, en la biblioteca de todo hombre cultivado»12. Imitando a los de Giraldi (1548), Conti (1551) y Cartari (1556), en España se editan dos importantes manuales, la Philosophia secreta de Pérez de Moya (1583) y el Theatro de los dioses de la Gentilidad de Baltasar de Vitoria (1620-23). Ya desde la Edad Media se extendió una tendencia de revalorización del troyano y animadversión hacia el griego, que penetra en los Siglos de Oro: Fue Troya desdichada, y fue famosa, vuelta en ceniza, en humo convertida, tanto, que Grecia, de quien fue vencida, está de sus desdichas envidiosa13. y sirve a Lope para realizar un trasunto de sí mismo y de sus adversarios en sus amores con Elena Osorio. Ficcionaliza poéticamente sus amores por medio de esta situación de lucha, de fuego, de mujer que olvida a su antiguo amante...
12
JEAN SEZNEC, LOS dioses de la Antigüedad en la Edad Media y el Renacimiento (Madrid: Taurus, 1983), 260. 13
LOPE DE VEGA, op. cit.,
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Las citas a personajes o circunstancias relacionadas con el tema se suceden en sonetos totalmente integrados en los sucesos o en otros que funcionan como meras alusiones: - Ulises: «Que del cristiano Ulises la fe sola»14. - Helena: «la griega Helena la mayor pintura»l5. - Eneas: «mátame como Elisa la de Eneas»16. - Aquiles: «vistiendo mi virtud como a otro Aquiles»17. - Guerra: «Amor, que a un tiempo eres troyano y griego»18. «y en Troya, cuando fue sangriento lago»19. «Si todas las espadas que diez años sobre Troya desnudas tuvo el griego»20. En aquellos sonetos donde aborda más directamente el tema en toda la extensión de la composición (sonetos n. 29-35-52-123-172), la funcionalidad del mito puede dividirse en dos motivos fundamentales: la representación del paso del tiempo y la fusión míticovital. Fundidas ambas ideas, expresa Lope a través del paso del tiempo -ya liberador, ya destructor- la disociación de dos voluntades antes armónicas. Mediante un ambiente de ruptura y desolación, describe su derrota (siendo siempre identificado con Troya o los troyanos) como la imagen de la gloria derribada, de la soberbia y la dicha abatida: los días de felicidad quedan arrumbados a un lado del camino y sólo resta vivir con ese abandono: «ejemplo de soberbias acabadas»21. Su dama se convierte en su enemigo, y él busca entre las ruinas, entre los despojos de su pasada unión, un cauce que le retornase a ese momento que se fue: «busco memorias de mi bien perdidas»22, y del que no quedan más que recuerdos: «responde: Aquí fue Troya la famosa»23, y un rescoldo inextinguible: «siendo el alma inmortal y eterno el fuego»24. El fuego, en una fusión mítica del poeta con la ciudad destruida, se vincula tanto a su ardor de amor, como a un incendio de desolación. Principio dichoso que hace que el hombre se convierta en rendido amante y, audaz, busque y desee una llama que terminará destruyéndole -por lo que se asocia al motivo de la mariposa, a quien también el fuego atrae a la muerte-: «y el alma en esos ojos encendida, / la fama de atrevida mariposa»25. Abrasado por el engaño, nadie podrá robarle el pasado dichoso ni la fama alcanzada por la misma desdicha: en parte porque compadecemos a las víctimas, y en parte porque
14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Ibídem, 50. Ibídem, 115. Ibídem, 131. Ibídem, 41. Ibídem, 60. Ibídem, 81. Ibídem, 63. Ibídem, 54. Ibídem, 54. Ibídem, 54. Ibídem, 96. Ibídem, 40.
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en el atrevimiento y en el amor encontramos reflejos de heroísmo: «que quien por las venturas no la tuvo, / por las desdichas venga a tener fama»26. Fama inmortalizadora que hará eterno su amor y dolor, inflexibles ambos al tiempo devorador. La única esperanza que le queda al poeta es que ese mismo tiempo, también sanador por el olvido y la distancia, le permitirá contemplar algún día sus males con la suficiente lejanía como para sentir que se está en paz con ellos: Que si en lugar que cupo tanto fuego agora veo verde hierba y flores, también podrá tener templanza el mío27.
Al tiempo que hace estas recreaciones del tema mediatizado por su propio sentimiento de dolor y de fracaso en las relaciones amorosas, tenemos dos ejemplos -los sonetos 35 y 123- en los que su voz es la queja ante una amada ingrata y que reflejan su intimidad real en los amores con Elena Osorio. Si en todos los poemas de Troya planea la sombra del amor frustrado, es en estos donde se verifica plenamente la asunción mitológica como identificación. Ambos poemas clarifican la actitud del poeta -y en parte, del siglo- ante el fenómeno mitológico: arrumbadas las interpretaciones que predominaron durante toda la Edad Media, ya no se considera necesaria la explicación o interpretación mítica, pues la mitología se asume y recrea como parte de un patrimonio cultural al que puede acudir la literatura cuando lo estime oportuno, y que despierta pasiones y discusiones como en el tema de la «defensa de Dido». Muy conocido en la época el proceso general de una serie de mitos claves, entre ellos el de la guerra de Troya, se acude y se recurre a los rasgos esenciales que en la mención aspiran a encuadrar la globalidad y recordar por el detalle la totalidad de un motivo concreto. Detalles referentes a la causa, evolución y -sobre todo- final trágico de la contienda, se desarrollan en los textos: • Juicio de Paris y posterior rencor de las vencidas que hace que el amor entregado por Venus resulte trágico. • Caballo de Troya, que evoca un engaño y traerá el desenlace de la guerra. • Destrucción de la ciudad y restitución de Helena a su esposo Menelao. El tratamiento de Lope con respecto al tema analizado tiene unos rasgos propios y comunes en todos los poemas: están centrados en la caída de la ciudad, ya sea en el momento do la tragedia o como rememoración, recurriendo siempre a la muerte y al fuego; y hacen referencia, directa o indirectamente, a su propia pasión amorosa y a su relación fracasada con Elena Osorio, tachándola de ingrata y voluble. Sin embargo, la técnica empleada para expresar un mismo tema con una idéntica finalidad, difiere, siendo el primer poema narrativo (cuenta una historia, describiendo el mito sin expresa vinculación personal) y el segundo identificativo (el mito le sirve como punto de apoyo comparativo para descubrirnos su intimidad). 26 27
Ibídem, 4 0 . Ibídem, 126.
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El «enemigo cielo» ha sido desde siempre el depositario de nuestras culpas: el hombre encadena su destino a un hado funesto y, de este modo, se desentiende de sus responsabilidades morales. Lope también vive en esta tópico en que el amor es producto de los dioses: «que por prenda de Venus amorosa»28 e igualmente el desamor: «alegre, Juno mira el fuego y llanto: / ¡venganza de mujer, castigo duro!»29, por lo que el poeta sólo puede atenerse a esos designios y elevar su queja a la mujer que no ardió como él, antes de someterse; que le engañó porque el amor que en él todavía pervive, se apagó o no existió en ella: «por quien fui París cuando fue mi diosa / y agora el rey que despreció y destierra»30. Las esperanzas se abaten, pero el recuerdo permanece en el poeta, corno una llama y, aun en el abandono, redobla un sentimiento que no puede dominar el propio amante: «siendo el alma inmortal y eterno el fuego»31. Necesariamente aparecen los celos provocadas por una mujer que se ofrece al vencedor, abandonando al antiguo amante: Y la dura ocasión de tanto daño, mientras vencido París muere ardiendo del griego vencedor duerme en los brazos32. produciéndose una igualación de actitudes entre personajes míticos y reales: Helena / Elena Osorio, Paris / Lope, Griegos / adversarios amorosos. La amplia temática de Troya, en Lope se ha reducido a un instrumento con el que expresar una realidad personal y, por tanto, las ideas aplicadas son las mínimas y útiles a su propósito. Centrado en la derrota y en la inconstancia de Helena, pues en ambos puntos encuentra Lope el fin por el que arropaba su expresión poética en un planteamiento mítico: desnudar su yo interno y elevarlo al respeto de una tradición y una erudición. Concluyendo este rápido bosquejo, podemos decir que la temática troyana es una de las más consideradas y requeridas por un Lope inicial, que en sus Rimas presenta un pequeño catálogo mitográfico. Centrándose en los motivos de la derrota, la destrucción y el abandono, se refiere a uno o varios aspectos conformadores del mito en una primera persona intimista -acrónica en la fusión de tiempos- o en una tercera persona descriptiva -acrónica en la integración del pasado en el presente-. Ambas trayectorias nos ofrecen destellos de un autor que siempre rezumaba entrega personal comunicativa en sus poemas y que nos habla desde una plataforma clásica, así por la superposición de su historia amorosa en unos amores famosos, eleva la calidad poética de su obra y convierte a su amor en intemporal y eterno. La Troya de Lope es su propia pasión mitologizada.
28 29 30 31 32
Ibídem, 9 6 . Ibídem, 4 3 . Ibídem, 96. Ibídem, 96. Ibídem, 44.
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