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El Quijote la novela madre
AGENCIA REFORMA /Daniel de la Fuente / Publicada el 21/04/2013
Leer Don Quijote de la Mancha, es una aventura del alma. Caminar junto al ingenioso hidalgo tras su desquicio por leer tanta novela de caballería; seguirlo en su decisión de hacerla de caballero andante que lo llevaría, ya en plano justiciero, a deshacer entuertos, y presenciar su fin tras recuperar la cordura, es una experiencia insólita.
Más que eso: un estado de ánimo.
I
Que trata de la condición del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha [a lo largo de los siglos] “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. El inicio, con el narrador (el principal) metido desde entonces, y el habla que más pronto que tarde quedaría en desuso, dan cuenta de algo que, líneas más adelante, con el detalle del enjuto protagonista, sus hábitos culinarios y su familia, se confirmaría: en esta historia habrá que reír. De inmediato, viene el cuento que lo sostendrá todo: el caballero, absorto en libros de caballerías, “se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio”. Continúa: “Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo”. Para un lector joven, aquello podría parecer una trama de David Toscana, lo que no es del todo falso: el regiomontano ha abrevado en el ingenioso hidalgo de Cervantes para trazar a sus personajes. La pregunta, sin embargo, es qué sostiene el dicho de que la
novela cervantina es la mayor del idioma o, a decir de Bloom, de nuevo, es la primera verdaderamente moderna.
II
Que trata de lo que algunos lectores piensan del valor de las salidas y aventuras del ingenioso don Quijote. La directora del Doctorado en Estudios Humanísticos del Tec de Monterrey, Blanca López de Mariscal afirma que El Quijote ofrece muchas posibilidades de lectura: en clave de comedia o de tragedia, donde o te carcajeas o te pones triste con este pobre loco del que todos se ríen. “Pero no sólo eso, Cervantes propone lo que puedas imaginar de una narrativa: un libro de caballería, una novela pastoril, de aventuras, una novela en donde los capítulos son relativamente aislables y lo que le da unidad es el héroe que los conecta unos a otros. Es la gran joya de la literatura española”. El Quijote, recuerda la investigadora, nació sin prestigio literario, sólo para divertir, por lo que tuvo una gran recepción. “Se publicó una y otra vez, se hicieron muchísimas ediciones diferentes y lo más interesante es que se hicieron libros pequeños, que se podían llevar en la faldriquera, lo que ahora sería como una cangurera, por lo que los capítulos podían ser leídos en los caminos, en los campos o en las fondas, en torno al fuego o después de la cena, haciendo de su lectura un acto en el que alguien lee y el resto escucha”. El crítico y ensayista Víctor Barrera Enderle coincide y comenta el contexto en el que apareció El Quijote. “Eran los inicios del siglo 17, había mucha poesía culteranista, mucho barroco, y El Quijote viene a ser un punto medio entre la literatura anterior, la medieval -y su principal referencia, la literatura de caballerías: Amadís de Gaula, Orlando Furioso, Cantar de Roldán, clásicos que son parodiados en la obra cervantina- y la literatura primera del renacimiento utopista, lo que contrasta con el realismo paródico del antihéroe. “El Quijote pertenece al corpus del Renacimiento, pero es una literatura que va más allá, porque cuestiona todo ese nivel de idealización de la literatura de entonces. Por ello fue censurada en la América colonial”.
La sola escritura de El Quijote es una novela, asegura, donde los narradores son también personajes. Al respecto, López de Mariscal disfruta ver al alter ego del propio Cervantes, en el prólogo dedicado al “desocupado lector”, no hallar el hilo de la trama hasta que, dándose una palmada en la frente, cae en la cuenta de la historia que tiene ante sí. Por su parte, el escritor Antonio Ortuño afirma que El Quijote está en los cimientos de las letras en español y la influencia de Cervantes ha sido más perdurable y trascendente que la de Quevedo, Góngora o Sor Juana. “Es un libro fascinante por la complejidad de su estructura y la ironía acidísima que lo permea. Toda la narrativa moderna tiene una deuda con Cervantes. La sátira, la metaliteratura y hasta la narrativa fantástica -que El Quijote contribuyó a cimbrar, oponiendo las miserias de la vida cotidiana a las novelas de caballería- le deben. “Claro: el lenguaje del Siglo de Oro es una barrera para el lector contemporáneo. A estas alturas, darle El Quijote a jóvenes sin preparación previa es, me temo, condenarlos casi a fracasar ante sus páginas. El Quijote comenzó como novela popular, sí, pero ahora se requiere un bagaje de lengua, historia y cultura general para enfrentarse apropiadamente a él”. Es un libro formidable, apunta Ortuño, aun cuando para la mayoría resulten más cercanos los prosistas de la segunda mitad del siglo 20 (García Márquez, Rulfo, Cortázar, Borges, Bolaño...), tanto en lenguaje como en cosmovisión. ¿Qué piensa la escritora Carmen Boullosa sobre El Quijote? Ella, a la pregunta de por qué es considerada esta novela como la mayor de habla hispana, aclara: “Detesto las catalogaciones literarias que más parecen carreras de galgos”. “¿La mayor novela? No lo sé. Es una joya única, sin comparación con otras -en esto, tampoco es única, por suerte-. “El Quijote es novela pionera por varias razones. Porque sus personajes tienen la conciencia bamboleante entre lo realista y lo fantástico. Por su orden ‘desordenado’, también pionero; hay novelas adentro de la novela, poemas, personajes que entran y salen, y hasta un burro que se le olvida al autor a medio camino. - ¿No ha sido sobredimensionada su influencia? “Yo hablaría de su encanto más que su influencia. Es inimitable, no creo en su influencia. Por este motivo, nos dice mucho: tiene demasiadas caras -como la vida-. Es un elogio y una burla de la imaginación; un elogio -y una burla- del sueño; un elogio -y una burla- del dinero. Etcétera”. Ortuño pone los puntos sobre las íes.
“Hay todavía un cierto cervantismo -más común en España que en América Latinaque destaca los rasgos pintorescos del libro y el ‘idealismo’ de Alonso Quijano y diviniza el Quijote como una suerte de Biblia de la hispanidad que, francamente, me da flojera. “Yo no pondría un Quijote de latón en mi casa. Me parece que la vitalidad del libro tiene que ver con lo contrario: con la desacralización que hace. Y, a la vez, con que satiriza sin caricaturizar y muestra una gran empatía con los personajes”.
III
Donde se cuentan pasajes favoritos de nuestros invitados [que sólo se mencionan muy de pasada, por lo que deberá buscarlos, desocupado lector] y un apunte majestuoso sobre la ‘dicha’ de no ser lector de don Quijote. López de Mariscal guarda entre sus pasajes predilectos los del yelmo de Mambrino, la pastora Marcela, el caballero de los espejos y el de la ínsula Barataria, todos leídos, se ha dicho, en clave de comedia. Barrera cita entre sus favoritos el episodio de cuando le espulgan el librero al Quijote y, entre burlas, hasta raspado sale un libro de poema del propio Cervantes; también, en el que Quijote hace prometer al dueño de tierras que no golpeará más a un chico, tras lo cual se va el caballero y el tipo tunde más al trabajador. También, cuando en la segunda parte Quijote halla la primera parte de la novela en Barcelona, lo que responde a la disputa con Avellaneda por la novela apócrifa (abrir Wikipedia). Ortuño coincide en el episodio de la regencia de Sancho en la Ínsula Barataria y agrega entre sus predilectos el de la derrota final del Quijote contra el Caballero de la Blanca Luna (el bachiller Sansón Carrasco, empeñado en vencerlo para hacerlo volver a su pueblo). “Y la muerte de Quijano”, agrega, “que Borges celebró como un triunfo de estilo por su sobriedad y naturalidad”. Todos tienen opiniones encontradas sobre qué tan leída es esta novela hoy. Boullosa cambia la discusión. “La pregunta pertinente sería ‘¿qué tan reída’ es hoy? Porque El Quijote es pensar por medio de la risa. De ahí sus filos”. El Quijote ya no puede ser literatura popular en el sentido que tuvo, pero nunca dejará de ser altísima literatura, asegura Ortuño.
“Aunque algún día sea tan viejo como el Gilgamesh”, afirma. Lopez de Mariscal y Barrera dicen que, de no existir El Quijote, Cien Años de Soledad sería la más grande obra del idioma. Boullosa prefiere decir que hay “muchas grandes”: La Regenta, El Buscón y El Periquillo Sarniento. La realidad es que El Quijote es más citado que leído. Aunque abrió camino y es una paradigma, Barrera no está muy seguro de que sea revisado. Dice que quizá lo canónico le ha jugado en contra, por lo que se requieren nuevas traducciones. “La historia es más rebelde de cuando salió, nos sigue diciendo cosas, sigue siendo contrarreformista, sobrepasó al autor y ha seguido siendo clásico”. López de Mariscal comenta que, una obra que siglo tras siglo abres y te dice algo al corazón, es una obra de arte. “Sólo les diría a los lectores que no han leído El Quijote lo mismo que alguna vez dijo Gonzalo Celorio ante estudiantes. Hablando de Cien Años de Soledad, comentó: ‘qué dichosos los que no la han leído, qué envidia me dan... porque la van a leer por primera vez’. Lo mismo pienso de los que no han leído El Quijote: qué dicha leerla por primera vez”.
IV
De cómo salió esta deschistada aproximación y de lo que puede contar como final para, de inmediato, irnos los dichosos a leer El Quijote por primera vez. Sí, lo dijo Barrera: quizá lo canónico le ha jugado en contra y muchos ni siguiera sepan con qué se come El Quijote. Pero la invitación está, va como botella al mar y, para cerrar sin bombo este acercamiento, bastante aéreo por cierto, se incluye el soneto que dedica Orlando Furioso al Caballero de la Triste Figura, incluido, claro, en la novela: “Si no eres par, tampoco le has tenido: / que par pudieras ser entre mil pares, / ni puede haberle donde tú te hallares, / invito vencedor, jamás vencido”.