EL MODO DE SER PROPIO DE LA IGLESIA: CREER, CELEBRAR Y ACTUAR

EL MODO DE SER PROPIO DE LA IGLESIA: CREER, CELEBRAR Y ACTUAR. En esta Misión continental reafirmamos que Jesús es el centro de toda pastoral y su

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EL MODO DE SER PROPIO DE LA IGLESIA:

CREER, CELEBRAR Y ACTUAR.

En esta Misión continental reafirmamos que Jesús es el centro de toda pastoral y su predilección por los pobres, en la misión del Reino, es el medio más adecuado para vivir una fe madura y comprometida, en nuestro trabajo de evangelización misionera.

De semejante manera lo manifestó el Papa Paulo VI en la apertura de la segunda sesión del concilio Vaticano II, al expresar una bella profesión de fe:

“¡Cristo! Cristo, nuestro principio. Cristo nuestra vida y nuestra guía. Cristo nuestra esperanza y nuestro término. Que no se cierna sobre esta asamblea otra luz que no sea la de Cristo, luz del mundo; que ninguna otra verdad atraiga nuestra mente fuera de las palabras del Señor, único Maestro”.

Esta manera de ser de Iglesia, centrada en Jesucristo, lo reafirma Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica sobre el sacramento de la caridad. Esta manera de ser de la Iglesia tiene especial valor, pues como bien sabemos, proviene de un Sínodo sobre la Eucaristía. Aquí propone un modo de ser Iglesia que está en armonía con la Tradición Apostólica, el Catecismo de la Iglesia y la más profunda eclesiología y que consiste en lo siguiente:

Primero, partir de la afirmación y vivencia de nuestra fe en Jesús de Nazaret, sin regateos ni glosas; Segundo, celebrar nuestra fe a partir de Jesús, de su entrañable misericordia, de su palabra, de su presencia en la Eucaristía, de la Celebración Eucarística. Lo cual constituye el corazón mismo de la liturgia y prácticas religiosas de la catolicidad;

Tercero, iluminado nuestro entendimiento, confirmada nuestra fe, renovado nuestro sentido de ser Iglesia en Cristo, con un nuevo corazón y una gran decisión misionera plantarnos en el mundo de nuestra familia, de nuestros jóvenes, de nuestras instancias apostólicas y comunidades para Actuar en la vida. Un modo de ser Iglesia que podemos enunciar en tres momentos: Creer, Celebrar, Actuar.

Me parece un buen momento para tener presente, que una vez el Santo Cura de Ars fue preguntado sobre el secreto de la transformación de su parroquia. Aquel sencillo hombre respondió que había iniciado por la reconstrucción del sagrario, es decir, por Cristo mismo. Viene al caso señalar que aquel santo varón fue un hombre intelectualmente rudo, lo que no significa que fuera tonto. El Santo Cura de Ars dejó que Dios fuera Dios en su vida, hasta alcanzar un estado de entendimiento en donde la sabiduría campeaba a sus anchas confiada en la Gracia de Dios.

CREER EN JESUCRISTO QUE REALIZA EN LA HISTORIA EL PROYECTO MISIONERO DE DIOS PADRE

Jesús íntimamente unido a su Padre por la oración, ungido por el Espíritu Santo y fiel a la voluntad de Dios, es el Hijo de Dios, que vino al mundo haciéndose semejante a nosotros para salvarnos. En Él se cumplen las promesas de Dios Padre hechas a su pueblo y es la manifestación encarnada de su proyecto salvífico (Gal. 4, 4-5). Con la presencia del Señor Jesús, Dios mismo se hace presente en nuestra historia para ser nuestro hermano, según su plan de salvación. En Jesús de Nazaret, muerto y resucitado, es donde los cristianos experimentamos con claridad la presencia y cercanía de Dios en medio de nosotros . Desde ahí, en este encuentro con Jesucristo, hemos de creer y presentar al Señor Jesús como alguien que da sentido y orienta hacia Dios Padre a todos aquellos que quieren conocerlo, amarlo y servirlo.

CREER EN EL SEÑOR JESUS QUE EDIFICA CON NOSOTROS EL REINO DE DIOS Jesús no se predica así mismo, ni habla de Dios en abstracto. Su misión gira en torno al Reino de Dios, a la presencia de Dios en nosotros, en el que hay una clara predilección por los pobres, los sufrientes y maltratados por la historia humana. Esta preocupación y predilección está presente en toda su vida y obra, como lo confirman su entrañable misericordia hacia todos nosotros (Mt. 11, 5; 25 y Lc. 7), su sencillez expresada en las bienaventuranzas, expresión de su corazón y su bondad inmensamente gratuita (Lc. 6, 20-23); su sincero y auténtico acercamiento a los enfermos, afligidos y marginados por la sociedad, transmitiéndoles su amor y su ternura, como signos concretos de la llegada del Reino de Dios.

CREER EN EL SEÑOR JESÚS QUE COMUNICA VIDA Y NOS ENVÍA A PARTICIPARLA EN LA MISION Debemos creer que en Jesucristo, la vida es un eje central en su mensaje, hasta tal punto que generosamente entregó su vida por nosotros: “Yo he venido para que ustedes tengan vida y la tengan en abundancia”(Jn. 10,10). Esto lo expresaba magistralmente el Beato Juan Pablo II sintetizando el Evangelio como “Evangelio de la vida” . El Concilio Vaticano II enseña que: “Por tanto, la vida desde su concepción hasta su culminación, ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto, el infanticidio y la eutanasia son crímenes abominables” (GS, 51: EV, 13; 62). Por esta razón, todo lo relacionado con la vida digna del ser humano es un asunto de importancia fundamental, para los discípulos de Jesucristo y su misión en medio del mundo.

El corazón de nuestra Iglesia diocesana y de nuestra cultura católica es la Liturgia, ahí es donde se gesta la unidad en la diversidad que caracteriza a la comunión de los bautizados. Es la celebración litúrgica, sobre todo la Eucarística, la que nos convierte en una sola familia misionera al unir distintas manifestaciones culturales; algo en lo cual ha insistido mucho el Papa Benedicto XVI, desde hace muchos años y que aún no hemos asimilado, ni llevado a la práctica.

Creemos, Celebramos y Actuamos. Este es el camino que nos transforma en Iglesia misionera. Así es como ponemos a Cristo al frente de la barca, que es precisamente lo que hace el Papa con gran sencillez, empezando en sus celebraciones de la Eucaristía. Esto es lo que hace de la fe en el Resucitado, la fuente del pensamiento y acción transformadora de la Iglesia.

CELEBRAR A JESUCRISTO

La liturgia es el punto de encuentro, el impulso de cada persona y de la comunidad por una sencilla razón: ¡se empieza a ser Cristiano no por la adhesión a un sistema filosófico de moda o a una propuesta de moralidad precisa, o a una ideología, sino por el encuentro con una persona que transforma radicalmente nuestras vidas, con Jesús de Nazaret!. Tal es la experiencia de vida que la celebración litúrgica actualiza cada día y la transforma en cotidiana (Exhortación Apostólica Verbum Domini).

Sin embargo, es necesario advertir que este modo de ser Iglesia tiene sus dificultades. Recordemos que el Papa ha señalado que la fe dejada así misma, también puede extraviarse, perderse en el camino. Al respecto enuncio únicamente tres riesgos:

El Pietismo, que lleva a la pérdida del sentido del hermano y que por lo regular termina en un formulismo estéril. Se asiste a la liturgia para sentir bonito o para darse golpes de pecho sin compromiso alguno. Nos lleva al inmovilismo dentro de la Iglesia. Mientras que la piedad auténtica forma parte de la experiencia profunda de nuestra fe, el pietismo nos extravía.

El esteticismo, que se centra en el esplendor litúrgico, que termina por convertir la liturgia en un espectáculo, en un show. Y en este terreno, de acuerdo a la experiencia de las últimas décadas, debemos reconocer que la imaginación no tiene límites. La autentica belleza de la liturgia es parte sustancial de nuestra experiencia de fe, y en este terreno el testimonio histórico de la Iglesia es sorprendente. El esteticismo nos desvía.

El Sentimentalismo, que nos lleva al libertinaje litúrgico, a componer y modificar la liturgia al modo y gusto de cada quien, al subjetivismo que la relativiza, que la enajena y termina por separarla de la comunión con la Iglesia. La vivencia de nuestra fe es personalísima y, al mismo tiempo, inseparable de su dimensión comunitaria. El sentimiento, las emociones son expresión de una relación vivida con Dios, sin duda alimentan nuestra fe; el sentimentalismo nos extravía.

Nuestro modo de ser Iglesia está centrado en la fe que por lo mismo puede ser alimentado por el método de discernimiento latinoamericano: ver, juzgar y actuar. Estos dos modos de vida cristiana se alimentan mutuamente y se fortalecen. Entonces, por Cristo, con El y en El, el católico como persona y en comunidad puede participar en la transformación del mundo.

Queridos participantes en esta semana de pastoral luchemos en nuestra misión continental por hacerle caso al Santo Cura de Ars. Propongámonos vencer las tentaciones del pietismo, del esteticismo, del sentimentalismo y del burocratismo en la liturgia. Tengamos presente, de una manera importantísima que los hermanos con los cuales vamos a compartir nuestra misión, no estudiaron teología, ni doctrina, ni historia, y que se defienden e incluso proponen al mundo en que viven, las verdades del evangelio con los rudimentos de la tradición familiar, de la piedad popular y de un catecismo muy elemental. Y cuando sienten que el agua les llega a los aparejos, se aferran con todas sus fuerzas a unos cuantos Padres nuestros y a unas cuantas Aves marías.

¡Cuánto bien nos hace a todos una liturgia bien vivida! ¡Cuánto aprendemos para nuestra vida, cuando nuestra fe se vivifica al escuchar la Palabra de Dios, cuando participamos activamente en la Eucaristía y cuando vivimos los sacramentos! Apreciemos en su justa medida el poder transformador de la liturgia dominical y de los sacramentos para nosotros y para el común de los laicos; de manera especial para los que, por situaciones personales no pueden participar de la comunión sacramental.

No está por demás, recordar que un buen predicador del perdón, de la gracia y la Palabra de Dios siempre ayuda, nunca sobra. En este punto es importantísimo tener presente que cualquiera que al hablar represente y dé voz a la Iglesia, al momento de expresarse en público debe de pensar en predicar la Palabra de Dios; que se está dirigiendo antes que a nadie a los católicos de a pie y no a los periodistas, ni a los políticos, ni a personajes de la arena pública. Son los católicos los primeros que escuchan sus palabras. Parece conveniente tomar como ejemplo al magnífico comunicador que hoy lleva el timón de la barca de San Pedro. Habla con firmeza, claridad, sin temor alguno, dice grandes verdades, siempre con caridad.

En suma, el camino de creer, celebrar y actuar nuestra fe, es el que nos enseñó Jesús en el Cenáculo, en el descubrimos y maduramos nuestra razón de ser seguidores de Jesucristo. Todos, nadie se salva. Este modo de ser Iglesia es el que permite integrar nuestra conciencia católica, y favorece efectivamente nuestra manera de vivir con coherencia en nuestra sociedad.

Entonces podemos proponer en nuestra misión, el Evangelio con razones: claridad, firmeza, caridad y eficiencia en medio de la batalla por hacer realidad nuestra misión continental y por la cultura católica en la que ahora nos encontramos.

En otras palabras, responder al llamado de Paulo VI por construir la civilización del amor. Toda vez que la gran batalla de nuestro tiempo es por la formación, la cultura. Es urgente en nuestra misión, actuar de manera coordinada con los frentes educativos, en los cuales se pueden concentrar esfuerzos y recursos que hoy aparecen dispersos.

El Actuar: convenzámonos todos los creyentes en Cristo, que ha llegado el momento misionero de definirnos de una vez por todas a ser levadura, sal de la tierra, granos de mostaza en la construcción de una cultura, partiendo de Cristo y centrada en la dignidad de la persona humana; de una cultura misionera respetuosa de los derechos fundamentales a la vida, la justicia, la educación y la libertad que, en otros ámbitos importantes, también se expresa en la formación de una nueva ciudadanía y de una democracia sustantiva.

EL METODO DE JESUS          

INSERTARSE EN LA REALIDAD (ENCARNACION) PREPARARSE (VIDA EN FAMILIA) ACERCARSE AL SER HUMANO COMO ES SIEMPRE OPTANDO POR LO PEQUEÑO DIALOGAR PARA CONOCERNOS ADAPTARSE A LA REALIDAD PROVOCAR CONVERSION PROMOCION DE LA PERSONA HUMANA (CALIDAD) NOS CONVIERTE EN DISCIPULOS SUYOS NOS ENVIA A LA MISION COMO REPRESENTANTES.

PROPUESTAS PARA REALIZAR UNA PASTORAL JUVENIL 1- ANTE TODO, NO NOS AUTOENGAÑEMOS 2- APOYEMOS LO QUE LOS JOVENES QUIERAN HACER 3- LOS JOVENES HAN DE SER LOS PROTAGONISTAS QUE EVANGELICEN; PARA ELLO HAY QUE FORMARLOS 4- HEMOS DE ESCUCHAR A LOS QUE TRABAJAN CON JOVENES 5- EL JOVEN SOLO, NO PUEDE; HAY QUE INTEGRARLO EN UNA COMUNIDAD 6- HEMOS DE ESTAR CON ELLOS Y MOSTRARLES A JESUS CON VIGOR 7- NO SEAMOS FUNCIONARIOS 8- HAY QUE CENTRARLOS EN LA RELACION PERSONAL CON CRISTO

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