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EL REGALO DE NAVIDAD Esta historia se la dedico a Daniel Cabrera y a todos los Danieles anónimos. No es raro escuchar noticias sobre niños viviendo en condiciones de miseria, y aún así perseverando en acudir a la escuela. Caminando muchos kilómetros descalzos para escuchar al profesor porque no tienen dinero para pagar la guagua, o como en nuestro cuento, estudiando en la calle, en una mesa hecha en casa, aprovechando de noche, la luz de un Mcdonald, porque en su casa no hay suficiente .
Eran las nueve de la noche pero el pequeño Daniel seguía repasando la lección. Después de las vacaciones navideñas iba a haber examen de matemáticas y tenía que saberse las multiplicaciones y divisiones muy bien, si quería sacar una buena nota. Subrayaba con atención el libro y con un lápiz y un papel repetía los ejercicios que habían hecho en clase. Estudiaba cada tarde después del colegio a la luz del Mc Donalds ya que no había electricidad en la tienda donde vivían sus hermanos y su madre. Además, la tienda era demasiado pequeña y solían venir clientes. Soñaba con ser de mayor ser policía, y dejar de ser pobre. Para eso había que estudiar mucho, decía mamá. Tres hombres elegantemente vestidos paseaban por allí y al ver al niño, en su pequeña mesa, sentado escribiendo delante del McDonalds se pararon. Los misteriosos hombres miraron al niño, que estudiaba ajeno a lo que ocurría a su alrededor. Parecía que ya podía haber un huracán, que el niño seguiría concentrado en sus deberes. -¿No crees que es un poco tarde para estar fuera a estas horas jovencito?- preguntó uno de los hombres. Tenía una larga barba blanca y sus cabellos eran también blancos. -Señor, en unos días tengo un examen de matemáticas muy importante- respondió el muchacho. A Daniel le parecía extraño, que uno de ellos se dirigiera directamente a él, ya que nunca había visto a ninguno de los tres hombres antes por el barrio. Sin embargo, sí tenía la impresión de haberlos visto antes en alguna parte. -Bueno, pero que no se te haga tarde. Tu madre debe de estar preocupada.-Sí, señor. Ya mismo me iba. Daniel se dispuso a recoger sus cosas y se despidió cortésmente de los tres. A mucha gente le resultaba extraño ver a un niño estudiando en medio de la calle, pero a él no le
importaba. Sabía lo que quería y si él quería ser policía, estudiando era la única forma de conseguirlo. De vuelta a casa Daniel pensaba en sus cosas. Las calles estaban más animadas y todo el mundo se veía alegre. A Daniel le encantaba la Navidad. Le alegraba ver los productos navideños en el supermercado; las bolas de navidad, guirnaldas, luces, y demás adornos le hacían sonreír. - Ya estoy en casa -Estaba empezando a preocuparme. Pero que madre sería, si riñera a mi hijo por estudiar demasiado. - Lo siento mama. Tengo un examen después de reyes y estaba estudiado las divisiones y multiplicaciones. - Que sea la última vez, que vienes tan tarde. No te olvides, mañana es víspera de reyes y cenaremos juntos en la tienda. Va a venir la tía María a vernos también así que te quiero antes en casa. ¡venga ponte el pijama y acuéstate! - Vale mami. Buenas nochesLe dio un beso a su madre y se acostó junto a sus hermanos. Dormían los tres en una esterilla en el suelo, y su madre en otra. Desde que papa murió su mama trabajaba el doble. No sólo en la tienda sino también vendiendo caramelos y cigarrillos en la calle, pero eso no bastaba. Muchas a veces no tenían para comer y menos para comprar una cama, que era un lujo para ellos. Al día siguiente Daniel fue otra vez delante del Mc Donalds, a continuar con sus estudios. Otra vez los tres hombres pasaron por allí. Pero para la sorpresa de Daniel esta vez llevaban los tres coronas e iban vestidos con mantos y distintos adornos. No había duda se dijo Daniel, son los tres reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. - Buenos tardes jovencito- dijo Baltasar. - ¿Ustedes son los famosos reyes magos?- preguntó Daniel incrédulo. Estaba atónito el muchacho y su voz denotaba su nerviosismo. No podía articular sonido alguno. -Bueno nos llaman así, pero a mí me puedes llamar Gaspar- respondió divertido el rey menos viejo.
-Venimos a darte un pequeño obsequio- prosiguió Baltasar- Sabemos lo mucho que estudias y todos tus esfuerzos por alcanzar tu sueño. Tenemos un regalo muy especial para ti. Baltasar le entregó al pequeño Daniel un sobre dorado. Su nombre estaba escrito en el frente del sobre en letras grandes y gruesas, el sello era una estrella plateada. Daniel, impaciente e intrigado, se apresuró a abrirlo, pero Melchor lo detuvo con ternura. - ¿A qué tanta prisa muchacho? Los regalos no se abren hasta el día de Reyes- dijo MelchorTienes que prometernos de que no abrirás la carta hasta mañana, es una sorpresa. Daniel les hizo la promesa de que no abriría el sobre dorado hasta el día siguiente. - Es tiempo de partir Daniel, nos queda mucho trabajo por hacer. Vuelve a casa, tu madre te estará esperando. Además, tengo entendido que tu tía María hace unas truchas de batata estupendas - se despidió Gaspar sonriente. Sin duda, el mago favorito de Daniel era Gaspar. Los tres reyes magos se montaron en sus camellos. Daniel no se había dado cuenta, que los animales hubieran estado ahí todo ese tiempo mientras habían estado hablando. Gaspar le guiñó el ojo al niño y los reyes se alejaron en sus camellos. Se formó una espesa niebla y los tres se difuminaron lentamente en ella. Daniel todavía conmocionado se quedó un rato observando la nada. El muchacho no creía en los milagros, pero lo que acababa de presenciar sino lo era, se le parecía. Daniel guardó el sobre entre sus ropas y volvió corriendo a casa; había prometido regresar pronto a su madre. Tenía ganas de abrir el sobre, pero quería cumplir su palabra y esperar tal y como le prometió a Melchor. Prefirió, no contárselo ni a su madre ni a sus hermanos: le podrían tomar por loco. Al llegar a casa, como los reyes habían anticipado, la tía María también se encontraba en la tienda con sus famosas truchas de batata. - ¡Pero qué grande estás Daniel!- exclamó la tía con alegría. Le dio dos besos sonoros que dejaron la marca de carmín en sus mejillas.- Comete unas truchas que estás muy flaco- Primero la cena María. Ya después nos comemos las truchas- dijo Cristina, la madre de los niños. Todos se sentaron en el suelo en medio de la pequeña tienda. Las paredes tenían humedades y había alguna que otra gotera pero eso no le importaba a ninguno. Habían improvisado una pequeña mesa con uno de los estantes sobrantes del comercio y Cristina había sacado el viejo mantel de las celebraciones. Era una decoración modesta pero Daniel se
daba cuenta de que no le importaba en ese instante si aquello era una chabola, un palacio o una tienda: su hogar es donde estaba su familia y allí es donde quería pasar todas las Navidades. -Pásame el plato Manuel que te sirvo - dijo Cristina al benjamín de la familia. Para la cena las mujeres habían preparado arroz a la cubana: el plato preferido de los tres hermanos. Los plátanos dulces, el arroz blanco y tierno, y por supuesto el huevo frito para darle aún más gusto a todo lo anterior. Podría no ser el plato más lujoso del mundo pero se les hacía la boca agua cada vez que pensaban en él. Era todo un manjar y un lujo para los pocos ingresos de la familia, estaba extremadamente delicioso y sobre todo estaba hecho con mucho amor. Y qué decir de las truchas: estaban exquisitas, la tía María había resultado ser una excelente cocinera. Hablaron y rieron toda la noche. Manuel hizo sus típicas imitaciones y gracias. Todos se rieron. Nadie añoró una tele para pasárselo bien. Luego Rodrigo, el mediano de los hermanos, recitó un poema que había escrito en clase. Él quería ser escritor y siempre había tenido una vena artística. Todos admiraron el poema que era muy dulce y a la vez bastante maduro para la corta edad del niño. Daniel que era más callado observaba a su familia con orgullo. La vida era bella pensaba y se consideraba el niño más afortunado del mundo. Después de la sobremesa, los tres hermanos cayeron rendidos en la esterilla. Su madre y su tía también se acostaron al poco tiempo. ¡Menuda noche de reyes! **** Cristina despertó a su hijo: -¡ Despierta Daniel! Está aquí un grupo de personas que quieren conocerte. Parece ser que te van a dar un premio o algo. Corre no se vayan a ir sin darte el premio.Daniel se despertó de un brinco y fue corriendo a la puerta. Había un grupo de periodistas, vecinos y curiosos. Estaba también entre ellos el alcalde que se acercó a él, le estrechó la mano y en ese momento numerosos flashes sonaron a la vez. -Enhorabuena Daniel - dijo el alcalde- tengo el placer de entregarle una beca en nombre de nuestro ilustre ayuntamiento-Pero señor yo...- Daniel se encontraba aturdido con lo que estaba sucediendo.
-Sabemos de tu dedicación a los estudios. Sabemos de tu gran perseverancia. Y sobre todo sabemos de tu gran pasión- interrumpió el alcalde. Después dirigiéndose a todos los presentes el alcalde prosiguió: - No hay sueño que uno no pueda alcanzar si uno se esfuerza, por lo que quiere. Daniel nos lo ha demostrado a todos, en este día de reyes. Quién sabe qué más milagros puede alcanzar este joven muchacho cuya educación está ahora garantizada. Ahora si me disculpan tengo que arreglar unos asuntos en el ayuntamiento. El alcalde se fue y las personas congregadas se fueron dispersando. Un joven se acercó a él y le contó sobre una foto y cómo ésta había sido difundida por Facebook consiguiendo ser compartida por más de 7000 personas. Se la enseño a Daniel y efectivamente en ella aparecía él, estudiando a la luz del McDonalds. -Tu foto se ha vuelto un mensaje inspirador para miles de personas- prosiguió el jovenMuchas gracias Daniel, que te vaya bienSu informador se fue y Daniel decidió entrar de nuevo en casa. Su madre y su tía estaban llorando de alegría, y sus hermanos estaban tan asombrados de todo lo sucedido como él. Vio el sobre dorado que le habían entregado los reyes, con su nombre. Abrió el sobre y encontró la foto de él, estudiando, sentado delante del McDonalds. En el reverso de la foto le habían escrito lo siguiente : "Quien sabe lo que se puede lograr cuando luchas por tus sueños" Daniel preguntó en el McDonalds si habían visto a alguien sacar una foto. Sin embargo, los del establecimiento desconocían el autor de la fotografía y tampoco recordaban haber visto nada fuera de lo normal. Siguió buscando y todos sus esfuerzos fueron en vano. Años más tarde Daniel se convirtió en un buen agente de policía. Siempre recordó a los suyos, esa noche de reyes y cómo con determinación y esfuerzo se consiguen los sueños.