EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

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Proyecto de País Movimiento Estudiantil
        Proyecto de País Movimiento Estudiantil 1    Indice de Contenidos:   1. Introducción ....................................................

Las perspectivas del movimiento estudiantil para 2016
:: portada :: Chile :: 26-04-2016 Las perspectivas del movimiento estudiantil para 2016 Mauricio Becerra Rebolledo El Ciudadano Este jueves 21 de ab

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El otro movimiento estudiantil Enrique De la Garza Toledo Tomás Ejea Mendoza Luis Fernando Macias García

Universidad Autónoma Metropolitana Casa abierta al tiempo

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Azcapotzalco

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Primera edición: agosto 2014

D. R. © Universidad de Guanajuato, Lascurain de Reforma, núm. 5 colonia Centro, 3600, Guanajuato, Guanajuato. © Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco © Enrique De la Garza Toledo, León Tomás Ejea Mendoza y Luis Fernando Macias García © Plaza y Valdés S. A. de C. V. Manuel María Contreras 73. Colonia San Rafael México, D. F. 06470. Teléfono: 50 97 20 70 [email protected] www.plazayvaldes.com Plaza y Valdés Editores Calle Murcia, 2. Colonia de los Ángeles Pozuelo de Alarcón 28223, Madrid, España Teléfono: 91 862 52 89 [email protected] www.plazayvaldes.es Formación tipográfica: Eduardo Olguín Molina ISBN: 978-607-402-768-6 Impreso en México / Printed in Mexico El trabajo de edición de la presente obra, fue realizado en el taller de edición de Plaza y Valdés, ubicado en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte en la ciudad de México, gracias a las facilidades prestadas por todas las autoridades del Sistema Penitenciario, en especial, a la Dirección Ejecutiva de Trabajo Penitenciario.

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Contenido Prólogo

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Introducción

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Capítulo 1. Inicio de la etapa democrática del movimiento estudiantil . . Coyuntura mexicana de los 60’s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Movimientos estudiantiles previos a 1968 . . . . . . . . . . . . . . . . El movimiento estudiantil nacional del 68 . . . . . . . . . . . . . . . .

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Capítulo II: El ascenso del movimiento estudiantil democrático . . La coyuntura económica y política de principios de los 70’s . . . . El proyecto de Echeverría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La “Reforma Educativa” de Echeverría . . . . . . . . . . . . . . El ascenso de la lucha democrática . . . . . . . . . . . . . . . . . La lucha en la Universidad Autónoma de Nuevo León . . . . . Coerción y transacción en la Universidad Autónoma de Sinaloa . El lenguaje de la represión en la Universidad Autónoma de Puebla De la democracia a la radicalización en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca . . . . . . Los descalabros del 10 de junio . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reflexiones sobre el movimiento estudiantil en su etapa democratizante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Capítulo III. La etapa radical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estructura Universitaria durante el sexenio de Echeverría . . . . . . . . Divisiones antes de la radicalización . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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La UANL: los precursores . . . . . . . . . . . . . . . El “enfermismo” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El PCM y la Universidad Autónoma de Puebla . . . . Así fue el Comité de Lucha de Derecho de la UNAM. . Desde la rectoría de Martínez Soriano en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca Reflexiones acerca de la radicalización del movimiento

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Capítulo IV. El movimiento estudiantil inicia el reflujo . . . . . . La etapa del reflujo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El reflujo en la Universidad Autónoma de Nuevo León . . . . Ligas que se debilitaron en la Universidad Autónoma de Puebla. De los estudiantes a los empleados en la Universidad Autónoma de Sinaloa . . . . . . . . . . . . El Sindicalismo universitario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Capítulo V. Conclusiones y perspectivas del movimiento estudiantil en México . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estado e izquierda contra “radicales” . . . . . . . . Universidad, movimiento estudiantil y Estado . . . . Futuro igual, pero diferente . . . . . . . . . . . . . .

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Prólogo a la primera edición

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stamos permanentemente obligados a reescribir la historia; esta aserción adquiere caracteres todavía más dramáticos en los casos en los que difícilmente podríamos asegurar que la historia ya ha sido escrita. Tal es la situación del movimiento estudiantil en México, siempre y cuando no identifiquemos historia con descripción historiográfica ni mucho menos con anecdotario. Las pocas reconstrucciones históricas sobre el tema se reducen comúnmente a estudios de caso que no proporcionan una visión global del movimiento estudiantil en sus complejas articulaciones con otros procesos. En este texto nos hemos propuesto dar una visión de conjunto del movimiento estudiantil en México durante los años sesenta, especialmente en los setenta, años que corresponden al auge y decadencia del movimiento estudiantil en México que abrió espacios y alternativas políticas anteriormente insospechadas. Esta visión de conjunto supone la introducción tanto de los niveles genéricos del movimiento como lo específico de los casos que se analizan con detalle; visión de conjunto de un movimiento estudiantil con tintes nacionales que se enfrenta a dificultades importantes: el movimiento aparece a primera impresión como un cúmulo inorgánico de múltiples movimientos estudiantiles. Esta impresión de disgregación ha ocasionado que no pocos análisis lleguen a reducir la protesta de los estudiantes a los sucesos de 1968 y a no reconocer que el movimiento de 1968 sintetizó ocho años de luchas de los estudiantes en todo el país. También suele hablarse del 68 como el fin del movimiento estudiantil nacional, cuando probablemente no fue sino la culminación de una etapa que después se continuaría en provincia en niveles superiores a los del propio 68. Superiores por las perspectivas de sus miras, por su capacidad de incidir en las contradicciones sociales e incluso por los proyectos políticos que surgieron de su seno. La visión que proponemos no contempla al movimiento sólo en su aspecto organizativo. Porque movimiento no implica necesariamente organización ni mucho 9

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menos centralización, y específicamente movimiento estudiantil nacional no implica forzosamente centralización organizativa nacional. Un movimiento social presupone relaciones políticas, organizativas, ideológicas, etcétera, pero nunca está restringido ni caracterizado fundamentalmente por lo organizativo. De esta manera el movimiento del 68 en su carácter de movimiento nacional no se explica fundamentalmente por la existencia de organizaciones como la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), o el Consejo Nacional de Huelga (CNH), las cuales no llegaron a representar a todo el movimiento estudiantil democrático (incluso el del 68 las rebasó con creces en capacidad de movilización y programática). Desde ocho años antes del 68 múltiples luchas parciales foguearon y relacionaron a amplios destacamentos estudiantiles, cuando en julio de ese año el bazucazo destruyó la puerta de la Escuela Nacional Preparatoria el terreno estaba ya abonado para el gran estallido. La derrota del 68, si bien sumió en el reflujo al movimiento en la capital, fue inicio del ascenso de las luchas en universidades de provincia donde la represión no adquirió caracteres tan agudos como en el Distrito Federal. Tales fueron los casos de las universidades de Nuevo León, Sinaloa, Puebla, Oaxaca y Guadalajara, entre otras. En estos y otros casos la derrota del 68 fue el comienzo de una etapa superior en sus luchas y la conformación de verdaderos bloques hegemónicos al interior de las universidades que se enfrentaron a los proyectos estatales. A pesar de que estas luchas no cristalizaron en organizaciones nacionales de estudiantes, ello no autoriza a negar de inmediato la continuidad del movimiento estudiantil nacional posterior al 68, las luchas democráticas, las luchas por la hegemonía al interior de las universidades, galvanizaron los intereses e intensificaron las relaciones entre los diversos destacamentos estudiantiles separados geográficamente. Estas luchas, con sus bloques democráticos consiguieron, en algunos casos, el cambio de las estructuras autoritarias de la universidad. Pero el triunfo democrático no fue sino el inicio de una nueva, intensa, aunque corta etapa del movimiento estudiantil en México: la etapa del radicalismo. Etapa sin legitimidad histórica según la visión de analistas posteriores, período confundido con la provocación y obscurecido por el anatema, fuente de juicios que no hacen sino encubrir la incapacidad de reflexión serena y superficialidad. El “enfermismo” movimiento distintivo de este período fue, sin negar su izquierdismo, el resultado de la acumulación de experiencias precedentes, en un contexto de autoritarismo estatal, de un agrupamiento con caracteres tan especiales como lo es el estudiantil, es decir, no fue producto del simple vandalismo y de la provocación policiaca. La derrota de “enfermismo” coincide con el inicio del gran reflujo. El libro pretende analizar en perspectiva histórica las causas del ascenso y debacle del movimiento estudiantil de la década del setenta en México, dentro de una línea que busca esclarecer las potencialidades de sectores como el estudiantil en la con10

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PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN

formación de fuerzas sociales. Las consideraciones que se han hecho hasta ahora por parte de otros autores transitan del optimismo, en cuanto al papel de los estudiantes, al pesimismo, que los ve como pequeña burguesía autocomplaciente. La respuesta que creemos encontrar no se halla en ninguno de estos polos. El texto pretende analizar al movimiento estudiantil de los años sesenta y setenta definiendo tres períodos: el democrático, el radical y el de reflujo. La exposición trata de transcurrir en una línea histórica, con sus respectivos vaivenes entre el dato y la abstracción, entre el hecho histórico y la teoría. Cada período, teniendo por eje el movimiento estudiantil propiamente dicho, trata de articular otros procesos de distintas temporalidades que conforman el contexto variable de dicho movimiento estudiantil. Por un lado, el cambio de la economía que va, en el lapso estudiado, del desarrollo estabilizador y el desarrollo compartido, entre el crecimiento y las dificultades en la acumulación del capital. Otro proceso que pretendió articularse con el del movimiento estudiantil fue el del poder y la dominación política del Estado mexicano: de un Estado todopoderoso en su capacidad de su control corporativo sobre el pueblo (excepto los estudiantes en los setenta) se transita a otro que encuentra dificultades para continuar imponiendo su dominación en la antigua forma. El tercer proceso articulado al del movimiento estudiantil es el de los cambios en la estructura universitaria y sus repercusiones para el estudiantado. Aunque los tres procesos señalados fueron los puntos principales de articulación de otros niveles de la realidad con el movimiento estudiantil, cuando la coyuntura lo requirió emergieron otros elementos que también contribuyeron a conformar la explicación. Explicar es reconstruir y reconstruir es articular, articular niveles, articular procesos y descubrir en la coyuntura los elementos determinantes del proceso. Elementos no deducidos de un marco teórico previo a la explicación, sino descubiertos en el propio proceso de reconstrucción. En este contexto la periodización se vuelve central, cada período está delimitado por virajes en la dirección del proceso, por la apertura de nuevos espacios para la acción de los sujetos, por cambios en la correlación de fuerzas o bien por la transformación en el carácter de las contradicciones. Balance tardío el que pretendemos hacer mas no por ello menos necesario. De resurgir el movimiento estudiantil lo haría en condiciones nuevas: el crecimiento lento de la economía actual no ha hecho desaparecer las viejas contradicciones que provocaron que los estudiantes hace más de diez años se lanzaran a cambiar el mundo. Las nuevas generaciones estudiantiles futuros sujetos políticos en potencia, no han acumulado muchas de las experiencias de sus antecesores. Busquemos que la historia no se repita como farsa, tratemos que los futuros sujetos sean capaces de proponerse objetivos viables, a partir del análisis concreto de la coyuntura actual, pero también a partir de los aciertos y errores de aquellos que quisieron cambiar la vida y terminaron cambiados por ésta. 11

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El texto está dividido en 5 capítulos. El primero de ellos está dedicado a estudiar los movimientos estudiantiles previos a 1968, inscritos en una primera etapa que hemos llamado el inicio de la etapa democrática del movimiento. En el segundo capítulo se estudian los movimientos posteriores a 1968 dentro de la etapa de ascenso de la fase democrática. En este capítulo se analizan con detenimiento los casos de las universidades de Sinaloa, Nuevo León, Puebla y Oaxaca por considerarlos como los más acabados de esa etapa. El tercer capítulo está dedicado al estudio de la fase que hemos denominado de la radicalización, fase que se inicia en Monterrey en 1971 y que culmina con la derrota del “enfermismo” en Sinaloa en 1974 (en el caso de Oaxaca hay un evidente desfase con respecto de estas fechas). El capítulo cuarto describe la situación del movimiento en los momentos del reflujo. Finalmente, el quinto capítulo pretende ser una reflexión teórica acerca de las causas de los movimientos estudiantiles en general, a la vez que resume lo analizado en los cuatro primeros capítulos y aventura elementos explicativos del proceso. Para concluir se agregaron algunas reflexiones acerca del futuro del movimiento estudiantil en México. Finalmente queremos agradecer la cooperación de Guadalupe Reyes D. y de Martha González en la recolección de datos referentes a la estructura universitaria durante el sexenio de López Portillo y del movimiento universitario en Nuevo León, respectivamente. México, D.F., 1985

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Introducción

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uando emprendimos el trabajo de escribir lo que habíamos investigado acerca del otro movimiento estudiantil teníamos algunas certezas, como las que a continuación se expresan:

1. El movimiento estudiantil mexicano de los años sesenta y setenta encontraba sus raíces en los espacios de la Economía, del trabajo, de la educación y de la cultura, en estos espacios se expresó en los setenta la contradicción entre un modelo de desarrollo aparentemente éxitos con la falta de correlato democrático formal y factual en todas las áreas de producción y reproducción de la sociedad. 2. Una figura histórica pensada desde el concepto de Estado Social Autoritario, construido y desplegado por Enrique de la Garza Toledo, definía que el orden de cosas que imperaba en la vida y la cultura política y sus formas de gobierno, estaba agotándose y en su caída arrastraba no sólo al incipiente despegue económico de la posguerra sino que, mediante procesos represivo, había paralizado todo aquello que desde las entrañas mismas de un sistema corporativista se manifestaba por una racionalidad democratizante. 3. Los actores tradicionales de la oposición, así como los actores emergentes, configuraron una suerte de voluntad colectiva de nuevo tipo desde donde pensaron su realidad y diseñaron estrategias en espacios distintos de aquellos a los que las teorías sociales dominantes en la época señalaban como los grupos y factores de cambio social definidos a priori. 4. En el inicio de este proceso, obreros, campesinos, empresarios ni clases medias, tuvieron legitimidad ni capacidad histórica para hacer inteligibles las contradicciones del sistema y convocar a un movimiento social capaz de mover al país en otra dirección. Lo novedoso fue el desplazamiento de la tensión social hacia el territorio de los más jóvenes y la emergencia de la acción política en los espacios universitario . 13

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5. El llamado movimiento estudiantil de la época no se significó solo por los acontecimientos del 68, sino fue un ciclo de mediana duración histórica que se inició casi diez años antes y se prolongaría por lo menos hasta inicios de los años ochenta. 6. Ello implicaba definir de otro modo tanto a los actores, como a los escenarios del mismo movimiento estudiantil, diferentes de los movimientos sociales tradicionales, tratando de encontrar un hilo conductor que nos permitiera entender teórica y empíricamente lo que sucedió durante casi 20 años en las universidades de los estados y el Distrito Federal. De tal manera que hizo falta establecer una estrategia de conocimiento que no se redujera al recuento cronológico de acontecimientos, pero tampoco partiera de un marco teórico ni de hipótesis, que incluyera la temporalidad, un dispositivo de periodización, y una estrategia de explicación teorizante de reconstrucción El movimiento estudiantil no era pues, un rayo de luz en un día sereno. Como no lo fue el 68 y como no estuvieron aislados de esta lógica los movimientos por la democratización de los espacios universitarios en Puebla y Morelia en los sesenta, como no lo fueron en su radicalización, los que en Puebla, Sinaloa y Nuevo León en los setenta, que marcaron también la emergencia de nuevas formas de organización de la acción colectiva. Ni con triunfalismo ni con un aire melancólico queremos emprender la reedición de este trabajo, que fue generosamente cobijado por la editorial extemporáneos, en un momento en que para nosotros era imperativo abrir la posibilidad de analizar y debatir nuestra concepción de esa entonces historia reciente. Queremos más bien dejar testimonio del significado político y de la pertinencia sociológica que tiene el quehacer de la elaboración permanente del pensamiento histórico, como una fuente de la crítica que configura la formación de la opinión pública. Nuestro trabajo es y quiere ser parte de un pensamiento sociológico mexicano cuya emergencia está a caballo, en la misma coyuntura de tiempos y corrientes de pensamiento en efervescencia, en los albores de un giro fundamental en los abordajes en estudio del movimiento social, de la vida y el trabajo, así como de la cultura en nuestro país, y en una discusión fundamental de cara a la caída del muro de Berlín, sobre el quehacer de una sociología crítica, que se renovaba y emergía también en nuestro trabajo en los linderos contemporáneos de la modernidad. No nos proponemos entonces escribir otra vez la historia para corregirnos o desdecirnos, salvo en aquello que el decoro y el cuidado editorial nos aconseja. Sin embargo, es necesario añadir algunas reflexiones sobre lo que nos inquieta a la vista de los años transcurridos, respecto a los abordajes, las discusiones y los cambios en el 14

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uso de la teoría con que la misma sociología y, de manera más amplia, la ciencia social contemporánea, han ido encapsulando y en cierto modo justificando la invisibilidad de ciertos enfoques que siguen insistiendo como el nuestro, sobre la preeminencia de lo histórico social en la composición de la comprensión y la inteligibilidad del objeto y el sujeto de la transformación social, independientemente de la complejidad que impliquen los procesos de subjetivación. ¿Cuál puede ser la importancia de nuestra teorización y nuestros argumentos en la tarea de pensar el movimiento estudiantil siempre como un espectro complejo de diferencias que pueden condensarse en momentos históricos específicos, y la historización de los procesos sociales mexicanos que ya desde entonces venían definiéndose? Eso es lo que a la luz de la memoria como síntesis de un modo de pensar el espacio público y el análisis político queremos revisar con El otro Movimiento Estudiantil, una aproximación crítica a la historia de los procesos en movimiento en un período crítico de la Historia del país.

Del quehacer de la lectura de la Historia Se ha vuelto un lugar común el decir que los vencedores escriben la Historia. Para los movimientos estudiantiles en México que se desarrollaron entre 1964 y 1982 no es menos cierto. Hay muchos libros y artículos sobre el tema, principalmente acerca del movimiento nacional de 1968, escritos en parte por algunos de los protagonistas principales. Sin embargo, la mayoría de estas Historias no logran o no quieren aceptar que el movimiento se continuó después de la represión en la capital con mayor intensidad en muchas ciudades de provincia, que en este segundo período del movimiento estudiantil se realizaron importantes vinculaciones entre los estudiantes con emergentes movimientos campesinos, populares y obreros. Más aún, que los estudiantes en los setenta fueron un sujeto central en la explicación de esa gran insurgencia obreracampesina y popular. Esta insurgencia se enfrentó cotidianamente a la represión estatal, a la condena de líderes obreros corporativos, de las organizaciones empresariales y a casi todos los medios de comunicación. Era de esperarse, cuando en los sesenta el Estado mexicano había llegado a la “perfección” como Estado Social Autoritario,1 la rebelión primero estudiantil y luego de otros grupos sociales lo cuestionaban en su omnipotencia corporativa, la represión no se hizo esperar. Luego de la matanza del 10 de junio de 1971, grupos de estudiantes estaban cada vez más convencidos de que 1 Enrique De la Garza, Ascenso y crisis del estado Social Autoritario, México, Colegio de México, 1988.

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el Estado no podía reformarse hacia la democracia. Unos optaron por vincularse con inconformes del campo, de las colonias populares o en los sindicatos, visto como un proceso de acumulación de fuerzas, otros siguieron el camino de la lucha armada. Esta es la fase que en este texto hemos denominado de la radicalización del movimiento estudiantil, un movimiento que siguió existiendo pero que cambió su actuar preferente hacia afuera de la Universidad. Este turbulento período ha sido comúnmente oscurecido en las Historias del movimiento estudiantil. La paradoja es que los vencidos, los radicales, no han sido invisibilizados por los intelectuales del “ancian régime”, sino por la otra parte de la izquierda que desde que se separaron de los radicales en 1969 los descalificaron, especialmente por aquellos que se engancharon con la apertura democrática de Luis Echeverría. Es nuestra intensión con este libro rescatar notas de juventud que habían quedado a la crítica roedora no de los ratones sino de los magos de la invisibilidad de los que han escrito esta parte de la Historia de México. Lo consideramos un acto de justicia, porque los estudiantes, a su manera lucharon por tener un país mejor, tanto los que se acogieron a la apertura democrática como los que la rechazaron. Mostraremos que estos últimos, en su mayoría fueron estudiantes que luchaban también son parte de nuestra herencia de luchas en contra de Estado Corporativo Ampliado.2

El problema de teorizar sobre los movimientos sociales Los Movimientos Estudiantiles que partieron del de 1968, con sus antecedentes a partir de 1964, en México iniciaron una nueva era en nuestro país de Nuevos Movimientos Sociales (NMS). Fueron nuevos no porque los estudiantes, las mujeres o los indígenas no se hayan movilizado antes, sino por su carácter antisistémico. Es decir, sus demandas no eran asimilables al sistema económico, político o cultural sin afectar sus fundamentos. Pero fue en la década del setenta del siglo anterior, cuando se extendieron los NMS iniciados por los estudiantes hacia las mujeres, los gays, los ecologistas, el nuevo indigenismo, hasta Yo Soy 132. Los NMS en el mundo ha sido inútil remitirlos a un común denominador concreto del tipo de cultura-imaginarios, sistema político o economía. Los que creyeron que los NMS se constituían solo en la disputa por un nuevo modelo cultural no han logrado explicar recientes NMS que ponen el acento en la desigualdad económica, la riqueza de la plutocracia o la pobreza. Tampoco todos inciden en el sistema político directamente, ni mucho menos todos tienen reivindicaciones en el plano de la Economía. Sin embargo, estos NMS inciden, critican se rebelan en contra 2 Usamos la definición de Gramsci de Estado ampliado como sociedad política o gobierno más sociedad civil, consistente esta última principalmente como organizaciones civiles.

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INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ OTRA EDICIÓN?

de aspectos centrales de la formación socioeconómica capitalista actual, no obstante que muchas veces terminan aceptando concesiones menores a cambio de cesar las movilizaciones. Pero estas concesiones no han hecho sino aplazar futuras tensiones puesto que los cuestionamientos de fondo no son asimilables al sistema actual. En términos de teorías sobre NMS, hasta inicios de los ochenta quedó claro en las ciencias sociales que estas no contaban en general con Teorías de Movimientos Sociales —las teorías psicológicas de Le Pen o bien las consideraciones de Smelser sobre la acción colectiva no eran suficientes. Fue en esa década cuando impulsadas por la insurgencia estudiantil de los setenta, que tomó caracteres internacionales, se decantaron dos de las matrices teóricas de estudio de los movimientos sociales: la de la movilización de recursos y el paradigma de la identidad. Tanto una como la otra mostrarían pronto sus limitaciones. La primera al considerar que la conflictividad cambia al modificarse la estructura de oportunidades de los actores y aunque se considera el concepto de “sostenedor por conciencia” del movimiento, junto al “sostenedor por beneficios”, de cualquier forma, tanto solidaridad como beneficios son vistos como recursos sujetos al cálculo racional. Como en toda teoría racionalista que vaya más allá de la Economía no queda claro el concepto de escasez de solidaridad, ni el de solidaridad suma cero o como comparar grados de solidaridad con recursos expresables en dinero. Por su parte, el paradigma de la identidad rechazó el primado de la estructuras como determinantes de la acción colectiva y también al neoutilitarismo del actor racional, en cambio consideró que la acción colectiva seguiría la lógica de la búsqueda de identidad, como imaginarios sin relación con estructuras, como finalidad del propio movimiento. Los desarrollos posteriores a los ochenta en teorías de movimientos sociales en parte fueron polarizantes, como es el caso de Melucci, que plantea que ha habido un desplazamiento de los conflictos colectivos del plano económico-industrial al cultural. Propuesta insostenible a la luz de los movimientos antiglobalización, de indignados, etc. Lo que sucede es que en estos últimos el conflicto se mueve en un nivel diferente al de aquellos clásicos de tipo obrero patronal. Sin embargo, la Economía está en el centro de estos en tanto eje de la desigualdad, de la precarización. Por otro lado, ha habido también intenciones integradoras entre las dos perspectivas teóricas mencionadas. Es decir, no toda la teorización obliga a escoger entre estructuras o imaginarios sino que algunos tratan de combinarlos.

Nuestra reflexión En estas condiciones conviene recapitular el origen de la discusión y este habría que buscarlo en el marxismo, en el planteamiento de ver a la clase obrera como potencial 17

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sujeto histórico. El enfoque clásico marxista más socorrido en el siglo XX fue estructuralista, en tanto que el paso de la clase como objeto estructural al movimiento obrero, los trabajadores asalariados del capital se convertirían en sujeto por la adquisición de una conciencia de clase. La versión estalinista, tan influyente dos cuartos del siglo XX, apeló a la frase de Marx en la Miseria de la Filosofía.: “No se trata de lo que el proletariado en su conjunto pueda representarse de vez en cuando como meta, sino de lo que el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer de acuerdo con ese ser suyo”. Planteamiento netamente estructuralista, la posición en la estructura de relaciones de producción determinaría las formas de conciencia y de acción. Habría que aclarar que hay otro Marx, el del Sujeto-Objeto (“los hombres hacen la Historia en condiciones que no escogieron), el que llama a recuperar “la cara subjetiva del objeto”. En esta línea, el marxismo occidental (Gramsci, Escuela de Frankfort, Historia Social Inglesa, Obrerismo Italiano, etc.), con todas sus diferencias, hicieron esfuerzos considerables en contra de la versión estructuralista y positivista del marxismo (voluntad objetiva en lugar de conciencia de clase; la incorporación del inconsciente en el problema de la dominación; el concepto de experiencia como superior al de estructura; el concepto de composición de clase del obrerismo italiano, para dar cuenta de la heterogeneidad de la clase obrera con la incorporación de sus composiciones políticas, y sociales junto a las técnicas). Y sobre todo la consolidación del concepto de sujeto social, como mediación entre clase y movimiento social. En estas condiciones de la discusión teórica se llegó a la década de los setenta del siglo XX, rica en NMS, especialmente el estudiantil, que en México estuvo muy relacionado con el campesino (clasista), con el urbano popular (luchas de los migrantes del campo a la ciudad y de los marginados urbanos por un pedazo de terreno urbano para vivir) y con un muy activo movimiento obrero en las grandes empresas. El movimiento obrero de la segunda mitad de los setenta fue el más activo movimiento social, en el inicio de esta década lo fue el movimiento estudiantil. Aquel movimiento obrero sufrió la influencia del estudiantil, primero por la represión en contra de los estudiantes en el 68, aunque en ese momento pocos obreros se unieron al estudiantil, pero el impacto de un movimiento sobre la sociedad o bien otro agrupamiento no se mide exclusivamente por sus relaciones orgánicas o cara a cara, sino también como parte del impacto sobre una sociedad asimilado en forma diferenciada por cada clase social.

La tensión de las Fuerzas Así sucedió con la represión sangrienta al movimiento del 68, esta fue tan flagrantemente desproporcionada e injusta que entre grupos diferenciados por clase y por 18

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región se accionaron códigos fosilizados, por lo pronto humanitarios de posible origen cristiano, convertidos en rechifla al presidente Díaz Ordaz cuando inauguró los juegos olímpicos en el estadio Universitario. También el mostrarse el Estado ampliado —gobierno, organizaciones empresariales, sindicales, medios de comunicación— tan unánimemente en contra de los estudiantes que pudo haber logrado el efecto contrario, el repudio frente a la desproporción de las fuerzas, frente al uso ilegítimo de la fuerza extrema. Al mismo tiempo se iniciarían muy pronto años de inflación y, a mediados de los setenta, una gran crisis económica. Solo la combinación de factores estructurales —económicos, políticos, sindicales—, junto a reconfiguraciones de significados, así como las acciones podrían explicar la insurgencia obrera de los setenta. Decíamos que en el 68 y unos años subsecuentes, los contactos entre movimiento estudiantil y obrero fueron limitados, reducidos a pequeños grupos de trabajadores, sobre todo los que reclamaban la liberación de sus líderes aprendidos en los movimientos de 1958-60. Estos trabajadores fueron los que primero se activaron con las manifestaciones estudiantiles. Sin embargo, cuando se inició la etapa radical del movimiento estudiantil posterior a la otra represión del 10 de junio de 1971, masas de estudiantes se volcaron como organizadores, asesores, propagandistas, ideólogos de futuros movimientos urbano-populares, campesinos y obreros. Esta expresión de radicalismo tuvo componentes emocionales muy importantes, en especial por las represiones del 2 de octubre y del 10 de junio, pero, a la vez, contó con intelectuales que pretendieron dar un sustento teórico a esta corriente (Raúl Ramos Zavala, Ignacio Salas Obregón, Ignacio Olivares, José Luis Rhi Sausy, Armando Martínez Verdugo, etc.). La forma más acabada de estas elaboraciones teóricas del radicalismo fue la tesis de la “Universidad Fábrica”, según la cual la actividad de estudiar era analizable desde el punto de vista de la Economía Política marxista, en cambio la ideología de los moderados, aunque también influenciada por el marxismo, no dejaban de hacer eco de la ideología de la revolución mexicana, a la cual todavía se le adjudicaban capacidades transformadoras del país, de ahí la adhesión de muchos dirigentes estudiantiles e intelectuales a la política de Echeverría de “apertura democrática”. Esta especie de intelectual colectivo —los estudiantes marxistas con diversas modalidades— debe ser incluido como un factor importante que explica la insurgencia obrera, campesina popular de los setenta. Estas estrechas relaciones entre los estudiantes y el movimiento obrero tuvieron su máximo en 1976 año de mayor conflictividad de la Tendencia Democrática de los electricistas con el gobierno. Estos vínculos no desaparecieron a pesar de la derrota de los electricistas en 1977, se mantuvieron hasta inicios de los ochenta y en ciertos casos —telefonistas, electricistas del SME— hay rastros hasta la actualidad. 19

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Teoría emergente En esos años, en las discusiones de la gran teoría social se desprestigiaron las explicaciones de corte estructuralista, en primer lugar por la emergencia de los NMS que no podían explicarse por la situación estructural de sus integrantes. De esta gran transformación en la teoría social emergieron los nuevos paradigmas que han estado en juego desde entonces: postmodernidad (fin de los grandes discursos, de los grandes sujetos, de los grandes proyectos de transformación social, predominio de la fragmentación); las teorías de elección racional ampliadas, más allá del ámbito de la Economía (individualismo metodológico, actor calculador de la relación costo beneficio); teorías de sistemas sin sujetos; la nueva hermenéutica (comprensión y producción de significados, sean como fenómenos de la conciencia, o bien de las interacciones con significados o de los discursos objetivados); o las de la agencia (los sujetos sociales como productos y productores de relaciones sociales y estructuras). Es decir, en un extremo se encontrarían las teorías que reducen la realidad social a como es concebida por los sujetos, a sus imaginarios, que en cuanto a movimientos sociales cuentan con gran influencia dentro del paradigma de la Identidad. En el otro extremo estaría la teoría de la elección racional, traducida en cuanto a movimientos sociales en movilización de recursos .Aunque también habría que considerar, siguiendo la tradición marxista del sujeto-objeto, a las que para explicar los movimientos sociales toman en cuenta estructuras, mediadas por procesos de construir significados para entender la acción colectiva. Las estructuras serían objetivaciones de las prácticas que pueden ser artefactos o bien códigos de la cultura, del lenguaje o de la subjetividad colectiva, estas estructuras no determinan la acción y la conciencia de los sujetos sino los presionan3 pero entre las presiones de las estructuras y las acciones estaría la subjetividad, entendida como proceso de construcción de significados.4 La eficacia de las estructuras no debería de interpretarse solo para aquellas que afecta el cara a cara de los sujetos, como estructuras del mundo de la vida, tampoco serían importantes porque solo suscitaran significados. Las estructuras mediatas, messo, macro, también pueden presionar más allá de la conciencia que tengan los sujetos de estas. Así sucedió con los estudiantes, el efecto estructural más inmediato, la estructura vivida tuvo que ver con la financiera de las universidades públicas, entes dependientes casi totalmente de los subsidios del Estado, que mostraban elementales carencias en profesores de tiempo completo, laboratorios, actualización de planes de estudio, relación entre docencia e investigación. Es decir, la Universidad mexicana de los se3 4

E.P. Thompson, La formación histórica de la clase obrera, Barcelona, Laia, 1970. Antonio Gramasci, Cuadernos de la cárcel, México, Siglo XXI,1974.

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senta y setenta estaba rezagada en el concierto internacional. También las presiones estructurales universitarias vividas tuvieron que ver con la del gobierno universitario, no solo como estructura organizacional centralizada y poco democrática, en especial porque no había canales de participación de los estudiantes en las decisiones importantes, pero era también la gran dependencia de las autoridades de las Universidades del gobierno federal o estatal, según el caso, que las volvía parte de ese Estado ampliado de la Revolución Mexicana muy relacionado con el PRI. Cuando la protesta por problemas internos estalló (aumento de cuotas a los estudiantes, por paridad en los consejos universitarios, por revisar la forma de elección de las autoridades, por aumento en los presupuestos) la represión estatal apareció con prontitud, porque estas limitadas demandas atentaban en contra de ese Estado Social Autoritario que pretendió controlarlo todo. Por esto la analogía entre lo sucedido en los sindicatos durante las movilizaciones de 1958-1962 fue fácil de establecer en los significados de los estudiantes en movimiento. En el fondo, cualquier conflicto que pudiera en cuestión el orden social accionaba las palancas represivas del Estado porque ponía en cuestión la totalidad de su estructura. Es decir, el primer encadenamiento en significados en los estudiantes fue que la estructura autoritaria en la Universidad era parte del Estado ampliado que asfixiaba a la sociedad civil, incluidos los estudiantes. Por esto, a las demandas puramente universitarias siguieron las referentes al autoritarismo del Estado, no por asociaciones abstractas sino porque las luchas por el cambio en las estructuras de los centros de estudio se enfrentaban a la represión estatal, a ese gran bloque que el PRI supo forjar en muchas décadas de gobierno, empresarios, sindicatos, partidos, medios de comunicación y una parte de los intelectuales. Del nivel de significación político estatal se pudo transitar al de la Economía y la Sociedad: una sociedad polarizada entre pobres y ricos, entre explotados y explotadores, con un Estado cuasi Totalitario, con sindicatos sometidos a la voluntad estatal. Es decir, no acierta el paradigma de la identidad para movimientos sociales que desliga este tipo de protestas de toda estructura, por el contrario, estas jugaron un papel importante en el desencadenamiento y sostenimiento de la combatividad de los estudiantes en el inicio. En la subjetividad de los estudiantes es probable que el código autoritarismo en la Universidad se conectara con cierta facilidad con el de autoritarismo en el Estado, esto fue posible no por simple transformación de imaginarios a partir de imaginarios, o por simple influencia doctrinaria de los grupos marxistas. Por el contrario, las explicaciones marxistas fueron aceptadas ampliamente por la masa estudiantil porque presentaban coherencia frente a hechos y acciones que ellos mismos estaban viviendo, la represión, la falta de concesiones por parte del Estado para el movimiento, el aparente monolitismo político de un bloque estatal que parecía omnipotente, invencible. Es cierto que la doctrina marxista en diferentes formas 21

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(soviética, cubana, trotskista, maoísta, guevarista, etc.) desempeño un papel muy importante, no en el arranque sino a través de la retroalimentación entre movimientorepresión-radicalización del movimiento y especialmente porque a principios de los setenta los movimientos obrero, campesino y popular se reactivaron en niveles nunca visto en la Historia, que llevó a los estudiantes radicalizados, reprimidos en el 68 y en el 71, a buscar vínculos y espacios de acción más allá de las Universidades. Este fue “El Otro Movimiento Estudiantil”, el negado por los líderes-intelectuales del 68, especialmente por los que se acogieron a la “apertura democrática de Echeverría”, es el movimiento estudiantil que rompió la barrera de los campus y se internó entre los sectores más activos colectivamente del momento, contribuyendo a su organización y en especial a la difusión de discursos coherentes acerca del porqué de la lucha, de sus objetivos, de las formas de la lucha, de las demandas, de la identificación de amigos y enemigos.

El problema de la subjetividad Es decir, en la subjetividad de los actores hubo un proceso de lo concreto a lo abstracto, de la impresión en el 68 del basucazo en contra de la puerta de la preparatoria, a la demanda de substitución de un jefe de la policía y de ahí a la derogación del delito de disolución social por el cual varios líderes obreros permanecían presos. El marxismo como doctrina ayudó al tránsito subjetivo hacia las grandes contradicciones de la sociedad mexicana, el Estado social y autoritario, la persistencia del subdesarrollo y la pobreza. La insurgencia obrera-campesina y popular de los setenta no se puede explicar solamente por las acciones de los estudiantes, pero tampoco sin estos. Los estudiantes, militantes principales de una infinidad de grupos políticos de izquierda también sirvieron para vincular a obreros, campesinos con habitantes pobres de las colonias de las ciudades. En este proceso también los estudiantes se radicalizaron, pero esta radicalización no fue escenificada principalmente por vándalos o provocadores, que los hubo, sino por jóvenes que abandonaron muchas veces su estudios para entrar a trabajar en las fábricas, vivir en las colonias populares o en las comunidades rurales, jóvenes que estuvieron dispuestos a perder la libertad o la vida cuando desde 1973 el Estado intensificó la represión, al mismo tiempo que proclamaba la apertura democrática apuntalada por una parte de la izquierda. La parte más radical de los estudiantes formó grupos guerrilleros, esta consecuencia era lógica, el Estado utilizaba cada vez más la fuerza en forma semejante a la de las dictaduras militares del cono sur (cárceles clandestinas, tortura científicamente aplicada, desaparecidos, muertos), 22

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para esta parte de los estudiantes el camino era el de la Revolución armada y en ese camino acabaron destrozados por la fuerza del Estado. También, una buena parte de las interpretaciones marxistas que se manejaban llegaban de manera más o menos contundente a la conclusión de que la Revolución ahora o después era necesaria. Hay que recordar que en esos años el socialismo en el mundo parecía incontenible, se extendía en muchos países del tercer mundo y los movimientos guerrilleros con objetivos semejantes proliferaron en una gran cantidad de países, incluyendo en los desarrollados.

Movimiento detonador Es decir, el movimiento estudiantil en México dio origen a la guerrilla urbana, esta se conformó en las principales ciudades en las que había habido agitación estudiantil. Muchos grupos guerrilleros se formaron a lo largo del país, una parte de los cuales se fusionaron en la Liga Comunista 23 de Septiembre. A la cabeza de estas organizaciones estaban estudiantes o recién egresados de las universidades, que en general no podían suponerse provocadores de la CIA, la KGV, los cubanos o los chinos: Ramos Zavala, Irales Morán, Salas Obregón, Ignacio Olivares, los Campaña, los Lucero, Pedro Castillo, eran sujetos de su tiempo, del fogueo en los movimientos estudiantiles, de las relaciones con otros movimientos sociales, del marxismo, de la radicalización frente al endurecimiento autoritario del Estado, del contexto internacional de movilización estudiantil y obrera, del movimiento guerrillero internacional. Por todo esto no pareció tan descabellado a esta parte de los estudiantes el pensar que como aquella película emblemática de la época que clamaba que había llegado “la hora de los hornos”. Pero la parte radical del movimiento estudiantil falló al pensar que su disposición personal o de pequeño grupo a la lucha era la de la mayoría de la población. De eta manera, cuando los enfermos de Sinaloa llamaron a la insurrección en enero de 1972, los trabajadores de los campos agrícolas no los siguieron. Evidentemente no era el momento de la guerra de movimientos. En esta debacle del radicalismo, estos estudiantes no solo sufrieron persecución policiaca y militar, secuestros, tormentos, prisión y muerte sino el ostracismo de la otra izquierda, al grado de quedar negados para la Historia. Nunca existieron como movimiento legítimo, en todo caso aparecen en la multitud de textos sobre el tema como descomposición o perversión del movimiento estudiantil. Los radicales no lograron sus objetivos, pero sin duda fueron parte de esa ola de inconformidad social que con el tiempo contribuyó al deterioro del Estado Social Autoritario, aunque en un nuevo contexto económico neoliberal que nadie avizoró en los setenta. 23

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Nunca más volvió a haber un movimiento estudiantil de la amplitud, impacto y pretensiones políticas que la oleada que se desarrolló entre 1968 y 1982. Los dos grandes movimiento posteriores de la UNAM, el de finales de los ochenta y el del inicio del siglo XXI, no rebasaron las demandas universitarias como el no aumento a las cuotas que tienen que pagar los estudiantes, ni tampoco se derramaron a la sociedad civil como sucedió en los setenta. Incluso el movimiento de Yo Soy 132, que ha sido en alguna medida “nacional” y que sus demandas no ha sido universitarias sino políticoeconómicas, no ha logrado vínculos importantes con otras organizaciones civiles, tampoco han quedado claras las jerarquías de esas demandas, luego de las elecciones de julio del 2012, mucho menos han sido portadores de una doctrina coherente como en los setenta lo fue el marxismo. Es nuestra esperanza que este libro sirva para sacar de la oscuridad a una parte de los estudiantes de los setenta que lucharon por cambiar este país. México, D.F., 15 de septiembre del 2013

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Capítulo I. Inicio de la etapa democrática del movimiento estudiantil La coyuntura mexicana de los 60´s

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urante los años sesentas la economía mexicana creció apreciablemente, sin llevar aparejado un crecimiento notable de los precios: es decir que el producto interno bruto creció entre 1959 y 1970 a un promedio anual del 7.1 por cierto, mientras que los precios sólo se incrementaron en 2.9 por ciento anual en el mismo período. El sector industrial se perfiló como eje de la acumulación del capital, lo cual se reflejó en primer lugar, en la distribución de la Población Económicamente Activa (PEA) Sectorial, en segundo término en el crecimiento de la proporción de población asalariada,1 y en tercer lugar en el crecimiento y distribución del PIB en el sector industrial, particularmente en el sector manufacturero. En el trabajo de Enrique de la Garza2 se muestra en términos más analíticos cómo fue que desde finales de los cincuentas la acumulación del capital no descansó más en la intensificación del trabajo o sus jornadas prolongadas, sino en la reestructuración productiva (tecnológica, de organización del trabajo) de las grandes empresas. Al mismo tiempo, el consumo de la clase obrera dejó de depender cada vez más de los productos campesinos, dándose, así, una recomposición en la estructura del mercado hacia el predominio del consumo industrial final. Los años sesentas presenciaron, en fin, la expansión y modernización de las relaciones capitalistas de producción y con ello, las tendencias a la monopolización, dando forma a lo que algunos han llamado “el milagro mexicano”. En el periodo mencionado la proporción de asalariados con respecto a la PEA llegó a ser alrededor del 60 por ciento. 2 Enrique De la Garza, “Acumulación de capital y movimiento obrero en México (1940-1976)”, Tesis en opción al grado de Doctor en Sociología, Colmex, 1984. 1

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Hacia 1956 el Estado Mexicano estaba ya conformado y a su interior la oposición de izquierda fue sólo un grupo de presión. En fin, uno de los rasgos básicos de este Estado, el monolitismo y su fundamentación en el control organizacional corporativo de las clases y capas sociales estaba ya plenamente conformado. En los años 50s el Estado Social Mexicano sólo podría conceptualizarse como un Estado social imperfecto,3 derivado de la propia debilidad económica del capitalismo que hacía entrar en contradicción la necesidad de acumular con concesiones materiales a los trabajadores. En esas condiciones el control organizacional no fue una casualidad sino una necesidad. Al arribar a 1956 nos encontramos con una clase obrera y campesinos insatisfechos por el nivel de concesiones otorgadas desde el Estado Social, aspiraciones que encontraron su principal obstáculo en el control organizacional del Estado. Si bien las direcciones sindicales oficialistas no habían significado oposición absoluta para que la clase obrera elevase sus salarios y prestaciones, también es cierto que sobre sus intereses estamentales estaban los del Estado en su conjunto. La tensión principal que hizo explotar la crisis de los años 1956-63 fue la que se estableció entre dos polos: el control “charro”, corporativo, y el bajo nivel de satisfacción de las demandas de las masas. En la crisis de 1956-63 la explosión fue sobre todo obrera, aunque también tuvo rasgos campesinos y estudiantiles. Cuando existe una tensión social no se manifiesta con la misma intensidad en todas las clases sociales, y es posible hablar del grupo que hace las veces de eslabón más débil. Es precisamente en éste donde la crisis se manifiesta con más intensidad, y durante la crisis 1956-63 fue indiscutiblemente la clase obrera aquel eslabón más débil y por ello principal protagonista. Después de la crisis de dominación de 1958-60 que en cierta forma se continuó en movimiento huelguístico hasta 1963 (en los últimos años no como movimiento independiente pero activo de cualquier forma) se iniciaron años de reflujo en el movimiento obrero. En este período el país entra en lo que se ha llamado el “desarrollo estabilizador”, caracterizado por un crecimiento aceptable de la economía sin presiones inflacionarias de consideración. Fueron estos los años de oro del Estado Social

3 Como estado social el Estado Mexicano se había visto obligado desde el final de la Revolución Mexicana a reconocer la existencia de las clases antagónicas, específicamente de la clase obrera. Pero este rasgo de modernidad se vio aparejado al atraso material del país; el rumbo puramente institucional del conflicto de clases se veía limitado por las necesidades de la acumulación del capital. Acumulación del capital que antes de los sesentas se fincó en la disminución del salario real de los trabajadores. En estas condiciones el Estado social no podía cristalizar y no pudo sino ser a la vez autoritario. Autoritario en cuanto al control organizativo de lo fundamental de la sociedad civil, véase De la Garza (1984).

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en México, años en los que el nivel de vida se elevó, el salario real creció. Si bien tal mejoramiento en las condiciones de vida no fue homogéneo, sí puede hablarse de un esfuerzo del Estado en algunos renglones por mejorar las condiciones materiales de la clase obrera. Pero la capacidad del Estado para hacer concesiones materiales no benefició por iguales a todas las clases, hubo una en particular que pagó materialmente gran parte de los gastos del festín: los campesinos. Estos, productores de alimentos y materias primas contribuyeron a través de los precios de garantía, estables por casi 20 años, a que el salario real obrero ascendiera. En la década de los 60s prácticamente todo el movimiento obrero organizado estuvo controlado por el charrismo, lo cual no significaba que toda la clase obrera participase de ese control, puesto que en 1960 sólo el 64 por ciento de la PEA asalariada se encontraba sindicalizada y este porcentaje se mantuvo constante durante todo el período. A pesar del control del charrismo sobre el movimiento obrero existían muchas centrales sindicales (v. gr. CTM, CROC, CROM, etcétera) que conformaban un panorama disperso organizativamente del sindicalismo oficial. No obstante los esfuerzos estatales por evitar la dispersión del sindicalismo “charro”, el Bloque de Unidad Obrera auspiciado por el Estado no había logrado aglutinar a todo el sindicalismo oficialista, importantes centrales como la CROC habían quedado fuera de él. En 1960 se fundó la Central Nacional de Trabajadores (CNT) compuesta por el Sindicato Mexicano de Electricistas, la CROC, la FROC, el STERM, la FOR y la Unión Linotipográfica de la República Mexicana. Esta central mencionó en su constitución tener afiliados a 375 000 trabajadores. En 1966 desapareció junto con el BUO para dar origen al Congreso del Trabajo (CT). En los años 60s la CTM fue la confederación mayor, seguida de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado. Para 1967 el CT expresaba exageradamente que aglutinaba a 3 millones de trabajadores; la formación del CT fue promovida por el PRI con la aprobación del presidente de la República. Con esto queda clara la necesidad del Estado de controlar organizativamente y también de centralizar el control. En los años 60s el Estado social mexicano se reafirma tanto por su intervención en el eje económico industrial, como por su énfasis en los programas sociales. La dominación estatal después de la crisis del 58-63 se afianzó pero este Estado social autoritario no había sido capaz de lograr el consenso únicamente por medios reivindicativos a fines de los 50s; al menos en la parte más independiente obrera y campesina, y tuvo que recurrir, además de las concesiones, a la represión casi generalizada en los grupos que impugnaron esa dominación. 27

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El problema del uso de la represión lo vemos ligado en un Estado social imperfecto como el mexicano, a la incapacidad, en determinados períodos, de conciliar las demandas de los trabajadores con la acumulación del capital y la perpetuación de una forma estatal autoritaria. Estado caracterizado por el control organizacional de clases y capas sociales, y la politización de la sociedad civil controlada en buena medida por el Estado. Pero una sociedad compleja, no puede fácilmente ver constreñida su sociedad civil al control organizativo, las tensiones que esto genera van de la mano con la propia complejizarían de esa sociedad. De esta manera, a pesar de que los años 60s (antes del movimiento estudiantil de 1968) fueron años de relativa calma (excepción de las universidades y en alguna medida del movimiento campesino), no es posible sacar de aquí la conclusión mecánica de que la paz social es igual a consenso; y mucho menos a consenso político. El problema de la dominación en una sociedad muy esquemáticamente queda definido en términos de consenso-coerción. Si los años 60s fueron de paz en las elecciones presidenciales de 1964 el PRI obtuvo una mayoría abrumadora de votos, hay que recordar que la represión a la independencia obrera en 1959 estaba cerca y que, además, a partir de 1956 se inició un período de elevación del salario real y del ingreso en general. Algunos han hablado para definir el fundamento de la dominación en los 60s de consenso pasivo, refiriéndose a la situación de aceptación no entusiasta de la dirección del PRI sobre la vida nacional. Para otros la dominación en estos años debe reducirse a un problema de control político diferenciado según el agrupamiento social, con la intervención de patrimonialismo, de la represión y la cooptación, etcétera. No sólo la elevación de las condiciones de vida de las masas obreras, ni únicamente la represión y el control charro en los 60s pueden explicar la pasividad de la clase en esos años. Si bien la conciencia permaneció adormecida, las fuerzas ciegas de la economía siguieron cavando, transformando la propia estructura de la clase obrera, y transformando las jerarquías entre sus destacamentos de vanguardia. Así como la economía creció y se modernizó, la vida civil creció en espacio y complejidad en tanto el Estado siguió siendo social autoritario.

Movimientos estudiantiles previos a 1968 Antecedentes La universidad mexicana en su creación, durante la época Colonial, se caracterizó por ser una de las instituciones más conservadoras del país. Controlada por el clero, era generadora de intelectuales e ideología al servicio de las causas menos progresistas. El gobierno de Juárez clausuró aquella anacrónica universidad y sólo hasta el final 28

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del porfiriato fue reabierta. Con el triunfo de la revolución mexicana, la universidad seguía representando los intereses de una élite que en lo militar había sido derrotada y en lo económico menguada. Los años 20s en México, fueron años de reconstrucción del Estado y de sus instituciones; en ese contexto la universidad y los universitarios se resistieron por más de 20 años a ponerse en consonancia con el ritmo de la historia.4 Es posible periodizar el movimiento estudiantil posterior a la revolución mexicana en tres grandes etapas: una, la del movimiento estudiantil oligárquico escenificado en la décadas de los 20s y 30s; dos, la del movimiento estatalizado de los años 40s y 50s; y tres, la del movimiento estudiantil no controlado por el Estado de los años sesentas y primera mitad de los setentas. Esta última etapa constituye nuestro objeto de estudio. En la primera etapa los movimientos más importantes fueron la huelga de la Escuela Nacional Preparatoria en 1923, el movimiento que se oponía a la creación de la escuela secundaria en 1925, el que estuvo contra la administración escolar en 1927, pero el más importante fue la huelga por la autonomía de la universidad nacional en 1929. Esta huelga se inició en contra del sistema de exámenes parciales en la Escuela de Derecho; la represión hizo crecer el movimiento de tal forma que desembocó en la demanda por la autonomía.5 En la década de los 30s continuaron los enfrentamientos entre la intelectualidad conservadora y el nuevo Estado, que al fortalecerse había creado su propio cuerpo de intelectuales que se sumaron a la lucha interna de la universidad. En este plano el debate incluyó a personajes como Lombardo Toledano, representante de las posiciones de izquierda, y Antonio Caso, quien representaba a los intereses más conservadores. En estos años se desarrolló la polémica en torno a la educación “socialista” emprendida por el régimen cardenista. El cardenismo, si bien disminuyó las fuerzas conservadoras en la universidad, no fue capaz de controlarlas, y le concedió la “plena autonomía” a la vez que creaba como contrapartida el IPN. La UNAM funcionó con “plena autonomía” hasta 1944, cuando una huelga por deponer al rector Brito Foucher impulsó la intervención del Estado y la aprobación de una nueva ley orgánica que terminó con dicha autonomía, estableciéndose la junta de gobierno de la universidad como la encargada de designar a las máximas autoridades de la institución. Posiblemente la segunda etapa del movimiento estudiantil a la que hemos llamado de control estatal, se formalizó para el caso de la UNAM, en 1944. El resto de la década presenció movimientos universitarios tales como la huelga de la UNAM de 1948 en contra del rector Zubirán (el estallido inicial fue por la elevación de las cuotas 4 5

G. Guevara Niebla, “La primera autonomía”, Buelma, año 1, núm, 1, abril 1979. Ibidem.

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escolares de 180 a 200 pesos). Al parecer también influyeron pugnas interestatales. El rector Zubirán dejó el cargo y ante el nombramiento del nuevo rector, grupos de estudiantes y profesores impulsaron la candidatura de Antonio Díaz Soto y Gama; la huelga terminó en julio sin lograr su objetivo final. A partir de esa huelga se inició en la UNAM una paz octaviana que duró casi 15 años, sólo interrumpida por el apoyo de algunas escuelas a la huelga ferrocarrilera de 1958 y por pequeños incidentes en 1961 debidos al cambio de rector. En los años 50s, el movimiento estudiantil más significativo fue la huelga del Politécnico en 1956. El 11 de abril de ese año se inició la huelga. Las demandas principales eran: 1) aprobación de una nueva ley orgánica y cambio de director del instituto; 2) construcción de instalaciones y otras demandas materiales; 3) ampliación de la becas.6 Simultáneamente a la huelga del IPN se escenificaban huelgas en las normales rurales, en la Escuela Nacional de Maestros y en la Escuela Normal Superior; la dirección de la huelga del Politécnico estuvo en manos de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) afiliada a la Confederación de Jóvenes Mexicanos (CJM) (parte del PRI) aunque los principales dirigentes pertenecían al PPS. La huelga terminó el 18 de junio, gracias a la mediación del presidente; sin embargo la agitación continuó en los internados y el 23 de septiembre de 1956 fueron tomados por el ejército; se clausuraron y fueron sustituidos por un sistema de becas individuales. No obstante la violencia estatal desencadenada, la huelga del IPN no rebasó los marcos del propio Estado y cuando esto tendió a suceder la represión no se hizo esperar. El movimiento del IPN, si bien es un antecedente importante de las luchas democráticas de los 60s, no representó un punto que tuviese continuidad. La propia dirección del movimiento correspondía a fuerzas que ya habían mellado su filo autónomo ante el Estado; representó el germen de la lucha democrática futura pero en condiciones en las que todavía no era posible que prosperase, otro tanto sucedería al movimiento obrero pocos años después.

Los días del “Desarrollo Estabilizador” Las huelgas obreras que se sucedieron entre 1958 y 1960, no obstante su derrota, indicaron la existencia de tensiones profundas entre un Estado “perfecto” en su control de la sociedad civil y una sociedad civil que llegaba a una etapa nueva de modernidad. El inicio de la década de los sesenta era el inicio, a su vez, del desarrollo estabilizador, lo que significaba que la acumulación del capital no descansaría durante ese 6 El IPN contaba con 3 500 becarios y un internado, al que asistían también 1 500 estudiantes “gaviotas”, sin becas.

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período en la disminución del salario real de los trabajadores. Sin embargo, el Estado “estabilizador” emergía de 20 años de lucha en contra de la independencia de lo civil, provocando con ello profundas lesiones en la propia estructura social. Al parecer, 1958 era todavía temprano para que la insurgencia obrera prosperase, su derrota y el desarrollo estabilizador habrían de posponer por más de 10 años la entrada en escena de la fuerza proletaria. En este contexto donde surge la tercera etapa del movimiento estudiantil, es decir, el movimiento independiente y no controlado por el Estado. Es posiblemente en la universidad de San Nicolás de Hidalgo en Morelia, donde en forma más temprana y acabada se desarrolló la lucha democrática no estatal. En esta universidad existía desde 1939 paridad de alumnos y maestros en el Consejo Universitario, sin embargo las funciones de este consejo eran meramente académicas ya que las autoridades universitarias eran nombradas por el rector y éste, a su vez, designado por el gobernador del Estado a partir de una terna propuesta por el propio Consejo Universitario. En 1961 se promulgó una nueva ley orgánica que seguía contemplando la existencia de un Consejo Universitario paritario y que el rector fuera nombrado por el gobernador. La nueva ley orgánica intentó dar una orientación más progresista a la educación universitaria. “El nuevo ordenamiento universitario se pronunciaba por la aplicación del método dialéctico del movimiento y transformación constantes como base del conocimiento científico”.7 Esta orientación progresiva fue resultado de una nueva correlación de fuerzas dentro de la universidad, favorable a las corrientes de izquierda y misma correlación que permitió al doctor Elí de Gortari llegar a la rectoría de la universidad. La nueva ley orgánica resultó de la lucha universitaria, de la coalición de fuerzas cardenistas y, del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), PPS, PCM, principalmente. El doctor Elí de Gortari, conocido intelectual de izquierda, inició una serie de reformas académicas modernizantes y la construcción de nuevas instalaciones. Se crearon nuevas carreras, la Facultad de Altos Estudios, y la casa del estudiante. Se mejoraron los sueldos, se incorporó a los profesores al IMSS, etcétera. Las fuerzas conservadoras no permanecieron impasibles ante el avance de la izquierda en la dirección de la universidad, se acusó al rector de violaciones a la ley orgánica, pero recibió éste en cambio el apoyo de la Federación de Estudiantes y del Consejo Estudiantil Nicolaíta, así como la mayoría de los profesores. La lucha interna en la universidad se intensificó y se extendió a la propia población: la Unión Nacional

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Adolfo Mejía, Michoacán ¿feudo cardenista?, México, Ed. Nuevos caminos, 1966, p. 20.

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Sinarquista y el PAN instigaron a la población en contra de los “comunistas”, aún sin producirse enfrentamientos físicos entre los contendientes. Las fuerzas de la izquierda (PPS, PCM y MLN, principalmente) trataron de organizar un frente popular de apoyo a su lucha. Elí de Gortari desautorizó esas acciones creyendo que bastaría el diálogo para resolver el conflicto; el gobierno intervino en la aprobación de una nueva ley orgánica que terminó con el cogobierno universitario y puso en manos de una junta de gobierno la designación de autoridades, con lo cual el rector se vio obligado a renunciar. La destitución del rector provocó respuestas violentas de los estudiantes y la consecuente represión gubernamental. La junta de gobierno designó como rector al licenciado Alberto Bremauntz, personaje de clara tendencia cardenista. Al conformarse el nuevo consejo universitario, una gran mayoría de los consejeros elegidos habían sido defensores del cogobierno, lo que significaba que esta derrota de las fuerzas democráticas en 1963 sólo constituía un episodio más en la lucha y no su reflujo. Este primer acto de la lucha democrática en Morelia evidenció la inconsecuencia de las fuerzas cardenistas y del PPS hasta que, al calor de los acontecimientos, se dio una decantación entre las fuerzas estatales y aquellas que en los sesentas continuaron en la lucha por abrir mayores espacios al control estatal. Al mismo tiempo, en otras universidades del país se escenificaban luchas democráticas semejantes. En Guerrero, al reelegirse el rector y al expulsar éste a los dirigentes de la Federación Estudiantil Universitaria Guerrerense, se inició la lucha por el cogobierno que desencadenó la represión. La dirección del movimiento fue tomada por la Coalición Cívica Guerrerense, que formaba parte del PRI (antecesora de la Asociación Cívica Guerrerense de Genaro Vázquez). Todavía esta lucha como la de Morelia en 1961 no dejaba de desarrollarse parcialmente en el ámbito estatal, reflejando también pugnas al interior de la clase política. Sin embargo, como en Morelia, la propia lucha fue depurando al movimiento de sus connotaciones estatales, conformándose en un movimiento de nuevo tipo. En la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) se sucedían hechos semejantes. Desde 1954 la UAP había obtenido su autonomía pero cayó en manos de grupos clericales. En los años siguientes el movimiento tomó la forma de “Reforma Universitaria”, que inicialmente tenía carácter liberal-anticlerical y en el que participaban diversas fuerzas, entre ellas el PCM, que posteriormente tendría un papel central en el movimiento. Dentro de los objetivos iniciales de este movimiento destacaba la lucha por la vigencia del Artículo 3º. Constitucional en la UAP.8

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Política, 15 de mayo de 1961, p. 9.

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CAPÍTULO I. INICIO DE LA ETAPA DEMOCRÁTICA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

El movimiento de “Reforma Universitaria” de Puebla oficialmente inició sus acciones con motivo de las manifestaciones en apoyo a la revolución cubana el 26 de julio de 1960 y producirse choques con el Frente Universitario Anticomunista (FUA). Los enfrentamientos con este grupo continuaron durante el año 60 y principios del 61, hasta que el domingo 30 de abril fue tomado el edificio central de la universidad por el movimiento de “Reforma” y se destituyó al rector y al consejo universitario.9 Los estudiantes eligieron como rector a Julio Glockner, “ya que la mayoría de los profesores eran reaccionarios”,10 pero el 16 de mayo fue reprimida una manifestación de estudiantes en apoyo al nuevo rector y el gobernador dio su reconocimiento al rector depuesto. Sin embargo, en última instancia, el gobierno local se inclinó por la negociación y se aprobó una nueva ley orgánica. La derecha clerical respondió con manifestaciones anticomunistas bajo la consigna de ¡cristianismo sí, comunismo no! y el FUA efectuó una serie de atentados. Ante la fuerte reacción de las fuerzas derechistas el gobernador dio marcha atrás y pidió al Congreso local un nuevo estudio de la ley orgánica, estudio que dividió a los diputados. Aunque en este movimiento de “Reforma Universitaria” tuvieron papel sobresaliente los dirigentes de la Juventud Comunista (JC), existía en el movimiento una fracción ligada al gobierno que se manifestó en apoyo a las demandas de “Reforma Universitaria” a través del líder local de las juventudes del PRI, así como en campañas de prensa en contra de la “reacción poblana”. Desde principios de 1962 el FUA desató una ofensiva tendiente a recobrar algunas posiciones perdidas durante el movimiento del 61, hubo atentados en contra de maestros y provocó la expulsión de dirigentes del FUA de la universidad. En octubre de ese año, el rector también sufrió un atentado y una asamblea para condenar al FUA fue atacada por miembros de esta organización inclusive con atentados dinamiteros.11 Durante la primera mitad de los años sesentas, después del triunfo parcial del 61 sobre el FUA, se inició en la UAP un proceso de modernización y liberalización, incrementándose sustancialmente la población escolar, el cuerpo de maestros y el nivel académico. Esta situación se encontró en consonancia con el proceso de industrialización impulsado por el gobernador Merino Fernández, el cual cristalizó en la creación del “corredor industrial” de Puebla. Sin embargo, los grupos derechistas locales, de fuerte influencia clerical, pidieron mano dura al gobernador y presionaron a la fundación “Jenkins” a fin de que no donara fondos a la UAP para la construcción de una Ibidem, p. 8. Política, 1o. de junio de 1961, p. 8. 11 Política, 15 de octubre de 1962, p. 5. 9

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Ciudad Universitaria. Ante esto, el Directorio Estudiantil (organización mayoritaria de los estudiantes) declaró, en contra de lo que sostenían los grupos conservadores, que “es falso que haya intranquilidad, pueblo y gobierno laboran juntos por el futuro de Puebla” y declaró que la reacción buscaba crear problemas “al mejor gobierno que hemos tenido en lustros.12 En el movimiento de “Reforma Universitaria” se presentaban diferentes corrientes: la del PCM que no era hegemónico; y la de los grupos Santillanista y el grupo Barrientos y Nicandro López.13 Entre estas tres fracciones, como veremos adelante, se dio un proceso de polarización: primero caería el grupo de Santillana, luego el de los Barrientos y Nicandro y al final quedaría sólo el del PCM. En 1964 dio el movimiento en contra del gobernador Nava Castillo. El gobierno había emitido un decreto por el cual se obligaba a los productores de leche a pasteurizarla, tendiente así a la monopolización del líquido por la pasteurizadora controlada por funcionarios del gobierno del Estado.14 El 13 de octubre se realizó una manifestación en contra de este decreto en la que se estimó una participación de 4 000 campesinos y estudiantes; la manifestación fue reprimida con saldo de numerosos heridos y aprehensiones. De inmediato hubo apoyo de brigadas del IPN; los estudiantes secuestraron a algunos jefes policiacos y los canjearon por presos. El consejo universitario pidió la destitución del gobernador.15 El conflicto continuó y en los últimos días de octubre ya no sólo luchaban pequeños productores de leche y estudiantes, sino buena parte de la población. Ante esta situación el gobernador se vio obligado a renunciar.16 Durante este movimiento el PCM ganó importantes posiciones, no sólo por su influencia en el movimiento estudiantil, sino también porque la unión de pequeños propietarios de leche estaba afiliada a la Central Campesina Independiente (CCI) de la cual el PCM tenía la dirección. Durante este movimiento la UAP se convirtió en el centro aglutinador de la lucha, tradición que sería decisiva en los años 72 y 73. Esta lucha permitió, también, que el movimiento de reforma afianzara sus posiciones, tanto a nivel estudiantil como a nivel de direcciones de escuela.17 Las luchas estudiantiles no estatales durante este período, permitieron un primer intento para conformar una coordinación nacional en 1964. En Morelia en ese año Política 1o. de julio de 1965, p. 5. Entrevista No. 1. 14 Política, 1o. de noviembre de 1964, p. 5. 15 Política, 15 de octubre de 1964, p. 5. 16 Política, 1o. de noviembre de 1964, p. 5. 17 Entrevista No. 1. 12 13

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CAPÍTULO I. INICIO DE LA ETAPA DEMOCRÁTICA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

(lugar donde la lucha había obtenido logros mayores y el movimiento era más desarrollado) se llevó al cabo la primera Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos donde se planteó la necesidad de constituir una organización nacional. Y aunque todavía en 1964 la lucha no estatal no era lo suficientemente extensa y experimentada como para lograr ese objetivo, la conferencia de Morelia de 1964 es indicadora de que se estaba forjando un movimiento estudiantil nacional de nuevo tipo. Entre los años 1966 y 1968 hubo una gran efervescencia estudiantil en las universidades, preludio del movimiento nacional de 1968. En Chilpancingo, Guerrero, en 1966, los estudiantes se enfrentaron a lo que consideraron una elección antidemocrática del rector, dándose enfrentamientos entre estudiantes y policías; finalmente, la universidad fue ocupada por la policía y encarcelados los dirigentes. En mayo de ese año se organizaron grandes manifestaciones en apoyo a la lucha del pueblo vietnamita. En Tampico, Ciudad Victoria y Cuidad Madero hubo protestas motivadas por el secuestro de un profesor del Instituto Tecnológico de Ciudad Madero. En junio de 1966 estalló la huelga en la Escuela Nacional de Maestros, al mismo tiempo que alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria trataron de llevar a la dirección del plantel No. 7 a su candidato. En agosto de 1966 el MURO18 realizó un asalto a la preparatoria No. 7 de la UNAM, pero fue derrotado. Los alumnos de la Escuela Nacional de Economía repudiaron la forma de elección de consejeros técnicos y universitarios, tal como lo establece la ley orgánica de la UNAM, plantearon que fuesen nombrados por voto universal y directo, y buscaron la paridad en los consejos técnicos universitarios. En Durango la masa estudiantil agredió a pedradas al gobernador del Estado en un acto público. Hubo una huelga en el Tecnológico de Coahuila que amenazó con extenderse a todo el sistema de enseñanza tecnológica. En el XVII Congreso Nacional de la FNET abandonaron la organización cuatro tecnológicos, la escuela superior de Medicina del IPN y otras más.19 En Sinaloa el movimiento estudiantil exigió la renuncia del rector Julio Ibarra, que había sido reelecto en 1965, y se inició, así la lucha por las reformas universitarias. En el transcurso de los meses de junio a octubre de 1966 se alcanzaron momentos de gran violencia, sobre todo el 12 de septiembre, cuando fue atacado el edificio central de la UAS por grupos de choque en apoyo a las autoridades universitarias.20 A raíz de esto, se desató una campaña propagandista de corte anticomunista, encaminada Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, grupo ultraderechista y fuerza de choque del sector más reaccionario de la Universidad Nacional. 19 Gilberto Balam, Tlatelolco (reflexiones de un testigo), México, Talleres Lensas, 1969. 20 J. Wing y colaboradores, Los estudiantes, la educación y la política, México, Nuestro tiempo, 1971. p. 46. 18

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principalmente en contra de algunos dirigentes del movimiento, entre los cuales se encontraban miembros del PCM.21 En este incipiente movimiento de Sinaloa, preludio de las grandes acciones y radicalización de los primeros años de la siguiente década, cabe destacar el carácter democrático y eminentemente estudiantil del mismo: se luchaba en contra de una estructura de gobierno universitario que impedía que los estudiantes participaran en las decisiones importantes de la institución. Cabe señalar también la presencia de miembros de partidos políticos, como el PCM, al frente de la lucha. A la vez que es de recalcar la solución represiva por parte del Estado que se dio al movimiento. En la UAP, en 1965 fue elegido como rector José F. Garibay, considerado por el movimiento de reforma como miembro de la derecha. Garibay trató de “sanear” la universidad de elementos reformistas, expulsó a maestros y estudiantes; se apoyó para ello, en grupos de choque, los mismos que rompieron la huelga declarada por los estudiantes en contra del rector22 y el 26 de julio, estos grupos tomaron la preparatoria, apoyados por la policía.23 El resto del 66 y la primera mitad del 67 se caracterizaron por un repliegue del movimiento de reforma. En julio del 67 hubo un enfrentamiento armado por el control del Directorio Estudiantil24 y éste acusó al rector Garibay de implantar el pistolerismo en la UAP. En el consejo universitario se produjo, con este motivo, una gresca y el rector se vio obligado a renunciar, nombrándose en su lugar una junta de gobierno paritaria.25 A raíz de estos últimos conflictos el grupo santillanista tomó las riendas de la universidad, produciéndose la primera escisión en la coalición reformista. Los santillanistas acusaron al PCM de buscar controlar la universidad; el PCM entró en alianza con el grupo de Barrientos e insistió principalmente sobre la democratización de la universidad (entendiéndola en dos sentidos: cogestión y facilidades a obreros y campesinos a ingresar a la universidad). En general, este período, del 67 al 68 fue de debilidad del PCM.26 En Morelia, en 1966, la protesta estudiantil se inició por el aumento de las tarifas de transporte urbano, autorizado por el gobierno estatal. En las primeras represiones fue asesinado el estudiante Everardo Rodríguez Orbe, por un golpeador. Los hechos se sucedieron de la siguiente manera: “El 1º de octubre, Morelia se había quedado sin transporte urbano; los propietarios habían subido intempestivamente el precio de los Entrevista, No. 2. Política, 15 de julio de 1966, p. 7. 23 Política, 15 de agosto de 1966, p. 33. 24 Política, 15 de julio de 1967, p. 33. 25 Política 1-15 de agosto de 1967, p. 28. 26 Entrevista, No. 1. 21 22

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pasajes. Los estudiantes universitarios, en estas condiciones, convocaron al pueblo a un mitin de protesta. El mitin se efectuó el 2 de octubre, y fue agredido por grupos de choque supuestamente del PRI, los cuales se apoderaron por la violencia del aparato de sonido. Un grupo de estudiantes se dirige a las oficinas del PRI a tratar de recuperar dicho aparato, siendo recibidos a balazos y el estudiante Everardo Rodríguez Orbe cae acribillado”.27 Ante tales circunstancias los estudiantes votaron por la huelga y el 4 de octubre se realizó una gran manifestación con motivo del sepelio del estudiante muerto: en el transcurso de ella se recalcó que “las demandas no tienen un carácter puramente universitario”. Lo anterior se constata por el pliego petitorio que dirigieron a las autoridades estatales; en este pliego los estudiantes pidieron castigo contra los autores materiales del crimen, la liquidación de los latifundios, y el cese de la represión a campesinos, obreros y estudiantes.28 Sin embargo las limitaciones de este movimiento en el aspecto político quedan evidenciadas en la carta abierta al presidente de la República en la que se dice que “es falso que nos hallamos apoderado de varias estaciones radiodifusoras para incitar al pueblo a la comisión de hechos sediciosos”, “queremos señalar… que el actual movimiento universitario, en modo alguno, ha salido, ni saldrá de los causes que la Constitución Federal nos marca”.29 El movimiento de Morelia adquirió un desarrollo muy dinámico y pronto logró el apoyo popular, para exigir junto al consejo universitario, la desaparición de poderes estatales. Se efectuaron grandes manifestaciones y concentraciones que fueron tachadas por la prensa local y nacional de obedecer a una “conjura comunista”, dirigida por extranjeros que “intentaban derrocar al gobierno del presidente Díaz Ordaz”. El 5 de octubre se decretó la huelga general, apoyada por el pueblo, y, al mismo tiempo que continuó la campaña periodística contra los estudiantes, se iniciaron detenciones de éstos, se expulsó del país a profesores extranjeros de la universidad y se secuestró a otros.30 Se concentraron tropas y se efectuó un desfile del Colegio Militar por las calles de Morelia con fines intimidatorios. El 8 de octubre de 1966 el ejército tomó la Universidad de Morelia a petición del congreso local y continuaron las detenciones, los cateos y los secuestros. Los estudiantes trataron de efectuar un mitin de protesta y fueron reprimidos por la caballería para ser detenidas, entre estudiantes y pueblo en general, más de 600 personas.31 Política, 15 de octubre de 1966, p. 6. Ibidem, p. 7. 29 Ibid., p. 8. 30 Ibid., p. 9. 31 Ibid., p. 9. 27 28

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La legislatura local modificó rápidamente la ley orgánica de la Universidad, estableciendo la desaparición de las cinco casas de estudiantes, la supresión de la paridad en el consejo universitario y el cierre de las secundarias pertenecientes a la universidad, lo mismo que el Centro de Altos Estudios.32 En este movimiento tuvo un papel destacado el PCM por medio de su influencia en la Central Nacional de Estudiantes Democráticos.33 Con estas medidas, el gobernador del estado, Agustín Arriaga Rivera, recibió el apoyo de la iniciativa privada y de los dirigentes priístas locales; y aparecieron desplegados en su favor publicados por empresarios y líderes sindicales. Por otro lado, en la UNAM hubo algunas protestas de grupos estudiantiles y el MLN emitió un comunicado en el que señaló que las causas profundas del conflicto fueron las condiciones de explotación y la antidemocracia imperante.34 Sin embargo, la mayoría de los profesores de la UNAM no se manifestaron ante estos acontecimientos.35 El movimiento de Morelia, como quedó apuntado, era el que contaba con mayor avance en su época: la paridad en el consejo universitario, autoridades aceptadas por los estudiantes, etcétera. De hecho el movimiento del 66 había rebasado los propósitos democratizadores internos que caracterizaron al movimiento estudiantil de la década; asimismo, las ligas con grupos populares, especialmente con campesinos, se dieron en mayor extensión que en el resto de las universidades. También la influencia de los partidos de izquierda, especialmente el PCM y la Liga Leninista Espartaco,36 no tuvieron semejanza en otras universidades de la época. En esa misma medida se dio también la represión gubernamental. Ya desde el 1º de septiembre de 1966, el presidente de la República había amenazado al movimiento estudiantil al decir que “la ley se aplicará con todo vigor; no se permitirán actos antisociales, nadie tiene fueros contra México”. En la UNAM, las luchas por la democratización de los órganos de gobierno fueron diversas en este período; así, en mayo de 1964 la dirección estudiantil de Economía elaboró un proyecto democrático de modificación a la ley orgánica de la UNAM. Sin embargo, esta corriente democratizadora sólo comprendía en la UNAM a algunas J. Wing y colaboradores, Los estudiantes, la educación y la política, México, Nuestro tiempo, 1971. p. 46. 33 La CNED fue fundada el 29 de abril de 1966, siendo su primer secretario R. A. Talamantes, militante del PCM. En el congreso constitutivo de la CNED participaron 800 delegados que dijeron representar a 160 mil estudiantes en todo el país. Las otras negociaciones estudiantiles a nivel nacional eran la FNET (allegada al Estado) y la CNE (derechista). 34 Política, 25 de octubre de 1966, p. 10. 35 Política, 25 de octubre de 1966, p. 10, 2a. de forros. 36 J. Wing y colaboradores, op. cit., p. 50. 32

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escuelas como Economía, Ciencias Políticas y Filosofía.37 Dándose, además, una fuerte influencia de grupos ligados al gobierno, lo cual quedó evidenciado, por ejemplo, en el movimiento de 1964, que sería la primera intentona en contra del rector Chávez. En este año coincidieron en la UNAM una serie de circunstancias que fueron aprovechadas por algunos grupos para buscar la caída del rector; en febrero, los profesores preparatorianos protestaron por la rebaja en sus salarios y categorías decretada por la administración de Chávez en virtud de una reforma académica (los sueldos descendieron entre el 25 y 40 por ciento). A la vez hubo protestas estudiantiles en apoyo a las huelgas de la universidad de Chihuahua, en contra de la implantación del bachillerato de 3 años; por la suspensión de los exámenes de selección y por el respeto a las organizaciones democráticas. Esta crisis fue capitalizada por grupos de la Facultad de Derecho, como el dirigido por Miguel Castro Bustos (al que nuevamente veremos aparecer en el movimiento del 72 en la UNAM) y Flores Urquiza, los que, después de una asamblea, se apoderaron de la rectoría. El bloque de estudiantes de izquierda condenó la toma de rectoría y declaró que la lucha no debería dirigirse en contra del rector, sino en contra de la ley orgánica antidemocrática; asimismo, la coalición de profesores preparatorianos declaró que la toma de la rectoría era ajena a su movimiento.38 Durante el resto del 64 y el 65 continuó la situación tensa en la UNAM, (agravada por medidas autoritarias emprendidas por el rector), como la señalada respecto de los profesores preparatorianos. Asimismo, el MURO dirigió una campaña propagandista en contra del rector. El 14 de marzo de 1966 se inició el movimiento que condujo a la renuncia de Chávez el 28 de abril de ese año. El conflicto se inició por la oposición estudiantil a que el director de la Facultad de Derecho, licenciado César Sepúlveda, fuese reelecto. Este problema se ligó a otros de carácter académico que encontraron resonancia en algunas preparatorias, en Economía y en Ciencias Políticas. Ante el conflicto, la rectoría contestó reprimiendo a los estudiantes con los cuerpos de seguridad de la UNAM y consignando a cinco dirigentes estudiantiles. Los estudiantes solicitaron una entrevista con el rector, pero fueron nuevamente reprimidos. Ante esta situación fue tomada la rectoría y se exigió la renuncia de Chávez. En la facultad de Derecho grupos ligados al partido gobernante dirigieron el movimiento, con líderes como Espiridión Payán y Leopoldo Sánchez Duarte (hijo de Leopoldo Sánchez Celis en ese entonces gobernador de Sinaloa), en tanto que en las escuelas de Humanidades eran controladas por grupos de izquierda. Sin embargo, la corriente hegemónica era la priísta, lo cual 37 38

Política, 1o. de junio de 1964, p. 21. Política, 15 de marzo de 1964, p. 11.

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se evidenció al formarse el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), con la pretensión de agrupar a los estudiantes de la UNAM. En este organismo ocuparon los cinco puestos principales estudiantes ligados al régimen. No obstante, el programa del CEU era de carácter democrático, coincidentes así los grupos de izquierda y los grupos oficiales. Aquel programa pedía entre otras cosas la derogación de los artículos del estatuto académico que constituían la base legal del gobierno de la UNAM.39 En la UNAM, hasta antes del movimiento del 68, la hegemonía no correspondía, en el movimiento estudiantil, a los grupos de izquierda, sin embargo, se presentaban luchas de carácter democratizador y en especial la izquierda insistía sobre este punto. Si el movimiento del 66 tuvo un desenlace relativamente no violento por parte del Estado, se debió posiblemente, a las coincidencias entre la dirección del movimiento y sectores de la misma burocracia política. En 1967 ocurrieron desórdenes en varias partes del país. En Puebla (el ejército cercó la universidad) lo mismo que en Tabasco; en Veracruz los estudiantes exigieron elecciones democráticas en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM); en San Luis Potosí hubo huelga de la facultad de Jurisprudencia; en Yucatán se dieron enfrentamientos de estudiantes y campesinos contra la policía; en Michoacán y Durango los estudiantes encabezaron la demanda de nacionalizar el cerro de Mercado. Hay que destacar la huelga nacional de las escuelas de Agronomía del país, iniciada en Ciudad Juárez en su momento culminante contó con los apoyos de la Escuela Nacional de Maestros y del Politécnico. Algunas de las movilizaciones más importantes inmediatamente anteriores al 68 fueron las de Morelia, Sonora y Tabasco. Los disturbios en Sonora se dieron cuando fue elegido candidato Faustino Félix Serna al gobierno del estado en mayo de 1967. Su elección fue considerada como una imposición del gobierno federal, y repudiada por la población, en especial por los estudiantes que emprendieron una serie de actos de protesta en contra de la política priísta y en contra del entonces gobernador Encinas Johnson. La violencia alcanzó grandes proporciones: la comandancia de policía fue atacada, fueron incendiados automóviles y atacadas las casas de varios funcionarios. La policía ocupó la universidad y como respuesta, el movimiento estudiantil intensificó sus acciones; se produjeron choques violentos con la llamada “ola verde” (grupos de choque gubernamental). Las demandas estudiantiles se centraron en la petición de la desaparición de poderes en el Estado de Sonora; 139 escuelas secundaron el movimiento en la entidad. Un reportero comentó al respecto:

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Política, 1o. de mayo de 1966, p. 8.

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CAPÍTULO I. INICIO DE LA ETAPA DEMOCRÁTICA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Todo el pueblo participo contra la elección como candidato de Faustino Félix y para que cayera Encinas Johnson.40

El miércoles 17 de mayo el Congreso local solicitó la intervención del ejército. Ese día [...] un batallón de paracaidistas con bazucas, ametralladoras y a bayoneta calada, se lanzó sobre la universidad. Los estudiantes desalojaron el recinto a instancias del general Hernández Toledo[...] El jueves[...] el ejército entregó la universidad al rector, quien se lamentó de los sucesos[...] A todo ello se añadían numerosas detenciones de personas en Hermosillo y otras poblaciones.41

Del mismo modo que en Morelia, el movimiento de Sonora no logró desencadenar una respuesta nacional, salvo la protesta de algunos grupos de estudiantes e intelectuales. La generalización de las luchas estudiantiles no controladas por el Estado había permitido la formación de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) el 29 de abril de 1966. Ante la generalización de las luchas estudiantiles y la respuesta represiva del Estado, el Primer Consejo Nacional Ordinario de la CNED, efectuado en septiembre de 1967 en Culiacán, patrocinado por la Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (FEUS), tomó el acuerdo de llevar al cabo una marcha estudiantil popular que, partiendo de Dolores, Hidalgo culminara en Morelia, demandando la libertad de presos políticos estudiantiles. En la marcha se proponía fortalecer la organización estudiantil independiente y relacionarse con los trabajadores. Esta se realizó del 3 al 10 de febrero de 1968, y en su trayecto fue frenada por la fuerza del ejército.42 “La marcha de la libertad”, a pesar de su represión, significó la existencia de un germen de movimiento estudiantil nacional no controlado por el Estado, con objetivos democráticos al interior y exterior de la universidad, y que había recibido a lo largo de los sesentas la respuesta represiva del Estado. No obstante, el movimiento estudiantil había logrado desarrollarse, templarse en las luchas y conocer la cara autoritaria del Estado.

J. Arce, “Sonora humillada”, Gente, 16 de junio de 1967. “Sonora en trance”, nota de la Revista Siempre, 31 de mayo de 1967. 42 Liberato Terán, Marcha por la ruta de la libertad, Culiacan, serie Estudiantil, 1973. 40 41

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Ya en los albores del movimiento nacional de 1968, en marzo de ese mismo año, se produjo en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).43 [...] una protesta estudiantil en contra del “plan Elizondo”. Este fue un conflicto latente desde antes de 1968. Año en que el déficit económico de la universidad llegó a cuatro millones de pesos anuales y los estudiantes hicieron pública su inconformidad ante la estrechez de sus escuelas y facultades. En marzo de 1968, el gobernador Eduardo Elizondo dio a conocer el llamado “plan Elizondo” que pretendía conseguir el autofinanciamiento de la universidad mediante la elevación de las cuotas escolares en medida proporcional a la capacidad económica del estudiante, y eliminar con esto el subsidio estatal a la universidad.44 Ante esto, los estudiantes se pusieron en huelga dirigidos por el Consejo Estudiantil Universitario, en el que se manifestaban como fuerzas principales las Juventud Comunista, la Liga Leninista Espartaco (LLE), el grupo relacionado con “Obra Cultural Universitaria” (de tendencia social-cristiana) y restos de la derecha tradicional.45

Este movimiento creó tal agitación que el “plan Elizondo” fue abandonado, pero igual marcó el inicio de un período de luchas en las que la izquierda se constituyó como fuerza hegemónica, primero del movimiento estudiantil, y posteriormente entre profesores y empleados.46 En Villahermosa, Tabasco, también se produjeron hechos importantes inmediatamente antes del movimiento nacional de 1968. Los estudiantes de la Universidad Benito Juárez solicitaron del gobierno del Estado el mejoramiento económico de la universidad y al no conseguirlo se fueron a la huelga y tomaron el edificio de la Normal. Surgieron grupos de choque que trataron de desalojar a los estudiantes, y como consecuencia de los enfrentamientos murió ahogado uno de ellos. También aquí como en Sonora brotó una especie de “ola verde” para enfrentarse a los “agitadores comunistas”. Pero la protesta estudiantil con apoyo popular creció y el movimiento amplió sus demandas hasta exigir la renuncia del gobernador. Las manifestaciones se generalizaron y también los choques armados. La violencia gubernamental incrementó la violenta respuesta estudiantil y popular: fue destruido el edificio de Bellas Artes e incendiadas las oficinas locales del PRI. En esas condiciones, policías y grupos de choque iniciaron una cacería de estudiantes. 43 En la Universidad de Nuevo León se produjo la primera huelga sindical universitaria del período democrático en 1967 (el Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León, STUNL, está constituido tanto por empleados como por profesores). 44 Excelsior, 1o. de junio de 1968. 45 Entrevista, No. 3. 46 Ibidem.

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CAPÍTULO I. INICIO DE LA ETAPA DEMOCRÁTICA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

El 29 de julio de 1968, en las márgenes del río Grijalva fueron asesinados docenas de estudiantes que intentaban cruzar a nado el río, perseguidos por las fuerzas represivas. Hubo docenas de aprehendidos, contra algunos de los cuales en mayo de 1969 se dictó sentencia. Durante dos días pistoleros, policías y soldados continuaron la cacería y el 30 de julio se disparó contra las alumnas de la Normal.47 Los sucesos de Villahermosa se cuentan entre las accionas represivas más violentas ejercidas por el gobierno antes del movimiento del 68 en el DF. En los movimientos descritos resalta como característica la de ser protagonizados y dirigidos por estudiantes, contar con escasa participación magisterial (con excepción del de Morelia, el que, por encontrarse en una etapa avanzada de democracia interna contó con el apoyo de maestros). En los casos en los que los grupos de izquierda (PCM y LLE principalmente) lograron hegemonizar los procesos sin alianzas con grupos gubernamentales, la represión fue una constante. En cambio, en movimientos como la huelga de la UNAM en 1966 y los movimientos en la UAP a inicios de los 60’s, donde las fuerzas de izquierda coincidían con fuerzas gubernamentales, el movimiento alcanzó algunos de sus objetivos inmediatos. El movimiento estudiantil nacional de 1968 no fue un rayo en día sereno, múltiples luchas lo anunciaron; en ellas los estudiantes fueron rompiendo con el control estatal. Como hemos visto no todos los movimientos antes del 68 fueron totalmente ajenos al Estado, incluso en su forma más elemental como participación abierta de fuerzas priístas o del PPS. Pero las luchas y el carácter autoritario del Estado contribuyeron a que para 1968 ya existiese un amplio contingente a lo largo y ancho del país que había roto de una manera o de otra con ese Estado. Las luchas democráticas, aun el más avanzado (el de Morelia) sufrió graves derrotas; sin embargo, las derrotas parciales no fueron suficientes para acallar el clamor de esa parte civil que no soportaba más el control autoritario del Estado. Para el año 1968 muchos movimientos estaban exclusivamente dirigidos por fuerzas de la izquierda no estatales. Asimismo, la CNED había logrado no ser destruida por la represión. El movimiento se generalizaba y el Estado recurrió continuamente a represiones cada vez más sangrientas. Los sucesos de Villahermosa coincidieron en su represión con el inicio del movimiento nacional del 68.

El movimiento estudiantil nacional del 68 Escapa a nuestro propósito hacer un análisis pormenorizado o una crónica exhaustiva del movimiento del 68, el que por su importancia amerita estudio especial. La literatura 47 M. Fernández, “El pueblo de Villahermosa ametrallado”, ¿Por qué?, 11 de septiembre de 1968, México.

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que existe sobre el tema no es escasa; sin embargo nos remitiremos principalmente a los trabajos de Fernando Carmona y de Ramón Ramírez.48 A partir de estos autores presentamos a continuación nuestra propuesta de articulación y periodización para los sucesos del 68. Dado los sucesos violentos que se escenificaron en el Distrito Federal entre grupos de estudiantes de las vocacionales No. 5 y No. 2 del IPN y de la preparatoria Isaac Ochoterena, la represión desatada el 23 de julio de 1968 por parte de las fuerzas gubernamentales contra los estudiantes resultó coherente con la práctica represiva seguida por el gobierno en el trato de los movimientos estudiantiles no controlados por el estado. Durante la manifestación del 26 de julio, esta represión se extendió a los transeúntes y se hizo más patente su violencia. La respuesta no se hizo esperar, algunos grupos de estudiantes trataron de defenderse, se improvisaron las primeras barricadas, y a partir de entonces empezó una desigual batalla que se prolongó hasta el 30 de julio,49 día en que intervino el ejército dejando un saldo considerable de muertos, heridos y detenidos. La misma noche del 26 de julio, la policía allanó el local del PCM y aprehendió a varios dirigentes. Estos actos represivos hicieron crecer al movimiento no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores. Estudiantes del Politécnico, la UNAM, las Escuelas Nacional de Maestros y la ENAH constituyeron inicialmente el Consejo Nacional de Huelga (CNH). El 1º. de agosto, el rector de la UNAM, ingeniero Javier Barros Sierra, encabezó la primera de las grandes manifestaciones de protesta.50 Esta manifestación no fue reprimida, ni tampoco las inmediatamente posteriores: la del 5 de agosto, y tres más que llegaron al Zócalo (la del 13 de agosto, iniciada en el casco de Santo Tomás y las del 27 de agosto y 13 de septiembre, iniciadas ambas en el Museo de Antropología). El 28 de agosto, fuerzas del ejército y la policía desalojaron a una guardia estudiantil que había quedado en el Zócalo a raíz de la última manifestación. Una vez más el gobierno recurría al mecanismo represivo, tan frecuente durante aquel sexenio. El 1º. de septiembre, el presidente de la República advirtió: “Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que siga quebrantándose irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo el mundo ha venido sucediendo”.51 48 J. Carrión y F. Carmona, “Tres culturas en agonía” en R. Ramírez, El movimiento estudiantil de México julio-diciembre de 1968, México, Era, 1969. 49 “Una cronología pormenorizada del movimiento” en R. Ramírez, El movimiento estudiantil de México julio-diciembre de 1968, 1969. 50 R. Ramírez, El movimiento estudiantil de México julio-diciembre de 1968, México, Era, 196, p. 160. 51 Excelsior, 1o. de septiembre de 1968.

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CAPÍTULO I. INICIO DE LA ETAPA DEMOCRÁTICA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

El ejército ocupó Ciudad Universitaria la noche del 18 de septiembre; manifestaciones y mítines fueron evitados por la policía. El 23 de septiembre el ejército y la policía ocuparon Zacatenco y el casco de Santo Tomás, donde se enfrentaron a tan fuerte resistencia que la toma duró 10 horas. Los incendios de autobuses y las aprehensiones se generalizaron por la ciudad. En Baja California, Sonora, Yucatán, Nuevo León, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Sinaloa, Guerrero, Morelos e Hidalgo se alzó la protesta estudiantil contra los sucesos del DF; al mismo tiempo las autoridades ordenaban cercar militarmente algunas universidades del interior, además de normales y escuelas técnicas. A pesar de la ocupación de las instalaciones universitarias la huelga no cesó; extendiéndose, en cambio, a varias universidades y escuelas de provincia. En esos días apareció en uno de los periódicos nacionales la siguiente declaración: En los últimos días una ola de violencia se ha desatado sobre la ciudad… La policía, sin ningún miramiento, ha atacado toda reunión pública que convoca el CNH y de esta manera ha impedido la realización de seis actos centrales y ocho manifestaciones sectoriales en distintos rumbos de la ciudad. Asimismo se realiza una persecución, digna de mejor causa, contra los estudiantes y principalmente contra los miembros de ese consejo.52

La debilidad del apoyo magisterial se evidenció al desaparecer prácticamente la “Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior pro Libertades Democráticas” (integrada apenas en un mes con objeto de apoyar al movimiento) cuyo último comunicado fue emitido el 24 de septiembre.53 El 27 de septiembre se realizó un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, con asistencia de miles de estudiantes y buen número de corresponsales extranjeros que habían llegado a México con motivo de la Olimpiada. En este mitin se reafirmó la determinación estudiantil de continuar en lucha. Cuando el ejército se retiró de Ciudad Universitaria, el 30 de septiembre, se empezaron a reorganizar las asambleas estudiantiles y algunas brigadas. Las demandas iniciales del movimiento se mantuvieron, pero se dio mayor importancia a otras nuevas, tales como: 1. Libertad a los presos políticos recientemente aprehendidos. 2. Retiro del ejército de los planteles que todavía ocupaba. 3. Cese de la represión y de las aprehensiones. 52 53

El día, 28 de septiembre de 1968. Suplemento No. 6, Historia y sociedad, p. XCIII.

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Durante los sucesos del 2 de octubre de todos conocidos, en la plaza de las Tres Culturas, se puso de manifiesto el exagerado trato represivo gubernamental a la disidencia no controlada por el Estado.54 Es posible que nunca se conozca el número de víctimas; centenares de personas fueron aprehendidas (algunos estiman que fueron alrededor de 1 500).55 A pesar de esta gran represión siguió funcionando el CNH y, aún después de finalizar las Olimpiadas, los estudiantes se negaban a reanudar las clases. Durante noviembre, diciembre y los primeros meses del 69 continuaron las detenciones. Numerosos maestros dependientes de la SEP fueron suspendidos. Sobre las universidades de provincia se ejerció presión mediante la retención del subsidio; los casos más conocidos fueron los de las universidades de Puebla y Sinaloa. La revista Siempre, comentando estos hechos en un editorial afirmaba: “el gobernador de Puebla, al entregar a la universidad un atrasado subsidio federal, recalca la vieja y antihumanista tesis de que la única obligación de los maestros es enseñar su disciplina específica y la de los estudiantes, estudiar”.56 A partir del 2 de octubre el movimiento en el DF paulatinamente se fue debilitando, y a principios de diciembre, el CNH decidió levantar la huelga; así lo dio a conocer en su “Manifiesto a la Nación: 2 de octubre”. Las clases empezaron a normalizarse en enero del 69, poco más de cinco meses después del inicio del conflicto. A pesar de que el movimiento estudiantil nacional sufrió grave descalabro en 1968 y que en la capital sólo empezó a recuperarse a partir de 1971, en las universidades de provincia, donde la represión no fue tan intensa, la violencia gubernamental desatada por entonces no hizo decaer el movimiento sino que lo llevó a su consolidación y radicalización. Estos fueron los casos de las universidades de Nuevo León, Sinaloa, Guadalajara, Puebla, Chihuahua y Oaxaca. El movimiento del 68 presentó rasgos nuevos en el panorama de las luchas universitarias; algunas de las más importantes son los siguientes: a) El movimiento del 68 fue universitario nacional en el sentido más cabal del término. Desde principios de los sesentas la lucha estudiantil había comenzado a adquirir carácter nacional, algunos momentos culminantes de esta expansión y articulación de la lucha fueron la creación de la CNED, el movimiento de Morelia de 1966 y “La Marcha de la Libertad”. Sin embargo, ninguno de los momentos anteriores llegó a tener la magnitud que alcanzó el movimiento J.L. Reyna, Cuadernos del CES, NO. 1, El colegio de México. J. Carrión y F. Carmona, Tres culturas en agonía, 1970. 56 Ibidem, p. 227. 54 55

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del 68, al que se adhirieron prácticamente todas las instituciones públicas de educación superior del país (una de las excepciones fue la Universidad de Guadalajara, donde la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) impidió, por la fuerza, el paro de labores) así como las universidades privadas más connotadas (Iberoamericana, Anáhuac, La Salle, etcétera). b) El movimiento del 68 polarizó a tal grado las fuerzas sociales que los mediadores estatales, cuya actuación en casos anteriores había consistido en aliarse eventualmente a la izquierda no oficial, se vieron obligados a tomar partido, ya fuera contra o a favor del movimiento. Muchos de quienes lo apoyaron tuvieron que romper temporalmente con el Estado. Por primera vez desde las derrotas obreras de la década anterior se dio un movimiento nacional que escapaba al control del Estado. Con esto volvía a existir una fuerza autónoma importante que, sin la mediación oficial, adquiría presencia real en el enfrentamiento político. c) El movimiento del 68 inauguró en México dos formas organizativas de lucha; el Consejo Nacional de Huelga (CNH) y las brigadas. —El CNH, formado por dos representantes de cada comité de lucha de las escuelas, fue el organizador principal del movimiento y máximo órgano en cuanto a toma de decisiones. En un principio su labor consistía primordialmente en buscar resolución a las demandas del pliego petitorio y fijar fecha y hora para las manifestaciones públicas. Pero a medida que se desarrolló el movimiento, tuvo que hacerse cargo de nuevas funciones y coordinar a un sector de activistas cada vez más organizado. Su carácter político se puso de manifiesto desde el mismo día de su constitución, el 9 de agosto, cuando declaró públicamente: “Hacemos constar que cualquier solución que se intente (a las demandas del pliego petitorio) deberá ser aprobada por el CNH; desconocemos y desaprobamos cualquier arreglo en el que participen personas u organismos ajenos a este consejo”.57 —Las brigadas constituyeron el principal vehículo de cohesión e identificación entre todos los integrantes (las bases) y representaron, a la vez, la expresión máxima de la creatividad de las masas en la lucha política. En agosto hicieron su aparición por diversos rumbos de la ciudad. A partir de entonces fueron una forma organizativa de lucha, paralela a las manifestaciones, que cumplía con el doble objetivo de informar sobre la causa estudiantil y fomentar la integración y movilización a través de tareas concretas. Su propaganda buscaba extender el movimiento a los sectores populares, con énfasis en la

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El día, 11 de agosto de 1968.

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denuncia de la antidemocracia sindical, la corrupción gubernamental, etcétera. Se pretendía, finalmente, llevar al cabo una lucha conjunta con los obreros y el pueblo, por la libertad de los presos políticos. Cada brigada se componía de 5 a 10 miembros, lo cual le daba gran movilidad y le permitía dispersarse fácilmente ante cualquier amenaza represiva; sus tareas consistían también en realizar mítines relámpago, distribuir propaganda, hacer pintas y otras. d) Las manifestaciones fueron la expresión de más impacto entre las masas durante el desarrollo del movimiento estudiantil. Las ocurridas en la capital fueron las siguientes: 26 de julio, 1º. de agosto (marcha de luto por la pérdida de la autonomía universitaria), 5 de agosto (marcha del Politécnico), 13 de agosto (toma del Zócalo), 27 de agosto (la más grande con 350 000 personas) y la del 13 de septiembre (marcha del silencio). e) En lo que respecta a las demandas de los estudiantes éstas se mostraron en el pliego petitorio que fue levantado. El 28 de julio se realizó una reunión en la Escuela Superior de Economía del IPN con representantes del IPN, de la UNAM, de las Escuelas Normales y de Chapingo (ENACH). En esta reunión se elaboró un pliego petitorio y se estudió la posibilidad de efectuar una huelga general para obtener respuesta favorable del gobierno a las demandas. Los puntos del pliego petitorio eran los siguientes: 1. Desaparición de la FNET, de la “porra universitaria” del MURO. 2. Expulsión de los estudiantes miembros de las citadas organizaciones y del PRI. 3. Indemnización por parte del gobierno a los estudiantes heridos y a los familiares de los que resultaron muertos. 4. Excarcelación de todos los estudiantes detenidos. 5. Desaparición del cuerpo de granaderos y demás cuerpos policiacos de represión. 6. Derogación del Artículo 145 del Código Penal. Así en este primer pliego petitorio de carácter eminentemente pragmático, los estudiantes incluyeron demandas en contra de las instituciones políticas involucradas en los actos represivos; sin embargo el adversario no estaba bien definido. Los dos primeros puntos atacaban a los enemigos internos: FNET, MURO, Porros, PRI; mientras que los restantes trataban de encauzar el movimiento contra las instituciones gubernamentales represivas. La redacción del pliego petitorio definitivo, elaborado el 4 de agosto, estuvo influida por los enfrentamientos entre estudiantes y policías ocurridos los días 28 y 48

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29 de julio. Sus planteamientos rebasaron los del anterior, y esta vez, iban dirigidos exclusivamente en contra de instituciones y actos represivos gubernamentales. Los puntos del pliego petitorio fueron los siguientes: 1. Libertad a los presos políticos. 2. Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como del teniente coronel Armando Frías. 3. Extinción del cuerpo de granaderos. 4. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal (delito de disolución social). 5. Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de las agresiones en los actos represivos iniciados desde el viernes 26 de julio. 6. Deslinde de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo realizados por las autoridades a través de la policía, los granaderos y el ejército.58 El pliego petitorio lograba la ubicación de su adversario, haciendo a un lado aquellas cuestiones que correspondían al ámbito meramente universitario o educativo. Tal hecho está claramente ejemplificado en la sustitución que se hace del punto 4 del pliego inicial (excarcelación de todos los estudiantes detenidos), por el punto 1 del pliego definitivo (libertad a los presos políticos); así como en la omisión que se hace respecto de la FNET, el MURO y los estudiantes priistas. El pliego petitorio jugó un papel fundamental en cuanto a la organización y cohesión del movimiento estudiantil. Si el CNH era el “órgano dirigente” por llamarlo así, el pliego petitorio equivalía a su “programa de acción”. Las diferencias en el primer pliego petitorio y el definitivo reflejan el rápido abandono por parte del movimiento del carácter estudiantil de sus demandas, lo cual dio un contenido político general al movimiento, permitiéndole incidir en aspectos centrales del dominio estatal. El Estado Mexicano al que hemos caracterizado como Social y Autoritario, tenía y tiene como uno de sus pilares el control organizativo de las relaciones fundamentales de la sociedad civil, especialmente del movimiento obrero y campesino. El movimiento del 68, con su estructura organizativa, que iba desde las brigadas y asambleas por escuela hasta el CNH, demandaba al Estado, basándose en la movilización independiente, la supresión de instituciones y actos coercitivos. Con ello rompía una de las reglas de oro del propio Estado (en un sentido restringido), y sociedad política.

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El día, 4 de agosto de 1968.

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El movimiento del 68 al hacer política fuera del Estado pretendió romper la camisa de fuerza que éste había impuesto a la sociedad política, al identificarla consigo mismo. El movimiento del 68 era así materialización de las profundas contradicciones subyacentes en una sociedad a la cual ya no era imprescindible lo autoritario para continuar reproduciéndose. Si por un lado el 68 cuestionó el control organizativo estatal, por el otro, con el pliego petitorio y su exigencia de diálogo público cuestionó uno de los pilares del Estado Mexicano: el monolitismo. El Estado Mexicano, desde el período presidencial de Lázaro Cárdenas, se fue conformando en su lucha con la sociedad civil, haciendo desaparecer toda disidencia interna. (La expulsión del lombardismo de la CTM se compaginó con la disminución de la influencia del cardenismo). Así se iba constituyendo el Estado monolítico. Monolitismo político implica que ante los dominados el Estado se presenta como un bloque articulado y sincronizado en cuanto al funcionamiento de sus diversas instancias; como una máquina universal, invencible, lo cual no niega las contradicciones a su interior ni sus transformaciones. El monolitismo implica también la centralización del poder en la cúspide del aparato: el presidente de la República y la imposibilidad de cuestionar su autoridad. El movimiento del 68 al exigir el diálogo desde una posición de fuerza, iba en contra de esos dos pilares del Estado Mexicano; el control organizativo y el monolitismo político. Pero aunque el movimiento del 68 expresó tensiones estructurales, no sólo estudiantiles, no logró incorporar a otros grupos sociales importantes, y en su base activa quedó reducido a los universitarios. Al parecer, las tensiones en la sociedad no incidían con la misma intensidad en todas las clases pues el “desarrollo compartido”, no se había agotado todavía. Los movimientos obrero y campesino tendrían que esperar pocos años para manifestarse, impelidos por contradicciones semejantes a las que llevaron a los estudiantes en el 68, a querer “tomar el cielo por asalto”.

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Capítulo II. El ascenso del movimiento estudiantil democrático La coyuntura económica y política de principios de los 70’s

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n el sexenio de Echeverría (1970-1976) se inició la crisis del Estado Social Autoritario en México. Esta crisis ha sido por un lado: la del estado capitalista en general durante los años 70’s (crisis de un Estado y de una forma de acumulación de capital surgida desde 1929) la cual cuestionó el proyecto keynesiano del Estado y al propio Estado Social. Por otro lado puede afirmarse que la crisis se intensifica al articularse con la contradicción entre lo social y lo autoritario del Estado, es decir la contradicción entre la politización antiautoritaria de la sociedad civil y la búsqueda de un desarrollo económico suficiente por parte del Estado. En el plano político el movimiento estudiantil del 68 fue un gran llamado de atención a la “clase política” acerca de los acontecimientos que se producirían en los 70’s. Una fracción de esta clase política, la más comprometida con el proyecto del Estado Social mostró gran conciencia en cuanto a la alternativa que se plantearía en 1970, con el cambio presidencial. El movimiento estudiantil no llegó a atraer activamente a sectores importantes fuera del medio universitario; pero no por ello expresaba solamente necesidades sectoriales. El pliego petitorio del movimiento no hizo sino resumir en forma elemental necesidades sociales globales que no implicaban sólo a quienes participaron en dicho movimiento; así las demandas se referían básicamente a la necesidad social de independencia de lo civil respecto del Estado, contradicción social fundamental del período. En el sector universitario se dieron varias condiciones y de ahí que se expresara en este sector con tanta fuerza la tensión social fundamental. El movimiento universitario antes del 68, a diferencia del movimiento obrero del 58-60, no había sido golpeado tan 51

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fuertemente por la represión, sino, por el contrario, el 68 significó para este movimiento universitario la resultante de 8 años de acumulación de fuerzas independientes del Estado. Al mismo tiempo que el gobierno reprimió a los ferrocarrileros, petroleros, telegrafistas, maestros, etcétera, y se iniciaba un gran reflujo del movimiento obrero; en las universidades (principalmente de provincia) empezaban a escenificarse luchas parciales, inicialmente movidas por causas sectoriales (en contra de aumentos en las cuotas escolares, por el despido de un profesor y otras). La experiencia politizadora y la capacidad de impugnación al Estado creció en los campus. De las luchas sectoriales académicas se pasó a la propiamente política general, todavía al interior de la universidad; iniciándose toda una etapa del movimiento estudiantil mexicano caracterizado por la lucha democrática o por democratizar los órganos de decisión de las Universidades. Al calor de ésta los estudiantes se politizaron y aprendieron a conocer al Estado Social autoritario en su cara represiva. En la propia fortaleza de esta forma de Estado se encuentra su debilidad, su avidez de control de lo civil significa, al mismo tiempo, que la lucha más insignificante le concierne, lo afecta cerca del corazón y le mina, aunque sea en pequeña escala, una parte de sus cimientos. Así, las luchas democratizadoras en la universidad, a pesar de su apariencia, eran también las luchas de independencia, de una parte de lo civil respecto del Estado. Se daban precisamente ahí porque el control organizacional estatal en la universidad no alcanzaba el mismo refinamiento que en otros espacios como en los sectores obreros y campesinos. Además, con la derrota del movimiento obrero, la oposición de izquierda se había refugiado en los campus universitarios (de donde sólo parcialmente saldría en los 70’s); era la universidad su campo principal de acción. Por otro lado, los años 60´s significaron un cambio importante en la estructura misma universitaria, se transitaba del profesionista liberal al profesionista social, es decir, al asalariado. Este nuevo proceso venía aparejado con la masificación de la matrícula universitaria. La primera mitad de la década de los 70´s se caracterizó, para México, por la crisis económica que no fue una simple crisis cíclica de sobreproducción, sino que, a la par de los estados capitalistas modernos, era la crisis del Estado interventor. Crisis política que, a diferencia de otros países donde el pacto reformista o social-democrático hacia agua, en México significaba también el cuestionamiento por parte de los trabajadores del control organizacional. En el año 70, año de sucesión presidencial, una parte de la clase política visualizó el problema; pero la percepción que de él tuvo fue en términos muy weberianos, como si fuese una crisis de legitimidad del Estado (producto de los sucesos del 68) cuando en el fondo se trataba de la posibilidad de que el control organizacional pudiere entrar en crisis. 52

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CAPÍTULO II. EL ASCENSO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO

Decíamos que el problema de la crisis del primer quinquenio de los 70’s no se agota en el concepto de relegitimación. Si la legitimidad política es concebida como el convencimiento por parte de los dominados sobre la validez de un régimen, es dudoso que esta legitimidad pudiese plantearse antes del 68. El estado social hacía concesiones materiales, mas las hacía de manera autoritaria y vertical, de tal forma que a los dominados sólo restaba aceptar las acciones y políticas gubernamentales y en esto poco contaba estar convencido o no de la legitimidad del régimen. Algunos han definido esta situación como “consenso pasivo”, pero otros lo han hecho como pasividad sin consenso. Aquí “cabría” entonces dar un carácter más complejo a la dualidad gramsciana del consenso y la coerción. El consenso podría ser pasivo o activo, y entre el consenso y la coerción podrían encontrarse situaciones como las que Newman denomina patrimonialistas.1 Es decir, lo que la crisis económica y el 68 empezaron a cuestionar no era tanto al gobierno en su legitimidad, sino la forma misma del Estado y todo un proyecto de acumulación que había arrancado desde los años 30’s. Al cuestionarse el 68, el monolitismo estatal y el control organizativo, a pesar de lo limitado de sus demandas, no hacía sino incidir en el corazón mismo del Estado Social autoritario. La crisis económica al cuestionar el papel y la posibilidad de ampliación del Estado en la economía, cuestionaba al Estado Social, a su capacidad de dar concesiones materiales y a su capacidad de guiar la acumulación de capital. Esto, que en los años 70’s, se hizo presente en México con claridad, no era sino el componente nacional de una profunda crisis capitalista mundial de causas semejantes. No es que en México se diese la crisis del Estado Social autoritario porque había crisis mundial sino precisamente había crisis mundial y la de México era parte de esa crisis.2

El proyecto de Echeverría El régimen de Echeverría pretendió refuncionalizar el Estado Social, su estrategia se llamó el “desarrollo compartido”. El presidente Echeverría en su primer mensaje a la Nación en diciembre de 1970, declaró:

F. Newman, El Estado democrático y el Estado Autoritario, Buenos Aires, Paidós, 1975. Véase, Carlos Tello, La política económica en México: 1970-1976, siglo XXI, 1975, Otros autores han demostrado que el efecto del mercado mundial no fue desencadenador importante de la crisis en México. 1 2

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Si para cumplir los mandatos de la Constitución es preciso modificar la estrategia de nuestro desarrollo, procederemos resueltamente[…] Actuaremos por mandato de la soberanía nacional e iremos tan lejos como el pueblo quiera.

Dos días después, en reunión con inversionistas nacionales y extranjeros reiteró: […] ha llegado al gobierno un grupo de hombres que piensa que es necesario modificar la estrategia de desarrollo económico de México.

Y agregaba que [...] no existe un dilema inevitable entre la expansión económica y la redistribución del ingreso. Quienes pregonan que primero debemos crecer para luego repartir, se equivocan o mienten por interés. Se requiere en verdad aumentar el empleo y los rendimientos con mayor celeridad que hasta el presente. Para ello es indispensable compartir el ingreso con equidad y ampliar el mercado interno de consumidores. Para lograrlo es preciso distribuir, el bienestar, la educación y la técnica.3

A los problemas de carácter político que enfrentaba el Estado Social a raíz del 68, se agregaba evidentemente una grave situación económica potencialmente peligrosa. El régimen de Echeverría buscó hacer frente al previsible deterioro del Estado Social en lo económico y lo político no por mecanismos nuevos, como parece desprenderse del mensaje presidencial, sino por la intensificación de uso de las que Arnaldo Córdova llama “las instancias fundamentales de la Revolución Mexicana”.4 Si en el aspecto económico, el desarrollo compartido pretendió la ampliación del mercado interno vía la redistribución del ingreso, en lo político era claro para una parte de la clase política que “se necesitaba” una remodelación de esas “instancias de la Revolución Mexicana”. El presidente de la República recién elegido, en su discurso del primero de diciembre de 1970, reflejó también las preocupaciones políticas del Estado diciendo que

3 Banco Nacional de Comercio Exterior, La política económica del nuevo gobierno, Apéndice Documental, Doc. 4 Dicho autor llama así al uso de reformas sociales como instrumento de control social, Véase Córdova, A., “Las reformas sociales y la tecnocratización del Estado Mexicano”. Rev. Méx. Pol. 70, oct-dic., 1972 FCPyS, UNAM. En contraste con el autor agregaríamos que una de esas instancias siempre presente, ha sido la represión a los movimientos que intentaron ir más allá de dichas “instancias”.

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CAPÍTULO II. EL ASCENSO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO [...] cada seis años tenemos ocasión de analizar resultados, proponernos nuevos objetivos, rectificar el rumbo, si es necesario, y atender las expectativas de cambio que se han gestado en la comunidad.5

De la misma forma, en el homenaje de despedida de la CTM al presidente saliente, Fidel Velázquez expresó con claridad los temores que inspiraban los fantasmas del 68. A propósito del movimiento de independencia sindical que se inició en la empresa Ayotla Textil en octubre de 1970,6 pidiendo castigo a la disidencia y temiendo la alianza obrero-estudiantil. Tiempo después, otros importantes funcionarios del gobierno, como Fausto Zapata, subsecretario de la Presidencia, se encargaría de formular de manera más clara que como lo hizo el presidente de la República, los propósitos políticos del “desarrollo compartido”: Objetivamente, el proceso de democratización alentado por el presidente Echeverría, connota una lúcida decisión política, cuyo primer efecto fue evitar lo que después del 68 parecía inevitable: la crisis estructural del sistema. Cualquier observador del proceso mexicano reconoce que en los últimos años de la década de los 60´s la presión se había elevado peligrosamente. El hermetismo nada solucionó. Fue necesario abrir las válvulas; dejar que el viento desplazará a la masa de aire enrarecido.7

El problema de las formas para restituir las bases del Estado Social autoritario no fue concebido de la misma manera por toda la clase política. Para la parte hegemónica durante el régimen de Echeverría, el acento debía ponerse en lo social, para otros en lo autoritario. Otro tanto sucedió en la propia clase dominante, que se dividió en quienes pedían privilegiar las medidas correctivas y quienes las sociales. En un primer momento, el “desarrollo compartido”, en su vertiente política, tomó la forma de “apertura democrática”, apertura dirigida específicamente a estudiantes, profesores e intelectuales como principales protagonistas del 68 mexicano. Decíamos en otro momento que el 68 no fue un rayo en día soleado, ni tampoco la derrota de este movimiento universitario fue la del movimiento estudiantil nacional. Por el contrario, la dramática derrota del 68 en la capital, para las universidades de provincia, como las de Nuevo León, Sinaloa, Guadalajara, Puebla, etcétera, significó un gran paso adelante que incentivó la lucha y fue de hecho punto de partida en el avanDiscurso presidencial, Tiempo, 7 de dic. 1970, p. 5. Esta huelga se resolvió mediante la intervención de las autoridades del trabajo en favor de la dirección sindical “charra” y con la intimidación de la fuerza pública. 7 Citado en varios autores, Las crisis del sistema político mexicano, México, Colegio de México, 1977, p. 200. 5 6

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ce del movimiento universitario. De 1968 a 1971 en las más importantes universidades de provincia se sucedieron movimientos democratizadores. Este período en términos generales, termina el 10 de junio de 1971.8 A este movimiento protagonizado por la juventud universitaria iba principalmente dirigida la “apertura democrática”, ellos en estos momentos representaban un activo contingente que escapaba al control organizacional del Estado: la insurgencia obrera y campesina apenas iniciaba su ascenso. La “apertura democrática” tuvo dos vertientes principales: las reformas políticas y el “diálogo”. En cuanto a las reformas políticas, las más importantes fueron: a) Conferir la calidad de electores a los mexicanos de 18 años. b) Reducir a 21 años la edad de elegibilidad para los diputados y 30 años para los senadores c) Ampliar a 250 000 habitantes o fracción que pasase de 125 000 los distritos electorales, creándose un total de 16 nuevos distritos. d) Rebajar los índices de 2.5 a 1.5 por ciento de la votación total para que un partido nacional pudiese ser representado en la Cámara de Diputados y ampliar a un máximo de diputados por partido.9 La intención de esas reformas fue la asimilación de la parte de la juventud que se había sustraído al control del Estado Social, intento de encauzar sus inquietudes a través de partidos reconocidos oficialmente.10 Un indicio de la escasa efectividad de esas reformas políticas fueron los resultados de las elecciones federales de 1973, en ellas el porcentaje de votos captados por el PRI disminuyó en casi un 10 por ciento respecto de los votos de 1970. En los estados norteños y en el DF, fueron particularmente serias las pérdidas electorales del PRI.11 En cuanto al intento de “diálogo” entre la clase política y la oposición, éste también se dirigió en forma importante a estudiantes e intelectuales. Entre los estudiantes el diálogo promovido se manifestó en el apoyo a reformas universitarias y en ofertas de incremento de apoyo financiero a las universidades por parte del gobierno así como algunos intentos para democratizar su estructura interna.

8 Los límites entre los periodos son en realidad amplias franjas en el tiempo por el desarrollo desigual de los movimientos estudiantiles locales, probablemente la franja que delimita la fase democrática de la radical se sitúe entre 1971 y 1973. 9 Varios autores, La vida política en México, México, Colegio de México, 1974, p. 64. 10 Ibidem, p. 65. 11 Ibid., p. 62.

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El “diálogo” con los sectores estudiantiles más radicales se estableció de manera indirecta, liberando a una gran parte de los estudiantes y profesores encarcelados en el 68.12 Con los intelectuales el “diálogo” se dio a través de una mayor libertad para un sector de la prensa, y mediante el trabajo personal de acercamiento del presidente de la República que logró que algunas figuras destacadas de la intelectualidad dieran su apoyo al gobierno.13 Sin embargo ni las reformas políticas ni el “diálogo” implicaron el reconocimiento oficial de nuevos partidos y no fueron promovidas reformas en tal sentido, de suerte que la oposición organizada no reconocida legalmente quedó fuera del juego electoral y trató de desarrollar su acción en el seno de organizaciones de masa. En cuanto a los movimientos obrero y campesino, el “desarrollo compartido” no logró contener la llamada “insurgencia de masas”, caracterizada en la lucha por rescatar sus organizaciones de control estatal, lucha que al no poder ser frenada por las “instancias reformistas”, tuvo que ser contenida muchas veces con medidas coercitivas. La contradicción en la que se vieron envueltos el proyecto del “desarrollo compartido” y la “apertura democrática” fue la derivada del intento de impulsar al Estado Social en un momento en el que a nivel internacional éste había entrado en una larga crisis objetiva. Contradicción que se estableció entre la acumulación de capital y el sostén al reformismo estatal, en términos concretos, materiales y no puramente declarativos; todo esto en un contexto de ascenso del movimiento reivindicativo y democrático que amenazaba romper con el control organizacional. Esta contradicción estuvo presente también en los conflictos que se dieron en el sexenio entre la clase dominante y la clase política.

La “Reforma Educativa” de Echeverría Al tornar posesión Luis Echeverría como presidente de la República, el primero de diciembre de 1970 anunció ya la realización de una “reforma educativa”, y afirmar entre otras cosas que [...] nuestro tiempo desafía, en todos los países, la eficiencia de la escuela. Una escuela estática puede generar discordias y retroceso. Una auténtica Reforma Educativa exige

12 M. Huacuja y J. Woldenberg, Estado y lucha política en México actual, México, El Caballito, 1976, p. 93. 13 E. Suárez-Iñiguez, “El dilema de los intelectuales”, Estudios políticos 11, núm. 8, oct-dic., 1976, p. 49.

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL revisar profunda y permanente, los objetivos, los conceptos y las técnicas que guían la docencia. Desconfiemos de los cambios espectaculares y las decisiones de arriba. La Reforma que iniciaremos no será fruto de una imposición burocrática, surgirá de cada aula y estará fundada en la veracidad y en el diálogo”.14

Asimismo, el presidente Echeverría en su primer informe de gobierno del 1o. de septiembre de 1971, aclaraba: [. . .] no será por decreto como habrá de mejorarse la eficiencia de la escuela. Hemos celebrado hasta la fecha 25 asambleas regionales y numerosos debates, seminarios, conferencias y encuestas para recibir la opinión de todos los sectores. Trataremos de alentar la participación y la voluntad, de cambio entre los maestros, los padres de familia, los jóvenes y la sociedad entera para emprender, sobre bases firmes, la renovación permanente de estructuras, métodos y sistemas”.15

En su segundo informe de gobierno, el 1o. de septiembre de 1972, a la vez que puntualizaba las medidas adoptadas y los logros obtenidos insistía: [...] nos empeñamos en ampliar los servicios educativos y en mejorar su calidad; en volverla más democrática y eficaz. Queremos evitar la frustración de las nuevas generaciones por una formación más cabal y mejor orientada hacia las oportunidades de empleo.16

Hugo Cervantes del Río, secretario de la Presidencia, expresaba, por su parte, cuáles eran los objetivos de la Reforma: La tecnología no puede vencer (sic) si carece de recursos humanos altamente calificados por parte del gobierno para estimular el estudio de las técnicas adecuadas, para resolver los problemas específicos de nuestro medio geográfico y de nuestro estado de desarrollo económico, puede afirmarse con certeza que la capacidad industrial de un Estado moderno depende en alto grado de la capacidad de las aulas.17

Es decir, se concibió una “reforma educativa” enfocada, en parte, a la formación de una fuerza de trabajo más adecuada para el desarrollo. Echeverría en noviembre de 1971, expresó a su vez: Tiempo, 6 de septiembre de 1971, p. 35. Banco Nacional del Comercio Exterior, La Política Económica Exterior del Nuevo Gobierno, 1971, p. 161. 16 Tiempo, 11 de septiembre de 1972, pp. 23-24. 17 Castrejón Diéz y C. Panisio, Sobre el pensamiento educativo del régimen actual, México, SEP SETENTAS No. 163, 1974, p. 70. 14 15

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CAPÍTULO II. EL ASCENSO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO [...] pensamos que no puede haber ni independencia intelectual, ni independencia nacional en lo económico y en lo político si no desarrollamos cultura y tecnología nacionales.18

Puesto que la independencia nacional en lo económico y en lo político implica independencia intelectual. Surge entonces el imperativo de la “reforma educativa”, como se desprende del siguiente párrafo: [...] tengo la convicción de que el proceso educativo es el cauce natural para conseguir la democratización de la cultura; a través de la renovación educativa podemos acceder a un desarrollo independiente y completo.19

Más tarde se afirmó: [...] estamos buscando[...] hacer un país económicamente independiente[...] a efecto de lograr un progreso no solamente más acelerado sino más firme.20

Este aspecto del ideario de la “reforma educativa” de Echeverría, en cuanto a visualizar una relación estrecha entre desarrollo económico y nivel educacional de la población, no es de ninguna manera original de la administración echeverriísta sino que diversos autores lo han señalado así; por ejemplo, Faure dice que “el despegue económico presupone un esfuerzo paralelo en el dominio de la educación”.21 Dentro del ideario anterior se desprende que, como consecuencia de la concepción de la educación para la independencia, se sigue la educación para el desarrollo; sin desarrollo económico no puede haber justicia social: Hemos proclamado que ante el crecimiento del país, ante un afán de justicia social, se requiere que impartamos una educación para el desarrollo económico.22

Al año siguiente Bravo Ahuja, secretario de Educación Pública, precisaba los conceptos anteriores: [...] sabemos que es necesario en esta hora apoyar ampliamente el desenvolvimiento científico y tecnológico, y ponerlo al servicio de un desarrollo industrial. Empero es preciso L. Echeverría, Gobierno Mexicano, No. 12, 30 de noviembre de 1971, p. 39. V. Bravo, Ahuja, “Ceremonia de entrega de los premios nacionales”, México, noviembre 26 de 1971, Documentos II, SEP, 1972, p. 311. 20 L. Echeverría, Gobierno Mexicano No. 15, 29 de febrero de 1972, pp. 240-241. 21 E. Faure, “Aprender a ser”, UNESCO, 1972, p. 32. 22 L. Echeverría, Gobierno Mexicano, IV, 28 de agosto de 1971, p. 260. 18 19

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL considerar que la historia de México, los factores sociales que legitiman los actos del Estado Mexicano, no se satisfacen con el logro de la industrialización, es decir, con el sólo crecimiento de nuestras tasas de producción; el país busca la soberanía económica como fundamento del desarrollo independiente y, aún más, equilibrado. Este supuesto básico incluye de un modo insobornable las complejas actividades de la vida social en un marco de justicia y equidad.23

Pero ¿cómo se concebía por el régimen de Echeverría que la educación contribuiría al desarrollo económico? Al respecto, en la comisión coordinadora de la Reforma Educativa se afirmó: [...] en conjunto el sistema escolar tiene una importancia de la mayor significación si se la juzga desde el punto de vista del desarrollo. Lo anterior se debe no sólo a que la acción educativa crea un clima psicológico favorable a la innovación y al cambio, sino también a que, mediante ella, se procuran recursos humanos de mayor calificación que hacen posible la evolución y conducción del proceso mismo del desarrollo. Después de los niveles correspondientes a la educación básica, el sistema escolar tiene como importante función la de preparación de los cuadros medios superiores de la fuerza de trabajo.24

Para el régimen de Echeverría la “reforma educativa” es definida por el presidente de la República como “fundamentalmente una tarea política”.25 “Hoy en día —manifestaba el secretario de Educación— se percibe con más intensidad que nunca el cobrar conciencia de las relaciones que existen entre la educación, la economía y las estructuras sociales”.26 La necesidad de la “reforma educativa”, por tanto, no sólo se contempla en función de la producción de fuerza de trabajo para el desarrollo sino que, como dice en los documentos preparatorios de la Reforma: “la juventud estudiantil tiene pocas perspectivas para el ejercicio profesional por falta de fuentes de trabajo, hecho que limita su participación social y produce intranquilidad y pesimismo. La juventud inconforme y apasionada canaliza su conflictiva actual destacando la confusión de valores de la vida individual y social, la necesidad de cambiar las estructuras que considera anacrónicas”.27 23 V. Bravo Ahuja, “II Reunión de la Junta del CONACYT”, febrero 21, Documentos II, SEP, 1972, p. 279. 24 Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, SEP, 1970, p. 89. 25 L. Echeverría, Gobierno Mexicano, IV, 28 de agosto de 1971, p. 260. 26 V. Bravo Ahuja, Documentos II, SEP, 1972, p. 348. 27 J. Castrejón, Sobre el Pensamiento Educativo del régimen actual, México, SEP 70s, No. 62, 1974, p. 50.

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Por otro lado, en la declaración de Veracruz de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior (anules), se manejo como tesis central el que “la educación debe contribuir a superar la dependencia de las clases económicamente menos favorecidas”.28 Es decir, se concibe la “reforma educativa” como un medio de lograr la justicia social; por esto mismo, una de las tesis centrales de la reforma es la de la democratización de la enseñanza, en especial la superior, aspiración derivada de nuestro sistema político y social. Democratización de la enseñanza significa igualdad de oportunidades a todos los aspirantes, sin distinción de situaciones de orden económico, social y político, religioso o geográfico.29 Por otro lado, al considerar, como una de las causas de la necesidad de la reforma, la explosión demográfica educativa30 y en congruencia con el planteamiento de la democratización de la enseñanza y su papel de pasarela social, en el documento de la comisión sobre la Reforma Educativa se afirma que “reducir la afluencia de estudiantes para mantener los niveles académicos actuales, no puede ser en manera alguna una solución aplicable al caso mexicano”.31 Para impulsar esa democratización de la enseñanza y evitar el problema del cupo [...] el gobierno de la República ha aportado todos los recursos a su alcance para propiciar una más generosa distribución del sector y del quehacer, para constituir un sistema educativo abierto. A la mitad del sexenio el presupuesto educativo se ha triplicado y en los centros de educación superior se ha cuadruplicado.32

En la “reforma educativa” está presente la disidencia estudiantil que tuvo su máxima expresión en el movimiento del 68. En este sentido las autoridades educativas y el presidente de la República hicieron continuas exhortaciones al diálogo, a que la planificación de la Reforma fuese también producto de los estudiantes, a provocar con la Reforma un proceso constructivo de concientización, y a plantear ciertas formas de democracia interna en las universidades. Sobre los peligros que entraña la carencia de diálogo se expresó claramente el secretario de Educación Pública: [...] y somos nosotros, compañeros de las instituciones de cultura superior, quienes estamos obligados a mantener el diálogo, quienes debemos recurrir en todo momento a Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, SEP, 1970, p. 96. Ibidem, p. 20. 30 Ibid., p. 92. 31 Tiempo, marzo 18, 1974, XV Asamblea de la ANUIES del 10 de marzo, p. 5. 32 V., Bravo, Ahuja, Documentos I, SEP, 1972, p. 139. 28 29

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL los medios superiores de entendimiento porque todo dogmatismo, todo autoritarismo sólo engendra regímenes de terror y de violencia.33

Como dice Alonso Aguilar, hubo sin duda un interés de los funcionarios por lo que ha dado en llamarse el “diálogo”, por oír y, sobre todo, hacerse oír en círculos donde, como ocurre entre los estudiantes, es patente la inconformidad.34 Así lo confirma LEA en su segundo informe de gobierno: [...] casi no ha transcurrido día de mi mandato en que no haya dialogado con maestros, estudiantes y jóvenes profesionales; con científicos, artistas y escritores. Su participación en el cambio garantiza avances genuinos y perdurables.35

Durante la primera parte de la década de los sesentas, la principal demanda estudiantil fue la democratización del gobierno de las universidades. La “reforma educativa” fue sensible a esta inquietud: En los establecimientos escolares las tareas docentes deben estar impregnadas de sentido democrático. La participación activa del alumno, en el proceso de su formación y en el gobierno escolar, debe ser condición esencial del funcionamiento de las escuelas.36

Pablo González Casanova, entonces rector de la UNAM, apuntalaba las consideraciones anteriores, al afirmar que [...] la Reforma del gobierno y la administración de la Universidad consiste en aumentar el número de organizaciones democráticas de profesores y estudiantes e incrementar su participación y su influencia en la toma de decisiones, por lo que se refiere a los planes de estudio, designación de autoridades, elaboración de presupuestos y, en general, fijación de derechos y obligaciones de los miembros de la comunidad universitaria.37

Por último, la comisión coordinadora de la “reforma educativa”, en su documento final consideró que [...] la expansión de los servicios educativos y el desarrollo de una mayor cobertura de los medios de comunicación social han incidido en la más amplia información de la juventud, 33

Ibidem. Varios autores, Los Estudiantes, la Educación y la Educación y la Política, 1971, 110. 35 Tiempo, septiembre 8, 1972, p. 3. 36 Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, 1970, p. 60. 37 Gaceta de la UNAM, agosto 27, 1971, p. 1. 34

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CAPÍTULO II. EL ASCENSO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO con respecto a los variados y complejos problemas derivados de las situaciones de pobreza, injusticia, discriminación, opresión y agresión física o económica. Frente a esta realidad, la juventud se ha constituido en un grupo frecuentemente crítico de tales condiciones. Este fenómeno alcanza su más vigorosa expresión en el medio estudiantil, en el que la falta de perspectivas para el ejercicio profesional y la ausencia de comunicación entre los jóvenes estudiantes y las autoridades, se interpretan como elementos que coartan las posibilidades de participación democrática en el examen de las cuestiones fundamentales del desarrollo nacional.38

Por otro lado, se señala en el mismo documento, que las demandas de ingreso a estudios profesionales se ven incrementadas en magnitudes importantes y además que se ha presentado, desde hace algunos años, una fuerte corriente de opinión que convierte a las instituciones de enseñanza superior en tema de debates respecto al papel que les corresponde jugar en el proceso de cambios estructurales de la sociedad; [...] particularmente importantes en este sentido son las manifestaciones de la juventud estudiantil que, habiendo formado conciencia de los problemas y desequilibrios que originan las actuales condiciones de orden social y económico desea participar en el análisis de dichos problemas.39

Es probable que la comisión tenía presente tanto la disidencia estudiantil como la participación de grupos políticos en los movimientos universitarios; como solución se propuso: [...] en cuanto al contenido de la enseñanza, como estrategia en el proceso educativo, parece necesario vincularlo estrechamente a la problemática de la sociedad mexicana, no sólo porque de esta manera se interesa a los estudiantes en el conocimiento de los temas actuales de orden político, socioeconómico, científico y tecnológico, sino que de esa manera se estimula a comprender y apreciar los fenómenos de cambio y progreso del país.40

A diferencia del periodo de Díaz Ordaz, en el régimen de Echeverría existió una sustentación ideológica y un proyecto coherente para la educación en general y para la educación superior en particular, con su propio estatuto político que contemplaba a la estructura universitaria como potenciadora de movimientos estudiantiles peligrosos.

Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, 1970, p. 20. Ibidem, pp. 90-91. 40 Ibid., p. 93. 38 39

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El ascenso de la lucha democrática Con la derrota del 68, el movimiento estudiantil capitalino se sumió en largo reflujo; no así el de provincia, donde el movimiento del 68 constituyó un puntal, mejor dicho el inicio de la lucha democrática en muchas universidades, que les llevaría algunos años después a superar las demandas y objetivos del movimiento del 68. El 68 había tenido la virtud de conformar con plenitud un movimiento estudiantil nacional no controlado por el Estado, hegemonizado por las fuerzas de izquierda. Después de la derrota del 68, el foco de las luchas se desplazo hacia las universidades de provincia; entre las más importantes tenemos a Nuevo León, Sinaloa, Puebla, Oaxaca, Chihuahua y Guadalajara. Los intentos por disminuir el apoyo estatal a la educación se repitieron en Sinaloa y en otros lugares. Los datos que hemos analizado acerca de la estructura universitaria muestran el estancamiento del apoyo estatal a la educación superior durante el régimen de Díaz Ordaz. Ante esta situación nos parece claro que el crecimiento de la demanda educativa al no tener consonancia con los requerimientos de fuerza de trabajo por parte del sistema, hizo que la política estatal de educación superior se determinara por las presiones políticas de las capas medias; sin embargo, este proceso se daba en el contexto de un déficit peligroso del gasto público y ante un régimen que había privilegiado la fuerza sobre el consenso (al menos en los momentos más críticos de la lucha política).

La lucha en la Universidad Autónoma de Nuevo León El movimiento más importante posterior al 68 fue el que se escenificó en la UANL, tanto por los logros que obtuvo como por su capacidad de fijar la atención nacional sobre un movimiento universitario. La Universidad Autónoma de Nuevo León participó en el movimiento estudiantil nacional de 1968 desde septiembre de ese año integrado al movimiento a la dirección estudiantil del Tecnológico de Monterrey. En Monterrey el 68 no tuvo caracteres dramáticos como en la capital; la represión no fue especialmente notoria y el movimiento estudiantil democrático salió fortalecido. La masa estudiantil de la Universidad de Nuevo León participó por primera vez en un movimiento nacional no controlado por el Estado; se enfrentó a la cara autoritaria del Estado y mantuvo sin merma a un grupo amplio de dirigentes que hasta 1971 fungieron como dirección intelectual y organizativa del movimiento. En 1969 los problemas materiales de la UANL se habían agravado, ante una masa estudiantil que había recibido el impacto de 1968. En septiembre de 1969 se gene64

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ralizaron los paros en diversas escuelas por problemas muy variados; en estos paros predominaron las demandas de autogestión universitaria y aquellas ligadas con la solución de problemas materiales de los estudiantes (como falta de instalaciones adecuadas) y aun llegó a pedirse la destitución del rector y del secretario general de la universidad: esta última demanda tuvo eco y el rector se vio obligado a renunciar. A partir de la renuncia del rector, el gobernador expidió dos decretos: uno que concedió la autonomía a la universidad (que pasó de ser Universidad de Nuevo León (UNL) a Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL)) y, otro, autorizar al consejo universitario, constituido por 1/3 de profesores, 1/3 de estudiantes y 1/3 de directores de escuela, para elegir al nuevo rector que anteriormente era nombrado por el Gobernador del estado. Además, hubo otro decreto que autorizó la creación de una comisión de profesores y alumnos que redactase un proyecto para una nueva ley orgánica. A raíz del primer decreto fue nombrado rector el doctor Oliverio Tijerina, y secretario de la universidad el licenciado Tomás González de Luna, prominente miembro del PCM en el estado de Nuevo León. Mientras tanto muchas direcciones de escuela fueron ocupadas por militares del Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León (STUNL) o del PCM. En cuanto al segundo decreto la comisión redactó el proyecto de ley y éste fue entregado al Congreso local en mayo de 1970. Este proyecto contemplaba la creación de un órgano supremo de la universidad llamado asamblea universitaria, integrado por tres representantes maestros y tres alumnos por cada escuela.41 En ese proyecto quedó plasmada la aspiración máxima del movimiento en la fase democratizadora, en que la clara hegemonía de la Juventud Comunista (JC) imprimió su sello al periodo, y a través de todo este proceso tuvo una participación muy importante a nivel de la dirección del movimiento. Durante el segundo semestre de 1970 se desató una campaña periodística en contra de las nuevas autoridades de la UANL y, más aún, hubo atentados en contra del rector. Este renunció a principios de 1971, cuando el gobierno del estado redujo el presupuesto universitario en 10 millones de pesos. Después de la renuncia del rector Tijerina el consejo universitario nombró al ingeniero Héctor Ulises Leal como rector de la universidad. Contó con el apoyo del PCM, de los grupos espartaquistas y otras corrientes democráticas. Cuando el rector Leal Flores tomó posesión de su cargo pidió que se resolviera de inmediato sobre el proyecto de ley orgánica e insistió en la gravedad de la situación económica de la universidad; “Elizondo (el gobernador) contestó

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J. Wing, Los estudiantes, la educación y la política, México, Nuestro tiempo, 1971, p. 80.

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diciendo que la quiebra de la universidad se debía a malos manejos y no era culpa de su gobierno”.42 El 25 de marzo de 1971, el gobierno del Estado redujo nuevamente el presupuesto en otros 7 millones de pesos y al día siguiente el gobernador entregó al Congreso local su propio proyecto de ley orgánica, que fue aprobado 24 horas después. Esta nueva ley creaba una “Asamblea Universitaria” integrada por 30 miembros, de los cuales seis correspondían a los universitarios (tres profesores y tres estudiantes), el resto estaba constituido por líderes obreros, líderes campesinos, representantes de la prensa y la televisión, del Congreso local y de los profesionales organizados. El rector Ulises Leal fue destituido y en su lugar se nombró como rector el coronel Arnulfo Treviño Garza. Maestros y estudiantes repudiaron la nueva ley y al nuevo rector impidiéndole tomar posesión de su cargo. Durante un mes el movimiento mantuvo su carácter local, pero a principios de mayo otras universidades de provincia y escuelas superiores del DF empezaron a solidarizarse con la lucha de Nuevo León.43 Es decir, a raíz del conflicto de NL el movimiento estudiantil, desarticulado en 1968 como movimiento nacional, empezaba a recomponerse. La de Nuevo León era la lucha más avanzada del momento y la que había obtenido logros democráticos más importantes, en esta medida se convertía en prototipo a seguir por el movimiento democratizador. Los estudiantes y maestros siguieron reconociendo como rector a Ulises Leal y formaron, al margen de la ley orgánica, una asamblea universitaria paritaria el 18 de mayo de 1971, e iniciaron una huelga general ante la negativa del gobierno estatal para dialogar en torno del problema originado con la promulgación de la nueva ley orgánica.44 El 7 de mayo, en entrevista con representantes del STUNL, el presidente de la República se limitó a proponer el diálogo como medio para resolver el problema y mostró disposición a enviar al secretario de Educación Pública, para que actuase como mediador. Muchos medios de información hicieron eco de la actitud conciliadora del gobierno central; por ejemplo un diario capitalino comentaba: “Ahora tiene el gobernador de NL una buena oportunidad de mostrar su adhesión práctica al presidente de la República[...] derogando la ley repudiada y restaurando en esas condiciones la autonomía de la universidad”,45 y a medida que el conflicto empeoraba hablaban de “la deplorable ineptitud de las autoridades locales para reExcelsior, 1o. de junio de 1971. (Elizondo era entonces gobernador de Nuevo León). J. Wing, op. cit., p. 80. 44 El Día, 9 de mayo de 1971. 45 Últimas Noticias de Excelsior, 8 de mayo de 1971. 42 43

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solver el conflicto mediante el diálogo y el empleo de la razón”.46 A fines de mayo un editorial de El Universal se refirió a la “peligrosa actitud del gobernador Elizondo”, quien “no ha entendido nada y es el lunar negro en la blancura del procedimiento gubernamental de nuestra época”.47 Elizondo contestó diciendo que en la universidad era sólo un pequeño grupo el que alentaba la oposición a la ley y que “el nuevo estatuto tiende a poner fin a un estado de cosas en que la ingerencia de fuerzas extrañas a la UANL daba lugar a problemas, que han hecho perder lamentablemente el tiempo de los universitarios” y que “la asamblea representaba al pueblo”.48 Pero la ofensiva del gobierno estatal no terminó ahí; se suspendieron los salarios de los trabajadores de la universidad, se congeló el subsidio estatal, se amenazó con cerrar la universidad, se recurrió a grupos de choque y a la fuerza pública para arrebatar los edificios universitarios al movimiento y entregarlos a las autoridades designadas por la Asamblea.49 El 24 de mayo el STUNL levantó el paro para que los empleados pudiesen cobrar sus salarios, puesto que tenían más de dos meses sin recibirlo; de todos modos el STUNL declaró que eso no significaba la aceptación de la ley orgánica.50,51 A pesar de la toma de las escuelas por la policía, el paro continuó en 20 de las 27 dependencias de la universidad. Ante esto, las autoridades estatales aumentaron el subsidio y empezaron a pagar los salarios caídos a los empleados; la Asamblea acordó dar como plazo el 31 de mayo para volver a clases, en caso contrario se perdería el año escolar. A la campaña de prensa en contra de la política del gobernador de Nuevo León se sumaron declaraciones de personajes importantes como Pablo González Casanova, rector de la UNAM, quien hizo un llamado a las autoridades de la UANL para que, por conductos legales a su alcance, procedieran a derogar la ley orgánica y devolvieran a la mayor brevedad la autonomía de la universidad, y agregó: El gobernador de NL ha expresado que el concepto de autonomía es confuso y en declaraciones públicas ha demostrado no haberlo entendido[…].52 Excelsior, 24 de mayo de 1971. El Universal, 28 de mayo de 1971. 48 El Día, 12 de mayo de 1971. 49 Excelsior, 22 de mayo de 1971. 50 El Día, 31 de mayo de 1971. 51 El caso del STUNL es el de un sindicato universitario que organizó y participó en movimientos que no tenían el carácter de luchas gremiales. Esta posición del STUNL se repetiría en el movimiento del 72-73 para deponer a Ulises Leal como rector; en esta ocasión el sindicato tomó abierto parido por Ulises Leal. 52 Excelsior, 29 de mayo de 1971. 46 47

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La prensa nacional interpretó lo anterior como una concordancia entre González Casanova y la tesis del gobierno federal. Al respecto, Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación, expresó: El rector de la UNAM coincide con la tesis que sustenta el gobierno federal. El gobierno federal no empleará nunca la limitación de recursos físicos como un pretexto para propiciar la intromisión de fuerzas públicas y económicas en el seno de las comunidades educativas.53

Al día siguiente de las anteriores declaraciones se puso en marcha la fórmula presidencial para terminar con el conflicto: [...] por instrucciones del presidente Echeverría, el ingeniero Bravo Ahuja salió ayer a la ciudad de Monterrey. La medida fue tomada en atención a las peticiones presentadas por el licenciado Elizondo, los ingenieros Héctor Ulises Leal y Fabián Navarro, ex-rector y secretario general del STUNL, respectivamente.54

El 3 de junio, Bravo Ahuja dio a conocer sus recomendaciones para terminar el conflicto.55 Unas horas después se anunció que el Congreso convocó a un periodo extraordinario de sesiones y el secretario de Educación adelantó la solución, al plantear que todos los grupos que entrevistó estaban en contra de la asamblea popular y sugirió a los diputados que escucharan a todos los sectores y se entendiera que el concepto de autonomía universitaria debería ser claro como en la UNAM.56 Ocho horas después de iniciado el periodo extraordinario del Congreso, los legisladores aprobaron un proyecto de ley presentado por siete ex-rectores de la UANL; en dicha ley desaparecería la asamblea popular y se establecía una junta de gobierno.57 El conflicto culminó con las renuncias del rector impuesto, el mismo día de aprobación de la nueva ley orgánica, y la del gobernador, al día siguiente. Elizondo, al renunciar, expresó su inconformidad ante la solución dada al conflicto: Se sacrificó lo esencial en aras de una paz temporal que poco significa, y, en mi modesta opinión, el medio adoptado precipitará a nuestra Alma Mater a un abismo del que difícilmente podrán rescatarla las generaciones venideras.58

El Día, 30 de mayo de 1971. El Día, 31 de mayo de 1971. 55 Excelsior, 4 de junio de 1971. 56 Ibidem. 57 Excelsior, 5 de junio de 1971. 58 Últimas Noticias, 5 de junio. 53 54

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Durante el conflicto las organizaciones patronales locales habían tomado partido por el gobernador. Las dos soluciones estatales respecto del conflicto en Monterrey, dejan ver la existencia de dos proyectos en la clase dominante para la solución de las crisis que los primeros años de los 70’s representaron: el primer proyecto comprendía la apertura democrática y el desarrollo compartido, dirigido por el gobierno federal, que ante conflictos como el de NL no siempre planteó soluciones de capitulación incondicional por parte de la oposición, ni utilizó siempre el recurso de los cortes presupuestarios; el segundo, el proyecto impulsado por algunos de los grupos más homogéneos y desarrollados de la burguesía, privilegiaba las soluciones de fuerza sin mediaciones. Nuevo León fue primer terreno de prueba donde se impuso el proyecto del gobierno federal, a pesar de las protestas de los empresarios. En el movimiento universitario se presentaron divergencias ante la solución dada por el gobierno federal, ya que la nueva ley orgánica, si bien no era la propuesta por Elizondo, tampoco era la deseada por el movimiento universitario. El 8 de junio, en una asamblea convocada por Ulises Leal, se manifestaron las diversas posiciones: cuatro escuelas no aceptaban la ley, tres mantuvieron una posición ambivalente, nueve dijeron estar dispuestas a aceptar la ley siempre y cuando se le hicieran algunas reformas, y nueve decidieron aceptarla como estaba. La mayoría se inclinó por aceptar la ley aunque con posibilidad de reformas.59 De este modo la expresión de las distintas posiciones dejó ver claramente cuáles eran los componentes del bloque democrático en ese momento: El PCM (dividido entre la célula Ángel Martínez Villarreal y la Juventud Comunista), los espartaquistas y los ulisistas. Héctor Ulises Leal, quien había expresado su inconformidad con la ley, no tardó ni 24 horas en rectificar su posición y hacer un llamado a retornar a clases.60 Es posible que esta actitud contribuyese para que el 28 de julio la junta de gobierno lo eligiera nuevamente como rector. El segundo arribo de Ulises a la rectoría de la Universidad dividió al bloque democrático: la célula Ángel Martínez Villarreal planteó apoyarlo, el resto del PCM proponía brindar al nuevo rector apoyo condicionado (ya que este rector era visto como agente de la política presidencial en la UANL). Las diferencias se definieron en una asamblea del PCM donde, a excepción de la célula Ángel Martínez Villarreal, se decidió no apoyar a Ulises Leal. Como se ve, la lucha democrática del 71 arrojó resultados más pobres desde el punto de vista jurídico que la emprendida en 1969. Esta vez ya no era el consejo universitario el que nombraba al rector, sino una junta de gobierno; sin embargo, se logró 59 60

El Día, 9 de junio. Excelsior, 6 de junio.

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hacer llegar a la rectoría una persona identificada con parte importante del movimiento democratizador, y el movimiento resultó enriquecido en experiencia y combatividad. A partir de este momento, la lucha en la universidad ya no tendría por objeto el establecimiento de organismos paritarios de gobierno, sino que se daría un complejo enfrentamiento entre la parte radicalizada del movimiento democratizador contra las nuevas autoridades universitarias y de éstas con los restos de la derecha tradicional. Los enfrentamientos al interior de la izquierda en Nuevo León se hicieron patentes a partir del congreso nacional de la juventud comunista, realizado en Monterrey en 1969. En este congreso Raúl Ramos Zavala encabezó las posiciones radicales frente a las posturas tradicionales del PCM. El deslinde formó parte de una crisis, que afectó al PCM, a las juventudes comunistas, a los espartaquistas y a algunos grupos de carácter social-cristiano. Vale señalar que la correlación de fuerzas y el sistema de alianzas que permitieron la llegada de Ulises Leal a la rectoría, una vez que éste ocupó el cargo dió un vuelco. En la fase democrática del movimiento en la UANL, la formación temprana del STUNL respecto de los sindicatos de otras universidades, permitió que los profesores se integraran a las luchas de manera más importante que como lo hicieron trabajadores de Sinaloa y Puebla; sin embargo, el destacamento de avanzada durante la fase democratizadora en Monterrey fue el sector estudiantil. Cuando la lucha democrática en la UANL llegaba al clímax en 1971 (antes que ninguna otra universidad de provincia) el movimiento obrero independiente todavía no tenía sino tímidas manifestaciones. El avance del movimiento estudiantil en Nuevo León se volvería en su contra, puesto que la radicalización estudiantil no correspondía con el nivel de las luchas en otras clases subordinadas. Así la fracción radical del movimiento estudiantil llegó a concebir las condiciones de radicalización en la UANL con las del país en su conjunto, al menos en forma potencial.

Coerción y transacción en la Universidad Autónoma de Sinaloa En 1968, los estudiantes de la UAS apoyaron al movimiento estudiantil del DF y demostraron gran combatividad. La primera forma de apoyo se manifestó en la suspensión de labores académicas universitarias en el Estado.61 Para frenar la protesta estudiantil, el gobernador del Estado, Leopoldo Sánchez Celis, suspendió el subsidio a la universidad, y prometió entregarlo en cuanto se normalizaran las clases. Posteriormente envió al Congreso local un proyecto de mo61 La Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (FEUS) se encontraba en ese entonces adherida a la CNED, organización estudiantil controlada por el PCM.

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dificaciones a la ley orgánica de la UAS que establecía un sistema de “becas”, con la idea de que la universidad se autofinanciara; asimismo creó una comisión formada por representantes de la iniciativa privada, el gobierno y la universidad, para controlar el subsidio universitario (esta comisión tendría, además, la función de determinar el costo por alumno en cada escuela y exigir al estudiante el pago anual correspondiente). Tal sistema de “becas” no se llevó al cabo por la presión estudiantil, y el nuevo gobierno estatal suspendió, en enero de 1969, la aplicación del plan. Además, prometió aprobar el proyecto de ley orgánica que el consejo universitario le presentara en el futuro. Posteriormente, el consejo presentó ante el Congreso un proyecto de ley que había sido discutido y aprobado previamente por estudiantes, profesores y las autoridades universitarias el 28 de enero de 1969. En ese proyecto se incluían como reformas fundamentales: a) desaparición de la junta de gobierno, b) establecimiento de un consejo universitario paritario, como máxima autoridad dentro de la universidad, c) consejos técnicos paritarios, y d) eliminación del sistema de “becas”. Así en 1969 el movimiento estudiantil sinaloense enfrentó dos problemas: la lucha por la aprobación de la ley orgánica y el inminente cambio de rector para febrero de 1970.62 El rector en funciones, Rodolfo Manjarrez Balbuena, inició una estrategia en relación con el próximo nombramiento de rector que consistió en encabezar la campaña de desprestigio en contra de posibles candidatos tales como el licenciado Marco César García Salcido, quien fue suspendido de su puesto como secretario de la UAS y del licenciado José Luis Ceceña.63 La agitación en la universidad continuó durante todo el 69 y la situación hizo crisis el 12 de febrero de 1970 cuando el Congreso local aprobó una ley orgánica que no fue la presentada por los universitarios, en la que se mantenía la junta de gobierno como máxima autoridad de la universidad, no se eliminó el sistema de “becas”, ni se establecía el consejo universitario paritario, aparte otorgaba facultades al rector para nombrar directores de escuelas e institutos. Para rematar la situación, la junta de gobierno eligió como rector al licenciado Gonzalo M. Armienta Calderón, miembro distinguido del partido oficial. El nuevo rector declaró al conocer su nombramiento que: “aparte de ligar más la universidad a la industria y construir la ciudad universitaria”, se proponía, “evitar que la universidad siga en manos de comunistas que la están llevando al caos”.64 Los estudiantes desconocieron el nombramiento del rector y rechazaron la nueva ley orgánica. El 25 de febrero se apoderaron de los edificios de la universidad J. Wing, op. cit., p. 80. Oposición, 15 de abril de 1970, p. 5. 64 Ibidem, p. 2. 62

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e impidieron que el rector tomara posesión del cargo ante el consejo universitario. La represión policiaca no se hizo esperar y el edificio central de la universidad fue tomado por la policía y grupos de choque. El saldo fue un estudiante muerto y otros varios heridos. Los estudiantes se organizaron y lograron tomar nuevamente el edificio central, después de fuertes enfrentamientos.65 La violencia continuó y fueron encarcelados 21 estudiantes; hubo una gran campaña de prensa que acusó al movimiento estudiantil de subversivo y comunista. El gobernador del Estado, siguiendo la línea trazada por el presidente de la República en su cuarto informe de gobierno, amenazó con la intervención del ejército y la pérdida del año escolar si no se volvía a clases.66 El 4 de abril el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) decidió abandonar el edificio central, considerando que la amenaza del gobernador de hacer intervenir el ejército era real. El rector volvió al edificio de la universidad pero las clases prácticamente no se reanudaron. El consejo estudiantil puso como condiciones para la vuelta a clases el cese de las persecuciones y de la represión, la libertad de los presos y la conservación de derechos y puestos de los profesores que apoyaron el movimiento. El 22 de abril el CEU llamó al retorno a clases.67 Después de este repliegue del movimiento, las autoridades universitarias reprimieron a algunos maestros opositores despidiéndolos o bajándolos de categoría. La represión continuó en septiembre con el secuestro de líderes estudiantiles como Antonio Pacheco Ortiz, presidente del Frente de Defensa Popular, fundado en 1969.68 Durante el resto del 69 y prácticamente todo 1970, esta represión cotidiana a la oposición continuó en la UAS. El 8 de octubre de 1971, al visitar el secretario de Educación Pública la UAS, con el fin de anunciar el incremento en el subsidio federal, un grupo de estudiantes denunció la política represiva del rector ante el funcionario. El secretario de Educación presidió la reunión del consejo universitario, durante la cual hubo manifestaciones de repudio a las autoridades universitarias, como resultado de estos actos, el rector expulsó a seis dirigentes de la FEUS. El 13 de octubre, las juventudes del PRI organizaron un acto de desagravio a Bravo Ahuja, que terminó en zafarrancho. Los actos relacionados con la visita de Bravo Ahuja a la UAS marcaron la reanudación del movimiento democratizador.69 Con motivo de las últimas expulsiones de estudiantes hubo paros en varias escuelas, pero las clases se reanudaron en noviembre. Aprovechando las vacaciones de fin de 65

Ibid., p. 8 Oposición, No. 2, p. 3. 67 Oposición, 1o. de mayo de 1970, p. 8. 68 Oposición, No. 12, p. 10. 69 Tiempo, 21 de febrero de 1972, p. 39. 66

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año, se reunió el consejo universitario y acordó no reconocer los estudios realizados en la universidad, del 15 de septiembre al 15 de enero, en las escuelas de Economía, Derecho Contabilidad y Administración y a cambio de ello, realizar cursos intensivos para los estudiantes de estas escuelas, del 3 de enero al 15 de febrero. Los estudiantes, al volver de vacaciones, repudiaron el plan de cursos intensivos e insistieron en la antigua consigna de la destitución de Armienta y su administración;70 también se planteó el establecimiento de la autogestión en algunos consejos técnicos. El rector denunció, entonces, la intromisión del PCM en el conflicto.71 El movimiento buscó apoyos extrauniversitarios y logró concertar acciones conjuntas con el Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, el Movimiento Revolucionario del Magisterio, el Movimiento Sindical Ferrocarrilero y con grupos de colonos. Sin embargo, este movimiento siguió como esencialmente estudiantil y la participación de los profesores no se dio a nivel masivo (los estudiantes acusaron a los profesores, de mantener una actitud “chambista”). El rector fue apoyado insistentemente por los representantes locales de la burguesía, los cuales desataron una gran campaña propagandista en contra del movimiento. Sin embargo, las acciones no menguaron; el movimiento se extendió y la cogestión fructificó. El 5 de abril del 72 se produjeron grandes enfrentamientos entre estudiantes y grupos de choque, que se prolongaron durante varios días, con saldo de varios muertos y heridos. El gobernador acusó al PCM de ser culpable de los enfrentamientos. El secretario de Educación Pública se prestó como mediador en el conflicto y, coincidiendo con la “apertura democrática”, el Congreso local aprobó el 1o. de abril una nueva ley orgánica, por medio de la cual desapareció la junta de gobierno y se estableció un consejo universitario paritario. A raíz de la aprobación de la nueva ley orgánica renunció el rector el 7 de abril y el gobernador prometió que cesaría la represión.72 En esencia, durante el desarrollo de esta lucha, las fuerzas en pugna y las contradicciones interestatales fueron muy semejantes a las del movimiento de Nuevo León: el ascenso de la lucha se inició por la situación material de la universidad y con la acumulación de la experiencia del 68 se convirtió en lucha política, las fuerzas en pugna eran, por un lado, las democráticas y por el otro las estatales (locales y nacionales), las fuerzas estatales no presentaban una sola posición, las locales privilegiaban la solución de fuerza, en tanto que las federales esgrimieron la “apertura democrática”. Se puede decir que con el establecimiento de la paridad en el consejo universitario culmina la fase democrática del movimiento en Sinaloa, pero en esta última lucha Oposición, 16-31 enero de 1972, p. 6. Tiempo, 28 de enero de 1972, p. 29. 72 Oposición, 16-31 abril de 1972, p. 1. 70 71

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ya se empezaron a presentar gérmenes de conflictos futuros. Dentro del movimiento, donde la Juventud Comunista era indiscutiblemente la fuerza hegemónica, se presentaron dos posiciones: a) una que planteaba que la lucha por el cogobierno era lucha reformista y que la caída del rector era sólo resultado de pugnas interburguesas; y b) otra que planteaba la fase democratizadora como un paso necesario en la politización de los universitarios.73 Hay que recordar que la culminación de la lucha democrática en Sinaloa se produjo cuando ya, desde 1969, al interior de la Juventud Comunista, se habían dado escisiones dentro de la izquierda, como en el caso de NL. En Sinaloa no dejaron de tener presencia estos grupos que se insertaron en el movimiento en un momento en que la ola democrática llegaba en su clímax. Durante 1970, 1971 y 1972 que son los años del movimiento en contra del rector, los ingresos por alumno en la UAS disminuyeron de 4 500 en 1969 a 3 800 pesos en 1972, para luego aumentar constantemente a partir de 1972 (a pesar de que, en 1973, como se verá más adelante, la radicalización fue notable). Los incrementos en los ingresos/alumno anuales siguieron la trayectoria marcada en el cuadro 2-1. Cuadro 2-1. Incrementos anuales en los ingresos-alumnos en la UAS (%) Año

% de Incremento anual

1968

-15.5

1969

50.3

1970

-6.2

1971

-2.2

1972

-7.6

1973

13.3

1974

52.7

1975

13.7

Fuente: elaboración propia.

Recordamos que el intento del gobierno federal en 1971 por mejorar la situación financiera de la UAS quedó momentáneamente coartado por el rechazo de los grupos estudiantiles. Hay que hacer notar que el proyecto del gobierno federal, en ocasiones, como en Sinaloa, Nuevo León, Puebla, Oaxaca, encontró obstáculos importantes ante los grupos locales de poder (especialmente los de carácter económico), que pugnaron 73

Oposición, No. 40, 3a. de forros.

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por soluciones coercitivas a estos conflictos universitarios. De esta manera, el proyecto federal sólo pudo imponerse en la UAS hasta 1972, no obstante haberse iniciado el nuevo régimen en 1971. Cabe finalmente recalcar algunos de los rasgos de esta primera fase del movimiento de la UAS: a) la lucha tiene un carácter cogestivo; b) en el transcurso del mismo se ponen en contraste dos soluciones: la coercitiva apoyada por el gobierno y la burguesía local, y la otra, la de la transacción, impuesta finalmente por el gobierno federal; c) se trata de una fase esencialmente estudiantil; d) la dirección política del movimiento se encuentra en manos de grupos y partidos organizados: el PCM, en primer término y el grupo de los “chemones” en segundo;74 e) el movimiento contó con apoyo popular pero todavía el carácter de estas relaciones no dejó de ser incipiente.

El lenguaje de la represión en la Universidad Autónoma de Puebla Al estallar el movimiento del 68 en el DF, el PCM tomó la dirección del movimiento estudiantil en la UAP; la universidad se paralizó en ese año y en Puebla, a diferencia de otros lugares de provincia, se generó una fuerte represión que desarticuló al PCM y a la JC momentáneamente, especialmente después del 2 de octubre. En estas condiciones, el santillanismo se impuso en la universidad produciéndose un reflujo importante del movimiento que duró hasta 1969. En Puebla, en 1970, la lucha fue para demandar la libertad de los presos políticos del 68, y los que pertenecían a los restos del movimiento de Reforma lograron ganar varios consejeros universitarios y formar la Preparatoria Popular con estudiantes rechazados de la universidad. En mayo de 1970, a raíz del rechazo de 350 estudiantes en la escuela de Medicina se produjo un movimiento que fue atacado por el FUA, el cual agredió también a la Preparatoria Popular, donde se produjeron nuevos enfrentamientos. El consejo universitario decretó la expulsión de los alumnos pertenecientes al FUA.75 Con el movimiento de Medicina el PCM logró controlar la mayor escuela de la UAP y se inició un proceso de conquista de escuela por escuela durante todo el 71, hasta lograr mayoría en el consejo universitario en coalición con el grupo de Barrientos. En aquel año se activó la lucha campesina por la tierra, en la que algunos estudiantes participaron como dirigentes, y como propagandistas. Nombre despectivo con que eran conocidos los miembros del grupo “José María Morelos”, en relaciones con el grupo de la UNAM que giraba en torno de la revista Perspectivas que después sería Punto Crítico. 75 Oposición, 15 de mayo de 1970, p. 20. 74

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La activación de la lucha en la UAP fue propiciada también por la importación de maestros de la corriente de izquierda, lo que contribuyó a la formación de nuevos grupos políticos. El ultraizquierdismo hizo así su aparición, aunque todavía en forma incipiente, bajo el influjo de las luchas del Frente Estudiantil Revolucionario de Guadalajara (FER) y de las discusiones del Segundo Congreso de la Juventud Comunista en torno a la crítica al PCM. Algunos ex-dirigentes de la JC en Puebla, trataron de constituir un movimiento de ex-militantes cuyo objeto sería superar las tesis del PCM sobre la “democratización de la enseñanza”, y establecer mayor relación con el movimiento campesino. A pesar de la proliferación de grupos políticos, en ese año la lucha principal siguió entablándose por la democratización de la enseñanza. Hay que señalar una particularidad del proceso durante este periodo: En la UAP las importantes ligas del movimiento estudiantil con movimientos extrauniversitarios, se dieron con campesinos, pequeños comerciantes y colonos, pero no con los obreros de las nuevas industrias del corredor industrial de Puebla; de tal forma que el movimiento no entró inmediatamente en contradicción directa con esta nueva burguesía industrial, sino con la antigua burguesía poblana, la que exigió mano dura al gobierno para frenar la agitación. En febrero de 1972 se inició la lucha por la rectoría. Previamente se había roto el grupo de choque rectoral encabezado por el porro llamado “La Salerosa”. Después del rompimiento del grupo de choque, la coalición de izquierda efectuó una serie de expulsiones por la fuerza de gente adicta al rector. Este proceso permitió que un miembro de la coalición de izquierda llegara a la rectoría. En estos años de la lucha por la conquista de la rectoría, el gobernador del Estado, Rafael Moreno Valle, proporcionó un importante apoyo a la UAP a pesar de la agitación reinante, lo que le permitió decir en su tercer informe de gobierno que “nuestro permanente interés por ayudar a la UAP quedó una vez más demostrado durante el año que se informa con el aumento de 1 000 000 de pesos como subsidio extraordinario”. “A petición del rector interino solicité y logré obtener un aumento del 100 por ciento en el subsidio ordinario, además de 6 millones para diversas construcciones”.76 En el primer semestre del 75 se dio una fuerte lucha en contra del aumento en los costos de los pasajes de camiones urbanos,77 encabezada por los comités de lucha de la UAP; sin embargo, en el transcurso de ésta, el PCM informó a la Coalición Socialista que se había descubierto una conjura del gobierno estatal en contubernio con el grupo de Barrientos (quien controlaba la rectoría) en contra del movimiento, lo cual provocó que la lucha en oposición al alza de pasajes se abandonara, para derivarse 76 77

Tiempo, 24 de enero 1972, p. 25. El movimiento estudiantil estaba dirigido en ese momento por los comités de lucha.

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sobre los problemas internos de la universidad. En estas condiciones se realizó una reunión del consejo universitario para juzgar la actitud de uno de los grupos de la Coalición Socialista que había realizado “expropiaciones” en algunas casas comerciales durante las movilizaciones. El rector condenó las acciones de este grupo, pero la Coalición y el PCM depusieron al rector por la fuerza, descabezando al grupo de Barrientos. Se nombró un rector interino y el nombramiento recayó en un miembro del PCM (Sergio Flores). A raíz del problema camionero, el gobernador Moreno Valle renunció y fue tachado por las fuerzas conservadoras de Puebla de incapaz para resolver el conflicto. Lo sustituyó Gonzalo Bautista O’Farril, muy ligado a la antigua burguesía poblana, el cual inició un año de fuertes represiones, que contrastó con el trato del anterior gobernador cuya política había estado más en consonancia con la “apertura democrática”. De esta segunda fase, resaltaremos algunos rasgos principales: a) la lucha principal se dio por la democratización de la universidad y fue dirigida por el PCM en alianza con diferentes grupos, en esta alianza participaron desde grupos con ligas gubernamentales hasta grupos izquierdistas; b) en ese periodo fueron los estudiantes los principales protagonistas; c) la proliferación, más que de partidos, de grupos, en torno a caudillos y el uso de la violencia “putchista” sustituyeron en muchas ocasiones las acciones de masas para solucionar los problemas políticos; d) la burguesía local presionó por una política de mano dura ante el gobierno; e) del año 1971 al 1972 los ingresos por alumno se incrementaron en la universidad en un 30.88 por ciento y los subsidios por alumno en 115 por ciento, o sea que la lucha no correspondió a las peores condiciones económicas en la universidad, aunque éstas de cualquier manera influyeron en el detonante inicial que fue el problema de cupo en la escuela de Medicina.

De la democracia a la radicalización de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca En este caso también “el movimiento estudiantil nacional de 1968 fue el motor principal de las luchas estudiantiles en el estado de Oaxaca, impulsor de la dinámica que rompió con el statu quo imperante…”78 en la universidad. 1968 marcó el inicio del movimiento estudiantil universitario oaxaqueño actual. En ese año los estudiantes de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) se

78

Punto Crítico, mayo 1973, p. 38.

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movilizaron al influjo de las acciones en la capital de la República, e impulsados por éstas, las fuerzas no estatales se apoderaron de la dirección de la Federación de Estudiantes de Oaxaca (FEO), antiguo instrumento del control gubernamental del movimiento estudiantil. En general, desde entonces la FEO estuvo ligada al movimiento universitario no controlado por el Estado y a las luchas populares.79 La reacción del gobierno estatal no se hizo esperar, retiró el subsidio a la universidad con el pretexto de que se había convertido en un centro de agitación. Para contrarrestar a la dirección no controlada de la FEO se formó un directorio estudiantil que tomó la universidad por la fuerza, el ejército dispersó un mitin organizado por la FEO, sus dirigentes fueron expulsados por el consejo universitario y se vieron precisados a huir de la entidad.80 En 1969, todavía bajo el influjo de las movilizaciones del año anterior, se expidió una nueva ley orgánica de la UABJO, la cual presentaba rasgos más democráticos que el resto de las leyes orgánicas de las universidades de la época.81 En sus artículos 17 y 38 concedía el voto universal a los catedráticos, tanto en las asambleas de cada escuela como en la Asamblea Universitaria, aunque sólo concedió un voto estudiantil por cada grupo, de tal forma que, frente al voto de los maestros, los estudiantes representaban el 10 por ciento del total. La dirección del movimiento no controlado estuvo representada por la FEO y los comités de lucha. Las más importantes luchas en ese año fueron: 1) lucha académica por mejorar las condiciones materiales de los estudiantes (programas y planes de estudio); 2) lucha democrática por lograr la paridad del consejo universitario; 3) apoyo a otras luchas democráticas en escuelas; 4) lucha popular en contra del aumento de los costos del pasaje de los camiones urbanos. En 1970 el gobierno del Estado reprimió violentamente a los estudiantes, con saldo de muertos y heridos; además de expulsar a José Antonio Castillo, dirigente de la FEO. Este hecho provocó que un grupo de estudiantes tendiese a radicalizarse, cuestionando la lucha democrática como lucha reformista. En 1970 se fusionaron la FEO y los comités de lucha. La FEO ampliada, encabezó importantes luchas populares. A raíz de la lucha que dieron los vendedores ambulantes se produjeron choques con la policía y grupos paramilitares. El grupo gobiernista denominado “Directorio Estudiantil” asaltó la universidad. El consejo universitario expulsó a dirigentes de la FEO. Las fuerzas democráticas repudiaron las expulsiones y trataron de tomar la universidad, pero se vieron impedidas por el ejército. En las Oposición, 21 de septiembre de 1970, p. 19. Nueva Universidad, 1o. de febrero de 1977, p. 6. 81 R. Bustamante y colaboradores, Oaxaca una lucha reciente: 1960-1978,México, Ed. Nueva Sociedad, 1978. 79 80

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acciones represivas fue asesinado un líder democrático de la preparatoria nocturna y el presidente juvenil del PRI en Oaxaca fue secuestrado. La lucha democrática iniciada en el 68 quedó así momentáneamente truncada por la represión en 1970. A raíz de las persecuciones algunos dirigentes iniciaron la fase radical cuando la democrática aún no se había consumado.

Los descalabros del 10 de junio El movimiento de México en la UNAM sufrió un grave descalabro a raíz de las represiones del 68, efecto que fue diferente como ya hemos dicho en algunos lugares de provincia: en Monterrey, el 68 no fue un descalabro sino jalón importante; igual se puede decir de Sinaloa y Oaxaca. En cambio, en el DF, los años 69 y 70 fueron de desarrollo del “porrismo” y de debilidad del movimiento representado por los comités de lucha. En esos años fue prácticamente imposible realizar manifestaciones públicas que rebasaran los recintos universitarios y politécnicos: en noviembre de 1970, una manifestación que pretendió salir del casco de Santo Tomás, fue reprimida e hicieron su aparición los después famosos “halcones”. En 1971 en la UANL se daba una fuerte lucha por la democratización y el CoCo (Comité Coordinador de Comités de Lucha) planteó la realización de una manifestación de apoyo; sin embargo, antes de que esta manifestación se realizara, el gobernador de Nuevo León renunció y fue aprobada una nueva ley orgánica. Ante estas circunstancias afloraron dos posiciones dentro del CoCo: una planteaba que el motivo de la manifestación ya no existía y que tratar de realizarla se convertiría en provocación para el gobierno; esta posición estaba encabezada por algunos ex-líderes del 68, recientemente excarcelados , que constituyeron el “pregrupo” y editaban el periódico “Perspectiva” (antecesor de la revista Punto Crítico).82 Con esta corriente coincidían articulistas como Ricardo Garibay, quien expresaba que “Ganar la calle es un acto de provocación gratuito y aberrante... es buscar mañosa y suciamente la represión gubernamental”;83 y dos, la corriente dirigida por el PCM consideraba que la solución dada al problema de Monterrey no podía considerarse como conquista efectiva de las fuerzas democráticas, enarbolando consignas que fueran más allá del problema de Nuevo León, tales como: auténtica reforma universitaria, libertad

82 83

J. Wing, op. cit., p. 74. Excelsior, 10 de junio de 1971.

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a los presos políticos, apoyo a la lucha de los estudiantes de Monterrey, rechazo a la represión, etcétera.84 El CoCo decidió, finalmente, por amplia mayoría, realizar la manifestación el 10 de junio. En medio de gran despliegue de fuerzas policiacas, la manifestación estudiantil, apenas iniciada la marcha, fue agredida por un cuerpo parapolicíaco que después fue conocido como los “halcones”. El saldo de la manifestación fue de numerosos muertos y heridos. Ante esta circunstancia, el presidente Echeverría, en contraste con Díaz Ordaz, no aceptó ninguna responsabilidad e incluso cuatro meses después planteó en Durango que los acontecimientos del “jueves de Corpus” fueron una agresión contra el gobierno.85 Los hechos del 10 de junio impactaron a los estudiantes de la UNAM que efectuaron una serie de asambleas para definir su posición ante tal situación. En la búsqueda de esta postura surgieron nuevamente dos corrientes: la primera, dirigida por el “pregrupo”, planteó señalar como directo responsable de la agresión al regente de la ciudad, Alfonso Martínez Domínguez. La segunda consideró que el señalar solamente al regente de la ciudad como responsable, era olvidar el carácter represivo del Estado y pugnó por responsabilizar globalmente al gobierno federal; esta última posición fue la que triunfó en el CoCo.86 El presidente Echeverría ordenó la inmediata investigación de los hechos y el PRI organizó un mitin el 15 de junio en el zócalo de la ciudad de México, de apoyo a la política gubernamental y de condena a las provocaciones.87 Horas después del mitin renunciaron el regente de la ciudad y el jefe de la policía. Los estudiantes detenidos a raíz de los sucesos del 10 de junio fueron liberados a los pocos días, de tal manera que la represión no tuvo el efecto inhibidor del movimiento que tuvo la del 68, sino que la actividad de los comités de lucha de la UNAM y del IPN se intensificó y sirvió de apoyo al segundo acto: la huelga del STEUNAM. Además de la represión del 10 de junio, el movimiento de Sinaloa en contra del rector Armienta Calderón tuvo un efecto importante en la radicalización de algunos grupos de la UNAM. En mayo de 1972, bajo el influjo del movimiento de Sinaloa se realizó en la UNAM el Primer Foro Nacional de Estudiantes; en él se enfrentaron las posiciones que existían en el movimiento de la UNAM, y se manifestaron embrionariamente las de los grupos radicales que adquirían notoriedad en la fase radical del movimiento estudiantil. Oposición, 1o.-15 de junio de 1971, p. 3. J. Wing, op. cit., p. 87. 86 Ibidem, p. 94. 87 Excelsior, 16 de junio 1971, p. 1. 84 85

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CAPÍTULO II. EL ASCENSO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO

Estos grupos cuestionaron la lucha por la democratización de la universidad, pues la consideraban una lucha reformista. Sin embargo, en el foro se impuso la corriente que pugnaba por continuar luchando por la democratización.88 Este foro permitió que se reconociesen a nivel nacional las dos grandes corrientes del movimiento estudiantil generadas durante la fase democratizadora: la corriente propiamente democrática que pugnaba por la democratización de la enseñanza como objetivo fundamental de la lucha estudiantil, y la corriente radical surgida en el seno de la primera en los últimos años de la fase democrática y que daría origen al fenómeno llamado “enfermismo”. Las conclusiones del Foro Nacional de Estudiantes estuvieron marcadas por los signos de la época. En él se manifestaría la escisión de las dos alas del movimiento estudiantil: la moderada y la radical. Lo anterior quedó reflejado en las conclusiones del foro. En estas conclusiones se ponía como eje central de la lucha el problema de la revolución, se rechazaba la “apertura democrática” y el dilema de “Echeverría o el fascismo” y se trataba de esbozar como alternativa, la de la “revolución política”, es decir, “derrocar a la burguesía e implantar la dictadura democrática del proletariado”.89 Se atacaba el “aperturismo” de quienes veían potencialidades democráticas al Estado Mexicano, se les acusaba de crear ilusiones en las masas trabajadoras. Incluso las cuestiones tácticas se ponían en función de la “toma del poder”. En cuanto a las consignas universitarias, éstas veían la lucha académica como lucha política, como lucha contra la “educación burguesa” y contra la reforma educativa; también contra el autoritarismo y por un libre acceso del pueblo a la educación, etcétera, en este aspecto la fracción de la juventud comunista de México ante el foro, expresaba que se iniciaba una profunda crisis económica y política cuya única salida era una nueva revolución y en ese proceso la lucha por la democratización de las instituciones educativas, debería ocupar un lugar primordial, a fin de convertir a dichas instituciones en centros de lucha y transformación revolucionaria, “en centros de impugnación política, ideológica y social del sistema burgués en su conjunto”. ”Los estudiantes debemos apoderarnos de las universidades y convertirlas en centros de lucha contra la dominación capitalista”.90 Las conclusiones del foro reflejaban las mediaciones entre las dos corrientes del movimiento estudiantil. Por un lado, el acento en la revolución como salida a la crisis, como eje central de la táctica inmediata; por el otro, la democratización de la enseñanza, democratización que había sido cuestionada por los radicales dentro de una Tiempo, 1o. de enero de 1973, p. 5. Véase: “Resoluciones del Foro Nacional de Estudiantes”. 90 “De la fracción de la JCM ante el Foro Nacional de Estudiantes”, 22 de abril de 1972. 88 89

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concepción de la universidad como aparato económico e ideológico del capitalismo (véase la tesis de la universidad-fábrica). El Primer Foro Nacional de Estudiantes acordó realizar un segundo encuentro nacional con miras a la formación de una organización nacional estudiantil, pero del foro las dos corrientes del movimiento estudiantil salieron para sólo volver a enfrentarse en otros espacios de lucha.

Reflexiones sobre el movimiento estudiantil en su etapa democratizante En síntesis este primer periodo del movimiento estudiantil no controlado por el Estado presenta algunos rasgos importantes que cabe señalar: 1. En cuanto a los actores principales la lucha, estos se desenvuelven entre las fuerzas de la izquierda democrática (PCM, espartaquistas, social cristianos y otros grupos democráticos, principalmente) que en un primer momento se enfrentaron a la estructura universitaria antidemocrática pero que en el desarrollo de la lucha encontraron como enemigo directo al Estado. 2. Los móviles de la lucha se iniciaron con carácter académico que al enfrentarse a la estructura interna antidemocrática pasaron a la lucha por el cogobierno y de ésta al enfrentamiento con el Estado. La propia “perfección” del Estado Social-autoritario lo llevaba a magnificar la lucha más insignificante. Las luchas parciales estudiantiles irremisiblemente se universalizaban, trascendían a un Estado ampliado que tenía en las universidades del periodo una de sus instituciones. No se trata de concebir a las universidades como aparatos ideológicos de Estado, sino que en la conformación del Estado Mexicano éstas han sido una de aquellas esferas de lo civil politizadas y englobadas por el Estado. De esta misma forma, aunque las luchas democráticas posteriores al 68 sólo en momentos muy precisos llegaron a tener caracteres nacionales todas obedecían en el fondo a la lucha de lo civil donde la camisa de fuerza del Estado empezaba a quedar estrecha.91 3. Las relaciones del movimiento universitario democrático con las luchas populares son variables. En algunos casi no existen, en parte porque la oleada obrera y campesina sólo se manifestará posteriormente. En otros lugares como en Puebla y Oaxaca las ligas entre universitarios y otros destacamentos son importantes; en general, podríamos afirmar que las relaciones del movimiento 91 Momentos culminantes de esta conformación del movimiento estudiantil como movimiento nacional son el 10 de junio y el Foro Nacional de Estudiantes.

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CAPÍTULO II. EL ASCENSO DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO

democrático con el obrero son escasas en este periodo y cuando se dan con otros grupos, es con aquellos que necesitan de una representación política por sus condiciones (colonos, vendedores ambulantes, campesinos, etcétera). 4. El Estado empezó a no presentarse como monolítico en el régimen de Echeverría, las fuerzas locales generalmente fueron partidarias de las soluciones de fuerza sin mediaciones, pero el gobierno federal, en cambio, inauguró la “apertura democrática” que en algunos casos se tradujo en cierta transigencia con las fuerzas universitarias de la izquierda más moderada. 5. No obstante que las condiciones materiales en cuanto a estructura universitaria constituyeron uno de los detonantes iniciales; no es posible mostrar una relación mecánica entre las condiciones materiales universitarias negativas y la explosividad estudiantil.92 Nos inclinamos a pensar que contradicciones más profundas en México estuvieron sobredeterminadas por la crisis de una forma estatal, que hemos denominado Estado Social autoritario, que en el clímax de su “perfección” iniciaba una decadencia. La lucha civil, en esta forma estatal se convierte en lucha política, toda lucha civil concierne al Estado. Los obreros habían sido derrotados en 1958- 1960 y el desarrollo estabilizador no dejó de frenar su potencialidad transformadora. En cambio el sector estudiantil, hijo de las capas medias, no principalmente por su situación material sino precisamente por su capacidad de desprenderse de ésta, logró expresar tensiones sociales que ninguna clase subalterna pudo expresar en los 60’s. Políticamente el control del Estado sobre los estudiantes nunca adquirió la organicidad ni la verticalidad que tuvo con los obreros y los campesinos. El movimiento estudiantil en su fase democrática se enfrentó igualmente a dos políticas educativas contrapuestas: primero a la de Díaz Ordaz que dio menos importancia a la educación universitaria al retraer los apoyos materiales oficiales a ésta; y segundo, la de la “apertura democrática” que implicó fuertes apoyos económicos a las universidades. Posiblemente la primera sirvió de detonante de un proceso que al separarse de su base material inicial no logró ser contenido con la política de “apertura democrática”. 6. El movimiento estudiantil democrático tuvo la capacidad de abrir espacios civil-políticos no estatales. El Estado Mexicano no sólo había absorbido a lo más importante de la sociedad civil, sino que llegó a identificar Estado con la sociedad. El movimiento estudiantil democrático, a fuerza de luchas, logró abrir pequeñas fisuras en ese Estado autoritario. Asimismo cuestionó con su

92

Este aspecto será tratado con amplitud en el capítulo III.

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acción el monolitismo estatal y se convirtió, aunque incipientemente, en organizador y director de las luchas de otras clases. Esta función se profundizará en la etapa radical del movimiento estudiantil no controlado.

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Capítulo III. La etapa radical Estructura universitaria durante el sexenio de Echeverría1

A

nalizaremos en este apartado la estructura universitaria entre 1970 y 1976. Al aprovechar los cuadros que presentamos se tiene la ventaja de hacer comparaciones entre el sexenio de Díaz Ordaz y el de Echeverría y que ordenamos de acuerdo a la manera cómo el Estado, acorde con la reforma educativa, modificó su disposición frente a las instituciones de enseñanza superior. En el cuadro 3.1 se puede apreciar cómo entre 1966 y 1970 hubo un incremento del 42 por ciento en el total de las instituciones de enseñanza superior, lo que da un crecimiento promedio de 8.43 por ciento anual. Por otra parte, puede observarse que entre 1970 y 1976 hubo un incremento del 66 por ciento en el número de instituciones de enseñanza superior, lo que implica un promedio anual de crecimiento de 11 por ciento. En el cuadro 3.2 es posible apreciar la evolución de la matrícula en todos los niveles de las instituciones de enseñanza superior. De este cuadro se puede constatar que, durante el sexenio 1959-1964, el incremento de la matrícula total en las universidades fue de 59.9 por ciento, lo que da un crecimiento anual de 9.4 por ciento; en tanto que en el sexenio 1964-1970 ese incremento fue de 84.0 por ciento, es decir, 14.0 por ciento de crecimiento anual: en el último sexenio 1970-1976, esos incrementos fueron de 134.7 y 22.5 por ciento respectivamente. En el cuadro 3.3 puede verse la evolución de la matrícula exclusivamente en el nivel licenciatura, y nuevamente se puede apreciar que durante el sexenio de Echeverría el aumento en la matrícula en licenciatura rebasa con mucho los incrementos de sexenios anteriores. 1 En esta investigación se consideró como institución de enseñanza superior o universidad a toda institución educativa que imparta enseñanza a nivel licenciatura y/o postgrado.

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Entre los sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz la diferencia porcentual en los incrementos totales es de 7.4% en tanto que la diferencia entre el sexenio de Echeverría y el de Díaz Ordaz es de 186.0%. Estas cifras hablan del gran impulso que recibieron los estudios a nivel licenciatura durante el régimen de Echeverría. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la matrícula en licenciatura se distribuye entre las universidades públicas y las privadas la proporción de estudiantes de nivel de licenciatura en las instituciones públicas respecto del total de estudiantes en este nivel en 1971 fue de 86.0%, en tanto que en 1976 fue de 88.0%.Por otro lado, el aumento en la inscripción en las universidades públicas entre 1971 y 1976 fue de 104.7% y en las privadas fue solamente de 71.3 %. Es decir, el incremento en la matrícula a nivel licenciatura en las universidades públicas fue superior al de las privadas durante el sexenio de Echeverría. Puesto que en las universidades públicas es el Estado la fuente principal de ingresos, y dado que los ingresos y los subsidios por alumno aumentaron durante el sexenio de Echeverría, sin haber un aumento sustancial en las cuotas escolares, los datos del incremento en la matrícula durante ese sexenio (en especial en las universidades públicas), indican no solamente una oferta determinada de educación superior, sino la disposición del Estado para tratar de satisfacerla y también mayor apoyo gubernamental a las universidades durante ese régimen respecto del anterior. Cuadro 3.1. Instituciones de enseñanza superior (total) Años

Número de Instituciones

1966

83

1967

103

1968

112

1969

114

1970

118

1971

125

1976

196

Fuente: elaboración a partir de La Enseñanza Superior en México. ANUIES anuarios 1966-1971 y 1979-1980; Estadística Básica del Sistema Educativo Nacional; SEP anuarios 1976-1978; y Estadística Básica de Educación Superior, resultados preliminares 1980-1981.

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

Cuadro 3.2. Número total de estudiantes en las Instituciones de Enseñanza Superior Años

Número de estudiantes

1959

148 051

1960

164 953

1962

199 904

1964

232 389

1966

279 189

1968

393 772

1970

427 635

1972

574 371

1974

819 000

1976*

1 003 985

Fuente: elaboración de los autores de este estudio.

Cuadro 3.3. Alumnos en el nivel licenciatura Años

Alumnos

1959

62 130

1960

68 265

1961

76 265

1962

84 067

1963

90 157

1965

104 890

1966

114 082

1970

160 000

1971

271 275

1972

310 971

1973

396 269

1974

442 708

1975

*

492 000

1976

542 695

Fuente: elaboración a partir de datos de la ANUIES y de la SEP. *Para este año las cifras corresponden a datos calculados por interpolación.

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

A excepción del sector agropecuario, señalan Gálvez y Villagómez,2 en 1970 todos los otros sectores de la economía presentaban una relación más o menos equilibrada entre educación superior y desarrollo del sector. Lo anterior no significa que la calidad de la enseñanza fuese óptima, pero sí creemos que el incremento de la oferta educativa durante el sexenio echeverrista no obedeció tanto a imperativos planteados por el desarrollo económico, como a propósitos tendientes a frenar la “insurgencia estudiantil”. Para los años posteriores a 1970 no contamos con índices de educación y desarrollo como los utilizados hasta aquí; en cambio contamos con proyecciones sobre oferta y demanda educativa para el periodo 1977-1982, realizadas por Francisco García Sancho.3 De acuerdo con el estudio de García Sancho, la oferta posible de profesionales titulados entre 1977 y 1982, de los centros de educación superior, debió haber rebasado el incremento de la demanda de profesionistas en la República, de acuerdo al desarrollo económico esperado entre 1976 y 1982. La diferencia entre oferta y demanda habría provocado desempleo de diferentes magnitudes en las distintas áreas. Estos desajustes muy probablemente tienen su origen, en parte, en la respuesta amplia que se dio durante el régimen de Echeverría a la demanda nacional de educación superior. Respecto a la oferta educativa en la enseñanza superior y su importancia relativa en comparación con los otros niveles de educación durante el sexenio de Echeverría, la educación superior tuvo un incremento del 1.56% en cuanto a su importancia relativa respecto de otros niveles (incremento superado únicamente por la educación secundaria y la media superior), mientras la educación primaria disminuyó en 7% y el resto de los niveles educativos tuvieron incrementos menores del 1%. En cuanto a los incrementos en la matrícula para cada nivel en el cuadro 3.4 puede observarse que durante el gobierno de Echeverría todos los niveles superiores a la secundaria registraron crecimientos mayores que aquellos niveles que van del preescolar al medio básico o secundaria. Los sectores más dinámicos fueron el medio superior y la educación normal, seguidos por el terminal medio y el superior, éste último con un incremento del 15.69% promedio anual. Es decir, se dio un apoyo preferente a la educación media superior (que se impartía en la mayor parte en las universidades) y á la educación superior en el sexenio de Echeverría.

J. Elioth Gálvez y Rafael Villagómez, op. cit., Véase cita de capítulo I. Francisco García Sancho, Un diagnóstico de la educación superior y de la investigación científica en México, México, SEP, 1977. 2 3

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

Cuadro 3.4. Pirámide Educativa (Porcentaje de Incremento de la Matrícula por Nivel) Nivel

% Incremento Total

Media Anual

Preescolar

56.91%

8.13%

Primaria

31.35%

4.47%

Terminal Elemental

65.40%

9.34%

Secundaria

95.29%

13.61%

Terminal Medio

129.38%

18.48%

Media Superior

137.83%

19.69%

Normal

143.07%

20.43%

Superior*

109.84%

15.69%

Fuente: SEP: Estadística Básica de Enseñanza Superior Nacional. * Incluye a universidades, institutos de enseñanza superior y normales superiores.

De lo anterior podemos suponer que la presión de la demanda sobre la educación media superior y la superior durante el régimen de Echeverría tendió a ser aminorada mediante un fuerte apoyo gubernamental a estos niveles. Si a lo anterior se agrega que el desarrollo económico no parecía presionar tanto hacia el incremento cuantitativo en la oferta educativa de las universidades, es lógico suponer que los apoyos educativos del Estado se podrían inscribir dentro de la táctica manejada por el gobierno en lo político, ante los conflictos estudiantiles. Ahondando un poco más en la problemática anterior, debe recordarse que la reforma educativa del régimen de Echeverría planteaba el fomento a la labor educacional como vehículo de promoción del desarrollo nacional y de la movilidad social. Sin embargo, diversos estudios señalan que, en términos generales, la moda de distribución de oportunidades ocupacionales corresponde a los estratos superiores de la población, en la medida en que estos estratos ascienden en los niveles educacionales.4 Hacia 1978 los porcentajes, en cuanto al origen de clase de los estudiantes, no habían variado mucho respecto de la década de los 60. Patricia de Leonardo y Guillermo Villaseñor afirman que para ese año 68.4% de alumnos de la UNAM eran hijos de empleados, trabajadores por cuenta propia y comerciantes, en tanto un 11.5% lo era de obreros y un 2.3% de campesinos (jornaleros o ejidatarios).5

4 5

“Distribución del ingreso en México”, Revista CEE, IV, 1, 1974. P., De Leonardo y G. Villaseñor en Foro Universitario No. 3, México, p. 44.

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En las universidades de provincia, aunque la participación de los hijos de los campesinos en la educación superior es mayor que en la UNAM, pero baja en relación a otras clases. Estudios sobre las universidades de Nuevo León y Tabasco así lo prueban.6 La información disponible sugiere que el impulso a la educación superior (cuando menos en las universidades señaladas) en el régimen de Echeverría, se dirigió sobre todo hacia las clases y capas medias, que son las que principalmente participan en la universidad como estudiantes. En cuanto a los ingresos por alumno, en el sexenio 1959-64 aumentaron en un 48.56%, en tanto que en el de Díaz Ordaz lo hicieron solamente en un 11.12%. En los últimos años del mandato de Díaz Ordaz se observó decremento en los ingresos por alumno en términos absolutos (3 325 en 1966 y 3 129 en 1968). En 1971 aumentaron los subsidios por alumno en términos reales a $2 513; en 1972 a $2 627; y en 1973 a $2 590; a partir de ahí, la inflación de los años 73 y 74 disminuyó los ingresos reales por alumno a $2 477. Los subsidios gubernamentales evolucionaron de manera semejante a los ingresos totales de las universidades, en los períodos de Díaz Ordaz y de Echeverría: en el de Díaz Ordaz se incrementaron en 11.55% en tanto que en el de Echeverría lo hicieron en un 67.5% (subsidio/alumno). Lo cercano de estos incrementos a los mostrados en los ingresos por alumno es resultado de dos circunstancias: primeros que la mayoría del presupuesto universitario total corresponda a las universidades públicas, y segundo, que de los presupuestos de las universidades públicas la mayoría proviene de subsidios gubernamentales. De lo anterior es posible visualizar el fuerte impulso que el régimen de Echeverría dio a la enseñanza universitaria, no sólo en términos de grandes incrementos en la oferta educativa, sino también en la mayor aportación de recursos por alumno en comparación al régimen de Díaz Ordaz. Por otro lado, en el cuadro 3.6 se ve cómo el crecimiento de los subsidios a las universidades durante el régimen de Echeverría fue el resultado, principalmente, del apoyo del gobierno federal y no del de los gobiernos de los estados. Cuadro 3.5. Ingresos y subsidios totales por alumno en las universidades (precios corrientes)

6

Año

Ingreso/alumno

Subsidios/alumnos

1959

2045.00

1868.00

1960

2148.57

-----

J., Castrejón, La Educación Superior en México, México, SEP, 1976.

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

1962

2351.86

-----

1964

3038.20

-----

1965

3210.32

-----

1967

------

-----

1971

3595.16

3439.70

1972

4673.03

3688.90

1973

4533.27

4172.50

1974

5376.30

4988.14

Fuente: elaboración a partir de datos de la ANUIES.

Cuadro 3.6. Financiamiento de la educación superior (% de crecimiento) Periodos

Federal

Estatal

1965-70

7.85

10.07

1971-76

14.08

2.46

Fuente: elaboración a partir de datos de la ANUIES.

Mientras el gobierno federal aumentó su participación en el financiamiento de la educación superior en 7.85% de incremento anual, durante el Sexenio 1965-70, a 14.08% en el período 1971-76, los gobiernos estatales disminuyeron su crecimiento de 10.07% a 2.46% en los mismos períodos. De tal manera que el apoyo incrementado a las universidades, durante el régimen de Echeverría, fue sobre todo obra del gobierno federal. En el cuadro 3.7 se puede ver la evolución del número total de profesores de licenciatura en todo el país: Cuadro 3.7. Número total de profesores en el nivel licenciatura Años

Profesores

1968

12 934

1970

14 296

1971

23 416

1976

36 108

Fuente: elaboración a partir de datos tomados de SEP y de ANUIES. No son cifras precisas; su cálculo se hizo suponiendo una proporción de maestros a nivel licenciatura sobre el total de maestros en educación superior, semejante a la proporción de alumnos en licenciatura respecto al total de estudiantes de educación superior.

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

En este cuadro se puede apreciar un incremento en el número de profesores en el nivel licenciatura de 5.2% anual durante el sexenio de Díaz Ordaz, mientras que el incremento fue de 25.4% anual en el de Echeverría, lo que da una diferencia porcentual de 20.2% en favor del último. De las cifras anteriores no es posible, todavía, concluir acerca de la mejoría de la situación de las universidades en cuanto a profesores se refiere, durante el sexenio 70-76 respecto del 64-70 puesto que depende de la cantidad de estudiantes atendidos y de la distribución de los profesores en sus diferentes categorías (tiempo completo, medio tiempo y por horas). En el cuadro 3.8 puede verse el desarrollo del número total de alumnos por profesor en las universidades, al nivel licenciatura. Cuadro 3.8. Número de estudiantes por profesor en licenciatura Año

Estudiantes/profesor

1968

10.36

1970

11.19

1971

11.58

1976

15.02

Fuente: elaboración a partir de cuadros Nos. 3.3 y 3.12

En el cuadro anterior se puede observar que la relación estudiantes-profesor tuvo una ligera alteración durante el sexenio de Echeverría, en el cual se aprecia un incremento del número de estudiantes atendidos por cada profesor. Sin embargo, las cifras globales de número de profesores no permiten saber si verdaderamente aumentó o varió el número de estudiantes atendidos por profesor, al presentarse, cuando menos, tres categorías de profesores (tiempo completo, medio tiempo y por hora) y al interior de los profesores por hora no había homogeneidad en cuanto al número de grupos atendidos por cada uno. Por lo anterior, analizaremos la situación de los profesores de tiempo completo, considerando que un aumento de éstos indicaría una mayor atención a los estudiantes y una mejoría de los profesores en cuanto a salarios y condiciones de trabajo. En el cuadro 3.9 puede observarse la relación en el número de alumnos por profesor de tiempo completo a partir de 1970. Del cuadro anterior puede derivarse que el número de estudiantes por profesor de tiempo completo disminuyó 6.55% entre 1970 (año en que terminó el gobierno de Díaz Ordaz) y 1976 (cuando concluyó el de Echeverría), lo cual significaba una mejoría en la situación de los profesores, y potencialmente de los estudiantes 92

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

Cuadro 3.9. Alumnos/profesores de tiempo completo en las universidades (licenciaturas) Años

Estudiantes/PTC

1970

169.67

1971

170.39

1976

158.54

Fuente: elaboración utilizando los porcentajes de profesores de tiempo completo que dan la SEP y ANUIES.

La información anterior puede complementarse con los datos sobre el porcentaje de profesores de tiempo completo, respecto del total de profesores que impartían clases a nivel licenciatura. En el cuadro 3.10 puede apreciarse cuál era su situación a partir de 1969. Cuadro 3.10. Porcentajes de profesores de tiempo completo en licenciatura AÑOS

%

1969

6.25

1970

6.60

1971

6.80

1976

9.48

Fuente: elaboración a partir de datos de la SEP y ANUIES.

En el cuadro anterior puede verse que desde el año en que se contó con información del sexenio de Díaz Ordaz (1969 a 1970) el incremento en el porcentaje de los profesores de tiempo completo fue de sólo 0.35%, en tanto que en el sexenio de Echeverría fue de 2.68%, lo que daría un promedio anual de 0.44% de incremento; por tanto, no puede hablarse de una diferencia en incrementos significativa de los profesores de tiempo completo entre estos dos sexenios. Trataremos de introducir, ahora, la variable interviniente “tipo de universidad” (pública o privada) para ver cómo varían los resultados anteriores al realizar dicha estratificación. En el cuadro 3.11 puede verse el porcentaje de profesores de tiempo completo por tipo de universidad.

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

Cuadro 3.11. Porcentajes de maestros de tiempo completo de licenciatura por tipo de universidad Años

Privada

Publica

Diferencia porcentual

1971

8.20

7.19

1.01

1976

----

8.78

----

Fuente: elaboración a partir de datos de la SEP y ANUIES.

El cuadro anterior no muestra diferencias significativas entre la proporción de profesores de tiempo completo en universidades públicas y privadas. Queda por analizar si existen diferencias entre el número de estudiantes atendidos por profesor de tiempo completo en los dos tipos de universidades; el cuadro 3.12 nos proporciona datos al respecto. Cuadro 3.12. Número de alumnos/profesor tiempo completo Año

U. Públicas

U. Privadas

1971

175.0

100.4

1976

151.0

225.0

Fuente: elaboración a partir de datos de la ANUIES y SEP. Las cifras incluyen todos los niveles de educación superior.

En el cuadro anterior se aprecia un decremento en el número de alumnos por profesor de tiempo completo en las universidades públicas, entre 1971 y 1976 del orden de 13.7% en tanto que las privadas muestran un incremento del orden del 100.2%. Lo anterior tiene importancia al relacionarlo con la información del cuadro 3.12 en el que veíamos que para el conjunto de las universidades del país no hubo una mejora sustancial durante el régimen de Echeverría en cuanto a la relación alumnos por profesor de tiempo completo. La aparente invariancia en la variable de alumnos por profesor de tiempo completo fue resultado de un aumento importante en las universidades privadas y una disminución en las públicas. Lo anterior significa una mejoría en la variable señalada, durante el régimen de Echeverría en las universidades públicas. Respecto a esta mejoría es posible suponer que el aumento en los ingresos y subsidios por alumno hayan permitido modificar las condiciones de los profesores en cuanto a aumentar la importancia de los de tiempo completo. Es de esperarse que las mejoras registradas en la variable que estamos analizando, también repercutieron en la relación enseñanza-aprendizaje en beneficio de los estudiantes. Desgraciadamente no contarnos con los datos necesarios para fundamentar esta hipótesis. 94

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

Como veíamos, el número total de profesores de una universidad no nos indica nada acerca de sus cargas de trabajo. No se cuenta con estudios a nivel nacional acerca de esta cuestión.7 Los profesores por ahora encuestados por King en 1969, manifestaron dedicar un promedio de 25 horas por semana a empleos fuera de la universidad (no se especificó si en otras instituciones educativas). Esta es una cantidad de tiempo importante que no corresponde al estereotipo del profesor por horas, que trabaja 40 horas por semana en un empleo regular y sólo dedica unas cuantas horas a la universidad, con un carácter más bien honorífico que con el fin de obtener ingresos. Al respecto King concluye que: Tanto los profesores que tienen empleo fuera de la universidad, como los que obtienen sólo ingresos de la universidad (en la muestra el 40% de los profesores por hora manifestó no tener otro ingreso que el que obtiene en la universidad) sin duda dependen económicamente de su posición en la institución.

El estudio señalado muestra que la mediana del número de horas por semana de clase de los ‘profesores por hora’, es de 16, en tanto que la de los ‘profesores de tiempo completo’ es de 18. Si por otra parte analizamos la evolución del profesorado por horas a partir del cuadro 3.13 se puede ver que entre 1968 y 1976, el porcentaje de profesores de hora clase con respecto al total bajó del 90.50% al 82.74%. Atendiendo a las indicaciones de King, (de las cuales desgraciadamente no hay datos actualizados) para el año de 1969 había 30 769 profesores por hora y el ‘profesor de hora clase’ impartía 16 horas por semana en promedio. Lo anterior da un total de 492,304 horas de clase impartidas por semana por los ‘profesores por hora’. Los ‘profesores de tiempo completo’ habrían impartido, en el mismo año, un total de 38 952 horas de clase por semana. Es decir, del total de horas clase por semana impartidas en 1969 por los ‘profesores de hora clase’ y de ‘tiempo completo’, que son la mayoría de las clases impartidas en las universidades, puesto que la importancia del profesor de ‘medio tiempo’ es escasa, el 92.7% corresponde a las horas de clase impartidas por el ‘profesor hora’.

7 Salvo el estudio realizado por Richard G. King en 1969, mediante una encuesta realizada en nueve universidades, R., King, Nueve Universidades Mexicanas, México, Biblioteca de Educación Superior, ANUIES, 1972.

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EL OTRO MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

Cuadro 3.13. Profesores de Hora Clase (PHC) en las universidades Año

%

Número de PHC

1968

90.50

----

1969

88.98

30,769

1970

89.40

34,188

1971*

88.30

20,445

1976*

82.74

29,824

Fuente: elaboración. *Sólo incluye licenciatura.

En el cuadro anterior se puede observar claramente que el porcentaje de ‘profesores por hora’ muestra una tendencia continua a disminuir. Del estudio realizado de las variables matrícula de estudiantes, ingreso por alumno, subsidios por alumno, alumnos por profesor de tiempo completo y porcentaje de profesores de tiempo completo, es posible plantear como ya hemos dicho, que durante el régimen de Luis Echeverría se dio mayor apoyo a las universidades respecto al que se dio en sexenios anteriores. El hecho de que este apoyo se haya dado en momentos en que el sistema económico no ejercía presiones cuantitativas hacia el sistema educativo (cuando menos en lo que se refiere al número de egresados requeridos) y en los que el gobierno implementaba una táctica de relegitimación, hace suponer que este apoyo a las universidades públicas formó parte de las medidas tomadas por el Estado para controlar a los sectores universitarios disidentes. Por otra parte, el sexenio de Echeverría se iniciaba con una heterogeneidad en cuanto a los profesores universitarios: una gran masa de profesores por hora dedicados principalmente a la enseñanza y una pequeña proporción de maestros de tiempo completo, situación que mejoró durante el sexenio considerado, aunque no significativamente. Por otra parte, como se ha explicado en otro apartado, el régimen de Echeverría trató de implementar una reforma de la educación superior a diferencia del de Díaz Ordaz que no estructuró una política definida. Lo que en el discurso oficialista se llamó “reforma educativa” con Díaz Ordaz abarcó tres aspectos: La que Agustín Yañez definió en un discurso pronunciado como informe de actividades al final del sexenio: la síntesis de las acciones realizadas por la SEP en el periodo que concluía. Otro aspecto se enunció vagamente en el cuarto informe de gobierno como una respuesta a los movimientos estudiantiles, por parte del mismo Díaz Ordaz, donde no define ni el criterio ni el contenido de tal reforma. 96

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

Y una tercera forma fue la acción concreta del Estado sobre la estructura universitaria, que hemos analizado en este apartado.

Divisiones antes de la radicalización A nivel nacional la culminación de la fase democrática del movimiento estudiantil corresponde también al inicio de su fase radical. Fue en la Universidad Autónoma de Nuevo León donde primero se cumplió este ciclo en forma acabada. Cuando a mediados de 1971 culmina en esta universidad la lucha democrática con el nombramiento de Héctor Ulises Leal como rector de la UANL. (Luego de la caída del gobernador Eduardo Elizondo), se inicia la etapa radical. Como antecedente de la etapa radical la escisión de la Juventud Comunista (JC), jugó un papel central. Desde la derrota del movimiento nacional de 1968, se presentaron dos corrientes al interior de la JC. Por un lado, la que buscaba salvaguardar la estructura partidaria del PCM y la organización de masas estudiantiles dirigida por la Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED). (En 1968 la CNED trató de ser la fuerza hegemónica del movimiento, pero fracasó en su pretensión). Y por otro lado, la que comenzó a criticar las prácticas de la JC y la CNED, la radicalización de esta segunda corriente la había llevado a cuestionar la propia existencia del Partido Comunista como organización revolucionaria real o potencial. Se cuestionaba el reformismo, el caudillismo, el autoritarismo y el paternalismo en el partido. La polémica de la JC, posterior a 1968, impuso la necesidad de realizar el tercer congreso de la organización para deslindar posiciones y aclarar puntos de vista. La corriente defensora del aparato partidario se opuso a la celebración del evento. La corriente radical había llegado a tener influencia considerable en los lugares donde la JC tenía mayor presencia en el movimiento estudiantil, como en Nuevo León, Sinaloa y algunos sectores del DF y Guadalajara. El tercer congreso de la JC, en Monterrey en 1969, no pudo llegar a conclusiones y la JC resultó definitivamente dividida. A lo sumo el congreso llegó a nombrar una dirección transitoria que debería preparar el futuro congreso de la organización. Por un lado, la corriente de apoyo al aparato partidario planteaba que no era el momento de transformarse, sino antes reconstruir lo que la represión había destruido en 1968. Por otro lado, la corriente radical establecía que para que la JC avanzara tenía que negarse a sí misma; aceptar que el partido revolucionario no existía, y que, a partir de las fuerzas con que contaba, había que plantearse tareas revolucionarias de mayor envergadura. Lo que estaban en juego, era en lo inmediato, dos proyectos políticos: uno, el moderado, que seguía apoyando las viejas tesis del PCM de concebir, previa 97

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a la revolución, una etapa socialista, democrática, popular y antiimperialista; y dos, el radical, que negaba la posibilidad de esta etapa y hablaba sólo del cambio directo hacia el socialismo. Desde el punto de vista del Estado y las alianzas, los radicales concebían al Estado como reaccionario, y criticaban al PCM porque construía sus alianzas “de izquierda a derecha”, además establecían la necesidad de la lucha armada, en la transformación socialista. Esta divergencia de opiniones en las dos corrientes de la JC tendría amplias repercusiones y proporcionaría elementos centrales de oposición política e ideológica en el período radical entre las fuerzas radicales y moderadas.

La UANL: los precursores Después de 1968 el primer movimiento estudiantil de significación se escenificó en la Universidad de Nuevo León. El carácter primordialmente democrático de sus demandas y la disminución de los recursos materiales para la universidad llevaron a la masa estudiantil a un enfrentamiento con las autoridades estatales. La Universidad de Nuevo León que había participado intensamente en el movimiento solidario y nacional de 1968 vio madurar políticamente a sus miembros de suerte que en 1969 la comunidad universitaria pedía autogestión y democracia en todos sus procesos internos. Bajo estos rasgos se delineó el movimiento entre los años 1969 y 1971. A raíz de estos movimientos el gobernador del Estado expidió hacia fines de 1969 dos decretos: uno concedía la autonomía a la UNL (por medio de este decreto pasaría a ser la “Universidad Autónoma de Nuevo León”) y a la vez autorizaba la creación de un consejo universitario compuesto por un tercio de profesores, otro tercio por estudiantes y otro más por directores de escuela, el cual estaba facultado para elegir al rector: el otro decreto permitía la creación de una comisión que propusiese una nueva ley orgánica para la UANL. La propuesta que surgió de esta comisión proponía como máximo órgano de gobierno a la llamada “asamblea universitaria” compuesta por tres profesores y tres alumnos de cada escuela. Estos fueron los logros cualitativos más importantes del período democrático en la UANL donde muchas de las nuevas autoridades elegidas por el consejo universitario militaban en la izquierda. Los grupos dominantes locales iniciaron en 1970 una campaña de desprestigio a las autoridades de la UANL, el entonces rector Oliverio Tijerina renunció después de ver reducido en 10 millones el presupuesto universitario. El consejo universitario nombró entonces al doctor Héctor Ulises Leal para ocupar ese cargo. El gobierno del Estado rechazó este nombramiento y estableció una nueva ley orgánica, a la vez que redujo 7 millones más el presupuesto. 98

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La respuesta del movimiento estudiantil movilizó al Sindicato de Trabajadores de la UANL y a otros sectores de la población contra el gobierno y sus aliados los empresarios. El gobierno federal en consonancia con la “apertura democrática” intervino tratando de conciliar a las partes en conflicto, de modo que por mediación de Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación Pública, el Congreso del Estado promulgó una ley orgánica que no coincidía ni con la propuesta del gobernador ni con la del movimiento universitario. En cambio establecía una junta de gobierno semejante a la de la UNAM. Esta junta de gobierno designó a Héctor Ulises Leal como rector. Dada esta solución las fuerzas políticas que habían conducido al movimiento estudiantil en todo el proceso democrático se dividieron entre quienes aceptaban la nueva ley orgánica y quienes la rechazaban, estos últimos consideraban que aquella no cumplía con las aspiraciones del movimiento universitario, por tanto había que continuar la lucha. Esta situación fue conformando las bases de lo que después sería el movimiento radical. Podemos decir que en la UANL se inició la fase radical del movimiento cuando en el segundo semestre de 1971 surgieron grupos políticos que ya no buscaban, como tarea principal, la democratización de la Universidad, sino constituir un movimiento político inscrito dentro de un proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad, con base en la lucha armada. En esa lucha por constituir un movimiento político radical jugaron un papel importante ex-estudiantes de origen político socialcristiano y ex-militantes de la JC, como Raúl Ramos Zavala, quienes desde el comité de lucha de la Escuela de Economía de la UANL, empezaron a plantear tesis radicales que luego tendrían semejanza con las de los “enfermos” de Sinaloa. El ascenso de Ulises Leal a la rectoría de la UANL a mediados de 1971 marcó el resquebrajamiento del bloque democrático. El PCM, en el que participaban tres fracciones principales: la más moderada constituida por la célula Ángel Martínez Villarreal, la fracción radical y la del centro. Estas fracciones presentaban entre sí dos posiciones respecto de la rectoría de Ulises Leal. La célula Ángel Martínez planteaba apoyarlo decididamente, en tanto que el resto, del PCM veía en Ulises la avanzada del echeverrismo en la universidad. A pesar de que en una reunión el PCM decidió no apoyar al rector, la célula Ángel Martínez siguió apoyándolo junto con otros grupos diferentes del PCM como los espartaquistas. Como inicio de las acciones radicales se produjeron en enero de 1972 en Monterrey, Chihuahua y Aguascalientes actividades guerrilleras que en Monterrey acabaron con la aprehensión de los principales dirigentes del grupo de Ramos Zavala, y la muerte de éste en el DF. Descabezado el grupo, sus simpatizantes en Monterrey trataron de continuar con la creación de una nueva organización política al nivel de la universidad ligada con la fracción radical del movimiento estudiantil. 99

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En 1972 se establecieron importantes lazos entre el movimiento estudiantil radicalizado en la UANL y el movimiento obrero que iniciaba la oleada democrática llamada insurgencia sindical. Para entonces, los estudiantes participaban ya al lado del Movimiento Sindical Ferrocarrilero en acciones como la toma del local sindical en Monterrey. De la misma forma, grupos estudiantiles se relacionaban con el movimiento sindical que se iniciaba en la fundidora de Monterrey; igualmente grupos radicalizados participaban en el STUNL (Sindicato de Trabajadores de la UANL) y en las luchas de los colonos. A finales de ese año se constituyó el Comité Estudiantil Revolucionario (CER) a partir de agrupamientos que habían recibido la influencia del grupo de Ramos Zavala; en el año 1973 el CER adoptó la tesis de los “enfermos” de Sinaloa acerca de la “universidad-fábrica” y privilegió los enfrentamientos violentos para dirimir los conflictos políticos, tanto con el Estado como con el resto de la izquierda universitaria. Al mismo tiempo que en la UANL se dio el rompimiento del bloque democrático y la radicalización de una parte del movimiento estudiantil, las fuerzas derechistas derrotadas en 1971 que todavía controlaban algunas escuelas de la universidad, lograron reagruparse desde finales de 1972, en alianza con algunos grupos del movimiento democratizador. El “ulisismo”, más preocupado por engancharse a la apertura democrática y a la reforma educativa echeverrista, que por consolidar el proceso democrático, rompió definitivamente con el PCM. Ante esta situación la fracción hegemónica del PCM en Monterrey, la célula Ángel Martínez, que había apoyado a Ulises Leal, decidió combatirlo y para ello concertó una alianza con la derecha.8 En los intensos enfrentamientos participaron al lado del rector el STUNL y el espartaquismo. El Hospital Universitario, reducto ulisista, fue motivo de tomas y contratomas armadas hasta que el ulisismo fue prácticamente expulsado de la universidad. Esto dio origen a un período de gran confusión en las filas del grupo hegemónico de la izquierda, que había “fabricado” en Ulises a un caudillo, cuando de improviso el “caudillo” fue tachado de gobiernista y burgués tanto por el PCM como por los miembros de la corriente radical. En sus momentos más intensos la pugna se dio al margen de las masas universitarias (con excepción quizá del personal del Hospital Universitario que apoyaba a Ulises) Entrevista con Pablo Morales (ex-dirigente del PCM en Nuevo León) en octubre de 1982. Esta alianza fue confirmada varios años después por Tomás González de Luna, uno de los principales dirigentes de la célula Ángel Martínez Villareal; véase Buelna núm. 3, octubre de 1979. “El sindicalismo en la UANL”, p. 38. También Pablo Morales opina que la alianza no fue sólo una coincidencia práctica sino un acuerdo formal. 8

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y así el ulisismo fue primero en echar mano de los grupos de choque para dirimir el conflicto; el PCM y la derecha respondieron de la misma forma;9 la lucha final se decidió a favor de la derecha y del PCM, en el hospital, por la fuerza de los porros. Así, el ulisismo al mostrarse incapaz de mantener el orden en la universidad perdió el apoyo del gobierno federal y fue lanzado al exilio escuela por escuela. Los grupos radicalizados universitarios propiciaron que el desfile obrero del 1º de mayo de 1973 desembocara en grandes desórdenes, protagonizados principalmente por estudiantes y obreros de la Fundidora de Monterrey.10 Como consecuencia, el gobierno organizó contra el CER una serie de represiones selectivas que lo fueron minando, al grado de que para 1974 prácticamente había desaparecido. Después de la renuncia de Ulises, lo sustituyó en la rectoría el doctor Lorenzo de Anda, destacado miembro de la derecha regiomontana, quien desató la represión en contra de todos los grupos opositores y se mantuvo en la rectoría por la fuerza del “porrismo”. En esta fase el Estado no trató de intervenir directamente en la solución de los conflictos universitarios, sino que, por un lado, permitió que la pugna entre el ulisismo y sus opositores se dirimiera internamente, y por otro, diezmó selectivamente a los grupos radicalizados. A pesar de la gran agitación reinante durante los años 72 y 73, el apoyo financiero del gobierno a la UANL no disminuyo sino que aumentó considerablemente, hecho que iba de acuerdo con la nueva política de Echeverría hacia las universidades más conflictivas. Vale destacar el papel corruptor que jugó la gestión de la rectoría en Nuevo León en el período de Luis Echeverría; en esta época, los recursos con los que contó la universidad fueron ampliados extraordinariamente y utilizados para cooptar cuadros de la izquierda.

El “enfermismo” Durante el movimiento estudiantil de 1968 la Universidad Autónoma de Sinaloa se mantuvo en paro uniéndose a las demandas del pliego petitorio presentado en el DF por el Consejo Nacional de Huelga. A partir de este paro Leopoldo Sánchez Celis, gobernador del Estado, suspendió el presupuesto de la universidad y en 1969 envió al Entrevista a Pablo Morales P. Una asamblea sindical organizada por el PCM destituyó al comité ejecutivo ulisista y conformó nuevo comité; durante dos años existieron dos comités ejecutivos de la UANL. En cuanto a la alianza PCM-derecha, ésta implicó el reparto de esferas de influencia en la universidad. 10 El Porvenir, mayo 2 de 1973. 9

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Congreso local un proyecto de ley orgánica, al mismo tiempo el consejo universitario enviaba otro proyecto previamente discutido y aprobado por la comunidad universitaria. Este último proponía la desaparición de la junta de gobierno y la formación de un consejo universitario con carácter de máximo órgano de gobierno de la universidad y una constitución paritaria. La lucha estudiantil de apoyo a esta ley orgánica recibió como respuesta del gobierno estatal la negación de las demandas democráticas de su proyecto y la imposición del proyecto de ley orgánica propuesta por el gobernador, a la vez que, sin consenso se nombraba un nuevo rector; Gonzalo Armienta Calderón destacado miembro del partido oficial. En consecuencia, el 25 de febrero de 1970 los estudiantes tomaron la universidad e impidieron la entrada del nuevo rector; la policía y grupos de choque “recuperaron” las instalaciones y hubo al menos un estudiante muerto. La ola de represión desatada por el gobierno local incluyó la expulsión y el cese de algunos profesores, y en algunos casos se disminuyó su categoría académica. En 1971 el secretario de Educación Pública, Víctor Bravo Ahuja, fue testigo de una denuncia masiva contra la política educativa del Estado de Sinaloa. Los estudiantes desataron, entonces, una ola de protestas enfrentándose directamente con las fuerzas represivas del gobierno estatal. Los estudiantes en sus demandas exigían la renuncia del rector y la implantación del cogobierno. A principios de 1972 como consecuencia de esta lucha el rector Armienta Calderón renunció y el Congreso local, por la intervención del gobierno federal, se plegó a las necesidades de la “apertura democrática” y creó una nueva ley orgánica que contemplaba un consejo universitario constituido paritariamente, que aprobó el presupuesto universitario. En los últimos meses de este movimiento democratizante se presentaron dos posiciones principales a su interior. Una de ellas, al mismo tiempo que planteaba un deslinde ideológico con las otras corrientes del mismo movimiento, veía la caída de Armienta Calderón sólo como un episodio más de la lucha de clases escenificada dentro de la universidad; en esta posición se encontraban, en mayo del 72, el PCM de Sinaloa y una serie de activistas sin partido que después constituyeron el núcleo principal de los “enfermos”.11 En contraste con la posición anterior se encontraba la del grupo José María Morelos, llamado los “chemones”,12 que luchaban contra la corrupción dentro de la universidad a favor de la implantación del cogobierno, y propugnaban el desplazamiento del “poder burgués” dentro de la universidad.

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Nombre con el que se conoció la corriente ultra izquierdista en la UAS. Grupo moderado influido por la revista Punto Crítico.

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La victoria del 72 en Sinaloa marcó como en Nuevo León la victoria democrática de 1971 el inicio de la división definitiva entre el PCM y los futuros “enfermos”. El PCM inició una política de acercamiento a las nuevas autoridades universitarias, identificadas con los “chemones”. El 30 de junio del 72 se produjo un acontecimiento que marca el inicio de la corriente “enferma” como tal. En un lugar llamado “El Tajito” se produjo una toma de tierras por parte de campesinos; el ejército cercó a los invasores. La incipiente dirección “enferma”, representada por el consejo de la FEUS (Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa), sin tener todavía estructuradas sus concepciones acerca de la lucha política, sino más bien, impulsada por la necesidad inmediata, planteó “contestar a la violencia gubernamental con la violencia revolucionaria”; de esta manera se organizaron, como medidas para distraer al ejército, la pedrea al establecimiento del “Copel Obregón” y la quema del local del CADES, (organización de los agricultores de Sinaloa) con lo que se logró romper el cerco militar en torno a los campesinos. Como consecuencia dos campesinos fueron asesinados y los activistas de la “casa del estudiante” aprehendidos. La agresión a la Casa del Estudiante, principal centro de aglutinamiento de los “enfermos” en esa época motivó que éstos en represalia quemaran las oficinas del PRI.13 Los “chemones” convocaron a un mitin para condenar el vandalismo de los “enfermos”, pero en el transcurso algunos grupos de estudiantes, desoyendo recomendaciones de los “chemones”, saquearon los principales centros comerciales de la ciudad. Los “chemones” se pronunciaron en contra de responder a las provocaciones de los “enfermos” y el rector ofrecía la iniciativa privada reparar los daños. En estas circunstancias, las posiciones de las principales corrientes políticas en la universidad eran las siguientes: 1) los “chemones” que llamaban a evitar provocaciones, a consolidar lo obtenido después de la victoria contra Armienta Calderón y a perfeccionar el cogobierno; 2) el PCM que apoyaba en ciertos sentidos las acciones “enfermas” y las presentaba como justas reacciones ante la intransigencia estatal, mientras al mismo tiempo negociaba con las autoridades de la universidad; 3) los “enfermos.” que no sólo justificaban las acciones violentas, sino que las consideraban como parte importante de la estrategia ofensiva del movimiento revolucionario. El segundo acontecimiento que apuntaló el surgimiento de los “enfermos” como corriente política estructurada, lo constituyó el movimiento camionero de septiembreoctubre de 1972. De un accidente casual, como fue el atropellamiento de un estudiante por un camión urbano, se siguieron dos semanas de choques entre estudiantes y las

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Tiempo, julio 31 de 1972, p. 29.

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fuerzas represivas; los estudiantes tomaron 56 camiones en represalia; el gobierno trajo camiones de otras ciudades y los estudiantes los volvieron a tomar. Al mismo tiempo, los “enfermos” trabaron relación con los choferes de los camiones secuestrados quienes a su vez plantearon sus propias demandas a las empresas. Como respuesta la policía tomó “Radio Universidad” y la Casa del Estudiante Guasavence, y hubo numerosas detenciones. La FEUS controlada por los “enfermos” acordó la quema de autobuses si los presos no eran liberados; después del primer camión quemado los detenidos fueron puestos en libertad.14 La situación se volvió crítica en cuanto al orden social: los peseros decidieron parar y los locatarios del mercado se negaron a pagar impuestos. El gobierno tomó los camiones secuestrados por la fuerza y, a pesar de que la FEUS decidió no hacer frente a la represión, grupos de estudiantes opusieron resistencia a las fuerzas policiacas. Ante esta situación caótica, el gobierno realizó una represión generalizada en el centro de la ciudad. Esta segunda experiencia fue fundamental para el desarrollo organizativo y táctico de los “enfermos”. El consejo de la FEUS pasó a la clandestinidad y acordó la dispersión de los militantes que se concentraban en las casas del estudiante; se fue también prefigurando la táctica de oponer a la represión, las acciones sorpresivas, móviles, ágiles y dispersas, en lugar de las manifestaciones. Después de octubre los “enfermos” plantearon la tesis de la universidad-fábrica, en la cual se define a los estudiantes como proletarios. Esta tesis tuvo una profunda influencia en las corrientes radicales, que también surgieron en virtud de procesos semejantes al de los “enfermos, en muchas otras universidades: sus implicaciones estratégicas son importantes en la medida en qué consideran al estudiantado como fracción del movimiento obrero y no simplemente como su aliado; pero supone también, relegar los intereses particulares de los estudiantes (académicos, de democracia universitaria, -etcétera) por los intereses generales de la clase obrera. Consecuente con dicha tesis, la FEUS planteó la necesidad de apropiarse de los recursos de la universidad para realizar acciones políticas.15 Los integrantes de las casas del estudiante que se dispersaron para evitar la represión siguieron, sin embargo, exigiendo el subsidio a la universidad. Las autoridades universitarias intentaron negarlo y acusaron a los “enfermos” de malversación de fondos, así ellos se plantearon conseguir el subsidio por la fuerza. En este periodo, que va de octubre del 72 a mayo del 73, se difundió a otras universidades la tesis de la universidad-fábrica. Los “enfermos”, por un lado, se relacionaron con obreros

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Tiempo, octubre 30 de 1972, p. 29. El destacamento estudiantil del proletariado, Sinaloa. FEUS, 1972.

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL

y campesinos, asimismo sabotearon las conferencias de los que ellos consideraban “aperturos”: Heberto Castillo, González de Alba, etcétera. Se llegó así a la sesión del consejo universitario del 5 de mayo de 1973, donde contando con la presencia de los rectores de varias universidades, se acordó cortar el subsidio de las casas del estudiante y cerrar la casa del estudiante femenil. Los “enfermos” se declararon en contra del acuerdo y realizaron una asamblea en la preparatoria Emiliano Zapata, después de la cual salieron a la calle a exigir el subsidio. Ante la negativa del rector se produjo un enfrentamiento con los “chemones”con saldo de dos muertos.16 El 19 de mayo se efectuó otra sesión del consejo universitario, y sin quórum legal se acordó expulsar a 46 universitarios, entre los cuales no sólo había “enfermos” sino también militantes del PCM.17 Las autoridades universitarias realizaron asambleas en diversas escuelas con objeto de legitimar las expulsiones pero sus planteamientos fueron derrotados por las posiciones de los “enfermos”. Ante la incapacidad de controlar el proceso, las autoridades decidieron cerrar la universidad, lo cual, sin embargo, no fue secundado por los estudiantes de modo que fue reabierta el 11 de junio.18 El año 1973 fue el de mayor fuerza del “enfermismo” en Sinaloa. Como hemos visto, en los años 72 y 73, los “enfermos” fueron una organización que llegó a contar con una amplia base estudiantil, al grado de que en mayo del 73 controlaban a la mayoría de las escuelas de la UAS. En junio del mismo año el PCM organizó en Sinaloa un congreso estudiantil para condenar a los “enfermos” y hubo de reconocer que era el “enfermismo” la corriente que tenía de su lado a la mayoría de los estudiantes.19 De lo anterior se desprende que la lucha en la universidad durante este periodo ya no tenía como objetivo principal la cogestión, sino que se inscribía en el marco de proyectos políticos cuya finalidad era la transformación de la sociedad como un todo. La contradicción se estableció en ese momento entre la fracción radical —que Oposición, mayo 15-31 de 1973, p. 15. Oposición, junio 15-30 de 1973, p. 10. 18 Ibidem. 19 “La actual situación política en la UAS se caracteriza por la actuación de los ʽenfermosʼ. Posteriormente al 25 de junio, cuando renuncia el rector, los enfermos pasaron a ser dueños de la universidad” (Oposición, junio 15-31 de 1973, p. 12). cincuenta dirigentes, catedráticos, directores, etc., de la UAS presentaron sus renuncia. En la renuncia el rector señala: “A través de un año en la universidad se han venido sucediendo hechos sumamente graves, y, en general, la comunidad universitaria ha visto con gran indiferencia que grupos de personas que se dicen socialistas atenten a diario contra la dignidad humana. Hay que agregar que un falso e ilegal consejo universitario, en apoyo franco a los ʽenfermosʼ, revocó otros acuerdos de expulsión”, Tiempo, julio 2 de 1973, p. 43). 16 17

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no sólo no combatía por la cogestión sino que la rechazaba calificándola de reformista y mediatizadora— y otras corrientes políticas de izquierda menos radicalizadas como el PCM y los “chemones”. Esto no significó que el gobierno permaneciera al margen de la lucha, de hecho su posición coincidió con las corrientes menos radicalizadas en la represión a la ultraizquierda. Durante el periodo radical, la relación entre los “enfermos” y grupos de la población, como camioneros, taxistas y sobre todo campesinos y obreros agrícolas fue de suma importancia, de tal forma que las luchas en la universidad se entrelazaron con otras fuera de ella. A pesar de que en los años de radicalización el gobierno concedió importantes subsidios a la UAS (en 1973 el subsidio por alumno aumentó 28.2 por ciento), la dimensión política del movimiento había trascendido en mucho el plano de las relaciones materiales a su interior. Si en la fase democrática, las condiciones internas en la universidad, en cuanto a la poca participación de los estudiantes en la toma de decisiones fueron el principal motor del movimiento; en la fase radical el proyecto político de los “enfermos” transgredió el ámbito de las condiciones internas. Fue en esta fase, y gracias entre otras cosas a que el triunfo del movimiento democratizante creó condiciones políticas favorables para que las autoridades universitarias aceptaran organizaciones sindicales, que la Asociación de Trabajadores de la UAS decidiera constituirse en sindicato planteándose como uno de sus primeros objetivos luchar por la contratación colectiva. Los “enfermos” obstaculizaron fuertemente la labor organizativa del sindicato, acusándolo de reformista y economicista. En cambio, el PCM trató de impulsarlo como parte de una táctica iniciada en el 72 dentro de la UNAM. El 16 de enero de 1974, en pleno auge, los “enfermos” llevaron a cabo acciones de tipo insurreccional en Culiacán y en los campos cercanos; a partir de ahí empezó a decaer el movimiento. La revista Tiempo reseñó los sucesos de la siguiente manera: Cinco grupos de jóvenes (alrededor de 300) sembraron la muerte y la destrucción en la madrugada del miércoles 16 en diversas zonas de la ciudad de Culiacán y en algunos campamentos agrícolas de las cercanías. Hubo un saldo de cuatro muertos. Divididos en brigadas de lucha, robaron 17 vehículos. Asaltaron las oficinas de Recursos Hidráulicos, de donde tomaron 7 rifles belgas. Hubo otro robo en el puente de peaje del río Culiacán. Frente a la Escuela de Agricultura un grupo robó un camión de redilas, otro comando asaltó la empresa Crisant. Diez minutos después, en la carretera 60, varios jóvenes atravesaron un tráiler para impedir el acceso a los campos. En los campos realizaron mítines y exhortaron

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL a los trabajadores a combatir a la burguesía. Hubo encuentros con la policía. A las 4:00 pm la situación estaba bajo control.20

Estos hechos desataron una represión selectiva en contra de los “enfermos”, sus acciones se volvieron cada vez más esporádicas, limitándose al reparto de propaganda y a la realización de algunos mítines en las escuelas.21 En octubre de ese año los “enfermos” recibieron el golpe final. Durante una semana fueron perseguidos hasta ser prácticamente eliminados, con ello cesó la actividad de todos los grupos políticos en la universidad hasta fines del 74.

El PCM y la Universidad Autónoma de Puebla En la Universidad Autónoma de Puebla, en los años sesentas, el PCM jugaba papel importante en la dirigencia de los movimientos estudiantiles. Así, al estallar el movimiento de 1968 en el DF, el PCM tomó la dirección del movimiento estudiantil local hasta paralizar la actividad universitaria. La represión estatal en la Universidad Autónoma de Puebla fue total e inmediata, de tal manera que desarticuló al PCM y a la JC para sumir al movimiento estudiantil en una etapa de reflujo que duró hasta 1969. En, 1970 los militantes del antiguo movimiento de Reforma Universitaria ganaron los consejos estudiantiles en algunas escuelas y preparatorias, el Frente Universitario Anticomunista (FUA) los atacó en forma violenta por lo cual los miembros de esta organización fueron expulsados de la universidad por el consejo universitario. Desde 1971 con el incremento en el estado de Puebla de movimientos campesinos que luchaban en contra del despojo de que eran objeto, bajo el pretexto de “modernización” regional, por parte del gobierno estatal, se empezó a dar una ligazón directa entre estos movimientos campesinos y sectores estudiantiles de la UAP. Muchos de estos estudiantes estaban aglutinados en torno a nuevos grupos de izquierda que se generaron por la influencia que ejercieron nuevos profesores que ingresaron a’ la universidad y por el planteamiento de una fracción al interior de la izquierda que buscaba ligarse a los movimientos populares para tratar de superar las tesis democratizantes que el PCM sostenía y habían motivado la lucha al interior de la universidad. En 1972 el movimiento democrático llevó a la rectoría al químico Sergio Flores. Culminó así la lucha democratizadora en la UAP. En adelante las luchas que se dieron ya no fueron por la cogestión, sino que, mientras el PCM trataba de consolidar las 20 21

Tiempo, enero 28 de 1974, p. 10. Tiempo, mayo 13 de 1974, p. 32.

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conquistas logradas, los grupos más radicales dentro de la universidad, por su parte, intentaban aumentar sus relaciones populares y elaborar una línea política más precisa, puesto que los objetivos democratizadores ya habían sido logrados. Al mismo tiempo que el movimiento entró a una fase de radicalización subía a la gubernatura del Estado Gonzalo Bautista O’Farril, quien para cumplir su promesa usó mano dura contra los universitarios. Esto se manifestó en el 72, cuando varias líneas de transporte urbano que enfrentaban un conflicto laboral, a raíz del mismo, el gobernador prometió, en un mitin celebrado el 15 de octubre de ese año, aplicar todo el rigor de la ley para terminar con el “gangsterismo estudiantil” y pidió a la Procuraduría que “las puertas de la cárcel se abran de par en par para seis autoridades de la UAP: Sergio Flores, Rivera Terrazas, Vélez Pliego, Jaime Ornelas, Cruz Quintas y Enrique Cabrera”.22 El gobernador prometió además que “las personas que sufran perjuicios en sus intereses por causas atribuidas a los pandilleros y falsos universitarios serán indemnizadas y su importe deducido del subsidio de la universidad”.23 Durante el resto del 72 la lucha campesina, cada vez más ligada al movimiento universitario, fue en ascenso, produciéndose frecuentes tomas de tierras y enfrentamientos armados entre fuerzas represivas, campesinos y activistas. Tecamachalco, Atlixco, son poblaciones que junto con otras recuerdan aquellas acciones. A partir de estos hechos la respuesta represiva del Estado contra la UAP no se hizo esperar, y a finales del 72 se produjeron una serie de atentados: 1) seis estudiantes fueron aprehendidos acusados de asesinato; 2) el edificio de la Preparatoria fue ametrallado; 3) se produjo un atentado en contra del secretario de la Escuela de Derecho y el 20 de diciembre fue asesinado Enrique Cabrera, director del Departamento de Servicio Social y Extensión Universitaria. El 24 de enero de 1973, en otro atentado, murió el pasante de Derecho Josephat Tenorio Pacheco. Más tarde el 31 de enero, durante un mitin, los estudiantes secuestraron dos policías y el cadáver de uno de ellos fue encontrado en las afueras del edificio central;24 la escalada de violencia iba en ascenso. Esta serie de atentados culminó con la matanza del 1º. de mayo de 1973. La prensa de la época relató los acontecimientos de la siguiente forma: [...] antes del desfile del 1o. de mayo, se inició un tiroteo entre estudiantes y policías, arrojando un saldo de 4 muertos y más de una docena de heridos. El origen de los hechos tiene versiones contradictorias: por un lado se afirma que el zafarrancho tuvo su origen cuando

Tiempo, octubre 30 de 1972, p. 40. Punto Crítico, enero 1-15 de 1973, p. 5. 24 Oposición, enero 1-15 de 1973, p. 5. 22 23

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CAPITULO III. LA ETAPA RADICAL la policía intentó evitar que los estudiantes entregaran propaganda entre los obreros del desfile; por el otro se dijo que los jóvenes detuvieron a una patrulla de la policía auxiliar, secuestrando a sus ocupantes e incendiando el vehículo.25

De una u otra manera el Estado aprovechó los sucesos del 1o. de mayo para dar fuerte y repentino golpe al movimiento. El 3 de mayo fueron sepultados los cuatro estudiantes muertos acompañados de un cortejo fúnebre de más de 20 mil personas. Dos días después el consejo universitario se reunió y apoyó la propuesta de varias escuelas en el sentido de exigir la destitución de Gonzalo Bautista O’Farril. En el encuentro nacional de universitarios que se realizó en Puebla antes del mes de mayo, surgió la iniciativa de efectuar un paro nacional de universidades para el 8 de mayo. Incluso el rector de la UNAM, Guillermo Soberón, expresó su acuerdo en un manifiesto firmado por él.26 El martes 8 se realizó el paro nacional,27 acompañado por una campaña periodística en la capital que condenaba los hechos represivos en Puebla. Ante esta situación, el gobernador declaró el día 8 que [...] había considerado prudente presentar su renuncia, seguro de que con ello cesarían las especulaciones y actividades de los grupos de agitación interesados en alterar el orden estatal y nacional con actos violentos [...] Desde que llegué al gobierno hice frente a la necesidad de restablecer el orden público, que estaba gravemente perturbado por la penetración del Partido Comunista en los comités de lucha [...] estamos prevenidos de que la escalada comunista que se ha desencadenado en el país compromete gravemente la paz y estabilidad de la nación.28

El “Comité Coordinador Permanente de la Ciudadanía” (CCPC), entre cuyos organizadores figuraba Gustavo Ponce de León, gerente de la Cámara de Comercio de Puebla, llamó al pueblo a concentrarse frente al Congreso local para impedir que se aceptara la renuncia del gobernador. En este mismo sentido, los representantes patronales locales se entrevistaron con el gobernador interino Morales Blumenkron y le expresaron que durante el gobierno de Bautista O’Farril “la tranquilidad se mantuvo, las vejaciones a la ciudadanía habían terminado y la escalada comunista había sido reprimida”.29 Los dirigentes empresariales presentaron sus demandas al gobernador interino condensadas en 4 puntos: “a) consignación de los delincuentes incrustados en la UAP; b) completo Tiempo, mayo 7 de 1973, p. 17. Tiempo, mayo 1o. de 1973, p. 36. 27 Oposición, mayo 21 de 1973, p. 27. 28 Tiempo, mayo 21 de 1973, p. 27. 29 Oposición, mayo 15-31 de 197, p. 5. 25 26

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desarme de los universitarios; c) derogación de la ley orgánica de la UAP, y d) descentralización económica y administrativa de las escuelas de la UAP”.30 El día 10, el CCPC hizo un paro industrial, comercial y bancario como protesta por la renuncia del gobernador Bautista O’Farril. El consejo atribuía la renuncia a presiones ejercidas por el gobierno federal lo que significaba, según el consejo, la violación de la soberanía del Estado; se protestaba además por el aumento de la infiltración comunista.31 El día 31, el mismo CCPC trató de realizar un mitin en apoyo a Bautista O’Farril, pero la policía impidió a los manifestantes llegar al zócalo. El gobernador interino del Estado declaró, respondiendo a las demandas del CCPC de la siguiente forma: [...] una de las cosas más importantes que debe realizar un gobernador es preservar la paz y el orden público; con este objeto procuraré mantener un diálogo permanente con todos los sectores de la entidad”.32

De este modo se prefiguraba un cambio en el trato político del Estado hacia la oposición más moderada. En este movimiento de mayo quedó de manifiesto el enfrentamiento de dos proyectos políticos a nivel de la clase dominante: una representada por el gobierno federal, y otra por los grupos de la oligarquía local. Esta situación ya se había presentado en Nuevo León en 1971 y, en Sinaloa, había tenido un carácter menos dramático. A partir de esos momentos la actitud del gobierno estatal hacia la universidad sufrió un cambio. Cesaron prácticamente los enfrentamientos entre estudiantes y fuerza pública, y los conflictos se desplazaron al interior de la universidad como resultado, también de la radicalización de algunos grupos. Ya desde antes de los sucesos del 1o. de mayo, las discrepancias al interior de los comités de lucha eran notorias. Por un lado, los moderados (principalmente el PCM), consecuentes con su antigua línea de Reforma Universitaria, planteaban luchar para conservar las conquistas alcanzadas, profundizar la reforma universitaria y limitar las acciones externas; por otro lado, los grupos radicales concebían esa lucha sólo como un paso más dentro de un proyecto revolucionario de mayor amplitud, que implicaba la liga cada vez más estrecha entre estudiantes, obreros y campesinos, y que justificaba, en base a las experiencias violentas en la UAP, el enfrentamiento físico con el Estado.

Ibidem, p. 5. Oposición, mayo 15-31 de 1973, p. 6. 32 Tiempo, mayo 21 de 1973, p. 27. 30 31

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En Puebla, a diferencia de otros lugares del país, no había partidos o grupos políticos bien organizados, sino que surgieron grupos locales universitarios que, por sobre los partidos, eran dirigidos por caudillos, quienes frecuentemente mezclaban la política con las relaciones personales. Una característica específica del proceso ocurrido en Puebla fue que la polémica establecida entre los grupos radicales y los grupos moderados de izquierda permaneció por largo tiempo oculta a la masa y cuando los grupos radicales irrumpieron en escena sus acciones parecieron extrañas a las masas, ya que éstas no contaban con los antecedentes del enfrentamiento. Los componentes de los grupos radicales se nutrieron principalmente de exmilitantes del PCM y de activistas independientes. Algunos de ellos eran dirigentes de ciertas escuelas de la UAP y de los movimientos campesinos y populares. Esta corriente no se planteó formar una organización aparte, sino que sus principales exponentes, en un principio trataron de dar la lucha ideológica al interior del propio PC, del cual finalmente fueron expulsados. En Puebla, la fase de radicalización no logró engendrar una corriente radical de la misma magnitud que la de Sinaloa, y aunque este tipo de tendencias sí se presentaron fue de una existencia efímera por falta de base social, su debilidad organizativa y por falta de claridad en la línea política. El resto deI 73 transcurrió bajo una gran tensión interna, con la amenaza de enfrentamientos entre los grupos universitarios. En el proceso de polarización (por un lado moderados, y por el otro los radicales) los grupos intermedios se inclinaron finalmente por las posiciones de los moderados y dejar aislados a los radicales. Como resultado, en diciembre de 1973 se expulsó de la UAP a los dirigentes del grupo más radicalizado, descabezando con esto el movimiento radical en Puebla.

Así fue el Comité de Lucha de Derecho de la UNAM La ruptura al interior de la Juventud Comunista, ocurrida en mayo de 1972, se venía ya perfilando en la UNAM desde los acontecimientos del 68; el Tercer Congreso de la JC, los hechos del 10 de junio y la escisión del grupo de Ramos Zavala, contribuyeron a esta ruptura. Después del 10 de junio la corriente del “pregrupo” dejó de tener la hegemonía que había ejercido en el comité coordinador (CoCo) de la UNAM y esta hegemonía pasó a la JC; poco después, las pugnas al interior de la JC crearon una nueva correlación de fuerzas en la que se fortaleció la corriente más radical, aliada con grupos y activistas independientes. La corriente más moderada, encabezada por Pablo Gómez, Joel Ortega y Moreno Wonche en esos momentos, representaban sólo una minoría. Las concepciones de la corriente izquierdista de la JC en la UNAM coincidieron entonces 111

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con las de otros grupos de activistas sin partido. La ruptura al interior de la JC se hizo patente cuando Pedro Castillo, principal dirigente de la corriente izquierdista de la JC, fue expulsado del PCM; otros de sus compañeros renunciaron al partido antes de ser expulsados. Ya fuera de la JC, intentaron constituir, contando con la colaboración de los activistas que simpatizaban con ellos, una estructura organizativa cuyo núcleo básico era la brigada, en contraste a la forma organizativa de asamblea o de comité de lucha que había caracterizado al movimiento en su fase democratizante. El movimiento de brigadas tomó fuerza a partir del 31 de julio de 1972, en que estudiantes de la Normal, a quienes la UNAM exigía exámenes especiales para ingresar a ella, tomaron por la fuerza el despacho del rector Pablo González Casanova apoyados por el comité de lucha de Derecho controlado entonces por los radicales. En este conflicto participaron como dirigentes Miguel Castro Bustos y Mario Falcón.33 Frente a la toma, la rectoría hizo denuncias formales ante las autoridades correspondientes y los demás grupos de izquierda condenaron las acciones, coincidiendo con el rector en que la fuerza pública no debería intervenir en la UNAM. Después de un mes de tomada la Rectoría, el 30 de agosto salieron de ella los normalistas y se refugiaron en la facultad de Derecho.34 Durante este lapso se desató una campaña periodística en contra del rector, acusándolo de falto de energía. Algunos de los entrevistados interpretan estos hechos como el resultado de la imbricación de dos corrientes distintas en el Comité de Lucha de Derecho: por un lado, la que representaba el grupo encabezado por Pedro Castillo, que buscaba, con el movimiento de los normalistas, impulsar el movimiento universitario mediante las acciones violentas, y por el otro, la que sustentaba gente oscura como Castro Bustos y que mantenía ligas con intereses gubernamentales. Al parecer estaba presente, como en el caso de los “enfermos” de Sinaloa, una concepción política que privilegiaba la lucha violenta contra el Estado. Tal movimiento de brigadas presentó además otras coincidencias con el de los “enfermos” de Sinaloa: sustentaba una tesis parecida a la de la universidad-fábrica y pretendía poner la institución al servicio de los objetivos revolucionarios (hacer infuncional la universidad para el sistema significaba en la concepción de los “enfermos”, “destruirla”). El movimiento de brigadas trató de llevar algunos contingentes populares a la universidad para “contagiar con su ánimo a las masas estudiantiles que estaban un tanto confusas, dispersas, amedrentadas por la represión y confundidas por la demagogia reformista de partidos y organizaciones como el PCM y Punto Crítico”.35 Tiempo, agosto 14 de 1972, p. 12. Tiempo, enero 1o. de 1973, p. 5. 35 Entrevista al Lic. Benito Collantes, mayo de 1982. 33 34

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Cuando nació el movimiento de brigadas, el resto de la izquierda tradicional lo tachó de “grupo de porros”, por el tipo de acciones que efectuaron, tales como la quema de la cafetería de la facultad de Derecho (centro de operaciones del grupo priísta-porril Francisco Villa), tomas de Rectoría o de las cafeterías de la UNAM, etcétera. La corriente de las brigadas hizo intentos de trabar relaciones con grupos populares fuera de la Universidad: con los colonos del Campamento 2 de Octubre, con campesinos de la colonia Rubén Jaramillo (en el estado de Morelos) y con campesinos de la sierra norte de Puebla, de Sinaloa y de Oaxaca, fundamentalmente. Al darse la lucha por la constitución del STEUNAM, los líderes brigadistas entablaron relaciones con la dirigencia del sindicato. Durante el primer semestre del 73, se dieron diversos movimientos autogestionarios en varias escuelas de la UNAM: Medicina, Arquitectura, Economía, Trabajo Social, etcétera, en algunas de las cuales, permanente o transitoriamente, se lograron establecer órganos paritarios de gobierno. La debilidad del movimiento democratizador quedó en evidencia por su incapacidad de establecer formas cogestivas a nivel de la UNAM en su conjunto. Al mismo tiempo que prosperó relativamente el movimiento autogestivo, el Comité de Lucha de Derecho, que constituía el “movimiento de brigadas”, participó en el conflicto de los becarios de la cafetería de la UNAM que estaban en manos de concesionarios privados que pagaban una renta a la universidad; a raíz del movimiento del 68, los concesionarios empezaron a abandonar las instalaciones y la universidad fue absorbiendo la prestación de servicio. Después del 68, la intervención de los estudiantes en el manejo de las cafeterías fue algo habitual. A partir del control del movimiento de becarios y el control de las cafeterías, el movimiento de brigadas realizó una serie de acciones que fueron tachadas como provocadoras por el resto de los grupos de izquierda. El año del 73 fue el de máxima influencia de los “enfermos” de Sinaloa y ésta se hizo sentir en el movimiento de brigadas. La prensa nacional presentó a las cafeterías controladas por el movimiento de brigadas, como centros de delincuentes, de tráfico de drogas y como instrumentos en manos de “enfermos”. Se preparó así el escenario para la entrada de la policía a la UNAM. La policía tomó la universidad en agosto del 73, desalojando a los miembros del movimiento de brigadas de las cafeterías y obligando a sus dirigentes a ocultarse.36 El movimiento de brigadas nunca llegó a tener una línea política tan elaborada como la de los “enfermos” de Sinaloa, ni su influencia en la UNAM se extendió como el radicalismo en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Al interior del brigadismo se

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Oposición, agosto 15-31 de 1973, p. 5.

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generaron desacuerdos entre sus miembros; algunos emigraron a la provincia y otros pasaron al movimiento obrero. La pobreza ideológica del movimiento, su escasa base social y la represión acabaron con el radicalismo en la UNAM; entre noviembre de 1973 y principios de 1974 había desaparecido como corriente de lucha.

Desde la rectoría de Martínez Soriano en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca A raíz de los acontecimientos represivos que se dieron en Oaxaca en 1970, se originó al interior del movimiento estudiantil una discusión entre quienes sostenían que el objeto de la lucha estudiantil era la democratización de la universidad, y que por tanto las demandas y las formas de acción debían orientarse en ese sentido, y aquellos que sostenían posiciones más radicales;37 en todo caso, las presiones y demandas de corte democratizante siguieron caracterizando al movimiento en la Universidad Autónoma Benito Juárez (UABJO) y llevaron a que en 1971, el Congreso del Estado de Oaxaca expidiese el decreto número 276 por el cual se reformó la ley orgánica de la universidad. El cambio principal consistía en que la terna para elección del rector, que anteriormente presentaba el gobernador, sería ahora designada por el consejo universitario, y se presentaría ante la asamblea universitaria para la elección definitiva. De esta forma fue elegido el licenciado Vasconcelos Beltrán, de tendencia gobiernista, el 15 de diciembre de 1971.38 En, 1972 se dio una lucha al interior de la Federación de Estudiantes Oaxaqueños, (FEO) entre el grupo radical de los “comitecos” y otros grupos democráticos entre los que destacaba el Bufete Político Universitario (BPU). El grupo de los comitecos participó también en tomas de tierras y en el conflicto de choferes urbanos.39 Por otro lado, durante este año la fracción democrática de la FEO participó en luchas populares junto con el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) y la Central Campesina Independiente (CCI) hasta da origen a la Coalición Obrero Campesino Estudiantil de Oaxaca (COCEO).40 La COCEO participó en varias acciones de lucha popular; las principales fueron las relacionadas con la Federación de Transportistas Electricistas de la República MexiYescas Martínez y colaboradores, Sociedad y política en Oaxaca, p. 289. Nueva Universidad, 1, feb, 1977, p. 6. 39 Punto Crítico, mayo de 1973, p. 38. 40 Ibidem, p. 39. 37 38

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cana y la del Movimiento Sindical Ferrocarrilero (MSF). De especial importancia para este último fue el apoyo de la COCEO a la consigna vallejista que se difundió durante el año 1972 en toda la República y que consistía en un llamado a la toma de locales sindicales por parte del MSF. Los miembros del STERM tomaron el 24 de junio de 1972 el local de la sección 22 del mismo sindicato en Matías Romero, Oaxaca. En este lugar, la COCEO estableció un centro de operaciones hasta el 3 de diciembre, día en que el ejército desalojó las instalaciones; como represalia, la COCEO secuestró a tres policías uniformados y pretendió canjearlos por presos ferrocarrileros, pero este intento fracasó; la COCEO tuvo entonces que entregarlos personalmente al gobernador.41 En Oaxaca es notable la íntima ligazón del movimiento estudiantil, desde sus inicios, con los movimientos populares. Posiblemente lo complejo de las contradicciones que se dan en Oaxaca (en contraste, por ejemplo, con los casos de Monterrey y Sinaloa) haya influido poderosamente en que esa liga se diese tan temprano. En Oaxaca, aun dentro de lo que pudiera considerarse una fase democratizadora, se da una intensa radicalización. Movimiento estudiantil y popular interactuaron imprimiéndole una amplitud de proyecto que rebasó la mera exigencia de democratización de la universidad. El 12 de diciembre de 1974, el licenciado Vasconcelos Beltrán concluyó su periodo y entregó la rectoría al licenciado Guillermo García Manzano, con la inconformidad de los estudiantes. El 4 de diciembre de 1975 los estudiantes propusieron en una asamblea al licenciado Alejandro de Jesús Ramírez como director de la Preparatoria. El mecanismo legal de designación de directores de escuela preveía que fuese el consejo universitario el que formara la terna para elegir al director, pero el consejo universitario no escogió en la terna al candidato de los estudiantes. El 5 de diciembre de 1975 los estudiantes de la Preparatoria No. 2 tomaron el edificio escolar en señal de protesta y demandaron ante el consejo universitario un voto estudiantil por cada grupo ante la asamblea de su escuela para elegir director. El 11 de diciembre de ese año, la asamblea de la escuela de derecho nombró como director al licenciado Jorge Martínez, quien tampoco era aceptado por los estudiantes; al término de la elección los alumnos tomaron el edificio central de la universidad y se constituyeron en “Consejo Estudiantil de Huelga”, con el apoyo de estudiantes de diversas escuelas; los paristas exigieron la renuncia del rector y de los directores de las escuelas de Derecho, Comercio y Administración, Bellas Artes, Ciencias Químicas y de la Preparatoria No. 4. de Tehuantepec.

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Yescas Martínez, op. cit., p. 292.

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Para el 10 de enero de 1976, casi la totalidad de las escuelas de la UABJO estaban en paro; se pidió entonces la paridad en la asamblea universitaria.42 En este movimiento, de un lado se encontraba buena parte del estudiantado, los empleados universitarios y una minoría de maestros; del otro lado, las autoridades universitarias y la mayoría de los maestros. El 24 de enero se realizó una manifestación de cerca de ocho mil personas en apoyo al movimiento; mientras tanto, todas las escuelas permanecían en paro, excepto la de Comercio.43 Se tomó entonces como medida represiva expulsar a maestros y a estudiantes, pero ello no logró detener el movimiento y el rector presentó su renuncia el 28 de enero; en su lugar fue elegido el arquitecto Celestino Gómez Soto, en calidad de rector interino. El consejo estudiantil de huelga consideró que la sustitución de rectores era una maniobra del Estado y por tanto decidió continuar en paro. El nuevo rector pidió la devolución de los edificios tomados por los estudiantes, pero su petición fue rechazada al no cumplirse la demanda estudiantil de anular las elecciones de directores.44 Después de dos meses de huelga, el 23 de febrero terminó el paro mediante un acuerdo entre el consejo estudiantil de huelga y el consejo universitario, en el sentido de que fueran las asambleas de cada escuela las que decidieran si los directores elegidos en diciembre permanecerían en sus puestos. Asimismo se consideró la creación de una comisión mixta de alumnos y profesores, que propondría una nueva ley orgánica y establecería la paridad en la asamblea.45 Para constituir dicha comisión el consejo universitario concedió al rector un mes de plazo, pero éste no cumplió con la tarea encomendada y en junio de 1975 presentó su renuncia con carácter irrevocable, para designar en su lugar, y sin acuerdo del consejo, al arquitecto Manuel de Jesús Ortega Gómez. El nuevo rector se negó a discutir el problema de la comisión y como respuesta despidió a trabajadores y profesores. Mientras tanto, la corriente democrática siguió fortaleciéndose de tal forma que, al realizarse las elecciones de consejeros alumnos, casi la totalidad de los triunfadores fueron activistas del movimiento democrático. Los días 23 y 24 de julio de 1976 se celebró una sesión extraordinaria del consejo universitario para nombrar rector, resultando elegido, como encargado de la rectoría, el licenciado Marco Antonio Niño de Rivera, dirigente del movimiento democrático. Ante la nueva elección, el rector depuesto publicó en los diarios locales, los días 26 y 27 de ese mes, un acta apócrifa de la sesión del consejo, que aludía a acuerdos no Oposición, febrero 21 de 1976, p. 1. Punto Crítico, núm. 48, p. 24. 44 Ibidem. 45 Punto Crítico, núm. 49, p. 23. 42 43

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tomados en la misma. El nuevo rector integró la comisión mixta que elaboró un proyecto de reformas a la ley orgánica y lo presentó al Congreso local el 2 de septiembre. La solicitud de reformas no encontró respuesta favorable y el movimiento democrático recurrió al apoyo de otras universidades; fue importante entonces la ayuda que brindó el PCM a través de la Universidad de Puebla. Como respuesta, los gobiernos federal y estatal suspendieron el subsidio, ante lo cual se organizó una marcha de protesta a la capital de la República, encabezada por el rector Niño de Rivera, con la oposición del PRT y del Bufete Político Universitario (BPU). La marcha logró que el 15 de octubre, el secretario de Educación Pública firmara un convenio con el rector encargado, por el cual la SEP se comprometía a entregar el subsidio al rector que designara el consejo. El 17 de octubre, el consejo universitario nombró como nuevo rector encargado al doctor Felipe Martínez Soriano y en la misma sesión un representante de la SEP entregó el subsidio federal; el gobierno estatal, en cambio, se negó a entregar su parte del subsidio, alegando que la elección había sido ilegal.46 Al asumir la rectoría, Martínez Soriano recibió tres millones de pesos como subsidio federal; éste se destinó según sus declaraciones, al pago de salarios y contrataciones de gente nueva, ya que 70 catedráticos gobiernistas habían renunciado también.47 El gobierno estatal pretendió desconocer al doctor Martínez Soriano como rector y trató de imponer al doctor Tenorio Sandoval. El 19 de noviembre se realizaron dos asambleas para elegir rector: una convocada por las fuerzas gobiernistas que representaba el ex-rector Ortega Gómez, entre cuyos participantes habían miembros de la asamblea universitaria elegidos hacía más de dos años, y que eligió al doctor Horacio Tenorio Sandoval, y la otra, que con la asistencia de seis mil universitarios, y ante un notario público, eligió al doctor Martínez Soriano como rector definitivo.48 El gobernador del Estado, Manuel Zárate Aquino y el doctor Horacio Tenorio Sandoval se entrevistaron con las autoridades de la SEP para exigir la entrega del subsidio federal, las autoridades de la SEP propusieron, en cambio, soluciones intermedias. Martínez Soriano propuso un referéndum para decidir la situación, el cual fue aceptado en principio por las autoridades estatales y federales; sin embargo, a inicios de enero de 1977 las autoridades estatales anunciaron que el conflicto se resolvería próximamente y, por tanto, que ya no era necesario el referéndum.49

Foro Universitario, 1, 8, enero de 1977, p. 42. Entrevista al Dr. Martínez Soriano. 48 Nueva Universidad, 1, 2, febrero de 1977, p. 5. 49 Ibidem, p. 6. 46 47

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El 8 de enero, un grupo de 200 personas, entre policías y grupos de choque, tomaron por asalto el edificio central de la universidad. Esta acción fue encabezada por el doctor Tenorio Sandoval y se realizó seis días antes de la fecha fijada para el referéndum. A raíz de la agresión, la secretaría de Gobernación intervino como mediadora para tratar de llegar a un acuerdo entre ambas partes, e insistió en la celebración del referéndum. La corriente de Martínez Soriano lo aceptaba, pero el gobernador y el doctor Tenorio Sandoval se negaban a hacerlo.50 Se llegó pues al acuerdo de formar una nueva comisión coordinadora para la solución de los problemas. La primera comisión coordinadora debería estar compuesta por el presidente municipal de Oaxaca, Agustín Márquez Uribe, Carlos René Vargas Ortiz por parte de la universidad y “un oaxaqueño distinguido”. Durante los meses de enero y febrero la agitación cundió en Oaxaca en contra del gobernador. El 16 de enero, Martínez Soriano anunció el paro de 20 universidades y, al mismo tiempo, el líder patronal de la entidad, Juan José Gutiérrez Ruiz, advirtió que si eso sucedía, los centros patronales de toda la República harían lo mismo, a través de las cámaras de comercio. En Juchitán, la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Itzmo (COCEI) organizó una manifestación de protesta en apoyo a la lucha en la universidad; la manifestación fue reprimida por miembros de la Dirección de Seguridad Pública del Estado, con un saldo de varios muertos. En consecuencia, centenares de estudiantes demandaron la destitución del gobernador; el 24 de febrero dos autobuses fueron incendiados, y campesinos de 162 ejidos de Oaxaca pidieron al Congreso estatal la desaparición de poderes por haberse roto el orden institucional. Por su parte el gobernador declaró: “En ningún momento pienso renunciar a mi cargo por enfermedad o presiones de grupos subversivos”. Mientras tanto, en la capital de la República, los partidos de oposición (PAN, PARM y PPS) coincidieron en que la comisión permanente del Congreso de la Unión debería dar pasos necesarios para el desconocimiento de los poderes en Oaxaca. La comisión permanente del Congreso de la Unión envió una comisión de diputados y senadores para conocer e investigar la situación. La Fusión Cívica de Organizaciones Productivas de Oaxaca (FCOPO) realizó una concentración en el DF en apoyo al gobernador. Por otra parte, Juan José Gutiérrez, presidente del consejo empresarial de Oaxaca, advirtió que, en caso de que la comisión de legisladores diera la razón a los grupos subversivos, el paro del comercio organizado sería indefinido. Los miembros de la comisión de legisladores comenzaron a escuchar a los grupos en pugna, pero finalmente no pudieron continuar su labor conciliadora. El 2 de marzo la comisión fue dispersada por una

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Nueva Universidad, 1, 2, marzo de 1977, p. 11.

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manifestación de estudiantes, obreros y campesinos. Dados los acontecimientos, el jueves 3 de marzo el gobernador presentó una solicitud de licencia por seis meses y fue designado el general Eliseo Jiménez Ruiz como gobernador interino.51 El nuevo conflicto afloró cuando el rector consignó al secretario general de la universidad, y logró su destitución, acusándolo de tratar de controlar a la universidad para satisfacer propósitos partidistas.52 Para ese entonces las relaciones Rectoría-PCM eran bastante frías; según Martínez Soriano, el PCM exigía puestos académicos como pago a la solidaridad y atacaba al rector por autoritario.53 Poco después del triunfo del movimiento democrático, éste se escindió en dos fracciones: una representada por el rector Felipe Martínez Soriano y apoyada por el grupo Netzahualcóyotl, y otra en la que participaban el PCM, el PST, el PMT y el Bufete Jurídico Universitario (que controlaba a la COCEO). Al principio, las diferencias entre las dos fracciones del movimiento democrático se dirimieron en el consejo universitario, pero pronto la escisión generó hechos violentos.54 Los movimientos populares, que habían apoyado la lucha democrática en la universidad, al chocar las dos fracciones, también tomaron partido: la COCEI y el Frente Campesino Independiente ratificaron su apoyo a Martínez Soriano; la COCEO y el Bufete Jurídico apoyaron al grupo opositor al rector. La violencia entre las dos fracciones continuó, y el 6 de diciembre dos estudiantes cayeron muertos ante la Preparatoria, baluarte de la fracción martínez-sorianista. Poco después del enfrentamiento en la Preparatoria, el gobernador anunció que retiraría el subsidio a Martínez Soriano y que lo entregaría a la comisión coordinadora formada por los opositores al rector. En la parte central de su comunicado, el gobernador manifestó que: [...] en las últimas semanas el doctor Felipe Martínez Soriano y el llamado grupo Netzahualcóyotl han desatado una serie de agresiones[...] atentando contra la sociedad en su conjunto a través de actos ilícitos[...] con esto han conducido a la desintegración de la propia autoridad.55

En los primeros días de diciembre de 1977, el ejército realizó una serie de maniobras en los lugares aledaños a la ciudad de Oaxaca, y el 14 de diciembre las fuerzas Tiempo, marzo 14 de 1977, pp. 19 y 20. Proceso, noviembre 21 de 1977, p. 29. 53 Entrevista al Dr. Felipe Martínez Soriano. 54 Proceso, noviembre 21 de 1977, p. 29. 55 Proceso, diciembre 12 de 1977, p. 28. 51 52

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represivas, ejército y policía, se apoderaron de los edificios de la universidad, salvo el colegio Labastida, donde laboraba la comisión coordinadora opuesta a Martínez Soriano. Se implantó prácticamente el estado de sitio en la ciudad y se practicaron numerosas detenciones, principalmente entre los partidarios del rector Martínez Soriano.56 De este modo, apoyado en una represión selectiva y alentado por las declaraciones de la ANULES y las de los partidos de izquierda en contra de Martínez Soriano, el gobierno recuperó los edificios y prácticamente aniquiló al movimiento estudiantil en Oaxaca.57 Poco después de la toma de la Universidad, el Gobernador declaró que los empresarios pedían como solución al conflicto un “baño de sangre”.58 El movimiento encabezado por el rector Martínez Soriano no era homogéneo: el rector y la mayoría de los directores de las escuelas de la universidad planteaban una universidad ligada a las luchas populares, pero, a la vez, se proponían mejorar la eficiencia de la enseñanza en la universidad. El grupo Netzahualcóyotl, heredero del radicalismo de los “comitecos” de los años 72 y 73, buscaba por su parte y a la manera de los “enfermos” de Sinaloa, no rehuir el enfrentamiento directo para dirimir los problemas políticos, enfrentamientos en los que, al participar el Estado, evidentemente resultaron derrotados. Resulta evidente que el gobierno federal coincidió con la mayoría de los grupos políticos de izquierda en la universidad, en cuanto a la represión de la fracción “sorianista”. De hecho, la fracción radicalizada representada por el grupo Netzahualcóyotl no tuvo oportunidad de desarrollarse, y a diferencia de algunos conflictos semejantes en el sexenio de Echeverría, en esta ocasión no se permitió que las fracciones de izquierda dirimieran sus diferencias dentro de la misma universidad sin la intervención directa de las fuerzas represivas.

Reflexiones acerca de la radicalización del movimiento La fase del movimiento estudiantil denominado del radicalismo no siempre ha sido reconocida como tal; algunas veces ha sido calificada de porrismo, aventurerismo, vandalismo, etcétera. Es posible que tales características hayan estado presentes, pero políticamente no son las que definen a esta fase. El izquierdismo que predominó en el movimiento estudiantil no puede entenderse sólo en virtud de algunas de sus manifestaciones parciales. Como hemos visto, el movimiento estudiantil radicalizado Espartaco, enero de 1978, p. 1. Miguel Lozano y colaboradores, Oaxaca una lucha reciente, Nueva Sociología, México. 58 Proceso, enero 16 de 1978, p. 14. 56 57

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llegó por momentos a constituir un auténtico movimiento de masas, más allá de la mera acción de grupos armados. El radicalismo que tuvo sus primeras manifestaciones en Monterrey durante 1971 y continuó hasta alcanzar su expresión más fuerte en Sinaloa, contó con expresiones locales y con canales de comunicación que hicieron posible su difusión a nivel nacional, a pesar de no haber tenido las dimensiones programáticas y organizativas que se presentaron específicamente en Sinaloa. La tesis de la universidad-fábrica recorrió las universidades mexicanas, y si no llegó a encarnar en una organización nacional fue tal vez debido a la corta duración de la fase radical y a errores evidentes de estrategia. El radicalismo tuvo más impacto ahí donde las luchas democráticas cogestionarias habían tenido mayor éxito, Nuevo León, Puebla, Sinaloa y Oaxaca. En los tres primeros casos, donde pueden reconocerse con más claridad las diferentes fases del movimiento estudiantil, el radicalismo surgió precisamente como consecuencia de la radicalización sufrida, en la fase precedente, por una parte del movimiento democrático, y por el agotamiento para ellos de los objetivos de democratización de la universidad. En este contexto el radicalismo es hijo de la crisis de las organizaciones de izquierda (JC, espartaquismo y social- cristianos, principalmente), y de la acumulación de experiencias y combatividad de la masa estudiantil. La fase del radicalismo coincide con la primera etapa de la “apertura democrática” del régimen del presidente Echeverría, entre cuyos objetivos se encontraba la recomposición de las bases de la dominación política del Estado Mexicano, y cuya manifestación concreta en el ámbito universitario fue el aumento creciente en los subsidios federales a la educación superior. La política estatal trataba de combatir por este medio lo que suponía eran las bases causales del malestar estudiantil, es decir las precarias condiciones materiales de la universidad. Si bien esta política en el largo plazo no dejó de dar frutos, en lo inmediato no logró contener la ola radical. Aunque las malas condiciones de la enseñanza contribuyeron, a que se produjeran las primeras oleadas de protesta en la fase democrática del movimiento estudiantil, al llegar a la fase de radicalización las motivaciones de la lucha habían rebasado el ámbito y las contradicciones universitarias. Al menos para una parte de los estudiantes —los radicales— el destacamento estudiantil se había quedado envuelto en el ojo del torbellino de la tensión social más determinante, entre una sociedad cada vez más compleja y un Estado Social Autoritario que corporativamente trataba de seguir dominando a la sociedad civil. La facilidad del destacamento estudiantil para desprenderse de su determinación material es sintomática de la debilidad de dicha determinación en los estudiantes. Esto lo interpretaron los “enfermos” como un efecto del carácter proletario del sector estudiantil cuando más bien se trataba de su desclasamiento como virtud y como defecto; como virtud porque reflejaba la capacidad del destacamento 121

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estudiantil para actuar como expresión masiva de tensiones sociales más profundas, cuando otras clases apenas se aprestaban a dar las luchas más elementales. Y como defecto porque su mismo alejamiento de la propia materialidad le hizo concebir tareas que superaban sus posibilidades reales. Al llegar a un punto estos destacamentos de débil determinación material dejaron de ser concebibles como vanguardia, y tendió a establecerse un divorcio entre ellos y la sociedad. La naciente insurgencia sindical no siguió a los estudiantes en su radicalismo, entonces se quedaron solos ante el inmenso poder del Estado y su futuro no podría ser otro que la destrucción, destrucción que no necesariamente dio la razón a sus enemigos. En los lugares donde la lucha democrática triunfó, el radicalismo surgió de la escisión del bloque democrático, al mismo tiempo que la correlación de fuerzas en el Estado estaba cambiando. En la lucha contra los radicales confluyeron la derecha tradicional, el nuevo régimen estatal y la izquierda moderada. Al mismo tiempo se presentaban conflictos entre las mismas fuerzas estatales, locales y federales, entre derecha tradicional e izquierda moderada. A esta complejidad se sumó la emergencia del sindicalismo universitario. El resultado estaba a la vista, la “apertura democrática” se tradujo para los radicales en su destrucción política. La violencia estatal y los ataques de la izquierda tradicional acabaron con el movimiento radical, pero una causa más profunda de su destrucción fue su incapacidad para ampliar su base social fuera de la universidad. Esta incapacidad no debe interpretarse sólo como “errores tácticos” sino como un divorcio entre “el destacamento estudiantil del proletariado” (como le llamaron los “enfermos”) y ese mismo proletariado, y por la incapacidad de comprender que el Estado Social Mexicano todavía tenía que sufrir una transición. El destacamento radical experimentó una inversión dialéctica; es decir, si en un inicio fue capaz de expresar necesidades universales a costa de su desclasamiento, al final concibió sus propias condiciones de radicalidad como universales: caro precio tuvo que pagar por esta inversión.

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Capítulo IV. El movimiento estudiantil inicia el reflujo La etapa del reflujo

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acia 1974 el movimiento estudiantil estaba en decadencia (salvo futuras excepciones como en las universidades de Oaxaca y de Guerrero), precisamente cuando se iniciaba sostenidamente la oleada obrera, campesina y de las colonias populares antiestatal. El movimiento estudiantil quiso tomar el cielo por asalto pero resultó superior esta tarea a sus fuerzas. En la fase radical continuó expresando necesidades sociales pero cada vez más abstractas, más distantes de las condiciones reales del momento. El precio que hubo de pagar fue su aislamiento y finalmente su destrucción; no obstante que el sindicalismo y el movimiento campesino independiente emergían con fuerza. El reflujo del movimiento estudiantil fue en parte consecuencia de la destrucción de las fuerzas radicales por medio de la represión. En cuanto a la corriente democrática del movimiento en los lugares donde logró consolidarse, se dio a las tareas de responsabilizarse de la gestión universitaria, privilegiando muchas veces el buen funcionamiento de la institución sobre el avance del propio movimiento, de una manera o de otra un espacio civil (sin ser forzosamente antagónico al sistema) no estaba ya orgánicamente incorporado al Estado. No se estaba construyendo la universidad socialista en el capitalismo, como algunos creyeron, pero sí se estaba arrebatando el control orgánico de una parte de lo civil al Estado. Independencia de lo civil no significa anticapitalismo, significa más bien funcionamiento que puede ser acorde al propio desarrollo de la lucha en el campo de la cultura. Ni los radicales, ni los moderados comprendieron la herencia del movimiento estudiantil. Para los primeros las universidades “democráticas” no eran sino simples universidades burguesas al servicio del sistema. Nada había cambiado. Para los segundos se estaba ante una universidad 123

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diferente que ya no servía al capitalismo sino al “pueblo”. Ambas concepciones eran funcionalistas y, en el mejor de los casos, estructuralistas Las instituciones no sólo se definen por su funcionalidad sino también por sus contradicciones sistémicas, disfuncionalidades o discontinuidades con los poderes dominantes. Asimismo la lucha no es una lucha a muerte ni es sólo una guerra de posiciones, las universidades “democráticas” no dejan de dejaron de ser parte del sistema pero, a la vez, dieron posibilidad del surgimiento de una nueva cultura y de productos intelectuales críticos. El Estado capitalista no es infinitamente refuncionalizable, es decir, no toda reforma es funcional y puede contribuir al cambio más ampliamente considerado. Desde este proceso el Estado Social- autoritario, como carcelero de la sociedad civil perdió espacios funcionales.

El reflujo en la Universidad Autónoma de Nuevo León El año 1974 fue de fuerte reflujo en el movimiento universitario: el radicalismo resultó duramente golpeado, el “ulisismo” se concretó a exigir la reinstalación de trabajadores universitarios despedidos a raíz del conflicto del año anterior y el “porrismo” fue usado como instrumento de control. Para 1975 la UANL había sido pacificada, lo que permitió decir al gobernador del estado, Pedro Zorrilla, en su segundo informe de gobierno que [...] la universidad trabaja con dignidad, apartada de filosofías utilitaristas y discute críticamente en bien de México. Estoy seguro que nadie osará incidir en su autonomía, interrumpir su libertad o afectar sus crecientes niveles académicos. Pueden estar seguros los universitarios del mayor esfuerzo del gobierno en su favor, del permanente respeto prometido y comprobado y el cordial afecto del gobierno.1

En esta fase la lucha se apagó tanto a nivel estudiantil como sindical universitario, y sólo en las elecciones sindicales lograba activarse levemente. En enero de 1975 se renovó el comité ejecutivo del STUANL; el 15 de enero se inició la campaña electoral y el PCM trató de llegar a un acuerdo con el grupo “Ángel Martínez Villarreal”, expulsado en años anteriores del propio PCM, que controlaba el comité ejecutivo del sindicato y con otras fuerzas que permitieron la integración de una planilla única. Los dirigentes del PCM expresaron que esta alianza se daba en virtud de los ataques de la oligarquía local en contra de la universidad y a que el sindicato era la única fuerza organizada. Sin 1

Segundo informe de gobierno, Pedro Zorrilla Martínez.

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embargo, la alianza no se consiguió y se presentaron tres planillas: la del grupo “Ángel Martínez”, la del PCM y la de los restos del “ulisismo”, resultó triunfante la primera. En 1976 el sindicato hizo un paro de labores en pro de un aumento salarial, duró una semana y logró un incremento del 23 por ciento. En 1977 se volvió a producir otro paro por motivos semejantes. En esta última fase las movilizaciones decayeron sensiblemente y el foco de la muy escasa actividad pasó al STUNAL, en el que las luchas tenían un carácter económico. Las relaciones entre el gobierno estatal y las autoridades de la UANL fueron sumamente cordiales pero, no obstante, en 1975, ya pacificada la universidad, los ingresos por alumno decayeron en 12.5 por ciento.2

Ligas que se debilitaron en la Universidad Autónoma de Puebla A principios de 1973 se empezó a constituir el sindicato de empleados de la UAP y se hicieron los primeros intentos de organización de los profesores. La lucha entre el PCM y la corriente radical se reflejó también al nivel del sindicato de empleados, en el que, a mediados de 73 tenían claro predominio los radicales. Sin embargo, como es común en el movimiento poblano, los grupos de choque de la misma izquierda hicieron campaña de intimidación entre los trabajadores. Al ser descabezado el radicalismo en el ámbito estudiantil en diciembre del 73, la lucha entre las dos corrientes se continuó en 1974 al nivel del sindicato. En ese año se realizó una huelga en contra de las autoridades universitarias, la cual fue reprimida por los grupos de choque. Después de esto el PCM se apoderó de la dirección del sindicato y encausó sus luchas hacia la obtención de mayor subsidio para la Universidad. En 1974 hubo intento de algunos de los grupos no pertenecientes al PCM para formar otra nueva fuerza política. En ese momento el PCM era el hegemónico y otros grupos trataron de disputarle el poder, como el de los llamados “galácticos”, el cual tenía concepciones semejantes al PCM, pero su énfasis en la democratización lo convirtió en crítico de aquel acusándolo de haberse deshecho de sus opositores por la fuerza de Como colofón del largo reflujo del movimiento universitario en la UANL, la llegada a la gubernatura del Estado de Alfonso Martínez Domínguez inaguró una nueva ofensiva derechista que desplazó al PCM de la dirección del sindicato y de las escuelas-feudos que había obtenido de su alianza con la derecha cuando las luchas ulisistas, y se desató una cacería de brujas concluída en numerosas expulsiones por parte del Consejo Universitario. El largo reflujo en la UANL no aparece estar por terminar sin embargo, la capacidad de cooptación material y de corrupción por parte del Estado parecen haber llegado a su fin en las condiciones de la actual crisis económica que vive el país. 2

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las armas y no por la movilización consciente de los universitarios. A mediados del 74 los “galácticos” fueron expulsados violentamente de la universidad. Desde 1974 hizo acto de presencia en la universidad el PST, mismo que constituyó el llamado Frente Estudiantil Popular. Al producirse en 1975 la elección de rector, el PCM propuso al ingeniero Luis Rivera Terrazas y el PST al doctor Cabrera; el PST manifestó en varias ocasiones, antes de las elecciones, que debía desconocerse al consejo universitario por antidemocrático.3 El ingeniero Terrazas ganó las elecciones y en su discurso de toma de posesión reafirmó su calidad de miembro del PCM.4 La disputa entre el PCM y el PST se acentuó durante 1975 y 1976, hasta que el 27 de abril de 1976 el PST, aliado a un grupo de choque, tomó por asalto el edificio central con saldo de un muerto y varios heridos. El PCM y el PMT condenaron las acciones del PST,5 el cual después de varios días, al no encontrar el apoyo gubernamental buscado, se vio obligado a abandonar el edificio y también la universidad. En cuanto a la relación del movimiento universitario con campesinos, obreros, etcétera, ésta fue menguando cada vez más y en este período sólo se intentó por algunos grupos aislados. En lo que respecta al movimiento campesino se produjeron importantes fraccionamientos en la antigua CCI, formándose la Unión Campesina Independiente (UCI) con ex-militantes del PCM. Tanto en Puebla como en Sinaloa es notorio que en el proyecto Echeverrista, grupos que, según Reyna, serían organizaciones no controladas por el Estado y ante las cuales se practicó la represión (como sucedió en el régimen de Díaz Ordaz y mientras el proyecto de “apertura democrática” no logró instrumentarse en los estados), pasaron a ser considerados como funcionales al sistema, debido entre otras cosas, a la irrupción de grupos más radicalizados ante los cuales se usó la represión. En este período de reflujo la lucha en la UANL se dio principalmente al interior de la universidad; las sindicales fueron encaminadas hacia problemas económicos; las ligas entre movimiento universitario y popular se debilitaron y aún los grupos burgueses locales ya no insistieron tanto en las soluciones de fuerza al problema universitario.

De los estudiantes a los empleados en la Universidad Autónoma de Sinaloa El año 1974 fue de escasa actividad sindical. Los “enfermos”, todavía en acción, se opusieron al sindicato, boicoteándolo y haciendo fracasar las asambleas de trabajaOposición, 26 de agosto de 1975, p. 3. Oposición, 27 de septiembre de 1975, p. 8. 5 Oposición, 1o. de mayo de 1976, p. 1. 3 4

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dores. En ese año la actividad del PCM fue mínima, aunque se empezó a plantear la formación del Sindicato de Profesores e Investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa (SPIUAS). Durante el año 1975 se dieron principalmente dos movimientos; el de empleados de la Universidad cuyo objetivo era obtener aumento de salarios y el de becarios iniciado en noviembre del año anterior. En enero de 1975 (el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa (STUAS) que agrupa solamente empleados) emplazó a huelga a la universidad por aumento del 20 por ciento en los salarios, y reinstalación de trabajadores despedidos. La dirección del sindicato en manos del PCM se opuso a la huelga, argumentando que el rector democrático Arturo Campos Román podría renunciar, pero, aún así, se votó por ella. Al mismo tiempo se dio un movimiento estudiantil por aumento en el monto de las becas concedidas por la universidad, movimiento al que los sindicalizados universitarios pidieron apoyo. El apoyo de los becarios fue muy activo, llegaron a constituirse éstos en la dirección política del movimiento. Sin embargo, la radicalización de la dirección de los becarios los llevó a apartarse de los empleados al grado que éstos plantearon suspender el paro una vez conseguido el aumento en los salarios y la reinstalación de los trabajadores despedidos.6 El movimiento de becarios continuó hasta junio, cuando se consiguió aumento en el monto de las becas. En octubre de ese año surgió nuevamente otro movimiento que paralizó a la universidad, cuyo objetivo fue también, la concesión de becas. Ante el desarrollo del movimiento la asamblea de becarios fue atacada el 18 de noviembre por supuestos comandos “enfermos”. A pesar de esto se continuó con el paro, pero dos semanas después, previa amenaza de dichos comandos, un grupo de choque ametralló a la asamblea de becarios, con lo cual cesó el movimiento. El 12 de mayo del año 1975 se fundó el Sindicato de Profesores e Investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa (SPIAUS) a pesar de que las autoridades de la UAS se opusieron a la sindicalización de los profesores, el 18 de noviembre7 el SPIUAS se declaró en huelga por la firma del contrato colectivo y aumento salarial del 40 por ciento.8

Oposición, 21 de junio de 1975, p. 9. Oposición, 29 de noviembre de 1975, p. 2. 8 El Sindicato se inició con 360 profesores, 50% del personal docente. 6 7

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Desde entonces la lucha del SPIUAS se ha encaminado, como también es el caso de los empleados, a combatir internamente por la justa redistribución del presupuesto universitario y por conseguir mayor subsidio para Ia UAS.9 Los movimientos del año 1976 en la UAS se caracterizaron solamente por ser de tipo sindical y para conseguir aumentos salariales. En noviembre se realizaron elecciones en el sindicato y la dirección, controlada hasta entonces por el PCM, pasó a manos del PMT.10 En general, de lo anterior se puede resumir lo siguiente: a) con el ocaso de los “enfermos” el movimiento estudiantil en la UAS cayó en un largo reflujo sólo interrumpido efímeramente por el movimiento de becarios; b) el peso de la lucha pasó de los estudiantes a los empleados y profesores y ésta tuvo ahora un carácter sindical; c) estos sindicatos de empleados y profesores se formaron al calor del movimiento estudiantil con la clara injerencia de partidos y grupos políticos en su fundación y dirección; d) sin embargo, sus luchas fueron principalmente de carácter económico; e) en esta última fase continuó el apoyo económico gubernamental a la UAS.

El sindicalismo universitario Es durante los años en que se inicia el reflujo del movimiento estudiantil en las universidades cuando surge con mayor fuerza el movimiento sindical universitario. Este movimiento sindical sufrió la influencia de los grupos que habían participado en la dirección de los estudiantes. Esto lleva a plantear la posibilidad de que entre el movimiento estudiantil en reflujo y el movimiento sindical en ascenso se haya dado un cambio de relevos, de tal forma que se podría hablar de cierta continuidad entre ellos. Ya durante la década de los sesentas surgieron algunos sindicatos de empleados universitarios o de empleados y maestros como el de la UNL y el de la Universidad de Guerrero. El sindicato de la UNL, el más antiguo de los actuales sindicatos universitarios, que tiene la particularidad de estar constituido por empleados y profesores, planteó su primera huelga por mejoras salariales en 1967. A pesar de que en los años sesentas se dieron movimientos sindicales universitarios como éstos no lograron rebasar su carácter local, ni llegaron a constituir, como después de la fundación del STEUNAM en 1972, una corriente sindical nacional. Los antecedentes del STEUNAM se inician cuando en 1964 la Unión de Profesores y Trabajadores de la Preparatoria número 5 de la UNAM trataron de constituir un sindicato 9

Entrevista, núm. 2. Ibidem.

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con fines de “defensa, estudio y mejoramiento de las condiciones comunes de sus agremiados”.11 La secretaría del trabajo negó el registro, pero de cualquier manera es de hacerse notar que en épocas tan tempranas, en cuanto al movimiento sindical universitario de los setentas, los profesores trataban ya de defender sus intereses materiales inmediatos por medio de la sindicalización. En diciembre de 1965, el consejo universitario aprobó un estatuto que normaría durante varios años las relaciones de la universidad con sus trabajadores; estipulaba que los empleados de la UNAM se agruparían en una asociación de empleados administrativos (ATAUNAM), con lo que el antiguo sindicato desapareció el 26 de abril de 1966.12 Fuera de situaciones coyunturales en las que los intereses inmediatos de los profesores y empleados se veían afectados, no hubo intentos de sindicalización impulsados por los grupos políticos de oposición en la UNAM antes de los setentas, pues, en los sesentas, estos grupos se encontraban enfrascados en proyectos de tipo democratizador. El estatuto del personal administrativo aprobado en 1965 impuso una serie de restricciones a los empleados y profesores en la participación en las luchas sindicales. En su capítulo VII establecía que las autoridades universitarias determinarían unilateralmente los requisitos de ingreso del personal, las suspensiones sin responsabilidad para la universidad, las cuestiones escalafonarias, las titularidades, etcétera..., y se prohibía abiertamente al personal toda forma de propaganda y participación en los movimientos estudiantiles y magisteriales. Probablemente éste haya sido uno de los factores por los que en el movimiento del 68 los empleados de la UNAM no tuvieron participación organizada.13 El ATAUNAM “hasta noviembre de 1971 había actuado sin mayor relevancia, como uno de los muchos gremios del país, se mostraba apolítico y burocrático. Su influencia en el medio laboral era insignificante.14 A partir de noviembre de 1971 estableció relaciones con el Frente Sindical Independiente. El 12 de noviembre de ese año se constituyó el STEUNAM a partir de los miembros y dirigentes del ATAUNAM y el 15 de noviembre pidió su registro ante la secretaría de trabajo y le fue negado el 12 de enero de 1972.15

11 Trueba Urbina, “La lucha de clase en las relaciones laborales de la núm. 2, julio 1976, p. 44. 12 Ibidem, p. 45. 13 Punto Crítico, enero de 1973, p. 17. 14 Ibidem, p. 17. 15 Tiempo, 1o. de enero de 1973, p. 5.

UNAM”,

Foro Universitario,

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Durante el primer semestre de 1972 el STEUNAM se dedicó a preparar la ofensiva que desataría en el segundo semestre de ese año; durante el primer semestre, como ya quedó señalado en otro Capítulo, el foco de atención en la UNAM no era la lucha sindical, sino la lucha contra el “porrismo” y posteriormente el movimiento de los normalistas. La ofensiva se inició el 17 de octubre de 1972 cuando el STEUNAM realizó una serie de paros escalonados en demanda del contrato colectivo.16 El 25 de octubre los empleados de la UNAM estallaron la huelga, los motivos fueron: contratación colectiva, mejoras en las condiciones de trabajo y aumento en salarios y prestaciones. En el transcurso del movimiento se presentaron posiciones divergentes al interior del mismo, por un lado, la posición del STEUNAM, y por el otro, la del Consejo Independiente de Huelga. Esta última corriente, en la que participaba el “pregrupo”, plantea la necesidad de que el sindicalismo no sólo participara en la regulación de las relaciones entre la UNAM y sus trabajadores, sino también participar en el gobierno de la institución.17 Las pugnas durante la huelga al interior del STEUNAM reflejaron, en cierta medida, las mismas diferentes concepciones que se dieron dentro del movimiento estudiantil y que eran, en términos generales, la del PCM y la del “pregrupo”. Al prolongarse el conflicto , el rector Pablo González Casanova presentó su renuncia el 17 de noviembre de 1972. El STEUNAM reaccionó con indiferencia, pero muchos profesores no estuvieron de acuerdo con la renuncia y lograron que la junta de gobierno la rechazara.18 Como el movimiento de huelga continuaba el rector renunció definitivamente el 6 de diciembre y mientras era elegido un nuevo rector, se reanudaron las pláticas entre el STEUNAM y las autoridades universitarias. El 3 de enero de 1973 fue elegido como rector Guillermo Soberón y su elección causó repudio entre los huelguistas. Sin embargo, el 11 de enero se llegó a un acuerdo entre el sindicato y las nuevas autoridades; el sindicato se comprometió a devolver las instalaciones cuando habían transcurrido 83 días de iniciado el movimiento.19 Como resultado de la huelga los trabajadores de la UNAM obtuvieron, al firmar contrato colectivo, un incremento salarial, primas de antigüedad y primas vacacionales.20 La huelga triunfante del STEUNAM se convirtió en el punto de partida para el ascenso de la lucha sindical universitaria del país. Este ascenso se reflejó en la constitución de Tiempo, 1o. de enero de 1973, p. 5. Tiempo, 30 de noviembre de 1972, p. 14. 18 Tiempo, 27 de noviembre de 1972, p. 21. 19 Oposición, 15 de enero de 1973, p. 8. 20 Tiempo, 22 de enero de 1973, p. 17. 16 17

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CAPÍTULO IV. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL INICIA EL REFLUJO

la Federación de Sindicatos de Trabajadores Universitarios (FSTU) en 1973 que contó inicialmente con los sindicatos de la UANL, UAP, UNAM, UAZ, Universidad de Tlaxcala, Universidad de Guerrero y Universidad de Veracruz.21 El STEUNAM y la FSTU tuvieron activa participación en la fundación, asesoramiento apoyo de otros sindicatos universitarios. Así, el 25 de abril de 1973, 600 trabajadores de la Universidad de Veracruz, con el apoyo del STEUNAM para su organización, se declararon en huelga.22 A raíz de la huelga, los trabajadores obtuvieron 30 por ciento de aumento salarial, sin lograr todavía, en aquella ocasión, la firma de un contrato colectivo de trabajo.23 Por otro lado, en lo que respecta al personal académico, se organizaban, desde 1972, discusiones entre los profesores con miras a su sindicalización. Posteriormente los días 24 y 26 de septiembre de 1973 se efectuó la primera reunión nacional de profesores de enseñanza media y superior, convocada por el Consejo Sindical de Profesores e Investigadores, y donde asistieron 310 delegados de cuarenta instituciones. La reunión se pronunció por el autogobierno y por la vinculación de la universidad con las luchas populares, y se acordó crear una organización magisterial para la defensa de los intereses de los profesores.24 Así, el Sindicato de Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (SPAUNAM) se constituyó en julio de 1974, predominando en él la corriente llamada del Consejo Sindical. El SPAUNAM emplazó a huelga a la UNAM para el 16 de junio de 1975 por la firma del contrato colectivo y aumento salarial del 40 por ciento. Desde el 4 de ese mes se iniciaron paros escalonados que se continuaron los días 6 y 9; el día 11 se produjo un paro parcial de 4 horas y estudiantes de las escuelas de Economía, Ciencias Políticas, Filosofía, CCHS, Arquitectura y algunas preparatorias lo apoyaron. El 13 de junio se iniciaron las negociaciones entre las autoridades universitarias y el SPAUNAM; éste manifestó que su movimiento pretendía tratar de resolver los siguientes problemas: la inseguridad en el trabajo de los profesores universitarios; la contratación fragmentada; la contratación irregular; la selección y promoción de los profesores en manos exclusivamente de las autoridades; la ausencia de mecanismos institucionales que hicieran posible una carrera académica; la sobreexplotación del trabajo docente y la ausencia de una política salarial y de prestaciones sociales.25 La huelga estalló y Tiempo, 5 de mayo de 1973, p. 31. Oposición, 15-31 de mayo de 1973, p. 20. 23 Tiempo, 28 de mayo de 1973, p. 29. 24 Oposición, 15-30 de septiembre de 1973, p. 20. 25 Oposición, 21 de junio de 1975, p. 1. 21 22

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en sus inicios hubo algunos choques entre sindicalistas y estudiantes en las facultades de Comercio, Química, Medicina y en la Preparatoria No. 2. El 24 de junio el SPAUNAM, suspendió la huelga al conseguir reconocimiento explícito por parte de las autoridades de la UNAM, del derecho que tienen los trabajadores académicos a organizarse sindicalmente, y el del SPAUNAM como organización sindical de actuar como tal; asimismo se logró que las condiciones laborales se pactaran entre las autoridades y las organizaciones de profesores. A raíz de esa huelga, el SPAUNAM aumentó su membresía de 4000 A 5000 profesores. En lo que se refiere a la participación de grupos políticos, el PCM reconoció públicamente su intromisión en el conflicto, tanto en la base como en la dirección del movimiento,26 sin embargo, criticó a la corriente hegemónica del SPAUNAM (el Consejo Sindical del Profesores) por monopolizar la dirección del sindicato.27 En 1975, el 1o. de noviembre, el STEUNAM emplazó nuevamente a huelga en busca de un aumento salarial del 30 por ciento; la huelga duró 48 horas, los trabajadores consiguieron aumento del 20 por ciento. A raíz de las luchas sindicales en la UNAM aquellas se extendieron en las universidades de provincia, donde en la mayoría de los casos los sindicatos se constituyeron según el ejemplo organizativo del STEUNAM y del SPAUNAM y su modelo de contratación colectiva. El 8 de abril de 1975 el Sindicato Único de la Universidad del Sudeste (Campeche) se declaró en huelga para buscar la contratación colectiva. La Unión Sindical de Trabajadores de la Universidad del Sudeste (afiliada a la CTM), existía con anterioridad, rompió la huelga y los dirigentes del STEUNAM que se encontraban en Campeche para asesorar al movimiento fueron expulsados de la entidad.28 El Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad Benito Juárez de Durango se puso en huelga el 19 de noviembre de 1975 por la firma del contrato colectivo y aumento salarial del 30 por ciento. A raíz de la huelga obtuvo su reconocimiento asó como la firma del contrato y 20 por ciento de aumento. En la Universidad de Coahuila el sindicato de trabajadores administrativos y manuales realizó paraos por violaciones al contrato.29

Oposición, 5 de julio de 1975, p. 1. Oposición, 26 de julio de 1975, p. 10. 28 Oposición, 30 de abril de 1975, p. 6. 29 Oposición, 6 de diciembre de 1975, p. 3. 26 27

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CAPÍTULO IV. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL INICIA EL REFLUJO

En la Universidad de Morelos, después de un mes de huelga por revisión del contrato colectivo, hubo enfrentamientos entre el sindicato y la Federación de Estudiantes universitarios.30 En Querétaro, a diferencia de otros casos, el sindicato quedó registrado en el apartado “A” del Artículo 123 Constitucional, fue así el primero en lograrlo y contando con la mayoría del personal académico.31 El 16 de junio de 1976 el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM) se fue a la huelga por reconocimiento del sindicato, contratación colectiva, aumentos salariales y otras prestaciones.32 El 19 de julio de 1976 en Michoacán se constituyó el Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad; obtuvo un aumento salarial del 18 por ciento y avanzó hacia el establecimiento de relaciones bilaterales. El sindicato manifestó que uno de sus principales propósitos era conseguir plazas de tiempo completo para los profesores, en vista de que la mayoría eran de hora-clase.33 Entre el 11 y 12 de julio de 1976 se efectuó en Jalapa el Tercer Congreso de la FSTU a la que ingresaron tres nuevos sindicatos: El Sindicato del Personal Académico de la Universidad de Veracruz (SPAUV), el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad de las Américas (STEUDLA) y el Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de las Américas (STAUDLA), sumaron con éstos la cantidad de 25 sindicatos pertenecientes a la Federación. El 31 de marzo de 1976 estalló la huelga en la Universidad de las Américas (UDLA) y aunque el sindicato obtuvo registro ante la Junta de Conciliación y Arbitraje de Puebla, las autoridades de la universidad se negaron a reconocerlo. El STUDLA demandó la contratación colectiva y la reinstalación de 29 profesores.34 En enero de 1976 se constituyó el Sindicato de Personal Académico del Colegio de Bachilleres y demandó la regularización laboral de los profesores (todos eran interinos) y una reglamentación a las relaciones laborales. El 4 de noviembre el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad de Sonora inició la huelga en busca de contratación colectiva, pero fue rota por grupos de choque.35

Oposición, 1o. de noviembre de 1975. Punto Crítico, 1a. quincena de octubre de 1975. 32 Oposición, 19 de junio de 1976, p. 4. 33 Punto Crítico, 23 de agosto de 1976, p. 19. 34 Oposición, 10 de abril de 1976, p. 22. 35 Punto Crítico, núm. 51, 1976, p. 22. 30 31

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En Guanajuato, ante las malas condiciones laborales, se constituyó el Sindicato del Personal Académico en junio de 1976.36 En la UNAM el 1º de noviembre de 1976 el STEUNAM firmó nuevo contrato colectivo con la universidad, aceptó un aumento del 5.5 por ciento, lo que provocó descontento entre los trabajadores.37 En enero de 1977 se produjo el paro del SPAUNAM, por violaciones a los acuerdos de la huelga en 1975 y en julio se realizó la huelga del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) como resultado de la fusión del STEUNAM y el SPAUNAM, con la consiguiente toma de la UNAM por la policía. Por otro lado ya quedaron los casos de los movimientos sindicales en la UANL, UAS, UAP, en su relación con el movimiento estudiantil. Hay la posibilidad de que entre el movimiento estudiantil en reflujo y el ascenso del movimiento sindical universitario se hubiese dado en cambio de relevos, de tal forma que se podría hablar de cierta línea de continuidad entre ellos.

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Punto Crítico, 5 de octubre de 1976, p. 22. Punto Crítico, 22 de noviembre de 1976, p. 8.

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Capitulo V. Conclusiones y perspectivas del movimiento estudiantil en México Estado e izquierda contra “radicales”

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a economía mexicana tuvo un crecimiento estable en la década de los sesentas y no puede considerarse al factor económico, en términos del deterioro de las condiciones de vida de la población en general, como determinante del surgimiento del movimiento estudiantil democratizante. En todo caso, lo que tuvo importancia relativa fue la creciente subordinación de las políticas educativas y de la enseñanza al crecimiento económico, lo que probablemente provocó pérdida de status y prestigio de las profesiones liberales. El desarrollo de la economía durante el llamado “milagro mexicano” convirtió a la estructura económica en una estructura modernizante, donde la palanca fundamental de la acumulación pasó a ser el cambio tecnológico y organizacional en las grandes empresas, esto se compaginó con mayor complejidad en espacios sociales considerados tradicionalmente parte de la sociedad civil, y que el Estado Social Mexicano intentó incorporar en su seno; sin embargo, el Estado Social autoritario no asimiló por completo esta nueva complejidad, causó así nuevas tensiones sociales. Posiblemente se dio un desfase entre el avance de la estructura económica y el inmutismo de la forma estatal imperante. En este marco, la lucha por la democratización, bandera fundamental del movimiento estudiantil en su primera fase, reflejó una necesidad global de la sociedad. Esta lucha por la democracia no fue, en este período, la necesidad de una clase en particular, sino más bien una reivindicación de la sociedad civil en su conjunto. La lucha por la democracia dentro de la propia institución universitaria constituyó un aspecto parcial de esa reivindicación de la sociedad civil por desligarse de la subordinación al Estado. 135

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A pesar de la democratización era una reivindicación global de la sociedad en su conjunto, fueron principalmente los estudiantes quienes enarbolaron esta bandera. Hay que tener en cuenta que el movimiento obrero había perdido su capacidad de movilización debido entre otras cosas a la fuerte derrota que sufrió por medio de la represión a finales de los cincuentas. En el movimiento estudiantil mexicano se dan dos características que posiblemente explican la irrupción de sus demandas, una es que conformaba el destacamento social menos ligado orgánicamente al Estado, y otra, que en los sesentas se dio un deterioro relativo de las condiciones materiales de la estructura universitaria, por lo que la lucha estudiantil antes que ser (cronológicamente hablando) una lucha por la democracia, fue inicialmente en muchos casos, una lucha por mejoras educativas y por impedir el deterioro de la estructura universitaria.1 El movimiento estudiantil democratizante de los años sesentas se dio en momentos de fuerte tensión entre la sociedad civil y el Estado Social autoritario. La ausencia de alternativas políticas fuera de los estrechos marcos estatales, hizo que las condiciones específicas de los estudiantes fueran propicias para que éstos encabezaran la lucha de lo civil por su independencia frente al Estado. De esta forma la lucha de los estudiantes al interior de la institución universitaria tuvo un carácter académico y político, y a fuerza de su lucha logró abrir pequeñas fisuras en el Estado Social autoritario cuestionando su monolitismo. La movilización de los estudiantes por la democratización tanto de las instancias educativas como de la sociedad en general propició el nacimiento de fuerzas sociales que no existían anteriormente, fuerzas que asumieron una lucha democrática y antiestatal, lo cual no implica por necesidad que tuvieran en su mayoría un carácter revolucionario. Durante el período que hemos llamado democratizante del movimiento estudiantil los actores principales de la lucha fueron las fuerzas de la izquierda democrática. Los móviles de la lucha se iniciaron en algunos casos con carácter académico, que de un enfrentamiento con la estructura interna antidemocrática de las universidades pasaron a la lucha por el cogobierno y de aquí a un enfrentamiento con el Estado. Se puede decir que, en general, en esta fase del movimiento no se establecieron relaciones significativas con el movimiento obrero, y las que se lograron entablar fueron con otros destacamentos que necesitaban ser representados por sus propias condiciones materiales. 1 No estamos planteando la hipótesis de que a peor situación material de una universidad debe corresponder mayor conflictividad. En perspectiva reconstructiva de un proceso los elementos determinantes pueden ir cambiando con el propio desarrollo del proceso.

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CAPITULO V. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN MÉXICO

En los lugares donde triunfó la lucha democrática el radicalismo surgió de la escisión del bloque democrático, en la lucha contra los radicales confluyeron la derecha tradicional, el nuevo régimen estatal y la izquierda moderada. El triunfo de los movimientos democratizantes, que da inicio a la fase de radicalización del movimiento estudiantil, se produjo en el régimen de Echeverría; para entonces, la economía y el Estado habían entrado en una contradicción. La problemática del gobierno de Echeverría estuvo dada por encontrar una solución a la crisis económica y a la pérdida de legitimidad que había sufrido el Estado Social autoritario. En este sentido, el “desarrollo compartido” y la “apertura democrática” fueron parte de una estrategia política que se alternaron con elementos represivos. La política estatal del “desarrollo compartido” utilizó las concesiones materiales pero a la vez reprimió intentos de irrupción antigubernamental. El planteamiento de la “reforma política” fue un intento por dar salida a la contradicción aún vigente entre el Estado Social autoritario y la sociedad civil. Contradicción que se agravó por la crisis económica imperante y el consecuente deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, lo que contribuyó a propiciar una oleada de movilización obrera y campesina que en la fase radical encontraron en estudiantes guías ideológicos, portadores de discursos sistemáticos y organizadores. El “desarrollo compartido” y la “apertura democrática” implicaron una nueva articulación entre la economía, el Estado, y los movimientos sociales. Esta nueva articulación conllevó una nueva política educativa en que se elevaron los subsidios y los recursos destinados a las universidades, en especial a las más conflictivas. Posiblemente con esto se buscaba la mediatización y el debilitamiento del movimiento estudiantil, sin embargo esta política no tuvo éxito en términos de las fuerzas estudiantiles radicales: las condiciones materiales al interior de la universidad no eran ya la causa fundamental de su movilización. El Estado no se presentó monolítico en el régimen de Echeverría. Las fuerzas locales de poder fueron partidarias de una solución a los conflictos estudiantiles por medio de la fuerza sin mediaciones, por otro lado, el gobierno federal con la “apertura democrática”, inició un período de cierta transigencia hacia las fuerzas universitarias de la izquierda moderada, con los radicales fue la “guerra sucia” de muerte y encarcelamiento. El radicalismo en sus casos más clásicos —Nuevo León, Puebla, Sinaloa y Oaxaca— se presentó como consecuencia de la radicalización de los estudiantes en la fase precedente y el logro de los objetivos de democratización interna, planteados por una parte de las fuerzas del movimiento democrático. El radicalismo es hijo de la crisis de las organizaciones de la izquierda tradicional y de la acumulación de experiencias y combatividad de la masa estudiantil. Al llegar a la fase de radicalización las motivaciones 137

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de la lucha habían rebasado el ámbito y las contradicciones universitarias, viéndose los grupos radicales envueltos en la contradicción social determinante de ese momento: la del Estado Social y autoritario. Los estudiantes se caracterizan, desde el punto de vista ideológico-político, por ser un grupo de débil determinación material. Sin embargo a pesar de su no ubicación en las relaciones fundamentales capitalistas, los estudiantes pudieron llegar a reflejar necesidades globales de la sociedad no por su proletarización, sino por su desclasamiento. Ese alojamiento de la materialidad los hizo concebir tareas más allá de sus posibilidades reales, dejaron de ser los impulsores de la movilización y se estableció un divorcio entre ellos y la sociedad. La violencia estatal con la anuencia de la izquierda tradicional acabó con el radicalismo, pero una causa más profunda de su destrucción fue su propia incapacidad de ampliar su base social fuera de la universidad. El destacamento radical fue capaz de expresar necesidades universales a costa de su desclasamiento pero, finalmente, cayó en el error de concebir sus propias condiciones de radicalidad como generales para toda la sociedad, con lo que perdió su fuerza y desapareció como tal. La fase del reflujo del movimiento estudiantil comienza con la destrucción de las fuerzas radicales por medio, principalmente, de la represión selectiva estatal. En algunos casos, por ejemplo, Nuevo León, Oaxaca y Sinaloa, se dio una alianza explícita o tácita entre las fuerzas de izquierda moderada y el Estado en contra de las fuerzas radicales. En este período se consolidaron las fuerzas democráticas en la universidad en algunos lugares donde habían tomado el poder dentro de las universidades, estableciendo un cierto “modus vivendi” con el Estado. Con su reflujo el movimiento estudiantil dejó de ser el principal exponente de la tensión social básica y como movimiento desapareció en esa época. Un sector de los elementos directivos en la lucha estudiantil pasó a formar parte de los movimientos sindicales universitarios, otro se dedicó a formar o apoyar organizaciones políticas independientes, así como a sindicatos, organizaciones campesinas y populares.

Universidad, movimiento estudiantil y Estado A las luchas del movimiento estudiantil habría que concebirlas como un nudo de articulación en el proceso general de conformación de las relaciones entre la sociedad civil y Estado en México. Relaciones que al irse modificando han introducido la confusión analítica en la captación de esta complejidad. El concepto de sociedad civil y su existencia real es algo moderno. La antigüedad y el Medioevo no reconocieron esta distinción. Con el capitalismo la sociedad civil 138

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CAPITULO V. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN MÉXICO

se independiza del Estado pero también el Estado de la sociedad civil: dicho Estado es el Estado liberal burgués. En el plano del pensamiento político es con Hegel donde primeramente aparece la separación entre sociedad civil y política y, a la vez, su unidad dialéctica, lo cual no implica su identificación formal, en la sociedad civil, como relación egoísta e individualista, la eticidad del derecho adquiere imperfecta realización, realización que sólo será plena en el Estado. Marx retoma el concepto hegeliano de sociedad civil, lo precisa y jerarquiza respecto de otras esferas de lo social. Para Marx “la sociedad civil comprende el conjunto de las relaciones materiales entre los individuos al interno de un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Ella comprende todo el conjunto de la vida material e industrial en un grado de desarrollo y trasciende al Estado y la nación...”, además “la anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la economía política”.2 Marx no identifica sociedad civil con economía, puesto que no toda relación material es económica y la precisión de buscar la anatomía de la sociedad civil en la economía política sólo indica una jerarquización al interior de la misma. Como dice Cerroni,3 las relaciones privadas en la sociedad burguesa no sólo implican las interacciones entre sujetos individuales sino comprenden las relaciones entre asociaciones de los mismos. La sociedad civil abarca, por tanto, el conjunto de las relaciones materiales, así como las instituciones y asociaciones privadas que expresan intereses particulares frente a otras instituciones y asociaciones y, todas estas frente al Estado. Sin embargo, la independencia de lo civil que el capitalismo liberal había realizado llevaba aparejado el desgarramiento de la sociedad en clases contrapuestas y la aparición de organizaciones clasistas y de la lucha de clases propiamente dicha, esto condujo finalmente a la crisis del Estado liberal burgués. La crisis del Estado liberal significó una redefinición de las relaciones entre sociedad civil y sociedad política. Gramsci logró visualizarlo mas no captarlo en todas sus consecuencias. En este sentido Gramsci habla del Estado ampliado, como sociedad civil más sociedad política y de la función de hegemonía de la sociedad civil. Al concebir Gramsci a la sociedad civil como superestructura captaba la función hegemónica que la nueva forma estatal capitalista estaba haciendo de esa sociedad civil.4 Carlos Marx, La ideología alemana, sf, p. 38. Umberto, Cerroni, “Stato”, en II Mondo Contemporaneo, V. IX, T. II, La Naova Italia, Firenze, 1979. 4 Véase, Antonio, Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura, T II, México, Juan Pablos, 1975. 2 3

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Mucho se ha insistido en la literatura reciente sobre el hecho de que el Estado Social integra en un todo a la sociedad civil y a la sociedad política.5 Las anotaciones de Gramsci sobre el Estado ampliado apuntan en este sentido. De la misma forma Schmitt plantea que en el moderno Estado “Estado y sociedad se compenetran recíprocamente y todos los asuntos hasta ahora sólo sociales se convierten en estatales”. También todos los sectores hasta ese momento “neutrales” —religión, cultura, educación, economía— cesan de ser “neutrales” en el sentido de no estatales y no políticos.6 En esta concepción la compenetración entre Estado y sociedad civil hace que todos los problemas económicos y sociales se conviertan en problemas inmediatamente estatales, así no existe más un estado diverso de los ámbitos de la vida social. “La vieja escisión entre Estado y economía, estado y cultura, estado y derecho, etcétera, pierden hoy significado”.7 El problema de la identificación entre sociedad y Estado, planteado en forma coherente por los teóricos del Estado totalitario como Schmitt conduce a la problemática acerca de la relación entre infraestructura y superestructura. En otro contexto (de raíz gramsciana pensamos y originalmente hegeliana) se ha dicho que toda relación social es a la vez infra y superestructural borrando con ello el problema de las jerarquías entre las esferas sociales, incluso la existencia de esferas tendría un interés analítico mas no una existencia real. No negamos el aspecto totalizador de la relación social, sin embargo, reivindicamos la categoría marxista de lo determinante para poder hablar de relaciones determinantemente estructurales o bien superestructurales. En esa medida, la politización de una parte de la sociedad civil, específicamente de las organizaciones civiles, no implica su inclusión inmediata en el Estado y con ello queremos también distinguir entre sociedad política y Estado. El cambio de la forma estatal ha incidido sobre la sociedad civil en dos direcciones: primero, con el intervencionismo estatal en la economía, en las esferas de la producción, la circulación y el consumo. Esta intervención ha politizado en mayor medida a un sector de la economía mas no por ello le ha quitado su especificidad económica, ni su determinación, en este sentido ha sido sustituida en última instancia, por una determinación política. Segundo, en la parte (o en una parte) de la esfera corporativa de la sociedad civil y de instituciones civiles. El Estado, efectivamente, ha politizado estas instituciones y asociaciones y en muchos casos los ha incorporado a sí mismo. La incorporación o no al Estado de C. Schmitt, Der Begriff des polotischen, Duncker Humbolt, Leipzig, 1926. Ibidem. 7 Roberto, Racinaro, Introducción a Socialismo e Stato de Kelsen, De Donato, Bari, (traducción propia), 1978, p CXX. 5 6

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CAPITULO V. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN MÉXICO

todo lo político o de lo civil politizado está en función de que eso político represente intereses de clase: no todo lo político es estatal por ello mismo ni todo lo civil ha devenido político. En esta medida, la especificidad de lo económico y de lo civil permanecen modificados, pero inalterado en su determinación. Como dice Consoli, la novedad de “demolición” de los límites entre Estado y sociedad civil más bien hay que buscarlos en que el miembro de la sociedad civil no es ya fundamentalmente el burgués indeferenciado sino las clases sociales con status jurídicos en contradicción.8 En la nueva forma de Estado capitalista que surge de la crisis del Estado liberal (que algunos han llamado el ‘Estado Social’) no sólo cambian las relaciones entre sociedad civil y Estado sino que la antigua identificación entre Estado y sociedad política se transforma también. En el Estado liberal el dominio de lo colectivo era a su vez el dominio de lo estatal, desde el momento en que la participación política institucional estaba restringida prácticamente a los propietarios; las clases no habían sido reconocidas como tales ni tampoco sus conflictos por parte del Estado. El Estado Social que reconoce a las clases y sus luchas implica una fractura y una ampliación de la sociedad política, la política ya no es sólo el dominio de lo estatal sino básicamente el de la lucha de clases; en esta medida la sociedad política se amplía y rebasa los límites de lo estatal. En México, a pesar de sus particularidades se da un proceso de transformación de la forma estatal a partir de la Constitución de 1917 que se asemeja a lo dicho anteriormente para el Estado Social en general; sin embargo, la debilidad de la sociedad y del mismo Estado aunada al atraso económico, provocan que el Estado Social Mexicano, cristalizado durante el cardenismo, sea un Estado Social imperfecto que requiere de la reducción de la sociedad política a los ámbitos estatales y del sometimiento de las organizaciones de las clases subordinadas al control orgánico del Estado. La universidad, tradicional institución civil, con el Estado Social tiende a politizarse y, en el caso de México, a estatizarse en el sentido político restringido del término, Esta forma de ver la transformación de la universidad mexicana posterior a la revolución no equivale a identificarla con aparato ideológico de Estado.9 En esta última concepción habría una relación funcional entre universidad y Estado, sin verla tampoco como el resultado de un cambio en las relaciones civil-políticas sino como algo inherente al capitalismo en general. En cambio, en la concepción del Estado Social, la universidad tendería a estatizarse en el sentido de participar de tareas políticas para la clase dominante cumpliendo funciones en la conformación de la hegemonía; sin embargo, cumplir funciones políticas y hegemónicas no implica la adecuación funcional abso8 9

F. Consoli, El Estado Social, Roma, Italia, Debate. Véase, L. Althusser, Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Nueva Visión, B. A. 1974.

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luta sino la inclusión de la contradicción en las propias relaciones universitarias que abrirían la posibilidad del alejamiento de la institución de sus “tareas” como “aparato”. En el Estado Social autoritario mexicano la sociedad política tiende a reintegrarse nuevamente al Estado y en esa medida la política no institucional encuentra espacios más propicios para manifestarse en las instituciones civiles politizadas. No es gratuito que en los sesentas y primera parte de los setentas el foco de la lucha política no estatal en México se haya concentrado en las universidades. La función de hegemonía de la universidad va mas allá que la función ideológica y se interna en los terrenos de la conformación de la cultura y de la visión del mundo. Si la universidad no es concebida como aparato de Estado y se acepta que la adecuación funcional de aquella al “sistema” puede ser variable, dependiendo de la propia lucha, luego el terreno de la lucha universitaria se vuelve también el de la lucha por la conformación de una visión alternativa del mundo. De las dos grandes tesis10 que se enfrentaron en el movimiento estudiantil mexicano, la de la universidad- fábrica y la de la democratización de la enseñanza, la primera tiende a ver la universidad como aparato productivo sujeta a la inflexible ley del mercado. La segunda creyó que bastaba con cambiar la forma de gobierno universitario y específicamente a los directivos de la universidad para transformar sus funciones. Las dos tesis fueron incapaces de captar las complejas relaciones entre sociedad civil y Estado en una sociedad dominada por la presencia del Estado Social autoritario. De la tesis de la universidad-fábrica se desprendió el abandono de la lucha en el terreno de la cultura y de la conformación de una nueva visión del mundo. De la tesis de la democratización de la enseñanza se infirió (sobre todo en los casos en los que el movimiento democrático logró consolidarse al frente de la universidad) que el cambio en la forma de gobierno y en la dirección de la universidad terminaba con las contradicciones materiales en su seno, pretendiendo disolverlas en los conflictos de la “comunidad”. Una investigación más detallada de los componentes ideológicos que campearon en el ámbito estudiantil, rebasó los límites de este trabajo, porque se tendría que entrar a las disputas en el marxismo en el nivel internacional, específicamente del marxismo militante (soviéticos, maoístas, trotskistas, espartaquistas, guevaristas, etc.). Asimismo, queda pendiente el cruce e influencias recíprocas entre 10 En el periodo que hemos analizado al movimiento estudiantil tesis principales se generaron con respecto a la universidad: primero, la tesis de la democratización de la enseñanza enarbolada por la CNED y que tácticamente se tradujo en la lucha por el cogobierno universitario, y la tesis de la universisdadfábrica postulada por los “enfermos” de Sinaloa que subsumía a la universidad en la infraestructura económica. La tesis de la CNED es representativa de la fase democrática del movimiento estudiantil, en tanto que la de la universiada-fábrica lo es de la fase y corrientes radicales de principios de los setenta.

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CAPITULO V. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN MÉXICO

la revolución cultural mundial de una parte de la juventud (hipismo, Rock, comunas, nueva forma de vestir de hablar, sexualidad, etc.) de los jóvenes en México con las movilizaciones de los estudiantes.

Futuro igual pero diferente El movimiento estudiantil mexicano de los años sesentas y principios de los setentas logró sobrepasar sus limitadas luchas sectoriales y locales para internarse en el torbellino de las contradicciones sociales fundamentales en lo que hemos llamado la fase de la radicalización. Tal vez el movimiento estudiantil hasta ese momento haya sido el destacamento eslabón más débil de la cadena de clases y sectores sociales, en el sentido de ser el grupo social donde mejor se manifestó la contradicción principal que enfrentaba la sociedad del momento. Contradicción con el Estado Social autoritario, los estudiantes hasta el período de la radicalización encarnaron la necesidad social de la democracia; ningún otro agrupamiento estuvo en condiciones de asumir ese papel en los sesentas y principios de los setentas. Los obreros habían sufrido una grave derrota al inicio de los sesenta y se estaba operando en ellos toda una reestructuración en su propia composición de clase, al insertarse en las grandes empresas en procesos productivos modernizantes donde la palanca de la acumulación tendía a ser “específicamente capitalista”. A pesar de que la clase obrera está inserta en un conflicto potencial estructurado, dependiendo de las circunstancias particulares de la coyuntura otros grupos, clases fracciones, etcétera, pueden expresar más cabalmente demandas sociales En México, en los años sesentas, entraban en tensión las tendencias modernizantes enraizadas en la sociedad civil con una forma de Estado; en el nudo de este desfase no pudo estar la clase obrera, su derrota, la “prosperidad del desarrollo estabilizador” y el acondicionamiento a las nuevas formas de la reestructura capitalista lo impidieron. El campesinado, a pesar de llevar la peor parte en el desarrollo modernizante mexicano, había sido dividido y controlado corporativamente en ese proceso y su heterogeneidad se manifestaba fundamentalmente en la existencia de un sector ejidatario y minifundista y otro jornalero. El primero uncido al carro de la revolución mexicana a través de la maraña políticoadministrativa que los diversos gobiernos habían ido tendiendo en torno suyo. El segundo, disperso, incapaz de presentar un proyecto global de transformación social que fuese más allá de su visión restringida del mundo. Las clases medias, partícipes del “milagro mexicano”, tradicionalmente desorganizadas (a excepción de algunos agrupamientos incorporados al PRI) y sin una representación política capaz de con143

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vertirlas en movimiento de masas. Sólo los estudiantes pudieron escapar al “milagro mexicano”, no por ser el sector más sensible como algunos han argüido, ni tampoco por ser depositarios del saber abstracto, como otros han dicho. Los estudiantes fueron ese destacamento, eslabón más débil de que hablamos anteriormente desde el momento en que el “milagro mexicano” implicó un deterioro de sus condiciones materiales como estudiantes y una pérdida de su status como futuros profesionales, en el contexto de un escaso control organizativo de los estudiantes por parte del Estado y de una tensión creciente entre Estado y sociedad civil. La manifestación de la tensión principal en los estudiantes habría que especificarla con sus respectivas mediaciones: las luchas parciales, sectoriales, de los estudiantes, ligadas inicialmente a sus condiciones materiales, como tales los llevaron a enfrentarse primero con la cara autoritaria de la universidad, pero la universidad había sido incorporada al Estado Social autoritario (en tanto Estado ampliado y no como aparato de Estado) y en esa medida la propia universidad participaba del aspecto social y del autoritario del Estado Mexicano. El enfrentamiento, primero entre estudiantes y autoritarismo universitario, los condujo a cuestionar las formas de gobierno universitario; pero cuestionar gobierno universitario no era sino insertarse en el problema de la democracia en un nivel de la vida social en general. El consiguiente enfrentamiento con el Estado en su conjunto (a pesar de las contradicciones inherentes al mismo) lo hizo sobrepasar sus demandas sectoriales e incidir abiertamente en la tensión principal a nivel social y no sólo en alguno de sus campos particulares. Si se quisiera analizar la dinámica del movimiento estudiantil mexicano sólo a través de alguno de sus casos se correría el peligro de generalizar lo que resulta específico a dicho caso. Es lo que sucede con muchos de los análisis del movimiento del 68, el movimiento democrático universitario que mejor expresó la necesidad social principal. Este movimiento no transitó en “carne propia” por toda la dinámica descrita aquí, pero en cambio fue la síntesis de un movimiento nacional que como tal sí puede ser resumido como señalábamos anteriormente. Hemos dicho que el 68 no fue un rayo en día sereno, múltiples movimientos y luchas parciales lo anunciaron, y lo procrearon; cuando el 68 se presentó ya existían tanto las organizaciones nacionales capaces de darle coherencia, como los canales de comunicación informal entre estudiantes de vanguardia de las diversas instituciones de educación superior que facilitaron su difusión. De la misma forma, programáticamente hablando, encuentros diversos, luchas múltiples fueron conformando los 144

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elementos que constituirían el programa del 68. Otro tanto se puede decir de movimientos estudiantiles previos, anteriores al de 1968. La dinámica del movimiento estudiantil, que desde nuestra perspectiva metodológica sólo podía ser aprendida cabalmente con una visión nacional del mismo, no implica construir un tipo ideal a la manera weberiana sino escudriñar en las determinantes reales de aquél, poniendo el acento en sus determinantes como movimiento nacional y no como casos particulares aislados unos de los otros. En este sentido abstracción no se equipara a generalización y no tendría pertinencia el problema de la representatividad estadística de los casos analizados. Pero el movimiento estudiantil mexicano en su etapa democrática no sólo fue el eslabón más débil de la cadena de movimientos sociales, en tanto su rompimiento con el control estatal, sino que representó lo más avanzado de las fuerzas democráticas del país. Tanto por su importancia política como por su universalidad programática. Con respecto de la influencia de los estudiantes en otros movimientos sociales hay que destacar su papel ideológico y organizativo. Pero, más importante fue la infiltración por parte de estudiantes o de pequeños grupos políticos de los mismos en sindicatos, organizaciones campesinas y populares, desempeñando un papel difuso de intelectual colectivo en la llamada “insurgencia obrera, campesina y popular de los setenta”, la más importante efervescencia de masas en la Historia de México por democratizar sus organizaciones. Por ejemplo para los obreros, el foco de esta insurgencia fue la gran empresa moderna del desarrollo estabilizador y no la pequeña y mediana. Fueron los obreros mejor pagados, con mejores contratos y prestaciones, seguridad en el empleo los que se levantaron: electricistas, ferrocarrileros, automotriz, aviación, siderúrgicas, grandes minas, teléfonos, etc. En prácticamente todas estas manifestaciones de descontento contra la falta de democracia sindical y contra el control estatal estuvieron presentes estudiantes. Unas veces los estudiantes apoyaron desde afuera, cuando todavía había movimiento estudiantil, posteriormente formando colectivos de apoyo o bien convirtiéndose ellos mismos en trabajadores asalariados. La suerte de los radicales fue diferente, luego de su derrota en el enfrentamiento de poder a poder con el Estado pasaron a formar organizaciones clandestinas, grupos guerrilleros, entre los que la Liga Comunista 23 de septiembre fue la más emblemática, sus ideólogos principales provinieron del Tecnológico de Monterrey que eran de tradición social cristiana (Ignacio Olivares) o de desprendimientos del Partido Comunista y de otros grupos marxistas. Su etapa clandestina que llegó hasta inicios de los ochenta no es analizada aquí porque no tenía detrás a movimientos de masas, como si sucedió en lo que hemos llamado etapa de radicalización. Estos grupos asilados de los movimientos sociales terminaron aniquilados por la fuerza física del Estado. 145

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En este sentido el movimiento estudiantil a pesar de ser el destacamento de avanzada de la sociedad en un período, sólo coyunturalmente desempeñó el de vanguardia del movimiento democrático. Sus limitaciones internas y el desgaste en la lucha con el Estado determinaron que este papel haya sido asumido sólo para una parte reducida del pueblo, aunque el grueso de la insurgencia obrera campesina y popular de los setentas haya sido influenciada por el movimiento estudiantil o por estudiantes fogueados en este. Influencia que debe ser entendida en dos formas: primero como influencia social global (político-cultural) y segundo a través de las direcciones extraídas o ligadas al movimiento estudiantil, a través de grupos de izquierda o de activistas sin partido. El movimiento estudiantil cayó en un largo reflujo a partir de 1974 como movimiento nacional (excepciones como los movimientos en las universidades de Oaxaca y Guerrero no hacen sino mostrar por un lado el desfasamiento y por el otro el localismo de aquellos). La estrategia echeverrista de combate al movimiento consistente, por un lado, en aminorar los problemas materiales de las universidades y, por el otro, en buscar un “modus vivendi” con la corriente moderada a la vez de aniquilar a la radical, rindió sus frutos. Nuevas generaciones de estudiantes formadas en el reflujo no han estado insertas en las experiencias directas o indirectas de todo un ciclo de lucha. El sexenio de López Portillo se significó prácticamente por la desaparición del movimiento estudiantil nacional, y aunque el apoyo material gubernamental a las universidades decayó en este sexenio, no fue tan apreciable como para crear conflictos localizados de importancia que pudieran convertirse nuevamente en embriones de un movimiento nacional. Al mismo tiempo, después de los dos años de recesión de la economía (1977 y 1978) ésta cobró un dinamismo inusitado que se reflejó sobre el empleo y el fortalecimiento de las clases medias profesionales desde el punto de vista de su ingreso, empleo y seguridad social. Por otro lado, la contradicción social principal había encontrado nuevos actores en el movimiento obrero, las propias direcciones democráticas estudiantiles tendieron a desplazarse de la universidad hacia el pueblo. La coyuntura de 1982 marcó un nuevo viraje en la dirección del proceso económico que se compaginaron en virajes políticos. La política de austeridad del nuevo régimen en los ochenta atentó en contra de las formas de hacer política del Estado Mexicano postrevolucionario. Si uno de los pilares del “pacto social” había sido la política social del Estado, era de esperarse que ésta sufriera ante los imperativos de una política económica que privilegiaba el combate al déficit externo y a la inflación. Pero el Estado no puede negarse a sí mismo sin agotar los últimos recursos. El modelo Neoliberal ha alterado viejas formas de hacer política y al propio funcionamiento de la Economía y del Estado. A treinta años de su establecimiento el crecimiento promedio anual real por habitante es decepcionante, así como la debacle salarial que 146

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se ha vivido desde 1985. Es decir, para mayor parte de la población en treinta años no ha mejorado sus condiciones de vida o de trabajo, en el caso de los egresados de Universidades el desempleo se ha entronizado. El futuro está relativamente abierto, los parámetros para la acción estudiantil quedaron enmarcados inicialmente por sus condiciones materiales como estudiantes y su futuro como profesionales, pero estos parámetros abstractos no pueden ser entendidos en su concreción si no se analizan en su articulación con el resto de las contradicciones sociales y, sobre todo, con eventos impactantes que ayudaron a cambiar su subjetividad. En las condiciones del Estado Neoliberal capitalista, la promesa Neoliberal en abstracto fue de darle independencia a la sociedad civil —empresas, sindicatos, etc—., pero no significó en la práctica el fin del corporativismo. El Estado Social mexicano basó en gran parte su dominación en el control organizativo de clases fundamentales, el movimiento estudiantil a pesar de su reflujo no logró ser controlado nuevamente por el Estado. El nuevo Estado Neoliberal sigue controlando a la mayoría de las organizaciones obreras, campesinas y populares, no así a los estudiantes, porque sus organizaciones simplemente desaparecieron y, sin embargo, la masa estudiantil perdura y se reproduce sin cambios apreciables en su origen social. La contradicción principal entre democracia y autoritarismo no ha desaparecido en México pero ahora se ve complicada por la presencia real de un modelo económico insatisfactorio que dificulta continuar con la acumulación modernizante. Es decir, el nuevo modelo, Neoliberal en lo Económico y, a la vez clientelar y corporativo en lo social, conforma una suerte de Neoliberalismo corporativo La universidad mexicana ha sido hija del Estado Social y en esa medida es una universidad social, a pesar de los esfuerzos privatizadores, los dos grandes movimientos de la UNAM frenaron por ahora esta tendencia. En lo económico el futuro es de restricciones y por tanto de debilitamiento del “pacto” social de la postrevolución, representado por la derrota del PRI del año 2000; en lo político el inmovilismo estudiantil no ha sido absoluto, dos grandes huelgas en la UNAM y el reciente movimiento del Yo soy 132. Aunque esas irrupciones no tuvieron el impacto que si lograron en los setenta lo anterior no significa que las condiciones materiales, subjetivas y políticas no abran la posibilidad de un nuevo movimiento estudiantil, pero éste tendría que ser diferente al que aquí analizamos: en primer término, no tendría la importancia que en los sesentas tuvo en las luchas democráticas; en segundo, le correspondería una composición estudiantil que no es la continuación del movimiento anterior, ni política ni organizativamente. El movimiento estudiantil del período entre 1964 y 1982 lo que mostró es que hay potencialidades primero para el surgimiento de poderosos movimientos sociales diferentes de los considerados por las teorías clásicas y segundo, que estos en el 147

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período analizado pudieron formar frentes con aquellos considerados históricamente como clásicos. La suerte está echada, las fuerzas sociales vuelven a estar en tensión y el futuro será función de las presiones de condiciones objetivas (enorme sector informal, la debacle salarial de la época neoliberal en México, falta de empleos dignos, la falta de sindicatos representativos de los trabajadores, etc.), pero, específicamente de las capacidades de los actores sociales y sus posibles dirección intelectuales de reconstruir utopías viables de sociedad alternativas al neoliberalismo.

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Siglas CROC CTM FNET FUA JC MLN MURO PCM PMT PPS PRM STPRM UANL UAP

Confederación de Obreros y Campesinos. Confederación de Trabajadores de México. Federación Nacional de Estudiantes Técnicos. Frente Universitario Anticomunista. Juventud Comunista. Movimiento de Liberación Nacional. Movimiento de Renovada Orientación. Partido Comunista Mexicano. Partido Mexicano de los Trabajadores. Partido Popular Socialista. Partido de La revolución Mexicana. Sindicato de Petroleros de la república Mexicana. Universidad Autónoma de Nuevo León. Universidad Autónoma de Puebla.

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El otro movimiento estudiantil se terminó de imprimir en agosto de 2014 el tiraje consta de 1 000 ejemplares

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