EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Antonio BERNAT VISTARINI. "Es menester tocar las apariencias c

"Es MENESTER TOCAR LAS APARIENCIAS CON LA MANO". E L QUIJOTE EN LA CULTURA SIMBÓLICA DE SU ÉPOCA. O ANTONIO BERNAT VISTARINI UNIVERSIDAD DE LAS ISLAS

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"Es MENESTER TOCAR LAS APARIENCIAS CON LA MANO". E L QUIJOTE EN LA CULTURA SIMBÓLICA DE SU ÉPOCA.

O ANTONIO BERNAT VISTARINI UNIVERSIDAD DE LAS ISLAS BALEARES

E m p e z a r é h a c i e n d o u n a afirmación para algunos n o tan obvia. El Quijote

no es u n a n o v e ­

la alegórica. N o pretende, según la etimología de la palabra, un "decir de otra c o s a " o un "decir o t r o " , ni está escrita p l e g á n d o s e a n i n g u n a alegoresis. Pero ese p u n t o de partida, que actúa en el lado de la p r o d u c c i ó n del texto, n o impide, t o m o bien sabía C e r v a n t e s , q u e las palabras vivan su propia vida en la m e n t e de los lectores y e m p r e n d a n allí su peculiar b ú s ­ q u e d a de r e c o v e c o s subtextuales y significados s o b r e e n t e n d i d o s . La a l e g o r í a salva al texto de la frivolidad. C o n esta p r e t e n s i ó n se e s t a b l e c i ó y a s e n t ó c o m o u n a práctica de lectura d e s d e el lejano m o m e n t o en q u e T e á g e n e s de R e g i ó n , al h i s ­ toriar la literatura h o m é r i c a , d e c i d i ó p r e s e r v a r de c u a l q u i e r t e n t a c i ó n de l i g e r e z a los c o m e n t a r i o s s o b r e H o m e r o , s u p e r p o n i e n d o a sus p a l a b r a s u n a e x é g e s i s a l e g ó r i c a . El obje­ tivo era d o b l e : d o t a r de seriedad a la a v e n t u r a y al m i t o y r e v e l a r el s e n t i d o t r a m a d o bajo la superficie m a n i f i e s t a del d i s c u r s o (cf. Brigitte Pérez, 2 0 0 4 ) C o n t r a r i a m e n t e , las p r o t e s ­ tas de literalidad q u e el p r o p i o C e r v a n t e s levanta en el " P r ó l o g o " al Quijote de 1605 - y en otros c o n o c i d o s p u n t o s de la n o v e l a - p a r e c e n m o t i v a d a s , entre otras c o s a s , p a r a a h u y e n ­ tar c u a l q u i e r t e n t a c i ó n de lectura a l e g o r i z a n t e , a u n q u e a t r i b u y e n d o a c a d a u n o el m e j o r a c o m o d o p o s t e r i o r del texto a sus p e c u l i a r e s idiosincrasia y e x p e c t a t i v a s . En su salida al m u n d o , el Quijote, c o m o ha r e c o r d a d o A n t h o n y C i ó s e , " n o p o n e en p r i m e r t é r m i n o las c u a l i d a d e s m á s i n d i c a d a s p a r a r e d i m i r l e de cierto aire de a l e g r e i n t r a s c e n d e n c i a " ( 2 0 0 4 : C L X V I ) . La s u g e r e n c i a de lectura p r o m o v i d a p o r el p r o p i o C e r v a n t e s fue, p u e s , la m a y o r i t a r i a m e n t e s e g u i d a y a l c a n z ó , con interesantes a m b i g ü e d a d e s , incluso a B a l t a s a r G r a c i á n que, s i e n d o tan fino o t e a d o r de p r o c e d i m i e n t o s i n g e n i o s o s , sin e m b a r g o p a r e c i ó e n c o n t r a r p o c o de su g u s t o en el Quijote, y se sintió i n c ó m o d o ante la escritura c e r v a n t i n a , p o r m á s que la a p r o v e c h a r a s u b r e p t i c i a m e n t e . 1

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Un ejemplo reciente de este quijotismo críptico, en Kurt Rcichcnbcrger y Rosa Ribas (2002). En similar sentido leemos las siguientes palabras escritas por Femando R. de la Flor (2005: 66) en un reciente tra­ bajo sobre iconografía quijotesca: "En el Quijote estamos ante la construcción de una ¡mago universal. En modo alguno de una imagen. Una imagen estrictamente considerada es una reproducción analógica de una realidad. En cambio, una ¡mago es la plasmación de una representación mental. En el caso del Quijote la peculiaridad es la de que la ¡mago está inducida no por un fantasma mental sino por la interpretación y lectura de un texto. Don Quijote "no existe", pero su identidad lia sido minuciosamente reconstruida en el interior de un texto y luego desplegada por las interpretaciones. Reconozcamos al margen, esta vez con Unamuno, que esta segunda vida es más rica y poderosa que cualesquiera otras de las reales que pudo alcanzar a tener un hidalgo manchego a la altura de comien­ zos del Seiscientos". 2

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No hay duda de que el jesuita leyó con atención el Quijote y el Pemiles aunque fuera, en algún punto, para "enmendar la plana" a Cervantes, como dice Aurora Egido en En el camino de Roma. Cervantes y Gracián ante la novela bizantina (2005: 37). Incluso en el Persiles, Cervantes "Recogió el valor simbólico de carácter religioso que ya andaba implícito en la novela bizantina, particularmente en las numerosas versiones a lo divino que se habían

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Ahora bien, c o m o sabemos, la búsqueda de alegorías y simbolismos en el texto de Cervantes fue desarrollándose a veces m á s allá de toda sensatez desde aquel impulso esotérico de don Nicolás Díaz de Benjumea hasta todavía h o y m i s m o . El rastro de estas lecturas, a veces bajo un discurso m u y sofisticado, aparece hoy en trabajos p o r otra parte nada d e s d e ñ a b l e s . U n a de las t r a m p a s del e x c e s o interpretativo p u e d e deslizarse en el análisis de la ironía. Es o b v i o q u e la alegoría y la ironía j u e g a n por igual al m e n c i o n a d o "decir otra cosa", a u n q u e q u i z á la ironía tenga m a r c a s aún m á s escurridizas por el lado de la iníentio auctoris. Así, una s u p u e s ­ ta clave irónica del texto permite desciframientos difícilmente c o n t r a s t a b l e s . Por ejemplo, en un b u e n artículo p u b l i c a d o hace pocos meses que, precisamente, pone en relación a Cervantes con Gracián bajo el m i s m o techo del h u m a n i s m o retórico y político, d e r i v a d o de autores c o m o Juan Luis Vives, leemos que "el autor del Quijote, obligado por la circunstan­ cia política e inquisitorial a expresar sus p e n s a m i e n t o s en clave irónico-retórica, n o s ha m o s ­ trado los peligros de la superflua literatura caballeresca y las dramáticas c o n s e c u e n c i a s de un estilo de vida y de conocimiento radicalmente opuestos a la historicidad de la realidad h u m a ­ n a " (Hidalgo Serna, 2004: 1045). Aceptar esta fórmula implica buscar en el Quijote un senti­ do alegórico por más que le llamemos ahora ironía, donde cada instancia narrativa adquiere sentido remitiéndose a una revelación cifrada de - e n palabras del m e n c i o n a d o e s t u d i o - "el ser real de las cosas". Don Quijote seria así una especie de negativo del abstracto héroe gracianesco que demostraría por los caminos de España el error del racionalismo idealista, universalis­ ta y ucrónico. Y el remedio que Cervantes nos estaría dando a entender de esta m a n e r a sería la necesidad de poner en circulación social aquello que Gracián llamaba "agudeza de acción", m é t o d o ingenioso con raíces en el H u m a n i s m o anterior y, para el jesuíta, "eje central de la acti­ vidad política, de la prudencia y de la discreción práctica" (Ibidem: 1048)/' 4

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A pesar de lo dicho hasta ahora, qué duda cabe de que Cervantes vivió i n m e r s o en una época en que proliferaban todo tipo de manifestaciones simbólicas públicas y p r i v a d a s y que toda esa galaxia de i m á g e n e s y de estrategias significativas tenía que dejar alguna huella en sus escritos, pues durante el reinado de Felipe II se multiplicaron de m a n e r a especial, y en los

publicado en España. Aunque, lodo hay que decirlo, él trató de dcsalcgorizar al máximo esa proyección, manteniéndo­ se en un sentido simbólico que no olvidaba el significado literal de la peregrinación propiamente dicha" (ibidem: 26). Por más que sea licito definir el Quijote en su conjunto como una novela barroca, no lo es exactamente en el mismo sentido que aplicamos a la escritura y cosmovisión de Gracián, Calderón o el padre Nicrcmbcrg, por ejem­ plo. Un ramillete de estudios acerca de los enfoques críticos improbables en A. Bcrnat Vistarini y José M Casasayas (cds.), 2000.

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^ Y podemos ver como una última advertencia de Cervantes sobre los deslizamientos del significado, aquella con­ tundente ironía inversa, literal, con la que también nos hace tocar "las apariencias con las manos", presente en el sucinto relato de la muerte de don Quijote: "...entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espí­ ritu, quiero decir que se murió" (II, 74; 1335), donde se estrecha hasta ocluirlo por completo el margen de la ambi­ güedad, ridiculizando de manera agresiva, y cómica en su cautela preventiva, cualquier desviada intentio lectoris. ^ La conclusión de esta línea de lectura sería que "La vuelta definitiva del desengañado protagonista a su aldea sim­ boliza la convicción cervantina de la necesidad de un cambio político de la España de su tiempo. La decadencia política y el desengaño de la loca razón idealista impiden al hombre responder con sus acciones a las necesidades siempre nuevas de la historia. La monarquía universal de Felipe II dimana del pensamiento metafísico medieval, y es esta política la que ridiculiza Cervantes mediante su representación irónica y hermenéutica de las desventuras de don Quijote" (ibidem, 1050). Por otra parte, este artículo contiene una análisis muy interesante de la deriva de cier­ tas ideas humanistas relacionadas con el pensamiento ingenioso y la atención a la historicidad desde Vives a Vico pasando por Gracián.

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reinados sucesivos de la Casa de Austria no harían sino aumentar en la m i s m a m e d i d a en que la M o n a r q u í a perdía fuste. A todo ello siempre estuvo atento nuestro autor - d e s d e aquella t e m p r a n a participación poética en el v o l u m e n de López de H o y o s para las " s u m p t u o s a s e x e ­ quias fúnebres" de Isabel de Valois ( 1 5 6 8 ) - pero n o siempre con una m i r a d a c o m p l e t a m e n ­ te respetuosa, c o m o probará años d e s p u é s el prodigioso Soneto al Túmido de Felipe II en Sevilla ( 1 5 9 6 ) . La aspiración trascendente de todo símbolo y su pretensión de verdad válida más allá de la circunstancia real en que se p r o d u c e , c a s a b a n m a l con el autor del Quijote ( a u n q u e n o tanto con el autor del Persiles). Desde sus años de formación C e r v a n t e s p u d o asistir a todo el repertorio de la cultura simbólica presente en calles, iglesias, aulas y salo­ nes; al a s c e n s o de la fiesta sacramental barroca ( c o m o la descrita p o r M e s s í a de la C e r d a en la Sevilla de 1 5 9 4 ) , a la - p o r igual abstrusa y d i á f a n a - m o v i l i z a c i ó n metafórica p u e s t a en acto p o r el predicador, y t a m b i é n a la insuperable l o g o m a q u i a de las grandes obras e s p a ñ o ­ las de filosofía m o r a l . Pero s e g u r a m e n t e una de las i m á g e n e s m á s difíciles de olvidar para C e r v a n t e s , tanto p o r su espectacularidad c o m o por las contradicciones profundas q u e inte­ gra, tuvo que ser la de aquella d e s p a m p a n a n t e Galera Real de D o n J u a n de Austria en el fra­ gor de L e p a n t o . 7

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En e f e c t o , a q u e l " A l c i a t o flotante", c o m o lo d e n o m i n a J u a n d e M a l L a r a en su Descripción de la Galera Real, m u e s t r a a las c l a r a s c ó m o la e m b l e m á t i c a " e s c a p a n d o a los h a b i t u a l e s c o n t e x t o s l i b r e s c o s en d o n d e h a b í a v i s t o la luz [...] se a n e x i o n a b a s u p e r ­ ficies de i n s c r i p c i ó n en los m á s d i s t i n t o s m a t e r i a l e s , de los c u a l e s p r e f e r e n t e m e n t e las a r m a s - y las n a v e s lo son en alto g r a d o - d e b e n m o s t r a r , al t i e m p o q u e su c a p a c i d a d de d e s t r u c c i ó n , u n a p a r a l e l a i n t e n c i ó n de p e r s u a s i ó n l e g i t i m a d o r a " ( R o d r í g u e z d e la Flor y S a n z H e r m i d a , 2 0 0 2 : 5 0 1 ) . Se t r a t a b a , c o m o en o t r o s c a s o s , d e d e s p l e g a r p o r m e d i o de las a p e l a c i o n e s s e n t e n c i o s a s d e la e m b l e m á t i c a a d a p t a d a a la e m p r e s a m i l i t a r u n a p e r ­ s u a s i v a m o r a l e j e m p l a r i s t a q u e d i e r a c a r t a b l a n c a a la v i o l e n c i a n e c e s a r i a al m a n t e n i ­ m i e n t o del I m p e r i o o, c u a n d o m e n o s , m o r a l i z a r a p r o f u n d a m e n t e la a c c i ó n de la m o n a r ­ quía ( e s t e e m p e ñ o s i m b o l i z a d o r y l e g i t i m a d o r del p r o v i d e n c i a l i s m o m o n á r q u i c o b a s t a a d e m o s t r a r l o en n u e s t r o s l i b r o s de e m b l e m a s , p o r e j e m p l o , d o n J u a n de S o l ó r z a n o P e r e i r a y sus Emblemata centum regio-politica ( 1 6 5 3 ) , a u n q u e está p r e s e n t e de m a n e r a frag­ m e n t a r i a en t a n t o s o t r o s ) . A s í , en u n r e c o r r i d o de ida y v u e l t a , la rica s i m b o l o g í a de la 9

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' Hay edición moderna en Discursos festivos en que se pone ta descripción del ornato e invenciones que en la fiesta del Sacramento la parroquia colegial y los vecinos de San Salvador hicieron, Sevilla, Fundación Fondo de Cultura, 1983. 8

Emma Camarero Calandria, autora do una exhaustiva investigación sobre la galera real, no duda en calificarla como "el más importante y completo programa decorativo pagano de todo el siglo XVI español [...] puesto al ser­ vicio de los dos motores que movían a España, la Guerra y la Religión" (2002: 16). 9

Cf. la Descripción de la Galera Real del Serenísimo Don Juan de Austria, Sevilla: Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1876 (se conserva el manuscrito en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla). Ver también Aguilar García, 1985 y Carandc Herrero, 1990. Como explican R. de la Flor y Sanz, más adelante se llegarían a hacer galeras reales "de aparato", meramente simbólicas, navios falsos pero extremadamente espectaculares, "per­ tenecientes a una flota ilusoria o 'de agua dulce' concebida para las grandes fiestas de corte en Madrid en tiempos de Felipe IV", donde se practicaban naomaquias en el Gran Estanque del Retiro o, desde 1639, en el canal construi­ do al efecto conocido como Río Grande (2002: 498-499). Lorenzo Mathcu y Sanz publicó entre 1658 y 1660 una traducción al español en diez tomos (Valencia, Bernardo Nogucs). El providencialismo atribuido a la "Monarquía Católica" dirige la argumentación de Solórzano en unos momentos en que ya era evidente la perdida de cualquier grandeza.

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n a v e per se se h a c e i c o n o r e p e t i d o en los e m b l e m i s t a s e s p a ñ o l e s : un v i s t a z o a la Enciclopedia de emblemas españoles ilustrados ( B e r n a t Vistarini y Culi, 1999) lo p r u e b a en a b u n d a n c i a , " y los localiza especialmente en el libro de Juan de Borja, Empresas Morales (Praga: Jorge Nigrin, 1 5 8 1 , y Bruselas: Francisco F o p p e n s , 1680). Ignacio A r e l l a n o , c o m p l e t a n d o un anterior trabajo nuestro (Bernat Vistarini, 1995) apunta la utilización cer­ vantina de la nave c o m o s í m b o l o - e n relación con los e m b l e m a s - en la poesía de C e r v a n t e s , y afirma que es "el m o t i v o q u e con m a y o r frecuencia quizá aparece en las poesías cervanti­ n a s " (Arellano, 1998: 178). En ese contexto p o d e m o s reevaluar el i m p a c t o q u e t u v o aquella G a l e r a Real de d o n Juan de Austria ante los ojos de Cervantes, en su j u v e n t u d y en el m a r c o de "la m á s alta ocasión que vieron los siglos" (Quijote II, " P r ó l o g o al lector", 6 7 3 ) : u n a n a v e q u e concitaba en la decoración del casco un preciso p r o g r a m a iconográfico e m b l e m á t i c o que daba densidad moral a la b u s c a d a identificación - a n t e los ojos de la soldadesca propia, p e r o t a m b i é n ante los del e n e m i g o y hasta los del m i s m o D i o s - , entre la Galera y el Estado. U n a réplica fiel de esta Galera se conserva en las Atarazanas de Barcelona, d o n d e fue construida. Al visitarla, u n o q u e d a sobrecogido por la aparatosidad y p o m p a de la n a v e , y m á s aún p e n ­ sando q u e se trata de un artefacto bélico. Pero, sobre todo, impresiona el d o c u m e n t a d o c o m e n t a r i o que se p u e d e escuchar durante el recorrido g u i a d o por su cubierta: d e s p u é s de algunos días de navegación, con los galeotes hacinados y e n c a d e n a d o s al b a n c o sin m o v e r ­ se para n a d a m á s que el acto de remar, la Galera Real ( c o m o todas las galeras de este tipo) advertía de su existencia desde varias millas de distancia por el h e d o r insoportable que d e s ­ prendía. El m i c r o c o s m o s de la galera, así, era c o m p l e t o : desde la refinada s i m b o l o g í a tras­ c e n d e n t e del p r o g r a m a iconográfico, p a s a n d o por la representación del estado imperial, hasta el á m b i t o no menor, desde luego, de lo excrementicio y la cruda convivencia con los c o n d e ­ nados. I m a g i n a m o s la mirada del soldado Miguel de Cervantes recorriendo aquella " m á q u i ­ na i n s i g n e " de la Galera Real. Su j u v e n t u d y su ardor de soldado apreciarían los s í m b o l o s que le enaltecían pero su inteligencia literaria y su capacidad para detectar las c o n t r a d i c c i o ­ nes e injusticias, y de "tocar las apariencias con la m a n o " tenían que estar diciéndole: " P o r Jesucristo vivo, cada pieza / vale m á s de un millón"; o mejor: "la vida en la galera, déla Dios a quien la quiera". Y, así, n o creo que sea hilar d e m a s i a d o fino si, en aquella aventura quijo­ tesca del b a r c o e n c a n t a d o (II, 29), durante la corta y finalmente m u y m e l a n c ó l i c a n a v e g a ­ ción por el Ebro, sobre las i n m e n s a s expectativas librescas de don Quijote, v e m o s la excesi­ va insistencia escatológica de S a n c h o , primero j u g a n d o con el n o m b r e de P t o l o m e o y luego teniendo que lavarse las m a n o s después de haberse tentado " b o n i t a m e n t e " la corva izquier­ da, c o m o un preciso recuerdo del c h o q u e entre el m u n d o figurado y el real presente en aquel género de e m b a r c a c i o n e s . De h e c h o , este episodio es del tipo de aquellos de la p r i m e r a parte de la obra d o n d e don Quijote transforma la realidad: del m i s m o m o d o , el revestimiento sim­ bólico de la galera real falseaba el m u n d o transformándolo por c o m p l e t o en algo q u e n o es. El triste final de la aventura, con la rendida declaración de don Quijote ("Dios lo r e m e d i e , que todo este m u n d o es m á q u i n a s y trazas, contrarias unas de otras. Yo no p u e d o m á s " ) e x p o ­ ne c r u d a m e n t e este c o m b a t e fracasado de la aventura y de lo maravilloso c u a n d o quiere vio­ lentar la sórdida tozudez del m u n d o real. El toque burlesco, carnavalesco y maloliente del

Contamos unos veinte emblemas solo en los libros españoles; pero ya el mismo Alciato había utilizado un texto horaciano sobre la nave del estado en su emblema 43 ("Spcs próxima"): cf. Andrea Alciato (2003: 56).

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Antonio BERNAT VISTARINI. "Es menester tocar las apariencias c...

episodio ya q u e d a claro, c o m o dijimos, en la respuesta de S a n c h o a la información de don Quijote de q u e el orbe tiene trescientos sesenta grados " s e g ú n el c ó m p u t o de P t o l o m e o " : " P o r Dios - d i j o S a n c h o - que vuesa m e r c e d m e trae por testigo de lo que dice a una gentil persona, p u t o y gafo, con la añadidura de m e ó n , o m e o , o n o sé c ó m o " (II, 2 9 , 951) y se r e m a c h a e n s e g u i d a c u a n d o don Quijote hace que S a n c h o se tiente la c o r v a p a r a ver si está libre de piojos (pues el b a r c o debe quedar exento de ellos al cruzar el ecuador) y saca la m a n o n o p r e c i s a m e n t e limpia: " y sacudiéndose los dedos, se lavó toda la m a n o en el r í o " (Ibidem, 952). P e n s a m o s que es posible q u e Cervantes quisiera e m p r e n d e r aquí, y con estos elementos, una b u r l a m á s sostenida de las n a v e s simbólicas del tipo de las atrás m e n c i o n a ­ das y h a b e r h e c h o llegar con ella, p o r el cristianísimo - y t a m b i é n susceptible de fuerte carga s i m b ó l i c a - río E b r o , a nuestros héroes hasta Z a r a g o z a d o n d e , siguiendo a C a r m e n Marín, se " c e l e b r a b a n j u s t a s , torneos y otros festejos m u y similares a las aventuras narradas en los libros de c a b a l l e r í a s " ( M a r í n Pina, 1995: 109-110). Y hay que tener en cuenta, en favor de esta hipótesis, cierta aparente desubicación del episodio, notada por Carlos R o m e r o ( 1 9 9 0 : 121-122), Daniel Eisenberg ( 1 9 9 1 : 150) o Helena Percas de Ponseti ( 1 9 7 5 , en especial, 11:607-612). U n a lectura algo distinta a la nuestra, pero perfectamente c o m p l e m e n t a r i a , es la de F r a n c i s c o M á r q u e z Villanueva (1980), que relaciona el episodio con la s i m b o l o g í a de la nave de los locos. En c u a l q u i e r caso, t o d o aquel abigarrado r e c u b r i m i e n t o s i m b ó l i c o del m u n d o , especial­ m e n t e c o n f i g u r a d o a partir de e l e m e n t o s visuales, creaba en el o b s e r v a d o r u n o s h á b i t o s de interpretación ineludibles. A ú n m e n o s eludibles p o r el escritor q u e , a d e m á s , p o d í a tener a m a n o repertorios listos p a r a ser u s a d o s en cualquier circunstancia. D e s d e n u e s t r o p u n t o de vista, C e r v a n t e s es en general crítico con este hábito de lectura q u e , en b u e n a parte, se a p r o ­ xima a la e q u i v o c a d a decodificación del m u n d o que d o n Quijote lleva a c a b o . N o entrare­ m o s en la c o n s i d e r a c i ó n diferente que m e r e c e el Persües, d o n d e C e r v a n t e s d e s p l e g ó su cul­ tura s i m b ó l i c a , v a r i a d o s j u e g o s de écfrasis, estrategias retóricas cercanas a la ars memorativa, r e c u p e r a c i ó n de alusiones jeroglíficas y la explotación, c o m o han e s t u d i a d o tan bien A u r o r a E g i d o , Carlos Brito o John T. Culi, de la " c a l i d a d fanopeica de la l e n g u a " r e n o ­ v a n d o a su m o d o el d e s g a s t a d o tópico del utpicturapoesis. El Quijote, sin e m b a r g o , inclui­ ría u n a c o n t r a d i c c i ó n autodestructiva si se hubiera p l e g a d o sin reticencias a estos m o d o s . Pero ello n o quiere decir que n o albergue en sus p á g i n a s u n a auténtica m i r í a d a de alusiones que sólo p u e d e n decodificarse de m a n e r a p l e n a a c u d i e n d o a una cultura s i m b ó l i c a m á s o m e n o s s u b y a c e n t e p e r o activa en la i m a g i n a c i ó n del lector m e d i o de la é p o c a . 1 2

Entre los d i v e r s o s r e p e r t o r i o s a m a n o del escritor a fines del siglo X V I está el c o r p u s c r e c i e n t e de libros de e m b l e m a s . D e s d e l u e g o , m u c h o antes d e la p u b l i c a c i ó n del Quijote la a b u n d a n c i a en t o d a E u r o p a de este tipo de libros y a era i m p r e s i o n a n t e . S ó l o del inau­ gural Emblematum liber de A l c i a t o , a p a r e c i d o en 1 5 3 1 , h a b í a a la altura de 1605 o c h o e d i ­ ciones distintas c o n a d i c i o n e s y c a m b i o s significativos, sin contar las r e i m p r e s i o n e s , p e r o el total de ediciones y r e i m p r e s i o n e s de esta obra hasta el final del siglo X V I I se a c e r c ó a las

Es frase de Brito Díaz, 1997: 148, pero puede consultarse también aquí: http://www.h-nct.org/~ccrvantcs/csa/artics97/brito.htm). Es larga la lista de trabajos de A. Egido y John Culi dedicados a estos asuntos. R e c o m e n d a m o s perfilar la búsqueda bibliográfica en esta base de datos, introduciendo sus apellidos o los temas deseados (en español): www.studiolum.com/cs/biblio.htm. Y ver, por supuesto, la rica anotación de Carlos Romero a su edición del Persües (1997).

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150. Según los cálculos de Peter Daly ( 2 0 0 5 : V) b a s a d o s en la elaboración del U n i o n Catalogue of E m b l e m Books la impresionante cifra total de libros de e m b l e m a s , i n c l u y e n d o los n o ilustrados, se acercaría a 6.500. La de los e m b l e m a s , pues, fue una auténtica e x p l o ­ sión editorial. Más difícil resulta determinar con precisión qué libros de e m b l e m a s p u d o haber visto y recuerda Cervantes en el Quijote. Esta determinación p u e d e tener importancia para recuperar algún sentido intencionadamente velado en el texto, a u n q u e los libros de e m b l e m a s suelen emplear materiales m u c h a s veces idénticos, a los que cada autor dota sólo de un ligero matiz diverso. El libro de e m b l e m a s , por su propia naturaleza híbrida, absorbe citas, exempla, autoridades, adagia y frases sentenciosas, iconografía simbólica y mirabilia tanto natural c o m o artificial, y lo presenta todo con una especial concentración q u e h a c e que su recuerdo sedimente con facilidad en la m e m o r i a . D e los estudios llevados a cabo hasta ahora parece probable que Cervantes imbrica en el Quijote e m b l e m a s de Alciato, de J u a n de H o r o z c o , de Sebastián de Covarrubias, de H e r n a n d o de Soto, de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano, de las e m p r e s a s de Paolo G i o v i o y, a mi m o d o de ver de una m a n e r a e s p e c i a l m e n ­ te reiterada, Juan de Borja. Pero la lectura confrontada del Quijote y los libros de e m b l e m a s p u e d e deparar todavía sorpresas. Por ejemplo podría desarrollarse un interesante p a r a n g ó n , no detectado aún, entre el " D i s c u r s o de las armas y las letras" de don Quijote (1, 38) y la " D i g r e s i ó n de las armas y letras" de Francisco de G u z m á n en sus Triunfos morales ( 1 5 6 5 : ff. 118r s s . ) . A u n q u e los Triunfos morales es un libro de e m b l e m a s no d e m a s i a d o canóni­ co, la presencia en él de grabados espectaculares que c o m p l e m e n t a n el texto n o solo a m o d o de ilustración ornamental, hace q u e h a y a entrado en el elenco de esta bibliografía. En todo caso, son este tipo de libros los que concentran en un grado m a y o r contenidos s i m b ó l i c o s y a los que hay que atender por su decisiva capacidad de conformar el arsenal de i m á g e n e s y sentencias del escritor. Así, lo m i s m o ocurre con las m e n c i o n a d a s Empresas militares y amorosas de Paolo Giovio: no es un libro de e m b l e m a s stricto sensu pero, c o m o ha m o s t r a d o John T. Culi (2002), sin su ayuda n o p o d e m o s descifrar con éxito la finísima ironía que des­ arrolla Cervantes en la novela del Curioso impertinente c u a n d o Lotario utiliza la i m a g e n del b l a n c o e i m p o l u t o armiño, que prefiere m o r i r antes que ensuciarse, para disuadir a su a m i g o A n s e l m o de su imprudente plan, d o t a n d o de un agudo sentido aquella advertencia de que "puesto que aquello sea ficción poética, tiene en sí encerrados secretos m o r a l e s d i g n o s de ser advertidos y entendidos e i m i t a d o s " (I, 3 3 , 420). 13

U n paso aún m á s preciso en el análisis de las influencias y relaciones entre este tipo de textos y el Quijote nos lo puede facilitar sin duda la informática. C o n su ayuda, al d i s p o n e r ya de todo el corpus de libros de e m b l e m a s españoles en formato digital dentro de las series publicadas por la editorial Studiolum (www.studiolum.com), podremos trabar algunas relacio­ nes nuevas en los textos más allá de los paralelismos rápidos entre imágenes que, en la mayoría de casos son mostrencas y, como reconocen todos los estudiosos, de difícil atribución directa a una fuente emblemática. Sin embargo, he mencionado que la presencia de los e m b l e m a s de Juan de Borja en la memoria de Cervantes m e parece clara y esto se puede probar con el recuento de lugares comunes en ambos escritores y la comparación de su uso respectivo. Pero t a m p o c o es

Y aquí también parece haber influencia de los emblemas de Sebastián de Covarrubias (1610) en las considera­ ciones sobre las armas de fuego como invento demoníaco (en especial cervantino es su emblema "Tclos animus pracstantior omni", II, 56). En relación al tema de las armas y las letras Cervantes pudo haber visto también los emblemas de Covarrubias, II, 22 y 36 y de Juan de Horozco (1591) II, 50.

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exactamente este tipo de análisis el que quiero exponer ahora sino entrar en un nivel más pro­ fundo del texto. Enfocaré un pasaje conflictivo que siempre se ha comentado con interrogantes. Se encuentra en el capítulo 36 de la Segunda Parte (1615) y es de los escasos que la Inquisición prohibió explícitamente. Al leerlo, seguramente todos lo recordarán: Preguntó la duquesa a Sancho otro día si había comenzado la tarca de la penitencia que había de hacer por el desencanto de Dulcinea. Dijo que sí, y que aquella noche se había dado cinco azotes. Preguntóle la duquesa que con qué se los había dado. Respondió que con la mano. —Eso -replicó la duquesa- más es darse de palmadas que de azotes. Yo tengo para mí que el sabio Merlín no estará contento con tanta blandura: menester será que el buen Sancho haga alguna diciplina de abrojos, o de las de canelones, que se dejen sentir, por­ que la letra con sangre entra, y no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran señora como lo es Dulcinea, por tan poco precio; y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y,flojamente no tienen mérito ni valen nada. (II, 36, 10151016, las itálicas son mías) El p r o b l e m a se localiza en la última frase: "y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada". En 1616, la edición valen­ ciana del Quijote de Patricio M e y la suprimió de repente, sin que aparezca una prohibición expresa de la Inquisición hasta 1632. Llegados a este año sí que el índice expurgatorio del Cardenal Zapata, en su página 9 0 5 , m a n d a que se borre de todas las i m p r e s i o n e s , pero sin aclarar por qué. A l g o sorprendido, Francisco Rodríguez Marín concluía un b r e v e estudio titulado " C e r v a n t e s y la Inquisición" confesando: " n o acierto a e x p l i c a r m e en q u é pecó C e r v a n t e s p a r a que m a n d a r a n borrar en su libro un concepto que de San P a b l o acá viene corriendo c o m o verdad p a l m a r i a " ( 1 9 2 8 : 338). Así, el artículo de R o d r í g u e z Marín recopila­ ba una serie de afirmaciones similares en la p l u m a de autores c o m o Francisco de O s u n a , B e r n a r d i n o de Laredo, A l o n s o de O r o z c o , J e r ó n i m o Gracián, etc., referidas a la caridad cris­ tiana y que no tuvieron p r o b l e m a alguno con la censura inquisitorial. Pero R o d r í g u e z Marín tuerce un p o c o la mira, pues todas estas citas, c o m o de h e c h o anota en su conclusión, tienen que ver p r i n c i p a l m e n t e con la caridad según la sentencia de San Pablo en la Carta a los Corintios 13.3: "et si distribuero in cibos p a u p e r u m o m n e s facultates m e a s et si tradidero corpus m e u m ut a r d e a m caritatem autem non habuero nihil mihi p r o d e s t " ("Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada m e a p r o v e c h a " ) . Es decir, apuntan a que las buenas obras hechas sin la virtud teologal de la caridad n o apro­ vechan para la vida futura, y no tocan lo que nos parece el eje de la afirmación de la d u q u e ­ sa cervantina: la reprobación de actuar en cuestiones de praxis cristiana, textualmente, "tibia y flojamente". Dejaremos aparte la cuestión de la ironía de aplicar una sutileza teológica a los azotes que S a n c h o ha de infligirse para desencantar a Dulcinea, a u n q u e en ello s e g u r a m e n t e va todo el j u e g o de C e r v a n t e s . En este punto e s t a m o s de acuerdo con A m é r i c o Castro: No creo que Cervantes tuviera ninguna intención complicada al escribir la frase que tan peligrosa juzgó el Santo Oficio; el que se encuentre en el Quijote está, sin embargo, de acuerdo con el carácter íntimo y antivulgar del cristianismo de Cervantes, con el hecho de su predilección por el Apóstol San Pablo y con el abolengo erasmista de su religio­ sidad. (1967: 219)

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Pero A m é r i c o Castro, aunque, c ó m o no, apunta de pasada el a b o l e n g o erasmista de la religiosidad cervantina, t a m p o c o p u e d e dar más razón para esta prohibición que "la lejana s o m b r a del iluminismo se le aparecía al cardenal Zapata, y actuó entonces con un celo que en 1632 nos parece algo retrospectivo" (ibidem, 218-219). Sería una muestra m á s de las reli­ cencias del catolicismo hacia las interioridades de la conciencia individual, en todo caso inferiores en valor a los hechos externos y materiales, generadores de c o n s e n s o público inmediato. Así, la Inquisición habría visto en esa literalidad r e d u n d a n t e , expuesta en una frase aceptable sin resquicios por el d o g m a , una ironía que m á s valía eliminar. En efecto, p o d e m o s añadir nosotros que la Sessio VII del Concilio de Trento desarrolló explícitamente c o m o centro de la fe cristiana la necesidad de la acción, afirmando que la fe sin obras es inválida y el solo deseo o voluntad que n o pasa al acto n o sirve. Este p u n t o pare­ ce ser m o t i v o de constante reflexión por parte de Cervantes. Está en la raíz de la construc­ ción del personaje m i s m o de don Quijote, por supuesto Pero aparece a lo largo de la obra (y también en La Galatea, 1585, Lib. III, f. 127). Por poner un solo ejemplo, valga el del capí­ tulo 50 de la Primera Parte del Quijote. Don Quijote, encerrado en la j a u l a p r o n u n c i a un largo y h e r m o s o discurso sobre la excelencia de los libros de caballerías. I m p e d i d o c o m o está, acaba lamentándose de que en esa situación mal podrá llevar sus ideales y b u e n o s pro­ pósitos a la práctica; a u n q u e acaba diciendo: pienso, por el valor de mi brazo, favoreciéndome el ciclo y no me siendo contraria la fortuna, en pocos días verme rey de algún reino, adonde pueda mostrar el agradeci­ miento y liberalidad que mi pecho encierra. Que, mía fe, señor, el pobre está inhabili­ tado de poder mostrar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea, y el agradecimiento que solo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muer­ ta la fe sin obras... (I, 50, 6 2 6 ) Es evidente la cita directa de la s e g u n d a epístola de Santiago ("...et fides sine operibus mortua est" 17 y 26). Y la m i s m a literalidad no oculta un germen irónico y una intención que también - a l igual que en el caso a n t e r i o r - podrían haber sido captados por la Inquisición. M á x i m e si, c o m o se señala en nota de la edición de Francisco Rico, el c o n t e x t o de la frase de don Quijote contradice la sentencia de la Glossa ordinaria sobre II Corintios, IX, 7: "large dat qui affectum largiendi habet, el si nihil habeat quod largiri p o s s i t " {Quijote, v o l u m e n c o m p l e m e n t a r i o , 417-8). Entonces, ¿por qué la Inquisición se e n s a ñ ó solo con esta frase del Quijote II, 3 6 ? Q u i z á p o d a m o s acercarnos a la solución si p e n s a m o s que Cervantes, c o n o c e d o r de los Adagio erasmianos y, c o m o h e m o s intuido, lector de las Empresas morales de Juan de Borja (cuya p r i m e ­ ra parte, recordemos, se publicó en 1581), tuvo en la memoria las concentradas palabras de este último, que arrastran una rica y compleja tradición. Y para verlo deberemos dar un rápido paseo entre esos textos que rodean a la emblemática y a la literatura simbólica de la época. H a c i e n d o la b ú s q u e d a no en la i m a g e n sino en las palabras que las a c o m p a ñ a n , encon­ tramos que al principio de sus Empresas morales (en a m b a s ediciones, la de 1581 y la de 1680), Juan de Borja nos presenta el g r a b a d o de una tortuga con el m o t e " A u t m u l t u m aut nihil". Y explica: EL tratar con jloxedad, y tibieza lo que cada uno está obligado a hazer, es una fuente, de donde no manan, sino ruynes sucessos, y assí no se pudo encarecer mas este daño, sino con tener por peor estado, el del tibio, que el del frío: pues sin duda es mucho peor,

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y de mayor inconveniente, el proceder floja y tibiamente, en lo que se emprende, que si del todo se dexasse de hacer. Esto se da a entender en esta Empresa de la Tortuga con la Letra, que dize, AVT MVLTUM, AVT NIHIL es a saber, o mucho, o nada, porque se escrivc, que comiendo della, lo poco daña, y lo mucho aprovecha, (empresa I, 2). Borja no da sus fuentes, apresurándose hacia una interpretación moral y personal. Pero ¿qué hay tras este "se escrive"? Si a c u d i m o s a H e n k e l - S c h o n e (1976), que incluye la p r i m e ­ ra edición de Borja en col. 6 1 1 - 6 1 2 , v e r e m o s que aluden a A t e n e o , Deipnosophistae (El banquete de los eruditos) 8.3 ( 3 3 7 b ) , y a Z e n o b i o , 4.19. Si ahora nos a c e r c a m o s a A t e n e o , éste nos remite e s c u e t a m e n t e a los perdidos Adagia de Clearco de Solos (discípulo de Aristóteles, s. 4to. a . C ) , d o n d e se dice que el " a f o r i s m o " - d e tipo h i p o c r á t i c o - provenía de un tal Terpsión. Z e n o b i o , por su parte, solo aparece - s i bien citado palabra por palabra (cap. 8.3, pp 5 8 5 5 8 6 ) - en las exhaustivas notas de Isaac C a s a u b o n , que añade m á s de mil páginas a las 812 originales de A t e n e o . El sofista Z e n o b i o , en su colección c o m p u e s t a a inicios del siglo s e g u n d o , se refería igualmente a Terpsión. 1 4

Sin e m b a r g o , una b ú s q u e d a posterior entre los adagios de E r a s m o , en la forma griega ori­ ginal, nos c o n d u c e a la sentencia: "Oportet testudinis carnes aut edere, aut non e d e r e " ( 1 . 1 0 . 6 0 ) . Aquí leemos las conocidas referencias tanto a Terpsión c o m o a A t e n e o . Sin e m b a r g o , n o v e m o s a Z e n o b i o - a l que E r a s m o siempre llama incorrectamente " Z e n o d o t u s " , citándolo en aquellos casos en que no da con una autoridad s u p e r i o r - . Pero s o s p e c h a m o s de otra fuente q u e E r a s m o p u d o haber visitado aquí de forma tácita: M i c h a e l A p o s t o l i u s . 15

En efecto, Michael Apostolius en sus Paroemiae se limita a reflejar literalmente la entra­ da 85 del Lexicón de Suda donde se explica este proverbio. La única diferencia es que al final añade: "así se aplica a los que mientras desprecian la milicia sin e m b a r g o sirven c o m o sol­ d a d o s " . Y es j u s t a m e n t e esta frase la que nos revela su eco en E r a s m o : " p e r i n d e quasi dicas: aut b e l l a n d u m est, aut non b e l l a n d u m . . . " , dice E r a s m o . E r a s m o u s a b a a m p l i a m e n t e la colección de Apostolius pero la camuflaba o renegaba de ella, quizá por ser m u y reciente. Solo la a d m i t e una d o c e n a de veces y siempre apostillando: "...suspicor ab A p o s t o l i o e vulgi fece h a u s t u m " . Así ha actuado aquí de n u e v o . 1 6

1 4

Citamos por la traducción latina de Jacob Dalccharnps, cu la edición anotada de Isaac Casaubon (Lyon 1657): "Clcarchus in opere suo Adagiorum, Archestrati doetorem fuisse Tcrpsioncni inquit, qui Gastrologiam primus scripsit, & discipulis, quibus abslincndum sit cduliis, pracccpit: eundemque extempore dixissc, Testudinem aut comedendam, aut nan comedendam, quod alij sic efferunt: Testudinis cameni aut edendam esse, aut non edendam". ' ^ "Oportet tcstudinis cames aut edere, aut non edere [...]. Testudinis cameni aut edas, aut non edas. Trimeter pro­ verbiala, in cos, qui negocium susceptum frigide ducunt, ncque explicantes, ncque rclinqucntcs. Sunt qui putent hoc dictum ab auctorc Tcrpsionc profectum esse: quorum est Athcnacus libro octavo, dcclarans lume primum pracccpissc de gastrologia: Editis rcgulis, per quas liqueret à quibus cssct abstincndum, quibus contra vesccndum: inter quas crat & hacc de tcstudinc [...]. Addunt, tcstudinis carnem si modicc edatur, ventris tormina faccrc: rursum si copiose, lenire. Cujusmodi quiddam & de lactucis refert Plinius. Pcrindc quasi dicas: aut bcllandum est, aut non bcllandum: aut studendum, aut non studendum. Nam plcracquc res sunt, quas si facias acriler, plurimum conducimi: sin ignavitcr, officiunt. Vclut ca, quae mediocritatem non recipiunt, quod gcnus est Musica, Pocticaquc. Sunt rursus quaedam, quae degustasse sit satis. Quo de genere putavit esse Philosophiac sludium Enniantis illc Ncoptolcmus, & Callide* Platonicus. Non abhorrct ab co, quod est in Apocalypsi: Utinam aut calidus esses, aut frigidus." Dice Michael Apostolius, cn la trad, laina de Petrus Pantinus: "Cames edendae, aut non edendae cochleae. Testudinis caro, pauca comesta, ventris tormina excitat, multa vero, purgar Vndc & paroemia de ijs, qui cùm militiam detrectent, militant tamen. Aiunt autem Tcrpsionis esse", (cap. 9.68, 114).

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En su adagio, E r a s m o elabora de m a n e r a genial una pirueta asociativa entre la carne de la tortuga, que por ser tibia debe ser c o m i d a en abundancia o no c o m i d a en absoluto, según las fuentes m é d i c a s m á s autorizadas, y la sabida sentencia del Apocalipsis 3 . 16: "Ojalá fue­ ras frío y caliente; mas porque eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarle de mi boca". Y este es el fondo que recoge el e m b l e m a de Juan de Borja p o r q u e encaja plena­ mente tanto en su discurso moral c o m o en el m e c a n i s m o simbólico del conjunto de sus Empresas morales} El recuerdo que parece tener Cervantes de la frase de Juan de Borja ("es m u c h o peor, y de m a y o r inconveniente, el proceder floja y tibiamente en lo que se e m p r e n d e que si del todo se dexasse de hacer") conduce, c o m o h e m o s visto, directamente a un adagio c o m e n t a d o por Erasmo en el m i s m o sentido de la dialéctica entre voluntad y acción, del a c o m e t e r las obras con decisión y no ser tibios. Y así pudieron notarlo los lectores y censores de olfato m á s fino. Pero la detección de una cita oculta del auctor damnatus, con la consiguiente censura de la frase parece provenir a través de las Empresas de Juan de Borja. U n a última pregunta sería ¿por q u é , entonces, Borja fue p e r d o n a d o por la censura? N o parece haber una respuesta fácil. Las Empresas morales, obra de escasa difusión en 1581 pudieron pasar desapercibidas a la Inquisición en su primera edición publicada en Praga, y estaban en 1632 ya muy lejos, incluso para aplicarles aquel "celo retrospectivo" que atribuye Castro al inquisidor Zapata. Y luego, en 1681, cuando salió en Bruselas la s e g u n d a edición, no se percibirían con tanta quisquillosidad tales minucias alrededor de los textos de E r a s m o . 1

En todo caso, c r e e m o s que la evidente identidad de enunciación de los textos de Juan de Borja y de Cervantes, no debe pasar inadvertida al anotador de la obra cervantina para ilu­ minar este extraño encuentro de Cervantes con la Inquisición. Cervantes invoca con frecuencia a lo largo del Quijote i m á g e n e s e m b l e m á t i c a s y otros materiales simbólicos. Pero no hay que obviar que su presencia en el Quijote opera dentro de un texto crítico con este tipo de erudición. Aquella erudición que p o d e m o s calificar de lardo-humanista y que en el Quijote viene m á x i m a m e n t e satirizada en la figura del i n n o m i ­ nado Primo que guía a don Quijote y S a n c h o a la C u e v a de M o n t e s i n o s . A la altura de 1615 se podría afirmar que con " h u m a n i s m o " se designa un género literario, el que se actualiza en libros c o m o las misceláneas, silvas, polianteas, emblemas... sobre los q u e es posible arrojar una m i r a d a crítica similar a la que se lanza sobre el género "libros de caballerías". La pre­ sentación del Primo no puede ser m á s inequívoca en la dirección apuntada: es un " f a m o s o estudiante y m u y aficionado a leer libros de caballerías" (II, 22, 811). " M u y aficionado a leer libros de caballerías" no es solo una confesión para captar la benevolencia de don Quijote si a renglón seguido el m i s m o Primo declara " q u e su profesión era ser h u m a n i s t a " (Ibidem). 18

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' ' Finalmente, el recorrido de la imagen y la vigencia de las fuentes mencionadas continuará en obras tan relevan­ tes como la de Picinclli, que se encuentra con todo este material a su disposición, le añade ejemplos de utilizacio­ nes concretas en empresas personales, y lo embellece y complica asociando ingeniosamente la cita del Apocalipsis con la del Evangelio de Mateo (ver cap. 6.47. p. 222). No olvidamos el interesante recorrido llevado a cabo por Ignacio Arcllano (2000). Es personaje analizado especialmente por Aurora Egido (1994), Isaías Lcmcr (1999 y J. Montero Reguera (1996). Las páginas que siguen desarrollan una parte de un trabajo nuestro anterior (Bcrnat Vistarini, 2001). 20 Desde Américo Castro se pone en relación a este personaje con un autor como Antonio de Torqucmada, respon­ sable de la miscelánea mejor conocida de Cervantes (el Jardín de flores curiosas) pero, a la vez, de un libro de caba­ llerías (Don Olivante de Laura); cf., Lina Rodríguez Cacho (1998). Aurora Egido recoge oirás ideas: "El Primo representa la publicación gratuita y ociosa, una variante más del rico análisis cervantino de lo que Leo Spitzcr deno-

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Es indudable que Cervantes quiere ofrecer de m a n e r a m u y explícita un c o n t r a p e s o crítico a la locura p r o v o c a d a por la ficción heroica e introducir en la dialéctica de su sátira a los sabe­ res e x t e m p o r á n e o s un elemento bien distinto. Las obras que pretende publicar el Primo son un s u p l e m e n t o al Polidoro Virgilio y un O v i d i o español m o r a l i z a d o , el tipo de textos que interesan a e m b l e m i s t a s y autores de literatura simbólica (no o l v i d e m o s , por ejemplo, que O v i d i o es la fuente explícita m á s frecuente en los e m b l e m a s de Covarrubias). Así, se trata de un personaje m u y interesante, al que Cervantes parece reservarle un p r o t a g o n i s m o m u c h o mayor. Está c u i d a d o s a m e n t e diseñado para dar m u c h o m á s rendimiento que el que luego alcanza, casi de m e r o espectador anuente con el relato de don Quijote en este episodio tan importante para el desenlace de la novela. De igual m o d o , dentro de la cueva don Quijote ha visto m u c h a s m á s cosas de las que cuenta ("infinitas cosas y maravillas"), dejando aplazada la relación completa para ocasión m á s propicia, dice, "por no ser todas deste lugar" (II, 2 3 , 825). Quizá no se ha reparado en que la aparición en el relato de la cueva - a la que don Quijote quiere ir para "ver a ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decían" (II, 22, 8 1 1 ) - , y la del primo son simultáneas. Una provoca la aparición del otro, y el primo queda así definido c o m o emanación de un m i s m o ámbito narrativo en que se anuncian cosas extraordi­ narias. El m u n d o del Primo, desde luego, no es la realidad cotidiana. A d e m á s , conoce antes que nadie la cueva, por eso es guía. Sin dejarnos llevar por la tentación de completar lo que escri­ be Cervantes y fijándonos sólo en lo que dice podríamos atisbar un inicio de diseño de la cueva de Montesinos c o m o una de aquellas cámaras maravillosas o wunderkammern cuajadas de ele­ mentos a los que se atribuyen profundos significados, del h u m a n i s m o tardío, diseño luego pos­ tergado por la exploración que lleva a cabo don Quijote de su conciencia y por las necesidades narrativas m á s inmediatas tendentes a recomponer el pacto con Sancho por medio del recono­ cimiento de las invenciones mutuas (tras el episodio de Clavileño). En efecto, e n c u e n t r o m u y plausible que tanto la formación c o m o los intereses del P r i m o hubiesen configurado en la m e n t e de don Quijote la C u e v a de M o n t e s i n o s c o m o una de las c á m a r a s artísticas y maravillosas del R e n a c i m i e n t o tardío del tipo de las que estudió Julius von Schlosser ("Kunst und W u n d e r k a m m e r n der Spátrenaissance", 1988). La c o m p a ñ í a expectante y crédula de un personaje c o m o éste, atacado de una manía de "erudición anticuaria", debía mediatizar la imaginación de don Quijote y su posterior relato de las profun­ didades. La C u e v a de Montesinos aparecería así c o m o cripta que guardara recónditos teso­ ros de coleccionista, c o m o c á m a r a de maravillas d o n d e don Quijote atesorara sus fetiches, y esta presentación del P r i m o c o m o público privilegiado al que se dirigirá don Quijote nos ayuda a entender de una m a n e r a m á s completa su función en este m o m e n t o del texto. Q u e ésta d e b i ó ser la voluntad de Cervantes lo p o d e m o s adivinar o b s e r v a n d o desde este á n g u l o algunos de los e l e m e n t o s e n c o n t r a d o s en el recinto. A q u e l l a s c á m a r a s extraordinarias solían acoger vestigios del m u n d o caballeresco j u n t o a los m á s variopintos objetos. Por p o n e r algu­ nos ejemplos, el gran coleccionista que fue el D u q u e de Berry poseía en su gabinete un dien­ te de leche de la virgen; y m á s hacia nuestros años, según el catálogo de 1596, el A r c h i d u q u e F e r n a n d o de Tirol poseía en su gabinete de A m b r a s , visitado hasta p o r el m i s m o M o n t a i g n e ,

tó como el problema del libro y su influencia en la vida [...]. Martín de Riqucr, que calificó al Primo de 'loco de la erudición', cree probable que este personaje fuese una caricatura de la erudición anticuaría que exhibe, a propósito de los naipes, Francisco de Luquc Faxardo..." ("La cueva de Montesinos y la tradición crasmista de ultratumba", en Egido, 1994: 173. n. 94).

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c o s a s c o m o un trozo de la cuerda con que se a h o r c ó J u d a s , un t r o n c o d e c e d r o del L í b a n o de los q u e se usaron para la c o n s t r u c c i ó n del t e m p l o de S a l o m ó n , u n o s c u e r n o s d e c i e r v o q u e e n c o n t r á n d o s e en u n a casa j u d í a s u d a r o n s a n g r e un Viernes S a n t o . . . y otras " r e l i q u i a s p r o ­ fanas de este estilo que caracterizan la idiosincrasia de esta é p o c a , i m p r e g n a d a de h u m a n i s ­ m o y, sin e m b a r g o , afincada por c o m p l e t o en la creencia de los m i l a g r o s y en la supersti­ ción".

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A u n q u e en E s p a ñ a no h e m o s p r e s e r v a d o c o n igual c u i d a d o q u e b á v a r o s y b o h e m i o s

este p a t r i m o n i o - q u e tiene su p u n t o a v e c e s a b s u r d o , t o d o h a y que d e c i r l o - es lo cierto q u e a partir de Felipe II el c o l e c c i o n i s m o tanto de objetos de arte c o m o n a t u r a l e s se c o n v i r t i ó en e x p r e s i ó n de u n a c o n d i c i ó n aristocrática. En las cortes p r i n c i p e s c a s de la s e g u n d a m i t a d del siglo X V I fue e n o r m e la diversificación coleccionística. U n r e n o v a d o interés p o r la n a t u r a ­ leza, a d e m á s , dio lugar al a c o p i o d e e s p e c í m e n e s de p l a n t a s y a n i m a l e s así c o m o de sus i m á ­ genes o sus d e s p o j o s , utilizados a v e c e s en extrañas c o m p o s i c i o n e s . La m a s i f i c a c i ó n de los p r o d u c t o s e x ó t i c o s , tanto curiosa

artificialia

c o m o naturalia,

"proporcionó inéditos colores

al c o l e c c i o n i s m o aristocrático y erudito del m o m e n t o . Felipe II p o s e y ó u n a i n g e n t e c a n t i d a d de r a r e z a s y m a r a v i l l a s de las q u e a p e n a s se h a n c o n s e r v a d o h o y u n o s p o c o s t e s t i m o n i o s " .

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Veamos, p u e s , q u é " m a r a v i l l a s " de este o r d e n el " t r a n s p a r e n t e a l c á z a r s o l a p a " (II, 2 3 , 819) d e n t r o d e la C u e v a de M o n t e s i n o s . Para e m p e z a r , el atavío del p r o p i o M o n t e s i n o s , a n a l i z a d o en detalle p o r v a r i o s c o m e n t a ­ ristas ( p e r o , por cierto, ¿tendrá a l g o q u e ver la " g o r r a m i l a n e s a

n e g r a " que c u b r e

a

M o n t e s i n o s , con la gorra idéntica c o n la que se representa s i e m p r e a A n d r e a A l c i a t o , el m i l a ­ nos p a d r e de la e m b l e m á t i c a ? ) . D e ese aire de colegial e x c é n t r i c o , casi de n i g r o m a n t e (y

' ' Julius von Schlosscr, 1988: 103. J. Miguel Moran y Femando Checa (1985: 12), dicen que "la visita a los restos de la colección de Femando I del Tirol de Ambras. nos produce hoy el efecto de estar contemplando el musco de los horrores de un personaje que parece no haber comprendido absolutamente nada de lo que supusieron el Renacimiento y el Humanismo..." Ver una excelente panorámica de esta actitud en Adalgisa Lugli (1993). 2 2

VV.AA. Felipe II, un monarca y su época. Un principe del Renacimiento (1998: 574). En efecto, la sección del catálogo rotulada "Una época de coleccionistas: La cámara de las maravillas" estaba compuesta principalmente por piezas procedentes de los parientes austríacos de Felipe II. Pero no olvidemos que Rodolfo II, probablemente el pro­ totipo de coleccionista excéntrico de la época, se había formado en la corte de su tío Felipe, época que le marcó pro­ fundamente, en especial al intentar reproducir en Praga el modelo de corte española que había conocido y que con­ virtió la ciudad en un centro internacional de sabios, artistas y personajes singulares. De "mcgacolcccionista" cali­ fica Femando Checa a Felipe II en su extraordinario Felipe II mecenas de las artes (1992: 17). El monarca, a su vez. había adquirido el gusto por cierto coleccionismo heterogéneo, que no desdeñaba mezclas insólitas, en su viaje de juventud a los Países Bajos, y en ello estriba una de las características de su estética, más próxima ahí que al arte italiano. En efecto, en la entrada en Bruselas "se escenificaron las fiestas principales de Cristo y la Virgen en unos carros triunfales, entre los que se intercalaron toda una serie de figuras grotescas, pues 'venía un mozo en figura de oro asentado sobre un carro tañendo unos órganos en que estaban metidos... gatos vivos... y hacían con sus aulli­ dos altos y bajos una música bien entonada, que era cosa nueva y mucho de ver. Vino luego una graciosa danca de monos, osos y lobos, ciervos y otros animales salvajes dancando delante y detrás de una gran jaula, que en un carro tiraba un cuartago'; a estas todavía seguían un mono y una mona tañendo una gaita y representando la fábula de Circe, un gigante y una giganta espantosos, un ama que criaba 'un niño feroz en gesto y grandeza', un caballo con alas, un camello, una sierpe espantosa que echaba fuego, etc. [...] El mundo flamenco, en el que lo sagrado y lo profano podían marchar juntos por la calle, en donde un mono y una mona podían representar fábulas elásicas como la de Circe, fundamenta bastantes aspectos del coleccionismo y gusto por el arte de Felipe II y de algunos miem­ bros de su corte..." (Checa, 1992: 77-78). Este era el ambiente artístico cortesano en los años mozos de Cervantes c indudablemente presenta concomitancias con el aire de la Cueva de Montesinos. De hecho. El Escorial, además de ser el Panteón real, "también albergaba, como si de una wundcrkammcr se tratara, multitud de objetos extra­ ñ o s . . . " (Moran y Checa, 1995: I I I ) . Una anécdota muy representativa del talante al respecto de Felipe II la cuen­ ta Gracian en El héroe, "Primor V".

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d e s d e luego que a los intereses del Primo no escaparía la magia), que nos desvía del espera­ do aspecto caballeresco del personaje, destaca por su aparente incongruencia el rosario q u e lleva en la m a n o , con unas cuentas, dice don Quijote, " m a y o r e s que m e d i a n a s n u e c e s , y los dieces a s i m i s m o c o m o huevos m e d i a n o s de a v e s t r u z " (819). C o n independencia del ribete de sátira erasmista y de la relación con otros rosarios grotescos que se encuentran en la obra cervantina, p o d e m o s dirigir la mirada a las c á m a r a s maravillosas de la é p o c a d o n d e se exhi­ ben unos curiosos objetos de coleccionismo llamados nueces de oración. Consisten en esfe­ ras de alguna m a d e r a preciosa o de marfil que se abren dejando ver escenas p i a d o s a s talla­ das en su interior. Von Schlosser nos informa de que Alberto V ( 1 5 5 0 - 7 9 ) , que aporta las mejores piezas a la colección artística ducal de M u n i c h tenía de estas " n u e c e s " (en la c á m a ­ ra del tesoro de la Residencia) (von Schlosser, 1988: 155 y 158). Y el a r c h i d u q u e F e r n a n d o 1 de Tirol poseía en A m b r a s , según el inventario de 1596, una curiosa " n u e z india" engasta­ da en plata f o r m a n d o un gorro de bufón con cascabeles (Ibidem: 11). Pero lo v e r d a d e r a m e n t e ineludible en toda wunderkammer q u e se preciara era la presen­ cia de h u e v o s de avestruz. Así dice Julius von Schlosser Iras hablar de otros objetos repeti­ dos, c o m o cuernos de unicornio (o de narval), piedras bezoar, etc.: además, los huevos de avestruz, que ya se encontraban en los templos griegos (juegan un papel ya en el círculo artístico micénico-cretense) y que como allí aparecen colga­ dos de cadenas, pero también en recipientes de oro y plata; el avestruz es ciertamente un ser natural relacionado por la tradición judeo-bíblica con el rey Salomón. El famo­ so y terrorífico 'Cristo de los huevos' de la catedral de Burgos ha mantenido su nom­ bre debido a tres huevos de avestruz que están colgados debajo de él. Un huevo de avestruz está colgado también en la hornacina detrás de la Madonna en el retablo de Piero della Francesca con Federico de Urbino en la Breza de Milán. (Ibidem: 24) También recuerda von Schlosser que estos objetos se g u a r d a b a n no sólo por su carácter insólito sino por la creencia en sus virtudes de triaca. J. Miguel M o r a n y F e r n a n d o C h e c a añaden que eran frecuentes en las iglesias los huevos de avestruz, en los que, además de la referen­ cia exótica, hemos de ver un valor simbólico: al igual que el avestruz es ave olvidadi­ za y sólo se acuerda de sus huevos abandonados cuando ve una estrella, 'se cuelgan, pues huevos de avestruz en la iglesia para expresar que, si el hombre a causa de su pecado ha sido abandonado por Dios, al final, por la súbita claridad de la luz divina, recordará sus faltas y se arrepentirá volviendo a él...' (Moran y Checa, 1985: 26). Así, si c o n s i d e r a m o s que esas disonantes c o m p a r a c i o n e s ponderativas de don Quijote sobre el rosario pueden estar aludiendo directamente a unos objetos reales, encontraríamos c o m b i n a d o s en el rosario de M o n t e s i n o s curiosa naturalia y artificialia de tipo museístico. El siguiente objeto sobre el que los interlocutores lijan detenidamente su atención es el cuchi­ llo con que Montesinos extrajo el corazón de Durandarte. Cuchillos son otros objetos de coleccio­ nismo por excelencia. En la cámara del archiduque Femando I de Tirol (1520-1595), en Ambras, había varios cuchillos rituales, entre ellos, uno de sacrificio con el que atrancaban el corazón los aztecas en sus ceremonias rituales y un hacha de sienita que perteneció, supuestamente, a M o c t e z u m a . Del m i s m o m o d o , en las colecciones de los archiduques bávaros Alberto V y Guillermo V en Munich (según el inventario de 1598) hay instrumentos quirúrgicos. La disqui­ sición sobre la procedencia del cuchillo ("Debía de ser - d i j o a este punto S a n c h o - el tal puñal

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de R a m ó n de Hoces, el sevillano" II, 2 3 , 820), demuestra también un interés por el cuchillo c o m o objeto en sí m i s m o , y se apunta el tema de la falsificación. La metamorfosis de la peque­ ña daga del romance en un "puñal buido, m á s agudo que una lezna" lo aproxima claramente a un instrumento quirúrgico: otra vez actúa la mezcla de elementos de la tradición con los nue­ vos objetos a los que también prestaría atención el P r i m o . Durandarte, tendido sobre su p r o p i o sepulcro en una c á m a r a " b a j a " - r e t i r a d a c o m o aquéllas d o n d e el coleccionista guardaba lo m á s s e l e c t o - y toda de alabastro, es ofrecido por don Quijote a la imaginación del Primo c o m o una de las piezas m á s espectaculares del colec­ cionismo de la época: la m o m i a . Desde siempre ha existido la ambivalencia c á m a r a de teso­ ros o maravillas - tumba, que también aquí está presente. Del m i s m o m o d o , los Theatra anatómica tuvieron una poderosa similitud con las wanderkammern y estaban repletos de c u r i o ­ sidades de cualquier orden y procedencia, hasta m o m i a s egipcias (von Schlosser m e n c i o n a la existencia de una en el Theatrum de Leyden; 1988: 208). L a descripción de la figura de Durandarte sobre el sepulcro no deja de recordarnos un cadáver a m e d i o diseccionar, del m i s m o m o d o que el enorme corazón c o n s e r v a d o en sal se ve, m á s que c o m o reliquia, c o m o un objeto de curiosidad a n a t ó m i c a . Pero la sorprendente irrupción de la v o z de D u r a n d a r t e recitando unos versos del r o m a n c e r o reproduce también el c o m p o r t a m i e n t o de un a u t ó m a t a o m o m i a parlante en su independencia total de estímulos e x t e r n o s . Al final parece estar res­ p o n d i e n d o al p a r l a m e n t o de Montesinos, que le ha p r e s e n t a d o al estupefacto don Quijote, pero sus palabras son lo suficientemente absurdas c o m o para poder desligarse de cualquier contexto o, incluso, para ser leídas c o m o conclusión d e c e p c i o n a d a de la d e m a n d a c o n t e n i d a en los versos anteriores. "Y c u a n d o así n o sea - r e s p o n d i ó el lastimado D u r a n d a r t e con voz d e s m a y a d a y b a j a - , cuando así no sea, ¡oh primo!, digo, paciencia y barajar" (II, 2 3 , 822). Y, otra vez, la curiosidad de los interlocutores se dirigirá a los objetos d e s i g n a d o s por esas últimas palabras, los naipes. Y, c o m o en el caso del puñal o daga, la m i r a d a es p r á c t i c a m e n ­ te de anticuario. La implícita referencia por parte de Durandarte es uno de los m a y o r e s pro­ vechos que saca el Primo del episodio p o r q u e , dice, le sirve, "para entender la antigüedad de 23

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J

^ Otra explicación sobre el interés por el puñal, centrada en el romancero, en A. Egido, "La de Montesinos y otras cuevas". 1994: 196. Ver también las notas complementarias 819.18, 820.19 y 820.29, Quijote, cd. c i t . Volumen complementario, 519-520. 2 4

En una "galería grande baxa" el Conde de Benavente, don Rodrigo Alonso de Pimentcl, uno de los grandes colec­ cionistas (como atestigua la mención que hace de él Antonio de Torqucmada en su Jardín de flores.... 204), tenía su conjunto de paisajes; y al lado, una sala denominada la "bruta" estaba llena de muchas figuras de alabastro. La colec­ ción se mantenía aún a mediados del XVII. Ver J. Miguel Moran y Femando Checa, 1985: 295. 2 5

Ver el capítulo "Le reliquie come curiosità" de Adalgisa Lugli, 1993: 13-16.

Ver el capítulo dedicado a la iconografia de los autómatas durante los primeros años del XVII en Eugenio Battisti (1962). Aquí, "con una gran voz" y de improviso, Durandarte vuelve a pedir a Montesinos que al morir le lleve el corazón a Bclcmia, cosa que ya ha ocurrido y provoca una respuesta en recapitulación de los hechos por parte de Montesinos (I. 23, 819). No es por casualidad que el episodio de la cabeza encantada que encuentran en Barcelona (réplica de otra existente en Madrid), provoque el recuerdo de la Cueva de Montesinos. Uno de los españoles más aficionados a este mundo fue don Juan de Espina, que dejó Madrid lleno de curiosidades y que "construyó autóma­ tas que se pascaban disfrazados de damas y galanes con atavíos costosísimos por los corredores altos de su man­ sión [cosas que] le valieron una acusación ante el Santo Oficio por brujo y nigromante, practicar magia negra en su casa y fingir 'tempestades de agua, truenos y relámpagos espantosos' y 'fiestas de músicas y voces diversas... no vistas, sólo oídas' donde se producían orgías inconfesables -por otra parle muy poco probables dado el carácter retraído de don Juan- y apariciones infernales y misteriosas" (Moran y Checa, 1985: 208).

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los n a i p e s , que por lo m e n o s ya se usaban en tiempos del e m p e r a d o r C a r l o m a g n o , y esta ave­ riguación m e viene pintiparada para el otro libro que v o y c o m p o n i e n d o , que es Suplemento de Virgilio Polidoro en la invención de las Antigüedades" (II, 2 3 , 830). En efecto, los naipes antiguos eran otros enseres que atraían desde siempre la atención del coleccionista, c o m o c o m e n t a v o n Schlosser ( 1 9 8 8 : 127). Y hay que observar que el a m o n t o n a m i e n t o de objetos que hasta aquí v e n i m o s citando apunta i n d u d a b l e m e n t e en la dirección de las abigarradas representaciones simbólicas plásticas de la vanitas barroca (ver esos naipes en el p r i m e r p l a n o de El sueño del caballero de A . de Pereda, por ejemplo). Así, en r e s u m e n , el espacio de la C u e v a de M o n t e s i n o s lo podría haber querido ofrecer Cervantes, a u n q u e finalmente no lo hiciera de m a n e r a orgánica, c o m o un studiolo ideal de erudito q u e se r e g o d e a en la con­ templación de los símbolos naturales y artificiales. U n lugar q u e , c o m o parece ocurrir aquí, incluso exige el c a m b i o de atavío, el despojo de las ropas habituales para h e r m a n a r s e hasta físicamente con el m u n d o recreado. Parece c o m o si Cervantes tuviera en la m e n t e estas pala­ bras de M a q u i a v e l o al configurar el episodio de la C u e v a de M o n t e s i n o s : Y al caer la noche, regreso al hogar y entro en mi stndiolum; y en el vestíbulo me des­ pojo del hábito cotidiano para ponerme las ropas áulicas y curiales; y así me introduz­ co en las antiguas cortes de los hombres de la Antigüedad, donde se me acepta amable­ mente, y me nutro de aquel alimento que es mío y para el que nací; allí no me aver­ güenzo de hablar con ellos ni de preguntarles la razón de sus acciones y ellos, con toda humanidad, me responden; y durante esas horas no siento el menor hastío, olvido todas mis aflicciones, no temo a la pobreza ni me causa espanto la muerte: tan por completo me siento unido a e l l o s . 27

P o d r í a m o s encontrar m u c h o s m á s ejemplos de afinidad imaginativa de estos espacios con la C u e v a de M o n t e s i n o s y su insistente carácter a la v e z r e c o g i d o y "cristalino". Pero la fuerza de la introspección, de la exploración espeleológica de su propia m e n t e que lleva a cabo ahí d o n Quijote, h a c e que se acaben i m p o n i e n d o sus propios fantasmas sobre unos ele­ m e n t o s procedentes de la imaginación del Primo ( r e c o r d e m o s : su único interlocutor, aparte del d e s c r e í d o Sancho) que, sin e m b a r g o , parecen estar p u g n a n d o p o r salir a luz. C r e o que este á n g u l o de análisis explicaría mejor la presencia del P r i m o en esta secuencia del relato. D o n Quijote, a partir de aquí, e m p i e z a a percibir su historia, definitivamente, c o m o algo del p a s a d o . Su m i r a d a se dirige m á s hacia atrás que hacia adelante p o r q u e intuye que ya le q u e d a p o c o recorrido. N o p u e d e desencantar a Dulcinea ( c o m o sí h a c e n otros caballeros en pasos similares) p o r q u e la C u e v a de M o n t e s i n o s es un espacio d o n d e sólo se representa lo fijo, lo inmutable, lo arqueológico. Es decir, el e m b l e m a . Es una c á m a r a de representación, una wunderkammer d o n d e la única actitud que p u e d e adoptar don Quijote es la del espectador, la del p a s e a n t e entre las maravillas de un m u n d o que ya sólo a m e d i a s le pertenece. L u e g o ya solo le q u e d a r á "tocar las apariencias con las m a n o s " y e n c a m i n a r s e de n u e v o a la aldea. Así p u e s , la m o d a l i d a d expresiva y las i m á g e n e s que le p r o p o r c i o n a a C e r v a n t e s la lite­ ratura simbólica o, m á s en general, la cultura simbólica de su é p o c a es triturada p o r la m á q u i ­ na p a r ó d i c a o irónica que m u e v e a la novela. Pero esto n o impide su fulguración aquí y allá y su utilización con intención de reforzar o modificar los significados que aparecen en el pri­ mer p l a n o del texto. C o n los tres casos aquí revisados a m o d o de ejemplos de características 1 1

Es la conocida carta a Francesco Vcttori, de diez de diciembre de 1513 (Maquiavelo, 1961: 303; la traducción es nuestra).

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m u y diversas, se pone ante todo de manifiesto la capacidad del Quijote para integrar ángu­ los de lectura y recibir matizada iluminación desde textos y objetos culturales q u e , de h e c h o , nacen a b u e n a distancia de los propósitos cervantinos pero no por ello q u e d a n fuera de su c o m p l e t í s i m a representación del m u n d o .

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