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Paola García
Paola García Université Paris XII EL RELATO DE VIAJE EN ECUATORIANO EN ESPAÑA
LAS
MEMORIAS
DE
UN
EMIGRANTE
En España el fenómeno de la inmigración se inicia a partir de mediados de los años ochenta, aumenta a lo largo de los años noventa y se acelera aún más en el inicio del siglo XXI. El origen de los inmigrantes que hoy en día se encuentran en España es tan variado como elevado puesto que representan alrededor de 7% de la población total1. En la actualidad, el colectivo más representado es el de los latinoamericanos2 quienes llegan masivamente a España a finales del siglo XX, a raíz de las crisis económicas y políticas que afectan sucesivamente los diferentes países. Si bien, desde hace unos años, los especialistas en estudios migratorios han escrito sobre el colectivo latinoamericano3 en España, actualmente los mismos inmigrantes han empezado a escribir –y no sólo a hablar en tanto que informantes– acerca de su propia experiencia4. La mayoría reconstruye narrativamente sus vivencias y recorridos tratándose, en la casi totalidad de los casos, de textos auto referenciales, es decir relatos memoriales. Esta producción narrativa se inscribe, con mayor o menor fortuna, según la calidad literaria, en una tradición ya existente, la de la literatura sobre la migración, producida por ejemplo por los intelectuales, poetas y escritores latinoamericanos que se exilian en Europa a partir de los años sesenta5 . Esta comunicación se basa en la obra de Iván Matute Placencia, emigrante ecuatoriano, originario de la región de Cuenca, que se titula Memorias de un ‘emigrante’, publicada en 2004 (Matute Placencia 2004)6. Con el objeto de caracterizar la obra analizada, definiremos en primer lugar el género literario al que pertenece destacando en qué medida el relato de viaje se incluye en el relato migratorio y, en segundo lugar, analizaremos el contenido del relato de viaje. Por último, veremos que los contextos migratorios se convierten precisamente en espacios propicios a la reproducción de relatos de viaje ya sean imaginarios o reales. Auto producción de biografía Iván Matute nace en 1973 en la región de Cuenca en Ecuador. Los desencadenantes socio-económicos y políticos que lo llevaron a emigrar a España son característicos de los que afectaron a la sociedad ecuatoriana en su conjunto y, más particularmente a los funcionarios públicos. Con el fin de reducir los niveles de inflación y redinamizar la economía, el Gobierno ecuatoriano pone en marcha, a lo largo de los años noventa, una serie de medidas de ajustes económicos y lanza un gran programa de modernización del estado para racionalizar las administraciones públicas (Acosta 2003; Vásquez/Saltos 2003). Muchos funcionarios son entonces despedidos, entre los cuales el autor en 1998. En el contexto de agudización de la 1
El primero de enero de 2006, la población total española alcanza los 44.708.964 (INE) y los inmigrantes, con permiso de residencia, a finales de aquel año, son 3.021.808 (Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración/Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 31/12/2006). 2 Los latinoamericanos representan en 2006, 35,25% de los extranjeros con permiso de residencia (Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración/Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 31/12/2006). 3 Los primeros trabajos sobre los inmigrantes latinoamericanos aparecen en la década de los noventa y se multiplican en el 2000. Entre ellos, se cuentan los trabajos de García (2004-2005), Gil Araújo (2004), Gómez Ciriano (1998-2003), Merino (2002), Pedone (2000-2005), Retis (2004, 2005), etc. 4 Existe una base de datos de artistas inmigrantes que se encuentran en la Comunidad de Madrid. Se puede consultar en el sitio web de la agrupación “Entre 2 orillas” (). 5 Entre estos escritores se destacan Saer, Cortázar, Moyano, Yurkievich, Bianchotti, Di Benedetto, Futoranski, Dujovni, etc. 6 La publicación de Memorias de un ‘emigrante’ fue subvencionada por el autor con la colaboración de “Ecuador, Tu revista” en 2004.
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El relato de viaje en las Memorias de un emigrante ecuatoriano e España
crisis económica a finales de los noventa, Iván Matute decide emigrar a España7 con su mujer, la cual renuncia a su empleo de enfermera. En 1999, llegan a España como turistas y, al igual que miles de ecuatorianos, al cabo de tres meses pasan a ser “clandestinos”. La estabilidad económica y emocional lograda a partir de 2002 y su vocación de periodista incitan a Matute a transcribir su experiencia de migrante. Emprende entonces la redacción de su obra organizada alrededor de siete capítulos que reconstruyen cronológicamente la totalidad del recorrido migratorio. Los dos primeros capítulos (“Para hablar de migración, hay que sentirla en carne propia”, “En busca de un objetivo”) se sitúan en el país de origen: el autor evoca la infancia, la adolescencia y la época de desempleo que provocó su emigración. El tercer capítulo (“El viaje de la esperanza”) relata su viaje hacia España mientras que el cuarto, quinto y sexto (“El trabajo en el campo”, “Recompensa de la vida”, “Realidad y desarrollo”) se centran en torno a su vivencia de inmigrante en Lorca y luego en Madrid. El último capítulo (“La tierra me espera”) podría ser considerado como un epílogo en el que el autor afirma su deseo de regreso a Ecuador. La obra de Matute consiste en un relato de vida, género proteiforma, que se presenta en este caso bajo la categoría literaria de Memorias como lo indica sin ambigüedad el título, Memorias de un ‘emigrante’. Este género literario muy cercano a la autobiografía, se distingue sin embargo por la naturaleza de los hechos narrados. En efecto, en la autobiografía, el relato está exclusivamente centrado en la vida privada del autor, como lo señala Philippe Lejeune, gran especialista francés del tema, quien define la autobiografía como “un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, cuando pone el acento en su vida individual, en particular sobre la historia de su personalidad”8 (Lejeune 1996: 14). En las Memorias, en cambio, el autor cuenta su vida centrando su relato en los hechos históricos que ha vivido ya sea como testigo o como actor. En su obra, Matute reivindica precisamente el estatuto de actor del proceso migratorio afirmando que: “Vivir la migración más de cerca, sintiéndola en carne propia, luchando contra las adversidades y la injusticia, fueron motivos suficientes para contar el drama humano de quienes salimos de casa […]” (Matute Placencia 2004: 12). Pero, en el marco específico del texto auto referencial de un migrante, el Relato de Viaje se inscribe en las Memorias de Iván Matute. Por una parte, el viaje, íntimamente relacionado con la experiencia migratoria, funda evidentemente su relato y aparece justamente mencionado como tal en la portada con el título secundario de “El viaje de la esperanza”. La importancia del viaje se refuerza además por la ilustración pictórica que también aparece en la portada y que representa un mapa mundi en donde se destacan Ecuador, Europa y América del Norte. Estos tres espacios geográficos están conectados por aviones que representan los flujos migratorios ecuatorianos hacia los principales países de recepción que son España, Italia y los Estados Unidos. Por otra parte, como en cualquier relato de viaje, el autor narra o restituye, a lo largo de varios capítulos, lo visto y vivido en un país extranjero, país en el que nunca había estado anteriormente y en el que va a radicarse: “Durante esta etapa de emigrante, surge la idea de plasmar todos los hechos que día a día eran nuevos y nunca experimentados para mi persona” (Matute Placencia 2004: 15). El relato de viaje de un emigrante: de cuenca a Lorca En el relato de Matute aparecen fundamentalmente dos viajes: el primero, realizado de Cuenca (Ecuador) a Madrid (España) y el segundo, de Madrid a Lorca. El autor realiza el 7
La emigración de los ecuatorianos hacia España constituye un fenómeno reciente (Gómez Ciriano 2003). A lo largo de las últimas décadas del siglo XX, Ecuador se convirtió en un país de emigración cuyo destino tradicional siempre fueron los Estados Unidos. Sin embargo, las restricciones migratorias impuestas por este país obligaron a los ecuatorianos, a partir de los años noventa, a buscar nuevos espacios de recepción. En ese contexto, España aparece como una nueva tierra de acogida por el idioma, las condiciones favorables de residencia y de trabajo ofrecidas a los latinoamericanos en general (Gil Araújo 2004) y a las redes sociales que la migración ecuatoriana logró constituir y consolidar. 8 La traducción de la cita del francés al español me pertenece.
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primer viaje en varias etapas, todas características del circuito clásico de la emigración ecuatoriana que consistía en entrar a Europa por un país que no fuera España. Así, viaja de Cuenca a Quito, de Quito a Ámsterdam y de Ámsterdam a Madrid. El relato del viaje de Cuenca a Quito, si bien pone en evidencia la confusión y la perplejidad del autor frente a su futura experiencia migratoria, condensa también todas sus expectativas de felicidad, como lo indica de entrada el título del capítulo, « Viaje de la esperanza » y, como lo expresa el propio autor: Quedó atrás toda una vida a la que no quería renunciar, pero el destino ya tenía su curso y las cosas no podían retroceder. Las más de doce horas que tarda el viaje de Cuenca a Quito, me hacían pensar de cómo era el primer mundo, ese país tan anhelado, ese país que era la esperanza de los que tratábamos de encontrar una estabilidad para la familia. Se me había quitado el apetito y también el cruzar palabra con mi madre quién me acompañó en el viaje, no tenía la fuerza necesaria como para entablar conversación y me limitaba a contestar a lo que era necesario y nada más, tenía la cabeza llena de cosas que me tuvieron abrumado y confundido durante el trayecto (Matute Placencia 2004: 64).
El viaje hacia España, que emprende individualmente (su esposa se había ido días antes), cobra una dimensión colectiva cuando, al llegar al aeropuerto, el autor se reconoce en los viajeros a través del contenido de sus maletas: “... pude constatar que en esas maletas había algo en común, eran los recuerdos: fotografías, estampitas de la Virgen del Cisne, de la Nube, y otros santos de su devoción, la música fiel compañera de los viajeros […]” (Matute Placencia 2004: 65). Estos objetos que reflejan en definitiva el apego y el lazo al terruño, a la identidad familiar, cultural y religiosa de origen, caracterizan a los emigrantes quienes experimentan la ruptura del entorno social y familiar de origen. La condición de emigrante, compartida con la mayoría de los viajeros, evidencia el carácter masivo del fenómeno migratorio en Ecuador y determina el ambiente generalizado de tristeza que describe detenidamente el autor, y recuerda así una de las peculiaridades del viaje migratorio, la de emprenderlo con dolor: Una mirada silenciosa y extraña me enseñaba la tristeza en los rostros de los que se despedían de sus hijos, como hace ocho días cuando mi esposa se despedía de sus padres; no se podía controlar la nostalgia y el sentimiento de los padres que se alejan de sus seres queridos, contagiando su dolor a los presentes. Lágrimas, abrazos, besos, la última fotografía, consejos, bendiciones, oraciones en familia, algún despistado que se había colado en la fila, carreras de los mal informados, entre otras cosas, se podía mirar en aquel Terminal que se convirtió en el escenario surrealista y tan distinto, que en ningún otro sitio lo había podido ver (Matute Placencia 2004: 65).
Al subir al avión e iniciar el vuelo, el que, según sus propias palabras, marca la primera etapa del “recorrido rumbo a la esperanza, y el anhelo de la tierra prometida” (Matute Placencia 2004: 68), los temores ligados a lo desconocido emergen: No podía dormir porque la cabeza empezó a dar vueltas y la preocupación por pasar el control de migración, me asustaba cada vez más. La situación era esa y había que seguir adelante. Ideas, sueños, ilusiones, castillos en el aire, pasaban por mi mente, la intranquilidad me hacía pensar en lo que estaba haciendo, en lo que me esperaba, si en verdad resultaría todo como lo habíamos planeado: ¿Qué encontraré? ¿Cómo será mi impresión de aquel país? ¿Lograré adaptarme? ¿Será como me habían dicho? ¿Encontraré trabajo? ¿Qué pasará con la deuda del banco y las otras? ¿Cómo será España en realidad? ¿Cómo estarán los que se quedaron? ¿Lograré pasar el control de migración? ¿Estoy nervioso? ¿Qué pasará mañana? ¿Me regresarán? ¿Seré feliz en ese país? ¿Cambiará mi forma de ser? ¿Triunfaré? ¿Me pasará algo? ¿Me enfermaré? Si no paso ¿qué hago? ¿Cómo será mi vida dentro de cuatro años? ¿Lograré mis sueños? ¿Será un fracaso esto? ¿Y si no puedo pagar la deuda? ¿Me robarán la bolsa de viaje? Al llegar ¿qué hago? ¿Me perderé en Madrid? ¿Me perderé en el aeropuerto? ¿Será España como Estados Unidos? ¿Encontraré algún amigo? ¿Será verdad que me han conseguido trabajo? ¿Cómo será Murcia? ¿Será
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duro el campo? ¿Qué es lo primero que voy a hacer? ¿Qué haré con lo que gane? Motivos no faltaron para que la cabeza dé vueltas y me encierre en un laberinto de intranquilidad (Matute Placencia 2004: 68-69).
Estas interrogaciones y angustias se acentúan en el momento de la escala en Ámsterdam. Esta etapa del viaje se convierte para el conjunto de los pasajeros ecuatorianos en el principal obstáculo a la entrada al “Primer Mundo”, única garantía, en el imaginario colectivo de los viajeros, de poder alcanzar la felicidad. El aeropuerto de Ámsterdam, descrito en la narración como un espacio hostil por su inmensidad y modernidad, concentra todas las incertidumbres ligadas a los controles migratorios: En esa columna humana [fila para pasar migración] cargada de nervios, angustia y desesperación podía ver en los rostros de los viajeros, una sensación de ansiedad, de impotencia, de inseguridad. […] Parecía no existir ningún problema en el registro de documentación, pero de pronto empezó a llenarse una silla adjunto a las dos columnas, eran los que tenían que ser interrogados por algún documento o porque algo había fallado a la hora de entrevistarse con el agente, me daba cuenta que los nervios eran el peor de los enemigos en ese momento, hasta que por fin me tocó mi turno, presenté lo que debía presentar, me preguntó el agente que si iba a Madrid, le contesté que sí y nada más […] El golpe del sello en mi pasaporte me alertó que, sin reparo alguno, había conseguido este gran objetivo de todos los ecuatorianos, pasar el temido control migratorio (Matute Placencia 2004: 74-75).
Al llegar, a su destino final, Madrid, Iván Matute inicia otro relato de viaje que se centra en la descripción de sus impresiones en aquella nueva ciudad que no corresponde en nada a lo imaginado previamente: La primera impresión de Madrid no fue la que esperaba. ¿Será tal vez la costumbre de viajar constantemente a las grandes ciudades? O ¿será el desconocimiento de esta ciudad que no conozco y por eso no puedo dar un juicio exacto? –me decía. Era una capital más, sus grandes edificios y anchas avenidas no causaron asombro alguno. El recorrido por una avenida muy ancha que a refilón pude leer en una placa que decía: Paseo de la Castellana, evidenció mis inquietudes, una arquitectura nada comparable a la nuestra […] Me sentía extraño sin saber dónde estaba, perdido en el primer mundo […] (Matute Placencia 2004: 78-79).
Esta perplejidad frente a la novedad arquitectónica se acompaña del asombro y la sorpresa provocados tanto por los modos de vida propios a la sociedad receptora (horarios de comida, de trabajo, etc.) como por las condiciones de existencia de los inmigrantes (hacinamiento, racismo, etc.): La incomodidad y la adaptación no fueron mis aliados, adaptarme a un nuevo estilo de vida parecía difícil, el cambio de horario en las comidas y rutina diaria me confundía, ya estaba en el primer mundo, y aquí se desayuna a las diez de la mañana, se come a las dos de la tarde, se merienda a las cinco y se cena a las diez de la noche, cuando el sol está ocultándose, sobre todo en el verano en el que los días se hacen largos. La poca costumbre de convivir con otra gente me ponía nervioso, y eso que era el segundo día en Madrid. Al día siguiente, salimos muy temprano a llamar por teléfono en una cabina, algo me pareció extraño, eran las ocho y media de la mañana y no abrían los locales comerciales, qué raro, decía, mientras buscábamos una cabina mi esposa me cuenta que en esta sociedad la actividad comercial empieza a las diez de la mañana y termina a la noche, vaya comodidad –dije. En Ecuador no es así, a las ocho todos empiezan a trabajar y quién sabe hasta qué hora... […] Mariana, prima de mi esposa y de Ruth, nos dijo que nos acompañaría al famoso Corte Inglés de los pobres. Yo no sabía por donde iba la cosa. / ¿Qué es eso del Corte Inglés? / –pregunté a Ruth– / Así lo llamamos los ecuatorianos que necesitamos ropa y vamos a pedir en las iglesias de las parroquias. […] Nos levantamos temprano y salimos rumbo al Corte Inglés de los pobres. […] Eran las diez de la mañana y abrieron las puestas [de la parroquia], dos señoras españolas salieron y nos entregaron un número, lentamente
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íbamos pasando uno por uno, cuando nos tocó encontramos una especie de bodega con anaqueles grandes llenos de cartones con ropa, juguetes, alimentos, zapatos […]. Cuando nos acercamos del mostrador […] aparece por la puerta de la bodega una señora española de unos sesenta años aproximadamente, ojos saltones y un crucifijo que le cae al pecho, de pelo rizado y dice: /Un momento. ¿Vosotros qué sois? -Marido y mujer/ contestamos /Pero ¿qué habéis creído que tenemos ropa de sobra para dar a todos vosotros? Las normas dicen que uno por familia, no puedo creer que cada vez estén viniendo a España a pedir y pedir, éstos que se multiplican cada vez más, deberían no dejarles venir, cada vez hacéis lo que os da la gana./ […] Se nos caía el mundo, nunca pensamos que al tercer día de llegar a España, íbamos a tener ya un contacto de menosprecio a los inmigrantes […] (Matute Placencia 2004: 81-83).
El segundo viaje, poco posterior al primero, conduce a Iván Matute y a su esposa de Madrid a Lorca y deja vislumbrar una realidad más dura aún que la experimentada en Madrid. La visión que ofrece el autor de España se condensa en los paisajes secos, áridos y desolados lorquianos: Un terreno inhóspito se veía por la ventanilla del autobús, quería ver montañas, ríos, algo que pudiera identificar y calmara mi ansia de retroceder el tiempo y embarcarme de nuevo al país; todo era inútil, había que conformarse con ver una tierra totalmente horizontal, donde sobresalían grandes campos de color rojizo, a lo lejos galpones colosales mostraban el potencial que esta tierra brinda a los españoles […] (Matute Placencia 2004: 85).
Esta impresión de desolación se acentúa al llegar al lugar de destino final, a unos veinte kilómetros de la ciudad de Lorca, donde estaban viviendo familiares: Unas colinas no muy elevadas rodeaban el cortijo [en el que vivían los familiares] que era de dos plantas, de tejas y cayéndose por todas partes, en pocas palabras una casa vieja con ventanas de madera. En una de las colinas había una especie de plato de concreto, que después me enteré que era un pantano, en palabras propias un reservorio de agua para los cultivos. No se veía más que tierra árida y polvorienta por todo su alrededor, no vi árbol alguno en toda su inmensidad, era un desierto absoluto […] era el campo español que no se compara en nada al ecuatoriano, habíamos caído en la soledad triste y desesperante […] (Matute Placencia 2004: 87).
Se desprende entonces una percepción de España como lugar hostil e inhóspito que se confirma a lo largo del relato con las experiencias dolorosas vividas en Lorca y ligadas sobre todo al hacinamiento, a la soledad, a la explotación y a las condiciones de trabajo en el campo sumamente difíciles, en particular para quienes, como Iván Matute y su esposa, eran profesionales en su país. La experiencia lorquiana esboza entonces “un relato de viaje de la frustración”, resultado de la confrontación entre las expectativas iniciales y la realidad. Realidad que, en muchos aspectos, termina siendo muy diferente a la pintada por los compatriotas en sus relatos de viaje. Las distorsiones y contradicciones entre discursos y vivencia hacen que el autor descubra poco a poco aquellas “cosas ocultas de la migración, cosas silenciosas que nadie decía y que se convertían en algo normal dentro del colectivo ecuatoriano” (Matute Placencia 2004: 102). Frente a esta situación, conviene preguntarse si finalmente los contextos migratorios no son espacios propicios de producción y reproducción de relatos de viaje ficticios. Contextos migratorios: ¿reproductores de relatos de viaje imaginarios? Los contextos migratorios generan a menudo espacios de gran circulación de información vehiculada por los diferentes actores del proceso migratorio (emigrantes, futuros emigrantes, agencias de viaje, coyotes, etc.). En el caso ecuatoriano, la naturaleza de la información está condicionada por representaciones sociales específicas de riqueza (Pedone
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2000; García 2004) y por la mayor o menor presión social que se ejerce sobre el inmigrante quien, al no lograr un proyecto migratorio exitoso, para evitar que se le considere un “fracasado” omite simplemente contar los elementos negativos de su experiencia: […] Los comentarios de quienes habían regresado de “vacaciones”» nos endulzaban con sus cuentos y anécdotas. Las preguntas eran unas tras otras. –“Es jodido”, decían- como ocultando algo más. –“Debes tener por lo menos cinco mil dólares para el viaje”– era otra respuesta y así hasta saciar nuestra curiosidad. Pero ninguno decía qué hay detrás de estas bonitas cosas, lo que hacía más clara la visión para quienes querían aventurarse en el tren de la felicidad (Matute Placencia 2004: 24).
Estos relatos de viaje positivos tienen entonces como efecto inmediato incentivar las salidas de quienes estaban atraídos por la migración y tenían algún familiar en el extranjero: […] Ya se bombardeaba la idea de que el hijo siga el mismo destino de sus padres, como le ocurrió a John, es por eso que al preguntar a mis compañeros de colegio por su vida profesional ya estaba todo calculado. “¿Por qué tenemos que seguir estudiando si en la Yoni (como lo llamaban los más salsas o avispados del grupo) se gana bien?” Eran las respuestas de los que esperaban ansiosos la culminación de sus estudios secundarios. […] Quizás ellos estaban convencidos de que ese camino era el adecuado, atraídos por la experiencia directa de sus familiares, parecía que el destino ya estaba marcado en su persona. Nunca llegué a preguntarles sobre los inconvenientes que tuvieron los suyos para conquistar este sueño (Matute Placencia 2004: 22-23).
Los inmigrantes crean, en definitiva, relatos de viaje que se van adaptando y modificando en función de sus interlocutores, ya sean familiares, amigos o conocidos que se encuentran en el país de origen o compatriotas que están en las mismas condiciones que ellos en el país de acogida. Matute ilustra este hecho con las diferentes versiones presentadas por uno de sus compañeros de clase sobre su experiencia en los Estados Unidos: Carlos Sarmiento en una de sus cartas nos comentaba que en los Estados Unidos la vida era diferente, las gringas son buenas, y éste es propicio para lucir ropa de marca. Nunca nos comentaba de lo que hacían sus padres en aquel país, nos hacía ver las cosas color de rosa, hasta que llegó de vacaciones y se sinceró con los panas de barrio, después de probar un buen zhumir, el licor de los cuencanos: […] “Se sufre y no me enseño..., pero allá está mi familia, ahora voy a llevar a mis dos hermanos ojalá se enseñen, la cosa no es tan fácil como parece” (Matute Placencia 2004: 24-25).
Numerosas entrevistas hechas a inmigrantes ecuatorianos confirman estas manipulaciones discursivas (García 2004) que a menudo resultan ser estrategias para restablecer una autoestima positiva de sí mismo, como lo sugiere Ramón9, inmigrante originario de Guayaquil, que entrevistamos en 2003: A nuestros familiares no les contamos por lo que hemos pasado, los sufrimientos que hemos vivido. No queremos hacer sufrir a los nuestros y tampoco nos gusta que nos tengan lástima, que se preocupen por nosotros. Nosotros sufrimos ya demasiadas humillaciones, entonces les decimos lo que ellos quieren oír: que la inmigración no es tan difícil, que la adaptación no cuesta tanto, que estamos bien, trabajando bien y ganando bien....También pasa que varias personas van allá, de vuelta al país, y mienten; entonces allá piensan que todas las personas que viven acá, vienen a estar detrás de un escritorio, sentadas solamente y a ganar un sueldo de 1500 o 2000 euros y en dos, tres o cuatro meses construir alguna mansión allá.
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Ramón es ecuatoriano y tiene 28 años. Cuando lo entrevistamos en 2003, estaba en España desde hacía cuatro meses. En Ecuador trabajó como vendedor y luego como agente de seguridad de un supermercado, de una tienda, etc. En Madrid limpiaba oficinas.
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Sin embargo, a diferencia de estos relatos, el de Matute se distingue por el paso a la escritura que fija un relato e impide las múltiples adaptaciones posibles de la oralidad. El relato de viaje, en este caso, es definitivo y es entonces cuando adquiere un carácter didáctico ya que pretende dirigirse a los potenciales emigrantes y evitarles el engaño de los falsos relatos. Así, el autor que afirma que “Alejarse con la esperanza de regresar para vivir feliz después, no se parece en nada a los cuentos de hadas, la realidad es distinta”, pretende establecer algunas “verdades” o, al menos matizar ciertas afirmaciones y visiones erróneas que en Ecuador circulan sobre la migración; objetivo que afirma con particular insistencia no sólo en su introducción sino también en una entrevista que le hicimos en el año 2005: Yo quería demostrar a la gente de allá que acá no es como cuentan, que acá no es todo lujo. Claro que el “primer mundo” es el “primer mundo” pero separarte de tu familia cuesta mucho, enfrentarte con nuevas costumbres, encontrarse en nuevas ciudades, convivir con los propios compatriotas, todas esas cosas cuestan. Son todas esas cosas que quería contar porque a mí me han pasado y yo quería contar la realidad porque allá lo que te cuentan son puras mentiras, te dicen que acá se gana bien, que la vida es fácil, etc. Pero no es así. Yo quería decir “¡Ya basta con tantas mentiras!”.
Al tratarse de un libro, el público es amplio e indefinido y existe una exigencia de veracidad, que el autor garantiza no sólo a través del relato de su propia experiencia sino también incluyendo en su narración las vivencias de los inmigrantes con los que va cruzándose a lo largo de su trayectoria migratoria. Encontramos efectivamente cantidades de diálogos-testimonios integrados en la narración que permiten a cada inmigrante identificarse con el libro: Este libro es un espejo para todos los inmigrantes. Yo creo que cualquier inmigrante sea o no sea ecuatoriano que ha leído el libro se va a ver reflejado porque alguna historia va a encajar con su historia como inmigrante. Yo creo que eso es lo que permite el libro.10
Pero si bien estos diálogos-testimonios retranscritos por el autor reflejan la diversidad de las experiencias migratorias, también revelan casi de forma unánime las desilusiones y frustraciones frente a una realidad en muchos casos violenta e inesperada. Anotaciones finales Matute representa una clase media de funcionarios para quienes la emigración no aparecía como una necesidad ni se había planteado nunca como proyecto de vida. Sin embargo, la profunda crisis socioeconómica que atraviesa Ecuador en los años noventa, lleva al autor –y a muchos de sus compatriotas– a percibir la emigración como única alternativa de futuro. Emprende entonces el viaje hacia España, nuevo país de destino para los emigrantes ecuatorianos, en donde descubre una realidad difícil de enfrentar para un extranjero que, además, carece de documentos en regla. Las Memorias de un emigrante pretende precisamente reconstruir retrospectivamente este recorrido-itinerario y, a la vez, poner en evidencia los cuestionamientos, las incertidumbres y las esperanzas de quienes salen de su país en forma inesperada, con el único propósito de mejorar sus condiciones de vida. Nuestro trabajo se centró ante todo en el análisis del relato de viaje que, como en cualquier relato migratorio, ocupa un espacio central. El relato de viaje se construye en la obra de Matute a partir de la confrontación entre las ficciones que circulan en los imaginarios colectivos de la sociedad ecuatoriana y la realidad que el autor descubre al llegar a España. Surge entonces una historia que podríamos calificar como "viaje del desencanto", marcada 10
Entrevista hecha al autor en 2005.
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por contradicciones y ambigüedades que dejan entrever experiencias dolorosas y fracasos repetidos. La experiencia en Lorca y en Madrid, que a la vez se entrecruza y entremezcla con la de sus compatriotas, refleja, en definitiva, la complejidad de la emigración ecuatoriana. Bibliografía -ACOSTA, A. (2003): “Ecuador: Oportunidades y amenazas económicas de la emigración”, Ponencia en el Congreso “Il Latinos alla scoperta dell’ Europa: Nuove migrazioni e spazi della cittadinanza”, Genova. -GARCÍA, P. (2004): “La migración de argentinos y ecuatorianos a España: representaciones sociales que condicionaron la migración”, en COZZANI, M. R., Migrations en Argentine II. Paris: Université Paris 8, pp. 193-210. -GARCÍA, P. (2005): “La inmigración: un nuevo reto para la Iglesia Católica”, en GONZÁLEZ MARTÍNEZ, E. (ed.), Anuario Americanista Europeo. Paris: Redial/CEISAL, Número monográfico: La migración transatlántica, núm. 3., pp. 225259.-GIL ARAÚJO, S. (2005): Documento de trabajo: Inmigración latinoamericana en España. Estado de la cuestión. Instituto Universitario de Estudios Norteamericanos/Universidad de Alcalá/International Florida University, Gloobalhoy núm. 5. -GÓMEZ CIRIANO, E. J. (1998): “La inmigración ecuatoriana en la Comunidad de Madrid”, en OFRIM, suplemento junio. -GÓMEZ CIRIANO, E. J. (2003): “Ecuatorianos en España: historia de una inmigración reciente”, en Ecuador Debate, núm. 54. -LEJEUNE, P. (1996): Pacte de l’autobiographie. Paris: Seuil. -MATUTE PLACENCIA, I. (2004): Memorias de un ‘emigrante’, con la colaboración de Ecuador, Tu Revista. -MERINO HERNANDO, M. A. (2002): Historia de los inmigrantes peruanos en España. Dinámica de exclusión e inclusión en una Europa globalizada. Madrid: Biblioteca de Historia de América, CSIC. -PEDONE, C. (2000): “Las representaciones sociales en torno a la migración ecuatoriana a España”, en Íconos, Revista de FLASCO-Sede Ecuador, núm. 14, pp. 56-66. -PEDONE, C. (2006): Estrategias migratorias y poder. Quito: Abya Yala. -RETIS, J. (2004): “La imagen del otro: inmigrantes latinoamericanos en la prensa nacional española”, en Sphera Pública, núm. 4. Universidad de Murcia, pp. 119-139. -RETIS, J. (2005): “Hijos de la ‘Madre Patria’: imágenes de los inmigrantes latinoamericanos en España”, en Migraciones e interculturalidad. Experiencias europeas y latinoamericanas. Polonia: Centro de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Varsovia, Varsovia, Polonia, pp. 31-58. -VÁSQUEZ, L. y SALTOS, G. N. (2003): Ecuador: su realidad. Ecuador: Fundación José Peralta.
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