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El paratexto indiano: el caso de Xa. Miscelánea antartica de Miguel Cabello Valboa
Sonia V. Rose
Si bien la denominación de «paratexto» es nueva, el campo que éste cubre ha sido siempre conocido y estudiado. La bibliografía es probablemente la disciplina que más se ha movido en el terreno de las piezas liminares de una obra y, más recientemente, la historia del libro. Los preliminares no han sido sin embargo extraños a la historia literaria, que ha privilegiado el estudio de dos de sus partes, la epístola nuncupatoria y el prólogo, que son las que más oscilan entre el texto literario y el pragmático (ver Porqueras Mayo 1957,1965 y 1968). Las composiciones poéticas-probablemente por tratarse de piezas laudatorias convencionales- no parecen haber recibido mayor atención. Anne Cayuela, en su obra Le par-atexte au Siécled'Or, considera que el estudio de las piezas liminares ha sufrido una renovación desde que Antoine Compagnon, en 1979, enfocara los preliminares desde la crítica literaria. No sería sin embargo hasta la publicación de la obra de Genette, Palimpsestes (1981) y, posteriormente, Le par atexte (1987), que la investigación comenzaría a interesarse por esta zona gris. Un ejemplo de este interés es, entre muchos otros, el mencionado libro de Cayuela, cuyo corpus está constituido por obras de ficción. Chartier (1996, v-vi, y otros) ha mostrado la importancia que tiene el libro como objeto material, cómo sus distintas partes funcionan como medios de controlar y de seducir al lector y cómo éste construye el significado no sólo a través de la lectura de la obra misma, sino de todas las partes que formal y materialmente la componen. El estudio del paratexto, pues, es abarcador y permite acercarse al entramado ideológico de una época. Se expresan en él ideas de todo tipo (poéticas, retóricas, políticas, etc.), nos proporciona información sobre la historia de la imprenta, de la producción y distribución del libro y sobre la historia de las prácticas de lectura, además de echar luz sobre la relación existente entre autores y autoridades legales y eclesiásticas, y entre autores y mecenas; finalmente, nos permite acercarnos a la circulación de información y reconstituir (aunque sea parcialmente) las redes letradas que rigen la vida intelectual. Los estudios sobre los aspectos anteriores se han multiplicado durante los últimos años para la Península y, aunque más lentamente, comienzan a ser emprendidos para los virreinatos americanos. ¿En qué sentido puede el análisis de los paratextos hacer un aporte al estudio de la cultura virreinal? Las historias literarias suelen hacer hincapié en el nutrido ambiente intelectual de ciertos centros dentro de los virreinatos (principalmente, las capitales de audiencia, aunque también ciudades como Potosí); sin embargo, los estudios en general o sobre autores o aspectos particulares no abundan. Debido al
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cúmulo de información que contiene un paratexto y que hemos detallado anteriormente, su examen parecería ser uno de los medios para acercarse a la historia del libro, de la imprenta y de las prácticas de lectura. Más aun, nos permitiría reconstituir las redes de letrados y la circulación de obras e ideas entre los virreinatos y entre éstos y la Metrópoli en un momento dado. El establecimiento del corpus a trabajar no es tarea fácil, pues lleva a plantearse la relación entre la literatura culta europea y la que se crea en los virreinatos. Es decir, nos lleva a la no resuelta pregunta sobre la existencia de una literatura local, iberoamericana, con caracteres propios que la distinguirían de la europea. Se trata, en todo caso, de un trabajo de largo aliento, cuya necesidad no podemos sino plantear. La presente comunicación forma parte de un estudio más amplio sobre el primer intento de formación de una República de las letras en el virreinato del Perú, cristalizado en el proyecto de la Academia antartica. Nuestro acercamiento al paratexto indiano se limita, por el momento al menos, al de las obras (publicadas o munscritas) de los autores que participaron en el proyecto. Dentro de ellas, destaca laMiscelánea antartica del clérigo presbítero Miguel Cabello Valboa, a cuyo paratexto pasaremos revista, contentándonos con indicar ciertas pistas a seguir en estudios posteriores. Cabello Valboa nació en Archidona (Málaga) entre 1530-35 y en 1566 pasó al virreinato del Perú, donde habría de permanecer hasta su muerte, de su vida dedicado a la evangelizaeión. A lo largo de una vida andariega y agitada, se consagró al ejercicio de las letras y formó parte de ese proyecto de translación de la cultura clásica e italianizante que fue la Academia antartica (Tauro, 1948; Rose, en prensa). Su lugar dentro de ella queda establecido por el elogio que de él hace la Poetisa anónima en el «Discurso en loor de la poesía» (fol. 20v.), publicado en los preliminares de la Primera parte del Parnaso Antartico, (Sevilla, 1608). El valor programático del «Discurso» y su función de «carta de presentación» de quienes aspiraban a formar una República de las letras en el Perú ha sido ampliamente establecido1. No es, sin embargo, dentro del contexto de la translación del humanismo a las Indias que ha sido estudiado Cabello. Los trabajos sobre su obra se limitan a la Miscelánea antartica, que ha sido utilizada y valorada exclusivamente como fuente para la historia incaica y preincaica. Porras Barrenechea, por ejemplo, no puede sino sentirse amablemente irritado por la falta de rigor histórico de Cabello, por lo que él considera su «inocuidad y falta de originalidad» y por «el enorme peso muerto de erudición» que es la base de gran parte de la obra. De allí que apruebe sin reservas la decisión de
Colombí, 2000, Cornejo Polar, 1962. La Poetisa menciona una serie de obras de Cabello, hoy perdidas y no identificadas, salvo la «entrada de los Mojos», que probablemente sea la Orden y traza para descubrir y poblar la tierra de los chunchosy otras provincias, publicada por Jijón y Caamaño en 1945. No menciona, sin embargo, la Verdadera descripción y relación de la provincia y tierra de las Esmeraldas, redactada alrededor de 1579-81 y publicada junto con la anterior.
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Ternaux Compans de publicar, traducidos, sólo los capítulos que se refieren directamente a los Incas2. La obra de Cabello no ha salido mejor parada de la crítica más reciente. Continúa siendo utilizada como cantera de datos para la historia de la época prehispánica, sólo que acusado ahora de etnocentrismo y de haber cubierto con su voz la de una «cultura que lucha por expresarse: la quechua del norte del imperio inca» (Rodríguez Arenas 1988,200). Las aproximaciones anteriores no tienen en cuenta lo que Cabello pretendió lograr con su obra, el tema central de ésta ni el lector ideal para quien fue escrita. El examen del paratexto nos permitirá aclarar los puntos anteriores y colocar así a la obra en el marco de su creación. La Miscelánea antartica fue redactada entre 1576, cuando Cabello se encontraba en la Audiencia de Quito y el 9 de julio de 1586, es decir, durante su período final en lea o inicial en Charcas (como nos lo dice el autor en el Prólogo y en la última página de la obra respectivamente, 1951,5y483).La obra no fue publicada en vida de Cabello y ha llegado a nosotros a través de dos manuscritos: a) el códice de la Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin, autógrafo, que perteneciera a García Icazbalceta y que fuera descubierto a mediados del presente siglo; b) el de la Public Library de Nueva York, aparentemente una copia tardía3, que perteneciera a Ternaux-Compans. En ambos casos, el paratexto carece obviamente de privilegio, aprobaciones, censuras, tasa, etc. Carece igualmente de composiciones elogiosas de mano de otros autores, de tabla de materias o de ilustraciones. El códice de Nueva York presenta una epístola nuncupatoria4 y un prólogo5 (que asumimos también se encuentra en el de Austin, que es, sin embargo, el único en poseer portada e incluir un soneto inicial del autor). 1. El protector Dentro de una sociedad en la cual la creación literaria tiene lugar dentro de una relación de mecenazgo, no es sorprendente la clara presencia del protector desde la portada misma, donde su nombre puede ocupar un lugar de mayor importancia que el del mismo
Porras, 1986b, 682-83. Ternaux-Compans publica en 1840, traducida al francés, la tercera parte (a partir del capítulo IX) de la Miscelánea. Ésta es a su vez traducida al español por Delia Romero de Ternaux y aparece en 1920 bajo el título de Historia del Perú bajo la dominación de los Incas. No hemos podido consultar el códice de la Universidad de Austin ni el de la Public Library de Nueva York (que se supone sea una copia más tardía). Nuestras afirmaciones dependen, pues, de la edición que del códice de Nueva York se hiciera en 1951 y de las fotostásticas que la misma incluye de la portada y de los párrafos finales de la epístola nuncupatoria y del prólogo. No se indica en la mencionada edición en qué orden se encuentran las distintas piezas, pero asumimos que el códice se abre con la portada, a la cual sigue el soneto, la epístola y el prólogo. «A. D. FERNANDO DE TORRES, Y Portugal Conde del Villar, Visorrey, Governador y Capitán general de estos Reinos, y Provincias del Pira, Miguel Cabello Balboa su perpetuo Capellán» (1951, 1). «MIGUEL CABELLO VALVOA CLÉRIGO PRESBI/tero, á el pió, y curioso lector/S.D.» (1951,3).
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autor. La epístola nuncupatoria es, sin embargo, el lugar de encuentro entre el autor y ese destinatario privilegiado que es el mecenas (real o potencial), que a menudo ha encargado la obra o ha sido (quitando al propio autor) su primer lector6. Es en ella, pues, donde podemos vislumbrar el funcionamiento y las estrategias utilizadas por la República de las letras para constituirse y mantenerse en tanto tal. Vemos, sobre todo, las que utiliza un autor individual para ser incluido en el grupo o, una vez dentro de él, tomar posición. Dedicar un libro a un personaje tiene como objetivo, en la mayoría de los casos, obtener su protección, lo cual determina los criterios de selección del dedicatario, que suele ser un personaj e que funciona en las esferas del poder, ya sea político o eclesiástico. El elogio de su poder, de sus calidades intelectuales y de su amor por las artes es, pues, de rigor. Cabello dedica su obra a Don Fernando de Torres y Portugal, Conde del Villar don Pardo y Marqués de Bélgica, quien fuera virrey del Perú entre 1586 y 1589. Hombre ya de edad al tomar el mando, la imagen que la historia ha recogido de él es la de un gobernante senil aunque recto, bajo cuyo mandato no hubo grandes acciones y sucesos y que falleció poco después de regresar a la Península7. El futuro protector ya es mencionado en el soneto inicial, en forma de diálogo: ante el temor de la obra-hija a ser atacada, su autor-padre le recuerda que están protegidos por «escudos sacros, y prestantes Torres», haciendo el juego de palabras obligado con el nombre de Torres y Portugal. La epístola nuncupatoria está organizada en dos ejes temporales (el presente de la narración y el pasado de lo narrado) y en torno a un tema (su vocación de servicio). El «ayer» recuerda al virrey los servicios que el autor prestara a la corona: su participación en campañas militares en Europa y (ya en calidad de clérigo) en los descubrimientos y conquistas en el Nuevo Mundo. Desde el «hoy», el autor propone un modo de continuar sus servicios a la corona, esta vez a través de la escritura. Consciente tal vez de la importancia del criterio de «utilidad» para la publicación de un libro, Cabello acentúa la de su obra: con ella servirá a su rey, a su nación y a su siglo; evitará caer en la ociosidad y, sobre todo, ayudará al virrey a bien gobernar a sus nuevos vasallos, explicándoles sus orígenes y su historia. En efecto, la finalidad última de dedicarle la obra a un virrey recientemente llegado es la de instruirlo, puesto que «como á príncipe de el gouierno de este nuestro Pira [...] esta muy bien entender de Raíz la que tienen por origen los Naturales de estas yndias» (1951,3). El topos de la ignorancia que daña a los grandes es, como es sabido, recurrente. Sin embargo, considerando la coyuntura política del virreinato del Perú en la época postoledana, es de creer que la actitud va
6 Ver Leiner, 1965. No hemos podido consultar la tesis de doctorado de Sabine Vogel (1996). 7 Entre estos últimos se cuenta su decisión de suprimir a los alcaldes ordinarios y nombrar en su lugar corregidores, decisión que será revocada por el rey; en cuanto a los sucesos, se mencionan la defensa del Callao y refuerzo de la escuadra debido a los merodeos de Thomas Cavendish por las costas del Pacífico (1585-1588) y una serie de epidemias (1585-1589). Ver Vargas Ugarte, 1966.
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más allá de topos. Aunque muy diferente de informes como los del licenciado Juan Polo de Ondegardo o de Juan de Matienzo (tanto por el contenido de los mismos como por la posición de sus autores), la obra de Cabello intenta, en parte, informar al virrey de las «antiguallas» de la tierra, lo cual le ha de permitir mejor gobernarla. Dentro de este intento se inscribe igualmente la obra de otro miembro de la Academia, la traducción que el portugués Enrique Garcés hará de la obra de Francesco Patrizzi, De Regno, y que publicará en Madrid en 1591. La epístola se cierra de modo convencional, rogando el autor al noble que reciba su obra y a Dios que lo proteja. No ha escapado tampoco al infaltable topos de la falsa modestia, que hallamos unido al elogio: consciente de las falencias de su obra, Cabello espera que la protección del noble las cubra. La epístola nuncupatoria es un subgénero fijo, construido por medio de una serie de topos propios del discurso encomiástico. La situación está dada de antemano: es el escritor quien solicita la protección del mecenas, cuyas virtudes inevitablemente alaba. Cayuela (1996) reseña toda una serie de casos (dentro de un corpus de obras de ficción) en los cuales los autores escapan y a veces revierten las convenciones encomiásticas de la epístola nuncupatoria. Diu, por su parte, señala una evolución en el caso de las epístolas nuncupatorias de Erasmo, quien llega casi a subvertir en ellas la jerarquía de poderes, colocando al destinatario a la misma altura que el orator cristiano (1998, 72 y 76). No es éste de ningún modo el caso de Cabello (ni el de los otros miembros de la Academia antartica), quien no habría podido darse el lujo de hacer otra cosa que no fuera lo que se esperaba de él. Dado que el libro no llegó a editarse, parece que ni incluso plegarse a las normas le dio el resultado buscado. 2. El prólogo Como es sabido, es el prólogo el lugar del primer y más directo encuentro entre un autor y su público ideal (Porqueras 1957,1965 y 1968). Es aquí donde, tal como lo aconseja la retórica clásica, «el autor busca poner al lector de su parte, volverlo dócil y atento» (Cayuela, 1996,473) y donde intenta imponer un modo particular de leer o interpretar el contenido de su libro. El temario de la obra de Cabello -como era usual en la época- se encuentra detallado en el título que aparece en la portada: «MISCELÁNEA/Antartica, donde se describe, el origen, de nuestros Indios Occide[n]/tales, deduzido desde Adán, y la Erection y principio del Imperio de los Reyes Ingas de el Pira Vidas y guerras que tu/vieron: cossas notables q[ue] hizieron, computados los años de sus/nascimientos y muertes, y de lo q[ue] por el Uniuersso yva subcedi/endo; durantes [sic] sus edades y tiempos». El tema central es, pues -como repite en el prólogo- «el origen y principio que tubieron en el Mundo nuestros Indios Occidentales», cuya instalación y devenir sigue para el caso del Perú, narrando el inicio, apogeo y caída del imperio de los Incas. El prólogo cumple así con una de sus funciones, la de guiar al lector en la lectura de la obra, explicándole la rata a seguir y explayándose en la organización de la materia,
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en este caso tripartita. La primera parte «trata de la creación [...] de el Mundo, y de la inundación de las aguas q[ue] la cubrieron, y de la repartición de todo el uniuerso hecha entre los hijos, nietos, y visnietos de el Patriarca Noe y sus descendientes» (1951, 7). La segunda se ocupa, entre otras muchas materias, de la cuestión del origen de los indios americanos, a quienes se considera descendientes del Patriarca Ophir y provenientes de la India Oriental. La tercera abarca desde «la entrada primera (después de el uniuersal dilubio) q[ue] los originarios padres de estos Indios hicieron en este pedazo de Mundo (vacio asta aquellos tiempos), y de q[ue] manera, con que orden, en q[ue] creencias se sustentaron en el: hasta que comenzaron los Reies Ingas á eregir Imperio en este gran Reino de Pira» y hasta su ñnal caída con la ejecución de Atahualpa (ibíd.). La materia central que va a tratar es de bajo grado de credibilidad o, como él mismo lo reconoce, difícil y oscura (1951, 3). De allí que utilice el prólogo para intentar aumentar el grado de credibilidad de la misma y conseguir que el lector lea y le crea. Para lograrlo, se sirve de distintos medios. En primera instancia, de la apelación directa al lector para presentar su obra como producto de una exigencia del público y no de un deseo personal: «Aqui te presento (Lector charisimo) lo que el deseo de muchos a pedido, y mi bajo talento te puede dar» (1951,3). A continuación, narra detalladamente su recorrido geográfico e intelectual. Apenas llegado a Indias, nos dice, comienza a interesarse por el tema y a juntar material. Su labor cobra impulso en Santafé de Bogotá, gracias a sus conversaciones con Gonzalo Jiménez de Quesada y con Fray Juan de Horozco. Este último se había ocupado de la materia y sostenido que los amerindios eran descendientes de uno de los hijos de Noé. Cabello presenta entonces su hipótesis central, la cual difiere de la de Horozco en cuanto al ancestro inicial que habría sido el patriarca Ophir. Luego de sustentar su hipótesis a través de una serie de autoridades (Flavio Josefo, San Jerónimo y Nicolás de Lira, entre otros) pasa a detallar la «conversión» a ella de una serie de hombres doctos: Fray Pedro de la Peña, obispo de Quito, el Adelantado Juan Salinas Loyola y, ya en Lima, Diego López de Zúñiga, alcalde de corte y poseedor de una nutrida biblioteca (ver Lohmann 1990, xi). Es éste último quien le aconseja leer a Benito Arias Montano, en quien -curiosamente- se apoya Cabello para confirmar su hipótesis, aunque en realidad ambas difieren8. Siempre dentro de la función que cumple el prólogo de permitir al autor explicar la organización y presentación de su materia, Cabello se explaya sobre su método de trabajo, centrado en dos ejes: espacial y temporal. La organización espacial le obliga a dar saltos geográficos entre Europa, la India Oriental y las Indias Occidentales, durante toda la obra: ... esta gustosa tela de proceder hallarla a matizada y retocada con los mas notables subcesos q[ue] en el Mundo iban aconteciendo en
A pesar de que Cabello es constantemente citado en referencia a la cuestión del origen del indio americano, sus argumentos no han sido estudiados ni se ha establecido su relación con los de los otros autores que tratan el tema. Ver, por ejemplo, Huddleston, 1967.
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sus mismo tiempos en las tres partes principales que constituien nuestro Mundo. (1951, 8) La organización cronológica lo lleva parcialmente a presentar la materia en forma de anales. Así presenta ... numerados los años en que estos Reies Ingas comenzaron, con tanta certeza quanta humana diligencia ha bastado averiguar, según los Quipos y quentas Indianas, q[ue] de aquellos tiempos an permanecido asta los nuestros: y también los años que viuio cada uno, y las cosas mas notables que hizo en el discurso de de su vida ... (1951,8) Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, ¿cuál es la relación de la Miscelánea con el género de los anales? Cabello inscribe desde un inicio su obra en el género historiográfico, como queda en claro en la frase que abre el prólogo y que dirige al lector: «No ay cosa mas adaptada á el gusto de los Lectores (dice Cicerón escriviendo a su amigo Luceyo) que la historia». Pasa luego a acentuar las fluctuaciones que sufren los sucesos y los personajes en las historias que ha de narrar y su inevitable diversidad, dada la divergencia en tiempo y espacio. Con esto, nos dice, su obra cumple con las exigencias ciceronianas para «recrear los entendimientos». Es esta variedad, que emana de la materia misma, el motivo por el cual su obra se titula miscelánea: ... no sin maduro acuerdo, le fue puesto a nuestra historia el nombre de Miscelánea, por la forzosa mixtura, de historias que consigo antecoge, el hilo de su proceder: que demás de ser lance forzoso el hacerlo (como bien veras) hermoseara mucho su discurso la mixtura de tantos colores. (1951, 3s.) La miscelánea, definida como «la obra o escrito en que se tratan muchas materias confusas y mezcladas» {Diccionario de Autoridades), tuvo sus modelos más ilustres en las Noches Áticas de Aulo Gelio, y las Saturnales de Macrobio. De moda en el Renacimiento, sobre todo Italia, el género cuenta en la Península con exponentes como Pedro Mexía, cuya Silva de varia lección (1540) conoció en su época un éxito editorial. Cabe igualmente mencionar el Inventario de Antonio de Villegas (1565), que Cabello muy probablemente leyó (Rose, 1999). La importancia que el autor, tal como queda claro en el prólogo, da a su obra, se basa en el concepto retórico de la varietas. Doble varietas, en este caso. Por un lado, la variedad que él ve como intrínseca al devenir histórico, «que en si contiene variedades en los tiempos, y mutaciones de fortuna en los subcesos» (1951, 3), a su vez matizada a través de distintos procedimientos: «no van tan secas ni desnudas estas Historias de flores y colores gratissimas que degen de dar dulcedumbre y delectación a el entendimiento...» Por otro lado, la variedad propia a los sucesos naturales, en las cuales es tan rico el Nuevo Mundo. El concepto de
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varietas nutre la obra entera, pero es tal vez en la tercera parte donde es más evidente. En esta parte, el criterio de contemporaneidad espacial, que habíamos notado en las dos primeras, desaparece: se narra en sucesión cronológica la historia preincaica e incaica hasta la llegada de los españoles. Sin embargo, los primeros capítulos hasta el noveno están dedicados, por una parte, a episodios esenciales de la historia de la idolatría (el arianismo, Mahoma, entre otros) y, por otra, a los sucesos naturales del Nuevo Mundo (los monstruos, la falta de lluvias, los volcanes). Es aquí, además, donde se narra la historia de los amores de Quilaco y Curicuillor, la cual se incluye, según declaración del autor, para cumplir con la variedad que requiere una miscelánea (1951, 408). ¿Escribe Cabello anales, Historia o miscelánea? Responder a esta pregunta requeriría analizarla dentro de la teoría historiográfíca de la época y dentro también de un género preferido por los humanistas, tal como lo fue la miscelánea, muy cultivado por los miembros de la Academia antartica. Tal trabajo queda, claro está, fuera de los márgenes del presente artículo. El estudio del paratexto nos ha permitido plantearla. Bibliografía Cabello Valboa, Miguel, Histoire du Pérou par Miguel Cavello Balboa. Inédite, publicada por Henri de Ternaux-Compans en el volumen XV de sus Voyages, Paris, Arthur Bertrand, 1840. —Miscelánea antartica, en Obras, edición e introducción de Jacinto Jijón y Caamaño, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1945. —Miscelánea antartica. Una historia del Perú antiguo, prólogo de Daniel Valcárcel, notas e índice a cargo del Instituto de Etnología, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1951. Cayuela, Arme, Leparatexte au Siécle d'Or. Prose romanesque, livres et lecteurs en Espagne au XVIIe siécle, Généve, Droz, 1996. Chartier, Roger, Patronnage et dédicace, en id., Culture écrite et société. L 'ordre des livres (XlVe-XVIIIe siécle), Paris, AlbinMichel, 1996, 81-105. Colombí-Monguió, Alicia, «Erudición humanista en saber omnicomprensivo e identidad colonial», en K. Kohut y S.V. Rose, La formación de la cultura virreinal. I: La etapa inicial, Madrid, Iberoamericana, 2000, 75-91. Cornejo Polar, Antonio, Discurso en loor de la poesía, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1964 [1962]. Diu, Isabelle, «Enjeux de pouvoir dans la République des lettres: profaces et dédicaces d'Erasme pour ses éditions et traductions d'oeuvres classiques et patristiques », en Le pouvoir des livres á la Renaissance. Études réunies par Dominique de Courcelles, Paris, Ecoles des chartes, 1998, 65-76. Genette, Gerard, Palimpsestes, Paris, Seuil, 1981. — Leparatexte, Paris, Seuil, 1987. Huddlestone, Lee Eldridge, Origins of the American Indians: European Concepts, 1492-1729, Austin, London, University of Texas Press, 1967.
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