Story Transcript
El pájaro del dulce encanto (Novela)
CLEMENTE GUIDO
Tierra y Trabajo
JUSTICIA SOCIAL
VIVA EL PUEBLO
Cuarta Edición
CLEMENTE GUIDO
EL PAJARO DEL DULCE ENCANTO (NOVELA)
CUARTA EDICION
EDICIONES NICARAO MANAGUA, NICARAGUA
CLEMENTE GUIDO
OBRAS DEL MISMO AUTOR NOCHES DE TORTURAS (2 EDICIONES EN 1963) PROSA ROJA (CUENTOS) (1RA EDIC. 1965 Y 2DA EDIC. 1977) EL PAJARO DEL DULCE ENCANTO (1RA EDIC. 1974 Y 2DA EDIC. 1975)
CUARTA EDICION
MANAGUA, NICARAGUA 2012
CLEMENTE GUIDO
CLEMENTE GUIDO
Esta novela fue traducida al Polaco por Jerzy Kühn Para WYDAWNICTWO LITERACKIE Con aprobación del Ministerio de Cultura de Polonia 23/08/76 E-id. 3182/712/76
EDICIONES NICARAO MANAGUA, D.N NICARAGUA
2012
PRESENTACION La familia GUIDO MARTINEZ, nos complacemos en dar atención a la demanda de amigos y simpatizantes de nuestro amado DR. CLEMENTE GUIDO, quien nos legó este libro EL PAJARO DEL DULCE ENCANTO, corregido y mejorado para una IV EDICION. Lo notorio del caso es que esa IV EDICION corregida y mejorada, que presentamos ahora a ustedes, fue perfeccionada por el DR. GUIDO antes de su fallecimiento el 23 de enero del 2004, pero no fue sino hasta el año pasado 2011, cuando al revisar sus archivos que con mucho amor hemos conservado como inigualable patrimonio familiar, que nos percatamos que nuestro amado CLEMENTE había realizado tal labor en preparación silenciosa de una IV EDICIÓN.
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Seguros que estamos dando cumplimiento a una voluntad silenciosa de nuestro amado CLEMENTE, hemos decidido poner en circulación esta IV EDICIÓN contando y agradeciendo el gentil apoyo de la ALCALDIA DEL PODER CIUDADANO DE MANAGUA, que encabeza la periodista y amiga Alcaldesa Cra. Daysi Torres, con la Vice-Alcaldesa Cra. Reyna Rueda y el Cro. Fidel Moreno en la Secretaría General de la Municipalidad. Esta IV EDICION llega al magisterio de Nicaragua, especialmente al de Managua, como parte de la Campaña Educativa por el Patrimonio Cultural que impulsa acertadamente la Municipalidad capitalina a través de la Dirección General de Cultura y Patrimonio Histórico. Honramos la memoria del DR. GUIDO y oramos a PAPITO DIOS para que le tenga en su morada santa, contando las historias de “EL DUNDO” a toda la corte celestial.
Managua, 23 de Enero del año 2012.
El Pájaro del Dulce Encanto
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CAPITULO A
En aquella época, cuando el hombre no viajaba en apolos hacia la luna; cuando ésta servía solamente para inspirar a los poetas y para iluminar a la tierra por las noches; cuando no era visitada por los astronautas yanques; cuando el hombre vivía tranquilo en la tierra sin desear aventuras por el espacio; cuando los niños no leían a Supermán ni a Buck Roger, sino que sentábanse a la luz del cantil a escuchar los cuentos de la abuela; cuando Managua era una simple aldea que crecía a la orilla del Manso lago Xolotlán, vivía en una humilde choza de techo pajizo y paredes de troncos unidos entre sí por fuertes bejucos, en uno de los barrios más pobres de la aldea, un niño de catorce años, huérfano de padre y madre, a quien todos sus amigos llamaban El Dundo porque nunca peleaba con nadie y siempre estaba dispuesto a ayudar a su tía en los trabajos diarios de la casa. No es necesario decir que el Dundo y su tía vivían en la más completa miseria. Días había en los cuales el único alimento lo constituían una tortilla con sal y una jícara de pinol simple. Los compañeros de juego de nuestro amigo eran: un cerdito flaco que la tía soñaba con verlo gordo algún día para venderlo en el tiangue; una cotorra charlatana llamada Ilusión; un chocoyo bullanguero llamado Ambición y una perrita pulgosa cuyo pasa tiempo era rascarse sus bichos durante todo el día, llamada Razón.
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Cuando cumplió los catorce años El Dundo se consideró hombre y reunió a sus cuatro amigos para decirles: Estoy cansado de ser pobre, de ser dundo. Yo quiero ser rico, ser inteligente y sabio. Quiero que mi tía no muera en la pobreza. Quiero que toda la aldea me admire por mi sabiduría y mi riqueza. Yo quiero ser el hombre más importante del país; por eso los reuní, para que me digan qué debo hacer para conseguir tal objetivo. Hablen que yo escucho y seguiré el mejor consejo. El cerdo flaco lo miró burlón y sin decir palabra abandonó la reunión. Razón dejó de rascarse las pulgas por un instante, vio alejarse al cerdito. Dijo: -- Lo que tú pides es difícil, pero no imposible. Tienes que trabajar intensamente y estudiar mucho. Sólo así puedes llegar a ser respetado y admirado por todos los habitantes de la aldea. En cuanto a ser inteligente...... La perra calló para rascarse una pulga que le estaba picando el hocico. -- La sabiduría y la riqueza no van juntas --volvió a hablar cuando la pulga la dejó en paz--- si quieres ser rico, no debes ser sabio, así que podemos descartar el estudio. Pero eso de ser inteligente.... bueno, tampoco se necesita para ser rico. Pero no es
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posible ser las tres cosas a la vez. Tu tienes que escoger entre ser rico solamente, o ser inteligente o ser sabio, pero todo no es posible. El Dundo se quedo triste al oír las palabras de Razón.
Fue entonces cuando habló Ambición.
--¿Y para que queremos ser inteligentes y sabios? Los sabios solamente hacen locuras y se mueren de hambre. ¿Acaso no hemos pasado suficiente miseria? ¿Acaso no llevamos tantos años de alimentarnos con tortilla con sal? ¡Ea! Que vayan al diablo la sabiduría y la inteligencia. Por el dinero los poetas harán versos para nosotros; los escritores harán libros, los sabios inventarán teorías para explicar nuestro éxito, los militares harán la guerra para defender nuestro nombre, las mujeres nos adorarán aunque seamos feos y brutos; entonces, ¿Entonces para qué deseamos ser sabios e inteligentes? -- ¿Pero cuál es la manera de hacerse rico? -preguntó débilmente El Dundo. -- Cuando yo aún era un pichón que no podía volar de mi nido--- habló Ilusión-- oí a mis padres decir que quien tuviera en su poder al Pájaro del Dulce Encanto podría ser rico y también inteligente. Por manera que aunque Razón no crea que sea posible ser las dos cosas a la vez y aunque Ambición solamente desee la riqueza, yo opino que podemos
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conseguir ambas para nuestro amigo, que bien merece esos dos premios después de tanto sufrimiento. ¿Y cómo sabes que existe el tal Pájaro del Dulce Encanto?-- Preguntó incrédula Razón--- Tus padres eran dos cotorras locas que no sabían ni de qué color eran sus pluma. -- Siempre se ha dicho que el peor enemigo del hombre que quiere triunfar es cualquier perra sarnosa que se llame Razón --- dijo Ambición con brutalidad--si nos ponemos a escucharte, moriremos de hambre en esta choza. Propongo una cosa: votemos democráticamente para saber quienes tenemos mayoría: si los que quieren seguir pobres en esta pocilga o los que deseamos buscar al Pájaro del Dulce Encanto. --- ¡La democracia es un mito! ¡La democracia es una puta que se acuesta con quien tiene las armas!--gritando eso la perra se retiró de la reunión para rascarse sus pulgas a la sombra de un jocote.
Eliminada la oposición, Ambición habló:
---Aprobada por unanimidad la idea de ir a buscar al Pájaro del Dulce Encanto para preguntarle el secreto para ser rico e inteligente. -- No hay que preguntarle nada -- habló Ilusión- Basta con ser dueño del Pájaro para que la riqueza venga a montones y la inteligencia también. Es sencillo. Es fácil.
El Pájaro del Dulce Encanto todo.
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Solamente basta con capturar al Pájaro. Eso es
El Dundo había escuchado los debates en silencio. -- ¿Y dónde está ese Pájaro del Dulce Encanto?-- preguntó. Ilusión se rascó con su pico curvo un totolate que le andaba haciendo cosquillas debajo de las alas, evitando la respuesta, que ignoraba. Ambición respondió: -- Preguntando se llega a Roma. Preguntaremos de casa en casa por todo el barrio hasta que alguien nos indique el paradero de ese pájaro. Luego lo capturaremos y somos ricos e inteligentes; manos a la obra que estas cosas no se pueden dejar enfriar. --- ¿Nos acompañará Razón? -- preguntó El Dundo --- Mejor es no llevarla -- dijo Ilusión--. La Razón es un estorbo para todo el que quiera triunfar.
CAPITULO B Fue así como los tres amigos salieron a las calles de la aldea preguntando a toda la gente que encontraban: -- ¿Saben ustedes dónde vive el Pájaro del Dulce Encanto?
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Todos los miraban boquiabiertos y luego prorrumpían en carcajadas estruendosas. El Dundo no comprendía la razón de la risa general, ni Ambición e Ilusión lo dejaban desanimarse. Tenían por seguro el triunfo y no serían unos cuantos aldeanos de Managua los que los harían abandonar su búsqueda. Así llegaron a los confines de la aldea donde un viejito fumaba tranquilamente su puro mientras se rascaba suavemente la barriga, sentado en un tronco de guayacán, a la orilla de su choza. El Dundo preguntó: -- Abuelo, ¿sabes Ud. dónde vive el Pájaro del Dulce Encanto? --¿Y para qué querés saber eso, muchacho dundo? -- le preguntó el viejo dejando de fumar. -- Ud. debe ser un sabio, pues adivinó mi nombre y además es pobre -- dijo el Dundo--. Yo quiero cazar al Pájaro del Dulce Encanto para ser inteligente, rico y sabio. Ilusión y Ambición se taparon con las alas los oídos para no escuchar la esperada carcajada del viejo, pero éste no rio. Los miró largamente tratando de sondear el alma de los tres aventureros y luego habló suavemente. -- ¡Ah! El Pájaro del Dulce Encanto. Aquel pájaro maravilloso que vive en agujeros hechos en los barrancos. El del plumaje azul, la cola larga y el copete elegante. ¡Um! Muchos han querido capturar al pájaro
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fabuloso. No sé de nadie que lo haya conseguido aún. ¡Cierto, hijo, cierto! Quien tenga al Pájaro del Dulce Encanto en sus manos será inteligente, rico y sabio. -- ¿Dónde podemos encontrarlo? -- preguntó Ambición impaciente--. Necesitamos capturarlo cuanto antes. El viejo apagó su puro restregando la punta encendida contra el duro suelo.
Habló:
-- Yo no se donde vive ese pájaro fantástico; ningún ser humano lo sabe. Solamente la Serpiente Encantada de Tiscapa puede decirles eso con certeza. Vayan a la laguna, esperen a que la luna haga llena y a las doce de la noche desciendan por la escalera que aparecerá ante Uds., hasta el fondo de la laguna. Ahí encontrarán un palacio en cuya sala principal estará la serpiente, esperando; solamente ella puede informarles sobre el paradero del Pájaro del Dulce Encanto. -- ¿Y si nos ahogamos? -- preguntó medroso El Dundo. -- ¿Por qué nos vamos ahogar? -- dijo Ilusión entusiasmada --- la luna nos ayudará. -- ¡Ea! Los cobardes nunca han triunfado en la vida -- grito Ambición.
Y los tres se despidieron del viejo.
Cuando llegaron a la orilla de Tiscapa la luna aún no pensaba salir. Estaba arreglándose el cabello luminoso mientras el sol se acostaba.
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Clemente Guido Esperaron.
A las seis en punto la luna asomó su cara, redonda como tortilla, allá en el oriente. Los amigos esperaron a que la luna subiera hasta la mitad del cielo para meterse en el agua. Desde un principio les llegó a la cintura. Ambición e Ilusión se habían sentado en los hombros de El Dundo. Por un instante una nube se colocó delante de la luna dejando a los aventureros en la oscuridad. Cuando volvió la luz, vieron claramente que una escalera de piedra descendía desde donde ellos estaban hasta el fondo de la laguna y terminaba en un bello palacio iluminado por peces de colores. Sin miedo empezaron a bajar por ella hasta que llegaron a la inmensa puerta hecha con tablones labrados de pochote. Iba El Dundo a golpearla cuando ella se abrió. Un pececito los miró inquisitivamente por lo que Ambición habló: -- Queremos ver a doña Serpiente. Sabemos que está en el Palacio. -- Yo sé que nos recibirá inmediatamente -dijo Ilusión al ver vacilar al pececillo portero. Este los guió hasta la sala principal donde estaba la Serpiente en un tronco de roca lamosa, rodeada de todos los nadadores imprudentes que se habían ahogado en Tiscapa aquel año.
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Miró con ira a nuestros amigos y gritó:
-- ¿Cómo se atreven a venir vivos hasta mí? ¿No saben que para verme necesitan ahogarse primero, como todos estos? ¿Quien les dio el secreto para venir impunemente hasta aquí sin antes haber pasado el mundo de los descarnados? ¿No será esta una revolución para acabar con mi dominio de Tiscapa? Los tres amigos se miraron asustados. La Serpiente coral estaba indignada y sus colores, rojo, negro, amarillo y blanco resaltaban visiblemente en la piel fría. -- Oiga, doña -- habló El Dundo--. Nosotros preguntamos a un viejecito por el Pájaro del Dulce Encanto y él nos indicó que viniésemos donde Ud. a preguntarle. Dice que Ud. sabe dónde vive y como nosotros queremos cazarlo...
La Serpiente rio y los ahogados también.
--¿De modo que por el tal Pájaro del Dulce Encanto ustedes se han arriesgado tanto? Pues sepan que apenas están en el comienzo de su aventura. Todo el que quiera tener al Pájaro ese tendrá que vencer mil dificultades. Muchos sucumben antes. Nunca he oído decir que nadie haya capturado al pájaro del copete. ¿Y ustedes? -- preguntó a los ahogados. -- ¡TAMPOCO! -- gritaron todos al mismo tiempo.
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-- Nosotros seremos los primeros -- dijo Ilusión--. Nadie podrá evitar eso. -- Pasaremos por todas las pruebas; venceremos a todos nuestros enemigos, pero seremos ricos -- dijo Ambición.
---.... e inteligentes --- agregó el Dundo.
La Serpiente Encantada de Tiscapa se rascó suavemente contra su piedra. Luego dijo: -- Si ustedes quieren correr los riesgos; les diré cómo encontrar al Pájaro del Dulce Encanto. Vayan a la Piedra del Gigante, en Esquipulas. Ahí encontrarán una mona bruja que tiene aterrorizados a los habitantes del caserío. Tienen ustedes que capturarla y cuando la tengan, ella les dirá cómo encontrar al Pájaro del Dulce Encanto. Eso es todo. Váyanse que la luna llena está a punto de acostarse y si el sol los encuentra aquí nunca más podrán salir del fondo de esta laguna. ¡Adiós! --¡Adiós! --- dijeron los tres, y abandonaron la laguna.
CAPITULO C Sobre el camino de Ticuantepe se encontraba una enorme piedra en la que había quedado grabada la huella del pie de un gigante que había pasado por ahí en tiempos lejanos. Se decía que la huella del otro pie se encontraba a ocho leguas de distancia. Hasta hoy aquella piedra es conocida como el Pie del Gigante en toda la zona de Esquipulas
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Nuestros amigos caminaron sobre caminos y veredas hasta llegar al caserío. Desde muy antes notaron que los campesinos se miraban entre sí atemorizados. Nadie osaba hablar con los forasteros y todos esperaban con ansiedad la llegada de la noche. Cuando llegaron al caserío eran casi las seis de la tarde. El sol estaba tendiendo sus colchas policromas sobre el cielo de occidente, dispuesto a descansar de la fatigas del día. Los zanates y clarineros aleteaban en los árboles, cantando bullangueramente en aparatosa despedida a las actividades diarias. Ilusión y Ambición se entusiasmaron con el bullicio de una bandada de chocoyos que pasaron hacia occidente en busca de un refugio nocturno. Nuestros amigos hicieron cabriolas en el aire y dejaron oír los sonidos de sus gargantas. Regresaron a los hombros de El Dundo una vez terminada su demostración atávica. Antes de llegar al caserío de Esquipulas los tres amigos encontraron una choza de techo de paja y paredes de troncos. Decidieron pernoctar ahí. -- Señora -- dijo EL Dundo a la dueña de la casa--- somos viajeros que vamos de paso. ¿Podría darnos posada por esta noche? Le prometemos no causar molestia y además le juramos que somos gentes honradas.... -- Pueden quedarse hasta que venga mi marido. Sólo él puede darles posada por toda la noche.
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EL Dundo sintió un olor apetitoso de carne de venado, asada
Habló:
-- Tenemos hambre y sed.
La mujer le sirvió una tortilla grande y gruesa con un enorme pedazo de carne de venado y una jícara de pinol hervido que llaman tibio. EL Dundo dio un pedazo de su tortilla a cada compañero de viaje. Cuando terminaban de comer llegó el marido, el cual dijo: --¡Buenas noches les dé Dios! ¿Quiénes son estos amigos que están en mi casa? --Son unos viajeros que tenían hambre y pidieron posada para toda la noche. Yo les dí de comer y les pedí que te esperaran para que resolvieras lo de la posada..... -- Venimos de Managua y vamos para Esquipulas en busca de la Mona Bruja. El hombre rio. --¿Y para qué quieren a la Mona Bruja? -- Para que nos diga dónde podemos encontrar al Pájaro del Dulce Encanto. -- Pues, para qué quéres al Pájaro del Dulce Encanto? Preguntó curiosa la mujer.
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-- Pues, para que me dé el secreto para ser inteligente, rico y sabio.
Los dos campesinos se miraron asombrados.
--¿Y para qué querés ser inteligente, rico y sabio? -- Preguntó el hombre--. ¿Acaso no preferís ser bueno? El hombre bueno es feliz y para eso no necesita ni inteligencia ni riqueza. Ándate a tu casa muchacho loco y no te metas en camisas de once varas. --¡Bah! -- dijo Ambición--. Sin riquezas no hay hombre bueno ni sabio. Tú estás loco sierreño. Los buenos sólo sirven para criados de los ricos. El dinero da inteligencia. --¿No ves, campesino, --habló Ilusión-- que con dinero puedes hasta entrar al cielo? Basta con darles la mitad a los pobres! Claro que son tantos, que ninguno de ellos dejará de ser pobre con lo que tú les des, pero aún así tendrás ganado el cielo. El campesino se rascó la cabeza. Después vio a su mujer y dijo: -- Les daremos posada por esta noche, aunque creo que son lunáticos. Deben ser un poco brujos para querer capturar a la Mona. Por otra parte yo sé que los chocoyos y cotorras aprenden a hablar pero no sabía que pudiesen pensar. Poco antes de medianoche El Dundo despertó a sus dos amigos y en voz cuchicheante les dijo:
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-- Pronto será la hora en que la Mona Bruja saldrá a asustar a los habitantes de Esquipulas. Para saber dónde vive durante el día en su forma humana, necesitamos seguirla durante la noche. -- Yo no voy --- dijo Ilusión--. Yo no soy ave nocturna y no miro de noche. --Lo mismo yo -- dijo Ambición--. Es mejor que vayas tú. Ustedes los humanos ven lo mismo de día que de noche. --Yo solo no voy porque me da miedo --argumentó El Dundo---. Ustedes me tienen que acompañar en la aventura nocturna porque sin Ilusión y Ambición yo no tendría valor para hacerle frente a la Mona Bruja. --- Como ustedes saben ---dijo Ilusión-- la tal Mona Bruja debe ser una mujer del lugar que durante la noche se convierte en Mona para asustar a los viajeros nocturnos y a los trasnochadores del poblado. ¿Por qué entonces no averiguamos durante el día quien es la mujer más mala del pueblo? Ella debe ser la Mona Bruja. -- ¡Bah! -- hizo Ambición --. La Mona puede ser hasta una hipócrita que pasa por santa en el poblado. Tu teoría es pésima. No queda otro camino que acompañar a nuestro amigo en la búsqueda. ¿Dónde diablos será que aparece la Mona Bruja? --Dicen que cerca del Pie del Gigante se pone a esperar a los jinetes que de noche regresan de Managua.
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-- Entonces vamos para allá sin perder tiempo. Salieron sin despertar a los dueños de la casa y bajo los claros rayos de la luna, se encaminaron hacia el Pie del Gigante. Se escondieron detrás del tronco de un árbol que estaba cerca de la piedra así llamada y esperaron pacientemente..... En la lejanía del camino se dibujó la silueta de un jinete que se acercaba a paso lento y cansado. Casi al mismo tiempo se escuchó el chillar característico de un mono, el que sonó tétrico en la soledad de la noche. Luego los amigos vieron que el jinete espoleaba su caballo y emprendía veloz carrera dando sombrerazos al anca de la bestia como si tratase de liberarse de un intruso montado en su cabalgadura. Mientras la bestia corría y el hombre sombrereaba aparentemente en el aire, se escucharon los chillidos enfurecidos de una mona que sentada en el anca del caballo se aferraba con ambas manos a la cintura del jinete. Pasaron envueltos en una confusión de chillidos humanos y de monos, así como de relinchos desesperado del caballo aterrorizado, delante del lugar donde se encontraban nuestros amigos. Ilusión y Ambición tenían las plumas erizadas por el miedo. A El Dundo le temblaban las quijadas. Media hora después recuperaron el dominio de los nervios y sin decir palabras se alejaron por el camino en dirección a su posada. Regresaron a paso lento, tanto que cuando llegaron era casi de día. Aurora empezaba a despertarse en Oriente.
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Fue Ilusión quien quiso llegar primero y por eso voló suavemente hasta una solera de la casa en donde se puso a esperar a Ambición que le había seguido. Lo que vieron los llenó de asombro. Una mona estaba en el centro de la pieza dando saltos extraños. Ilusión y Ambición contaron siete saltos mortales hacia adelante y siete para atrás, mientras escuchaban que con voz humana la Mona Bruja rezaba el Credo tres veces al derecho, tres veces al revés, hasta adquirir la forma humana. Ilusión y Ambición volaban al encuentro de El Dundo quien a paso lento estaba apenas llegando a la puerta de la casa. Tardó algunos minutos en creer que la mujer del campesino era la Mona Bruja. De seguro su marido ignoraba las aventuras de la mujer porque en caso contrario ya la habría denunciado a los pobladores de Esquipulas. Silenciosamente entraron a la casa sin que la mujer se diera cuenta pues ya dormía profundamente en otro aposento con el inocente de su marido. Cuando el sol se levantó, los amigos llamaron al campesino y le contaron lo sucedido. El hombre abrió tanto la boca que los viajeros temieron que nunca más pudiera cerrarla. Estaba asombrado al saber que estaba casado con la Mona Bruja. --La mataré a machetazos inmediatamente --dijo el sierreño. --Te acusarían de asesinato. Lo mejor es que la capturemos en su forma de Mona Bruja y la obliguemos a decirnos dónde está el Pájaro del Dulce Encanto-dijo Ambición.
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--- Y también la haremos prometer que nunca más se convertirá en Mona Bruja--dijo Ilusión. --- ¿Pero cómo lo haremos si es bruja y tiene poderes del coludo ? --dijo medroso el campesino. --Yo sé el secreto --dijo El Dundo--consigamos dos libras de sal y un litro de agua bendita. Esperaremos cuando ella se convierta en Mona Bruja para proceder. El campesino consiguió en el pueblo las dos libras de sal y en la iglesia el litro de agua bendita. Pacientemente esperaron a que llegaran las doce de la noche, aparentemente dormidos. Exactamente a esa hora la mujer se levantó en silencio y empezó el ritual: siete saltos mortales hacia adelante y siete hacia atrás, a la vez que rezaba el Credo tres veces al derecho y tres veces al revés. Al terminar la ceremonia el cuerpo humano de la mujer yacía tendido en el piso, mientras la mona salía chillando por una rendija entre el techo y las soleras de la casa en busca de incautos a quienes asustar. Fue entonces que El Dundo regó el cuerpo con agua bendita y luego hizo una cruz de sal en la frente, en la cabeza y en el pecho del mismo. Luego se acostaron a esperar el regreso de la Mona Bruja. Cuando la aurora empezaba a desperezarse en oriente la Mona Bruja regresó a su casa. Empezó el ritual que ya conocemos para regresar a su cuerpo humano. Siete saltos mortales para adelante y siete para atrás, tres Credos al revés y tres al derecho.
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¡Nada!
Seguía siendo Mona Bruja.
---Debe ser que me equivoqué en la cuenta --pensó la Mona--empezaré de nuevo.
¡Pero nada! Seguía siendo Mona Bruja.
Fue entonces que se fijó en la cruz de sal que el cuerpo tenía en la frente, en la cabeza y en el pecho.
Aterrorizada, la Mona Bruja lloró:
-- ¿Quién me hizo esta canallada? ¿Quién es el brujo que pudo neutralizar el poder del coludo en esta forma? ¡Ay! ¡Ahora quedaré convertida en mona para siempre! Mi cuerpo lo enterrarán y se pudrirá en la tierra. ¡Divino Coludo! ¡Vení a ayudarme! Yo quiero regresar a mi cuerpo humano porque durante el día los rayos del sol me enfermarán. --- Es inútil --- dijo El Dundo entrando en la sala--. El sol llegará pronto y tú serás Mona por toda tu vida. Algún cazador te pegará un balazo en la frente para que no destruyas los maizales. --¡No, eso no! Acaso podes vos, huésped, evitar el hechizo que me prohíbe regresar a mi cuerpo? ¡Tené piedad de mí! ¡Acordarte que yo te dí de comer aquel enorme trozo de carne de venado con aquella enorme tortilla y
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el tibio delicioso que te quitaron el hambre que traías cuando llegaste a mi casa! Ya que el Coludo no tiene poder sobre vos, sé clemente con esta pobrecita Mona Bruja que no hizo nunca mal a nadie. --- ¿Y no salías a asustar a la gente? ---habló el campesino--. --- ¡Perdón! ¡Estoy arrepentida! ¡Apúrense por favorcito que ya llega el sol! La Mona Bruja lloraba copiosamente. El Dundo se conmovió profundamente y habló: -- Está bien, te volveré a tu forma humana, desdichada Mona. -- ¿Qué es eso? ¡Espera ahí! -- gritó Ambición--. ¿Estás loco? ¿No ves que aún no nos ha revelado el paradero de El Pájaro del Dulce Encanto? -- Ni nos ha prometido que nunca más se convertirá en Mona Bruja -- agregó Ilusión. La Mona Bruja sentóse sobre el trasero y se enrolló la cola al pescuezo y extendiendo los peludos y flacos brazos, dijo: --¡Juro nunca más asustar a los sierreños de esta zona! --¡Ni de ninguna otra zona! --- agregó el campesino.
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--¡Ni de ninguna otra zona -- repitió la mona--. Si quieren encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto, tienen que pedirle la dirección al Sisimique. Solamente él sabe el verdadero paradero del pájaro misterioso. ¡Es todo lo que sé! -- Danos la dirección del Sisimique -- pidió Ambición sin descuidarse un minuto. -- Vayan sobre el camino de Ticuantepe. Dos kilómetros antes de llegar, cerca de un árbol de jícaro, encontrarán a una gallina con seis pollitos negros. Con la hoja en cruz del jícaro en la mano izquierda le preguntan a la gallina el paradero del Sisimique. Ella les dirá. --¿ Y quién es esa gallina con pollos? -preguntó Ilusión. -- Es una viejecita del pueblo de Ticuantepe la que por no tener cómo alimentar a sus seis hijitos se convierte por la noche en gallina con pollos para robar granos de maíz a los ricos de la región. No es mala. El hambre la obliga a hacer eso. No le hagan daño que ella contestará a sus preguntas sin oponerse. ¡Solamente hizo pacto con el Coludo por necesidad! El Dundo quitó las cruces de sal del cuerpo de la mujer y luego echó agua de bejuco sobre el mismo. Ella pudo regresar a su cuerpo mientras el sol subía en el horizonte y los amigos abandonaban la casa rumbo a Ticuantepe.
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CAPITULO D Caminaron todo el día bajo lluvia y el frío. Los tres amigos no se desanimaron por el agua sino que continuaron su camino esperando que el éxito de la misión no estuviera lejano. Ambición e Ilusión descansaban sobre los hombros de El Dundo con las plumas empapadas por la lluvia mientras el chavalo chapoteaba en la corriente de agua sucia que cubría el camino. Al atardecer, cuando había cesado de llover, llegaron al árbol de jícaro indicado por la Mona Bruja. Como era muy temprano, decidieron esperar sentados pacientemente en un tronco de guayacán derribado a la orilla del camino. La chachalaca gritaba escandalosamente en los montes vecinos anunciando frío y agua para la noche. El Dundo, Ilusión y Ambición, temblaban de frío. La luna tuvo miedo del aguacero que se avecinaba y decidió no salir a iluminar los valles y montañas, por lo que la noche se presentó más negra que las alas de un zanate. Al fin los tres viajeros se durmieron. Cerca de media noche fueron despertados por el cló-cló de una gallina clueca, acompañado del pío-pío-pío de media docena de pollitos negros que la seguían dócilmente. El Dundo comprendió que aquella era la gallina bruja con pollos que buscaban y sin temor ninguno cortó una hoja de jícaro (que tiene forma de cruz) y con ella en la mano izquierda se plantó en medio del camino por donde iba la gallina con pollos.
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--¿Qué querés y quién sos? -- preguntó el ave bruja. -- En nombre del que todo lo puede yo te conjuro, Gallina con Pollos, a que respondas la verdad de lo que te voy a preguntar. -- Hablá que yo escucho --- los pollitos se habían escondido bajo las alas de la madre y sólo uno que otro atrevido asomaba la cabeza, curioso. -- Quiero saber dónde puedo encontrar al Sisimique para hablar con él. -- ¿Estás loco muchacho dundo? ¿Qué querés de esos enanitos que tienen los pies para atrás? ---- ¿Es que ellos no tienen los pies para adelante como todos nosotros? --No; ellos tienen los pies para atrás pero caminan para adelante, como nosotros. Eso tiene por objeto despistar a quien intente seguirlos pues cualquier rastreador al seguir la dirección que indican las huellas iría en realidad en sentido contrario al que sigue el Sisimique. --¿Y qué es un Sisimique? --- preguntó Ilusión. -- Es un enanito del tamaño de un niño de tres meses y cuya misión en este mundo es hacerles travesuras a los niños malcriados o vagos para que se corrijan y sean buenos.
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--¡Bah! -- dijo Ambición con disgusto--nosotros estamos interesados en el Pájaro de El Dulce Encanto. Dinos dónde encontraremos a uno de esos Sisimiques para que nos diga el paradero del pájaro maravilloso. --¡Ah! -festivamente--.
dijo
la
gallina
cloqueando
¡Otros dundos en busca de El Pájaro del Dulce Encanto! Ya lo sospechaba, pues solamente para eso buscan los ambiciosos a los Sisimiques. ¡Muy bien! Te diré; esta noche, como esta haciendo frío los Sisimiques de esta región están reunidos en una gran cueva a la orilla del arroyo seco, cantando, bailando y jugando iluminados por millones de hachones y quiebraplatas que vuelan incansablemente dentro de la cueva. --- ¿Que debo decir para que los Sisimiques me revelen el secreto? -- El jefe te invitará a jugar con ellos. Si vences en los juegos él te revelará el secreto.
--- ¿Y si pierdo?
-- Los tres ustedes se convertirían en Sisimiques-- repuso la gallina con pollos. Los tres temblaron de miedo. Fue Ambición quien recuperó primero el dominio de sus nervios y estimuló a sus dos amigos. -- Adelante, muchachos, el que no se arriesga no triunfa. El dinero y la inteligencia que luego tendremos justifican la aventura.
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La gallina con pollos se alejó cloqueando seguida por sus hijos que hacían pio-pio, mientras pensaba: --¡Más dundos en busca del Pájaro del Dulce Encanto! --¡Más dundos en busca del Pájaro del Dulce Encanto! --¡Pío, pío, Pío! --contestaron los pollitos mientras la familia seguía su camino pausadamente. En medio de la oscuridad de la noche los tres aventureros siguieron en dirección a la cueva del arroyo seco, en busca de los Sisimiques. Llegaron a ella poco antes de la media noche. El Dundo y sus amigos se escondieron a la entrada de la cueva y observaron lo que dentro sucedía. En efecto, la gallina con pollos había dicho la verdad. En una cueva inmensa iluminada por hachones y quiebraplatas una docena de Sisimiques jugaban. Eran tal como los había descrito la gallina con pollos: de la estatura de niños de tres meses, completamente calvos y lampiños eran delgados y tenían los pies puestos hacia atrás de modo que dejaban las huellas en dirección contraria a la que ellos verdaderamente seguían. Doña Ana no está aquí Anda en su vergel Abriendo la rosa y Cerrando el clavel.
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Así cantaban todos en coro mientras saltaban en círculo agarrados de las manos. Callaron por un instante y uno de ellos se colocó en el centro del círculo y mientras todos permanecían quietos, empezó a tocarlos uno a uno mientras decía: ---Esta, vallesta, Joaquín de la cuesta, me dijo mi padre que en esta cayera. A cada palabra que pronunciaba el sisimique tocaba la cabeza de un compañero; el último salió de la fila con la cara triste y se fue a parar de cara a la pared al rincón más alejado de la cueva; los demás se agruparon mientras el sisimique jefe decía en voz cuchicheada señalando a cada compañero. ---Vos sos mamey, vos sos naranja, vos sos limón, vos sos caimito, vos sos sandía --- así continuó hasta que todos tuvieron un nombre, incluso el que estaba en el rincón de la cueva, quien, naturalmente, ignorábamos todos. ---Terminada la ceremonia, todos sentáronse en el suelo y el jefe grito:
--¡Sonso frijol!
--¡Mande mi rey señor!
--¿En que caballito te querés venir? --- preguntó el jefe. --¿En el mío no porque está rajado de la cruz hasta el rabito -- contestó el de rincón.
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--- ¿Qué querés más: sandía, caimito, limón, naranja, piña, mamey, granadilla, guanabana, jocote, mandarina, mango o nancite?
--¡Granadilla! -- pidió el del rincón.
--- ¡Venite por tus patitas! --- gritaron a coro todos los sisimiques entre risotadas, pues el del rincón había escogido su propio nombre. En caso de que hubiera escogido el nombre de cualquiera de los compañeros, éste lo habría ido a traer cargándolo en la espalda, desde el rincón hasta donde todos estaban. El Dundo observó el juego varias veces. En su barrio se jugaba ese y tantos otros como el arriba la pelota, el cuartel, el cero escondido y el pizote solo. Por eso no temió avanzar al centro de la sala en compañía de sus amigos. Los sisimiques se asustaron en un principio cuando vieron a los extraños irrumpir en su cueva y hasta los hachones y quiebraplatas iluminaron a media luz. ---No tengan miedo -- habló El Dundo que estaba carne de gallina --- sólo venimos a hacerles una pregunta. Los sisimiques se vieron con recelo. El jefe preguntó: --- ¿Qué querés saber? ¿No sabés que está prohibido a los humanos venir a nuestros juegos? ¿Nos
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sabés que te podemos convertir en sisimique y tendrás los pies al revés? -- Sólo quiero saber dónde puedo encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto pues quiero que me dé el secreto para ser rico, inteligente y sabio. La carcajada de los sisimiques fue tal, que hizo temblar la cueva y asustó a los pocoyos del campo. --¡Quiere ser inteligente y rico! -- gritaron todos mientras saltaban alrededor de nuestro amigo. Ilusión y Ambición prudentemente volaron a ponerse en lugar seguro en un ángulo saliente del techo de la cueva. --¡Burro te quedaste por las vacaciones! --gritaron ensordecedoramente los sisimiques --- ¡Sos el dundo mayor que ha venido a esta cueva! Cuando se cansaron de reír y saltar, aquellos personajes lampiños sentáronse en el suelo y guardaron silencio por cinco minutos mirando fijamente a El Dundo. Este oyó el silencio ensordecedor, pero lo soportó con la misma valentía con la que había soportado la gritería. Aquellos ojos taladraban los suyos y le hacían raras cosquillas en el cerebro. Pero se aguantó. No gritó aunque tenía muchas ganas de hacerlo. Un murciélago voló en la cueva y un pocoyo gritó ¡jodido!, allá en los matorrales. Fue entonces cuando apareció aquel ser que parecía un perro negro, del tamaño de un ternero
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pequeño, de ojos verdes y brillantes y lengua roja asomada parcialmente por sus fauces entreabiertas; parecía un perro cansado después de trotar muchas leguas. --¡El cadejo! -- susurraron temblorosos los sisimiques--. ¡El Cadejo! ¿Será que viene a proteger a este dundo? --Mejor le damos una oportunidad -- se apresuraron a decir otros. ----Te daremos una oportunidad ya que apareció el cadejo y no sabemos si está contigo o con nosotros --- eso dijo el jefe de los sisimiques. El Dundo recordó: el cadejo era una especie de perro del otro mundo que viajaba de noche y dormía de día, cuya misión era proteger a los buenos y castigar a los malos. Cuando trotaba hacía un ruido característico como si todos sus huesos chocasen entre sí. Por eso se le diferenciaba de los perros comunes. --Jugaremos el Arriba la Pelota y luego el Pizote Solo. Si vos ganás te diré dónde podés encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto. El cadejo sentóse sobre su trasero en la propia salida de la cueva. Nadie podía entrar. Nadie podía salir. El Arriba la Pelota es un juego sencillo. Los jugadores se agrupan en dos equipos iguales en número, capitaneados por uno de los principales que es el general. Un grupo queda en el cuartel mientras los
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del otro se esconden en los parajes vecinos. Al grito de ¡arriba la pelota! dado por el jefe de los que se esconden, salen los otros a buscarlos. Cuando un jugador es descubierto, debe huir para no ser capturado. El otro lo persigue hasta atraparlo y lo conduce al cuartel. Los prisioneros se agarran de las manos y permanecen ahí en espera de ser liberados por algún compañero que logre burlar la vigilancia de los dos o tres soldados que los cuidan. La liberación se verifica de la siguiente manera: uno del mismo grupo se escurre en la oscuridad para no ser notado y toca con su mano al que esté más próximo de la cadena de prisioneros al mismo tiempo que grita ¡libre! y se apresura a huir perseguido por los adversarios que cuidaban a los reos y que fueron burlados. Los libres tienen una tregua para esconderse nuevamente, no así el libertador que tiene que poner en juego toda la velocidad de sus piernas para escapar. Si lo capturan antes de conseguir libertar a sus amigos, pasa a ser un prisionero más del grupo. El juego queda terminado cuando todos los revoltosos son hechos prisioneros o cuando los del cuartel son incapaces de capturarlos en una hora. En el primer caso gana la partida el gobierno y en el segundo, la revolución. En el sorteo que se hizo le correspondió a El Dundo jefear al grupo de sisimiques del gobierno. La partida fue brillante. Ambos grupos se esforzaron por vencer al adversario y aunque los rebeldes jefeados por el sismique mayor libertaron tres veces a sus amigos prisioneros, los de El Dundo, animados por Ambición e Ilusión y observados impasiblemente por el cadejo lograron hacerlos prisioneros a todos antes de la hora señalada. La victoria correspondió a nuestro amigo.
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El Pizote Solo consiste en lo siguiente. Los jugadores se reúnen en círculo y todos, menos uno, colocan sus puños cerrados uno encima de otro; el que no coloca sus puños en la fila común toca con una vara de arriba para abajo cada puño mientras pregunta:
-- ¿Qué es esto?
--¡Pizote! --- responde el dueño del puño.
--¡Quitáte que mucho hiede! -- dice el de la vara, al mismo tiempo el otro retira su mano cerrada. Cuando se llega al último éste se niega a retirarlo y entonces el de la vara debe obligarlo por la fuerza aplicada sobre el puño rebelde, a abrirse. Si lo consigue, ha vencido. Si no, pierde y tiene que hacer cabriolas de pizote por cinco minutos delante de todos los compañeros. Esta vez hubo una variación especial en el juego. El sisimique mayor escribió en un papelito la dirección de El Pájaro del Dulce Encanto y lo entregó al más fuerte de todos, que lo guardo en su puño cerrado. Los demás hicieron fila con los suyos encima. Si El Dundo lograba abrir aquella mano, el papel sería suyo y con él el secreto del paradero del pájaro maravilloso. La ceremonia del juego se fue repitiendo hasta llegar al puño fuerte. Ilusión temblaba de miedo. Dudaba que su amigo pudiese abrir el puño del hercúleo sisimique. Ambición pensaba. El Cadejo observaba.
El duelo final.
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El Dundo se esforzaba en abrir aquel puño; primero apretó con todas sus fuerzas en la muñeca. El sismique rio sin sentir dolor. Luego El Dundo trató de separar el dedo gordo que cerraba con llave aquel puño vigoroso. Imposible. El sisimique solamente reía. Después El Dundo intentó hacerle cosquilla en la axila. Nada. El sisimique no tenía cosquillas. Intentó separar aquel dedo pulgar, pero por mucho esfuerzo que hizo no consiguió otra cosa sino bañarse en sudor. Cansado, desalentado, estaba a punto de pedir cacao cuando Ambición entró en acción. El chocoyo voló raudo en dirección a los ojos del sisimique como si tentase picarle en ellos. Este, asustado, abrió su puño dejando caer el papelito en manos de El Dundo. Ambición completó su vuelo haciendo un arco sin hacer daño al sisimique. Había sido un simple simulacro de ataque aéreo. Nadie podía decir que El Dundo había recibido ayuda física. Pero por las dudas, nuestro héroe emprendió veloz carrera saliendo por la boca de la cueva en dirección al monte, seguido por Ilusión, Ambición y el Cadejo, el que sonaba rítmicamente sus pezuñas contra el suelo. Como el sol se estaba desperezando en su cama del oriente, asistido por aurora que le preparaba su café con leche, ninguno de los sisimiques se atrevió a perseguir a El Dundo pues sabían que el sol era un señor muy bravo que tenía muy poca estima por la gente que tiene los pies al revés.
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CAPITULO E Antes del medio día llegaron a una hacienda de ganado. El Cadejo se había quedado durmiendo debajo de un matorral siguiendo la costumbre de todos los de su especie. Tanto corrieron aquel día que cuando llegaron a la hacienda estaban casi muertos de cansancio. Claro que Ilusión y Ambición no corrían, sino que volaban, pero el cansancio era igual. Por eso decidieron descansar bajo la sobra de un tigüilote que estaba cerca del corral. Apenas se había tendido en el suelo húmedo por la lluvia del día anterior, cuando apareció el mandador de la hacienda montado en un caballo pinto, con una albarda de alas anchas, un par de cueras de cuero crudo de ternero protegiéndole la parte delantera de las piernas, de las espinas de los potreros. El hombre tenía un chilillo de cuero crudo en su mano derecha con el que azotó suavemente a El Dundo para obligarlo a ponerse en pie. --¿Qué estás haciendo “ay” muchacho? -preguntó con voz fuerte como la que usaba para arrear el ganado. -- Descansando, pues --- respondió nuestro amigo. --¿No estás espiando para robarte después un ternero?
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--¿No soy ladrón; soy un caminante que va en busca del Pájaro del Dulce Encanto. ---No sé que pájaro es ese, ni me interesa para qué lo querés. Sí te digo que aquí no consiento vagos, porque de vago a ladrón no hay más que un paso. O seguís tu camino, o entras a la casa de los campistos y te ganas los frijoles del día trabajando en alguna cosa. ---Prefiero lo último porque estoy cansado para seguir caminando. Y ya que nos das posada al peregrino, dime en qué puedo trabajar para desquitar los frijoles del día. El hombre le explicó que a las cuatro de la tarde saldría en la carreta lechera para Ticuantepe; ahí entregaría la leche y luego regresaría de prisa, pues era peligroso viajar de noche. Para mientras, podría comer sus frijoles con tortilla y beberse su pinol en la casa de los campistos y hasta dormir en un petate extendido en el suelo si las pulgas no le importunaban demasiado. El Dundo obedeció. Durmió profundamente hasta las tres de la tarde; a esa hora llegó el mandador y le gritó: --- ¡Vamos, haragán! Es hora de partir para el pueblo a dejar la leche. Vete al potrero a lazar los bueyes y uncílos a la carreta que ya está cargada con la leche. ¡Vamos hijo de perra! ¿ Que si te agarra la noche te puede salir el garañón negro en el camino y no te gustará eso. ¡Estoy seguro! El Dundo salió corriendo al potrero vecino donde encontró dos bueyes mansos, los que fueron
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uncidos al yugo de la carreta lechera. Luego subió a ésta y con el chuzo se encargó de hacer caminar a los dos animales, que lo hicieron muy lentamente. --- ¡Cuidáte del Garañón Negro, mi hijo --- le gritó un viejo campisto---. Ese maldito no deja lechero en paz en esos caminos del diablo. ¡Si te sale, corre cuanto podas hasta donde los caminos se cruzan en cruz que ahí estarás a salvo! Si te descuidas te mata. -- ¿Y quién es el Garañón Negro? --- preguntóle El Dundo. ---Dicen que es el mandador de esta hacienda, que se vuelve Garañón por las noches para asustar a los lecheros --- cuchicheó el viejo con miedo --pero la verdad es que nadie lo ha podido coger en la maturranga..... ni el Padre que una vez vino para echarle agua bendita al Garañón.... ¿Sabes que el maldito animal no salió en todos los quince días que el Padre estuvo aquí en la hacienda? El mandador atendió muy bien al sacerdote y aunque los campistos le suplicaron que echara agua bendita al Mandador pues todos estaban seguros que él era el garañón negro, el buenote del cura no nos creyó y se largó para otra parte asegurando que eso del garañón negro era cuento de camino inventado por nosotros para asustar a los lecheros.... ¡Hay tantos lecheros que han sido asustados hasta casi pelar el ajo por ese animal infernal! --- ¡ Já, buey! ¡Vamos, jodido! ¡Arríale! --gritó El Dundo mientras chuceaba a los dos bueyes
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para que acelerasen la marcha. Fue inútil. Los animales no salían de aquel paso lento, desesperante. Por mucho que el chuzo de hierro laceraba sus carnes a cada pinchazo, ellos solamente se azotaban con la cola el lugar herido. Por eso El Dundo llegó tarde a Ticuantepe. Entregó la leche y regresó a la hacienda cuando los zanates volaban bullangueramente buscando refugio en los árboles vecinos. La oscuridad no tardó en ponerse sobre el camino y El Dundo tuvo que encender el candil que llevaba el yugo en su parte central para iluminar la ruta de los lentos bueyes. Recordó las palabras del mandador. También los del campisto viejo. Ilusión y Ambición descasaban en una vara de la carreta con las plumas erizadas por el terror al Garañón Negro. --- ¡Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, líbranos de todo mal ! --- rezaba El Dundo mientras chirriaban los ejes de la carreta. Un relincho salvaje se escuchó en los campos vecinos perforando cruelmente la oscuridad. Luego el ruido del galopar de un caballo salvaje. El Dundo sintió que la piel se le ponía carne de gallina, que la boca adquiría un gusto a cabo, que el estómago le temblaba, mientras el corazón le latía con violencia. Ilusión y Ambición se hundieron aterrorizadas en el fondo de la carreta, mientras El Dundo agarraba con ambas manos la vara del chuzo dispuesto a defenderse del Garañón Negro, que pronto lo atacaría.
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--- ¡Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, líbrame Diosito de este animal! --- sollozaba El Dundo. El Garañón Negro apareció por el camino levantando chispas del suelo con sus cascos, relinchando salvajemente, dejando escapar gases por el culo, dejando salir espuma por su hocico, haciendo cabriolas alrededor de la carreta, mordiendo inmisericordemente a los bueyes, pateando la carreta furiosamente amenazando convertirla en astillas, lanzando bestiales dentelladas a El Dundo. Todo mientras nuestro amigo se defendía a chuzazos y rezaba con voz trémula: ---¡Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, líbrame Diosito de este animal! El Garañón Negro era el mismo diablo o un pariente cercano. Aquellos bueyes tan perezosos durante el día, al verse acosados por el animal del infierno empezaron a correr desesperadamente como si fuesen corceles de carrera. Los relinchos del Garañón, los mugidos medrosos y desesperados de los bueyes, el ruido de la carreta al dar tumbos por el camino, los gritos de El Dundo, los chillidos de Ilusión y Ambición, todo se mezcló en un solo alboroto infernal que hizo rezar a los campesinos que habitaban en tres leguas a la redonda. El Dundo desesperábase por llegar hasta el lugar donde los caminos se cruzaban en cruz; presintió que cuando llegara ahí estaría hecho cadáver.
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Fue entonces que un sonido nuevo sobresalió por encima de todos los demás. Era el producido por huesos que chocaban rítmicamente entre sí; primero se escuchó a distancia; luego más cerca; más...más...más.... Hasta que a la luz del candil de la carreta se pudo ver la silueta negra de un perro del tamaño de un ternero que con paso cansino avanzaba por el camino y sin vacilar se lanzaba contra el Garañón Negro mordiéndolo ferozmente con sus colmillos grandes en el anca, en el hocico, en los calcañares, en ....bueno, en todas partes. La lucha fue feroz. El garañón embrujado no era cobarde. Cierto que nunca había sido atacado en aquella forma, pero supo estar a la altura de lo que la gente espera de un buen garañón brujo, de la más pura sangre satánica.
Luchó con cascos y colmillos.
Ambos contrincantes vecinos en su feroz lucha. grandes cedros, enormes pochotes, fueron derribados aquellos dos combatientes.
devastaron los bosques Inmensos guanacastes, tatalates, gigantescos y hechos astillas por
---¡ El cadejo! --- murmuró El Dundo---. ¡Bendito sea Dios que está de mi parte! El Dundo huyó desesperadamente en dirección a la hacienda mientras un relincho de agonía se escuchó por los aires del campo.
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Cuando llegó a la hacienda, todos los campistos se apiñaban trémulos en la casa de los mozos orando a la luz de un candil.
Nadie durmió aquella noche.
Al siguiente día fue encontrado en un potrero lejano el cadáver del mandador quien aparentemente había sido muerto por algún perro rabioso. Su cuerpo estaba literalmente destrozado por los colmillos del animal. Fue el olorcito a azufre que se desprendía de su cuerpo lo que obligó a los campistos a persignarse, antes de sepultar el cadáver en el mismo lugar donde lo encontraron. No pusieron cruz en su tumba. Cansados llegaron ese día los tres amigos al pueblo de Ticuantepe, continuando su peregrinación en busca del Pájaro del Dulce Encanto.
Cuando llegaron era medio día.
La gente del pueblo ya conocía su aventura del día anterior y lo recibieron como a un héroe. Todos lo aclamaban y batían palmas a su paso. Los hombres más feroces lo miraban con respeto y las ancianas lo enseñaban a sus nietos para que siguieran su ejemplo. Una comisión de lo más respetables ciudadanos del lugar, luciendo sus mejores cotonas y sus caites más nuevos, salió a su encuentro cerca de la plaza principal. Uno de ellos se adelantó para pronunciar un discurso. Carraspeó tres veces, se rascó la cabeza, miró a sus compañeros y dijo:
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--- ¡Bienvenido!
Todo el pueblo irrumpió en aplausos y las marimbas empezaron a tocar el Garañón, composición hecha por un indio de la comarca en memoria de la hazaña de El Dundo. Lo llevaron a la alcaldía y allí lo atendieron como un cacique. Le dieron de comer yoltamal con quesillo y de beber chicha de coyol. Luego le obsequiaron dos morongas con chiles y un nacatamal de los grandes, pues juzgaron con razón, que debería tener mucha hambre. Alguien sugirió que también le dieran un guacal de cususa, pero luego se acordaron que a pesar de su hazaña aún era un niño y que no podía beber esa clase de bebida. Ilusión y Ambición estaban contentísimas con el agasajo El Dundo dijo que tenía sueño y la gente se retiró respetuosamente para dejarlo descansar. Durmió tranquilamente hasta las ocho de la noche. A esa hora lo despertó el murmullo de la gente que llegaba nuevamente con el alcalde, iluminándose con candiles. Cuando los principales del pueblo llegaron, el alcalde dijo: --- ¡Buen sueño haya tenido nuestro héroe! -sin dejar responder a nuestro amigo, continuó--venimos en nombre del pueblo de Ticuantepe a agradecerle a tan valiente caminante el que nos haya honrado con su presencia. Sus huellas nunca se borrarán de nuestras
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calles y las conservaremos como reliquia histórica ---aplausos de los principales del pueblo que oyeron las frases y del pueblo que no había oído nada, pero hacía lo mismo que hacían los principales.--- Conociendo las virtudes de valor de nuestro amigo, hemos venido en conjunto para hacerle una súplica. Antes quiero ponerlo en antecedentes. Desde hace mucho tiempo una maldita Cegua recorre todos los parajes del pueblo por las noches asuntando a todos los vecinos. A las doce de la noche en punto se empieza a oír su carcajada maligna por la calle principal y luego por todas las demás. Si encuentra a cualquier ciudadano en su camino lo abraza con sus brazos de tusa y lo besa con su boca llena de dientes de olote que sobresalen de los labios y lo deja dundo para el resto de su vida. Para muestra le traemos dos de los últimos ciudadanos que han sido jugados de Cegua. Señaló a dos tipos jóvenes que estaban sentados en dos patas de gallinas con la boca entreabierta chorreando baba por entre los labios la que caía abundantemente sobre el pecho; los ojos fijos miraban estúpidamente sin comprender nada de lo que estaba sucediendo; de vez en cuando reían siniestramente y todo el mundo sentía ponerse la piel de gallina, de miedo. ---Es mejor que no nos metamos en nuevos enredos ---dijo al oído Ilusión --- si nos juega la Cegua se acabó el Pájaro del Dulce Encanto y con él, nuestra soñada riqueza y también la inteligencia. --- ¡Calla! -- cuchicheó Ambición---. ¿Quién sabe si nos ofrecen algún tesoro? ¡Seriamos ricos sin buscar a ese bendito Pájaro del Dulce Encanto!
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---Nuestra súplica es ésta ---continuó el Alcalde que no había oído el diálogo entre los dos pájaros ---queremos que Ud., valiente entre los valientes, nos libre de la cegua. En cambio, nosotros haremos una estatua de cuerpo entero y de puro guayacán, a los tres ustedes y la pondremos en la plaza para que los veneren y aplaudan las próximas generaciones. --- ¡Imbécil! ---dijo Ilusión--. ¡Ofrecer una estatua de guayacán! ¿Por qué no nos dan un tesoro de los que deben tener escondido para que no se lo roben los españoles? ---Además deberían saber que dentro de unos siglos vendrán los yanques y se robarán todo lo que es robable en Nicaragua ---Agregó Ilusión. --- ¡Shisst! ---pidió silencio El Dundo--. ¿No ven que estoy haciendo todo lo posible por pensar? --- ¿Pensar qué? ---dijo Ambición---dile que si nos dan un tesoro le capturamos a la cegua y a todos sus hijitos. Pero por una estatua......¡nones! ---¿Pero no se dan cuenta que seremos admirados por siglos y siglos? ¡ talvez hasta le pongan mi nombre a este pueblo! ---¿Llamar al pueblo El Dundo? ---dijo Ilusión---. Estás loco, muchacho. Los creo imbéciles, pero no para tanto. Son tan vivos que ofrecen un premio que nada les costará pues los árboles de guayacán abundan en estos bosques y cualquiera puede hacer un muñeco para ponerlo a aguantar agua y sol en la plaza.
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--- ¡No quieren darnos un tesoro! ---gritó Ambición agitando sus alitas---. ¡Avaros! ¡Avaros! ¡Metalizados! ¡Que aguanten a la Cegua hasta el fin del mundo! El alcalde y los del pueblo no entendían nada de lo que hablaban los tres amigos pues estaban haciéndolo en nahualt.
Por eso preguntó:
--- ¿Seremos librados por Usted de la Cegua? ¿ Al fin podremos dormir tranquilos con nuestras mujeres y nuestros hijos? ¿Ya no tendremos más ciudadanos jugados de cegua en este pueblo? Cuando El Dundo abrió la boca para hablar Ambición le gritó en lengua nahualt:
--- ¡El tesoro! ¡Pídele un tesoro!
---Me sentiré muy honrado con saber que ustedes recordarán mi nombre si los libero de la cegua. Pueden dar por seguro que capturaré a esa mujer bruja y la entregaré al pueblo para que la mate. ¡Hoy mismo haré ese trabajo! Todos aplaudieron y vivaron al héroe mientras Ilusión gemía temblorosa de miedo y Ambición gritaba agitando sus alitas: --- ¡Idiota! ¡Imbécil! ¡No pediste el tesoro! ¡Comerás estatua de guayacán toda tu vida! ¡Ahora se ha creído héroe! ¡Vanidoso! ¿Que ya no te acordás que fue el cadejo el que mató al Garañón y que vos ibas huyendo como venado seguido por los perros?
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Estaba tan indignado el chocoyo que ya no se acordaba de hablar correctamente. Todos besaron y abrazaron a El Dundo y luego se fueron convencidos de que la Cegua sería capturada esa noche. --- ¿Y ahora? ---preguntó Ilusión cuando estuvieron solos---. ¿Te das cuenta que estamos metidos en camisas de once varas? ¿Cual es tu plan? --- ¡Que plan va a tener este idiota! ---braveó Ambición---. El cree que agarrar a la Cegua es comida de jocicon. ---De alguna manera saldremos del apuro. Por de pronto, durmamos un rato que faltan dos horas para la media noche --- y diciendo eso El Dundo se volvió a dormir tranquilamente. Las doce de la noche. Ilusión y Ambición dormían plácidamente en una solera de la casa donde se hospedaban. Solamente los grillos silbaban en la noche. Se oyó un ruido sordo por la calle principal el cual se fue aclarando poco a poco, hasta convertirse en el estridente rechinar de las ruedas de una carreta, sedientas de grasa. A ese chirrido se sumaba un traqueteo de madera floja y un sonido especial como si las ruedas fueran cuadradas y la carreta estuviese llena de barriles vacíos. Ilusión, Ambición y El Dundo se despertaron. Por una rendija de la pared de madera vieron acercarse a la Carreta Nagua tirada por dos esqueletos humanos y llenas de cadáveres de la gente que había muerto esa
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noche. Una anciana chuceaba a los esqueletos para que no se detuvieran en su marcha. Al principio El Dundo no reconoció a la anciana. Luego se fijó mejor y para su consternación reconoció en ella a su tía, aquella buena mujer que lo había criado y para quién él deseaba tener un tesoro o ser inteligente.
--- ¡La Tía ha muerto! --- dijo Ilusión.
---Murió en pena; por eso la pusieron a guiar la Carreta Nagua. ---¡Vuelve Dundo! --- gritaron la cotorra y el chocoyo. Inútil. El Dundo se puso en medio del camino por el que pasaría la Carreta Nagua y, de rodillas con los brazos en cruz, grito: --- ¡Tía, tía, tía, vos eras mi madre! ¿Por qué te moriste y no esperaste mi regreso con mi tesoro? ¡No ves que yo quería ser rico e inteligente y sabio para que vos pudieras descansar tu vejez en una hamaca fumándote tus puritos chilcagres? --- ¡Hijo --le respondió la tía --- voy a juntarme a tu madre y todos nuestros antepasados. Muero de hambre y de pena; de la una, por ser pobre, ley natural de la injusticia humana; de pena porque te fuiste de mi lado a rodar fortuna. Seguí tu camino en busca del Pájaro del Dulce Encanto. Que siempre te acompañen Ambición e Ilusión ya que la Razón se negó a seguirte; y pido a DIOS que nunca tengas que arrepentirte de
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haber dejado la tranquilad de nuestra choza por buscar tesoros que pueden corromper tu alma que es lo única valioso que tenemos los pobres.
Risas estentóreas.
Carcajadas escalofriantes.
Risa de loco.
Batir de quijadas con sonoridad satánica proveniente del ser extraterrestre que llaman la Cegua. Risa saliendo por dientes de olote. Chasquidos de lengua de tusa. Cuando menos lo esperaban estuvo la Cegua frente a ellos.
Alta.
Cabeza cubierta por pelo amarillo de maíz.
Pescuezo de mazorca. Cuerpo cubierto por hojas de maíz. Tal la resurrección encarnada de la Diosa del Maíz. De los antiguos, convertida en ser doliente por la maldición de los curas españoles. Alma en pena del maíz, la Cegua quiso abrazar a El Dundo; éste dio un salto movido por los resortes del miedo y de sus manos cayó una bolsita con mostaza bendita. La Cegua quedó viendo tranquilamente los granitos que salían de la bolsita. Desde la casa, los tres aventureros vieron cómo la Cegua perdía la noción del tiempo, mientras se dedicaba a aquella inútil caza de granos de mostaza. El sol se anunció por el Este.
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Al día siguiente los vecinos de Ticuantepe que desde sus casas habían visto la aventura de El Dundo encontraron en medio de la calle un puñado de pinol, resto orgánico de la que fuera la Cegua.
No soportó los rayos del sol.
Desde entonces la Diosa del Maíz descansó eternamente y nunca más vagó por el mundo asustando a los descendientes de quienes la habían maldito.
CAPITULO F Siguiendo las instrucciones del papelito robado al sisimique, los tres aventureros siguieron su camino buscando el volcán Santiago, viejo bravo con entrañas de lava ardiente en cuyas faldas montañosas habitaba el Viejo del Monte con su vestido de hojas y sombreros de bejucos, pastor de los venados y demás animales tímidos del volcán.El Viejo del Monte sabía dónde encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto. Llegaron a la falda del volcán: tupida montaña, sombría, húmeda, silenciosa, amenazadora. ---Adelante ---dijo Ambición---ya nos han sucedido tantos males que nada peor nos puede acontecer. ---Es seguro que el Viejo del Monte nos dirá el secreto ---dijo Ilusión agitando sus alas--- estamos llegando al final de nuestro viaje. Es seguro que en estas montañas vive El Pájaro del Dulce Encanto.
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Apenas se habían internado unos pasos en la selva cuando escucharon ayes lastimeros provenientes de una cueva vecina.
--¿Quién será? ---dijo El Dundo.
--Talvez el Viejo del Monte que de tan viejo se esté muriendo o le duele el reumatismo---dijo Ambición. --Talvez si le ayudamos nos dé el secreto del Pájaro de El Dulce Encanto ----aseguro Ilusión. Se acercaron. Un hombre yacía en una cama de hojas verdes lamentándose lastimeramente. --- ¿Qué te pasa, hombre de Dios? --- preguntó El Dundo. --Tengo dolor de barriga y currutaca--- repuso el hombre---soy el Cazador Infalible. Me he burlado siempre de El Viejo del Monte quien está furioso porque los venados más hermosos salen a mi encuentro para que yo los mate. El no sabe que tengo un secreto: la piedra de venado que la venada negra embrujada, la que nadie podía cazar, vomitó un Jueves Santo cuando yo la herí con una bala hecha con el plomo de un cristo del pueblo.
¡Ayyyyy!
---¿Qué te hizo ---preguntó El Dundo.
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--Hechó polvo de muerto en las frutas más sabrosas de la montañas y eso me ha retorcido las tripas hasta darme cólicos atroces. ---Mejor nos vamos ---dijo temerosa Ilusión---. Ese Viejo del Monte no entiende de razones. ¿Y si nos retuerce a nosotros también las tripas? --- ¡Bah! No seas cobarde ---dijo Ambición--a ese viejo lo engatusamos nosotros en un dos por tres. El Dundo regresó en esos momentos con unas hojas de madroño y flores de palanca, fétidas éstas como carne putrefacta y mezclando hojas y flores con agua de bejuco, le dio de beber a El Tirador Infalible, que después de dos o tres convulsiones y de echar espuma por la boca, dejó salir humo por la nariz y quedó curado totalmente. ---Bien ---dijo el hombre --- ahora cuéntenme qué hacen ustedes en esta montaña. El Dundo narró sus aventuras y dijo lo que buscaban. ---Yo les acompañaré mientras estén en estas montañas hasta que les haya pagado el favor que me han hecho. Todos siguieron caminando hasta que se encontraron con un claro bosque donde un joven armado con una vara de guayacán se batía con una culebra mica de unos cuatro metros de largo. El espectáculo era magnífico: ella lanzaba su cuerpo contra el esgrimista
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procurando terminar el combate, cual látigo viviente. El hombre detenía los golpes con magistral habilidad valiéndose de su vara de guayacán. No se oía más que el restallar furioso del látigo viviente al dar con el suelo o contra la vara de guayacán o al perderse el ímpetu y sonar en el aire. El hombre sudaba copiosamente, pero no jadeaba. ---De pronto se oyó una voz aterrorizada que gritaba.
--- ¡Hijo, no luches con ese animal infernal!
Era la madre del joven que llegaba en un momento inoportuno. El joven se distrajo un segundo para responder a su madre. Eso fue su perdición. La culebra mica, rápida y mortal, dio un mortal latigazo con su cuerpo al cuello del combatiente que cayó fulminado. ---Sigamos ---dijo el Tirador Infalible--ese perdió su pelea. --- ¿Pero por qué hacía eso? ---preguntó temblando Ilusión. --Quería tener la piedra de la culebra mica para ser invencible en la lucha con cutacha. Pocos se atreven a querer conseguir eso porque para ello tiene que luchar siete viernes seguidos con la culebra mica y vencerla, de modo que el último viernes sea el Viernes Santo. Por lo que se ve, éste no aguantó ni el primero.
--- ¿Y si él hubiera vencido hoy?
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---La culebra se hubiera retirado a su cueva y lo hubiera esperado todos los viernes, hasta entregarle la piedra el Viernes Santo a las tres de la tarde. Con ella en su poder nadie podría vencer a su poseedor en las reyertas a arma blanca. --- ¿Y tiene que ser forzosamente siete viernes? ---preguntó Ambición. ---Puede ser menos, pero en este caso tiene que luchar varias veces con la culebra el Viernes Santo, tantas como viernes le hagan falta para completar los siete. Siguieron su camino. Más adelante, los viajeros encontraron a un hombre que trotaba veloz en un hermoso caballo alazán. ---Ese ---dijo el Tirador Infalible--es el Jinete del Caballo Alazán. Nunca se le ha visto desmontado. Dicen que vive sobre el lomo del animal. Es un castigo que le ha impuesto una bruja de la región porque no se quiso casar con su pequeña brujita.
Siguieron su camino.
Un soberbio caballo pinto ramoneaba en un claro del bosque. Sus crines eran lustrosas y largas. El pelo de su piel, brillante; inquieto, nervioso, oteó desde lejos a los caminantes. ---Ese caballo es encantado ---habló una vez más el Tirador Infalible---. Nadie jamás ha logrado
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montarlo. Los mejores jinetes de la comarca lo han intentado y nadie ha podido hacerlo. Dicen que quien consiga montarlo podría conseguir cualquier deseo por imposible que parezca. ¿Pero quien montará alguna vez a El Caballo Pinto? ---- terminó con tristeza el cazador. --- ¡Yo lo montaré! ---dijo El Dundo--- pues necesito saber dónde está El Pájaro del Dulce Encanto para atraparlo y ser rico, inteligente y sabio. Pero cuando terminó de hablar el misterioso Caballo Pinto había desaparecido dejando tras de sí el eco de su soberbio relincho. Pronto sintieron el olor exquisito de frutas tropicales en plena maduración. Hay olor a mango, piña, marañón, jocote, guayaba y todas las frutas imaginables por el lector. El Dundo, Ambición e Ilusión corrieron en busca de las frutas deliciosas; el Cazador Infalible les grito ---- ¡Cuidado! Es el frutal embrujado de El Viejo del Monte. Lo sembró hace millares de años y lo cultiva para su propio deleite. ---- ¿No podemos comer de esas frutas? --preguntó angustiado El Dundo. ---- Puedes, pero sólo lo suficiente para saciar tu hambre. No puedes llevarte ni una sola para comerla más tarde. Es prohibido.
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Clemente Guido ---- ¿Y quién nos verá? --preguntó Ilusión.
El Tirador Infalible no contestó porque no sabía la respuesta. Comieron hasta saciarse. El Dundo e Ilusión fueron obedientes a las palabras de El Tirador Infalible y no guardaron para más tarde ni una sola fruta, no así Ambición, la incrédula, guardó bajo sus alas dos hermosos jocotes rojos y pulposos. Nadie se dio cuenta del delito del chocoyo. Pero cuando buscaron el camino por donde habían venido no lo encontraron. En su lugar se elevaban inmensos árboles de guanacaste los que cerraban el paso pues estaban unidos unos a otros por bejucos de Pica-pica. El viento empezó a soplar y el polvillo picante cayó sobre los aventureros produciéndoles enormes ronchas muy pruriginosas lo que los obligaba a rascarse incansablemente. ---- ¿Quién diablos lleva frutas robadas? --gritó una voz atronadora que parecía salir de cada árbol y de cada bejuco-- ¡Yo sé quién es el ladrón! Le doy una oportunidad para confesar su delito o todos quedarán aquí rascándose para toda la eternidad. Fue entonces que ambición saltó desesperada por los aires y dejó caer los jocotes embrujados que llevaba bajo sus alas. Apenas cayeron las frutas cuando desaparecieron los árboles gigantes y los bejucos de Pica-pica, reapareciendo el sombreado camino por el que habían llegado.
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Todos suspiraron aliviados.
Iniciaron la marcha.
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A la orilla del camino, sentado en un grueso tronco de guayacán, vieron a un hombre viejo, robusto, de barba blanca, ojos amarillos como de tigre, vestido con ropa de hojas verdes y cubierta la cabeza con un sombrero de bejuco, que los miró con ceño adusto y les dijo con voz profunda igual a la que habían oído momentos antes cuando eran prisioneros del huerto embrujado. ---- ¿Quiénes son Uds.? ¡Yo soy El Viejo del Monte! Uds. vienen en mi busca, ¿verdad? ¿No saben que de estos bosques no podrían salir jamás si así se me antoja?
CAPITULO G Ilusión, Ambición y El Dundo permanecieron quietos. No respondieron una sola palabra a la amenaza de El Viejo del Monte. El Tirador Infalible se había escondido, pues sabía que si era visto por el señor de aquellos campos y montañas sería muerto instantáneamente por él. --- ¿Conque no hablan? ¿Acaso se tragaron la lengua? ¿Qué es lo que andan buscando ustedes por estos andurriales?
Silencio.
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Ilusión y Ambición temblaban. Siempre lo hacían ante el peligro. El Dundo permanecía impasible. ---Es necesario que ustedes sepan quien soy yo. Talvez, así entren en confianza y me digan qué se proponen al venir por mis montes. Ya sé que intentaron robarme mis frutas; las de mi jardín particular; las que tantos años de sacrificio me han costado. Bueno, al grano. Yo soy el Viejo del Monte. Soy dueño y señor de todas estas zonas. Montañas, ríos, valles, animales, todo me pertenece. Yo lo cuido como si fueran mis propias piernas o mis brazos. Soy un sacrificado por el bien de ellos. Todo lo hago para beneficio de ellos. Sé que hay malos hijos de las montañas que quieren acabar con mi dominio. La ambición los mueve a buscar la perdición de mis buenos hijos. Estos ambiciosos desean darme un golpe de Estado. Están fraguando una revolución. Dicen que soy ladrón. Que todo me lo he robado. Que nada he dejado para nadie. Que he asesinado a todo el que ha pretendido deponerme del poder. Que tengo tantas tumbas como años de vida llevo. Y ya son millares de años los que he vivido. Ingratitud de los humanos, hijos. Yo, que solamente me he sacrificado por ellos. No es nada agradable ser el amo de una montaña lleva mi nombre, montaña como Viejolandia. Sí, la montaña lleva mi nombre, no porque yo sea fatuo y desee poseer hasta el nombre de esta república. No, nada de eso. Es que mis hijos agradecidos, los que de veras me aman. Sugirieron en el Congreso que le pusiera a esta montaña mi nombre. La moneda lleva mi nombre: el viejano. En realidad es la semilla de cacao a la que los artistas de la montaña le han grabado mi esfinge, no como un
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acto de servilismo, sino como un reconocimiento a mis enormes sacrificios --suspiró con pesar---. ¡Si supieran los malévolos que desean deponerme las noches amargas que les esperan si llegan al poder! Es cierto que el ochenta por ciento de las propiedades de Viejolandia es mío; el otro veinte por ciento es de mis adictos y del ejército. Pero en verdad, hijos, ¿para qué desean tener propiedades los ciudadanos de este país? ¿Para tener problemas? ¿Para tener que pagarle salarios, vacaciones y prestaciones sociales a los obreros y campesinos? ¿Para tener que pagar impuesto a mí gobierno? ¿Verdad que les he hecho un favor al no permitirles que tengan propiedades? Así no tienen problemas. Los montes producen frutos y pastos para que se alimenten. Esta es una república donde no existen los explotadores porque nadie tiene nada. ¿Para qué desean tener muchos explotadores? ¿Acaso no basta con uno solo, que a cambio cuida de ellos? ¡Ah! pero si ustedes supieran cómo he fomentado el comercio, la industria, la navegación de los ríos; he abierto caminos tapizados con hojas de chagüite para que sean fácilmente transitables de noche y de día. Dicen mis enemigos que el ochenta por ciento del capital de esas industrias y de los establecimientos comerciales es mío y el veinte por ciento restantes es de mis adictos y del ejército. ¡Pues, claro! ¿Acaso no somos nosotros los que estamos velando por ellos? Trabajamos honradamente para que el país progrese. Es apenas una justa compensación a nuestro inmenso esfuerzo por el
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bien común. Dicen también que las carreteras verdes las he hecho para transportar mi ejército a través de Viejolandia con el objeto de sofocar las rebeliones. Que las cruzo solamente donde tengo mis propiedades o las de mis amigos. Eso es justo. ¿Acaso no tengo derecho a defender con las armas leales esta república que yo mantengo en paz y progreso? Y las carreteras, ¿cómo podrían pasar por otras tierras que no sean las mías, si todo es mío en este país?
¡Ingratos!
¿Verdad, forasteros, que estos rebeldes son ingratos conmigo? Ilusión, Ambición y El Dundo escuchaban atentamente sin pestañar, pero no contestaron. --Apenas tengo cuarenta mil años de gobierno que han significado otros tantos millares de años de sacrificios, de velar por ellos, de buscarles la felicidad, y ya quieren deponerme. Antes, este país era víctima de las guerras civiles. Los ambiciosos mandaban a matarse a sus peones y a sus empleados y a sus trabajadores, en funestas matanzas civiles, todo para que ellos gobernaran y se enriquecieran después de cada matanza, sin que los dundos que habían usado las armas contra ellos mismos sacaran ningún beneficio. Ahora nadie se mata entre sí. Todo es paz y tranquilidad. Es cierto que tampoco ellos tienen ningún beneficio, pero al fin no se matan, no riegan nuestros preciosos campos con su verde sangre valiosa, ni dejan huérfanos a sus hijos, ni viudas a sus esposas, ni desamparadas a sus madres. Antes se mataban en guerras civiles y terminaban por morirse de hambre los
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que sobrevivían. Ahora se mueren de hambre, pero en paz y tranquilidad. ¿No es mejor esto? ¡Claro! mueren de hambre solamente los que no están con mi gobierno. Porque los que son de mi partido, el viejísmo, esos no se mueren de hambre, sino de gordos. Esos viven ricos. Hartos. Tienen el derecho de robar lo poco que quede libre de mi voracidad. Pueden matar sin que se les castigue. La única condición es que respeten lo que es mío. Que no atenten contra mí. Después de eso, todo pueden hacer impunemente. ¿Verdad que son dundos los que no pertenecen al glorioso viejismo, partido que ha venido a redimir a Viejolandia? Bien. Ya he hablado bastante. Ahora deseo saber quiénes son Uds. y qué quieren en Viejolandia. Las urracas me han soplado que Uds. son revolucionarios extranjeros que han venido a deponerme. ¿Verdad que no, hijos míos, verdad que Uds. no desean hacerle daño a este inerme viejecito? --Nosotros somos gente que viene en son de paz --habló El Dundo-- andamos en una misión personal. Tuvimos contacto con los sisimiques en las montañas de Ticuantepe y ellos nos dijeron que Ud. era la persona indicada para resolver nuestro problema.
== ¿Y cuál es el problema?
--Deseamos atrapar a El Pájaro del Dulce Encanto. Una risa de trueno lo interrumpió. El Viejo del Monte se convulsionaba horriblemente en el suelo, víctima de su propia risa; los monos temblaron y los animales se refugiaron en sus cuevas o en los árboles.
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El sol palideció y las nubes taparon al cielo para que no vieran el espectáculo.
El Viejo del Monte dejó de reír.
----- ¡Atrapar a El Pájaro del Dulce Encanto! ¿Eso fue lo que Ud., soberano dundo, dijo hace un rato? --Si, señor. Veo que Ud. es sabio porque adivinó mi nombre. Soy El Dundo. Deseo atrapar al Pájaro del Dulce Encanto para ser rico, inteligente y sabio.
El Viejo del Monte lo miró asombrado.
--Dice ¿rico, inteligente y sabio? pero, ¿quién le ha dicho a Ud. que se puede ser las tres cosas a la vez? --Ilusión y Ambición --dijo El Dundo señalando al chocoyo y a la cotorra que descansaban sobre sus hombros. --El mundo está perdido --murmuró el Viejo del Monte-- ahora los chocoyos y las cotorras aconsejan... Y los muchachos dundos como éste buscan a El Pájaro del Dulce Encanto para hacerse ricos, inteligentes y sabios... ¡Diablos! A este paso ¿a quién vamos a dominar los humildes estadistas vitalicios como yo?
Pensó un buen rato con las cejas levantadas.
Luego dijo:
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-- Atrapar al Pájaro del Dulce Encanto es tan difícil como destronarme a mí. Sin embargo, puede que Uds. lo consigan. Yo les diré dónde vive el Pájaro misterioso si Uds. me hacen algunos favores sencillos. Cuando me los hayan hecho, y no antes, les daré el secreto de la residencia del pájaro maravilloso y les indicaré la manera de atraparlo. ¿Trato hecho? vez.
--¡Trato hecho! --dijeron los tres amigos a la
Ambición, por no perder palabra, había volado hasta un hombro del Viejo del Monte quien la espantó de un manotón a la vez que gritaba: --¡Quita de aquí, pájaro, que estoy sospechando quieres envenarme con tu pico afilado! Ilusión regañó a Ambición por el exceso de confianza.
El Viejo del Monte, tranquilizado, dijo:
Tu primer trabajo consiste en que tienes que traerme la piedra de la culebra mica. 2.- Tienes que desmontar al Jinete del Caballo Alazán. 3.- Tienes que montar al Caballo Pinto sin que te bote, hasta domarlo. 4.- Tienes que hallar un miembro de la Guardia que no viva de los juegos, las putas y el guaro o de la mordida en general.
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Clemente Guido 5.- Tienes que encontrar un político honrado.
6.- Tienes que hallar un médico que no hable mal de sus colegas.
CAPITULO H Dicho todo lo anterior el Viejo del Monte desapareció. Así, sencillamente, desapareció. Los tres aventureros se quedaron asombrados por eso y porque instantáneamente apareció el Tirador Infalible que tenía una expresión de tristeza en el semblante. El fusil terciado en la espalda y un pañuelo de hojas en la mano con el que se secaba el sudor del rostro. Ambición estaba callada. Ilusión también. El Dundo pensaba con los brazos cruzados en el pecho. El sol disminuyó la intensidad del calor de sus rayos, apesarado por la situación de los amigos. ---Ya oyeron al Viejo del Monte. Ya lo vieron y probablemente no lo verán de nuevo hasta que hayan cumplido las tareas encomendadas. Si ustedes desean conseguir al Pájaro del Dulce Encanto lo mejor sería no continuar en esta tierra de Viejolandia y marchar hacía otra parte. Talvez la Vieja del Volcán Santiago puede orientarnos hacia el misterioso pájaro del copete. Talvez ella esté más anuente a dar la clave del misterio sin que tengan ustedes que realizar esos trabajos que son imposibles y en los que ustedes pueden encontrar la muerte. ¡Vamos! Dejemos al Viejo del Monte con
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su Viejolandia, sus malos hijos revolucionarios, sus propiedades y todas sus cosas y marchemos en busca de la Vieja del Volcán Santiago. Esa bruja es más tratable que este maldito Viejo del Monte. --Si la Vieja es igual al viejo, no ganaremos nada con el cambio--dijo Ilusión-- tanto trabajo nos impondrá el uno como la otra. Yo creo que esos trabajos no son irrealizables. --Algún secreto habrá para llevarlos a cabo --agregó Ambición---. No hay nada que se proponga el hombre que no lo pueda realizar. El Dundo seguía guardando silencio. El Tirador Infalible habló de nuevo: ---Muy bien; si ustedes insisten, pues a correr la aventura. Estoy dispuesto a ayudarles en lo que pueda. Conozco algunos secretos de estas montañas y talvez encontremos la fórmula para realizar las tareas de El Viejo del Monte. --¿Por dónde empezamos? --- preguntó El Dundo rompiendo su silencio al oír las estimulantes frases del Tirador Infalible. ---Por encontrar a la Culebra Mica para desafiarla. Los cuatro partieron internándose más en la montaña. Siguieron por senderos únicamente transitados por venados y zajinos. Bajaron a arroyos murmurantes de piel helada y les preguntaron por la Culebra Mica. Los arroyos después de limpiarse la
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garganta con gárgaras frescas, respondían que no la habían visto en muchos días. Los árboles se encogían de hombros y susurraban una risa burlona, mientras los bejucos se retorcían de risa al oír las pretensiones de los cuatros caminantes. Al fin, lejos muy lejos, encontraron un güis que cantaba muy tristemente en las ramas de un tigüilote, al que preguntaron: --- ¿Has visto, güis, a la Culebra Mica? Venimos a retarla a duelo a muerte pues el Viejo del Monte desea su piedra como muestra de nuestro valor para darnos el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto. --¡Cierto, güis, cierto! -- respondió el güis que no podía hablar sin pronunciar su propio nombre--la he visto hace unas horas. Se arrastraba bajo aquel árbol de talalate en busca de alimento. Está muy flaca porque tiene tiempo de no comer y muy brava porque la retó últimamente un muchacho al que tuvo que matar a pesar de los gritos de la madre del chavalo. La Culebra Mica no perdona nunca, siempre se enfurece cuando la obligan a matar en Viernes Santo. Los cuatro amigos emprendieron la marcha después de darle las gracias al muy bien educado güis que continuó cantando tristemente en las ramas del tigüilote porque presentía la muerte de aquel dundo que iba a desafiar a la invencible Culebra Mica. Después de caminar varias horas llegaron al talalate señalado por el güis pero no encontraron a la culebra mica, sino a una verde culebra chocoya, la que
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se estiraba perezosamente de una rama a otra de las más bajas del árbol. Su cuerpo fino, verde, de músculos elásticos, parecía presto a iniciar una danza como bailarina de strep-tease. Miró con sus ojillos rojos a los caminantes. Se asustó al ver al Tirador Infalible pero se contuvo y dijo con voz sibilante: --- ¿A dónde van Uds. con El Tirador Infalible? ¿Acaso son Uds. revolucionarios que quieren derribar a El Viejo del Monte? ¿Por qué se junta con un hombre que está condenado a muerte por haber matado a la venada encantada para quitarle la piedra mágica? El Dundo explicó a la culebra chocoya el objetivo de la peregrinación. La del abrigo verde se movió voluptuosamente en sus dos ramas; sonrió levemente y silbó “que era inútil que buscaran a la Culebra Mica porque se había retirado a hacer penitencia a lo más profundo de la montaña pues estaba arrepentida de haber matado en un Viernes Santo y que probablemente no volvería a salir sino hasta en la semana de Pascua”.
Agregó:
-- Yo soy su secretaria. Si Uds. me dejan su nombre y dirección de cada uno, yo pasaré el recado a mi señora la muy honorable e invencible Culebra Mica para que los busque y los mate sin consideración, pues Uds. deben saber desde ya que nadie puede, ni podrá nunca, vencer a su ilustrísima señoría. A el Dundo le pareció anacrónico el lenguaje de la culebra chocoya, pero El Tirador Infalible le hizo notar que se estaba burlando de ellos porque los
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consideraba locos de remate. A El Dundo no le hizo gracia alguna que lo consideraran un loquito por lo que repuso: --Si Ud., distinguida señora secretaria, desea ver vencida a la que Ud. llama “su ilustrísima Señoría”, puede asistir el día del combate al Campo de las Palomas, donde tendré a mucha honra el matar a la famosa culebra mica. Diciendo esto hizo una reverencia burlonamente caballeresca; la chocoya no supo si admirar al muchacho aventurero o tenerle lástima. Pensó que toda la culpa la tenía El Tirador Infalible; que éste era el que conducía por el mal camino a aquel inocente muchacho. Por eso repuso que ella no tendría ningún inconveniente en transmitir el mensaje a su señora; tampoco se oponía a que la venciera quien fuera más hábil que ella en la lucha, pero que aconsejaba a El Dundo que se fuera para su casa a estudiar y a aprobar su grado en el colegio; que se dejara de andar en aventuras quiméricas que no le dejarían ningún beneficio; que mejor se recibiera de alguna carrera profesional universitaria para beneficio de sus familiares y amigos y que no anduviera buscándole tres pies al gato. El Dundo le dio las gracias por el consejo pero no lo aceptó. Estaba decidido a luchar con la Culebra Mica, y tanto Ilusión como Ambición lo estimulaban constantemente con la idea que si cumplían las tareas de El Viejo del Monte conseguirían a El Pájaro del Dulce Encanto y que si conseguían al pájaro maravilloso serían ricos, inteligentes y sabios.
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Por su parte, El Tirador Infalible negó que él fuera el instigador de todo esto. Dijo que si había matado a la venada encantada había sido para conseguir la piedra mágica, pero con fines loables, pues deseaba matar muchos venados, zajinos y animales alimenticios, para matar el hambre de tanto necesitado de Viejolandia. Sostuvo que él no deseaba derribar del poder a El Viejo del Monte, pues le tenía sin cuidado quién mandara en Viejolandia siempre que lo dejaran vivir en paz con su rifle y lo dejaran medrar de la caza. --¡Personalista, personalista! --le gritó la culebra chocoya. Y le echó en cara que buscaba únicamente su bienestar personal sin que le importara el martirio de todo un pueblo. El Tirador Infalible no siguió discutiendo pues vió que la culebra chocoya estaba empeñada en llevarle la contra y que por tanto nunca quedaría bien con ella hiciera lo que hiciera; así que se encogió de hombros y guardó sus palabras dentro de su pecho. Los cuatro aventureros siguieron su camino. Iban rumbo al Campo de las Palomas donde esperarían a la Culebra Mica para sostener el duelo mortal a cambio de la piedra. --¿Y qué virtudes tiene la piedra de la culebra mica? --preguntó Ilusión, curiosa como siempre. ----Quien posea la piedra de la culebra mica, nunca podrá ser derrotado en combate con arma blanca. Será el mejor en todo: cutacha, machete, puñal, espada,
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etc. Por eso la quiere El Viejo del Monte porque con ella él sería invulnerable a sus enemigos. Pero como sabe que él no podrá vencer nunca a la culebra mica, por eso manda a este dundo en busca de la piedra...o de la muerte; porque ya oyeron lo que dijo la culebra chocoya y es muy cierto: quien pelea con la culebra mica tiene la muerte asegurada. Ilusión tembló imperceptiblemente. Eso está por verse --dijo Ambición que no cejaba en su afán de conseguir al Pájaro del Dulce Encanto a cualquier costo-- yo estoy seguro de que venceremos a la culebra mica. ¡La venceremos! ---- ¡La venceremos! ¡La venceremos! ¡La venceremos! --se oyó un rugido multitudinario que gritaba como un eco. Ambición se sobrecogió de espanto. ---- ¿Quiénes responden en esta forma? --se preguntó. La voz de la multitud venía de una montaña vecina. Estremecía los árboles de ésta. El cielo se tapó los oídos. Una voz profunda, bien timbrada, como de locutor de radio, decía: ---- ¡Sí, compañeros, lo venceremos! ¡Venceremos al tirano! ¡He aquí nuestro líder que está dispuesto a cualquier sacrificio, para vencer al tirano, al opresor inmisericorde que por tantos millares de años nos tiene amarrados, muertos de hambre, amargados, acobardados, envilecidos! ¡El pueblo de Viejolandia
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me ha escogido para que lo redima de la pesada bota de este sátrapa y yo juro que no pararé en sacrificios para cumplir los deseos de mi pueblo! Aplausos frenéticos que deshojaron los árboles vecinos. Rugidos de esperanza que hicieron temblar las estrellas escondidas tras el sol. ---- ¡Pueblo de Viejolandia! Aquí estoy, listo a cumplir mi cita con el destino. ¡Fuera el opresor ¡Fuera el tirano con su turba de ladrones y asesinos! ¡Ya llegué yo que estoy dispuesto a vencerlos y a expulsarlos de todo el territorio viejolandés para que haya paz y prosperidad en todo mi pueblo.
Más rugidos, más aplausos.
Un parlante mecánico hecho de pico de lapa cantaba: Joven y embustero lleno de picazón. El resto de la canción quedó aplastado por los gritos y aplausos de la multitud. ---- Solamente tenemos, pueblo mío, un obstáculo tremendo que nos obstruye el camino hacia la liberación y la gloria. Son esos malditos curuleros, colaboracionistas apátridas, parásitos del Estado, vividores de la sinvergüenzada, ordeñadores del presupuesto nacional, traficantes del hambre y de la desnudez del pueblo; son esos sin conciencia, llenadores del estómago, ladrones sin careta, asaltantes en poblado, son ellos los que apuntalan con su colaboración al régimen del Viejo del Monte. Por ellos,
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que han formado un partido fantasma y se han prestado al juego del dictador, es que Frutilandia y demás naciones explotadoras reconocen como legítimo el gobierno del Viejo del Monte; le ayudan a mantenerse en el poder; le dan armas; le entrenan su ejército para que mate niños, mujeres y ancianos. Repito que es por esos curuleros que el Viejo del Monte se ha mantenido por cuarenta mil años en el poder. Por eso yo, Hernando A. Cuero, vuestro líder indiscutible, vuestro nuevo Moisés, os prometo que fusilaremos a todo aquel que haya colaborado y colaboré en el futuro con el régimen del Viejo del Monte. El Dundo, sus dos animales y el Tirador Infalible, se acercaron a escuchar al orador que era aplaudido frenéticamente por la multitud esperanzada. ---- Yo, el líder indiscutible de las masas de Viejolandia, repartiré las tierras de los explotadores entre los campesinos y pobres de Viejolandia. Haré una distribución justa de la riqueza entre todos los viejolandeses. Todos tendrán pan y techo y paz para trabajar por el bien del pueblo y el progreso de nuestra querida nación, ensangrentada, ultrajada, envilecida, por esta caterva de réprobos encabezados por el Viejo del Monte y que nos han llevado a la ruina en que vivimos. Pueblo mio: estoy dispuesto al sacrificio. Mi lucha será a pecho descubierto y saldremos todos a las calles a disputarle el poder al tirano que nos oprime, porque la libertad solamente se consigue con sacrificios y sin claudicaciones. ¡Juro que jamás claudicaré ante el dictador que nos humilla! ¡Juro que jamás consentiré que ese tiranuelo se burle del pueblo de Viejolandia
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una vez más, como lo ha hecho tantas veces! ¡Juro por las cenizas de mís padres que mi lucha será vertical, sin dobleces, dedicada únicamente al beneficio de Uds. que han sido los eternos sacrificados a través de tantos millares de años de historia de este viejo y noble pueblo de Viejolandia! ¡Si alguno de nosotros vacila en la lucha, si alguno de nosotros da señales manifiesta de entreguismo, nosotros, todos unidos en un solo brazo justiciero, lo expulsaremos de nuestro movimiento y lo condenaremos a sufrir las mismas penas que sufran El Viejo del Monte y sus seguidores, cuando triunfe la revolución!” “¡Yo, Hernando A. Cuero, he hablado, he prometido y he jurado lealtad eterna a los principios del pueblo viejolandés y no pienso claudicar en mi empeño! ¡Mejor muerto con gloria en una sepultura desconocida, que ocupando un vergonzante y triste curul de colaboracionista!”. El hombre era de cuello largo, inmensamente largo, con una cabecita redondeada en su extremidad superior; nariz achatada, medio calvo, trompudito y panzoncito, con dos extremidades inferiores largas y dos brazos delgados que se agitaban constantemente cuando hablaba. Sus ojos brillaban mesiánicamente cuando hablaba y su voz sonora dominaba a la multitud que escuchaba extasiada sus palabras, solamente interrumpidas por el coro que le armaban algunos servidores que tenían un distintivo en el brazo que era un brazalete verde con una guatusa blanca en el centro.
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El Dundo preguntó al Tirador Infalible quién era ese señor tan sincero y dispuesto a un sacrificio tan noble por su pueblo, y el de la puntería de oro le contestó que era un joven dirigente de un partido antiguo; que había sido electo hacía algunos meses para jefear al llamado Partido Conversador por la Tajada que tenía una historia larga de luchas y sacrificios, al final de las cuales siempre sus dirigentes principales habían sacado los mejores puestos y granjerías del Estado, habían aumentado su capital y siempre se habían olvidado al final de sus promesas y del sufrimiento de su pueblo. El Partido Conversador por la Tajada había gobernado dos veces a Viejolandia estableciendo dictaduras especiales, pues en vez de gobernar un solo fulano, lo hacía un grupo de Notables Tajaderos escogidos de entre los más ricos de la organización; ellos señalaban cada cuatrocientos años al Presidente que en nombre de todos se encargaría de gobernar Viejolandia. La diferencia estribó en que durante el gobierno de este partido los que robaban eran muchos y en cambio duarnte el del Viejo del Monte, solamente robaba él y dejaba las migajas a sus serviles. En esta plática estaban, cuando la multitud empezó a moverse detrás del líder que la guiaba montado en una chancha descomunal, hacia un sitio desconocido. Ilusión preguntó, siempre curiosa, que hacia donde se dirigía tanta gente detrás de un hombre que era más pescuezo que otra cosa, y el Tirador Infalible le contestó “que siempre sucedía lo mismo, después de cada reunión y después de escuchar los discursos, el mesiánico personaje con su grupo de dirigentes se encaminaba a la quinta de alguno de los caciques
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políticos del lugar, a beber cususa mientras el pueblo se quedaba afuera esperando a que se embriagaran como basuqueros profesionales.” En aquellas bebederas --siguió hablando el del fusil-- siempre se hacen planes de redención y gloria. Se proyectan revoluciones que nunca cuajan; se habla de programas de gobierno y cuando todos están borrachos, se reparten entre ellos ministerios imaginarios, puesto públicos y embajadas que lejos están de haber conseguido. De modo que el Partido Conversador por la tajada vive de discursos, manifestaciones procesionales y borracheras descomunales de sus dirigentes cuando cae el sol de cada jornada política.
Ambición callaba. Súbitamente habló.
---- He aquí el camino que buscamos...¡Por fin encontramos el camino de la luz y la vida! Los tres amigos la miraron asustados pues creyeron que el mesianismo del sujeto pescuezo largo se le había contagiado al pobre chocoyo. ----No, no me miren todos así, que no estoy loco. Yo, Ambición siempre tengo mis ochos sentidos abiertos para guiar a quienes confían en mí, hacia el éxito. ¡Ya encontré el camino de la verdad! Ilusión lo maldijo con la mejor palabrota que conocía, mientras El Dundo escuchaba expectante y El Tirador Infalible se rascaba un oído con un tallito de zacate de jaragua.
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---- Escúchenme. Los trabajos de El Viejo del Monte son imposibles de realizar según nuestro bueno y caro amigo El Tirador Infalible --Ilusión sonrió al oír que Ambición usaba ese lenguaje meloso de politiquero mediocre-- Realizar los trabajos encomendados por ese tirano, ensangrentador del noble pueblo de Viejolandia, sería marchar directo a la muerte, la que encontraríamos a manos de la sin par e invencible Culebra Mica, en solo nuestra primera salida al Campo de las Palomas --Ilusión casi se carcajeaba; todo el estilo del pescuezón dirigente del Conversastismo de la tajada estaba siendo imitado por Ambición-- por tanto, compañeros, yo les propongo que cambiemos de planes. ¡Derribemos al Tirano! ¡Fuera El Viejo del Monte! ¡Fuera ese farsante, ladrón y asesino que tiene envilecida y acobardada a la población entera de Viejolandia! Y cuando lo hayamos derribado, cuando lo tengamos prisionero, lo obligaremos a que nos dé el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto. Si no nos lo quiere decir, ¡lo torturaremos! ¡Le pondremos la capucha, la chimichú, lo obligaremos a hacer el punto fijo, el espantapájaros, le haremos beber agua salada hasta que reviente, pero le haremos decir dónde capturar a El Pájaro del Dulce Encanto para que seamos ricos, inteligentes y sabios! Solamente faltó que las nubes aplaudieran aquel discurso.
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CAPITULO I Después de someter a votación la idea de Ambición y habiéndole sido adversa aquella al chocoyo, los amigos decidieron continuar su camino hacia el Campo de las Palomas donde se verificaría el duelo entre El Dundo y la Culebra Mica con las reglas establecidas para esta clase de competencias. Camina que camina, abriéndose paso entre matorrales y bejucos, entre bejucos y matorrales, se encontraron en un bosquecillo de árboles de ojoche, altos unos, fuertes todos, que abrían sus ramas enredadas por unos bejucos que parecían atarlas para que no alcanzaran el cielo. Estar en este bosquecillo y empezar a sentir intensa picazón en todo el cuerpo fue una sola cosa. Todos se rascaban incesantemente como si alguien los hubiera regado de sarna en unos segundos. La cotorra y el chocoyo no daban descanso a sus picos encorvados separando sus plumas verdes para rascar sus carnes blanquecinas; El Tirador Infalible y El Dundo también se hacían con las uñas surcos inmensos que llegaban a sangrar; a veces se rascaban contra los troncos de los árboles y entonces aumentaba la picazón. ---- ¿Qué nos está pasando?--preguntó El Dundo-- ¿De dónde nos ha venido esta picazón? ----- Parece que nos hemos metido en un totolotal --dijo Ilusión. ----- Nada de eso --repuso El Tirador Infalible-tenemos que abandonar rápidamente este bosquecillo
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porque esas enredaderas que atan las ramas de estos árboles son de pica-pica y ellas nos están dando esta picazón torturante. Es un artificio más de El Viejo del Monte que nos pone en el camino de este picapical para que desistamos de la empresa. ----- Yo no regreso-- dijo Ambición-Atravesemos el picapical lo más pronto que podamos que ya encontraremos al otro lado la manera de hacer que esta tortura termine. Emprendieron veloz carrera. Pero a medida que avanzaban más en el bosquecillo de ojoches, éste se hacía más impenetrable y las enredaderas de picapica eran más numerosas y tupidas. Tanto El Tirador Infalible como El Dundo se enredaban en ellas y caían frecuentemente al suelo, sacudiendo más las ramas, lo que ocasionaba que un polvillo fino se desprendiese de las frutas de los bejucos y los bañase de piés a cabeza aumentado la picazón. Locos, ciegos, aullando de desesperación, lograron salir al otro lado del bosquecillo. Un arroyo perezoso se deslizaba en el fondo de la cañada. Los amigos se tiraron en el agua sin percatarse de su poca profundidad. El agua fresca les mitigó la picazón. El cuerpo se les había puesto rojo casi por completo, con zonas inflamadas que mucho dolían. El Dundo se rascaba con una piedra. Se había desnudado de piés a cabeza lo mismo que El Tirador Infalible.
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Un zorro mión pasó por ahí pausadamente. Se detuvo a ver a los torturados personajes de este relato. Inquirió la causa de tanta desesperación y después de escucharlos atentamente, río suavemente y les recomendó que se estuvieran quietos los cuatro, juntos, con los ojos cerrados; sin más protocolo los roció con una buena ración de orines de los que él portaba, para librarse de sus enemigos, e inmediatamente les desapareció la picazón torturante a los cuatro aventureros. Dieron las gracias al animalito que siguió su camino lentamente y ellos se decidieron a emprender la marcha en busca del Campo de las Palomas. Fue El Dundo quien primero hizo notar a sus amigos el olor que todos despedían, que por cierto no era nada agradable. Todos los animales del monte huían de ellos, lo mismo que los hombres que encontraban en el camino. La mayoría se tapaba la nariz para no sentir el olor nauseabundo que despedían los viajeros como consecuencia del baño de orines del zorro mión. Ambición y El Dundo preguntaron casi simultáneamente a El Tirador Infalible qué podrían hacer para librarse de esa fetidez que resultaba tan fastidiante como la picazón. El hombre no supo qué contestar pero les aconsejó que continuaran la marcha que con el sol y el viento, quizá desaparecería el mal olor. Siguieron caminando diligentemente hasta que se encontraron frente a un inmenso árbol de guanacaste el que con su millón de orejas había percibido la presencia de los viajeros.
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---- ¿Quiénes vienen con figura humana y olor de zorro mión? --fue la pregunta que hizo con su voz susurrante de garganta milenaria. Los amigos contestaron en coro que eran viajeros inofensivos que iban en busca del Campo de las Palomas para batirse con la Culebra Mica pues deseaban despojarla de la piedra encantada. El árbol de guanacaste río quedamente. Movió su millón de orejas en todas direcciones tratando de localizar a la Culebra Mica. Después de unos segundos de inspección auditiva, aconsejó: ----- Corten Uds. una docena de mis orejas. Vayan al primer arroyo que encuentran. Machaquen las orejas en un guacal de agua y cuando se haya hecho la espuma, báñense en el arroyo untándosela. Con este baño se les quitará el mal olor. La Culebra Mica ya los está esperando en el Campo de las Palomas, pero aconsejo a El Tirador Infalible que antes de ir donde ella, consiga dos nancites verdes del árbol que está en la cima de la Loma Azul porque les servirán mucho en la loca empresa. Dieron las gracias educadamente a tan gentil y milenario árbol de guanacaste y después de cortar las orejas señaladas y de cumplir con todo lo ordenado por el árbol sabio, se vieron libres del olor fétido que los envolvía. Luego dirigieron sus pasos en busca de la Loma Azul, que no era otra que una que se miraba a unas cuatro leguas de distancia, en cuya cima elevaba sus plegarias al cielo, piadosamente, un bien desarrollado
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árbol de nancite, cuya particularidad era que sus frutos eran dulces a pesar de que nunca maduraban. Por eso los comarcanos lo llamaban el nancite verdedulce. Pidieron permiso al nancite verdedulce para tomar lo indicado por el guanacaste; accedió no sin antes hacerse contar la razón que tenían para querer llevarse aquellos frutos verdes.Al oir la historia el nancite verdedulce sonrió, pero generosamente entregó a los viajeros los frutos pedidos sin pretender desalentarlos ante la imposibilidad aparente de la empresa que los movía a recorrer aquellos parajes. Nuevamente tuvieron que desviarse hacia el Campo de las Palomas donde los esperaba la Culebra Mica, según datos suministrado por las orejas del guanacaste. Camina que camina pasaron por valles y cañadas, por tacotales y montañitas, por barrancos peligrosos, por senderos de venados, por caminos de leñadores, por aguaderos de zajinos, hasta que llegaron al famoso Campo de las Palomas. Era éste liso, como la cabeza de un calvo, de un kilómetro de diámetro mayor, ovalado, con un árbol de jícaro en el centro, que tenía al pie un agujero. La Culebra Mica se enroscaba en una de las ramas llenas de cruces del árbol. Cuando vio llegar a los aventureros silbó suavemente.
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CAPITULO J LA culebra chocoya, secretaria de la Culebra Mica, apareció de pronto deslizándose velozmente por entre el zacatito del Campo de las Palomas en dirección a los aventureros; la esperaron pendientes de lo que la culebra de la verde piel se proponía. ---- Señores --dijo ella dirigiéndose a El Dundo-- traigo las condiciones que mi invicta señora propone para el combate. Ninguno de los espectadores podrá participar atacando directamente a uno de los luchadores. Todos los combates se verificarán en el mismo día, ya que mi señora no podrá estar tantos viernes en esta zona por requerir su presencia otros menesteres en otros lugares; el combate será a muerte; el delegado de Uds. no podrá usar arma cortante ni de fuego contra ella; no se podrá sustituir al guerrillero que empiece el combate contra ella, por ninguna razón. El Dundo aceptó las condiciones después de consultar con sus tres amigos y El Tirador Infalible decidió que junto con Ambición e Ilusión permanecería a buena distancia del lugar donde se combatiría, listo a solucionar cualquier problema ocasionado por alguna traición planeada por la Culebra Mica. Esta bajó lentamente de las ramas del árbol de jícaro una vez que su secretaria le comunicó la aceptación de las condiciones de guerra; no se detuvo en el agujero que estaba al pie del árbol de las cruces y se colocó a unos diez metros de distancia de éste. Su cuerpo vibraba imperceptiblemente, listo a entrar en acción.
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El Dundo se despojó de la ropa para que no le estorbara los movimientos y se quedó desnudo totalmente, armada su mano derecha únicamente con una vara de guayacán del tamaño de una corta cutacha y del suficiente grueso para que sin perder su resistencia fuera tan flexible como el mismo cuerpo de su contendora. Ninguno de los dos osaba iniciar el ataque. Se estudiaban minuciosamente. El silencio aplastaba al Campo de las Palomas. El zacatito verde se encogía aún más sudando helado por la inminencia de la lucha. El Dundo cogió su vara de guayacán por cada extremo e inclinándose un poco hacia adelante, esperó el ataque relampagueante que adivinó verificaría su rival en cualquier momento. Rápida como un silbido la culebra saltó hacia El Dundo buscando latigarlo en el cuello, en la cara, en el torso, en las piernas, en la cintura, pero siempre encontró en el camino la vara de guayacán que sostenida por las manos de El Dundo por cada extremo, le impedía cumplir con su cometido. El muchacho no atacaba. Bastante ocupado estaba en defenderse. No podía hacer otra cosa. La Culebra Mica era feroz y centellante en su ataque; parecía una cutacha viviente que buscara el cuerpo de su enemigo para destriparle la vida. Sin embargo, aquella vara de guayacán también parecía viva, ardiente, enfurecida por verse reducida a la defensa, sollozaba pedazos de cáscara que caían a gotas en el suelo, hasta que quedo Completamente blanca en su impúdica desnudez húmeda.
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El sol estaba rojo de admiración y se enfureció cuando una nube se interpuso entre él y los combatientes impidiéndole ver la batalla. Suavizó un poco sus rayos para mejorar el clima e impedir que ambos luchadores murieran de insolación. Un vientecillo suave se asomó juguetón, fresco, a observar el espectáculo, y enterado de todo se dedicó a secar el sudor de El Dundo pues la Culebra Mica no transpiraba. A ésta no le gustó la parcialidad del vientecillo y rugió: ----- ¡Maldito! ¡Hijo de alguna tormenta tropical prostituida! ¿Quién te ha dicho que es legal que ayudes a uno de los contendientes únicamente? ¡Deja luchar a los valientes, cobarde que se te ve solamente de largo, se te siente solamente de cerca y no se te puede atrapar nunca! El vientecillo juguetón y fresco huyó del lugar pero el sol mantuvo su bajo voltaje en ayuda imparcial de ambos guerrilleros. Un pájaro relojero dio la hora. El combate había terminado. El tiempo reglamentario había concluido con un empate para ambos. La Culebra Mica se subió a su árbol de jícaro evitando siempre el agujero que había al pie. El Dundo fue donde sus amigos quienes le hecharon agua fresca en el rostro, le limpiaron el sudor, le masajearon los brazos, le hicieron sorber un poco de zumo de limón, y le estuvieron aconsejando nuevas tretas defensivas.
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Así fueron los combates: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, hasta que llegó el último, el décimo, que sería el final. La Culebra Mica cada vez lucía más cansada y sobre todo, asombrada de que un humano dundo como aquel no hubiera sucumbido ante sus impactos en los primeros encuentros. Nadie nunca le había llegado hasta el séptimo viernes ni aún cuando se luchaba en la forma cronológica común, o sea un viernes cada ocho días; y ahí tenía a un dundo de catorce años que había admitido se juntasen todos los viernes en uno solo y a pesar de eso, llegaba firme sobre sus pies al décimo. ¿Qué pasaba? ¿Sería que se estaba poniendo vieja? ¿Sería que aquel muchacho desnudo y lampiño tenía algún secreto? ¿Al fin El Viejo del Monte se había encontrado a alguien que la pudiera vencer?
La duda invadió el alma de la Culebra Mica.
La culebra chocoya, enrollada al pie del jícaro, mascullaba improperios contra su patrona porque no lograba vencer al esgrimista de la vara de guayacán. Se preguntaba cómo era posible que ella y demás culebras audaces y valientes de aquellos parajes hubieran estado dominadas hasta el despotismo por aquella Culebra Mica que se estaba ofreciendo a sus ojos, esta vez, como una culebra cualquiera de barriada. Y toda la ira y el odio acumulados por tantos años en contra de su patrona y no manifestados por el miedo a ser despedazada a latigazos en un segundo, fue aflorando a la verde piel de la chocoya; y esperó gozosa, deseando el triunfo de aquel extranjero que
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venía a liberarla de la tiranía latiguista de la Culebra Mica. El combate del décimo viernes empezó casi a las cinco de la tarde cuando los zayules empezaron a aparecer a bandadas en el Campo de las _Palomas. Temblándole las piernas El Dundo esperó la acometida de su enemiga; mantuvo su táctica defensiva; mas un empate no resolvería el problema, sino que únicamente lo pospondría. Tenía que ganar en ese combate que correspondía al último de la batalla. Tenía que obtener la piedra mágica de la Culebra Mica antes que el sol se acostara. En plena lucha estaban, nadie podía decir en aquel instante quien sería el vencedor, cuando los zayules que volaban en nube tomaron partido. Una nube de ellos voló frenética hacia los ojos de El Dundo, se introdujo en ellos, y lo cegó instantáneamente. La Culebra Mica aprovechó el instante y parándose firmemente sobre su cabeza desarrolló un latigazo feroz sobre la espalda del desnudo muchacho que recibió el castigo retorciéndose de dolor. Era tocado por primera vez por su rival y entonces conoció porqué nadie resistía ese castigo, Sintió como si, despierto, lo hubieran abierto con un bisturí eléctrico. El dolor le hizo vibrar todas las células nerviosas, las que titilaron ofendidas. ----¡Infracción al reglamento! --rugió Ambición desprendiéndose en rápido vuelo de los hombros de El Tirador Infalible-- ¡No es permitido intromisión de extraños! ¿Qué se hizo el árbitro, la culebra chocoya?
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La Culebra Mica apaleaba sin misericordia a El Dundo que desfallecía tambaleándose pero sin caer el suelo, soportando el castigo que no sabía de dónde le llegaba; ojos llenos de zayules y el cuerpo ensangrentado a latigazos serpentinos, eso era nuestro protagonista. ---- ¡Dispara, Tirador Infalible, dispara! --rugió ilusión--¡Acaba con esa maldita Culebra Mica, tramposa, que no pierde porque no lucha limpiamente! El Tirador Infalible respondió que para que la victoria fuera legal, ellos tendrían que respetar el reglamento y que por lo tanto no haría uso ni de su fusil ni de su cutacha. Ambición lo miró perpleja. El Tirador Infalible sacó de su mochila una tiradora y poniendo uno de los nancites verdes en el cuero, estiró los hules apuntando cuidadosamente y disparó al cuello de la Culebra Mica, procurando no matarla, sino atontarla. El hombre hizo honor a su nombre. Su tiro fue infalible. La culebra se derrumbó pesadamente al suelo y quedó atontada en él. El Dundo se libró de los zayules que le tapizaban los ojos y flageló con su vara de guayacán el cuerpo de la Culebra Mica, la que desesperada por el castigo huyó a esconderse en el hoyo que estaba al pie del árbol de jícaro. Poco después salió a entregar la Piedra Mágica.
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CAPITULO K Después del combate sostenido con la Culebra Mica los amigos entraron en consejo para decidir cuál sería el siguiente paso a dar en la consecución de los encargos de El Viejo del Monte. ---- Podemos escoger cualquiera de los otros trabajos señalados para realizarlo inmediatamente. ---- ¿No es necesario seguir en el orden establecido por el dictador? ---- De ninguna manera. Tampoco tenemos que estar entregándole cada trofeo que vayaos obteniendo. Guardaremos la piedra mágica de la Culebra Mica y se la entregaremos después. De todos modos esta es la hora que ya El Viejo sabe que has vencido a la Culebra Mica y que el primer trabajo está realizado.
---- ¿Cómo lo sabe --preguntó Ilusión.
----Porque tiene orejas que le informan de todo lo que acontece en sus dominios. Todos los árboles de guanacaste han puesto a su servicio todas sus orejas para detectar cualquier acontecimiento beneficioso o nó, a El Viejo del Monte. ---- Bueno, dejemos de hablar como viejas y empecemos la siguiente hazaña --dijo entusiasmado Ambición aleteando vigorosamente.-- soy de opinión que sigamos con la tarea de encontrar y desmontar al Jinete del Caballo Alazán.
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---- ¿Cuál es el problema que hay para desmontar a ese sujeto de su bestia? -- Preguntó Ilusión moviéndose curiosa en la ramita donde se había posado para escuchar la conversación. ---- El problema --dijo lentamente el Tirador Infalible—está en que el Jinete del Caballo Alazán no desmonta nunca por ninguna circunstancia. Pareciera que nació pegado a su caballo, como dicen eran los centauros. “El mismo animal no se asusta de nada y no se encabrita y aunque lo hiciera no podría botarlo al suelo porque el Jinete está pegado a la albarda por un maleficio que le hizo la Vieja de la Laguna de Masaya. Cuando desmonte, morirá instantáneamente, a menos que lo haga involuntariamente. En este último caso, quedará libre de su hechizo y volverá a ser persona normal. ---- ¿Y para qué quiere El Viejo del Monte que lo obliguemos a desmontar -- preguntó El Dundo. ---- Para nada. En realidad a El Viejo del Monte no le interesa que desmonte o nó de su caballo El Jinete del Caballo Alazán. Simplemente les asignó a Uds. esa tarea porque sabe que es imposible de realizar y de ese modo no tendrá que cumplir su palabra de indicarles dónde se encuentra El Pájaro del Dulce Encanto. ---- También parecía imposible vencer a la Culebra Mica y la hemos vencido --repuso soberbiamente Ambición-- Este trabajo lo realizaremos por las buenas o por las malas.
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El Dundo meditaba.
Sus cejas se arqueaban por el esfuerzo.
dijo:
Todos guardaron silencio. El Tirador Infalible
---- Caminemos por la montaña en busca de El Jinete del Caballo Alazán. Talvez encontremos a alguien que nos sugiera la manera de obligarlo a desmontarse. Talvez tenga enemigos que quieran verlo muerto o amigos que quieran librarlo del hechizo. En ambos casos, ellos nos darán la fórmula del éxito. Estaban discutiendo sobre el tema cuando vieron llegar hasta ellos con aire burlón al conejo; venía de hacerle una mala pasada al coyote al que había escapado de reventar cuando lo incitó a beberse toda el agua de una poza para que después se comiera el queso que había en el fondo y que no era más que la imágen de la luna. Detrás del conejo venía un poeta melenudo con caites. Era el encargado de escribir todas las hazañas del conejo a quien en la leyenda se le conocería años después como el Tío Conejo y al coyote víctima de las zanganadas del orejón, se le bautizaría con el nombre del Tío Coyote, quien sabe porqué causa. Los amigos esperaron a que llegaran los dos curiosos personajes. El poeta melenudo y de caites escribía en una hoja suazada de chagüite la última hazaña de su héroe y caminaba pausadamente. Se sorprendió cuando vio a los aventureros y les preguntó:
---- ¿Hacia dónde van Uds. con ese aspecto de
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que han sido vencidos por algo o alguien? Los amigos contemplaron por unos segundos al poeta fumador de marihuana y le respondieron: ---- No hemos sido vencidos por nada ni por nadie --el coro le resultó divertido al Tío Conejo quien habló a su vez: ---- ¡Vamos, poeta melenudo y fumador de marihuana ¿Qué te has creído? ¿Que gente inteligente y valiente como ésta puede ser vencida por alguien o algo? El Dundo percibió cierto tonillo de burla en las palabras del Conejo que después se haría famoso en las leyendas nacionales por los escritos de su cronista el poeta melenudo. Replicó: ---- Acabo de vencer a la Culebra Mica en duelo formal en el Campo de las Palomas. Probablemente haya quien pueda vencerme en algo, pero hoy estoy preocupado por encontrar a El Jinete del Caballo Alazán. El poeta melenudo y marihuanómano pareció interesarse más en el asunto. Talvez podría sacar alguna otra historia de la aventura de aquel muchacho majadero-- pues ese era el aspecto de la cara del aventurero. ---- ¿Encontrar a El Jinete del Caballo Alazán? ¿ Para qué? ¿Qué es lo que te propones hacer con él?
---- Desmontarlo.
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---- ¿Para qué? --insistió el Tío Conejo.
---- Para cumplir uno de los deseos de El Viejo del Monte -- y. El Dundo explicó a los recién llegados todas sus aventuras desde el comienzo hasta terminar con el combate con la Culebra Mica-- El Tío Conejo pareció sorprenderse extraordinariamente; a medida que escuchaba la narración los ojos se le agrandaban y los dientes enormes se descubrían más en un gesto de boquiabierta estupefacción. El poeta marihuanómano encendió un cigarrillo de la hierba y empezó a fumar deleitosamente. ---- ¡Maldito! --rugió el Tio Conejo al verlo fumar plácidamente-- no es hora de tu viaje. No puedes entrar en órbita hasta que el sol haya aparecido de nuevo y yo haya realizado una nueva hazaña a costa del baboso del Tío Coyote. ---- Es que es tanta la sorpresa que me da este dundo con su cuento que yo creía que él estaba en onda y que por tanto, yo podría imitarlo --murmuro tímidamente el poeta melenudo y de caites. ----- Tiene el vicio tan metido --explicó excusándose el Tío Conejo refiriéndose a su cronista-que a la menor oportunidad se pone a fumar la mari y por eso escribe muy mal mis hazañas. Pienso, porque a veces yo pienso, que si sigue por ese camino tendré que contratar otro escritor que sea digno de mis aventuras o me quedaré desconocido. Para la posteridad. Pero volviendo al tema de Uds., ¿conque Uds. quieren nada menos que capturar a El Pájaro del Dulce Encanto y por ese medio volverse inteligentes, sabios y ricos? --silbó suavemente-- ¡pues yo creía que el único maje
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en estas montañas era el maldito Tío Coyote! Pero por lo que oigo, Uds. le dan ciento y raya en eso de ser babosos... ----- ¡No te permitimos que nos insultes! --gritó Ambición-- ¿Es que crees ser tan inteligente, tan vivo, que ha todo el mundo debes tratar despectivamente? Tus hazañas con el Tío Coyote no te dan autoridad para expresarte así de nosotros, pues aún no sabes si en una de esas él o el Tío Tigre te destriparán para siempre. ==== ¿Qué de malo hay en que queramos capturar a El Pájaro del Dulce Encanto? --preguntó retadoramente Ilusión mientras el Tirador Infalible mantenía un silencio prudente. ---- Simplemente que El Pájaro del Dulce Encanto nunca podría ser capturado por nadie. No puedo decir más. Ese es un enorme secreto en esta montaña y nadie puede revelarlo. Además, has caído en las manos de El Viejo del Monte y no te soltará hasta haberte enterrado o hasta que te hayas envilecido convirtiéndote en su cepillo. ¡Vuélvete a tu casa, Dundo o como te llames! Ya ocasionaste la muerte de tu tía, la que te crió hasta la edad que tienes. No andés buscando lo imposible en la vida, si no quieres amargártela. Busca lo que está a tu alcance; dundo naciste, dundo debes seguir; así serás feliz. ---- Sólo feliz, pero no tendré dinero ni seré sabio. Tu consejo no sirve, orejón. Vete con tu poeta marihuanómano en busca del Tío Coyote o del Tío Tigre a hacerles cualquier travesura para que pases
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a la leyenda nacional como un héroe...aunque veo que eso será falso porque sos cobarde, conformista y estúpido; porque no comprendés que puedan haber seres superiores a ti que no estén conformes con lo que la vida les dio y quieran mejorarla. ---- ¡La vida no se puede mejorar! ¡La vida no se puede mejorar! --gritó el conejo saltando briosamente mientras se perdía de vista. El poeta marihuanómano y caitudo se quedó un rato pensando mientras su héroe se alejaba saltarinamente perdiéndose entre las matas de zacate de jaragua. Los aventureros lo observaron detenidamente esperando su reacción, que no dudaban seria también insultativa como la del Tío Conejo. ---- Ahora el Tío Conejo va al sandíal vecino del campesino guanaco para comerse las más hermosas, metiéndose dentro por un agujero; dejará después la cáscara llena de excremento suyo y tapará con cera el agujero por donde entrará y saldrá, para que el sierreño venda la sandía con esa porquería y sus parroquianos lo garroteen por cochino --murmuró pensativamente el poeta marihuanómano-- por tanto, como ya sé cual será su hazaña la podré escribir más tarde. Ahora daré a Uds. un consejo para que tengan un chance mínimo de salir con bien de esta aventura: busquen al Tío Coyote, pregúntenle dónde anda su hermano el menor de todos; cuando les haya revelado el secreto, maten a ese coyote, pélenle la verga, la ponen a secar con sal y al viento y al sol, no con fuego; después rezan el credo al revés por tres veces al pie de un jícaro; le echan aceite de cusuco con la pluma del copete de una urraca y la entierran en el camino por donde pasará el
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Jinete del Caballo Alazán. Esperen los resultados y no se arrepentirán. Pero si hacen mal la cosa el caballo alazán los matará a Uds. ¿Entendido? Francamente les digo: me parece más explotable para un artista como yo la aventura de Uds., pero ya estoy contratado por este orejón para narrar las suyas, por lo que no puedo seguirlos para dejar imperecedero recuerdo de Uds. a los por venir. ---- Gracias --murmuró El dundo-- ¿Pero pensás vos que la vida se puede cambiar? ---- Al menos, vale la pena intentarlo --dijo el poeta melenudo. Caminando pausadamente los amigos continuaron su peregrinación, esta vez en busca del Tío Coyote. Un aullido lastimero se escuchó bajo un árbol de malinche, que en aquella época presentaba al viento sus ramas incendiadas. Se repitió el aullido lastimero y Ambición, sobrecogida, murmuró preguntando qué sería aquello, que si no era posible que fuera algún fantasma; Ilusión la calló groseramente y le aseguro que debía ser algún perro rabioso que andaba por los contornos, por lo que era mejor tener mucho cuidado no se fueran a encontrar con la fiera la que los mordería y les transmitiría la enfermedad; por su parte El Dundo aseguró que quizá se trataba de algún perro enfermo o con hambre que estaba pidiendo auxilio para librarse de sus males y que nada se perdería con buscarlo bajo el árbol de la copa enrojecida para prestarle auxilio; aseguró que quien hace bien, siempre recibe la recompensa que el Cósmico tiene reservada para
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las almas caritativas; Ambición soltó una maldición de carretonero en contra de la caridad y aseguró que eso no existía más que para provecho de los vagos que no querían trabajar y que eran parásitos sociales; que quien hacía caridad fomentaba la vagancia y estimulaba a los zánganos de la sociedad a continuar medrando de la mendicidad y del oportunismo; Ilusión se burló en su cara de sus palabras socialistas ya que nunca se ha visto a Ambición metida a esos menesteres y la acusó de tacaña, y desconsiderada y de egoísta, males que escondía bajo su manto de izquierdismo; en esa discusión estaba cuando El Tirador Infalible la terminó con una sola frase:
----- Ese es el Tío Coyote que está herido.
No había terminado de pronunciar la última palabra cuando El Dundo, con Ambición e Ilusión volando a su lado, corrió en busca del Tío Coyote que según el Tirador Infalible estaba bajo el árbol de malinche. Apenas llegó nuestro personaje principal, bajo las frondosas ramas del árbol comunista, cuando escuchó las palabras siguientes: ---- ¡Detenéte, muchacho, detenéte! ¿Quién sos vos que venís a meterte bajo las ramas de este árbol de malinche? ¿Por qué no seguís tu camino y me dejás en paz? ¿No ves que el hijuelasorolpa del Tío Conejo me dejó empanzado de tanta agua que me hizo beber con engaño y que me tiene a punto de estallar? ¡Si no podes ayudarme, andate de aquí y dejáme en paz que ya tengo bastante jodarría con ese cachimbón del Tío Conejo y no creo que pueda soportar a un dundo como s vos!
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---- ¿Y cómo se dio cuenta que yo me llamo El Dundo? --preguntó nuestro personaje notando el mal modo de hablar del legendario Tío Coyote. ----- ¡Vé qué flojera de pendejo! ¡Como que si no se le viera en la cara que es más baboso que yo, que ando dejándome joder de un orejón como ese maldito conejo! ---- Yo puedo resolverte el problema--dijo El Dundo pacientemente, sin hacer caso del lenguaje procaz del Tío Coyote. ----- ¿Y por qué no empezas a despanzarme? ¿No ves que dentro de unos segundos más como bomba de los chaparrones? ---- Nadie da nada por nada --dijo filosóficamente El Dundo-- si Ud. quiere que yo le resuelva su problema, tiene que darme algo a cambio. ---- ¡Es interesado el animal! ¿Qué queres por tu medicina? ¿Acaso no sos médico caro? ---- Solamente deseo una información que a Ud. no le costará caro. Dígame, ¿dónde puedo encontrar a su hermano el coyote gris? ---- Si me despanzás te lo digo --el conejo me ha hecho ser desconfiado. ---- Mitad y mitad --dijo Ambición-- te despanzamos a medias...entonces tú nos das la dirección de tu hermano y luego te despanzamos completamente.
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---- ¡Me arranco los compañeros! ¿No es presumido el tal chocoyo? ¡Habla de tú como cualquier bachiller de tiquilandia! ---- Bueno, al grano --intervino Ilusión ásperamente. ---- ¡Está bien, está bien, por baboso siempre me salen mal las cosas! Pero me voy a confiar una vez más. Mi hermano el coyote gris está en la Cueva de los Murciélagos, en la Cañada del Mico, a dos leguas de aquí. No sé para qué lo quieren Uds., pero de todos modos, cuídense porque está de mal humor porque el Tío Conejo lo confundió conmigo y le quiso hacer una trastada, pero mi hermano no es chocho y supo devolverle la bola al orejudo. --- Bueno, gracias y adiós --dijo El Dundo mientras le metía por la boca y por el culo un carrizo de papaya largo y delgado por donde empezó a salir el agua que el Tío Coyote acababa de beber y que lo estaba matando de empanzamiento. El líquido salió a chorro y el animal empezó a desinflarse y una azul tranquilidad lo invadió hasta dormirlo completamente. En dirección a la Cueva de los Murciélagos siguieron los aventureros. Apenas llegaron a ella, oyeron un ronquido que les indicó que el coyote gris estaba dormido después de un suculento almuerzo. En puntillas se acercó El Dundo al durmiente que no era bello sino orejudo y hocicón, y antes de que se diera cuenta de lo que sucedía, el coyote se
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encontró con una daga en su cuello que le partió en dos sus arterias principales y lo mató, desangrado, instantáneamente. Después, El tirador Infalible le arrancó la verga con su cuchillo de caza y sin ponerle sal ni nada la colgó en una rama del árbol de jícaro que encontró más cerca, para que se secara. Ya eran las seis de la tarde. La noche llegaba en puntillas a sorprender a los extraños viajeros que empezaban una ceremonia peligrosa para cualquiera que no tuviera los nervios bien puestos.
CAPITULO L La noche fue avanzando lentamente mientras los amigos, sentados en el suelo bajo el jícaro, cantaban suavemente canciones chorotegas en lengua nativa, sin que ellos se explicaran porqué hablaban esa lengua aborigen que nunca antes habían oído. La luna empezó a subir lentamente en el horizonte acompañada de dos estrellitas retozonas y tapizado su camino de azul suave. La verga del coyote se retorcía quejumbrosamente colgada del árbol, mientras las notas de la canción chorotega parecían envolverla completamente y darle vida. El árbol susurró también en lengua aborigen y sus cruces temblaron ligeramente, emocionadas, por la inminencia del milagro. Los amigos siguieron en su canto melancólico; casi mordisqueando las palabras.
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Entonces, cada fruto del jícaro se convirtió en una cabeza humana; el árbol se llenó de muchas cabecitas las que empezaron a cantar a su vez en chorotega suavemente, melancólicamente, casi gimiendo. La luna se escondió detrás de una nube negra lo mismo que las estrellitas. Todas las cabezas humanas del jícaro escupieron a la verga del coyote la que se estremeció voluptuosamente al sentir el contacto de la saliva. Luego siguió el canto y cuando la luna volvió a asomarse por una rendija de la negra nube, descubrió que los amigos estaban profundamente dormidos. El jícaro era uno como cualquier otro y sus frutos no eran cabecitas humanas, sino jícaros verdes con negro corazón, como Dios manda que sean todos los frutos de todos los jícaros del mundo.
La ceremonia había concluido.
El sol, enrojecido por el calor, despertó a los durmientes al día siguiente. Estos se pusieron en pie y descolgaron la verga del coyote gris, la que aparentemente seguía siendo igual a cualquier otra verga de coyote gris. Le untaron aceite de cusuco y rezaron el Credo al revés por tres veces. Después El Dundo la envolvió cuidadosamente en hojas suazadas de chagüite y se la guardó en su alforja de mecate que llevaba al hombro. Siguieron su camino con la esperanza de encontrar pronto a El Jinete del Caballo Alazán, el que no podía desmontar voluntariamente sin morir instantáneamente por un hechizo que le había hecho la Vieja de la Laguna de Masaya.
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Nadie se acordaba ya que la Vieja de la Laguna había hechizado al Jinete del Caballo Alazán. Unos decían que no había sido ella, sino la Vieja del Volcán Santiago, pero la verdad es que cualquiera de las dos que hubiera sido, el hechizo era fenomenal porque había sido hecho con conciencia profesional de hechicera. El loro, ave que sabe todo por sabia y por entrometida en la vida ajena, contaba que el Jinete había sido hechizado porque no había querido casarse con la hija de la vieja Laguna de Masaya o de La Vieja del Volcán Santiago. (¡Vaya a saberse de cuál de las dos!). Esta muchacha era una inocente virgen “conchuda”, citana de casi todos los dientes, nariz de pico de lapa, aliento oloroso a alcantarilla del Mercado Central, que deseaba casarse con el que después sería el Jinete del Caballo Alazán. Por supuesto que la novia no fue del agrado del caballero, pues él tenía mejor idea del físico de la que debería ser su esposa, pero la madre de la niña tomó el rechazo como un insulto y lo hechizó por medio de un mal aire que hizo despedir un olor fétido a los árboles de caraña del vecindario. El Coludo ordenó que el hechizo se cumpliera y desde entonces el hombre quedó como pegado a su montura y jamás pudo desmontar su pena de morir instantáneamente si lo hacía. Una novia del caballero trató una vez de deshechizarlo para casarse con él, pero resultó que la bruja que le vendió el bebedizo para que se lo diera a su pretendiente no era tan poderosa como la Vieja de la Laguna o la del Volcán y aunque el infortunado Jinete se bebió un calabazo entero de la poción, no le
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hizo ningún efecto, a no ser que como tal se tome la vomitadera que le dió al pobre hombre. Desde entonces el Jinete se negó a tomar ningún otro remedio y la doncella se convenció que no tenía gracia estar esperando por toda una vida a un hombre que no podía desmontar de su caballo; tampoco resultaría agradable casarse con él ya que tendrían que copular encima de la bestia lo que de paso le pareció prácticamente imposible; tampoco se avenía ella a la idea de tener que hacer una casa para que viviera dentro el hombre con todo y su animal. En vista de que había tantos inconvenientes en aquella relación, la doncella decidió casarse con otro fulano que no estaba hechizado y no hizo ningún caso de las súplicas de su embrujado pretendiente. La hija de la Vieja del Volcán, por su lado, no quiso nada con un centauro y se fugó con un aprendiz de brujo. El Jinete del Caballo Alazán maldijo a la brujita y lloró profundamente a su novia como lo hacen todos los enamorados, pero como sucede siempre, terminó por consolarse y se dijo que puesto que aquella mujer no le había sido fiel en la espera, tampoco lo hubiera sido casada, por tanto, era mejor que se fuera con el otro antes que le pusiera cornamenta de venado por doce meses como era la costumbre en aquel país cuando la mujer deja a su marido por otro. La Vieja del Volcán Santiago se encontraba a la orilla de su cueva meditando profundamente sobre ciertos fenómenos que últimamente había observado, y a los cuales no les encontraba explicación lógica.
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Ni pensar en preguntarle a su conchuda hija, pues la pobre princesa de bruja era más imbécil que un cusuco y no podía resolver ningún problema por muy elemental que fuera. Por eso la había abandonado su aprendiz de brujo. Además aquella parecía cosa para brujas mayores hechas y derechas y no para muchachitas aún en plena adolescencia. ¿Quien podría considerarse mayor de edad en aquel mundo satánico con solo trescientos años de vida? Decidió la buena de la Vieja del Volcán Santiago consultar con su colega la Vieja de la Laguna de Masaya, que vivía cerca, bajo un árbol de chilamate a la orilla de la laguna, lista a zambullirse a la menor señal de peligro. A media noche abandonó su refugio para buscar a su colega, segura de que la encontraría pues le había mandado un recado en alas de un güis para que la esperase aquella noche. ---Idiáy coleguitá, ¿en qué puedo servirle? ¡Hace tanto tiempo que no viene a visitarme que yo creía que Ud. estaba enferma! ¿No será nada referente a su salud? ---- No niña, nada de eso. Estoy muy bien. Me alimento con leche de sapo y huevos de culebra en las mañanas; al medio día como alacranes fritos con sopa de araña pica-caballo; y en la noche, para no cargarme el estómago, me bebo una sopita de cabeza de cascabel o media toboa asada. No, nada de eso, me encuentro perfectamente de salud. El motivo de mi visita es otro.
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La visitante se interrumpió al oír a un pocoyo que gritaba:
---- ¡Jodido! ¡Jodido! ¡Jodido!
---- ¡Qué animal más mal hablado!--dijo la Vieja de la Laguna-- ¿Qué diablos lo estará asustando? ---- Precisamente, esa es una de las cuestiones que tengo que consultarle, mi querida colega. ¿Ha notado Ud. que los pocoyos andan excitados últimamente? Tengo seis noches que los oigo gritar desaforadamente su bendito jodido desde que anochece hasta que amanece, como si estuvieran asustados por algo. ¿Qué opina Ud. del asunto? ---- No joda, coleguitá, por lo que se anda preocupando. Estamos cerca de las lluvias y ellos siempre se escandalizan por el olor a agua que despiden las nubes por esta época. ---- ¿Pero es que no se ha dado cuenta Ud. que ahora chillan más de la cuenta? Y no es solo eso. El loro, que todo lo sabe, se le ha metido en la jupa andar contando por ahí que sabe que hay unos extranjeros en el vecindario que andan buscando a El Jinete del Caballo Alazán para librarlo de su hechizo y que luego nos buscarán a nosotras para arreglar cuentas. La otra humilde bruja rio suavemente con aquella risa sibilante que parecía silbido de serpiente. ---- ¡Ud. haciéndole caso al loro! ¡ Y que no sabe que ese viejo cachureco habla por hablar y que si encuentra quien le preste oídos se pasa hablando todo
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el día ¡Estese tranquila que no ha nacido aún quien pueda deshechizar a El Jinete del caballo Alazán! Si desmonta, morirá instantáneamente y él lo sabe bien. ---- Su confianza me tranquiliza. Pero quisiera estar segura que la jodedera de los pocoyos no se debe en verdad a que andan esos extranjeros por aquí. Porque si tal cosa sucediera, yo haría un hechizo especial para extranjeros y los dejaría secos en un instante. No me gusta correr riesgos y si tienen algún conjuro para deshechizar a El Jinete del Caballo Alazán, pues mejor les impido que lo encuentren. ----- ¿Y porqué no volvemos invisible a El Jinete del Caballo Alazán? ---- Buena idea. Así lo libraremos de la vista de los extranjeros, si es que existen. ¿Cuándo hacemos el sortilegio?
La otra vieja pensó un rato y luego repuso:
---Puede ser este viernes, aquí, al pie de mi árbol de chilamate. Esperamos a que bote las flores y luego hacemos el hechizo para volver invisible a El Jinete del caballo Alazán. De esta manera nos libraremos de la posibilidad de que lo encuentren los extranjeros que dice Ud. lo andan buscando para librarlo de nuestro hechizo. ---- Bueno, pues. Aqui nos encontramos el viernes próximo --dijo la Vieja de la Laguna poniéndose en pie para finalizar la discusión; la otra la imitó y ambas se despidieron amistosamente.
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La Vieja de la Laguna se transformó en culebra acuática y se metió dentro del líquido elemento a buscar un sitio adecuado para reposar ya que el día se estaba aproximando y no era bueno que el sol la encontrara fuera. La Vieja del Volcán , por su parte, se montó en un zopilote que dormía plácidamente en un árbol de ojoche vecino y poniéndole cuita de gallina en los ojos para que pudiera ver, pues bien es sabido que los zopilotes no ven de noche, lo espoleó como si fuera caballo obligándolo a emprender vuelo rumbo al volcán morada de ella y de su desgarbada heredera. Así fue cómo los tres amigos y El Tirador Infalible buscaron afanosamente a El Jinete del Caballo Alazán por muchos días, por todas partes, sin poderlo encontrar. Preguntaron a un pocoyo que los miró nerviosamente: ---- ¿Sabe Ud. señor pocoyo, dónde podemos encontrar a El Jinete del Caballo Alazán?
El pocoyo levanto vuelo gritando asustado:
---- ¡Jodido! ¡Jodido ¡Jodido, aquí están los extranjeros buscando a El Jinete hechizado! Los amigos siguieron caminando sin hacer caso del nervioso animal. Se encontraron con un cusuco que caminaba lentamente cargando su casa flexible de queratina y le preguntaron: ----¿No sabe Ud., hermano cusuco, dónde podemos encontrar a El Jinete del Caballo Alazán?
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El cusuco pausadamente contestó desde su casa prefabricada: ---- Hay misterios misteriosos y misterios de misterios que nosotros los cusucos solamente podemos ver y no hablar. Siga Ud. su camino que si anda con suerte lo debe hallar. Y siguió su camino flemáticamente con su casa a cuestas. Encontraron un venado que ramoneaba en un zacatal vecino y le preguntaron: ----- Amigo venado: ¿No ha visto Ud. a El Jinete del Caballo Alazán? ---- Hay preguntas que es mejor no hacerlas --repuso filosóficamente el venado chingo-- ¿Para qué preguntar por lo que no tiene respuesta? Continúen su camino que si andan con suerte, tienen que hallarlo. Descosolados, los amigos se sentaron en un árbol derribado por un rayo hacía muchos años y a la luz de la luna se interrogaron con la mirada tratando de encontrar cada uno la respuesta al problema, en las pupilos ajenas. ---Definitivamente --habló El Dundo-estamos en un callejón sin salida. Hemos recorrido todo el bosque y no encontramos a El Jinete del Caballo Alazán. ¡Ni que supiera que lo andamos buscando y se hubiera escondido!
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---- No tiene sentido --dijo El Tirador Infalible-- pues él sabe que si lo desmontamos en contra de su voluntad quedará libre de su hechizo. Además, él sabe que es imposible que el caballo lo bote de la silla pues el hechizo lo mantiene firmemente adherido a ella. Una vez lo amarraron con mecates a un árbol y espantaron a la bestia y ésta salió despavorida, pero no desmontó al Jinete, sino que cayeron ambos, bestia y hombre, como si fueran uno solo; otra vez el caballo se asustó porque un cascabel escapó de morderlo, pero a pesar de que corcoveó como salvaje, no logró desprender de la silla al Jinete que parecía clavado en ella; en fín, él no tiene porqué temer que lo busquemos para desmontarlo a la fuerza ya que eso sería su salvación y la de su caballo, pues deber ser una tortura para el animal andar siempre encima al Jinete. Por eso digo que no comprendo porqué se esconde. Al contrario, debería buscarnos para que probemos nuestros trucos para ver si lo librarmos de su tormento. ----- ¿Y por qué diablos no baja por su gusto? --preguntó Ilusión. ----- ¡Qué cotorra más bruta --dijo ásperamente Ambición-- porque si baja por su gusto, morirá instantáneamente, y claro, él no quiere morir. ¿Acaso es chancho para querer morirse, pues? ----- Algo anda mal en este asunto --murmuró El Dundo preocupado-- sigamos caminando y veremos si encontramos a alguien que quiera aclararnos este misterio misterioso. ¿Por qué todo el mundo se muestra tan poco comunicativo? ¿Por qué todo el mundo se muestra nervioso cuando preguntamos por el Jinete?
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---- Será que nosotros nos estamos poniendo así--habló Ilusión--porque la verdad es que yo no he observado nada malo en la actitud de quienes han sido interrogados por nosotros. ---- ¿No? --preguntó El Dundo--¿Y por qué huyó lleno de miedo el pocoyo? ¿Y por qué el flemático cusuco se escondió en su concha antes de contestar y lo hizo en forma tan rara como si estuviera haciendo una adivinanza? ¿Y por qué el venado contestó a su vez miedosamente? ---- Hay algo de cierto en todo eso --intervino El Tirador Infalible-- Y creo que podemos resolver este misterio pronto. ---- ¿Cómo? --preguntaron en coro los tres amigos. ---- ¡Síganme! Buscaremos al loro. Este maldito lo sabe todo y le pica la lengua por hablar. Lo interrogaremos y le sacaremos la verdad. Llegaron hasta un árbol de pochote seco, donde dormía plácidamente el loro.
---- ¡Buenas noches, señor loro!
----- ¿Quién diablos viene a molestarme a media noche? ---- Esa no es manera de recibir a los amigos que lo han buscado por tantos días y que vienen de tan lejos sólo para escuchar sus sabias palabras, señor --dijo El Tirador Infalible que conocía las debilidades del animal.
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--- Bien, bien--dijo el ave cambiando de tono-- en verdad, es que me asustaron Uds. Estaba dormitando un rato mientras saco la nueva edición de noticias matutinas. He recogido un montón de novedades que gustarán a mis lectores. ¿Desean Uds. oír las primicias? ---- Deseamos saber, señor loro --dijo Ilusión-¿Dónde podemos encontrar a El Jinete del Caballo Alazán? El loro soltó una carcajada fenomenal que se escuchó hasta el fin del mundo.
CAPITULO M Cuando terminó de reír el loro; cuando su risa regresó cansada del fin del mundo; cuando los aventureros creyeron que el animal les diría alguna otra grosería, el ave periodista les dijo: -----Amigos, Uds. sí que tienen ojos y no ven. ¿Qué les pasa? Me vienen a interrumpir cuando estaba meditando mi artículo de fondo en contra de las sinvergüenzadas de El Viejo del Monte; Uds. se aparecen a preguntarme por El Jinete del Caballo Alazán, ese que no desmonta del presupuesto nacional, quiero decir, de su caballo. Perdonen, pero se me ha ocurrido una comparación genial, digna de mi estirpe de libertadores e intelelctuales entre el jinete hechizado y las sanguijuelas que nadie puede despegar del presupuesto nacional, del erario público. No se bajan por su gusto porque se morirían de hambre y
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nadie los puede hacer despegar del sueldo mensual que devengan sin hacer nada. El Dundo se dio cuenta que el loro se estaba entusiasmando por su analogía política y que obsesionado por su oposición vitalicia a la dictadura de El Viejo del Monte se estaba olvidando del asunto principal. ---- Perdone, lorita --dijo en tono suave pero firme-- le preguntamos si conoce la causa por la que no hemos visto a El Jinete del Caballo Alazán en todos estos días. ---- ¡Ah, sí, claro! Se me olvidaba por estar pensando en ese maldito Viejo del Monte, asesino, ladrón, torturador, borracho, libidinoso. Te diré, Dundo, te diré: El Jinete del Caballo Alazán anda por estos andurriales y solamente Uds. no lo miran porque las viejas de la laguna de Masaya y del Volcán hicieron un hechizo para que Uds. no lo vean porque ellas se dieron cuenta que Uds. lo buscan para librarlo de su sortilegio. ¿Pero, no creen Uds. que es una buena analogía la de este jinete que no desmonta nunca y la de tanto zángano que nunca deja las tétas del presupuesto nacional?. Pero perdonen si los dejo. Tengo que publicar a ocho columnas la noticia de la última manifestación del Máximo líder Hernando A. cuero, con su discurso libertador extractado. ¿Se han dado cuenta Uds. que ese es el hombre del pueblo? ¡La PIENSA le ha dado todo el apoyo para que bote a El Viejo del Monte y para que redima al pueblo de Viejolandia! La mitad del periódico de hoy lo llenaré con noticias fabulosas sobre sus reuniones políticas, sus discursos, su biografía, su ideario maravilloso, sus
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fotografías de elegante pescuezo largo. ¡Viva Hernando A. Cuero! Y silbando la canción que ya los amigos habían oído en aquella manifestación, el loro metió su cabeza entre sus alas para meditar sus sensacionales artículos en apoyo del libertador de Viejolandia y en contra del temible Viejo del Monte. ----Definitivamente, no podremos sacar nada más de este maldito loro cachureco. A su periódico le llaman LA PIENSA porque solamente vive pensando en desnudar públicamente a El Viejo del Monte. ¿Con quien más podemos informarnos sobre el tema que nos interesa?
----- ¡Cierto, güis, cierto güis, cierto!
---- ¿Eh? Ahí está ese güisito que ya una vez nos ayudó--dijo Ilusión agitando las alas--¡Camarada güis! --gritó enseguida--¿Puede Ud. decirnos cómo hacer para ver a El Jinete del caballo Alazán que lo han vuelto invisible para nosotros las dos viejas brujas de estas montañas, pueblos y cañadas?
---- ¡Cierto, güis, cierto güis, cierto!
---- ¿Será que se volvió sordo este güis de los demonios? --preguntó Ambición evidentemente de mal humor. ---- Güisito, güisito, por la virtud que los Abuelos te han dado, dinos porqué no vemos a El Jinete del Caballo Alazán y cómo podemos volverlo a ver.
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Ante el conjuro quiché hecho por El Tirador Infalible, el güis cotestó inmediatamente: ---- El loro ya les dijo el porqué. Ahora yo les diré el cómo. Busquen el árbol de chilamate que se encuentra en Lomas Verdes y recojan la flor que dejará caer el viernes a las doce de la noche. Pero oigan bien: una vez que tengan Uds. la flor, huyan a toda carrera porque los espíritus de Zipacná y Caprakán los perseguirán hasta darles muerte por orden de Vucub Caquix. Ilusión se estremeció al oir al güis que siguió cantando con tristeza su melancólico cierto guis cierto afirmación que nunca nadie ha sabido a quien la hace ni a qué se refiere. Ambición abrió la marcha volando delante de todos los amigos. Ilusión era la Ultima, pues no estaba convencida de que pudiera salir con bien de aquella nueva aventura y menos si se toma en cuenta que habría espíritus con nombres indios detrás de ellos. Era cerca de media noche cuando llegaron a Lomas Verde y pronto localizaron el inmenso árbol de chilamate que elevaba sus ramas hacia las nubes y hundía sus barbas en el suelo. Los amigos se colocaron debajo del helado gigante arbóreo y esperaron, luna arriba, que fueran las doce de la noche. A esa hora, cayó del árbol de chilamate la flor única que todos los viernes deja caer y que tiene tantas virtudes como hechizos. Pero no había terminado de llegar al suelo, cuando El Dundo la agarró y emprendió veloz carrera huyendo del lugar.
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Fue tan violento el impulso de El Dundo que Ilusión y Ambición que descansaban en sus hombros se quedaron atrás y terminaron por volar por su cuenta, en tanto que El Tirador Infalible corría jadeando detrás de ellos. Apenas había atrapado la flor e iniciado la carrera, cuando la luna pareció empañarse por completo y dejó de iluminar el ambiente: un espíritu monstruoso apareció desnudo y de un salivazo la empaño impidiendo que iluminara el sendero por donde huían los amigos. Tambores milenarios empezaron a escucharse en la selva, mientras la tierra empezaba a temblar, primero lentamente, cadenciosamente, después brutalmente, como víctima de un ataque de epilepsia. Los amigos no podían huir pues la tierra escapaba, escapaba bajo sus pies; enormes grietas se abrían a su paso, cerrándoselo por los cuatro puntos cardinales. Estaban atrapados en el centro y ese pedazo de tierra trepidaba como si tuviera miedo de algo. ¡Soy Caprakán, el que agrieta las montañas y la tierra en busca de luz! --gritó una voz pavorosa que parecía llegar del cosmo infinito--¡Dejad la flor mágica, malditos de los Dioses quichés, que sólo así podréis huir! ---- ¡Santos Dios, Santo fuerte! --las quijadas de El Dundo y de El Tirador Infalible chocaban diente con diente en bailoteo de terror. ---- ¡Santo Dios, Santo Fuerte, líbranos de todo mal! --chillaban Ilusión y Ambición.
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Entonces sucedió algo inesperado. Ilusión estaba tan aterrorizada que se había puesto blanca, totalmente blanca, toda ella, el pico, las plumas, las patas, toda ella, todita ella se había puesto tan blanca, que parecía de yeso. Aterrorizada, sin saber qué sucedía, la cotorra blanca de terror voló hacia Caprakán que reía con la boca abierta de labio a labio y se introdujo en ella, pasó por el esófago hasta llegar al estómago, y cuando llegó ahí, vio con satisfacción que el espíritu maligno se disolvía lentamente hasta desaparecer. Los amigos no se detuvieron a explicarse el fenómeno, sino que todos volvieron a correr despavoridos. Ilusión había quedado libre y los seguía. Nuevas risas macabras y nuevos alaridos los persiguieron, pero ahora era otro espíritu del mal. --- ¡Soy Zipacná y no huireis!--gritaba el maléfico--¡ Haré montañas que no podreis subir ni bajar, ni rodear, ni quitar de vuestro camino!
Y dicho y hecho.
Media docena de altas montañas, inmesamente altas, altísimas, aparecieron rodeando a los aventureros que no pudieron seguir su camino.
El espíritu reía.
---- ¡Botad la flor del chilamate que es flor mágica quiché, malditos, y podreis escapar! --rugía a todo pulmón.
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Los amigos intentaron subir a las montañas, pero eran tan empinadas que rodaron hasta el pie cada vez. La luna seguía apagada. Entonces sucedió que la saliva de Caprakán que había empañado la luna empezó a caerse de ella, pero lo hizo por la periferia y en tal forma que lo que restaba, dibujaba una enorme figura de cangrejo que se proyectaba sobre la tierra. Verla Zipacná, reconocerla y lanzar un alarido de pavor fue todo uno. A su mente llegó en tropel el recuerdo de cómo había sido vencido años atrás por dos muchachos que lo habían inducido a capturar un cangrejo gigante en una cueva donde encontró la muerte. Y pensando Zipacná que los dichos muchachos en espíritu estaban ayudando desde la luna a los que huían con la flor de chilamate robada, optó por huir.
CAPITULO
N
Apenas hubo desaparecido el aterrorizado espíritu de Zipacná también lo hicieron todas las montañas que habían surgido en el camino de los aventureros. Estos pudiron huir sin tropiezos pero aunque ya habían corrido muchas leguas no se detuvieron hasta que les hizo falta el aliento y las piernas se negaron a seguir corriendo. ---- Mamita --dijo El Dundo jadeando-- casi nos matan esos dos espíritus endemoniados. Repuestos del susto y de la carrera los amigos continuaron su marcha esta vez en busca de El Jinete del Caballo Alazán seguros de que entonces sí lo mirarían pues ya tenían la flor del chilamate en su poder.
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Se encontraron de nuevo con el cusuco el que no quiso ni siquiera escucharles; el venado huyó cuando los olfateó desde cien metros de distancia; encontraron al loro redactando su artículo editorial para La PIENSA. ---- ¡Hola, compatriotas, hola! --dijo el propietario, director, redactor y vendedor del diario-Veo que han conseguido el éxito en su empresa. El güis los orientó bien. ¿Conocen el nuevo discurso del Líder Máximo don Hernando A. Cuero? ¿No Pues se los leeré para que Uds. conozcan las magníficas ideas de este hombre:
----“¡Compañeros!
“En esta cruzada magna que estoy emprendiendo por la liberación de mi pueblo no hay cabida para los cobardes, ni para los traidores, ni para los entreguistas, ni para aquellos que confunden el civismo con servilismo o entreguismo; en mi organización no hay cabida para aquellos amigos de las componendas que se hacen a la espalda del pueblo.
“¡Compañeros!
“¡Maldito yo, mil veces maldito, si alguna vez entro en arreglos con El Viejo del Monte! “¡Maldito yo, mil veces maldito sea, si alguna vez traiciono mis palabras pronunciadas ante vosotros en esta noche gloriosa, pueblo sufrido, pueblo traicionado por otros zánganos, pueblo crucificado, pueblo hambriento, pueblo descalzo, pueblo sin tierras, pueblo sin casas, pueblo destrozado por la voracidad de
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todos los ladrones y salteadores que rodean a El Viejo del Monte y por aquellos que en nombre de supuestos altos intereses políticos, de soberbias jugadas políticas, se han acercado al dictador terminando por robar igual que él, por matar igual que él, por incendiar igual que él, por sacrificar al pueblo igual que él. ¿Se podrá llamar opositores a estos malditos traidores, Judas de la política, amigos únicamente de su estómago? ¿Se podrá calificar de patriotas a estos ambiciosos negreros traficantes del hambre popular? “¡No, compañeros! ¡No son patriotas, no son opositores! “¡Son traidores, traidores, mil veces traidores, a los que yo, Hernando A. Cuero, líder indiscutible del pueblo, pediré cuentas algún día por su traición y felonía! “¡Cuando vos, pueblo amado, os encontréis con alguno de estos traficantes de la viveza política, garroteadlos, matadlos, que no otra cosa se merecen! “Yo, Hernando A. Cuero, os juro que jamás traicionaré los ideales del pueblo que me ha tocado conducir! “¡Que se me caiga esta mano derecha si alguna vez estrecho la de El Viejo del Monte! “¡Que se me caiga podrida en pedazos esta mano si alguna vez firmo algún trato que ayude a continuar en el poder a El Viejo del Monte!
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“Mi lema es: ¡Todo con mi pueblo, nada con sus explotadores!” Cuando el loro terminó de leer el discurso se aplaudió entusiasmado. Los amigos lo miraron sin comprender. No les interesaba lo que pudiera decir aquel líder loco que pretendía liberar a Viejolandia de El Viejo del Monte. --- Bien, loro, ¡magnífico! --habló El Dundo-nosotros hemos regresado para indagar sobre el Jinete del Caballo Alazán. ---- ¿Quieren Uds. decirme que no les interesa este magnífico ejemplar de discurso político? ¿Pero es que no ven Uds. que estamos frente a un verdadero mesías, un verdadero libertador. Incorruptible, acerado, decidido a derrocar a El Viejo del Monte? ¿Un hombre honesto que jamás hará ningún pacto con el tirano? ----Lorito --intervino Ambición diplomáticamente-- nosotros admiramos tus artículos en LA PIENSA y todo el material que ahí pones. También admiramos los discursos y los programas de gobiernos del pescuezón ese que anda montado en una chancha conquistando adeptos por esos andurriales. Pero ahora lo que necesitamos es que nos orientes hacia dónde podemos ir para encontrarnos con El Jinete del Caballo Alazán. ¿Te das cuenta? Con el Jinete del Caballo Alazán... ----- Definitivamente Uds. deben ser “orejas” de El Viejo del Monte --dijo el Director de LA PIESA, desconfiado-- han venido tantos con diferentes
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pretextos, solamente para meter sus narices en mis archivos personales. ----- Podemos jurarte que no somos lo que dices --rápidamente dijo Ilusión-- te podemos garantizar que nosotros usamos la misma bandera verde en nuestras casas que el líder pescuezón que tú llamas Hernando A. Cuero. Hasta podemos cantar la cancioncita esa: con Hernando ando con A. Cuero muero y todo lo demás. Pero dinos, por favor, dónde podemos encontrar a El Jinete del Caballo Alazán... ---- Pero nunca me habéis dicho para qué queréis encontrarlo--El Dundo se dio cuenta que el periodista plumífero había hablado con el mismo estilo ceremonioso que usaba el Líder Máximo en sus discursos. ---- Nosotros lo queremos desmontar porque si... --Ilusión se interrumpió al darse cuenta que el resto de la historia podría reafirmar las sospechas del loro-- Bueno, es que queremos librarlo de su hechizo, sin ningún interés.
“Compatriotas:
“LA PIENSA ha descubierto al pueblo los últimos malos manejos que se han hecho en esos llamados paniquines que se deberían haber construido de aluminio en ciertas zonas y que dicen que eran destinados a almacenar granos de los campesinos para que los pudieran vender más tarde a mejores precios. “LA PIENSA ha informado cómo los que construyeron esos paniquines se han robado millones
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de viejanos y cómo, en vez de hacerlos de aluminio, los han hecho de tuza. “LA PIENSA ha denunciado que en vez de comprarles los granos a todos los campesinos solamente se los compran a los grandes hacendados del régimen mientras a los pobres indios no, o si lo hacen se los pagan a la décima parte del precio y no en dinero sino en vales para cambiar por víveres en las tiendas de El Viejo del Monte y sus amigos.
“LA PIENSA...”
----¡Maldición! -- dijo El Dundo-Marchémonos de aquí. Este loro de los diablos solamente piensa en atacar a El Viejo del Monte. ¿Qué pasaría si El Viejo del Monte se muriera? Vámonos, Vámonos de aquí. A este compatriota no le sacaremos nunca nada.
---- ¡Vámonos! --dijeron los otros.
Habían caminado algunos kilómetros cuando se les presentó a la vista el magnífico ejemplar de alazán que ellos habían andado buscando inútilmente y por tanto tiempo, con su jinete impertérrito en la montura. El animal relinchó al verlos y huyó en sentido contrario sin que su jinete intentara absolutamente nada por detenerlo. Parecía que no le importaba qué camino siguiera. El camino hacía una U amplia y el otro extremo de la herradura pasaba a dos kilómetros de donde se encontraban los amigos. Decidieron cruzar por la montaña en busca del otro lado del camino para salirle
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adelante al caballo alazán. Efectivamente, cuando cayeron nuevamente en el camino en su otro extremo, aún la bestia y su jinete no se habían aparecido.Con la rapidez con la que se propaga un chisme, El Tirador Infalible enterró la verga del Coyote Gris atravesada en el camino y todos se escondieron a la verga, en unos matorrales. El animal apareció a todo galope creyendo que los amigos lo perseguían. Cruzó como un bólido por encima de la verga del Coyote Gris, pero, ¡maravilla!, cuando el polvo se aplacó la bestia corría sin jinete. Este yacía inconciente en el camino. En ese instante el cielo rompió sus tinajas y el agua cayó a cataratas. ---- Uds. consiguieron liberarme del hechizo que me tenía atado al Caballo Alazán-- dijo el exJinete una vez que recuperó el conocimiento gracias a la refrescante acción terapéutica del agua de lluvia-ahora díganme, ¿cómo puedo devolverles el favor? ¿Qué andan haciendo Uds. por estos andurriables? -----Puedes devolvernos el favor --contestó rápidamente Ambición que no deseaba dejar pasar su oportunidad, diciéndonos dónde y cómo podemos capturar a El Pájaro del Dulce Encanto. El ex-Jinete arrugó la frente. El agua seguía cayendo a cantaradas. El cielo parecía estar tomando fotografías con un flash gigantesco que se encendía y apagaba intermitentemente. Culebras de fuego huían velozmente
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en el firmamento mientras las nubes tronaban meterorizadas. ---- ¿Conque Uds. desean nada menos que capturar a El Pájaro del Dulce Encanto! Pero no me dirán que me desmontaron y me libraron del hechizo solamente con la esperanza que yo les dijera el gran secreto... --- No, no --dijo Ilusión--nosotros lo hicimos porque El Viejo del Monte nos lo pidió como uno de los muchos trabajos a realizar para que él nos dé ese gran secreto como Ud. lo llama, señor. ---- ¿Y para qué desean encontrar y capturar al pájaro famoso? --- Deseamos ser sabios, inteligentes y ricos-contestó rápidamente El Dundo-- dicen que él tiene el secreto para conseguir eso y por tal motivo deseamos capturarlo, para que nos lo dé. Luego lo dejaremos ir. Pero si Ud. no sabe cómo podemos capturar al pájaro misterioso, al menos puede devolvernos el favor yendo donde El Viejo del Monte a decirle y a mostrarle con su presencia que ya lo desmontamos del caballo alazán sin que Ud. muriera. Con eso El Viejo sabrá de nuestra hazaña y estará listo a darnos el secreto cuando cumplamos todos los encargos. ---- No es necesario --dijo tristemente el desmontado-- El Viejo del Monte todo lo sabe. Sobran los orejas que le llegan con el cuento. Ya esta hazaña de Uds. la sabe de seguro y estará pensando qué otros trabajos les dará cuando Uds. realicen todos los primeros. Porque no crean que El Viejo del Monte les
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cumplirá la palabra empeñada. Nunca ha cumplido ninguna promesa y esta vez no hará una excepción.
---- Pero es un pacto de caballeros...
---- ¿Pacto de caballeros? ¿Y quién les ha dicho a Uds. que el Viejo ese es un caballero? ¿Y quién les dijo el jamás ha cumplido un pacto? Esa fue la primera lección que recibió de su padre, el dictador anterior que murió asesinado por un poeta que lo mató recitándole cinco poemas. --- En fin --dijo Ambición disgustada-- Ud. ni nos ayuda y sí nos desaniman. ¿Así pagan en esta nación los favores recibidos? ---- Yo no les pagaré en esa forma que sí es común en este pueblo. Aquí se paga mal por bien. Es de mal gusto ser bien agradecido y se considera idiota al que es honrado. Pero yo les daré una pista. Busquen al garrobo que vive con su iguana en el Barranco de la Muerte y háganle las preguntas que Uds. deseen hacerle sobre el tema que más les interese resolver en ese instante. El garrobo les dará la respuesta adecuada. Cuando se acerquen a él, no lleven esa escopeta porque ya lo han BLANQUEADO muchas veces y teme a todo lo que parece arma de fuego. Adiós, amigos y buena suerte. El agua terminó de caer. El fotógrafo celestial siguió disparando su flash por unos minutos más y las nubes rezongaron cada vez menos insistentemente.
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CAPITULO O
El Barranco de la Muerte se encontraba al oeste de Viejolandia y se llamaba así porque el gorila comandante de la zona había mandado a asesinar a siete opositores al régimen de El Viejo del Monte y los había tirado a ese barranco para que nadie los encontrara. Pero quiso la casualidad que los zopilotes, que son hábiles para descubrir carroñas, se dieran cuenta del festín que les aguardaba ahí y descendieron en nubes a devorar los cadáveres. No satisfechos con eso, avisaron a los perros del vecindario los que también llegaron a participar del botín y se llevaron pedazos de carne y hasta zapatos y sombreros de las víctimas hacia la ciudad; por eso los viejolandeses citadinos se dieron cuenta del asesinato y los familiares fueron a rescatar los huesos pelados para enterrarlos como la buena costumbre manda. El comandante era un gorila blanco, rubio, de ojos azules y fue procesado aparentemente por El Viejo del Monte que gobernaba en aquella época a través de un muñeco de madera al que le había encargado la presidencia del país. El muñeco de madera realizó el proceso aún sabiendo que aquello era una farsa. El gorila rubio fue condenado a varios años de prisión, pero en realidad se le dio un puesto jugoso en una de las presas que suministraba luz a Viejolandia. Pues en ese Barranco de la Muerte vivían el garrobo y su compañera la iguana los que todos los días se echaban en la puerta de su cueva que miraba al oriente, para recibir los rayos del sol desde las ocho de la mañana hasta las doce del día, hora en la que partía en busca del alimento cotidiano.
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La iguana se encargaba de alimentar y asear a los garrobitos e iguanitas destinados a perpetuar el linaje de ellos, mientras don garrobo exploraba la cañada y potreros vecinos en busca de provisiones. Procuraban, naturalmente, evitar a los muchachos con sus tiradoras de hule que lo podían agredir peligrosamente o a los cazadores con armas de fuego que eran más temibles todavía. Tenía mala experiencia con esos carrizos largos que explotaban misteriosamente y que envían una cosa quemante al cuerpo de la víctima. Una vez había sido herido por un plomo ardiente y desde entonces huía velozmente cada vez que miraba a un hombre que portase uno de aquellos tubos infernales, capaces de matar a larga distancia. Por eso, cuando vio llegar a los amigos nuestros, los observó cuidadosamente procurando descubrir cualquiera de las dos armas que él más temía: la tiradora o el fusil. Los vio desarmados. Por eso consintió que se le acercaran a una prudente distancia. Tampoco se iba a confiar demasiado. El ser humano es el animal más traidor de la naturaleza y él lo sabía por leyenda heredada de sus antepasados. ---- Hijo --le había dicho su abuelo garrobo-nunca te fíes de un humano. Mira que se matan entre ellos. ¿Has visto a un garrobo matar a otro garrobo? ¿Has visto a un tigre matar a otro tigre? ¿Has visto a un león matar a otro león? Pelean por la hembra o por la comida, pero una vez que hay un triunfador, le basta al vencido con huir para que el otro no se empeñe en perseguirle para darle muerte. En cambio, el hombre mata por gusto. No mata por hambre. No mata por defender a su mujer o a sus hijos. Mata por placer. Porque es malo. Porque no se quiere ni asimismo. Por
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eso nunca debes fiarte de ningún hombre. Mejor de largo y cuanto más largo, mejor. Ese había sido el discurso del abuelo garrobo dicho muchos años antes y desde entonces él había tenido oportunidad de poner en evidencia la verdad de esas palabras, pues había visto cómo los hombres se matan entre sí por puro gusto. Como mató el gorila chele a los siete opositores de El Viejo del Monte y los tiró en el Barranco de la Muerte. Eso no es nada había visto a un hombre que con un rifle había matado a toda una colonia de iguanas y garrobos honorables y sencillos que vivían en un inmenso y centenario árbol de ojoche; había visto cómo sus perros, esas fieras amaestradas por el mismo hombre para matar, destrozaban los cadáveres cuando caían y también cuando después de haber terminado la matanza, se iban todos y dejaban el campo lleno de cadáveres. Claro, había otros, los llamados indios, que sí se comían los ensangrentados cuerpos de las iguanitas y garrobos, pero los de la ciudad, esos mataban sin tener siquiera esa excusa. Por eso, nuestro habitante del Barranco de la Muerte no quería oír hablar del hombre; ni verlo; mucho menos hablar con uno de la especie. Sin embargo, aquella vez, quizá porque Vucub Caquix así lo quiso en su infinita sabiduría, el garrobo esperó, temblando, es cierto, pero esperó hasta que los aventureros amigos de Uds. los que leen esto llegaron hasta cera de la cueva que recibía directamente los rayos del padre de Caprakán y Zipacná. ---- ¡Hey! ¿Hay alguien en esa cueva o casa de garrobo? --el grito fue escuchado también por la
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iguana y sus hijos que reposaban en el interior de la cueva; temblaron; era voz de hombre y nada bueno podía llevarles un hombre por aquellos lugares.
Nadie contestó.
---- ¡Heyyyyyy! ¿No hay nadie en esa cueva? --el grito se oyó prolongado por el eco del barranco. El garrobo se movió inquieto. No sabía si contestar o no. ¿Y si tenían escondida la tiradora? ¿Y si habían dejado el rifle metido en algún matorral? No podía confiarse. Los que gritaban eran humanos y de ellos nadie debe confiarse. Lo había dicho el abuelo y por eso su papera garrobil había crecido por efecto de los muchos años que había vivido. El abuelo garrobo fue muy sabio y por eso, muy desconfiado. ---- ¡Eeeeeeeeyyyyyyy! --el grito fue más prolongado-- ¡veeeeeeniiiiimos en son de paaaaaaaaaaz! ¿Podría, legalmente, un buen garrobo, bien instruido por sus antepasados, creer en esas manifestaciones de paz del humano aquel? --- ¡Deja de gritar! --intervino otra voz humana pero con acento diferente-- el bendito garrobo no se encuentra en su casa. Su mujer debe andar lavando la ropa y se debe haber llevado a los hijos. Esperemos a que vengan para que conversemos con ellos.
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----- ¿Conversar?-- preguntóse mentalmente el garrobo--¿De qué quieren hablar conmigo?
La curiosidad lo estaba matando.
En tanto, en el interior de la cueva, la iguana temblaba aterrorizada mientras un garrobito le preguntaba: ----- Mamá, ¿Por qué Vucub Caquix no sale a alumbrar de noche? ---- Porque como trabaja todo el día iluminando la tierra, en la noche se acuesta a dormir allá al otro lado del mar. ---- ¿Y quién colocó todos esos puntos luminosos en el cielo que se ven por las noches? --intervino una iguanita de tierna edad. ---- Vucub Caquix, hijita, para que nos iluminaran de noche cuando él está reposando. Las voces humanas habíanse callado. La iguana, sin embargo, seguía temblando. El garrobo meditaba con media cabeza fuera de la cueva. ---- Papá --dijo otro garrobito acercándose al viejo de la casa-- ¿Los humanos fueron hechos por nuestro padre Vucub Caquix? ----- No, hijo, ni te lo imagines. Nuestro dios no cometió errores tan enormes. Los humanos son obra de algún mal espíritu que quiso arruinar la labor de nuestro Vucub Caquix. Esas bestias algún día se
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exterminarán entre ellas y dejarán la tierra en paz para que la habitemos los inteligentes animales irracionales. Entonces esto será el paraíso y todos seremos felices. Pasó el tiempo. El sol siguió su ruta y empezó a buscar en occidente un sitio seguro para descansar. Los amigos de Uds. los que leen esto, se cansaron de la prolongada espera y Ambición dijo: ----- No es humano, ni decente estar esperando tanto tiempo a que un vil y degenerado garrobo regrese a su casa. Debe andar parrandeando con alguna iguana prostituta o debe estar donde su querida --el chocoyo pensaba como humano y con la misma perversidad-¿Porqué no le pegamos fuego a la cueva del garrobo y hacemos salir a su iguana y a sus hijos, los capturamos como rehén para que el dichoso animal nos revele el secreto que buscamos, con pena de matar a la hembra y a toda la prole? El garrobo al oír esto, palideció intensamente y su fría piel se puso caliente de miedo. Estaba probado lo que le había dicho su abuelo. Hasta aquella ave verde con voz humana pensaba como tal y sin duda sería capaz de poner en práctica sus propósitos. Ante esta evidencia y para salvar la vida de sus hijos y la de su hembra, el heroico garrobo decidió salir completamente de su cueva para enfrentarse a su destino encarnado en la figura de aquellos dos humanos y de aquellas dos verdes aves de encorvado pico ---- ¡Calla! -- advirtió Ilusión moviendo sus alas-- mira que allá viene saliendo don garrobo, pausado, parece que algo teme.
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--- Hay que darle confianza--dijo El Tirador Infalible-- para que no se regrese a su cueva y nos diga lo que deseamos. ----- Garrobito, garrobito --dijo con voz acariciadora El Dundo--venimos a buscarte desde muy lejos. ---- Eso parece el comienzo de una canción mexicana --le susurró Ambición. ---- ¡Cállate! --intervino interrumpiendo el diálogo.
Ilusión--estás
----- Garrobo, garrobito, venimos desde muy lejos para ser tus amigos y para preguntarte algo que nos interesa mucho. Tanto, que no vacilaremos en darte lo que pidas si nos evacúas la respuesta. ------ ¡Qué desean saber? --preguntó el garrobo-- por mi parte solamente tengo un deseo: que me dejen en paz y que se vayan Uds. para sus casas y dejen tranquilo este paraje. --- Si ese es tu deseo lo cumpliremos fielmente. Pero dinos ¿Dónde podemos encontrar a El Pájaro del dulce Encanto? ---- ¡Animal! --rugió Ambición-- este garrobo no sabe nada del Pájaro misterioso. Con este garrobo solamente tenemos que averiguar cómo haremos para encontrar y montar al Caballo Pinto. ---- ¡Cállate! --gritó Ilusión una vez más fuera de sí-- ¿Y si el garrobo sabe de una vez por todas
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cómo encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto? ¿No te parece que nos evitaremos realizar los otros trabajos encomendados por El Viejo del Monte? ---- Ese no es el plan trazado por el historiador que narrará nuestras hazañas --dijo El Tirador Infalible-- debemos respetar sus planes pues gracias a él seremos inmortales pues llevará nuestra aventuras a la imprenta, con todo y lo ladrones que son los impresores para cobrar. ----- ¿Y por qué debemos sujetarnos a una dictadura? --preguntó El Dundo-- ¿Acaso no somos nosotros los héroes de este libro? ¡ Sin nosotros no hay historia y sin el narrador puede haberla pues ya encontraremos a otro que la escriba! ¡Aunque sea uno melenudo y marihuanómano como el que anda detrás del conejo para narrar sus hazañas! ----- Lo que a nosotros nos interesa --agregó Ilusión-- es encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto. No nos importa si ya, o si hasta después de haber realizado todas las hazañas que nos ha impuesto el narrador de este cochino libro, solamente para prolongarlo y darle volumen. ----- ¿Pero no ves que el hombre se puede poner bravo y decidirse a no escribir nunca nuestra historia? ¡Y no me digan que lo mismo lo hará cualquier otro, pues como este, que ha escrito cuatro libros famosos, no encontraremos! ---- ¿Cuatro libros famosos? --dijo sarcástica Ilusión-- ¡Si solamente él los ha leído!
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El garrobo escuchaba atentamente aquella discusión pensando: ----- ¡Cómo son de perversos estos humanos! Ya están pensando en traicionar al pobre fulano que está tecleando en su máquina para escribir esta historia. ¡Y lo tratan con desprecio! ¿Podré tener confianza con ellos para hacer cualquier trato? ¡No, claro que no! Pero no me queda más camino que responderles lo mejor que pueda a cambio de la lejana esperanza de que se vayan sin hacernos daño. ¡Oh, Vucub Caquix! --exclamó casi sollozando-- ¿Por qué consentiste que llegara este día de prueba para mí? ---- Mamita --decía en esos momentos un garrobito a su madre, en el fondo de la cueva-- ¿De quiénes son esas voces que conversan con papá?
---- Son humanos --dijo ella temblando.
Y los garrobitos y las iguanitas soltaron el llanto.
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CAPITULO P MUCHACHA NARRA SUS DIAS DE OPROBIO Marta, una joven de 16 años, quien reside en el Barrio Torres Molina Sur, narró ayer en la policía los horrores que vivió durante su cautiverio en varios burdeles del departamento de Carazo. En su declaración rendida al Teniente Juan I., Jefe de la Sección de Personas Desaparecidas, narró cómo era vendida en diferentes oportunidades y las veces que fue torturada. La declaración íntegra dada por la joven Marta es la siguiente: “Fue un domingo hace mes y quince días. Yo me encontraba en mi casa cuando llegó la Nubia Parrales y me dijo que si quería ir a buscar trabajo me iba a llevar a una parte donde me dijo que me iban a pagar bien, que era de “china” que iba
a trabajar. Agrega: “Entonces yo me fui con ella. Ya antes le dije a mi mamá que esa mujer andaba buscando sirvienta. Mi mamá me dijo que fuera a tantear. A LA CANTINA Sigue: “Entonces la Blanca Nubia me llevó a San Mar y me llevó a una cantina. Ahí me dijo que me iba a quedar. Cuando yo vi que era una cantina al apearme del carro me quise correr, pero la dueña de la cantina a quien no le sé el nombre pero al marido le dicen El peinero Lucas, me agarró y me metió a trompones. Continúa: “Ese mismo día me fue a vender a una cantina en Darío donde una que le dicen La Pichula, me pegó varias veces (dos veces) porque
El Pájaro del Dulce Encanto NO GANABA, pues yo no quería hacer eso”. OTRA VENTA Sigue: “Entonces esta mujer me llevó a Rivas y me vendió en 500 viejanos donde una mujer que le dicen La Mariona. Ahí esa mujer también me pegó por la misma cosa. “Entonces no me daban de comer y pasaba todo el día limpiando. “El lunes pasado como a la una de la mañana, llegó a Rivas
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donde yo estaba la Pichula y le dijo a la Mariona que me entregara porque la policía me andaba buscando. Finaliza la declaración: “Entonces La Mariona le dijo que le entregara los 500 viejanos y entonces me entregaba. La Pichula se los dio y me trajo al comando de San Mar. Donde la Pichula estuve casi un mes. Donde La Mariona estuve ocho días. Todo el tiempo que estuve en esos lugares, no me dejaron salir”.
HORRORES DE LA TRATA DE BLANCAS PONEN FIERRO A NIÑA DE DOCE. ¿Cuántos siglos hemos retrocedido en nuestra civilización? Investigaciones hechas por redactores de este diario han encontrado que los “comerciantes de niñas” hasta han herrado a sus victimas. Una jovencita de solo doce años de edad fue secuestrada hace
una semana en Matag por la dueña de un salón capitalino. Para que no huyera la herró con su marca: una cruz dentro de un círculo. Con el horror aún dibujado en su infantil rostro la niña narró a un redactor, cómo su secuestradora la mujer Tomasa dueña
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del prostíbulo “Bar los Angeles”, calentó un fierro y se lo estampó al rojo vivo en su pierna derecha. Después de la macabra labor según el relato de la infante, la Tomasa le dijo “Ahora sí no te vas a ir de aquí nunca porque la guardia viejana sabe que me perteneces y si te encuentran en la calle te van a llevar presa”. CÓMO COMENZÓ El calvario de la niña a quien llamaremos Nidia comenzó cuando fue vista por la Tomasa cerca de su casa En el barrio “EL PROGRESO” en Mataga. Relató la niña que la perniciosa mujer le dijo que si quería viajar a la capital Mana donde viviría muy bien.La niña le respondió que no tenía interés en venirse a Mana. En otro intento la mujer le dijo: “Acompáñame, vamos
a hacer un mandado y te voy a dar dos córdobas”. SECUESTRO Afirma la niña que la mujer la llevó hasta el puente de Mataga, hacia Jinot. Ahí a esperaba un taxi al que la metieron a la fuerza. Afirma la menor que como lloraba constantemente, la mujer le dijo que no llorara porque le daría 120 viejanos mensuales y la comida en un “trabajo” que le tenía preparado. El delito de la Monto se agrava debido a la amistad que tiene con los familiares de la niña, humildes personas que viven por la Planta Eléctrica de Mataga. El padre de la menor comercia con cerdos y su madre murió hace seis meses. Ahora es su tía, una anciana que vende tortillas, la que la está criando.
El Pájaro del Dulce Encanto DIRECTO AL PROSTIBULO Cuando fue traída a Managua por la Monto fue llevada de inmediato al “BAR LOS ANGELES”, por el arbolito. En cuanto llegaron al lugar le cortaron el cabello y le cambiaron el nombre por ELIT. Al día siguiente la montaron en un carro con un hombre y dos meretrices y la llevaron donde un cliente que la desvirgó. La niña no pudo identificar el lugar del estupro pero sí dijo que era por la iglesia de Santa Ana. LA EMBORRACHAN Esa misma tarde la Monto la llamó y la regañó porque “no hacía bien las cosas”. Por la noche la obligó a tomarse seis cervezas y media botella de aguardiente lija junto con unos clientes que
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llegaron al lugar. Dijo que después de vomitar en abundancia se quedó dormida. Cuando se despertó a la mañana siguiente se dio cuenta que habían abusado de su sexo. Ese día siguiente llegó un sobrino de la dueña. La llevó a una pensión y también quiso abusar de ella sexualmente pero no logró su propósito por lo que la regresó a su cantina. LA AZOTABAN Como no se había dejado violar por su sobrino la dueña la amarró y la azotó inclementemente y lo mismo hizo el marido de la mujer llamado Orlando, pero con un azador. De esa fecha en adelante la azotaban diariamente para “que se le bajara el zumo”. También la embriagaban y cuando se dormía abusaban de su sexo.
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LA HIERRAN Aquí viene lo terrible. Un día que la niña no recuerda, el secuestrador le puso un “fierro candente. El martes pasado fue golpeada brutalmente porque salió a la sala del bar y vio a su papá que sin saber que ella estaba ahí estaba en la acera de la cantina, talvez buscándola. Pero
no le pudo gritar porque la “jalaron del pelo y la apalearon” para que no lo hiciera. Después se dio cuenta que la venderían por 500 viejanos. Recordó también que para ella el día comenzaba a las 7 de la mañana y la obligaban a acostarse hasta las cinco de la madrugada.
¡SOY INOCENTE, CLAMA LA PARRALES! Nubia Parrales Santana procesada en relación a la venta de menores encontradas en prostíbulos, negó ayer ante el Juez Primero de Distrito para lo Criminal, tener ninguna participación en los hechos que se le achacan. La Parrales, de 39 años se declaró inocente y dijo que “jamás había visto ni conocido a los dueños de cantina que también están siendo investigados por las autoridades de
justicia ordinaria. Cuando empezó a declarar lo hizo con nerviosismo y rompió a llorar por unos segundos. Dijo que tenía como ocho o nueve días de estar detenida y que nunca, ni por un ratito, había sido dejada en libertad. ES COSTURERA Interrogada por el juez la Parrales declaró que estando en la policía el Capitán Lee Xonc le hizo
El Pájaro del Dulce Encanto el cargo de vender a una muchacha en una cantina, mientras le señalaba a una mujer chinita que estaba ahí. Ella dijo que le respondió al oficial de la guardia viejana que no conocía a esa mujer y que jamás había vendido muchacho o muchacha a ninguna cantina y agregó: “Yo no conozco ni de Cara ni Matag. La declarante dijo que tiene dos hijos pequeños uno de 18 meses y otro de cinco y que debido a eso “no puedo salir de mi casa”. Explicó que se gana la vida como modista y que tiene un taller donde cose ropa. Cuando se le preguntó si sabía algo sobre la venta de menores dijo “no sé nada” pero que cuando estaba pequeña su mamá le decía que “se cuidara porque andaban robando niños”.
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DECLARAN PERIODISTAS Por su parte, los periodistas William y Roberto rindieron sus declaraciones juradas ante el Juez Instructor y sus testimonios agravan la situación de las investigadas. Relataron la forma cómo fueron encontradas las menores en la cantina pues en compañía de sus fotógrafos respectivos, estuvieron presentes cuando se hizo el rescate en Cara. El otro indiciado Martin Lucas, dueño de una cantina ubicada en San Mar, se declaró también inocente y dijo que ignoraba todo lo que se relacionaba con la trata de blanca ¡Cuánta inocente paloma acusada injustamente!
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OTRO CASO ESTANCADO Cabe hacer mención que en otro juzgado está engavetado otro caso de trata de blancas, desde hace un mes aproximadamente, cuando una menor denunció que la mujer Marina Solórzano la engañó diciendole que le iba a conseguir trabajo “como china”. La menor dijo que la Solórzano le dijo que se fueran al bar
latino donde la pasaría recogiendo una persona que le daría trabajo. La menor fue recogida por un vehículo que la llevó al prostíbulo “MANDRAKE” situado cerca del Cine Managua por el Gancho de Camino. Ahí un chino abusó sexualmente de ella que fue obligada por los dueños de “MANDRAKE”...
¡LIBRES LOS QUE VENDIAN NIÑAS! Un abogado comentaba en los salones del juzgado que el delito Trata de Blancas no admite fianza. Sin embargo, los dos sujetos detenidos por la Policía acusados de ese delito habían conseguido sentencia del Juez de Policía antes de doce horas de detenidos. ¡Qué rápida eficiencia del togado! Los sujetos
Martin Lucas y Carlos Chupamocos fueron detenidos en San Mar el lunes después de que una señora que logró escapar del lupanar de los sujetos narró los horrores que vivían ahí cuatro jóvenes recluidas ilegalmente. Causando asombro a los presentes, la señora que fue rescatada por su marido que la buscaba después de
El Pájaro del Dulce Encanto que había desaparecido del hogar raptada por los delincuentes, narró los horrores que vivían las menores en ese lupanar. La misma tarde del lunes las menores fueron libertadas del lupanar indicado donde eran mantenidas a punta de golpizas además de la explotación inmisericorde de su sexo por parte de los alcahuetes degenerados. Estos dieron amplios detalles al Capitán Lee Xong sobre el “mercado negro” que hay en Viejolandia y que deja pingües ganancias a los oficiales de la Guardia Viejana y dicen que también a El Viejo del Monte... CONFESION PLENA “Nosotros =dijo Martín Lucas= vendemos muchachas porque ese es nuestro negocio y LAS AUTORIDADES LO SABEN PORQUE NO ES NADA NUEVO. (Se filtró entre los presentes
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que “las autoridades” son socias de ese negocio). Dieron una lista de nombres de mujeres que se dedican a ese “negocio”: La Perona de San Raf del Sur, la Rosa Morades, de Tipita; la Marina de la Punta de Plancha, la Ojona de la Jagüita y otras. En todos los prostíbulos las menores son “domadas” a golpes y algunas las “marcan” con fierro candente. Mientras hacían este relato sobre sus rostros curtidos de delincuentes corrían lágrimas que algunos asistentes calificaron de “lágrimas de cocodrilo”... DISTINTO PRECIO Según la condición física de la menor así es su precio en el marcado negro de muchachas. (Como en cualquier mercado de esclavos). Van desde 50 hasta 10 viejanos. No obstante que los dos angelitos
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habían sido sentenciados a 180 días de arresto solo cancelables en efectivo como multa, se hará gestiones para dejarlos tras la reja para que mediten sobre su conducta pasada. Es opinión de algunos abogados que no solo el delito de estos dos sujeto, no amerita fianza, sino que se agrava al convertirse en “agentes vendedores y compradores de seres humanos”, además de los delitos de rapto y de torturar a sus víctimas que retrogradan a esta corrompida sociedad a la época de la esclavitud. CRIMEN En la Policía también se denunció que hace algún tiempo dos jóvenes de aproximadamente 13 años fueron muertas en forma aún no esclarecida en un burdel llamado “LA CONGA ROJA” situado en el kilómetro 52 de la carretera sur. Las muchachas fueron sepultadas sin que
nadie efectuara ninguna investigación, en el cementerio de Santa Teresa. RECONOCIDA LIBRE
PERO
Nubia Parrales una de las complicadas en el tráfico ilegal de menores para prostituirlas, fue reconocida por dos de sus víctimas en las oficinas del Capitán Lee Xong. Sin embargo logró su libertad por orden superior”. Aceptó que ella había llevado a una de las mujeres pero que ella se había quedado en el prostíbulo por su propio gusto. ¿Cómo es posible--dijo un periodista opositor al viejismo-- que cuando se trata de líderes sindicales se les condena por el GRAVISIMO DELITO de regar papeletas y a estas mujeres se les deja en libertad tranquilamente cuando están corrompiendo a nuestra juventud viejana!
El Pájaro del Dulce Encanto SE LAVA LAS MANOS Interrogado sobre el escándalo de la trata de blancas en el país donde se venden niñas de trece años como terneras, el Ministro de Gobernación y Policía de Viejolandia declaró ayer que hoy sostendrá una entrevista con el Juez de Policía para tratar sobre el asunto. Manifestó en su despacho el funcionario viejolandés que siempre que se ha enterado de estas denuncias de ciudadanos acerca de la actividad de esos lupanares y centros de vicios, inmediatamente ha ordenado a las autoridades policiales el pronto cierre
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de esos lupanares... Lo que no dijo es que a los pocos días se abren con otro nombre. Por otra parte dijo que el descubrimiento de los centros de vicio en Cara es una prueba que la policía a su mando está cada día más interesada en combatir la trata de blancas. Sin embargo cuando los periodistas le hicieron ver que uno de los implicados en el último escándalo había sido puesto en libertad, el funcionario viejolandés señaló que talvez el Juez de Policía no había encontrado suficientes pruebas para retenerlo.
¿DE DÓNDE SALIO LA ORDEN? ...PARA INVESTIGACION DE LENOCINIOS Por órdenes de no se sabe quién pero que se sospecha, la Policía de Viejolandia optó por dejar de seguir investigando lupanares donde se presume existen menores
de edad raptadas y en prostitución. Agentes de la Oficina de Investigación harían un recorrido por los lupanares de la carretera sur donde se dice se mantienen gran cantidad
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de niñas secuestradas, pero la orden “superior” detuvo esa investigación. Alguien estaba siendo perjudicado en sus negocios --dijo un opositor de los que siempre calumnian al gobierno viejolandés. Una de las mujeres involucradas en el tráfico de menores fue libertada el mismo día que fue capturada, por gestiones de alguna mano pachona de las que mandan en este gobierno corrupto. LUCAS LA ACUSA Por su lado, Lucas, la señaló como “una de sus mejores proveedoras”, pero que eso era lo más natural del mundo. Como se recordará tanto Lucas como Carlos habían sido sentenciados a 180 días de prisión que significan varios cienes de viejanos en multa, pero luego fueron pasados a la orden de las autoridades judiciales comunes, por
nuestras críticas desde LA PIENSA. Extraoficialmente se supo que Lucas fue militar y comandante de Las Cuatro Esquinas de Esquipulas y que actualmente es auxiliar de la Guardia Viejana. SE MOVILIZAN EN CARRO También se sabe que además de su lunar estrella que se llama EL PARAISO DE LUCAS, tiene otro en Masate que se llama EL ALMENDRO. Personas que lo conocen dicen que tiene un carro donde moviliza a sus esclavas de un lupanar a otro en “intercambio” amistoso. Caben dos preguntas: qué poder misteriosos prohibió que se siguieran investigando los lupanares? Por qué no se sigue la investigación y limpieza de lupanares cuando se está haciendo una gran labor de rescate de niñas raptadas y
El Pájaro del Dulce Encanto prostituidas por estos delincuentes? No se sabe qué ha sucedido pero en la Central de Policia nadie quiere saber nada
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de investigar lupanares... prefieren investigar las iglesias y los monasterios en busca de monjas y curas comunistas...
UN CONDENADO POR CADA CINCO ABSUELTOS La proporción entre las personas que son declaradas inocentes y las encontradas culpables por los Jurados de Conciencia se mantuvo de 5 a 1 aproximadamente durante el último semestre del año según publicaciones de la Corte Suprema de Justicia de Viejolandia --decía en otra crónica LA PIENSA. De acuerdo con los datos estadísticos del Boletín No. 8 de la Corte Suprema de Justicia de Viejolandia, de 385 personas que fueron juzgadas por los Tribunales de Conciencia, 306 fueron declarados inocentes y se encontraron culpables solamente a 79. Esta vez, los departamentos de Masa y Río Juan se llevaron
el ciento por ciento en materia de absoluciones pues de 15 personas juzgadas en Masa todas fueron encontradas inocentes. Igual sucedió en Río Juan con dos personas juzgadas. Solo en Mana y Ada la proporción no fue grande pues en la capital de 56 reos juzgados resultaron condenados 24 y en Ada de 27 juzgados se declararon culpable a 10. La proporción en materia de absoluciones ha ido aumentando en los últimos dos años, tal como lo demuestran las estadísticas: en 1968 se juzgaron 752 personas en todo el país y se declararon inocentes a 582 para un 77.4 % de inocentes. En 1969 se juzgaron 815
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personas y se absolvieron 601 para un 73.7 %. En 1970 la proporción de “inocencias” fue del 75.9 %. En 1971 de 809 procesados se absolvieron 635 para un 78.5 % de “angelitos”. ¿Qué está sucediendo con la justicia en Viejolandia? --preguntaba LA PIENSA-- ¿Es que la policía está acusando
a muchos “angelitos” o es que los Tribunales de Conciencia la tienen negra y dejan salir a los delincuentes? ¿Cómo se detendrá el grado de corrupción de este desventurado país si todos los acusados de delitos varios son absueltos, o casi todos?
¡DINERO DEL SEGURO PARA CONSTRUCCIONES PARTICULARES! DECLARACIONES DEL SEÑOR ERNES ROBLETO “En la ciudad de Mana a los once días del mes de octubre de 19... Presente el señor Robleto, auxiliar del almacén No.2, mayor de edad, casado, domiciliado en el Bo. San José de la iglesia 1 cuadra al lago y 50 varas al oeste con el objeto de tomarle declaraciones, en el caso que se investiga. Al efecto
dice que mientras estuvo de Jefe del Taller de Mantenimiento durante la administración del (aquí el nombre de un exdirector del Seguro Social) por su cargo le consta que la remodelación total integral de la casa de la señora (se menciona el nombre) hija del entonces Director General del
El Pájaro del Dulce Encanto Seguro Social, se hizo cuenta total del que aproximadamente costó unos C$ 80.000.00... Que las órdenes eran dadas directamente por el (nombre de exfuncionario) a través del asistente del dicente. Que se pedía a las casas comerciales los materiales, los herrajes y todo lo necesario y se mandaban las facturas a mantenimiento al señor (menciona nombre) que las cancelaba con dinero del Seguro a través de órdenes de compra y por el papeleo normal usado por la institución. Que así mismo todos los trabajos de fontanería y electricidad y similares fue hecho de esta manera a cuenta del Seguro. Que todo esto se refiera a la casa que actualmente está habitando el señor (aquí el nombre del funcionario). Que en ese tiempo se mantuvo un personal de cinco hombres pagados por el Seguro, incluyendo también el cuidador de
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la construcción. Que el precio aproximado es de C$ 40.000.00 y 50.000.00 y que fue dinero que el Seguro pagó por la construcción del entonces Director General del Seguro. Que así mismo toda la estructura de hierro fue comprada y pagada con dinero del Seguro. Que en la remodelación total de los laboratorios Rocas propiedad privada del Director General se pagaron unos C$ 9.000.00 o C$ 10.000.00. Que también se hizo por cuenta del Seguro reparación, pintura y remodelación de la casa del mismo funcionario en Huehuetelandia. Que el declarante recuerda que solo en materiales se mandó la suma de C$ 77.000.00. Que además del Doctor, un Coronel retirado (menciona el nombre) ordenaba hacer trabajos en su quinta o finca en la ciudad de Diríam y que los trabajadores de esos trabajos salían en planilla
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del Seguro y eran pagados por la institución. Que la suma de estos trabajos al ex-coronel suman unos C$ 8.000.00 o C$ 9.000.00. Que quiere hacer pública la presión a que ha sido sometido por parte del Sindicato del Seguro para que denunciara estas anomalías, por lo que lo hace. Que luego fue sustituido en su trabajo quedando cesante. Que nuevamente reingresó al Seguro con un cargo inferior, tres meses
después. Que ahora que se ha formado un Sindicato pro Defensa de los Afiliados del seguro, fue llamado por el Sindicato, rogándole que denunciara lo que sabía. Que es todo cuanto sabe. Que deja abierta su declaración para reanudarla cuando la Institución lo considere conveniente. Y leída que le fue la presente la encuentra conforme, la aprueba, ratifica y firma.
ESCANDALO CON MEDICINAS DEL SEGURO En la última licitación de medicinas celebradas en el Hospital El Descanso el sábado pasado, cayó como una bomba la denuncia de varios representantes de la Industria Farmacéutica del país que acusaron a una firma comercial de estar ofreciendo una competencia desleal a todas las empresas que se dedican a la elaboración de esos productos en la
República. Concretamente los denunciantes aseguraron que el Gerente de esa firma, sin estar clasificada como Industrial por el Ministerio de Economía, importa materia prima y productos semi-elaborados sin pagar los correspondientes impuestos de introducción. Aconsecuencia de
El Pájaro del Dulce Encanto lo anterior, señalaron los quejosos, la International prácticamente ha barrido con todas las licitaciones de medicamentos que en los últimos tiempos ha formulado la Junta Nacional de Asistencia y el Seguro Crucial y el Hospital El Descanso, realizando ofertas mucho más baratas que sus competidores porque no paga impuestos. Las personas de firmas afectadas dijeron que cómo es posible que una casa que no está registrada como industrial en la Cámara de Industrias, se le permita introducir sus materias primas sin pagar impuestos. ENORMES UTILIDADES Para dar una idea de las enormes utilidades que la firma acusada ha obtenido en la participación de esas licitaciones, las fuentes manifestaron que recientemente en un solo producto que no le fue
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aceptado se iba a ganar limpiamente la suma de treinta mil dólares. Nuestros informantes dijeron que aún hace pocos meses la International ganaba todas las licitaciones del Seguro Social pero que esta entidad después de verificar Investigaciones a fondo comprobó que 26 de los 28 productos farmacéuticos que le vendió dicha firma era de pésima calidad por lo que tuvo que devolvérselos y liquidar sus transacciones con la misma. No obstante todo lo anterior los denunciantes señalaban como principal responsable de este escándalo a las autoridades del Ministerio de Salud, pues es el encargado de velar por el control de los productos farmacéuticos que se elaboran o expenden en el país. Agrega la firma denunciante que “nos alarma que alguien pueda acaparar casi totalmente
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con plazo de entrega inmediata, renglones que cubren casi toda la licitación, tratándose en la mayoría de los casos de laboratorios que no son conocidos en el mercado porque no tienen propaganda ética en el país, ni son conocidos de los médicos. Puntualiza además que según las leyes del país para que un laboratorio extranjero pueda vender su especialidad en Nicaragua
tiene que cumplir los siguientes requisitos: Tener un contrato con la compañía que representa, autenticado por el respectivo consulado; tener un poder para realizar el trámite de marcas, etc.; contar con un certificado del país de origen, de que el producto está autorizado a venderse en ese país y tener un certificado de análisis cuali-cuantitativo de un laboratorio del estado.
Como pueden ver nuestros lectores a través de estos recortes de LA PIENSA, la situación en Viejolandia era de una inmoralidad bochornosa. Según las mismas declaraciones de los implicados en el delito de trata de blancas, las autoridades de Viejolandia eran conocedores de la existencia de dicho tráfico y no solo eso, sino que ellas también se beneficiaban con él. La alarma de la ciudadanía no pasaba a más; un ciudadano, médico iluso, que protestó por medio de LA PIENSA porque los delincuentes fueron puestos en libertad en menos de veinticuatro horas, recibió una respuesta bárbara del Juez de Policía Coronel Mocón en la que este gorila lo trataba de delincuente. Así estaban de invertidos los valores humanos en Viejolandia.
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Al poco tiempo los viejolandeses se habían olvidado del asunto porque el Viejo del Monte tuvo buen cuidado de entretenerlos organizando una serie mundial de JAIBOL al que eran tan aficionados su súbditos. Hasta la misma PIENSA con todo y la furia de su director cayó en la trampa y se olvidó de los problemas nacionales de corrupción y criminalidad para dedicarse a hacerle la propaganda a la serie de JAIBOL, a la que asistieron los mejores jaiboleros del mundo deportivo La cosa no pasó más que de ser una broma pesada puesto que el torneo fue ganado por los visitantes, pero millones de viejanos en oro puro se fueron para el extranjero, dejando a los viejolandeses en una mayor miseria que antes. Quizá el lector se preguntará cómo fue posible que las autoridades pusieran en libertad a las 24 horas a los protagonistas de tan infame negocio y porqué ordenaron cesara la persecución contra los humildes cantineros que herraban niñas, las raptaban y las obligaban a desvirgarse con chinos; la verdad es que en aquellos tiempones que nunca volverán a Viejolandia, los militares ganaban sueldo de miseria. Un Coronel ganaba lo que un contabilista de cualquier casa comercial de segunda categoría. Sin embargo, los tenientes, los capitanes, los mayores, los coroneles y no digamos los generales, se daban la gran vida: quintas, haciendas, yates y todo lo que solamente se puede conseguir con un sueldo que no sea de contabilista de casa comercial de segunda categorías. Los distinguidos y sufridos militares aumentaban sus “entraditas” con “negocitos” como
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el que vamos a descubrir si seguimos a esa patrulla de soldados que al mando de un sargento marcha en una calle de la Capital de Viejolandia. El vehículo se detiene en una cantina con rótulo luminoso y bujías de colores en la fachada. Los alistados se apean mientras el sargento entra lentamente, con paso estudiado, al salón principal. Ahí bailan las parejas. Otros beben licor sentados en mesas agrupadas en rincones semioscuros. ---- ¿Y...? --pregunta casi solamente con un gesto el sargento al hombre que apoya sus codos en el mostrador. La música suena intensa, bullanguera, como si la roconola estuviera borracha.
----- Aquí tenés doscientos viejanos...
----- ¿Sólo diez mujeres tenés?
-----”Sirilo”. A veinte “tayules” cada una, son doscientos.
------ ¡Naranjas de Chinandega! Te faltan...
------ ¡Si están claras las cuentas! Son...
------ Sí, hombre, lo de la cuenta de las putas está completa. Pero no has pagado por el derecho de desvelar a los vecinos. ¿No ves que tenés la roconola muy alta? ¡Pronto llegarán a protestarle al Comandante!
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El cantinero extrajo cincuenta viejanos más y se los entregó al sargento. El pundonoroso militar abandonó el burdel. Cuando hubo subido al yip militar abrió un maletín y metió en él el dinero cobrado. Roja.
----- ¡Jala al siguiente! Vamos a la Conga
---- La ronda anda buena. El Comandante no se quejará del cobro de esta semana. ----Nunca se queja porque siempre pagan. Si no, les cierra el negocio y les va peor. ¡Ey jodido! Detenéte aquí que con este putero terminamos el recorrido y nos dedicamos a cobrarles a los billares y jugaderas de dado de la zona -dijo el sargento. Cada comandante cobra impuestos de protección a los burdeles, cantinas, billares, jugaderas de Dado, ruletas, de su circunscripción militar. Mana, la Capital de Viejolandia, estaba bien distribuida en ese sentido. Es esta la razón por la que los militares, a pesar de ganar sueldos de hambre llevan vida de millonario, y la razón por la que El Viejo del Monte nunca les mejora el salario. Si ganan mal, tienen que vivir del robo, de la prostitución, del juego prohibido y demás maniobras sucias; y así de esta forma se convierten en delincuentes y El Viejo del Monte los tiene en sus manos y por tanto asegurada su fidelidad.
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El Dictador procura tener en el ejército a gente sin ninguna aspiración política y con muy poca inteligencia. En el ejército no hay más culto que a El Viejo del Monte. Si el Jefe ríe, hay que reír; y como el Jefe roba y mata, hay que robar y matar. Si se hace todo eso siendo uno fiel al Dictador, no hay peligro de que la Justicia nos atrape. ¿Y cuál Justicia? Los jueces son nombrados por El Viejo del Monte de entre los que le son leales. También les paga sueldos de hambre para obligarlos a robar, a cobrar ilegalmente a los reos, a vender los juicios al mejor postor. Si hay un incendio provocado por algún turcocircuito los jueces se pelean por levantar “cabeza de proceso”, no para castigar ejemplarmente al turco incendiario de la tienda o negocio, sino para dictarle el sobreseimiento definitivo a cambio de un porcentaje del Seguro Contra Incendios que el turco cobrará. Si hay un reo procesado por robo, se le deja en libertad a cambio de una gran parte de lo hurtado.Si alguien comete un crimen, basta con que pague una cantidad de millares de viejanos para que salga libre. Por eso, la crónica de LA PIENSA sobre el enorme porcentaje de absueltos en Viejolandia. Si el criminal no tiene dinero entonces se le condena sin misericordia, o peor aún, no se le juzga nunca y se pudre en la cárcel. Contra este estado de cosas luchaba el Director de LA PIENSA; también contra este estado de cosas predicaba montado en su chancha el líder máximo del pescuezo largo Hernando A. Cuero, en la época cuando nuestros personajes llegaron a Viejolandia en busca de El Pájaro del Dulce Encanto.
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El yip con los soldados siguió su recorrido. En uno de los barrios de Mana, comprendido en la circunscripción que cuidaba el Comandante de aquellos hombres, empezaron a visitar los billares y las cantinas. En una de estos, disfrazado con un rótulo que decía: CLUB DE MARIMBEROS SIN MARIMBA entraron el sargento y sus hombres.
---- Venimos por...
El dueño del negocio no parpadeó siquiera. Se dirigió a la gaveta del mostrador y entregó al sargento unos billetes. ----- Como ve, son solamente tres billares los que tengo ahora. Vendí el otro porque no estaba produciendo. Son sólo treinta “varas” por semana de ahora en adelante. Me le dice al Comandante... ----- Yo sé lo que tengo que decirle al Comandante. ¿No tenés “patrulleras” a tu cargo? ----- No. Ud. sabe, sargento, que no me gusta ese negocio. Sólo los billares. No alquilo cuarto a ninguna puta como Ud. puede comprobar. El sargento salió. Se acomodó en el yip. Un soldado novato, de los llamados “pelones” le preguntó: ----- ¿Y por qué se le cobra aun club privado? ¿Acaso no está autorizado por la ley?
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----- No jodas baboso. Este no es club ni nada. Es un pinche billar que se disfraza de club para poder abrir sus puertas en horas de trabajo. ---- ¿Cómo lo hacen?-- preguntó el mismo guardita pelón. ----- Eligen una directiva, agregan una lista de supuestos socios accionistas, la inscriben en escritura donde un leguleyo, y ¡listo! Cada billar de estos supuestos clubes paga diez viejanos a la semana. Y si tienen “patrulleras” que atienden clientes en los cuartos del club, pues se les cobra veinte viejanos por cada uno, como si fuera una cantina de putas. huye.
Casuchas de tablas. Luz incierta. Perro que
El sargento y sus soldados bajan.
Hay una cantina con mesas rústicas y un mostrador sucio en el fondo. Una puerta mugrosa con una bujía roja en la parte superior esconde algo que el sargento y los soldados conocen bien. Entran en ella y caen en un salón de juego: ruletas, dados, “toros rabón”, “chalupas”, en un galerón enorme que daba al fondo del patio y que no era visible de la calle. Los “coimes”, activos, limpian a los jugadores del dinero que lleven. El sargento dirigió una mirada alrededor. Se encontró con el flaco y rojo rostro del dueño del negocio.
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----- ¡Buenas noches!
----- ¡Buenas! --gruñó éste.
Los soldados esperaron negligentemente apoyado en el piso.
con
el
rifle
---- En este sobre encontrará Ud. el “bagin” de esta semana para el Comandante.
El sargento gruñó nuevamente. Dijo:
---- No es ningún “bagin”. Es un derecho que pagas por el permiso de tener jugaderas en tu cantina.
----- ¡Si, claro, yo no quería decir otra cosa!
----- Ya sabes que no es a la fuerza que tenés que “vomitar” estos “bulacos”. Cuando no querrás pagar, no pagas, solamente que se te cancela el permiso y te cerramos esta “fritanga”. ¿Juega?
---- Por supuesto, sargento, claro que ¡juego!
Los soldados rieron por debajo y siguieron a su sargento. Cada uno de ellos deseaba llegar a ser algún día Comandante de una zona de Mana para sacarle esos beneficios jugosos... o siquiera el sargento favorito del Comandante, como aquel que los jefeaba aquella noche, porque de seguro hasta su cuartería de alquiler podrían construir. Las once de la noche. Ha terminado el recorrido. El maletín está pletórico de billetes para el Comandante. Los soldados se aburren en el yip cuando oyen estas palabras que los alegran:
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---- Bueno, muchachos, terminamos el trabajo para el Comandante. Ahora viene el nuestro. A recoger nuestros propios “chambulines”. Vos--al chofer-- Vira para el cine. Vamos a hacer nuestra propia colecta.
Los guardias rieron alborozados.
Siguieron por la calle principal del barrio. El cine acaba de cerrar. Parejas de enamorados rezagados se escabullían en la penumbra. Sombras nebulosas escapan a la luz incierta de la calle. Los focos del yip los encandilaron y los guardias los amenazaron con sus rifles. Los obligaron a montarse en el vehículo, apretados como sardinas en su lata. nada!
----- ¿Por qué nos llevan? ¡Si no hemos hecho
Un culatazo en el abdomen. Silencio. Llanto nervioso de una mujer. Maldecir de un hombre. ---- ¿Pueden callarse, maricones? Están haciendo actos inmorales y todavía reclaman. ---- No es cierto. Íbamos entrando a nuestra casa... ----- Así es que ¿me estás diciendo mentiroso? ¡Un guardia viejano no miente, hijueputa! ---- Yo ando solo. ¿Con quién estaría haciendo actos inmorales? ---- ¡Con las manos! ¿Creés que no te vimos, grandísimo chancho? ¡Sinvergüenza!
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----- Yo vengo del restaurante donde trabajo como mesera... ---- ¡No me la hagas, mamita...! ¡Vos sos “ruletera”!
----- ¡Tu madre es la que es puta, no yo!
Culatazo en el pecho. Sollozo con grito histérico previo. ---- ¡Ladrones! ¡Uds. son más ladrones que los “rosquilleros”! ----- Bueno, me han convencido. Todos se pueden ir si me entregan veinte “viejanos’ cada uno. ¡Y cuidadito con irse a quejar porque los busco y los acabo a palos! Terminó la discusión entre los personajes de esta novela. El Dundo y sus amigos llegaron a la conclusión que seguirían la trama trazada por el autor de este libro, siempre y cuando no se les presentara una oportunidad para conseguir a El Pájaro del Dulce Encanto por una vía más rápida. Continuaron con el interrogatorio del garrobo que pacientemente había esperado mientras su mujer e hijos temblaban dentro de la cueva ante la presencia de los humanos. Los garrobitos murmuraban entre sollozos sus oraciones pidiendo al dios quiché que los librase de tan indeseados personajes. Se imaginaban en una cazuela, revueltos con pinol y manteca de cerdo, listos
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para servir de almuerzo a un grupo de hambrientos humanos. Preguntó una vez más El Dundo dónde podrían encontrar al Caballo Pinto y cuál era el secreto para montarlo sin que los botase. El garrobo meditó unos segundos y luego con voz segura pero pausada contestó que el animal buscado lo podrían encontrar en la llamada Comarca de Cuajachillo, cerca del bosque de flores de Palanca; les dijo que tuvieran cuidado con esas flores y que más adelante, cuando estuvieran llegando a dicho bosque, encontrarían una chachalaca que les diría el secreto de cómo harían para vencer al Caballo Pinto. Contentos, los aventureros preguntaron para finalizar, cuál camino tomarían para llegar a Cuajachillo y el garrobo mansamente les contestó que tenían que cruzar todo Mana, ya que aquel caserío se encontraba al oeste de la ciudad Capital de Viejolandia, al oeste del cerro Motastepe. Antes de despedirse los viajeros preguntaron cómo harían para obligar a la chachalaca a entregarles el secreto sobre el punto antes hablado y el garrobo en el colmo de la cortesía les contestó que para eso tendrían que rezar delante del ave, y antes que volara porque era muy arisca, la oración del Gato Negro que les entregó finalmente mediante la promesa de marcharse sin hacerles daño ni a él ni a su mujer y a sus pequeños. El Dundo recibió la oración mágica y mientras se alejaban leyó cuidadosamente en voz alta:
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SUERTE DEL GATO NEGRO Procurá tener un gato negro y todos los martes a las doce de la noche le frotarás el lomo con un poco de sal, diciendo lo Siguiente: ¡Oh, planeta poderoso! Tú que ésta dominás con tu influencia, la luna, yo te conjuro por la virtud de esta sal y de este Gato Negro, en nombre del Dios Creador para que me concedas toda clase de bienes tanto de salud como de tranquilidad, riquezas y me venzas a la chachalaca malvada para que me dé el secreto para capturar y montar sin que me bote el Caballo Pinto, famoso por sus tretas satánicas.
Siguieron caminando hacia Mana.
Nueva discusión provocada por Ambición esta vez. Si con la oración del Gato Negro se podía conseguir “toda clase de bienes, tanto de salud como de tranquilidad, riquezas” y todo lo demás, decía ¿Por qué no rezarla todos los martes sobándole con sal el lomo a un Gato Negro y le pedían que les entregara a El Pájaro del Dulce Encanto y terminaban la peregrinación de una vez? Fue El Tirador Infalible el que encontró la falla del razonamiento. No pudo explicarla inmediatamente porque Ilusión había tomado la palabra eufóricamente ilusionada y felicitaba a grandes gritos a Ambición por tan fenomenal idea que por un milagro divino se le había ocurrido, ya que nunca antes había demostrado ser muy inteligente, sino simplemente audaz. El chocoyo voló alto lleno de indignación y cuando bajó dio un picotazo a la cotorra ofensiva en venganza por tamaña ofensa contra una inteligencia
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nunca discutida antes. Las dos aves se trenzaron en una pelea brutal y las plumas verdes salieron disparadas a los lados mientras los totolates, asustados y naturales en ellas, huían despavoridos de aquellos belicosos cuerpos buscando refugio en la distancia El Dundo puso fin a la disputa. Colocó a las aves en sendos hombros. A pesar de eso, se aventaron unos cuantos picotazos más, pero ya no se pudieron alcanzar. Complacido, El Tirador Infalible dijo que todo aquel alboroto no tenía razón de ser, ya que la oración del Gato Negro servía para conseguir todo, menos inteligencia, como lo podían comprobar si leían cuidadosamente aquel documento mágico infernal. El Dundo leyó nuevamente palabra por palabra, con marcada lentitud, la oración del Gato Negro y terminó por darle la razón a El Tirador Infalible. La oración infernal servía para todo, menos para dar inteligencia. Siguieron rumbo a Mana, la Capital, que ronroneaba a la orilla del lago Xolotlán oliendo las pestilencias de las aguas negras que desembocaban en él.
CAPITULO Q Mana, la Capital de Viejolandia, se encuentra acurrucada a la orilla del lago y al pie de una montaña. La ciudad proyectaba extenderse hacia el sur, hacia las colinas y serranías, en busca de mejor clima.
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La montaña está cultivada de cafetos, propiedad de El Viejo del Monte. El lago está poblado de peces cubiertos, por mutación de años, de una fina película de heces, en vez de escamas, por los que los zoólogos los han clasificado en una especie aparte con el nombre científico de Piscis Coprófagus; en verdad que el nombre se lo tienen bien ganado pues a través de innumerables generaciones, aquellos pobres peces del lago de Mana se han alimentado exclusivamente de excrementos humanos, procedentes de las cañerías de aguas negras de la ciudad que desembocan en las aguas del lago. En un principio, los peces hicieron todo lo posible por no comer aquella porquería, pero cuando el excremento humano fue invadiendo más y más las aguas del otrora cristalino lago, el alimento para los ictios fue desapareciendo y tuvieron que comer, con repugnancia al principio y tapándose la nariz después, heces y más heces de las que en cantidades no medibles bajaban por las tuberías de aguas negras hasta el lago. Cada vez que había una epidemia de diarrea en Mana, el nivel del lago subía proporcionalmente. Y los Manas eran muy dispuestos a las diarreas por alguna predisposición genética, de modo que el nivel excrementicio del lago aumentaba indefectiblemente desde años atrás, sin que nadie se interesara por remediar la situación, ya que El Viejo del Monte había dicho una vez en una de sus raras apariciones en público que el ideal suyo era gobernar un país sin humanos, pues estaba convencido que los llamados animales inferiores eran más gobernables que los hombres, y también más inteligentes; nunca había tenido una sublevación de venados o de cusucos o de
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guardatinajas; en cambio, algunas veces los estudiantes y los obreros se habían sublevado contra su gobierno benévolo. Cuando El Dundo y sus amigos llegaron a Mana la encontraron agitada. Yipones del ejército recorrían las calles con una o dos ametralladoras en ellos. Los soldados con sus rifles listos a disparar, se apiñaban en la parte posterior de los vehículos, atentos a cualquier movimiento sospechoso de cualquier ciudadano. Nadie caminaba por las calles.
Silencio.
Temblor.
Miedo.
El Dundo se internó con sus amigos por una de las calles de la ciudad con la única intención de atravesarla para buscar la Comarca de Cuajachillo donde encontrarían a la chachalaca que les diría el paradero del Caballo Pinto y el secreto para montarlo sin que derribase al jinete. Cuando el vehículo militar se detuvo a su lado y un guardia con voz de plomo le gritó que hacia dónde se dirigía y porqué andaba en las calles, nuestro protagonista no le ocultó la dirección que llevaban y el objetivo. Pero el soldado nunca había oído hablar de ningún Caballo Pinto y no sabía que las chachalacas pudieran hablar y mucho menos comunicar secretos de esa naturaleza. Consultó el caso con su Cabo, éste con
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su Sargento y éste con su Teniente, y éste por medio de su aparatito de radio con el Cuartel Central y todos llegaron al acuerdo que era mejor encerrar entre rejas a aquel extraño fulano que decía andar en semejante aventura. El muchacho fue a dar con sus huesos en una celda donde se hacinaban más de cincuenta y cinco presos. Los reos se apretujaban como palillos en caja de fósforo y algunos se encajaban encima de los hombros de los compañeros; otros se colgaban de las soleras de la celda y algunos se adherían a los barrotes. El Dundo quedó subido encima de un reo pelón y panzón, que a su vez reposaba encima de un esquelético prisionero, el que había muerto aplastado hacía muchas horas. Por alguna misteriosa razón El Tirador Infalible no había sido visto por los guardias viejanos y por eso fue dejado en libertad por la patrulla que capturó a nuestro personaje. Todas las celdas de aquel presidio se encontraban repletas, como aquella que ocupaba El Dundo. En muchas, los aplastados por sus mismos compañeros de celda eran tantos, que formaban una especie de alfombra sanguinolenta y fétida. No por la putridez de la carne solamente, sino porque habían sido despanzurrados y los líquidos intestinales apestaban el ambiente. El Dundo no comprendía porqué lo habían capturado a él y menos porqué aquella multitud de hombres, mujeres, niños, ancianos y enfermos habían sido encarcelados.
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Orden de El Viejo del Monte.
Algo estaba pasando allá afuera.
Los reos cantaban lastimeramente canciones religiosas en un afán de conmover a las esferas celestiales. Otros sollozaban implorando clemencia a sus carceleros. Pero El Viejo del Monte había tenido cuidado de enviar a los presidios solamente soldados sordos, completamente sordos. De modo que cuando los centinelas veían abrir la boca a un reo pidiendo clemencia, como no lo oían, creían que estaba cantando algún poema en honor a El Viejo del Monte y lo aplaudían hasta hacerse llagas las manos. Los reos defecaban y miccionaban unos encima de los otros. De modo que todos estaban llenos de inmundicias de pies a cabeza.
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PRESOS EL RECTOR, PROFESORES Y GRAN CANTIDAD DE ESTUDIANTES El ejército invadió con tanques y soldados la Universidad Nacional de Viejolandia y el Rector de la misma y decenas de estudiantes y profesores fueron capturados con otras autoridades universitarias. La intervención del Ejército en la Universidad ocurrió minutos después que la Asamblea Legislativa, controlada por el Partido del Gobierno, emitió un Decreto mediante el cual se acordó la destitución de las autoridades universitarias por no ser leales a El Viejo del Monte. Dicho Decreto fue precedido de un fallo emitido por la Corte Suprema de Justicia a favor del Colegio de Profesionales que había introducido un recurso en el que alegaba la “inconstitucionalidad”
de las autoridades universitarias por “ciertas irregularidades ocurridas en su elección.” El tal Colegio, por supuesto, es adicto a El Viejo del Monte, como todos sabemos. La elección de autoridades universitarias se realizó el año pasado. El Decreto de la Asamblea Legislativa fue dado a conocer casi a las dos de la tarde y minutos después, tanques del ejército y camiones repletos de soldados penetraron en la Universidad, tomaron presos a los funcionarios universitarios y encarcelaron a decenas de estudiantes. Todos los capturados fueron montados en camiones y llevados al Cuartel de El Chapote, situado frente a la Casa Presidencial.La toma de la Universidad
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por fuerzas del ejército provocó el mismo día una fuerte reacción de parte de los círculos intelectuales y empujó a varios estudiantes a tomar actitudes rebeldes. Ocho jóvenes universitarios se tomaron una radiodifusora local e intentaron sin éxito transmitir una candente proclama en protesta contra lo que ellos definen como el “más flagrante atentado contra las autoridades universitarias”. La operación tipo comando ejecutada por los ocho estudiantes, aunque fue realizada con éxito en la toma de la emisora, no dio los resultados que esperaban, pues hubo fallas técnicas en los aparatos de transmisión y les fue imposible transmitir su mensaje. El Centro de Información de Casa Presidencial informó más tarde que los jóvenes fueron capturados. Hasta ayer al
medio día no había informes sobre si hubo heridos en la intervención del Ejército en la Universidad, pero se dijo que los soldados rompieron algunas puertas y ventanas del recinto y dispararon al aire para atemorizar a sus ocupantes. Algunos estudiantes hicieron barricadas en sus aulas para detener el paso de los soldados, pero éstos echaron al suelo las puertas y los sacaron uno por uno. Los montaron en los camiones y se los llevaron.
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ROCE CON EL GOBIERNO El Gobierno de El Viejo del Monte un día después que había intervenido la Universidad con tropas y tanques del ejército ocupó varias centrales sindicales de tendencia izquierdista. Varios líderes sindicales y obreros fueron detenidos lo cual subió considerablemente el número de presos en este país en las últimas 48 horas. Hasta ayer al medio día no había tenido efecto un recurso de exhibición personal interpuesto por familiares del exrector de la Universidad Nacional y los parientes
de por lo menos sesenta estudiantes y autoridades universitarias presas. Se supo aquí que todos los reos guardan prisión en las cárceles de la Central de Policía. El Gobierno de El Viejo del Monte mientras tanto da como explicación que se trata de una conspiración comunista. Soldados del ejército se posesionaron de la Central, pero no hubo mayores incidentes, ni heridos ni golpeados.
CEDULACION NO OPERA Y YA GASTARON 600 MIL ¿Cómo es posible que la Oficina de Cedulación no ha comenzado a funcionar y en cambio el Tribunal Supremo Electoral ha
gastado ya en ella durante el primer semestre de este año, la considerable suma de seiscientos veintiséis mil viejanos?
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La anterior interrogante se formulaba ayer en círculos políticos, al comprobarse que aún cuando ni siquiera se ha nombrado al Director de Cedulación ni se ha organizado su personal, el gobierno viejista ha erogado semejante cantidad. El asunto cobra mayor gravedad cuando fuentes oficialistas han informado que en la próxima sesión la Asamblea Constituyente conocerá de un proyecto que reforma totalmente la Ley de Cedulación que ella misma aprobó hace unos seis meses. A nuestras manos han llegado dos documentos firmados por el Presidente del Tribunal Supremo Electoral, Dr. Valle Loco y por el oficial presupuestario de ese organismo, que comprueban de manera indubitable la veracidad de estos gastos. Únicamente en dietas, conforme a esos documentos, el Tribunal
Supremo Electoral ha gastado para efecto de la Cedulación la suma de cuarenta y cinco mil viejanos. EL DESGLOSE A continuación desglosamos las erogaciones causadas de enero a junio en el subprograma del presupuesto 01-03, Cedulación Nacional con base en estos documentos oficiales. Sueldos para cargos fijos: 201.000; sueldos de cargos o servicios 88.800.oo; Dietas, 45.000; Gastos de Representación, 3000; Asignación Colectiva, 90.000; Servicios Básicos, 6.000; Viáticos y gastos conexos, 22.800; arrendamientos 12.000 Asignación colectiva en el rubro de materiales y suministros -la anterior corresponde a servicios no personales-21.000; Combustibles y Lubricantes, 5.250;
El Pájaro del Dulce Encanto Comunicación y radiodifusión, 10.000. Y transporte de Tracción y elevación 80.985. El Tribunal Supremo Electoral no ha informado en los
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más mínimo respecto al funcionamiento de una oficina cuya ley creadora incluso va a ser totalmente derogada por el mismo gobierno.
VIEJOLANDES TORTURADO LE COSEN LA BOCA Un hecho de insusitado salvajismo y crueldad cometido con absoluto desprecio a las leyes y de la dignidad del hombre --y el cual debe ser investigado por la autoridad militar-- nos denuncian desde Mina Bona. Un hombre que dio muerte en duelo a machetazos a un auxiliar de la guardia --es decir, ni siquiera era un militar en servicio-- fue espantosamente torturado, hasta el punto de cortarle la lengua y luego cosérsela con alambre. Aún quedó con vida y fue muerto el día siguiente por alguien
que no se ha podido identificar. Ignacio Zeledón auxiliar de la guardia viejana y Manuel Torres, ambos en estado de completa embriaguez, se batieron a duelo, el primero haciendo uso de su yatagán y el segundo de su machete, con la natural consecuencia que pereciera quien portaba un arma de menor alcance, es decir, el auxiliar de la guardia viejana. Esto ocurrió el lunes 6 a medio día. Poco después civiles de la población entregaron a Torres a las autoridades militares, y varios amigos del muerto, según se
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nos dijo, procedieron a encadenar a Torres y a colgarlo de los pies para someterlo a toda clase de vejaciones inenarrables. Informan los vecinos quejosos que tres personas cortaron la lengua al infortunado Torres para que no siguiera gritando; que otro le hizo brotar los ojos de un culatazo y que le ponían un trapo remojado de ácido acético en la boca, y también que le cosieron la boca con alambre.
Al día siguiente cuando se verificaban los funerales del auxiliar Zeledón llegó al cementerio alguien a decir que la “bestia’ se había muerto. Estas eran las noticias de LA PIENSA que estaba leyendo El Tirador Infalible en su escondite. Movía la cabeza lentamente, como apesadumbrado por los acontecimientos.
En tanto que El Tirador Infalible leía tranquilamente los reportajes de la situación política de Viejolandia hacía LA PIENSA, el director de este diario se hacinaba en una celda con otros tantos prisioneros. Hernando A. Cuero, el líder de la chancha, había logrado eludir la persecución de los mastines de El Viejo del Monte escondiéndose disfrazado de cura en la Iglesia de Nuestra Señora de Honduras en donde no podía ser capturado ya que gozaba el dicho templo de propiedades de asilo. Como se deduce de las noticias leídas, El Viejo del Monte había invadido la Universidad, capturando a los dirigentes, encarcelando a todos los líderes políticos, estudiantiles, no estudiantiles, obreros y a
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todo aquel que pudiera significar un peligro para él, acusándolos de comunistas. En Viejolandia ser comunista era poco menos que estar condenado a muerte. En realidad, los verdaderos comunistas andaban libres, participaban del gobierno sin que nadie los molestara porque eran tan hábiles que engañaban al dictador. Este acusaba de comunista a todo aquel ciudadano que hacía militancia política en su contra. Sabía que si les ponía ese membrete podía encarcelarlos, torturarlos, asesinarlos, sin que el Presidente de Frutilandia, el real gobernante de Viejolandia, se disgustara con él. Hasta los que se decían opositores democráticos guardaban prudente silencio cuando era reportado como “muerto en combate” algún opositor “comunista”, por temor a ser incorporados a la lista de ciudadanos fuera de ley. Frutilandia era una asociación de estados que se habían constituido en una sola nación con el fin político-económico de explotar a todos sus vecinos. En Frutilandia gobernaban los militares y los ricos. Entre sí hacían negocios fabulosos a costa de sus vecinos, explotándolos de diferentes maneras. Su pueblo gozaba de relativa buena situación económica. Pero a cambio de ese bienestar, exigían a los hijos del pueblo que fueran en expediciones guerreras patrióticas a “luchar por la libertad y la democracia” a países extraños. Por millones morían los hijos de los frutilandeses pobres en los campos de batalla extranjeros sin saber porqué se mataban con los ciudadanos de otros países que defendían su propia patria de la invasión frutilandesa.
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Los militares de Frutilandia y los Industriales habían inventado una máquina especial para borrar ideas del cerebro humano. A todo muchacho que enganchaban en el ejército lo sometían a la acción de la máquina borradora de ideas para dejarle el cerebro en blanco. Luego lo sometían a la acción de una especie de imprenta que grababa en el cerebro todo lo que los militares e industriales querían. De este modo les grababan el deseo de matar, la idea de que estaban defendiendo la “seguridad” de su nación aunque talvez estuvieran peleando con alguien que vivía a millones de kilómetros de distancia; de los demás habitantes del mundo eran subhumanos que no merecían vivir sino bajo la protección de los sabios gobernantes de Frutilandia. Los negocios que los frutilandeses explotaban a costa de la sangre de sus ciudadanos y la de los otros países “amigos”, eran fabulosos. Prácticamente tenían intervenidas económicamente a todas las repúblicas vecinas y no existía negocio en el que no participara algún emprendedor ciudadano de ojos azules. Las compañías de Frutilandia no pagaban impuestos y extraían el máximo de utilidad posible, dejando al país “favorecido” solamente los enfermos. Siempre se las arreglaban para tener un señor como El Viejo del Monte al que mantenían en el poder a cambio de las concesiones que éste daba a los intereses de Frutilandia. Los dictadores también sacaban su tajada jugosa y los pueblos “protegidos” se debatían en la miseria más espantosa y en una desnutrición ejemplar. Esto dio lugar a que los frutilandeses idearan otra forma de controlar la natalidad de tanto esquelético ser que habitaba en esos países vecinos. Decidieron
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que había mucha población en el mundo y que era necesario impedir que siguieran naciendo más seres de esos subdesarrollados. Por tanto, emprendieron una campaña en todo el Continente y que luego hicieron mundial, para “planificar la familia” en todos esos países amigos. Con eso querían decir que esa gente debía someterse a métodos de esterilización ideados por los sabios frutilandeses, para que no continuaran reproduciéndose. Alegaron para justificar este “plan”, falta de alimentos en el mundo y exceso de población. Para dar ejemplo y probar que eran sinceros, los frutilandeses empezaron por esterilizar a los negros y a los indios de su territorio, pero no explicaron que lo hacían por las mismas verdaderas razones por las que deseaban hacerlo en los ciudadanos de las otras repúblicas: la de acabar con todo ser sub-humano, verdaderas rémoras para el avance de la humanidad que tenía que ser dirigida y encauzada por los frutilandeses. Pues bien, todo aquel que quería ser amigo de Frutilandia estaba obligado a odiar, torturar y asesinar a los comunistas, que eran los enemigos naturales de los frutilandeses. Por eso todos los dictadores como El Viejo del Monte eran ciento por mil anticomunistas y cuando querían aplastar una sublevación, encarcelar a algún enemigo personal o político, o simplemente asesinarlo, lo motejaban de comunista y borrón y cuenta nueva. Hacía años, cuando gobernaba el abuelo de El Viejo del Monte, se acusaba de nazifacistta a todo enemigo del gobierno. Entonces ser comunista no fue un crimen. Sucedía que unos ciudadanos del
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mundo llamados nazifacistas estaban luchando contra Frutilandia en una guerra mundial y los comunistas eran aliados de los frutilandeses en esa contienda. Claro, en esos años pasados, los comunistas eran buenas personas y los nazi eran los niños malos de la película. En la época de El Viejo del Monte Abuelo, se encarceló, se torturó y se asesinó a los opositores al régimen, pero aquella vez, acusándolos de nazifacistas y siempre, por supuesto, en nombre de la DEMOCRACIA. Solo los ríos no regresan sus aguas a su origen. En el futuro serán enemigos aquellos que señalen con su dedo todopoderoso, omnisciente y omnipotente, los amigos de ojos azules --pensaba El Tirador Infalible.
CAPITULO R El sujeto encima de cuya cabeza había quedado enganchado El Dundo y que a su vez había aplastado con su peso al otro reo político que yacía bajo él, empezó a relatarle lo que estaba pasando en Viejolandia. Un grupo de militares jóvenes se había sublevado contra El Viejo del Monte, ayudados por algunos cadetes; protestaban porque estaba amenazada la Autonomía Universitaria; porque el Congreso electo sesionaba permanentemente como Asamblea Constituyente para poder modificar diariamente
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la Constitución Política de Viejolandia según los caprichos y necesidades del dictador; porque el tirano había intervenido en la elección de Autoridades Universitarias; porque el grado de corrupción había llegado a tal extremo que las niñas se herraban y se vendían libremente como ganado, tal como aparecen en los recortes que publicamos en capítulos anteriores. La rebelión fue efímera, pues uno de los mismos conjurados se apresuró a denunciarla a El Viejo del Monte y éste procedió a aplastarla ahogándola en sangre; todos los militares sublevados fueron cruelmente torturados y luego asesinados en unos cafetales; sus restos incinerados y distribuidos por los caminos y encrucijadas del país. El terror inundó una vez más las tierras de Viejolandia. No había terminado de ponerlo al día el sujeto aplastador de reos cuando El Dundo fue “jalado” de los pelos por un gigantesco gorila uniformado que comía tranquilamente un banano descomunal, mientras sin esfuerzo lo arrastraba por el piso. Lo llevaron a un cuarto donde otros gorilas amaestrados y uniformados lo esperaban. Le pusieron una capucha de lona negra que le cubrió toda la cabeza hasta los hombros y se hundió en una completa oscuridad. Un muñeco metálico empezó a preguntarle mecánicamente quién era; qué hacía en Viejolandia; qué opinaba de la política del país; qué opinaba de El Viejo del Monte; qué opinaba de Lenín, de Marx y de Jesucristo.
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El Dundo contestó simplemente que él era un muchacho que andaba en busca de El Pájaro del Dulce Encanto porque quería ser inteligente, rico y sabio, y al oír aquello el muñeco de metal se asustó tanto que chisporroteó y por poco funde sus fusibles. Las luces se le encendieron disparatadamente como si estuviera enlo queciendo y gritó a El Dundo que mentía miserablemente ya que nadie podía intentar semejantes locuras en este mundo. Para ser rico bastaba con ser incondicional de El Viejo del Monte, y los inteligentes y sabios no eran necesarios en Viejolandia. De seguro que estaba escondiendo algo; era mejor que confesara porque ellos tenían métodos amables para hacerlo declarar espontáneamente. El Dundo gritó que Lenin era el nombre de un muchacho de su barrio que se dedicaba a cazar mariposas y que de apellido Marx solamente conocía a los tres hermanos que trabajaban como cómicos en el circo de Firuliche, por lo que otra vez el muñeco de metal estuvo a punto de fundir sus fusibles de pura indignación. Ripostó que si lo confundía con algún majadero. Y nuevamente le hizo ver que era mejor decir la verdad, porque si nó pasaría a manos de un gorila especializado en hacer hablar a muchachos idiotas como él que se las “picaban” de valientes y “vivarachos”. El Dundo dijo que él no tenía porqué mentir y que estaba diciendo la verdad; el colmo fue cuando dijo que Jesucristo había sido un profeta, muerto por sus compatriotas cuando trataba de librarlos de sus opresores, porque entonces la máquina no se aguantó más y empezó a gritarle el curriculum tenebroso del gorila en cuyas garras caería pronto.
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Según le gritó la máquina el gorila se había perfeccionado en esas lides de hacer declarar rebeldes. Había empezado su entrenamiento desde muy tierna edad, torturando a niños de seis meses a un año; posteriormente se le había enseñado a castrar ancianos sin anestesia; después para aprobar su curso de torturador de carrera había asesinado a otro gorila en una Semana Santa, después de quebrarle todos los huesos uno a uno con su metralleta; lo había descuartizado en presencia de un médico, compadre suyo; lo había mandado a echar al fondo del cráter de un volcán y luego había terminado por asesinar a su compadre en una carretera, porque había denunciado ingenuamente el crimen a El Viejo del Monte, sin percatarse que era un simple examen de grado el que se estaba verificando. El Dundo sintió que un esquimal se le paseaba por la columna vertebral. Después el esquimal se transformó en un diablo envuelto en llamas y por último sintió unas ganas intensas de defecar lo que hizo de una vez, acompañado de grandes ruidos de escape de gases, obligado por el miedo; esto indignó más aún a la máquina de metal la que agitó sus helados brazos y golpeó en la cabeza a nuestro héroe que cayó sentado en su propia inmundicia. Entonces gritó nuestro amigo que él era amigo de El Viejo del Monte y que por favor lo llevaran donde él para que confirmara el aserto, lo que le valió una docena de carcajadas del gorila que lo había arrastrado hasta ahí y que estaba ocupado en devorar un banano enésimo de esa noche.
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¡Oh invencible, mágica y encantadora Piedra Imán, que primero fuiste hallada en el Río Jordán en el mismo lugar donde Jesucristo fue bautizado por San Juan , por las grandes virtudes que el Supremo Dios del Universo te ha concedido y las que vos tenés de natural, yo te pido que así como encantaste al Príncipe de las Tinieblas Luzbel, Hortanán y al valiente Almires, con tu solo mágico poder, así me encantes a los GUARDIAS, GORILAS Y MAQUINAS METALICAS de El Viejo del Monte, desde la cabeza hasta los píes para que me permitan llegar hasta donde está el prisionero El Dundo. Piedra Imán que brillas como el diamante, hacé que mis venas se expandan al instante y te suplico que me hagás invisible ante GUARDIAS, GORILAS Y MAQUINAS METALICAS; que cobardes caigan a mis plantas y no me ataquen, que cuchillos, metralletas y armas tengan y no me ataquen, ojos tengan y no me vean, pies tengan y no me alcancen. OFRECIMIENTO Mi ofrenda es darte para mi tesoro, trigo para mi abrigo, maíz para ser felíz, cobre para que todo me sobre y así cuanto yo te ofrezco de todo corazón para que me favorezcas en mi empresa de liberar a El Dundo de su prisión. El Tirador Infalible, Ilusión y Ambición rezaron esta oración por nueve días con sus noches ante un altar que tenía una piedra imán cubierta de muchas agujas que prácticamente no dejaban espacio visible de su superficie.
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Al noveno día Ilusión se sorprendió de verse y no verse en el espejo. Gritó el fenómeno a sus amigos y en efecto todos se quedaron pasmados al comprobar que la imagen respectiva no aparecía en el espejo que estaba enfrente. Dedujeron que ya eran invisibles y que la Piedra Imán ya les había respondido y sin más vacilaciones caminaron rumbo a la cárcel donde El Dundo pasaba las dificultades narradas en párrafos anteriores. Ambición tuvo sus dudas cuando estuvieron frente al centinela que cuidaba la entrada; era un gorila de pequeña estatura que portaba una metralleta en el hombro derecho y un racimo de bananos en el izquierdo. La duda desapareció cuando El Tirador Infalible entró sin vacilar con las dos aves en sendos hombros sin que el simio se percatase de nada. Igual sucedió con los que estaban sentados en el corredor, conversando y comiendo bananos o saltando para desentumir los músculos.
Nadie los notaba.
Nadie los veía.
Nadie los sentía.
Entraron al pabellón principal y recorrieron las celdas repletas de prisioneros. No vieron al buscado. Siguieron a un gorila de cara patibularia que se dirigía hacia un tenebroso pabellón que estaba al sur del penal. Naturalmente, el simio no sospechó que eran seguidos por un humano y dos verdes aves que pretendían liberar a un prisionero.
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Cuando llegaron a la zona de las torturas los tres amigos se encontraron con que El Dundo descansaba en una jaula en donde una bella pantera de negra piel lustrosa y fina, de pelo brillante, se desperezaba; solamente una débil reja separaba al hombre de la bestia. El animal empezó a pasar su gruesa garra por entre los barrotes de la verja y sacando sus uñas amarillas y fuertes, acarició la morena piel de El Dundo, dejando una estría sanguinolenta dibujada en ella; la fiera rugió complacida o talvez frustrada porque su víctima no se acercaba a ella lo suficiente para jugar mortalmente. El Dundo temblaba de pies a cabeza. Una medrosa diarrea hacía que el piso de la jaula estuviera embadurnado de heces humanas; al otro lado, el excremento y la orina felina aumentaban el hedor. Ambición voló por entre los barrotes y picoteó a la fiera en los ojos lo que hizo que ésta se acurrucara como un gato gigantesco atacado por una avispa; no vio quién la atacaba por lo que obedeció a su instinto de huir y lo hizo escapando por la puerta que estaba mal cerrada; a su paso mató de un manotazo a dos prisioneros que estaban amarrados a un árbol de aguacate, en el patio de aquel Pabellón de Tortura. Otros hombres estaban en otras jaulas con leones y en una piscina vecina flotaba el cadáver de un prisionero que había sido tirado a ella con las manos y los pies atados, cuando aún estaba vivo. El Dundo se extrañó de la actitud de la pantera, pero su diarrea no mejoró con la ausencia del animal. Creyó oír que alguien lo llamaba, pero no vio a nadie.
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La puerta de la jaula de la sección donde él estaba, se abrió. Una voz le dijo que los siguiera pero como no vio a nadie vaciló en responder pero al fin dijo que no sabía a quien seguir. Entonces los tres amigos se dieron cuenta que El Dundo tenía razón y rezaron la Oración de la Piedra Imán, esta vez para que hiciera efecto en el muchacho. Inmediatamente éste quedó invisible y logró ver a sus amigos por lo que se alegró y entre llantos y moquidos les pidió que lo sacaran de ese lúgubre lugar. Recorrieron el camino en sentido contrario sin que nadie los viese ni los estorbase. Salieron a las calles, pavimentadas con hojas de chagüite según la costumbre del lugar lo que les daba un color verde especial y huyeron...huyeron... huyeron.
Un radio cantaba en voz alta. “Se te olvida que aún puedo hacerte daño si me decido pues tu amor lo tengo muy comprometido...”
Nadie le prestaba atención. Los malos versos siguieron en la mala voz del cantante.
Reunión al centro.
El Tirador Infalible decía que necesitaba saber cuál era la conducta a seguir después de aquella lamentable equivocación que habían tenido los gorilas, máquinas metálicas, soldados y demás servidores de El Viejo del Monte. Francamente, él creía que no era
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el momento de andar buscando caballos pintos para montarlos, ni chachalacas para averiguar el paradero de aquellos, ni militares honrados, ni políticos no comprables, ni médicos que no hablaran mal de sus colegas, ni tantas otras tareas que El Viejo del Monte les había encomendado que realizaran para entregarles el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto. Por otra parte, El Tirador Infalible estaba convencido que el viejo del sombrero de bejucos y ropa de hojas verde olivo, no cumpliría su palabra, pues ya era proverbial que nunca lo había hecho antes ni él ni ninguno de sus antepasados, en todos lo siglos que tenían de gobernar aquel país. Ilusión habló entonces y dijo que no estaba de acuerdo con las apreciaciones del veterano tirador. Que era muy probable que El Viejo del Monte cuando conociera aquel desaguisado cometido con El Dundo, castigaría severamente a los ejecutores de tan lamentable confusión y que también creía que el dicho gobernante cumpliría su palabra, pues se le veía cara de hombre serio. Dijo que confiaba en el buen criterio de El Dundo para continuar en la búsqueda de la chachalaca sabia y para que realizara todas las tareas pedidas por El Viejo del Monte ya que al final tendrían la recompensa tan ansiada. Ambición dejó ver, como siempre, sus cualidades anímicas al decir que ella en parte estaba de acuerdo con El Tirador Infalible y en parte con Ilusión. Con El Tirador Infalible concordaba en que ya no era momento de andar realizando las tareas señaladas por El Viejo del Monte, sino que era tiempo de buscar cómo conseguir a El Pájaro del Dulce Encanto por otros métodos más expeditos. Que concordaba con Ilusión
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en que El Viejo del Monte les diría dónde encontrar al pájaro fabuloso, pero que no lo haría por su voluntad, sino a la fuerza. Propuso, por tanto, Ambición que después de hacerse todos invisibles por medio de la Oración de la Piedra Imán, se introdujeran al Palacio Presidencial y raptaran a El Viejo del Monte y le pusieran como condición de rescate, que les revelara el secreto que ellos habían buscado por tanto tiempo. Entusiasmada por la idea, Ilusión propuso que además obligaran al dictador a renunciar al sillón Presidencial y a restituir el dinero que había robado a su pueblo, teniéndolo en la cárcel y cobrándole a razón de medio millón de viejanos por cada plato de comida; a doscientos cincuenta mil viejanos por cada jícara de tiste; a cien mil viejanos por cada vaso de agua; a cincuenta mil viejanos cada vez que hiciera una necesidad fisiológica; a veinticinco mil viejanos por cada cigarrillo y así sucesivamente hasta que devolviera al pueblo todo lo hurtado. El Dundo solo escuchaba. Finalmente preguntó a El Tirador Infalible qué opinaba del Plan de Ambición modificado por Ilusión. El veterano tirador de la escopeta calibre doce dijo que no era posible el plan por una sencilla razón: aunque no los viera, El Viejo del Monte los sentiría desde quinientos metros de distancia pues tenía el chischil de una serpiente de cascabel que le avisaba de la proximidad de cualquier enemigo. Extrañado El Dundo preguntó cómo era eso. El Tirador Infalible que era muy sencillo. Cualquier campesino sabía que si deseaba conocer la presencia de cualquier enemigo que se le acercara, sólo tenía que
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poseer el chischil de una serpiente de cascabel viva. Pero debería huir a una distancia no menor de cinco leguas de donde habitara la serpiente chinga, pues ella lo perseguiría y lo mataría indefectiblemente si lo encontraba dentro de esa área. El cascabel extirpado en esa forma a la serpiente, sonaría suavemente, de modo que sólo su dueño lo oiría, cuando se acercara un enemigo en un radio de quinientos. Todos callaron confundidos. Fue Ambición la que dio otra solución. Era necesario derrocar del trono a El Viejo del Monte por medio de una revolución. Había que aliarse con el máximo líder Hernando A. Cuero y con el Director de LA PIENSA, para conspirar contra el viejo del sombrero de bejuco. A Ilusión no le hizo mucha gracia eso de meterse en la política de Viejolandia. Argumentó que El Viejo del Monte estaba armado hasta los dientes; que lo protegían los gobernantes de Frutilandia y que pelear contra él con las armas era meterse en el campo donde él era el más fuerte y el más ducho. Por último aseguró que lo mejor era continuar con el plan de realizar las tareas encomendadas, aunque tardaran más tiempo en conseguir su objetivo.
CAPITULO S Hasta muchos días después, los amigos pudieron salir de su escondite. Por una parte, el mal estado general de El Dundo no les permitía salir; por otra, la intranquilidad y el terror que había en Viejolandia no daban garantías para andar libremente por las calles.
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Pero todo pasó.
Los muertos se fueron a abonar la tierra.
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Los prisioneros torturados fueron puestos en libertad con la amenaza de que no contaran nada de lo que les había pasado su pena de que los irían a traer de nuevo para someterlos a otras barbaridades. Claro, todo el mundo guardaba prudente silencio. Cuando todo estaba en calma; cuando nuevamente el líder Hernando A. Cuero salió a predicar su revolución contra El Viejo del Monte, entonces salieron nuestros protagonistas del escondite y se propusieron buscar a la chachalaca que les daría el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto. Cuando salieron a la calle, El Dundo preguntó a El Tirador infalible porqué el dictador consentía la campaña de Hernando A. Cuero y los escritos virulentos del Director de LA PIENSA. El hombre de la escopeta calibre doce repuso que era una jugada hábil de El Viejo del Monte ya que con ello se daba internacionalmente la fama de ser un gobernante democrático, sobre todo, delante de los Frutilandeses. No se sabe cómo El Tirador Infalible se consiguió un burro para que viajara en él, El Dundo. Alegó que la distancia hasta Cuajachillo era grande y que era mejor ocupar este medio de locomoción asnal. Nuestro protagonista no hizo objeción alguna y se montó en la bestia llevando en cada hombro al chocoyo y a la cotorra que estaban callados y pensativos. Iban
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saliendo de la ciudad cuando notaron que un policía de tránsito estaba desviando a todos los vehículos hacia el norte, donde otro grupo de uniformados recibía al conductor. Cuando El Dundo llegó donde el primer agente éste lo obligó a desviarse como lo hacía con los vehículos motorizados. Llegado que hubo donde el grupo de policías que esperaba a los vehículos desviados, un policía de uniforme plomo se le acercó y le preguntó dónde tenía el último revisado del burro; El Dundo contestó que él no sabía qué era eso de “revisado” y el agente por toda respuesta le dijo que conectara los “pide vías”. El Dundo no supo qué hacer, pero el burro, que ya era veterano en estas lides, movió alternativamente sus grandes orejas hacia la derecha y hacia la izquierda, y el policía dictaminó que estaban muy buenos. Luego pidió que probara el pito y el burro por toda respuesta dejó oír un sonoro rebuzno que se escuchó a media legua; entonces el policía pidió que se probaran los frenos y el burro se paró firme en las cuatro patas mientras El Dundo intentaba inútilmente hacerlo caminar. Satisfecho el policía sacó de un salbeque una calcomanía húmeda que decía “tercer trimestre” y se la estampó al burro debajo de la cola mientras cobraba tres viejanos a nuestros amigos. Cuando reanudaron el camino El Tirador Infalible le explicó a nuestro personaje que esa era una de las “entradas” particulares del Jefe del Tránsito. Que
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todos los millares de vehículos de Viejolandia tenían que usar ese “revisado” y cambiarlo cada tres meses, lo que significaba una colecta de muchos millones de viejanos al año para aumentar el capital del Jefe del Tránsito y asegurar su fidelidad a El Viejo del Monte. Además de eso, siguió hablando el hombre de la escopeta doce, a los conductores que cometían alguna infracción se les llevaba a la oficina de Tránsito (que era un cuartel como cualquier otro) se le aplicaba una multa a criterio del Jefe del Tránsito y tampoco se le daba recibo por el dinero enterado ni mucho menos que eso entrara al fisco, sino que era otra “entradita” del buen oficial. Dijo El Tirador Infalible que al cargo de Jefe del Tránsito El Viejo del Monte siempre enviaba al mejor de sus amigos o a oficial que ya quería jubilar, para que “ganara honradamente” bastante dinero y tuviera “fonditos” para su retiro. Los aventureros salieron de la ciudad y cayeron a un camino polvoso donde el burro caminó más a su gusto que en el pavimento de hojas de chagüite de las calles de Mana. No habían caminado ni una legua cuando un policía de Patrullas de Camino se les apareció en una motocicleta de rojas luces y chillante sirena. Asustado, El Dundo se detuvo. Su burro permaneció inmóvil. El policía dio dos o tres vueltas alrededor del animal. Levantóle la cola y movió descontento la cabeza; levantóle una por una, las patas para observar algo y volvió a mover descontento la cabeza. Le abrió la boca al animal y pasó sus dedos por los gruesos dientes verdes de la bestia y nuevamente
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movió la cabeza con desaprobación, Por fin se dirigió a El Dundo que esperaba pacientemente en su montura y le preguntó que por qué andaba en forma tan lamentable aquella bestia. Le recitó dos o tres artículos de la Ley del Tránsito y le pidió la licencia de conducir. El Dundo le dijo que no sabía que se necesitara licencia alguna para montar en un burro y que consideraba que aquel no era un vehículo motorizado; pero entonces el policía le respondió que por qué andaba el “revisado” bajo la cola cuando debería andarlo detrás de la oreja derecha; El Tirador Infalible intervino diciendo que El Dundo era un turista y que lo del “revisado” bajo la cola era culpa del encargado de la caseta del “Revisado”, puesto que ese funcionario habíale puesto ahí la calcomanía al animalito; el policía citó tres artículos más que prohibían andar ahí el papelito y dijo a El Dundo que “lo acompañara a la jefatura para arreglar ese problema”. Ilusión quiso intervenir pero el policía la miró con ira y citó dos o tres artículos más que según él prohibían que una cotorra cualquiera alegara algo a un policía decente como él; Ambicion intervino a su vez, ofendido porque trataran así a su amiga, pero recibió igual trato. Ante esa situación peligrosa y recordando las conocidas cárceles de Viejolandia, El Dundo no atinaba qué hacer. El Tirador Infalible se acercó al policía y le estrechó calurosamente las manos mientras le decía que no se preocupara que pronto arreglarían todos los defectos encontrados en el burro. El policía saludó militarmente con una sonrisa tan ancha y grande que parecía tajada de sandía veranera y se alejó en su moto haciendo sonar el pito a
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todo volumen y tarareando beatíficamente una canción de moda. Los tres amigos se quedaron con la boca abierta como entrada de túnel y después de unos minutos de asombrado silencio, preguntaron a El Tirador Infalible que cuál fue la oración rezada en esta ocasión para librarse de tan peligroso enemigo. “Nada de oraciones en este caso” repuso el hombre de la escopeta; lo que había hecho era sencillo; había puesto en la mano del policía un billete de diez viejanos cuando se las estrechó; ese era el secreto; cualquier policía de tránsito de Viejolandia perdonaba cualquier falta con el roce de un billetito rosado de diez viejanos. El Dundo preguntó que si el ejército era un enorme sindicato arando por qué no deponían a El Viejo del Monte para tener mejores salarios y poder vivir decentemente sin recurrir al juego prohibido, a las putas, al guaro y a los cobros ilícitos. El Tirador Infalible guardó silencio. Al rato respondió que algunos militares habían intentado ese cambio pero que descansaban en lugares ignotos bajo tierra, asesinados después del intento fallido. Cuando pasaron los viajeros por una caseta enclavada a la orilla del camino, notaron que todos los vehículos de pasajeros se detenían en ella. Los conductores depositaban algo en manos del soldado que estaba dentro, lápiz en mano y frente a una lista escrita en papel celeste. El Dundo preguntóle extrañado qué pasaba y El Tirador Infalible lo miró suspicazmente.
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Explicó que era ley no escrita pero sí rigurosamente cumplida, que todo vehículo público de pasajeros tenía que dejar un viejano en manos del soldado, para las arcas del Jefe del Tránsito; El Dundo hizo cuentas y calculó la enorme cantidad de viejanos que diariamente recibía aquel señor por concepto de ese pago ilegal y nuevamente abrió la boca como rueda de carreta. Los amigos se desviaron hacia el suroeste y tuvieron enfrente la mole maciza y llena de bosques verdes de un cerro que en lenguaje indio lo llamaban Tastepe; siguieron caminando alrededor del promontorio terráqueo en busca de la falda llamada Sierra Mater; colinas y simas interpuestas, llenas de árboles y de animales salvajes abundan a la vista del viajero. Lento subir por un camino pétreo cortado por el tránsito de los hombres y de las bestias; clima que se refresca a medida que se asciende hasta volverse casi frío; senda que llega hasta la cúspide de la cordillera, espinazo centroamericano que en aquella zona baja lentamente a beber las pestilentes y verdosas aguas del lago mana, para después seguir rumbo al sur. Siguieron los viajeros hacia el suroeste sobre el espinazo de la cordillera por un sendero apenas dibujado en la maraña de la selva; oyeron a larga distancia el triste canto del guás que presagiaba más frío para la noche; un “sierreño” se presentó a la vista de los viajeros, hacha al hombro, al que preguntaron dónde podrían a la chachalaca que conocía el paradero del Caballo Pinto; el hombre los miró muy asustado pues aquella pregunta le resultaba extraña y más
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aún los caminantes; creyó que eran algunos duendes disfrazados de humanos y empuñando firmemente su hacha, contestó que él no sabía nada de lo que le preguntaban; comprendiendo El Tirador Infalible que el hombre estaba amedrentado le habló en lengua de pueblo diciéndole que no temiera; que ellos no eran la Mocuana ni ningún otro ser de esos muy temidos en las montañas. Que ellos solamente eran unos viajeros que andaban en busca de una chachalaca especial que mediante ciertas palabras les diría el paradero de un famoso Caballo Pinto al que tenían que montar y domar para cumplir una tarea de El Viejo del Monte. Cuando oyó el nombre del dictador de Viejolandia, el “sierreño” huyó despavorido y los viajeros no pudieron convencerlo a gritos de que volviera. Siguieron por el camino al azar y pronto llegaron a un cafetal que aparentemente estaba abandonado; pero debajo de un árbol de carao estaba una mujer jorobada, con sus dos rodillas contactando firmemente por sus lados internos y ambos pies abiertos hacia afuera ocupando como apoyo el borde interno de ellos y no sus plantas como es costumbre en los humanos; un brazo retorcido y angulado hacia afuera hacía que la palma de la mano correspondiente se orientase hacia atrás y afuera; sin embargo aparecía bien peinada, con un copete elegante como si se lo hubiese hecho en un salón de belleza; estaba descalza y en harapos, pero su cara era perfecta como virgen griega; los hombres le preguntaron a esta híbridode harpía y mujer lo que ellos deseaban saber y entonces la fémina abrió su boca dejando ver unos dientes bellos y blancos como el palmito; pero la fetidez que salió de ella hizo tambalearse; la mujer contestó con voz que a veces era armoniosa, a veces chillona, a
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veces arrulladora, a veces destemplada, que la famosa chachalaca se encontraba por aquella época en la Poza del Matapalo, un poco más al suroeste, siguiendo la vereda que hasta entonces les había conducido hasta ahí. Siguieron el camino indicado por la mujer y después de camiar por una hora, llegaron a la Poza del Matapalo que, abierta espontáneamente en una roca, daba agua cristalina y fresca a todos los animales de la zona. Buscaron en los árboles vecinos a la chachalaca, pero fue inútil. Esperaron a la orilla de la poza unos minutos y pronto su paciente espera y su constancia se vieron recompensadas por la aparición del ave que venía cantando bullangueramente y con su estilo característico. El Tirador Infalible sacó de su salbeque un gato negro que ahí traía escondido, lo que hizo que la chachalaca lo mirara con más desconfianza; luego extrajo un puño de sal y empezó a restregar el lomo del animal con ella, mientras murmuraba: ¡Oh planeta todopoderoso! Tú que en ésta dominas con tu influencia a la luna, yo te conjuro por la virtud de esta sal y de este gato negro en nombre del Dios Creador, para que me concedas toda clase de bienes, tanto de salud como de tranquilidad y de riquezas y me venzas a la chachalaca malvada de Cuajachillo para que me dé el secreto para capturar y montar, sin que me bote, al Caballo Pinto, famoso por sus tretas satánicas.
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Apenas había terminado la oración, cuando la chachalaca tomó la forma de una mujer delgada, hermosa, que hablaba en idioma de Frutilandia a pesar de ser viejolandesa, la que le repuso con estas palabras: Cipi ecetes da mrinuncoer le irecon qua da chechelece ma cinvorba an pujar, viy e derba ai sacrabi que modas. Módala le Irecoin dal Muri e po revel le querode del Voaji del Minta; cuendi alle ba le da, razele an asba pospi lufer y sa emeracaré al Cetelli Monti; pinteli y vualvale e razer mere qua ni ta tiba. Inmediatamente la mujer se volvió a convertir en chachalaca y empezó a cantar con su chachaláchachalaca que le ha dado el nombre para toda la eternidad.
Los viajeros se miraron asombrados.
Ambición lanzó una maldición de carretonero. Ilusión dijo que no había entendido aquella lengua de Frutilandia en la que se les había transmitido el mensaje pero que sin duda encontrarían a alguien que les hiciera la traducción pues eran muchos los viejanos que viajaban a ese país disfrazados de turistas, a traer mercadería de contrabando, y que por eso lo aconsejado era regresar a Mana.
Todos estuvieron de acuerdo.
Regresaron cuando el sol se desguindaba por occidente.
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CAPITULO T ----¡Compañeros! Me siento muy satisfecho de encontrarme a mi regreso de Frutilandia con este majestuoso recibimiento, donde cienes de millares de viejolandeses vienen a darme la bienvenida; vienen a darle la bienvenida a su líder; vienen a dársela al hombre que jamás, por nada, absolutamente por nada, traicionaré la causa popular. Como Uds. saben porque nada hago yo a espaldas de mi pueblo; fui a Frutilandia a conversar con los grandes gobernantes de aquel inmenso país que nos protege con su poderío económico e industrial, para conversar, digo, sobre el estado de este pueblo miserable, esclavizado, vejado, explotado y asesinado por El Viejo del Monte y su pandilla. --- Los aplausos de la multitud ahogaron la voz del caudillo. ----- Pero ¡Oh tristeza, amigos viejolandeses! Qué tristeza me dio el saber que antes de que yo llegara a conversar con aquellos egregios gobernantes; con nuestros amigos del norte; con los que nos protegen explotando nuestros bosques naturales; con los que nos ayudan llevándose el oro de nuestra minas y la plata de las entrañas de nuestra tierra; con los que nos ayudan dándonos empréstitos a intereses módicos que pagaremos hasta la sexta generación; cuando llegué a conversar, digo, con estos magnánimos gobernantes sin cuya venia jamás podremos botar del gobierno al bestial, sanguinario y explotador dictador El Viejo del Monte, ¿Saben Uds. lo que había sucedido?
----- ¡Nooooooooooooooooooooo!
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Tal el grito prolongado de la multitud; el grito salió de las gargantas y se fue estirando, estirando y desenrollando y fue invadiendo los recovecos de la plaza; los rincones de los parques vecinos; los meandros del lago y las anfractuosidades de la ciudad; subió a los rascacielos y se deslizó hasta los barrios pobres; envolvió las casuchas miserables de madera y lata donde morían de hambre los niños viejolandeses; pasó a recorrer las cañadas donde los campesinos lo escucharon alarmados porque traía tanto furor, tanto calor, que podía secar las plantaciones de El Viejo del Monte. ---- ¡Oh tristeza! ¡Oh sarcasmo! ¡Oh miseria moral! ¡Ah cuánto mal hijo de este desgraciado y sufrido país! La multitud dejó salir lágrimas de sus ojos, salóbregas como las aguas de Xiloá. ---- Para vergüenza mía, para desesperación de Uds., para humillación de todos nosotros, unos zánganos, unos vende-patria, unos bandidos de la política, habían llegado antes a la Capital de Frutilandia y habían convencido a aquellos maravillosos gobernantes, que yo, que Uds., que todos nosotros, somos comunistas, somos socialistas somos enemigos del gobierno augusto de Frutilandia, y que había que evitar por todos los medios que lleguemos al poder. El orador se detuvo cansado, jadeante. Esos zánganos, esos malos hijos de Viejolandia, son los delegados del partido Zayul, esos mismos que se separaron de este tronco magnífico de oposición para pactar con El Viejo del Monte; para ir a unas elecciones
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prefabricadas donde ellos sabían que no ganarían porque no tenían partidarios; donde ellos solamente se asegurarían unos cuantos curules que les llenarían el estómago; que les llenarían el intestino; que les llenarían la bolsa, a cambio de la sangre, a cambio del sudor, a cambio del dolor de todo el pueblo de Viejolandia. Son los mismos que son capitaneados por el falso líder Cornado Vado, ese zayul indecente que ha vendido al pueblo por unos cuantos billetes viejanos. Grito ensordecedor de la multitud. Ruidos de pies golpeando el verde pavimento. Sollozos de mujeres y de niños. Gemidos, tremolar de almas desencantadas. ---- Por eso, amigos, por eso, viejolandeses, hoy en este día magnífico, en este día de sol esplendoroso que quema ardiente como mi furia, yo Hernando A. Cuero, líder máximo de Uds., abanderado de la honradez; sincero con mi pueblo, haré el siguiente juramento ya tantas veces hecho: Por nadie, por ninguna razón, por ningún motivo, haré nunca un pacto con El Viejo del Monte. ¡Mi guerra es a muerte! ¡O El Viejo del Monte o yo! En Viejolandia no hay cabida para los dos. Uno de los dos tiene que irse al cementerio porque no podemos seguir respirando el mismo aire de esta tierra. ¡Que me trague esta tierra si alguna vez hago un pacto con El Viejo del Monte! ¡Que me corten la mano si alguna vez estrecho la suya!¡Que me corten los cojones si alguna vez le pido un favor!
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Nuevamente salió el grito de la multitud; aquel mismo grito que ya se había replegado dentro de todos los pechos; nuevamente recorrió toda la ciudad, todo el campo, toda la montaña. Ahora el grito va empapado en lágrimas de multitud. ---- Y para terminar, voy a decirles a Uds. nuestro sermón de nuestra montaña política: ¡Malaventurados los traficantes de la pobreza del pueblo, porque algún día serán ajusticiados por ello! ¡Malaventurados los pactistas, porque algún día serán traicionados por el mismo Viejo del Monte que nunca cumple ni cumplirá su palabra! ¡Malaventurados los descarados, los que entregan al pueblo por cuarenta curules de plata, porque ellos algún día serán despojados! ¡Malaventurados los que cierran los ojos a las torturas porque algún día ellos serán torturados y nadie escuchará sus gritos ni sus llantos! ¡Malaventurados los que se olvidan del niño desnutrido y de la madre que muere de cáncer, para hacer negocios con El Viejo del Monte, porque ellos morirán sin la asistencia piadosa del pueblo que los ejecutará sin misericordia! ¡Malaventurado yo si falto a mi palabra, porque algún día Uds. me pedirán cuenta por mi felonía!
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La multitud se disolvió en alegría y en la plaza solamente quedaron El Dundo y sus amigos que por casualidad habían asistido a la concentración popular que había dado la bienvenida de Frutilandia al incansable luchador Hernando A. Cuero líder máximo del pueblo viejolandés. ---- Estamos seguros de tener realizado sin mucho esfuerzo un nuevo trabajo de El Viejo del Monte: El de hallar un político honesto y sincero. Nadie puede ser más honesto y más sincero que este dirigente mesiánico de Viejolandia que se expresa con la sinceridad empapando su lengua. Ahora solamente tenemos que preocuparnos por montar el Caballo Pinto sin que nos bote y por encontrar al médico que no hable mal de sus colegas. --- Yo creo que podemos matar dos pájaros de un mismo tiro--arguyó El Tirador Infalible-- Vamos al hospital El Descanso de esta ciudad; ahí encontraremos más de un médico que hable el frutilandés porque ellos en su mayoría han estudiado allá, para que nos traduzca el mensaje de la chachalaca mágica; a la vez nos servirá la visita para encontrar al médico no maldicente de sus colegas que debe encontrarse en ese hospital porque ahí trabaja la mayoría de ellos. --- La idea es genial --intervino Ilusión que siempre encontraba el camino fácil-- vamos al Descanso. ¡Qué fácil se van resolviendo nuestros problemas! Pronto tendremos en nuestras manos a El Pájaro del Dulce Encanto y podremos ser ricos, inteligentes y sabios.
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--- ¿Pero cómo entraremos al Hospital El Descanso y cómo podemos movernos libremente en su ambiente?-- preguntó El Dundo. --- Eso es fácil --dijo El Tirador Infalible-- Vos entrarás como Practicante Interno del Hospital; luego tendrás terreno despejado para conseguir nuestro propósito. --- ¿Pero cómo, si yo nunca en mi vida he estudiado medicina? ---- Cualquiera diría que en realidad sos tan dundo como tu nombre indica. Para ser Practicante Interno del Hospital El Descanso, solamente se necesita la aprobación de la Oficina de Seguridad de El Viejo del Monte. Ahí no se mide a nadie por su capacidad, sino que basta con la recomendación de esa oficina para que puedas ser Practicante Interno de ese hospital. Esa recomendación la conseguiremos por medio del Jefe de la Seguridad a quien le diremos que estamos autorizados por El Viejo del Monte para hacer esta investigación y, por supuesto, nos pondremos a sus órdenes para denunciar realmente a cualquier médico que hable mal del gobierno o de las autoridades hospitalarias, o que sea enemigo de El Viejo del Monte. Sin discutir más el asunto los amigos abandonaron la plaza. Al día siguiente El Tirador Infalible se presentó con una carta de recomendación firmada por el Jefe de la Policía de Seguridad, donde se pedía al Director del Hospital El Descanso que enrolara a El Dundo en la planilla de Practicantes Internos porque tenía que realizar una misión secreta de Estado.
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El Dundo se presentó ante el Dr. Roto, director del plantel asistencial, con su carta en la mano. Ni siquiera tuvo que discutir nada. Media hora después pertenecía al Cuerpo de Practicantes Internos del Hospital y una hora más tarde se le asignó el servicio hospitalario al que serviría. Se le indicó que su Jefe era un tal Dr. Chocha Mascada graduado de especialista quien sabe en qué vainas en Frutilandia y que tenía un curriculum vitae como para llenar dos libros del volumen de la Biblia. Era el tal Chocha Mascada un enanito de apenas cinco pies de estatura, con una panza descomunal, cabeza calva en su centro y canosa en su periferia, voz chillante y aliento fétido, que cuando hablaba se empinaba para impresionar a su oyente. Cuando estuvo frente a él, El Dundo escuchó que decía a los demás practicantes: ---- Ya ven Uds. cuántas cagadas cometen los demás cirujanos especialistas de esta sección. Yo no sé cómo dicen que son especialistas y que han estado en Frutilandia tantos años. Ya ven, ya ven. Apenas hacen una histerectomía dejan a la paciente como pascón, echando orina por todos lados. O con fístulas intestinales echando excremento como surtidor. En cambio a mí ¿cuándo Uds. me han visto cometer una burrada de esas? ¿Quién opera mejor que yo en este hospital? ¿Cuándo me equivoco en un diagnóstico? Ya ven Uds. a Durito que dicen estuvo ocho años en Frutilandia, la otra vez dejó una compresa dentro del abdomen de una paciente. Y Martillo que estuvo en Suramérica, dejó con una arteria suelta a una paciente
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que yo tuve que operar de nuevo para salvarle la vida. No, amigos Internos, Uds. tienen que seguirme a mí, estudiar mis técnicas, leer los cuarenta y cinco artículos que he escrito, si quieren ser buenos profesionales. Ya ven, yo de pobre he pasado a tener una casa de un millón de viejanos y veinte casas más que doy en alquiler; la gente solo a mí me busca; y las pobres pacientes que buscan a los demás, se arrepienten después. Aquí no hay más que un gallo que canta en la madrugada y ese soy yo... ---- ¡Diablos! --pensó El Dundo--mal empezamos. Sin duda El Viejo del Monte conoce esto y por eso cree que no hay médico que no hable mal de sus colegas. Pero al menos éste tiene que ser un fatuo que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Esperemos, que ya encontraremos lo que buscamos. Pero antes de dar a leer el mensaje de la chachalaca a ninguno de estos caballeros, mejor espero a conocerlos un poco mejor. La decisión fue aprobada por Ilusión y Ambición que posaban en sendos hombros, como de costumbre. Un treinta por ciento de los Practicantes Internos eran en realidad estudiantes de medicina y, como todos ellos, tenían un especial sentido del humor. Como conocieron varios días después cuál era el objetivo de El Dundo en aquel hospital, uno de ellos le señaló que el médico que buscaba era nada menos que Eurico Chichone, un hombre de estatura normal, colorado, de ojillos increíblemente móviles,
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que hablaba a gritos y que no dejaba hablar a nadie más, de modo que su conversación era un monólogo interminable. Sin conocer estos detalles El Dundo ansiaba encontrarse con el tal médico. Hasta que un día conoció en la Sala de Operaciones a un señor que se parecía al médico descrito por los estudiantes. Para saber si era el hombre indicado nuestro protagonista entró en conversación con él. Después de escuchar un centenar de palabras dichas sin interrupción, pudo preguntarle al rubicundo personaje: ---- ¿Qué opina Ud. de Celencuentra, Correa Calva y Somabajos como profesionales y especialistas? ---- ¡Jesús, doctor, no se equivoque! Le diré la verdad aunque nos duela. No es que voy a hablar mal de ellos, pero es la verdad. Ese hijueputa de Celencuentra, mejor debería ser zopilote y no cirujano. Es un mierda, perdone la palabra que no quiero faltarle al respeto a Ud. pero tengo que decir la verdad, hermano, jodido, y si no podemos decir la verdad cómo vamos a conocernos nosotros en este hospital hijueputa. Si a todo paciente que opera de alguna fractura lo deja más renco que cuando entró y hasta una paciente se volvió loca después que le puso un yeso muy apretado en un antebrazo, el que se le gangrenó. De Correa Calva solo puedo decirte que yo no me dejo sacar una nigua de ese desgraciado. ¡Si es una vaca, hijo, si es una vaca! Mira, hijo, y que no oigan las vacas porque se van a arrechar porque es ofenderlas el compararlas con este bárbaro. ¡Yo no
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sé cómo lo dejan operar en este hospital! Con decirte que no hay paciente al que le quite la próstata que no quede sangrando a baldadas por tres días y ya tiene su cementerio particular. De Somabajo solamente te puedo decir, con perdón tuyo, que yo creo en Dios, sólo porque este tipo no rebuzna. ¡Es un verdadero milagro! No, hijo, no te equivoques, hombré, yo soy el único que hace la mejor cirugía de mi especialidad aquí. Yo tuve un entrenador de fama mundial como Mano Volteada, el gran profesor de la Universidad El Soplido, y otro como el Mono Sabio, que era un tipo que operaba dormido porque se sabía hasta el último detalle anatómico como debe saberlo un cirujano de verdad; no ese montón de zánganos y manetos que tenemos aquí. Si alguna vez uno de tu familia desea operarse, búscame a mí si querés que quede bien bueno. Desconsolado, El Dundo buscó a uno de sus amigos para reclamarle por la mala recomendación. El zorro se puso a reír picarescamente y dijo: ----Buscá a Celencuentra y preguntále lo que querés saber.
Celencuentra habló en esta forma:
---- ¡Pero cómo te ponés a pedirle opiniones a Eurico Chichone el más tapudo de este hospital! ¿Por qué no te dice cuántos pacientes tiene en Sala General cobrándoles honorarios cuando es prohibido e inhumano hacerlo, pues para eso es una Sala General de caridad; por qué no te dijo cuánto cobra por darle una cama a un enfermo, ese sinvergüenza? ¡Que te
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diga a cuantos penjamear a vista y paciencia de las autoridades de este hospital! El Dundo preguntó a otro estudiante qué cosa era penjamear y éste le repuso: -----Penjamear es cobrarle a un paciente de Sala General al que legalmente no debe cobrársele, pues son asistenciales. Pero aquí una caterva de médicos hay que cobran por debajera con el pretexto de que no hay camas disponibles o que les harán ellos la cirugía indicada en forma especial y que los vendrán a ver fuera de sus horas de trabajo, para cuidarlos mejor y evitar que caigan en manos nuestras. ----- ¡Pero eso es una bellaquería! Un indigente no tiene por qué pagar nada... ----- ¡Bah! --dijo filosóficamente el estudiante-aquí es lo que nos enseñan. Una cama “vale” cincuenta o cien viejanos. Depende del médico que te haga ‘el favor’. Y una operación especial vale de doscientos a trescientos viejanos. Hay quienes cobran hasta mil viejanos.
----- ¿Y cómo consienten eso los pacientes?
----- ¡La necesidad, hijo, la necesidad tiene cara de perro! A este montón de sinvergüenzas si no les pagas lo que ellos piden en este tráfico negro, nunca entras y nunca te operan en este Hospital.
---- ¡Pero debe haber médicos honrados!
---- Los había. Pero ya se murieron de hambre
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porque no encontraron trabajo en ningún hospital del país. No lo vayas a decir, pero El Viejo del Monte goza con corromper a todo el mundo pues con eso se asegura su supervivencia en el poder. No admite gente honrada a su alrededor. Son un estorbo. Los procesa por ladrones --sin serlo-- y los encarcela, los asesina o les quita el título. El Dundo le dijo a Ilusión y Ambición que no creía que la situación fuera tan negra y que insistiría en su búsqueda dentro del hospital. Pero también nuevamente estuvieron de acuerdo en que no deberían dar a leer el mensaje de la chachalaca, sino al médico honrado que encontraran, si lo encontraban, pues si lo daban a uno de esos léperos podía quedarse con el mandado.
Así pasaron los días, las semanas y los meses.
Siempre había algo que conocer en medio de aquella corrupción hospitalaria general. El Director Dr. Roto hacía negocios fabulosos con su puesto lo mismo que el Administrador y el Comprador ni se diga, la Ecónoma igual, y todo el que tenía una plaza aprovechable para sacar una “comisioncita” para su bolsillo. En aquel ambiente mefítico, El Dundo se movía como sonámbulo, descorazonado, y no por la fetidez que sentía, sino porque dudaba de encontrar al médico honesto que necesitaba para realizar su objetivo.
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CAPITULO U En su búsqueda El Dundo llegó al Hospital del Seguro Crucial. Era éste uno destinado a prestar servicio a todos los empleados de todas las empresas particulares y del gobierno, mediante una cuota mensual que pagaban los asegurados, otra los patrones y otra que debería pagar también el Estado. Pero en realidad El Viejo del Monte se las arreglaba para que la cuota estadual fuera pagada por su gobierno con hojas de zacate de guinea en vez de billetes viejanos; no satisfecho con eso, le quitaba en calidad de préstamos grandes sumas de dinero para la manutención de su administración. El Seguro Crucial había sido fundado por su bisabuelo en una de sus campañas políticas para conseguirse el apoyo de los trabajadores; nunca el Patriarca pensó en hacer una organización que en realidad beneficiase a los trabajadores. El Dundo era amigo de uno de los cirujanos especialistas de la Institución. Preguntó a alguien dónde podría encontrarlo y se le dijo que estaba en su consultorio despachando a algunos asegurados. Cuando nuestro amigo llegó se verificaba esta plática entre el médico y una paciente: -----Señora, Ud. tiene una enfermedad que necesita operarse. ---- Muy bien, doctor. Si es necesario, pues deme la cama cuanto antes que cuanto más pronto salga
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de esto mejor mi marido dice que lo que hay que hacer mañana mejor lo haga hoy como la hemorragia que tengo es tan fuerte prefiero operarme pronto, así mis hijos no estarán mucho tiempo solitos, los pobrecitos que no tienen quien los mire; solo yo soy todo para ellos porque el bandido de mi marido tiene una querida que es una gran puta y le saca hasta los últimos centavos pero el bruto no se da cuenta que lo quiere solo para ordeñarle la plata, por eso yo quiero operarme lo más rápido que se pueda aunque tenga que perder unos cuantos días de trabajo y qué le vamos a hacer si así son las enfermedades y no andan preguntando si uno quiere o no tenerlas... ---- Señora --la interrumpió el médico-- el problema es que no tenemos camas disponibles. Según la lista de internamientos que es larga, Ud. se hospitalizaría dentro de cuatro meses, si tenemos suerte que todas las pacientes que están antes que Ud. se operen y no se suspenda ninguna operación. -----Pero doctor, Ud. dice que mi caso es grave y si lo es como yo creo que es porque yo le creo a Ud., entonces deme la cama primero que a las otras que no tienen nada de urgencia. Ud. sabe que una es pobre pero necesita la salud para cuidar de sus hijos porque si no quedarían solitos los pobrecitos para qué lo voy a engañar doctorcito, yo quiero suplicarle a Ud. que me dé la cama lo más pronto posible hoy o mañana o en esta semana pero yo quiero estar operada cuanto más antes mejor. ---- El problema es que debemos atenernos a una lista. Efectivamente, su caso es de emergencia y debe operarse en esta semana. Pero según los
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reglamentos debe internarse hasta dentro de cuatro meses. Pero hay una solución que depende de Ud. pero, por favor, como es una concesión especial que yo le haré, le suplico que guarde silencio al respecto porque me podría costar el empleo. ---- No se preocupe, Dr., Ud. sabe que una es la que necesita y en estos casos cuando la vida está de por medio qué no haría una para curarse porque después de Dios para mí es Ud., y en nadie más confío. Imaginesé que me dijeron que visitara a un médico privado y lo visité y él me dijo igualito que Ud. que necesitaba operación de urgencia porque tenía un tumor en la matriz sin embargo donde vuá conseguir dinero para pagarle a un médico particular con lo enorme que son los precios de las operaciones con ellos. Una está chimada no se imagina... ----- Señora --volvió a interrumpir el médico a aquella ráfaga de palabras-- el remedio está en sus manos. Yo le consigo la cama hoy mismo y la opero mañana en este hospital, pero Ud. tiene que conseguirme unos mil quinientos viejanos y entregármelos privadamente, sin que nadie se dé cuenta porque no es que yo le esté cobrando sino que para conseguirles la cama, la sala de operaciones fuera de turno suyo, yo tengo que pagarle a varias personas encargadas de eso; hasta a la secretaria que hace las admisiones hay que darle sus chambulines y a la auxiliar de enfermeras que tengo aquí; porque si ellas se dan cuenta que la admití violando la lista, me denuncian y luego me expulsan del Cuerpo Médico del Seguro Crucial, Ud. comprende, ¿verdad?
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----- ¿Pero onde vuá conseguir los mil quinientos viejanos?-- preguntó con una gota de voz la ametralladora parlante. Las lágrimas le brotaron de los ojos. ----Pero si Ud. dice que es urgente y que si no me operan me muero y si soy asegurada y tengo muchos años de pagar el seguro y tengo derecho a la operación --aspiró dos o tres mocos-- ¿ Por qué entonces no me da mi cama y me opera sin que tenga que pagar yo mil quinientos viejanos que están en los cuernos de la luna, por no decirle una vulgaridad que le falte al respeto porque podría decir en el culo de un venado arisco pero no lo haré por no ofender sus oídos doctorcito por qué no me da la cama de una vez y yo le pago por abonos? ---- Por abono no se puede. ¿Puede conseguir Ud. unos mil viejanos nada más? ---- Nacazcoles, Doctor, niesto; nieso, estamos más fregados que una mudada de guardia. Se conformaría Ud. Doctor con que le trajera unos quinientos viejanos vamos doctorcito no sea malaco, no ve que nosotros somos pobres y que el sueldo que gano sólo me da para comprarle la leche y algunos frijolitos a los muchachos porque el bandido de mi marido anda con las zánganas y no da ni un centavo para la comida yo le garantizo que Ud. tendrá sus quinientos tayules hoy mismo en la tarde para que me dé la cama y miopere mañana ¿está bueno, verdad doctorcitó? ---- Bueno. Se lo haré a Ud. así para que vea que quiero ayudarle. Tráigame los quinientos viejanos y hoy mismo la internaré y mañana se operará. El
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facultativo se dio cuenta hasta entonces de la presencia del supuesto estudiante de medicina y le dijo: ---- ¡Ay, hijo! ¡Cuánto me conmueve la necesidad de esta gente! Ya ves, ellos esperan de nosotros tantas cosas y uno no le puede ayudar como quisiera por lo escaso de las camas. Pero tendrá la de ella hoy y se operará mañana a cambio de unos cuantos centavitos que me ayudarán en mi presupuesto hogareño. Tú sabes, el sueldo que ganamos en el Seguro Crucial es de explotación. Necesitamos vivir con decoro, con honradez; nuestros hijos necesitan estudiar en el extranjero; a mi señora le gusta jugar canasta y “poca” con sus amigas todos los días y pierde cantidades enormes, pero qué se va a hacer si la pobrecita no tiene otro entretenimiento. La casita que tengo necesita de diez sirvientas, dos jardineros y dos choferes. La comida de mi perro de pura raza cuesta la de dos mecánicos. Y mi gato bebe más leche que dos niños de Acahualinca; por eso tengo que hacer estas cosas que espero no las interpretes mal. Pero si estos ladrones que están mandando desde hace tantos siglos, roban y roban ¿Por qué nosotros no podemos defendernos con alguna jugadita de estas? El Dundo le preguntó por otro amigo que quería ver y el médico le indicó el lugar donde estaba. Nuestro aventurero se despidió pensando lo difícil que estaba cumplir la tarea encomendada por El Viejo del Monte, de hallar un médico honesto y que no hablara mal de sus colegas. Siguió por los pasillos iluminados por la luz indirecta de quiebraplatas. Preguntó a una enfermera que andaba en biquini con el gorro profesional en la cabeza donde quedaba la sala de partos. Ella le respondió gentilmente con voz de trueno y siguió sus labores.
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---- ¿Por qué diablos tendrán vestidas así a las enfermeras? --se preguntó El Dundo. Siguió a la Sala de Partos y encontró a su amigo trabajando frente a la vulva de una asegurada. La mujer estaba tranquila. Aparentemente las contracciones uterinas no eran tan dolorosas. El Dundo se fijó que le habían puesto un catéter a la altura de la columna lumbar y que un médico anestesista estaba vigilando los signos vitales de la parturienta. ---- Cuando sienta que el abdomen se le pone duro, entonces Ud. puje hacia abajo como si fuera a defecar-- dijo el amigo de El Dundo a la parturienta. La mujer obedecía fielmente. Poco a poco la cabeza del niño se fue insinuando en medio de la vulva; abombó la región perineal y por último terminó por salir rotando violentamente hacia la izquierda de la paciente, quedando el tronco y resto del cuerpecito dentro de las entrañas maternas. El partero le ayudó a completar la vuelta de modo que el hombro quedara debajo del pubis; luego bajando suavemente hacia abajo la cabeza y levantando la en un solo movimiento continuo, extrajo el resto del cuerpo; el niño hizo gárgaras con el líquido amniótico; el partero le limpió la boca y la nariz con una bombita aspiradora, puso dos pinzas en el cordón umbilical, cortó y entregó el niño a la enfermera; ésta lo llevó a un succionador eléctrico y le suministró oxígeno. ----- ¿Qué andas haciendo por aquí --tal preguntó el partero a nuestro amigo.
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----- Saludándote. Las labores en el Hospital El Descanso están agotadoras y como hoy estoy libre creí que podríamos salir a dar una vuelta. Yo jamás me imaginé que estuvieras de turno. Supuse que hoy era tu día libre, según tu rol. ---- Si, estoy libre --dijo el partero mientras extraía la placenta-- pero tuve que venir a atender este partito por un favor especial para esta paciente. ¿Sabes? Ella se controló el prenatal en mi consultorio como mi paciente particular a pesar de que es asegurada. Luego le dí su precio de pensionado en un hospital privado; ella dijo que podía pagar mis servicios profesionales, pero como era asegurada y yo médico del Seguro, prefería ahorrarse el pago del hospital y de las medicinas, que me pagaría a mi y que la atendiera aquí en el Seguro; yo le dije que bueno, que la atendería aquí cobrándole aparte porque yo no tenía obligación de venir a atender un parto en mi día libre; ella accedió y ya me ves aquí, estamos ganándonos esta chambita, el anestesista y yo; la paciente se ahorra el gasto del hospital, las medicinas y que la atienda cualquier desconocido para ella, y todos salimos contentos. Ella prometió guardar el secreto porque esto es en realidad ilegal y me podría costar el empleo si se dieran cuenta los mandones. Lo cierto es que todos hacemos lo mismo, hasta “Chucaflás” que es el Jefe de Residentes e Internos... ---- ¡Otro caritativo haciendo especiales! --murmuro El Dundo.
favores
El camillero se llevó a la mujer y nuestro amigo se maravilló de que ese empleado no le cobrara nada extra a la paciente... O a lo mejor...--pensó.
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---- Mira--dijo el partero al anestesista-- ya te pagaré mañana porque el marido me pagó con billetes grandes y los cambiaré para darte tu parte. Ahora vos, hermanito --dijo a El Dundo-- venite conmigo que vamos a hacer otro ‘volado’ por aquí. Tenemos un ‘venadito pinto’ que degollar y es mejor que sea pronto, ahora que no hay moros en la costa. El Dundo siguió a su amigo por otros pasillos donde las enfermeras no estaban en biquini sino en monoquini.
---- Tal vez sea por el calor --pensó El Dundo.
Llegaron a un cuarto que el amigo de El Dundo abrió con una llave. Encendió luz. Vio una caja que aparentemente pesaba mucho. ---- Ya me dejaron el ‘venadito pinto’. Degollémoslo cuanto antes mejor. Ayúdame que tendrás tu chanchita. La caja pesaba mucho. Entre ambos la trasladaron sin dificultad por un pasillo en penumbra y salieron a una calle solitaria. La llevaron hasta el carro del partero y la metieron en la valijera. Cansados, ambos amigos se sacudieron las manos. El motor rugió. El vehículo arrancó suavemente. Doblar por aquí, seguir por allá, frenar frente a un semáforo, pitarle a un vehículo que iba muy despacio, mentarle la madre a una vieja que cruzó sin precaución, llegar a un establecimiento que tenía un rótulo que decía:
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FARMACIA ETICA Y HONRADEZ ABSOLUTAS SE DESPACHA LAS 24 HORAS DEL DIA Un hombre calvo y panzón salió a recibirlos en una puerta lateral. Los condujo a un cuarto apartado. Hasta entonces El Dundo se dio cuenta de lo que llevaban en la caja. El esperaba ver salir un venadito pinto brincando y berreando; pero no; lo que salio como vómito de borracho, fue una enorme cantidad de inyecciones, de frascos de medicinas, de pastillas en sobres, en fin, aquel cajón venía lleno hasta los bordes de productos medicinales. El boticario se frotó satisfecho las manos. Empezó a remover con sus manos los frascos, las inyecciones, los sobres. ---- ¡Carne, carnita fresquita! ¡Pura carnita blanda de venadito tierno! --la voz le temblaba sacudida por la avaricia-- Te has lucido, doctorcito, te has lucido... Y como no es muestra médica, no hay rótulo que borrar. Te daré dos mil viejanos y a ver cuando te consigues otros paquetitos de estos. MEDICINAS DEL I.S.C. PROHIBIDA SU VENTA
El Dundo quitó la vista del rótulo del cajón.
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CAPITULO V En el Hospital El Descanso la rutina seguía desarrollándose y aburriendo enormemente a El Dundo. Era médico por obra y gracia de la Oficina de Seguridad de Viejolandia, como sabemos, con la única finalidad de encontrar a alguien que le tradujera el mensaje de la chachalaca. Sin embargo, después de conocer la moral de los médicos que trabajaban en aquel centro asistencial, había decidido esperar hasta encontrar a alguien que no se quedara con el secreto de cómo descubrir el paradero de El Pájaro del Dulce Encanto, para hacerse rico, sabio e inteligente. El Dundo sabía bien que aquel tesoro era mucha tentación para el noventa por ciento de los habitantes de aquel mundo lleno de antisépticos y jeringas. Una vez se discutía públicamente el libre ejercicio de la medicina que profesaban muchos curanderos en cuenta uno famoso que trabajaban en la cumbre de un volcán hasta la que iban los creyentes en busca de salud, la que él pretendía devolver con untarles excremento de gato en los genitales o escupiéndolos en la cara. Los periódicos desataron una histeria colectiva señalando la inmensa labor que realizaba el dicho sujeto. Los radioperiódicos hasta pasaron cintas con la voz del extraño taumaturgo en las que éste se expresaba de los enfermos con procaz lenguaje pero más de los médicos explotadores que no habían sido capaces de curarlos pero sí de quitarles hasta el último centavito, mientras que él, decía, no cobraba nada, sino que los enfermos daban lo que de buena voluntad podían.
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Cuando El Dundo oyó aquella declaración pensó que ni aquel curandero hablaba bien de sus colegas universitarios. Un articulista y otro y dos más y muchos otros, publicaron los suyos en los que escribían de los médicos explotadores que habían olvidado su misión sacerdotal por dedicarse a hacer dinero; que ponían sus consultorios sofisticados, con aire acondicionado, con secretarias que cobraban por adelantado un enorme capital por consulta. Otro, con evidente despecho, decía que los médicos de Viejolandia salían pobres de la Universidad y se volvían ricos explotando el sufrimiento de los enfermos y a esto atribuía el periodista que la gente buscara a los curanderos como el del cerro. Comentando estaba El Dundo todo este material publicitario en contra de los médicos con su preceptor, hombre humilde pero malicioso, el que le respondió que en realidad el asunto no tenía la importancia que aparentaba. La misma gente (como el articulista de marras) que pide precios más bajos en los honorarios profesionales es la que estimula esa inflación y ese sofisticado modo de presentarse de los especialistas. Para la gente es sabio el que cobra caro y vive en ese ambiente sofisticado y habla raro. La sociedad ha creado esos monstruos que se llaman policlínicos donde un paciente pasa como en ping-pong trágico de jugador vestido de blanco a otro, hasta que ya no le queda ni un centavo. Si se va a operar de los ojos y necesita de un examen del corazón y de la Presión Arterial lo mandan donde el cardiólogo, después donde el internista, donde el otorrinolaringólogo, todos por supuesto del mismo policlínico, y a su vez cada uno
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de ellos manda una serie interminable de exámenes a tomarse en el laboratorio del mismo policlínico porque se los puede hacer en cualquier parte, pero ellos no le tienen confianza más que a su propio laboratorio. ¡Y los pacientes alaban la maestría de los médicos entrenados en Frutilandia que saben trabajar en equipo! En verdad lo que hay en todos esos escritos no es más que un complejo de amarga frustración de quienes admiran a esos sofisticados de la medicina y lamentan no poderlos alcanzar con el bolsillo. Cuando su preceptor calló El Dundo creyó que a este hombre sí podía darle el mensaje de la chachalaca y se lo puso en las manos para que lo tradujera.
El hombre leyó:
“Nosotros, los médicos de Viejolandia estamos dispuestos a no cobrarle ni un solo centavo a ningún habitante de este país sin distingos de colores políticos, religión, posición económica o social con esta única condición: que en las tiendas, supermercados, ventas de ropa, cines y demás espectáculos públicos, medios de transporte, ventas de vehículos nuevos y usados y sus repuestos, colegios, institutos o universidades privadas, no se nos cobre ni un centavo por los servicios que necesitemos. La sociedad se compromete a suministrarnos todo lo esencial para el mantenimiento decoroso de nuestra familia a la sola presentación de nuestra tarjeta de médicos de Viejolandia. En tal condición nos comprometemos a dar nuestros servicios completamente gratis”.El Dundo se maravilló de oír
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aquella traducción hecha por su instructor. No la creyó real. Por su lado, continuaba el líder del pescuezo largo, jinete en su chancha, predicando rebelión contra El Viejo del Monte. Sus discursos eran candentes y siempre terminaban diciendo que se lanzaría a las calles al frente de su pueblo para sacrificarse por las libertades de Viejolandia. Los aplausos de la multitud despellejabanle sus propias manos; brotaba sangre de ellas; caía a gotas al piso; corría por las calles y los caminos y las cañadas; bañaba a cada manifestante, a cada radioescucha, a cada obrero y a cada campesino que esperaba un poco de justicia para sus necesidades. El país temblaba esperando la gran hecatombe anunciada por el líder pescuezón para el tres de febrero, fecha en la que se verificaría una elección amañada en la que participarían las huestes de El Viejo del Monte en connivencia con un grupito de políticos degenerados que se habían prestado al juego por unos cuantos viejanos mensuales y otras regalías menores. Hernando A. Cuero rugía maldiciones y vomitaba amenazas contra El Viejo del Monte y los apátridas que se le habían vendido y ofrecía justicia santa para los sufridos ciudadanos de Viejolandia. El Tirador Infalible se aburría soberanamente en su cuarto esperando que El Dundo terminara de encontrar al médico que le tradujera el mensaje de la chachalaca. Ilusión y Ambición a veces llegaban a visitarlo sobre todo cuando El Dundo estaba dormido. Entusiasmado, El Tirador Infalible se metió en las filas del libertador del pescuezo largo. Ofreció sus servicios y se ganó la confianza de algunos jefes
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menores que estaban preparando la gran rebelión que terminaría con el gobierno omnipotente de El Viejo del Monte. En una finca cercana se escondían varios jóvenes que se dedicaban a fabricar bombas de mano, cocktailes de molotovs, explosivos y otros materiales de guerra para usarlos el gran día. El líder máximo seguía sus prédicas y urgía a sus fabricantes de explosivos a que apresuraran el trabajo, porque se acercaba el día del gran sacrificio. Envió a un país vecino a uno de sus amigos a comprar ametralladoras, rifles, bazucas y otros utensilios de guerra; el comprador envió tres mensajes avisando que determinado día y a una hora indicada, por un lugar de la frontera de Viejolandia entraría el material bélico solicitado; tres veces fue El Tirador Infalible con otros hombres a buscar ese armamento, pero por otras tantas veces los encargados de entregárselo no llegaron. Indignado, el líder pescuezón maldijo a El Viejo del Monte porque había corrompido al comprador de las armas y lo había impulsado a robarse la plata y a quedarse con ella, gastándola en las cantinas y mesas de juego del país vecino. Decidieron, pues, comprar machetes y revólveres para que sumados a las bombas pudieran verificar el “alzamiento”. Fueron tantos los machetes y tantas las bombas que tenían almacenados que ya nadie podía guardar el secreto de la existencia de ellos, puesto que hasta el Jefe de la Seguridad de El Viejo del Monte, tenía sembrada su finca de esos instrumentos mortíferos, muy a su pesar; después pensó que quizá
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El Viejo del Monte caería como resultado de aquella rebelión y que era mejor aparentar ser colaborador del líder máximo Hernando A. Cuero por si las moscas. El nerviosismo era tal, que la gente caminaba temblorosa por las calles y desde entonces se inventó ese nuevo baile de contorsiones que estuvo de moda tantos siglos después y que llamaron mambo. Los ciudadanos construyeron refugios en sus casas. Fortificaron las paredes y las blindaron. Almacenaron comida y agua en depósitos especiales. Los dueños de prostíbulos escondieron a sus muchachas en sótanos y buhardillas para sacarlas cuando pasara la hecatombe. También hubo quien escondió hombres jóvenes. Después de la hecatombe las damas y damitas de Viejolandia necesitarían alquilar alguno de estos atléticos mancebos para continuar la genealogía que alguien escribiría en el futuro. Viejolandia, pues, estaba a la espera del gran sacrificio. El Jefe de Ginecología del Hospital el Descanso donde laboraba El Dundo se ofreció a leerle el mensaje de la chachalaca. El Dundo se maravilló de que el hombre supiera su secreto, pero éste le dijo que Ambición se lo había confiado porque estaba aburrida de la espera interminable de El Dundo. Dice que tienes que buscar a Hora a la señora de El Viejo del Monte, la que te dirá el secreto que tú buscas. Debes pedírselo a ella.
---- ¿Y cómo hago para llegar hasta la señora de
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El viejo del Monte? --no se atrevió a decirle “querida” que es lo justo porque ella era la protectora del Jefe de Ginecología con quien hablaba--Necesito llegar hasta ella para obtener lo que deseo y seguir en mi búsqueda que al final me hará sabio, rico e inteligente. ------ Te llevaré hoy, pero necesitas acompañarme a visitar a algunas pacientes ricas que tengo que examinar y vigilar su tratamiento. El Dundo acompañó a Chocha Mascada --ese era el nombre del Jefe de Ginecología-- y lo vio desempeñar sus funciones admirablemente. Ni se admiró por lo que vio. Chocha Mascada lavó el inodoro del cuarto de la paciente; le cambió ropa y la bañó con agua perfumada; la sentó en la bacinilla para que hiciera pupú y luego le limpió el ano con papel suave y oloroso; le puso los calcetines y las chinelas de piel de serpiente y le tomó el pulso, la auscultó, le administro las medicinas a la vez que dijo que regresaría para darselas cuando fuera la hora de la siguiente dósis; habló mal de dos de sus colegas que la habían tenido en tratamiento antes y se alabó por la inmensa labor médica que él hacía en el país; relato sus operaciones detalladamente, le limpió los mocos a la vieja; habló de sus escritos médicos; bañó a la gata angora y le dio de comer al perro chihuahua; le pasó a la paciente una revista pornográfica para que la leyera y se retiró después de haber lamido las manos de la buena señora. Esto lo repitió en todas las casas que visitó. Después se dirigieron al palacio de la amante de El Viejo del Monte. Llegaron a la sala y El Dundo se
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maravilló de lo que empezó a hacer el gran sabio Chocha Mascada. En cuanto vio a la amante de El Viejo del Monte que descansaba en un sofá, el hombrecito se echó de bruces en el piso y empezó a arrastrarse lentamente hacia la mujer, mientras lamía el piso y lo abrillantaba con su propia saliva. Gimiendo y temblando como perrito faldero, el panzón, enano y calvo Jefe de ginecología del Hospital El Descanso se fue acercando a la mujer, que parecía ignorarlo. Dos candelabros con sendas candelas encendidas estaban a cada lado del sofá de la hembra. Parecía un altar. El Dundo se fijó mejor en los candelabros y abrió la boca desmesuradamente al ver que en realidad eran semejantes a hombres --o talvez eran hombres-- con las nalgas para arriba y que las candelas estaban plantadas en el culo de cada uno. El gimiente Chocha Mascada lloraba convulsivamente mientras entre suspiro y suspiro quitaba una hilachita que había en el piso y seguía su labor lamedora del mismo. Luego llegó donde estaban los candelabros y poniéndose con la cabeza para abajo y el fondo hacia arriba, cogió una candela gruesa que había cerca y se la colocó encendida en el mismo lugar donde la tenían los otros. Entonces comprendió El Dundo. Aquellos no eran candelabros con figuras humanas, sino humanos con figura de candelabro. Eran nada menos y nada más que dos médicos aspirantes el uno a Director de un hospital y el otro a Jefe de una de las Divisiones del mismo. Esa era la manera de ganarse el puesto y también la de mantenerse en él. El Dundo miró a sus dos animales y Ambición le dijo:
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----- Si es necesario que nos convirtamos en candeleros humanos para que nos dé la Oración del Puro que necesitamos, lo haremos.
CAPITULO W En la casa del líder pescuezo largo Hernando A. Cuero, unos dos días antes de la Gran Sublevación tan esperada y temida por todo el pueblo viejolandés, un grupo tenebroso se escondía y reunía y discutía acaloradamente pero en voz baja. Eran los Jefes de grupo de la Gran Sublevación que recibían las últimas instrucciones del líder máximo. ---- Compañeros, definitivamente tenemos que cumplir nuestra palabra. No habrá elecciones. No habrá elecciones porque yo, Hernando A. Cuero, líder máximo de la oposición viejolandesa las impediré aunque tenga que anegar en sangre las calles de Mana, esta ciudad tan amada por nosotros pero que debe ser sacrificada, para que surja limpia del holocausto, para el futuro.
Todos aplaudieron.
---- Empecemos por matar al jefe de los zánganos zancudos que participarán como partido de “oposición” en las elecciones del domingo. Pongamos bombas en las casas de los candidatos a senadores y diputados. Eso los obligará a no hacerle el juego a El Viejo del Monte.--- dijo uno de los jefes.
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---- Nosotros somos cristianos --murmuró el líder máximo-- somos incapaces de hacer eso. Esas son armas de El Viejo del Monte. El robo, el asesinato, el terrorismo, no son armas del líder del pueblo viejolandés. ---- Entonces, raptemos a los hijos de los candidatos a curuleros y les exigimos a sus padres, como rescate, que se retiren de las elecciones --dijo tímidamente otro jefe. ---- No. De ninguna manera. Nosotros no somos bandidos. Nosotros pelearemos limpiamente. Nosotros daremos un ejemplo grandioso de valor y decisión. ---- Entonces, degollaremos a sus perros y gallinas para que se aterroricen al ver a sus animales favoritos muertos y para que no continúen haciéndole el juego al dictador --se apresuró a aventurar otro. ---- Mi plan es mejor que todo eso que Uds. están diciendo. El día grandioso, el día cero de la historia de Viejolandia, el 3 de febrero a las 10 de la mañana, saldré con un grupo de amigos de esta casa al Parque Central. Todos Uds. llevarán las bombas, los machetes y los revólveres en automóviles particulares disfrazados de taxis y distribuirán el armamento entre el pueblo que llegará por oleadas a participar en la hecatombe. Cuando el Batallón de Combate se aparezca, el pueblo dirigido por Uds. y Uds. por mí, lo liquidará en unos minutos y capturaremos la Presidencial y expulsaremos del país a El Viejo del Monte y a toda su camarilla. El lunes estaremos organizando el nuevo gobierno revolucionario.
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---- ¡Viva Hernando A. Cuero! --gritaron emocionados los dirigentes--¡Viva nuestro líder máximo! ---- A mi no me importa que ella sea la esposa. Ella tiene el papel del matrimonio y yo tengo al hombre que me ama a mí y no a ella. Por eso no me importa que ella ande de payasa metiéndose en política. No se da cuenta que yo coloco en los puestos públicos a quien quiero por medio de mi hombre y ella no se atreve a quitarlos. Mirá a este Chocha Mascada que está aquí con el candelero para arriba, yo lo puse de Jefe de Ginecología y a pesar de que todos los ginecólogos del Hospital el Descanso le han pedido a la “esposa” --subrayó burlonamente la palabra-- que lo quite porque es un inútil que no sirve para nada, ella no se ha atrevido a hacerlo. La mujer siguió hablando incesantemente mientras El Dundo la escuchaba pacientemente. Tantas cosas dijo, que a El Dundo le brincaron las palabras en el cerebro enredándose todas entre sí sin constituir ninguna idea definida. La mujer siguió hablando por siete días con sus noches mientras que los médicos aspirantes a cargos en el Hospital seguían haciendo el papel de candeleros a las mil maravillas. Cuando la amante de El Viejo del Monte dejó de hablar preguntó a El Dundo que le dijera nuevamente cuál era el objeto de su visita. Era extraño que un extranjero se apareciera donde ella para algo que no fuera pedirle una concesión para explotar alguna riqueza nacional sin pagar los impuestos legales; El Dundo repitió lo que ya había dicho y que motivó el discurso de siete días y siete noches de Hora. Que andaba en busca del Caballo Pinto por orden de El Viejo del Monte porque si no lo montaba sin que lo
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botara el muy noble señor amo de aquel país no le daría el secreto de cómo encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto y que él (El Dundo) deseaba conocer para ser rico, sabio e inteligente. La mujer río mientras masticaba una yuca sancochada con un pedazo de chicharrón; luego se metió en la boca un pedazo de moronga. Dijo que su rival conocía que ella tenía la Oración del Puro pero que era falso de toda falsedad que ella mantuviera “hechizado” al dictador de Viejolandia como había pregonado por calles y cañadas la esposa del dictador. Que ella no necesitaba de esas oraciones populares para asegurarse del amor de El Viejo del Monte. Ella puso como condición para entregar la Oración del Puro que El Dundo le limara las uñas de las manos y de los pies, que le peinara su larga cabellera y que le sirviera la próxima comida. Reunión de El Dundo con Ilusión y Ambición. --- ¿Debemos rebajarnos a tanto para conseguir la Oración del Puro? ----Seguro. Para conseguir lo que queremos debemos hacer cualquier cosa --dijo Ambición aleteando suavemente-- ya te dije que si es necesario debes ponerte de candelero como esos médicos que están ahí. En estos casos cualquier humillación es nada si uno consigue lo que se propone. ---- ¿Para qué ponerse de candelero? --preguntó Ilusión-- Yo creo que si vamos al mercado de Mana encontraremos a algún viejecito que venda o conozca
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la Oración del Puro. Yo creo que esta mujer está acostumbrada a que todo el mundo se le humille; a que todo el mundo deje su dignidad a pedazos delante de ella para que les dé algo. Esas oraciones son populares y las venden públicamente en el Mercado Central. ----- No seas babosa, cotorra maldita --dijo ásperamente Ambición-- si nos vamos en busca de la Oración del Puro al mercado y no la encontramos, cuando regresemos, esta mujer encaprichada nos aumentará las humillaciones. Mejor haces de una vez lo que ella quiere--dirigiéndose a El Dundo-- y consigamos nuestro propósito. De todos modos, nadie te criticará porque todo mundo hace lo mismo ante esta mujer; ¡vamos! Hay que hacer lo que ella dice y vámonos de aquí. ---- Que todo el mundo se humille y se servilice en este país ante esta mujer no quiere decir que también nosotros debamos hacerlo --riposto Ilusión-- Además no soy cotorra maldita. Nosotros somos extranjeros y haremos valer nuestros derechos como tales. ---- ¿Cómo así? --preguntó El Dundo meditabundo- --- Ya verás --dijo Ilusión y dirigiéndose a la dama del sofá-- Señora, hemos oído su propuesta y francamente estaríamos contentísimos de hacer lo que Ud. nos pide, pero hay un inconveniente: las leyes de nuestro país nos impiden limpiar las uñas o peinar los cabellos de ninguna mujer que no sea nuestra esposa o nuestra amante. De modo que hablaremos con nuestro embajador para saber si no hay otro modo de negociar este asunto. Como Ud. sabe, nuestra embajada nos
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protege cuando andamos en el extranjero y la infantería de marina está dispuesta a intervenir en cualquier parte donde un ciudadano nuestro esté en peligro de perder su vida o sus propiedades. ---- ¡Oh! --Hora casi se levanta de su sillón movida por la sorpresa-- No sabía que Uds eran ciudadanos de esa gran nación que tiene su marina lista a defender los intereses de sus ciudadanos en cualquier parte del mundo. Me engañaron. No me lo parecieron al principio. Pero vamos, entonces, a resolver de otro modo el asunto. Mañana hay un concurso de vuelo de aves. Participarán todas las mejores del país. El ave que logre volar más alto, esa ganará el premio. Si una de Uds. dos logra ganar ese premio, yo le entregaré la Oración del Puro a este joven que quiere ser rico, inteligente y sabio. Se convino, pues, en participar en la competencia de aves. Al día siguiente, el coso donde se celebrarían la prueba estaba hasta la cincha. La multitud lo había llenado desde temprano incitada por la noticia de que unas aves extranjeras participarían en el certamen y que habría premio para ellas si ganaban. Tiraban cohetes y morteros y sonaban las bandas de música ejecutando “la pelota” o “el zanatillo colorado” o “el garañón”. Hora estaba en el palco principal presenciando el espectáculo, rodeada de sus amigas que eran las esposas de los aspirantes a puesto públicos. Todas se esmeraban por atenderla y una de ellas se puso en cuatro pies y le sirvió de sillón toda la mañana.
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Al sonar de un pito de carrizo el competidor hacía su vuelo y mediante un aparato especial regulado por las radiaciones solares se medía la altura que habían alcanzado. Un pausado zopilote se puso en la pista de despegue. Aplausos y silbidos lo recibieron. Sono el silbato de carrizo y el zopilote voló, voló, voló, voló, volóóóóóóó todo cuanto pudo, puuuuuuuuuuudo, puuuuuuuuuuuuuuuuuuuuudo, puuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuudo hasta que logró marcar dos kilómetros de altura. Llegó un querque con su cabeza blanca y sus plumas blancas y negras hizo el intento pero se quedó más bajo que el zopilote. Después un águila traída de las montañas más espesas y famosa porque vivía a grandes alturas, despegó y el ave voló, voló, volóóóóóóó, pero cuando ya iba alcanzando la altura del zopilote, vio alla abajo un conejo, se le olvidó la competencia y se lanzó en picada y atrapó al orejón que no esperaba el ataque pues era convenido por las leyes del país que las aves carniceras no atacarían inocentes conejos en ese día de amistad y concordia olímpica. Así fueron pasando todas las aves del país de Viejolandia. Las marcas se superaban unas a otras. Era increíble que tantas aves pudieran volar tan alto. Ilusión y Ambición se miraban desconsoladas. El Dundo comprendió que estaba vencido y que por aquel medio nunca tendría la Oración del Puro.
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De pronto, para escándalo y sorpresa de todos, sonó el pito de carrizo y nuestro chocoyo Ambición se elevó como montado en un cohete. Subió zigzagueando, haciendo nudos en el aire, curvas increíbles, hamacas en vuelo, se perdió en la inmensidad azul del firmamento. Todo el público guardó silencio. Se oía el andar pausado de un piojo en la cabeza de un calvo espectador, el que tuvo que callarlo para que no perturbara el silencio. El marcador radiosolar señaló que había subido a tres días luz y todos aplaudieron frenéticamente declarándolo vencedor. Aunque el chocoyo triunfador no daba señales de aparecer dos días después, todos creyeron lo que el marcador imparcial decía y Hora entregó el premio a El Dundo y junto con él, un ejemplar de la Oración del Puro. Cuando tres días después se apareció Ambición donde sus amigos, El Dundo lo felicitó por haberlos hecho ganar con aquel vuelo espectacular nunca visto en olimpíadas avícolas, a lo que el chocoyo con llamas en los ojos gritó: ---- ¡Qué triunfo ni que mierda! ¡Al que quiero agarrar para sacarle los ojos es al hijueputa que me metió un cigarrillo encendido en el culo! Ilusión silvaba inocentemente mirando al cielo. La ciudad amaneció nerviosa, temblorosa, sudando helado: la hecatombe se acercaba. Era el día fatídico. El día cero. El líder máximo lo había anunciado. Era el 3 de febrero, fecha inmortal para el futuro porque entonces correría la sangre a barriladas por las calles de Mana, para deponer al tirano.
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La primera sangre derramada seria la del propio líder pescuezón ya que él sería el primero en dar el ejemplo al enfrentarse al Batallón de Combate. Las calles estaban desiertas. Las patrullas militares recorrían las pero los soldados temblaban de miedo. A la hora señalada a sus amigos, el máximo líder montado en su chancha se apareció en el Parque Central. Ya estaban ahí los carros disfrazados de taxis con las bombas, los revólveres y los machetes; la multitud empezaba a llegar, corriendo por diferentes calles, a la Plaza de la República. Los jefes menores de la Gran Sublevación no habían terminado de distribuir el armamento cuando alguien gritó: ---- ¡La guardia, la guardia! ¡Viene el Batallón de Combate! Un solo alarido de terror salió de la multitud, pero, temblorosa, se quedó esperando la señal de su líder máximo, el ejemplo grandioso que él daría, la primera gota de sangre que él entregaría, la orden de combate que él gritaría. Pero por toda respuesta, el líder pescuezón se apeó de su chancha y en menos de lo que canta un gallo chiricano emprendió veloz carrera seguido de sus secretarios y consejeros. La multitud desconcertada lo siguió creyendo que era una estrategia genial. Los jefes no pudieron repartir las armas porque la gente solamente pensaba en correr tras Hernando A. Cuero. No había tal Batallón de Combate. Un chusco había lanzado el grito para asustarlos, convencido que al solo nombre de la Guardia Viejana todo el mundo
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correría despavorido, como sucedió. El Líder máximo corrió y corrió y corrió y corrió y corrió y corrió hasta que cerca de una iglesia que se llamaba San Antonio, se metió ahogándose por el cansancio, en una casa que tenía un rotulo que decía: SALON DE BELLEZA Fue hasta media hora después que se presentó el Batallón de Combate para rodear el salón de Belleza, pues los oficiales y soldados primero tuvieron que ponerse driapers para no ensuciar sus uniformes con la diarrea que tenían ante la inminencia de la anunciada hecatombe. El Comandante, divertido, se ofreció a llevar al líder pescuezón a la residencia de éste, lo que fue aceptado encantadamente por Hernando.
La gente se retiró avergonzada.
Los jefes menores botaron las bombas, los revólveres y los machetes en las aguas del lago. El dictador rio treinta días con sus noches y los serviles lo adularon por varios siglos más. El director de “La PIENSA” rugió desde su periódico por el fracaso y se comió en un día todas las resmas de papel que había en las bodegas de su imprenta. El Tirador Infalible, llorando, regreso donde El Dundo y se excusó por haberlo abandonado y se ofreció a continuar en la búsqueda de El Pájaro del Dulce Encanto.
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CAPITULO X VARIOS días más ocupó El Dundo en recorrer los barrios y cañadas de Mana, en busca del médico que no hablara mal de los demás. Antes de abandonar la ciudad para montar al Caballo Pinto, deseaba tener en su bolsa ese otro trabajo de los encomendados por El Viejo del Monte. Visitó diferentes tipo físicos de médicos: altos, bajos, gordos, flacos, negros, morenos, blancos, dientones, ñatos, narizones, crespos, chirizos, pero siempre tenían algo que decir de algún colega. Siempre existía la puya, la maledicencia, la burla para alguno de sus compañeros profesionales y siempre había un tono de suficiencia con menosprecio para los demás. En uno de esos consultorios pobres se encontró con una buena viejita que hacía antesala para ser recibida por el médico del barrio. Nuestro amigo que deseaba entrevistarse con el hombre decidió, para pasar el rato, entablar conversación con la mujer citana y le dijo: ---- ¿Tiene Ud. mucho tiempo de ser cliente del doctor? ----¡UUUUUuuuuuuuuuuuhhhhhh!...desde que el era niño porque ya en el barrio curaba con cáscaras de jiñocuabo o con cocimientos de purguelfraile, o con cataplasmas de linaza con güevo crudo desde que estudiaba en León.
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---- ¿Es cierto que es un médico muy altruista?
---- ¿Al...qué?
---- Digo que hace muchos favores, mucha caridad a los pobres... ---- puej, si. Verá usté. Lo que pasa es que él nació en esta barriada y no conoce a naide maj que a nosotroj loj pobrej. Cobra barato, cinco viejanoj por la consulta y noj da la medina y hasta noj pone alguna inyección. El hombre noj quiere mucho y nosotroj lo queremos a él también.
---- ¿Así que es vecino de por aquí?
----¡UUUUUUUuuuuuuuuuhhhhhh ssssssiiiii! Es hijo de la María Pindonga, la nacatamalera que vivió aquí por tantoj añoj y que murió la pobre antej que él se dogtorara dicen que de cáncer en la matriz, pero también dicen que de un hechizo que le hizo una mujer mala que la envidiaba porque hacía mejor los nacatamales que ella y vendía más...
---- ¿Quién hacía mejor los nacatamales?
---- Puej la María Pindonga lojacía mejor que la otra mujer y dicen que por eso la hechizó. El pobre dogtor quedó sin dogtorarse pero lo hizo pingueando por aquí y pingueando por allá hasta que llegó a tener el titulo que tanto le costó al pobrecito y dejpuej se vino a trabajar entre nosotroj a pesar de que la mujer dél que ej una tufosa que le giede maj la cara que otra cosa que no digo para que usté no crea que soy una
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vulgar tapuda irrejponsable, se lo quiere llevar al centro a trabajar allá a loj ricoj y a loj empleadotej que ganan mucha plata y que le pagarían mejor su trabajo. Pero nada él no se va diaquí y dice que mejor lo sacan muerto que no que se vaya a trabajar con esaj mulaj de loj platudoj que nunca pagan al riatazo, sino que simpre estan ahí conque mandáme el recibo a mi oficina que no tengo agora sencillo que no ha firmado el cheque que el señor güelve maj tarde que talvez otro día porque agora la señora dejó el cheque encerrado en la caja juerte y que nosotraj no la podemoj abrir y que agora sí que ya lo tenemoj pero el maldito cheque se me ha perdido pero resulta que lo dejé en el otro delantal, que mejor venite chiquitó otro diya y no se lo digás a la patrona que me corre y se mueren de hambre los chavaloj y eso cuando el fulano platudo no dice que la cuenta ej muy grandota que qué bárbaro que se cré que la plata se halla tirada como cagajón en laj callej, que cómo se atreve a cobrar tanto por solo unaj puntaditaj a la herida o por escribir unaj carañaj en el papel que naide lentiende y que ni el boticario pudo despachar y que nada lizo a lenferma sino questá pior que antej y que mejor se buscarán otro médico que no seya tan ladrón que mejor debería ponerse máscara antej de cobrar porque así ya sabría una que le van a robar y no hacía resistencia en fín él no quiere por eso trabajar con loj ricoj porque dan tanta jodedera y ej maj lo quejoden que lo que pagan y luego que hajta quieren que lej limpiéj laj nalgaj a la paciente, el pobre médico; por eso él está con nosotroj y no se va diaquí aunque la mujer dél quiera llevarselo para el centro atrabajar en uno de esoj policlínicoj que ay con aigre acondicionado y qué sé yo cuántas putadaj maj, pero pasa que en esaj policlínicaj cada médico sabe solo diun pedacito del
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cuerpo y cuando una está enferma de variaj partej, puej la mandan donde varioj y allá te va que a cadunno hay que pagarle su consulta o sinó te manda tu médico que te chequeye este, luego otro, dejpuej aquel otro y luego al laboratorio de la policliniquitotal que te hicieron pelibarba y salíj sin un centavo y con máj dolorej quiantej porque agora ni plata tenéj y nisiquiera te quedó parelbus que te lleva a tu barrio. El no quiere ser ladrón desos que asaltan enpandilla lojenfermoj sinó que quiere vivir entre nojotroj para curarnoj por cinco viejanos y no limporta morir maj pobre que nosotraj puej al fin y al cabo toda su vida ha sido pobre y hambre siempre ha tenido porque la comida escasea en mesa de pobre y la plata no llega a la bolsa que no tiene riales para llamarla. El Dundo comprendió todo lo que decía la vieja en su lenguaje peculiar. ----- De seguro --dijo Ilusión siempre optimista-- que este hombre es un médico modelo y no hablará mal de sus colegas. ---- Deberíamos entrar a la fuerza antes de esta gente que lo está esperando para consultarle sobre sus enfermedades--dijo Ambición siempre violento. Convencido por la argumentación de sus dos amigos plumíferos El Dundo entró al consultorio del médico sin esperar a que le llegara su turno. El hombre lo miró con una expresión de sorpresa en los ojos, pero sin pronunciar palabra.
El Dundo le expuso la razón de su visita.
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Naturalmente, no dijo que andaba en busca del médico que no hablara mal de sus colegas, sino que solamente se refirió a los otros trabajos señalados por El Viejo del Monte para darle el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto. El médico escuchó atentamente pero permaneció silencioso.. El Dundo siguió diciendo que necesitaba encontrar al pájaro misterioso para que le diera a su vez el secreto para ser rico, inteligente y sabio. Una sonrisa fina apareció en los labios y en los ojos del profesional.
Siguió en silencio.
El Dundo le preguntó sobre la opinión que tenía de sus colegas en el ejercicio de la profesión y en la conducta general de cada uno y el hombre siguió guardando silencio completo. Esperó unos minutos nuestro protagonista. Nada. Ni una sílaba. Extrañado, volvió a repetir su historia; quizá el hombre no había entendido bien el asunto y reiteró la pregunta. Nuevo silencio. Ahora más espeso que antes. Una sonrisa triste en el semblante fue todo lo que pudo sacar nuestro protagonista con sus palabras. A pesar que repitió por diez veces su historia y que por otras tantas veces preguntóle su opinión sobre sus colegas, el médico no respondió absolutamente nada. Desconcertado, El Dundo se levantó del asiento y se despidió con un apretón de manos del hombre misterioso.
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Cuando abandonaron el consultorio y pasaron a la sala de espera, la misma vieja que había sido tan hablantina con ellos, gritó: ---- Se me olvidó decirlej que el dogtor ej mudo y sordo dejde un accidente que tuvo. Debieron haberle hablado con señaj quej como se entiende con nojotroj... ---- Bueno --dijo Ilusión-- el hombre no habla mal de sus colegas. El Viejo del Monte tendrá que admitir esta verdad y darnos el secreto. ---- Ahora tenemos solucionados varios casos --dijo Ilusión en la reunión que tuvieron dos días después con El Tirador Infalible-- Estamos a punto de coronar con éxito todos los trabajos encargados por el dictador de Viejolandia para darnos el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto. ---- Tenemos un caso difícil por delante. Encontrar al militar honrado que no viva del vicio o de los juegos prohibidos. Ya vieron que todos los que hemos encontrado no se ajustan a ese modelo moral --argumentó El Tirador Infalible-- Talvez sería mejor que buscáramos de una vez al Caballo Pinto para montarlo con la Oración del Puro que ahora tenemos. Con eso redondeamos casi todos los trabajos y dejaremos para última hora lo del militar que será difícil pero que debe encontrarse en alguna parte. De común acuerdo, los amigos abandonaron Mana y se internaron nuevamente por el camino de Cuajachillo en busca del lugar donde encontrarían al Caballo Pinto. Caminando a ratos a pie, a ratos
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andando, llegaron al lugar indicado. Apenas habían puesto sus pies en él, cuando se les apareció un caballo pinto, de color blanco y negro, resoplando furiosamente y enseñando los dientes y manoteando al aire, como demostrando su brío y peligrosidad, para atemorizar a los aventureros. El animal que nunca había sido montado victoriosamente por ningún jinete, estaba listo a aceptar el reto de ese extranjero que llegaba a sus dominios a tratar de conquistar gloria y fama. ---¡Chóóóóóóó! animaaaaalllll! ¡Quietooooooooo!
¡Chóóóóóóóóó
Poco a poco, pronunciando monótonamente estas palabras, hipnotizándolo con ellas, El Tirador Infalible se fue acercando al equino que a su vez se fue calmando, calmando, calmando aparentemente, calmando más y más, pero conservando un ligero temblor en sus patas y belfos.
----- ¡Quieeeeeettttooooooo! ¡Quieeeetttoooo!
Logró asir las crines del cuello de la bestia. Le acarició la trompa y toda la cara. Luego el cuello y la espalda. El animal temblaba. Presentía la inminencia del combate, pero sabía que tenía que permitir al humano que se subiera a su lomo. Era un asunto de honor equino y nuestro caballo pinto era de lo más puntilloso en esos asuntos. Daría la oportunidad a cualquier de esos bípedos, pero no respondía de lo que sucediera después. Larga fama ganada a través de muchos años no podía quedar desbaratada o mancillada en unos pocos segundos y menos por un muchacho de
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catorce años como aquel, que sin duda lo montaría, ya que El Tirador Infalible resultaba muy viejo para esas aventuras. Así lo comprendió el caballo pinto. No podía ser él la afrenta de la familia. Todos sus antepasados cuadrúpedos estaban pendientes desde el más allá de este singular duelo. Hacía ya bastante tiempo que nadie se había atrevido a desafiar al fenomenal Caballo Pinto. El último hombre había volado por el firmamento hasta quedar dando vuelta alrededor de la luna, como satélite artificial. El Dundo se acercó al animal lentamente, mientras sacaba un puro del bolsillo y lo atravesaba, despacio, con siete alfileres colocados en diferentes partes. Cuando llegó junto a la bestia dio un salto para subirse al lomo, mientras gritaba: Yo te conjuro puro, en nombre de Satanás, Lucifer, Luzbel, alfiler, alfiler, alfiler, alfiler por la virtud que tú tienes y la de tu amigo Diego. En aquel instante el caballo pinto dio dos saltos fenomenales que casi alcanzan las nubes. para que este caballo pinto sienta amor y desesperación por mí, y para que tenga sosiego, Santa María furiosa, Nuevos saltos del animal, esta vez en longitud que pasaron de un extremo al otro de Viejolandia.
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Reina de Maravillas que en la ciudad de Mangles no hay un caballero noble ni mujer que quebrán teme, ni perro que ladre a mi paso, ni gatos que maullen, ni niños. Ahora el bruto corcovea haciéndose un tirabuzón de carne y huesos. que lloren; así como venciste al corazón de tu padre y de tu madre, así has de vencer a este caballo pinto por mí, Relinchos furiosos del animal que se sentía cogido en una trampa sucia no digna de una noble bestia como él. Invocó a sus antepasados para que conjuraran aquel sortilegio de aquel brujo, que no otra cosa debería ser aquel muchacho que lo montaba y permanecía pegado a su lomo mientras gritaba aquellas misteriosas palabras. Yo iré contando las regiones hasta la séptima región y todas las oraciones que he rezado son recomendadas al diablo, Lucifer y Los antepasados del caballo pinto no respondieron, sino que se santiguaron en sus tumbas sobrecogidos por la fuerza de la oración. El animal, con las piernas débiles, apenas podía saltar hasta una altura de unos dos metros. Luzbel, y aunque le ponga agua al diablo, o le hag promesas para vencerme, este caballo pinto no debe botarme de su lomo. Así sea por todos los siglos.
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El caballo pinto cayó tembloroso de panza con sus patas estiradas hacia atrás y hacia adelante y con una inmensa desesperación en los ojos. ¡Había sido vencido, había sido vencido, había sido vencido! Se repitió, incrédulo, eso muchas veces. Muchas veces. Y aunque quinientos años después contaba a sus nietos que había sido vencido gracias a la magia negra, nadie le creyó y desde entonces fue víctima de la burla de todo caballo salvaje que se estimara y también de todos los potrillos que lo encontraban a su paso. Le enseñaban un puro encendido mientras le gritaban: ---- Te venció un niño de catorce años y para justificarte dices que fue la Oración del Puro... como puro idiota te amanzaron y nos deshonraste a todos los caballos pintos del mundo que ahora estamos obligados a ser los más mansos de todos nuestros congéneres. Así fue como venció El Dundo al más feroz de todos los caballos del universo.
CAPITULO Y Cuando había terminado de vencer al caballo pinto, se apareció la chachalaca frente a El Dundo y, después de emitir por unos minutos su cha-cha-cha-lááá-ca, cha-
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cha-cha-lááá-ca que se prolongó desde lo profundo de sus cuerdas vocales hasta las ramas más altas de los árboles más descomunales y se enredó en las hojas como tela de araña sonora, dijo: ----¡Bravo, muchachos! ¡Viva el Boer! Acabas de realizar una hazaña única en todo el universo y pasarán muchos años sin que se repita algo parecido. Jinetes de todo el orbe habían venido para montar al caballo pinto y nadie lo había conseguido. Tú eres digno de glorificarte como un héroe. Tú eres digno de que se levanten una estatua en tu honor. Por eso voy a ayudarte en la realización de tu última tarea. Vete al río donde le están levantando una estatua a mi marido por haber abrogado el tratado infamante canalero que hipotecaba Viejolandia a Frutilandia por toda la eternidad. No digas que tú sabes que los frutilandeses no estaban interesados en hacer ningún canal por este país y que por eso accedieron a abrogar el tratado. Eso es cierto pero mi marido ha tenido buen cuidado en tapar la verdad para que el pueblo viejolandés lo crea un prócer de esta nueva independencia. Tampoco digas que a cambio de la abrogación de ese tratado mi marido hará una concesión a una compañía petrolera frutilandesa, la que no pagará ningún impuesto de por vida para instalar una refinería en nuestras costas marítimas. No digas tampoco que mi marido tendrá participación en esas ganancias aunque el país no reciba nada. No digas que el cambio es más bestial, más usurero, más colonialista y más entreguista que el antiguo tratado canalero. Pues bien, llega ahí cuando nadie te mire, coloca una bomba de ocho candelas de dinamita al pie del monumento al prócer Viejo del Monte y al final de la explosión tendrás la solución de tu problema.
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Dicho esto, la esposa de El Viejo del Monte disfrazada de chachalaca desapareció gritando su chacha-cha-lá-ca, cha-cha-cha-lá-ca. El Tirador Infalible fue el primero que argumentó que todo lo aconsejado tenía reibetes de disparate, cuando no de un suicidio legítimo. Si bombardeaban el monumento que le estaban levantando los serviles a El Viejo del Monte a la orilla del río, seguro que alguna patrulla de gorilas armados se encargaría de hacerlos pasar a mejor vida. Probablemente la esposa de El Viejo del Monte se tenía algo entre manos para aconsejarles aquello y no podría ser nada bueno para ellos por lo que era mejor no hacer caso del consejo y buscar de otro modo la solución al problema de encontrar al militar honrado que no viviera del juego ni de la prostitución. Ilusión no estuvo de acuerdo. Argumentó que la señora era muy seria. Que probablemente se había enamorado de El Dundo y aunque era incapaz de serle infiel a El Viejo del Monte, sin embargo había decidido ayudarle de aquella forma para demostrarle su amor. Había que recordar que ella se había educado en Frutilandia y que allá el amor se expresa sin disimulos cuando es necesario. Que creía que esa era una declaración de amor. Ambición estuvo de acuerdo y agregó que creía que aquello de derribar el monumento de El Viejo del Monte era una cuestión simbólica que auguraba la próxima caída del poder del dictador y que su esposa ya lo presentía y por eso se adelantaba a los acontecimientos.
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El Tirador Infalible contra-argumentó. Para él era incuestionable que la mujer estaba despechada porque El Viejo del Monte no le hacía caso por andar de arriba para abajo con la Hora, su amante, y que por eso deseaba demostrar simbólicamente que ya lo había derribado de su corazón, mandando a demoler el monumento hecho por los serviles. Que la esposa de El Viejo del Monte sólo los estaba ocupando como instrumento de su venganza amorosa y que en nada los estaba ayudando a resolver su problema. Ambición dijo que no podía juzgar nada sin ver los resultados. Que esas eran puras teorías de El Tirador Infalible que se había vuelto timorato desde la fracasada rebelión del líder pescuezón. Que si no quería ira a hacer el mandado de poner la media docena de candelas de dinamita el pie del monumento y hacerlas estallar, que podía quedarse en lugar seguro. Que por tanto él y la cotorra Ilusión sí que estaban decididos a acompañar a El Dundo en la realización de esta nueva tarea. La cotorra Ilusión agitó sus alas verdes y agregó que no veía por qué estaban perdiendo el tiempo en discusiones. Deberían partir inmediatamente en busca del río a cuya orilla se encontraba el monumento y ¡Buuuuuuuuum! volarlo de una vez sin estar pensando chochadas. Que los invitaba a que empezaran la marcha inmediatamente porque amenazaba con llover y a ella no le gustaba mojarse. El Dundo, como siempre, no opinaba sino que se dejaba llevar por la opinión mayoritaria de sus amigos. Sólo quería encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto para arrancarle el secreto para ser rico, sabio
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e inteligente. Los caminos no le interesaban. Lo importante era llegar. de cualquier manera. Emprendieron la marcha por montes y cañadas; pasaron arroyos y ríos; cruzaron valles inmensos; se hundieron hasta la rodilla en pantanos; fueron picados inclementemente por los zancudos; la lluvia los mojó de pies a cabeza; el sol los quemó hasta los huesos. Al fin de muchos días, de muchas semanas de viaje, llegaron a la orilla del inmenso río que extendía sus aguas serpenteantes por una tupida montaña. Observaron por varios días a los hombres que trabajaban en la construcción del monumento al “prócer”. Comprobaron que en el día estaba fuertemente custodiado pero que en la noche quedaba aparentemente abandonado. Discutieron la situación y llegaron al acuerdo de que era la cosa más “chiche” del mundo el ponerle las candelas de dinamita al monumento por lo que no vacilaron en pasar a los hechos. Una noche, El Dundo y sus amigos se deslizaron cuidadosamente por entre los tacotales vecinos al monumento hasta que llegaron a él. Le pusieron una macoya de candelas de dinamita unificadas por una sola y larga mecha y le pegaron fuego. Salieron en barajustada hasta ponerse a salvo de la explosión. Esta no se hizo esperar y segundos después el monumento al “prócer” volaba por los aires y se disolvía en polvo que caía suavemente a la tierra. Cumplida la misión, los amigos esperaron el milagro anunciado por la esposa de El Viejo del Monte.
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Minutos después de la explosión sin que nada sucediera. Pero cuando nuestros héroes se preparaban, decepcionados, a abandonar la zona, notaron que del cráter que había quedado donde había sido el monumento, salía trabajosamente un ser humano. Lo observaron detenidamente y se asombraron al verlo vestido con el uniforme de los militares de Viejolandia. Iban a huir despavoridos ante la posibilidad de caer prisioneros por el delito cometido, pero un grito del hombre los dejó secos en el lugar. ---- ¡Hijueputas! ¡Alto o disparo! ¡No se corran bandidos opositores y comunistas! Los amigos le hicieron caso. Sabían que cuando un guardia viejano grita eso hay que pararse o le mete a uno un plumazo en la cabeza. ---- ¡No dispare! ¡Somos ciudadanos pacíficos que pasábamos por aquí cuando sonó la explosión! ---- ¡No lo creo, malditos! ¡Deténganse o los baño ahorita mismo! El hombre se acercó pausadamente. Su uniforme estaba sucio. El casco de acero estaba cubierto por hojas caídas del espacio durante la explosión. Empuñaba un rifle de plástico y de juguete. Los amigos se dieron cuenta de ello y rieron, rieron, rieron de ellos mismos al darse cuenta que el soldado los había intimidado con sólo el grito. Cuando el militar escuchó la risa de los amigos, se echó a llorar a moco tendido.
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Nuestros héroes, asombrados, tuvieron compasión del pobre guardia. Ilusión voló hasta su hombro derecho y empezó a picotearle cariñosamente la oreja de ese lado. El hombre río como niño satisfecho. Ambición le preguntó: ----- ¿Qué hacías bajo el monumento del prócer y por qué llorás? ----- Yo soy un pobre guardia honrado y como premio a esa virtud me enterraron vivo con un rifle de plástico en la base del monumento del prócer para cuidarlo por todos los siglos...
---- ¡Qué premio tan singular!
---- Bueno, donde me ven soy oficial egresado de la Academia Militar de Viejolandia. Recien graduado me asignaron a la Guardia Personal de El Viejo del Monte. El hombre me ofreció unas “libres” para introducir whisky, cigarrillos, carros, refrigeradoras, televisores, radios, ropa extranjera, en fín, todo lo que yo quisiera, sin pagar impuestos aduaneros...un contrabando “legal”. Como en el libro de moral y trato social que damos en la Academia yo había leído que eso era inmoral y que un buen militar no debe hacer eso, sino que debe dar el ejemplo con su vida sana y honesta, me negué a aceptar los ofrecimientos. Muchos ciudadanos civiles me ofrecían pago para que les consiguera una “libre” con el general (Uds. saben que El Viejo del Monte también es el Jefe de las Fuerzas Armadas, ¿no?) pero yo me negué; industriales y comerciantes me ofrecían pago para que les consiguiera con el
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general una orden para no pagar sus impuestos o los aforos aduaneros y yo me negue; un colega me dijo que yo era un baboso pues todos los ayudantes del jefe siempre habían traficado con esas regalías y que le habían sacado buena “tusa” al negocio; yo seguía creyendo en el manual de moral y trato social y no les hice caso; todos los amigos del general me pedían que adelantara las fechas de las audiencias con el hombre, a cambio de unas “tusita” que me darían; el total era cuantioso y tentador para un oficialito como yo, recién salido de la Academia pero también me negué; en fin, todos los jodidos que querían alguna ilegalidad acudían a mí para que se las consiguiera con el hombre, pero yo seguí de pendejo negándome, hasta que todos le hablaron al hombre y después de escucharlos me llamó y me dijo: -----He oído las quejas de todos los que han venido a decirme que te has negado a ayudarles en esto y aquello mediante dinero, porque te pareció contra la ley. Debes saber que aquí no hay más ley que la mía y que nada es malo si yo lo permito y que nada es bueno si yo lo prohíbo. Por tanto, te ordeno te traslades a la comandancia de la Policía de Mana, y te pongas a las órdenes del Jefe de la Policía quien te asignará tus nuevas labores. Así perdí mi puesto al lado del hombre. Le conté a mi mujer el cuento y me maldijo por imbécil. Mi suegra me bañó y no faltó quien (de mi familia) pidiera que se me expulsara hasta del ejército por idiota. Me presenté ante el Jefe de Policía y me nombró Jefe de la Oficina de Narcóticos. Consagré una dedicación ejemplar al combate del tráfico de drogas.
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Descubrí siembros de marihuana hasta en los balcones de Casa Presidencial y en los jardines de la querida de El Viejo del Monte. Los traficantes me ofrecieron dinero por costaladas, pero yo lo rehusé pensando en el libro de moral y trato social me habían enseñado en la Academia Militar. Una vez me avisaron que unos contrabandistas de opio venían del país vecino de Costa Pobre por nuestra frontera sur. El Jefe de la Policía de allá los había dejado pasar no sin antes quitarles para su propio tesoro familiar, el cincuenta por ciento del contrabando. Les tendí una emboscada en el camino a Mana; los sorprendí con un cargamento de drogas por valor de varios millones de viejanos; pero eso no es nada; también traían un enorme contrabando en joyas y otras piedras preciosas por valor de otra tonelada de millones de viejanos. Mi segundo, el Sargento Piepelado, ducho en estos asuntos, me murmuró al oído: ---- ¡Ya somos ricos, Jefe, ya somos ricos! ¿Me los “sueno” con cuchillo y los dejo enterrados en la montaña? ¡Después nos repartimos e informamos que no vinieron los contrabandistas! ---- ¡No jodás! --le dije yo--¿Te has creído que soy ladrón?
¡Si me volvés a decir eso te informo!
---- Jefe, es su oportunidad. Después de esta quien sabe si tenga otra. No “seya” chocho. Oiga lo que le estoy diciendo. ¡Después se várrepentir!
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No le hice caso pensando en el librito de moral y trato social que había estudiado en la Academia Militar. Mi segundo refunfuñó pero pareció disciplinarse. La noche era oscura. A medida que avanzábamos por el camino en busca del lugar donde habíamos dejado el yip militar que nos condujo hasta ahí, yo solo oía unos pujiditos muy quedos a los que no les hice caso. Cuando llegué hasta el yip me volví a ver a mis hombres que deberían venir detrás con los prisioneros, fue grande mi sorpresa cuando comprobé que nadie me seguía. Ni mis soldados, ni mi segundo, ni los prisioneros. Volví sobre mis pasos iluminándome con una lámpara de baterías y fuí encontrando uno a uno, regados en el camino, los cadáveres de los contrabandistas, muertos a puñaladas. Comprendí. Mi segundo y mis soldados los habían “palmado” y luego de quitarles las joyas, las piedras preciosas y las drogas, habían huído respetando mi vida únicamente por milagro del Señor. Cuando volví a mi cuartel me hicieron un Consejo de Guerra por “asesinato de los contrabandistas, de mis subordinados y por robarme las joyas y las drogas y las piedras preciosas”. Después de dos años de prisión durante los cuales todos los días recibía la visita de un oficial instructor que tenía por misión borrarme esas ideas extrañas de la cabeza, fui puesto en libertad, reincorporado al ejército y me enviaron a la sección de investigación.
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Debo ser muy bruto que no escarmiento. El muy animal me dediqué a descubrir a los ladrones. Por alguna causa, ratero que capturaba yo, era puesto en libertad al segundo día. Botín que recuperaba y lo entregaba al Jefe de Investigación para que lo devolviera a su dueño, aparecía en manos de algún oficial del ejército. Los dueños de lo robado nunca recuperaban nada, a pesar de mis hazañas. Los abogados de los delincuentes me cantaron el volado. Altos oficiales recibían su buena tajada por hacerse de la vista gorda. Los rateros y demás sabandijas tenían un oficial, según su categoría delictiva, que los protegía a cambio de una parte del botin. Había cabos que hasta tenían “colonias” de alquiler con el sueldo miserable que devengaban en el ejército; todo era producto de la partidera. Televisores, radios, refrigeradoras, carros, todo lo robado, aparecía en casa de este o aquel oficial. Me dijeron que me alineara o me mandarían al carajo. Yo no les hice caso. Pensé en el librito de moral y trato social que me habían enseñado en la Academia Militar y no acepté. Todos mis superiores pidieron mi traslado por indeseable e indisciplinado. Una vez más fuí enviado a la “casual”. Tres meses después fuí mandado a un comando de un barrio de la capital. Era uno de esos infestados de cantinas, prostíbulos, billares y jugaderas clandestinas. Decidí acabar con toda aquella inmoralidad. Llame a mi sargento y le comuniqué mi orden. El hombre abrió la boca de par en par. Me miró horrorizado y desapareció de mi vista profundamente abatido. Minutos después regresó y me dijo que en milicia no se discutían las órdenes pero que le parecía que la que le acababa de dar no la había entendido bien,
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pues a ningún comandante se le ocurriría cerrar todos aquellos antros que reportaban excelentes ganancias a todos, incluso a los mismos soldados rasos, que meditara bien, pues eso era una locura. El hombre no entendió nada pero no replicó cuando le repetí la orden, acompañada de un discurso sobre moral. A los quince días llegó una orden de la Comandancia General en la que se me suspendía de mi cargo, se me enviaba nuevamente a la “casual” y me alejé del comando despedido por una rechifla general de todos mis subalternos. En aquellos días hubo una invasión proveniente de un país vecino que es una isla en forma de tiburón. Los invasores eran viejolandeses desesosos de derribar a El Viejo del Monte para poner un nuevo régimen en este país. El hombre me envió a combatir la invasión y yo me sentí feliz pues ahí no habría posibilidad de que me retiraran por hacer cosas indebidas. Nunca entendí lo que me dijo el Jefe al despedirme. ---- Combátalos lealmente y con lealtad aplíqueles las ley de la guerra. Mejor dicho, yo lo comprendí a mi modo. Los combatí lealmente. Hubo muchos combates. Los hombres eran bravos y estaban bien entrenados. Los que se rendían eran enviados por mí a Mana para su juzgamiento. Los heridos eran curados y enviados también a Mana. Una vez recibí un telegrama que decía:
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“Demasiado prisioneros. Combata mejor. El Viejo del Monte” Hice un repaso mental a mis tácticas militares; a mis triunfos; me dí cuenta que estaba combatiendo bien; no comprendí el mensaje y continué capturando revoltosos y enviándolos a Mana para su proceso. Por fin me llamaron ante El Viejo del Monte. “Seguro ascenso”--me dije--Me he portado tan bien que el hombre quiere felicitarme y comunicarme que el próximo día del ejército tendré mis grados de capitán”. Me levanté alegre el día de la cita, Me acicalé, me puse mi uniforme de gala y después de darle a mi mujer un beso, salí. El hombre me esperó en su Despacho Presidencial. Los ministros lo rodeaban. Me sentí orgulloso. Se me recibía como un general romano vencedor. Al fín, mis méritos eran reconocidos.
El Jefe me dijo:
----Teniente, lo llamé para comunicarle que por reconocimiento a su mala labor durante la pasada campaña contra los revoltosos; que por su comportamiento flojo delante de ellos; que por su dundera en campaña, sus amigos y compañeros de armas, los demás oficiales, me han pedido que le retire el grado de oficial que Ud. ostenta inmerecidamente y que sea bajado a soldado raso. ---- ¿Pero, por qué?--tartamudée yo asombrado-- ¿No derroté al enemigo? ¿No me porté caballero con los vencidos y respeté su vida? ¿No evité
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que los soldados desfloraran tanta campesina de la zona de combate? ----Cuando un guardia de Viejolandia combate a revoltosos y fascinerosos como esos que desean derribar nuestro sistema, no debe andar con mariconadas. ¿Para qué envió tanto prisionero? ¡Los jueces están furiosos porque los hizo trabajar de más! ¡Los carceleros estan furiosos porque tienen que cuidar a tanto reo! ¡Las ecónomas de los penales estan arrechas porque tendrán que gastar tanto dinero en mal alimentar a alimañas opositoras! ---- ¿Pero qué iba a hacer con ellos, mi general? ---- ¡Fusilarlos, matarlos, quemarlos, cualquier cosa, menos dejarlos con vida, imbécil! ---- Pero eso no es humano. Las leyes de la guerra dicen que el prisionero es sagrado y que hay que garantizarle la vida... ---- ¡Maricón! ¡Cochón de los diablos! ¿Y cuándo vas a darte cuenta que en este país no hay más ley que lo que yo ordeno! Una pausa tenebrosa. Mis grados de capitán volaron. ---- Pero en vista de que es Ud. un hombre de ideas raras, que no cabe en el servicio activo del ejército pero al que tampoco podemos dar de baja, le asignaré una nueva misión. Por mis inmensas cualidades de prócer mis amigos me están levantando un monumento
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a la orilla del Río Sanjón. Ud. será sepultado vivo en su base. Se le dejará oxígeno para dos mil años y alimentos por ese tiempo. Se le dará un rifle plástico simbólico. Ud. será el encargado de defender ese monumento contra posibles salteadores. ¡Puede retirarse! Cuando llegué a mi casa, no encontré a mi mujer. Se había ido con otro oficial más “vivo” que yo. Desde entonces estoy aquí y ya ven, he fracasado una vez más. ---- Vuélvete a tu puesto --dijo El Dundo-- que no has fracasado. Serás una semilla que germinará en el futuro para bien de este país. Entiérrate y no temas que ahora ya no hay monumento que cuidar, pero sí ejemplo que dar como los que diste y seguirás dando. ¡Tenemos todos los trabajos realizados, todos los trabajos encomendados por El Viejo del Monte!
CAPITULO Z Los amigos regresaron a Casa Presidencial en busca de El Viejo del Monte, seguros de que habían terminado felizmente todos los trabajos encomendados y que recibirían el secreto tan buscado y tan ansiado. Apenas llegaron a ella cuando se les apareció El Viejo del Monte vestido con su ropa verde olivo de hojas de chagüite. Los miró minuciosamente mientras decía:
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---- Veo que ya retornaron. Sospecho que por lo menos uno de Uds. estuvo metido en alguna de las conspiraciones que mis enemigos han fraguado en mi contra en estos días. Pero, bueno, les demostraré mi corazón magnánimo y no haré más investigaciones. A ver ¿qué quieren Uds. ahora? ---- Ya terminamos todos los trabajos que Ud. nos encomendó para darnos el secreto del paradero de El Pájaro del Dulce Encanto, con la fórmula para capturarlo, para que podamos ser inteligentes, sabios y ricos. ---- ¡Siempre con lo mismo! ¡Yo creí que después de tantas aventuras ya se habrían olvidado del asunto! ---- Señor, hemos viajado de tan largo para conseguir ese secreto, que no podemos desistir así fácilmente de nuestra misión --habló Ilusión-- Hemos realizado todos los trabajos señalados y aquí estamos por la recompensa que Ud. nos dará en cumplimiento a su palabra, que es sagrada porque Ud. es hombre sincero y recto.
El Viejo del Monte río suavemente:
----A ver, pues. Entréguenme uno a uno los trabajos. Veamos si es cierto que han cumplido Uds. con todo lo encargado. ----Ahí va. número uno, aquí está la piedra de la Culebra Mica.
----Perfecto. Ahora el siguiente.
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----Número dos: hemos desmontado a El Jinete del Caballo Alazán, aquí está su “chilillo” que nos dio como señal de nuestro triunfo.
---- Sigamos con el otro.
----- Monté El Caballo Pinto sin que me botara. Lo domé y lo convertí en un manso caballo que espera afuera por Ud. para que ordene lo que mejor quiera hacer con él --un relincho proveniente de los patios de Casa Presidencial subrayó las palabras de El Dundo.
---- Sigamos.
----Encontré al médico que no habla mal de sus colegas. Está ejerciendo en el barrio de El Paraísito. Tampoco hace las sinvergüenzadas que hacen algunos médicos del Hospital El Descanso o del Seguro Crucial, con los pacientes de esas instituciones. ---- Este trabajo no está realizado. Ese médico no habla mal de sus colegas porque es mudo y no hace esos cobros ilegales porque no trabaja en ninguno de los hospitales que dices...
Los amigos se miraron asombrados.
---- Prosigue en tu entrega de los trabajos. Talvez te acepte este médico honrado si me convences con los otros trabajos. ---- Encontré al militar honrado que no vive de las putas, ni del guaro, ni de la mordida en general. Ud. lo conoce porque lo mandó a enterrar bajo el monumento de Ud., prócer, para que lo cuidara por dos mil años.
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---- ¡Ah! Ese debe ser el Teniente Cerebro Flojo. Veo que lo encontraron --dijo el Viejo del Monte alagado por lo de “prócer”. ---- Si, señor y espero que Ud. no le encuentra ninguna objeción. ---- No. Ninguna. Es el guardia más baboso que he tenido. Sigamos. ---- También encontré al político honrado, incorruptible, abanderado sincero de los pobres. Se trata de Hernando A. Cuero, el líder opositor al régimen suyo. No creo que por ser su enemigo jurado, Ud. no acepte sus dotes de honradez y valentía. El Viejo del Monte soltó una kilométrica carcajada que después de darle tres vueltas al mundo se quedó enrollada en éste. Después de que hubo terminado de reír en forma tan inusitada para un dictador de su extirpe, El Dundo le preguntó la causa. ---- ¿De modo que ese es el modelo que Uds. traen de honradez política? Vengan a verlo dónde está tranquilito. Veánlo en aquel rincón del palacio. Está descansando después de pronunciar sus últimos discursos en mi contra. Acaba de embuchacarse muchos millones de viejanos que le he suministrado para él y sus seguidores más cercanos. Acabamos de firmar un pacto por medio del cual él se compromete a dejarme gobernar tranquilamente por cuantos períodos yo desee a cambio de cuarenta curules en el Congreso para él y sus amigos; de tener dos partidarios suyos chupando el tesoro nacional en cada ministerio, oficina pública, ente autónomo, alcaldía, municipio, etc, etc.
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Pero no solo eso: para satisfacer su vanidad y guardar las apariencias internacionales, estableceremos un gobierno integrado por una Junta de tres chochos, de los cuales, dos serán de mi partido y uno será él. Por supuesto que los míos no darán ni un paso sin preguntarme qué tienen que hacer y él será una figura decorativa. ----- ¿Y él --preguntó El Dundo estupefacto-ha consentido en ese arreglo? ---- No solamente eso. Es tan bruto que cree que metiéndose dentro de los tres chochos de la Junta de Gobierno títere podrá grangearse la simpatía del ejército y hasta darme un golpe de estado. Pero ya tengo resuelto ese problemita. En cuanto me empiece a dar dolores de cabeza le... ----- ¿Le quitará los millones de viejanos que le ha dado? ----- No, nada de eso. Le dejaré toda la plata que es de él, porque es el resultado de su traición al pueblo viejolandés. Cuando me empiece a dar problemas lo repondré con cualquiera de los zánganos que lo rodean y que están deseosos de embuchacarse los milloncitos que yo quiera darles. ---- ¿Y Ud. cree que encontrará quien lo traicione? ---- Entre traidores sobre quien traicione. Entre inmorales no hay lealtad. Esta oposición es corrompida y por eso nosotros los descendientes de mi augusto tatarabuelo aún estamos gobernando y gobernaremos
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mientras la mayoría de los dirigentes políticos de la oposición estén desesperados por dinero, puestos públicos y regalías; mientras la mayoría de estos dirigentes sea comprable por unos millares o millones de viejanos, dependiendo cuál sea su precio. ---- ¿Es que no hay políticos honrados en Viejolandia? ---- Sí, los hay. Tú no los hallaste, pero hay; lo que sucede es que son una minoría y además, cobardes. Hay honrados pero no se atreven a salir a luz pública por miedo a mis torturas, a mis cárceles. De nada sirve la honradez escondida en un rincón oscuro. Los que salen a luz son los ansiosos de dinero fácil y que se hacen los duros, los valientes, los aguerridos, solamente para venderse a mejor precio.
---- Entonces...
---- Entonces, mi querido amigo, Ud. ha fracasado en toda la línea. No tengo porqué entregarle el secreto para encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto y mucho menos tengo obligación de enseñarle el camino para llegar a ser inteligente, sabio y rico. ---- Pero... ----- Le diré la verdad con franqueza. En mi república no necesitamos sabios ni inteligentes. Tenemos milenios de gobernarla sin que hayamos nunca necesitado de esas sabandijas que se llaman sabios o personas inteligentes. En cuanto a los ricos, esos lo son si yo lo quiero, si yo participo en sus negocios, si yo los protejo o si yo los compro, como
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acabo de hacer con Hernando A. Cuero. Los ricos están contentos con mi gobierno porque tienen la sobra del banquete. Son ineptos. No tienen criterio propio ni aspiraciones. Si Uds. se conforman solamente con ser ricos, yo me encargo de eso. Díganme qué negocio quieren emprender en mi rapública y yo les abriré las puertas apenas con un modesto 95 % de las utilidades. Aquí no hay más fórmula que esta. O si nó, a volar con el cuento a otra parte. Y sin decir más, desapareció de la vista de los amigos y también volatilizó el palacio con todo y su contenido. Toda Viejolandia desapareció después. Los aventureros se encontraron en plena montaña. Solamente acompañado de sus inseparables Ambición e Ilusión, El Dundo caminó incansablemente por aquella montaña sin saber a dónde se dirigía. Pensaba que no era posible que después de tanto sacrificio y de tanta lucha, todos su sueños vinieran a quedar en nada. Ambición lo consolaba diciéndole que para vencer había que no desmayar y que El Viejo del Monte no era más que un dictadorzuelo cualquiera acostumbrado a no cumplir nunca su palabra. Que por tanto la única culpa de los tres había sido no hacerle caso El Tirador Infalible cuando les advirtió eso mismo. Ilusión dijo que talvez si se hubieran olvidado de los encargos de El Viejo del Monte y se hubieran dedicado a buscar a El Pájaro del Dulce Encanto por otros procedimientos, se habrían evitado tantas inquietudes pasadas que les habian destrozado los nervios.
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Hablando en esta forma los tres amigos caminaban bajo el sol o bajo la sombra, de día o de noche, bajo las estrellas, bajo la lluvia, bajo el polvo que llevaba el viento, hasta que después de mucho tiempo encontraron un poblado de casuchas de latas, situado en un valle que se acostaba a los pies de un volcán conchudo que se cubría la cabeza con nubes de color ceniza. Dos ríos atravesaban al poblado; los patios estaban sembrados y sombreados por árboles frutales. Los zanates clarineros cantaba placenteramente despidiendo al sol de la tarde y buscando un refugio seguro en las frescas ramas. Entraron nuestros amigos al poblado sin saber dónde exactamente se encontraban, pero seguros de que ya no estaban en los dominios de Viejolandia, estado desaparecido misteriosamente, lo mismo que El Tirador Infalible. Llegaron a la plaza de la ciudad y se encontraron con un grupo de hombres y mujeres que estaban sentados alrededor de una fogata. Una de ellas leía un papel mientras los demás escuchaban atentamente. Apenas se acercó, El Dundo se dio cuenta que en realidad ninguno de los asistentes a la reunión escuchaba a la poetisa que leía sus versos. Un hombre gordo, pelón como un espejo, pensaba en lo maldito del tiempo que no llovía desde hacía dos meses y que amenazaba con secarle las cosechas; otro, de quijada prognática, sonreía viendo mentalmente cómo por la falta de lluvia se arruinarían otros tantos ciudadanos del poblado y porque eso los obligaría a pedirle dinero prestado que él daría a interés elevado, bajo la promesa
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de venta de alguna propiedad, al concluir el plazo fatal; luego les quitaría las propiedades por el veinticinco por ciento de su valor real; él sabía que nadie le pagaría porque no levantarían ninguna cosecha por causa de la sequía; otro pensaba que aquella mujer dunda debería dedicarse a cocer nacatamales o a matar chanchos y no a escribir versos que ni ella misma entendía; en fín, nadie estaba realmente pendiente de lo que la mujer recitaba o leía o qué sé yo, cuando llego nuestro aventurero acompañado de sus amigos. Cuando terminó de leer la poeta eso que nadie supo qué cosa fue, sonaron los aplausos entusiastas y vítores y las felicitaciones. El Dundo sintió un chicuige a hipocresía pero se quedó quieto esperando el final de todo aquello. El gordo, el flaco anteojudo y el prestamista fueron los más exaltados al felicitar a la poetisa y en abrazarla y estrujarla, lo que también aprovecharon para acariciarle furtivamente sus genitales. Al terminar todo el alboroto, los concurrentes al acto se fueron retirando y únicamente El Dundo y la poetisa se quedaron cerca del fuego de la plaza. La mujer le preguntó qué andaba haciendo por ahí; que si conocía de antes ese poblado y muchos otros datos que la gente siempre pregunta a los viajeros desconocidos. El Dundo le contestó que no sabía qué poblado era aquel, que nunca había estado ahí y que no sabía adonde se dirigía, pues había perdido toda esperanza y toda noción de lucha desde que había sido traicionado por El Viejo del Monte y desde que había sido abandonado por El Tirador Infalible.
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La poeta se mostró interesada en conocer toda la historia de nuestro personaje; lo escuchó atentamente mientras sonreía incrédula a medida que desarrollaba nuestro personaje los episodios de su increíble aventura. Ella le dijo una vez que lo escuchó, que estaba dispuesta a ayudarle en la consecución de su ideal pero que para eso le pedía que se esperara unos días mientras ella ganaba un concurso de poesía que por aquella época habría en el poblado. El Dundo le preguntó que cómo sabía que ella ganaría el primer premio del concurso y entonces la poetisa le contestó que eso era cosa fácil, pues ella daba a corregir sus poemas al Obispo de los Poeta, que tenía la sección literaria del principal periódico del poblado; que dicho Obispo de los Poetas se los publicaba una vez que él les hacía todas las enmiendas necesarias; que dicho señor nombraba los miembros del tribunal que juzgaría los poemas en concurso y que aunque los que presentaría ella eran inéditos y “cubiertos” por un seudónimo, la verdad es que como todos habían sido corregidos por el Obispo de los Poeta y como éste había dicho a los miembros del tribunal calificador cuáles eran los que él consideraba mejores; y como nadie se atrevería a contradecir lo dispuesto por el señor Obispo de los Poetas, pues estaba claro que ganaría ella. El Dundo en sus catorce años no tenía viveza suficiente para comprender aquella retahíla que le soltaba la mujer, pero, pensándolo bien, decidió esperarla a que ganara su juego que ya lo tenía cuchubaleado con quien sabe qué autoridad del concurso.
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Al día siguiente lo sorprendió la mujer diciéndole que no solamente había ganado el concurso, sino que también había conseguido una editorial que le publicaría el libro, la que había con anticipación pagado a los críticos que en diferentes revistas, periódicos, semanarios y medios radiales del mundo entero, se encargarían de escribir para convencer al público lector que aquella era una obra genial y que pasarían muchos años antes que se repitiera una cosa igual. Con el premio seguro, la editora imprimiendo el libro con anticipación con el rótulo ganador del concurso tal en la portada, aún antes de decretarse y los críticos listos con sus artículos sesudos, científicos, para ilustrar a los ignorantes sobre las bondades de una obra que ninguno de ellos había leído completamente, pero con los cheques asegurados para comprar el automóvil último modelo que la esposa quería; con todo eso seguro para la poetisa, El Dundo preguntó porqué no marchaban en busca de El Pájaro del Dulce Encanto tal como ella había prometido. Pregunto cómo era eso que mucho antes de publicarse un libro ya se dijera en todas partes que era genial, tal como él había oído del libro non nato de la poetisa, a lo que ella le contestó, sonriendo, que se debía a la labor de aquellas agencias de publicidad de la editorial. Siguió preguntando ingenuamente El Dundo si ella se tomaba mucho trabajo en estudios de gramática y tantas cosas que deberían estudiar los poetas y ella rio alegremente mientras le explicaba que eso de la gramática no tenía ninguna importancia porque los críticos pagados por la editorial se encargarían de
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decirle al público lector que los errores de sintáxis eran muestra del espíritu revolucionario de la escritora que estaba transformando el idioma; que los arcaísmos y barbarismos serían presentados como un esfuerzo lingüístico genial en su sencillez y que todo aquel que opinara de distinta manera sería calificado de ignorante, envidioso del éxito de ella y cuando menos, de analfabeta. Todo se cumplió, pues, como la poeta lo vaticinó: ganó el premio, salio el libro a las librerías al día siguiente de entregado el dicho; los periódicos, revistas, semanarios y programas radiales y de televisión del mundo entero empezaron a alabar la obra genial; el público empezó a comprar el libro, unos para leerlo, los menos; otros para pasearse con él en las manos por las calles y parques de las ciudades para que los amigos los considerasen personas cultas; otros para tenerlo de adorno en la sala de la casa; otros para regalárselo a otra persona que a su vez nunca lo leería; así se vendieron tantos millones de ejemplares en solo un año que el editor puso tres editoriales más, los críticos compraron casas y carros nuevos mientras escribían libros que estudiaban la obra genial y que a su vez eran estudiados por otros críticos que también vendían por millones estos libros de estudio-contraestudio-más-estudio; las casas peliculeras se disputaron el honor de llevar al celuloide la obra galardonada; los cines la tuvieron en cartelera varios meses; la gente hizo colas interminables bajo el sol, el polvo o la lluvia para ver la película, hasta que salió otra obra genial tirada por otra editorial con el mismo sistema publicitario. Cansada la poeta de ganar dinero, dijo a El Dundo que pacientemente esperaba que le cumpliera la promesa de encontrar a El Pájaro del Dulce Encanto, que lo llevaría donde se le revelaría el secreto.
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----- Decididamente, no comprendo tu empeño en encontrar al pájaro fabuloso; te acabo de demostrar qué fácil es hacerse rico. Basta con que sigas el camino recorrido por mí y lo serás. En cuanto a lo de inteligente y sabio no lo comprendo, pues nunca ha sido necesario eso para ser rico. Cumplidamente la poetisa se presentó para ir con El Dundo a la feria donde según ella encontrarían lo buscado. Ninguna de las diversiones interesaba al muchacho. La poeta buscaba algo. Se dirigió donde un señor gordo, que con un sombrero de palma en la cabeza gritaba al lado de una jaula llena de verdes chocoyitos, parientes lejanos de Ambición. La poetisa se paró delante de la jaula de los animalitos y entregó una moneda al señor que gritaba las virtudes adivinatorias de los diminutos plumíferos. Sucedía que uno de los bichos verdes a una señal del dueño, después que éste había recibido las monedas del pago, sacaba de una gavetita, después de abrirla con el pico, un papelito en donde estaba la respuesta a lo consultado. El señor le dijo a El Dundo que hiciera mentalmente su pregunta y después de que éste le dijo que ya la había hecho, pronunció el viejo unas cuantas palabras raras. El chocoyito haló la gavetita y metió el pico encorvado en ella sacó un papelito y se acercó a la puerta de la jaula; el anciano la abrió y el animalito saltó a las manos del señor entregándoselo, el que fue inmediatamente depositado en las de nuestro personaje principal.
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Sudando helado, El Dundo lo abrió y cuando lo hubo leído, salió en una sola carrera, pegando brincos descomunales en longitud y altura, como conejo humano y gritando desaforadamente como si se le hubieran chorreado todas las tejas de la cabeza. La mujer sonrió y lo siguió, mientras Ilusión y Ambición volaban a su lado. Fue tanta la carrera y duró tanto tiempo, que pasaron varios días antes de que se detuviera nuestro personaje. Después, frente aun barranco que estaba mohoso y que tenia varios agujeros en su anatomía, se detuvo El Dundo, guardó silencio unos segundos con profundo recogimiento, respiró ansiosamente llenando de aire fresco los pulmones y con voz suave, firme, llena de seguridad, imprecó:
ORACION DEL PAJARO MACUÁ ¡Oh lindo Pájaro Macuá! Tú que gozas de los más altos dones porque eres protegido de Dios, que saltas de rama en rama de los árboles de las más altas montañas, buscando la protección del hombre y la mujer para ofrecer la felicidad tanto en la buena como en el amor y en los negocios.
Por todas tus virtudes y tu lealtad puesta siempre de manifiesto, hacé que mis negocios se expandan con gran éxito, que El Pájaro del Dulce encanto se me presente en este momento.
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Apenas había terminado de decir su oración que era lo que había en el papelito entregado por el chocoyito de la feria, sintió que un aire frío recorría el barranco, que éste se humedecía más aún y que un chicuige raro recorría el ambiente. Poco a poco fue apareciendo por uno de los hoyos del barranco un pájaro azul, de larga cola, copete amarillo, ojos verdes, pico rojo, rodeado de una aura misteriosa que le daba una belleza sin igual. El animal, con toda majestad, salió del hoyo, saltó a un rama de un arbolito vecino y esperó pacientemente algo que nadie sabía lo que era. El Dundo se quedó pasmado. No supo qué hacer. Tanto tiempo llevaba buscando a aquel animal. Tantas dificultades vencidas; tantas penurias pasadas aún a riesgo de la vida misma y no sabía qué hacer cuando lo tenía enfrente, a un paso, a unas pulgadas.
Ambición lo sacó de su catalepsia le grito
---- ¡Capturálo, idiota, antes que se vaya! ¡Nos jodimos tanto para encontrarlo y ahora te quedás jugado de cegua, frente al animal! Entonces, como movido por una descarga eléctrica, El Dundo lo tomó en sus manos. Sí, capturó a El Pájaro del Dulce Encanto, al tantas veces buscado, al tantas veces soñado, al pájaro misterioso que le daría el secreto tan ansiado de cómo llegar a ser rico, inteligente y sabio. bien.
Algo le hizo entender que las cosas no andaban
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Debía ser que sus manos habían perdido el sentido del tacto. Porque en ellas no sentía el contacto de plumas, ni de huesos, ni del calor ronroneante de las aves, sino que tenía en sus manos una pasta pegajosa, con un olor especial. Vio a El Pájaro del Dulce Encanto y se dio cuenta que se le había transformado en algo asqueroso; tenía en sus manos un ave de aspecto precioso, pero hecha de mierda pura. Ese era el chicuige que había sentido, el de la mierda, mierda y más mierda y más mierda. Apenas se dieron cuenta de lo que le había sucedido a El Pájaro del Dulce Encanto, Ilusión y Ambición cayeron instantáneamente muertas. El Pájaro del Dulce Encanto terminó por endurecersele en las manos, como mierda resecada por el sol y el polvo; El Dundo lo tiró al suelo, mientras ríos de lágrimas salían de sus ojos. Tuvo la esperanza de encontrar a su lado a la poetisa para consolarse en su desesperación, pero también ella había desaparecido. Llorando, se alejó de aquel lugar lentamente, solo, terriblemente solo iba, cuando oyó los ladridos alegres de una perra flaca, pulgosa, de la que ya se había olvidado: Razón. Campo Bruce.
Managua, Nicaragua. Octubre 22 de 1972. F I N
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NICARAGUENSISMOS OCUPADOS EN ESTA NOVELA A MOCO TENDIDO: Llorar descaradamente. ACHONES Y QUIEBRAPLATAS: Insectos luminosos nocturnos, de invierno. ALASTE: Estiptico. Pegajoso. ARBOL DE CARAÑA: Plantas que se siembran en los patios para evitar los “hechizos”. Es medicinal, de aplicación popular. Despide un olor especial. BAGIN: Botín. Ganancia ilegal. BAÑAR. DISPARAR: Regañar, cubrir de improperios, insultar. BAZUQUEROS: Alcohólicos consuetudinarios, pero pobres, callejeros, que piden dinero en las calles para comprar su bebida alcohólica. BLANQUEAR: Tirar contra alguien a traición. BULACOS: centavos. Dinero en general. CABO: extremo próximo residual de un puro. colilla. Pedazo de algo. CANTAR EL VOLADO: Descubrir el secreto. CARRETA NAGUA (NAHUALT): Según la leyenda, era una carreta tirada por esqueleto de bueyes y que hacía un ruido especial, espantoso, que servía para recoger las almas de los que morían cada noche. En Lengua híbrida nahualt-castellana significa: carreta bruja. CEGUA: mujer mitológica nahualt, que según la leyenda sale por las noches en busca de amantes a quienes vuelve idiotas después del abrazo sexual.
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COGER EN LA MATURRANGA: Atrapar in fraganti. COLUDO: Aplícase comúnmente al Demonio. LOS COMPAÑEROS: Testículos. COTORRA: Ave de mayor tamaño que el chocoyo, de color verde, a veces aprende a hablar. Es de la misma familia de las loras. En esta novela personifica a ILUSION. COYOL: Planta que da frutos redondos en racimos, con cáscara fuerte que encierra la semilla cubierta por su pulpa, que tiene sabor alaste, pero dulce. Del tronco se saca la Chicha de coyol que es embriagante y ha sido muy ocupada por los campesinos de Managua para esos menesteres. CUCHUBALEADO: Arreglado extraoficialmente. Acordado de antemano. CURRUTACA: Diarrea. CUSUCO: Armadillo. CUSUSA: Licor obtenido del maíz fermentado y en alambiques caseros. Es perseguida por la ley. Es de uso frecuente en el campesinado. Dicen que la mejor cususa es la de ometepe. En Diriomo existe una que le llaman Calavera de Gato, famosa por su concentración alcohólica elevada, que embriaga rápidamente. CUTACHA: Arma blanca, larga y delgada, que usan los campesinos. Desempeña del doble papel de machete y de espada o sable, pero realmente es ocupada para pelear.
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CHACHALACA: Ave gallinácea, comestible, cantadora, casi desaparecida de las sierras de Managua junto con sus montañas. CHAGÜITE: Plantación de bananos o de plátanos. CHAMBA: Trabajo. CHAMBULINES: Dinero. CHANCE: Oportunidad. Es un yanquismo. CHANCHITA O CHANCHA: Premio por hacer algo, por lo general ilegal. Equivale a “mordida”. CHICUIGE: Olor especial, no definible. CHICHA DE COYOL: Jugo fermentado del tronco del árbol de coyol. Le hacen una casuelita en el extremo superior, cerca del cogollo y al cabo de unos días se recoge espontanéamente un jugo dulcete al principio, agradable, no embriagante, fermentado después, embriagante. CHICHE: Fácil. CHILE: Frutita picante que se usa para condimentar las comidas. Hay de diferentes tamaños. El más diminuto y más picante se llama Chile de cabro. El Nicaragüense en general no es amante del chile, como el mejicano, aunque hay personas que sí lo consumen mucho. Tiene efecto medicinal sobre el tubo intestinal. También significa “chiste”. Contar chiles es contar chistes. CHILILLO: Tahona, rebeque. CHIMADA: Pobre, arruinada. Aplícase también a las úlceras. Dícese que una bestia está chimada, cuando tiene úlceras en el lomo y a la úlcera en sí se le dice “chimadura”.
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CHINGA: Sin cola. Carreta chinga, es una carreta de camastro corto. CHINTANO-A: Desdentado-a. CHIRICANO: Gallo o gallina sin plumas en la nuca. Dice que son excelentes ponedoras las gallinas y los gallos grandes peleadores. CHIRIZO: Pelo lacio, duro. CHISCHIL: Cascabel. A la culebra de Cascabel se le corta el chischil al que se le atribuye acciones medicinales y hasta de brujería. CHOCOYO: Ave diminuta, la menor de toda la familia de las loras. Aprende ciertas acciones como la de sacar papelitos de una cajita, de donde es usado por los fiesteros en las ferias. No aprende a hablar. En esta novela encarna a Ambición. CHOCHADAS: Majaderías. CHOCHO: Idiota, dundo. No tiene sentido ofensivo, más bien suaviza el adjetivo de modo que es mejor decirle a alguien que es chocho y no idiota o imbécil. Es de uso muy frecuente en los nicaragüenses de modo que en El Salvador es usado como sinónimo de nicaragüense: los chochos, por los nicaragüenses. CHORREARSELE LAS TEJAS A ALGUIEN: Volverse loco o hacer locuras. DUNDO: Idiota. Se aplica a los retrasados mentales o a los mongólicos. No tiene sentido despectivo sino cariñoso. El dundito, el Dundo, es mejor que el idiota. En esta novela es el nombre del personaje principal. ESTAR HASTA LA CINCHA: Estar lleno, bien comido o bien bebido.
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FRITANGA: Aplícase a las ventas al aire libre de comida ligera: gallo pinto, queso o maduro o tajadas fritas, moronga, etc. Comidería al aire libre de estas comidas populares y ligeras. GARROBO: Reptil macho comestible, la hembra es la iguana. GUACAL: Recipiente indígena hecho del fruto del jícaro al que le sacan las semillas y lo pulen y elaboran hasta con dibujos en la corteza. Sirve para beber algo en él. GUANACO: Sinónimo de Dundo, Idiota. GUÁS: Ave de canto melancólico que según los campesinos presagia las variaciones del tiempo. GUATUZA: Animal comestible. En términos populares se llama así al gesto insultativo de pasar el pulgar entre el índice y el dedo medio apretandolo fuertemente y enseñándoselo al contrario. GUAYACÁN: Arbol de madera fina que según la leyenda el hacha se dobla cuando intenta cortarlo. GÜIS: Pajarito amarillo al que se le atribuye cualidades de anunciar el futuro según la tonalidad del canto. Según algunas personas anuncia la visita de personas. “Güisito, güisito, creo en Dios y no en vos, pero gente viene” dicen que dijo un indio al güis que cantaba en los árboles de su patio después que el señor cura lo había regañado por creer en estos animales. HACER UNA TRASTADA: Hacer algo mal hecho, pero sobre todo, se dice por una broma de mal gusto o grosera.
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IGUANA: Reptil hembra del garrobo, comestible ella y sus huevos. JOCOTE: Árbol de fruta pulposa, jugosa, dulce, de color rojo o amarillo, que se cosecha en verano. Crece silvestre pero se le siembra en los patios de las casas pobres. Sirve para hacer el almíbar mezclado con mangos y fragmentos de papaya en miel, manjar de la Semana Santa de antaño. JODARRIA: Molestar demasiado. Jodedera. JUGADO DE CEGUA: Idiota. “Como jugado de cegua quedó el hombre ante esa mujer”... LIBRES: Ordenes dadas en tiempo de la dictadura somocista para introducir mercaderías sin pagar aforos. Era un premio para sus incondicionales o para atraer adeptos. LOS CHAPARRONES: Apodo de una familia managüense, famosa por su habilidad en la pirotecnia. LUNATICOS: Locos. MACOYA: MACOLLA: Montón, grupo selecto. “pertenecer a la macolla” --significa pertenecer al grupo que manda.--”Una macoya de muchachos o de delincuentes”...un grupo de muchachos, etc. MALINCHE: Árbol de flores rojas que dura su florescencia seis meses y otros seis meses está lleno de vainas con una semilla dura. Por eso algunos dicen que “hay matrimonios como el malinche: con seis meses de flores y seis meses de vainas”. MALACO: Malo, aplícase a las personas no a las cosas.
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MAZORCA: Todo el fruto del maiz. METERSE EN CAMISAS DE ONCE VARAS: Buscar dificultades. MORONGA: Comida hecha de sangre de cerdo, arroz, chile, chiltoma y hierba buena. NACATAMAL: Comida hecha de masa cocida de maíz con tocino, carne de cerdo, arroz, chile y hierba buena. Algunos lo hacen de carne de gallina, pero no es lo común. ÑATO: Persona de nariz corta. NIGUA: Bolsa que contiene huevos de pulga de cerdo. A los niños campesinos se les pega en los pies. NO ES COMIDA DE JOCICÓN: No es fácil, es sumamente difícil. OLOTE: Eje central de la mazorca en el que se asientan los granos de maíz. OREJA: Espía político. Miembro de la Policía de Seguridad (policía política) del somocismo. PATRULLERA: Prostituta callejera. PATA DE GALLINA: Asiento rústico de madera que se forma de tres reglas que se juntan arriba en un pedazo de madera al que se clava una tablita octogonal, que sirve para sentarse, en el campo o en las casas pobres de los barrios. PENJAMEAR: En argot hospitalario, significa cobrarle ilegalmente a un-a paciente de sala general por un trabajo que se está obligado a prestárselo gratis. PICARSELAS DE: Presumir de algo. PICHA CAIDA: Hombre impotente sexualmente.
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PINGUEANDO. PINGUEAR: Pasar necesidades. Ganar dinero haciendo trabajos menudos y variados. PINOL: Polvo de maíz tostado. POCA: Poker. Juego de cartas. POCOYO: Ave nocturna que canta tristemente, especialmente en noches de luna. POCHOTE: Árbol grande, espinoso en su corteza, del que se saca madera para construcción o para carpintería. POR SI LAS MOSCAS: Por si acaso... QUERRÁS, QUERRAMOS: Forma popular de conjugación del verbo querer. QUESILLO: Especie de queso huloso, simple, que lo venden con tortillas y crema. Se especializan en hacerlo en Nagarote, pero es popular en los balnearios como Xiloá en Managua. RISERÍA: Reir de un grupo. “Qués la risería que se tienen Uds.?”. ROSQUILLEROS: Ladrones especializados en robar cadenas de oro del cuello de las damas. Es argot de delincuentes. RULETERA: Hetaira callejera. SER MUY VIVO: Persona muy inteligente. “Es muy vivo el jodido”. SIERREÑO: Habitante de las sierras de Managua. Por extensión se le decía así a todos los campesinos. SONARSE A ALGUIEN: Matar a alguien. SUAZADA: Dícese de la hoja del plátano que se somete al calor del fuego hasta que se vuelve flexible; normalmente esa hoja se quiebra con facilidad o se
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deshilacha. Los campesinos ocupan la hoja de chagüite suazada, para envolver el nacatamal. TACOTAL: Zona montosa, pero sin árboles grandes, solo con matones. TAYULES: Córdobas. TIANGUE: Mercado indio, móvil, que se instalaba a las siete de la mañana y desaparecía por la tarde, común en la colonia y a mediados del siglo pasado. TIGÜILOTE: Árbol que da frutos blancos, estípticos, a veces de sabor muy dulce, otras veces simples, en racimos. Es silvestre. Sirve para cercar las fincas o los potreros. TIRADORA: HULERA: Arma campesina que se hace con un gancho de madera, dos hules amarrados a los extremos del gancho y un pedazo de cuero en el otro extremo y que sirve para lanzar piedaras pequeñas y finas. Con ella cazan pájaros o iguanas. TORO RABÓN: Juego de azar que consiste en una mesa con perforaciones en cazoleta de color rojo unas, negras las otras en las que salta una pelotita de vidrio que se escurre por un embudo colocado en el centro. Gana el que tira la bolita si ella cae en rojo, pierde si cae en negro. TOTOLATE: Parásito de las aves, especialmente de las gallinas. TOTOLATAL: Lugar plagado de totolates.
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TUSA: Hojas exteriores del fruto del maíz, que lo envuelve para protegerlo de las aves. En lenguaje popular se aplicaba a dar un regalo por un favor especial o un pago extra. Equivale a “mordida”. TUSEAR: Hacer negocios ilegales. TROMPONES: Puñetazos. VOLADO: Aplícas en sentido de “favor”. Hacer un volado, es igual a hacer un favor especial. VOMITADERA: Vómitos frecuentes. ¡VIVA EL BOER!: Grito de júbilo en general, pero refleja el grito de triunfo de los fanáticos de un club de beisbol de Managua que se llamaba BOER. YOLTAMAL: Comida hecha de masa de maiz tierno, cocida y envuelta en tusa. SAJINO O ZAHÍNO: Cerdo pequeño, salvaje, de color zahino, comestible y muy apreciado por los campesinos. Está en vías de desaparecer de las montañas de Nicaragua por su caza indiscriminada. ZANATES Y CLARINEROS: Aves de color negro, pequeñas, común en los campos y ciudades nicaragüenses, especialmente en los patios arbolados. El Clarinero canta melodiosamente. Unos dicen que es el macho del zanate, otros dicen que son clases diferentes. CHAYULES O ZAYULES: Mosquitos que se meten en los ojos de los niños y les producen conjuntivitis por la irritación. ZOPILOTE: Ave carnicera que se alimenta de cadáveres. Era el sistema de limpieza en la antigüedad en el campo y en las ciudades.
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INDICE Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
En aquella época... Fue así como... Sobre el camino... Caminaron todo el día... Antes del medio día... Siguieron las instrucciones... Ilusión, Ambición y El Dundo... Dicho todo lo anterior... Después de someter... La culebra chocoya... Después del combate... La noche fue avanzando... Cuando terminó de reír... Apenas hubo desaparecido... El Barranco de la muerte... Marta, una joven de 16 años... Mana, la capital de Viejolandia... El sujeto encima... Hasta muchos días después... ¡Compañeros! Me siento... En su búsqueda... En el Hospital El Descanso... En casa del líder... Varios días más... Cuando había terminado... Los amigos regresaron...
Nicaragüensismos ocupados en esta novela.
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Esta IV edición de EL PÁJARO DEL DULCE ENCANTO de Clemente Guido, terminóse de imprimir el día 10 de Marzo del 2012 en los Talleres de Editronic S.A., bajo la corrección de pruebas de Mario Santos y con carátula de Luis Cárdenas Gámez. Managua, D.N.: Nicaragua, Centroamérica
El título encubre una de las tremendas sátiras que se hayan podido hacer en el istmo. Para su estilo y su manera de encarnecer tendríamos que retroceder a Rabelais. Y hasta Quevedo. Aún evocar algunos de los fuetzos de juvenal. LEON AGUILERA EL IMPARCIAL, GUATEMALA, ENERO 7-75. Entre la realidad y la imaginación se desarrolla el argumento de “EL PAJARO DEL DULCE ENCANTO”, de Clemente Guido, novela fantástica en la cual el autor ha querido pintar rasgos de la vida nicaragüense, en medio de sátiras y símbolos que “El Dundo”, su personaje central y protagónico maneja con maestría. Tal vez Ciro Alegría haya calado tan hondo como Clemente Guido en la idiosincrasia de un pueblo. REPERTORIO LATINOAMERICANO Buenos Aires, Argentina. Diciembre de 1976 Seguimos asombrados el relato. Nos dejamos fascinar por sus personajes, bien que dos de ellos sean animales, esos bichos parlanchines y agoreros, contradictorios, lleno el pico de sabias sentencias. “El Dundo”, personaje central, héroe a la antigua, es hechura viva, asombrosa, es imagen que arranca de la infancia. Tal su poder. Lo escuchamos con deleite, porque su voz no está empañada. Es fresca y saludable. FRANCISCO TOBAR GARCIA EL COMERCIO Quito, Ecuador, 9 de Julio de 1976 Considero al autor como un buen novelista, un narrador de primer orden. Sabe urdir una fábula y, lo más importante, sabe cómo retener la atención del lector. Hay escenas que difícilmente se olvidan. Una, la pelea del héroe, El Dundo, con la Culebra Mica. Es rara y única. El trazo es soberbio, y Guido alcanza un nivel más que humano. Hay trascendencia. LA ESTAFETA LITERARIA Madrid, España. Diciembre 1976 Esta es una de las mejores fábulas que leí de ese continente. El Dundo, de estirpe volteriana, es maravilloso en su búsqueda. ¡Y ese fin amargo, inesperado, pero conveniente! Su sátira es muy viva y tendrá mucha resonancia. Tiene un lenguaje rico, de muchas sutilezas y matices. JERZY KÜHN Polonia Traductor de WYDAWNICTWO LITERACKIE Nota: esta versión fue corregida y revisada por el autor en los meses de octubre de 1995 a marzo 27 de 1996 y debe ser ocupada para las siguientes impresiones. Vale. Clemente Guido.