El renacimiento logístico de Leonardo

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El genio de Vinci proyectó hace 500 años puentes, grúas y sistemas de transporte que se siguen utilizando

El renacimiento logístico de Leonardo Por: J.M. ABAD

Imagen del Tornillo Aéreo, una de las creaciones más conocidas del genio florentino y un paso más en su obsesión de crear un aparato volador.

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Leonardo se adelantó siglos a la tecnología de su época, y lo hizo en todas las disciplinas. No sólo es el conocido precursor de inventos, como el helicóptero o el paracaídas, también concibió el doble casco de los barcos, las escafandras de buzo y el primer cuentakilómetros del mundo.

P

arte de la creatividad de Leonardo puede deberse a una torpeza con los idiomas. En plena efervescencia del Renacimiento, con una Europa que se desperezaba de la Edad Media a golpe de clásico grecolatino, el joven Leonardo no destaca por su dominio ni del latín ni del griego. Mientras sus eruditos compañeros de estudios buscan respaldo a sus creencias en la lectura concienzuda de viejos volúmenes, el futuro genio sale a la calle y pregunta directamente a la naturaleza. "El ojo, que a menudo se llama el espejo del alma, es el principal sentido que puede apreciar de forma más completa y abundante la obra infinita de la naturaleza", dejará anotado en una de las miles de hojas que jamás verá publicadas en vida. Su interés por la naturaleza radica precisamente en que no echa a faltar nada en ninguna de sus manifestaciones. Él las llamará, significativamente, inventos.

Fascinación por las máquinas Hay quien ha pretendido quitarle mérito al genio de Vinci echando mano de un acontecimiento histórico. Leonardo nace en 1452, sólo un año antes de la caída de Constantinopla en

en Vinci y en Florencia, adonde llegará con su padre a la edad de ocho años. Algunos de sus esquemas más tempranos –cuando no es más que un joven aprendiz de pintor en el taller de Verrocchio– ya muestran en detalle disecciones de los mecanismos que componen las máquinas de su tiempo. La Italia de esa época, tan agitada en el terreno del arte y la política, no destaca sin embargo

Se anticipó tanto a su tiempo que habrá que esperar hasta el siglo XX para ver puesta en práctica la mayoría de sus intuiciones manos de los turcos, que provoca una diáspora de sus sabios por toda Europa. Es muy posible que entrase en contacto con alguno de ellos y que influyesen en su inventiva, pero sabemos que su fascinación por las máquinas ya había comenzado mucho antes, durante su infancia

por su innovación tecnológica. La mayoría de las máquinas de uso común eran conocidas ya desde la antigüedad remota: desde entonces las mismas norias de agua servían para mover las piedras de molienda del grano e idénticos tornillos de Arquímedes permitían elevar el

Mecanismo para batir alas (izquierda), sistema de compuertas con escotillas (arriba) y, sobre estas líneas, una barca con palas.

agua desde los pozos. Unas cuantas máquinas simples más completaban el torpe panorama tecnológico del momento. El plano inclinado era conocido desde hacía miles de años: gracias a él los egipcios habían elevado los enormes bloques para construir las pirámides, al igual que con la cuña –que no es más que el principio en el que se basa un hacha– ya había servido para separar fragmentos de piedra en las canteras hacia el 3.000 a. C. Por no hablar de la rueda o la polea, que se conocían en Mesopotamia aún antes, hacia el 5.000 a. C. Y, sin embargo, estas sencillas máquinas serán la base de todo el despliegue tecnológico del que Leonardo hará gala, junto a otros como los engranajes, la biela, la cadena, la cremallera o el diferencial.

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UNIR DOS CONTINENTES A TRAVÉS DE 240 METROS Uno de los capítulos más destacados de la originalidad creativa de Leonardo se refiere a la construcción de puentes. Sus diseños parecen responder a una misma cuestión: ¿cómo conseguir salvar la máxima distancia, con la estructura más resistente posible y el menor número de elementos de construcción? Las contingencias de la guerra convertían estas cuestiones en fundamentales.

Cortesía: Oficina de Turismo de Turquía.

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El puente sobre el Bósforo (imagen), que une Europa y

De ahí que invente un puente de construcción inmediata y para el que sólo se necesitan troncos y cuerdas. Como si de un manual para scouts se tratase, el genio de Vinci deja indicado que sólo es preciso atar los troncos con las cuerdas de una manera muy precisa y sirviéndose de curiosos trucos técnicos. Este pequeño puente fue, de hecho, uno de los que

Maqueta (foto superior) de un puente giratorio-levadizo y otro de construcción rápida diseñados por el genio de Vinci.

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Asia, fue proyectado por Leonardo hace 500 años.

incluyó en su dossier de presentación a Ludovico el Moro. Pero no sólo ése: el puente giratorio-levadizo, que él calificará de "ligero, aunque recio", también despertó la curiosidad del Señor de Milán. Se trata de un puente portátil que, con un solo vano, queda bien sujeto por medio de un gran mástil. Cuerdas y poleas lo mueve y se desliza fácilmente sobre unas ruedas y cojinetes. Leonardo no olvidó detalle, dotándolo incluso de un contrapeso para suavizar la maniobra de aterrizaje en la otra orilla. Estos pequeños puentes contrastan con uno de sus mayores proyectos, nunca realizado. Leonardo propuso a César Borgia establecer una ruta seca a través del Golfo de Estambul, enlazando por primera vez Europa con Asia. El Cuerno Dorado quedaría unido así con el Bósforo a través de un gigantesco puente de 240 metros de largo, 23 de ancho y un solo vano que alcanzaría los 40 m sobre el nivel del mar. Todo ello para gran burla de los ingenieros que acompañaban en expedición a la corte, que lo descartaron por sus enormes dimensiones. Sin embargo, la ingeniería moderna ha podido determinar que el proyecto era perfectamente factible.

Si bien los artesanos de tiempos de Leonardo conocían bien cómo reparar estas máquinas, no se planteaban mejorarlas o inventar otras nuevas. De aquí la importancia de este genio: se anticipará tanto a su tiempo que habrá que esperar hasta el siglo XX para ver puesta en práctica la mayoría de sus intuiciones. Gracias a su talento como dibujante, sus máquinas son todavía hoy perfectamente construibles. El arte de volar En 1482, cuando cuenta 30 años, abandona Florencia por Milán, enviado por Lorenzo de Medici para fundir la estatua ecuestre de Francesco Sforza. Escribe una carta a Ludovico el Moro –ofreciéndole sus servicios–, quien anticipa su llegada a la corte de Milán. En la carta Da Vinci asegura que puede trabajar tanto de ingeniero como de arquitecto, de escultor, pintor o dibujante. Finalmente, se queda en la corte como suonatore di lira, una de sus muchas profesiones. El gran humanista Giorgio Vasari nos cuenta que Leonardo era único tocando este instrumento, pues él mismo lo había fabricado con plata y en forma de cabeza de caballo. Pero su cometido como músico es sólo un pretexto para continuar con sus investigaciones en ingeniería. En esta época, está obsesionado por la posibilidad de construir una máquina voladora. De 1483 es probablemente uno de sus diseños más conocidos, el tornillo o hélice aérea, un antecedente del helicóptero. Si Arquímedes encontró útil el tornillo para elevar agua, ¿por qué no usarlo para impulsarse en el aire, que no dejaba de ser otro fluido? También de entonces data uno

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hace girar con presteza, (...) ascenderá hacia arriba", manifestaba ufano Leonardo. El tornillo mediría unos cinco metros, se construiría con juncos, lino y cuerda y habría de operarse por cuatro hombres a la vez. Difícilmente un artilugio así se levantaría nunca del suelo, pero sí habría sido posible elevarlo de contar con un motor con potencia suficiente. A pesar de la brillantez de la idea, no se jugará sus ilusiones a una sola carta. Insistirá con el estudio de la estructura de un ala, donde muestra detalles milimétricos de la de un murciélago. La estructura debía cubrirse con tejido. No de sus estudios más precisos de la naturaleza, el análisis de la estructura de un ala. Aquí se sirve una vez más de la observación y del aprovechamiento de las viejas máquinas para pergeñar un nuevo ingenio. "Creo que si esta hélice se fabrica bien, es decir, se hace con tela de lino cuyos poros hayan sido tapados con almidón, y si el aparato se

Así, intenta reproducir también un ala que pueda batirse y proyecta un aparato que la comprobaría. Pensaba que, si la persona que se prestase a comprobar su funcionamiento era capaz de bajar la palanca del extremo del ala a una velocidad suficiente, el ala empujaría hacia abajo el aire con fuerza para levantar la canasta y todo el peso del ingenio. El problema era que para que así fuera calculó que cada ala debía medir 12 m. Una vez más, el inconveniente de la fuerza motriz aguaba sus expectativas. Obsesión por volar Pero este revés no le desalienta y sigue perfec-

Perfeccionó la grúa giratoria y creó otras nuevas, que permitían extraer tierra para crear canales parece escapársele detalle: la hace de caña, un material hueco, a la manera de los huesos de los pájaros. Y es que este ala no es más que el arranque de toda una colección de ingenios que imitan a las aves, con mayor o menor fortuna.

cionando los diseños. Nos encontramos así con uno de sus ingenios más sofisticados: la nave voladora. Los asientos de los pasajeros se sitúan en una canastilla en forma de concha que aloja también los mecanismos: hélices y manivelas que controlan las dos amplias alas de murciélago. Un detalle interesante es que incluye una cola, con la misma función que la de un pájaro: de timón. Al comprobar, una vez más, que la fuerza motriz del hombre nunca sería suficiente para levantar los artilugios, Leonardo comienza a interesarse por el planeo. Esta vez ideará unas alas totalmente fijas excepto en sus extremos, que el navegante puede flexionar tirando de un cable. Y es que Da Vinci había comprobado, gracias a su extraordinaria capacidad de observación, que las aves movían más el extremo de sus alas que el resto y que así ganaban en estabilidad en el aire, más que en impulso. En este terreno, también ideó cometas batientes que recuerdan a las modernas alas delta.

Maqueta de una nave voladora basada en el movimiento de las aves.

Pero, ¿y si consiguiese amplificar la fuerza del hombre? ¿Lograría así impulsar los pesados mecanismos? Echa mano una vez más de una vieja máquina, la polea, y se adentra en el vuelo mecánico con una máquina voladora dotada de una sujeción vertical. El operario tenía que tirar con fuerza de dos estribos sujetos a las alas, que impulsaban a su vez la estructura con un sistema de cuerdas y poleas.

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Estos diseños alcanzarán su máximo esplendor en ingenios como el artilugio de alas batientes, con un sistema que combina hélices, correas y estribos de 1486, que había de impulsarse, en este caso, con los músculos de los muslos, más fuertes que los de los brazos. Como si previera las desastrosas consecuencias de montar en sus ingenios, quiso curarse en salud anticipándose también a los modernos paracaídas. Una estructura piramidal de siete metros de base cubierta de lino serviría, en su opinión, para que "cualquiera pueda saltar al vacío desde no importa qué altura, sin riesgo alguno...". Pero si ya le resultaba imposible poner a volar a un simple hombre, no se planteó siquiera la posibilidad de utilizar el aire para el transporte de mercancías... para eso estaba el medio protagonista de su tiempo: el agua. El dominio sobre el agua A pesar de poner el ojo en el cielo, el gran quebradero de cabeza para él fue sin duda el aprovechamiento del agua. No sólo como medio de transporte, imprescindible para el comercio de las ricas repúblicas italianas con todo el Mediterráneo, sino como fuente

LOS INVENTOS 'POLÍTICOS' Leonardo abominó de la guerra –a la que llamaba"la bestial locura"– en numerosas ocasiones. El genio de Vinci no destacaba sólo por su talento: llevaba una dieta totalmente vegetariana y no dudaba en comprar los animales enjaulados que encontrase en los mercados, con tal de liberarlos. Y a pesar de esta actitud pacifista, diseñó los antecesores de los misiles, pistolas con múltiples cañones, granadas, morteros e incluso un tanque. Sin embargo, se negó a dar a conocer un aparato de respiración subacuática porque temía que fuera usado con fines excesivamente destructivos. Hubo de postularse en numerosas ocasiones como ingeniero militar para conseguir trabajo en las belicosas cortes italianas y con esa atribución viajó durante un año con el ejército de César Borgia, donde conoció al otro gran florentino de su tiempo: Nicolás Maquiavelo, el autor de El Príncipe. Ambos planearon construir un canal para que el Río Arno desembocase en el mar. Así, conseguirían mejorar la distribución de los productos florentinos y cortar a la vez el suministro de agua potable a Pisa, gran enemiga, para convertirla en feudataria de Florencia al cobrarle por el servicio. Querían imitar de esta forma a la cosmopolita República de Venecia, que disfrutaba de un enclave privilegiado a medio camino entre la Europa Central y Estambul y de un codiciado comercio. de energía. Dedicó tiempo a estudiar el líquido elemento en todos sus estados: ingenió un aparato que medía la humedad, un cañón autopropulsado, norias de todo tipo y otra suerte de mecanismos impulsados por las corrientes. Y para el hombre concibió desde una escafandra hasta un traje de buzo –perfectamente inútiles, pues no tuvo en cuenta la presión del agua–, e incluso unas aletas para impulsarse bajo la superficie y una especie de raquetas de nieve... para caminar sobre las aguas. Como competente ingeniero y urbanista, preparó algunos proyectos para revitalizar Milán con nuevos canales. Unas vías que serían la envidia de los venecianos –grandes enemigos–, pues estarían dotadas con los más avanzados ingenios. Precisamente para el canal de Milán, Leonardo concibió un sistema de compuertas que mejoró radicalmente el antiguo. La idea era tan senci-

Sistema de doble casco para buques. Un invento de Leonardo que se emplea en la actualidad.

lla como efectiva: las compuertas estarían dotadas de una especie de escotilla o ventanilla sumergida en la parte inferior, que podría abrirse o cerrarse desde arriba. Así, abriéndolas y dejando pasar por ellas el agua, las compuertas ofrecerían menos resistencia y podrían manejarse con más facilidad. Pero también mejoró algunos mecanismos ya existentes, como los que permitían elevar o bajar las embarcaciones para sortear los diferentes niveles de los canales; los dotó de una es-

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Silueta de una draga de laguna, un ingenio destinado a extraer desde arena hasta suciedad.

fuerza que la que le proporcionaban los remos, perfeccionó la forma de los cascos y les añadió palas, que se accionarían por medio de un cabestrante. Incorporó, incluso, un mecanismo que impedía que éstas girasen en sentido contrario. También pensó en dotar al casco de dos ruedas de palas a babor y estribor, dándole una apariencia similar a la de los futuros barcos de vapor. Calculó que sería posible hacerlas girar a 50 rev/min, con lo que el barco avanzaría nada menos que a 80 km/h.

cotilla que podía manejarse desde la margen, para mayor comodidad. Antes de su estancia en Milán, ya había previsto un ingenio para convertir en canales algunos ríos con caudal inestable, por medio de unas compuertas que, a modo de guillotina, dominarían el caudal del río hasta

Logros armamentísticos aparte, como su nave de asalto con protección para los remeros, un hallazgo destacado es el invento del doble casco. En aquellos tiempos se temía el fácil hundimiento de la nave por un ataque enemigo; pero el ingenio sirvió siglos más tarde para dotar a

De izquierda a derecha, detalle de una

los grandes petroleros de un sistema que previniese los desafortunados derrames de crudo. Otros ingenios, no por más sencillos resultan menos útiles. Es el caso de un flotador para depositar material de construcción, por ejemplo, en ríos tranquilos y poco profundos, muy útil para construir pilares de puentes.

draga de mar, ala batiente y barca con ruedas de palas.

hacerlo navegable. Por no hablar de sus ingenios para mantener limpios los canales y puertos, cuyo dragado había de realizarse a mano hasta entonces. Encontramos así la dragas para lagunas y para puertos, incluso para mar abierto. Buscó también nuevas formas de navegación. Con el objetivo de impulsar las naves con más

Con los pies en el suelo El genio se ocupó también de mejorar el transporte por tierra, limitado a los carros de tracción animal. Es conocido su velocípedo, casi

una reproducción exacta de una bicicleta actual. Los numerosos bocetos dedicados al diseño de vehículos terrestres, esparcidos por doquier en sus códices, reflejan su interés en la locomoción. Encontramos así un vehículo autopropulsado, que no deja de ser el esquema básico de un coche actual, eso sí, con tracción a las tres ruedas. Ideó también una carretilla con una singular tracción en la que la fuerza se transmite a sólo una de las ruedas. La capacidad de transporte de las grúas le fascinó toda la vida. Perfeccionó la grúa giratoria, conocida desde antiguo, y creó otras nuevas, que permitían extraer tierra para construir canales. Incluso encontramos en sus notas un ancestro de las modernas retroexcavadoras, una máquina para cavar zanjas. Y aunque nunca

consiguió poner en marcha ningún medio de locomoción terrestre, pareció anticiparse a la necesidad de medir los recorridos con precisión. Inventó así el odómetro, una suerte de cuentakilómetros con la ingenua apariencia de un juguete infantil. 3

Fotos: cortesía del Museo Nazionale della Scienza e della Tecnologia Leonardo da Vinci de Milán.

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