El pecado nefando en la Sonora colonial

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El pecado nefando en la Sonora colonial

Julio César Montané Martí1 Nuestras raíces se encuentran en el género americano y en el español. Debemos tener presente que en los antiguos sonorenses, los aborígenes, la relación hombre/mujer se transforma en dos instituciones caracterizadas por el par hombres/mujeres y por el par hombres/hombres. Es decir, por la institución matrimonial y por la institución de hombres. También hay que agregar el par mujeres/mujeres, pero a mi parecer no constituye una organización social determinada por la comunidad, aunque sí un comportamiento aceptado. En cambio, entre los españoles del siglo XVI, tradiciones semejantes se habían perdido en la memoria social desde hacía decenas de siglos, y predominaba la aceptación del par hombre/mujer como institución matrimonial. Mientras que por el lado de los indios se desarrolló una familia extensa formada a partir de un hombre con varias mujeres, poliginia,2 por parte de los españoles tenemos una familia formada a partir de un hombre y una mujer, monogamia. Cómo se entroncaron las dos formas de organización y tradición cultural para conformar a los sonorenses, es materia de estudios futuros. Aquí sólo reflexionaremos sobre algunos elementos para ir elaborando nuevas herramientas que nos permitan profundizar en nuestras raíces. Para referirnos a los habitantes de estas tierras en el siglo XVI lo haremos por medio de fuentes españoles de la época. Será necesario, entonces, que primero tengamos presente cuáles fueron los motivos que tuvieron los españoles para calificar violentamente una institución americana, imprescindible en una sociedad en que la familia toma la forma poligínica de la poligamia. En primer lugar, recordemos brevemente el papel de la mujer en la sociedad española, tan contrapuesto en muchos sentidos a la concepción de los aborígenes de Sonora. La mujer es hasta el siglo XII sólo Eva, con todo lo que –––––––––––––– 1

Centro INAH Sonora Se suele emplear impropiamente el término poligamia, pues éste hace referencia a instituciones matrimoniales constituidas por una persona de un sexo con varias de otro sexo, sin especificar si se trata de hombres o mujeres. Lo contrario es la monogamia, un hombre con una mujer. La poligamia se divide así: 1) poliginia: un hombre con varias mujeres; y 2) poliandria: una mujer con varios hombres. 2

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implica para los cristianos en la Edad Media. Odon de Cluny nos ilustra en el siglo X: “ La belleza del cuerpo sólo reside en la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, la visión de las mujeres le daría náuseas... Puesto que ni con la punta de los dedos toleraríamos tocar un escupitajo o un excremento ¿ cómo podemos desear abrazar este saco de heces ? ” La mujer nacida de una parte desechable del hombre, con vientre matriz para prolongar la especie del hombre. Si bien en el siglo siguiente, María deja de estar relegada, su culto no traerá muchos beneficios para la mujer española. Ahora la mujer no sólo es Eva, sino también es María. Pero no ganaron mucho las mujeres, pues los hombres concibieron a María como madre-virgen, convirtiendo la virtud femenina en la negación de su cuerpo, pues la virtud está fuera de la matriz. Aquí no nos interesan los dogmas de la asunción y concepción que son posteriores a la Edad Media. Por tal razón, María se convierte en un parteagua de la mujer, al verse escindida la sexualidad “entre las vírgenes y las otras, casadas o viudas. Así, la sexualidad será el eje definitorio de la consideración femenina a partir del surgimiento del culto mariano.”3 Además de Eva y María, está la presencia nuevamente violentadora de una tercera mujer: María Magdalena. Tal figura simbólica nos muestra que la sexualidad de la mujer puede ser superada en una segunda negación de su ser genérico. Como dijo con sabiduría cristiana Odon de Cluny: “ De la misma manera que María siempre virgen nos abre las puertas del paraíso, del que la maldición de Eva nos ha excluido, así también el sexo femenino se libera del oprobio por obra de Magdalena.”4 No nos debe extrañar que la mujer sea considerada un ser inferior, tal como nos lo ilustra Huarte de San Juan en 1570, “ porque las hembras, por razón de la frialdad y humildad de su sexo, no pueden alcanzar ingenio profundo.”5 Nada de esto, por supuesto, se encuentra en las mujeres que los españoles hallaron en estas tierras y que son las mujeres que también están en nuestras raíces sonorenses. Juan Huarte de San Juan nos ha dejado en su relevante legado Examen de ingenios para las ciencias (1575) la siguiente descripción que nos ayudará a comprender, en algo, espero, los diferentes tipos de género como se entendían en –––––––––––––– 3

Mario Aliaga, “ Imágenes y voces: una mirada a la mujer medieval”, en Talón de Aquiles, Santiago, Chile, vol. 2, núm. 1. 4 Ibíd. 5 Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias, 1575, Madrid, Editora Nacional, 1977, p. 331. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 26

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España en el siglo XVI. Escribió el erudito español las siguientes esclarecedoras palabras: el hombre, aunque nos parece de la compostura que vemos, no difiere de la mujer, según dice Galeno, más que en tener los miembros genitales fuera del cuerpo. Porque, si hacemos anotomía de una doncella, hallaremos que tiene dentro de sí dos testículos, dos vasos seminarios, y el útero con la mesma compostura que el miembro viril sin faltarle ninguna delineación. Y de tal manera es esto verdad, que si acabando naturaleza de fabricar un hombre perfecto, le quisiese convertir en mujer, no tenía otro trabajo más que tornarle adentro los instrumentos de la generación; y, si hecha mujer, quisiere volverla en varón, con arrojarle el útero y los testículos fuera, no había más que hacer. Esto muchas veces le ha acontecido a naturaleza, así cuando la criatura en el cuerpo como fuera; de lo cual están llenas las historias, sino que algunos han pensado que era fabuloso viviendo que los poetas lo traían entre las manos. Pero realmente pasa así: que muchas veces ha hecho naturaleza una hembra, y lo ha sido uno o dos meses en el vientre de su madre; y sobreviniéndoles a los miembros genitales copia de calor por alguna ocasión, salir afuera y quedar hecho varón. A quien esta trasmutación le aconteciere en el vientre de su madre, se conoce después claramente en ciertos movimientos que tiene, indecentes al sexo viril; mujeriles, mariosos, la voz blanda y melosa; son los tales inclinados a hacer obras de mujeres, y caen ordinariamente en el pecado nefando. Por lo contrario, muchas veces tiene naturaleza hecho un varón, con sus miembros genitales afuera; y sobriviviendo frialdad, se los vuelve adentro; y queda hecha hembra. Conócese después de nacida en que tiene el aire de varón, así en la habla como en todos sus movimientos y obra.6

Con tan esclarecedoras palabras ahora ya sabemos de qué manera tienen origen los varones, las hembras, los sodomitas y las lesbianas según las concepciones del siglo XVI, y así nos acercamos a lo que hoy definimos como el género. Y nos podemos aproximar al tema central de nuestro propósito: el pecado nefando. A propósito, recordemos los diálogos de Platón donde en el denominado Timeo o de la naturaleza, el filósofo señala que el sexo masculino se asemeja a la razón mientras que en las mujeres ...el útero y la vulva no se parece menos a un animal deseoso de procrear, de manera que si permanece sin producir fruto largo tiempo en la estación propia se irrita y enoja, erra a través de un lado a otro a través de todo el cuerpo, obstruye los pasos del aire, impide la respiración, reduce el cuerpo a las últimas extremidades y engendra mil enfermedades de las que el único remedio es la reunión del hombre y

–––––––––––––– 6 Ibíd., pp. 315-316. También se puede leer una semblanza semejante de la mujer en el libro de 1572 de Francisco Núñez de Coria, Tractado del uso de las mugeres, Florida State University, 1997.

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96 de la mujer juntados por el deseo y el amor para que nazca un fruto que cogen como los de los árboles.7

El Arcipestre de Hita, Juan Ruiz, dejó constancia de lo que se consideraba el buen amor heterosexual en su bello libro conocido como el Libro del buen amor que trata, como bien sabemos, de cómo seducir a las mujeres. Es decir, trata del sexo sin pecado, de la sexualidad permisiva. El sexo con pecado es el que se ciñe a los señalamientos de los placeres que no son naturales, absolutamente hablando como nos lo indicó con certeza y sin equívocos el venerable Tomás de Aquino en la conocida Summa Teologica. Esta destacada autoridad de la Iglesia católica dejó constancia que no se avienen con la naturaleza humana comer a los semejantes, tener comercio carnal con los animales y practicar las relaciones homosexuales8. Los españoles, que no habían olvidado las enseñanzas de tal autoridad, buscaban en las tierras americanas si los indios eran caníbales, practicaban el amor bestial o eran sodomitas, pues si tales nefastas acciones eran inherentes a los aborígenes, habría razón de más para someterlos a fin de enmendarlos, sacándolos de las garras del maligno, quien, qué duda cabe, con engaños los había inducido a tan terribles pecados. En contra de lo que es fácil de creer, las formas de las prácticas amorosas no son necesariamente universales, pues siempre están mediadas por los contenidos culturales. Así, hay formas aceptadas de la actividad sexual y otras que no lo son, según las distintas sociedades, y en cada una, por su propio espacio social mediado por los diferentes estamentos donde el comportamiento del amor es diferente. Los españoles consideraban sus pautas correctas, por lo que estaban muy preocupados por prácticas que no consideraban adecuadas, especialmente que fueran moralmente inapropiadas como había enseñado Tomás de Aquino. Por supuesto que las formas de las prácticas amorosas no son necesariamente universales, pues tienen un contenido cultural9. Hay formas aceptadas de la actividad sexual y otras que no lo son, según las distintas culturas y, en éstas, con las variedades correspondientes a los diversos estamentos de la –––––––––––––– 7

Platón, Diálogos, México, Porrúa, 1979, p. 720. Tomas de Aquino, Summa Theologiae, II-II. Para detalles véase: Extracts from Summa...en: Medieval Sourcebook: Aquinas on Sex. http://www.fordham.edu/halsall/source/aquinas.sex.html. 9 “La sexualidad es un espacio cultural privilegiado en donde confluyen discursos, contenidos simbólicos, prácticas sociales y mecanismos del poder, que reproducen a nivel microscópico el sentido y las relaciones de fuerza de una sociedad y una época.” Jorge Bracamonte Allaín, “ Los nefandos placeres de la carne. La iglesia y el estado frente a la sodomía en la Nueva España”, 17211820.”, en Debate Feminista, vol. 18, México, octubre 1998, p. 393. 8

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sociedad. Por ello se explica la preocupación de los españoles por prácticas sexuales que no consideraban naturales. Veamos algunos ejemplos. Carlos V le indicaba a Pánfilo de Narváez que a los indios debía “apartarlos de los biçios e de comer carne humana e adorar los ydolos y del pecado y delito contra natura.”10 Es decir, del canibalismo, del pecado nefando y del pecado bestial. Ironías del destino, los que comieron carne humana fueron los españoles de la expedición de Pánfilo de Narváez, pues se comieron entre ellos a los españoles para sobrevivir. Los historiadores no gustan destacar tales canibalescos procederes de los conquistadores. Los españoles recabaron en las primeras décadas del siglo XVI información por comportamientos sexuales que les parecieron bestiales. Así, por ejemplo, en 1538 se interrogaba a Luis de Baeza en la ciudad de Compostela de Galicia de la Nueva España y se le pedía que explicara si los indios “...cuando quieren ayuntarse, varon con muger, lo hacen en presencia de todos; é si toman a demás las mugeres por las espaldas, como animales...”.11 Muchos contestaban positivamente a tal pregunta, a veces con agregados como “... oyó decir que eran sodometicos.”12 Pedro Castañeda de Nájera sostiene que en la península de California “ se juntaban hombre y muger como animales y poniendose la hembra en cuatro pies publicamente.”13 Refiriéndose al río Petatlán señala que “ ay entre ellos muchos someticos.” Pero a partir de unos diez años después ya no se hacen tal tipo de preguntas; seguramente los españoles, creo, ya habían incorporado a sus prácticas sexuales la que ellos erróneamente consideraron primero como procederes de los animales, y desde entonces ya fueron populares en el amor de la Nueva España. Sólo disponemos de escasas referencias sobre el sexo en la documentación referente a Sonora que se ha conservado de la época colonial. –––––––––––––– 10 Julio César Montané Martí, El mito conquistado. Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Hermosillo, Universidad de Sonora, 1999. 11 “Probanza ad Perpetuam Reis-memoriam sobre La Tierra del Marques del Valle é indios de la Nueva Galicia, a ella llevaron autos entre Nuño de Guzman, Hernando Cortes y otros...” Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía sacadas en su mayor parte del Real Archivo de Indias, t. XVI, Madrid, p.15. 12 Ibíd., p. 35. 13 Las citas de Castañeda de Nájera están tomadas de mi libro inédito sobre Francisco Vázquez de Coronado. Ignoramos si es una observación directa o se trata de que se lo contaron. En todo caso, llama la atención que tal posición erótica no estuviera incorporada a la cultura amorosa de los españoles; pero parece que no tardaron mucho en apropiarse tan importante práctica a su erótica. Era mucho lo que los españoles tenían que aprender de los indios.

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Aunque ya tenemos noticias de 1533, en que se señala para los indios de Culiacán, que entre ellos había muchos bujarrones, es decir, sodomitas14. En 1574, Juan López de Velasco, en su conocida Geografía y descripción general de las Indias, nos consigna esta curiosa noticia para los indios de San Miguel de Culiacán que eran considerados sodomitas: Los indios sacrificaban al demonio y se comían la carne de los sacrificados: no tienen señores á quien reconocer, y así tenían continua guerra; andaban desnudos y eran muy viciosos del pecado nefando, tanto que encima de los tejados de las casas ponían por adorno dellas hombres pegados unos contra otros.”15

Es interesante esta aseveración de que en las casas, los que practicaban el nefando proceder, lo anunciaban con un símbolo de dos hombres pegados; no conozco ningún texto que confirme tal aseveración. Es explicable que en los informes a los superiores no se hagan referencias a los muchos desmanes que hacían los españoles con las indias, y los indios, claro está. Así, por ejemplo, Francisco Ulloa no hace referencias al sexo, pero sí las hace su subalterno, Francisco Preciado. Los dos describen los mismos acontecimientos; en uno, el que comanda la expedición, Ulloa, no encontramos referencias sexuales, pero en Preciado sí. Preciado sostiene que los indios de la costa pacífica de la California les hacían ofrecimientos sexuales a los españoles. Veamos este curioso texto de 1539; nos dice Preciado que algunos indios le hacían señas si querían alguna [india] de fornicar, señalando con el dedo las nalgas y actos deshonestos y entre los otros se puso delante un indio grande pintado todo de negro con algunas conchas al cuello y en la cabeza y hablando por señas a Francisco Preciado sobre el mismo acto de fornicar metiendo el dedo por un agujero le dicen que si quería alguna mujer que se la llevarían y el respondió que le gustaba, pero que se la debía llevar. Estando en esto, de las otras partes donde estaba el Capitán con los compañeros; se vio asomar otro escuadrón de indios, por lo que el Capitán se juntó con los compañeros y se prepararon a combatir.

Y nos quedamos sin saber si posteriormente se llevaron a la práctica este tipo de ofrecimientos. Más adelante deja constancia que los indios “ comenzaron por burla a mostrarnos las nalgas haciendo señas que les besáramos el trasero”.

–––––––––––––– 14 Relación de Jorge Robredo, en Julio César Montané Martí, El final de la ilusión. Francisco Vázquez Coronado. 15 Juan López de Velasco, Geografía y descripción general de las Indias, p.13 de 16. http://cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/1669811537478432766925901/p0000015.htm

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Francisco de Ulloa ante esta misma situación nos explica que los indios les hacían gestos obscenos, sin especificar en qué consistían.16 El general Sebastián Vizcaíno anotó en 1602 que un indio, para convencerlo que bajara a tierra cerca de Monterrey, le indicaba “que daría a cada uno de nosotros diez mujeres para dormir”,17 todo esto por señas. Para el año 1540,18 Castañeda de Nájera señaló para la provincia de Culiacán que entre los varones indios “avia entre ellos hombres en abito de mugeres que se casaban con otros honbres y les servian de mugeres”. Refiriéndose a los pacaxees sostiene que “son grandes someticos”. Y cuando escribe de los habitantes del río Sonora (dice “señora”), señala que “ellos son grandes someticos”. Mientras Castañeda de Nájera viajaba por el río Sonora, el maestresala del virrey Mendoza, Hernando de Alarcón, entraba con dos pequeñas embarcaciones, con diez hombres en cada una, por el río Colorado que él denominó de la Buena Guía, y nos dejó una importante información sobre el pecado nefando que constató entre los indios de aquel río. No siempre tenemos la suerte de disponer de textos de la época colonial que nos permitan contrastar con otros documentos las informaciones que vierten. Un caso muy relevante es la relación de Hernando de Alarcón que nos habla del pecando nefando entre los yuma en 1540, y que puede ser contrastado con el diario íntimo del franciscano Pedro Font en 1774, es decir 234 años después. Lo interesante y atractivo de estos dos textos es que nos dan una descripción similar del comportamiento sexual de los solteros yumas. Hernando de Alarcón penetró navegando en un bote a vela en 1540 por el río Colorado, con el propósito de lograr contactar con los expedicionarios de Francisco Vázquez de Coronado para los cuales llevaba vituallas. Debido a que no lograba obtener noticias de los expedicionarios, realizó múltiples intentos por obtener información de los indios sobre la expedición de los españoles. Por tal razón nos da muchos detalles de las conversaciones con los indios, para dejar constancia de sus esfuerzos por contactar a Vázquez de Coronado. De tales noticias queremos destacar la que hace referencia a varones vestidos como mujeres. Hay que dejar constancia que Alarcón, aparentemente, no buscaba tal tipo de observación. Y tales datos no habrían tenido mayor trascendencia, y no –––––––––––––– 16 Julio César Montané Martí, Francisco de Ulloa: explorador de ilusiones, Hermosillo, Universidad de Sonora, 1995, pp. 175-176. 17 “Relación o diario muy circunstanciado del viaje que hizo el General Sebastián Bizcaron” en Colección de diarios y relaciones para la historia de los viajes y descubrimientos, I, Instituto Histórico de Marina, Madrid, 1943, p. 61. 18 Contó unos 20 años después lo que había visto en 1540.

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habría dejado constancia de ellos, si no fuera porque el jefe de la tribu le dijo con orgullo, señalando a uno de los cuatro indios vestidos como mujeres, que era su hijo, y del cual estaba muy orgulloso. Alarcón, hombre piadoso que andaba repartiendo cruces e intentando enseñarles los fundamentos del cristianismo a los indios del bajo río Colorado, se sintió escandalizado de tan bárbara costumbre. Ésta es la primera observación detallada de tan destacada costumbre para el noroeste de México. Pero lo más relevante es que es descrito con cierto detalle lo que los españoles denominaban pecado nefando. Dejemos hablar al propio Alarcón. La primera referencia nos ilustra así: “Las mujeres van desnudas y llevan pintado y pegado un gran bulto de plumas por detrás y por delante, y los cabellos como los hombres. Había entre estos Indios tres o cuatro hombres con la misma vestimenta que las mujeres”.19 Más adelante, en el contenido del capítulo VII dice estas esclarecedoras palabras en el subtítulo: De la Sodomía que ejercen aquellos Indios con cuatro jóvenes a tal servicio dedicados, los cuales llevan indumentaria de mujer. Esta palabra sodomía es empleada por primera vez para estas tierras en 1540 por Hernando de Alarcón. Es la prístina constatación, diríamos oficial, del oficio nefando entre los aborígenes sonorenses. La descripción de la sodomía ejercida por cuatro jóvenes nos la describe de esta manera: Aquí el viejo me mostró por cosa maravillosa un hijo suyo vestido con ropas de mujer ejercitando su oficio y yo le pregunté cuántos había de estos entre ellos y me dijo que eran cuatro y que cuando uno de esos moría se hacía la descripción de todas las mujeres grávidas que había en el país y que la primera de ellas que paría un hombre se pensaba que debía hacer aquel ejercicio mujeril y las mujeres lo vestían con sus ropas diciendo que, ya que tenía que hacer aquello que debían hacer ellas, se tomase aquella indumentaria. Estos tales no pueden tener comercio carnal con ninguna mujer, sino solamente con ellos, todos los jóvenes del país que están por casarse. Por este acto de meretriz éstos no reciben cosa alguna por parte de aquellos del lugar, por lo que tienen libertad de tomar aquello que encuentran en cada casa por su necesidad de vivir.

Es difícil saber cuántas mediaciones culturales se encuentran en tales descripciones. Alarcón no sólo se refiere a los hombres que realizan tales pecaminosos actos, también hace una observación sobre las mujeres: “Igualmente vi algunas mujeres que conversaban deshonestamente entre los hombres y pregunté al viejo si estaban casadas quien me respondió que no, sino –––––––––––––– 19

Las citas de Hernando de Alarcón son de mi libro inédito sobre Hernando de Alarcón, donde se encuentra la traducción del italiano de la Relación de Alarcón realizada por Ramón Miranda Camou con mi colaboración. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 26

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que eran mujeres del mundo que vivían separadamente de las mujeres casadas”. Se puede interpretar que “mujeres del mundo” se refiere a la práctica de actividades sexuales por bienes, como practicaban las mujeres españolas que ya estaban llegando a México para tal oficio.20 Pero podría tratarse de mujeres que mantuvieran relaciones amorosas con mujeres, pues sí las había entre los mayos, por ejemplo. Sea dicho de paso, Alarcón nos informa que un español se quedó a vivir entre los indios mientras él navegaba río arriba, y que a la vuelta lo recogió. Sería el primer español en convivir él solo unos días con los indios en el noroeste. No sabemos de las relaciones amorosas de los españoles con las indias, nada nos dice Alarcón al respecto, más allá de lo que se pueda suponer del español que se quedó a vivir entre los indios. Si bien se trata de una corta noticia sobre el pecado nefando, me parece bien confiable en razón de que Alarcón no había solicitado la información que le proporcionó el indio. Es decir, que no se trata de una información inducida. Me parece necesario resaltar algunos aspectos: 1) los cuatro varones dan servicios sexuales a los solteros, 2) son cuatro, 3) cuando uno de ellos muere se designa al primer varón que nazca para tal función. Lo interesante es que tal observación se hace en una sociedad poligínica, es decir, donde un hombre vive con varias mujeres. En tales sociedades (todas las sociedades agrícolas tempranas) en que una familia está constituida por un varón y varias mujeres, quedan muchos hombres adultos sin acceso a mujeres. Y una forma de salvar las tensiones de tal situación es poseer una institución social que dé servicios sexuales a hombres solteros. Por supuesto que también hay mujeres que pueden dar tales servicios. Por otro lado, también debe tenerse presente que en ciertas circunstancias, viajes por ejemplo, también los solteros pueden tener acceso a mujeres que son esposas, como un servicio necesario a los viajeros, y para afirmar lazos de amistad con los visitantes. Hay dos observaciones necesarias: primero, que el cuatro no es un número al azar, pues se trata del un número sagrado en el área; y segundo, es muy importante la observación de que cuando uno de los cuatro muere se designa a tan nefanda función al primer varón que nace. Es decir, que la designación es social, y no se trata de una elección voluntaria, por vocación, por ejemplo. Lo que significa que los cuatro designados para dar servicios a los solteros forman parte de una institución social que regula el que no se produzcan conflictos por carecer los solteros de acceso a las mujeres. Es una solución que otras sociedades como la Granada musulmana habían logrado, al convertir en –––––––––––––– 20 Ana María Atondo Rodríguez, El amor venal y la condición femenina en el México colonial, México, INAH, 1992.

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socialmente permisiva la homosexualidad, a tal punto que las mujeres que deseaban un hombre tenían que vestirse de muchacho para conseguirlo.21 Es cierto que con tan pocos elementos no se pueden hacer muchas consideraciones sin correr el riesgo de hacer injustas generalizaciones. Pero ya lo señalamos, esta costumbre se encontraba en el área más de doscientos años después. Así, en efecto, el franciscano Pedro Font observó que en el río Colorado, entre los yumas: En punto de incontinencia son tan deshonestos y excessivos, que no creo haya en el mundo otra nacion que les gane: las mugeres quasi se puede decir que son comunes, y el obsequio que hacen á los huespedes es darles muger para que duerman con ellas; [nada de esto nos dice Alarcón, JM] y aunque entre los viejos parece que hay alguna especie de matrimonio natural reconociendo por legitima alguna muger de las muchas que tienen ó tuvieron en su juventud; pero entre los jovenes creo que no hay ningun matrimonio, porque ellos viven con las que quieren, y las dexan quando se les antoja: ó á lo menos es muy comun y libre entre ellos la poligamia. Las mugeres todas, aunque sean pequeñas y hasta chiquillas de pecho, llevan unas naguillas que se hacen de la corteza del sauce y alamo, las quales benefician algun tanto, y hechas tiras, las ensartan ó entretexen por un cabo, y con ellas forman una especie de delantales, que se amarran en la cintura con un cabestro, uno por delante y otro por detras, el de atras algo mas largo que el de delante, y les llegan hasta las rodillas, con los quales, como son de tantas tiras ó listines estrechos como un dedo y cuelgan sueltos, con el meneo que tienen al andar hacen un ruidito. [No deja de haber cierta picardía en estas palabras, JM] Entre las mujeres vi algunos hombres vestidos como ellas, con las quales andan regularmente, y nunca se juntan con los hombres, y el Sr. Comandante [Juan Bautista de Anza, JM] les llamaba amaricados. Tal vez porque los Yumas llaman Marica á los hombres afeminados. Lo pregunté quienes eran estos: y me respondieron, que essos no eran hombres como los demas por lo qual andaban assi tapados; de donde inferi que serian hermofodritas; pero por lo que supe despues entendí que essos son sodomiticos dedicados para el exercicio nefando. Por lo qual concluyo, que en este punto de incontinencia han de dar mucho que hacer quando se establesca en ellos la santa Fe, y religion christiana.22

Estas noticias sobre los yumas nos la ocultaron los jesuitas y los franciscanos posteriores a Font, como así mismo los muchos militares que –––––––––––––– 21

Daniel Eisenberg, El buen amor heterosexual de Juan Ruiz. http://simon.es.cornell.edu/Guest/Ciberia/1195/articles/article-1.1195 22 Las citas están tomadas de mi libro sobre Pedro Font en el que se encuentra la trascripción del diario del franciscano Pedro Font. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 26

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visitaron el área y que no necesariamente eran ajenos a tales pecados. Es interesante constatar que en el diario que el franciscano Pedro Font entregó al capitán Juan Bautista Anza y al virrey, no aparece ninguna mención de la presencia de varones vestidos de mujer, y menos referencias al pecado nefando. Es curioso que Font atribuya el término marica a los yumas. Pues como es bien conocido, marica, amaricado, y demás derivados, provienen de María. Como todas las mujeres se llamaban en la época María, ser como mujer, era ser como María, por los que se empleaban los términos de amaricado, mariquita, etcétera. En la Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa de 1601, se deja constancia que “ Un poco de pecado nefando, y los pacientes, que son raros, se visten como mujeres y hacen los oficio que ellas, pero donderquiera se tiene por afrenta y se dice por baldón”.23 El jesuita Hernando de Santarén observaba en 1600 que “ hay dos indios bárbaros, que se dice que tienen por cierto entre los naturales que usan el pecado nefando.”24 Este ejercicio nefando no debe haber sido excepcional, ni mucho menos, pues en el extremo sur de Sonora constatamos la contrapartida en el otro sexo a comienzos del siglo XVII. En efecto, en la Carta Annua de Sinaloa, correspondiente al año 1616, encontramos esta notable acotación: Otras mujeres hay (aunque pocas) amancebadas unas con otras, y asi tratan poco con hombres, y de éstas suele haber mujer que tiene cinco o seis mujeres con quienes trata, pero con la gracia de nuestro Señor, se va también quitando esto.25

Pocos años después, el misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas, horrorizado por el pecado nefando entre los indios, no se atrevió a nombrarlo y lo describió con equívocos señalamientos de esta curiosa forma: La otra especie deste vicio inmundo, que por su indecencia no se nombra, es assi que en parte se hallaua entre estas gentes. Pero como è les mas que bruto, pues no se halla en los brutos animales, era tenido entre estas Naciones tan ciegas y agenas de la luz de la razon, por tal vil y afrentoso, principalmente en los pacientes, que estos eran conocidos y menospreciados de todos, y los llamauan en su lengua con vocablo y palabra afrentosa, y los tales no vsauan de arco ni flecha, antes algunos se vestian como mugeres.26

–––––––––––––– 23 Francisco Zambrano, Diccionario bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México, t. IX, México, 1969, p. 727. 24 Ibíd., XIII, p. 558. 25 Ibíd., t. V, México, 1965, p. 780. 26 Andrés Pérez de Ribas, Historia de los Trivmphos de Nuestra Santa Fee entre gentes las mas barbaras..., Madrid, 1645, p. 11.

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Es decir, que entre los aborígenes, al igual que entre los españoles, y al igual que en la actualidad, el pecado nefando se daba tanto entre varones como entre hembras. Debemos tomar en cuenta que tanto en la época colonial como en las posteriores fue muy perseguida la relación amorosa entre personas del mismo sexo, especialmente entre varones. Tales inclinaciones fraternales y amorosas fueron denominadas con el abusivamente calificativo, del todo impropio, de pecado nefando. Los jueces inquisidores en México fueron muy severos en la materia. Se les podía quemar vivos a los varones que mantuvieran relaciones amorosas con varones, y, en efecto, sí se quemaron varios hombres acusados de sodomitas. Para ser llevados tales pecadores a los tribunales del Santo Oficio sólo bastaba la denuncia que se mantenía anónima para los acusados, en algunos casos era totalmente anónima, es decir, que el tribunal ignoraba quién era el denunciante. Razón por la que no se conocen los causantes de muchas injusticias en acusaciones falsas hechas por oscuros motivos. Así, por ejemplo, también podía ser motivo para la acusación lo aparente, donde la amistad se interpretaba malévolamente. Debe tomarse en cuenta que el Fuero Juzgo o Libro de los Jueces es muy severo con las desviaciones que ya había condenado Santo Tomás de Aquino. En el libro III, el título V se denomina Titol de los adulterios contra natura, e de los religiosos, e de los sodomitas. El apartado V trata De los omnes que iazen con los otros omnes. Es muy severo con los pecadores, dice: “No devemos dexar el mal que es descomulgado é maldito. Ondee los que yacen con los barones, o los que lo sufre, devén ser penados por esta ley en tal manera, que después que el juez este mal supiere, que los castre luego á ambos...”.27 El apartado VI trata De los sodomíticos. En este apartado se deja en claro que deben ser castrados. Se trate de quien se trate, aunque sea de linaje. Con los años, la castración se cambió por la hoguera cuando fue creada la Inquisición Española por los reyes católicos en 1478, y que lleva por nombre el sobrecogedor de Santo Oficio. Los inquisidores cambiaron la castración por el fuego, en una manía pirotécnica de la purificación. En 1662, se le señalaba a el rey Felipe IV que: Con mucha lástima y dolor nuestro damos cuenta á Vuestra Alteza de la frecuencia que hemos experimentado hay en cometer el nefando crimen en esta ciudad [México] y reino, donde parece que los hombres, saciados del apetito sensual de las mujeres, se buscan unos á otros, sin castigo ni temor que los refrene, como vemos subcede, pues habiéndose en esta ciudad, en tiempo que el Duque de Alburquerque

–––––––––––––– 27 Fuero Juzgo en latín y castellano cotejado con los más antiguos y preciosos códices por La Real Academia Española, Madrid, 1815, p. 62.

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105 gobernó, hecho justicia en catorce ó quince28 y sido llamados por edicto más de otros ciento sólo en esta ciudad, veemos de tres ó cuatro años á esta parte en las causas que han ocurrido, principalmente, religiosos, que se halla comprendido en este crimen mucho número de personas eclesiásticas y seculares y además pasan al crimen de la bestialidad, con tanto desorden que por las confesiones de Alberto Henríquez, preso en cárceles secretas y que dice ser religioso de los descalzos del señor San Francisco, consta haber cometido ambos crimenes nefando y bestial con cuarenta personas, poco más o menos, y con tres o cuatro mulas y dos o tres gallinas; y lo mesmo consta de la causa de Diego Romero, vecino del Nuevo México, asimesmo preso en cárceles secretas, y no por estos delitos sino por otros de fee, y lo que se refería á Vuestra Alteza en la causa del padre Nicolás de Chau, de la Compañía (de Jesús), en que es de considerar que, yendo a ejecutar la prisión el secretario Diego Martínez Hidalgo, que ejerce el oficio de aguacil mayor, dejó en la portería de la casa profesa un negro que le acompañaba, y, según un religioso, le comenzó á trectar á dicho negro, el, cual no conoció al religioso, por ser muy de noche y oscuro: parece quería con él ejecutar dicho nefando crimen. Y hallamos en otras muchas testificaciones delictos tocantes á nuestro fuero, muchas personas testificadas del crimen dicho é iniciadas otras muchas, de que nos ha parecido dar cuenta, porque si á este cáncer no se pone remedio, según cunde, parece muy dificultoso que después lo pueda tener. Y así lo decimos a Vuestra Alteza por parecernos convenir para el descargo de vuestra conciencia, y que si el Santo Oficio no lo remedia, la justicia seglar no parece que ha de ser suficiente. Vuestra Alteza mandará lo que fuere servido.

Lo informan el doctor Pedro Medina Rico y el licenciado Juan de Ortega Montañés. La contestación a este informe fue por lo demás muy curiosa y nos da una imagen de lo extendido que estaban tales prácticas. Recomendaron “no se entrometiesen en esas materias ni entrasen en tales negocios”.29 Es decir, que hicieran la vista gorda. No podía ser de otra forma, pues quemar a cien homosexuales habría sido un escándalo que habría trascendido de la Nueva España. Por otra parte, el problema era que entre los candidatos a la hoguera se encontraban muchos personajes importantes de la Corte virreinal. Se vale la extensa cita por darnos una visión sintética de que tales prácticas eran comunes entre distintos miembros de la sociedad colonial, no quedando nivel ni categoría social fuera. Tenemos un oscuro caso para el Real de Nuestra Señora de la Asunción de los Álamos en que se acusó al padre José González del Pozo y Luzenilla, en 1698, ante el Tribunal del Santo Oficio, señalando el testigo anónimo que del –––––––––––––– 28

Condenados a la hoguera. José Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México. Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1908, pp. 321-322. 29

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Pozo “ lo habia solicitado para la ofensa de Dios en el pecado nefando”. Además se le acusaba de “ solicitación Intra confesione ” y de ser tan chismoso que contaba lo que le confesaban sus feligreses, produciéndose gran escándalo en la comunidad. Se diluyó el juicio sin aparente resolución.30 En la época de Font, ya hacía un siglo que no se llevaba a nadie a la hoguera por el pecado nefando, pero sí era socialmente mal visto y condenado, aunque se practicara tanto como antes o como ahora. Nos refiere el historiador Carlos López Urrutia, contando los avatares de la Misión de Santa Clara en la Alta California, que en una ocasión los frailes observaron que una de las indias era más alta que las otras mujeres y que no tenía senos. Sospechando que se trataba de un impostor, ordenaron al cabo de la custodia que con otros soldados la arrestaran y la desnudaran, orden que al parecer cumplieron con placer, pero que terminó en desilusión: se trataba de un varón vestido de mujer. Unos cuantos azotes administrados por los soldados y la prohibición de volver a vestirse fue el castigo impuesto. Meses más tarde, cerca de San Antonio, se supo que este indio estaba cohabitando con su coyia o esposo. Al parecer los golpes fueron en esta ocasión más fuertes pues el indio desapareció.31

López Urrutia señala que los indios aceptaban un número de homosexuales que los primeros exploradores describieron como joyas o coyas. El ingeniero Miguel Constansó anotó con prudencia en 1769, en su visita a la Alta California, que “La falta de Intérprete no permitió averiguar qué clase de Hombres eran ni a qué Ministerio se destinaban, aunque todos recelaron defecto en el sexo o algún abuso entre aquellos Gentiles”.32

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Archivo General de la Nación de México, Inquisición, vol. 700, exp. 12, f. 81-88. Según datos recopilados por el destacado investigador Mario Cuevas Arámburo y que gentilmente me proporcionó. 31 Carlos López Urrutia, El Real Ejército de California, capítulo IV, p. 8, en http://www.msstate.edu/Archives/History/lopez/ch4.html 32 Miguel Constansó, Diario histórico de los viajes de mar y tierra hechos al norte de la California, Madrid, Porrúa Turranzas, Ediciones Chimalistac, 1950, p. 49. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 26

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