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EL PAPEL PROTAGÓNICO DE LA UNIVERSIDAD EN LOS TIEMPOS MODERNOS LECTIO INAUGURALIS 2012 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
Introducción Dada la coyuntura histórica que está viviendo el sistema universitario en Colombia, en América Latina, especialmente en Chile y en otros países del mundo, he pensado que vale la pena, en el contexto de la lectio inauguralis de este año 2012, ofrecer algunos elementos que nos permitan entender la importancia de no dejar pasar de largo este momento y como directivos, docentes y estudiantes de esta, una Universidad privada, poder aportar a las reflexiones que se adelantan en nuestro país en torno de la reforma de la ley de educación superior. Cerrar los ojos ante esta realidad que tendrá sus implicaciones no sólo en el sistema de educación superior oficial sino también en el privado, sería un acto de suma irresponsabilidad. Es por esto, que de una manera muy sencilla, en el lenguaje que me ha caracterizado, me permito compartir con ustedes algunos aspectos que considero fundamentales en los debates. Lo que aquí propongo, es fruto de mis reflexiones personales y de la visión que he podido tener de la Universidad colombiana, gracias a mi labor como Rector de la UPB durante 8 años y miembro de ASCUN (Asociación Colombiana de Universidades), de la cual fui además su Presidente. También recojo los aportes recibidos de las significativas reuniones y de las asambleas en que he participado con la FIUC (Federación Internacional de Universidades Católicas), de la ODUCAL
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(Organización de Universidades Católicas de América Latina), y de los tres encuentros con los rectores de universidades católicas realizados en la UPB y de las que esperamos este año consolidar la red. La misión de la Universidad Sin dar muchas vueltas a este asunto, en general conocido por la mayoría, se ha dicho que la misión de la universidad es la formación de los profesionales que habrán de aportar con sus saberes y el ejercicio de sus carreras, al desarrollo y prosperidad de los pueblos. Pero esto no ha sido siempre así. El origen de la Universidad en la edad media fue otro. Auspiciada por la Iglesia, en Bolonia, en París, etc., nace la Universidad a manera de escuela en donde se trata de dar respuesta a una serie de cuestiones que hoy por hoy siguen teniendo vigencia. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral Gaudium et Spes, hace casi 50 años, nos dice que: “Ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?” (GS, 10). La misión fundamental de la universidad, que al cumplirla pone las bases para la realización profesional de las personas, es sustancialmente la búsqueda de la verdad. Este deseo innato del hombre es el que lo impulsa a investigar, a preguntarse, a estudiar, a ser mejor persona, a mirar el universo creado con otros ojos, a ser universitario. En tal sentido, reducir la misión de la universidad a la sola formación técnica y científica, o a un espacio para la mera
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adquisición de competencias para el trabajo, sería deslucir la noble misión de la universidad que realmente busca cosas mayores. Vale la pena hacer alusión a un texto del Papa Benedicto XVI en su intervención preparada para la Universidad de la Sapienza, en Roma, en el 2008, visita que tuvo que ser suspendida el 15 de enero del mismo año. Decía el Papa: “¿Y qué es la universidad? ¿Cuál es su tarea? … Creo que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad” (Tomado de Siete discursos universitarios de Benedicto XVI, Madrid, Fundación Universitaria Española 2011, p. 127). Para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el primero de enero de cada año, en su mensaje de este año 2012, el Papa Benedicto XVI quiso proponernos el tema “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”. Hay unos apartes que, como decimos en un lenguaje popular, “nos caen como anillo al dedo”. En la Universidad la actividad primordial es la educación, y ésta se torna cada vez más compleja y exigente. Por ello el Papa nos dice que “La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar -que viene de educere en latín- significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona” (n. 2). Por tanto, cuando se educa, “se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber -dice el Papa- en el que todos estamos comprometidos en primera persona” (n. 1). Es muy interesante, traer a colación también un documento que espero sea conocido por las mesas de concertación para la reforma de la ley de educación superior colombiana, y es la declaración final de la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el
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Caribe (CRES), celebrada del 4 al 6 de junio de 2008, en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia.1 En esta Conferencia participamos más de 3.500 integrantes de la comunidad académica de América Latina y el Caribe. En la Declaración final se dice con claridad, que “La Educación Superior es un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado”. Que “Ésta es la convicción y la base para el papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región”. De igual manera, se hace un especial llamado, que supera toda confesión religiosa, para decir que “Reivindicamos el carácter humanista de la Educación Superior, en función del cual ella debe estar orientada a la formación integral de personas, ciudadanos y profesionales, capaces de abordar con responsabilidad ética, social y ambiental los múltiples retos implicados en el desarrollo endógeno y la integración de nuestros países, y participar activa, crítica y constructivamente en la sociedad”. En esta afirmación, pienso, se sintetiza la misión de la Universidad en los tiempos actuales, y no puede ser desconocida. La misión de la UPB, coincide sustancialmente en lo que afirmamos los rectores de la CRES, cuando también hacemos énfasis en la formación integral de quienes conformamos nuestra universidad. Los objetivos de la universidad Aplicando la misión institucional, surgen los objetivos generales y específicos, que permiten el cumplimiento de la misión trazada. En 1
El texto completo de la Declaración http://www.ascun.org.co/?idcategoria=1217.
se
encuentra
en
el
portal
de
ASCUN:
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esto la Universidad de los tiempos modernos, ciertamente ha crecido y sus objetivos no solo se han multiplicado en cantidad, sino que se han diversificado en sus temas y acciones. Por eso, la Universidad no puede quedarse en la mera transmisión de conocimientos, sino que tiene que ir más allá, propiciando la investigación y la proyección, como bien lo dice la Ley 30 y prácticamente todos los documentos de educación superior. Actualmente se están adicionando términos como innovación, transferencia del conocimiento, emprenderismo, como elementos realmente diferenciadores, que permiten la competitividad no sólo de la institución educadora, sino en general del país. La CRES, conferencia a la que he venido haciendo alusión, propone en su declaración una serie de objetivos, que simplemente menciono, pues tampoco deben ser olvidados cuando se trate de fortalecer el sistema educativo del nivel superior, como es propósito del Ministerio de Educación nacional, sobre todo para este año 2012. Dice la Declaración que “Tan importantes como la generación y socialización del conocimiento en las áreas de ciencias exactas, naturales y tecnologías de producción son los estudios humanísticos, sociales y artísticos con el fin de fortalecer perspectivas propias para el abordaje de nuestros problemas, responder a los retos en materia de derechos humanos, económicos, sociales y culturales, equidad, distribución de la riqueza, integración intercultural, participación, construcción democrática y equilibrio internacional, así como de enriquecer nuestro patrimonio cultural” Cuando se habla, por ejemplo del impacto social de la educación superior, vista como un derecho humano y un bien público social, nuevamente la CRES dice algo que me parece supremamente importante destacar:
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“En América Latina y el Caribe, particularmente, se necesita una educación que contribuya eficazmente a la convivencia democrática, a la tolerancia y a promover un espíritu de solidaridad y de cooperación; que construya la identidad continental; que genere oportunidades para quienes hoy no las tienen y que contribuya, con la creación del conocimiento, a la trasformación social y productiva de nuestras sociedades. En un continente con países que vienen saliendo de la terrible crisis democrática que provocaron las dictaduras y que ostenta la penosa circunstancia de tener las mayores desigualdades sociales del Planeta, los recursos humanos y el conocimiento serán la principal riqueza de todas cuantas disponemos”. El sistema de educación superior no puede entonces desconocer que se debe tener especial cuidado con la cobertura con calidad; que se requiere hacer una veloz revisión de los modelos pedagógicos de las instituciones, teniendo en cuenta la calidad y las fortalezas y debilidades de los alumnos que están ingresando al sistema, sin descuidar un aspecto que no deja de ser preocupante, y es el ingreso a la Universidad y al sistema de educación superior en general, de estudiantes cada vez más jóvenes. Las estadísticas nos hablan de que son cerca del 40% los alumnos nuevos menores de edad, de 15, 16 y 17 años los que se están matriculando en la universidad cada semestre. Interesante destacar también el énfasis que se hace en los valores sociales y humanos de la educación superior. A este respecto, nuevamente la CRES nos dice que “La Educación Superior, en todos los ámbitos de su quehacer, debe reafirmar y fortalecer el carácter pluricultural, multiétnico y multilingüe de nuestros países y de nuestra región”. Hago aquí un paréntesis para recordar lo que desde hace más de tres décadas la UPB realiza con las comunidades indígenas y afro, en convenio con el Instituto Misionero de Antropología, en territorios como
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Toribío, Leticia, Puerto Asís, y el Urabá antioqueño, formando en ciencias sociales, etnoeducación y gerencia, a más de 1800 colombianos, que de otra forma no tendrían acceso a la educación superior. Trabajos de gran envergadura ha realizado la UPB con la Seccional Bucaramanga, en las cárceles de todo el territorio colombiano, con el INPEC, y ahora con el Programa Unidos de la Presidencia de la República para la erradicación de la pobreza absoluta, acompañando las familias de los lugares más recónditos. Otros objetivos de la educación superior, que actualmente están tomando gran fuerza, son el respeto al medio ambiente, el desarrollo sostenible, el respeto a la norma, y la internacionalización, puesto que nos encontramos, sin lugar a dudas en un mundo cada vez más globalizado e intercomunicado. Por último, en la CRES se aborda también el tema de la formación para toda la vida y el papel de los postgrados. Creo oportuno transcribir también lo que nos dice sobre este tema: “La formación de postgrado resulta indispensable para el desarrollo de la investigación científica, tecnológica, humanística y artística, basada en criterios rigurosos de calidad. El postgrado ha de estar fundamentado en líneas activas de investigación y creación intelectual para garantizar que sean estudios que promuevan las más altas calificaciones profesionales y la formación permanente, contribuyendo efectivamente a la generación, transformación y socialización del conocimiento”. En la Pontificia Bolivariana, tenemos estos y otros objetivos plasmados en forma más amplia en el Proyecto Institucional, y hacemos especial énfasis en los principios y valores, los cuales debemos siempre recordar. Principios y valores que invito a toda la comunidad, a no desechar, sino a difundirlos con esperanza y valentía. Estos hacen parte de nuestra naturaleza y precisamente son parte de los elementos diferenciadores de nuestros profesionales egresados.
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Como principios tenemos: el reconocimiento y respeto por las personas, sin discriminación alguna, y la búsqueda de la verdad y el conocimiento. Y como valores propugnamos por la solidaridad, la justicia, la honradez, la creatividad y la innovación, la lealtad y el compromiso con la paz y el desarrollo del país. Volviendo al ya mencionado mensaje de Su Santidad para la Jornada Mundial de la Paz, del 1º de enero, bien se podría afirmar que educar para la paz se convierte en el objetivo síntesis de todo el quehacer universitario, pues si hay profesionales con una adecuada formación humanista, honestos, de calidad, que aporten al desarrollo integral del mundo, se contribuye directamente a la paz y a la construcción de un mundo realmente justo. Y la base esencial para alcanzar esta meta es saber educar en la auténtica libertad. Escuchemos de nuevo al Papa en su mensaje: “La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común»”(n.3). La Universidad Católica En medio de esta discusión, que pone en el centro la misión de la Universidad en general, es fundamental que nos preguntemos acerca
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del papel de la universidad privada y sobre todo, de la Universidad católica. Pienso que es importante, que la Universidad católica, y en especial la UPB que tiene una tan grande presencia nacional, tenga muy clara su identidad y la responsabilidad que tiene en la formación de tantas generaciones de jóvenes, que nos eligen, motivados en la mayoría por sus familias, por la identidad cristiana y católica y la misión que se nos ha encomendado. Tenemos a nuestro alcance la exhortación apostólica Ex Corde Ecclesiae, que nos brinda las pistas suficientes para saber quiénes somos y qué se espera de nosotros. Cuando aborda el tema de la identidad y la misión, el Papa Juan Pablo II, autor de la Ex Corde Ecclesiae nos dice que: “La Universidad Católica, en cuanto Universidad, es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales. Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común. (ECE, 12). Hay aquí unas palabras claves que en las discusiones actuales tenemos que saber salvaguardar: que la universidad católica es en sí misma una comunidad académica; que busca la tutela de la dignidad de la persona humana y el desarrollo de los pueblos en general con base en los principios del humanismo cristiano; que goza de
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autonomía institucional que debe ser respetada; y que en ella se garantiza la libertad académica. Por otra parte, la misma exhortación apostólica nos abre los ojos ante las características esenciales que tampoco se pueden poner en discusión, puesto que son propias de nuestra naturaleza. Dice el Papa: “Puesto que el objetivo de una Universidad Católica es el de garantizar de forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura, ella debe poseer, en cuanto católica, las características esenciales siguientes: 1. Una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal; 2. Una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer una contribución con las propias investigaciones; 3. La fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia; 4. El esfuerzo institucional a servicio del pueblo de Dios y de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da sentido a la vida (ECE, 13). “En una palabra, siendo al mismo tiempo Universidad y Católica, ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que el catolicismo está presente de manera vital” (ECE, 14). Finalmente, es importante reconocer el papel protagónico de la Universidad católica y de sus miembros, cuando se trata de aportar a la transformación social y humana del entorno, en nuestro caso por
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más de 75 años. Dice nuevamente el Papa que “La Universidad Católica es, por consiguiente, el lugar donde los estudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos propios de cada disciplina académica, contribuyendo así al enriquecimiento del saber humano. Cada disciplina se estudia de manera sistemática, estableciendo después un diálogo entre las diversas disciplinas con el fin de enriquecerse mutuamente” (ECE, 15). La Universidad y la reforma de la ley de educación superior en Colombia Este año es crucial en lo que tiene que ver con el futuro de la Educación Superior en Colombia. Bien sabemos cómo se adelanta la construcción del texto para la reforma de la ley 30 de educación superior, vigente desde 1992. Se podría partir de una pregunta. ¿Qué motiva la reforma de la ley 30 de educación superior? ¿Será que la educación superior en Colombia está en crisis? Yo me atrevo a decir que la reforma se hace, no porque la educación superior colombiana esté en crisis, sino porque es necesario darle respuesta a los muchos y nuevos retos que ésta tiene que enfrentar. Según sea el punto de partida de los diálogos, se orientan las discusiones. Parto de un hecho real; si la educación superior estuviera en crisis real, no se estaría cumpliendo con el objetivo de entregar a la sociedad, cada año, miles de nuevos profesiones que se insertan en la vida laboral del país y están aportando al desarrollo económico del mismo, en los distintos niveles. Si estuviera en crisis la educación superior, no serían tan numerosos los jóvenes ejecutivos colombianos que están al frente de tantas empresas o son líderes de importantes proyectos sociales, económicos o de innovación. Si estuviera la
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universidad colombiana en crisis, nuestros egresados no tendrían tanto éxito en las universidades extranjeras, en donde hacen sus estudios de postgrado, y en las cuales se valora y reconoce la calidad de la educación ofrecida en nuestro país. Esto sólo para hacer mención de unos pocos aspectos que nos permiten ver la realidad desde una óptica diferente. Es decir, la reforma se hace imperante y urgente, no porque estemos en crisis, sino, y precisamente, porque es necesario dar respuesta a los nuevos retos del mundo cambiante. Siendo objetivos, la Ley 30 como está nos permite realizar a cabalidad nuestra misión. Sin embargo, como lo he dicho, sí es necesario actualizarla en algunos aspectos. En lo que se debe tener especial cuidado es en la forma en cómo se proceda con el ejercicio de la reforma. El Papa Benedicto XVI en el mensaje para la paz que vengo proponiendo, nos da la clave para el trabajo que debe realizarse. Dice así el Papa: “Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?». El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz… Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas” (n. 6).
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Desde mi punto de vista, hay unos aspectos en el proyecto de reforma que debemos tener es especial consideración, y que como universidad privada debemos acompañar cuidadosamente. Me atrevo a proponer, en principio, estos cinco: 1. La articulación del sistema educativo. Nuevamente tomo otro aparte de la declaración de la CRES, que recoge una de las principales inquietudes, y a mi manera de ver, vacíos de la reforma de la ley 30. “La Educación Superior tendrá que hacer efectivo el desarrollo de políticas de articulación con todo el sistema educativo, colaborando en la formación de sólidas bases cognitivas y de aprendizaje en los niveles precedentes, de tal manera que los estudiantes que ingresan al nivel superior cuenten con los valores, las habilidades, destrezas y capacidades para poder adquirir, construir y transferir conocimientos en beneficio de la sociedad. La Educación Superior tiene una indudable responsabilidad en la formación de profesores para todo el sistema educativo, así como en la consolidación de la investigación pedagógica y la producción de contenidos educativos. Los Estados deben asumir en su plenitud la prioridad de garantizar una educación de calidad para todos, desde la educación inicial hasta la superior”. Lo cierto es que tanto en la actual ley 30, como el mismo proyecto de la nueva ley, la articulación con todo el sistema educativo es mínima. Es necesario que el Estado se aproxime a la educación como un todo, interrelacionando los distintos ciclos formativos, en especial, la media con la superior, sea ésta técnica o profesional, y esto tiene que ver tanto con la cualificación de los docentes, como con los contenidos mismos que se ofrezcan a los alumnos.
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2. El financiamiento Este es uno de los puntos más álgidos del debate. No se trata, pienso, del sólo desembolso de unos dineros del Estado a las instituciones oficiales. Se trataría, inicialmente, de revisar el adecuado uso de los dineros que hoy reciben para que efectivamente permitan el logro de las metas propuestas. Dinero hay, y bastante, lo que es necesario preguntarse es, cómo es su distribución y cómo se está utilizando para no despilfarrarlo. Tampoco se puede negar que cada día las necesidades aumentan, como crecen también las urgencias en capacitación de los docentes, fortaleciendo los niveles de magísteres y doctores, el mejoramiento y actualización de los sistemas de información y de infraestructura física y bases de datos, el mejoramiento de los niveles salariales en algunos casos, etc. Esto implica altos niveles de inversión no sólo en las instituciones oficiales sino también en las privadas. Este segundo aspecto no se aborda. Si el Estado exige altos niveles de calidad y competitividad en las universidades privadas sin ánimo de lucro, ¿cómo hacer que el Estado reconozca en ellas su función pública y apoye, proporcionalmente su trabajo? He aquí la cuestión. 3. La autonomía. Este es otro caballo de batalla. De muchas maneras el Ministerio ha dicho que la autonomía se respeta. De hecho, y es verdad, acogieron en el proyecto que fue retirado del Congreso, aportes de los Rectores de ASCUN respecto de la autonomía universitaria, fruto de las reflexiones para la presentación de una ley estatutaria que reglamentara y tutelara mejor la autonomía universitaria. Menos mal que siendo constitucional la autonomía, hasta el momento teóricamente se respeta.
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La duda es cómo definir los límites entre la gestión de control propia del Estado de los servicios universitarios prestados, y la coerción de su autonomía. Al reiterar el compromiso de rendir cuentas con toda libertad a los distintos entes que lo requieran, también se hace la respetuosa invitación para que se preserve y garantice la autonomía universitaria, respeto que debe verse reflejado en la acogida y acompañamiento a la misión propia de cada institución, sea oficial o privada y ésta confesional o no. Y las amenazas, para éstas últimas son grandes. 4. El sistema de calidad Lo he repetido también en varias ocasiones, que la educación superior debe ser ofrecida con calidad y pertinencia. El sistema de calidad en Colombia ha crecido y ha propiciado un incremento no sólo de los controles sino también del mejoramiento de los procesos administrativos y académicos. Y eso está bien. Como está bien que el Gobierno quiera garantizar la calidad de los programas de la educación superior. Ya se cuenta con el instrumento de los registros calificados, muy valioso para este fin. Con el Consejo Nacional de Acreditación y el mismo Ministerio de Educación Nacional, se ha venido implementando la acreditación de programas y la acreditación institucional de los centros educativos. La UPB le ha apostado a este sistema, y no sólo cuenta con programas acreditados de alta calidad, unos 26, sino que también cuenta con la renovación de la acreditación institucional. Queremos que todo el sistema también logre esta meta. Sin embargo, siguiendo el espíritu de la norma, éste era un acto libre de cada institución, y no algo impuesto. En el proyecto de ley, casi se imponía, pues una institución que después de 8 años no
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obtuviera la acreditación, perdía incluso su denominación. Es decir, una universidad no acreditada no podía seguir denominándose universidad. Personalmente pienso que el Gobierno debe pensar mejor en unos estímulos reales que permitan a las instituciones asumir unos compromisos que son costosos desde todo punto de vista para acreditar sus programas y alcanzar la acreditación institucional. La UPB optó por acreditarse porque su misión propende por ofrecer una formación de calidad, reconocida y pertinente; por la competitividad en el medio y porque, por gracia de Dios y ayuda de muchos, sus recursos lo han permitido. Pero aquí viene la pregunta: ¿Si una institución está haciendo bien las cosas, está formando con pertinencia y calidad a sus estudiantes, tiene impacto social reconocido, etc., pero no puede asumir las exigencias de los procesos de acreditación, deberá verse castigada por el hecho de que no hizo el proceso de acreditación institucional? Es como si dijéramos que las seccionales de la UPB Bucaramanga, o Montería o Palmira, por no tener la acreditación institucional deberían cambiar su nombre. Lo mismo tiene que ver con las tipologías de la educación superior. Ese es un punto muy delicado en el que las instituciones técnicas, tecnológicas, las instituciones universitarias, las Normales, etc. deberán hacer sus propias reflexiones y aportes. En todo esto hay un riesgo, y es que por asumir de forma radical los procesos de autoevaluación y acreditación, con la importante participación de los entes reguladores del Estado, así se diga que están conformados por pares académicos, se atente contra la autonomía universitaria.
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Que el deseo de querer ser mejores, motivados por los escalafón internacionales, no vayan en detrimento de la calidad de nuestra educación. Alguien, experto en estos estudios de calidad comparativos, nos decía que es bueno el bench marking, lo que no es bueno es querer ser como lo otros. Lo importante es, viendo a los otros, hacer bien lo que tenemos que hacer. 5. La cobertura Tal vez es ésta una de las principales razones expuestas por el Ministerio para la reforma de la ley de educación nacional. No se puede negar que hay esfuerzos enormes para alcanzar la cobertura en educación. La gratuidad en los niveles preescolar, básico y media, es una estrategia válida, que no se sabe hasta cuándo podrá ser mantenida. Pero se reconoce el esfuerzo. Es mejor, como se dice, equivocarse haciendo, que no permanecer con los brazos cruzados. Pero aquí viene lo complicado. Hoy en día están terminando bachillerato más de 700 mil alumnos cada año. Si todos ingresaran a la educación superior, en cualquiera de sus niveles, no se tiene ni la infraestructura ni los medios para acogerlos y para ofrecerles una educación con calidad, con lo que tenemos hoy. Pienso que la cobertura no se garantiza con una ley, la cobertura se garantiza con planes y estrategias de mayor calado que permitan el ingreso a la vida laboral de tantos jóvenes, desde la formación media, técnica y tecnológica. Cobertura con calidad y pertinencia ha sido y es el clamor de los directivos universitarios, como es el clamor de tantos jóvenes que ven frustrados sus proyectos de vida por la imposibilidad de acceder a la educación superior. Pero, ¿todos tienen que ser profesionales y doctores? ¿Tiene el Estado la obligación de
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garantizar el acceso a la formación profesional, o puede estimular también, logrando los justos niveles, el acceso financiado a la formación técnica y tecnológica de una inmensa mayoría? Conclusiones Estos son sólo unos esbozos de apenas cinco aspectos que pueden servir de punto de partida para los debates en torno de la reforma de la ley de educación superior en Colombia. Como pueden darse cuenta, la discusión no puede centrarse en el acceso o no de las fuerzas del Estado a una institución universitaria, o al deseo de establecer una especie de “co-gobierno” de las Universidades, en especial las oficiales. El asunto es más de fondo, y como lo dije al inicio, también las instituciones privadas, como la nuestra, tendrán mucho que ver con el resultado final de la reforma. Sería bueno, que al menos con los estamentos representativos de la comunidad universitaria, con los representantes de los egresados, de los docentes y de los estudiantes, se hiciera un diálogo constructiivo con propuestas que se puedan hacer llegar al Ministerio. Los rectores, por nuestra parte, bajo el acompañamiento de ASCUN, así como lo hicimos el año anterior, con numerosas reuniones con la Ministra, el Viceministro y expertos del Ministerio, haremos llegar nuestros aportes. Les agradezco de todo corazón todo lo que han hecho para consolidar este proyecto educativo, la UPB, prácticamente en todo el territorio colombiano, y los invito para continuar anunciando a Cristo en la Universidad con el mayor de los empeños e ilusiones. Es Cristo y sólo
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Él quien, quien nos permite avanzar en el camino de la verdad, pues Él mismo es la verdad. Para terminar, permítanme hacerlo nuevamente con las palabras del Papa Benedicto XVI en el mensaje para la jornada mundial de la paz de este año. “Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz” (n. 6). Muchas gracias.
Mons. LUIS FERNANDO RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ Rector