EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Marta B. FERRARI. El «Quijote» como palimpsesto: algunas lectu

E L QUIJOTE COMO PALIMPSESTO: ALGUNAS LECTURAS CONTEMPORÁNEAS O MARTA B. FERRARI UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA Las diversas y sucesivas lectu

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AUTORÍAS Y MANUSCRITOS DEL QUIJOTE EN EL QUIJOTE
Ascunce.fm Page 41 Monday, October 23, 2006 7:51 PM AUTORÍAS Y MANUSCRITOS DEL “QUIJOTE” EN EL “QUIJOTE” José Ángel Ascunce Universidad de Deusto BI

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Gustavo WAITOLLER. Acerca de tres personajes cercanos a la loc
ACERCA DE TRES PERSONAJES CERCANOS A LA LOCURA (O ACERCA D E TRES PERSONAJES ESCRITORES) 1 O GUSTAVO A . WAITOLLER UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES 1. T

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E L QUIJOTE COMO PALIMPSESTO: ALGUNAS LECTURAS CONTEMPORÁNEAS O MARTA B. FERRARI UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

Las diversas y sucesivas lecturas que de u n texto se realizan, a través del t i e m p o , se e n m a r c a n n e c e s a r i a m e n t e en d e t e r m i n a d o s sistemas interpretativos, articulados, a su vez, a los respectivos contextos de recepción: históricos, culturales, ideológicos. En este sentido, las lecturas y relecturas del Quijote n o constituyeron una e x c e p c i ó n y las m i s m a s arrancan desde el m o m e n t o m i s m o en que el texto aparece, d a n d o lugar, en la m a y o r í a de los casos, a la configuración de auténticos tópicos de época. H a c e algo m á s de 10 a ñ o s , Darío Villanueva se refería al c o n t e x t o de la literatura espa­ ñola de las últimas d é c a d a s en los siguientes términos: Si siempre escribir significó imitar los modelos precedentes, en el fecundo equilibrio entre tradición y originalidad, ello ha cobrado nueva vigencia en la escritura "palimpsestuosa" -por remedar el conocido libro de Genette sobre 'la literatura en segundo g r a d o ' - característica de esta época cenital en la que, como Umberto Eco ha reconoci­ do, la vanguardia se ha convertido en tradición y ya no cabe ser escritor (ni lector) adánico, ya no se puede defender ni restaurar la ingenuidad (Villanueva,1992: 27).' La cita de Villanueva insiste en el tópico p o s m o d e r n o de que t o d o está ya escrito y que a diferencia del m o m e n t o de las vanguardias, c u a n d o existía la opción radical de destruir para inventar - r o m p e r con la historia, el pasado, la t r a d i c i ó n - , al lector y al escritor de n u e s ­ tra é p o c a ya n o le q u e d a n m á s opciones que renovar, re-visitar ese p a s a d o sin la i n g e n u i d a d del p r i m e r h o m b r e y a s u m i e n d o conscientemente el peso de esa h i s t o r i a . Villanueva se apropia de la imagen que p r o p o n e Genette para referirse a estas escrituras en las q u e persis­ ten huellas de escrituras previas, la imagen del palimpsesto en su a c e p c i ó n de m a n u s c r i t o que c o n s e r v a m a r c a s de una escritura anterior borrada para escribir de n u e v o . P r e c i s a m e n t e , Jorge Luis B o r g e s en su c u e n t o "Pierre Menard, autor del Q u i j o t e " se servía ya de la i m a g e n del p a l i m p s e s t o , c u a n d o afirmaba respecto de la e m p r e s a llevada a c a b o p o r M e n a r d - r e c o n s ­ truir literal e imposiblemente la obra de Cervantes-: " H e reflexionado que es lícito ver en el 2

'. Conviene aclarar que el adjetivo "palimpscsluosa" procede, tal como lo señala Genette, de Philippc Lcjcunc. 2

El pasaje de Umberto Eco al que se refiere Darío Villanueva es el siguiente: "La respuesta posmoderna a lo moder­ no consiste en reconocer que, puesto que el pasado no puede destruirse - s u destrucción conduce al silencio-, lo que hay que hacer es volver a visitarlo con ironía, sin ingenuidad. Pienso que la actitud posmoderna es como la del que ama a una mujer muy culta y sabe que no puede decirle 'Te amo desesperadamente', porque sabe que ella sabe (y que ella sabe que el sabe) que esas frases ya las ha escrito Liala. Podrá decir: 'Como diría Liala, te amo desespe­ radamente'. En esc momento, habiendo evitado la falsa inocencia, habiendo dicho claramente que ya no se puede hablar de manera inocente, habrá logrado sin embargo decirle a la mujer lo que quería decirle: que la ama, pero que la ama en una época en que la inocencia se ha perdido. Si la mujer entra en el juego, habrá recibido de todos modos, una declaración de amor. Ninguno de los interlocutores se sentirá inocente; ambos habrán aceptado el desafío del pasado, de lo ya dicho que es imposible eliminar; ambos jugarán a conciencia y con placer el juego de la ironía... Pero ambos habrán logrado una vez más hablar de amor". (Eco, 1986: 74-75)

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Quijote 'final' una especie de palimpsesto, en el que deben traslucirse los rastros - t e n u e s pero no indescifrables- de la 'previa' escritura de nuestro a m i g o " (Borges, 1974: 450). A m e d i a d o s de la d é c a d a del ' 7 0 , Harold B l o o m publicaba un e n s a y o central p a r a exa­ m i n a r la historia de la lectura y escritura a partir de lo que él d e n o m i n ó una n u e v a "inquie­ t u d " o " d e s a s o s i e g o " literario p r o d u c i d o p o r la constatación de q u e se ha llegado tarde al m u n d o , y de que y a todo ha sido dicho por nuestros padres literarios, nuestros a n t e p a s a d o s o precursores. En este libro, La angustia de las influencias, el p o l é m i c o ensayista se p r e g u n ­ taba, entre otras cosas, " ¿ Q u é son las influencias después de todo? ¿Podría ser su estudio r e a l m e n t e algo m á s que la tediosa labor de b ú s q u e d a de fuentes, del r e c u e n t o de alusiones, una labor que m u y pronto ha de llegar al apocalipsis de todos m o d o s c u a n d o p a s e de las m a n o s de los eruditos a las m á q u i n a s calculadoras?", para r e s p o n d e r s e : " L a historia de las influencias fructíferas, lo cual quiere decir la principal tradición de la literatura occidental desde el R e n a c i m i e n t o , es una historia de angustias y caricaturas autoprotectoras, de defor­ m a c i o n e s , de un p e r v e r s o y voluntarioso revisionismo, cosas sin las cuales la literatura m o d e r n a c o m o tal n o podría existir" ( B l o o m , 1 9 9 1 : 4 1 - 2 ) . Y se e m p e ñ a b a en subrayar: " E s necesario que dejemos de pensar en cualquier autor c o m o si fuera u n ego a u t ó n o m o [...]. Todo autor es un ser atrapado en u n a relación dialéctica (transferencia, repetición, error, c o m u n i c a c i ó n ) con otro u otros a u t o r e s " (Jbidem: 106). N a d a de esto es tan n u e v o c o m o parece. D e s d e c o m i e n z o s del siglo X X , c o n c r e t a m e n t e desde el a ñ o 1905, fecha en que se celebra el tercer centenario de la publicación de la pri­ m e r a parte del Quijote, los escritores de la llamada " G e n e r a c i ó n del ' 9 8 " con el e m b l e m á t i ­ co e n s a y o u n a m u n i a n o Vida de Don Quijote y Sancho, darán inicio a una n u e v a etapa en el " c e r v a n t i s m o " o - c o m o prefirió d e n o m i n a r l o Javier Blasco, siguiendo a O r t e g a - en el " q u i ­ j o t i s m o " . Estos j ó v e n e s escritores del m o m e n t o - p e n s e m o s en La ruta de don Quijote, de Azorín, en las Meditaciones del Quijote de O r t e g a - hicieron del personaje c r e a d o p o r Cervantes, en algunos casos, un e m b l e m a de la propia crisis histórica, síntesis de la confian­ za y la locura, puntales del proceso regeneracionista de la época, y en otros, lo transforma­ ron en el único personaje de la tradición capaz de captar eso que llamaban con visos u n tanto románticos "el alma española", aquella que se expresaba a través del particular paisaje caste­ llano. Azorín, por ejemplo, transformado él m i s m o en viajero incesante, va repitiendo los pasos del caballero de la triste figura por la geografía m a n c h e g a - A r g a m a s i l l a de Alba, Puerto Lapice, C a m p o de Criptana, las lagunas de Ruidera, el T o b o s o - , y al hacerlo va reescribiendo el texto cervantino en clave contraria a la que tantos años después p r o p o n d r í a Vladimir N a b o k o v en su Curso sobre el Quijote: demostrar que Cervantes no era u n topógrafo, y que el Quijote se alejaba absolutamente de la España real del siglo X V I I . Azorín, en c a m b i o , se 3

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3. En este libro, cuyo título nos remite al poemario de W. H. Auden, The Age uj'Anxiety (1947), Bloom aclara que no le interesa la acepción de "influencias poéticas" reducida a "transmisión de ideas c imágenes de los poetas ante­ riores a los posteriores" (Bloom, 1991: 85), puesto que unas y otras pertenecen, como él señala, a la discursividad y a la historia. De ahí que se dedique a indagar en las muchas modalidades de "influencia": desvío, complctación, ruptura, demonización, privación ascética, celebración del retorno. 4

Javier Blasco (1995) establece una diferencia entre lo que él denomina el "cervantismo", aquellos escritores dedi­ cados a confeccionar ediciones críticas del texto de Cervantes que inaugurarán una era científica y positiva por opo­ sición a las lecturas esotéricas de principios del XIX y el "quijotismo" representado por los jóvenes escritores del '98, quienes con una mirada irracional¡sta y heterodoxa darán nueva vida al personaje creado por Cervantes. Ortega declara que el suyo es un estudio del quijotismo (quijotismo del libro, no del personaje).

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pregunta: " ¿ N o está en este p u e b l o compendiada la historia eterna de la tierra e s p a ñ o l a ? " (Azorín, 1974: 130), y también: "¿Nuestra vida no es c o m o la del buen caballero errante q u e nació en uno de estos pueblos m a n c h e g o s ? " , para r e s p o n d e r s e : "Tal vez, sí, nuestro vivir, c o m o el de don A l o n s o Quijano, el Bueno, es un c o m b a t e inacabable, sin p r e m i o , por idea­ les que n o v e r e m o s r e a l i z a d o s " (Ibidem: 14). Pero ni el ' 9 8 ni su contrapartida americana, el m o d e r n i s m o , se redujeron e x c l u s i v a m e n ­ te al terreno del e n s a y o para abordar esta tradición i n a u g u r a d a por C e r v a n t e s . Por este c a m i ­ no, el R u b é n Darío de Cantos de Vida y Esperanza, libro a p a r e c i d o en 1905, p r e c i s a m e n t e el año del centenario, traza en dos textos centrales, " U n soneto a C e r v a n t e s " y " L e t a n í a de nuestro Señor don Quijote", un perfil de su autor que entronca d i r e c t a m e n t e con la corrien­ te panegirista de finales del X I X . Darío c o m o lector del Quijote construye en su extensa leta­ nía un personaje ("Rey de los hidalgos, señor de los tristes", " N o b l e peregrino de los pere­ grinos", " C a b a l l e r o errante de los caballeros") en el que c o n v i v e n la prosaica realidad j u n t o con la ficción poética y q u e , por ello m i s m o , entronca con una genealogía de personajes lite­ rarios entre los que destaca el S e g i s m u n d o de La vida es sueño calderoniana y Hamlet, el a t o r m e n t a d o existencia!. N o parece casual que para Friedrich Schlegel, p r e c i s a m e n t e los per­ sonajes del Quijote y Hamlet constituyan la culminación del arte r o m á n t i c o . Paralelamente, A n t o n i o M a c h a d o , rescataba en " L a mujer m a n c h e g a " , la m a t e r i a poetizable de lo intrahistórico; sacaba a la luz la España oculta en los olvidados p u e b l o s del interior. E n c a d e n a n d o una serie de e l e m e n t o s , va d a n d o las pinceladas necesarias p a r a c o n f o r m a r ese v e r d a d e r o c u a d r o de c o s t u m b r e s que es el p o e m a . Así c o m o Darío (siguiendo en esto a Ortega para quien " D o n Quijote es la parodia triste de un cristo m á s divino y s e r e n o , un cristo gótico, m a c e r a d o en angustias m o d e r n a s " (Ortega y Gasset, 1973: 37)) e q u i p a r a b a la figura de Cristo con la del caballero de la triste figura, así M a c h a d o iguala a D u l c i n e a con la Virgen María. D u l c i n e a (la "mujer idea del corazón", "a quien varón n o i m p r e g n a y aún parirá varo­ nes") será el e m b l e m a de esa mujer idealizada, virtuosa, católica, saludable y trabajadora, símbolo de E s p a ñ a toda. Si proseguimos por este rápido muestreo cronológico que no pretende ser exhaustivo, nos encontramos con la llamada "Generación del ' 2 7 " . En palabras de Rafael Alberti, integrante de dicho grupo, ellos fueron "vanguardistas de la tradición" y en este sentido no sorprende encon­ trar a otro lector privilegiado de Cervantes, León Felipe. Felipe C a m i n o Galicia, tal su verda­ dero n o m b r e , autor de los Versos y oraciones del caminante, recorrió los caminos de España y de Portugal para acabar exiliándose en Méjico casi al comienzo de la Guerra Civil. Quizá esta peculiar situación personal nos t o m e m á s comprensible el carácter recurrente con que sus poe­ mas remiten a la figura del Quijote. Desde "Vencidos" hasta "Pero ya n o hay locos" (1938) verificamos - a n t i c i p a n d o un recurso que tendrá amplia aceptación dentro de la estética de los s o c i a l e s - la identificación entre el autor empírico y la figura creada por Cervantes: " L a gente suele decir, / los americanos, / los norteamericanos suelen decir: / León Felipe es un Don Quijote" (León Felipe, 1993). El autor se presenta c o m o aquel que lucha por sus ideales, guia­ do por una "santa locura" en una postulación que invierte los valores al uso: "Ya no hay locos, amigos, ya n o hay locos. Se murió aquel/ manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y...ni/ en E s p a ñ a hay locos. Todo el m u n d o está cuerdo, terrible, / m o n s t r u o s a m e n t e c u e r d o " . 5

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Además de los poemas citados que no gratuitamente han sido musicalizados por un cantautor como Paco Ibañcz, cabe mencionar "Don Quijote es un poeta prometeico", "Otro relincho" y "Sobre el Gucrnica".

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D e b e m o s a L e ó n Felipe esta n u e v a lectura del Quijote c o m o una gran metáfora: la posi­ bilidad de invertir el orden de un m u n d o injusto: " ¿ Q u é es una revolución m á s que una m e t á ­ fora social?", se preguntará y en esta pregunta anticipa a los poetas del ' 4 0 . A José Hierro, p o r ejemplo, con su soneto "Quijote trasterrado" en el que el adjetivo " q u i j o t e s c o " p a s a a d e n o m i n a r a toda una generación de españoles derrotados que deben a b a n d o n a r su patria y a b a n d o n a r también, en m u c h o s casos, sus sueños: " Y aquí estoy, d e s t i e m p a d o , en d u e r m e ­ vela,/ s o ñ a n d o con M a l i n c h e de canela,/ mi Dulcinea de la N u e v a E s p a ñ a " (Hierro, 1991), o a Blas de O t e r o con su p o e m a " L a m a n c h a s o s e g a d a " en el que resuena el eco de S a n Juan de la Cruz, y al texto polifónico titulado " L a m u e r t e de don Quijote", construido a partir de fragmentos de Waldo Frank, Heine, César Vallejo, R u b é n Darío, Q u e v e d o y el p r o p i o C e r v a n t e s . Pero sin alejarnos todavía de la escritura oteriana, nos e n c o n t r a m o s con Historias fingidas y verdaderas, uno de los libros de m a d u r e z del autor. Desde su título, extraído frag­ m e n t a r i a m e n t e del Quijote, el autor j u e g a con el lector el j u e g o de la verdad y la ficción. El narrador se pregunta y nosotros c o m o lectores también nos p r e g u n t a m o s , así c o m o lo hacía don Quijote con la fabulosa cabeza del caballero don A n t o n i o M o r e n o , "si fue verdad o fue sueño lo que c u e n t o que m e p a s ó " . Sin e m b a r g o , i n m e d i a t a m e n t e esa idea de j u e g o c o m i e n ­ za a d e s v a n e c e r s e o, al m e n o s , a transformarse en otra cosa, distinta de la frivolidad y la gratuidad y m u c h o m á s parecida al c o m p r o m i s o . L e e m o s : " U n libro es el j u e g o m á s peligroso que p u e d a i m a g i n a r s e " (De Otero, 1980: 31). Y en esa aserción están implícitos los dos tér­ m i n o s entre los cuales discurrirán estas Historias fingidas y verdaderas, el inconciliable enfrentamiento entre " p a l a b r a " y " v i d a " , " l i b r o " y "realidad", enfrentamiento q u e , en pala­ bras de M i c h e l Foucault, hacen del Quijote la primera obra m o d e r n a de la literatura europea. Por otra parte, la v o z narrativa va p u l s a n d o su eco y en estos tanteos a d v e r t i m o s la huella de una b ú s q u e d a , la de ese " o t r o " con quien hablar. Porque s a b e m o s que p a r a O t e r o "el p o e t a es un j u g l a r o n o es n a d a " y "si n o se debe escribir c o m o se habla, t a m p o c o resulta c o n v e ­ niente escribir c o m o no se h a b l a " (De Otero, 1980: 37). Aquí reside la contracara de la eva­ luación negativa que el autor enuncia respecto de la categoría de "lo escrito"; d e s e o y fata­ lidad: " E s tan triste la tinta y tan impasible el papel. Yo quiero conversar, pero n o sé c ó m o se h a c e " (Ibidem: 50). D e s p u é s de todo, quizá n o sea una simple coincidencia que el capítu­ lo del Quijote q u e sirvió de título y epígrafe al libro, fuera p r e c i s a m e n t e aquél en el q u e el caballero y su escudero entran por vez primera a una imprenta; sobre todo c u a n d o l e e m o s : " L a palabra necesita respiro, y la imprenta se torna de pronto el alguacil q u e e m p r i s i o n a las palabras entre rejas de líneas" (Ibidem: 37). Los años de c o m p o s i c i ó n de Historias fingidas y verdaderas, 1966 a 1968, coinciden, t a m b i é n , con los de la aparición en España de una obra fetiche c o m o Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, novela que apela a todo un sistema de s í m b o l o s , referencias, citas, alu­ siones y s o b r e e n t e n d i d o s , entre los que el intertexto cervantino (las referencias directas a la figura de su autor, el paralelo en la construcción de la figura del héroe/antihéroe, los p r o c e ­ dimientos lingüísticos c o m o la parodia, el humor, la disfunción lenguaje-anécdota) serán los que s o s t e n g a n la densa trama de esta compleja novela. Para cerrar este rápido recorrido, citemos a Luis A n t o n i o de Villena, p o e t a incluido den­ tro de la p r o m o c i ó n de los d e n o m i n a d o s " n o v í s i m o s " o " p o s t n o v í s i m o s " del ' 7 0 , q u i e n p a s a

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revista en un p o e m a titulado p r e c i s a m e n t e " C e r v a n t e s " , a las diversas y contrapuestas lec­ turas que se han realizado de la obra y la persona de Cervantes, d e s d e el oficialismo a c a d e micista, que a c a b ó cristalizando al personaje en b r o n c e de estatua, hasta las v a n g u a r d i a s , para acabar reafirmando la actualidad innegable del m i s m o . Sin e m b a r g o , Villena fatalmen­ te cae en el m i s m o defecto que denuncia al hacer una lectura que n o renuncia a acarrear agua para su m o l i n o : inscripto su q u e h a c e r en una línea de poesía h o m o e r ó t i c a , titulando a uno de sus últimos p o e m a r i o s " M a r g i n a d o s " , no resiste la tentación de hacer del Quijote y del m i s m o C e r v a n t e s un m a r g i n a d o más: " . . . y c o m p r o b ó que en los m á r g e n e s se abren flores más intensas y c o m p r o b ó que el perdedor siente m á s que q u i e n g a n a " ( D e Villena, 1988). 7

L a v i g e n c i a de la obra c e r v a n t i n a tanto en lo que se refiere a la tematización tópica de la m i s m a c o m o a las estrategias discursivas e m p l e a d a s (la reintroducción de u n d i s c u r s o rea­ lista, la recuperación del arte de contar historias y restablecer el pacto narrativo c o n el lec­ tor, el lento p r o c e s o de develación de la verdadera identidad de los personajes ocultos tras múltiples m á s c a r a s , la ironía, el pluriperspectivismo, lo apócrifo, la relación del autor con su propia obra, con su p a s a d o y su tradición) se verifica, a s i m i s m o , en la narrativa. Desde G o n z a l o Torrente Ballester y Eduardo M e n d o z a hasta Luis L a n d e r o , A n t o n i o M u ñ o z Molina o José S á n c h e z L u e n g o , quien agrega un eslabón m á s a esta c a d e n a de relecturas, reescribiendo íntegramente el episodio de los galeotes p e r o , esta vez, d e s d e la p e r s p e c t i v a del desopilante protagonista de su novela, Trajines y Peripecias del licenciado Francisco de Ordovás, de 1992, p o r q u e "Toda novela - c o m o dice O r t e g a - lleva d e n t r o , c o m o una íntima filigrana, al Quijote" (Ortega y Gasset, 1976: 120-121). 8

Es éste tan sólo u n m a p a posible de la historia de las lecturas q u e el texto cervantino con su insistente apelación al " a m a b l e " , " a m i g o " , " d e s o c u p a d o " , " s u a v e " , "ilustre o quier p l e b e ­ yo lector" ha ido posibilitando y construyendo a través de los tiempos. El Quijote es una gran metanovela, un libro de libros y su absoluta vigencia sigue resistiendo todavía hoy, lo que iró­ nicamente denunciara Borges en su cuento: "El Quijote - m e dijo M e n a r d - fue ante todo un libro agradable, ahora es una ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas edi­ ciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor" (Borges, 1974: 450).

" "Quienes menos se parecían a el -académicos y gramáticos-do convirtieron en un ídolo augusto. Heroico y ejem­ plar caballero/contra adversidades. Tan seco lo dejaron, tan árido, tan poco/apctcciblc, que los vanguardistas (pobres!) debieron insultarlo./Nada raro. Los vivos (ya sabemos) transforman a los muertos/acaso por venganza, en marmóreas estatuas. Los matan nuevamente/ Pero el fue, sobre todo, vida viva. Usa que temen de continuo/ (pasa­ da la juventud especialmente) tibios y bienpensantes". (De Villena, 1988) 7

En este contexto resulta significativa la celebración de las Jornadas Hispánicas en Ncuchatcl, Suiza, en noviem­ bre de 1995 en torno al tema "Huellas del Quijote en la Narrativa Española Contemporánea" con la participación de destacados hispanistas y escritores españoles. 8

En el caso de Mendoza, sus novelas son, generalmente, parodias de varios géneros y sus personajes se encuen­ tran en situación de aventura, de enredos, encuentros y dcscncucntros. Cfr. también Caballeros de fortuna (1994) de Luis Landcro o La saga/fuga de J.B de Torrente Ballester.

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Bibliografía Azorín, 1974, La ruta de Don Quijote, Buenos Aires, Losada. Blasco, Javier, 1995, "El Quijote de 1905 (apuntes sobre el quijotismo finisecular)", Revista Anthropos, Nrol02. Bloom, Harold, 1991, La angustia de las influencias, Venezuela, Monte Avila Latinoamericana. Borges, Jorge Luis, 1974, Obras Completas. ¡923-1972, Buenos Aires, Emecc. Darío, Rubén, 1977, Poesia, Venezuela, Biblioteca Ayacucho. De Otero, Blas, 1980, Historias fingidas y verdaderas, Madrid, Alianza Editorial. De Villetta, Luis Antonio, 1988, Poesía (1970-1984), Madrid, Visor. Eco, Umberto, 1986, Apostillas a El nombre de la Rosa, Barcelona, Lumen, 74-75. Felipe, León, 1993, Nueva Antología Rola, Madrid, Visor. Hierro, José, 1991, Agenda, Madrid, Ediciones Prensa de la Ciudad. Machado, Antonio, 1978, Poesías Completas, Madrid, Espasa-Calpe. Ortega y Gassct, José, 1976, Meditaciones del Quijote, Madrid, Espasa-Calpe, 1976. Villanueva, Darío, 1992, "Los marcos de la literatura española (1975-1990): esbozos de un sistema" en Francisco Rico, Historia y Crítica de la Literatura Española, Vol. IX, Barcelona, Crítica.

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