El uso de la historia por los talibanes

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El uso de la historia por los talibanes Por Alberto Venegas Ramos El 25 de mayo de 2016 el grupo talibán afgano lanzaba una declaración donde confirmaba la muerte de su líder, el mulá Mullah Akhtar Mansour en un ataque con drones en la región de Baluchistán, Pakistán. En el mismo comunicado se recogía el nombramiento de un nuevo líder, Mawlawi Hibatullah Akhzundzada. Esta decisión no tardó en ahondar en las divisiones internas del grupo que tienen su origen en la sucesión del líder original, el mulá Omar. De hecho, para evitar estas luchas internas otra de las decisiones que tomó el grupo fue escoger a uno de los hijos del mulá Omar, el también mulá Mohammad Yaqoob, como segundo al mando del grupo. Todos los escogidos para dirigir al grupo, sin excepción, tenían alguna relación con el mulá Omar, ya hemos mencionado a su hijo, pero el otro segundo al mando, Sirajuddin Haqqani, de etnia pastún y que, junto a su difunto padre Jalaluddin Haqqani (Ministro de Asuntos Tribales, nombrado por el mulá Omar) eran los responsables de la red Haqqani (grupo insurgente ligado a al-Qaeda y los talibanes). Esta red de insurgencia afgana se incorporó muy pronto a las actividades talibanes, justo después de la toma de Kabul en el año 1996 cuando estrechó las relaciones con el mulá Omar. Por no hablar del actual líder, Mawlawi Hibatullah Akhzundzada, de etnia pastún también y responsable de la mayoría de las fatwa talibanes durante su época de gobierno en Afganistán, desde el año 1996 hasta el año 2001 y que se encargó de la madraza de Kandahar y el aprendizaje de más de 10.000 estudiantes por decisión directa del mulá Omar. Todos los líderes talibanes actuales tienen una estrecha relación con el fundador del movimiento, todos ellos forman parte de la etnia pastún y todos ellos han tenido una importante actividad desde el comienzo de la insurgencia talibán. Este hecho no es aleatorio o casual sino que hunde sus raíces en dos razones, la primera de ellas la importancia de la etnia y la tribu en la sociedad afgana pastún y la segunda, y de la que

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nos vamos a ocupar en este texto, el prestigio del fundador de los talibanes gracias al uso que realizó de la Historia del Islam. En la primavera del año 1996 el mulá Muhammad Omar reunió en la ciudad de Kandahar a más de mil dirigentes religiosos, mulás y ulemas simpatizantes o pertenecientes al movimiento talibán nacido unos años antes en la misma ciudad, al sur de Afganistán, en el territorio conocido como cinturón pashtún. No invitó ni estuvieron presentes líderes políticos o militares ajenos a este movimiento, fue una reunión exclusiva de religiosos. Esta concentración tenía un fin, reafirmar su autoridad sobre el movimiento talibán y sobre todo el país conquistado mediante una demostración de fuerza, pero también a través de una legitimización histórica de su posición. La legitimización de su autoridad política y militar provino de una conquista militar de todo el territorio afgano durante los últimos años de la década de los años noventa. Aprovechando la debilidad aparente del estado, inmerso en una guerra civil desde la caída del régimen comunista e incluso mucho antes, cuando los soviéticos abandonaron el país, capturaron y se hicieron con todo el país en una serie de luchas que les permitió controlar el territorio en menos de cinco años. Sin embargo, toda esta potencia militar debía revestirse de un halo de legitimidad para que pudiera sostenerse. No en vano toda su lucha, la lucha de los talibanes, estuvo sumergida dentro de un halo de santidad, especialmente en sus comienzos. No deja de ser significativo el hecho que dio inicio a la historia talibán, la protección y rescate de un joven afgano de las manos de un señor de la guerra sodomita como tampoco lo es que en la actualidad uno de los líderes talibán sea, precisamente, el ya mencionado hijo mayor del mulá Omar, justo por debajo del líder actual, Mawlawi Hibatullah Akhzundzada. Para reforzar la imagen del mulá Omar y alejarla de los anteriores muyahidines que lucharon contra los soviéticos, para elevarla por encima del resto de los integrantes del país, el movimiento talibán solo pudo hacer una cosa, revestirlo de santidad. Para entender esta idea es necesario comprender la concepción del tiempo islámico y la idea de la decadencia o fasad al-zaman. Esta concepción, al igual que ocurre en las

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diferentes religiones abrahámicas, posee un carácter lineal, existe un comienzo y un final. Sin embargo, en el mundo islámico esta concepción difiere en un pequeño detalle, los musulmanes conciben el tiempo histórico como “una continua sucesión de fracturas y de imparable decadencia, tanto más palpable cuanto más se alejan de la época de la revelación” (Maillo Salgado, F. 2008:16).

Esta percepción del tiempo señala que

mientras más alejados vivamos de la época del Profeta mayor será la decadencia del mundo islámico teniendo que regresar, para recuperar el vigor histórico, a los tiempos de Mahoma guiados por el Mahdi o bien encaminado, en el caso que nos ocupa, el recientemente fallecido mulá Omar. Por esta misma razón, aunque recientemente se ha visto la elección del nuevo líder talibán, alejado del canon militar y violento, como un punto de inflexión para la diplomacia del grupo, su segundo al mando, Sirajuddin Haqqani, en unas declaraciones del 15 de junio de 2016 afirmaba que los talibanes están abiertos a hablar, pero siempre en línea con la sharia.1 En este punto entra el siguiente concepto, el mulá Omar no era únicamente aquel que debía guiar a los musulmanes fieles a su interpretación del Islam, una mezcla de sunismo deobandí, salafismo, wahabismo y prácticas tribales pashtunes, hacia una sociedad islámica perfecta, sino que para conseguirlo fue nombrado, esa primavera del año 1996, Amir-ul Monineen o “jefe de los fieles”. No fue nombrado califa, como ha hecho Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Califato Islámico. El mulá Omar era consciente que el título de califa no tenía un verdadero significado en el Gran Próximo Oriente actual, en cambio, el título de Amir-ul Monineen tenía otra serie de connotaciones políticas más importantes en Afganistán, como por ejemplo ser el líder indiscutible de la yihad y emir de Afganistán, de hecho, meses más tarde los talibanes cambiarían el nombre del país a Emirato de Afganistán y aún a día de hoy, en las últimas

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http://www.khaama.com/sirajuddin-haqqani-says-taliban-open-to-talks-in-line-withsharia-01262

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declaraciones del grupo, realizadas el 18 de julio de 2016, siguen denominado a Afganistán, Emirato.2 El 4 de abril de 1996 el mulá Omar apareció en una de las terrazas de los edificios de la ciudad de Kandahar portando, sobre sus hombros, una de las reliquias más preciadas de la religión islámica, el manto del profeta Mahoma3. Manto que no había visto la luz desde hacía más de sesenta años y que no había sido utilizado de manera general por los líderes religiosos ni políticos afganos en toda su historia. Sin embargo, ahí estaba, ese 4 de abril de 1996, el mulá Omar convertido en el líder de todos los creyentes. Momento del que se conserva una de las escasas fotografías existentes del líder talibán. Omar se convirtió en el mesías que venía a conducir a los musulmanes a la sociedad islámica perfecta portando, sobre sus hombros y su espalda, el mismo manto que portó Mahoma durante su vida. La simbología y el uso de la Historia por parte del estado talibán y la shura de Kandahar no podían ser más poderosos y efectivos. Incluso hasta la propia iniciativa de fundar el grupo talibán provino de una idea tan histórica como recurrente, un sueño. En un sueño, según la leyenda, se le apareció al mulá Omar una mujer que le dijo: “Necesitamos tu ayuda, debes levantarte. Debes acabar con este caos. Dios te ayudará” (Filkins, D 2009: 30). El paralelismo con el Profeta es más que parecido, aunque a este se le apareció el arcángel San Gabriel y le anunció la nueva fe islámica. Todos estos títulos sobre los que se envolvió el mulá Omar conllevaban una serie de problemas evidentes ante el resto de la comunidad islámica o umma. El primero de ellos era que para ser “jefe de los fieles” debía tener la aceptación de todos los ulemas del país, y no tenía esta aceptación, por lo tanto, no cumplía el requisito del ahl al-hal o aqd. El segundo problema grave era que el mahdi no podría ser un humilde mulá rural que no tenía una instrucción islámica profunda y no pertenecía a ninguna tribu. Este debía ser un sabio del Islam y pertenecer a la tribu de los descendientes de Mahoma, los 2

http://www.khaama.com/afghan-taliban-issues-statement-for-the-central-asiancountries-01509 3

http://www.faughnan.com/scans/011219_MuhammedCloak.pdf

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Quraysh, personificados en la actualidad bajo la dinastía hachemí. Sin embargo todos estos problemas no ocasionaron ningún problema al mulá Omar y los talibanes, ya que esos títulos le permitieron elevarse por encima de todos los demás líderes políticos y tribales del país, rodearse de una mística islámica especial, aun cuando los sufíes eran perseguidos por esto mismo, y no tratar nunca con ningún político o líder de igual a igual, permitiendo al mulá Omar continuar su vida humilde y casi desconocida en la ciudad de Kandahar. Pero los dos hechos más relevantes que se abrieron ante Muhammad Omar tras revestirse de todos estos títulos fue, por un lado, encabezar y guiar la yihad contra su propio pueblo, el gobierno de Kabul y convertirse en el líder autoimpuesto de toda la sociedad islámica, de ahora en adelante los gestos de los talibanes adquirieron una dimensión universal. Dimensión que se potenció con la llegada de Bin Laden a Kandahar y que en la actualidad han abandonado, como afirman en unas recientes declaraciones oficiales del 18 de julio de 20164. Sin embargo, la dimensión de los talibanes nació en un plano regional, en el ya citado cinturón pashtún y su lógica y justificación histórica procede, precisamente, de esta región, ya que la gran mayoría de sus fundadores eran estudiantes (talibán en urdu) de la interpretación religiosa del Islam propia de la India y Pakistán, el deobandismo. Hecho que explica las buenas y continuas relaciones de los talibán con Pakistán y las ramas más fundamentalistas de la política de este país.

El deobandismo es una corriente

religiosa islámica perteneciente a la rama suní y derivada de la escuela Hanafi,5 una de las cuatro escuelas de jurisprudencia islámica aparecida durante el último cuarto del siglo VIII bajo las enseñanzas de Abu Hanifa an Nu´man ibn Thabit (699-767)6. Su característica principal y el rasgo que define a esta corriente religiosa es el esfuerzo por la reconstrucción ideal de los primeros tiempos del Profeta en base a la escuela jurídica Hanifa. Aspecto al que ya hemos visto que se suscriben los talibanes liderados en un 4

http://www.khaama.com/afghan-taliban-issues-statement-for-the-central-asiancountries-01509 5

https://www.baabalshams.com/el-deobandismo-y-los-taliban/

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http://lostislamichistory.com/the-life-of-imam-abu-hanifa/

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primer momento por el mulá Omar gracias a la influencia de la corriente deobandí de la que participaron durante su fundación. Esta corriente religiosa nació durante la Guerra de los Cipayos en la India contra la Compañía de las Indias Orientales en 1857 y el control británico con un doble motivo, el primero resistir a la aculturación reafirmando los principios básicos de identidad islámica de la zona de Deoband, la región de Uttar Pradesh, la segunda preparar a la población india islámica para que pudieran hacer frente, culturalmente, a la población británica. Sin embargo esta doble corriente fue derivando y transformándose a lo largo del siglo XX en una corriente más fundamentalista preñada de tintes wahabíes gracias a la financiación saudí del movimiento y consolidado, especialmente, tras la independencia de Pakistán de la India. El éxito del movimiento deobandí se debe a sus ideas y a la simplicidad de su mensaje. En la actualidad existen grupos contrarios de deobandíes, como los Ahl-i Hadis, que creen en la necesidad de seguir directamente las fuentes del Profeta en lugar de las interpretaciones jurídicas posteriores o fiqh. Las relaciones entre los talibanes y Pakistán es por todos conocida. El seminal libro de Ahmed Rashid, “Los Talibán: el islam, el petróleo y el Nuevo Gran Juego en Asia Central” da buena muestra de ello. Pero esta relación es aún más estrecha cuando comprendemos que los talibanes se formaron en Pakistán, en los campos de refugiados afganos. Una relación que perdura hasta nuestros días7. Es en estos campos donde mulás y ulemas del partido paquistaní Jamiat Ulema-e-Islam (JUI) expandieron los principios ya descritos de la fe deobandí mezclados con las interpretaciones wahabíes exportadas por los muyahidines y árabes afganos que lucharon contra los soviéticos durante la invasión de Afganistán en 1979. Estas interpretaciones están muy influidas por el pensamiento de Qutb y al-Maududi, teóricos de los Hermanos Musulmanes y padres fundadores del fundamentalismo islámico moderno, ya que ambos defendieron la necesidad de implantar la sharia como forma de gobierno de estado. En el caso de

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http://www.wsj.com/articles/breaking-the-pakistan-taliban-alliance-1465338836

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Afganistán no son pocos los casos en los que la implantación de la sharia de manera literal ha llevado al grupo fundamentalista a la prensa siendo, quizás, el caso más famoso el de la joven Malala Yousafzai, a quien se le prohibió recibir cualquier tipo de educación por ser una mujer. La sharia es utilizada como fuente de legitimización y justificación de las acciones de gobierno. Este hecho supone el fracaso del islamismo reformista que concibe al Profeta Mahoma como un líder religioso bajo el mismo perfil de Jesucristo y que, por lo tanto, no emana de él ninguna forma de gobierno, lo que el islamista francés Oliver Roy llamó “el fracaso del Islam político” y lo que Patrick Cockburn llama la wahabización del islam suní.8 Dentro de este último grupo se encuentran los talibanes, grupo que ha fusionado su núcleo de pensamiento con el wahabí saudí. La emergencia de estas dos corrientes de pensamiento en la actualidad ha ocasionado el uso político de la historia islámica para justificar una forma de gobierno que muchos consideran medieval y que parten, ambos, de una interpretación cuasiliteral de la sharia. La utilización de la sharia en la política dentro del régimen talibán ha sido de una importancia clave para su justificación y legitimización, sin embargo no ahondaremos de manera especial en este aspecto por haberlo ya hecho en otros lugares9 y nos centraremos en elementos más visibles y menos teóricos de la justificación y el uso de la Historia de los talibanes. En el caso talibán este “fracaso del Islam político” es aún más destacado, ya que, como indica Ahmed Rashid, “los talibán tienen un conocimiento muy escaso de la historia afgana, la sharia y el Corán” (Rashid, A. 2001: 155). Este hecho, el escaso conocimiento de las discusiones y debates sobre el Islam político y teológico les lleva a argumentar con simplicidad y rotundidad declarando una herejía y pecado muy grave tanto la duda como el debate. Por esta misma razón ha supuesto tal novedad la elección

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http://www.elmundo.es/cronica/2015/01/11/54b11592268e3e2b128b4579.html

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http://www.temporamagazine.com/usos-historicos-del-islam-medieval-por-isis-lainterpretacion-del-fundamentalismo-radical-islamico-parte/

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de Mawlawi Hibatullah Akhzundzada como nuevo líder del grupo, académico destacado del estudio del Islam y uno de los “maestros” del mulá Omar. Esto se debe a la propia configuración de los talibán en Afganistán cuyas bases sociológicas son las tribus o la dawla y donde el Islam sirve, únicamente, como forma de cohesión y legitimización de la tribu pasthún sobre las demás con el mulá Omar como principal y primer líder revestido de poder y del cual se extrae la legitimidad de todos los siguientes líderes del movimiento. Por esta misma razón son de especial importancia los símbolos como el manto del Profeta que ya mencionamos o el propio título con el que se revistió el mulá Omar, Príncipe de los Creyentes. Pero no solo estos sino otros aún más visibles como la propia bandera, fondo blanco con la sahada o principio de fe en el centro, bandera que tradicionalmente se ha relacionado con la misma enseña que utilizó Mahoma durante los primeros conflictos del Islam. Este Islam esquelético sigue, sin embargo, apoyado en las bases más rudimentarias de la religión y en conceptos históricos como la hégira, la ya citada sharia o el principio de la decadencia islámica. Para reforzar este uso político del islam medieval el grupo talibán también ha echado mano de otros conceptos históricos como por ejemplo la yihad10, el ya mencionado título de príncipe de los creyentes11 y otros más visibles como la bandera. Todo ello para justificar y legitimar su conquista del poder12 en el país afgano y consolidar apuntalando su gobierno con la idea del mandato o derecho divino que no puede ser juzgado porque su principio, origen o esencia no es discutible ya que procede de Dios.

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http://www.jstor.org/stable/42909187?seq=1#page_scan_tab_contents

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http://www.temporamagazine.com/usos-historicos-del-islam-medieval-por-isis-lainterpretacion-del-fundamentalismo-radical-islamico-parte-iv/ 12

http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=337930325003

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Bibliografía: 1. COCKBURN, Patrick, ISIS. El retorno de la Yihad, Madrid: Ariel, 2015. 2. MAILLO SALGADO, Felipe. “El yihad: Teoría jurídica y praxis en el mundo islámico actual”. Revista española de filosofía medieval. Nº10. 2003., pp. 111-118. 3. MAILLO SALGADO, Felipe. Vocabulario de Historia árabe e islámica. Ariel. Madrid. 1999 4. MANZANO MORENO, Eduardo. Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media. Ed. Síntesis. Madrid. 2010. 5. MARTÍN, Javier. Estado Islámico: Geopolítica del caos. Ediciones Acantilado. Madrid. 2015. 6. KEPEL, Gilles, La Yihad. Expansión y declive del islamismo, Madrid: Península, 2001. 7. PIPES, Daniel, El Islam, Madrid: Espasa Libros, 1991. 8. RASHID, Ahmed, Yihad: El auge del islamismo en Asia Central, Madrid: Península, 2003. 9. RASHID, Ahmed, Los talibán, Madrid: Península, 2014. 10. Eugene Rogan. Los Árabes: Del Imperio Otomano a la actualidad. Crítica. Madrid. 2010. 11. JAGIELSKI, Wojciech. Una oración por la lluvia. Debate. Barcelona. 2008. 12. FISK, Robert. La Gran Guerra por la Civilización. Destino. Barcelona. 2010.

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