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HANS URS VON BALTHASAR
EL SACERDOTE EN EL NUEVO TESTAMENTO Un complemento El sacerdocio ministerial sigue siendo objeto de la investigación teológica. Ésta ha acabado por retrotraer su origen y fundamentación del tiempo post -apostólico al apostólico. El criterio de legitimidad para la reflexión y formulación post-apostólica y eclesial no puede ser otro que la época apostólica y sus implicaciones. En este contexto el autor centra su reflexión en la imagen bíblica del pastor que, aunque no agota la compleja realidad del sacerdocio, sí ayuda a situarla en su auténtica perspectiva: la vocación al compromiso existencial por la comunidad, único fundamento y razón de ser de la «potestas». Der Priester im Neuen Testament. Eine Ergänzung, Geist und Leben, 43 (1970) 39-45 El NT en su totalidad, y especialmente la carta a los hebreos, rechaza una continuidad entre el sacerdocio aarónico del AT y los ministerios neotestamentarios. Jesús, considerado a partir del AT, no fue ningún sacerdote (Hb 7, 11 ss). Su acción sacerdotal -el autoofrecimiento de la cruz- supera al orden antiguo, que como totalidad era sólo una sombra del nuevo. Ahora bien, todo el nuevo pueblo de Dios está marcado por el carácter peculiar del sacerdocio de Cristo (1P 2,5-9), por el ser de Cristo, del mismo modo que la cabeza determina al cuerpo. Sin embargo, el sacerdocio de Cristo determina el nuevo pueblo de Dios en un sentido necesariamente distinto del sentido sacerdotal que confería la alianza al pueblo de Israel (Ex 19,6). Si esto es realmente así y el cristiano es insertado verdaderamente por el bautismo en el misterio sacerdotal de la cruz y resurrección de Cristo, entonces no puede resultar nada fácil fundamentar un sacerdocio neotestamentario que se distinga del sacerdocio universal de los fieles y que, a pesar de ello, se encuentre en necesaria conexión con él. Este modo de proceder, aunque se intente repetidamente, parece que no puede llegar más que a una "diakonía", a un "carisma" entre otros, administrado por el "presidente de la comunidad", que ésta le adjudica según su aptitud y que puede serle retirado de nuevo. Pero el NT no acentúa ninguna línea que vaya del sacerdocio universal de los creyentes al sacerdocio ministerial. Aun allí donde Pablo utiliza términos sacerdotales para poner su propio servicio apostólico en conexión con el sacrificio de Cristo -que esencialmente es entrega propia- (Rm 15,16; 1,9; Flp 2,17; 2 Tm 4,6) el objeto de este culto o servicio es o la oblación de los gentiles o el anuncio del evangelio o la propia entrega por la fe de la comunidad. Aquí, la desemejanza con el culto veterotestamentario o pagano es mayor que la semejanza.
EL PASTOR EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Sería mejor seguir la indicación que nos hace el NT cuando traza la línea que va del AT a Cristo y de éste a sus representantes": "apacienta mis ovejas". Es decir: la línea del "pastor", de su acción y de su ser. La imagen del pastor es muy corriente en los antiguos pueblos orientales - incluido Israel (Is 44,28; 56,11; Jr 2,8; 10,21; 25,34ss; Mi 5,4...)- para representar cualquier tipo de guía o dirección. En nuestro contexto la imagen adquiere realmente significado cuando
HANS URS VON BALTHASAR Dios mismo se apropia la función de pastor, cosa que acontece cuando juzga a los falsos y descuidados "reyes-pastores" que olvidan sus obligaciones. "Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré" (Ez 34,11), pues aquellos lo "habían dispersado un día de nubes y brumas". "Yo mismo apacentaré mis ovejas..." (Ez 34,11 en continuidad con Jr 23,1-3). Esta promesa se complementa con esta otra: "Suscitaré (Yahvé) sobre ello s ("los restos de mi rebaño") pastores que los apacienten y ya no habrán de temer más ni angustiarse ni afligirse -oráculo de Yahvé. He aquí que vienen días -oráculo de Yahvé- en que yo suscitaré a David un vástago justo y reinará como rey prudentemente y hará derecho y justicia en la tierra" (Jr 23,4ss; cfr. Jr 3,15; 35,15; Ez 24,23). Sobre rebaños mayores se pondrán, necesariamente, mayorales (Gn 47, 6). Pero esto sólo ocurrirá cuando Dios mismo se haya mostrado como el verdadero pastor de sus rebaños (Gn 48,15; Sal 80,2; 95,7). Como pastor se le atribuyen tres propiedades: es el propietario de los rebaños y los conoce (Ez 20, 37) ; clasifica y recuenta sus rebaños haciéndolos pasar bajo su cayado (Ez 20,37; 34, 12), "juzgará" entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos (Ez 34, 17), verá cuando una está demasiado gorda y otra demasiado flaca (Ez 34,20) ; finalmente, se preocupará personalmente de sus ovejas (Is 40,11): "el Señor es mi pastor, nada me falta.. . " (Sal 23). Todos estos rasgos y características son los que corresponden a la comprensión normal de lo que es un pastor (cfr además Gn 33, 13; 1S 17,34 s; Gn 31-39; Ez 22,12; Am 3,12; Jn 17,12). Dios es el verdadero pastor de su pueblo, cosa que se muestra tanto cuando quita los rebaños a los malos pastores, como cuando los pastores son "según su corazón". Yahvé llama al pastor Moisés para ser pastor de su pueblo cuando se encuentra apacentando sus rebaños; y éste es también el destino de David. Los dos grandes representantes de Dios ante el pueblo encuentran la prefiguración de su misión en su propio oficio de pastores. Pero ambos han de pagar bien caro su servicio: su vida es una cadena constante de sufrimientos, sus faltas son tenidas en cuenta muy estrictamente (Moisés no ve la tierra prome tida; el hijo de Betsabé muere), padecen emboscadas, rebeliones, traiciones dentro de su propia casa (Mirján y Aarón; Alsalón y Adonías), se convierten cada vez más (sobre todo el Moisés del deuteronomio, que ya está bajo influencia profética en "los que padecen por el pueblo". Este papel lo siguen desempeñando los profetas: se les confía la palabra de Dios, pero de tal modo que tienen que padecer en su propio cuerpo la repulsa del pueblo a esa palabra. O dicho más exactamente: tienen que representar cómo actúa ese rechazo de Dios. El que Dios "quiera herir al pastor" (Za 13,7) es una realidad desde que existe mediación en el AT. Esta función de representar en su propia existencia el sentir y el comportamiento de Dios surge ya en Oseas, sigue en jeremías y Ezequiel y culmina en la figura vicaria del "siervo de Dios" maltratado y destrozado.
JESÚS, EL PASTOR Jesús se encuentra exactamente en el punto escatológico donde se cruzan ambas líneas: Dios mismo que asume el oficio de pastor y Dios que presenta su corazón de pastor en Jesús, figura culminante de los que padecen vicariamente. Donde estaba Moisés está ahora Jesús definitivamente (Hb 3,1-6). Donde reinaba David reina ahora el que siendo su hijo es mayor que él (Mc 12,37). Jesús, antes de designarse a sí mismo como pastor,
HANS URS VON BALTHASAR muestra sus sentimientos de pastor: "y al ver a la muchedumbre sintió compasión de ella porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor" (Mt 9,36 par). Es bien conocido que las parábolas propias de Lucas tienen un carácter marcadamente cristológico: Jesús muestra al pastor (al pastor-Dios veterotestamentario ) en el trabajo, en la búsqueda de la oveja perdida, en la alegría del hallazgo; al mismo tiempo desvela el corazón del Padre y el suyo propio. En Jesús se cumplen las palabras sobre el pastor herido, transcendiendo el sentido de Za 13 y en la dirección de Is 53 (Mc 14,27 par). Juan recoge en sus imágenes la comprensión veterotestamentaria y le da un enfoque cristológico: sólo Jesús puede sintetizar todas las propiedades del pastor divino con la posibilidad de dar -como pastor humano- la vida por sus ovejas con una voluntariedad que incluye no sólo el poder de morir por ellas, sino el de incorporarles su propia vida al morir. Dicho con otras palabras: hacer de su muerte una manifestación de su vida y amor sin límites. Aquí todo es completamente personal: el conocimiento y reconocimiento mutuo entre pastor y ovejas (Jn 10,3.4.5.14), el llamar por el nombre, la conducción a los prados... Y si Lucas aplica a Jesús la imagen de Is 41,11 (la oveja sobre los hombros del pastor), Juan destaca -en 1,29.36 y Ap 5,6.9.12; 13,8- la de Is 53,7 (el siervo llevado al degolladero como un cordero). La unidad entre el pastor que se desangra y el cordero degollado está presente en el NT desde el comienzo, puesto que Is 53 se convierte enseguida (ya prepaulinamente) en la luz central que ilumina la pasión de Jesús. Además ya que Jn 15,13 ("nadie tiene mayor amor que...") determina la forma de la vocación definitiva de Pedro (Jn 21, 15-19), para poder apacentar "mis ovejas" Pedro tiene que testimoniar su amor "mayor" al Señor y es entonces cuando puede recibir la promesa de que será pastor de la única manera verdadera según el NT: dando su vida (como crucificado) por sus ovejas. Resumamos lo dicho antes de hacer el tránsito de Jesús a la Iglesia. 1. En el AT se encuentran pastor y rebaño como dos realidades distintas y contrapuestas, hecho que excluye toda identificación, pero que implica una correlación recíproca. Israel puede ser denominado pueblo sacerdotal, pero carecería de sentido llamarlo "pueblo pastoral". Del mismo modo, no podemos asignarle a Dios, el pastor de Israel, el título "sacerdote". La imagen "pastor-rebaño" está dominada por la oposición y la reciprocidad. 2. La imagen tiene preferentemente un contenido ético-existencial (solicitud, responsabilidad, compromiso) que no es extraño a su precomprensión mundana, pero que se acentúa en su uso religioso. Este contenido adquiere una seriedad cada vez mayor a medida que Dios va hacie ndo del responsable humano el "pastor herido para manifestar así su propia actitud. Pero sólo en el punto culminante de Jesús, donde confluyen la línea "Dios-pastor" y la línea "hombre herido y sacrificado vicariamentepastor", llega inesperadamente a su plenitud (más por superación que por "asunción") la línea del sacerdocio sacrificial-cúltico veterotestamentario.
LOS PASTORES EN LA IGLESIA Ya a partir de aquí vemos tanto las dificultades como las posibilidades de una prolongación de esta imagen de Jesús a la Iglesia. Pero antes de sopesarlas, constatemos neutralmente: la imagen del pastor es la imagen que nos ha de guiar para discernir
HANS URS VON BALTHASAR aquello que puede y tiene que ser llamado "sacerdocio eclesial" en el NT, y esto aun en pasajes donde la terminología no lo indique inmediatamente. Jesús llamó a los suyos "pequeño rebaño" (Lc 12,32) y la Iglesia misma se autocomprendió como rebaño de Cristo (1P 5,2-3; Hch 29,28-29; 1Co 9,7); Cristo es el "Mayoral" (1P 5,4). Es cierto que los "inspectores" o "presidentes" instituidos por él reciben sólo ocasionalmente el nombre de "pastor" (Ef 4,11); sin embargo, las cualidades fundamentales que les deben adornar son las que el AT y el evangelio esperan del pastor: sobre todo, el compromiso penoso (kopiòntas, 1Ts 5,12) que puede a veces acabar en la entrega de la vida (Hb 13,7), pero que puede ser también (en el sentido de 1 Jn 3,16) el compromiso total y desinteresado al servicio de los hermanos, tal como aparece sobre todo en la autocomprensión de Pablo. Precisamente Pablo nunca pretende presentarse como un exponente del "sacerdocio universal" de la comunidad, sino que es plenamente consciente de su realidad "pastoral" contrapuesta -y en este sentido opuesta- a la realidad de la comunidad. Esta realidad pastoral es la que le hace ser de un modo único "padre" (1 Co 4,15), "madre" (Ga 4,19), "nodriza" (1Ts 2,7) y la que le hace sufrir vicariamente (1 Co 4,10ss; 2Co 4,10ss) y así es "cooperador" de Dios (1Co 3,9; 2Co 6,1). Pero todo esto sirviendo, por encargo, como mensajero de Cristo, en lugar de éste (2 Co 4,5; 5, 20). La distancia respecto al Señor se mantiene siempre, aun en la crucifixión del apóstol (Ga 2,19; 1Co 1,13). Pero la distancia del servicio no impide que el compromiso pastoral sea radical y que exija toda la exis tencia; por eso precisamente puede exigir la obediencia y la docilidad de los creyentes (Hb 13,17).
CONSECUENCIAS TEOLÓGICAS Por esto el camino a seguir no puede partir de la "potestas" (óntica) para acabar en la exigencia ética y existencial, sino que, de la totalidad de ésta respecto a la comunidad, desembocará en la pretensión de ser lo que es. Esto es claro en la despedida de los presbíteros en Mileto: la exigencia de compromiso total de Pablo pasa ahora a sus sucesores; no ha cesado de ocuparse de ellos con lágrimas durante tres años, les ha mostrado un total desinterés en su propia vida, les ha enseñado cómo socorrer a los débiles (Hch 20,31-35). Lo mismo viene a decir "Pedro" en 1P 5,1 ss, aunque aquí se destaque más la continuidad del ministerio pastoral entre apóstol y sucesores al designarse el autor "anciano como ellos". Que la "grey de Dios" encomendada sea apacentada depende de la "autodonación" cristológica (Jn 10, 18), del desinterés personal y de la renuncia a toda aplicación de poder. Los pastores deben ser typos, modelo del rebaño, en otros tres puntos. "Pedro" habla como "testigo" de los sufrimientos de Cristo y partícipe de su gloria venidera. Los relatos de vocaciones en AT y NT constituyen una prueba indiscutible de la diferencia cualitativa entre la elección o vocación -en contraposición con el rebaño- y el "ser llamado" a la Iglesia común a todos los creyentes. Por el contrario, los que, siguiendo el camino inverso, parten del ministerio (óntico-funcional) y acaban en el ethos ministerial, difícilmente superarán una mentalidad de funcionario, incapaz de alcanzar la profundidad del compromiso personal y su definitividad (para toda la vida), sobre todo en esta época de funcionalismo. Pero la validez objetiva-suprapersonal de la acción ministerial eclesial debe ser garantizada no por el compromiso existencial sino por la radicalidad de la "abnegación"
HANS URS VON BALTHASAR (Enteignung) personal. De nuevo, el modelo es aquí el cristológico: "Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo a Él, y doy mi vida por las ovejas" (Jn 10,14s). Jesús conoce, juzga y salva a los suyos con total absolutez porque su persona es absoluta obediencia y total "existir fuera de sí" (Enteignung) ante el Padre; y por esto los suyos le conocen y confían en él total y absolutamente. Su entrega (o la acción definitiva del Padre a través de su entrega) es la razón de su poder para enviar a los elegidos (cualitativamente), del mismo modo que él fue enviado (Jn 20,21). Así la palabra de los apóstoles puede poseer la fuerza interior de la palabra divina (1Ts 2,13), su juicio puede atar y desatar en él cielo y, en consecuencia, les compete el eucarístico "haced esto en memoria mía". La imagen del pastor no es más que una imagen; la cosa significada es mayor que cualquier imagen. Pero es una imagen central en la biblia y posee una intensa fuerza expresiva. Expresa al mismo tiempo lo ministerial (la contraposición al rebaño) y lo personal (solicitud y responsabilidad); distancia y vinculación. Y lo expresa apoyándose en una realidad mundana e insistiendo en el recto modo de realizarla (contraponiéndolo al modo de actuar de los malos pastores). Cristo, el buen pastor, es el modelo originario para la Iglesia. Y esta realidad crística no podemos volatilizarla recurriendo al hecho de que todos los carismas personales cristianos proceden de Dios (Rm 13, 3), es decir apelando a la inmediatez de Dios y, de este modo, a la libertad de cada cristiano. La tensión entre ambas afirmaciones es sólo aparente; la mediación trinitaria del Hijo al Padre, mediación a la inmediatez, muestra cómo se disuelve esta tensión y cómo se hace fructífera.
Tradujo y condensó: ANTONIO CAPARRÓS