EL SIMBOLISMO DE LAS GEMAS EN LA TRAYECTORIA AMOROSA DE FELISMENA EN LA DIANA DE JORGE DE MONTEMAYOR

EL SIMBOLISMO DE LAS GEMAS EN LA TRAYECTORIA AMOROSA DE FELISMENA EN LA DIANA DE JORGE DE MONTEMAYOR María Seoane Dovigo Universidade da Coruña En es

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EL SIMBOLISMO DE LAS GEMAS EN LA TRAYECTORIA AMOROSA DE FELISMENA EN LA DIANA DE JORGE DE MONTEMAYOR María Seoane Dovigo Universidade da Coruña

En esta comunicación pretendemos observar las tradiciones que confluyen en la creación del pasaje de La Diana de Jorge de Montemayor1 en que las ninfas visten a Felismena y la adornan con gemas, así como analizar su función dentro de la narración. Los lapidarios de la Antigüedad tienen una orientación preferentemente científica. Así ocurre con el De lapidibus de Teofrasto2, fechado entre el315yel314 a.C. En este libro la atención a las gemas está encuadrada en el interés por el estudio de la historia natural de las piedras en general. También en la Antigüedad Dioscórides escribe un tratado sobre hierbas y piedras en el que se ocupa de sus propiedades medicinales3. Del jaspe, por ejemplo, dice que «traído al cuello, es remedio contra cualquier hechizo, y que atado al muslo de la mujer acelera el parto»4. Los libros XXXVI y XXXVII de la Naturae Historia de Plinio el Viejo5 están dedicados a la historia natural de las piedras. Aun partiendo de una perspectiva científica, Plinio recoge en sus páginas lo que él llama «supersticiones de los magos». Muchas de ellas aluden a propiedades medicinales que ya vimos en Dioscórides. Otras 1

Para nuestra comunicación utilizamos la edición de Asunción Rallo: Jorge de Montemayor, La Diana, Madrid, 1991. 2 Teofrasto, De lapidibus, ed. de D.E. Eichholz, Oxford, 1965. 3 Dioscórides, Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Madrid, 1983. 4 Dioscórides, op. cit., lib. V, cap. CXVII, p. 397. 5 Plinio el Viejo, Lapidario, Madrid, 1993.

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hablan de atributos que las gemas traspasan a quien las lleva. Por ejemplo, Plinio relata que «en Persia las fumigaciones con ágatas quemadas alejan las tormentas y las trombas marinas y detienen el curso de los ríos (...)• Pero, para que surtan efecto, es preciso atarlas a modo de amuleto con crines de león. Si se atan con pelos de hiena, alejan la discordia de las casas. (...) el ágata de un solo color confiere la invencibilidad a los atletas»6. Plinio considera que todas estas propiedades no son verdaderas, sino palabrería de magos. Sobre los poderes medicinales atribuidos a la amatista dice: «Yo considero, sin embargo, que, al escribir tales cosas, se han burlado y reído del género humano»7. Con estas palabras Plinio condenaba las creencias de distintos autores orientales y de pueblos bárbaros. Durante la Edad Media continúa la tradición de los lapidarios. San Isidoro de Sevilla (570-636) se vale fundamentalmente de la Historia natural de Plinio para escribir el libro XVI de sus Etimologías*. Clasifica las gemas según su color y destaca algunas de sus propiedades, además de hacer consideraciones sobre el origen de su nombre. Otros autores medievales que se inspiran en mayor o menor medida en Plinio son Alberto Magno (1193), Marbodo (1035-1123), Ildegarda de Bingen (1098-1179), Bartolomé Anglico (ca. 1230) y Vicente de Beauvais (ca. 1250). El lapidario de Alfonso X9 merece mención aparte al estar traducido de uno árabe compuesto por Abolays. En él se hace un estudio de las propiedades, principalmente medicinales, de las piedras según tres criterios: los grados de los signos del zodíaco, las «fazes» de los signos y la conjunción de los planetas. De la perla, «piedra» atribuida al signo Aries, se dize: «presta mucho a la tremor del coracon et alos que son tristes y medrosos, et a toda enfermedad que venga por melancolía, ca ella alimpia la sangre del corac.on»10. La Historia naturalis de Juan Gil de Zamora11 es el último ejemplar del género de la enciclopedia del siglo XIII. Juan Gil (ca. 1240-ca. 1320), franciscano de Zamora y preceptor del futuro Sancho IV de Castilla, lleva a cabo su labor en el contexto del desarrollo de la ciencia en tiempos de Alfonso X, cuando se traducen numerosas obras del árabe, como el lapidario de Abolays. En estaHistoria naturalis resume lo que en la Europa cristiana de su época se conocía en torno a los fenómenos naturales. Con su obra pretende demostrar que la naturaleza es manifestación del poder, la sabiduría y la bondad de Dios, sólo visible a través de la Creación. Las gemas también son ejemplo de la grandeza divina. De ellas afirma Juan Gil: «¿Qué diré de las gemas y de las piedras preciosas, útiles por su gran valor, pero cuya belleza es también admirable?»12. Sus principales fuentes en las consideraciones sobre las piedras preciosas son 6

Op. cit., p. 142. Op. cit.,p. 124. 8 Isidoro de Sevilla, Etimologías, Madrid, 1951. 9 Alfonso X, Lapidario, ed. de Sagrario Rodríguez M. Montalvo, Madrid, 1981. 10 Op. cit., p. 27. " Juan Gil de Zamora, Historia naturalis, ed. de Avelino Domínguez García y de Luis García Ballester, Salamanca, 1994. 12 Op. cit.,p. 113. 7

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Dioscórides, con el que comparte la preocupación médica, Plinio el Viejo e Isidoro de Sevilla. Del diamante, por ejemplo, dice que, según san Isidoro, «anula los venenos, repele las vanas inquietudes y contrarresta los efectos de las artes maléficas»13. Recoge además la opinión de Dioscórides, según el cual el diamante es la piedra de la reconciliación y del amor. Tiene también la propiedad de descubrir la infidelidad de la mujer. Merece la pena resaltar el hecho de que Juan Gil atribuya virtudes morales a las gemas; el diamante es comparado con la virtud de la caridad, «Porque, así como el diamante no cede al hierro, ni al fuego ni a materia alguna, así la virtud de la caridad en los mártires nunca cedió ante la rabia de los tiranos. Lo mismo que el diamante es la gema de la reconciliación, también lo es la virtud en la caridad. Lo mismo que el diamante actúa contra los enemigos del cuerpo, la caridad también actúa contra los enemigos del alma. Así como el diamante sólo cede ante la sangre de chivo, (...) la caridad sólo cede al amor de Cristo»14. Es el primer ejemplo de la relación entre gemas y virtudes que encontramos dentro de esta tradición científica que arranca de la Antigüedad. En el Renacimiento esta dimensión simbólica de las gemas se hará más patente. El italiano Cesare Ripa recoge en su Iconología15 información heredada de distintos autores medievales (preferentemente S. Isidoro y Bartolomé Anglico), atendiendo a las propiedades medicinales de las gemas que ellos describen. En la glosa a su emblema «Defensa» dice del ágata que «es también útil contra el veneno y contra la mordedura de los escorpiones»16. Citando a Bartolomé Anglico dice del coral que «sirve contra varios monstruos diabólicos»17. Ripa atribuye a las gemas virtudes morales, representando a través de ellas conceptos abstractos en sus emblemas. Del jaspe, por ejemplo, dice que «se le pone en representación de la Gracia, según aquello que dicen los naturalistas, cuando afirman que yendo adornado de jaspe invariablemente se conquista la gracia de los hombres todos»18. Esta misma representación de virtudes morales a través de las gemas se hace en La Diana. También en la Biblia hay pasajes en los que se mencionan gemas con diferente valor: -En el Éxodo19, Yavé le indica a Moisés cómo deberá ser el atavío de sus sacerdotes. El «pectoral del juicio» ha de estar guarecido de doce gemas, representación de las doce tribus de Israel: coralina, topacio, esmeralda, rubí, zafiro, diamante, jacinto, ágata, amatista, crisólito, ónice y jaspe. -En EzequieP0, se menciona un manto adornado con distintas piedras preciosas: rubí, topacio, diamante, crisólito, ónice, berilo, zafiro, carbunclo y esmeralda. -En la descripción de la nueva Jerusalén que se hace en el Apocalipsis21 todos los ' 3 Op. cit., p. 233. 14 Juan Gil, op. cit., p. 233. "Cesare Ripa, Iconología, Madrid, 1987, 2 vols. "•Op. cit., p. 261. 17 Ibidem. 18 Op. cit, p. 465. 19 Éxodo 28, 15-21. 20 Ezequiel 28, 11-13. 21 Apocalipsis 21, 10-21.

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materiales con los que está construida la ciudad son piedras preciosas y metales nobles: jaspe, zafiro, calcedonia, esmeralda, sardonio, coralina, crisólito, berilo, topacio, crisoprasa, jacinto y amatista. Las puertas son perlas y la plaza de la ciudad, oro puro. En las novelas de caballerías la mención a las gemas tiene un carácter marcadamente suntuario. Se encuadra dentro de las frecuentes descripciones de objetos lujosos, vestidos y joyas preferentemente. En el Amadís de Gaula22, por ejemplo, se hace mención de un vestido con flores de oro23, de una corona de oro y piedras24, de un «prendedero» de oro con «piedras ricas»25, de escudos adornados con gemas26, etc. Mención aparte merece un «manto con piedras y aljófar»27 en el que estaban «figuradas todas las aves y animalias del mundo» que conviene «más a muger casada que a soltera, que tiene tal virtud, que el día que lo cobixare no puede aver entre ella y su marido ninguna congoxa». Esta referencia a la influencia de las gemas sobre el ánimo del que las lleva remite a la tradición científica. Recordemos que esa misma propiedad conciliadora la atribuía Juan Gil de Zamora a los diamantes. La novela pastoril, por su carácter de miscelánea de géneros en gran medida, también se presenta como cauce de transmisión de todo tipo de conocimientos, incluidos los científicos. En la prosa novena de la Arcadia de Sannazaro28 se hace alusión a las propiedades de algunas piedras, recogidas en los lapidarios antiguos y medievales: -«piedra cristalina encontrada en el pequeño vientre de un gallo blanco, que quien la llevase consigo en las fuertes palestras sería sin duda el vencedor frente a cualquier adversario»29. Plinio describe en su Historia natural la piedra alectorias, que se encuentra en los estómagos de los gallos: «son de aspecto cristalino, tienen el tamaño de un haba y algunos aseguran que Milón de Crotona salió vencedor en los combates gracias a ellas»30. -«una similar a una lengua humana, pero mayor (...) que durante la luna menguante cae del cielo, y es muy útil para los venéreos lenocinios». Según Plinio, laglossopetra, piedra semejante a la lengua humana, cae del cielo en los eclipses de luna31, -«una contra el frío». Plinio el Viejo habla de una piedra, llamada apsyctos, que una vez calentada al fuego conserva el calor durante siete días y que es buena para los enfriamientos32. -«aquella que, junto con una cierta hierba y con algunas otras palabras, cualquiera que la llevase encima podría a voluntad hacerse invisible en cualquier parte, y "Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula, ed. de Juan Manuel Cacho Blecua, Madrid, 1988. 23 Op. cit, p. 383. u

Op. cit.,p. 520.

25

Op. cit., p. 768.

16

Op.cit.,p. 1.036.

27

Op. cit., p. 521. Jacopo Sannazaro, Arcadia, ed. de Francesco Tateo, Madrid, 1993. 29 Op. cit., p. 153. 30 Plinio el Viejo, op. cit., p. 198. 31 Op. cit.,p. 208. 32 Op cit., p. 200. 28

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hacer cuanto quisiese, sin temor a ser estorbado por nadie». Plinio menciona una piedra, UeLmadaheliotropion, que, mezclada con una hierba y recitando unas plegarias, torna invisible al portador33. El simbolismo de las gemas en La Diana enlaza con las tres tradiciones que hemos recordado en cuanto todas valoran no sólo las propiedades curativas de las piedras, sino la capacidad de conferir a quien las lleva ciertas virtudes morales o, cuanto menos, ciertos atributos abstractos. En la novela la alusión a las gemas se encuadra en las descripciones de los atavíos de los personajes. En la descripción del aspecto externo de los personajes femeninos la atención del narrador se fija, además de en distintas partes del cuerpo (los ojos, los cabellos y las manos), en sus vestidos. El atavío es manifestación de su distinta naturaleza y, en consecuencia, de su función en la fábula. Son significativos los tejidos, los colores y los adornos. El único hábito de pastora descrito es el de Belisa. El narrador no enumera sus prendas, sino que alude a ellas en cuanto que están cubriendo alguna parte del cuerpo. Son telas delicadas y de color azul claro. El vestido manifiesta la sencillez y pureza de la pastora34. El vestido de las ninfas contrasta con el pastoril por sus muchos adornos: la blancura, el oro, las perlas y los diamantes son elementos que lo caracterizan. Conviene reparar en una imagen que se repetirá en la descripción de Felismena: el águila de oro sobre la frente, que en esta ocasión tiene un diamante entre las uñas, mientras que en el de Felismena tendrá un rubí35. La sabia Felicia va vestida conforme a su estado y sabiduría. El único dato que el narrador nos da sobre su apariencia externa es la de ir «vestida de raso negro»36. El contraste del negro de su hábito con el blanco del de las ninfas es una forma de mostrar su distinto origen: las ninfas son personajes mitológicos, Felicia es un personaje de la fábula. Felismena cambia tres veces de hábito a lo largo del relato. Cada uno de estos momentos está marcado por un cambio en su situación amorosa, cambio que ella misma decide acometer: -Hace su aparición en la novela ataviada como pastora. No se menciona ninguna de las prendas de este hábito. En cambio, se describen todas las armas con las que defiende a la ninfas y mata a los salvajes: arco, flechas y aljaba, los atributos de Diana37. Con ello se subraya el carácter de triunfadora sobre el amor bestial de los salvajes. Pero en esta primera visión del personaje nos damos cuenta de que, aunque es definida por el narrador como «pastora», no es caracterizada como tal. Tanto por sus atributos externos (las armas), como por su actuación en favor de las ninfas y los pastores, Felismena se presenta como una auténtica heroína caballeresca. Este hecho nos hace pensar que el hábito de pastora es un mero disfraz que oculta el alma de una dama, lo que nos lleva enseguida a preguntarnos por su verdadera identidad, por el pasado que ha provocado la adopción de ese disfraz. 33

Op. cit., p. 208. Montemayor, op. cit, p. 228. 35 Op. cit., p. 169. 36 Op. cit.,p. 257. 37 Op. cit, p. 188. 34

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Esta misma curiosidad es la que experimentan las ninfas y los pastores que escuchan el relato de la vida de Felismena de su propia boca. Descubrimos entonces que es una dama procedente de una familia de alto linaje, lo que confirma que el hábito de pastora no es más que un disfraz. -No se hace alusión a las prendas del personaje en sus años de formación y de iniciación del aprendizaje amoroso. Sí se alude al acto de vestirse y desnudarse, momentos en que la dueña Rosina intenta entregarle la primera carta de amor de don Felis, tras muchos días de resistencia constante por parte de Felismena. En el intervalo entre el desnudarse y el vestirse, en una noche, se produce la caída de la dama ante los requerimientos del caballero38. Resulta significativo que Felismena acepte la primera muestra de amor de don Felis, la carta, cuando aún no se ha vestido, ella, que tantas veces deberá variar su hábito para recuperar a su amado. Felismena entra en el amor con el único atributo de su cuerpo y su alma, con su pureza, dispuesta a ser «vestida» por el amor. Cuando la entrega de los amantes es total, el padre de don Felis envia a su hijo a la corte de la gran princesa Augusta Cesarina, temeroso de que su hijo se case con Felismena. Movida por el dolor de la ausencia de su amado, Felismena decide partir en su busca. Se abre una nueva etapa en esta historia de amor, en la que ella deberá asumir una nueva renuncia, la de su condición femenina, que también tiene su expresión en el traje. Para trasladarse a la corte de la princesa Felismena se viste de hombre39. El motivo de «la mujer disfrazada de varón» está tomado de la novela italiana. Fue utilizado tanto en la novela como en la comedia del Siglo de Oro. Recordemos como ejemplos la Dorotea del Quijote, a Teodosia y Leocadia de «Las dos doncellas», en las Novelas ejemplares, a Serafina de El vergonzoso en palacio, o la Rosaura de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. En cada uno de estos personajes el cambio de vestido obedece a razones diferentes, por lo general subordinadas a conflictos amororsos, como sucede con Felismena. En hábito de varón enamora a la princesa Celia, quien al no verse correspondida en sus sentimientos, muere. Esta repentina muerte provoca la huida de don Felis. La nueva pérdida del amado abre otra etapa en el peregrinaje amoroso de Felismena. Ahora vuelve a recuperar su condición de mujer. Pero debe renunciar a la vida de la corte y a permanecer en un lugar fijo. Renuncia a la civilización por la naturaleza cuando viste el hábito de pastora40. 38 «Y cuando Rosina entró a desnudarme, el tiempo que me quería acostar, Dios sabe si yo quisiera que me volviera a importunar sobre que recibiese la carta, mas nunca me quiso hablar, ni por pensamiento en ella (...). Cuál yo entonces quedé Dios lo sabe, (...) pero con todo eso disimulé, y me dejé quedar aquella noche con mi deseo y la ocasión de no dormir. Y así fue que ella fue para mí la más trabajosa y larga que hasta entonces había pasado. Pues viniendo el día, y más tarde de lo que yo quisiera, la discreta Rosina entró a darme de vestir y se dejó adrede caer la carta en el suelo», Montemayor, op. cit, p. 198. 39 «Yo determiné aventurarme a hacer lo que nunca mujer pensó. Y fue vestirme en hábito de hombre, e irme a la corte por ver aquel en cuya vista estaba toda mi esperanza; y como lo pensé, así lo puse por obra, no dándome amor lugar a que mirase lo que a mí propia debía.», Montemayor, op. cit., p. 201. 40 «Pues como no bastase la diligencia que en saber del mi don Felis se puso, que no fue pequeña, yo determiné ponerme en este hábito en que me veis, en el cual ha más de dos años que he andado buscándole por muchas partes, y mi fortuna me ha estorbado hallalle», Montemayor, op. cit., pp. 219-220.

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Felismena recibe un trato diferenciado de los demás personajes en el palacio de Felicia. La sabia la conduce a una recámara junto a las ninfas, donde después de bañarse y peinarse, la cambian de traje. Veremos ahora a Felismena con el que Felicia llama «su traje natural»41, el que le corresponde como dama. Aquí comienza una minuciosa y preciosista descripción tanto de los vestidos como de los adornos con que las ninfas la vestirán. Cada uno de los elementos aludidos es significativo para la construcción del personaje. Las propiedades de los lapidarios antiguos y medievales atribuidas a estas gemas están presentes en este pasaje: -Perla. Plinio considera las perlas producto de lujo, lo que concuerda con el carácter suntuario de esta descripción. Nos informa de que las mujeres las utilizaban en su época para adornar los dedos, las orejas y todo el vestido42. El lapidario de Alfonso X las recomendaba para los tristes y medrosos y para todos aquellos que tuviesen enfermedades producidas por melancolía43. De las perlas dice Cesare Ripa que «resplandecen y complacen por singular y oculta propiedad de Natura». Las identifica con la Gracia, que «en los hombres que la poseen, viene a ser como cierto particular encanto que mueve y arrebata los ánimos, inclinándolos al amor y engendrando ocultamente devoción y benevolencia»44. Esta virtud de la gracia, con su asociada inclinación al amor, es atributo de Felismena. -Esmeralda. Distintos autores, como Plinio o S. Isidoro, aluden a que la esmeralda posee la propiedad de dar descanso a los ojos, lo cual no es despreciable en los casos de amor que nos ocupan, ya que los ojos son la primera vía de transmisión del amor, según tratadistas de la época como León Hebreo. Alfonso X y Cesare Ripa la asocian a la virginidad. Alfonso X dice además de ella que «los sabios antigos davan alos religiosos et a los hermitannos, et a aquellos que prometien tener castidat»45. Cesare Ripa representa la virginidad de la siguiente manera: «Bellísima jovencita vestida con túnica de lino blanco y con una guirnalda de esmeraldas que coronan su cabeza»46. Aclara, además, que estas gemas «son conocido símbolo de la Virginidad, habiendo sido consagradas a la celeste Venus, tenida antiguamente como Diosa del Amor más puro, del que no pueden sino nacer los más candidos efectos, proviniendo del mismo aquella única y singular forma del amor que es en todo ajena a la unión y ayuntamiento de los cuerpos»47. La castidad es una virtud que caracteriza a Felismena y al amante perfecto según los tratadistas neoplatónicos. Esta creencia se hace explícita en otros pasajes de la novela48. -Zafiro. Ripa asocia el zafiro al firmamento por su común color azul49. Lo men41

Montemayor, op. cit., p. 266. Plinio el Viejo, Histoire naturelle, París, 1955, Livre IX. 43 Alfonso X, op. cit., p. 27. 44 Ripa, op. cit., p. 465. 45 Alfonso X, op. cit., p. 44. 46 Ripa, op. cit., p.423. 47 Ibidem: 48 En los chapiteles de las columnas de entrada al palacio de Felicia figura con letras de oro esta leyenda: «Quien entre, mire bien cómo ha vivido,/ y el don de castidat, si l'ha guardado,/ y la que quiere bien o l'ha querido/ mire s'a causa d'otro s'ha mudado», Montemayor, op. cit., p. 260. 49 Ripa, op. cit., pp. 252-254. 42

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ciona en su emblema «Reconciliación del amor». La mujer que representa este concepto debe llevar al cuello un zafiro. «El zafiro, de un azul semejante al del cielo sereno, ha de servir como signo de la Reconciliación que produce en nuestro ánimo, trayéndole consigo cierto estado de paz y tranquilidad; pues dicha piedra posee una fuerza o virtud conciliadora». Ripa dice basarse en Bartolomé Anglico para estas afirmaciones. Como el cielo, la dama es firme y constante, virtudes indispensables en el amante neoplatónico. El zafiro, por su virtud conciliadora, debe infundir a Felísmena el ánimo necesario para vencer las dificultades con que la fortuna ahoga su amor por don Felis. -Rubí. Plinio habla de su semejanza con el fuego y de su insensibilidad hacia él50. Isidoro de Sevilla, de su capacidad de lucir en medio de las tinieblas51. Alfonso X dice de éste que «el que la toviere consigo, sera ardit et de gran esfuerco»52. En otro pasaje menciona que el que la lleve será bien querido53. Como el rubí, el amor que Felismena encarna crea luz en las tinieblas y es esforzado. No sólo las gemas, sino que también la forma de las joyas es portadora de un significado complementario. Las «arracadas» en forma de nave son asociables a la vida errante de Felismena. El collar en forma de serpiente se relaciona con la eternidad, valor inherente al amor para los neoplatónicos: para ellos el amor debe vencer al tiempo. Según Ripa «La Serpiente revuelta sobre sí misma, muestra cómo la Eternidad de sí misma se alimenta, pues no se fomenta ni mantiene a base de cosas exteriores»54. El águila es uno de los símbolos más comunes en la emblemática a través de los siglos. Está cargado de significados que remiten a la nobleza: imperio, valor, virtud, etc. Es destacable la imagen del águila, representación de la fuerza y del dominio, que tiene entre sus garras un rubí, representación del corazón enamorado. Constituye ésta una forma de visualizar el amor ideal neoplatónico, producto del equilibrio entre razón y sinrazón. A través del recorrido por las gemas de Felismena, el narrador ha dibujado las virtudes que ella encarna, así como su vida, dominada por el amor. Vestida de esta manera recorre las cámaras adornadas con los relieves y las esculturas que recuerdan a distintos personajes mitológicos e históricos femeninos de los que ella es heredera55. Pero a Felismena aún le queda un trecho por recorrer en su conquista de ese puesto en la eternidad a través del amor. Por ello ha de dejar su traje natural de dama y volver al de pastora. En este hábito reinicia su particular peregrinaje por el mundo en busca de su amado. La vuelta a este atuendo da cuenta de que Felismena es todavía un ser incompleto a falta de su otra mitad. En esta comunicación hemos analizado el distinto valor atribuido a las gemas por 50

Plinio el Viejo, Lapidario, Madrid, 1993, p. 177. Isidoro de Sevilla, op. cit., p. 293. 52 Alfonso X, op. cit., p. 183. 53 Op. cit., p. 196. 54 Ripa, op. cit., p. 392. 55 Lucrecia, Penélope, la mujer de Mausolo, doña María Coronel, etc. (cfr. Montemayor, op. cit., pp. 274 y ss.) 51

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parte de diversos autores: propiedades curativas, valor suntuario, relación con distintas virtudes morales. Estas tres vertientes, nacidas de tres tradiciones (científica, bíblica, prosa de ficción) confluyen en La Diana para representar no sólo la nobleza del personaje de Felismena, sino sus virtudes morales como amante, virtudes alabadas por los tratadistas neoplatónicos (Ficino, Castiglione, Hebreo): la constancia y la firmeza del zafiro, la esperanza y la castidad de la esmeralda, la elevación de espíritu y la limpieza de corazón de las perlas, la pasión del rubí. Con esta imagen fija del personaje de Felismena se convierte en un nuevo mito, nacido de la literatura, de esa cadena de mitos femeninos que van apareciendo a lo largo de la fábula. Dotada de varios atributos, Felismena podrá solucionar no sólo su conflicto amoroso, sino el de otros personajes. Este es otro de los elementos que la caracterizan como un auténtico «héroe de novela», equiparable no sólo a las heroínas históricas y mitológicas, sino a los caballeros literarios famosos por sus hazañas. De ahí el hecho de que se le represente en los bosques como una extraña, vestida con un atuendo que no es el suyo, y que se le atribuya como propio un suntuoso traje y, como espacio, la ciudad, representación de la Historia, de la civilización, de la temporalidad, frente al atemporal mundo pastoril. En esta recuperación del amor y de la temporalidad son fundamentales las virtudes de Felismena, representadas en su «traje natural».

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