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El sonido de una voz que acaricia las ondas Siempre quise ser locutora. Pero, como supongo que muchos otros, uno piensa en ello como un deseo muy lejano. Principalmente porque entiendes que ser locutor o locutora de radio es algo muy especial, tan especial que difícilmente podrás alcanzar esa meta. Escuchar la voz de un locutor a través de las ondas representa un acto revestido de magia. Cualquier voz, despojada de cuerpo, desencadena toda una cascada de emociones, sensaciones e imágenes mentales que de forma inconsciente dibujan una película sonora en la mente de un oyente. Porque ese sonido, peculiar y único para cada voz, simboliza la cara sonora o auditiva del locutor. Así, la voz de una persona transmite importante información sobre su identidad, personalidad y su manifestaciones afectivas. En primer lugar, los estudios coinciden en demostrar que los oyentes tienen una habilidad especial para reconocer características físicas como la edad aproximada y el sexo de un locutor en un grado similar al que infieren a través de una imagen. También otras como la altura y el peso, aunque estas con mayor dificultad. Es así entonces cómo cuando escuchamos una voz, en función de sus rasgos vocales, vamos dibujando en nuestra mente un determinado físico que los propios medios de comunicación han contribuido decisivamente a definir creando asociaciones estereotípicas. Gracias a esta convención, los oyentes somos capaces de formar una imagen mental derivada del sonido de la voz de un hablante y hacerlo, además, coincidiendo en nuestros juicios más allá de lo que podría considerarse el azar. Eso significa que cuando escuchamos la voz de un locutor, en función de sus características vocales, todos imaginamos los mismos rasgos físicos. Por tanto, existe un estereotipo que asocia determinadas cualidades vocales con determinados físicos y personalidades, aunque esta asociación no siempre coincida con la realidad. Sin duda, se trata de una cuestión muy interesante para un locutor porque con un adecuado entrenamiento vocal, modificando los parámetros vocales, podemos producir en el oyente las impresiones o sensaciones que queramos. En segundo lugar, un oyente puede inferir rasgos de la personalidad de un locutor a través de su voz como también estados afectivos o emocionales con un grado de precisión de un sesenta por ciento. La voz entonces aporta una doble información sobre nuestra personalidad. La manera en que la manejamos perfila nuestro carácter y así las personas que hablan muy rápido suelen ser muy nerviosas o animadas o, por ejemplo, aquellas que se expresan con una intensidad baja, suelen ser tímidas. Pero por otro lado, la voz informa sobre los estados de ánimo por los que atravesamos. Por eso, se dice que la voz es el espejo del alma o el corazón del sentimiento. Así pues, el sonido de la voz es capaz de generar una fuerte impronta auditiva, una imagen mental física y 1
psicológica en quien la escucha, casi siempre de formación inconsciente, que acaba influyendo y cautivando al oyente. No en vano Luciano Pavarotti afirmaba: "creo que la cualidad más importante que tengo es que cuando me escuchas en la radio, sabes que soy yo. Mi voz no se confunde con otras". Y quizá es por toda esta magia que envuelve a la voz (la de Pavarotti sin duda una gran voz) por lo que al principio del camino me parecía tan difícil ser locutora de radio. Pero todo hay que intentarlo. De nuevo encendí la radio en el susurro intermitente de la noche para llenarla con la voz de un locutor. Es entonces cuando volví a pensar que sería difícil que alguna vez mi voz sonara de esta manera. Este suele ser el primero de los pensamientos de un futuro locutor y eso lo había pensado unas cuantas veces. Pero aún así decidí intentarlo y empecé a hablar intentando imitarlo, pero mi voz no sonaba igual que la de los locutores y, además, tenía un problema: no me gustaba. Es curioso, pero son pocas las personas que se paran a pensar en cómo suena su voz, a no ser, claro, que tengan que trabajar con ella. La voz es un instrumento esencial de nuestro día a día, el más importante para comunicarnos, que condiciona el resultado de nuestras relaciones con los demás. Sin embargo, casi nadie piensa conscientemente en cómo suena su voz, es decir, en cómo es su cara sonora. ¿Qué cara auditiva ofreces a la gente?, podríamos preguntarnos. Y la respuesta es sencilla: aquella que nos sale de forma natural porque nadie nos ha enseñado a hacerlo de otra manera. Lo siguiente es pensar que no nos gusta, en parte porque no la reconocemos como propia. Hasta entonces yo no sabía que el sonido que escuchan los demás o el que puedo escuchar de mi voz a través de una grabación (sólo por vía auditiva), no es el mismo que el sonido que yo escucho de mi voz (donde se superponen la vía auditiva con la resonancia interna). Pero aún así no nos gusta porque tampoco es una voz trabajada sino sencillamente un sonido espontáneo. Por eso, creemos que no serviremos como locutores puesto que no contamos con una buena voz, una voz radiofónica. Pero con los años he aprendido que no se trata de eso. Para hablar por la radio más que una voz especial lo que hay que tener es una voz educada. En la mayoría de los casos no existe ningún problema con el sonido de nuestra voz, más bien se trata de un mero tema de educación vocal. Cuando una persona educa su voz, consigue mejorar su calidad hasta conseguir el nivel profesional suficiente. Con una buena técnica, el sonido se transforma de manera que alcanza el color y la presencia necesarias para percibirse de forma profesional. Esto debe entonces tranquilizarnos. En mi caso fue así porque esto significaba que ni yo ni mi voz teníamos problemas y que sólo era una cuestión de entrenamiento. Así que ni corta ni perezosa (como suele decirse), decidí emprender el camino para ser una locutora de radio apuntándome a un curso de locución. A partir de aquí 2
comenzaba el trabajo para intentar hacer que una cara sonora convencional y desconocida se convirtiera en una cara auditiva profesional y controlable, eso sí, no sin esfuerzo y constancia. En aquel curso aprendí muchas cosas pero una de las primeras fue mi absoluto desconocimiento sobre todo aquello que rodea a la voz. Por aquel entonces me di cuenta de que nadie me había enseñado nada acerca de la voz: ni en el colegio, ni en el instituto, ni en actividades extraescolares... era una absoluta desconocida y lo que es peor, era una absoluta desconocida a la que no quería tener el placer de conocer. Cada vez que la escuchaba, me gustaba menos. Eso hacía que evitara oír las grabaciones. Primer error, me dijeron. Hay que hacer todo lo contrario. La mejor manera para comenzar a corregirse es precisamente escucharse mucho. Sólo si conoces bien el sonido, sabrás por dónde empezar a corregirlo. Así que al final entendí que tocaba grabarse y escucharse... y mucho. El primer paso dentro de la educación vocal que estaba a punto de recibir tenía que ver con algo que en principio pensé que no tenía ninguna relación con mi futuro trabajo. Para que la voz se produzca con corrección, de forma equilibrada y con un sonido armónico, la condición imprescindible es la relajación. En este sentido, me explicaron que si existe tensión en los músculos que afectan a la voz (especialmente cuello y hombros), ésta se reflejará en el sonido de la voz y será más difícil de controlar. Además por propia salud vocal, debemos tener en cuenta que si el órgano fonador, es decir, la laringe, añade una sobrecarga, las posibilidades de que aparezca una patología vocal aumentan considerablemente. Por último, la relajación siempre ayuda a la estabilidad emocional y esto resulta muy importante cuando hablamos de voz. Las emociones suelen anclarse en la zona que le afecta: los miedos, las angustias, la ansiedad oprimen la voz provocando algún que otro 'nudo en la garganta'. Así pues, también por esta razón la relajación es buena compañera. Por eso, iniciábamos siempre aquellas clases de técnica vocal con ejercicios de relajación: con masajes en el cuello o bien con ejercicios de hombros y cuello para ir paulatinamente liberando de tensión la zona y preparándola para el entrenamiento vocal. Y después, claro, el profesor nos obligaba a mantener siempre una postura correcta, con la espalda recta, aunque sin tensión, y la mandíbula paralela al suelo. Una vez logrado este objetivo, en el curso aprendí que otro de los aspectos importantes a la hora de entrenar la voz es la respiración. He de confesar que jamás lo hubiera pensado y que aún hoy me sigue costando percibir tan estrecha relación. -¡Vamos a aprender a respirar!, -dijo aquel día el profesor. Y todos nos miramos con cara extraña pensando en lo evidente: qué tontería, nosotros ya sabemos respirar. 3
-Bien, pero se trata de otro tipo de respiración, la llamada diafragmática. Y de nuevo cara de estupor. ¿Realmente se puede respirar de diferentes maneras? Pues parece que ser que sí y que la que empleamos la mayoría de los mortales no sirve, que también es mala suerte. Así que tuvimos que concentrarnos en aprender cómo era este nuevo tipo de respiración que al parecer tenía muchas ventajas sobre nuestra voz. Nos explicaron que la respiración diafragmática se llama así porque tiene como protagonista a un músculo llamado diafragma que se encuentra justo debajo de las costillas. Cuando inspiramos, el diafragma desciende empujado por los pulmones que, a su vez, se ensanchan y consiguen almacenar en su interior mayor volumen de aire. El descenso del diafragma produce un abultamiento notable en el vientre. Al contrario, cuando espiramos, el diafragma se eleva ejerciendo presión y controlando los músculos del abdomen para que el aire contenido en los pulmones se expulse y para ejercer una correcta dosificación del soplo, según las necesidades de la voz. En otras palabras, el diafragma ayuda a controlar la salida del aire dosificándolo según las necesidades. Esto es muy importante porque las partes finales de una locución deben ser tan audibles como las primeras y para eso se necesita llegar con suficiencia respiratoria. Por tanto, los beneficios de la respiración diafragmática son: aumentar la capacidad de aire durante la inspiración y dosificarlo en la espiración a nuestra voluntad. Estas son las razones por las que este tipo respiratorio resulta ser el más aconsejable para los locutores radiofónicos. Pero una vez explicado, venía lo más difícil: primero, asimilar su importancia, segundo, ser capaces de respirar de esta manera. Lo primero no es fácil porque se hace complicado comprobar en la práctica qué tiene que ver la respiración con la voz. Eso provoca que muchos no se lo tomen en serio. Y luego vienen los problemas. Aunque sea difícil de entender hay que fiarnos de lo nos explican y tomar muy en serio esta fase del proceso porque ni más ni menos que representa la base de la fonación, el sustento y fuerza de la voz. De hecho, me atrevería a decir que la mayoría de los problemas vocales de los hablantes que emplean su voz de forma profesional tiene su origen en una incorrecta respiración. Así que yo, me apliqué el cuento. Con ese objetivo, lo segundo era aprender a respirar de esta manera, lo cual no es fácil, aunque con esfuerzo y constancia (como todo), se consigue. A la hora de practicar, tenemos que entender que realizamos el movimiento contrario al de nuestra respiración costal. Aquí la parte abdominal tiene que salir hacia fuera en el momento de la inspiración e introducirse hacia dentro, por la expulsión del aire, cuando espiramos. Si nos fijamos, en una respiración costal es la parte superior la que se eleva y ensancha en la inspiración (cosa que no queremos porque produce tensión en las cuerdas vocales) mientras el abdomen se introduce, y al contrario en la espiración. A la hora de 4
intentarlo, debemos pensar que llevamos el aire bien abajo hacia el estómago. Nos servirá realizar el ejercicio acostados y colocar una mano en el pecho y la otra a la altura del diafragma. Al respirar se debe notar que tan sólo se mueve esta última, mientras que el tórax se ha de mantener inmóvil. Es importante dejar siempre una pausa entre inspiración y espiración para contribuir a incrementar la capacidad de aire. Lo siguiente será combinar los tiempos de inspiración e inspiración cuidando siempre de no producir tensiones y de que recojamos la misma cantidad de aire en cada tiempo. INSPIRACIÓN
PAUSA
ESPIRACIÓN
Un tiempo Dos tiempos Tres tiempos Cuatro tiempos Cinco tiempos Seis tiempos Siete tiempos Ocho tiempos
Un tiempo Un tiempo Un tiempo Un tiempo Un tiempo Un tiempo Un tiempo Un tiempo
Un tiempo Dos tiempos Tres tiempos Cuatro tiempos Cinco tiempos Seis tiempos Siete tiempos Ocho tiempos
Pero el entrenamiento respiratorio no había hecho más que empezar. Porque respirar de forma diafragmática de forma aislada en ciertos momentos sirve más bien de poco. Así que cuando creíamos que ya lo teníamos, resultó que esto era sólo el principio. El profesor fue tajante en este aspecto: la respiración diafragmática se tiene que asimilar hasta hacerla inconsciente. Un locutor tiene que respirar siempre así porque no puede dedicarse a pensar cómo respira cuando está detrás del micrófono. Para lograr este objetivo, debemos irla incorporando en nuestra vida diaria mientras realizamos ciertas tareas: podemos estarnos duchando, podemos estar en el cine... y probar a respirar así. Dentro de esta fase, es importante también realizar ejercicios de coordinación respiratoria para ir introduciendo sonido mientras respiramos. Esto ayuda a entender un poco mejor la relación entre la respiración y la voz. Estos son algunos de los ejercicios que pueden hacerse: -En lugar de espirar sin sonido, realizar la inspiración de forma diafragmática con la pausa y, a continuación, expulsar el aire diciendo los días de la semana, los meses del año, los números... o lo que uno quiera. -Leer cada verso de una poesía con una espiración. -Practicar lo mismo pero utilizando distintas intensidades de voz (más alto o más bajo) o velocidades (más rápido o más lento). En definitiva, la respiración representa la fase inicial del camino y se hace dura e incluso aburrida, pero es importante saber que puede llegar a automatizarse con un mes de entrenamiento y que una vez conseguida ya se tiene para toda la vida. Así que en su momento 5
pensé que sería una buena inversión, como finalmente después así ha sido. Por tanto, primera parte del camino andada y ya me pareció un mundo, pero como comprobaría, aun quedaba un gran trecho y, además, importante. Básicamente si la respiración es la base, la articulación o pronunciación representaba otro punto importante sobre el que pocos nos han llamado la atención. Porque claro, ¿qué es un locutor sin una buena dicción? Como con la respiración, con la dicción tenemos que realizar una completa revisión mecánica y saber que debemos colocar bien todas las piezas, en su punto justo. Esto es lo primero que nos advirtió aquel día el profesor. Uno de los problemas más comunes en este sentido (nos dejó claro) es lo que se conoce como pereza articulatoria. No caemos en la cuenta de que debemos colocar bien los órganos de articulación para moldear bien el fonema y abrir bien la boca para dejar salir correctamente el sonido. Normalmente hacemos lo contrario y hablamos con el mínimo esfuerzo posible, lo cual se traduce en masticar o comernos las palabras que quedan así encerradas en una mínima abertura bucal. Esto puede provocar que los demás no nos entiendan pero también que nuestra voz se escuche peor, es decir, tenga menos resonancia, con un sonido más oscuro y apagado. En todo ello, lo importante es aprender a colocar correctamente los órganos articulatorios para impostar la voz (que no engolar). Lo que debemos pensar es que el sonido no debe apoyarse en la garganta, generando tensión y produciendo un sobreesfuerzo, sino que el apoyo debe estar en el diafragma y entonces dejar salir el aire sin presiones, sin oponer resistencia. En el proceso, la laringe deberá adoptar una posición baja para obtener un apoyo seguro y el sonido arrancará sólo cuando la garganta se encuentre bien abierta. La lengua debe situarse en el piso de la boca, blanda y pasiva, pero sin tensión. El sonido tiene que sentirse muy adelante, entre la nariz y el entrecejo, incluso lanzarla fuera de la cara para que la emisión de la voz suene redondeada y proyectada. Y, por último, claro está, abrir bien la boca para facilitar la proyección de la voz. Así que a todo lo que debía pensar en torno a la respiración, debía añadirle ahora el preocuparme cómo tenía que colocar la boca. Me quedé eso sí con lo más importante: abre la boca, no encierres la voz dentro, mueve la lengua articulando correctamente y dejando espacio bucal para la resonancia y, por último, siente la voz resonar bien arriba, en la cara, no en el cuello o en el pecho. Una vez revisada la parte más mecánica y cuando pensaba que aquí se agotaba todo y que ya acababa mi entrenamiento, el profesor dijo casi restando importancia: -He querido dejar para el final la parte más importante del entrenamiento, la parte propia del sonido con sus cualidades, aquella parte que encierra todo el secreto de la voz.
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Así que todos nos miramos atónitos. ¿Aún quedaba una parte importante y esa era la que encerraba el secreto de la voz? Ahora parecía entonces que empezaba lo bueno. Comenzó explicándonos que si el aliento está en la respiración, que moldeada articulatoriamente se convierte en palabra, en el sonido está el sentimiento, especialmente en la cualidad vocal más importante: el tono. Aquí es donde la voz se vincula con los afectos y las intenciones para provocar sensaciones y reacciones en quien nos escucha. Realmente es ese sonido el que abraza o acaricia a una persona. Es el sonido personal en que un locutor debe convertir las letras frías e inexpresivas de un texto para que suenen vivas y llenas de emoción. Así pues el entrenamiento comenzaba por comprender cuáles eran las cualidades de la voz y cómo debían manejarse. Estas cualidades son cuatro: intensidad, duración, tono y timbre, aunque de ellas nos interesaban especialmente la duración y el tono. La intensidad no en tanta medida porque un locutor de radio, al contar con un micrófono que ya amplifica el sonido, no necesita jugar con tanta precisión con el volumen. Tampoco el timbre, porque en principio ya habíamos practicado con la resonancia colocando los órganos articulatorios en su correcta posición para obtener un sonido óptimo. Así que aquí nos centraríamos en la duración o velocidad y en el tono de la voz. Tanto la velocidad como la entonación de cualquier locución, compuesta por sucesivos tonos, resultan importantes por cuanto de ellas dependen estrechamente la atención y la comprensión del oyente. Así que para un locutor resulta extremadamente importante saberlas manejar. La velocidad siempre es más fácil puesto que consiste sin más en acelerar o decelerar el ritmo del discurso. En este sentido, el profesor nos hizo ver que nuestro principal error era que leíamos todo a la misma velocidad, de principio a fin. Y nos hizo caer en la cuenta de que realmente nadie habla así. Si nos fijamos en cómo hablamos espontáneamente, nos daremos cuenta rápidamente de que no hablamos a la misma velocidad, sino que aceleramos cuando queremos crear emoción, tensión expectación o bien cuando algo no es importante, y que retardamos la velocidad cuando buscamos resaltar datos esenciales o bien cuando la emoción tiende a la neutralidad. Así que las reglas de oro a la hora de leer un texto serían las mismas. Las frases no tienen que leerse de corrido a la misma velocidad sino que sufrirán variaciones en función del contenido. Cuando éste sea relevante, tranquilizante y nuevo, entonces la velocidad descenderá, y aumentará en el caso contrario. También es importante, como regla general, evitar leer a una excesiva velocidad puesto que esto afectaría gravemente a la comprensión del oyente igual que a nuestra capacidad para pronunciar correctamente. Pero, al contrario, tampoco debe optarse por una velocidad demasiado lenta ya que entonces se afectaría la atención del oyente. Una velocidad óptima de lectura sería la comprendida entre las 170 y 190 palabras por minuto 7
y en ningún caso superar las 200, excepto cuando se busque un efecto expresivo que lo requiera. Llegados a este punto y una vez comprendidas las bases, el profesor nos puso a practicar con textos. No era muy difícil cuando estos textos estaban marcados. Es otra cosa que aprendí rápidamente. Las letras de un texto no te dicen nada porque no tienen vida, son simples grafías. Eres tú, como locutor, quien tiene que buscarles el sentido y dotarlas de expresión. Así que al principio ayuda, y mucho, hacerse indicaciones. Por ejemplo, en el siguiente texto bastaba con leer más rápido la cursiva, en normal la letra normal y más lento aquella que tenía guiones. La pausa más larga se indicaba con un guión vertical. El anciano estaba muy-can-sa-do de subir y ba-jar mon-ta-ñas. Pero un día decidió subir al pico más e-le-va-do del mundo, desde donde, quizás, podría ver y conocerlo todo / an-tes de mo-rir. Es sorprendente cómo practicando un poco, uno adquiere destreza para ir variando el ritmo en función del contenido del texto, jugando a imprimir emoción o expectación en ciertos momentos o buscando anclar ideas en otros. Ahora sí, emocionados como estábamos con estos juegos rítmicos, el profesor anunció que llegábamos al final del camino, sí, pero también a la parte más complicada: manejar el tono de la voz y, con ello, quizá la parte más significativa: la entonación y el acento, lo que se conoce técnicamente como prosodia. Antes de explicarnos nada, nos hizo practicar con los tonos de nuestra voz. Nos comentó que no seríamos capaces de dominar la entonación si previamente no identificábamos y éramos capaces de producir diferentes tonos de voz. Hicimos varios ejercicios pero quizá el que más me ayudó consistió en escoger una frase sencilla y corta cualquiera y emitir una nota sostenida, según el siguiente cuadro: DO Dooooo
RE Reeee
MI Miiiiiii
FA Faaaaa
SOL Sooool
LA Laaaaa
SI Siiiiiii
El mar es azul
El mar es azul
El mar es azul
El mar es azul
El mar es azul
El mar es azul
El mar es azul
Era importante sostener la nota y alargarla hasta enlazar con la frase y empezar siempre desde DO subiendo en la escala. El profesor nos explicó que este ejercicio tenía una aplicación práctica muy importante porque servía para tomar una primera decisión sobre cómo leer un texto: ¿en qué nivel tonal se lee? Si el contenido es triste o neutro (por ejemplo en un informativo) bajaremos en la escala, pero si por el contrario el texto es animado (por ejemplo en un comercial) optaremos por un nivel más agudo. Una cosa tan sencilla como ésta, permitiría que nuestra voz sonara con diferentes registros. Una recomendación importante que nos hizo el profesor en este aspecto es que debemos dar sentido a lo que leemos. En parte 8
significa recrear aquello que significa la palabra y hacerla sonar a lo que quiere decir. Por ejemplo, un 'estruendo' siempre sonará fuerte de volumen, en tono grave y con una velocidad lenta para reforzar el efecto. Así pues la técnica consiste en pensar en el significado y a continuación acoplar las cualidades de la voz. Las siguientes correspondencias pueden ayudar a conseguirlo: Emoción Alegría Emoción Tensión Euforia Enfado Tristeza Tranquilidad Depresión Sensualidad Dulzura
Timbre
Tono
Voces más abiertas
Tono de voz agudo
Voces más cerradas
Tono de voz grave
Intensidad
Duración
Alta
Rápida Movimiento rápido Pocos silencios
Baja
Pausada Movimiento lento Bastantes silencios
Por último, en cuanto a la entonación, el profesor nos dio unos últimos consejos. El primero es que resulta muy importante no ser monótono. Este es el peor defecto que puede cometer un locutor. Para evitarlo, bastará con dar sentido a lo que leemos realizando inflexiones de tono siempre de forma natural. En el extremo contrario, tampoco resulta conveniente cantar, es decir, acabar de la misma manera todos los finales de cada unidad de sentido. Este es uno de los defectos más comunes en la locución, que se detecta especialmente en los informativos. Para corregirlo, debemos comprender que las unidades tonales en que se divide una frase no pueden tener un final similar sino que pueden finalizar de cinco maneras diferentes, que se corresponden con cinco tonos: -Cadencia /↓/. Tono grave. Es el descenso más bajo, que marca el punto final de la frase. -Anticadencia /↑/. Tono agudo. Es el ascenso tonal máximo. Puede aparecer en frases interrogativas y siempre que se exprese contraste entre dos conceptos (Mientras el Partido Popular ha logrado la mayoría absoluta /↑/, Izquierda Unida se ha quedado sin concejales). -Semicadencia /↘/. Tono semigrave. Es un tono más bajo que el normal o medio, producido en interior de frase que expresa poca relación. Puede aparecer, por ejemplo, en enumeraciones (El alcalde del municipio ha anunciado que bajará el agua /↘/, la basura y la luz). -Semianticadencia /↗/. Tono semiagudo. Es un tono más alto que el normal o medio, producido en interior de frase que expresa mucha relación (En la muestra podemos descubrir cuadros, esculturas /↗/ y fotografías). 9
-Suspensión /→/. Tono medio. Se utiliza en las frases con sentido incompleto, en continuidad o en las que dejan una idea pendiente (Van Gogh, Renoir, Cezanne... /→/). Es útil entonces coger un texto y señalarlo con diferentes flechas para que no siempre todo suene igual, como aparecen aquí: Estimados /↑/ amigos /↓/. Descubramos/↑/ en esta tarde los orígenes de la empanada /↗/ haciendo un viaje por el tiempo/↘/, situándonos en el siglo XII/↗/ y trasladándonos a Santiago de Compostela /↓/. No menos importante en el proceso, nos dijo el profesor, será marcar con un ligero retardo de velocidad las palabras relevantes del mensaje. Para que este realce suene natural es importante que esas palabras no se machaquen con una subida de tono o intensidad sino que será suficiente con leerlas más lento. En la siguiente frase, serían las marcadas en negrita. La mujer de 34 años, que ayer fue atacada por un perro en Barcelona, se recupera favorablemente. También nos recomendó evitar machacar las palabras porque la locución, además de ser variada, debe ser natural. Y así es como llegamos al final del camino. El profesor nos comentó que ahora sólo había que combinarlo todo y practicar mucho. Que el único secreto consistía en trabajar a conciencia de manera personal, leyendo con frecuencia en voz alta y escuchándose para corregir los defectos. También tratar de buscar nuevos sonidos y registros diferentes en nuestra voz. Pero lo más importante es que nos aseguró que con trabajo y constancia nuestro deseo de ser un día unos buenos locutores podría cumplirse. Así fue pues como inicié el camino hacia el descubrimiento de mi voz para acabar de educarla, pero especialmente para pasar de esa verdad vocal a la belleza vocal en un proceso que al final me convertiría en locutora, alcanzando así mi meta. Una vez que practiqué durante muchas horas, la voz se había transformado, se había educado y ahora podía hacer sentir al oyente lo que quisiera con un sólo recurso: el de mi voz. Este trabajo entonces ya no me pareció tan difícil, pero sí se mantuvo igual de mágico, aunque ahora acariciando las ondas con el único sonido de mi voz.
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