El mundo homenajea a Steve Jobs como el revolucionario de la era digital

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EL PAÍS, viernes 7 de octubre de 2011

Adiós al visionario de la era digital La muerte del empresario más global

ECONOMÍA

El mundo homenajea a Steve Jobs como el revolucionario de la era digital El adiós del cofundador de Apple a los 56 años, víctima de un cáncer, provoca en Estados Unidos una conmoción similar a la muerte de un presidente ANTONIO CAÑO Washington La desaparición de Steve Jobs es para Estados Unidos una pérdida nacional cuyo único antecedente comparable es el de John Kennedy, por la emoción que ha generado y su trascendencia universal. Nunca un hombre de empresa había significado tanto en una nación cuyo carácter se ve perfectamente reflejado en la obra de Jobs, un visionario de la era digital, y en lo que ésta representa de aventura, innovación y éxito. Los productos de Apple son mucho más que un objeto comercial atractivo, son los símbolos de una cultura popular cuya influencia se dejará sentir durante décadas. De ahí la conmoción actual, extendida a todo el

Nunca un hombre de empresa había significado tanto en EE UU Jobs es la otra cara del capitalismo financiero que irrita a la población mundo, que desborda al dolor por la muerte de un sabio. La muerte de Jobs, aunque previsible debido a la gravedad de la enfermedad que sufría, sorprende a un mundo en medio de una crisis económica e institucional que ha convertido a los banqueros y a los millonarios en objeto general de repudio. También en Estados Unidos, pese que éste sea el país donde con más naturalidad de puede hacer dinero. Jobs era un multimillonario y un ambicioso hombre de empresa que había triunfado en Wall Street, donde llevó las acciones de Apple de los 10 a los 400 dólares. Ese no era, sin embargo, el objetivo de su labor. Jobs no trabajaba para obtener beneficios y tener satisfechos a sus accionistas; Jobs trabajaba para demostrar que era capaz de convertir sus visiones en realidad. Jobs no va a pasar a la historia porque sus productos fueron un éxito comercial, que lo fueron, sino porque hicieron felices a la gente. No hay más que recordar las caras con las que salían de las tiendas los compradores del primer iPhone o el primer iPad para comprender hasta qué punto eso era así. La muerte de Steve Jobs se produce en un momento en que el capitalismo sufre la cri-

sis más grave en ochenta años y quizá sirva de oportunidad para recapacitar sobre los pecados y las virtudes de este sistema económico. Como recordó ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, un amigo de Jobs, esta crisis es el fruto de la codicia de empresas que, en lugar de cumplir con su función de prestar y contribuir a crear riqueza, “se dedicaron a hacer dinero fácil con derivados y otros mecanismos incomprensibles”. Cuanto más oscuros los productos, mejor se esquivaban las regulaciones y más dinero se hacía. Jobs es la otra cara de ese capitalismo. Jobs es lo contrario de Lehman Brothers, Goldman Sachs y todas esas firmas que dominaban o siguen dominando el arte de hacer fortunas de la nada, sin generar algo tangible que lo justifique. Quizá por esa razón, mientras los ejecutivos de esas compañías han tenido que tomar medidas de seguridad para protegerse de las iras de la población irritada, Jobs muere como un héroe popular. ¡Qué llamativo contraste que el movimiento de protesta contra el capitalismo generado en los últimos días en Nueva York se desarrolle, en parte, gracias a los inventos de una de las empresas que ha aparecido

sciammarella

durante años a la cabeza entre las de mayores beneficios en este país! ¡Qué gigantesco mérito de este hombre el de ser objeto de la admiración de los humildes, no por su sacrificio, sino por su triunfo! “Jobs hizo lo que un consejero delegado debería hacer: contrató e inspiró a grandes personas, dirigió con la vista puesta a largo plazo, no a la evolución de las acciones en el próximo trimestre, hizo grandes apuestas y tomó grandes riesgos. Jobs insistió en productos de alta calidad y en construir cosas que dieran satisfacción y poder a quienes las compraban, no a los intermediarios o a sus directivos. Como a él le gustaba decir, vivía a medio camino entre la tecnología y el arte”, ha recordado Walter Mossberg, el especialista del diario The Wall Street Journal, que lo entrevistó en varias ocasiones. “Nunca nos han importado los números”, declaró el mismo Jobs en una ocasión, aunque sus números de ventas, másrgenes, beneficios o revalorización en Bolsa de las acciones son la envidida de cualquier otra empresa. Aunque se le ha comparado con Thomas Edison y con Henry Ford, ningu-

no de ellos consiguió conectar emocionalmente con los ciudadanos como lo ha hecho Steve Jobs. como muestran los homenajes de ayer en internet y en las tiendas de la empresa de millones de sus seguidores y clientes. No hay duda de que poner al alcance del público la electricidad o el automóvil son avances gigantescos. Pero Jobs facilitó progresos de similar trascendencia consiguiendo, al mismo tiempo, una vinculación sentimental con ese producto. Por mucho que necesitemos el automóvil, nadie se siente parte del universo cultural de General Motors. En cambio, un cliente de Apple es un militante de Apple. Jobs es también un precursor y, en ese sentido, su pérdida tiene igualmente un alto valor

Ningún empresario ha sido capaz de conectar con sus clientes como él Cuando dejó la universidad, creó un universo propio desde un garaje simbólico en Estados Unidos. Jobs es uno de esos genios que despreció el saber institucional de las escuelas de negocios. Dejó la universidad y creó un mundo particular en un garaje de California. Otros hicieron gestas parecidas en su época, particularmente Bill Gates. Y otros le sucedieron en sus ensoñaciones y gloria, entre ellos Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, o Larry Pa-

Una visión, un mundo CÉSAR ALIERTA Conocí a Steve Jobs hace ya algunos años. Nuestra primera reunión fue para mí una verdadera oportunidad. Me encontré un hombre claro, directo y humano, que se hacía entender con facilidad y con el que se podía sintonizar rápidamente. A pesar de ser un creador singular, por su talento, visión de futuro y capacidad de innovación, nos transmitía una profunda humildad. Y esta virtud le daba ese carisma que solo los más grandes poseen. Steve Jobs era simplemente un genio. Supo encontrar el punto de unión entre la informática y las telecomunicaciones. Asoció un ordenador a un dispositivo móvil, a un teléfono, y sobre esa palanca, con clara anticipación al mercado, generó un mundo conectado; un mundo accesible, que amplió la puerta de la creatividad a una generación de desarrolladores.

Imaginó productos nuevos, los creó y entusiasmó a sus usuarios, impulsando una revolución tecnológica que ha cambiado la sociedad y ha abierto un potencial ilimitado a la industria. Todos cuantos trabajamos en este nuevo mundo digital, cuyas posibilidades conocía tan bien Steve, echaremos en falta su criterio, su guía y su genio creativo. Pero, hoy que tantos recordamos su figura y su obra, que todos alabamos su espíritu innovador, yo quisiera recordar su personalidad y su humanidad. Recuerdo sus palabras en nuestro primer encuentro, antes incluso del lanzamiento del iPhone, que unió a nuestras empresas y favoreció el acercamiento de muchas personas a una tecnología fácil y revolucionaria. Recuerdo el afecto que nos transmitió, sus preguntas sobre nuestro Rey, don Juan Carlos, con quien simpatizaba y al que respetaba. Y re-

cuerdo, por encima de todo, su forma de estar, sencilla y cordial. Tal vez sea una obviedad decir que Steve Jobs marca un antes y un después en el fenómeno tecnológico, pero vale la pena recordar que sin él este nuevo mundo digital quizá fuera muy distinto. Él era un foco de luz en este ecosistema que entre todos estamos impulsando para mejorar el bienestar de las sociedades. Como persona que tuvo la oportunidad de conocer sus ideas creativas y como presidente de Telefónica, también en nombre de todos los que desde esta compañía nos esforzamos en acercar la tecnología a las personas, no puedo sino lamentar esta gran pérdida y enviar un abrazo afectuoso tanto a su familia como a los compañeros de Apple. Con el mismo afecto que él nos dedicó en cada uno de nuestros encuentros. César Alierta es presidente de Telefónica.

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Adiós al visionario de la era digital Las manifestaciones de duelo

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ge y Sergey Brin, los creadores de Google. Todos son parte de un mismo propósito transformador que convirtió a Silicon Valley en el centro del mundo y permitió a Estados Unidos un liderazgo tecnológico sobre el que hoy se apoya una parte de su liderazgo político, económico y militar. Jobs y su obra han hecho más por la imagen y el poder norteamericanos que miles de políticos, diplomáticos o generales. Su desaparición se produce precisamente cuando surgen síntomas preocupantes de que ese liderazgo se desvanece y de

Simpatizaba con causas progresistas, pero nunca hizo política La empresa sobrevive, pero la leyenda en torno a ella muere con Jobs que nadie posee hoy en este país la credibilidad suficiente como para convencerle de la existencia de un futuro mejor. Jobs no era un político ni hizo nunca política. Simpatizaba con causas progresistas, como la defensa del medio ambiente, y llegó a hacer a amistad con Obama, como decíamos, o con el exvicepresidente Al Gore, a quien sumó a su consejo de administración. Pero no eran los políticos los que hacían fuerte al empresario, como ocurre en otras circunstancias y en otros países. Era Jobs, con su presencia, quien le daba poder a los políticos, un hecho insólito en una democracia. La sola participación de Jobs en un proyecto era la garantía de la solvencia de ese proyecto. Jobs contribuyó a hacer de Obama un político creíble. Es muy improbable que algunos de quienes les sucedan al frente de Apple alcancen algún día semejante influencia. La empresa seguramente sobrevivirá, pero la leyenda en torno a ella muere con Jobs.

Mensajes de condolencia frente a la tienda de Apple en el centro comercial La Maquinista de Barcelona. / andrey dalmau (efe)

Millones de internautas recuerdan al creador de Apple en 140 caracteres En las tiendas, los incondicionales depositan flores y encienden velas YOLANDA MONGE Washington Imposible seguir ayer en Twitter los mensajes que llevaban la etiqueta #stevejobs. Tan deprisa los generaban los simpatizantes y fans alrededor de todo el mundo que resultaba una labor casi irrealizable leerlos. Al día siguiente de su muerte, las expresiones de tristeza y admiración por el hombre que revolucionó la tecnología no paraban de sucederse. Por mucho que se intuyera debido a su frágil salud tras sufrir un cáncer de pancreas, la muerte de Steve Jobs, cofundador de Apple, impactaba y movilizaba a sus fans. El mundo rendía tributo no a una estrella del

rock. No a una figura religiosa suprema. No a un político carismático. No la princesa Diana. El mundo conmemoraba la vida de un empresario nortemaericano con piel de genio. Con 140 caracteres o menos, los adeptos de Jobs plagaban la web de obituarios sentidos, ya fuera con citas literales de las reflexiones de Jobs o con aportaciones de pensamiento propio del usuario de Twitter de turno. “Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo no quiere morir para ir allí y, aún así, es el destino que todos compartimos—- Steve Jobs”, le citó @SeanABennett en Twitter. En los modernos centros de ventas de los productos de

Apple, los incondicionales de la marca depositaban flores y encendían velas en honor al visionario que moría demasiado pronto. En la tienda oficial Apple de Bethesda (norte de Washington), Evan Kauffman, 25 años, se grababa con su Ipad 2 un vídeo que pretendía colgar en YouTube de homenaje a Jobs. “Gracias por hacer nuestra vida mejor”, decía al finalizar su pequeña contribución. Desde la Casa Blanca, el presidente Barack Obama volvía a recordar al Thomas Edison del siglo XXI. “No puede haber mayor homenaje al éxito de Steve que el hecho de que gran parte del mundo conoció su muerte en un dispositivo que él inventó”, de-

Vivir, soñar, emprender FRANCISCO ROMÁN La importancia de vivir la propia vida y no vidas de prestado es quizá la enseñanza más valiosa que nos deja Jobs, tal y como él mismo explicaba en el discurso de la apertura de curso de 2005 en la Universidad de Stanford. Jobs nunca se llegó a graduar. Dejó la Universidad porque malgastaba el patrimonio de su familia y dudaba sobre “lo que quería hacer”. La curiosidad y la intuición le llevaron a asistir a clases de caligrafía que no tenían aplicación práctica hasta que 10 años más tarde le sirvieron para crear el Mac, “el primer ordenador con bellas tipografías”. La fundación de Apple en el garaje de su casa, nos muestra que el éxito es la actitud unida a la aptitud y que el poder creador y emprendedor está por encima de cualquier convencionalismo.

“No os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con el resultado del pensamiento de otras personas”, les decía a los recién graduados de Stanford en su discurso. Despedido de Apple Computer en 1985 consiguió hacer de la desgracia virtud: “La pesadez del éxito reemplazado por la ligereza de ser un principiante otra vez”. Esa capacidad de reinventarse constantemente le permitió seguir innovando en otros campos con la fundación de empresas como Next —que más tarde volvería al corazón de Apple— o Pixar en lo relacionado con la animación. Su regreso a Apple en 1997 convierte a la empresa en el éxito mundial que hoy es. La compañía que ha revolucionado repetidamente el mundo de los dispositivos en las manos de los usuarios y que ha contribuido a que la penetración de smartphones y tablets crezca exponencialmente.

Jobs decía que el trabajo llena gran parte de nuestra vida y es importante encontrar lo que amas y amar lo que haces. Solo el genio creador, una extraordinaria visión de futuro, un claro liderazgo y una gran determinación pueden explicar la revolución de sectores tan distintos como el de la música, el de las comunicaciones móviles o el de la prensa. La simplicidad de sus creaciones ha conseguido facilitar las comunicaciones y popularizar el acceso a Internet desde el móvil. En coyunturas económicas convulsas, los sueños de quienes emprenden aportan la dosis de optimismo indispensable para continuar creciendo; lo verdaderamente importante es empezar y aderezarlo con grandes dosis de trabajo y energía. Francisco Román es presidente ejecutivo de Vodafone España.

claró Obama a los periodistas que cubrieron su rueda de prensa de ayer. Google añadía un enlace dentro de su página de búsqueda siempre minimalista que llevaba a la de inicio de Apple, con la imagen en blanco y negro de un Jobs con mirada inquisitiva y mano izquierda en la barbilla en lugar de sus imágenes de Ipods de mil colores y MacBooks. El anuncio de la muerte de Jobs fue sencillo y a través de la compañía que convirtió en un gran éxito empresarial. También la familia emitió su propio comunicado en la noche del miércoles, en el que de forma elegante y amable solicitaba que se preservara su intimidad en los días que estaban por llegar. No hay información de cuándo ni dónde será enterrado el hombre que acostumbraba a aparecer vestido con vaqueros, zapatillas de deporte y jersey negro de cuello alto. La nota amarga en la Red la ponía la Iglesia Baptista de Westboro, del iluminado pastor Fred Phelps, que anunciaba a través de uno de los miembros de su fanática secta que pretendía boicotear el entierro del creador del Mac, el iPod, el iPhone y el iPad. La secta es conocida por su homofobia y por sabotear el entierro de los soldados de EE UU caídos en las guerras en el extranjero. La Iglesia de Phelps anunció en un tuit —¡a través de un Iphone!— que: “No hay paz para un hombre que se sirvió a sí mismo, no a Dios. #hellgreetedhim [el infierno le dio la bienvenida]. Westboro debe boicotear su funeral”.

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Adiós al visionario de la era digital Los grandes éxitos de Steve Jobs

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Más que un Einstein, un Edison moderno El cofundador de Apple no inventó nada relevante, pero ha creado dispositivos atractivos y fáciles de usar P El Mac, el iPod o el iPhone han revolucionado la informática, la música y el móvil RAMÓN MUÑOZ Madrid El fallecimiento de Steve Jobs ha tenido un tratamiento mediático que solo los grandes personajes de la historia o los magnicidios merecen. Las incontables hagiografías que estos días relatan su trayectoria profesional dejan traslucir que el cofundador de Apple fue el personaje clave del avance tecnológico en los últimos treinta años. Una conclusión a la que ayuda ese tono de veneración que acompaña a los testimonios y las crónicas a raíz de su fallecimiento, y le convierten en una especie de santo laico a la espera de beatificación por los adictos a sus dispositivos. Pese a esa agitación mediática, Jobs no inventó nada relevante en realidad. Ni diseñó el primer PC, ni el iPod fue el primer reproductor musical MP3, ni el iPhone fue el primer móvil con pantalla táctil. Empresas como IBM, Microsoft, Creative o HTC se le adelantaron. Pero ninguna de ellas tuvieron, ni de lejos, la visión del impulsor de Apple para conjuntar los distintos avances tecnológicos y empaquetarlos en carcasas mágicas, para crear máquinas fáciles e intuitivas de usar. Tal vez uno de los logros más impresionantes de Jobs y sus socios de Apple se resuma en ser los primeros en desterrar los manuales de instrucciones de sus equipos. Ni lo traía el iPhone ni por supuesto el iPad. Puede parecer una anécdota pero el hecho de que cuando alguien abra la caja de su dispositivo no tenga que emplear horas en leer un mamotreto casi ininteligible supone un salto enorme en la popularización de la tecnología. La facilidad de uso ha ido siempre acompañada de un aliado que convierte en imbatibles a las máquinas mágicas de Apple: el diseño. Los gadget de la marca de la manzana fueron los primeros en colorearse, redondearse y hacerse atractivos a la

vista y al tacto. Es lo que el experto en mercadotecnia Donald Norman, que fue vicepresidente de Tecnología Avanzada de Apple, llama “diseño emocional”. No compramos un objeto solo por su utilidad o su fiabilidad técnica sino por su aspecto, por las sensaciones que suscita en nosotros, y la comunión estética con nuestra forma de pensar. Los adictos a Apple no van a cambiar jamás su iPhone o su iPad por un Samsung, un LG o un HTC por mucho que no pueda reproducir vídeos (formato flash), no tenga conexión USB o su precio sea muy elevado. El universo cerrado de Apple tiene

esos inconvenientes. Si compras un aparato tienes que quedarte con el lote entero: hardware, software y aplicaciones. Sus incondicionales están dispuestos a pagar ese peaje a cambio de un aura de distinción de pose cool. Esa cerrazón no ha impedido a Apple romper moldes y revolucionar el universo tecnológico. En informática, el Mac demostró que los ordenadores podían también estar en el cuarto de estar y no solo en inmensas e inhóspitas oficinas. Tardó ocho años en dar con la fórmula, desde el Apple I, que parecía una máquina de escribir robotizada, hasta el Apple II, que adoptó la forma de un ordenador, y sirvió de fuente de ingresos, hasta llegar al primer Macintosh en 1984. El usuario, por fin, se liberaba de aprenderse un montón de comandos de memoria. Para actuar con su equipo bastaba pinchar en unos iconos y unas carpetas con un curioso invento: el ratón. Con todo, el Mac siempre fue un ordenador minoritario. Sus fervorosos partidarios pertenecían a nichos de mercado como diseñadores gráficos, ejecutivos o publicitarios que no paraban de recordarles a los millones de usuarios de equipos que corrían con el sistema Windows, que el Mac no se colgaba ni se infectaba de virus. La popularidad le llegaría a Apple de la mano del iPod. En 2001, se presentaba este reproductor de audio digital que desterraría para siempre el walkman del viejo casete, algo que otros fabricantes pioneros de reproductores como Creative no habían logrado.

El “diseño emocional” de sus aparatos atrae a los compradores El iPod se haría diminuto (Nano) y luego táctil y con vídeo (Touch). Y aún hoy, cuando casi todos los móviles ofrecen todas sus prestaciones, se sigue vendiendo. Más de 150 millones. Seis años después, Jobs provocaría el mismo terremoto en el móvil con el iPhone. No tenía cámara de vídeo, ni enviaba MMS, entre otras muchas carencias. Pero disponía de una pantalla táctil

Los éxitos de ventas de Apple: Mini iPod e iPhone4 (arriba). Ordenador iMac Store y la tableta iPad (abajo). El atractivo diseño y la facilidad de uso por parte de los compradores son la clave de la gran aceptación de los productos ideados por el equipo de Steve Jobs durante años.

asombrosa. No era la primera que equipaba a un móvil. Pero ninguna tenía ese pellizco mágico con el que agrandar o disminuir las fotografías o las páginas web a voluntad. Nacían los teléfonos inteligentes (smartphone). Apple, que ya va por la quinta versión, ha vendido más de 120 millones desde 2007. El último en llegar, pero no menos revolucionario, ha sido el iPad. Hacía tiempo que los fabricantes estaban pensando en una pantalla alternativa, ni tan grande como la del portátil ni tan pequeña como la del móvil. Apple volvió a adelantarse. Puede que por ahora solo se utilice para leer el periódico en el baño o matar el tiempo en el aeropuerto. Pero ya se ha hecho imprescindible. Jobs no fue un gran inventor, pero todo lo que tocó lo hizo popular y vendible, gracias a sus macrotiendas digitales (iTunes y Apple Store). Su figura se asemeja más a la de Edison, el inventor del fonógrafo o la bombilla, que a la de un genio científico como Einstein. La sobrereacción por su muerte, su imagen de Papa de la tecnología evangelizando sobre el edén de los cachivaches de Apple, han agrandado su figura. El tiempo dejará su memoria en su justo término. Pero como decía un comentario en Twitter. “No olvidemos que al final a Newton se le cayó encima una manzana, no un iPhone”.

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Adiós al visionario de la era digital Los logros del emprendedor

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El riesgo puede triunfar Javier Mariscal ¿Por qué todos los diseñadores gráficos del mundo solo trabajan con ordenadores Mac? ¿Por qué tenéis ese cuelgue? Muchas veces me lo han preguntado y normalmente la gente piensa que es por el diseño de las pantallas y los aluminios y el blanco y todo eso que se llama estilo Mac. Todo esto no sería suficiente, aunque es importante la estética, sería demasiado banal. Si todos los gráficos trabajamos con Mac y seguimos siendo fieles a esta dictadura es porque desde el principio Apple nace con una filosofía, una manera de hacer que encaja perfectamente con las necesidades y la manera de trabajar del mundo gráfico. El primer Mac, el Macintosh 128, que se empezó a comercializar, creo, en 1984, fue una revolución. Por primera vez un ordenador lo podía utilizar y comprender cualquier persona en un minuto. Era como un juguete y era para tenerlo en casa, al lado del café. Era como una máquina de escribir en la que, además, podías integrar dibujos muy primitivos con textos. Ya no necesitabas a un técnico con bata blanca, que era el que sabía cómo funcionaba eso de la informática. No era una máquina solo para la contabilidad, las estadísticas y esas cosas tan serias. Era un juguete inteligente y, sobre todo, intuitivo. Había dibujitos muy pequeñitos, que te indicaban las herramientas de dibujar, borrar, copiar, ampliar o colorear. Estos pequeños juguetes o máquinas de escribir y dibujar primitivos, evolucionaron muy rápidamente. El Mac 512 doblaba la memoria, tenía una impresora láser y, sobre todo, un programa para maquetar, el PageMaker. Esto empezaba a ser muy interesante. Yo creo que aquí empezó todo. Los diseñadores gráficos encontraron una nueva herramienta amiga, fácil y fiable. Desde entonces, la filosofía, la calidad, el sistema intuitivo y gráfico de iconos, los programas, el

interface, no ha cambiado, simplemente cada año ha ido mejorando. Los Mac han ido creciendo y cada vez son máquinas más seguras y eficaces. Las innovaciones no eliminaban todo lo que ya habías aprendido o guardado. Un nuevo sistema operativo te respetaba tus librerías y seguías con tus cosas, pero siempre mejor. Apple siempre iba muy por delante de todas las demás compañías informáticas. Seis años más tarde iban apareciendo aplicaciones o sistemas operativos como el Windows que eran malas copias y nada fiables de lo que tú ya tenías en tu Mac. Esto para un profesional de la cosa gráfica era fundamental. Así se estableció esta relación emocional con la marca. Innovación y fiabilidad. Cada año te

sorprendían y te mejoraban tu sistema de trabajar, de vivir. Los Mac, además de ser más bonitos, eran mejores, eran mucho más guais. Esta empresa te abducía de tal manera que pagabas mucho más caro los ordena-

Logró que por primera vez cualquiera pudiera usar un ordenador dores y no te sentías estafado, los pagaban con una sonrisa de total felicidad. ¿Quién estaba ahí detrás? ¿Quiénes eran estos tíos que se adelantaban a tus problemas y te los resolvían mejor de lo que

tú hubieras esperado? Tenían que ser muy buenos, sabían innovar, es más, sabían dónde innovar, dónde investigar, cómo montar equipos de trabajo para tareas tan diferentes. Tenían nuevas ideas y sabían cómo ponerlas en marcha. Vale, sí, pero también sabían cómo comunicarlas, cómo y cuándo venderlas. Bueno, ahora que se ha muerto, todos lo sabemos: detrás siempre ha estado un chico que no acabó la universidad y que no sabía construir ordenadores. Steve Jobs, Esteban Curritos creo que se llamaría si hubiera nacido en Cádiz. El unico que ha conseguido que la gente pague por escuchar música en una tienda donde la gente trabaja para ofrecer aplicaciones para sus productos.

En informática se suele hablar mucho de esos jóvenes, verdaderos “magos de los ordenadores” (computer wizards), que se han enriquecido con nuevos avances tecnológicos. Recientemente, la película La red social (2010, David Fincher) ha acercado este fenómeno al gran público gracias al oscarizado y dinámico guión de Aaron Sorkin. Pero ese guión adaptaba un libro de título claramente significativo: Multimillonarios por accidente, de Ben Mezrich. Tal vez ese mundo de los magos de la informática sea solo eso: jóvenes que tienen suerte y acaban haciéndose multimillonarios casi por casualidad y no pre-

Javier Mariscal es diseñador

De izquierda a derecha, Steve Jobs, John Sculley y Steve Wozniak, cofundador de Apple, en la presentación del Apple IIc, el primer gran éxito de la compañía, en 1984. / sal veder (ap)

Un hombre de genio miquel bARCELÓ

Ordenadores que dibujan, que hacen fotos y películas, máquinas para componer música, grabarla y editarla, teléfonos que te dicen dónde tienes un buen restaurante a veinte metros donde te encuentras, una tableta para leer las revistas con las fotos en alta definición. Quizás, lo mejor de este chico Steve es que siempre ha sabido crear nuevos productos para mejorar nuestra vida y al mismo tiempo que le paguemos una pasta por sus maravillosas ideas, todo esto sin tener que ponerse una corbata. El Mac, Pixar, el Next, iPod, iTunes, iPhone, iPad, I love Jobs. Gracias por saber que el buen rollo, las cosas bien hechas y el riesgo pueden triunfar y conectar con mucha gente. Gracias por hacerte millonario vendiendo inteligencia bella. Adiós.

cisamente por voluntad propia. Entre esos jóvenes la gran excepción es Steve Jobs, un verdadero genio visionario que llegó a todo antes de que ocurriera. No como otros. Suelo especular con mis estudiantes en torno a la posibilidad de que Bill Gates se haya pasado toda su vida pensando eso de que “cuando sea mayor, quiero ser como Steve Jobs”. Lo cierto es que, si Jobs llega con antelación y crea tendencias, Microsoft suele llegar tarde a todo. Microsoft llegó tarde a la nueva interfaz WIMP (windows, icons, mouse y pop-up menu), llegó tarde a los sistemas operativos multitarea, llegó tarde a Internet, llegó tarde a las consolas de juegos y un largo etcétera. Aunque, eso, sí, cuando llegó, lo

hizo adquiriendo pronto una posición dominante o de gran importancia tras haber entrado como el típico elefante en una cacharrería. Steve Jobs siempre se ha adelantado. Su primer colaborador, Steve Wozniak, cofundador de Apple en 1976, reconoce que fue Jobs quien sugirió vender un ordenador montado en una única placa de circuito impreso. Ese fue el primer Apple, creado, como quiere la tradición, en un garaje, cual hicieran los fundadores de Hewlett-Packard, empresa donde se conocieron Wozniak y Jobs cuando este trabajaba allí como “empleado de verano”. Después, fue Jobs quien empezó el proyecto de la nueva interfaz WIMP con el LISA (1978) y

el Macintosh y quien, en 1983, queriendo hacer “seria” y respetable una empresa creada por frikis que antaño se dedicaban a fabricar y vender cajas negras para piratear conexiones telefónicas, fichó a John Sculley quien procedía de Pepsi Cola. Conocida es la frase con la que Jobs convenció a Sculley: “¿Quieres vender agua azucarada toda tu vida, o quieres venir conmigo y cambiar el mundo?”. Sculley fue a Apple y, a los dos años, echaba a Jobs de su propia empresa. Pero este acabó volviendo en 1996, tras haber mostrado su capacidad creativa y visionaria creando nada más y nada menos que Pixar y, también, el mejor proyecto informático de la segunda mitad de los ochen-

ta: Next. del que derivó el sistema operativo Mac OS X. Luego todo fueron nuevas visiones: iMac, iPod, iTunes (que abordaba el gran problema creado por Napster y mostraba el camino para restaurar el negocio de los editores y distribuidores de contenidos), iPhone, iPad y un largo etcétera. Las huellas ya indelebles de un gran creador y visionario que ha cambiado la informática moderna. Miquel Barceló es profesor de la UPC y autor del libro Una historia de la informática.

E Los

artículos de Barceló y Mariscal se incluyeron ayer en algunos ejemplares de la edición de urgencia editada tras conocerse, de madrugada, la muerte de Steve Jobs.

EL PAIS (EDICION NACIONAL)

07/10/11

MADRID Prensa: Diaria Tirada: 563.495 Ejemplares Difusión: 431.033 Ejemplares Página: 25 Sección: ECONOMÍA

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07/10/11

MADRID Prensa: Diaria Tirada: 47.519 Ejemplares Difusión: 31.337 Ejemplares Página: 3 Sección: EMPRESAS

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07/10/11

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