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Cosmopolitismo y migrancia cultural en crónicas latinoamericanas del entresiglo XIX-XX Mónica E. Scarano CELEHIS – FH, UNMdP (Argentina)

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l presente trabajo se propone estudiar el tópico del cosmopolitismo en el fin de siècle en relación con la categoría discursiva de la ‘migrancia cultural’, en una serie de crónicas urbanas de escritores modernistas latinoamericanos, que se publicaron originariamente en periódicos, enmarcadas en el proyecto modernizador de estas naciones. Es necesario hacer dos aclaraciones sobre el corpus seleccionado.1 En primer lugar, los autores (José Martí, Rubén Darío, Amado Nervo) garantizan la calidad estética y literaria de los textos seleccionados, pese al lugar inicial de publicación, lo que permite emprender un trabajo anclado en los estratos discursivos. En segundo lugar, la mirada crítica a este corpus se orienta a indagar en las transformaciones urbanas y los fenómenos concomitantes producidos en aquel fin de siglo y, por extensión, en un período histórico significativo para las literaturas hispánicas de ambas orillas del Atlántico. Dicho esto, bastaría solamente un rápido recorrido visual por las hojas de un periódico de fines del siglo XIX para captar en una sola toma el heterogéneo collage de significaciones que conviven yuxtapuestas apretadamente en la generosa página de un diario como La Nación de Buenos Aires, si tomamos como referencia uno de los primeros medios de prensa escrita que encarnaron el periodismo moderno en la América del Sur, de los más emblemáticos, de mayor tirada y resonancia en esa época. Mejor que cualquier libro, las páginas de esos periódicos reproducen en aquel cambio de siglo las temporalidades urbanas, el ritmo ajetreado de la vida metropolitana, con titulares de estilo sucinto y en una agitada y discontinua sucesión de artículos sobre faits divers, tendencias de moda y todo tipo de acontecimientos y fenómenos propios de las grandes ciudades. En diferentes versiones, a menudo contrapuestas entre sí, construyen visiones e imágenes provisorias y fragmentarias de las tensiones entre la modernidad proyectada 1

El trabajo plantea las primeras conclusiones de un proyecto en etapa inicial de ejecución (UNMdP, 2013-4).

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y la modernización desigual, escasa y arduamente llevada a cabo en esta orilla del Atlántico. Para ello apelan a todo tipo de elementos discursivos concretos –tópicos, perspectivas, registros, formatos, estilos, disposiciones, formas genéricas–. En el primer entresiglo de la vida independiente de nuestros países se registra una situación peculiar que merece ser tenida en cuenta: si la prensa escrita ofrece una “matriz de decodificación de los hechos sociales” (Sidicaro, 1993, 7), que organiza el conocimiento sobre una realidad, al mismo tiempo que la construye, a menudo aparece investida con formas y componentes propios de la literatura, en la medida en que, sin contar aún con las bases institucionales necesarias para la consolidación social de su territorio, la literatura presenta una radical dependencia respecto de la prensa.2 Después de una lectura atenta de estos materiales, no es difícil arribar a una conclusión que dista mucho de ser metafórica: en sus primeras planas, los diarios –a modo de “vitrinas de papel” (Hamon, 1989, 24)–3 abren una ventana a la vida en los bulevares, los espacios públicos modernos, y en los monumentos, edificios y obras destacadas que se construyen en las grandes urbes como testimonio del ingenio humano y de los avances tecnológicos de esa época, mostrando las pintorescas escenas callejeras con multitudes urbanas que invaden los ámbitos citadinos, y las nuevas prácticas que se instalan en la vida cotidiana. Para ser más precisos, los textos periodísticos que los escenifican se ofrecen en el papel como miradores privilegiados, belvederes ideales para representar y difundir el proyecto moderno pergeñado en las metrópolis. Como se sabe, esas ‘escenas de modernidad’ cuidadosamente seleccionadas entre las innumerables vivencias cotidianas, atesoradas por los escritores devenidos en cronistas, y trabajadas con procedimientos estilísticos sofisticados, tienen como propósito instruir al público lector y estimular en él la imaginación de la “modernidad deseada” (Ramos, 1989), la modernización por realizar, procesando experiencias y reproduciendo en publicaciones locales las novedades y curiosidades difundidas por los medios europeos y norteamericanos. Como consecuencia de esta práctica que gana un auge creciente en aquel cambio de siglo, se distinguen dos ciudades: la “ciudad textual” y la “ciudad real” (Fritzsche, 2008, 28-62). Esto implica deslindar lo que se lee y escribe de (y sobre) la ciudad, de lo que se lee y escribe, cuando al mismo tiempo

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Como marco teórico de la relación entre literatura y periodismo en el modernismo, seguimos los lineamientos trazados en Ramos (1989) y Rotker (1992). Hemos desarrollado más extensamente esta imagen en Scarano (2013).

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se vive o se reside temporariamente en la ciudad y se la recorre y transita.4 En otras palabras: la modernidad urbana –ya sea que aparezca en la ciudad trabajada como tema, motivo, asunto o leit motiv, ya que se manifieste traspuesta como disposición, plan textual o formato discursivo que emula la traza urbana, la forma del recorrido, de la errancia (la flânerie), el paseo o callejeo por la urbe– está siempre presente en estos textos bajo dos fases inseparables entre sí: leer y escribir de –estar en y escribir desde–. Para perfilar mejor el tipo de materiales que leemos, podemos adelantar que nuestro trabajo pretende revisar no sólo los escritos de o en las grandes urbes y sus rasgos más obvios sino también los textos compuestos desde ese espacio, inscriptos en la dinámica cultural urbana moderna, desde sus marcas formales y desde el lugar de enunciación particular que los inspira y produce. Haciendo un poco de historia, es útil recordar que, entre las últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del XX, tiene lugar la ‘edad de oro del feuilleton’, entendido éste como un artículo destacado y, en un sentido más amplio, como un género periodístico muy difundido en Francia y en otros países europeos en aquel período de entresiglos, compuesto por notas o crónicas que abordan temas variados –crítica literaria y de arte, comentarios sociales, noticias urbanas–, con un estilo muy ágil que lo diferencia del folletín. Entre las tantas formas mixtas que proliferan por esos años, se distingue la llamada crónica urbana, publicada en diarios y otras formas de prensa escrita y, simultáneamente o poco tiempo después, reproducida en volúmenes antológicos, misceláneos o temáticos. Conviene precisar que, cuando utilizamos el término crónica lo hacemos en su acepción más moderna, la que adopta en el siglo XIX y se asocia con la descripción que hacen del género, Julio Ramos (1989) y Susana Rotker (1992), subrayando su inasibilidad conceptual como efecto de la heterogeneidad discursiva que la distingue, y la oscilación entre lo estético y lo referencial, entre la literatura y el crudo dato cuantitativo. Por otra parte, en esta etapa también es frecuente observar que los cronistas compiten y hasta superan a los novelistas en su capacidad de presentar la ciudad como una acumulación de incidentes donde los grandes planes y las composiciones de conjunto resultan transitorios, y las significaciones son continuamente puestas a prueba. Asimismo, en la segunda mitad del siglo XIX es cuando se hace más evidente que la metrópoli como centro

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Resultan operativos para nuestro planteo las reflexiones y los conceptos propuestos por Michel de Certeau (1996) sobre las prácticas de recorrer, ver y leer la ciudad, con diferentes perspectivas y modalidades, y la “retórica del andar”.

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de sensaciones y de espectáculos reclama y necesita una vidriera para ser reproducida y exhibida.5 En el último cuarto de ese siglo, la concepción del periódico como instrumento privilegiado de civilización y de progreso para los pueblos se iba imponiendo entre los escritores modernistas. Así lo ilustra, por ejemplo, la evocación entusiasta del periódico que formula el célebre escritor cubano José Martí, a quien Rotker señala como el fundador de la nueva escritura periodística moderna en lengua española. En las palabras con que Martí describe la labor del periodismo, en una crónica enviada en 1883 al diario La Nación de Buenos Aires para su publicación, se expresan las posibilidades que habilita el periódico para plasmar en palabras su experiencia estadounidense del despliegue del proyecto modernizador, cuando lo examina desde una perspectiva personal, con la agudeza de su mirada celebratoria y crítica a la vez, no exenta de tensiones y paradojas: “¡Oh, el periódico! ¡lente inmensa, que en este siglo levanta y refleja con certidumbre beneficiosa e implacable las sinuosidades lóbregas, las miserias desnudas, las grandezas humildes, las cumbres resplandecientes de la vida!” (1975, 412).6 En la heterogeneidad de tópicos que se alberga en las páginas de un periódico es frecuente encontrar diferentes ventanas que exhiben las últimas novedades y curiosidades que se observan en los más diversos lugares 5

Ya a mediados del siglo, encontramos en estas latitudes, testimonios que documentan la percepción de la prensa como un arma de civilización y de progreso para los pueblos. Así, poco antes de la mitad del siglo XIX, el joven Domingo Faustino Sarmiento escribe sobre los cambios introducidos por la proliferación de publicaciones periódicas en Chile, un fenómeno difundido en ese siglo que se conoce como el diarismo: “Por el diarismo, el genio tiene por patria el mundo, y por testigos la humanidad civilizada” (Sarmiento, 1948, 58). Convencido de la influencia decisiva de los diarios en la marcha de la civilización y el movimiento social de los pueblos modernos, advierte que las sociedades de su tiempo se personifican en el periódico (59) y les asigna a los “escritores públicos” el deber de “impulsar el progreso” (66).

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Algunos años antes, al vincular prensa y progreso también en los inicios de su labor periodística, Martí sostiene además que el oficio de la prensa periódica no debe limitarse a informar ligera y frívolamente sobre hechos ocurridos ni reducirse a censurar o adherir. Por contrario, inviste a la prensa con otras funciones más medulares: “Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasionado, no encarnizarlos con un alarde de adhesión tal vez extemporánea, tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas a consultas y reformarlas según ella; tócale, en fin, establecer y fundamentar enseñanzas, si pretende que el país la respete, y que conforme a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre. Tiene la prensa periódica altísimas misiones; es la una explicar en la paz, y en la lucha fortalecer y aconsejar; es la otra hacer estudio de las graves necesidades del país, fundar sus mejoras, facilitar así la obra a la administración que rige, y ya que tantas graves cuestiones preocupan en una nación que asciende de una situación vacilante y anómala, a la de tierra dueña y libre, ayude la prensa periódica a los que gobiernan, señalando y presentando estudiadas las cuestiones que han menester más seria y urgente reforma […]” (Martí, 1991, 263). El fragmento citado pertenece a uno de los artículos o “Boletines” que Martí publicó en 1875, con el seudónimo de Orestes, en la Revista Universal de México, poco después de regresar de Europa, y que se incluyen en la edición de las Obras Completas como “Escenas mexicanas”.

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del mundo, sobre todo en las grandes ciudades de los países centrales de Europa y los Estados Unidos. Es en este contexto donde proliferan y cobran significación las escenas cosmopolitas convertidas ya en un lugar común en las crónicas de la época que, como tal, cuenta ya con un repertorio de rasgos comunes, clichés y valoraciones ya estereotipados. Nos interesa aquí avanzar más allá del abordaje meramente temático y generalizador que ha prevalecido en la mayoría de las aproximaciones críticas a esta cuestión, para ingresar, con una mirada más matizada, en las variaciones discursivas que acompañan la configuración de una subjetividad fragmentada propia de la modernidad y en las distintas funcionalidades que este tópico asume en cada autor, dentro del período mencionado. En cuanto a la noción de ‘cosmopolitismo’, no ignoramos la complejidad implícita en ella, cuya primera acepción, en una instancia inicial del proceso que refiere, sugiere el aprendizaje de vivir uno junto al otro, en sociedades donde la mayoría de los que hablan la misma lengua y se rigen por las mismas leyes y cultivan los alimentos que ponen en su mesa son personas que nunca se conocerán. Se trata de una forma de vida relativamente nueva en el fin de siglo XIX-XX, reavivada al calor de la filosofía de la Ilustración, que supone beneficios y perjuicios.7 En las crónicas escritas desde Nueva York por el exiliado cubano, José Martí, en particular en aquellas donde se representan multitudes en las calles o ciertos acontecimientos significativos relacionados con espacios públicos,8 es común encontrar cuadros heterogéneos y abigarrados compuestos por diferentes grupos, a menudo fisonómicamente contrastantes, que aparecen simplemente mencionados por sus nacionalidades o retratados a partir de un conjunto de trazos mínimos, casi esquemáticos (vestimenta, color de la tez, detalles y aspectos peculiares, entre otros), hilvanados en una sintaxis yuxtapuesta, acumulativa y disímil, muy propia de la retórica de la época, rasgos frente a los cuales –es importante destacarlo- el cronista se diferencia o se identifica sin autorretratarse explícitamente, como si quisiera mezclarse y confundirse en esa muchedumbre heteróclita, y en ese mismo gesto disiparlas. En Fiestas de la estatua de la libertad (La Nación, 1 de enero de 7

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Christoph Martin Wieland, “el Voltaire alemán”, lo definió de este modo: “Los cosmopolitas […] ven a todos los pueblos de la tierra como otras tantas ramas de una familia única, y al universo como un Estado, del cual ellos, junto con otros innumerables seres racionales, son ciudadanos, a fin de promover la perfección del todo de acuerdo con leyes generales de la naturaleza, mientras cada uno, a su manera, se ocupa de su propio bienestar” (1788, 107; trad. de Lilia Mosconi).

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“Reflejos de bandera hay en los rostros: un dulce amor conmueve las entrañas: un superior sentido de soberanía saca la paz; y aun la belleza, a las facciones; y todos estos infelices, irlandeses, polacos, italianos, bohemios, alemanes, redimidos de la opresión o la miseria, celebran el monumento de la libertad porque en él les parece que se levantan y recobran a sí propios […]” (Martí, 1991, 104).

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1887), la crónica que escribe a propósito de la inauguración de la estatua de la Libertad en Nueva York, un regalo del Gobierno francés a los EEUU: lejos de lo que se podría esperar de alguien que reside en una cosmópolis desde hace mucho más de un lustro, la escena no busca ilustrar la vivencia de su estancia en una gran urbe cosmopolita como Nueva York, sino que encuentra su sentido en función de la lección cívica que el autor construye a propósito de la fiesta popular por la instalación de la estatua, lo que le permite desplegar una muy sentida celebración universal de la libertad, que incluye pero trasciende su situación personal de exiliado ya afincado en la gran metrópolis. Más allá del dato real, la nota cosmopolita está aquí puesta al servicio de ese valor universal, para testimoniar el alcance de la adhesión al anhelo humano universal de ser libres. Eso es lo que los unía a todos y los impulsaba a invadir las calles para presenciar la inauguración en persona. Hay aquí también un poderoso elemento coagulador de una subjetividad fisurada y tensionada que se exhibe sin pudor en la apertura de la crónica (“Terrible es, libertad, hablar de ti para el que no te tiene. Una fiera vencida por el domador, no dobla la rodilla con más ira. Se conoce la hondura del infierno”; 1991, 99): el cronista encuentra en este conjunto tan inmenso como diverso un lazo común que lo religa con esa multitud y lo hermana: el deseo y el fervor por la libertad y el progreso que es el motivo central de la fiesta y también el de la crónica. Las Exposiciones Universales, un fenómeno nuevo en la segunda mitad del XIX, son ocasiones propicias para percibir esta sensación de estar en el mundo y reconocer una nueva relación de pertenencia a una comunidad dentro de otra de alcance universal. Encontramos aquí otro rasgo común de las escenas cosmopolitas, que podemos ejemplificar con las crónicas europeas que el nicaragüense Rubén Darío escribió sobre la Exposición Universal de París de 1900, como corresponsal de La Nación de Bs As., desde la ciudad-Luz, reunidas en el volumen Peregrinaciones . Recorriendo el inmenso predio de esa “ciudad dentro de la ciudad”, donde “innumerables visitantes […] afluyen de todos los lugares del globo…”, “…cita fraterna de los pueblos todos….”, Darío reproduce con fascinación y elocuencia la siguiente escena: En una exposición todo el mundo es algo badaud. Se nota el deseo de ser sorprendido. Algo que aisladamente habría producido un sencillo agrado, aquí arranca a los visitantes los más estupendos ¡ah! Y en las corrientes de viandantes que se cruzan, los inevitables y siempre algo cómicos encuentros: ¡Tú por aquí! ¡Mein Herr! ¡Caríssimo Tomasso! Y cosas en ruso, en árabe en kalmuko, en malgacho, y qué sé yo! Y entre todo, ¡oh manes del señor Graindrge! una figurita se desliza fru, fru, fru, hecha de seda y de perfume; y el malgacho y el kalmuko, y el árabe y el ruso, y el inglés y el italiano, y

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el español, y todo ciudadano de Cosmópolis, vuelven inmediatamente la vista; un relámpago les pasa por los ojos, una sonrisa les juega en los labios. Es la parisiense que pasa […] La muchedumbre pasa, pasa. Deja el magnífico parasol de la cúpula, y entra ya en la villa proteiforme y políglota… (1901, 31) Una vez más, el sujeto de la enunciación deliberadamente borra o elude sus marcas peculiares, maravillado por la sensación de estar en el mundo –lo que da cuenta por defecto de su procedencia marginal– y se define como un artista que se construye como tal a través de una mirada anclada predominantemente en lo estético sobre los inventos y materiales más técnicos y concretos, y en ese asombro se incluye implícitamente como un ‘ciudadano del mundo’, asumiendo ese lugar de enunciación a lo largo de todo el recorrido, teñido de un asombro celebratorio del progreso material y de la creatividad allí exhibidos, y dando tímidamente lugar a algunas notas que nos permiten entrever el otro lado, el más oscuro y ominoso, de esa fiesta parisina: el París de los mendigos, de los crímenes y las niñas prostituidas en las calles. Por último, una tercera modulación del tópico que introduce una posibilidad diferente de pensar la reformulación identitaria, involucrada en este proceso de reconocimiento en un conjunto universal, la ilustraremos con una crónica del mexicano Amado Nervo, escrita también al calor de la efervescencia plurinacional que vivía París durante la gran feria del mundo de 1900. Es una curiosa crónica titulada “Los mexicanos y el cosmopolitismo” escrita en París, el 20 de junio de 1900, para el diario El Imparcial de México, quien lo envió como su corresponsal a la Exposición Universal de París (Nervo, 1993). Allí, con una actitud poco reflexiva, ligera y más cercana al badaud o al mirón, que todo lo observa con curiosidad y fascinación pero con cierto gesto de liviana despreocupación o aparente falta de compromiso con lo que se describe y relata, el cronista introduce, como al pasar, una marca que trasunta una aguda percepción y nos permite entrever una de las calves de la construcción dilemática de la identidad mexicana. Nervo recorta una escena que traduce en forma de diálogo, a modo de conversación ocasional como las que suele abundar en sus crónicas y celebra jocosamente la confusión que despiertan los mexicanos frente a los otros transeúntes en un espacio particularmente cosmopolita como la ciudad Luz durante la gran feria universal. En suma, que no estamos definidos. Un alemán, un francés, un inglés son inconfundibles. De un mexicano jamás puede afirmarse nada: es posible que venga del celeste imperio o de las ruinas de Tebas; de los hielos de Bergen o de los hornos del Trópico.

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Por mi parte, encuentro la cosa divertida; no agrada al cosmopolitismo, de suerte que he optado por responder: –¿Qué le parece a usted que soy?–Sirio-caldeo,–Perfectamente, nací en Jerusalén, cerquita del Jardín de los Olivos, y en la calle de Poncio Pilato me tiene usted a sus órdenes. (1993, 225) Es evidente, más allá del recurso a la sonrisa irónica, que la diversidad étnica y cultural inquieta sino preocupa al autor, el hibridismo de México desconcierta en un escenario cosmopolita y por ello deja en suspenso una serie de preguntas en torno a la propia subjetividad que, aunque no se formula explícitamente al menos se la registra, lo que sedimenta cierta incertidumbre o cierta inquietud en esas arenas que propician el equívoco y la confusión, allí donde se juegan y fraguan nuestras controvertidas formaciones identitarias. Finalmente, los tres casos que mencionamos en el marco de un proyecto iniciado recientemente que abarca otras producciones cronísticas de este último entresiglo nos permiten revisar desde una nueva perspectiva la cuestión del “cosmopolitismo” en la línea de los trabajos de Renato Ortiz, Appiah, Mabel Moraña, Jesús Martín-Barbero, Antonio Cornejo Polar, Raúl Bueno, entre otros, que en líneas generales lo ponen en diálogo con otras nociones tales como la ‘diversidad cultural’, la ‘mundialización’ y la ‘modernidad-mundo’, el ‘pluralismo cultural’, la ‘globalización’, la ‘heterogeneidad cultural’, entre otras, trazando líneas de continuidad y fractura en un proceso en que el modelo “radial” y “radiante” de cultura predominante, con diferentes modalidades y énfasis, en los autores finiseculares, y que buscaba occidentalizar las naciones desde los grandes centros urbanos, es puesto en entredicho y desplazado paulatinamente, a partir de mediados del siglo XX, por otro inverso de “heterogeneidad migrante” (Bueno, 2004, 51-63), representado en los textos más contemporáneos que integran el proyecto grupal (Poniatowska, Monsiváis, Lemebel).9 Bibliografía 9

Una selección de crónicas urbanas de estos autores es estudiado por Graciela Barbería, en el marco del proyecto grupal “Migraciones culturales y formatos textuales en la literatura latinoamericana de los entresiglos XIX-XX y XX-XXI”, del que forma parte el presente trabajo,

Bueno Chávez, Raúl, 2004. Antonio Cornejo De Certeau. Michel, 1996. “Andares de la Polar y los avatares de la cultura latinoa- ciudad”, en La invención de lo cotidiano. mericana. Lima: Fondo Editorial de la Uni- I. Artes de hacer, México: Iberoamericana, versidad Mayor de San Marcos. pp. 104-15. Darío, Rubén, 1901. Peregrinaciones. París: Librería de la Vda. de Ch. Bouret.

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Fritzsche, Peter, 2008 [1996]. Berlín 1900: México: Universidad Nacional Autónoma prensa, lectores y vida moderna. Buenos de México, pp. 222-25. Aires: Siglo XXI Editores Argentina. Ramos Julio, 1989. Desencuentros de la moHamon, Philipe, 1989. Expositions. Littéra- dernidad en América Latina. Literatura y ture et Architecture aux XIX siècle. Paris: política en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica. José Corti.. Martí, José, 1991a. “Cartas de Martí” (Nueva Rotker, Susana, 1992. La invención de la cróYork, 14 de mayo de 1883), en Obras com- nica. Buenos Aires: Letra Buena. pletas, volumen 9: En los EEUU. Escenas Sarmiento, Domingo Faustino, 1948. “El norteamericanas (1881-1883), La Habana: diarismo”, en Obras completas I. Artículos Editorial de Ciencias Sociales, pp. 411-19. críticos y literarios (1841-1842), Buenos [Publicado originalmente en La Nación Aires: Editorial Luz del Día, pp. 58-145. (Buenos Aires), 20 de junio de 1883] [Publicado originalmente en El Nacional, —————, 1991b. “Elecciones-Jalisco y 15 y 29 de mayo 1841] Monterrey-Deberes de la Prensa-Conflicto Scarano, Mónica, 2013. “Vitrinas de papel. grave en Nuevo León”, “Escenas mexi- Formas urbanas en Martí, Darío. Ugarte y canas”, en Obras Completas, volumen 6: Gómez Carrillo”, en Mónica Scarano y GraNuestra América. I, La Habana: Editorial ciela Barbería (eds.), Escenas y escenarios de Ciencias Sociales, pp. 262-64. [Publica- de la modernidad. Retóricas de la modernido originalmente en Revista Universal, 8 de zación urbana desde América Latina, Mar julio de 1875] del Plata: Ediciones Suárez – UNMdP, pp. —————, 1991c. “Fiestas de la Estatua de 17-47. la Libertad” (Nueva York, 29 de octubre Sidicaro, Ricardo, 1993. La política mirada de 1886), en Obras completas, volumen desde arriba. Las ideas en el diario La Na11: En los EEUU. Escenas norteamerica- ción, 1909-1989. Buenos Aires: Sudamenas III (1886-1888), La Habana: Editorial ricana. de Ciencias Sociales, pp. 99-115. [Publicado originalmente en La Nación (Buenos Aires), Wieland C. M., 1788. “Das Geheimniß des Kosmopolitenordens”, Teutscher Merkur, 1° de enero de 1887] agosto: 107. Nervo, Amado, 1993. “Los mexicanos y el cosmopolitismo”, en Cuentos y crónicas,

Resumen: La presente ponencia se propone estudiar la composición discursiva del cosmopolitismo y la “migrancia cultural” en una serie de crónicas urbanas publicadas en periódicos y enmarcadas en el proyecto modernizador de las naciones hispanoamericanas. Sus autores (Martí, Darío y Nervo) garantizan la calidad estética de los textos seleccionados, pese a su lugar inicial de publicación. Finalmente, la mirada crítica a este corpus se orienta a indagar en las transformaciones urbanas en aquel fin de siglo y, por extensión, en un período histórico significativo para las literaturas hispánicas de ambas orillas del Atlántico. Palabras clave: Cosmopolitismo, migrancia cultural, crónica urbana, Latinoamérica, Amado Nervo, José Martí, Rubén Darío.

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Abstract: This paper intends to study the discoursive composition of cosmopolitism and “cultural migration” in a set of urban chronicles published in journals and framed within the modernization project in Hispanic American nations. Their authors (Martí, Darío and Nervo) guarantee the aesthetical quality of the selected texts, in spite of their initial place of edition. Finally, the aesthetic glance at this corpus tries to examine urban changes at that end of the century, and—by extension—in a significant historical period for Hispanic literatures on both sides of the Atlantic. Keywords: Cosmopolitanism, cultural migration, urban chronicle, Latin America, Amado Nervo, José Martí, Rubén Darío.

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