el sentido y significado del arte popular actual a sus valores de entretenimiento? *

¿s Denken Pensée Thought Mysl..., Criterios, La Habana, nº 54, 15 enero 2014 e reduce el sentido y significado del arte popular actual a sus valores

2 downloads 69 Views 60KB Size

Story Transcript

¿s

Denken Pensée Thought Mysl..., Criterios, La Habana, nº 54, 15 enero 2014

e reduce el sentido y significado del arte popular actual a sus valores de entretenimiento?* Bohdan Dziemidok

No por casualidad empleo el concepto de «arte popular», y no el de «cultura popular» o «cultura masiva». Me sirvo del concepto de arte, y no del de cultura, puesto que en esta conferencia no me interesa toda la cultura popular, sino solamente aquellos fenómenos suyos que aspiran a ser llamados artísticos y con bastante frecuencia merecen el nombre de arte. Los fenómenos extraartísticos de la cultura popular no serán objeto de mis reflexiones. Tampoco por casualidad empleo el adjetivo «popular», y no «masivo», puesto que la palabra «popular» tiene connotaciones más positivas que «masivo», como con razón subraya Richard Shusterman.1 Desde mediados del siglo XX se intensificó la crítica de toda la cultura popular, a la que se acusaba, entre otras cosas, de vulgaridad, irreflexividad, rasgos kitsch, carácter estereotipado, imitatividad, falta de creatividad y de auténticos valores, inclinaciones manipulatorias, carácter comercial, halago de los gustos bajos y formación de los mismos, desmoralización de sus receptores, desvío de la atención de éstos de los problemas reales de la vida social, carácter narcótico, y así sucesivamente. Todos esos efectos negativos los logra el arte popular gracias a que «está ligado al entreteni1

R. R. Shusterman, Estetyka pragmatyczna. Zywe piekno a refleksja nad sztuka, Wroclaw, 1998, p. 213. * «Czy sens i znaczenie wspólczesnej sztuki popularnej sprowadza sie do jej wartosci rozrywkowych?», Estetyka i Krytyka, nº 20 (1/2011).

896 Bohdan Dziemidok

miento, a la creación de formas de un arte que sirve a la diversión», y su función más importante tiene un carácter hedonista. En relación con esto, sus receptores son personas que «buscan en el arte placer, satisfacción directa de la necesidad de sensaciones, una fuente de satisfacción».2 Esta caracterización negativa del arte popular enunciada al criticar la cultura masiva, fue realizada por destacados teóricos de la cultura y del arte (filósofos, historiadores, investigadores literarios y sociólogos), tales como T. Adorno, P. Bourdieu, H. Bloom, C. Greenberg, D. Macdonald y otros. Hasta los críticos del arte popular reconocen que el mismo tiene valores de entretenimiento, pero, erróneamente, en mi opinión, tratan de reducir su importancia a la que tiene como entretenimiento, al tiempo que tratan a éste con desdén. Desde luego, no toda obra de entretenimiento alcanza el estatus de obra de arte. Pero el arte no se compone sólo de obras maestras; al arte pertenecen también obras buenas, e incluso mediocres; por lo demás, así es en todas las esferas de la actividad cultural del hombre, por ejemplo, en la ciencia. La ciencia es creada no sólo por los Aristóteles, Copérnicos, Darwines, Einsteins y laureados con el Nobel, sino también por una clase media de científicos anónimos. Es igual en el arte popular, que, por lo demás, tal como el arte elitario, no se compone exclusivamente de obras muy buenas. Pero el entretenimiento no debe ser menospreciado, a menos que sea entretenimiento primitivo, vulgar, o pretencioso y kitsch. En nuestros días el entretenimiento y la diversión son importantes por lo menos por dos razones. En primer lugar, vivimos en una «civilización del tiempo libre» y no es indiferente ni para nosotros mismos, ni para las otras personas con las que tenemos trato, cómo lo pasamos. Pero, en segundo lugar, lo que es probablemente más importante, vivimos en tiempos de una competencia continua, que exige de nosotros un trabajo intensivo que nos agota. Vivimos también en tiempos de amenazas de diverso género —civilizacionales, climático-geográficas e incluso biológicas—, que pueden ser fuente de nuestras frustraciones y tensiones, las cuales exigen una descarga. En esta situación el entretenimiento como tal no debe ser pasado por alto deliberadamente o menospreciado por los teóricos y críticos del arte y los investigadores de la vida humana (individual y social). Pues incluso si el arte popu2

Cf. lo que sobre este tema escribe, entre otros, Antonina Kloskowska en el capítulo «Kultura» del tomo I de la Encyklopedia Kultury Polskiej XX wieku, Wroclaw, 1991, pp. 43-44 y 48.

¿Se reduce el sentido y significado... 897

lar tuviera exclusivamente valores de entretenimiento, no merecería ser desdeñado. Pero considero que el arte popular tiene no sólo valores de entretenimiento. El hecho de que el arte popular satisface las necesidades estéticas de muchos receptores es difícil de cuestionar. Una polémica concreta, sistemática y convincente con la negación global del arte popular ha sido llevada a cabo precisamente por Richard Shusterman, quien rechaza tanto la concepción elitista del arte popular como la populista. Percibiendo las debilidades reales del arte popular, defiende con eficacia su estatus artístico y sus auténticos valores estéticos. «El motivo más importante y más actual de la defensa del arte popular — escribe Shusterman— es que éste nos suministra (incluso a los intelectuales) demasiada satisfacción estética para que pudiéramos aceptar su condena completa, considerándolo como algo bajo, deshumanizante, carente de validez estética».3 Shusterman observa con razón que la estética elitista académica no ha sido capaz de sacar conclusiones de las anteriores valoraciones precipitadas y erróneas de las posibilidades artísticas de dominios del arte popular tales como la fotografía o el jazz. Tiene razón ante todo porque la reflexión científica no debe hacer caso omiso de los hechos. Es un hecho indudable que el arte popular desempeña un papel cada vez mayor en la vida de las sociedades contemporáneas (no sólo de los medios no instruidos, sino también de una parte de la intelectualidad), y ello (a causa de los procesos de globalización) en el mundo entero. El reproche de la mercantilización del arte popular es fundamentado, pero no lo concierne sólo a él. La mercantilización se presenta no sólo en la esfera del arte popular, sino también en la del alto arte, e incluso en la del arte de vanguardia. Porque la mercantilización del arte deviene un fenómeno universal. Pero ese proceso no significa lo mismo que un triunfo del kitsch y la chapucería artística. La crítica consistente en la contraposición de las obras maestras del alto arte a las obras chapuceras del arte popular es tendenciosa e injusta. El kitsch y las obras mediocres desde el punto de vista artístico se presentan también entre las obras que aspiran a ser alto arte. La frontera entre el arte popular y el alto arte es vaga. La historia del arte suministra muchos ejemplos de ennoblecimiento de dominios o corrientes enteras del arte (por ejemplo, el cine, la fotografía, la novela, el jazz) o de géneros (la novela y el filme policial, el western o el musical). 3

R. Shusterman, Estetyka pragmatyczna, ed. cit., p. 214.

898 Bohdan Dziemidok

La estética no puede hacer caso omiso de la producción artística, cuasi-artística o pseudoartística de la cultura masiva actual, porque ella satisface necesidades estéticas de millones de espectadores. Los valores y necesidades estéticos son, en mi opinión, no sólo universales, sino, como con razón observó Ossowski, igualitarios, y nadie puede negarles a las personas el derecho a satisfacer esas necesidades incluso cuando eso tiene lugar exclusivamente al nivel del kitsch. Shusterman tiene, sin duda, razón, al considerar que, a diferencia del arte, «lo bello —cualquier cosa que sea— le habla con tanta fuerza al género humano, que constituye su propia fundamentación y no necesita defensores».4 El arte popular, entre otras cosas, satisface las necesidades estéticas de mucha gente, porque el alto arte (en particular la vanguardia) dejó de satisfacerlas o las satisface en una medida considerablemente menor que hasta ahora, y esas necesidades no dejaron de existir. Pero ¿son los valores estéticos los únicos valores esenciales del alto arte tradicional, propios también del arte popular? El examen de todas las funciones del arte popular en una sola conferencia, evidentemente, no es posible. Me concentraré, pues, en una breve caracterización de tres funciones y valores atribuidos con la mayor frecuencia al arte, muy importantes desde el punto de vista social. Me refiero a las funciones y valores cognoscitivos, morales y de costumbres, y compensatorio-catárticos. ¿Puede tener el arte popular valores cognoscitivos y en qué consiste su especificidad? La respuesta a esa pregunta no es posible sin examinar las dos cuestiones siguientes: (1) ¿Enriquece el arte popular de una manera auténtica nuestros conocimientos sobre el mundo y la vida humana? ¿Serían sin él más pobres nuestros conocimientos sobre al menos ciertos fenómenos de la realidad? (2) ¿En qué consiste la especificidad de la función cognoscitiva del arte popular en relación con el saber que debemos a la ciencia y a los medios de difusión masiva? Shusterman, defendiendo el arte popular, dedica todo el capítulo 7 de su libro al «bello arte de rapear». Yo, en cambio, me remitiré al cine (en particular, a la obra de Woody Allen), a la novela policial y las canciones. 4

Ibídem, p. 175.

¿Se reduce el sentido y significado... 899

Para evitar incomprensiones hay que aclarar que tanto el concepto de «arte popular» como el concepto de «conocimiento» serán utilizados por mí en sentido lato. En el lenguaje corriente el concepto de «arte» se reduce con frecuencia a las artes plásticas. En mis reflexiones sobre el arte popular me referiré ante todo al cine, la literatura y la música popular, en particular las canciones.

* * * Asimismo, no reduzco el concepto de «conocimiento» al tipo de conocimiento que está marcado por la aspiración a descubrir regularidades universales, y expresa los resultados de sus indagaciones en conceptos abstractos, teorías generales y fórmulas exactas. Por «conocimiento» entenderé el proceso de distinguir en el mundo que nos rodea estímulos heterogéneos, así como de analizarlos y valorarlos, lo que, en resumidas cuentas, no sólo conduce al enriquecimiento de nuestra experiencia y saber sobre el mundo, sino que también ayuda a comportarse convenientemente y adaptarse a las condiciones que han surgido. Aristóteles definió el deleite estético como la alegría de conocer. No parece, es verdad, que ésa sea una caracterización plena y multilateral de una vivencia tan compleja y sutil como la satisfacción estética, pero hay que darle la razón al Estagirita en que la satisfacción cognoscitiva es un elemento importante de la vivencia estética, y uno de los principales valores del arte es su valor cognoscitivo. La obra de arte puede contener informaciones sobre épocas pasadas, generaciones humanas y culturas ya no existentes, valiosas desde el punto de vista cognoscitivo no sólo para el lector o espectador promedio, sino incluso para el científico. La Ilíada y la Odisea, por ejemplo, son para los investigadores de diferentes especialidades una fuente inagotable de datos sobre el régimen estatal, las relaciones económicas y sociales, la navegación, el comercio, la cultura material, las creencias y costumbres de la sociedad antigua. También para los científicos La comedia humana de Balzac fue una fuente de conocimientos sobre la época de la Restauración en Francia. No es difícil notar que remitirse a la obra de Homero y Balzac no es una fundamentación suficientemente fuerte de la opinión de que el arte siempre tiene valores cognoscitivos. Las obras de Homero contienen informaciones sobre un pasado para nosotros muy lejano o bastante distante. Surgieron, como ya he dicho, cuando la ciencia no existía en absoluto, o cuando las

900 Bohdan Dziemidok

ciencias sociales (como en el caso de Balzac) se hallaban tan sólo en el estadio inicial de su desarrollo. En esta situación pueden surgir dudas fundamentales: (1) ¿Constituye el suministro de informaciones concernientes a diferentes aspectos de la vida social la esencia de la función cognoscitiva del arte? (2) ¿También el arte popular actual, acusado de superficialidad, inclinaciones hedonistas, poseedor de competidores tan poderosos en los dominios de la actividad informativa y cognoscitiva como la ciencia y los medios masivos de difusión, tiene, además, valores cognoscitivos? Y es que se puede decir que la obra de Homero es una valiosa fuente de informaciones sobre sus tiempos por necesidad, sobre la base de que «donde no hay peces, hasta el cangrejo es pez», porque en ese entonces no había ni ciencia, ni prensa. En los tiempos de Balzac, en cambio, las ciencias sociales apenas estaban naciendo. Pero desde esos tiempos muchas cosas han cambiado y se puede suponer que en el siglo XXI, ante el extraordinario desarrollo de las investigaciones científicas y de los medios masivos de información, la función cognoscitiva del arte es mínima o incluso nula. Más fundamentada es la primera duda. Porque la obra de arte realmente no tiene que suministrar informaciones cabales y detalladas, ni mucho menos informaciones especializadas para los economistas, historiadores y etnólogos. Las novelas y filmes históricos no deben ser tratados como una fuente auténtica de informaciones sobre los hechos y personajes históricos incluso cuando son de la autoría de creadores destacados, tales como, por ejemplo, Henryk Sienkiewicz o Nicolás Gógol. Ni A sangre y fuego, ni Taras Bulba son una fuente plenamente fidedigna de conocimientos sobre las relaciones polaco-ucranianas del período que se describe. En A sangre y fuego pululan los estereotipos nacionales positivos y negativos. No sin razón los ucranianos le reprochan a Sienkiewicz tanto la glorificación de los caballeros polacos y de Jeremi Wiœniowiecki, como también la imagen demasiado negativa de los cosacos. Pero también tiene razón Jerzy Tazbir, quien considera que, en comparación con la imagen de la nobleza polaca dibujada por Gógol, los cosacos de Sienkiewicz son casi ángeles.5 Ni 5

J. Tazbir, W pogoni za Europa, Varsovia, 1998, pp. 248 y 125.

¿Se reduce el sentido y significado... 901

Sienkiewicz ni Gógol fueron historiadores, sino escritores. A Sienkiewicz lo que le interesaba era más bien confortar los corazones de sus compatriotas y propagar el patriotismo y reforzar la identidad nacional de los polacos en cautiverio. En la formación de la identidad nacional desempeñó un papel enorme la literatura de todas las naciones (por ejemplo, la obra de Alejandro Dumas, Walter Scott o León Tolstoi). Estos y otros eminentes escritores no lograron evitar las imágenes estereotipadas de los pueblos vecinos o de las minorías nacionales y religiosas. La perpetuación de la imagen negativa de los polacos por Dostoievski es un asunto conocido. Pero no todos los admiradores de escritores tan destacados como Tolstoi y Bulgákov se dan cuenta de que los héroes negativos en sus obras son exclusivamente extranjeros. Eso concierne no sólo a La Guerra y la paz, en la que los rusos, a diferencia de los extranjeros, son la encarnación de las virtudes. Lo mismo ocurre en toda la obra de Bulgákov, cuyos personajes negativos son siempre solamente extranjeros (polacos, judíos y ucranianos). La obra de arte, al hablar sobre los hechos históricos y los procesos y los conflictos sociales, los muestra a través del prisma de los destinos y vivencias de individuos concretos. Gracias a eso, ese saber es transmitido de una manera más plástica, expresiva, viva. Los acontecimientos son presentados de tal modo que no nos permiten mantener la indiferencia de observadores objetivos. Involucrándonos personalmente, obligan a covivenciar los destinos y peripecias de la vida de los protagonistas y, por ese medio, a «coparticipar» en ellos. También por eso los conocimientos alcanzados por esa vía dejan en nuestra memoria una huella más duradera, porque no son conocimientos sobre hechos sólo vistos u oídos, sino sobre hechos que de manera indirecta hemos vivido personalmente. También por eso en el arte es mucho más difícil distinguir la verdad de la falsedad. El arte puede desinformarnos de manera muy sugestiva, enunciar de manera muy convincente afirmaciones, interpretaciones y valoraciones históricas, políticas e ideológicas a pesar de su falsedad factual. Al arte le debemos conocimientos ante todo sobre los hombres, sus vivencias y problemas de la vida, sobre las relaciones interhumanas, conflictos internos y externos, indecisiones, sufrimientos y alegrías, sueños y luchas. «El más grande descubrimiento del cine —escribe el sociólogo francés Jean Duvignaud— consiste en la capacidad de mostrarles a nuestros ojos las relaciones interhumanas más simples y, a la vez, las más

902 Bohdan Dziemidok

difíciles de mostrar».6 No sólo los comportamientos, sino también los deseos, añoranzas, sentimientos y fantasías del ser humano. A finales del siglo XX y principios del siglo XXI estamos viviendo un extraordinario florecimiento de formas heterogéneas de difusión masiva, tales como la prensa, la radio, la televisión e Internet. Gracias a ellas podemos estar informados sobre hechos y acontecimientos que tuvieron lugar en los más remotos rincones del globo terráqueo, al cabo de apenas unas cuantas horas, y a veces incluso minutos. Es más: gracias a la televisión, por ejemplo, podemos observar una serie de sucesos en el curso de su acontecer. No cabe duda de que la novela y el filme policiales son parte del arte popular. ¿Puede tener valores cognoscitivos la creación de ese tipo? Se considera de manera bastante general que la novela policial negra estadounidense de la autoría de Chandler y Hammett da una imagen veraz y crítica a la vez de la sociedad estadounidense del período de la crisis de los años 30. Estas novelas fueron también una inspiración para los creadores cinematográficos de los años 40-50, de lo cual probablemente el testimonio más conocido es El halcón maltés de John Huston con Humphrey Bogart en el papel principal. Ése era el comienzo del «cine artístico policial» estadounidense, representado, entre otros, por Bullitt (de P. Yates), Contacto en Francia (de W. Friedkin), Chinatown (de R. Polanski) y El padrino y El padrino II (de F. Coppola). Zygmund Kaluzynski define los filmes de Coppola con el nombre de «epopeya de familia y de bandidos».7 El propio Coppola habla del «aporte de la tradición mafiosa a la historia de los Estados Unidos de América». Los críticos subrayaron en particular los valores cognoscitivos de El padrino: «eso ya no es una novela sensacionalista, sino un manual de historia que da la visión más completa de la Pequeña Italia, o sea, del estilo de vida de los inmigrantes italianos en los Estados Unidos».8 Pero ni los conocimientos sobre épocas pasadas, ni las informaciones sobre otros países, culturas o regímenes sociales existentes actualmente son las formas de actividad cognoscitiva en las que el arte popular tiene más que decir. La esfera en la que tiene las mayores posibilidades es el mundo de las irrepetibles personalidades humanas y relaciones entre individuos. Si los conocimientos que da el arte pueden ser útiles para los 6 7 8

J. Duvignaud, Socjologia sztuki, Varsovia, 1967, p. 147. Z. Kaluzynski, Seans przerywany, Varsovia, 1980, p. 280. Cf. ibídem, p. 282.

¿Se reduce el sentido y significado... 903

científicos, lo son ante todo para los psicólogos, pedagogos y filósofos. Porque el arte habla mucho sobre la vida interior del hombre, sobre sus pensamientos y sueños, sentimientos, inclinaciones, aspiraciones, conflictos e indecisiones, sobre sus alegrías y sufrimientos, altibajos, nobleza y vileza, belleza y fealdad. Los escritores eminentes tenían conciencia de las posibilidades de la literatura desde este punto de vista. Boleslaw Prus, por ejemplo, consideraba que «caracteres tales como Macbeth, Falstaff y Don Quijote son descubrimientos por lo menos tan valiosos en el dominio de la psicología como la ley de la revolución de los planetas en la astronomía». Existen, desde luego, muchas ciencias sobre el hombre. Cada una de ellas se interesa por el hombre desde algún punto de vista. La excepción es la antropología filosófica, que se interesa por el hombre de manera sintética. La ciencia descubre dependencias generales y registra los resultados de sus indagaciones en conceptos, fórmulas y esquemas abstractos. Precisamente por eso criticó Bergson el conocimiento científico. Consideraba que la ciencia, al abstraer y esquematizar, pierde la esencia de las cosas, o sea, la variabilidad e irrepetibilidad de los fenómenos de la realidad. En resumidas cuentas, la imagen de la realidad que ella da no es en absoluto una imagen fiel, es más bien una deformación y caricatura de la realidad. No sin razón los científicos naturales pueden hacer caso omiso de la crítica bergsoniana de la ciencia o menospreciarla, pero no creo que los humanistas pudieran hacer eso con la conciencia tranquila. Porque la irrepetibilidad es un rasgo de las personalidades y las relaciones interhumanas. Las vivencias y destinos humanos no caben en las fórmulas y conceptos abstractos y precisos de la ciencia. El arte posee mayores posibilidades de informar sobre los fenómenos individuales e irrepetibles. Transmite conocimientos sobre el ser humano, la historia y la sociedad de un modo individualizado, sin renunciar del todo a las generalizaciones. No cabe duda, por ejemplo, de que la imagen de la psique humana construida con ayuda del aparato conceptual científico es más esquemática y menos sutil que la imagen de la psique que se puede hallar en las novelas de Dostoievski, Joyce y Faulkner o en los filmes de Bergman y Fellini. Por lo demás, eso lo reconocen incluso algunos psicólogos. Pero si los filmes de Bergman o Fellini pertenecen al arte elitario, entonces aunque Woody Allen no pasa por el Dostoievski del cine actual, y sus obras pertenecen más bien al arte popular, es difícil negarles valores cognoscitivos. Enriquecen nuestros conocimientos sobre las relaciones interhumanas en general, y sobre la mentalidad de los habitantes de Nueva York en particular.

904 Bohdan Dziemidok

* * * De ese hecho se dan clara cuenta las tendencias filosóficas que, como el existencialismo, hacen de la existencia humana individual el objeto de sus intereses. También por eso el existencialismo se remite tan frecuentemente (hablando con propiedad, programáticamente) a las formas artísticas de registro y transmisión de sus observaciones y reflexiones concernientes al ser humano y la vida humana. La función cognoscitiva del arte popular no se reduce exclusivamente al enriquecimiento de nuestros fondos de conocimientos. Porque el arte enriquece también la experiencia cognoscitiva del ser humano y su experiencia de vida en general, perfeccionando así las capacidades cognoscitivas. Enseña cómo distinguir en las situaciones de vida y actos humanos concretos la verdad de la falsedad, la esencia de las apariencias. Muestra los nexos de lo general con lo individual, los nexos de la esencia y el fenómeno. Nos posibilita también familiarizarnos con las situaciones de vida en las que no quisiéramos hallarnos de veras, así como con los fenómenos que no quisiéramos experimentar en la vida (por ejemplo, las vivencias de una persona torturada o condenada a muerte, los sentimientos de un asesino o de su víctima). Uno de los elementos del perfeccionamiento de las capacidades cognoscitivas y de enriquecimiento de la experiencia cognoscitiva del ser humano es el perfeccionamiento de su sensibilidad emocional, de sus sentimientos e intuiciones. El trato sistemático con el arte es uno de los modos más eficaces de perfeccionar la sensibilidad emocional del ser humano. Gracias a eso el arte transmite conocimientos sobre el mundo de un modo más atractivo, sugestivo, accesible e impresionante para los receptores. Precisamente por eso las obras de arte popular tienen más receptores directos que los tratados científicos. Provocando en nosotros una vivencia profunda y sintética (sensorial-emocional-reflexiva), la buena obra de arte tal vez dejará una huella duradera en nuestra personalidad y memoria. Los conocimientos que le debemos al arte popular son, en comparación con los conocimientos científicos, más polisémicos, menos precisos y sistematizados y no siempre cabales. Por último, el arte puede desinformar o enunciar falsedades psicológicas, históricas o políticas, y en el arte es mucho más difícil distinguir la verdad de la falsedad que en la ciencia. Los pensamientos y percepciones falsos pueden ser transmitidos por el arte de un modo muy sugestivo.

¿Se reduce el sentido y significado... 905

Pero, por otra parte, el arte no pierde la irrepetibilidad de los asuntos humanos, su carácter individual, porque evita la esquematización indispensable para la ciencia. Puede llegar a las más profundas, oscuras y sutiles vibraciones y reacciones de la psique humana, sin perder el carácter irrepetible y personal de los mismos. Precisamente en esa esfera el arte puede rivalizar de manera bastante eficaz con la ciencia, llegando hasta los fenómenos individuales y transmitiendo conocimientos sobre ellos sin simplificaciones y deformaciones. Precisamente en esa esfera los juicios del arte pueden tener del todo un carácter de descubrimiento de manera por entero independiente de la ciencia. Así pues, en la primera mitad del siglo XX el arte popular posee también valores cognoscitivos y, aunque no siempre nos damos cuenta de eso, si no existiera, nuestros conocimientos sobre el ser humano y su mundo serían probablemente más pobres.

Valores morales y de costumbres del arte popular Ni siquiera los críticos del arte popular cuestionan que el mismo puede conformar las actitudes morales y el modo acostumbrado de comportamiento de sus receptores. Una función del arte (tanto del elitario como del popular) fue siempre la popularización o la impugnación de ideales y sistemas de valores concretos, así como la provocación de los estados anímicos, emociones y reacciones activas deseables. Pero la cosa está en que los críticos del arte popular le atribuyen por regla general una influencia desmoralizadora sobre sus receptores. Uno de los principales aspectos de la influencia del arte popular es su capacidad de formar la visión del mundo del receptor. La obra de arte no sólo es una expresión de la visión del mundo de su creador, sino que a través de las visiones del mundo proyectadas por ella valoriza cosmovisivamente la realidad, los valores de vida y los efectos de diferentes formas de actividad del ser humano. De resultas de la influencia del arte que se va acumulando durante años, el trato emocional con sus obras puede devenir una formación esencial y eficaz de un determinado modo de sentir el mundo, de un modo de reacción emocional a otras personas y la realidad social. Si se trata con amplitud el concepto de «visión del mundo», entonces el modo de sentir el mundo y de reaccionar a él emocionalmente es un componente de la cosmovisión no menos importante que el modo de ver y entender la realidad.

906 Bohdan Dziemidok

El arte le debe la posibilidad de una variada influencia educativa a su capacidad de provocar vivencias heterogéneas, a veces profundas. La influencia del mismo no se limita a la provocación de impresiones sensoriales, sino que también estimula la imaginación, inclina a pensar y suscita vivencias emocionales intensas. La mayoría de las obras de arte destacadas arranca a una parte considerable de sus receptores de la actitud de observador indiferente, los obliga a involucrarse personalmente en lo que ellas presentan y expresan, inclina a vivenciar de manera profunda los contenidos y formas de las mismas. También en eso se basa la posibilidad y la fuerza de la influencia educativa del arte popular; gracias a eso el trato sistemático con él deja huellas duraderas en la personalidad de los receptores. Cada uno de nosotros sabe por su propia experiencia que no todo lo que hemos visto u oído dejó una huella en nuestra memoria. En cambio, recordamos bien los fenómenos, sucesos y situaciones que no sólo hemos percibido, sino que también hemos vivenciado profundamente. Tales fenómenos y sucesos pueden dejar huellas más esenciales en nuestra psique, puesto que fueron asimilados por nosotros, se volvieron hechos importantes de nuestra biografía, elementos de nuestra experiencia personal. Se pueden distinguir varios aspectos fundamentales de la función educativa del arte popular. Como el más importante se considera con bastante frecuencia, aunque probablemente sin mucha razón, el hecho de que el arte suministra patrones de conducta, propaga y populariza determinados ideales. Los ideales y actitudes morales son personificados en las figuras de los protagonistas, en su conducta y destino. Gracias a eso no son abstractos y tienen mayores posibilidades de provocar las ganas de imitarlos. La influencia moral del arte puede consistir también en el desenmascaramiento del mal y la lucha contra los fenómenos negativos mediante la sacudida de las conciencias de los receptores y la movilización de los mismos a la lucha con el mal. El arte puede, pues, incitar a veces a la acción, a la actividad social. El trato con obras artísticas puede contribuir también al surgimiento de nexos interhumanos nuevos, heterogéneos y desinteresados (entre los lectores de una novela, los espectadores de un filme o los oyentes de un concierto, los admiradores de algún autor, cantante o virtuoso) y a elevar la cultura de la convivencia. Pero el aspecto más importante de la función educativa del arte consiste, a mi juicio, en que el trato con obras de arte profundiza nuestra sensibilidad sensorial y emocional, desarrolla la imaginación, la capacidad de aso-

¿Se reduce el sentido y significado... 907

ciación y la plasticidad de la mente, perfecciona el gusto estético, etc., enriqueciendo y desarrollando con ello nuestra personalidad. Pero no se debe olvidar que desde el punto de vista educativo la influencia del arte también puede ser negativa. Los moralistas con bastante frecuencia cargan al arte popular con la responsabilidad por la desmoralización de la sociedad y el decaimiento de las costumbres. Lo acusan de popularizar antimodelos, de mostrar el mal moral, delitos y crímenes, lo que equivale, en su percepción, a suministrar malos ejemplos e inclinar a los receptores a imitarlos. Este problema no ha sido investigado hasta ahora de un modo objetivo y bien fundado. La influencia negativa que ejercen en los receptores jóvenes las obras de arte, hablando con propiedad, la producción masiva pseudoartística, que muestra y glorifica el crimen, la violencia y la crueldad, está debidamente demostrada. Ella puede generar indiferencia a la muerte y los sufrimientos humanos, embotar la sensibilidad moral, a veces incluso desencadenar malas inclinaciones o enseñar tecnologías del delito. Pero «la atribución al filme de tema criminal la culpa principal por el aumento de la delincuencia no es sino una mistificación».9 Sin embargo, no se debe culpar al arte popular por la desmoralización de la sociedad ni exagerar sus posibilidades de influencia negativa (y también positiva). Las personas son desmoralizadas ante todo por la vida misma; el arte elitario y el popular tienen en eso una importancia secundaria. No fueron la televisión ni el cine los que enseñaron a la gente a asesinarse, violarse, robarse y engañarse mutuamente. La gente sabía hacer eso cuando reinaba el analfabetismo, cuando no se conocía la invención de la imprenta, y nadie soñaba con el cine y la televisión. Tampoco se debe exagerar la plasticidad de la naturaleza, las actitudes morales y los caracteres de los receptores de las obras de arte. También suscita muchas dudas la convicción de que la obra de arte puede cambiar de manera radical, directa e inmediata la moral de sus receptores, transformando a personas honradas en delincuentes, y a personas viles o incluso a hombres comunes y corrientes en ángeles. El arte es uno de los más importantes instrumentos de educación, pero no el único. Puede desarrollar predisposiciones del ser humano, desencadenar sus inclinaciones, consolidar los principios y convicciones ya poseídos o socavarlos parcialmente. Sólo en casos excepcionales la 9

H. Depta, Film i wychowanie, Varsovia, 1975, p. 214. Cf. también lo que sobre este tema escribe K. Zygulski, «Film jako wychowawca. Uwagi socjologa», Film, nº 31, 1972, p. 7.

908 Bohdan Dziemidok

obra artística puede hacer que se produzca un viraje cosmovisivo, inclinar a una revaloración del sistema de valores compartido hasta entonces. Efectos educativos importantes y duraderos son provocados por regla general solamente por la influencia prolongada, acumulada, de diferentes formas y obras de arte. La influencia más directa la ejerce el arte popular sobre el modo acostumbrado de comportamiento de sus receptores. Esta influencia es perceptible con la mayor claridad en las esferas de la moda y de las costumbres eróticas. Un ejemplo puede ser, por ejemplo, la influencia que en el peinado de las muchachas tuvieron Brigitte Bardot (las célebres bardoticas) y Marina Vlady (la cabellera larga, lacia y suelta) o la influencia del modo de vestirse del protagonista de Wall Street (de Olivier Stone) Gordon Gekko (interpretado por Michael Douglas) en la apariencia (tirantes y los cabellos alisados) de toda una generación de agentes de la bolsa y otros trabajadores de la rama de las finanzas. El suministro de malos modelos no es el único aspecto negativo de la influencia del arte popular en la moralidad y el modo acostumbrado de comportamiento de los receptores. He dicho ya que el arte popular puede falsear las imágenes de la realidad, desfigurar la verdad sobre la vida humana y, a través de esa visión del mundo y de las relaciones interhumanas falseada o excesivamente simplificada, conformar la visión del mundo y las actitudes reales de sus receptores. El arte popular también puede, creando un mundo ficticio, más bonito, apartar de la realidad, provocar una actitud negativa hacia ella. Al crear la costumbre de estar en un mundo de fantasía más atractivo, de tratar con protagonistas idealizados, el arte puede generar un desencanto con la vida auténtica y una antipatía hacia las personas reales pero comunes. Hemos señalado aquí varios problemas fundamentales concernientes a la influencia del arte popular, no carentes de importancia desde el punto de vista moral y de costumbres. Considero que es preciso darse cuenta del hecho de que la influencia del arte popular puede generar efectos positivos y negativos; se debe, pues, maximizando los positivos, tratar de superar los negativos.

Los valores catártico-compensatorios del arte popular Por función catártico-compensatoria del arte en el enfoque más general entiendo la influencia del arte sobre el receptor que lo ayuda a mantener o

¿Se reduce el sentido y significado... 909

recuperar el equilibrio psíquico.10 El equilibrio psíquico es un equilibrio dinámico y relativo. Las causas de su pérdida pueden ser muy heterogéneas y es difícil mencionarlas todas aquí. Pero parece que se pueden distinguir tres situaciones fundamentales que amenazan con la pérdida de ese equilibrio: (1) el exceso de fuertes tensiones o emociones inquietantes que por algunas razones no hallan una salida segura; (2) la falta de vivencias de algún determinado tipo (a veces simplemente la falta de vivencias suficientemente variadas, intensas y atractivas), la falta de la posibilidad de una activación plena y armónica de todas las facultades psíquicas; (3) conflictos internos de motivos de aspiraciones, emociones, deseos o diferentes esferas y facultades de la psique, por ejemplo, de sensaciones pulsionales y frenos morales. El arte puede oponer resistencia de manera eficaz a todos los tipos mencionados de amenaza al equilibrio interior. El arte puede desempeñar una función catártico-compensatoria, puesto que es capaz de satisfacer de modo eficaz las necesidades del ser humano cuya satisfacción es una condición del mantenimiento del equilibrio interior y de la buena disposición del individuo. De las investigaciones de los estéticos, psicólogos y sociólogos del siglo XX resulta que esas necesidades son las siguientes: (1) la necesidad de recreación, descanso psíquicamente activo, entretenimiento, juego y diversión, así como de una eventual descarga de energía; (2) la necesidad de olvidar las pequeñas preocupaciones y aprietos corrientes de la cotidianidad, la necesidad de evadirse a un mundo más bello, más colorido, mejor, de fantasía y ensueño; (3) la necesidad de ampliar en el tiempo y el espacio las fronteras de la existencia individual, de enriquecer la propia existencia y de experimentar de manera por lo menos parcial y simbólica lo que viven 10

Doy una caracterización más completa de la influencia catártica y compensatoria del arte en el libro Glówne kontrowersje w estetyce wspólczesnej, Varsovia, 2002, capítulo 9, pp. 180-235.

910 Bohdan Dziemidok

las personas de otras épocas y culturas, de otros medios geográfico-climáticos, así como las personas de otro sexo u otra edad; (4) la necesidad de experimentar impresiones sensoriales heterogéneas —desde las más armónicas y sedantes hasta las más vivas e intensas, y a veces incluso chocantes— y la necesidad de activar y ejercitar todas las facultades psíquicas del hombre; (5) la necesidad de la expresión plena de la personalidad —entre otras, la expresión de las emociones, así como de los vagos deseos, añoranzas e impulsos del hombre; (6) la necesidad de descargar y mitigar dolorosas tensiones, traumas y conflictos internos generados por la vida al mismo tiempo que se experimentan tensiones y estímulos agudos pero no dañinos para el hombre, porque no lo exponen a peligros y sufrimientos reales. Los autores que atribuyen al arte la capacidad de influir eficaz y positivamente en el equilibrio psíquico de los receptores, subrayan que el arte tiene las siguientes posibilidades de satisfacer las mencionadas necesidades del ser humano: (1) Las necesidades mencionadas en los puntos (1), (2) y (4) pueden ser satisfechas parcialmente ya por la influencia misma de las configuraciones formales: una determinada selección de las palabras, los sonidos, los ritmos, las melodías, los colores, las formas, los movimientos, etc. Esas configuraciones pueden dar relajación, refrescar internamente y provocar diversas impresiones, estados de ánimo, sentimientos e incluso reflexiones. Eso puede verse en el ejemplo de la música, cuyas posibilidades catárticas percibieron ya los pitagóricos, y actualmente en muchos países la musicoterapia es una sólida conquista de la medicina. La función catártico-compensatoria está ligada también al contenido de las obras, y en particular de las que pintan una imagen del ser humano, presentan sus problemas más diversos, representan su destino y situaciones de vida. El arte obliga a sus receptores a un involucramiento personal en lo que representa, inclina a covivenciar los sucesos y conflictos mostrados en la obra de arte, apelando a las experiencias personales de los receptores y abor-

¿Se reduce el sentido y significado... 911

dando sus deseos y ensueños más ocultos. Gracias a eso la obra de arte satisface las necesidades arriba mencionadas, y además: (a) crea condiciones para la proyección y descarga parcial de las inquietudes, complejos e impulsos propios, que, de no ser descargados, podrían actuar destructivamente sobre el individuo, y, de ser puestos de manifiesto en una forma más directa, serían peligrosos y dañinos para la sociedad. Algunos investigadores le atribuyen precisamente ese mecanismo de influencia a las novelas y filmes policiales. Stanislaw Baczynski considera que las novelas y filmes policiales constituyen un «remedio perfecto para extraer el exceso de sangre, una medicina preparada por la colectividad para nivelar la energía pura de los impulsos y las aspiraciones inconscientes de la naturaleza humana»;11 (b) ensanchando los límites de la existencia individual, la obra de arte posibilita la compensación parcial de las carencias de la vida real y la satisfacción sustitutiva de deseos, sueños y ambiciones no realizados; (c) facilita también la solución de los conflictos internos menores, así como la descarga de las tensiones dolorosas. (2) Gracias a las propiedades específicas de su contenido y forma, el arte dispone de la posibilidad de influir simultáneamente en todas las esferas de la vida psíquica: los sentidos, la imaginación, los sentimientos, los estados de ánimo y el intelecto. Puede, pues, activar al mismo tiempo todas las facultades psíquicas del ser humano y poner en armonía la vida interior. También crea las condiciones para una expresión plena de la personalidad del receptor. Es importante asimismo que en el marco de un tipo dado de vivencias (impresiones sensoriales, emociones o estados de ánimo) el arte dispone de un «surtido» completo de las mismas, desde las suaves y calmantes hasta las más agudas y chocantes. Y estas últimas están desprovistas (gracias a la ilusión estética) de los aspectos 11

S. Baczynski, «Powiesc kryminalna», en Pisma krytyczne, Varsovia, 1963, p. 259.

912 Bohdan Dziemidok

desagradables que acompañan a la experiencia de vivencias análogas en la vida. (3) Por último, algunos teóricos llaman la atención sobre el hecho de que el arte —involucrándonos en los asuntos de otras personas, liberándonos del excesivo egocentrismo y el exagerado (a veces enfermizo) absorberse en sí mismo y los asuntos propios— ayuda a recuperar una visión más objetiva de la realidad y de la jerarquía de los diferentes asuntos, lo que tiene una importante significación para el mantenimiento del equilibrio interior. Todas esas necesidades son satisfechas por el arte popular. Así pues, los modos y medios de devolver o mantener el equilibrio psíquico de que dispone el arte, son muy variados y no menos efectivos que los medios extraartísticos. Merece subrayarse que no exponen a conflictos con la sociedad al individuo que quiera servirse de ellos.

* * * Pero el arte no siempre libera a los receptores de las emociones y tensiones internas inquietantes, tampoco suministra siempre una compensación parcial por las insuficiencias de la vida. A veces incluso suscita sentimientos y tensiones inquietantes, profundiza la sensación de las carencias de la vida, intensifica las frustraciones y depresiones. El arte no es, pues, ningún remedio universal. Del hecho que el arte popular como un todo puede ejercer una influencia positiva, profiláctica o terapéutica sobre el equilibrio psíquico de los receptores (llamada influencia catártico-compensatoria) no se deriva en absoluto que, en primer lugar, toda obra de arte desempeñe siempre esa función para con cada receptor, y, en segundo lugar, que ninguna obra de arte pueda actuar de manera nociva sobre el equilibrio interior del ser humano. La relación que surge entre la obra de arte y el receptor es en cada caso una relación individual. Los efectos del encuentro de algún individuo con la obra de arte dependen no sólo de las propiedades de esa obra, sino también de la personalidad, nivel cultural, sensibilidad, e incluso la disposición y el estado de ánimo del receptor. Una misma obra puede actuar de otra manera sobre un mismo receptor en circunstancias diferentes. Traducción del polaco: Desiderio Navarro © Sobre el texto original: Dohdan Dziemidok. © Sobre la traducción: Desiderio Navarro. © Sobre la edición en español: Centro Teórico-Cultural Criterios.

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.