El sincretismo y los tres modelos del narcisismo en Freud

El sincretismo y los tres modelos del narcisismo en Freud Raúl Jorge Aragonés Resumen discriminados. Esta concepción de los orígenes del vínculo no

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LA MEDICIÓN EMPÍRICA DEL NARCISISMO
Psicothema, 1998. Vol. 10, nº 3, pp. 725-735 ISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG Copyright © 1998 Psicothema LA MEDICIÓN EMPÍRICA DEL NARCISISMO José María

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El sincretismo y los tres modelos del narcisismo en Freud Raúl Jorge Aragonés

Resumen

discriminados. Esta concepción de los orígenes del vínculo no es privativa de Bleger pero, a diferencia de otros autores, no sólo consideró al sincretismo un estadio intermedio en el camino a la discriminación sino origen de formaciones que permanecen y tienen su propia organización. Mente-cuerpo-mundo permanecen indiferenciados como parte sincrética de la personalidad o han derivado en otras formas patológicas reconocibles en la clínica. Para Bleger la indiferenciación no sólo permanece sino que se organiza. De aquí surgieron los nuevos capítulos que enriquecieron la psicopatología y que, en una presentación como ésta, sólo puedo mencionar: me refiero a la descripción y clasificación de las personalidades sincréticas constituidas sólo por identificaciones primarias; el núcleo aglutinado base de las psicosis, formado por estructuras disociadas, pero sin diferenciación sujeto-objeto; y el gran capítulo de la clínica de la ambigüedad. Bleger, al incluir en la clínica las formaciones indiferenciadas, fue pionero en traspasar las primeras fronteras del psicoanálisis. En sus últimos trabajos (1971) Bleger inició el trasvase de sus concepciones, que provenían de una reformulación del campo kleiniano, al campo freudiano. Bleger había establecido originalmente la posición glisco-cárica como previa a la posición esquizoparanoide de M. Klein; definición que le fue creando una brecha teórica insalvable con el narcisismo secundario de Klein que sólo admitía los fenómenos de indiferenciación como mecanismo secundarios. Bleger, en un segundo tiempo, encontró en el narcisismo primario de Freud el espacio y la metapsicología necesaria que le diera textura al sincretismo; sincretismo que, a su vez, ampliaba y enriquecía el espacio narcisístico. Así, el espacio del narcisismo primario se amplió con la clínica de las personalidades sincréticas, la ambigüedad, el núcleo aglutinado, la simbiosis y el autismo (que son distintas formas de organización de la indiferenciación de la teoría del sincretismo). Y, el sincretismo, a su vez, obtenía otros

Este trabajo es una exploración cronológica en busca del paradigma en que fueron evolucionando los descubrimientos freudianos. En la obra de Freud se encuentran tres modelos del narcisismo que responden a tres maneras diferentes de relacionarse el individuo con el medio y que dan origen a tres desarrollos teóricos-clínicos distintos, cada uno con su propio mecanismo de formación de síntomas: el primero, el modelo de la vesícula pulsional de 1910, parte de un yo en formación que se relaciona con los objetos, en tanto objetos de la descarga pulsional; en el modelo de la ameba narcisista de 1914, se trata de un yo que se relaciona invistiendo y siendo investido por el otro narcisísticamente, en que describe un estado inicial de coexistencia indiferenciada presujeto-preobjeto, (este modelo introduce la intersubjetividad y reorienta autoeróticamente las pulsiones); y, por último, el modelo de la completud de 1930, habla de un yo que inicialmente lo incluye todo en una realidad única y que luego, por desprendimiento, da origen a un mundo exterior y a un mundo interior. Los mecanismos de renegación y de escisión del yo se complementan con este modelo, son su base explicativa y, a su vez, adquieren una ubicación trascendente en el desarrollo y en la patología. De todos, el último, incluye en su cuerpo teórico-clínico los desarrollos de los otros dos y establece el enlace con la patología del sincretismo de Bleger.

La muerte prematura de Bleger nos privó de ver terminada la parte de su obra que se desarrolló en la década de los 60 y principio de los 70 (Bleger, 1960, 1961, 1967, 1971), pero no impidió que nos dejara una inacabada pero sólida construcción de la teoría psicoanalítica cimentada en lo que él denominó «teoría del sincretismo». La teoría del sincretismo de Bleger parte de la idea de que el individuo no nace aislado sino indiferenciado con el medio. Cuerpo, mente y mundo, sujeto y objeto no nacen 5

Comenzaré haciendo algunas consideraciones previendo posibles dificultades en la lectura del texto. Se suele leer la obra de Freud desde el panorama que ofrecen las dos tópicas que ocultan al narcisismo y su evolución. Nos ayuda a comprender que esto ocurriera en la naturaleza misma del narcisismo, que reside en su invisibilidad, que hizo de éste un descubrimiento tardío para Freud y para los autores que le siguieron que, repitiendo, tropezaron con la misma piedra. Lo oculto del inconsciente se descubre por los resquicios mientras que el narcisismo no nos deja ver lo que es, porque es camaleónico y mimético. El segundo modelo, el de la ameba, es un buen ejemplo que recién se hace visible hacia la mitad de la obra estando ya definido el campo de las neurosis. Y, el tercero, el modelo de la completud, surge poco diferenciado en el último tercio y al final de su obra. Esta imbricación dificulta la discriminación de cada modelo y ha llevado a muchos autores postfreudianos a apoyarse en ellos sin reconocerlos y diferenciarlos. Lo que en Freud se comprende como cronología de un descubrimiento en otros autores es redescubrimiento de lo ya descubierto, reencuentro tardío con el narcisismo, que suele conducir a remodelar la teoría sin resignificarla. La resignificación freudiana, que reestructura lo que le precede y que debería haber reestructurado toda la teoría, faltó en Freud y sigue faltando. Los tres modelos tienen cada uno su propia coherencia, y cada uno su propio mecanismo de formación de síntomas. No son integrables ni intercambiables, razón para concluir que no se puede ir con todos a la vez. Otra consideración a señalar es que la teoría del narcisismo no es un cajón de sastre, como a veces se la quiere ver, sino concepciones definidas y distintas que suelen aparecer encadenadas e imbricadas. En su indagación sobre el narcisismo Freud descubrió las distintas maneras originarias de relacionarse el individuo con el medio, que fueron las bases desde donde emergieron las diferentes conceptualizaciones del aparato psíquico. Son tres puntos de partida distintos que lógicamente dieron lugar a tres concepciones del desarrollo normal y patológico diferentes. La segunda, la de la ameba, fue el resultado positivo de su confrontación con Jung (Aragonés, 2003) y la tercera, la de la completud del yo, fue una consecuencia esperable de los descubrimientos del segundo modelo (Aragonés, 1999). En la obra, estas concepciones se solapan sin desprenderse la una de la otra, sin por ello perder una dirección final hacia el tercer modelo, anunciado y avalado por los nuevos descubrimientos clínicos y teóricos que le sucedieron.

fundamentos que provenían de los aportes del narcisismo. Cabe destacar la incorporación al sincretismo de los mecanismos de las identificaciones primarias y secundarias, el ideal del yo, las defensas narcisísticas, las investiduras y los mecanismos de formación de síntomas de la patología narcisística; aportes que contribuían a la indagación, formación y estructuración del yo sincrético. El sincretismo ya se encontraba en Freud encubierto en el narcisismo. Siguiendo los pasos de Bleger escribí en 1975 «Narcisismo y sincretismo: dos teorías complementarias» cuyo título ya enuncia la intención de relacionar ambos campos: «del narcisismo al sincretismo» consistió en explorar como Freud fue evolucionando hacia una concepción originariamente sincrética de la personalidad que aportaba una visión más clínica al narcisismo; «del sincretismo al narcisismo» consistió en darle a la indiferenciación el armazón metapsicológico que el narcisismo le aportaba y que resituaba al sincretismo entre los pilares teóricos freudianos. Mis trabajos posteriores a 1975 fueron la continuación y el resultado de dicha exploración. En este trabajo, esta vez, intento explorar cronológicamente, históricamente, la línea «del narcisismo al sincretismo», es decir, como Freud fue cambiando e incorporando los fenómenos de indiferenciación. No deja de ser relevante que un científico, guiado por su intuición y sobre todo por la clínica, haya ido construyendo su edificio teórico al mismo tiempo que fue cambiando su paradigma central, que no podía ser otro que «el origen y la evolución del ser y su relación con el medio»: es decir, el origen y evolución normal y patológica del yo. A partir de la introducción de estos conceptos, como marco de mi exposición, me ocuparé de recorrer el camino, diría blegeriano, que hice de Freud. En este itinerario de la obra de Freud destaco tres etapas que corresponden a tres concepciones y a tres modelos diferentes que aparecen en 1910, 1914, y 1930 y que se refieren esencialmente a la manera en que Freud fue concibiendo cómo, en su origen, el individuo se relacionaba con el medio: el primero es el modelo de la vesícula pulsional, visión mecanicista, cuyo eje es una relación pulsional con el objeto de la descarga; le sigue el modelo de la ameba narcisista que es una relación de indiferenciación presujeto-preobjeto, una relación de coexistencia; el último, es el modelo del yo de la completud narcisista, estadio previo al desprendimiento de un mundo exterior. Estos modelos fueron acompañando a la clínica. El descubrimiento de la intersubjetividad desbordó al primer modelo; la renegación y la escisión del yo, al segundo. 6

Los tres modelos

de las neurosis, se circunscribe a aquellos que han pasado por la castración, que tienen que hacer consciente lo inconsciente porque siguen añorando el objeto a través de las formaciones sustitutivas y que, por lo tanto, habitan un mundo diferenciado de sujetos y de objetos. (Utilizo los términos «el pasaje por la castración» apelando a los otros modelos: aquí, aún, no hay dos niveles que diferencien aquellos que pasaron de aquellos que no pasaron por la castración.) La represión, como columna vertebral de la teoría, la ejerce un yo que Freud intentará definir, a continuación, desde esta primera versión del narcisismo. En los trabajos antes mencionados Freud descubrió en la clínica la identificación homosexual y la pérdida de la realidad en la psicosis, movimientos de investiduras y alteraciones del yo que no le resultó fácil integrar en el mecanismo general de las neurosis de transferencia. De aquí nació una primera escala resolutiva explicativa del funcionamiento psíquico, que pronto abandonó y con la que intentó conciliar las viejas y las nuevas observaciones; escala en la que introdujo la noción de narcisismo desde una vertiente de origen pulsional. Definió entonces (1910b) el narcisismo como

En este trabajo defino al narcisismo como una teoría general fundante del psiquismo, retomada varias veces por Freud, cuya estructuración depende de como originalmente el individuo se relaciona con el medio. Estas concepciones no fueron explicitadas (Aragonés, ibid), hay que buscarlas y nos obligan a hacer una lectura retroactiva de la teoría general con cada cambio de modelo. Cada modelo sirve de base de una construcción teórica que incluirá los desarrollos del yo y los mecanismos de resolución que conducen a la normalidad, a la neurosis o a la patología narcisista. Estos tres modelos tienen un gran valor clínico en parte oscurecido por el desarrollo de las tópicas. Las tópicas hablan de topos, de lugar, de como se ordenan las fuerzas y los elementos: los tres modelos hablan de los paradigmas que sostienen la teoría. Crecieron a lo largo de la obra y aunque es de suponer que debería prevalecer el último modelo por ser más completo, Freud nunca renunció a ninguno. Esta característica le da a la obra una gran ambigüedad, que en parte es su riqueza, y que hizo posible que autores postfreudianos se apoyaran en estos modelos sin discriminarlos, incluyéndolos sin resolver sus contradicciones.

un estadio en la historia evolutiva de la libido, estadio por el que se atraviesa en el camino que va del autoerotismo al amor objetal […] Consiste en que el individuo empeñado en el desarrollo, y que sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica, para ganar un objeto de amor se toma primero a sí mismo, a su cuerpo propio, antes de pasar de éste a la elección de objeto en una persona ajena (las bastardillas son mías, Vol. Xll, pág. 56).

El primer modelo El primer modelo que nos conduce a la primera definición del narcisismo se hace presente simultáneamente en 1910 en dos trabajos de Freud: Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber) y en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. Debemos tener en consideración que en esta etapa del desarrollo del psicoanálisis en que Freud está completando sus aportes a la teoría de las neurosis de transferencia, la representación del ser que prevalece es el de una vesícula pulsional que busca el objeto, definido, éste, como objeto de la descarga pulsional. La pulsión, en cuanto representante, no es el instinto mismo, lo que abre las posibilidades de las transformaciones. El contexto teórico que corresponde a este modelo relacional define el deseo desde una teoría pulsional que se apoya en la descripción de la vivencia de satisfacción y la vivencia alucinatoria (Freud, 1900), en un tiempo regido por los principios de placer y por el principio de realidad (Freud, 1911). La identidad de percepción y la identidad de pensamiento son tentativas de explicar estos procesos. Este modelo, que acompañó al desarrollo

En este párrafo vemos como lo recientemente descubierto está canalizado en los moldes conocidos de la pulsión. Son las pulsiones sexuales mismas, las que se revierten buscando el objeto en el propio cuerpo (autoerotismo) para, finalmente, unificarse y adquirir una nueva dinámica que tiene como punto de partida el yo, un yo creado por el mismo movimiento pulsional. En este texto Freud enuncia, pero aún no discrimina la libido del yo, de la libido sexual. Aquí (1910b) afirma lo que más tarde modificará en 1915, en Pulsiones y destinos de pulsión: aún, aquí, el yo y la libido del yo tienen un origen común en la reversión y unificación de las pulsiones autoeróticas. Importa recalcar que en esta primera definición el autoerotismo inscripto en el marco del modelo de 7

de la relación sujeto-objeto con el otro que, en cuanto sujeto, se ofrece como objeto narcisístico indiferenciado. Como en un juego de magia Freud hizo desaparecer el autoerotismo como origen del narcisismo en Pulsiones y destinos de pulsión (1915) un año después de introducir el modelo de la ameba. Freud, como restándole importancia al cambio teórico que estaba realizando, desprendió al narcisismo del origen pulsional y al autoerotismo como fase previa cuando dijo: «Llamamos narcisismo a la fase temprana del desarrollo del yo, durante la cual sus pulsiones sexuales se satisfacen de manera autoerótica» y reafirma en 1916: «Por lo tanto, el autoerotismo era la práctica sexual del estadio narcisista de la colocación de la libido». A partir de aquí quedó planteada la existencia inicial de un yo, el yo del narcisismo primario, un yo que no es un producto secundario del autoerotismo sino un yo que es autoerótico. No fue el autoerotismo el que dio origen al narcisismo sino que la estructura narcisística del yo encauza a la pulsión autoeróticamente, la pulsión se hace autoerótica como producto secundario de la organización narcisista, que es tanto como decir que todo objeto de la pulsión, en la fase narcisista, es parte del sí mismo. Estas afirmaciones reconvierten todo el sistema en un sentido contrario: las pulsiones en su origen son narcisizadas y toda pulsión, en el tiempo narcisístico antes del desprendimiento, es autoerótica.1 Si no se aclara este punto se seguirá buscando «el nuevo acto psíquico» (Freud, 1914)2 que explique como del autoerotismo nace el narcisismo. Freud lo dejó zanjado: no le da al autoerotismo la función gestora ni lo precluye, lo incorpora al narcisismo del yo, como yo-objeto autoerótico. El «objeto de la descarga» del primer modelo, dejó de ser exterior, es parte de la realidad narcisista del sí mismo. La escala evolutiva ahora comienza con el narcisismo, sigue con la relación homosexual y se resuelve con la relación de objeto. Freud, con este paso, libera al modelo de la ameba de las ataduras del modelo pulsional e incorpora a la pulsión dentro del yo del narcisismo primario. Al dejar el modelo mecanicista de la vesícula pulsional Freud dio un paso gigantesco al pasar a un modelo intersubjetivo, representado por la ameba narcisística, en que el sujeto y el objeto tienen que advenir desde un narcisismo primario de indiferenciación mente-cuerpo-mundo inicial. Es un modelo de intersubjetividades, representado por intercambios de investiduras entre el uno y el otro como pasos de un proceso de diferenciación en que, con la presencia del otro en la evolución, se va

la vesícula pulsional, es imprescindible para esta primera definición del narcisismo. Subrayo esta última frase porque, en el próximo modelo, el autoerotismo pierde su lugar de etapa que precede y origina el narcisismo dando lugar a otra concepción del yo, del narcisismo y del autoerotismo. Con aquellos elementos Freud construyó una primera escala resolutiva que algunos autores suelen tomarla como definitiva: habría una etapa autoerótica que precede y da origen al narcisismo, seguida por un estadio de investidura homosexual que culmina en una definitiva relación de objeto heterosexual. En este momento de descubrimiento Freud no define aún la libido narcisista; lo que se desplaza es pura libido pulsional, libido erótica que se trasvasa en búsqueda autoerótica en el propio cuerpo y de allí a la búsqueda del sí mismo en otro. Podemos afirmar a esta altura que Freud descubrió el narcisismo en la clínica pero no en la teoría; el narcisismo requerirá de otro modelo de relación del individuo con el medio que le dé otra consistencia a la investidura narcisista. Es en este caso la observación de las investiduras en la homosexualidad y en las psicosis la que hace prevalecer la clínica sobre la teoría, estableciendo un puente, aún impreciso, entre lo ya conocido de las neurosis de transferencia y lo nuevo por explorar de las neurosis narcisísticas.

El segundo modelo Jung, ya próximo a la ruptura, criticó, entre otras cosas, la definición del narcisismo sustentada por Freud en el caso Schreber. Decía que era una explicación unitaria que se basaba sólo en las «aspiraciones sexuales» que, por sí solas, no bastaban para explicar la evolución del yo, y que el complejo de Edipo era sólo un «contenido» incapaz de sostener una teoría. Freud respondió a las críticas pero en los hechos reconoció las objeciones porque se puso febrilmente a remodelar la teoría (Aragonés, 2003). Lo hizo en el mismo año redefiniendo el Edipo e introduciendo la libido narcisista con sus trabajos del Hombre de los lobos e Introducción del narcisismo. La disputa, Freud la cuenta en Contribuciones a la historia del psicoanálisis y, la reacción personal, sus biógrafos (Clark R., 1980). En el segundo modelo, el autoerotismo simplemente desapareció como etapa precursora del narcisismo e introdujo, con el modelo de la ameba (1914, Introducción del narcisismo), la dialéctica de la intersubjetividad, representando con los pseudópodos los intercambios de investidura 8

estructurando el aparato psíquico. Dice Freud de las investiduras: Se ama en el otro «lo que uno mismo es, lo que uno mismo fue, lo que uno quería ser, y a la persona que fue una parte del sí mismo propio». Éstas serían las investiduras de la madre con el hijo y las investiduras que desarrolla el niño siguiendo el modelo de la ameba. Las pulsiones del modelo anterior son reencausadas en los mecanismos de defensa de la libido narcisista que se vuelven contra sí mismo, se transforman en lo contrario, se condensan o se desplazan en la relación con el semejante. Estos son movimientos que provienen de una fuerza y de una dinámica propia que Lou Andrea Salomé denominó la «doble dirección del narcisismo» (1916): una tendencia a la quietud inercial fusional, tanática con el objeto narcisista, y un movimiento vital de desprendimiento, de diferenciación, de creación de un mundo exterior y autonomía (Aragonés, 1978). Freud, con este narcisismo presentado como una fuerza viva que tiene su propia dinámica y economía le responde a Jung:





El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera; la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento del ideal. (Freud 1914).



Fueron muchos los cambios que acompañaron al nuevo modelo, que modificaron los pilares de la teoría: — Este modelo antepone al tiempo de las neurosis de transferencia un tiempo narcisístico previo de indiferenciación que conduce a rever los procesos de desprendimiento de los objetos oral, anal, fálico y edípico. Este modelo no niega lo ya establecido, reencausa e incorpora los desarrollos del modelo anterior. — El comienzo es otro. Inicialmente existe un yo narcisístico ubicuo y atemporal, adornado de todas las perfecciones, investido por los padres como «His majesty the baby».3 Los padres, como sujetos, se ofrecen como objetos narcisísticos y toman al niño como objeto narcisístico, dentro de un proceso de subjetivación que da lugar al nacimiento del sujeto. — Esta investidura que recibe el individuo de ser todo y no tener nada, al verse cuestionada por la realidad (mediada por el ideal del yo, como veremos enseguida) da lugar a la dialéctica evolutiva del ser y el tener: para tener hay que



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desprenderse del ser, del ser narcisístico. El todo narcisístico del ser deberá transmutarse, para tener un mundo interior y un mundo exterior de sujetos y de objetos. Freud describe aquí la identificación primaria como el verdadero mecanismo generador de la evolución del yo mediada por el ideal del yo: el yo, al no poder seguir siendo el todo, desplaza su perfección narcisística en un ideal (el padre, o la madre, 1914, 1923) para, en un segundo tiempo, incorporarlo como instancia que le devuelva su perfección perdida. Dice Freud: «Se ama a lo que posee el mérito que le falta al yo para alcanzar el ideal» (1914). Con el ideal del yo Freud describe una primera instancia, columna vertebral del tiempo narcisístico, que canaliza las influencias externas y provoca el desprendimiento de los vínculos del narcisismo primario dando origen a las identificaciones secundarias y al narcisismo secundario. Es la instancia que condiciona la represión, la que regula la autoestima, la noción de realidad y aporta al yo el sentimiento de sí y la autoobservación (también la irrealidad, la perversión, la insignificancia, la grandiosidad, la persecución etcétera, en la patología). Es este modelo el que reformula el mecanismo de formación de síntomas y de repetición y establece las diferencias entre las neurosis de transferencia y las neurosis narcisísticas. 1) En las neurosis transferenciales hay pérdida de objeto, introversión, inconscientización, retorno de lo reprimido, síntoma y transferencia. 2) En las neurosis narcisísticas hay pérdida de objeto narcisístico, desrealización y despersonalización, retracción, inconscientización, restitución y transferencia narcisísticas. (Freud, 1914). Estos mecanismos permiten desarrollar los conceptos de identificación primaria y secundaria, sublimación, duelo normal y patológico y aportan los elementos con los que se construye la teoría estructural y los cambios en la concepción de la transferencia. La presencia del tercero adquiere notoria importancia en este modelo según se incluya como sujeto discriminado o como objeto narcisístico en la dinámica de la doble dirección del narcisismo. Esto nos lleva a otra comprensión y a otros desenlaces del complejo de Edipo: existe un Edipo narcisista fusional que no pasó por la castración y un Edipo neurótico que renunció a los objetos bajo la amenaza de castración pero que los añora y sigue buscándolos.

diferenciación sujeto-objeto. Estas formulaciones ya habían sido desarrolladas en Lo ominoso (1919) y previamente ya anunciadas en el texto ya citado de Introducción del narcisismo: «El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento del narcisismo primario que engendra una intensa aspiración a recobrarlo». etc. Una síntesis más acabada de este proceso evolutivo, en que se pueden distinguir estas dos corrientes que responden a la doble dirección del narcisismo y que condicionan el pasaje desde una realidad narcisística a una realidad objetiva, la encontramos en el Malestar de la cultura cuando dice el autor:

— Con este segundo modelo Freud ha introducido otra dinámica y otra economía y ha sentado la base de la estructuración del yo. Lo que se desplaza y da lugar al nacimiento del sujeto es una carga inaprensible intersubjetiva de fuerzas de fusión y de fuerzas de fisión, que moviliza grandes energías que suelen tener expresión clínica. Apela a la representación de la ameba que tiene la textura intersubjetiva desde donde emerge el sujeto, sujeto que transmite dicha posición de sujeto a la descendencia, como pieza fundamental del recambio generacional.

El tercer modelo

Originalmente el yo lo contiene todo; más tarde desprende de sí un mundo exterior. Por lo tanto, nuestro sentimiento yoico de hoy es sólo un comprimido resto de un sentimiento más abarcador —que lo abrazaba todo, en verdad—, que correspondía a una atadura más íntima del yo con el mundo circundante. Si nos es lícito suponer que ese sentimiento yoico primario se ha conservado, en mayor o menor medida, en la vida anímica de muchos seres humanos, acompañaría, a modo de un correspondiente, al sentimiento yoico de la madurez, más estrecho y de más nítido deslinde. (Freud, 1930).

Este modelo, el de la completud narcisista, puede considerarse una prolongación más abarcativa del modelo de la ameba narcisista, porque incluye todos sus avances e incorpora, en la teoría, los nuevos mecanismos de renegación y escisión del yo descubiertos con posterioridad. La renegación (Verleugnung, Freud, 1927) y la escisión del yo (Freud, 1938) fueron mecanismos descriptos principalmente dentro de la patología pero desde el comienzo mismo comenzó a incorporarlos dentro del proceso evolutivo. Esta última afirmación, Freud la dejó asentada en un caso de escisión del yo infantil que evolucionó a una neurosis obsesiva (Freud, 1927).4 Freud presentó la renegación en el trabajo sobre fetichismo (Freud, ibid) y la describió como dos corrientes, de la que una acepta la realidad y la otra la rechaza. En una versión más completa (Freud 1938) se trata de un mecanismo en que el yo se escinde y convive en dos realidades: una corriente que perpetúa creencias narcisísticas que no pasaron por la castración (el ejemplo que ofrece Freud es la negación de la castración de la madre con pene como continuación de la indiferenciación sexual y de la completud) y se mantiene como realidad escindida, y otra que acepta la realidad, entendiéndose ésta, como la realidad objetiva de un yo discriminado que ha pasado por la castración. La renegación mostraría un momento de fijación y escisión dentro del proceso evolutivo que impidió el pasaje, reconversión resolución y abandono de las creencias o «teorías sexuales» de completud del narcisismo primario. Esta fórmula, si la retrotraemos al proceso evolutivo, designa un antes y un después, un progresivo pasaje siempre amenazado, con interrupciones y fijaciones, desde una realidad narcisística inicial a una realidad objetiva de

Aquí el modelo aparece con todo su esplendor y todas sus complejidades. Se asemeja al modelo de la ameba pero difiere en que inicialmente habla de una realidad única de la que emergen dos realidades distintas. Ahora afirma que en un comienzo existe sólo una realidad, indivisa, sin mundo interno ni mundo externo, y de un yo que lo incluye todo, un mundo habitado sólo por objetos narcisísticos, de preobjetos y presujetos, un mundo autoerótico, un yo que es todo y que no tiene nada. Cuando dice «luego desprende de sí un mundo exterior» el «luego» es tiempo evolutivo, es tiempo de pasaje, de trasvasación, de desprendimiento de sí, que por transmutación de cargas narcisísticas regidas por la dialéctica del ser y el tener se crea un mundo objetivo, de objetos, y un mundo interior de identificaciones. Este nuevo enfoque, años después, Freud lo retoma y lo define con toda claridad en la descripción del vínculo con el pecho. «Tener» y «ser» en el niño. El niño tiende a expresar el vínculo de objeto mediante la identificación: «Yo soy el objeto» El «tener» es posterior, vuelve de contrachoque al «ser» tras la pérdida de objeto. «El pecho es un pedazo mío, yo soy el pecho» Luego, sólo: «Yo lo tengo, es decir, yo no lo soy…» (Conclusiones, 1938).

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denomina pasaje por la castración en cuanto es desprendimiento, renuncia, prohibición y pérdida de la unión fusional incestuosa con los padres. Desde esta óptica hay un Edipo por resolver y otro parcialmente resuelto. En las neurosis narcisistas la realidad fusional narcisista se perpetúa, no hay pérdida de objeto, permanece la representación de unión del yo con el objeto-autoerótico narcisista, realidad narcisista escindida del yo estructural, disociada de la conciencia, inconsciente y a veces desplegada en la transferencia como transferencia narcisista. En cambio, las neurosis de transferencia, las que ya pasaron por este proceso de renuncia a la unión fusional con el objeto, produciran formaciones sustitutivas, por estar permanentemente prohibido el objeto y añorada la unión fusional. — Algo fundamental ha cambiado en la concepción del deseo en el modelo de la completud. En el ser humano (esto nos diferencia de las otras especies), el verdadero deseo es un deseo intersubjetivo de completud (es la pulsión narcisizada) al que hay que renunciar, deseo que captura a los neuróticos como añoranza prohibida. En la renegación, el yo escindido de las dos corrientes responde a este deseo y no al deseo como Freud lo definiera en sus primeros trabajos. El deseo, en la parte escindida, no es sólo búsqueda y reedición de la vivencia de satisfacción (Freud, 1895, 1900) sino búsqueda de la completud, fusión con el objeto-autoerótico. En esta corriente que niega la realidad (de la castración), el deseo se satisface recreando la realidad narcisista fusional de completud, de no castrado. En cambio, el deseo, en las neurosis, en que ya se ha producido la separación sujeto-objeto, ha perdido el objeto fusional para siempre pero lo sigue añorando y buscando por medio de sustitutos bajo la siempre presente amenaza de castración. — En este modelo la existencia tiene su origen en la coexistencia y no se agota en el individuo sino que se prolonga en el tejido social. En las familias (también en los grupos y en la sociedad) se observa que la renegación, con sus dos corrientes, trasciende las generaciones y escinde al grupo entre una realidad mítica (narcisística) y una realidad objetiva. La renegación, observable en la clínica, acostumbra a responder a esa renegación familiar que suele estar encubierta y a veces poco abordable desde un encuadre individual.

Es este modelo, el modelo de la completud, el que establece un parentesco entre la dialéctica del ser y el tener, la dinámica de la doble dirección del narcisismo y las dos corriente de la renegación, mecanismos que en el proceso evolutivo integran al yo en una unidad, o lo escinden formando desarrollos dobles (Aragonés, 1999). Si revemos la fórmula con que Freud sintetiza la teoría estructural cuando afirma «donde está el ello el yo debe advenir» (1923), observaremos que, en la misma, ha incorporado el modelo de la ameba y ha anticipado el modelo de la completud. Esta fórmula dice que en un comienzo no existe el yo ni el superyó; sólo existe el ello. El «ello» antes de la formación del yo estructural es «el yo del narcisismo primario», es el self desde otra versión. Esto ya supuso un cambio de la teoría y de la técnica que obliga a la ubicua fórmula «hacer consciente lo inconsciente» a integrarse en la fórmula «donde está el ello, el yo debe advenir» que anticipa el modelo de la completud. Son muchas las derivaciones teóricas y técnicas, además de las expuestas, que acompañan a este modelo. — En este modelo, al igual que en el modelo anterior, el desprendimiento del objeto autoerótico es regido por el ideal del yo en su «condición de la represión» (1914). Este importantísimo papel del ideal del yo debe entenderse, en este modelo, no sólo como condición de la represión primaria, sino como generador de las dos corrientes de la renegación. El ideal del yo reprime, compara, autoobserva, regula la autoestima y el sentimiento de sí, enfrentando, cuestionando y forzando al yo narcisístico al abandono de los objetos autoeróticos. Desde ese lugar, el ideal del yo procesa el trasvasamiento desde una realidad narcisística hacia un mundo objetal, dando origen a las dos corrientes: la que acepta la realidad objetiva que equivale al pasaje por la castración y la que se enroca en el narcisismo de la completud como yo ideal. Papel fundamental del ideal del yo en el proceso evolutivo, tanto si cumple su función de lograr el desprendimiento de los objetos hasta culminar con los incestuosos para ceder finalmente la función de la represión al superyó, como si fracasa, que no complete su función, que escinda al yo y se perpetúe, instalándose en la patología narcisista como ideal del yo arcaico que refuerza las escisiones. — En la culminación de las fases del desarrollo psicosexual, la pérdida de los objetos edípicos se 11

vislumbrar también que los sucesos de esta índole en modo alguno son raros en la vida infantil, y pude tenerme por convicto de mi error en la caracterización de neurosis y psicosis».

— La renegación puede ser considerada en la evolución individual un proceso dinámico que va rescatando y diferenciando al yo estructural de un yo narcisístico inicial. En este proceso el yo puede quedar escindido como lo encontramos en las perversiones, en las psicosis y en general en la patología narcisista; o la escisión puede ser inestable, con estados pasajeros de fusión, como en los estados borderline; o bien el yo escindido puede alojarse y convivir en creencias que encuentran su lugar en aspectos disociados de la sociedad.

Bibliografía ANDREAS-SALOMÉ, L.,(1921). La doble dirección del narcisismo. Tusquets Editores, 1982. ARAGONÉS, R. J., (1975). «Narcisismo y sincretismo, dos teorías complementarias». Rev de Psic., 1975, 3. — (1978). «Estudio del vínculo narcisístico: algunas consecuencias de su revisión». ibid, 1977, 2. — (1978). «Los instintos de vida y muerte y su relación con el narcisismo». ibid, 1978, 6. — (1982). «Ambigüedad. Un capítulo de psicología y psicopatología. Actualización». ibid, 1982, 5. — (1983). «Ideal del yo/superyó. Su estructuración y sus implicaciones en la clínica». ibid, 1983, 3. — (1987). «Teorías del yo y del sujeto psíquico en psicoanálisis». ibid, 1987, 2. — (1999). El narcisismo como matriz de la teoría psicoanalítica. Buenos Aires: Nueva Visión. — (2003). «Vigencia del Complejo de Edipo». Barcelona: Editora Associación Intercambios,, 11:43-47. BLEGER, J., (1960). «Estudio de la dependencia-independencia en su relación con el proceso de proyección-introyección». Rev. de Psic., 1960, 4. — (1961). «La simbiosis», Rev. de Psic., 4. — (1967). La ambigüedad en la clínica psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós, 1967. — (1973). «Ambiguity». In The World Bienniel of Psychiatry and Psychotherapy.Vol. ll, ed.S. Ariete. New York: Basis Books. CLARK, W., (1980). Freud. El hombre y su causa. Editorial Sudamericana, 1985 FREUD, S., (1899/1900). La interpretación de los sueños, Obras Completas (OC).Vol. IV. Amorrortu editores, primera reimpresión, 1988. — (1910a). Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. Vol. XI. — (1910b). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrita autobiográficamente Vol. XII. — (1911). Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. Vol. XII — (1914). Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico. Vol. XIV — (1914). Introducción del narcisismo. Vol. XIV. — (1915). Pulsiones y destino de la pulsión. Vol., XIV. — (1915-1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. Vol. XVI — (1919). Lo ominoso. Vol. XVII. — (1923). El yo y el ello. Vol. XIX. — (1927). Fetichismo. Vol. XXI. — (1930). El malestar en la cultura. Vol. XXI. — (1938/1940). La escisión del yo en el proceso defensivo. Vol. XXIII. — (1938/1941). Conclusiones, ideas, problemas. Vol. XXIII. Siguiendo la ordenación de las fechas propuesta por la edición: la segunda numeración corresponde a la de su publicación, cuando ésta no coincide con la fecha en que Freud escribió el texto.

Raúl Jorge Aragonés Arias Dr. Carulla, 60, 4° 3ª 08017 Barcelona [email protected]

Notas 1. En el siguiente pasaje de Pulsiones y destino de la pulsión se hace evidente el cambio de modelo aunque permanecen vestigios del anterior: De igual modo, la trasmudación del sadismo al masoquismo implica un retroceso hacia el objeto narcisista; y en los dos casos (o sea, el del placer pasivo de ver y el del masoquismo) el sujeto narcisista es permutado por identificación con un yo otro, ajeno. Si consideramos la etapa previa del sadismo, esa etapa narcisista que construimos, alcanzamos una intelección más general: los destinos de la pulsión que consisten en la vuelta sobre el yo propio y en trastorno de la actividad en pasividad dependen de la organización narcisista del yo. (Las bastardillas son mías).

Más adelante agrega: De ellas podemos decir, su objeto se eclipsa tras el órgano que es su fuente y, por lo común, coincide con este último. El objeto de la pulsión de ver es también primero una parte del cuerpo propio; no obstante, no es el ojo mismo. Y en el sadismo, el órgano fuente, que es probablemente la musculatura capaz de acción, apunta de manera directa a un objeto otro, aunque se sitúe en el cuerpo propio. (Freud)

2. Si «llamamos narcisismo a la fase temprana del yo» (cita anterior), queda desautorizado lo que Freud afirmara un año antes en Introducción del narcisismo Allí decía: «Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya.» (Freud 1914) 3. «His majesty the baby, como una vez nos creímos. Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón será un gran hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre.» (Freud 1914) 4. Freud (1927) hace referencia a «dos jóvenes [que] no habían “escotomizado” la muerte de su padre más que los fetichistas la castración de la mujer». Y agrega: «en uno de los dos casos, esa escisión pasó a ser la base de una neurosis obsesiva de mediana gravedad», y agrega: «Empecé a

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